Los y el corregidor como ejecutores de la represión de las conductas deshonestas en Gipuzkoa durante los siglos XVI, XVII y XVIII1

Les maires et le corregidor comme exécuteurs de la répression des conduites déshonnêtes en Gipuzkoa du XVIe au XVIIIe siècle The and the corregidor as executors of the repression of dishonest behaviours in Gipuzkoa from 16th to 18th centuries Alkateak eta korrejidorea, jarrera lizunen zapaltzaile, XVI., XVII. eta XVIII. mendeetako Gipuzkoan

Milagros ÁLVAREZ URCELAY Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea

nº 10 (2013), pp. 411-425

Artículo recibido: 08-03-2013 Artículo aceptado: 19-09-2013

Resumen: El presente artículo analiza el papel que los alcaldes y el corregidor de la Provincia de Gipuzkoa desempeñaron en la represión de los delitos relacionados con la sexualidad. Se señalan los distintos delitos de este ámbito juzgados en sus tribunales, el peso espe- cífico que autoridades locales y corregidor tuvieron como jueces en él, las relaciones que mantuvieron estos oficiales de la justicia civil ordi- naria entre ellos y las observadas con las demás jurisdicciones.

Palabras clave: Delitos sexuales. Tribunales de justicia. Jurisdicciones. Gipuzkoa. Edad Moderna.

Résumé: Cet article analyse le rôle que les maires et le corregidor de la province de Gipuzkoa ont joué dans la répression des délits liés a la sexualité. Sont examinés les différents crimes de ce type jugés dans leurs tribunaux, l´importance que les autorités loca- les et le corregidor avoient respectivement en qualité de juges, les relations entretenues entre ces officiers de la justice civile ordinaire, ainsi que ceux observés avec d´autres juridictions.

Mots clés: Délits sexuels. Tribunaux de justice. Juridictions. Gipuzkoa. Époque Moderne.

Abstract: This paper analyses the role that mayors and the corregidor of the province of Gipuzkoa played in the repression of sexuality-related crimes. It examines the different crimes of this kind tried in their courts, the relevance that local authorities and the corre- gidor respectively had as judges, the relationships between these civil justice officials, as well as those observed with other jurisdictions.

1 Este artículo ha sido realizado en el marco del Proyecto HAR2011-28427, financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación y dirigido por la Prof. Rosario Porres Marijuán con el título “Entre el fervor y la violencia: la sociedad vasca y la Iglesia en la Edad Moderna”.

Clio & Crimen ISSN: 1698-4374 nº 10 (2013), pp. 411/425 D.L.: BI-1741-04 Los alcaldes y el corregidor como ejecutores de la represión de las conductas Milagros Álvarez deshonestas en Gipuzkoa durante los siglos XVI, XVII y XVIII

Key words: Sexual crimes. Courts of Justice. Jurisdictions. Gipuzkoa. Modern Age.

Laburpena: Artikulu honetan, Gipuzkoako probintzian alkateek eta korrejidoreak sexualitateari lotutako delituak zapaltzeko zer-nolako betekizuna izan zuten aztertzen da. Hala, berariaz hartzen da aztergai zer delitu epaitu ziren Gipuzkoako auzitegietan gai horri lotuta, zer betekizun izan zuten tokian tokiko agintariek eta korrejidoreak epaile gisa eta zer harreman izan zuten justizia zibil arruntaren ofizial horiek, bai elkarren artean, bai gainerako jurisdikzioekin ere.

Giltza-hitzak: Sexu-delituak. Justizia-auzitegiak. Jurisdikzioak. Gipuzkoa. Aro Modernoa.

Clio & Crimen ISSN: 1698-4374 nº 10 (2013), pp. 412/425 D.L.: BI-1741-04 Los alcaldes y el corregidor como ejecutores de la represión de las conductas Milagros Álvarez deshonestas en Gipuzkoa durante los siglos XVI, XVII y XVIII

1. Introducción

as fuentes judiciales posibilitan la investigación de una gran variedad de Laspectos relacionados con las mentalidades y los comportamientos de quienes vivieron en la época en que fueron generadas. Su análisis nos acerca, desde luego, a lo que cada sociedad entendió como contrario al orden; a los modos, momentos y lugares concretos en que la transgresión, convertida en delito, se fue materializando y, como no, a los perfiles sociológicos de quienes la protagonizaron.También nos dan noticia de costumbres, hábitos y modos de vida, relatados por querellantes, querella- dos y cuantos testigos comparecen en las causas y, lógicamente, nos informan sobre el funcionamiento de la maquinaria judicial: las actuaciones de las distintas jurisdic- ciones e instancias, las características de los procedimientos por ellas incoados, su duración y coste económico, así como sobre la naturaleza de las penas que final- mente arbitraron. A lo largo de las siguientes páginas nos ocuparemos de algunas de esas cuestio- nes referidas al funcionamiento de la máquina judicial a las que acabamos de hacer referencia, y lo haremos a través de los procesos criminales que, con motivo de los distintos delitos relacionados con la sexualidad, instruyeron en Gipuzkoa quienes durante los siglos modernos personificaban la jurisdicción real ordinaria, esto es, los alcaldes y el corregidor2. El corregidor, en tanto que delegado permanente del rey en el territorio, compartía con los alcaldes ordinarios la jurisdicción sobre las causas civiles y criminales en primera instancia y, además, poseía la capacidad de recibir en apelación los autos o sentencias emitidos por los jueces locales. A esta característica de poder juzgar tanto en primera como en segunda instancia venía a sumarse el hecho de que el tribunal presidido por el corregidor era un tribunal itinerante, pues la institución del alternaba su sede entre las villas de Azkoitia, Azpeitia,Tolosa y San Sebastián, viajando con ella su tribunal.

2. La acción de alcaldes y corregidor contra la deshonestidad

Los alcaldes de las villas y el corregidor de la Provincia se ocuparon de atajar las conductas deshonestas de los guipuzcoanos adoptando, por una parte, medidas legis- lativas que, unidas a la normativa de origen real –y muchas veces a modo de deri- vación de ella- contribuyeron a configurar el carácter delictivo de estos comporta- mientos; además asumieron –a través de sus oficiales e incluso personalmente, sobre todo en el caso de los alcaldes- las tareas de vigilancia de personas y lugares sospe-

2 Hemos utilizado los pleitos criminales conservados en el fondo de Corregimiento del Archivo General de Guipúzcoa, situado en Tolosa, a los que nos referiremos mediante las abreviaturas AGG- GAO CO CRI (Archivo General de Guipúzcoa-Gipuzkoako Agiritegi Orokorra, Corregimiento, Criminales) y la numeración en cada caso correspondiente, pleitos en los que, además de las actua- ciones del corregidor, se recogen las de los alcaldes en aquellos casos que llegaron al tribunal del Corregimiento en grado de apelación.También hemos consultado los procesos criminales que, con motivo de estos delitos, instruyeron los alcaldes de cuatro villas guipuzcoanas representativas de dife- rentes comarcas del territorio: Irun, Hondarribia (Fuenterrabía), Bergara y Urretxu.

