lbargüengoitia a contrareloj Ibargüengoitia a contrareloj. Francisco Arroyo, José Argueta, Joy Laville, Margarita Villaseñm� María Luisa Mendoza, Luis García, Eugenio Trueba, Ana Rosa Domenella, Luis Palacios, Benjamín Valdivia, Georgina García. Diseiio de portada e i11 feriares: Diseii.o31 León García, Marco A. Hernández Fonnació11 de i11 feriares: Erika Rojas Sierra

Primera edición: Congreso del Estado de Guanajuato Segunda edición: octubre 2006 ©Senado de la República, Mesa Directiva. LX Legislatura.

Impreso en México 1 Pri11ted i11 lbargüengoitia a contrareloj

FRANCISCO ARROYO JOSÉ ARGUETA JOY LAVILLE MARGARITA VILLASEÑOR MARÍA LUISA MENDOZA LUIS GARCÍA EUGENIO TRUEBA ANA ROSA DOMENELLA LUIS PALACIOS BENJAMÍN VA LDIVIA, GEORGINA GARCÍA

1 Con la venia... FRANCISCO ARROYO VIEYRA

stoy seguro: si Jorge Ibargüengoitia Antillón vi­ viera en estos tiempos en los que sus paisanos hemos decidido hacerle un reconocimiento pú­ blico, reivindicatorio de su genio y de su ingenio, felicitándonos al mismo tiempo de ser sus coterráneos, nos hubiera hecho víctimas de su humor acibarado. Pero también creo que si le explicásemos que sólo asumimos una parte del obligado ritual de los actos públicos, y que somos genuinos, desinteresados, festejantes de él y de su obra, nuestra sinceridad provocaría un gesto generoso de su parte y aceptaría la invitación; como con tanta disposición la aceptó su esposa, Joy Laville, a quien hago un agradecido reconocimiento por aceptar compartir esta fiesta. Como ya lo explican en este libro varios de los amigos de Jorge Ibargüengoitia, éste tuvo con Guana­ juato una relación dual. De amm� por su mamá dofía Luz, su familia Antillón y las cosas valiosas, lo más profundo de Guanajuato; pero también de odio y des­ precio, por ese Guanajuato esclavo de las formas y que se iba quedando estéril, en contraste trágico, y por mal

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asimilado, cómico, con su fertilidad de antaño. Con ese Guanajuato anquilosado, ruinoso, fue inclemente. Y ese Guanajuato por él ironizado le correspondió puntual, vengativamente, con una de sus armas más letales: la indiferencia y la negación ofi ciales, que preten­ den cubrir con polvo de olvido a los ciudadanos que le disgustan, que cuestionan su hegemonía cultural, ¡y más en Cuévano!, y que 11Se atreven" a no mirar el mundo con sus antiparras. Jorge fue, ante todo, un hombre libre, que siempre estuvo dispuesto a pagar el precio que fuera por esa libertad que tanto, y tan gozosamente, ejerció. Y fue, al mismo tiempo, disfrutador de las cosas buenas de la vida, las verdaderamente buenas: una cultura que se re­ fina por decisión propia y no por adopción de formas importadas, e impostadas; una amistad que se vive co­ mo parte de la vida de uno mismo; una vida pública en la que cada quien cumple puntualmente su rol: el político en esforzarse en gobernar bien, y los ciudadanos en criticarlos, y en criticarse mutuamente. Si no ¿para qué serviría la denwcracia? Casi podríamos decir que Ibargüengoitia resolvió un doble problema de identidad con su obra, de tan abundantes referencias, apenas disimuladas y casi nun­ ca sesgadas, a Guanajuato: se sabía guanajuatense, pero no le gustaba serlo de uno de esos Guanajuatos; también se sabía descendiente de gente próspera venida a menos, y le disgustaba participar de esa morbosa nostalgia aristocrática, más que nunca llena de ridiculeces y po­ ses. Con ambas cosas fue un críti�o inclemente, pero al mismo tiempo rescató para sí, y para sus lectores, lo mejor de ellas: la autenticidad guanajuatense y la verdadera elegancia, que no tiene porque ser artificiosa ni grotesca. Habría que hacer caso del propio Ibargüengoitia cuando le salía al paso a las categorizaciones que lo ubi-

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caban como humorista. Nunca lo fue; no en el sentido de que se hubiera propuesto "hacer chistes" para que la gente riera (lo que le provocaba molestia: que la gente se pusiera a reír de los defectos que él sefialaba. O peor: que se pusiera adusta y se sintiera ofendida). Fue, con una personalísima mirada, y más a la manera de S tendal, un retratista de su sociedad y de su tiempo que tomaba la parte que le atraía más, porque le parecía más importante: los hábitos y ritos, sociales y personales; es decü� la parte cultural. Y ahora lo podemos decir todos: los cambios tienen que ser culturales para que funcionen, pero cuando, entonces y ahora, hay alguien que como Jorge aplica el instrumento crítico, no faltan, sobran los que se sienten ofendidos y contraatacan. Y lo que pasa es que tenemos que ser más flexibles y tolerantes; dejar de apretar los dientes y cambiarle el sentido a eso de ser serio, para que quede con:w sinónimo de responsable y ya no siga siendo de, risiblemente, solemne, rígido y enemigo del buen humm� que es la única tabla que nos salvara, de la crisis, todavía en curso. Así le cambiaríamos también la connotación de cárnico al humorista, y Jorge lo podría asumir; antes no. Sobre todo, los guanajuatenses como pueblo, nos hemos esforzado por entender mejor a esa personalidad y su ser ibargüengoitianos de libertad y autenticidad para poderla compartir con todo México, con la certeza del valor que Ibargüengoitia representa una de las grandes aportaciones a las letras nacionales. Seguimos con admiración y afecto a nuestro autm� no para tratar de parecérnosle, sino para entender mejor su propuesta... y cambim� sólo para mejor vivir.

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Jorge Ibargüengoitia 1 decía de sí mismo

ací en 1928 en Guanajuato, una ciudad de provincia que era entonces casi un fantasma. Mi padre y mi madre duraron veinte años de novios y dos de casados. Cuando mi padre murió yo tenía ocho meses y no lo recuerdo. Por las fotos deduzco que de él heredé las ojeras. Ya adulto encontré una carta suya que yo podría haber escrito. Al quedar viuda, mi madre regresó a vivir con su familia y allí se quedó. Cuando yo tenía tres afios fuimos a vivir a la capital; cuando tenía siete, mi abuelo, el otro hombre que había en la casa, murió. Crecí entre mujeres que me adoraban. Querían que fuera ingeniero: ellas habían tenido dinero, lo habían perdido y esperaban que yo lo recuperara. En ese camino estaba cuando un día, a los veintiún años, faltándome dos para terminar la carrera, decidí abandonarla para dedicarme a escribir. Las mujeres que había en la casa pasaron quince años lamentando esta decisión -"lo que nosotras hubiéramos querido", decían, "es que fueras ingeniero"-, más tarde se acostumbraron.

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Escribí mi primera obra literaria a los seis años y la segunda a los veintitrés. Las dos se han perdido. Yo había entrado en la Facultad de Filosofía y Letras y estaba inscrito en la clase de Composición Dramática que daba Usigli, uno de los dramaturgos más conocidos de México. "Usted tiene facilidad para el diálogo", dijo, después de leer lo que yo había escrito. Con eso me marcó: me dejó escritor para siempre. Al principio parecía que mi carrera literaria iría por el lado del teatro y seria brillante. Mi primera co­ media fue puesta en escena, con éxito relativo, en 1954, la segunda lo fue en 1955, las dos fueron recogidas en antologías del teatro mexicano moderno, Usigli me designó para que lo reemplazara cuando se retiró, gané tres becas al hilo -única manera que había entonces de mantenerse en México siendo escritor-. Pero llegó el año de 1957 y todo cambió: se acabaron las becas -yo había ya recibido todas las que existían-, una mujer con quien yo había tenido una relación tormentosa, se hartó de mí, me dejó y se quedó con mis clases, además yo escribí dos obras que a ningún productor le gustaron. (En esto intervino un factor que nadie había considerado: tengo facilidad para el diálogo, pero incapacidad para establecerlo con gente de teatro). Siguieron años difíciles: hice traducciones, guiones para película, fui relator de congreso, escribí obras de teatro infantil, acumulé deudas, pasé trabajos. Mientras tanto escribí seis obras de teatro que nadie quiso montar. En 1962 escribí El atentado, mi última obra de teatro. Es diferente a las demás: por primera vez abordé un tema público y basé la trama en un incidente real, la muerte, ocurrida en 1928, de un presidente mexicano a manos de un católico. La mandé a un concurso en México y no pasó nada, la mandé a Cuba y ganó el premio de teatro de la Casa de las Américas en 1963. Durante quince

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afíos, en México, las autoridades no la prohibieron, pero recomendaban a los productores que no la montaran "porgue trataba con poco respeto" a una figurahistórica. Fue estrenada en 1975. El atentado me dejó dos beneficios: me cerró las puertas del teatro y me abrió las de la novela. Al documentarme para escribir esta obra encontré un material que me hizo concebir la idea ele escribir una novela sobre la última parte ele la revolución mexicana basándome en una forma que fue común en esa época en México: las memorias de un general revolucionario. (Muchos generales, al envejece1� escribían sus memorias para demostrar que ellos eran los únicos que habían tenido razón). Esta novela, Los relámpagos de agosto, fue escrita en 1963, ganó el premio de novela Casa de las Américas en 1964, fue editada en México en 1965, ha sido traducida a siete idiomas y en la actualidad, dieci­ siete años después, se vende más que nunca. El éxito de Los relámpagos ha sido más prolongado que estruendoso. No me permitió ganar dinerales pero cambió mi vida, porque me hizo comprender que el medio de comunicación adecuado para un hombre in­ sociable como yo es la prosa narrativa: no tiene uno que convencer a actores ni a empresarios, se llega al lectm� sin intermediarios, en silencio, por medio de hojas escritas que el otro lee cuando quiere, como quiere, de un tirón o en ratitos y si no quiere no las lee, sin ofender a nadie -en el comercio de libros no hay nada comparable a los ronquidos en la noche de estreno-. Aparte de Los relámpagos he escrito cinco novelas y un libro de cuentos que, si quiere uno clasificarlos, se dividen fácilmente en dos tendencias: la pública, a la que pertenecen Los relámpagos de agosto (1964), Maten al león (1969) -la vida y la muerte de un tirano hispanoamericano-, Las m.uertas (1977) -obra basada en acontecimientos famosos que ocurrieron en el interior

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de un burdel- y Los pasos de López* -que está inspirada en los inicios de la guerra de independencia de México. Los sucesos presentados en estas novelas son reales y conocidos, los personajes son imaginarios. La otra ten­ dencia es más íntima, generalmente humorística, a veces sexual. A ella pertenecen los cuentos de La ley de Herodes (1967), Estas ruinas que ves (Premio Internacional de Novela "México", 1974) y Dos crímenes (1979). En 1965 conocí a Joy Laville, una pintora inglesa radicada en México, nos hicimos amigos, después nos casamos y actualmente vivimos en París.

*Publicada en España con el título Los Conspiradores. Artículo publicado en el No 100 de la revista Vuelta, marzo de 1985.

12 1 Estas ruinas que (no) ves ...

