La Política Militar De Montoneros Durante El Proceso De Reorganización Nacional (1976-1980)
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La política militar de Montoneros durante el Proceso de Reorganización Nacional (1976-1980) Larraquy, Marcelo 2007 Tesis presentada con el fin de cumplimentar con los requisitos finales para la obtención del título Licenciatura de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires en Historia [s-~T1s· ~----._ -- -.__.-~-- - . '~ . Tesis de Licenciatura de Historia La política militar de Montoneros durante Proceso de Reorganización Nacional (1976-1980). Marcelo Larraquy (L.U: 34.794) Carrera de Historia Facultad de Filosofía y Letras Universidad de Buenos Aires (UBA) . ; • t •• \ UN,lYERSlDAD O'F. ,BFF.NOS AIRES, FACUlJAll DE fKOSOfl\ Y LEJRAS Dirección de Bibiiiotec1s Sumario. 1. Hipótesis de trabajo. 2. Antecedentes historiográfico. Un estado de la cuestión. 3. Introducción. Las condiciones históricas antes del golpe militar. 4. Capítulo 1. La línea militarista. S. Capítulo 2. La resistencia (1976-1978). 6. Capítulo 3. 1979. La Contraofensiva: Agitación y Propaganda. 7. Capítulo 4. 1979. La Contraofensiva: los ataques militares. 8. Capítulo S. El fin de la lucha armada. 9. Capítulo 6. Una reflexión final. 10. Fuentes y Bibliografía. 2. Hipótesis de trabajo. Este trabajo se propuso abordar la reconstrucción de la política militar y la resistencia armada de la organización guerrillera Montoneros frente al gobierno militar que usurpó el poder del Es_tado a partir del 24 de marzo de 1976. El trabajo de investigación abarcó el período 1976-1980, con el estudio sobre las condiciones políticas y militares de los combatientes que permanecieron en el país luego del golpe y también con la descripción y el análisis de las condiciones de aquellos que regresaron al país desde el exterior entre 1979y1980, en una maniobra político-militar conocida como "La Contraofensiva", que concluyó con el fin de la política de lucha armada, decidida por la conducción nacional montonera a fines de 1980. El objetivo de este trabajo es intentar la realización de un aporte a la historiografía con la inclusión de una perspectiva que ha sido poco estudiada: la del militante político-revolucionario que en su práctica armada se convirtió en un combatiente de una organización guerrillera. Si bien son múltiples los trabajos de reconstrucción histórica que dan cuenta de la arquitectura del Estado Terrorista (1976-1983), en el que se concentraron las responsabilidades criminales del gobierno militar y la falta de esclarecimiento sobre el destino de las víctimas. Y si bien son también múltiples, a través del patrocinio de políticas oficiales, la producción de relatos acerca de la memoria de los desaparecidos y de sobrevivientes de la represión militar, este trabajo -sin desvalorizar las producciones precedentes- intenta analizarlos desde otro enfoque: reconstruir al desaparecido como sujetos políticos y militares en acción, en tanto actores centrales de la resistencia armada contra el gobierno militar. Esta perspectiva de estudio y análisis fue relegada en un segundo plano por la historiografía y los intentos de reconstrucción de la memoria social y colectiva sobre la 4écada del setenta: su condición de militantes armados de buena parte de la militancia revolucionaria ha sido dejada en un plano secundario, o directamente ha sido omitida, por la dificultad de alcanzar un consenso sobre la legitimidad de sus motivaciones que lo impulsaron a tomar las armas. Por último, esta tesis se propuso reconstruir el relato desde dos niveles de estudio: la conducción montonera después del golpe de Estado de 1976, haciendo foco en las estrategias militares adoptadas por su conducción antes de retirarse del territorio del conflicto, y luego ya desde el exilio; y, por otro lado, un abordaje desde la matriz política y militar del propio del combatiente que integraba el Ejército Montonero y fue actor del enfrentamiento directo contra la dictadura militar, desarrollando acciones armadas como forma de resistencia entre 1976 y 1978, y los que, estando fuera del país, volvieron a él entre 1979 y 1980, para continuar enfrentándola. 