El Caserón De Rosas. Historia Y Arqueología Del Paisaje De Palermo
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caserón I i El caserón de ROSAS Historia y arqueología del paisaje de Palermo D aniel Schávelzon Jorge Ramos El caserón de ROSAS Historia y arqueología del paisaje de Palermo Schávelzon, Daniel El caserón de Rosas : historia y arqueología del paisaje de Palermo / Daniel Schávelzon y Jorge Ramos. - la ed. - Buenos Aires : Corregidor, 2009. 256 p.: il. ; 23x16 cm. ISBN 978-950-05-1827-7 1. Arqueología. I. Ramos, Jorge II Título. CDD 930.1 Diseño de tapa: Ezequiel Cafaro Todos los derechos reservados © Ediciones Corregidor, 2009 Rodríguez Peña 452 (C1020ADJ) Bs. As. Web site: www.corregidor.com e-mail: [email protected] Hecho el depósito que marca la ley 11.723 ISBN 978-950-05-1827-7 Impreso en Buenos Aires - Argentina Este libro no puede ser reproducido total ni parcialmente en ninguna forma ni por ningún medio o procedimiento, sea reprográfico, fotocopia, microfilmación, mimeógrafo o cualquier otro sistema mecánico, fotoquímico, electrónico, informático, magnético, electroóptico, etc. Cualquier reproducción sin el permiso previo por escrito de la editorial viola derechos reservados, es ilegal y constituye un delito. “¡Ah, la vida privada!, ¡vida de honor! ¡Yo quisiera estar en ella, lejos del hombre y de su fiera saña!” Manuelita Rosas, Carta a Luis Dorrego , 20-12-1820 “La verdad nunca se dice, se hace. Lo único que necesita decirse es la mentira”. José C. Somoza,Zigzag, 2006 PRESENTACIÓN o que hoy son los llamados Bosques de Palermo, uno de los parques más conocidos del continente, tuvieron su origen en una obra de gran escala que Lhizo Juan Manuel de Rosas y sus arquitectos e ingenieros. A lo largo de más de diez años, adquirió masivamente tierra de ese sector abandonado hasta ese entonces y los transformó en el primer parque del país. Nunca nadie había inten tado siquiera a escala doméstica una obra de ese tipo. Para ello hizo rellenos de tierra, lagos, canales, estanques, áreas de flores, de cultivos, caminos y hasta un estanque artificial en que circulaba un pequeño barco, mientras que los pasean tes veían el paisaje desde puentes y bancos de mármol. Era privado pero a la vez público porque aún no existía otra manera de serlo. En el centro de todo estaba el Caserón, una obra también de gran escala, palaciega, decorada con lujo y como se describe en base a documentos de su tiempo, lo mejor que se podía tener en Buenos Aires. La vida doméstica estaba claramente organizada, con rituales, fiestas, eventos y hasta un barco transformado en salón de bailes y para tomar el té. Este libro describe con detalle, por primera vez, la historia de ese primer par que argentino y sus vicisitudes para llegar hasta los grandes trabajos de Sarmiento para su preservación y lograr transformarlo en lo que es hoy. Asimismo, se describen las excavaciones arqueológicas que permitieron hallar los restos del caserón, se describen los objetos hallados en su interior y alrededor, estudio que pese a que han transcurrido varios años desde que fue hecho, nunca había sido publicado por su complejidad. Los autores son quienes han hecho las excavaciones arqueológicas. Se cuenta con un excelente material gráfico, incluso imágenes a color nunca publicadas, de cuando vivía allí Rosas, al igual que mucho material de los años siguientes hallados en archivos desperdigados por todo el país y que significó años de trabajo documental. i hoy tuviéramos que reconstruir cómo surgió la idea de excavar el Caserón de Rosas creemos que no sería posible hacerlo; podríamos hacer responsa Sble del surgimiento de la idea a la época de la recuperación de las liberta des públicas tras la larga noche del horror, al rescate de la cultura nacional y ame ricana que nos convocaba a revisar el pasado y que en este tema era acuciante, a las buenas intenciones de la sociedad que salía de la dictadura a descubrir que la democracia no era sencilla; también podemos decir que los años de Schávelzon de de hacer arqueología en el exterior lo habían acostumbrado a ese tipo de tra bajo que aquí no existía, a la necesidad de modernizar nuestras técnicas de inves tigación del pasado de la arquitectura y de lo urbano. En fin, hay mil explica ciones, incluso echarle la culpa a otros. Lo concreto es que a inicios de 1985 Schávelzon imaginó la posibilidad de hacer algo similar al Proyecto Templo Mayor de México en el que había colaborado en sus inicios. Es decir, excavar en la ciudad misma para encontrar los restos de un edificio de significación de su pasado y hacer un estudio de lo que era considerado como el gran ejemplo de algo denominado “arquitectura nacional”. Ese algo era lo que creíamos una corriente que quiso recuperar o establecer valores identitarios nuevos, por estar los anteriores corrompidos por otroalgo llamado la extranjerización. Era un tema que estaba en el candelera y era la oportunidad para demostrarlo; sin pensarlo siquiera esa excavación fue una expresión más de lo que sucedía