JOSÉ ARGUETA ACEVEDO (*)

n fresquito otoi'í.al, y el tequila a la vista, en medio de un sábado giievon, compusieron el cuadro propicio para la ¿ceremonia?: el regreso definitivo, aunque en cenizas, de Jorge Ibargüengoitia al Cuévano de sus repulsas -"un agujero de tuzos ...un nido de víboras ... un manicomio grandote"-, tanto como de su cultura familiar. Onmipresente, no obstante, lo mismo en lo singular de su estilo como en su obra. La inapelable matría, que diría don Luis González. Una suerte de retorno del hijo pródigo, aunque éste no haya tenido la oportunidad de opinar sobre el lance, según se cuchicheó entre la escéptica concurrencia. El día: la víspera de la elección interna priísta. No hubo mayores preparativos, ni tribunas ni podios. Como tampoco una convocatoria pública. En cambio, sí una improvisación que por leyes del azar resultó virtuosa, porque acabó con los restos de solem­ nidad que, casi por inercia, llevaban de reserva los

*Esta crónica fue publicada originalmente en la revista Mi/e¡¡io Scma11al, en octubre de 1999.

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representantes de la autoridad. La espontaneidad acabó construyendo una escena cuasi ibargüengoitiana. Fue voluntad de la pintora Joy Laville, la esposa, con quien, decía Ibargüengoitia, se encontraron "con la tranquilidad de quien se ha enfrentado a su destino". La consideración fue práctica: "Jorge nació aquí en Gua­ najuato, y sus padres eran también guanajuatenses, en­ tonces es muy apropiado que sus cenizas se queden aquí, en el parque que era de su bisabuelo" (el general Florencio Antillón), comentó con toda tranquilidad la viuda. Todo esto de llevar los restos del famoso gua­ najuatense a su tierra empezó hace tres o cuatro meses, en la sobremesa de una comida en la casa de Nadia Piamonte, en . Laville externó su inquietud sobre la suerte que correrían las cenizas de Ibargüengoitia cuando ella muriese, pues resulta que desde 1983 -cuando Avianca, la línea aérea colombiana de la tragedia, se las entregó, no en una urna, sino en una botella desechable­ las conservaba en su casa. Presente en la reunión, el diputado federal del distrito guanajuateño, Francisco Arroyo Vieyra, propuso el traslado a Guanajuato y Joy aceptó. En el centro del acto ya había una cuchufleta, que, sine1nbargo, quedará para la posteridad. En complicidad con Arroyo, el artista local Javier Hernández, Capelo, escribió en la placa de mayólica que cubre el nicho en el que quedaron las cenizas: Aquí descansa Jorge lbar­ güengoitia, en el parque de su bisabuelo, que luchó contra

los franceses . .. lo que es una verdadera patraña. Para los no enterados: el propio Ibargüengoitia relata que su bisabuelo llegó a Puebla "con una mala suerte notable, el día, o un día después de la batalla". La asistencia no llegaba a la treintena, de los cuales la mayoría éramos ciudadanos de a pie, aunque todos célebres. Algunos contemporáneos de Ibargüengoitia,

14 rt------José Argueta 1 varios políticos priístas, sintomáticamente ningún panis­ ta y, extrañmTtente, tampoco perredistas. Partícipes del chisme, mucho se comentó la ausencia de La mujer que no, porque además ya vive en el pueblo, pero más la promesa de Saríta, esa sí, presente, que anunció que a partir de entonces todos los días llevará flores a Jorge. Un desaliñado, aunque cumplidm� maestro de ceremonias, daba los turnos de las intervenciones. A una escueta semblanza siguió el discurso periférico del presidente municipal, Luis Felipe Luna Obregón, quien sólo se congratuló, a nombre de la ciudad, del suceso, sin meterse en berenjenales alegóricos, como la Reconciliación de la Ciudad con su Hijo, de los que seguramente no iba a salir bien librado. La periodista, del diario A.M., Shaday Larios -nieta de un duro conservador universitario - leyó una evocación de Joy Laville que se publicó hace 14 años en Vuelta, mientras el historiadm� y colaborador del diario Correo de hoy, Arturo Miranda hacía lo propio con un artículo de Ibargüengoitia sobre sí mismo. Pero faltaba lo mero bueno. Invitado de última hora, cmno él mismo lo confesó, el Padre Fonseca fue a ofrecer la Oración Fúnebre del caso. Empezó por recono­ cer que nunca había leído a Ibargüengoitia, aunque prometió hacerlo a partir de ahora. Ofreció esforzarse en la improvisación, a la que atribuyó virtudes divinas. Citó que se había dicho que al recordado le gustaban las mujeres, y lo disculpó interrogando al infinito: ¿Quién

110 ha sido tentado ... ? Hasta los santos. Es decir... El sacerdote aventuró que si Ibargüengoitia había sido dotado por Dios para escribh� y si eso había hecho su felicidad y así lo había servido bueno era, y seguro gozaba del Reino de los Cielos. Dijo también que ahora que estaban ahí en el parque, a ver si no llegaba alguien que se robase las cenizas ... Agotado su discurso, anunció el fin: Es todo, los dejo. Me tengo que ir, porque tengo otra movida, se despedía, mientras se frotaba las manos.

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La conclusión fue general: era un cura escapado de algún cuento de Ibargüengoitia. A los tequilas, parte del homenaje porque era la bebida predilecta de Ibargüengoitia, aunque con ello las propias autoridades violaban el Bando de Policía y Buen Gobierno, que prohibe beber alcohol en la vía pública, las murmuraciones se generalizaban. Que si a Jorge le encrespaban las ceremonias; que qué hacía un cura ahí, si seguro era ateo; que por su legendaria crítica a Guanajuato acaso Jorge no hubiera querido reposar en su ciudad natal; que quién sabe si esas eran las cenizas de Jorge, o de él y muchos otros, porque se recordó que entre los restos del avionazo sólo se le identificópor un zapato. .. Cotilleos aparte, el autor dramático que acabó prefiriendo escribir novelas, no era ateo, sino católico, aunque a la postre el asunto religioso lo dejase indife­ rente, como lo recordó su muy cercano amigo, el pintor guanajuatense Luis García Guerrero, ya fallecido tam­ bién. Gabriel Zaid recuerda: "Ibargüengoitia ve1úa del catolicismo (si es que lo abandonó) ..." Respecto a Guanajuato, la relación siempre fue conflictiva, pero no de ruptura. García Guerrero decía que: "No era un guanajuatense orgulloso de serlo, y consideraba que haber nacido allí había sido un acci­ dente". A Margarita Villaseñm� Jorge le confesaba: "Me fui antes de cumplir un año de edad. Pero Guanajuato se fue conmigo. Mi mamá, mi tía... Los recuerdos que ellos tenían" . Y también: "Guanajuato es mi casa, es mi gente, es mi familia ... pero uno siempre reniega de la familia porque no la escogió". Sin embargo: "Guanajuato es nü punto de partida ... aunque a veces pienso que es puro recuerdo". Ya achispados con el tequila, agonizante el acto, ocurrió un suceso que a muchos apenó, pero también movió a sugerir de nueva cuenta que un travieso espíritu de Ibargüengoitia se manifestaba: un traspié hizo caer de

16 11------José Argueta 1 bruces a Eugenio Trueba, y le produjo una leve herida e inflamación en la entre ceja, sin mayores consecuencias. A Tr ueba, dos veces rector de la Universidad de Guanajuato y expresidente del Suprenw Tribunal de Justicia, se le ha llegado a considerar la antípoda guanajuatense de lbargüengoitia. Y sí, tuvieron diferencias públicas que llegaron a la agria polémica y al final distanciamiento. De cualquier manera, Ibargüengoitia regresó a Guanajuato. Si el acto es reconciliatorio, los cuevanenses tendrían que decirlo: no se sabe de alguna obra de él que hayan editado la Universidad de Guanajuato o el Instituto de Culhua de Guanajuato. Tal vez ahora sí surjan las ganas de recuperarlo de verdad.

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1 Llevaba ur1 sol adentro Joy LAVILLE

orge estaba trabajando en una novela que, ten­ tativamente, iba a llamarse Isabel cantaba cuando llegó la invitación para el encuentro de escritores en Colombia. Camino a ese encuentro, ya se sabe, ocurrió Jel accidente. Jorge había dudado al principio: no quería interrumpir el trabajo de su libro. Sin embargo, cuando la hora de tornar una decisión llegó, él estaba en un momento de su novela en el que tenía que detenerse y cmnenzarla de nuevo. Eso era normal ya que así traba­ jaba él, deteniéndose de vez en cuando y comenzando todo otra vez. Algunas veces tardaba varios días en tener una idea clara de por dónde dirigiría la nueva corriente de su historia. Pero una vez que encontraba la solución nada lo detenía y cambiaba muchísimo su versión anterior. Algún personaje secundario se con­ vertía en protagonista, otro que antes era asesinado esta vez era el asesino. Cambiaba a sus personajes incluso físicamente. Vivíamos en París desde hacía algunos aí1os, sin frecuentar a mucha gente. No pocas de las cenas que hacíamos en casa con amigos fueron cocinadas por Jorge.

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Le gustaba inventar recetas y mezclaba, con mucho acierto según nuestros amigos, la cocina italiana con la mexicana. Hacía muchos platos diferentes y disfrutaba especialmente hacer las compras para la cena. Sobre todo con la vida de barrio que hay en París, donde cada uno de los comerciantes (el de los quesos, el de los vinos, el del pan) ya conocía a Jorge, lo aconsejaba y lo complacía en sus gustos. Había un vendedor de periódicos que se parecía increíblemente a un tío suyo de Guanajuato. Jorge no dejaba de divertirse con el parecido y llegó a tener un trato cordial con ese hombre. Muchas veces hacía un recorrido un poco más largo para comprarle a él los periódicos en vez de adquirirlos en la esquina. A Jorge le gustaba mucho caminar en París. Se convirtió en lo que los franceses llaman un flaneur: al­ guien que pasea por las calles disfrutando muchísimo todo lo que se ve, sin un rumbo muy fijo y disponible siempre a la sorpresa. Caminar al lado del río era un gran place1� así como recorrer los puestos de bouquinistes: los libreros de viejo que tienen sus pequeños puestos so­ bre los muelles del Sena. Hay algunos barrios en los que las calles mismas son muy agradables y Jorge llegó a conocer muy bien la ciudad. Hacía esas caminatas generalmente por las tardes, porque en las mañanas escribía y era muy riguroso consigo mismo en la con­ tinuidad de su trabajo. Por las mañanas cada uno se hacía su propio desayuno. El mío era muy escueto mientras que a Jorge le gustaba que fuera más bien abundante. Luego escribía en su estudio durante toda la mai1ana. Su mesa estaba al lado de una ventana desde la cual se veía un colegio de señoritas. Cuando ellas salían de sus clases a la calle, Jorge interrumpía su trabajo y se quedaba viéndolas. Me recordaba entonces al personaje de la novela Lolita; y él se divertía mucho cuando se lo mencionaba. Cuando interrumpía su trabajo al mediodía se acercaba a mi estudio y me

20 !}------Joy Laville 1 ofrecía un tequila. Tomábamos siempre algo juntos antes de comer. Después él leía acostado o escribía un poco, o salía a pasear. Mante1úa su estudio con un orden meticuloso. Escribía con máquina y le fascinaban todas las cosas que venden en las papelerías. Sus expedientes y cuadernos de notas eran también muy ordenados. Siempre acompañaba su trabajo en las novelas con un cuaderno de reflexiones sobre el desarrollo de la trama y sus personajes. Disfrutaba enormemente el largo proceso de escribir y reescribir sus libros. Era un hombre fun­ damentalmente alegre: llevaba un sol adentro. Jorge era agudo, dulce y alegre.

Artículo publicado en el No 100 de la "Revista Vuelta, marzo de 1985.

