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LA TRAYECTORIA DE UN PINTOR-FILÓSOFO

VLADIMIR KIBALCHICH RUSAKOV (VLADY)

1920-2005

La cultura es movimiento perpetuo. Una fábrica de nuevas cualidades, mediante la calidad. Cultura es memoria sin fin, si se para, como la bicicleta, cae. Vlady

Vladimir Kibalchich Russakov, mejor conocido como Vlady, es uno de los más grandes pintores de la segunda mitad del siglo XX. Nació en Petrogrado (después Leningrado, hoy San Petersburgo), el 15 de junio de 1920, por así decirlo, en el vientre mismo de la revolución. La madre, Liuba Russakov, procedía de una familia de judíos anarquistas emigrados a Francia y había conocido a su futuro compañero, el escritor Victor Lvóvich Kibalchich (alias Victor Serge, Bruselas, 1890-Ciudad de México, 1947) en el barco que los llevaba a la Unión Soviética. Recibidos con simpatías, Victor y Liuba se establecieron en el Astoria, el famoso hotel convertido en residencia de revolucionarios. Liuba trabajaba como estenógrafa en la oficina de Grigori Zinoviev; Victor era funcionario de la III Internacional. Una foto de principios de los años veinte, tomada en Viena, muestra a Vlady niño retratado con algunos colegas de sus padres, entre los cuales se reconoce a Antonio Gramsci.

Como altos funcionarios, fuimos alojados en el hotel Astoria, primera casa de los Sóviets, donde residían los militantes más responsables del partido, bajo la protección de las ametralladoras de la planta baja. Victor Serge, Memorias de un Revolucionario

Pronto Victor Serge pasó a la oposición y la familia empezó a tener problemas. Vlady no cumplía ocho años cuando detuvieron a su abuelo, Alexander Russakov, de profesión sombrerero, por el delito de ser anarquista. Liberado gracias a la intervención providencial del escritor rumano Panaït Istrati, el viejo Russakov murió de pena a los pocos años, incapaz de sobrellevar la nueva realidad soviética. Después vinieron la primera detención de Serge y las crisis psicóticas de Liuba quien no podía encarar la persecución de que era objeto la familia. A estos años se remontan las visitas de Vlady al Museo Hermitage de Leningrado que se ubicaba a unas cuadras de la calle Zeliabova en donde residía. El futuro pintor quedó profundamente impactado por el Renacimiento italiano, en particular por Giorgione y la escuela veneciana. Por primera vez experimentó la urgencia de pintar como una forma de evasión o, tal vez, de terapia.

Había sufrido mucho de una sórdida persecución desencadenada contra mis suegros – puesto que eran mis suegros y libertarios por añadidura… Y siempre en la base el struggle for life en la privación: mi suegro, Rusákov, combatiente de la revolución en

1 1905 en Rostov, secretario del sindicato de marinos rusos de Marsella, expulsado de Francia en 1918 por haber organizado una huelga de los barcos cargados de municiones para los Blancos, ahora obrero fabricante de gorras, ocupaba con su familia dos hermosos cuartos en el mismo departamento comunal que nosotros; se trataba de quitárselos puesto que estaba indefenso. Gentes del partido y de la Guepeú vinieron a ultrajarlo en su casa, a golpear a mi mujer en el rostro, y lo denunciaron como contrarrevolucionario, ex capitalista, antisemita y terrorista. Expulsado ese mismo día del trabajo y del sindicato, inculpado, unas fábricas alertadas por los agitadores pidieron contra él la pena de muerte –¡y la iban a conseguir! Victor Serge, Memorias de un revolucionario

En 1933, Serge fue detenido por segunda vez, deportado a Orenburgo, una pequeña ciudad al sur de los Urales que era la antesala política y geográfica del GULAG. Por entonces, Serge (quien era un apreciable acuarelista) ya había detectado el enorme talento de su hijo y hacía tiempo que lo estimulaba a dibujar y a pintar. De esta época son unas acuarelas de gran calidad que acompañaron a Vlady durante toda su vida y que resguardamos en el Centro Vlady.

