Andrés Segovia : M.ª Antonia I*
Total Page:16
File Type:pdf, Size:1020Kb
Entrevista con Andrés Segovia : M.ª Antonia I* En el silencio de su apacible estudio de la calle Concha Espina, la voz pausada, serena de Andrés Segovia camina derecha hacia la cinta magnetofónica, sin necesidad de preguntas, para iniciar la cuenta atrás de sus ochenta años. La voz familiar, conciliadora, que pacientemente se presta a este diabólico y absurdo intento de encerrar- le en treinta folios, con la misma serenidad y calma con que repite una escala por enésima vez. Y me hace sentirme culpable, porque me consta la excepcionalidad del esfuerzo... Lentamente, pacientemente, como si repitiera una lección para un alumno atrasado al que es preciso poner al día. No hay cansancio en su expresión. Solo ochenta años de haberlo vivido todo. Y un cortés, cordialísimo y característico distancia- miento. Andrés Segovia es, sin duda, su más cauto y desapasionado biógrafo: ANDRÉSSEGOVIA: Mira, vamos a empezar así: Nací en Linares, el 21 de febrero de 1893, en una casa contigua a una fábrica de guitarras... ¿Te parece? Pienso que esta circunstancia fue todo un síntoma *Publicado en Los Españoles, de mi futura inclinación por la guitarra, como lo nº 23, 1973, pp. 225-252. Ejemplar conservado en la serían otras, tan curiosas, de mi primera infancia, y colección particular de Julio que ahora son tan solo lejanos, aunque vivísimos, Gimeno (Dos Hermanas, Sevilla). recuerdos. Mis padres se trasladaron conmigo a Jaén [Las ilustraciones no son las originales de la entrevista y proceden a los pocos días de mi nacimiento, y allí permanecie- de diversos archivos.] ron hasta que yo tuve dos años. Entonces me 2015-2016 / Revista de la Sociedad Española de la Guitarra, nº 9-10 / O· llevaron a Villacarrillo, un pequeño en casa –porque el hombre había del pueblo a cualquier cosa, mien- pueblo de la provincia de Jaén Dios había— tocado mi ido a pedir limosna–, y yo me quedé tras mi tío me observaba desde un donde vivían unos tíos míos que, embobado oyendo a aquel hombre. balcón de la casa que daba a la como no tenían hijos, deseaban frente con la vocación Hasta tal punto que me preguntó plaza; me vigilaba mientras leía y, prohijarme... Y aun cuando yo que si quería aprender, y en de cuando en cuando, me corregía tenía tan corta edad, recuerdo mi de la música, cada seguida le contesté que sí con un para que yo no hiciera esto o lo acongojado llanto cuando me sepa- instrumento que oía enérgico movimiento de cabeza. Él otro, o para que no me metiera el raron de la cuna viva de los brazos me enseñó lo poco que sabía y yo dedo en la nariz... Todavía tengo de mi madre, igual que recuerdo a provocaba en mí una aprendí con gran facilidad. De ahí dos amigos de esa época de infan- mi buen tío, que intentaba conso- partió todo. cia y que, ahora, en el concierto larme por todos los medios. Hasta inmediata y espontánea que yo he dado en Villacarrillo, que, tomando uno de mis bracitos, atención. Porque los De la pobre guitarra de Villacarrillo. Com- hace unos días, han venido a salu- se le ocurrió cantar una extraña prada por un entusiasta del flamenco al darme, aunque tienen más de copla, que no era precisamente una músicos que yo había que el pequeño Andrés empezaba a resul- ochenta años cada uno. Sí, claro canción de cuna, pero que de algún tarle monótono. que yo jugaba, jugaba a todas las modo se quedó instalada en mi oído en Villacarrillo eran cosas de mis tiempos, a la pídola, mente, en el segundo eslabón de tan malos que, en lugar A.S.: No era aquello lo que yo que- a correr, a todo lo que juegan los mis pensamientos. Decía así: ría. No era aquello. chicos. Algunas veces venían los chicos a mi casa también a jugar. El tocar la guitarra, jum, de acercarme a la Ahora que cuando yo comencé a no tiene cencia, jum, De la pobre guitarra de Villacarrillo a las música, me alejaban tocar la guitarra, enseñado por sino fuerza en el brazo, jum; que ahora fabrican para él, exclusivamen- aquel hombre que apareció por el permanecencia, jum. de ella, me repelían... te, los más expertos luthiers del mundo. Del rasgueo en el zaguán de la casa fami- pueblo, mi estatura creció delante liar al primer concierto en Granada, hay de ellos, de mis amigos, y me Permanecencia. Permanecencia. La fór- — todo un camino para recorrer a solas, de la admiraban. Nunca, nunca hubo mula vital de Andrés Segovia acuñada en mano de la propia intuición, para descubrir distancias marcadas por este una palabra elemental que ha regido su las frases que brotan