SIGLO XXI

OVIEDO La capital

Oviedo: ciudad postindustrial, moderna y dinámica, necesita de la cooperación metropolitana para afianzarse en el mapa europeo de ciudades.

Oviedo es el centro regional y también el centro metropolitano. El carácter urbano es dominante en Asturias desde la época industrial, en la que Oviedo ocupó el centro del sistema de ciudades especializadas, desplazando su actividad minera e industrial a la periferia y a los concejos vecinos, al tiempo que desarrollaba al máximo su sector terciario. La capitalidad administrativa y su función de centro regional de servicios permitieron su crecimiento en el modelo industrial tradicional, a ritmo más lento que las ciudades industriales portuarias. Gijón pasó a ser la mayor aglomeración, mientras Oviedo continuó su evolución de forma más regular. En el modelo postindustrial, tras solventar las dudas de los años 80, que sumieron a la ciudad en una preocupante parálisis, Oviedo vuelve a destacar y crecer de la mano de una fundamental extensión del ámbito urbano, sobre todo hacia el este (La Corredoria, Colloto, Prados…), pero también hacia La Florida, Monte Cerráu, o en el futuro inmediato, hacia La Manjoya. Un importante aumento del suelo urbano que permitió al municipio superar la barrera, en 1996, de los 200.000 habitantes y aumentar rápido en el nuevo siglo hasta los 215.000, asentándose en el grupo de ciudades medias y dinámicas, como centro de la sexta aglomeración metropolitana española. El propio casco urbano está ya en el umbral de los 200.000, si incluimos La Corredoria y Colloto. Las parroquias del entorno urbano también crecen, al amparo de la expansión residencial de la ciudad, caso de San Claudio, o de modelos de baja densidad, en el caso de las parroquias de Lillo, Naranco, Piedramuelle, Priorio, Latores, Cruces, Pando, Limanes, Santianes y . Pero el territorio municipal es complejo, montañoso, heterogéneo. Oviedo también tiene tradición industrial y rural. La industria y la minería ocuparon localizaciones centrales (fábrica de fusiles de La Vega) y periféricas que en algunos casos perviven (Tudela Veguín, , Villapérez), en otras afrontan un presente incierto (San Claudio) y en otras ya han desparecido (La Manjoya, ). Éstas comparten hoy una situación de crisis y declive demográfico, en razón de sus dificultades para hacer atractiva la función residencial. En el caso de La Manjoya o Villapérez, reversible en función de su localización más favorable y de los planes urbanizadores a corto plazo. En los demás casos, como en el valle del Nalón, hay problemas mayores para su activación (Tudela Veguín, Agüeria, Olloniego) si no recuperan su potencial residencial. Trubia, Godos y Udrión también decaen a la espera de los positivos efectos de las nuevas urbanizaciones, la rehabilitación del patrimonio edificado e industrial y los nuevos equipamientos museísticos. El Oviedo rural no se diferencia mucho del resto de la Asturias rural. 230 pueblos y aldeas, una docena vacíos. Sorprenden sus paisajes de media montaña y profunda tradición rural, situados en el suroeste del concejo (Caces, Pintoria, Sograndio) y también en el oeste, en ambas laderas del Naranco (Brañes, Loriana, Nora) y en la orla marginal del sur (Manzaneda, Naves, Pereda). Un mundo aparte de la ciudad, donde la ganadería aún tiene asiento pero en descenso rápido. De 1.200 explotaciones a 700 en la última década, con 7.000 cabezas de vacuno y una fuerte reducción de las de producción lechera, de 250 a 40. El Nalón y su afluente el Nora marcan el paisaje ovetense, con el Naranco como referencia intermedia. Al sur, el Aramo. El Nalón rehuye la ciudad después de alinear ciudades, minas e industrias desde Laviana hasta Tudela Veguín, Agüeria y Olloniego y pasar a Ribera. El otro tramo del Nalón ovetense, aguas abajo, recorre un paisaje amable, que debe ser objeto de un exquisito cuidado paisajístico (Caces, Las Caldas, Trubia). Las tendencias declinantes pueden cambiar aquí con los proyectos en marcha en el entorno de Las Caldas. Ello limitaría la situación de declive a las parroquias rurales peor comunicadas y a los núcleos de tradición industrial, que reclaman una mejor atención para aumentar su atractivo residencial. La ciudad vive por y para el terciario: 34.000 empleos en el comercio, hostelería y afines, 25.000 en las actividades financieras y servicios a empresas y 37.000 en los servicios a la población. Casi 100.000 empleos en el sector terciario, cubiertos por activos de todo el ámbito metropolitano. Otros 11.000 empleos en la construcción, 10.000 en la industria y ya sólo 500 en la ganadería completan el panorama laboral de una ciudad en la que el proceso de terciarización alcanza las cotas más altas de la región. Dinamismo económico y laboral que ha atraído a más de 10.000 extranjeros, el 5% de la población total, entre los que destaca la colonia ecuatoriana. Para sostener el crecimiento se necesitan aún infraestructuras y mejores equipamientos. El AVE, hasta la ciudad, con vía y estación propia. La mejora de las comunicaciones con el occidente (conexión con la autovía de Grado en San Claudio, nuevos enlaces con Avilés por el oeste del Naranco, ronda norte). Equipamientos como el nuevo hospital y la reestructuración urbana conexa para crear un espacio de nueva centralidad, la articulación con Siero y Llanera, en el espacio donde se solapan los ejes residencial y logístico metropolitanos, la continuidad del esfuerzo sobre los equipamientos sociales, culturales, deportivos, que la hacen cosmopolita. Hay retos pendiente y evidentes: aumentar la natalidad. Oviedo, como Vitoria y otras ciudades, está autosatisfecha, pero el hecho de tener menos nacimientos que defunciones ensombrece el futuro de una ciudad dinámica. También aumentar la calidad urbana. La ciudad, como centro metropolitano, tiene que dar el salto, sin complejos, y situarse entre las grandes ciudades españolas por su oferta de servicios avanzados y su capacidad de innovación y adaptación a nuevas realidades y demandas. Anticipar el futuro de la ciudad, cooperando en el nivel europeo y español, liderando la capacidad de consolidación metropolitana, como recurso para el crecimiento. Consolidación que ya se está produciendo en las relaciones de Oviedo con Llanera, Siero, Noreña, Ribera de Arriba o Morcín, pero que debe ampliar al conjunto metropolitano y, en particular, a la consolidación de la enorme potencialidad del eje de los centros urbanos más dinámicos: Oviedo y Gijón. Patrimonio y paisaje distinguen a Oviedo y a toda el área metropolitana sobre el resto de las españolas. Hay que cuidarlo con criterios de altísima calidad y sostenibilidad de las actuaciones. El Prerrománico y el Naranco deben ser prioridades absolutas si se entiende la configuración de la nuevas ciudades, las que ganan su futuro. La recuperación de los ríos y sus riberas por una ciudad que no los tiene en su casco histórico es otra prioridad, desde la óptica recuperar espacios para el paseante, para los usos de la vida tranquila, a la que la ciudad también debe seguir aspirando. La ciudad se reinventa a sí misma, y cada vez más en el plano inmaterial. Por ahí va el futuro. La ciudad es continuo cambio, hay que abandonar toda autocomplacencia o acomodamiento en lo ya hecho. La carrera no se acaba nunca y la región y la ciudad en que se mira demandan no bajar el ritmo. Oviedo, por tamaño demográfico es como León, la diferencia la dan los vecinos de los que se rodea: Gijón, Avilés, Siero, Llanera, Grado, Langreo, Mieres,… ellos la hacen grande y a ellos engrandece.