Puerta lateral, ventanilla: «Aquí está el criminal…». El criminal soy yo. «Sírvase entrar, ciudadano.» Apenas he entrado en una vasta antecámara cuando un joven militar amable viene hacia mí, me tiende la mano: «Buenos días, Victor Lvóvich. ¿Todo ha sido correcto?». En última instancia sí… –Entonces –digo–, ¿mi identidad no ofrece duda? Sonrisa de inteligencia. El edificio es espacioso, austero y suntuoso. Un Lenin de bronce me acoge como a todo el mundo. Cinco minutos después, estoy en el amplio gabinete del juez de instrucción encargado de los asuntos del partido, Karpóvich. Es un pelirrojo alto, fríamente cordial, astuto, en guardia. –Vamos a tener largas conversaciones, Victor Lvóvich… –No lo dudo. Pero no tendremos ninguna si primero no accede usted a mis peticiones. Le ruego mandar transferir hoy mismo a mi mujer a la clínica psiquiátrica del Ejercito Rojo; pretendo después tener una conversación telefónica con mi hijo –doce años– en cuanto regrese de la escuela… –Entendido. Victor Serge, Memorias de un revolucionario

En 1936, la familia logró salir de Rusia gracias a una ruidosa campaña organizada en Francia por amigos solidarios y al escritor Romain Rolland, a la sazón compañero de viaje del comunismo, quien solicitó su liberación directamente con Stalin, convencido de que Serge hacía más “daño” preso en la URSS que libre en Europa occidental. Despojado como su padre, de la ciudadanía soviética, Vlady pasó engrosar las filas de los apátridas (los parías de nuestro tiempo, según la definición de Hannah Arendt) que vagaban de un lado a otro del planeta, en busca de refugio.

2 Después de pasar algunos meses en Bélgica, la familia llegó a París donde permaneció hasta 1940. Aquí Vlady militó en las filas del Partido Obrero de Unificación Marxista, una formación comunista disidente que luchaba en la España revolucionaria, a la vez contra el fascismo y el estalinismo. Siguió cultivando su pasión por la pintura y, aunque su verdadera universidad fue el museo Louvre, en donde pasaba días enteros, estudió en la Academia de Artes Gráficas Paul Colin y en la Grande Chaumière, en la que era maestro Fernand Léger. En los cafés del barrio de conoció a los surrealistas André Breton, Benjamin Péret, , Óscar Domínguez, Wilfredo Lam y André Masson, entre otros. Se acercó, al mismo tiempo a la obra de dos autores cercanos al pensamiento libertario, Jacques Mesnil – amigo de su padre- y, sobre todo, Elie Faure cuya concepción heroica del Renacimiento lo impactó profundamente. Se topó también con intelectuales destacados como Walter Benjamin, George Bataille, Boris Souvarine y el anarquista ruso Voline, a quien retrató (en los cuadernos y también en apuntes que resguardamos en el Centro Vlady) y de quien se hizo muy amigo. La invasión nazi a Francia puso bruscamente fin a los estudios de nuestro joven pintor, quien no sólo era hijo de comunistas y anarquistas, sino que era también judío por parte de madre. Junto a un militante del POUM, Narcis Molins i Fábregas, Vlady huyó hacia el sur, con rumbo a Marsella en donde, después de muchas peripecias, se reunió con Victor y su nueva compañera, la futura arqueóloga, conocida como Laurette Séjourné, pero cuyo verdadero nombre era Laura Valentini.

