La Tradición Musical En Los Monegros 3
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La tradición musical en Los Monegros 3 LUIS MIGUEL BAJÉN GARCÍA MARIO GROS HERRERO El interés por la cultura y la música popular monegrina no es nuevo. Durante el pasado siglo, muchos folkloris- tas, investigadores locales o recopiladores se han senti- do atraídos por el patrimonio etnomusical que estas tie- rras atesoran. Rafael Gudel, Ricardo del Arco, Arcadio Larrea, Gregorio Garcés, Antonio Beltrán o Juan José Mur, por sólo citar algunos de los pioneros, han traba- jado en la recopilación, análisis y divulgación del folklo- re. De la lectura de sus trabajos se desprende el enorme interés y esfuerzo dedicados al estudio del dance que, especialmente en la zona sur de la comarca, es la mani- festación popular más compleja y pujante. La importan- te ritualización de los dances monegrinos ha tenido como consecuencia el mantenimiento, casi como si de un fósil viviente se tratara, de la gaita de boto. El ins- trumento, que estuvo en trance de desaparecer en los años 70 del siglo pasado, conoce una nueva época de esplendor en manos de jóvenes gaiteros que la tocan y construyen. Con su recuperación llegó también la de otros géneros musicales a ella ligados: el canto a son de gaita de romances, coplillas, despertaderas o coplas, y el acompañamiento de bailes y pasacalles. Gaitas y gaiteros La gaita o gaita de boto es un instrumento musical emparentado con el resto de las cornamusas ibéricas y del occidente europeo, que en Aragón se ha utilizado tradicionalmente en el cuadrante nororiental, en las comarcas de Ribagorza, Sobrarbe, Litera, Bajo Cinca, Somontanos, Ribera del Ebro y Monegros. Su for- ma y características pueden variar de un lugar a otro, como corresponde a un instrumento popular muchas veces construido por el propio intérprete. El elemento más característico es el boto, un gran depósito de aire confeccio- nado a partir de la piel de una cabra, extraída a sobaquillo o zurrón, es decir, sacada entera por una o dos de las patas traseras y que conserva la forma del animal. Esta piel se curte, se cose y se trata para evitar las fugas de aire. Al La huella de sus pobladores 257 cuello y patas delanteras de la cabra se atan los brocales o cepos, piezas de made- ra taladradas en las que se insertan las demás. El soplador es un pequeño tubo, de madera, hueso o metal, a través del cual se insufla el aire que llenará el boto. Una sencilla válvula de cuero en su parte final impide que el aire retro- ceda. El cepo que está atado en el cuello del boto presenta una doble perfora- ción paralela, cada una de ellas para un tubo sonoro. El clarín o mediana, pequeño oboe de interior cónico y lengüeta doble (pita), con ocho agujeros que los dedos tapan y destapan para conseguir los diferentes sonidos musica- les, se inserta en este doble cepo. A su lado, en paralelo, se dispone la bordo- neta, compuesta de dos piezas de madera que deslizan entre sí, permitiendo afinar (templar) la nota pedal producida por una lengüeta simple o caña. En el último cepo se aloja el bordón, de forma y función similar a la bordoneta aun- que de mayor tamaño. El boto se viste con unas sayas o traje con alegres estampados, volantes y cintas. Para tocar el gaitero coloca el boto bajo el bra- zo izquierdo y el bordón bajo el derecho, pudiendo ayudarse en su sujeción por cordones con flecos y borlas, cuerdas o correas. Los tres tubos sonoros (clarín, bordón y bordoneta) suelen cubrirse exterior- mente con piel de culebra, tradición de oscuro origen compartida con otro aeró- fono aragonés, el chiflo. Algunos autores la relacionan con antiguos cultos a la culebra, que perviven también en otras creencias acerca de los poderes curativos y mágicos de la serpiente. Los monegrinos se inclinan por explicaciones de tipo práctico: la piel de culebra evitaría fugas de aire en el caso, frecuente, de que la madera rajara. Otros piensan que simplemente es de lujo, pa hacer bonito. Musicalmente, la gaita es un aerófono polifónico, esto es, produce tres soni- dos simultáneamente. Dos de ellos son fijos (bordón y bordoneta), y suelen afinarse en la nota de reposo del clarín, con una octava de distancia entre ambos. Es el clarín, pues, quien determina la mayor parte de las características musicales. Su extensión es de una octava completa más la sensible inferior y la digitación básica es abierta. La nota fundamental varía entre re y si, siendo fre- cuente que los instrumentos antiguos reposen cerca del do sostenido actual. En las viejas medianas suena una escala con temperamento natural, que esen- cialmente difiere de la moderna escala con temperamento igual por la utiliza- ción de un tercer grado neutro, es decir, entre la tercera mayor y la tercera menor, una característica común a otros instrumentos de música popular. Al extenderse los modernos sistemas de temperamento, la