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Conversaciones frente 1 al mar de la presa... MARGARITA VILLASEÑOR

• De qué se ríen? No sé. No soy un humorista ) ni un payaso. No trato de hacerme el gracioso, sólo \.1 digo lo que veo como lo veo. Y digo lo que pienso. ¿Cáustico? ¿Sarcástico? ¿Irónico? ¿Mordaz? ¿Te gustan las falsas piedades? ¿La envidia de la buena? ¿Tú crees, Margarita que desgasto el tiempo con burlas y buenas puntadas?. Me preguntó Jorge, una mafiana en la que tomábamos el sol en el cerro de "La Bufa". Tienes un sentido de la vida muy peculiar. Contesté. -Ay, los eufemisnws, nifia, siempre los eufemis­ mos. Es justo lo que detesto, y es justo el lado fuerte de los guanajuatenses y de los mexicanos. Ustedes les llaman "muchachas" a las criadas; de un tipo que es un bueno para nada, dicen que ha tenido mala suerte; le llaman a la verdad mentira y a la mentira verdad. Las virtudes cardinales son aquí el disimulo, "el cumplir"' ... "Yo ya cumplí con decirle, con hablar por teléfono, con hacerme presente", Fíjate en tu mamá, en mi mamá", Fíjate en tí misma, ¿Te hago una pregunta?

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-Sí, claro" ... ¿Por qué te pintas las uñas? ¿Por qué te pones en los labios ese rojo tan provocativo? ¿Aspiras a ser prostituta? Yo me río y Jorge sigüe adelante: -¿Ya ves? ... Te ríes, porque no sabes qué hacer. Ni siquiera te enojas ¿Piensas que es un chiste? -Es tu manera de ver las cosas ... Eres tú. Así. Jorge le da un trago a su "pachita" de negroni. Fuma. -¡Ay, niña qué desesperación con esta realidad encubierta por un velo ¿Cómo dirían ustedes? Defe­ rencia, delicadeza, buen tino, mentiras piadosas ... Un velo al fin y al cabo. Pero detrás surgen los chismes, las intrigas, las palabras insidiosas. Rumores y cuchicheos Espionaje tras los visillos. Sospechas y suposiciones ... Esto no es un cuento de hadas y brujas. Es la vida. Es la historia de este país, sacada de un libro de lech1ra con una imagen de la Patria en la portada, coronada de laureles y envuelta en la bandera tricolm� ¿O a poco crees que el Pípila fue un héroe? No se te ocurre pensar que el espai'iol rebelde le gritó al indígena humilde: "¡Oye tú, Pípila, échate una losa al lomo y ve a quemar esa puerta?" ¿En serio crees que la Revolución fue una pelotera que se armó por discusiones de justicia social o por una argumentación ideológica, ¿Mi patria es primero?, ¡No! Santa Anna fue el inventor de este sistema. Aquí la Conquista la hicieron los indios y la Independencia los españoles. Don Porfirio nos dejó atisbar el mundo europeo y hacemos bailes de quince años y vernisagges, La mitad de la población es analfabeta, pero eso sí, muy elegantes y cosmopolitas nos vamos a París en una excursión que no entendemos, bajo la custodia de un guía de huistas a quien le vale un pepino lo que nos pasa. Pero eso sí. Compramos para viajar maletas y ropa

24 Margarita Villaserñor 1 nueva. Argozomamos a los nifios con gorros de piel de conejo y nos ponemos zapatos amarillos (por supuesto, fabricados en León). En París o en Roma lo único que se hace es comer y beber. "El Espagueti lo hace mejor mi tía, y con estos platillos franceses ya estoy extrafiando los chilaquiles". ¡Por Dios, nií'í.a, por Dios! Aquí todos los pecados capitales están permitidos, siempre y cuando se disfracen en una mascarada de indulgencia, "Deberías estar agradecido con h1 tío fulano que te heredó todo". Sí, todas sus deudas y sus decepciones. "Deberías sentirte orgulloso, porque somos una familia de abolengo". Sí, pero sin un quinto. Esto es un agujero, Margarita. Un agujero de tuzos. Si no te vas, te quedas atrapado. Habría que construir una muralla rodeando Guanajuato: Esto es un nido de víboras o mejor aún: Bienvenido a Guanajuato que es un manicomio grandote. -Bueno, Jorge ¿te voy a ayudar o no a hacer los diálogos de cine? -Eso es lo que se llama la maniobra del torero: la graciosa huída. Cambio de tema, número y jugada ¿Por qué volviste al terrui1o? ¿Te hacía falta la Presa de San Renovato?. Ya hiciste un doctorado, Escribes bien ... -¿Por qué estás tú aquí, ahora? -Por curiosidad. Me fui antes de cumplir un aí'í.o de edad. Pero Guanajuato se fue comnigo. Mi mamá, mi tía ... Los recuerdos que ellas tenían. Las viejas costumbres. La casona solariega. El viaje en barco a Europa, con carpintero y todo. Los Antillón. Mis papás fueron novios más de treinta afios.Al finalse casaron. He observado muchas veces el retrato de bodas. Mi mamá tiene cara de plácida satisfacción. Mi papá tiene un gesto de desconcierto. Murió antes de que yo naciera. Pero ahí vamos todos, de un lado para otro, con el único objetivo de hacerme tm hombre de bien. -Y lo lograron.

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Jorge sonríe. -No sé. Cuando dije que quería es­ tudiar teatro el escándalo cundió por la familia. Cuando comencé a escribh� advertía sonrisas furtivas en los rostros: "Quezque quiere ser dramaturgo, tú" . -¡Que Dios nos ampare! -Por cierto, ¿por qué tú no hablas como guana­ juatense?. No tienes ni el acento ni los latiguillos. -Tal vez por mis papás o por mis maestros. Todos son españoles. -Tendremos que agradecerle eso a la Madre Patria. -Ya ves, siempre nos ridiculizas. -Los retrato, niña. Nada más los retrato. -Tú también eres guanajuatense. -Por la sangre, por el... -¿Por el corazón? -No seas cursi. Los observo, igual que me observo a 1ní mismo ¿Nunca te has reído de tí en el espejo? -Constantemente. -No es cierto. Te admiras, te complaces. -Igual que tú. -Esta casa, fue la casa de mi familia. Aquí trans- currió la juventud de mi madre. Aquí nací. Con maderas finas,mosaicos italianos, puertas copiadas de mansiones parisinas, una palma traída de un lugar exótico ... No sé por qué, porque en México se dan muy bien las palmas... Pero ¿sabes qué? Los bodegones que colgaban en el suntuoso comedm� eran falsos. Burda imitación de óleos. -Son bonitos. -Me los entregó tu mamá ahora que volví a esta tierra y a esta casa. ¿Los quieres? .. Te los regalo. Y Jorge me mostró los cuadros con aves y frutas Y porcelanas. Los tengo ahora en el comedor de mi casa en México. Cada vez que los veo, me acuerdo de aquella conversación. Y se me hace un nudo en la garganta. Jorge entonces había regresado a Guanajuato a petición

26 Margarita Villaseri'ior 1 de Manuel de Ezcurdia. Joven apuesto y aristócrata, quien también había permanecido mucho tiempo aleja­ do de Guanajuato ... La idea era abrir una sucursal de un colegio norteamericano en nuestro Guanajuato. Jorge llegó, no sé si convencido por el ocio, el aburrimiento, o la ilusión de encontrar aquí un rincón apacible para escribir. Todo fue más allá de sus esperanzas: se regodeó en la casa solariega, impartió cursos también en la Escuela de Verano, y escribió una de sus mejores obras: Las muertas o la historia de las "Poquianchis". Pero ¿cómo estaba la cosa? .. Jorge y Manuel regresaban como Ulises, después de la Guerra de Troya. Yo regresaba también de mis aventuras universitarias en México y en París. Eramos un tanto los marginados. Los extranjeros voluntarios, y no estábamos seguros de la bienandanza. Nos dedicamos a trabajm� a vivir la vida, a disfrutar la vida. La broma, la queja, se mezclaban en conversaciones infinitas. Estaba con nosotros Antoinete, para delei­ tarnos, no sólo con su presencia sino con sus 1nágicos platillos. Algunas veces, al volver de la Valenciana, en donde estaba la Escuela de Verano, Jorge y yo éramos invitados a la casa de la mamá de Manuel a tomar un vermut... con una complicidad impuesta por Jorge, que nunca se cumplió: -Mira Manuel, a mí no n'le gusta el vermut, así que voy a decir que me hace daño. Enton­ ces tú me insistes en que tome otra cosa ... un vodka, un negroni por ejemplo. Pero cada vez que Jorge declaraba que el vermut no le sentaba bien, Manuel hacía un malicioso silencio. Jorge, impaciente decía: ¿Te acuerdas de lo que te dije en el camino, Manuel? Y Manuel contestaba: -No. ¿Qué me dijiste?. El camino de regreso de la Valencim'la se hacía generalmente en mi camione­ ta, audazmente conducida por mí y, al decir de Jorge a la sans-facon.

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Jorge había llegado a Guanajuato a hospedarse en la casa de los De Ezcurdia. Pero un día fue a visitar a nü mamá y le dijo: -Mire María, quiero que me rente un cuarto en esta casa, para no sentirme como visita. Usted sabe que las casas de Guanajuato tienen las recámaras en hilera y para ir al baño yo atravieso el cuarto de Lupita o Lupita el mío. Por otra parte, quiero tener privada para escribü� y ver si aquí encuentro la nostalgia de nuestro viejo abolengo. Lo primero que se construyó en la casa de Jorge, que después fue de mis padres, fue lo que ahora es un departamento, completamente independiente y que mi papá acondicionó para alquilar. Departamento cuyas bases se levantaron en el siglo XVIII y que cuenta con balcón, yedra y gozosa vista de la Presa de la Olla. Ahí se instaló Jorge. Y ahí permaneció en su pasado, escribiendo su novela Las muertas. Mi papá era entonces presidente de la Suprema Corte y revisaba el caso de las "Poquianchis". No sé quién, o no quiero decirlo, sacó copia de los alegatos y Jorge comenzó su obra. Pretendía hacer una obra dramática, pero Dios escribe derecho en renglones torcidos. Jorge escribía directo en la máquina, con todos los ingredientes del negroni puestos a su alcance. Siempre dejaba la puerta del departamento abierta. Una noche, al volver de una fiesta, Jorge me llamó: -Margarita ven, vamos a platicar un rato. Entré, me senté y me sorprendió con una frase: -No sirvo para la dramaturgia. -Pero tienes obras muy buenas. Susana y los jóvenes, por ejemplo. -No sirve, a juzgar por la taquilla y los críticos. -Te premiaron El atentado. -Y prohibieron su puesta en escena. No puedo escribir eso de las "Poquianchis". Estoy emedado. Voy a hacer una novela.