Delante de las tiendas, nos deteníamos, mi hijo y yo, inexpresablemente conmovidos. Los pequeños escaparates rebosaban de jamones, de chocolates, de pan dulce, de arroz, de frutas inverosímiles, naranjas, mandarinas, plátanos. ¡Aquellas riquezas al alcance de la mano, al alcance del desocupado de un suburbio obrero, sin socialismo ni plan! Era crispante. Yo sabía todo aquello por anticipado, pero la realidad me impresionaba como si no hubiese sabido nada. Era como para llorar de humillación y de pena por nuestra Rusia revolucionaria. Victor Serge, Memorias de un revolucionario

Mientras tanto, Liuba había sido internada en una clínica de Aix-en- Provence de la que nunca saldría y donde fue atendida por el doctor Gaston Ferdière, un psiquiatra amigo de los surrealistas que también intentó curar al poeta . Ahí se quedaría más de cuarenta años, sumida en los abismos de la locura y el sufrimiento, hasta su muerte en 1984. El trauma de Vlady con su madre quedó plasmado en algunos retratos aterradores. Recordemos el destino trágico de la familia Russakov: Alexander, muerto (décadas después, Vlady pintaría en su memoria, El abuelo anarquista), su esposa, Olga, desaparecida en el GULAG junto a dos de sus hijos, Esther y Joseph; mientras que otros dos, Anita y Paul-Marcel, estuvieron recluidos dos décadas. Estos traumas -además de las persecuciones que Vlady vivió en carne propia- están detrás de su obra. No la explican, mucho menos la agotan, pero sí ayudan a comprenderla. Siguieron meses de gran angustia en aquel año de 1940 ya que salir de la Francia de Vichy resultaba casi imposible. Junto a su padre y a otros

3 prófugos (los poetas André Breton y Benjamin Peret, la pintora , el escritor Jean Malaquais, el economista Albert O. Hirschmann, entre muchos otros), Vlady pasó un tiempo en la villa Air-Bel, no lejos de Marsella, último refugio de intelectuales y artistas que corrían el riesgo de ser extraditados a Alemania. El 24 de marzo de 1941, Vlady y Victor lograron al fin embarcarse en el buque Captain Paul-Lemerle, un viejo mercante que disponía de ocho camarotes, pero transportaba a 200 refugiados en condiciones que otro pasajero ilustre, el entonces desconocido antropólogo Claude Levi-Strauss, describió magistralmente en sus memorias, Tristes Trópicos.

26 de marzo de 1941. Vlady y yo nos inclinamos hacia adelante, sobre la proa que parte las olas. El viento corta la respiración. A nuestra derecha, unas montañas caen en picada con sus crestas cortantes. Violencia inmóvil de la tierra. Se ven los rayos del sol entrar en las aguas, perpendiculares, blancuzcos, y parece que tienen una especie de sombra. Victor Serge, Carnets

Iban a la Martinica, colonia francesa en el Caribe para la que no se necesitaba visa. En el trayecto, el joven pintor quedó impresionado por los colores del trópico y soñó con verterlos en sus pinturas. Después de largas tribulaciones y algunas semanas en un campo de concentración, el 5 de septiembre de 1941, padre e hijo aterrizaron al fin en la Ciudad de México, vía Ciudad Trujillo (hoy, Santo Domingo), La Habana y Mérida. Laurette llegaría algunos meses después, junto a Jeannine, la hermanita de Vlady nacida en la Unión Soviética.

9 de abril de 1941.Con Lévi-Strauss y el doctor S. hablamos de las patrias (tengo varias y siento que las pierdo todas) y de la finalidad del viaje. Vamos “hacia algún lado en otro hemisferio”. L.S. dice en voz muy baja: “hacia ningún lado”. No espera regresar. ¿Regresar a qué, dónde? Nada lo retiene. Tengo ganas de recitarle un verso que escribí hace tiempo: “La tierra entera es tumba de los hombres…”, pero no sería una respuesta adecuada. Decimos que el Atlántico es a nuestra civilización lo que el Mediterráneo al mundo antiguo, su mar interior; también que no deberíamos hablar de Europa sino de Euroamérica y Eurasia, nociones que nos rebasan porque los hombres han vivido demasiado enraizados en sus tierras natales. El tiempo de los desarraigos ha comenzado, como sucedió en el pasado en época de las migraciones de los pueblos. Victor Serge, Carnets 10 de abril de 1941. La luna llena deja en las olas un suntuoso rastro de luz blanca, rutilante, movediza –que no nos lleva a ninguna parte, pero nos sigue. Vlady compara las olas cortadas por la quilla y sus anchos remolinos de espuma blanca con mármol en fusión. Victor Serge, Carnets

