E L Miedo En J
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E l m ied o en J aén E l m ied o en J aén Á n g el A po n te M arín J uan A n to n io L ópez C ordero d i p u t a c i ó n p r o v i n c i a l d e j a é n Colección: INVESTIGACIÓN Diseño: Gabinete de Diseño de la Diputación Provincial de Jaén Ilustraciones: Ángel Aponte Marín © D iputación Provincial de Jaén Imprime: Soproargra, S.A. I.S.B.N.: 84-89560-68-4 Depósito Legal: J. &&& - 2000 Impreso en España / Printed in Spain P r ó lo g o P o r lo s o b sc u r o s c a llejo n es d e l m ied o M anuel U rbano Pérez O rtega A mis ojos, el presente volumen es el resultado de un inicial y conjunto gran caer en la cuenta: el desamparo del individuo página a página de la historia; en este caso, para nosotros más dicente y directo, en el ámbito de la que hoy es tenida como provincia de Jaén. Y de lo que ya era conocido por estos jóvenes y firmes estudiosos de lo giennense -de lo que han acreditado fructíferas pruebas , su constante investigación por archivos y bibliotecas, o la indagación por la encanecida y sabia memoria de lo popular, han dado el gozoso fruto de trescientas páginas de fecunda erudición en amenísima lectura, algo digno de agradecer ante tanto fárrago documental de secano literario como nos circunda. Hambres, plagas, epidemias, enfermedades, guerras, catástrofes naturales y toda una catarata de etcéteras insufribles jalonan la existencia de una población de indigentes y desposeídos en su práctica totalidad. Y, sobre ella, a causa de sus muchos pecados, la ira de Dios con sus implacables castigos. El miedo, por tanto, era a cielo y tierra, a lo conocido y desconocido. Las gentes, una a una, y las masas no tenían más voz que para clamar piedad y pedir auxilio; pero difícilmente aparecía la misericordia y los brazos solidarios resultaban impotentes, cuando no estaban ocupados en el arduo trabajo de contener los fieros mordiscos de su propia miseria. siempre la mirada en súplica. Y el caudal inagotable de la otra sed, y los azules tajos de cuchillo de las lágrimas arañando los rostros resecos. 7 Á n g e l A p o n t e M a r ín / J uan A n t o n io L ó pez C o rd ero Junto a ello, la ignorancia que a todos alcanza, el primitivismo de la ciencia y el reino de la fantasía, en tantas ocasiones contaminada. Escribe el jesuita baezano Francisco de Torres, ya bien entrado el XVII, en lo que bien puede servirnos de apretado ejemplo: las fuentes manaban sangre, los ríos anegaban las tierras, sentíanse terremotos, mudangas, turbagión, los animales engendraban monstruos, y tal vez las hembras prorrumpían en varones, y al contrario, que sí suele aconteger y se vido en Vbeda en nuestros días, conogí y hablé varias veges a una persona que de muger pasó a varón. Qué hacer ante el destino de noria de cangilones ciegos. Dónde posar las manos y el corazón que no sea el llamador de la gran puerta que cierra hasta la esperanza. Los ojos y la voz, como siempre, a la búsqueda del consuelo que pueda brindar la heterodoxia -magos, adivinos, brujos, supersticiones, etc.-, o el que predica la ortodoxia de la Iglesia, que tampoco desdeñara, como Aponte Marín y López Cordero ponen de manifiesto, conjuros, y exorcismos entre otros rituales. Las creencias, sean las que fueren y en ocasiones no tan disociadas en el fondo como pudiera parecer a primera vista, eran precisas en esos aciagos días que casi tocan nuestra hora, la única en la que puede brotar de labios populares un cantar como esta soleá del jaenés, ya desaparecido, Pepe Polluelas: A m i no me han asustado n i la s ham bres n i la s guerras, y ahora me quieren asustar con los temblores de tierra. Demasiado desplante para otros tiempos; y, quizás en los suyos para quien ni siquiera podía jactarse de mandar en su hambre. Otrora no era posible tanto descreimiento. Y, aquí, una interrogante nada ociosa: ¿cuándo, en verdad, surge en el hombre el temor a la muerte? Y el mismo miedo, ese que todo lo ve negro, como asegura el extendido dictado tópico, atenaza con distintos cordeles, si bien no tan extensos, no menos crueles. También lo dice otro refrán, «el miedo es ave de mucho vuelo», lo que saben apreciar los autores cuando estudian, amén de los referidos, el que procede de una sociedad violenta y en la que los peldaños de la injusticia están 8 E l m ied o e n J aén perfectamente cincelados. Como así mismo conocen que había briznas de luz, espacios para el amor, un recodo del calendario para la fiesta, brazos para la solidaridad y firmeza en el avance de los propios individuos ante el futuro, en suma, de