Clio & Crimen ISSN: 1698-4374 nº 10 (2013), pp. 413/425 D.L.: BI-1741-04 Los alcaldes y el corregidor como ejecutores de la represión de las conductas Milagros Álvarez deshonestas en Gipuzkoa durante los siglos XVI, XVII y XVIII chosos y, cuando la prevención no surtió efecto, detuvieron y juzgaron a los trans- gresores a través de procesos criminales mayoritariamente abiertos de oficio y de los que, salvo contadas excepciones, resultaban declarados culpables. El abanico de delitos contra la moral sexual al que prestaron atención los tribu- nales civiles guipuzcoanos incluye, por una parte, acciones que hoy día ubicaríamos en el terreno de las agresiones y abusos sexuales, también raptos cuyo objetivo con- sistía en vencer, por la vía de los hechos consumados, la resistencia de una mucha- cha o la de su familia al matrimonio. Los expedientes judiciales que recogen los pro- cedimientos criminales por estos motivos instruidos denominan “fuerza” o “violen- cia” a la acción que a través de ellos se pretende penalizar, y así se hablará de «Autos de ofizio de justizia contra Zeledon de Uriarte sobre la fuerza que hizo a Josepha de Achotegui doncella a fin de estruparla» o de «las violenzias executadas por Juan de Larrachado vezino de la poblazion de Alza con Ursola de Alberdi viuda3». Se hablará en estos proce- sos, pues, de “fuerza y violencia”, de “forzar” y de “gozar” o “conocer carnalmente” por estos medios. Cuando la víctima sea doncella –calidad que concurre en la mayo- ría de los casos- el resultado de la fuerza será la pérdida de su “entereza y virgini- dad”, denominándose entonces al encuentro sexual “estupro” y calificándose en consecuencia la acción de “estupro violento”.También observamos que, cuando la víctima es una mujer casada o viuda, se recurre a veces a calificaciones más difusas, de modo que es preciso esperar a las descripciones de los hechos para entender la naturaleza de lo realmente ocurrido. Hemos visto, por ejemplo, calificar de “insul- to” por parte del de San Sebastián el hecho protagonizado por Simón de Arzac en 1715, y así, en la apertura de autos, dirá el alcalde «que a noticia de su mer - ced acava de llegar que en jurisdicion de esta ciudad en despoblado se a cometido cierto insul - to», y no será hasta la descripción de hechos contenida en la sumaria cuando conoz- camos que el hombre había entrado, de noche y tras haber forzado una ventana, en la habitación de una mujer casada con la intención de violarla4. También resolvieron tanto los alcaldes como el corregidor un amplio número de demandas –casi siempre por vía criminal, aunque así mismo lo hicieron por la civil- presentadas por mujeres que declaraban haber accedido a la relación sexual bajo el engaño de una promesa –la mayoría de las veces de matrimonio- que luego el varón se había negado a cumplir. Se trata del delito que la Nueva Recopilación y la doc- trina jurídica de la época denominarán estupro5, y que la práctica judicial por nos-

3 Año 1716. Archivo Municipal de Bergara E-07-II C/239-07.y año 1744. AGG-GAO CO CRI 239,5, respectivamente. 4 «...haviendo entrado por alguna ventana o puerta al aposento de la dicha casa donde se allava acostada en cama la dicha Magdalena insultando la yntento forzar y reducirla a su voluntad»;AGG-GAO CO CRI 125, 6. 5 La Nueva Recopilación, aunque rubrica el Título veinte de su Libro octavo como “De los adulterios, incestos y estupros”, no incluirá luego el término “estupro” en ninguno de los desarrollos de las nueve leyes que componen el título, que irán dedicadas a reglamentar el adulterio, el incesto, la bigamia y los castigos para aquellos maridos que ejercen de rufianes de sus esposas. Serán los juristas quienes definan el delito que se esconde tras el término estupro: el acceso con doncella que se presume sedu- cida será como lo entiendan Antonio Gómez y Francisco de la Pradilla, mientras que otros (como Pérez y López) incluirán entre las posibles víctimas también a las viudas honestas (GÓMEZ,Antonio: Ad Leges Tauri Commentarium Absolutissimum, Lugduni, Sumptibus Petri Bruyset & Sociorum, 1761, pp. 475-476; PRADILLA Y BARNUEVO, Francisco de la: Suma de las Leyes penales.Y adicionado por el

Clio & Crimen ISSN: 1698-4374 nº 10 (2013), pp. 414/425 D.L.: BI-1741-04 Los alcaldes y el corregidor como ejecutores de la represión de las conductas Milagros Álvarez deshonestas en Gipuzkoa durante los siglos XVI, XVII y XVIII otros analizada recoge unas veces bajo esa misma denominación (que a la vez se uti- liza para designar simplemente el contacto carnal) y otras bajo la de “daños” o “daños estuprales”, haciendo referencia en estos últimos casos mencionados a las conse- cuencias que acarrea a la mujer el acto de seducción, que no son otras que la pérdi- da de la honra. A este conjunto de delitos realizados bajo el denominador común de la violencia o del engaño se suma, en la actividad de los jueces, ese otro grupo de relaciones a las que ambas partes accedían libremente pero que, desde el momento en que se ejercí- an fuera de la institución matrimonial –y dándose con frecuencia la circunstancia de que uno de los implicados fuera casado o cura- caían en el terreno de lo delictivo. Se trata de relaciones de variada tipología, tanto por los estados de quienes las protago- nizan como por su carácter más o menos estable o meramente ocasional.Al hablar de ellas se utilizará unas veces el término amancebamiento, y otras se las calificará de amistad, comunicación, trato o conversaciones ilícitas, expresiones que dentro de un mismo proceso pueden utilizarse como sinónimas o, por el contrario, diferenciarse, reservándose el término amancebamiento para designar aquellas relaciones en las que concurren unas circunstancias específicas, circunstancias que serían, precisamente, las que configurarían la conducta delictiva6. Dentro de estas ilícitas amistades encontramos también aquellas protagonizadas por hombres o mujeres conceptuados como especialmente promiscuos (por habér- seles conocido diferentes relaciones que, incluso, han podido desarrollar de manera simultanea) así como, en el caso de las féminas, las de quienes se tiene la sospecha o la certeza de su dedicación al comercio carnal. Ilícitos serían igualmente los contac- tos carnales mantenidos por parejas unidas por vínculos de parentesco, y que decir de los de carácter homosexual. Además, los jueces guipuzcoanos juzgaron desorde- nes directamente relacionados con la institución del matrimonio, como es el caso del adulterio (figura bajo la que sólo se procesará a las mujeres) la bigamia o el abando- no de hogar, e igualmente se ocuparon de esos otros delitos que podríamos ubicar dentro de las consecuencias del ejercicio de la sexualidad transgresora, y así juzgaron a madres solteras o a mujeres solteras embarazadas, lo mismo que se ocuparon de averiguar la identidad de las madres de criaturas que habían aparecido abandonadas (muertas o vivas) en sus jurisdicciones. Los procesos judiciales abiertos para el conjunto de los delitos que acabamos de mencionar constituyen porcentajes que, dependiendo del tribunal, oscilan entre un