Empezaba así una nueva etapa en la vida de Vlady. Junto al catalán Bartolí, el joven artista fue el principal ilustrador de la revista Mundo (1943-1945), órgano del movimiento Socialismo y Libertad, un grupo de refugiados europeos que buscaba unificar las diferentes corrientes anti-estalinistas del

4 movimiento obrero. Eran exiliados entre los exiliados. En estos años, Vlady desarrolló una gran habilidad para la caricatura (faceta poco conocida de su obra), algo que se puede apreciar ojeando las páginas de la revista. Al mismo tiempo, gracias al apoyo inquebrantable de la mujer con quien pronto se casó, Isabel Díaz Fabela, volvió a su gran pasión: la pintura. Muy pronto conoció a los muralistas y particularmente a Orozco y a de quien admiró inmediatamente la técnica del .

Enero de 1943. Siento una gran satisfacción al ver que Vlady ya es un artista formado y rebosante de cosas vistas y pensadas que sabe exteriorizar Victor Serge, Carnets

El círculo se cerraba: Vlady, quien había desarrollado su sensibilidad artística con el Renacimiento italiano, la afinaba ahora gracias a su encuentro con México. Darse a conocer no le fue nada fácil: no era mexicano, su pintura era un grito contra la ortodoxia nacional-popular en boga, y además pertenecía a la tradición antiestalinista, algo que los críticos, muchos de los cuales eran compañeros de viaje del Partido Comunista, nunca le perdonaron. Pero no se amedrentó: continuó dibujando y pintando. En esta época empezó a practicar junto con la técnica del temple.

Para respirar, Vlady necesita la cercanía de los gigantes. Rivera, Orozco y los muralistas mexicanos toman el relevo de los bolcheviques de su infancia. El fresco es el arte por antonomasia de los gigantes mexicanos Jean-Guy Rens, Vlady. De la revolución al renacimiento

1947 fue un año muy importante en la vida de Vlady: se casó con Isabel, logró su primera exposición en México con éxito de venta y empezó a pintar “La escuela de los verdugos”, obra inacabada en la que trabajó durante toda su vida. A finales de año, murió Víctor Serge cuando sólo tenía 57 años y estaba en la plenitud de su producción literaria. Oficialmente fue un ataque cardiaco, pero Vlady siempre sospechó que Serge fue envenenado por la policía secreta rusa. En adelante, una de las actividades del pintor sería editar la obra monumental y en gran parte inédita de su padre. A menudo las ediciones de los libros de Serge llevan en la portada retratos del autor realizados por Vlady.

17 de mayo de 1946. La muerte. El dolor de “abandonar” a los seres queridos: Laurette, Jeannine, Vlady, unos amigos, muy pocos; muchos desconocidos en la periferia. Pero Vlady ya es lo suficientemente maduro como para salir adelante solo. Laurette es un problema con su mezcla de indiferencia y apego a mí, de vitalidad instintiva, ávida y perturbada. Victor Serge, Carnets

En 1949, Vlady recibió la nacionalidad mexicana y decidió regresar de visita a Europa. Iba por un mes y se quedó un año, sobre todo en España. En el Museo del Prado descubrió al Greco y a Goya que lo impactaron por el resto

5 de su vida. En una librería de viejos adquirió el libro Los Materiales de Pintura y su Empleo en el Arte, de Max Doerner, que lo estimuló a experimentar con las técnicas antiguas, por fallas en la traducción del libro, el resultado no llegó pronto. De regreso a México, siguió con sus investigaciones pictóricas, en la soledad del estudio. Fueron años difíciles pues no había mercado para quien no se adhería a la visión de los “Tres Grandes”. El lema de los muralistas era: “no hay mas ruta que la nuestra” y todo artista que veía en el arte un medio de expresión sin fronteras políticas ni ideológicas era estigmatizado como “extranjerizante”.

