En Línea Con La Política Oficial
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De ángeles torpes, demonios, criminales Prensa y derechos humanos desde 1984 Veinticinco años, veinticinco libros El ciclo político inaugurado en Argentina a fines de 1983 se abrió bajo el auspicio de generosas promesas de justicia, renovación de la vida pública y ampliación de la ciudadanía, y conoció logros y retrocesos, fortalezas y desmayos, sobresaltos, obstáculos y reveses, en los más diversos planos, a lo largo de todos estos años. Que fue- ron años de fuertes transformaciones de los esquemas productivos y de la estructura social, de importantes cambios en la vida pública y privada, de desarrollo de nuevas formas de la vida colectiva, de actividad cultural y de consumo y también de expansión, hasta ni- veles nunca antes conocidos en nuestra historia, de la pobreza y la miseria. Hoy, veinticinco años después, nos ha parecido interesante el ejercicio de tratar de revisar estos resultados a través de la publica- ción de esta colección de veinticinco libros, escritos por académicos dedicados al estudio de diversos planos de la vida social argentina para un público amplio y no necesariamente experto. La misma tiene la pretensión de contribuir al conocimiento general de estos procesos y a la necesaria discusión colectiva sobre estos problemas. De este modo, dos instituciones públicas argentinas, la Biblioteca Nacional y la Universidad Nacional de General Sarmiento, a través de su Instituto del Desarrollo Humano, cumplen, nos parece, con su deber de contribuir con el fortalecimiento de los resortes cognos- citivos y conceptuales, argumentativos y polémicos, de la democra- cia conquistada hace un cuarto de siglo, y de la que los infortunios y los problemas de cada día nos revelan los déficits y los desafíos. Dante A. J. Peralta De ángeles torpes, demonios, criminales Prensa y derechos humanos desde 1984 Peralta, Dante De ángeles torpes, demonios, criminales : prensa y derechos humanos desde 1984. - 1a ed. - Los Polvorines : Univ. Nacional de General Sarmiento ; Buenos Aires : Biblioteca Nacional, 2009. 112 p. ; 20 x 14 cm. - (Colección “25 años, 25 libros” ; 22) ISBN 978-987-630-051-3 1. Democracia. I. Derechos Humanos. II. Título CDD 323 Colección “25 años, 25 libros” Dirección de la Colección: Horacio González y Eduardo Rinesi Coordinación General: Gabriel Vommaro Comité Editorial: Pablo Bonaldi, Osvaldo Iazzetta, María Pia López, María Cecilia Pereira, Germán Pérez, Aída Quintar, Gustavo Seijo y Daniela Soldano Diseño Editorial y Tapas: Alejandro Truant Diagramación: Alejandro Truant Colaboración: José Ricciardi Ilustración de Tapa: Juan Bobillo © Universidad Nacional de General Sarmiento, 2008 Gutiérrez 1150, Los Polvorines. Tel.: (5411) 4469-7507 www.ungs.edu.ar © Biblioteca Nacional, 2008 Agüero 2502 (C1425EID), Ciudad Autónoma de Buenos Aires Tel.: (5411) 4808-6000 www.bn.gov.ar | [email protected] ISBN: 978-987-630-051-3 Prohibida su reproducción total o parcial por cualquier medio de impresión o digital en forma idéntica, extractada o modificada, en castellano o en cualquier otro idioma, sin autorización expresa de los editores. Impreso en Argentina - Printed in Argentina Hecho el depósito que marca la ley 11.723 | 7 Introducción Para ensayar una descripción de algunos aspectos de los modos de hacer periodismo en estos veinticinco años de desarrollo de la democracia, nos proponemos realizar un somero análisis compara- tivo de los procedimientos y el lugar desde el cual tres de los princi- pales diarios de referencia en el plano nacional –Clarín, La Nación y Página/12– cubrieron algunos momentos clave de la lucha contra la impunidad de los crímenes cometidos por la dictadura militar. Doble objetivo, pues: observar las representaciones sociales que orientaron las coberturas de esos momentos clave y poner en evi- dencia que, al contrario de lo que los medios en general y los diarios en particular afirman, no es posible informar “objetivamente” o “imparcialmente” como mucha gente cree. Nuestro punto de par- tida es que los medios periodísticos son actores políticos y sociales, es decir, pretenden incidir en diversos sentidos en la vida política y social, y no simples “mensajeros” o “espejos” de una realidad externa a su discurso como, en cambio, prefieren representarse. No siempre los diarios se declararon “imparciales” y, mucho menos, “objetivos”. Desde sus orígenes –ligados en Occidente, grosso modo, a los diversos procesos políticos y sociales por los cuales los súbditos se fueron transformando en ciudadanos, es decir, haciéndose cargo de los asuntos comunes–, la prensa fue adquiriendo un rol como actor político cada vez más importante, ya como una voz que de manera explícita reproducía los discursos que defendían los intereses de partidos o facciones políticos, ya con voz propia que defendía intereses más amplios que los de un partido. En Argentina, la historia de los periódicos en la etapa independiente da cuenta de un costoso proceso similar. El principio de la libertad de prensa se definió