El Niño Jesús Como Padre Eterno: La Tradición De Campillo De Altobuey (Cuenca)
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El Niño Jesús como Padre Eterno: la tradición de Campillo de Altobuey (Cuenca) Santiago MONTOYA BELEÑA Universidad de Valencia I. Introducción. II. La imagen del Niño Jesús en la ermita de la Santísima Trinidad de Campillo de Altobuey (siglo XVI). 2.1. ¿Niño Jesús o Padre Eterno? 2.2. Restauración inadecuada. Transformación iconográfica de la imagen. 2.3. Tocados propios del Padre Eterno en la figura del Hijo. III. Importancia del culto al Niño Jesús a partir del Concilio de Trento. IV. Éxito del culto al Niño Jesús en la comarca campillana. 4.1. Fiestas de Moros y Cristianos. 4.2. Posibles relaciones etnológicas. 4.3. Otras imágenes del Niño Jesús en Campillo de Altobuey. V. La doctrina de los Santos Padres y el texto bíblico. VI. Conclusión. I. INTRODUCCIÓN El día 13 de octubre de 1589, el obispo irlandés Don Cornelio de Buil consagraba la ermita de la Santísima Trinidad en la villa conquense de Campillo de Altobuey1 . Visitaba este obispo de la ciudad irlandesa de Limerick los pueblos de la diócesis conquense en nombre de su titular, Don Juan Fernández Vadillo (1587-1595). No se explica muy bien todavía la presencia del mitrado extranjero en la provincia de Cuenca haciéndole la visita pastoral al Ordinario de la diócesis, pero así lo constata la documentación de archivo y, ya en el año anterior, 1588, se detectan las andanzas del obispo irlandés por el territorio conquense2. En el siglo XVI, este pueblo de Campillo de Altobuey había acometido la construcción de un buen número de edificios religiosos (iglesia parroquial de salón columnario y varias ermitas de notables dimensiones, que aún se conservan), así como otros edificios civiles que han corrido peor suerte. El aumento demográfico, una economía boyante, su calidad de villa de realengo, la ubicación en un nudo de comunicaciones en el Camino Real de Valencia a la Corte, a Toledo y Lisboa, el hecho de ser un centro importante del Honrado Concejo de la Mesta, cuyas cañadas y veredas discurrían por el término y cruzaban la población, especialmente la Cañada Real del Reino de Valencia y los ramales que ponían esta en comunicación con la Cañada de los Chorros, así como otros atractivos de tipo asistencial y espiritual, explicarían esta dinámica constructiva, a la que se añadiría un gran trasiego de personas de toda clase, condición e ideología. La invasión de los terrenos en las lindes de las vías pecuarias de la Mesta y la llegada de cuadrillas de canteros y otros profesionales de la construcción, propiciaron el surgimiento en la villa de Campillo de unos arrabales de crecimiento perfectamente detectables en su trazado urbano, entre ellos el de 1 MONTOYA BELEÑA, S., “La ermita de la Santísima Trinidad (S. XVI) de Campillo de Altobuey (Cuenca). Historia, arte e iconografía”, en Archivo de Arte Valenciano. Real Academia de Bellas Artes de San Carlos, Valencia 2002, pp. 6-7. 2 PÉREZ RAMÍREZ, D., Escuela conquense de escultura renacentista: Pedro de Villadiego y el retablo mayor de Tarancón. Ed. Círculo Cultural F. Muñoz, Tarancón, Cuenca 1978, pp. 70-86. EL NIÑO JESÚS COMO PADRE ETERNO… 273 San Roque, junto a la ermita de este santo en la salida hacia la capital de la provincia, o el del Coso, en la salida hacia Toledo, y cuyo nombre nos habla claramente de las actividades que se llevarían a cabo en esta plaza y lugar, es decir, tientas , actividades taurinas y descanso de ganados, pastores y mulateros, correos y trajinantes, y en tercer lugar, el vecino arrabal de Cantarranas, un barrio de alfareros, de cuyo oficio y trabajadores era patrón el Padre Eterno, Dios Creador del hombre al que sacó del barro y le insufló su aliento vital y al que sus devotos habían levantado un hermoso templo presidiendo la plaza del Coso. Para los alfareros, su primer día de faena del año era el día 2 de enero, fecha muy relacionada con el culto al Niño Jesús, como luego se verá, y pisaban una gran pastera de arcilla con la que fabricarían numerosos cacharros durante un prolongado periodo de tiempo. Encargaron un bello retablo de pinturas sobre tabla a Hernando de Mayorga y Miguel Guijarro, pintores que se mueven en la órbita del genovés Bartolomé Matarana, engalanando la ermita con otras pinturas, imágenes y ornamentos para dignificar el culto. La ermita está consagrada oficialmente a la Santísima Trinidad, que preside el lugar de privilegio del retablo, con una iconografía bien curiosa, pero popularmente se le conoce más como Ermita del Padre Eterno. No hay muchos templos cuyo titular sea la Primera Persona de la Santísima Trinidad, Dios Padre, el Padre Eterno, pero si tenemos en cuenta la presencia en Campillo de Altobuey de judíos y moriscos, es decir, de gentes de las religiones del Libro, del tronco