Licenciado don Francisco de la Barreda.Y ahora de nuevo añadido por el Licenciado don Juan Calderon.Abogado de los Reales Consejos, Madrid, 1639, cap.V, p. 3; PÉREZ Y LÓPEZ,Antonio Xavier: Teatro de la legis - lación universal de España e Indias,Tomo XIII, Madrid, 1796, p.170). 6 Los defensores de los encausados por este tipo de relaciones suelen insistir en la necesidad de que, para que la relación pueda calificarse de amancebamiento, es preciso que exista entre la pareja una relación que podría denominarse como de semi-cohabitación, pues si bien no se requiere que habi- ten de continuo en la misma casa, se señalan unos signos (comer en una mesa, dormir en una cama, entradas y salidas frecuentes, tanto de día como de noche del uno en la casa del otro) que refieren a una continuidad en el trato y a una familiaridad similares a la convivencia matrimonial. Debe ade- más la mujer ser mantenida por el hombre y ser todo ello público y materia de escándalo aún vigen- te en el momento de iniciarse el procedimiento judicial. Por último, al menos uno de los protago- nistas ha de ser casado o clérigo.

Clio & Crimen ISSN: 1698-4374 nº 10 (2013), pp. 415/425 D.L.: BI-1741-04 Los alcaldes y el corregidor como ejecutores de la represión de las conductas Milagros Álvarez deshonestas en Gipuzkoa durante los siglos XVI, XVII y XVIII

6.21 y un 11.31% del total de las causas criminales vistas durante los siglos XVI, XVII y XVIII7. Dentro de este conjunto, sin embargo, se incluyen delitos cuya pre- sencia numérica es bien diferente, tanto en lo que se refiere a sus valores relativos dentro de un mismo tribunal como en lo que concierne a la comparación entre los diversos tribunales. El grupo más significativo lo forman, en la inmensa mayoría de los casos, aquellos comportamientos concernientes a la sexualidad bajo engaño, materializados en demandas por reparación de daños que genéricamente se definen como “por estupro”, y que con frecuencia incluyen también compensaciones por el alumbramiento de criaturas fruto de esas uniones. Excepción hecha del tribunal del de Urretxu (donde su número es inferior al de las causas por rela- ciones ilícitas o deshonestas) la cantidad de esta clase de querellas (interpuestas siem- pre por las víctimas o sus tutores) supera -casi siempre ampliamente- a las sustancia- das por relaciones ilícitas y amancebamientos, que son el siguiente grupo en impor- tancia numérica, llegando a triplicarlo (como ocurre en Hondarribia), cuadriplicar- lo (en Bergara) o incluso quintuplicarlo, como ocurre en el tri bunal del Corregimiento. Constituyen más de la mitad del total de procesos instruidos en tres de los cinco tribunales analizados, llegando, en el caso del Corregimiento, a suponer casi un 78%. Solo en los tribunales de las villas de Hondarribia y Urretxu se sitúan sus cifras por debajo de ese 50%. Si además tenemos en cuenta que esta clase de demandas también se interpusieron por la vía civil, su relevancia numérica aún resul- ta más destacable. El conjunto de comportamientos reunido bajo el epígrafe de relaciones ilícitas constituye el siguiente en importancia en los cinco tribunales investigados. En él hemos agrupado tanto esa clase de relaciones de pareja que son calificadas unas veces de ilícitas y otras de amancebamiento, como aquellos comportamientos más escan- dalosos -por su promiscuidad- que abarcan transgresiones que son denomi- nadas de manera muy diversa en las causas, incluidas aquellas sospechosas de perte- necer al mundo de la prostitución. Suponen desde el 14.28% sobre el total de aten- tados a la moral sexual contabilizado en Bergara (muy cercano al 15.53% del Corregimiento) al casi 43% observado en Irun, pasando por ese porcentaje cercano al 23% de Hondarribia y el 32.25% de Urretxu. A partir de aquí encontramos delitos cuya presencia no siempre se detecta. Destacan en este sentido, tanto por su importancia numérica como por tratarse de un tipo de causa no encontrada en los demás tribunales, los procesos colectivos abiertos contra las madres solteras de Zumarraga que, a pesar de haber sido instrui-

7 Hemos contabilizado a este efecto únicamente los expedientes criminales conservados en los archi- vos municipales de Hondarribia, Irún y Urretxu, cuyos datos serían los siguientes: Hondarribia Total de causas criminales conservadas para el período 1509-1800: 772 Delitos contra la moral sexual: 48 (6.21 del total) Irún Total de causas criminales (periodo 1546-1800): 518 Delitos contra la moral sexual: 42 (8.10% del total) Urretxu Total de causas criminales (periodo 1540-1800): 273 Delitos contra la moral sexual: 31 (11.31% del total)

