Huelva, La Orilla De Las Tres Carabelas
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Huelva, la orilla de las tres carabelas Relatos de viajeros de habla inglesa Siglos XIX y XX María Antonia López-Burgos Huelva, la orilla de las tres carabelas Relatos de viajeros de habla inglesa Siglos XIX y XX © de la presente edición: Consejería de Turismo, Comercio y Deporte. Junta de Andalucía © Estudio preliminar, selección de textos y traducción: María Antonia López-Burgos del Barrio © de Ilustraciones y acuarelas: María Antonia López-Burgos del Barrio Diseño y producción editorial: Signatura Ediciones de Andalucía, S.L. Depósito Legal: SE-4465-09 ISBN: 978-84-89225-67-1 Núm. Registro: JATUCODE 2009/009 Impreso en España A Pura Olivares Olivares y a Lourdes Sánchez Estévez, dos granadinas que hicieron de Huelva su hogar. In memoriam Índice Índice Prólogo de Manuel Moya . 13 Estudio Preliminar de María Antonia López-Burgos del Barrio . 19 Autores del siglo XIX Richard Ford (1830-1833) . 33 Ruta V. De Sanlúcar a Ayamonte . 35 Ruta VI. Sanlúcar a Portugal . 41 Ruta VII. De Sevilla a Río Tinto . 43 Robert Dundas Murray (1846-1847). 47 Rumbo a Huelva. 49 Escacena y Niebla. 60 Valle del Río Tinto. 65 Palos y el Convento de La Rábida. 71 Fuga de prisioneros en Moguer. 77 Zalamea la Real, Beas y Valverde del Camino. 79 Río Tinto . 86 Planes. 90 La posada de Campofrío. 92 Aracena. 96 La Corte y Cala . 103 H. Willis Baxley (1875). 105 Santa María de La Rábida. 107 W.R. Lawson (1890). 109 Huelva. 111 Rábida. 115 María Antonia López-Burgos - Huelva, la orilla de las tres carabelas Historia de las Minas de Río Tinto. 119 Río Tinto bajo los suecos . 123 El Río Tinto anglo-alemán. 131 Autores del siglo XX Albert F. Calvert (1903). 137 Breve reseña de la minería en España . 139 Las minas de Río Tinto. 141 Abel Chapman y Walter J. Buck (1910). 145 El Coto de Doñana. 147 Nuestra Señora del Rocío. 151 Thomas Ewing Moore (1927). 157 Excursión a Aracena. 159 De Sevilla a Huelva. 163 Halliday Sutherland (1933). 169 Huelva. 171 Señoritas. 175 Sangre y Arena. 187 El Intento. 195 Un Castillo en el aire . 204 Halliday Sutherland (1948). 211 La tierra de la luna. 213 Rose Macaulay (1949). 239 Huelva. 241 Sacheverell Sitwell (1950). 243 La Romería del Rocío. 245 Cedric Salter (1953). 247 El Rocío. 249 10 María Antonia López-Burgos - Huelva, la orilla de las tres carabelas Henry Vollan Morton (1955) . 251 El río Tinto. 253 La Rábida. 254 Niebla. 258 Tracy Honor (1957) . 261 Un intento fallido. 263 Punta Umbría. 264 La Rábida. 265 Huelva. 269 A Aracena en autobús. 272 Santuario de la Virgen de los Ángeles. 273 El Hotel Sierpes de Aracena. 276 La Gruta de las Maravillas. 277 El Castillo de Aracena. 279 Lavaderos públicos en Aracena. 282 Gordon Cooper (1958). 287 Huelva. 289 Bibliografía fuentes primarias. 291 Bibliografía general. 293 Otras obras de la autora. 294 11 Prólogo La mirada y lo mirado El primer conflicto al que me hube de enfrentar cuando comencé a leer las presentes anotaciones viajeras de escritores anglófonos sobre las tierras y las gentes onubenses, fue el de extrañeza, es decir, el de no reconocerme exacta y fielmente en esos relatos. También yo me sentía un “extranjero” en estas relaciones etno-geográficas y eso me producía una curiosa desazón intelectual. Ciertamente, las experiencias y percepciones de estos turistas pioneros no se correspondían mucho con las que yo había experimentado en los mismos lugares y ante las mismas gentes, pero acaso esto se debiera –trataba de explicarme a mí mismo–, a que ellos viajaron y relataron una época anterior a la que yo había vivido y, por tanto, sus referentes visuales y sociales debían ser a la fuerza distintos a los míos, pero no acababa de convencerme tal explicación, así que cavilando más sobre el asunto fui llegando a la conclusión de que, si bien no debía perder la incuestionable referencia temporal, en sus relatos había algo más y, ese algo más se me presentó en forma de “mirada”. Porque, la realidad, el concepto en el que podamos encajar cualquier realidad que nos es “extraña”, depende, como mínimo, de dos factores distintos y en cierto sentido opuestos: la mirada y lo mirado. Así como el agua toma la forma del vaso que lo contiene, lo mirado está condicionado por la mirada de quien se coloca frente al objeto. Ya el filósofo ilustrado Éttiene Bonnot de Condillac nos advertía en El tratado de las sensaciones (1754) que“por más alto que subamos o más bajo que caigamos, nunca saldremos de nuestras propias sensaciones”. Más tarde, el aristócrata y diplomático ruso Jean Potocki, precursor de los viajeros románticos europeos por Andalucía, autor de los libros Viaje a Turquía y Egipto (1788) y, en lo que nos ocupa, Un manuscrito hallado en Zaragoza (1815), a quien debemos esa visión liminar y exótica de nuestra tierra que luego fue seguida y hasta perseguida