difícilmente de los otra dimensión del sonido de la guitarra. motivo en mis relaciones infantiles, vocación por la guitarra. Que no hubiera labios del maestro para no pensar en que, Del modesto traje de pana al frac que hoy o por lo menos yo nunca fui cons- nacido para la música culta, para el con- tal vez, sin querer, hemos vulnerado su apenas consigue abarcar la impresionante ciente de ello. Que yo siempre cierto, para la Historia de la Música, sin sensibilidad. Aunque sonría abiertamente, arquitectura del maestro Segovia, que, de quise ser tan sólo un hombre ella. Permanecencia, tesón de artesano, porque se da cuenta de que a los amigos paisano, rechaza siempre la corbata: «Por- cabal... a más de un artista. Que tozudez de amante. Intuición. Permane- nos es muy difícil hacer de periodistas: que me ha parecido siempre muy molesta yo no sé por qué diablo, el tenor o cencia. e inútil». Del tímido aprendizaje primario a el violinista, como son los detento- A.S.: Y luego, a los diez años, mis la cumbre de sonoridad y belleza. res de la melodía, pues son los A.S.: Eso me hizo tal placer, tal pla- tíos me llevaron a Granada; ya más... tontitos, los más divos. Pero cer, que desde entonces, yo que no entonces tomé conciencia, por pri- Un niño sano y alegre yo nunca he querido ser un divo, llegaba a los tres años, nunca he mera vez, de su belleza. Abrí los un hombre alejado de los demás. podido olvidar la canción y su ojos a todo lo bello de allí; así que A.S.: Ya en Granada, me hice mu- ingenua pero reveladora letra. Fue fue como un segundo nacimiento, chos amigos, siempre mayores que Mis tíos, mis tíos me querían la primera semilla que cayó en la y luego... Volviendo al tema de la yo, que me ayudaron a conseguir mucho. Mi tío me adoraba. Yo zona musical de mi alma, que des- guitarra, como Dios había tocado música para guitarra. Pero todavía recuerdo una paliza que me dio pués se convertiría en un árbol mi frente con la vocación de la en Villacarrillo, un profesor de sol- una vez, que no sé qué diablura frondoso y fructífero. Y así... mis música, cada instrumento que oía feo, irascible, estuvo a punto de pude hacer. Me llevó al cuarto de padres se decidieron a dejarme provocaba en mí una inmediata y hacerme abandonar mi sino... por dormir y me sacudió con una con mis tíos. Porque mi padre era espontánea atención. Porque los miedo de los pellizcos que me daba correa, cuyos golpes iban todos a un hombre muy inquieto, que iba músicos que yo había oído en cuando me equivocaba en la parar a una silla, sabes. Unos gol- siempre de un lado para otro; Villacarrillo eran tan malos que, medida. Pero con esas pocas pes tremendos, que a mí no me había estudiado leyes, pero luego en lugar de acercarme a la música, lecciones de solfeo inauguré mi tocó uno solo: «Para que te acuer- se dedicó a los negocios. Se lla- me alejaban de ella, me repelían. autodidactismo, comencé a ser mi Andrés Segovia y Manuel Jofré, ca. 1908. Fundación Andrés Segovia, Linares des, para que te acuerdes», decía. maba Bonifacio. Y mi madre, Rosa. Eran una tormenta inaudita aque- maestro y mi discípulo. Mis amigos Y yo no entendía nada. Luego, llos sonidos del pedal del piano y me ayudaron a encontrar música Es como si Segovia quisiera, sobre todo, pobre guitarra de Villacarrillo. Y resulta como refinamiento del castigo, me No es posible –porque ha quedado flotando los gemidos gatunos del violín. escrita para guitarra: cosas de dar esquinazo a los endebles años de la difícil hacerle retroceder para oírle decir ató a la pata de la cama con un en el silencioso aire que nos envuelve y Arcas, algunas cositas de Sor, algu- infancia, anodinos como los de cualquier que era un niño muy normal que jugaba hilo: «Como se rompa, me dijo, te que se cuela de rondón en la grabadora– Pero, en cambio, ya ves, pasó por nas cositas de Tárrega. Y con todo niño de Villacarrillo. Como si quisiera olvi- en la plaza de la Iglesia. vuelvo a dar con la correa». Y yo pasar inadvertido el ligero temblor que ha allí, por Villacarrillo, un hombre ese bagaje comencé yo a formar mi dar en este relato, tan prolijo, entendía menos todavía. Se lla- venido a romper la uniforme tesitura de la que tocaba la guitarra, pero que técnica; porque en Granada no precisamente los ruidos del pedal del A.S.: De chico..., yo era, fui siem- maba Eduardo, Eduardo Bueno de voz de Andrés Segovia: «Y mi madre, la tocaba «flamenca». Y mi tío, que había nadie que tocara la guitarra piano, los gemidos gatunos del violín, la pre, un niño muy sano y muy los Herreros.