28 Margarita Villasenior 1

-Te dieron el premio de La Casa de las Américas por Relárnpagos de agosto ... -Los premios no importan. Imagínate, yo escribí a Cuba para decir que no podía ir a recibir el premio, porque, por ser alcohólico, necesitaba cuando menos dos botellas diarias de ron. -¿Por qué dijiste eso? -Porque todo el mundo me había contado que en Cuba no se podía conseguir una copa ni por casualidad. Cuando llegué, me entregaron religiosamente mis dos botellas, y yo ya no sabía que hacer con todas ellas, así que las escondí bajo el colchón. Ya para entonces Jorge hacía las delicias de los asiduos lectores de diarios, con sus artículos perio­ dísticos. Su fama había comenzado a cundir como ingenioso, agudo y notable humorista. Lo que a él más le chocaba. Echó dos o tres arpegios más en la máquina de escribir y me preguntó de golpe: -¿Estás triste? -Terminé con mi novio. A su mamá no le gusto. -Al que le tendrías que gustar es a Luis, pero no puedes quejarte. A tu mamá tampoco le gusta él. ¿Por qué no seguimos la tradición del cine nacional y le llevamos gallo? Hasta estrellas como María Félix, caían en el garlito. ¿Será n'lás diva que la Doí'ia?Me reí. Jorge siguió la broma. Podemos cantarle "La Tintorera" (canción muy preciada del pintor excelso Luis García Guerrero). Tarareó: "Estaba Margarita sentada junto al n'lar"... Jorge tenía ya para entonces una cómoda casa en Coyoacán en donde vivía con su mamá y su tía Emma. Varias veces fui a comer ahí los domingos. Porque Jorge tenía sus vuelos de jefe de cocina. Salsa, carnes, antojos maravillosos. ¿Te fijas?, me dijo un domingo, mi mamá y mi tía se hicieron unos vestidos con las cortinas. Así todo hace juego en la casa. Pero no te rías.

29 1 Ibargüengoitiaa contrareloj

-Están furiosas. El domingo pasado, les dije de ma­ nera contundente que no volvería a acompañarlas a la misa dominical. -¡Qué malo! -No. Santo remedio. Hoy me anunciaron que ellas tampoco volverían a misa. Jorge, le dije una tarde sentados en la terraza, ¿De dónde salen tus personajes'? -Ya vas a empezar como todos aquí. Que si a mí me sacó en su último libro y además son puras mentiras. -A la gente le divierte ser personaje de un libro. Aparecer en una historia impresa. -Pero yo no "saco" a nadie. Tomo rasgos de unos y de otros y construyo. La copia exacta de la realidad sería aburrida. Sería como pasarse toda la vida, viendo pasar transeüntes desde el balcón de una casa de Guanajuato. -Pero hay indicios ... en Clotilde por ejemplo ... -Claro que me inspiro en la realidad. El hombre es la medida de todas las cosas y Guanajuato es la medida de todos los universos. -Pero nos haces figurar como elementales ... Por ejemplo, cuando el protagonista de Clotilde en su casa propone hacer un periódico de izquierda, y se le responde: -¿Quién compraría aquí un periódico de izquierda'?, él responde: -Entonces van1.os a hacer un periódico de dere­ cha ... -Mira, niña, la vida es la vida y la literatura es la literatura. Guanajuato es mi casa, es mi gente, es mi familia ... pero uno siempre reniega de la familia porque no la escogió. Pero Guanajuato es también el cerro de "Las ranas" o el cerro de "Las comadres". ¿No oyes cómo hacen croa, croa ...? Desde aquí hablo y escribo. En esta terraza está mi panorama del mundo o cuando

30 Margarita Villasen1or 1 menos una de mis visiones del mundo. Guanajuato es mi punto de partida. Ve o desde aquí el parque Antillón y la Atalaya, y la Presa y el Faro ... me pregunto ¿para qué demonios querían una atalaya y un faro? .. Sepa dios. Pero aquí veo correr los recuerdos. A veces pienso que Guanajuato es puro recuerdo. Yo pienso ahora que no sólo es recuerdo, pienso que es presente. Que Guanajuato vive hoy en los libros de Jorge, en su evocación entrañable. Jorge se fue de Guanajuato. Volvió a México y yo también me despedía del terruíí.o y de la vieja casona. De los eucaliptos del jardín y de ese comedor soledado en donde, un día, siendo niíí.a y mientras merendaba con mi hermana una taza de chocolate, ví a Jorge por primera vez, reconociendo el hogar que no fue suyo. En México, Jorge y yo nos veíamos algunas veces. En el Bar "El Pirata", por ejemplo, en donde servían ele botana unos tacos dorados que yo me negaba a come1� porgue los servían nadando en aceite. -Oye nifta, me decía Jorge.- A ti alguien te engaíí.ó. Tú no eres inglesa. En el Sanboms de la Fragua, en su casa de Co­ yoacán... Con los amigos. Algunas veces aparece por ahí en la memoria la bella sombra de Michelle Alban con quien tuvo escarceos amorosos. Salvador Elizonclo, amigo entrañable y admirado, Manuel, Luis, Teresa. Jorge publicó, Las muertas y Dos crímenes y Los pasos de López y otras novelas mágicas que nos remiten siempre a Guanajuato y a nuestra historia nacional. Su visión implacable de la vida, su manía de arrebatar máscaras, han dejado de ser risa y escarnio, para asentar una sólida obra literaria, el rostro de un escritor im11enso. Películas, puestas en escena, reconocimiento de críticos e instituciones culturales, vienen a dar testimonio de sus méritos. En la casa de mi mamá, se filmó Estas ruinas que ves, de ahí, de la terraza se copió la escenografía para una reciente puesta en escena de Clotilde en su casa.

31 1 Ibargüengoitiaa contrareloj

Yo, aquí en la terraza con vista al mar de la Presa som·ío con los recuerdos: -Margarita, ¿tú viste una película de Hitchcock, que se llama "Pacto Siniestro"? -Sí, ¿por qué? -Anoche tuve un insomnio infernal y desperté con una cruda delirante. Le pedí a tu mamá una cerveza y me chanfló un sermón. Ya no sé si prefiero la cruda o la perorata de doña María. ¿Porqué no te vas este fin de semana a México y matas a mi madre y yo me quedo aquí y mato a tu mamá? Sería perfecto. Un crimen sin sospecha, sin motivo y sin cruda. Mi madre murió hace unos meses. La madre de Jorge y su tía Emma murieron hace años. Pero Jorge no se quedó solo. Había encontrado a Joy. La compañía y la esposa que soí'íó. Inteligente, afable, con el talismán de la creación. Mujer sin afeites ni alambiques. Viajan juntos. Permanecen ausentes. Algunos encuentros verti­ ginosos nos acercan. Después el mar de por medio. La lejanía. Pero no la muerte hasta que un medio día, a la hora de la sobremesa suena el teléfono y Michelle, llorando, me anuncia: -Márgara, Jorge se mató en un accidente. La necia resistencia de aceptar lo que nos duele, me hizo replicar. Debe haber un error. De ser cierto, ya se sabría, los periódicos, los noticieros, qué sé yo ... ¿Quién te lo dijo? -Me acaba de llamar Gabriel García Márquez. Muchas veces en la terraza de la casa de la Presa, pienso en Jorge. Evoco su voz, la puerta siempre abierta del departa1nento, nuestras conversaciones. Evoco también a su madre Lulú y a su tía Emma. Veo también a mi madre, sentada en esta misma terraza leyendo con entusiasmo los libros de Coco. Jorge ha estado ausente mucho tiempo. Imagino que está de viaje, imagino que está en un sitio lejano y maravilloso. La muerte, en este caso, no es la ausencia

32 Margarita Villaserñor 1 definitiva. Jorge está en cada línea de sus novelas, en cada escena de sus obras dramáticas. En su áspera y tenaz vociferación en contra de Guanajuato, en su tierna y oculta mirada de amor por Guanajuato. En un viaje interior y secreto para encontrarse a sí mismo, y construir el universo que le fue heredado. Un mundo que también a mí me fue heredado y que también ya se encuentra vacío.

Septiembre de 1996 México, D.F.

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1 Pase de abordaje MARGARITA VILLASEÑOR

A JORGE lBARGÜENGOITIA

Con qué frecuencia a últimas fechas ha venido la muerte a despojarme. Antes lejana y mítica ahora estrecha el círculo, Ronda mi calle, se instala en la esquina de mi casa. Se atreve a espiar por mi ventana a subir a mi alcoba a vagar por mi patio. Ultimamente deja recados por teléfono escribe encabezados en la prensa anuncia en los noticieros sus estragos, y cada vez asesta bien el golpe cava un nuevo vacío. Esconde el rostro y sube al escenario; Asesinato. Cáncer. Suicidio. Infarto.

35 1 Ibargüengoitiaa contrareloj

Accidente aéreo. y deja inédita la obra. Cancela las promesas interrumpe el comentario cáustico el humorism.ocrítico la lúcida corriente del ingenio. Concluye, con amarga paráfrasis, la distorsión exacta de lo real la escritura perfecta de lo absurdo Borra de la caja negra -bitácora mecánica del vuelo- sus oscuros designios. Suspende con violencia el viaje de regreso la cita, el compromiso, los proyectos. Los excluye en impacto, en explosión, los reintegra a la tierra, al humo, a las cenizas en un inerte gesto de abandono en espanto y asombro calcinados. Aquí océano de por medio mar de llanto, tempestad rebelde recibo la noticia -transmisión simultánea de los hechos-. Pero el significado de tu muerte, la gravedad del daño que me causa, el padecimiento crónico que deja en consecuencia no se manifestaron de inmediato. No registré esta nueva acepción de despedida. Tal vez por tu ausencia prolongada por tu hábito de viaje por el artículo recientemente escrito por la postal que llega tarde en alarde final de tu aroma. Porque me engañan tu voz y tu presencia en la pantalla del televisor. Por todo lo que vive en el recuerdo: un regalo

36 Margarita Villaserñor 1 una ocurrencia que me hace sonreír la amistad, la historia compartida. y me pregunto si la muerte es algo más que una expresión manida: "A ver qué día nos vemos" "Tene1nos que reunirnos" "Espero tu llamada" Si la muerte es algo más que una cita sin fecha una pausa imprecisa un encuentro o un adiós no definidos. Si es algo más que una pesadilla recurrente la asiduidad de una llamada anónima.

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1 De tu amiga que te quiere MARÍA LUISA MENDOZA

"Es posible r¡uelas mujeres valgan tanto como los hombres, pero de que son diferentes a nosotros no cabe la menor duda".

JORGE IBARGÜENGOITIA

eberías haberte estado sosiego, descansar a pier­ na suelta, tomarte una tregua, echarte a dormir. Pero no, te encantaba co1no a mí la pata de perro. Y te fuiste, para mí, hace 100 años. Ibas en un avión que trató de aterrizar en el aeropuerto de Barajas aquel noviembre nubloso y frío. Yo estaba en Roma, muy quitada de la pena porque después de todo, Jorge, teníamos entonces un centenar de años menos, y eso cuenta. Quizá mientras me tomaba un negroni, que mucho me gustan en Italia, tú, estoy segura, enco­ mendabas tu alma al Seño1� en el aterrizaje aéreo que aunque no hay tiempo, supongo, en la catástrofe, así nos enseñaron nuestras madres, alumnas irredentas y devotas del Colegio del Sagrado Corazón. Nos decían que nos persignáramos sin falta al empezar un viaje,