Clio & Crimen ISSN: 1698-4374 nº 10 (2013), pp. 416/425 D.L.: BI-1741-04 Los alcaldes y el corregidor como ejecutores de la represión de las conductas Milagros Álvarez deshonestas en Gipuzkoa durante los siglos XVI, XVII y XVIII dos por alcaldes de ese lugar, se conservan en los fondos criminales del archivo de Urretxu. A los 6 procesos por ese motivo abiertos (que suponen un 19.35% de los delitos contra la moral sexual conservados en ese archivo) podría añadírsele –por la similitud de su objetivo- otro más, promovido para investigar el embarazo de una moza de Idiazabal recién llegada a la villa de Uretxu, y que tampoco encuentra correspondencia en ningún otro de los tribunales analizados. Tampoco las agresiones sexuales están presentes en los cinco tribunales, lo mismo que los raptos, en algunos de los cuales se denuncia también la existencia de viola- ción. No encontramos ni unas ni otros en Urretxu, apareciendo ambos, sin embar- go, en Corregimiento y Bergara. En el tribunal del Corregimiento las 11 agresiones sexuales consumadas o solo intentadas suponen un 2.75% y los 5 raptos un 1.25%. En Bergara agresiones y raptos suponen, respectivamente, un 4.39 y un 2.19%. En Hondarribia solo encontramos procesos por violaciones (2,que conforman una pro- porción de algo más del 4%) y en Irun únicamente hallamos denuncias por rapto, en términos cuantitativos similares a los de las violaciones de Hondarribia. El incesto es un delito que sólo aparece diferenciado en el tribunal del Corregimiento, pues aunque en las relaciones ilícitas juzgadas por los alcaldes ordi- narios también aparecen algunas de carácter incestuoso, esa circunstancia es men- cionada a modo de agravante, instruyéndose el pleito por el carácter extramatrimo- nial de la relación y quedando, en ese sentido, subsumido dentro de las causas por relaciones ilícitas en general. Los delitos directamente relacionados con el matrimonio tienen una presencia escasa, y tampoco los encontramos en todos los tribunales: la bigamia sólo se encuentra en Corregimiento, y representada por un único caso que nos hace pen- sar que el castigo de esta transgresión debió ocupar fundamentalmente a los tribu- nales inquisitoriales, pues fue el Santo Oficio quien finalmente juzgó este único ejemplo. El igualmente poco representado adulterio femenino fue juzgado tan solo en Urretxu y Bergara (uno y dos casos respectivamente) y en esta última villa e Irun se denunciaron abandonos de hogar protagonizados por esposas, no habiendo teni- do noticia en ninguno de los tribunales del caso contrario, esto es, denuncias por un abandono de hogar protagonizado por el esposo. De excepcional, desde luego, merece calificarse el único proceso por homose- xualidad masculina que hasta el momento hallamos en la Provincia, y que fue ins- truido por el alcalde ordinario de Urretxu8. Ni la homosexualidad femenina ni la zoofilia tienen representación en la práctica judicial guipuzcoana, de no ser indirec- tamente en querellas por injurias, en las que los querellados han afirmado que aque- llos que los denuncian han mantenido esa clase de relación.

8 Año 1569. Archivo Municipal de Urretxu E-06-II Lib.2 Exp. 28. Proceso de oficio contra Joanes de Ibarguren, vecino del lugar de Alzo, y Pedro de Vicuña, del lugar de Galarreta en Álava. En el Archivo Histórico de Protocolos de Gipuzkoa se conserva el interrogatorio que el alcalde de Hondarribia (Fuenterrabía) realizó a los responsables del hospital sobre el delito de sodomía come- tido por un peregrino francés, pero esta es la única noticia que poseemos sobre el proceso (Año 1536. AHPG-GPAH 3/0306: 9r-10v. Escribanía Ibáñez de La Plaza, Juan).

Clio & Crimen ISSN: 1698-4374 nº 10 (2013), pp. 417/425 D.L.: BI-1741-04 Los alcaldes y el corregidor como ejecutores de la represión de las conductas Milagros Álvarez deshonestas en Gipuzkoa durante los siglos XVI, XVII y XVIII

Los procesos instruidos tras la aparición de criaturas abandonadas muertas distan mucho de poder calificarse de frecuentes (sólo uno en Corregimiento e Irun, dos en Hondarribia y, la cifra absoluta más alta, cuatro en Bergara) si bien porcentual- mente se igualan, en los tribunales de Bergara y Hondarribia, a los valores alcanza- dos por las agresiones sexuales. Las causas por exposición de criaturas vivas (de las que no se conserva ningún ejemplo en Irun) cuentan con un único expediente en Urretxu y Hondarribia, convirtiéndose en porcentajes de 3.22 y 2.08% respectiva- mente. En el tribunal del Corregimiento, con dos procesos por este motivo, sólo representa un porcentaje de 0.5% y Bergara, con 11 causas por abandono de criatu- ras abiertas a lo largo del periodo, se convierte en el tribunal de mayor presencia relativa de este problema, pues supera el 12%. La alcahuetería, lo mismo que el delito de encubrimiento de cualquiera de estas transgresiones a la moral sexual, no ha sido objeto específico de apertura de ningu- na causa, pues estas acciones fueron juzgadas en procesos abiertos por amanceba- miento, vida escandalosa, mala vida o cualquiera de esos calificativos que se dieron en aplicar a las relaciones ilícitas. Es este el motivo por el que no hemos distingui- do este delito al ocuparnos del análisis cuantitativo de las causas. El análisis cuantitativo de los procesos criminales abiertos por motivos relaciona- dos con la moral sexual indica que, si bien el tribunal del Corregimiento tenía, como decíamos al principio, la capacidad de recibir las apelaciones de los autos o senten- cias dictados por los alcaldes guipuzcoanos, actuó fundamentalmente como tribunal de primera instancia, compitiendo, en este sentido, con los jueces municipales. Que las actuaciones del corregidor como juez tuvieron mayor relevancia numérica en la primera instancia que en la segunda es algo que se constata en todos los delitos con- tra la moral sexual estudiados: de los 62 procesos que juzgó por amancebamiento y relaciones ilícitas de diversa índole, 30 ( prácticamente la mitad) fueron iniciados en el propio tribunal, casi todos de oficio; además, en otros 12 casos los alcaldes le remi- tieron procesos cuyo conocimiento prefirieron delegarle al poco de haberse abierto los autos, de manera que, entre los que el propio corregidor inició y estos que los alcaldes voluntariamente le remitieron, el tribunal del Corregimiento juzgó en pri- mera instancia algo más de un 74% de los procesos, siendo únicamente 16 (es decir, alrededor de un 19%) los que recibió en grado de apelación de auto o sentencia emitida por un juez local. En otros delitos el porcentaje de casos juzgados en pri- mera instancia fue incluso mayor, pues de las 11 agresiones sexuales en las que entendió el tribunal en 9 lo hizo en primera instancia (81.8%) y también en primera instancia vio la totalidad de los casos de rapto que juzgó. El hecho de que el corregidor actuara –al menos en lo tocante a estos delitos concernientes a la sexualidad- como juez de primera instancia no significa, sin embargo, que su tribunal se convirtiera en el principal escenario de la lucha contra la deshonestidad.Aunque desconocemos por el momento el número total de causas que el conjunto de los alcaldes pudo llegar a iniciar durante los siglos modernos, la mera confrontación de las juzgadas por el corregidor con las que pasaron ante los alcaldes de Bergara, Urretxu, Irun y Hondarribia indica que fueron los jueces loca- les quienes llevaron el peso principal de la represión de la sexualidad transgresora, pues si el corregidor entendió en un total de 399 procesos (contando entre ellos los

