![En Recuerdo De Vlady, El Pintor De La Revolución](https://data.docslib.org/img/3a60ab92a6e30910dab9bd827208bcff-1.webp)
LA TRAYECTORIA DE UN PINTOR-FILÓSOFO VLADIMIR KIBALCHICH RUSAKOV (VLADY) 1920-2005 La cultura es movimiento perpetuo. Una fábrica de nuevas cualidades, mediante la calidad. Cultura es memoria sin fin, si se para, como la bicicleta, cae. Vlady Vladimir Kibalchich Russakov, mejor conocido como Vlady, es uno de los más grandes pintores de la segunda mitad del siglo XX. Nació en Petrogrado (después Leningrado, hoy San Petersburgo), el 15 de junio de 1920, por así decirlo, en el vientre mismo de la revolución. La madre, Liuba Russakov, procedía de una familia de judíos anarquistas emigrados a Francia y había conocido a su futuro compañero, el escritor Victor Lvóvich Kibalchich (alias Victor Serge, Bruselas, 1890-Ciudad de México, 1947) en el barco que los llevaba a la Unión Soviética. Recibidos con simpatías, Victor y Liuba se establecieron en el Astoria, el famoso hotel convertido en residencia de revolucionarios. Liuba trabajaba como estenógrafa en la oficina de Grigori Zinoviev; Victor era funcionario de la III Internacional. Una foto de principios de los años veinte, tomada en Viena, muestra a Vlady niño retratado con algunos colegas de sus padres, entre los cuales se reconoce a Antonio Gramsci. Como altos funcionarios, fuimos alojados en el hotel Astoria, primera casa de los Sóviets, donde residían los militantes más responsables del partido, bajo la protección de las ametralladoras de la planta baja. Victor Serge, Memorias de un Revolucionario Pronto Victor Serge pasó a la oposición y la familia empezó a tener problemas. Vlady no cumplía ocho años cuando detuvieron a su abuelo, Alexander Russakov, de profesión sombrerero, por el delito de ser anarquista. Liberado gracias a la intervención providencial del escritor rumano Panaït Istrati, el viejo Russakov murió de pena a los pocos años, incapaz de sobrellevar la nueva realidad soviética. Después vinieron la primera detención de Serge y las crisis psicóticas de Liuba quien no podía encarar la persecución de que era objeto la familia. A estos años se remontan las visitas de Vlady al Museo Hermitage de Leningrado que se ubicaba a unas cuadras de la calle Zeliabova en donde residía. El futuro pintor quedó profundamente impactado por el Renacimiento italiano, en particular por Giorgione y la escuela veneciana. Por primera vez experimentó la urgencia de pintar como una forma de evasión o, tal vez, de terapia. Había sufrido mucho de una sórdida persecución desencadenada contra mis suegros – puesto que eran mis suegros y libertarios por añadidura… Y siempre en la base el struggle for life en la privación: mi suegro, Rusákov, combatiente de la revolución en 1 1905 en Rostov, secretario del sindicato de marinos rusos de Marsella, expulsado de Francia en 1918 por haber organizado una huelga de los barcos cargados de municiones para los Blancos, ahora obrero fabricante de gorras, ocupaba con su familia dos hermosos cuartos en el mismo departamento comunal que nosotros; se trataba de quitárselos puesto que estaba indefenso. Gentes del partido y de la Guepeú vinieron a ultrajarlo en su casa, a golpear a mi mujer en el rostro, y lo denunciaron como contrarrevolucionario, ex capitalista, antisemita y terrorista. Expulsado ese mismo día del trabajo y del sindicato, inculpado, unas fábricas alertadas por los agitadores pidieron contra él la pena de muerte –¡y la iban a conseguir! Victor Serge, Memorias de un revolucionario En 1933, Serge fue detenido por segunda vez, deportado a Orenburgo, una pequeña ciudad al sur de los Urales que era la antesala política y geográfica del GULAG. Por entonces, Serge (quien era un apreciable acuarelista) ya había detectado el enorme talento de su hijo y hacía tiempo que lo estimulaba a dibujar y a pintar. De esta época son unas acuarelas de gran calidad que acompañaron a Vlady durante toda su vida y que resguardamos en el Centro Vlady. Puerta lateral, ventanilla: «Aquí está el criminal…». El criminal soy yo. «Sírvase entrar, ciudadano.» Apenas he entrado en una vasta antecámara cuando un joven militar amable viene hacia mí, me tiende la mano: «Buenos días, Victor Lvóvich. ¿Todo ha sido correcto?». En última instancia sí… –Entonces –digo–, ¿mi identidad no ofrece duda? Sonrisa de inteligencia. El edificio es espacioso, austero y suntuoso. Un Lenin de bronce me acoge como a todo el mundo. Cinco minutos después, estoy en el amplio gabinete del juez de instrucción encargado de los asuntos del partido, Karpóvich. Es un pelirrojo alto, fríamente cordial, astuto, en guardia. –Vamos a tener largas conversaciones, Victor Lvóvich… –No lo dudo. Pero no tendremos ninguna si primero no accede usted a mis peticiones. Le ruego mandar transferir hoy mismo a mi mujer a la clínica psiquiátrica del Ejercito Rojo; pretendo después tener una conversación telefónica con mi hijo –doce años– en cuanto regrese de la escuela… –Entendido. Victor Serge, Memorias de un revolucionario En 1936, la familia logró salir de Rusia gracias a una ruidosa campaña organizada en Francia por amigos solidarios y al escritor Romain Rolland, a la sazón compañero de viaje del comunismo, quien solicitó su liberación directamente con Stalin, convencido de que Serge hacía más “daño” preso en la URSS que libre en Europa occidental. Despojado como su padre, de la ciudadanía soviética, Vlady pasó engrosar las filas de los apátridas (los parías de nuestro tiempo, según la definición de Hannah Arendt) que vagaban de un lado a otro del planeta, en busca de refugio. 