39 1 Ibargüengoiliaa contrareloj y al terminarlo. A la mejor no te diste cuenta de nada leyendo el libro en turno. O ya estabas muy preparado a bajar a tomar el aire, a estirar las piernas a fuer de emprenderla hasta Bogotá que era tu puerto final. ¿El avión te daba miedo?, a mí me crispa, me abre más lo oquedad que llevo en el alma: Es la ansiedad. Fue entonces cuando recordé nuestra vida, la primera unida a la verdaderamente vivida, y luego al matrimonio hipotético de escritor y lectora, en el cual, no sé por qué, la Presa de la Olla y La Atalaya eran los símbolos que más nos unían. Sí sé por qué. Yo me acuerdo de tí desde que nací, quizá porque las mujeres de tu casa y las de la mía estudiaron juntas y sus días se asemejaron en fiestas provincianas, noviaz­ gos y matrimonios. Luego nos veninws al D.F. y tú vivías en una casita como de Henry James en la Avenida Chapultepec, y tus primos en Santa María de la Ribera. Fue la época de Filosofía y Letras, de tu terco amor por una muchacha española y nuestras reuniones en la casa de Sergio Magaña, en donde bailábamos, encendidas llamas, incendiaria juventud. Así fue rodando la histo­ ria que nos tocó: El teatro y los aplausos que te dieron y los deslumbrantes libros, desde Los relámpagos de agosto, La ley de Herodes, Maten al león, Estas ruinas que ves, Las muertas, Dos crímenes, Los pasos de López, hasta El atentado, etc. Como descargas eléctricas aparece siempre Guanajuato, todos los personajes de las ruinas, (tan reconocibles por nosotros que fuimos), los serios y carcajeantes héroes patrióticos, y las poquianchis heroínas prenarcotraficantes cuya popularidad siniestra contruibuiste a incrementat� tan amantes nosotros los guanajuas de los asesinatos y los fallecimientos violentos. Te has de acordar, cómo no, el día en que nos vimos a los ojos cómplices e irónicos, temerosos de que se

40 t------María Luisa Mendoza 1 rompiera nuestra intimidad, y burlones, con él, comnigo, con nosotros cuatro; yo con mi difunto, tú con Joy, en la Plaza de San Marcos, bajo el sol italiano de otro puro de Dux, echándonos nuestros primeros tencuarnices (viniendo de, yendo a ...) Tú y yo sobre todo, pensamos que ambos viajábamos de incógnito, como quien dice clandestinamente, como quien murmura, y fuimos muy felices adentro por homenajear el clásico "qué dirán" de nuestra ciudad natal... Querido mío, todo da vueltas en los caballitos de la feria y tú te bajaste intempestivamente de uno de ellos, como si eshlVieras muy apresurado por dejar de estar. Tú no te imaginas la puesta en escena de Ante varias esfinges, interpretada por el grandísimo actor Augusto Benedico, que textualmente se estaba muriendo en escena, metido en una cárcel de cristal y hierro; nadie supo visualizar nuestras intimidades, hereditarias como yo, mirándolas expuestas por ti en esa obra maestra que estrenase post morten. ¿En dónde está la risa?, ¿a qué horas salta?, nos la sueltas como frijolito saltarín, la traes a colación en libros y en escena, irreverente con Ignacio Allende, Mi­ guel Hidalgo y los Aldama en Cuidado con los arrecifes, por ejemplo ... y ¿quién podría imaginar que esa gracia única, irrepetible, la tuya en las letras mexicanas, no estaba presente en tu persona de autor?, porque de que eras serio "no cabe la n1enor duda" ... La característica principal de tí fue la hosquedad, una especie de timidez seca y cortante de guerrillero independentista; jamás nadie entendería que ese se­ fíor tan aparentemente solemne, viajero irredento, periodista genial, contador cantante para los nifíos. Corregidor del humor, fuera en persona ese brusco y elusivo conversadm� con cara de actor de carácte1� que no dibujaba una sonrisa ni a trompadas. Fue la forma magnífica,Jorge Ibargüengoitia Antillón, de resumir con mesura y decoro h1 primigenia clase de hombre bien nacido.

41 1 Ibargüengoitiaa contrareloj

¿De dónde tu barroquismo de comedias y novelas de enredos?, ¿cómo lograste mantener la atención de tal cantidad de personajes siempre en movimiento, respondiendo inteligencias, y arrancando la carcajada irremisiblemente como una herida que sangra? Por ejemplo, en el libro reciente tuyo Sálvese quien pueda (que ya no hojeaste) hay un deleitoso relato en donde nos platicas la llegada de unos parientes que vivían en San Diego, a tu casa de la Calle de Londres, en el D.F., y de cómo viste una película con Basil Ratbone que actuando de mayordomo se apodera de una pobre viejecita que lo contrata ayudado él en la maldad, por toda su horrenda familia. No puedo resistir leer un pedacito del texto llamado Las dos y cuarto: "Esa noche, reflexionando, descubrí una posibilidad aterradora: la de que mi tío Fede, mi tía Hortensia, mi primo Fede y mi prima Hortensia, no fueran en realidad, mi tío Fede, mi tía Hortensia, mi primo Fede y mi prima Hortensia, sino una banda de ladrones disfrazados de mi tío Fede, mi tía Hortensia, miprimo Fede y mi prima Hortensia, que te1úan por finalidad secuestrarnos y quitarnos nuestras propiedades". "Durante unos días, el instrumento que mi tío usaba para degollar puros, las dos tazas de café con leche que se tomaba mi tía en el desayuno, el pegamento que se disolvía en acetona, y el uniforme de la Academia Maddox, tuvieron un significado siniestro. Después se me olvidó la posibilidad aterradora y las cosas volvieron a la normalidad". Me encanta que el primer libro pornográfico que leíste y se llamaba Pedro simple, del Capitán Marryat, lo definas comopo rnográficopo rque en la página 107 decía "parto" y en la 108 "destetaban", y exclamabas: "¡qué diferentes eran las cosas antes!", y criticas que ahora las familias mexicanas, los padres, los hijos, la abuelita y las criadas presencien un parto tan campantes. Si tú supieras

42 1!1------María Luisa Mendoza 1 que no solamente los partos hoy son en bola, como tú dices, sino que lo que te platiqué, las vergüenzas, salen tal como Dios no manda, en los cines de la capital, en las videocaseteras para niños y adultos, y en la televisión a la hora de la merienda. Es que tú no tienes idea de las prácticas sexuales disfrazadas de erotismo que mi corazón de niña de la Calle Sopeña mira boquiabierta, cuando a todos los demás les parece pan comido. ¡Que cosas nos hubieras dicho, Jorge! ¡por qué te moriste!, hls libros como los de los que abrieron sus alas en los aparadores de París el día que se murió Marcel Proust, se engalanan con los poemas pintados adorablemente perfectos de tu enorme compañera Joy Laville, a quien cada vez quiero más, como un pedazo de tí, su amor heroicamente doliente por tí. Claro, Jorge, que vivirás para siempre en hl obra, pero ahora cuando aún Joy y yo todavía respiramos, ella eres tú, conmovedora y elegante en su soledad que se siente, se toca, y en la cual, como diría el poeta Walter Benton de la gente, cuando su persona pasa: "¡Qué bien luce su amor sobre ella!"... tu amor. Nos hemos de ver muy pronto, Jorge, y entonces seremos los amigos íntimos que merecimos desde que te1úamos la piel como perones y el miedo de los espantos en nuestras camas guanajuas de latón y rosarios donde navegábamos en lo noche relatándonos a nosotros mis­ mos novelas y el incesante palabrería que nos estaba destinado.

Tu amiga que te quiere y no te olvida.

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Una afinidad de luz, 1 color y sabor LUIS GARCÍA GUERRERO (*)

LAs REUNIONES DE Los DoMINGos

Jorge Ibargüengoitia lo conocí por Alfonso Prado Soto, que era su compadre, y nos hicimos grandes amigos porque nos caímos muy bien; sin que contara mucho el hecho de sabernos paisanos. Yo sabía de la familia de Jorge en Guanajuato, porque eran muy conocidos: ahí por la Presa de la Olla, por ejemplo, aún está el parque que lleva el nombre de su bisabuelo, el general Florencia Antillón. Lo traté, y mucho, pero ya estando ambos en la Ciudad de México. Cuando lo conocí tenía un departamentito en la Avenida Chapultepec, donde vivía con su mamá y su tía. Jorge me dejó tm legado invaluable de amigos que hasta la fecha frecuento.

(*) Entrevista realizada por José Argueta Acevedo, en la Ciudad de México, el 30 de agosto de 1996. La disposición del texto, título y subtítulos son respon­ sabilidad del entrevistador.

45 1 Ibargüengoitia a contrareloj

A muchos de ellos los conocí en las reuniones dominicales, que hacíamos en su casa, en las cuales él guisaba, porque le gustaba mucho hacerlo, y los invi­ tados llevábmnos algo, como una botella de ron, para cooperar. Esas pequeñas fiestasse hacían en su casa de Coyoacán. Al marcharme de Guanajuato a la Ciudad de Méxi­ co trabé relación con otras personas; pero quien me abrió la Gran Ciudad fue él, por los años que llevaba viviendo en el Distrito Federal y por la calidad de amigos que te1úa. Por ello siempre le estaré agradecido; porque no lo hizo por un halago formal o algún tipo de compromiso; fue por habernos caído bien, y nada más.

111 EL BUEN HUMOR, A PESAR DE TODO

No por haber sido invitado a evocar a un difunto, que además fue mi amigo, me voy a permitir caer en el vicio convencional de hablar sólo de sus virtudes. En este aspecto, comparto la visión del propio Jorge, que es la de valorar a la gente, y especial a los que ya murieron, de n1.anera equilibrada, según sus defectos y virtudes, triunfos y fracasos. Es decü� en su dimensión genuinamente humana. Desmitificar a los muertos es un ejercicio de sinceridad, que rechaza esa hipocresía habitual que los desfigura y nos los presenta difusa, mentirosamente. Para el común de la gente, Jorge era de trato muy difícil, porque era muy cáustico y no perdonaba nada. Hubo, en razón de ello, dos tipos de personas entre los que lo conocieron: los que lo quisieron mucho y los que llegaron a odiarlo. En Guanajuato, dejó muchos odios por su intransigencia con las formas almidonadas y solem­ nes. En contraste, también era ameno y de fácil trato, y ello se percibe fácilmente en su obra, que lo retrata de

46 Luis García 1 manera redonda. Felizmente, yo puedo decir que me libré de su sarcasmo. No he conocido a personas de la calidad de Jorge. Fue descendiente de gente muy rica que lo perdió todo, pero ni él ni su familia padecieron amargura por eso. Porque suele ocurrir que cuando un rico se vuelve pobre también se vuelve insoportable, pero ellos no; nunca se martirizaron por los bienes perdidos. Tranquilamente, su mamá llegaba a decirle: "Vé y empeña esto", con lo que se iban de viaje a donde les. daba la gana. Su tía, Emma Antillón, terminó vendiendo estampillas en el Correo Mayor, que era lo único que sabía hacer. Eso habla de una reconocible, gran calidad humana; esta de ponerse abajo, donde les tocaba en suerte estar, y a pesar de ello salir adelante. Jorge conservaba su buen humor, a pesar de que siempre andaba a la quinta pregunta. Como había sido boy scout, era capaz de irse caminando de la esquina de Reforma y Bucareli, donde estaba El Excélsíor, a su casa, tocar en la mía, en la Colonia del Valle, y solicitar "un veinte", para seguir a Coyoacán. Por mucho tiempo, todavía hasta 15 o 20 años después que lo conocí, Jorge nunca usó zapatos o calcetines, sólo alpargatas, simplemente porque no te1úa dinero, lo que nunca le preocupó ni le causó vergüenza. Claro, sabia apreciar la buena vida, porque la tuvo. Y, aunque no todo el mtmdo dice eso de él, era muy generoso...

