Cervantes Y El «Novellino»: El Ejemplo De Vidriera
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JORGE GARCIA LOPEZ CERVANTES Y EL NOVELLINO: EL EJEMPLO DE VIDRIERA El licenciado Vidriera ha sido siempre a los ojos de la exégesis cer vantina una novela de lo más extraño. Vista la obra cervantina desde la atalaya de la narrativa moderna no parece comprensible el ensam blaje de dichos y apotegmas dentro de un entramado que consiste en una biografía intelectual por otra parte apenas esbozada. Un rápido repaso por la bibliografía cervantina — siempre a pique de olvidarnos una entrada, de arrinconar alguna aportación, algún matiz — nos per mite vislumbrar el grado de incomprensión crítica con que ha sido juzgada'. Las interpretaciones clásicas de nuestra novela, en efecto, han abundado en la incomprensión al enfrentarse a un texto narrativo como El licenciado Vidriera donde no parece ser la narración el eje central de la historia, o, quizá, mejor, siendo una historia, una narra ción al fin, la parte donde Miguel parece haber centrado todo su inte rés se dedica a un muestreo de dichos agudos, críticos o elogiosos, y juegos poéticos a golpe de apotegma y polyanthea2. Y, ciertamente, estamos lejos de hallarnos ante un efímero muestreo de maestría de 1 Para un repaso rápido de las principales interpretaciones, vid. la imprescindible recopilación de Dana B. Drake, Cervantes' «Novelas ejemplares». A seleclive, Annolated Bibliography. Garland P. Inc., New York and London, 1981. 2 Cosa que siempre ha contado al parecer entre las faltas cervantinas («El peso del material aforístico, que no es a la postre tan original ni tan agudo como cabría esperar...», Rodríguez Luis, Novedad y ejemplo de las Novelas de Cervantes, Porrúa, Madrid, 1980, I, pag. 208), ignorando al respecto que se trata de una práctica general entre sus contemporá neos, y con toda probabilidad inherente al propio género. Véase ahora M. Chevalier, Que- vedo y su tiempo: La agudeza verbal, 1992, pág. 15. A esta luz, no puede descartarse, incluso, el origen oral de algunos chascarillos y apotegmas de El licenciado Vidriera que se encuentran por doquiera en la época. Un ejemplo puede verse en E. Asensio, Itinerario del entremés, Gredos, Madrid, 19712. págs. 150-154, y M. Chevalier, ob. cit., pág. 46, con abundantes ejemplos acerca de motejar de converso. Téngase en cuenta que los motes con stituyen agrupaciones temáticas de acuerdo con objetos, edificios, ciudades, pueblos, lipos físicos, etc. Así sucede, por ejemplo con los motes de ciudades (M. Chevalier, ob. cit., pág. 36) que en El licenciado Vidriera se da en la comparación entre Madrid v Valladolid a propósito de la cuestión de la corte. ACTAS II - ASOC. CERVANTISTAS. Jorge GARCÍA LÓPEZ. Cervantes y el «Novellino»: El ejemplo ... agudeza3. La parte dedicada a los dichos agudos, a las historias de contenido crítico para con la sociedad de su tiempo o un elogio de la poesía montado sobre concordancias de polyanthea ocupan en realidad la parte cuantitativamente más importante de la novela, se revela como el núcleo esencial, imprescindible, arropado en ciernes por la biografía intelectual de Tomás Rueda-Rodaja, donde apenas hallamos esbozados algunos de los temas más gratos a Cervantes. De esta forma, será Menéndez Pelayo quien relacione por primera vez El licenciado Vidriera con el apotegma, al tiempo que entronca la novela cervantina con la biografía sapiencial de la literatura clásica: «la sencillísima fábula novelesca — nos dice — sirve de pretexto para intercalar las sentencias de aquel cuerdo loco, como Luciano había puesto las suyas en boca de! cínico Demonacte» . A la zaga de estas afirmaciones de Menéndez Pelayo se ha desarrollado el cervantismo clásico, regateándole incluso el título de novela5, su intrínseca unidad novelística6 o abundando en la historia de nuestro licenciado como mero pretexto de Miguel para publicar una coleccio nes de apotegmas de nula originalidad7. Y todo ello dentro de una concepción crítica de la narración que veía en el realismo decimonónico el paradigma valorativo de la obra literaria8. Enfoque crítico que acompañó a la plaga de los modelos 1 Cfr. J. Rodríguez Luis, ob. cit., pág. 202. 4 «A este género [el de apotegmas] puede reducirse El licenciado Vidriera de Cervan tes, donde la sencillísima fábula novelesca sirve de pretexto para intercalar las sentencias de aquel cuerdo loco, como Luciano habría puesto las suyas en boca del cínico Demo nacte», M. Pelayo, Orígenes de la novela, II, págs. LXXII y LXXVIII, apud A. González de Amezúa, Cervantes, creador de la novela corta española, C.S.I.C., Madrid, 1954, reimpr. 1982, II, pág. 173. 5 Véase A. González de Amezúa, ob. cit., II, págs. 173 ss. Merece la pena destacar al respecto la aguda observación de Astrana Marín, quien interpreta los apotegmas y dichos agudos originándose naturalmente a partir de la figura del loco, Huarte de San Juan en mano («... los apotegmas son consecuencia de la creación del loco, no los que crean al loco [...]