Cuatro Ratones Y Un Solo Cheo
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Progreso Semanal Nuestro mundo desde perspectivas progresistas http://progresosemanal.us Cuatro ratones y un solo Cheo Author : Juan Carlos Garay Date : 17 de abril, 2014 https://www.youtube.com/watch?v=bProp4Dq424 En la noche de ayer, Cheo Feliciano murió en su Puerto Rico natal. A los 78 años de edad, la muerte le llegó a este grande de la música latina por un accidente automovilístico. Progreso Semanal reproduce, en su afán de homenajearlo, esta entrevista, realizada por Juan Carlos Garay y publicada en la Revista El Malpensante, Edición Nº 55, Junio - Julio 2004. ........ Cheo Feliciano (Ponce, Puerto Rico, 1935) entró hace rato a la galería de hombres ilustres de la salsa. No se sabe muy bien la fecha exacta, pero una buena manera de medirlo es buscando su nombre en las voces de otros salseros. Cuando los cantantes sonean, es decir, improvisan una letra encima de un montuno, a veces les sale del alma enviarle un saludo o un guiño a algún vocalista que admiran. La primera vez que esto sucede es en una canción muy conocida de Héctor Lavoe que se llama “El cantante”. Ahí lo escuchamos diciendo: “Mis saludos a Celia, Rivera, Feliciano, ésos sí son grandes cantores. Escucha bien su cantar, aprende de los mejores”. En su más reciente álbum, Rubén Blades también lo evoca, citando sus dos gritos de batalla: “Como decía Cheo Feliciano: ¡Se soltaron los caballos, familia!”. Pero sin duda ese momento en que Feliciano entró al Olimpo tiene que ver con una canción pegajosa que ha acompañado a las juventudes de varias generaciones. Nació como un chiste musical en los estudios Belltone de Nueva York en 1964. Nick Jiménez tocaba el montuno en el piano y Cheo empezó a imaginar la historia de un gato que quiere salir de fiesta y no puede: Mi gato se está quejando que ya no puede vacilar que donde quiera que se mete su gata lo va a buscar... Y quiere la ironía que el que a la gata le cuenta es nada más que un ratón. Luego del éxito que representó esa fábula sabrosa en el circuito de rocolas de los años sesenta, “El ratón” reviviría en una versión rock de 1974. La recepción fue masiva y también más confusa. Ciertos países latinoamericanos que pasaban por dictaduras la asumieron como un canto de protesta. Una vez le preguntaron al propio Cheo en una emisora venezolana por la filosofía que se escondía detrás de “El ratón” y el cantante, entre abochornado y divertido, contestó con estas palabras que registra en un libro el historiador César Rondón: “No, bueno, no es que haya filosofía. Ahí lo que hay es un gato, una gata y un ratón; yo sé que la gente me entiende, es lo que ahí pasa y más nada”. 1 / 9 Progreso Semanal Nuestro mundo desde perspectivas progresistas http://progresosemanal.us Tiempo después, Cheo escogió “El ratón” como parte del repertorio de un espectáculo en que conmemoraba sus bodas de plata. Más recientemente escuchamos una versión en que desaparecía todo vestigio rockero para devolverle su son original. De hecho, ese cuarto “Ratón” fue grabado en Cuba y con instrumentos autóctonos. Un chiste, sí, aquello del ratón que le cuenta a la gata. Pero también un guiño del destino: uno se imagina a Cheo muy divertido escribiendo esa letra (y, dadas sus dotes de gran sonero, haciéndolo muy rápido) sin sospechar que la canción iba a tener las mismas vidas del gato. -Aunque lo conocemos desde siempre como cantante, alguna vez usted dijo que su intención original era ser percusionista. Creo que nos hubiéramos perdido de mucho sin su voz. Bueno, es que hubo una fiebre en el verano del 54 y todos los muchachos querían ser congueros y caminaban con una tumbadora bajo el brazo. Todo el mundo tenía una tumba y dondequiera había rumba. Entonces en los rumbones que hacíamos en las playas o en los parques de Nueva York yo tocaba la tumba. Pero como había mucha gente que coreaba y ni un solo cantante, pues yo empecé a hacer la guía. Yo trabajaba como utilero de Tito Rodríguez y él terminó enterándose de que yo podía cantar algo. Entonces una noche me presentó con su orquesta en el famoso Palladium, me dio las maracas, se fue a la barra por un trago y me dijo: “Ahora tú eres el cantante de esta orquesta y yo te voy a escuchar”. -Así que cuando lo llamaron para ser el cantante del sexteto de Joe Cuba, en 1957, ya había actuado en el Palladium. Fue por la insistencia de Tito Rodríguez que yo acabé ahí. Joe Cuba tenía su cantante original, que se llamaba Willie Torres, y yo me acercaba, agarraba la campana y tocaba con