2 Después de pasar algunos meses en Bélgica, la familia llegó a París donde permaneció hasta 1940. Aquí Vlady militó en las filas del Partido Obrero de Unificación Marxista, una formación comunista disidente que luchaba en la España revolucionaria, a la vez contra el fascismo y el estalinismo. Siguió cultivando su pasión por la pintura y, aunque su verdadera universidad fue el museo Louvre, en donde pasaba días enteros, estudió en la Academia de Artes Gráficas Paul Colin y en la Grande Chaumière, en la que era maestro Fernand Léger. En los cafés del barrio de Montparnasse conoció a los surrealistas André Breton, Benjamin Péret, Victor Brauner, Óscar Domínguez, Wilfredo Lam y André Masson, entre otros. Se acercó, al mismo tiempo a la obra de dos autores cercanos al pensamiento libertario, Jacques Mesnil – amigo de su padre- y, sobre todo, Elie Faure cuya concepción heroica del Renacimiento lo impactó profundamente. Se topó también con intelectuales destacados como Walter Benjamin, George Bataille, Boris Souvarine y el anarquista ruso Voline, a quien retrató (en los cuadernos y también en apuntes que resguardamos en el Centro Vlady) y de quien se hizo muy amigo. La invasión nazi a Francia puso bruscamente fin a los estudios de nuestro joven pintor, quien no sólo era hijo de comunistas y anarquistas, sino que era también judío por parte de madre. Junto a un militante del POUM, Narcis Molins i Fábregas, Vlady huyó hacia el sur, con rumbo a Marsella en donde, después de muchas peripecias, se reunió con Victor y su nueva compañera, la futura arqueóloga, conocida como Laurette Séjourné, pero cuyo verdadero nombre era Laura Valentini. Delante de las tiendas, nos deteníamos, mi hijo y yo, inexpresablemente conmovidos. Los pequeños escaparates rebosaban de jamones, de chocolates, de pan dulce, de arroz, de frutas inverosímiles, naranjas, mandarinas, plátanos. ¡Aquellas riquezas al alcance de la mano, al alcance del desocupado de un suburbio obrero, sin socialismo ni plan! Era crispante. Yo sabía todo aquello por anticipado, pero la realidad me impresionaba como si no hubiese sabido nada. Era como para llorar de humillación y de pena por nuestra Rusia revolucionaria. Victor Serge, Memorias de un revolucionario Mientras tanto, Liuba había sido internada en una clínica de Aix-en- Provence de la que nunca saldría y donde fue atendida por el doctor Gaston Ferdière, un psiquiatra amigo de los surrealistas que también intentó curar al poeta Antonin Artaud. Ahí se quedaría más de cuarenta años, sumida en los abismos de la locura y el sufrimiento, hasta su muerte en 1984. El trauma de Vlady con su madre quedó plasmado en algunos retratos aterradores. Recordemos el destino trágico de la familia Russakov: Alexander, muerto (décadas después, Vlady pintaría en su memoria, El abuelo anarquista), su esposa, Olga, desaparecida en el GULAG junto a dos de sus hijos, Esther y Joseph; mientras que otros dos, Anita y Paul-Marcel, estuvieron recluidos dos décadas. Estos traumas -además de las persecuciones que Vlady vivió en carne propia- están detrás de su obra. No la explican, mucho menos la agotan, pero sí ayudan a comprenderla. Siguieron meses de gran angustia en aquel año de 1940 ya que salir de la Francia de Vichy resultaba casi imposible. Junto a su padre y a otros 3 prófugos (los poetas André Breton y Benjamin Peret, la pintora Remedios Varo, el escritor Jean Malaquais, el economista Albert O. Hirschmann, entre muchos otros), Vlady pasó un tiempo en la villa Air-Bel, no lejos de Marsella, último refugio de intelectuales y artistas que corrían el riesgo de ser extraditados a Alemania. El 24 de marzo de 1941, Vlady y Victor lograron al fin embarcarse en el buque Captain Paul-Lemerle, un viejo mercante que disponía de ocho camarotes, pero transportaba a 200 refugiados en condiciones que otro pasajero ilustre, el entonces desconocido antropólogo Claude Levi-Strauss, describió magistralmente en sus memorias, Tristes Trópicos. 26 de marzo de 1941. Vlady y yo nos inclinamos hacia adelante, sobre la proa que parte las olas. El viento corta la respiración. A nuestra derecha, unas montañas caen en picada con sus crestas cortantes. Violencia inmóvil de la tierra. Se ven los rayos del sol entrar en las aguas, perpendiculares, blancuzcos, y parece que tienen una especie de sombra. Victor Serge, Carnets Iban a la Martinica, colonia francesa en el Caribe para la que no se necesitaba visa.
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