. Es Vidriera quien los valora, no ellos a él. Vidriera, el tipo, lo que tiene importancia. Libros de agudezas habría muchos...»), cfr. L. Astrana Marín, Vida ejemplar y heroica de Miguel de Cervantes, Madrid, 1956, VI, pág. 125. 6 Cfr. L. Rosales, Cervantes y la libertad, Madrid, 1985, I, pág. 106. 7 También en este camino G. Hainsworth, Les «Novelas exemplares» de Cervantes en France au XVIf siécle, París, 1933, pág. 13. Poco resuelve al caso el amontonamiento acrí- tico de colecciones de apotegmas, tal como N. Alonso Cortés, ed., M. de Cervantes, El licen ciado Vidriera, Valladolid, 1916 (y véase también A. González de Amezúa, ob. cit., II, pág. 173). Lo que explica la supervaloración crítica en la colección de 1613 de Rinconete y Cortadillo y El celoso extremeño. Perspectiva crítica en la que confluyen por igual Rodrí guez Marín, González de Amezúa, Rudolp Schevill y Adolfo Bonilla, así como Hainsworth u Ortega y Gasset; quizá por ello parece interesante la discrepancia crítica de Azorín. (Cfr. D.B. Drake, ob. cit., pág. 146). La cuestión del «realismo» cervantino no está cerrado, ni mucho menos. Cfr., por ejemplo, R. El Saffar, Novel to romance, Johns Hopkins Univ. Press, 1974, passim, pero al caso de El licenciado Vidriera, págs. 50-61. La incomprensión ACTAS II - ASOC. CERVANTISTAS. Jorge GARCÍA LÓPEZ. Cervantes y el «Novellino»: El ejemplo ... vivos, que — tal como recuerda Amezúa — comenzó al respecto de nue stra novela con la aserción de Navarrete según la cual el licenciado Vidriera era el humanista alemán Thomas Barth, extremo de todo punto imposible, como ya señaló Morel-Fatio9. A este respecto quizá pueda aclarar algo aducir estampas de la vida real de la corte vallisole tana que aparecen en la Fastiginia de Pinheiro da Vega10 o citar las diferentes identificaciones clínicas, realizadas en la época — de nuevo modelos vivos — y en la actualidad, del desequilibrio mental del pobre licenciado, pero ello probablemente no resolverá gran cosa, a no ser el hecho de aumentar el número de candidatos potenciales a encarnar históricamente el licenciado Vidriera. Ante un camino erizado de dificultades e incomprensiones, no es de extrañar que en las páginas de la recopilación de González de Ame- zúa haya comenzado la fijación y comprensión de la rica simbología", la configuración estructural12, la fina psicología13 y el sentido último de nuestra novela14, camino donde la crítica cervan tina ha abundado en las últimas décadas. El problema de su aparente desequilibrio estructural, de su gusto por el apotegma dentro de una narración novelística parece obviarse por irresoluble. Para empezar, y recogiendo la senda abierta por Menéndez Pelayo, parece evidente que Miguel podía haber explotado relatos clásicos pre- hacia la vertiente aforística de El licenciado Vidriera puede verse en la clásica posición de R. Schevill y A. Bonilla, eds. M. de Cervantes, Novelas ejemplares, Madrid, 1922 1925, III, pág. 386. 9 Véase González de Amezúa, ob. cit., II, págs. 155 y ss. Con todo, la tesis de Navar rete, con ser imposible datos en mano, no deja de tener cierto interés al señalar en forma certera el hondo filón humanístico de la novelita cervantina. 10 N. Alonso Cortés, ed. cit., págs. X-XI. 11 Cfr. especialmente los estudios de F. García Lorca «El licenciado Vidriera y sus nombre», en De Garcilaso a Lorca, Istmo, Barcelona, 1984, págs. 123-138 (el estudio original en Revista Hispánica Moderna, XXXI (1965), págs. 156-168) y J.B. Avalle-Arce, Three Exem- plary Novéis, Dell, New York, 1964, pág. 22. Quizá dentro de esta línea pueda comprenderse también el comentario de J. Casalduero, Sentido y jorma de las «Novelas ejemplares», Gre- dos, Madrid, 1974, págs. 137-149, especialmente por las lúcidas observaciones sobre el sim bolismo religioso de la novela cervantina (el «pecado de inteligencia»). 12 La división en cuatro partes adoptada primeramente (F.P. Casa, «The Structural Unity of El licenciado Vidriera», Buljetin oj Hispanic Studies, XLI (1964), págs. 242-246; J. Casalduero, Sentido y forma de las «Novelas ejemplares». Credos, Madrid, 19692. pág. 37) fue posteriormente reducida a tres (entre otros estudios puede verse en J. Joset, «Bipolarizaciones textuales y estructura especular en El licenciado Vidriera», en Criado de Val, ed., Cervantes, su obra y su mundo. Actas del I Congreso Internacional sobre Cervan tes, Edi-6. Madrid. 1981, págs. 357-363; C. Segre, «La struttura schizofrenica del Licenciado Vidriera di Cervantes», en Fuori del mondo. I modelli nella follia e nelle immagini dell'al dilà, Einaudi, Turin, 1990, págs. 121-132). 13 Véase C. Segre, «La estructura psicològica de El licenciado Vidriera», Actas del I Coloquio Internacional de la Asociación de Cervantistas, Anthropos, Barcelona, 1990, págs. 53-62, sin dejar de apoyarse en determinadas consideraciones estructurales. Cfr., por ejemplo, pág. 53, donde se expone la concepción de una bipartición estructural. Puede verse también ahí (loc. cit., n. 1) la más interesante bibliografía al respecto.