Clio & Crimen ISSN: 1698-4374 nº 10 (2013), pp. 418/425 D.L.: BI-1741-04 Los alcaldes y el corregidor como ejecutores de la represión de las conductas Milagros Álvarez deshonestas en Gipuzkoa durante los siglos XVI, XVII y XVIII que le llegaron en apelación) solamente los alcaldes de estas cuatro villas llegaron a sumar 212. La menor importancia cuantitativa del corregidor como juez de primera instan- cia resulta aún más evidente si descontamos las apelaciones y nos fijamos en los dife- rentes delitos por separado: en el apartado de amancebamientos y relaciones ilícitas los alcaldes de las cuatro villas mencionadas abrieron 53 procesos, mientras que los corregidores del mismo período iniciaron sólo 30; incluso sumados a esta cantidad los 12 que desde los tribunales municipales se les remitieron (en los que, en conse- cuencia, también actuaron los corregidores como jueces de primera instancia) no se llega a alcanzar el número total de lo que, en definitiva, no constituye sino una pequeña muestra de los jueces locales guipuzcoanos. En otros delitos la diferencia a favor de los alcaldes es aún mayor, como ocurre con el adulterio, delito del que no contamos con ningún ejemplo en Corregimiento, o con los procesos abiertos tras la aparición de criaturas muertas o vivas, que suman 20 entre las cuatro villas mencio- nadas, mientras que sólo hemos podido contar 3 en el Corregimiento. Bien es cier- to que en algunos delitos –como es el caso de los raptos y de las agresiones sexua- les- los corregidores juzgaron más casos que los alcaldes de la muestra seleccionada, pero la diferencia no parece lo suficientemente relevante como para no ser com- pensada con creces por los jueces locales del conjunto de las villas guipuzcoanas, pues 9 y 5 fueron, respectivamente, las agresiones sexuales y raptos en los que enten- dieron los corregidores en primera instancia, no muchos más que los 6 y 4 que juz- garon los alcaldes. Los corregidores juzgaron en primera instancia a transgresores a quienes ellos mismos habían tenido ocasión de arrestar en el transcurso de rondas de vigilancia9, así como a aquellos que por su privilegiada posición podían inhibir la actuación de los jueces locales10.También actuaron en primera instancia los corregidores a denun- cia de particulares quejosos de la falta de iniciativa de ciertos alcaldes o a querella ante ellos presentada por idéntico motivo11, y obviamente debieron ocuparse de ins- truir autos contra personas a sugerencia de otras instancias tanto religiosas como civiles12. Los alcaldes les remitieron, además, autos que ellos habían abierto pero que prefirieron no juzgar. Incumbían casi siempre a mendigos, prostitutas y gentes ubi- cadas en la marginalidad, carentes de bienes embargables con los que costear el pro- ceso y que, en consecuencia, resultaban gravosos para las arcas municipales; por ello, apoyándose en las pragmáticas reales contra vagabundos y gentes de mal vivir o aprovechando la coincidencia de residir en la misma ciudad el tribunal del

9 En el transcurso de una ronda detuvo el corregidor a Juan de Landa (casado) y Sebastiana de Olaziregui, una noche en el muelle de San Sebastián, procediendo inmediatamente a la apertura de autos contra ellos (año 1702. AGG-GAO CO CRI 103,12). 10 Como ocurrió en el caso de los autos abiertos contra Don Juan Felipe de Murguía Idiaquez «por incontinencia y otras cosas» (año 1713.AGG-GAO CO CRI 118,2). 11 Año 1735. AGG-GAO CO CRI 190,6. 12 Año 1727.AGG-GAO CO CRI 148,4 (autos abiertos a instancias del obispo de Pamplona). y año 1750. AGG-GAO CO CRI 277,7 (autos abiertos a instancias del gobernador del Consejo Real).

Clio & Crimen ISSN: 1698-4374 nº 10 (2013), pp. 419/425 D.L.: BI-1741-04 Los alcaldes y el corregidor como ejecutores de la represión de las conductas Milagros Álvarez deshonestas en Gipuzkoa durante los siglos XVI, XVII y XVIII

Corregimiento, remitieron a él esos procesos13. También, dentro de estos procesos remitidos, hallamos algunos concernientes a personajes que podían gozar de cierta posición en la comunidad, prefiriendo los alcaldes delegar estas causas espinosas «en atencion a algunas justas causas» o «para que se pueda actuar con mayor libertad y rectitud» y tampoco estuvo ausente de los motivos de estas remisiones la escasez de medios que afectaba de manera especial a la justicia local14. Pero fueron los alcaldes quienes juzgaron el grueso de las contravenciones a la moral sexual.A ellos llegaban en pri- mer lugar las noticias referentes a las distintas clases de desórdenes que se producían en sus villas, y ellos debieron, en consecuencia, tratar de ponerles remedio, aunque después los implicados, en desacuerdo con su procedimiento o con sus sentencias, acudieran al corregidor. El hecho de que el corregidor tuviera, como los alcaldes, la capacidad de juzgar en primera instancia y que, además, pudiera recibir en alzada las causas por ellos ini- ciadas significaba, en la práctica, la supeditación de los alcaldes ordinarios a la juris- dicción del corregidor, y ello daría lugar a más de un momento de tensión entre ambas instituciones. La pugna se inicia casi simultáneamente al envío ininterrumpido de corregido- res permanentes a Gipuzkoa en la década de 1480, haciendo suya la Provincia la defensa de la jurisdicción municipal. Ya para 1491, entre las condiciones con que en Gipuzkoa se recibe a los corregidores, se incluye el compromiso de no intromisión en los pleitos pendientes ante los jueces concejiles. Pocos años después, en abril de 1497, una Carta Real Patente expedida a petición de la Provincia prohíbe al corre- gidor de Gipuzkoa advocar para sí las causas presentadas ante los alcaldes ordinarios, excepción hecha de los casos de Corte. Durante los siglos XVI y XVII se sucederán las ejecutorias y provisiones reales mediante las cuales la Provincia obtiene respues- ta favorable por parte de la Corona a sus reivindicaciones, pero precisamente esta rei- teración es la mejor prueba de su ineficacia, lo mismo que de la tenacidad de los municipios en mantener la función judicial que tenían encomendada desde la con- cesión de su fuero fundacional o privilegio de exención.Aún en 1737 se firma una