ellos. Un día Willie se fue del grupo y Tito le dijo a Joe Cuba: “Mira, por allá hay un Cheo que canta”. Y él preguntó: “¿Pero qué Cheo?”, y los muchachos le dijeron: “Pues el Cheo que sube siempre a campanear con nosotros”. Entonces me mandó buscar para que hiciera la prueba. -¿Y cuál fue la prueba? ¿Cuál fue la canción que le dio la entrada al grupo de Joe Cuba? Justamente la misma canción que hice cuando Tito Rodríguez me soltó las maracas: “Changó ta vení”. La cantaba Tito con su orquesta, su escuelita como él la llamaba, y dio la casualidad de que Joe Cuba la tenía también en el repertorio. -Digamos que ahí se acaba la etapa de Cheo Feliciano el percusionista. ¿Qué experiencia le dejaron los tambores? Muchos viajes. Yo aprendí de percusión con mi amigo Kako Bastar y luego se me presentó la oportunidad de irme con el Ciro Rimac’s Review. Eso era una revista musical que tenía de todo, comedia, bailes, y yo era parte de un grupito de cinco que éramos el apoyo musical de esa revista. Nos fuimos al Canadá y estuvimos por allá como tres meses. -¿Quedan grabaciones suyas con el Ciro Rimac’s Review? 2 / 9 Progreso Semanal Nuestro mundo desde perspectivas progresistas http://progresosemanal.us No, eso nunca se grabó porque era un show de carretera. Tocabas en una ciudad hoy, mañana en otra... Así conocí yo muchas provincias del Canadá. De ahí regresamos a Nueva York y continué en la percusión con un conjunto que se llamaba Marianaxi, pero tampoco se hicieron grabaciones. -En un larga duración del sexteto de Joe Cuba que se llama Hangin’ Out aparece por primera vez el tema “El ratón”, que luego uno descubrirá otras tres veces en su discografía. ¿“El ratón” nació por esa época? Sí, yo descubrí que podía escribir algo junto con el pianista Nick Jiménez. Hicimos varios temas pero el primero fue “El ratón”, que fue pensado como una sátira. Es una canción en sentido figurado: el gato, la gata y el ratón no son otra cosa que un hombre, una mujer y un intermediario chismoso que se pasa diciéndole a la mujer “Mira, tu marido tal cosa”, todo ese lío. Y a la gente le gustó mucho eso del ratón, se propagó el concepto y cuando en cualquier bar alguien ponía a sonar en la rocola el tema, todo el mundo decía: “Llegó un chismoso”, buscando siempre quién era el que le creaba los líos al gato. El tema pegó, una cosa increíble. -Hay un sonido mucho más íntimo en esa primera grabación de “El ratón”. Las tres siguientes son registros en vivo y se siente la euforia del público, pero ésta suena como si se hubiera grabado en un recinto pequeño. Así es. Eran los estudios Belltone en la calle 31 de Nueva York, un cuarto bastante pequeño... Y lo rico de eso, la modalidad de aquella época, era que se grababa todo de un saque. No había grabación por secciones como se practica hoy, que es una cosa para tratar de lograr perfección pero que te hace perder espontaneidad. -¿Y usted cómo graba? Tú marcas un, dos, tres, cuatro y grabas el tema de arriba abajo, completo. No importa que se me vaya un gallo o que uno de los músicos dé una nota agria; el cuerpo de todo lo hecho es algo maravilloso. Pero ya eso no se siente porque ahora se graba la percusión primero, luego se graban las trompetas, luego aquello, lo otro, y de último el cantante. Eso no puede ser porque el cantante es parte del sonido, tiene que penetrar en la música, no ubicarse encima. Eso es una cosa que yo he estado hablando con Andy Montañez, que nosotros los cantantes debemos volver a lo natural, lo espontáneo. -Ahora que usted trae a colación la espontaneidad, una de las facetas más llamativas de su arte es la capacidad de sonear, de improvisar. ¿Cómo se improvisa una letra? Fíjate que eso es lo único que no se puede enseñar en una escuela. Tú puedes enseñar el bel canto, el conocimiento musical, pero la improvisación es muy personal. Es lo que tú sientes y yo no te voy a enseñar a sentir. Lo que tus ojos ven se convierte en un concepto y tú creas un cuerpo con todo eso. Percibes, haces un análisis en cuestión de milisegundos y de ahí sacas una expresión. Eso es sonear. -Usted lo hace sonar muy fácil pero sigue habiendo mucho de misterio en eso. Uno se 3 / 9 Progreso Semanal Nuestro mundo desde perspectivas progresistas http://progresosemanal.us pregunta, por ejemplo, qué tanta es la cercanía con la creación poética. Cuando usted sonea, ¿está pensando en una métrica y una rima? Bueno, tú usas todos los recursos que tienes. Si tienes una evolución literaria eso está bien, pero el soneo es más una improvisación como la vida, la educación es la calle.