en el momento; nos entusiasmaban las palabras que, sobre ese edificio, había dejado escritas Adolfo Saldías hacía un siglo. No casualmente al presentar los resultados de este trabajo en público, al primero que elegimos para hablar fue a José María Rosa, todo un símbolo del revisionismo histórico1. La primera excavación se hizo entre 1 El ciclo de conferencias se hizo en abril de 1986 en el Museo José Hernández junto con una exhibición del material excavado y los documentos originales de Miguel Cabrera sobre su tra bajo en el Caserón; los conferencistas fueron además del Rosa, la en ese entonces Directora Nacional de Antropología Rita Cevallos, además de Ramón Gutiérrez, Alberto de Paula, Jorge Ramos y Daniel Schávelzon; la exposición estuvo abierta del 5 al 30 de abril 1986. el 23 de julio y el 6 de agosto de 1985; para la segunda etapa hubo que esperar tres años, al invierno de 1988. Al reabrir los papeles iniciales se puede ver que estaban bastante bien esta blecidos los objetivos, hipótesis y métodos que se iban a aplicar y que por cierto se hizo, aunque con graves falencias metodológicas y técnicas; hoy podemos entender que el mundo ha cambiado y algunas de esas ideas nos parecen fuera de época o que simplemente se confundían términos como arqueología e histo ria, política e ideología. Lo interesante es, justamente, ver la significación de los cambios operados y todo lo aprendido en el camino, como fue el paso del estu dio de un edificio antiguo -tal como fue planteado- a una arqueología histórica en contextos urbanos, que ni siquiera imaginábamos. Lo que hoy existe es un campo del conocimiento establecido y socialmente reconocido y que además incorpora a tareas diversas a mucha gente, lo que no es cosa menor. El primero en sumarse al equipo dirigido por Schávelzon, cuando aún se esta ba delineando, fue Jorge Ramos, quien se hizo cargo -entre otras muchas cosas- de la investigación histórica; tenía una fuerte impronta que lo llevó a preocu parse por la búsqueda intensa de una vertiente de la cultura popular, nacional y americana y este edificio estaba signado precisamente por haber sido el gran ejemplo de esa arquitectura que la historiografía marcaba como la que indagó en lo propio. Era el enfrentamiento con la visión eurocéntrica, buceando en la cul tura material y la arquitectura del pasado a manera, también, de vindicación militante de la cultura americana. Con los años ése fue un motivo más de revi sión crítica al proyecto, de algunas disidencias entre nosotros -autores principa les- y otra causal más para dejarlo de lado por un tiempo. Después de Ramos se fueron sumando alumnos de arqueología, arquitectura e historia, quienes traba jaron entusiastamente y ad-honorem, como voluntarios, en las dos excavaciones en las vacaciones de invierno para evitar perder clases y recién en 1988 se logró el apoyo económico, tanto de la Fundación Antorchas como del Banco Ciudad. Motivo de malestar, aunque no la causa para que esto no se editara en vein te años, fue que durante la primera temporada llovió absolutamente todos los días: dos semanas en que sólo se pudo excavar sin agua dos días, lo que si bien generó muchas situaciones y anécdotas divertidas hizo casi imposible el trabajo metódico. Asimismo, la falta de recursos y la inmensidad del desafío, más las expectativas generadas, nos llevaron a tomar decisiones que pueden ser juzgadas hoy de diversas maneras. Por ejemplo, el que se hiciera en la primera etapa sólo una serie de pozos de sondeo, más preocupados por la arquitectura que por los contextos mismos del edificio, tema sobre lo que no teníamos precedentes ni experiencia. De todas formas fue tal la complejidad técnica de la excavación -grandes bloques de manipostería, presencia de cemento y hormigón, materia- 1. Inicio de la temporada de 1988 en la esquina de las avenidas Del Libertador y Sarmiento, Jorge Ramos y Daniel Schávelzon. les culturales desconocidos-, que fue necesario cambiar el método de trabajo arqueológico tradicional para reemplazarlo por otro sistema: levantar las dos capas superiores, la de humus y la de escombro de demolición, para excavar lenta y cuidadosamente de allí hacia abajo. Por suerte la decisión de no concentrarse sólo en el edificio en sí mismo sino trabajar otros lugares del entorno resultó correcta, aunque lo que ahora llamamos arqueología del paisaje ni siquiera se había inventado. Las hipótesis iniciales de la primera temporada se centraban en 1) comprobar si del Caserón habían quedado restos materiales y cuál era su ubi cación, y 2) obtener información material dada la falta de conocimientos con cretos no cargados de connotaciones políticas. En el documento inicial planteá bamos que creíamos que al no ser este edificio “el producto de un diseño de autor” -frase habitual entre los historiadores de la arquitectura-, era sólo sus ceptible de ser estudiado arqueológicamente, ya que entenderíamos sus transfor maciones gracias a las diferencias constructivas y tecnológicas evidentes en los restos materiales.