13 Eran vagabundos los implicados en las siguientes causas: año 1734, AGG-GAO CO CRI 181,4; año 1737, AGG-GAO CO CRI 203,5; año 1741, AGG-GAO CO CRI 224,5 y año 1743, AGG- GAO CO CRI 234,3. Acusadas de actividades ubicadas en la prostitución fueron, por ejemplo, las procesadas en: año 1741, AGG-GAO CO CRI 224,3 y año 1748,AGG-GAO CO CRI 265,10. 14 «Justas causas» fue el motivo aducido por el alcalde de Lazkao para remitir al corregidor los autos iniciados de oficio contra Lucas Antonio de Burinaga por amancebamiento; el acusado, además de casado, era escribano numeral, por lo que posiblemente esta fuera la razón por la que el alcalde pre- firió desentenderse de su proceso (año 1750. AGG-GAO CO CRI 278,4). «Para que se pueda actuar con mayor libertad y rectitud» fue la razón que el alcalde de Azkoitia esgrimió para la remisión de la causa contra Julián de Urquina, casado y vecino de la villa.Aunque el hombre era clavetero y su profesión no indica, en principio, una especial posición en la comunidad, la vincu- lación que en ocasiones pudo existir entre el juez y los acusados (por razones de parentesco, amistad o simple vecindad) pudo influir en la derivación de estas causas (año 1740. AGG-GAO CO CRI 218,10). La ausencia de recursos económicos o personales es explícitamente mencionada en más de una ocasión: el alcalde de Zarautz remitió en 1737 al corregidor unos autos «atento que esta villa tiene actualmente cortos medios para seguir en forma esta causa» (AGG-GAO CO CRI 203,5) y el de Orio hizo lo propio en 1748, escribiendo en su auto «que mediante sus ocupaciones y falta de ministros para la curia necesaria mandava hacer remiçion de todos los autos que se an fulminado» (AGG-GAO CO CRI 257,12).

Clio & Crimen ISSN: 1698-4374 nº 10 (2013), pp. 420/425 D.L.: BI-1741-04 Los alcaldes y el corregidor como ejecutores de la represión de las conductas Milagros Álvarez deshonestas en Gipuzkoa durante los siglos XVI, XVII y XVIII

Concordia -confirmada por una Real Provisión de 1745- entre la Provincia y el corregidor por el mismo asunto, y es que ni el fuero ni las leyes reales eran suficientes para desarraigar estas controversias, fundadas siempre en la práctica que se alegaba por parte del tribunal del Corregimiento y en la diversa interpretación que daban al fuero los corregidores15. Los conflictos de competencias entre los tribunales municipales y el del corregi- dor que hemos tenido ocasión de constatar tuvieron como origen las apelaciones que los acusados hicieron al tribunal superior, bien de alguno de los autos dictados por el alcalde (casi siempre se trató de los autos de denegación de libertad provisio- nal) bien solicitando la nulidad de lo hasta entonces procedido por el juez local y el traslado de la causa al Corregimiento. Aunque por lo general estas apelaciones se resolvieron sin que se produjeran fricciones entre los jueces de uno y otro tribunal, más de una vez los alcaldes se resistieron a ceder el conocimiento de la causa al corregidor, no enviando los autos que éste les solicitaba ni obedeciendo las órdenes emitidas por el delegado real en la Provincia; tras esas negativas iniciales –que supu- sieron meses de dilación en la resolución de las causas- los alcaldes no tuvieron más remedio que acceder a las requisitorias del corregidor.

3. Las relaciones de los tribunales reales ordinarios con las demás jurisdicciones

En la compleja red de jurisdicciones existente en la época, los desórdenes en materia de sexualidad podían ser competencia de los tribunales reales ordinarios a los que nos acabamos de referir (pues, en principio al menos, podían juzgar cual- quier delito cometido por civiles), pertenecer a la jurisdicción eclesiástica ordinaria (que, además de encargarse de los clérigos, era competente en materia de desórde- nes contra la moral y el matrimonio) o recaer en la del Santo Oficio de la Inquisición, pues esta jurisdicción, además de velar por la ortodoxia en cuestiones relacionadas con la fe cristiana, juzgó también, dependiendo del momento y del territorio, delitos como la bigamia, el incesto o el pecado nefando. Además de esta jurisdicción especial (que actuaba tanto sobre clérigos como sobre civiles en función del delito que unos u otros hubieran cometido) existían aquellas otras –también especiales- que incumbían a los miembros de un estamento en concreto, como era el caso de la jurisdicción militar. A través de los procesos criminales analizados nos es posible también aproximar- nos al conocimiento de las relaciones entre las distintas jurisdicciones que compar- tían el ámbito de la transgresión sexual. Si bien es cierto que al limitarse nuestro aná- lisis a las causas juzgadas por los alcaldes y el corregidor no podemos llegar a con- clusiones definitivas sobre lo que los otros tribunales juzgaron, sí es factible al menos señalar los momentos de fricción o, por el contrario, de colaboración observables a través de esos procesos.

15 La relación de las disposiciones más relevantes a este efecto pueden consultarse en SORIA SESÉ, Lourdes, Derecho municipal guipuzcoano: categorías normativas y comportamientos sociales,Vitoria-Gasteiz, 1992, pp. 62-64.

Clio & Crimen ISSN: 1698-4374 nº 10 (2013), pp. 421/425 D.L.: BI-1741-04 Los alcaldes y el corregidor como ejecutores de la represión de las conductas Milagros Álvarez deshonestas en Gipuzkoa durante los siglos XVI, XVII y XVIII