'11 HISTORIAS PERSONALES

Entre nosotros, la relación amistosa fue muy lúdica, distendida y vital. El no me hablaba de literatura, ni yo a él de pintura. PlaticábarÍ1os de nuestros amigos de la

47 1 Ibargüengoitiaa contra reloj relación con otras personas, de gustos compartidos y de otras cosas de interés común. Cuando llegué a la Ciudad de México procuré realizar mi primera exposición, y cuando lo conseguí no vendí un solo cuadro. Después de la presentación, unos amigos comunes nos invitaron a su casa, a una pequeña fiesta. Sin saber nosotros, se organizó una rifa en la que el premio era uno de mis cuadros, que valía cuatrocientos o quinientos pesos. La cooperación era de cien pesos, de los de aquel tiempo. Vi como la gente corría, entre divertida y jugue­ tona, y eso me molestó, porque, además, los actos de caridad no se hacen delante del que es objeto de los mismos. Como ya traía unas tres o cuatro cubas entre pecho y espalda, y estaba tan irritado, decidí abandonar el lugar. Jorge se salió conmigo, compartiendo mi indignación, por lo que les mentó la n1.adre a esos desa­ prensivos anfitriones. Al día siguiente, sin embargo, fue a pedirles disculpas. Tenia esa nobleza: cuando consideraba que había sido injusto, lo reconocía, se lo hacía saber al que había ofendido y le solicitaba su indulgencia. En ese sentido, era impecable. Uno de mis cuadros, que ahora preside la sala de mi casa, es el de El Puertecito. Muestro alú cómo era el barrio guanajuateño de Pastita, visto desde su entrada, por donde está el estadio "José Aguilar y Maya". Ese cuadro era de Jorge. Hicimos un intercambio: él me dio las obras completas de Proust y yo le dí El Puertecito, pero luego, en alguno de sus arranques, lo vendió. Yo lo rescaté por doscientos pesos. Por razones de despecho, por haber sufrido pér­ didas con el reparto agrario, y probablemente también por razones religiosas, Jorge tuvo algún pariente terro­ rista, que con otros quisieron envenenar a Obregón, en Celaya, para lo cual le dieron un ramo de flores que tenían las espinas envenemÍdas. Naturalmente, Obre-

48 Luis García 1 gón le dio las flores a su ayudante, que fue el envene­ nado. En otra ocasión, otro pariente de Jorge fue de los que pusieron una bomba en la Cámara de Diputados, en México, para que explotara al jalar la cadena (porque entonces así eran los excusados). Para probarla, el muy imbécil jaló a la cadena ... Es evidente que con esa clase de terroristas no se llegaba a ningún lado. Al igual que sus parientes, Jorge sí fue muy re­ ligioso, de niño, pero con el correr del tiempo se le fue enfriando la religiosidad, sin que eso, nunca, llegase a traducirse en ataques directos a la religión en sus obras. Antes bien, eso lo tenía sin cuidado; y no porque hubiera perdido la fe, simplemente tenía una cierta indiferencia. Ya no era practicante, pero no porque así lo hubiera decidido sino por que no era algo que lo inquietase en algún sentido. Además, vivía con una madre muy comprensiva, que lo que dijera el hijo era la verdad absoluta; llegando ya a la mayoría de edad natural­ mente. Lo dejaba hacer, y lo que dijera Jorge era la voluntad, como es costumbre casi en todas las casas en México: el que lleva el dinero para dar de comer a la familia es el que manda. Pero nunca fue ateo.

111 GUANAJUATO EN SU VIDA Y EN SU OBRA

Jorge no conoció a su papá, porque murió antes de que él naciera. Si no me equivoco, se llamaba Ale­ jandro Ibargüengoitia. La mamá de Jorge era doña Luz Antillón, una señora extraordinaria, y a ella le debió mucho, porque por principio tuvo la inteligencia de percatarse de los riesgos de criar a un hijo único, muy apegado a ella, y se dijo: "Yo no quiero a nadie en casa" y lo metió a los hoy scouts, para que tuviera amigos, para que se relacionara y no fuera un niño mimado, sino uno

49 � lbargüengoitia a contrareloj norrnal. Como un complemento vital, debo decir que dona Luz y dofta Enta, con las que vivió mucho tiempo, lo adoraban, y bastaba con que uno dijera 11Soy amigo de Jorge// para que fuera bienvenido en su casa. Prácticarnente todas las obras de Jorge están situa­ das en Cuévano, que es Guanajuato, y en Irapuato, que es de donde venía la familia de su papá, de la que hereda­ ron la hacienda ele San Roque. Con el reparto agrario, sólo conservaron el casco de la hacienda, que le tocó vender a Jorge. Su relación con Guanajuato era compleja. Por una parte, era el Guanajuato de su mamá, de su tía, y de un tío, al que yo nunca llegué a conoce1� Federico Antillón, que era su adoración. El Guanajuato de su familia Antillón. Por la otra, ahí está como testimonio Estas ruinas que ves, en la que muchos guanajuatenses importantes de la época no salen muy bien librados. Son aquellos a los que no se les podía mencionar porque inmediatamente pensaban que se les estaba atacando. Pero como Jorge tenía esa distancia, de ese Guanajuato, se daba el lujo ele hacerlo porque nada les debía, y nada pretendía ob­ tener de ellos. El otro Guanajuato era el de su infancia, la parte que pasó ahí antes de que tuvieran que marcharse a la Ciudad de México, a tratar de sobrevivir. En algunos de sus artículos periodísticos habla de las casas que tuvieron en México y cómo cornpró la casa de Coyoacán, la que siempre estuvo embargada. Cuando él estuvo en Estados Unidos, todavía soltero, yo era el encargado de pagar las hipotecas de la casa. Me presentaba en la casa de Jorge, y dofta Luzme decía: 11Mira, ahí en el ropero hay un sobre, toma el dinero para pagar la hipoteca//. Con el primer embargo, Jorge sí se asustó, según me contaba; pero luego ya no. Recibía al actuario con mucha naturalidad, echándose encima un impermea­ ble, porque no tenía bata. Ya sabía de que se trataba.

50 Luis Gurcf¡¡ �

Hubo personas de Guanajuato que le prestaron dinero a Jorge, cmno un sefíor llamado Jesús Lomelín, prestamista que había hecho mucho dinero de lo que les cobraba de intereses a los lupias. Fue uno de los que lo embargó, acto que se sumó a otros que se convirtieron en recuerdos de adulto poco gratos. Empero, conforrne fue creciendo y aclírnaidndosc en la gran ciudad, fue viendo las cosas de Guanajuato más pequeñitas. No era un guanajuatense orgulloso de serlo, y consideraba que haber nacido en allí había sido un accidente.

SER UNO MISMO

Desde luego que Jorge tenía influencias, pero por su cuenta hizo un gran aporte a la literatura: a él se debe en gran medida el irrespeto que ahora gastan muchos escritores con el poder político y el poder social. Con su humor tremendo, demoledm� abrió ese campo, entonces virgen, a la literatura. Cuando pergeñó una obra de teatro sobre el cura Hidalgo, en tiempos de López Mateos, decidió participar en un concurso y elijo: "Necesito esos treinta mi1 pesos del premio, y voy a terminar la obra con un Viva México". Ganó el premio. Porque también era cínico y asumía sus contradicciones. Por mi parte, agrego que nunca hay una persona que sea tan brillante como la luna llena, porque todos tenernos nuestras partes oscuras. Para su escritura, Jorge sí se documentaba, no se valía de la pura imaginación. Cuando pasó lo de Las poquíanchis, recibí una carta en la que me decía: "Guárclame todo lo que salga del asunto", y le conseguí los ejemplares de la Alarma y de toda la prensa amarillis­ ta, aunque ya no necesitó ese material porque pudo

51 1 Ibnrgüengoitin n contrnreloj

conocer los expedientes del caso, gracias a que se los prestó el licenciado Manuel Villasefior. Para otra obra, le sirvió el expediente del asesinato de Alvaro Obregón, el que yo le presté porque lo encontré cuando trabajaba en el Tribunal Unitario del Primer Circuito, en México. Jorge reiventaba muchas cosas. No tenía respeto por los héroes: nada de que veo al cura Hidalgo o a Obregón, engolo la voz y me pongo muy serio. Era anti­ solemne, una cualidad rarísima en México, porque nos da por complicar las cosas que deben ser sencillas. Ocurre que nüentras más alto llega alguien, se siente obligado a hacerle al mayestático ... y todo eso es insufrible. A pesar de su consistente crítica a muchas cosas, Jorge no vivía contristado, cmno muchos han llegado a supone1� sino todo lo contrario. Aprecio que los humo­ ristas son necesariamente mordaces, pero no con ellos mismos; a lo que hay que agregar que nunca aceptan que lo son, sino como cualquiera otro. A Jorge le pasaba un poco eso, aunque tenía una gran sensibilidad para el arte y una visión muy original, por lo que lo demás quedaba en un plano secundario. N o le gustaba la realidad social, y estaba decep­ cionado de su país porque hay muchas cosas que no funcionan. Decía, por ejemplo: "Bueno, en México to­ dos nos estamos preocupando mucho de quién será el próximo presidente de la República, y visto desde Eu­ ropa no importa quién sea, porque lo mismo es el pinto que el colorado", y es cierto. Con la distancia se cambia la perspectiva de las cosas, se aprecian en su pequeñez y se miran mejor todas sus tachas. El hizo muchas propuestas para tratar de influir en que cambiaran las cosas; por ejemplo, respecto a la aglomeración de México, la gran ciudad, y el monstruo en que se ha convertido, como también ha pasado con el país. Por eso dudaba mucho de que se compusieran las cosas en un porvenir cercano, y alú están los últhnos

52 Luis García 1 sexenios, que han sido los peores, de De la Madrid para acá, que empezó a vender el país, y ahora ya se lo han acabado. Por eso vivinlOs en crisis, y por eso tenemos que esforzamos más que antes y ahorrar mucho; no para volvemos prósperos, sino simplemente para ir tirando. Por eso mismo, no debemos perder el buen humm� o tratar de no perderlo. A mis 75 años, también puedo ver que el lenguaje de un político ya no le dice nada a nadie; al contrario, nos muestra todas las deficiencias de los políticos y explica porqué el país está en crisis. Ese lenguaje de los políticos, tan enredado, no puede convencer a un minero, a un auténtico obrero, o a una ama de casa hu­ milde, analfabeta, porque no les habla de su realidad; se necesita un lenguaje sincero, sin caer en el populismo, pero que sea más simple y directo. Puedo comentar que ahora mi trabajo ahora va muy lento. Todo se paga en esta vida: me tuvieron que poner un marcapaso, y entiendo que yo tengo la culpa de todo. Precisam_ente, durante toda mi amistad con Jorge, todos los domingos yo bajaba un kilo, porque comíanlOs como entre cuatro y cinco de la tarde, pero desde las dos de la tarde hasta no se qué horas de la noche la pasábamos con las cubas libres. Todo eso lo estoy pagando. Pero no me arrepiento. Por supuesto, cuando uno está joven tiene el defecto de suponer que se va a escapar de estos males de la vejez. Pero está bien que sea así, porque de otra manera la gente se amarga. Yo tengo una teoría: cuando uno es joven puede hacer lo que se le pegue la gana, pero tiene que entender que después ha de que pagar por hacer ciertas cosas. Por un acostón o cosas así ya paga. Primero es pagado uno, después uno ya paga; posteriormente ya le cuesta un ojo de la cara. Mis piernas son las que están llevando la parte severa de la diabetes. Por ejemplo, si subo la escalera

53 1 Ibargüengoilia a contrareloj

que Ileva a mi casa tengo que ponerme el marcapaso, e igual si voy a Guanajuato, que es puro subir y bajar. Si voy, me alojaría en la Posada de Santa Fe, porque está en su parte plana, en lugar de llegar a mi casa, que queda casi llegando al santuario de Guadalupe, a espaldas de la placita de Guadalupe. En realidad no es mi casa, porque yo le vendí la parte que me correspondía a una hermana, y con el dinero que me dio compré el departamento en que vivo, pero cuando voy a Guanajuato me prestan la llaves y ahí llego. Desde hace algún tiempo no he ido porque estaban haciendo un t(mel; sin embargo, Guanajuato está en mi casa, con platos de Gorki, fotografías ele la ciudad y otros objetos que me la recuerdan a cada paso, porque lo guanajuatense lo traigo adentro, de carne y hueso ...