por viajeros de la talla de W. Irving o Richard Ford, nos 13 Manuel Moya - La mirada y lo mirado llamaba la atención sobre este trascendental asunto:“desgraciadamente, los viajeros no disponen para su observación más que de los anteojos que han traído de su país y ni siquiera tienen la precaución de hacerse tallar los cristales en el país al que van”11. De modo que ya a principios del siglo XIX, cuando los europeos del Norte, desde la luz que otorga la razón, comienzan a sentir una creciente curiosidad por los pueblos y paisajes del Sur (Oriente, Egipto, Marruecos, Italia o España), algunos viajeros empiezan a advertirnos sobre el hiato que se establece entre la mirada y lo mirado, entre el sujeto y el objeto de la mirada. Pessoa, un hombre que una vez regresado del exilio surafricano, se negaba a abandonar Lisboa, da en el clavo cuando afirma en su monumentalLibro del desasosiego: “Nunca desembarcaremos de nosotros mismos. [...] Quien ha cruzado todos los mares sólo ha cruzado la monotonía de sí mismo”. Lo que pretendo insinuar es que la Huelva pintada y retratada por los viajeros de habla inglesa del XIX y del XX recogidos por María Antonia López-Burgos tiene algo de caricatura, cuando no de cierta y acaso no tan inconsciente impostura. No pretendo insinuar con ello que lo que vean los presentes viajeros deje de tener validez descriptiva, sino que lo que ven ya está previamente manipulado por su mirada. La cuestión no sólo es evidente en cómo nos miran, sino en los puntos donde casi de una reiterativa manera focalizan su mirada. Al etnocentrismo cultural, evidente en muchas de sus catalogaciones, añaden un interés pertinaz por los lugares “colonizados” cultural y económicamente, y donde ya existe una cierta presencia de carácter anglófono. Lugares como Palos y La Rábida, tan significativos en el imaginario histórico americano concentran un interés de especial significación: si por un lado, todos los viajeros contraponen el genial sueño colombino de Colón a la evidente miopía de la 1 Tomado del libro Antropología de los géneros en Andalucía (De viajeros, antropólogos y sexualidad), de Carmen Moreno Mozo y Fernando Tena Díaz (Ed. Mergablum, Sevilla 2003). En este interesante libro se analiza de manera crítica y exhaustiva la mirada y los imaginarios que los viajeros román- ticos europeos del siglo XIX proyectaron sobre Andalucía, haciendo especial hincapié sobre los aspectos de género. 14 Manuel Moya - La mirada y lo mirado corona española, por otro, se manifiesta una singular jactancia en la descripción de decrepitud y ruina en el que se halla un enclave tan emblemático como La Rábida, especialmente en Ford, al que seguirán casi sin matices los demás viajeros. Por otra parte, tanto Río Tinto como Huelva, donde no sólo existen intereses ingleses, sino que históricamente han formado parte de esa plataforma de semi-colonización británica en Andalucía (Gibraltar, Jerez, Río Tinto, Huelva), no son sólo reiteradamente descritos, sino que aparecen presentados como islotes de civilización frente a la barbarie circundante; consulados de progreso y refinamiento, frente a la falta de higiene y a las bárbaras y sangrientas costumbres heredadas sin duda de nuestro pasado árabe, del que la ruinosa y medieval Niebla se convierte en el referente más obvio; bastiones de una cierta regeneración social y económica, frente al anquilosamiento y la decrepitud de un pueblo instalado en la irracionalidad, el desgobierno, la inepcia y la apatía. En definitiva, lo que los viajeros subrayan en sus descripciones, es razón frente a caos, urbanidad frente a ruralidad, modernidad frente a primitivismo, liberalismo frente a superstición. No es que dudemos de la sinceridad de Ford cuando tan a menudo hace referencia a las ruinas o a la falta de salubridad que va encontrando en todas partes, lo que dudamos es del lugar donde centra su foco. Él, como todos sus sucesores, se interesan más por lo que de distinto y pintoresco tiene la España que visitan, que por la objetividad o neutralidad de sus relatos. Esto, que pareciera concernir sólo a la etnografía y a la tipología sicológica de los personajes con los que se encuentran, es singularmente sintomático cuando se atienen a la descripción del paisaje, al que en la mayoría de sus relaciones se obstinan en calificar como abrupto y desértico, cuando la realidad objetiva desmiente esa mirada. El suyo parece un paisaje impostado, traído al pelo. Pero las relaciones que esta nómina de autores nos ofrecen no sólo serán escritas por personas convencidas de su propia superioridad moral, sino que están dirigidas a un público británico, civilizado y burgués que espera justamente ese diagnóstico. Es como si cada uno de los autores tratara de plegarse a un imaginario previo, es decir, a lo que sus 15 Manuel Moya - La mirada y lo mirado propios compatriotas esperan que ellos les narren.