JÉSSIFER, Su Fabuloso Destino
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Mario Bustamante JÉSSIFER, su fabuloso destino 2013 Derechos reservados 2013 © Mario Bustamante Prohibida su reproducción por cualquier medio sin la autorización del autor Inscripción Registro Intelectual:229679 Colaboración portada Verónica Lavado Editado por: www.escritores.cl [email protected] MARIO BUSTAMANTE A mi familia y a mis amigos de siempre... Y a Marc. Merci. 3 MARIO BUSTAMANTE Un amante es capaz de cabalgar sobre las telarañas que en verano pueblan el aire,... así es la levedad del desvarío. William Shakespeare, Romeo y Julieta 5 JÉSSIFER, su fabuloso destino MARIO BUSTAMANTE Primera Parte 7 JÉSSIFER, su fabuloso destino 8 MARIO BUSTAMANTE I Yo vengo de San Rosendo a vivir a la ciudad… Isidora Aguirre, La Pérgola de las Flores. Me presento, mi nombre es Jéssifer, tengo veintidós años y soy estudiante de técnico en turismo. –¿Por qué ese nombre? –Bueno, yo sé que Jéssifer es un nombre, entre comillas original, pero la historia es bien sencilla. Cuando mi mamá estaba embarazada, de mí, por supuesto, un día estaba viendo una revista de modas y una de las modelos se llamaba Jéssika, un nombre que le gustó mucho. Además, quería que cuando yo fuera grande me pareciera a ella; pero al mismo tiempo le gustaba el nombre Jénnifer, que era una cantante famosa de su tiempo. Entonces mi mamá dudó terriblemente entre los dos como primer nombre, pero súper ingeniosa ella, pensó en una especie de “mix” de ambos e inventó Jéssifer. ¿Captas? Yo personalmente encuentro súper linda la historia. –¡Mh!, sí, bien original la historia, y cuéntame, ¿por qué elegiste estudiar turismo? –Fácil. A mí me fascina lo que es viajar. Me acuerdo que cuando era chica… (error, su mejor amiga le había dicho que se olvidara del “cuando era chica” y lo cambiara por, “cuando era pequeña” que sonaba mejor). Sí, bueno, cuando era pequeña, el tren me volvía loca y mi primer viaje en tren lo realicé desde San Víctor a la capital, a la edad de siete años. Esa experiencia me marcó harto. –Pero Jéssifer, el turismo no es sólo eso, digo, no sólo los viajes y los trenes. También es sinónimo de agencias, reservas, paquetes turísticos, vuelos, entre muchas otras cosas, que de glamorosas no tienen mucho. –Ah sí, claro, yo sé, pero todavía no vemos esa parte en el instituto. El año académico comenzó hace poco no más ¿captas? Pero en todo caso a mí me encantan las 9 JÉSSIFER, su fabuloso destino agencias. Cuando voy al centro, siempre veo varias, y me gusta ver a las técnicas en turismo con sus uniformes, sentadas en sus escritorios, con sus computadores. Me imagino a mí misma que estoy ahí… es una carrera linda e interesante. –Sí, por qué no, eres joven y además se te ve bastante entusiasmada. ¿Y sabías que para trabajar en turismo es conveniente saber inglés? –¡Por supuesto que sí!, y yo voy a hacer todo lo posible por ser políglota. El entrevistador toma su lápiz llevándolo a su mentón y al mismo tiempo da un profundo suspiro. En su interior no para de repetirse la palabra “increíble”. Luego continúa… –¿Y sabes lo que quiere decir eso? –Obvio. Hablar inglés perfecto. Eso… ¿o no? ¡Ay! Ahora me entró la duda… –Sí, hablar inglés, entre otros idiomas. Ser políglota es tener la capacidad para dominar varios idiomas, no sólo hablar inglés perfecto. –Ah sí, yo pensé que era eso, lo que pasa es que me puse un poquito nerviosa y me enredé. Jéssifer tose dos veces y se arregla el pelo, creyendo disimular sus nervios. Luego añade: –Pero en todo caso me imagino que en el instituto me van a enseñar todo eso. Igual son dos años y medio de estudio y yo soy bien inteligente. *** En efecto, Jéssifer se había inscrito en un instituto de turismo y es verdad que había comenzado a estudiar hacía poco. Jéssifer era la típica provinciana que iba a buscar suerte a la capital, “la Sulianita”, “la Carmela de turno”, uno de esos típicos personajes novelescos, la adolescente arriesgada que un día pensó fuertemente en la capital y se le ocurrió que allá las cosas podrían ir mejor. 