La pintura nació en el y en el fresco, probablemente también con el uso de ciertas grasas; pero yo prefiero el fresco, que la más bella y compleja pintura. En el fresco están todos los medios que fijan el color. Vlady, Abrir los ojos para soñar

En 1952, Vlady fundó la Galería Prisse junto a los pintores y Héctor Xavier. Ubicada en la ahora Zona Rosa de la Ciudad de México, esta exponía trabajos de artistas independientes teniendo como único criterio su calidad plástica. La galería se convirtió, pronto, en un sitio de reunión de intelectuales y aun cuando duró sólo un año, pasó a la historia como el origen de la hoy llamada Generación de la Ruptura.

Comprendo los nacionalismos. Por eso los abomino. Lo padecí y los vi cometer crímenes. Prefiero vivir otras pasiones, alma adentro, la pintura. Vlady, Abrir los ojos para soñar

Al concluirse esa experiencia, Vlady siguió colaborando ocasionalmente con galerías alternativas como la Proteo. Puesto que con las técnicas tradicionales no lograba los resultados que buscaba, volvió, aunque sea por un tiempo, a los materiales comerciales. Su pintura iba de lo figurativo a lo abstracto. El color podía transitar de una oscuridad casi absoluta a una brillantez rallante en la agresividad quedando plasmado en obras magistrales como el “Retrato Isabel”, “Mecanismo carcelario”, “Muros de agua” y “El subyacente”. Mientras tanto su trabajo empezaba a ser reconocido y Vlady fue seleccionado para participar en la Bienal de (I y II), la bienal de Sao Paulo, en la Cuarta Bienal de Tokio y en la Bienal de Córdoba, Argentina.

La pintura de Vlady de esa época se caracteriza por una paleta muy colorida con matizaciones verdes, rojizos, azules y sepas, entre otros, en una articulación icónica donde lo orgánico, es decir ese corpus visual que acusa distintos grados de cercanía y distancia respecto a la referencia corporal, accionaba el equilibrio que le permitía pasar a la abstracción Lelia Driben, La generación de la ruptura y sus antecedentes

A partir de 1957 y hasta 1970, Vlady redactó Carta al Lector, un boletín publicado de manera independiente, pero con cierta regularidad, en donde vertía sus pasiones políticas y artísticas del momento. Entre 1961 y 1963, Vlady vivió en . Ahí, con el mar como aliado, mezcló la pintura figurativa y

6 la abstracta. En esta época, volvió al tema de “Judith y Holofernes” que le había impactado desde su primera infancia pues la interpretación de Giorgione se encuentra en el Museo del Hermitage. Fue una especie de obsesión que se materializó en múltiples versiones realizadas con diferentes técnicas y a partir de diferentes pintores, especialmente Caravaggio y Artemisia Gentileschi (esta última versión se expone en el Centro Vlady).

Cómo me formé? Lo diré por primera vez: con la exigencia, con el rigor del pensamiento revolucionario ruso. Ahí me formo y sé reconocer entre lo chafa y lo de calidad A través de mi aprendizaje me di cuenta de que el color no tiene luz, no cristaliza. La pintura moderna y antigua se diferencian en que la antigua es luminosa y cristalina, perenne; la pintura moderna sólo expresa el momento, es efímera y exalta lo efímero. Vlady

Entre 1964 y 1969 viajó tres veces a Europa. Pasaba su tiempo en los museos afinando sus conocimientos enciclopédicos de historia del arte. También visitó a su madre en el hospital, una experiencia desgarradora de la que nos quedan algunos retratos. En Italia participó en la exposición “Homenaje a Boccaccio” obteniendo la Medalla de Honor. Asimismo, viajó a Bélgica, Holanda, España, Suiza, Gran Bretaña, Yugoslavia siempre en busca de sus pasiones: la pintura y la revolución.