En lo que se refiere a la jurisdicción militar, los jueces no tuvieron ningún pro- blema en entregar a sus autoridades aquellos militares que habían sido arrestados bajo sospecha de haber protagonizado alguna clase de desorden de carácter sexual. Lo hicieron en cuanto tuvieron conocimiento de la pertenencia de los detenidos a ese estamento, y sin que fuera necesario que mediara una reclamación previa por parte de la otra jurisdicción. Tenemos incluso constancia de algún caso en que, a pesar de haber sido entregados a la jurisdicción militar la persona y autos de un sos- pechoso, el juez civil no tiene impedimento en interrogar a éste en la prisión mili- tar, a fin de ampliar la información sobre los sospechosos civiles contra quienes con- tinúa instruyendo causa, evidenciándose así la colaboración que en determinadas situaciones pudo existir entre ambas jurisdicciones16. Sí mantuvieron los jueces civiles discrepancias con algunos acusados que trataron de esquivar a la justicia manifestando pertenecer al estamento militar no siendo cier- to, pues a este fuero apelaron algunos acusados como estrategia para detener la acción de los jueces ordinarios y, en este sentido, fue motivo de discusión entre acu- sados y fiscales (así como con los propios jueces) motivando igualmente dilaciones en los procesos. Sin embargo, nunca hubo problemas cuando la justicia civil ordina- ria tuvo constancia de que los reos pertenecían efectivamente al estamento militar, y tampoco hemos observado situación alguna de discrepancia directa entre las auto- ridades judiciales civiles y las militares. Con la jurisdicción inquisitorial se mantuvo una pugna por la competencia del único caso de bigamia que hemos tenido entre manos, cuyo conocimiento acabó siendo remitido al Santo Oficio17. El corregidor había abierto proceso de oficio por bigamia contra Tomás de Elizondo y lo había llevado preso a la cárcel provincial de San Sebastián. En el transcurso de la sumaria, sin embargo, se topó con la resistencia del vicario de Zizurkil a exhibir el libro de casados y velados de su parroquia (en la que Tomás había contraído su primer matrimonio), pues argumentaba el vicario haberlo exhibido ya al comisario general de la Santa (Don Martín de Ben) quien, al parecer, también había tomado ya cartas en el asunto. La justicia ordinaria continuó sus averiguaciones recibiendo testimonios tanto en Zizurkil como en Legazpia (donde el acusado se había casado por segunda vez), incluido el del teniente de vica- rio de esta última localidad,quien no había tenido problema en exhibir ante el escri- bano comisionado al efecto su libro de casados. Recibió también el corregidor la confesión de Tomás y de su segunda mujer (a quien igualmente había llevado presa a la cárcel de la Provincia) y nombró promotor fiscal que formuló la acusación con-

16 El teniente de corregidor tomó declaración en el castillo de San Sebastián a Don Joseph de Tutor, que había sido detenido junto con otro varón y tres mujeres en la vivienda de estas últimas, bajo sos- pecha de relaciones ilícitas. Puesto que se comprobó que el hombre era militar, se transfirieron sus autos al gobernador, trasladándose asimismo su persona desde la cárcel de la Provincia a la del casti- llo. Habiendo declarado varios vecinos que una de las mujeres habría dado a luz una criatura cuya paternidad atribuían al militar, el teniente de corregidor deseará interrogarle al respecto, no tenien- do en ello impedimento y pudiendo comprobar que, efectivamente, eran ciertas las afirmaciones del vecindario.Año 1698 AGG-GAO CO CRI 97,13. 17 Año 1665. AGG-GAO CO CRI 56,3.

Clio & Crimen ISSN: 1698-4374 nº 10 (2013), pp. 422/425 D.L.: BI-1741-04 Los alcaldes y el corregidor como ejecutores de la represión de las conductas Milagros Álvarez deshonestas en Gipuzkoa durante los siglos XVI, XVII y XVIII tra ambos. El pleito se hallaba ya en su fase plenaria cuando, en virtud de un man- damiento expedido por el comisario del Santo Oficio, el corregidor dio orden ver- bal al alcaide de la cárcel provincial de hacer entrega de Tomás al alguacil mayor del Santo Oficio para llevarlo a la cárcel de la Inquisición sita en Logroño. Puesto que la mujer había sido liberada dos meses antes bajo juramento, el traslado de Tomás a Logroño significará la suspensión de los autos a todos los efectos. Desconocemos las conversaciones –y las posibles discusiones- que ambas jurisdicciones mantuvieron hasta que se produjo este desenlace, pues -excepción hecha de la negativa del vica- rio de Zizurkil a exhibir el libro de casados- nada de ellas se deja traslucir en el expe- diente que contiene la causa, pero sin duda debió haberlas, para que finalmente el corregidor hiciera cesión de su competencia al Santo Oficio. Este es, por lo demás, el único ejemplo de fricción entre las jurisdicciones inquisitorial y ordinaria del que hemos tenido conocimiento. En lo que se refiere a las relaciones que las jurisdicciones civil y eclesiástica man- tuvieron a la hora de reprimir estos comportamientos sobre los que ambas podían declararse competentes, la imagen que nos llega de ellas desde la práctica judicial civil es la de ausencia de fricciones importantes, más allá de las puntualmente producidas con motivo del refugio en sagrado. Los fugitivos tenían el derecho a acogerse a un lugar sagrado cuya inmunidad estaban obligados a respetar los agentes de la justicia, no pudiendo sacar de él por la fuerza al refugiado. Las autoridades civiles podían poner guardias que vigilaran el recinto para proceder al arresto en caso de que el fugitivo decidiera salir, pero estas guardias no podían mantenerse indefinidamente, de modo que en la mayoría de los ejemplos en los que esta situación se produjo el refu- gio en sagrado del acusado supuso, en la práctica, la suspensión de los autos, si bien también alguno de estos fugitivos fue juzgado y condenado en rebeldía. La cuestión del refugio en sagrado ocasionó más de un quebradero de cabeza a los jueces y más de un conflicto con las autoridades eclesiásticas, especialmente en aquellos casos en que no quedaba claro si el fugitivo había logrado acogerse debi- damente al recinto, y sus perseguidores –entendiendo que no lo había hecho- lo habían apresado. Cuando situaciones de este estilo se produjeron, los jueces civiles recibieron las quejas de los responsables eclesiásticos de los recintos presuntamente violados y ordenaron abrir investigación al respecto, recibiendo los testimonios de alguaciles, curas y cuantas personas hubieran estado presentes en el momento de los hechos. En los casos por nosotros manejados estas situaciones dudosas se resolvieron siempre a favor del refugio en sagrado, determinándose la restitución del fugitivo a sagrado y apercibiendo a los oficiales que habían violado la inmunidad del recinto de que serían duramente castigados en caso de volver a cometer semejante acción. En relación con este mismo asunto de la inmunidad del sagrado, también se topa- ron de vez en cuando los jueces con la resistencia de algún cura a hacer entrega de la mujer que le servía por criada; lo hizo el rector de Alkiza, negándose a entregar al alguacil enviado por el alcalde a Catalina de Gorza, su criada, a quien se acusaba de mantener una relación con cierta persona que visitaba mucho la casa del rector. Cuando el alguacil comunicó al rector la orden del alcalde para que la mujer se pre- sentara en la casa concejil, obtuvo por respuesta «que si no tenia orden del señor obispo no entrasen a la parte interior de aquella casa el dicho señor alcalde ni su dicho alguacil, ni

