Poesías Sentimentales Y Filosóficas
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JOSÉ MARÍA ESTEVA. POESÍAS EDICION DE “EL NACIONAL»** MÉXICO. Imprenta de Gonzalo A. Esteva, 2* de la Pila Seca núm. 4, 1884. PRÓLOGO- Al reunir las poesías cuyos borradores hemos podido conservar, para publicarlas, no hacemos nosotros más que concentrar en uno ó más tomos los recuerdos de nuestra juventud y casi de nuestra niñez. Nuestros versos en lo general son de circunstancias y hechos realmente en ra tos perdidos, pues no recordamos haberles dedicado nun ca más de una hora seguida de trabajo: e» por esto que en nuestra colección no podrán encontrarse más que composiciones ligeras, que si algun mérito tienen, será dibido no al estudio empleado para hacerlas, sino á las impresiones que teníamos al escribirlas. Al coleccionar las, cedemos más que al deseo de adquirir una gloria que no se adquiere por tan poca cosa, al gusto de reunir esos recuerdos que nos traen á la memoria las horas siempre felices de la edad que pasó. Solo hemos querido hacer de propósito dos clasifica- 6 ciones: la de poesías filosóficas y sentimentales, y la de poesías jocosas y de circunstancias. En un tomo que comprenderá la primera clasificación, colocaremos las que á ella pertenecen sin guardar órden ninguno, ni el de las fechas en que fueron escritas, ni el del género á que pue dan pertenecer: ol órden en esta clase de colecciones es tablece ciorta monotonía que les perjudica, y fatiga y cansa al lector, que no es posible pueda leer con gusto, verbigracia, quince ó veinte composiciones eróticas se guidas, sin que quedo, además, empalagado de tanta dul - zura y de tanto amor» Al formar esta edición, reunire mos en ella tanto las composiciones que publicamos el año de 1850 en un tomo cuya edición creemos haberse agotado ya, como las que hemos escrito después de ese año y de las cuales muchas están inéditas. No tenemos ningunas pretensiones al coleccionar nuestras poesías: entre ellas confesamos desde luego que habrá muchas malas, algunas regulares y pocas buenas; y al que nos diga que poi* qué no excluimos de la colec ción las que consideramos malas, le contestaremos que esas son las debilidades de la paternidad, y quedos hijos no por ser raquíticos y contrahechos dejan de amarse co mo tales. ToCa al buen gusto del lector aceptar lo que le parezca bu«to y desechar lo que no le agrade. José María Esteva. A MI HIJA CAROLINA. XL CUMPLIS QUINCK AÑOS. Flor de «ai ajtaa fresca y pura Que en el pensil te levantas, Festiva entre flores tantas Que se levantan en él. Bios te conserve, hya «nia, Encanto de mi exiatençia, La pureza y la inocencia Be tu tranquila niñez. Tú con tus dulces caricias Be venture mi alma llenas. Bulce alivio de mis penas» Bálsamo de mi dolor. Perla sencilla y modesta Que en mi corazón se anida, Vida hermosa de mi vida, Alma de mi corazón» 8 Limpia gota de rocío, Arroyuelo que murmura, Flor que en el rosal segura La brisa mueve al pasar. Del alma en tu rostro brillan Las emociones inquietas, Corona azul de violetas, Ramo blanco de azahar. Ya la juventud graciosa Te abre sus jardines bellos, Y el mundo te espera en ellos Con su encanto seductor. No te alucine, hija mía, £1 brillo de esas jardines, Ni el placer de sus festines, Ni el encanto de su amor. Lleva siempre cautelosa Por do quier tu débil planta, Que en él quien más adelanta No es el que camina más. Pues donde están esos goces Que aturden nuestros sentidos, Y esos placeres mentidos, No siempre la dicha está. Que en esos lindos verjeles De encantos tan seductores, Espinas tienen las flores Que causan fiero dolor. 9 Y aquesas copas doradas Con que el placer nos provoca, Llevan la miel a la boca Y el veneno al corazón. Guando oigas de la conciencia El acento conocido, Es que hablándote al oido Tu ángel de guarda estará. Piensa, si su voz escuchas, Que tus acciones vigila, Y que donde ella vacila Debe el corazón callar. Sigue siempre por la senda Que tu deber te señale, Porque no hay placer que iguale Al de conducirnos bien. Y serás en el camino Transitorio de la vida, En tu juventud, querida, Respetada en tu vejez. Sé afable y dulce con todos, Nunca ante el bien retrocedas, Habla lo ménos que puedas, Piensa lo que puedas más. Mide siempre tus acciones Al compás de la prudencia, Humilde Sé en la opulencia Y digna en la adversidad. 