La permanente aventura de mi trabajo es el color mismo. Vlady

En 1967 pintó el cuadro monumental “Magiografía bolchevique” que junto a “Viena 19” (1973) y a “El instante” (1981) integra “El tríptico trotskiano”, una de sus obras más importantes. Además de reflejar las obsesiones emocionales y políticas del artista, el tríptico refleja su tránsito de la pintura directa (con tubos) a la técnica veneciana del temple-óleo.

Vlady nació en el regazo de la historia, con el olor de la revolución de octubre en la nariz. Luego la leche de la historia lo arrastró por el planeta hasta depositarlo en las cañas de México. Aquí la historia retiró de la boca de Vlady su amarga teta, pero le echó encima el vasto, sofocante muslo. Jorge Hernández Campos, Tríptico trotskiano

En 1968, obtuvo la Beca Guggenheim y fue a vivir a Nueva York con Isabel. En 1970 Vlady renunció al Salón Independiente y rompió definitivamente con la vanguardia mexicana dejando de exponer en galerías. En 1971 ganó el Premio Anual de Dibujo y el año siguiente el Premio Anual de Grabado que consolidó su fama de refinado grabador. En 1972 el Presidente Luís Echeverria le encargó la realización de murales, ofreciéndole incluso las salas sobrantes del Palacio Nacional. Vlady optó por la Biblioteca Lerdo de Tejada, también en el Centro de la Ciudad de México. El proyecto tomó forma en 1973 cuando

7 Vlady comenzó a pintar la “Revolución Freudiana”, una verdadera explosión erótica e iconoclasta, en la Capilla anexa a la Biblioteca.

Decidí pintar a Freud y la revolución sexual. Naturalmente lo hice de una manera que algunos definirán blasfema. Yo lo viví como una suerte de ejercicio de autoanálisis salvaje. Estudié mucho a Freud y a sus discípulos, aunque sea por mi cuenta, como antes había estudiado física y química en lo que se refiere a los minerales y a los cristales, lo cual es básico para la pintura. El psicoanálisis me enseñó a lidiar con mi locura. Todos tenemos algo de locura, pero yo la asumí gracias a los murales. Vlady Pinté a Edipo y lo senté entre nubes, sobre un sillón que es su mamá; el sillón es la madre, la nube. Edipo no es Edipo es rey. Abajo, en el orden de importancia, si queremos verlo así, en función del tamaño, la figura más importante ahí es Marx, nuestro Marx asomándose, ahí me permito el lujo de pintarlo de azul. A Freud mismo, que lo pinté en veinte minutos, de memoria, como si fuera un martillo arcaico de la Edad de la Piedra. Vlady

El mural es puro surrealismo pintado con técnica veneciana. En 1974 empezó una de sus obras monumentales mejor lograda, el Xerxes, vívida metáfora sobre los laberintos del poder. En 1975 viajó a donde se encontró con Fidel Castro que lo impactó y a quien retrató con la técnica gráfica de punta seca. En 1977 publicó el libro Dibujos Eróticos de Vlady. Al mismo tiempo, continuó pintando incansablemente, el mural de la biblioteca. Lo terminó en 1982, al cabo de nueve años de trabajo y lo nombró “Las revoluciones y los elementos” dedicándolo a la probidad intelectual de Victor Serge y a las penas de Liuba. Ahí están sus temas: el deseo, el sueño, la noosfera, la libertad, la tragedia, la crítica del poder, la inocencia, el terrorismo. Y están las revoluciones pintadas en todas sus expresiones posibles: sociales, políticas, estéticas, filosóficas, científicas e, incluso, musicales.