ambigüedad modal del repertorio antiguo se ha resuelto en unos casos hacia las escalas diatónicas mayores y en otros hacia modos menores. Más excepcional es la utilización del modo de fa, con el cuarto grado aumentado, que podemos escuchar en las grabaciones realizadas por Antonio Beltrán en los años 50 al gaitero de Sari- ñena Vicente Capitán. Los gaiteros monegrinos suelen tocar solos, o con algún sencillo acompaña- miento de percusión (almirez, campanilla o pandereta) aunque no faltan referen- cias a intérpretes acompañados por tambor o formando conjunto en rondas y 258 Comarca de Los Monegros Gaita de Juan Mir Susín de Sariñena pasacalles con guitarras, mandurrias o violines, a pesar de que la antigua gama de las gaitas hacía difícil su convivencia con otros instrumentos. En los Monegros los gaiteros han desarrollado una técnica instrumental muy sobria, con los adornos imprescindibles para que, en un instrumento en el que no es posible interrumpir el sonido, se puedan repetir notas, acentuar y articular la línea melódica. Las tonadas de gaita monegrinas no requieren un alto grado de virtuosismo, pero sí la utilización de rufaus, pequeños mordentes con la nota inferior para marcar la repetición de notas de igual altura, y de mordentes ascen- dentes, semitrinos y grupetos de adorno de dos y tres notas, en ocasiones llama- dos repicaus o floreos. Los gaiteros En los Monegros el gaitero es un personaje especial, rodeado casi siempre de un aura de misterio y depositario de una serie de secretos transmitidos oralmente en el seno de la propia familia. Los propios gaiteros se encargaban de alimentar esa imagen misteriosa y distante, con el fin de evitar la competencia en una actividad que si bien no les permitía dedicarse a ella en exclusiva, era un complemento económico indispensable en épocas de escasez. La dificultad para conseguir la gaita, heredada, comprada o construida con las propias manos, y la complejidad de su funcionamiento y puesta a punto (la construcción de las pitas y cañas,la impermeabilización del boto, la afinación) acentuaban el carácter mágico y reve- rencial del instrumento. La huella de sus pobladores 259 Muchos son los viejos gaiteros de los que guardan recuerdo las gentes de los Monegros, algunos con rasgos muy precisos y otros con perfiles desdibujados por el tiempo que hacen difícil deslindar la leyenda de la realidad. Todos ellos tocaron en un periodo que abarca desde el siglo XIX hasta mediados del XX, aunque representan una tradición más longe- va, pues algunos cuentan con consta- Dance de La Almolda con el gaitero tados antecedentes familiares que Cristóbal Falceto, El Brujo, hacia 1940 abarcan por lo menos tres generacio- nes. La familia de gaiteros Becana de Robres constituye un ejemplo de esta situación: el padre, Mariano Becana, falle- ció en 1805 y sus hijos Domingo y Francisco, continuadores de la saga familiar, tocaron en Robres, Almudévar y Tardienta, entre otras localidades. La tradición se interrumpió por no contar con descendientes varones y las gaitas quedaron arrinconadas en una bodega hasta su redescubrimiento en fecha reciente. De entre las localidades comarcanas, Sariñena ha destacado desde antiguo por contar con una larga nómina de célebres gaiteros. Sixto Lana Muro, El Rey (1856-1936), natural de Capdesaso pero avecindado en Sariñena, es recordado por quienes lo oyeron por su maestría y elegancia al tocar. El siñó Sixto enseñó a varios gaiteros, entre otros a Vicente Capitán, a quien cedió la gaita al retirarse. Acudía a tocar a bodas, bautizos y fiestas en numerosos lugares: Castejón de Monegros, Sariñena, Huesca, donde acompañaba a la comparsa de gigantes y cabezudos, o Zaragoza, en cuya catedral de La Seo tocaba para misa. Tomás Tella Castán, el Malo (†1934 a los sesenta y cinco años), también pastor y de Sariñena, pertenecía a la familia de Casa el Gaitero y parece ser que constru- yó su propia gaita. A pesar de su apodo familiar los que le oyeron tocar le reco- nocen como un gran instrumentista, el mejor de su época. Tocó en Sariñena, Pallaruelo, Sena, Castejón, Tardienta, Huesca, Zaragoza o pueblos de Lérida como Almacellas. Su hijo Teodoro heredó gaita y conocimientos, aunque única- mente tocó en Sariñena. Vicente Capitán Inglán (†1967 a los sesenta y ocho años), conocido como Pierre- tes, era pregonero y cestero en Sariñena. Fue el último gaitero en activo en los años sesenta, por lo que acompañó muchos de los dances de los Monegros (La Almolda, Sariñena, Sena, Castejón, Lanaja, Pallaruelo, Tardienta, Valfarta…) y los de los barrios de Las Tenerías y del Rabal de Zaragoza. Además de dances acompañaba el canto de romances e interpretaba pasacalles, procesiones, bailes (Albalatillo, Usón) y rondas (Lastanosa). También de Sariñena y coetáneo de Capitán, se recuerda a otro gaitero, José Navarro, el Zaragozano, que interpretó en varias ocasiones el dance de Sariñena.