10 Que el honor jamás olvides Es un cristal delicado, Y que una vez empañado Nunca se limpia otra vez. Y evita en tus buenas obra* Cualquiera mala apariencia, Que á la mujer la conciencia No le basta de obrar bien. Abre á la amistad el alma Tanto cuanto abrirla pueda?, Y al amor nada concedas Que te reproche el pudor. Porque el pudor, hija mia, Es un escudo sagrado Que Á la castidad le ha dado La mano misma de Dios. Tu honestidad cuidadosa Guarda siempre y tu pureza, Pues no hay sin ellas belleza En la más bella mujer. Y cual gota de rocío Que cae, la que las olvida Perla es ántes de caida, Fango después de caer. Cuando mendigo á tu puerta Llegue el niño ó el anciano. Extiende hacia él· tu mano Y parte con él tu pan. 11 Pues de todas las virtudes La más noble, santa y pura, Es en la humana criatura La cristiana caridad. Tú el erial de mi existencia Has llenado de dulzura, Porque en él hermosa y pura Te ha visto crecer mi amor. Y cual lirio perfumado Que Dios del cielo me envía, Te has colocado, hija mía, En mi tierno corazón. Ya la juventud te espera: Plegue al cielo que el destino Flores ponga en el camino Que en el mundo llevas tú. Y que al cruzar tan hermosa Por sus pensiles tan bellos, Te acompañe siempre en ellos El ángel de la virtud. Jalapa, 16 de Junio de 1861. 8KRKNÀTA. Mujer de negros ojos y alabastrina frente Que vagas por el mundo cual ángel del Señor, Tu acento es el murmurio de la escondida fuente, Tu aliento es el perfume de la nevada flor. De mis pensiles bella sultana, De estos verjeles púdica hurí, Sal á la reja do tu ventana Donde de amores muero por tí. Y si al salir, las quejas Oyes del viento Que entre las rejas gime De tu aposento, Esos rumores Son el acento, niña, De mis amores. U * Jilguero de las selvas que cadencioso trinas Entre las verdes ramas del pálido jasmin, Suspiran, si te escuchan, las rosas purpurinas ¥ enamorados te oyen los rojos alelís. Pues de armonía llenas el viento Y melodiosa se oye tu voz, Triste, si lloras, como un lamento, Dulce, si cantas cantos de amor. Sigue, Leda, cantando Porque tú eres El turpial cadencioso De mis vergeles, Y mis quebrantos Olvido cuando escucho, Niña tus cantos. » De aquestos bellos lagos encantadora ondina, Dulce azucena blanca del mágico jardin, Tu voz es el perfume que al aurora matutina Exhalan las violetas azulee del pensil. Si la armonía que el viento llena Blando el perfume de tu alma es, Por tus perfumes, blanca azucena, Dulces mis trobas yo te daré. 14 Puesto que en los pensiles Aman las flores, Y es su aroma el lenguaje De sus amores; Sigue cantando, Y deja que recoja Tu aroma blando. # Paloma enamorada que en la ramada umbría En cada canto un aye tan lastimero das, Recoge el ceflrillo tu vaga melodía Y luego entre las flores ά murmurarla vá. Si cuando canto mis tristes sones Dulce en mis trovas se oye mi voz, Es porque el eco de tus canciones Nada mas, Leda, nada más son. Pues mi laúd lo dulce De tu voz toma, Porque es tu ceflrillo, Blanca paloma; Y su armonía Es la de tus cantares, Paloma mia. Dicenme, Leda hermosa, que la inocencia anida En tu alma y que eres, pura, la imágen del candor, Que pasas sonriendo el valle de la vida Y que es sencillo y tierno tn amante corazón. 1δ Dicenme que eres blando arroyuelo Que de sus linfas en el cristal Pinta entre flores lo azul del cielo Y murmurando risueño va. Si eres arroyo blando Que entre las flores Pasas ¡ay! murmurando Tiernos amores; Deja, arroyuelo, Que entre tu linfa pura Mire yo el cielo. Y pues el alma eres de la existencia mia. Ya vagues por el mundo cual ángel del Señor, O seas jilguero errante de dulce melodía, O arrullo de una fuente, ó aroma de uua flor, La voz escucha de mis cantares, Púdica virgen, célica hurí, Ramo de nardos y de azahares, Blanca azucena de mi pensil. Y si en la reja un dia De tu aposento Oyes, paloma mia, Que gime el viento, Esos rumores Son el acento, Leda, De mis amores. México, 1861. LA AZUCENA ENAMORADA. EN UN ÁLBUM. Puesto que sois curiosas las mujeres, Y con el alma de ternura llena Sentís cual propia la desgracia ajena, Voite, Paz, á contar, si oírme quieres. La historia de una pálida azucena. En un jardin, tesoro de aromas y verdura. Una azucena blanca sus peíalos abrió: Y de perfumes llena y llena de frescura, Era, entre tantas flores, notable la hermosura De esa azucena blanca que en el jardin nació. Los tiernos pajarillos volaban á porfía Al desplegar la aurora su pálido cendal, Llenando en torno suyo al viento de armonía, Y en torno también de ella tesoros de ambrosía Las flores exhalaban al aura matinal.