común de Abraham, cuyas ideas monoteístas en nada se oponían a la existencia de un Dios Padre y Creador, Alah, Jehová o Padre Eterno, entonces se entenderá mejor esta advocación de la ermita campillana. Su bóveda está cubierta por un artesonado, con casetones mudéjares en la cabecera, e igualmente la iglesia parroquial se dotó de un artesonado renacentista realizado, según dicen los libros de fábrica, “a la morisca”3, lo que permite aventurar la existencia de profesionales que eran de religión musulmana y estaban radicados en la población. Y según el Islam, que se apoya para la cuestión en unos versículos del profeta Isaías (9, 6-7) “…un Niño nos ha nacido (…) y se llamará Padre Eterno”.Del mismo modo, el callejero urbano del pueblo ha conservado una calle llamada de Samaria y algunos callejones sin salida, como los atzucacs valencianos, que nos permiten pensar en la existencia de una judería o de una pequeña comunidad judía. Por tanto, de ahí a la tradición de Campillo no hay más que un paso. 3 MONTOYA BELEÑA, S., “La iglesia parroquial de Campillo de Altobuey (Cuenca): un ejemplo de Hallenkirche”, en Ars Longa, nº 9-10. Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Valencia, Valencia 2000, p. 294. 274 SANTIAGO MONTOYA BELEÑA II. LA IMAGEN DEL NIÑO JESÚS EN LA ERMITA DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD DE CAMPILLO DE ALTOBUEY (siglo XVI) 2.1. ¿Niño Jesús o Padre Eterno? Una de las imágenes pertenecientes al ajuar sagrado de esta ermita del Padre Eterno, que ha llegado hasta la actualidad, es una figura del Niño Jesús, policromado, estilizado, elegante y mutilado de brazos y pies, cuya altura no alcanza el medio metro. Se trata de una imagen de Jesús Niño curiosa, sonriente, a la que siempre le han dedicado cuidados especiales y piadosos los vecinos del arrabal, sobre todo por parte de las mujeres de la familia que atiende con mucho cariño y solicitud las necesidades de la ermita. La pequeña imagen del Santo Niño Jesús, falto de brazos y pies, llevó a sus cuidadoras a dotarle de los brazos que le faltaban recurriendo al empleo de los de una muñeca de plástico y a vestir su desnudez con una túnica de terciopelo por cuyas bocamangas asomaban las prótesis colocadas con la mejor y más sana intención de ver completa la imagen de su devoción; los pies no fue preciso recomponerlos porque la túnica los tapaba y se les suponía existentes y a cubierto por el tejido. El Niño Jesús en cuestión cubre su cabeza con un extraño gorro, triangular, con adorno bordado del Espíritu Santo en forma de paloma y gemas de imitación, de factura rígida, totalmente distinto a una mitra, tiara, bonete o cualquier otro sombrero usado oficialmente en la Iglesia católica. En realidad es el triángulo simbólico atanasiano, es decir, el escudo de la Trinidad o triángulo conocido como Scutum Fidei que sirve para resumir el misterio trinitario. Parece de época posterior a la escultura del Niño Jesús y sorprende que no se haya perdido dado su reducido tamaño y atractiva decoración. La imagencilla llama la atención de los visitantes de la ermita y más la llamaba cuando se percataban de las prótesis con las que el cariño y la devoción de las buenas gentes del Coso habían pretendido paliar su mutilación, hecho que en ocasiones provocaba la hilaridad, el comentario jocoso e incluso el desinterés, aun cuando se trata de una imagen del siglo XVI, anónima, quizá de origen flamenco o germánico, si bien no existe ninguna referencia a ella en los libros de cuentas de la ermita4. Lo mejor del caso es que la tradición popular transmitida de padres a hijos y llegada hasta la actualidad, identificaba esta imagen del Niño Jesús con la figura de Dios Padre, con el Padre Eterno, que es el titular de la ermita para la devoción popular campillana, según quedó dicho líneas atrás. La gente mayor del pueblo decía señalando a la escultura de Jesús Niño: “El 4 Libro de Visita de la ermita de la Santísima Trinidad que debotamente se venera en esta Villa del Campillo de Altobuey, comenzóse año de 1718. Manuscrito de siglo XVIII, Archivo Parroquial de Campillo de Altobuey. EL NIÑO JESÚS COMO PADRE ETERNO… 275 Padre Eterno es éste”, y no señalaban a la Primera Persona de la Trinidad que aparece en el cuadro central del retablo, a pesar de su claridad iconográfica y porte majestuoso habitual. El Niño Jesús es el Padre Eterno para la gente de la localidad. ¿Pero cómo puede ser esto así?. Es una rara identificación, si bien uno se lleva una gran sorpresa al tomar en consideración el tocado triangular con que se cubre la cabeza de la figura. 2.2. Restauración inadecuada: transformación iconográfica de la imagen En el verano de 2004 se llevaron a cabo obras de restauración en la mazonería del retablo de la ermita, cuyas pinturas lo habían sido también años antes en el taller de la Conferencia Episcopal en Madrid.