La Dama De Los Velos: H. P. Blavatsky (PDF)
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Mauricio Orellana Suárez LA DAMA DE LOS VELOS: H. P. Blavatsky H THEOSOPHICAL UNIVERSITY PRESS PASADENA, CALIFORNIA PDF eBook: 978-1-55700-239-6 © 2011, 2016 Mauricio Orellana Suárez Para esta edición: © Theosophical University Press 2016 “Cuando esté muerta y me haya ido, la gente quizás apre- ciará mis desinteresados motivos. He prometido ayudar a la gente a llegar a la Verdad mientras viva, y mantendré mi palabra. Que abusen de mí y que me injurien. Que algunos me llamen una MÉDIUM y una espiritista, y otros una impostora. Vendrá el día cuando la posteridad aprenda a conocerme mejor. ¡Oh pobre, tonto, crédulo, malvado mundo!”. — Libro de recortes de H.P.B., volumen I, páginas 20-21, bajo el título “Nota importante”, escrita a mano por la misma H.P.B, 1875. Primera parte Linaje y nacimiento l canto del gallo despertó al conde von Rottenstern en el instante Emismo en que un adelantado sarraceno violaba los umbrales de su tienda; la sombra blandía una faca cuya curvatura filosa llevaba once vidas extraídas de los cuellos de igual número de cruzados. Acostumbrado a pasar en cuestión de medio segundo (como lo exigía el peligro de sus empresas a favor de la Religión Verdadera) del sueño más hondo a la vigilia defensiva que tenía como mejor confederado a su inseparable puñal que asemejaba un crucifijo (cuyo escondrijo se hallaba bajo el almohadón de rápido acceso); acostumbrado también, aunque en esto más por predisposiciones hereditarias que por otras causas, a oler, más que a ver, las tinieblas que se atrevían a moverse en la faz de los abismos de su tienda, en vuelo de vidente el conde von Rottenstern se fue al encuentro de la mano intrusa cuya metálica extensión amenazaba a solo tres pasos del camastro. Detenido el avance con la diestra, una siniestra arre- metida vio nacer un vientre bien de carne en donde el puñal o cruci- fijo, certero, hizo funda, aniquilando al morador de la noche andante sarracena que había osado interrumpir su sueño. Posteriormente, y en gratitud al buen agüero (mensajero, con- cluyó, de los Santos Protectores de la Religión Verdadera), el conde von Rottenstern agregó la palabra alemana «gallo», a su nombre, volviéndose, de esta forma, el conde von Rottenstern-Hahn. Algunas generaciones después, en la ukraniana ciudad de Eka- terinoslav, luego rebautizada por los rusos como Dnepropetrovsk en honor a Pedro el Grande, nació Helena Petrovna Hahn, hija del coronel Petro Hahn, descendiente directo de los condes von Hahn originarios de Mecklenburg, Alemania, quienes tiempo después del incidente del gallo salvador, a finales del siglo diecisiete, se habían asentado en Rusia. Debido a su desempeño estratégico en las batallas de Suiza, el ge- neral Alexis Gustavovich von Hahn von Rottenstern-Hahn, abuelo por línea paterna de Helena Petrovna, había llegado a ser coman- dante de Zurich durante la ocupación rusa. Se había casado con la condesa Elizabeth Maksimorva von Pröbsen, de quien se dice que 4 La dama de los velos Helena Petrovna había heredado «su cabello rizado y su vivacidad», y era primo de la condesa Ida Hahn-Hahn, hija del productor teatral, conde Karl Friedrich von Hahn, y conocida escritora cuyas novelas habían sido, por años, muy populares en los círculos aristocráticos alemanes. Su doble apellido Hahn se debía a que, al parecer por mo- tivos de fortuna familiar (su padre había dilapidado gran parte de esta en producciones dramáticas), Ida, como estrategia de recuperación, se había casado con su primo, el conde Friedrich Wilhelm Adolph von Hahn, con quien había tenido una vida infernal hasta su divorcio. Luego de seguir un camino de mujer emancipada, siendo su sola aflicción su única hija nacida con capacidades mentales especiales y fí- sicamente deforme, Ida Hahn-Hahn había viajado por todo el mundo, hasta que un día de 1849 había abierto la Biblia al azar y se había encontrado con Isaías 60:1: «Levántate, resplandece, Oh, Jerusalén, porque tu luz ha venido, y la Gloria del Señor se levanta so bre ti». Había aceptado la señal, y luego de «batallar con su alma por muchos meses», según lo asegura alguna enciclopedia religiosa cuyo nombre no viene al caso, un día había escrito al príncipe Obispo Diepenbrock, pidiendo ser admitida en la Iglesia Católica. Terminó fundando el convento Vom Guten Hirten, en el que vivió hasta su muerte. Esta y otras historias familiares serían confirmadas y ampliadas más tarde por el mismo Petro Hahn, padre de Helena Petrovna, en San Petesburgo, por el año 1859, cuando se aplicara a la tarea de reconstruir la cronología familiar y de restaurar desde sus raíces el árbol genealógico «perdido en la noche de las primeras cruzadas», con ayuda de las entidades sutiles que probarían estrechos vínculos con las facultades fuera de serie de su hija. Curiosamente, la