10 MARIO BUSTAMANTE Jéssifer no era tonta, sólo el resultado de una precaria educación, de los limitados horizontes que le ofrecía la vida de pueblo. Pero cuando decía que era inteligente tenía razón. Jéssifer era poseedora de una memoria de elefante. Era capaz de asimilar conocimientos a la velocidad del rayo, con una facilidad atípica. Podía acordarse de los nombres y apellidos de casi todos los que habían sido sus compañeros en sus primeros años de escuela, pero no tenía conciencia de ello. No sabía que su buena memoria sería una herramienta clave en su vida futura. Jéssifer no sabía lo que era la cultura general, no tenía idea quién había pintado la Mona Lisa o cuál era la capital de la India; o más simple aún, lo que significaba ser políglota. No, Jéssifer no tenía idea de todo eso porque hasta el momento no le había impedido vivir normalmente en su provincia. Pero en todo caso, el poco tiempo que había pasado en la capital, las experiencias, los errores, la hicieron reaccionar y prometerse combatir esa ignorancia que la traicionaba. En esos momentos ya tenía un nuevo conocimiento en su cabeza, sabía que ser políglota no era hablar inglés perfecto sino varios idiomas; ahora lo sabía porque nadie antes le había le había explicado el significado de esa palabra. Qué iban a ser capaces de explicarle esos provincianos de San Víctor si en el liceo apenas le enseñaban el castellano. Ahora no lo olvidaría nunca más y evitaría caer de nuevo en trampas como esa, y seguiría aprendiendo, llenando su cabeza de otras palabras, de ideas, de conceptos, como una computadora. Era claro, Jéssifer estaba decidida a convertirse en una esponja y acumular conocimiento a cualquier precio, pero junto con ello, habría que preocuparse también de otros detalles. Jéssifer buscaba trabajo desesperadamente porque no tenía un veinte en el bolsillo. Estaba viviendo en un departamento que compartía con su amiga Alison, (sí, Alison…), quien había emigrado a la capital dos meses antes que ella. Pero lo de amiga era sólo un decir. En realidad estas dos provincianas no se conocían tanto. Se habían visto en una que otra fiesta del liceo del pueblo y habían conversado una que otra vez de temas intrascendentes, pero su proyecto de triunfar en la capital y conquistar el 11 JÉSSIFER, su fabuloso destino mundo las hacía compartir las mismas penurias y tenderse la mano. Jéssifer no quería abusar de la hospitalidad de Alison y con el propósito de llevar una vida más independiente, se puso urgente a buscar trabajo. Compró el diario para revisar los avisos, preguntó personalmente en restoranes si necesitaban meseras o lo que fuera. A esas alturas ni limpiar baños le molestaba, la cosa era ganarse algunos pesos para pagar el instituto y plata que había pedido prestada por ahí. La entrevista había sido un fracaso y ella lo sabía. Con la historia del “políglota” lo había arruinado todo y seguro que no la llamarían. El dato se lo había dado una mujer conocida de Alison. Necesitaban jóvenes con buena presencia para promocionar perfumes en la calle. Esta mujer le había dicho que ella podía servir, que era alta y con buena percha, que tenía “el look ideal”. A sus veintidós años, Jéssifer era una mujer como pocas. Medía un metro setenta y uno, era flaca como un hilo, y a pesar que su dieta consistía mayoritariamente en la ingesta de hot-dogs y hamburguesas –lo más barato–, mantenía su línea intacta. Pelo negro, largo, liso natural, una característica importantísima, considerando que la moda actual imponía a las mujeres torturarse sus cueros cabelludos con el uso indiscriminado de pinzas, tenazas, planchas, o gastar un dineral en champús u otros productos destinados a tal efecto. Su piel era blanca y sus ojos negros. Jéssifer no era linda, pero aparte de la esbeltez de su cuerpo y su buena memoria, tenía otro gran atributo: sus movimientos eras decididos y elegantes. La forma de sentarse, de tomar su bolso, de saludar y despedirse eran como si hubiese tomado clases de buenas costumbres en la más prestigiosa escuela de protocolo. En suma, Jéssifer era una lady sin educación, un diamante en bruto, una piedra preciosa sin pulir. *** –¡Ay Alison!, estoy segura que no me van a llamar para ese trabajo. Creo que respondí las preguntas como 12 MARIO BUSTAMANTE una bruta, como la bruta que soy no más. Me confundí entera y no supe lo que decía, respondí puras tonteras, y es una lástima porque tú sabes que necesito tanto trabajar. Tú eres rebuena conmigo, pero no puedo seguir abusando de tu hospitalidad. –Jéssifer, no seas tonta, no te preocupes, para eso estamos las amigas (con un tono no muy sincero…). Pero estoy bien sorprendida porque tú tienes “buena percha” y estás hecha para ese tipo de trabajo. Debes tener un poco de paciencia y vas a ver que te van a llamar. –No estoy tan optimista, además no tengo ni teléfono, yo le di el número tuyo al tipo que me entrevistó, ¿captas? –Pero no es un problema, si llaman por supuesto que te aviso de inmediato. –Viste Alison, tú eres súper buena. ¡Eres una santa! –No te pongas tan exagerada tampoco que las santas están en los cielos… –No, pero en serio Alison, muchas gracias. Tú no estás ni tan bien tampoco y te pones a ayudar a los demás; gracias Alison. Bueno, ahora me voy a ver si hay más avisos en el diario, en una de esas encuentro otra cosa que pueda hacer.