2. Antecedentes historiográficos: un estado de la cuestión. Una vez concluida la dictadura militar en 1983, el abordaje historiográfico y de las ciencias sociales no se propuso indagar sobre la complejidad de la lucha armada de la década precedente, sino que trabajó sobre la pérdida de las garantías del Estado de Derecho y los valores republicanos a partir de marzo de 1976 y en distintos momentos de la historia argentina. El relato de la construcción del Estado-Nación en 1880 por parte del régimen conservador y la ampliación del voto ciudadano a partir de la ley Sáenz Peña de 1912 fueron resaltados como parte del esfuerzo por la constitución de un régimen democrático-institucional de la sociedad argentina, un ámbito de expresión y negociación política, que se había interrumpido por primera vez en 1930, con el golpe militar y la imposición de la violencia desde el Estado. Es decir, según esta interpretación, con el uso de la violencia como instrumento político y el asedio de las corporaciones -básicamente: militar, sindical y empresaria- sobre el Estado, se habían ido erosionando los valores republicanos de la sociedad argentina. La búsqueda de esa "República perdida" -compuesta en un exitoso relato cinematográfico- fue el modelo de las intervenciones y producciones que guiaron a investigadores e intelectuales profesionales, quienes desde instituciones alentadas por el aparato cultural y científico oficial, intentaron producir un saber sobre la pérdida de la fe en las instituciones republicanas y la problemática de la transición democrática, después de la dictadura. Como contrapartida, la eclosión de violencia política de la década anterior, era contradictoria con el imaginario democrático que se intentaba reconstruir, tanto en su conexión con el pasado histórico, que como soporte de un proceso político-intelectual que reflexionaba ya el post-autoritarismo de la vida política argentina. Según este modelo interpretativo, la democracia como régimen político - que a su vez se erigía como un valor universal, fuente de ilusiones y esperanzas de la sociedad- no había sido responsable, ni había formaba parte, de los hechos sangrientos de la década anterior. De este modo, el estudio de la violencia política no contaba con una coyuntura política favorable. Otro de los imperativos argumentados en los años ochenta para excluir a la década precedente de la agenda historiográfica era la imposibilidad de "hacer historia profesional" sobre el pasado reciente. Por otra parte, muchos de los intelectuales habían participado activamente con distintos grados de protagonismo en los hechos de aquellos años, y por este motivo en ocasiones se consideraban inhibidos de realizar una reconstrucción de un pasado que los había involucrado. Desde esta perspectiva de análisis, el relato estaría condicionado por las pasiones políticas que la década había desatado y supondría un serio obstáculo a una labor que se proclamaba como profesional. Otra de las imposibilidades argumentadas para el no abordaje de la década con las reglas propias de la disciplina era sustentada también por la dificultad de obtener fuentes documentales escritas y testimonios orales sobre las organizaciones armadas. Por entonces, apenas reinstalado el proceso democrático, los ex miembros de las organizaciones guerrilleras eran objeto de persecución penal por su participación en episodios armados y podían llegar a ser incriminados a consecuencia de sus propios testimonios. Además, los relatos hegemónicos dominantes condenaban la práctica de la lucha armada y muchos de los ex militantes no estaban dispuestos, por ese motivo, a asumir en forma pública su compromiso de aquellos años por una sensación de incomprensión que resultaba significativa. Tomando en consideración la posible implicancia penal que podrían tener sus dichos, Montoneros aconsejó a quienes habían militado en sus filas a no presentarse como testigos en el Juicio a las Juntas; la mayoría de los que lo hicieron, prefirieron no hacer mención a su pasado montonero. Mientras la producción académica giraba en tomo a la complejidad del proceso de transición democrática y a la reconstitución post-autoritaria de la sociedad, en la esfera pública, el foco de las relatos se concentró en el descubrimiento de la metodología de aplicación del aparato represivo y el reclamo de rendición de cuentas al Estado Terrorista que acababa de retirarse del poder. Las denuncias registradas en la CONADEP (Comisión Nacional de Desaparición de Personas), impresas luego en el libro "Nunca Más", el Juicio a los comandantes de las Juntas Militares y las demandas de "justicia y verdad" por parte de organismos de derechos humanos sobre el destino de los detenidos-desaparecidos, fueron registradas desde producciones periodísticas y jurídico-políticas, que intentaron reproducir la dimensión del terror al que había sido sometida la sociedad argentina. En estas condiciones político• sociales, las organizaciones de derechos humanos -que no hacían mención a la militancia político-militar de muchas de las víctimas del terror estatal alcanzaron un importante de grado de legitimación en el espacio político y social. La presentación de la figura del desaparecido como una "victima inocente", carente de expresión política, impedía o difería la posibilidad de abrir el debate sobre los conflictos que habían regido en la década del setenta. El escenario político no parecía apropiado para incursionar en ese tipo de discusiones. Además, la idea transmitida en el Nunca Más, que advertía