la civilización. Pero dejemos estas consideraciones puesto que nos arrastran a contarles lo que Juan Antonio López y Angel Aponte, les ofrecen con tanto jugo narrativo como rigor científico en las páginas que siguen, tan repletas de esa dialéctica entre la que con evidente desacierto llamaríamos cultura de la fe y cultura del miedo, la desgarrada marcha de la humanidad. Por igual, demos por concluidas estas palabras iniciales -cuyo encargo fue prueba de generosísima amistad, que me arrastra a impagable deuda de gratitud con los autores—, pues el libro que gozosamente he tenido en el cálido nido de mis manos me ha abierto a muy sentidas reflexiones, las que, de seguro, nacerán por igual en el lector. Finalmente he de confesar que desconozco cuál sea la misión de los prólogos, muchos de los cuales me producen auténtico pavor, y ello que he sido firmante de un buen número. Por esto, y porque les privo del placer de una esperada lectura, quede un punto bien aparte, antes de adentrarnos en la reconfortante y sugestiva lectura de cuanto las horas nos hicieron, aunque vengan marcadas por los pasos del reloj con su inquietante sonido de guadaña. 9 Introducción Retrato de Ánimas. Iglesia de San Ildefonso. Jaén Introducción En el mundo tradicional, el miedo estaba en todas partes. Bien camuflado o manifiesto, formaba parte propia de un pueblo aún inmerso en un entorno amenazador. Este trabajo no trata de reconstruir la historia de Jaén a través del sentimiento del miedo, sino de valorarlo en su debida importancia, pues el miedo ha sido generalmente postergado en los libros de Historia, que enfatizan las actitudes heroicas que esconden en lo más profundo del individuo ese mie do avergonzante. por ello, en la sociedad tradicional, se le atribuía el miedo a los hombres bajos y serviles, mientras el valor era propio de los nobles. El hombre giennense formaba parte de un universo rural. Como dice J. Delumeau en su libro E l miedo de Occidente, Las poblaciones eran pequeños islotes cercados por inmensos campos, que conformaban un entorno hostil en el que en todo momento apuntaba una amenaza. pero no sólo el individuo, sino también la colectividad, está sumida en un diálogo permanente con el miedo. En este mundo donde casi todo es inseguro, el miedo es continuo, llegando a convertirse en elemento de orden (caso de la Inquisición). Hay que diferenciar entre miedo y cobardía. El miedo es un componente humano, que posee todo hombre. por lo tanto, la necesidad de seguridad es fundamental. Es una garantía frente los peligros, un reflejo que permite al orga- 13 A n g e l A p o n t e M a r ín / J uan A n t o n io L ó pez C o rd ero nismo escapar de la muerte, sin el cual nuestra especie nunca hubiese sobrevivi do. Sin embargo, cuando supera cierta dosis, se vuelve patológico y crea blo queos1. El miedo, si es colectivo, puede llevar a comportamientos aberrantes y suicidas, como se demuestra más adelante en los casos de huidas masivas ante epidemias o en las desbandadas de cuerpos enteros de ejército en la batalla. En estos casos es la suma de todas las reacciones individuales, donde entran en juego factores de agravamiento, siendo fundamental la función de los guías. La multitud se deja influenciar, contagiándose rápidamente y perdiéndose el sen tido de la responsabilidad personal, adoptándose juicios absolutos. Pero su manifestación también es evidente en la vida cotidiana del hom bre tradicional, conviviendo en las manifestaciones humanas. Es el caso de las máscaras que se usaban en las fiestas, reflejo del miedo a lo desconocido y, a la vez, defensa contra él y medio de difusión. Sin embargo, en estos casos, cuando se habla del miedo cotidiano: a los aparecidos, bandidos, lobos,..., no se refiere a comportamientos de multitud, ni a reacciones psicosomáticas; toma entonces un sentido menos riguroso y más amplio que en las experiencias individuales. Se convierte en un hábito que tiene un grupo humano frente a una amenaza, abarcando una serie de emociones que van desde el temor y la aprensión a los terrores más vivos. Conviene en estos casos hacer una distinción entre miedo y angustia. El temor, el espanto, el terror pertenecen más bien al miedo; la inquietud, la ansie dad, la melancolía, más bien a la angustia. El miedo tiene una causa determina da a la que se puede combatir. La angustia no la tiene, es una espera ante un 1 En sentido literal el miedo es una emoción-choque, normalmente precedida de sorpresa, que ha sido causada por la toma de conciencia de un peligro presente que amenaza al individuo que lo padece.