LA INGRATA VIDA

Una vez fuí a comprar un libro de Jorge a la librería El Parnaso, que está más o menos cerca de donde vivo en Coyoacán. El libro estaba agotado, y a su entender nt.e explicó el vendedor la razón de ello: "Oiga, pero usted viene a buscar un libro que es pum botana", dándome cuenta del gran éxito de librería que ya eran las obras de Jorge. Se había convertido en un bes/ seller, lo que me pareció excelente. Pero al mismo tiempo volví a lamentar que eso no hubiera ocurrido cuando él vivía, porque semejante éxito se lo tenía bien merecido y sé que lo hubiera disfrutado mucho. Que ahora en Guanajuato le hagan un homenaje a Jorge Ibargüengoitia, y que le den una medalla por el guanajuatense ilustre que fue, sí me lo explico y juzgo que la merece. Lo que no me explico, ni justifico, es que no le haya ido bien en vida; que sus coterráneos y

54 Luis García 1 coetáneos le hayan regateado tanto, y por tanto tiempo, una mínima consideración a su trabajo. Hablo de un reconocimiento en el nivel social, no en el oficial, porque nunca fue del sistema, sino todo lo contrario.

DISTANCIAS OBLIGADAS ... QUE NO SEPARAN

Hasta el final de la vida de Jorge llevamos una relación nmy cordial y compartida. Hubo interrupciones naturales, pero nuestro apego nunca sufrió alteraciones. Cuando él se casó, no siendo ya muy jovencito, ciertamente que la amistad no podía seguir siendo igual a la que solíamos tener; del amigote de soltero y todo eso. Pero después hubo más cosas. Le sobrevinieron dificultades con su familia, por­ que se empezaron a enferma1� primero su mamá y después su tía, que luego murieron. Por mi parte, también tenía enfermos en mi casa y la amistad se conservó de manera distinta. La relación entre él y yo se reanudó, por escrito, cuando anduvo por Europa, durante unos cuatro o cinco años. Me mandaba pinceles y cartas, de las que desgraciadmnente no conservo ninguna. Al saber su muerte, me sentí muy afectado. Ese sentimiento se intensificó al saber que sólo lo habían identificado por un zapato que recogieron de entre las cenizas del avión en que viajaba. Muy trágico. Hubo una circunstancia que me acongojó más. Cuando supe del accidente en el que había fallecido Jorge, estaba en Cuernavaca y no reaccioné bien y prontamente. No fue sino cuando regresé a la Ciudad de México, un lunes, que atiné a enviarle un telegrama a J oy, su esposa. Para enviar el mensaje, me ví obligado a ir hasta el centro de la ciudad, porque no me lo quisieron admitir

55 1 Ibargüengoitiaa contrareloj

en la sucursal de mi colonia. Al regresar de poner el telegrama, encontré debajo de mi puerta una tarjeta postal... era la última que me puso Jorge. En ella me avisaba que iba a Colombia a un Congreso, y que no pasaba por México por falta de dinero. La in1presión fue pavorosa. Para enjugar mi pena, y recordarlo vívidmnente, me puse a releerlo, lo que sigo haciendo. Como muchas de sus obras las tengo dedicadas por él, la experiencia es más intensa. Porque leerlo es como estar platicando con él: no había mucha diferencia entre sus maneras de hablar y de escribir.

56 Ibargüengoitia en 1 Guanajuato EuGENIO TRUEBA OLIVARES

uando se me solicitó escribir algo sobre Jorge Ibargüengoitia, contesté que ante los estudios que se han hecho de su obra, por verdaderos especialistas, nada te1úa que decil� excepto que estoy de acuerdo con ellos en que se trata de un finohumorista, un desmitificadm� un trivializador de trascendencias, como señalaba Jaime Castañeda, y en suma, un buen escritor cuya temprana muerte todos lamentamos. Se me aclaró que la petición se reducía a que yo cola­ borase, en el propósito de recordarlo, con alguna nota que expresara mis impresiones sobre la personalidad del escritor o alguna anécdota que lo pintara. Debo aclarar que yo no llevé amistad estrecha con Jorge Ibargüengoitia. Fuimos amigos circunstanciales en ocasión de su presencia en Guanajuato, cuando venía a dar clases de literatura o a buscar material para sus

57 1 Ibargüengoitia a contrareloj

obras ele teatro y para sus novelas. Charlamos algunas veces, nunca largamente. Era calmado en su trato, daba la impresión de ser bonachón, aunque otros testigos nos hablan ele su vivo carácte1� capaz de respuestas airadas. No era serio en sus juicios, sino casi siempre burlón y festivo, con ese tono personal que se advierte en sus libros. En uno de los pocos encuentros que tuve con Jorge sabedor de que yo "le hacía al teatro", como él decía, se mostró interesado en que montase alguna ele sus piezas, Clotilde en su casa, si mal no recuerdo. Parece que esta obra ya se había presentado en México sin mayor éxito ele público. Yo repuse que no me atrevía a ponerla porque, en mi concepto, era una pieza muy finay exigente en cuanto a interpretación, que requería de actores muy experimentados capaces de manejar el diálogo y sih1aciones con naturalidad suma y que no los tenía. Tal fue mi respuesta y no la que luego oí por ahí en el sentido ele que me negué al montaje por no estar ele acuerdo con Jorge en la teatralización de situaciones sacadas ele una realidad cercana y local. La verdad es que entonces no había concedido la menor atención a ese posible aspecto del asunto. La libertad que Jorge se tomaba para el tratamiento de sus personajes iba siempre más allá de un ánimo simplemente fotográfico o traslativo, era imaginativo y creativo. Varios años después, durante el Festival Inter­ nacional Cervantino de 1990, la Compañía Nacional del INBA llevó a la escena del Teatro Principal la comedia en cuestión. La puesta fue ele Luis de Tavira y de Vicente Leñero. Montaje fallido, tanto por la actuación como por los añadidos que se le hicieron sin justificación. En una nota que entonces publiqué en un diario local, dije entre otras cosas: "El teatro ele Jorge Ibargüengoitia muestra las características de su narrativa, desenfado, naturalidad,

58 Eugenio Trueba 1 desparpajo. Clotilde en su casa es una ele sus primeras comedias (1955) y aunque ciertamente no es una pieza muy sólida, ya enseña aquellas características. Cuenta en ella la historia de un pequefio adulterio, de una infidelidad ocasional, superficial, sin pasión, un adulterio pueblerino que no rebasa lo cotidiano. Al texto de lbargüengoitia se le agregaron diálogos y personajes con los cuales se qu iso enriquecer la comedia y mostrar algunos aspectos ele la vida y trabajos del autor. Resultado: mezcla desafortunada en la cual con­ trasta la frescura del diálogo de Jorge con la pesadez de los agregados. Nos quedamos con el deseo de leer y de ver a Ibargüengoitia tal como es, con sus burlas y desparpajos, con su naturalidad y sencillez, con el escritor que interrumpe la tradición de solemnidad y seriedad en la literatura mexicana, que no vacila en difamar la realidad para hacernos sonreír con un hu­ morismo aparentemente bobo". Luego ele sus piezas teatrales vinieron las novelas: Los relámpagos de agosto, Maten al león, Estas ruinas que ves, Las muertas y Los pasos de López. Antes de la aparición de Estas ruinas que ves, el autor había dicho que la novela debería resultar particularmente divertida a los guanajuatenses. Cuando llegaron los primeros ejemplares nos enteramos de que Guanajuato era Cuévano (nombre que ya había aparecido en Los relámpagos de agosto); que la universidad que allí aparece podría ser la nuestra y que algunos protagonistas podrían parecerse a personas reales de la época. No faltan en este libro los datos autobiográficos. Cuenta Jorge en uno de sus artículos en Vuelta que encontrándose en un marasmo de infertilidad le fue surgiendo "una especie ele nostalgia del aspecto más o menos culto de la provincia, que solidificó en la descripción de Cuévano". A la llegada del libro a Guanajuato empezamos a jugar a las adivinanzas sobre quién era quién. Juego

59 1 Ibargüengoitiaa contrareloj inútil. Si acaso tuvo el autor la clara intención de poner en la novela actores que no eran fruto de su inventiva, nada de eso consiguió. La afortunada ficción desvirtuó y desbordó tal propósito. De todas maneras en esta novela de Ibargüengoitia se acusa su desestimación por la provincia (Estas rui­ nas . . . ), atrasada incorregible, poblada de personajes más o menos ridículos. En Es/as ruinas que ves todos los actores son, además tontos, empezando por el profesor Aldebarán que se traga sin chistar un embuste sobre la salud de Gloria, la muchacha guapa del pueblo. En tal circunstancia se sustenta la anécdota central de la obra, aparte del erotismo que figura en primer lugar. La serie de epi­ sodios que se agregan son en su mayoría divertidos y suficientes para justificar la extensión de la lectura. Felizmente no hay mensajes ni la más leve sombra de ideas o sucesos de importancia política o social. Tam­ poco se traslucen planteamientos sobre algún hecho o problema social que pudiera llevar a la narración más allá de lo meramente anecdótico. La desmitificación o trivialización de lo trascendente no son notas claras en esta novela, a diferencia de Los relámpagos de agosto, por ejemplo. Después de haberla leído se me ocurrió escribir un cuento dedicado a Jorge, especie de replica a sus invenciones y de intención sanamente humorística, se­ gún creí. En este cuento, llamado Hechos y personajes, a.c., se narra la historia de un escritor que visita su pueblo natal para recoger material para sus libros. Los vecinos, al principio molestos, van acostumbrándose a verse disimuladamente retratados en sus páginas. Deciden después colaborar y proporcionar al escritor hechos y personajes explotables literariamente. Se entregan a la tarea de construir asuntos y actores que el escritor va captando y trasladando a la ficción, sin darse cuenta de

60 Eugenio Trueba 1 que ésta se ha dado antes de la narración. Acaban por inducirlo a retratarse a sí mismo en su último libro. No dejé de sorprenderme al enterarme de que mi cuento había molestado a Jorge. En una nota que publicó en Vuelta aludió al asunto con destemplanza y sostuvo allí que es falsa la tesis de que los autores tienden a autodescribirse en sus libros (he perdido la nota y siento no poder transcribirla) ... Me sentí apenado al conocer la reacción de Jorge. No volví a verlo en Guanajuato, pero yo seguí compran­ do y leyendo sus libros con todo interés complacencia y admiración.

17 de septiembre de 1996.

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Jorge IlJargüengoitia: Instrucciones para leer la historia de México ANA RosA DoMENELLA

México es el lÍnico pa(s r¡ue realmenle conozco ( .. .). Es 111i pafs, 111e parece iulcresau ttsi111o y 111e fa scina.