Clio & Crimen ISSN: 1698-4374 nº 10 (2013), pp. 423/425 D.L.: BI-1741-04 Los alcaldes y el corregidor como ejecutores de la represión de las conductas Milagros Álvarez deshonestas en Gipuzkoa durante los siglos XVI, XVII y XVIII pasasen por su puerta a dentro por ser excusado esto donde avita un rector18». La resistencia del rector a entregar a su criada –pues por dos veces acudió el alguacil a la vivienda obteniendo siempre la negativa por respuesta- motivó que el alcalde remitiera la causa al corregidor y, cuando éste emplazó a Catalina a comparecer ante él en el plazo de dos días, recibió un certificado médico firmado por el médico de Tolosa en el que se decía que la mujer no podía salir de su casa sin detrimento de su salud, por padecer una enfermedad llamada podagra. En virtud de este certificado, el corregi- dor suspendió la providencia que había tomado y permitió a Catalina guardar su casa por carcelaria. Pero excepción hecha de algunos episodios aislados,protagonizados por miembros concretos del estamento clerical, las relaciones que mantuvieron las jurisdicciones civil y eclesiástica parecen haberse desarrollado en ausencia de tensiones e, incluso, con amplios espacios de colaboración. Además de haber observado con frecuencia a los curas locales acudir a los alcaldes en solicitud de actuaciones contra transgresores a quienes previamente habían amonestado y de haberles visto prestar sus testimonios en las sumarias abiertas por alcaldes y corregidor, también ocurrió que el corregi- miento abriera proceso a instancias del obispado o que, al contrario, el obispo inter- viniera para atajar los casos de amancebamiento de una determinada población sin que su alcalde se mostrara molesto por ello19. Incluso en ocasiones el corregidor dio muestras de confiar más en el clero local que en el alcalde de la jurisdicción a la hora de encomendar las tareas de vigilancia a los sospechosos de conductas deshonestas, y así el alcalde de Soraluze (Placencia de las Armas) no supo que uno de los curas había recibido el encargo de vigilar a Martín de Unamuno Areizaga (en libertad bajo fianza mientras se instruía proceso en Corregimiento por amancebamiento con la nodriza encargada de la crianza de su hija) hasta que el clérigo le hizo partícipe del asunto mostrándole la carta escrita por el corregidor al efecto20. Para entonces el cura y sus espías llevaban ya tiempo siguiendo los pasos del encausado, y si notificó al alcalde la tarea fue para comuni- carle que Martín había desobedecido la orden de no comunicar con la nodriza y que, en consecuencia, era preciso hacer algo. Pero no terminó ahí la intervención de los curas, ya que, estando retenido Martín Ignacio en la cárcel, intercedieron por él el predicador mayor de la orden de San Francisco de Elgoibar y otros sacerdotes de Soraluze, asegurando que el hombre estaba arrepentido y con propósito de enmienda; decidió entonces el alcalde no ini- ciar actuación contra él y darle suelta tras seis días en prisión. Consultó a continua- ción el alcalde a Don Ignacio de Iraola (el mismo cura a quien el corregidor había

18 Año 1744. AGG-GAO CO CRI 237,1. 19 En 1727 el corregidor instruyó causa contra dos hermanas residentes en Ikaztegieta a instancias del obispo de Pamplona; previamente el obispo había dado comisión al rector de la parroquia de Ikaztegieta para que recibiera información sumaria sobre el comportamiento de las hermanas y, tras su recepción, la envió al corregidor para que procediera contra ellas (AGG-GAO CO CRI 148,10) y tenemos noticia de una actuación del obispo de Calahorra en Bergara, en la que «determino y mando que las mugeres que asi se hallaban amanceuadas o se casasen o fuesen echadas del lugar» (1726. Archivo Municipal de Bergara E-07-II C/356-07). 20 Año 1727. AGG-GAO CO CRI 150,9.

Clio & Crimen ISSN: 1698-4374 nº 10 (2013), pp. 424/425 D.L.: BI-1741-04 Los alcaldes y el corregidor como ejecutores de la represión de las conductas Milagros Álvarez deshonestas en Gipuzkoa durante los siglos XVI, XVII y XVIII encargado en un principio la vigilancia del encausado) qué debía hacer con la nodriza que aún tenía en su cárcel, y determinó éste que se la expulsara de la villa bajo amenaza de vergüenza pública. Como vemos, aunque quien ejerció su juris- dicción fue el alcalde (pues apresó al varón y expulsó de la villa a la nodriza) fueron los curas de Soraluze quienes decidieron cuando y cómo debía actuar, y lo hicieron avalados por la que el corregidor había hecho a uno de ellos. Quizás este episodio que acabamos de reseñar debería entenderse más en la clave de las rencillas entre corregidores y alcaldes que en la de la colaboración entre las jurisdicciones eclesiástica y civil. En cualquier caso, el alcalde no pareció molesto por la preferencia hacia los curas mostrada por el corregidor, y cuando éste le solicitó noticia de sus actuaciones y la entrega de los autos que, en su caso, hubiera iniciado, respondió con una larga carta en la que, relatando todo lo sucedido, finalizaba diciendo no haber llegado a abrir causa. A modo de conclusión diríamos que tanto los alcaldes como el corregidor de la Provincia juzgaron un amplio abanico de delitos contra la moral sexual, delitos que con frecuencia no aparecen claramente definidos, como ocurre en el caso de las rela- ciones heterosexuales consentidas, en las que no acaba de apreciarse una clara dife- renciación entre amancebamiento y otras calificaciones, que unas veces se presentan como sinónimas y otras no. La sexualidad bajo engaño (materializada en demandas por reparación de daños que genéricamente se definen como “por estupro”) consti- tuye casi siempre el grupo de procesos más numeroso, representando más de la mitad del total de causas instruidas por delitos relacionados con la sexualidad en tres de los cinco tribunales analizados, y llegando en el del Corregimiento a casi un 78%. El siguiente en importancia numérica es el grupo de las relaciones ilícitas y amanceba- mientos (que en Urretxu llega a ser el primero) mientras que el resto de las conduc- tas juzgadas (agresiones sexuales, rapto, incesto, sodomía, bigamia, adulterio, abando- no de hogar, procesos abiertos contra madres solteras, exposición de criaturas e infan- ticidio) tienen una escasa presencia y no se detectan en todos los tribunales. Fueron los alcaldes quienes –a tenor tanto de la cantidad como de la variedad de causas juzgadas- soportaron la mayor parte de la responsabilidad en la represión de la deshonestidad, y la pugna con los corregidores por mantener su función judicial se manifestó en ocasiones mediante la resistencia a ceder al representante del rey el cono- cimiento de causas que habían sido objeto de apelación.En cuanto a las fricciones que pudieron darse entre las distintas jurisdicciones que tenían competencia en materia de desorden sexual, la práctica judicial no ofrece una imagen de grandes tensiones, sien- do por otra parte frecuentes los ejemplos de colaboración entre la justicia civil y la eclesiástica.

Clio & Crimen ISSN: 1698-4374 nº 10 (2013), pp. 425/425 D.L.: BI-1741-04