José de la Colina: Lo que yo encuentro, desde que entré aquí, en este enorme vientre de ballena que has pintado, lo que yo encuentro es “la historia”… Vlady: ¡Qué bien que lo dices! Tuve claramente esta sensación. Tuve ese sentimiento… JC: Ahora: ¿Has querido pintar “la historia” dentro de ese vientre de ballena? V: Estamos podridos de historia. Yo estoy indignado con la historia, que todo se lo traga… JC La historia es la ballena, y tú estás pintando en el interior de la historia… de la ballena. V.: Cando estaban completamente blancas las paredes me dije: “voy a pintar este vientre”, “voy a hacer de esto un estado de ánimo; cuál, no sé tal vez de todos”. Lo que me llamó la atención al entrar al local fue este gran panal de techo (la parrilla superior de la sala, por la que entra esta luz difusa maravillosa). El arquitecto resolvió el plafón de manera admirable. Hizo la mejor luz del mundo. Me parecía como la reja de San Lorenzo bajo la cual estamos nosotros …somos el fuego. Yo poblé el vientre de esta inmensa ballena que es, por supuesto, la historia como tu lo has pensado… Es la imagen de Jonás, somos Jonás, estamos dentro de la ballena. Una transfiguración de

8 este tema está pintado ahí: es el san Jerónimo que siempre se pinta acompañado de un león, una bestia del desierto…

La Revolución para Vlady es también un renacimiento, un regreso a las raíces. Y el Renacimiento no deja de ser una revolución, el arma secreta que lo ayudó a conjurar los fantasmas del siglo XX. No hay tránsito ni síntesis. Los dos polos perduran como obsesión y desafío. Claro que todo se mezcla con la herencia rusa, la espiritualidad atea, el erotismo, y la obra testimonial y literaria de Victor Serge, con la que Vlady mantuvo a lo largo de su vida un diálogo fecundo.

Me siento un pesimista radiante, solar. Vlady

Sucesivamente, Vlady siguió produciendo una copiosa obra gráfica que incluye dibujos, litografías, grabados y cuadernos en donde podemos observar su desarrollo íntimo, desde la temática hasta el color. En 1984, viajó a Francia donde se entrevistó con el Presidente François Mitterrand. El mismo año murió su madre.

Encuentro a Serge muy enriquecido por el tiempo. Ni el coraje ni el talento son una novedad, pero su lucidez y la enorme confianza son impresionantes en un tiempo de depresión moral. ¡La estupidez persiste, pero cambia su forma! La desventura dispone los hombres a la religión. Mas arriba, la tragedia convoca a la lucidez. Vlady, Abrir los ojos para soñar

En septiembre de 1985 se inauguró una exposición retrospectiva en el de México con una curaduría de alto nivel. En 1987, por encargo del gobierno Sandinista, el artista pintó unos en el Palacio Nacional de la Revolución en , . Al mismo tiempo escribía textos difíciles y poéticos que publicaba en suplementos y revistas políticos y culturales.

Soy ateo, pero todos los días hablo con dios. Vlady

En 1990 Vlady dejó la Ciudad de México para mudarse a , . Allí perfeccionó su técnica logrando al fin las texturas que buscaba. El sueño se transformó en realidad: al reproducir los colores que tanto le habían impresionado de la pintura veneciana, Vlady hizo su propia revolución.

Vlady mira todo. Apunta, esboza, delinea, dibuja, colorea, mancha, borra, emplasta, vuelve a delinear, vuelve a dibujar. Sus dibujos abarcan todo, devoran todo. Sus ojos, grandes de asombro, devoran todo. Su mano dibuja, incesante. Vlady escribe, polemiza, ataca, se contradice, escribe frases brillantes e incomprensibles y las aclara con dibujos al margen. Escribe cartas quijotescas al mundo y las ilustra con dibujos.

9 En 1994 pintó cuatro lienzos monumentales por encargo de la Secretaría de Gobernación. Desaparecieron después de la inauguración cuando las autoridades percibieron (con razón) en uno de los cuadros un elogio a la rebelión zapatista. Sucesivamente fueron reubicados en la antigua Prisión de Lecumberri, hoy Archivo General de la Nación.

Hay muchas selvas. Falta poblarlas de inteligencia. El mayor peligro es la ignorancia Y el peligro no sólo está en el enemigo sino en nosotros mismos debemos ser vigilantes. Vlady, carta a los zapatistas, 1994.