madre de Helena Petrovna, Helena Andreyevna Fadeyev (luego Hahn, al casarse con el entonces Capitán de Artillería, Petro Hahn), hizo causa común con Ida Hahn-Han en la década de los treinta de ese siglo, tratando por primera vez en la historia «cues- tiones concernientes a la posición social de las mujeres, en todos sus aspectos», como se lee en el prefacio de la segunda edición de sus Obras completas publicadas en 1905, y trazando así el principio del llamado Movimiento Feminista, siendo las responsables de este, tres mujeres: George Sand, en Francia; Ida Hahn-Hahn, en Alemania; y Helena Andreyevna Hahn, en Rusia, quien desde 1836 hasta algu- nos meses antes de su muerte había escrito bajo el nom-de-plume «Zenaida R-va.», siendo una de las primeras novelistas aparecidas en Rusia, conocida también como la «George Sand rusa» —como la lla- Linaje y nacimiento 5 maba Grigorievich Belinsky, el más importante crítico de la época—, y reconocida como el igual femenino del lírico Mijaíl Lérmontov, todo esto a pesar de solo contar con 28 años al momento de su muerte. El padre de Helena Andreyevna Hahn y abuelo de Helena Petro- vna, Andrey Fadeyev, se había casado con la princesa Helena Pavlovna Dolgorouki, artista connotada, políglota y científica autodidacta en botánica y arqueología (reconocida, entre otros, por Alexánder von Humboldt), y descendiente directa del príncipe de Rus o gran duque Rurik, el primer gobernante de Rusia. Una de sus ancestras, María Nikitishna, Princesa de Dolgorouki, se había casado con el Zar Miguel Fedorovitch, abuelo de Pedro el Grande y fundador de la dinastía de los Romanov. Dentro de la misma historia familiar de ancestros con- notados, La princesa Catalina Alexivna murió en vísperas de su boda con el Zar Pedro II. El gran duque Rúrik o príncipe de Rus, que no era eslavo sino vikingo, llegó a ser príncipe de Novgorod en 862 D.C., y aunque las crónicas recientes los califican como invasores, en realidad Rúrik y sus dos hermanos no habían invadido Rusia sino que habían sido implo- rados a ir: «Ven con nosotros, gran príncipe… porque vasta es nuestra tierra materna; pero hay poco orden en ella», habían dicho a Rúrik los eslavos delegados. ¿Fue la misma remota imploración la que escucharon los cielos en la medianoche entre el 30 y 31 de julio del calendario juliano (entre el 11 y 12 de agosto del calendario moderno), instantes antes del na- cimiento de Helena Petrovna? Para esa época, ciudades enteras habían sido devastadas por una epidemia del cólera asiático. El mismo gran duque Constantino, hermano del Zar, había muerto tras contraer la enfermedad. Bajo el mismo techo —el hogar de sus abuelos maternos— varias muertes habían antecedido al nacimiento de la niña, por lo que la recién na- cida había dejado escuchar su primer llanto entre los juegos de tra- moya de la pena y de la incertidumbre, o como lo describe su primer biógrafo, el señor Alfred Percy Sinnett, «entre ataúdes y desolación». Más aún, no era una fecha normal la que había escogido para venir al mundo: según una tradición rusa de linaje popular, quienes nacían en la noche entre el 30 y el 31 de julio venían envestidos con una suerte de poderes mágicos relacionados con la hechicería y sus quehaceres, lo que los capacitaba para ejercer control sobre los llamados goblins o «elementales» —criaturas del folclor desarrolladas en los elementos: agua, tierra, fuego y aire; fuerzas que, según se dice, como serviles 6 La dama de los velos agentes de los magos o empleadas por entidades de los bajos planos de la existencia, pueden producir efectos fenoménicos diversos—. Según se creía, cada casa estaba bajo la tutela de uno de estos goblins, el domovoi, cuya custodia era propicia durante todo el año excepto en marzo 30, cuando por alguna razón desconocida se volvía malicioso e irritable. Cualquier evento inaudito podía suceder en esa fecha: loza y cristalería rota sin causa, desaparición de avena y heno o cualquier otra extravagancia por el estilo. De su hechizo solo escapaban los na- cidos en la fecha referida. Por supuesto que sus padres y abuelos no estaban al tanto de las chácharas y los rumores de la servidumbre. Petro Hahn ni siquiera se hallaba en casa para los días del nacimiento y el bautismo: la carrera militar lo mantenía distanciado de su esposa, y para esa época se en- contraba en Polonia sofocando un alzamiento contra el conquistador ruso de aquel país. No la vería hasta cuando Helena Petrovna tuviera seis meses. Aparte de la tradición que relacionaba la fecha del nacimiento de la niña con poderes especiales sobre las fuerzas de la naturaleza, las llamas salidas del irracional amasijo de respeto, devoción y temor que inspiraba entre los sirvientes de la casa Fadeyev la recién nacida, se alimentaron profusamente con lo sucedido en la ceremonia de bau- tizo oficiada en uno de los salones de la residencia.