así en torno a esa historia y a una estructura de la propiedad de los diarios constituida en el siglo XIX, funcional a una sociedad que todavía no era la “sociedad de masas” alfabetizada y con acceso pleno al voto. Durante esa etapa, los intereses se expresaban en posi- ciones explícitas, de clara acción política de carácter partidario o, en un extremo, faccioso. Propiedad de familias, escritos por hombres 8 | Dante A. J. Peralta públicos que no vivían de esas tareas, los periódicos eran, pues, partí- cipes ineludibles de los debates, con los límites de lo público propios de la época, identificables en cuanto a sus posiciones e intereses. Desde la década de 1910 y sobre todo a lo largo de la de 1920, como dice Sylvia Saítta, se fue consolidando un periodismo profe- sional y comercial, capaz de sobrevivir por la venta de publicidad y de ejemplares, alejado ya de las luchas partidarias en el marco de una incipiente sociedad de masas alfabetizada y demandante de ese tipo de productos. El caso de La Nación es un buen ejemplo: al respecto, Ricardo Sidicaro señala que en 1909 este diario anunció que aban- donaba la lucha partidaria para convertirse en “expresión y educador de la clase dirigente de la época”. En esa misma dirección, la mayor parte de los muchos periódicos fundados entre 1910 y 1930 asu- mieron un rol político no ligado ya de manera directa con partidos y facciones sino, más ampliamente, con la “cosa pública” y, a tono con lo que ocurría en general dentro del campo periodístico en todo el mundo, se atribuían la función de “vigilancia” o “control” de los poderes públicos, en nombre de la república, de la constitución, o de la democracia. Los nombres mismos de los diarios dan cuenta de esas funciones o de los lugares desde donde se ejercían. Uno de los géneros periodísticos típicos de esa etapa era el “suelto”, un tipo de nota en la que se comentaban, es decir, se contextualizaban ideológicamente, hechos cotidianos considerados relevantes que, a la vez, eran informados en el mismo acto discursivo. Las notas editoriales se reservaban para aspectos más amplios de la vida política, económica y social. Esos puntos de vista explícitos constituían lo que expresamente los diarios identificaban como su “propaganda”. El “favor del público”, medido según la tirada –a la vez, dato fundamental para la venta de espacio publicitario–, era la señal del buen rumbo que tenía la prédica. La propiedad de los diarios se mantenía, en general, de la misma forma: familias o sociedades pequeñas, con un director –en la mayor parte de los casos, principal socio accionista– reconocible y responsable directo de esa propagan- da. En nuestro país, Crítica y La Razón son ejemplos de ese tipo de prácticas periodísticas, y de las representaciones que las orientaban. Hacia la segunda década del siglo XX ya se había desarrollado un De ángeles torpes, demonios, criminales | 9 periodismo profesional, es decir, los periodistas vivían de su profe- sión, y su libertad de opinión individual podía entrar en colisión con los intereses del diario. La “libertad de prensa” comenzaba a encontrar sus límites en la “libertad de la empresa periodística” en la que los periodistas individuales trabajaban. La presencia o ausencia de firma en las notas pronto empezó a mostrar diferentes tipos de relación entre periodistas y empresas periodísticas. Avanzado un poco el siglo XX –por motivos complejos que no podremos revisar aquí pero que han sido contemplados por diversas teorías desarrolladas sobre todo a partir de la Segunda Guerra Mundial–, los diarios más prestigiosos y reconocidos como refe- rencia por otros actores sociales y políticos, habitualmente con los más altos volúmenes de venta, y que gustan calificarse con la cate- goría bastante confusa de “serios”, comenzaron a representarse a sí mismos como “objetivos” o, al menos, “imparciales”, y, por tanto, a colocar esos supuestos valores, la objetividad y la imparcialidad, como criterio de evaluación de las prácticas periodísticas. No niegan que forman “opinión pública” –sea lo que se quiera definir por ese concepto–, y de hecho mantienen sus eslóganes –“Un toque de atención para la solución argentina de los problemas argentinos”, de Clarín, por ejemplo–, pero pusieron en marcha y mantienen la pri- mera gran estrategia general: separar formalmente la “información”, a la que caracterizan como “objetiva” o “imparcial”, de la “opinión”. Consideran, entonces, que cada lector individual se “forma” una opinión a partir de sus propios razonamientos fundados en la infor- mación que le es ofrecida “objetivamente” por el diario. Y el acceso a la opinión es, entonces, “avisado”. Probablemente, el supuesto valor “objetividad” se apoye en un deslizamiento semántico, en una asociación no necesaria, entre “subjetividad” –en tanto concepto opuesto al de “objetividad”– y “mentira” o “dato no verificado” por un lado, y por el otro, entre “subjetividad” y “opinión”. La “objetividad” queda, entonces, asociada con la “información” y la “verdad”, como si fuera posible enunciar no subjetivamente.