En 1995 conoció al Obispo de Chiapas, Samuel Ruiz, apodado Tatik por los indígenas. El fruto de este encuentro es un retrato monumental de gran fuerza expresiva, tal vez su última obra importante. En 1996 publicó Abrir los ojos para soñar, libro enigmático y muy personal en donde, como en los cuadernos, aborda temáticas políticas y artísticas ilustradas con reproducciones de dibujos y grabados.

El taller de Cuernavaca tiene parecido con aquel estudio de Louis-Ferdinand Céline en Bas-Meudon. Misma desesperación de fiera acosada, mismas imprecaciones contra la “democracia”, el “comercio” y, sobre todo, misma soberbia arrogancia: “Tengo una deuda con el pasado, viví en medio de los leones y no sé vivir entre cucarachas.” Jean-Guy Rens, Vlady. De la revolución al renacimiento

En 1998 el Gobierno francés le otorgó el título de “Commandeur dans l’Ordre des Arts et des Lettres”. En 2000, se presentó el cuadro Tatik, en la ceremonia de despedida del Obispo Samuel Ruiz, en la Ciudad de México. El nuevo siglo fue generoso con Vlady. A principios de 2001, presentó en el de México una gran exposición individual de dibujo, curada por Tomás Parra, que se titulo” “El modelo interior”. En el 2002, Francisco Toledo organizó una exposición de grabados de Vlady en el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO). En el 2003 hubo otra gran exposición, esta vez de óleos, en el Museo José Luís Cuevas de la Ciudad de México además de una exposición de grabados en Orenburgo, Rusia, la ciudad en donde Vlady había estado recluido entre 1933 y 1936.

Victor Serge, con toda una vida dedicada a servir y a entender la revolución en varios países, vio en México algo nuevo: que las revoluciones son volcanes (vio nacer el Paricutín), y que las neurosis se asemejan a los terremotos. Dando forma a este sentimiento, nos sitúa en una nueva dimensión, un nuevo comienzo, cuyo sentido originario suma todas las experiencias de otras latitudes, en el umbral de la realidad que ahora nos alcanza. Vlady, Abrir los ojos para soñar

10 En el 2004, Vlady expuso en el Museo Nacional de la Estampa “Trayectorias para un autorretrato”; en el 2005 en el Museo de Bellas Artes de Moscú, Rusia. Poco antes de morir, el INBA le entregó la Medalla Conmemorativa del Palacio de Bellas Artes. Vlady murió el 21 de julio de ese año en su casa de Cuernavaca. Como la de su madre su vida duró 85 años. Esa misma noche el Canal 22 proyectó el documental de Luisa Riley, Vlady. In Memoriam. El 26 de abril del 2006 se inauguró en el Museo del Palacio de Bellas Artes una gran retrospectiva sobre Vlady y su obra. Poco después, la Biblioteca Lerdo de Tejada organizó un ciclo de conferencias en torno a la vida y obra de Vlady. A nosotros, sus admiradores, nos corresponde ahora la tarea de asignarle el lugar que le corresponde en la historia del arte universal.

“No hay pueblo ni nación sin sentimiento vivo, sin ciencia, sin espiritualidad, ni creación artística”, dice Holderlin. Cuidado mi señor, la banalidad de la indiferencia burocrática es aun peor que las censuras-activas-iracundas, el anonimato y el ninguneo son vacíos históricos, y nuestro país aguanta todos los conflictos y opuestos, si se expresan, se confrontan y se combinan en varias síntesis. Es lección histórica. Lo único inadmisible es la nada. ¡La burocracia de la nada! (…) Por demás, mi reclamo es sencillo. Reponer los cuatro cuadros en la Secretaría de Gobernación, en el lugar por el cual fueron hechos (y terminados in situ) Vlady, carta a Ernesto Cedillo, presidente de los Estados Unidos Mexicanos, 21-22 de agosto de 1005.

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