JORGE IBARGÜENGOITIA

mediados de los m1 os sesenta, en medio de utopías que los jóvenes defendíamos como realizables y en el límite sur del continente, topé literariamente con Guanajuato o Cuévano desde otra ciudad universitaria, conservadora y construida tam­ bién por los espaftoles en un pozo rodeado por montañas: Córdoba o La Docta. Después de haber leído infinidad de páginas y artículos sobre la Novela de la Revolución, nuestra infatigable "mexicanista" local, María Luisa Cresta de

63 1 Ibargüengoitia a contrareloj

Leguizamón, nos propuso obras más recientes como Las buenas conciencias de Carlos Fuentes y Los relámpagos de agosto de Jorge Ibargüengoítia, que traía el aura del Premio Casa de las Américas. En los primeros años de los setenta fijé mi residen­ cia en México y en mi laborioso trasplante vital redes­ cubrí a Ibargüengoitia en sus artículos periodísticos, obras de teatro y novelas, encontrándolo atípico entre sus contemporáneos. El ácido guanajuatense era uno de los pocos escritores n'lexicanos antisolemnes y sabía ejercer su oficio con implacable agudeza. Su audacia y libertad para recrear la historia nacional y su propia biografía me impresionaron; más tarde el estudio de­ tenido de sus textos me obligaron a replantear los caminos viables para cuestionar el discurso oficial siempre serio y monolítico, y algunos aspectos sa­ cralizados o mitificados por la cultura "dominante". Existe un viejo adagio que pregona: "riendo se castiga mas". Después supe que para Mijail Bajtín la risa mm­ ca tuvo un carácter oficial porque tiende a rebajar y materializar las abstracciones. Los géneros cómicos han sido tradicionalmente los más libres, los menos some­ tidos a reglamentación. En un artículo titulado Revitalización de los héroes Ibargüengoitia afirma que "si la Historia de México que se enseña es aburrida, no es por culpa de los aconte­ cimientos, que son variados y muy interesantes, sino porque a los que le confecionaron no les interesaba tanto presentar el pasado, como justificar el presente"Ul. También aseguraba que podía recitar de memoria, des­ pués de treinta años, un libro de Historia Universal que leía en "ratos de ocio": "La mezcla de español e indígena

1 "Revitrzlizrzción de los l!éroes" en obras de Jorge Ibargüengoitia, Instrucciones para vivir e11 México. Selección y prólogo de Guillermo Sheridan, Joaquín Mor­ tiz, México, 1990, p. 34.

64 Ana Eosa Domenella 1

produjo en México una raza nueva que se ha distinguido por sus virtudes y por el aborrecimiento que le inspira todo lo europeo", (z) y a continuación se hacía un recuento de hitos históricos desde la Independencia hasta la Revolución; épocas y héroes que han obsesionado a Ibargüengoitia en sus novelas y alguna obra de teatro como El atentado. En efecto, la historia de México se funda en el mestizaje según la versión oficial, pero en la zona del Bajío, en particular en Guanajuato, la raíz indígena ha sido opacada por una fuerte presencia criolla, por tal razón los indios casi no aparecen en la literatura de Ibargüengoitia, del nüsmo modo que son inevitables en la narrativa de la chiapaneca Rosario Castellanos o se incorporan como sus trato mítico en el cosmopolita Carlos Fuentes. A finales del Siglo XVIII, cercana ya la época del inicio del movimiento de Independencia, Guanajuato era una de las zonas más densamente pobladas del virreinato de la Nueva España, y también la más urba­ nizada, producto de un "insólito y equilibrado desarrollo económico y social de raíces regionales". (3) Ibargüengoitia cuenta que su abuela también le daba clases de historia enumerando su frondoso árbol genealógico: Tú te llamasJorge Ibargüengoitia Antillón, Cuming, Castañeda -aquí seguía una lista de nombres que he olvidado excepto los tres últimos que eran Aldama, Crespo y Picacho.

2 "Lo lllltclw que 110 supi111os", en obras ele Jorge Ibargüengoitia, Instruccio11es parn vivir e11 México, ed. Cit. P. 250 3 Enrique Flores Cano e Isabel Gil Sánchez "La época de las rejor111as borbó11 icas y el crecimiento ecollólllico, 1790-1808", en Historia ge11eml de México, T. II, El Colegio ele México, México, 1977, 2da. ed. P. 235.

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Aldama, el héroe de la Independencia, cuya cabeza estaba colgada de uno de los ganchos de la Alhóndiga, era mi abuelo en cuarto grado; es decil� yo soy su chozno. (4) Pero no sólo esos eran los orígenes familiares porque también hace constar que entre los defensores de la Alhóndiga de Granaditas estuvo el "penúltimo gachupín de la familia don Pedro Ibargüengoitia" y allí murió. En el número 100 de la revista Vuelta, dedicado a Ibargüengoitia, se incluye un fragmento de su artículo titulado originalmente Cinco de mayo por la Revista de la Universidad de México (1962) y que se rebautiza Mi bisabuelo contra los franceses. Ibargüengoitia rescata allí partes de la hoja de servicio de su bisabuelo materno, el general Florencia Antillón, en la que se nota que llegó con su tropa de Guanajuato el día seis de mayo a la batalla de Puebla ganada el día anterior por las tropas mexicanas contra los invasores; más tarde afirma su descendiente, "le tocó la derrota en todo su esplendor". (s) En el volumen Sálvese quien pueda (Premio México, 1975) el autor se burla de ciertos personajes que exaltan el pasado indígena (y sin lugar a dudas desprecian a los indios contemporáneos); el articulo se titula El doctor mexica y los conquistadores y narra una sobremesa donde sólo eran "nativos" el citado personaje y el narrador. El doctor mexica va enumerando los avances que en diversos campos de la medicina habían alcanzado las civilizaciones americanas frente al atraso de Espaí'ia en la misma época; el narrador va pautando con comenta­ rios irónicos la disertación aunque no lo exprese en voz alta; finalmente cuando la concurrencia le cede la

4 "E/ grito irreconocible" en J¡¡sfrucciones para vivir e11 México, ed. cit. p. 39. 5 "Mi bisabuelo co11tm losjm 11cescs", en Revista Vuelta (México) mun . 100, 1985), p. 54

66 Ir------Ana Rosa Domenella 1 palabra se limita a decir: "Yo también tengo antepasados indígenas". (G)

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En los aüos sesenta en México, según Carlos Monsivais, se vale "descreer del PRI y del rebozo", ya que "en medio de confianza, entusiasmo, colonialismo e ingenuidad, el sector ilustrado de las clases medias va declarando fuera de época a nacionalismos y chovi­ nismos". (?) Son los aüos en que Ibargüengoitia comienza a publicar su obra narrativa. En 1971 publica el artículo tihllado Así fu eron nuestros antepasados en el que cuenta la divertida leyenda, según él originaria de Salamanca. Gto" sobre los tiempos de la peregrinación azteca. En un principio el águila se paró en un nopal "a 1nedio camino entre la refinería y el basurero, y empezó a comerse una serpiente, pero que los habitantes de la región -chichimecas- la encontraron antes que nadie y la espantaron, porque sabían la suerte que les esperaba en caso de dejar establecerse en esas tierras a los peregrinos aztecas". (s) Ibargüengoitia aüa­ de de su cosecha que el águila seguía posándose en otras poblaciones, como Morelón y Huehuetoca, hasta encontrar el lugar deshabitado "dentro del telar y el carrizal, adentro del agua", donde lo encontraron los aztecas "antes de que nadie tuviera tiempo de espantar­ lo". Está aquí presente la mirada desacralizante típica del

6 "El doctor 111exicn y los co11quistadores", en Sálvese quie11 pueda, Novara, México, 1975, pp. 203-206. 7 Carlos Monsivais, "Notas sobre la cultura mexicana e11 el siglo XX", en Historia ge11eral de México, T. IV, ed. cit. pp. 420.421 S "Astjuero11 nuestros a11tepasados", en [¡¡stmcciollespara vivir e11 México, ed. cit. pp. 28-30.

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autor y la posición orgullosa de un provinciano del Bajío frente al poder secular de Tenochtitlán- Distrito Federal; esta leyenda también se opone a las mistificaciones que sobre el Aztlán confabulara la cultura chicana desde los Estados Unidos. Con igual ironía y basándose en los textos de historia patria se refiere a la utilidad práctica de las "guerras floridas" y los sacrificios humanos en honor a Huizilopochtli. Distante de toda una corriente que exalta como el paraíso a las violentas organizaciones sociales prehispánicas, Ibargüengoitia, continuando con su pecu­ liar lectura de los libros oficiales de historia, cuenta que Moctezuma II, a pesar de su poder y riqueza "no era feliz" por la profecía de Quetzalcoatl, y en cuanto a la conquista afirma el ironista: "Cuando llegaron los espafioles, como de costumbre, todo se echó a perder". A la compleja estratificación social de la sociedad indígena le sigue la simple división entre "vencedores y vencidos", que se mantendría hasta la época de don PorfirioDíaz pero con el nombre de //la gente decente"" y "los peladosi/ y luego afiadesu crítica mordaz a la sociedad contemporánea. Todo aquél que haya seguido sus artículos o sus cuentos, compilados bajo el sugestivo título de La ley de Herodes (1967), sabe que comenzó estudiando ingeniería, a pedido de las mujeres de la fanülia y en función del patrimonio heredado (y menguado por los repartos agrarios), pero terminó la carrera de Arte Dramático en Filosofía y Letras gracias a su devoción, o interés, por las clases impartidas por Rodolfo Usigli o porque en un temprano viaje a Europa descubrió su verdadera vocación. Al maestro Usigli le interesaba también la historia en el teatro, pero defendía el uso de la imaginación sobre el documento y aseguraba que si llegaba a resultar debía verse como una lección de historia, nunca como una clase

68 Ana Rosa Domenella 1

de historia. (9) Sus compai1eros de generación sí llegaron a poner su imaginación y conocimientos dramáticos en la recreación de la sociedad prehispánica. Por ej emplo su amiga Luisa Josefina Hernández escribió un texto basado en el Popal Vu h y Sergio Magai'iaescribió un Moctezuma II y también Cortés y la Malinche (Los argonautas). Jorge Ibargüengoitia sólo lo hará en una carta pública que, despechado, le dirige a Usigli y es recogida por Vicente Lei'iero en su libro Los pasos de Jorge. El texto se publica en el suplemento México en la cultura (1961), bajo el título de Sublime alarido del ex alumno herido. La causa es que el maestro no lo nombra en un reportaje que le hace Elena Poniatowska y le pregunta sobre los jóvenes escritores nacionales. Escribe así el discípulo ninguneando: ¿Por qué no m.emenciona a mí? Yo también quiero estar en la constelación. Quiero ser santo y estar en el calendario. No es posible que se haya olvidado que exitoso ... Y para demostrar que él también es capaz de es­ cribir sobre esos temas incluye, en sorna, la obra No te achicopales Cacama. Tragedia del Anahuac en verso libre. Los personajes, además del citado protagonista del título, son: Xochopoxtli, Cortés, Marina y Bernal Díaz del Cas­ tillo; se incluyen juegos onomatopéyicos con palabras de origen náhuatl o que se le semejan; por ejemplo tma enumeración de gentilicios a cargo de Xochipoxtli: Ya vienen los tlaxcaltecas, los cholultecas, y hue- huetocas. Los chichimecas de Chichíndaro, famosos por sus dulces aguas, y los de Zacatlán de las Manzanas prefiadas;

9 Cit. por L: Howaed Quockenbush, en El López de Jorge Ibnrgüe¡¡goitin. Histo­ rio, teatro y nutoflexividnd, Conaculta, INBA, México, 1992.

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y vienes también los mecos y los texcocanos porque al fin y al cabo todos son buenos mexicanos. Por su parte el personaje de Dofia Marina dice: "Me siento embarazada/ creo que daré a luz al México del futuro". También está presente la orografía y la flora del Valle de México, el cazahuate y el ahuhuete; el Popocatepetl y Citlaltépetl. Mientras Cacama exclama antes de morir: «México, creo en tí", Xochipoxtli recita "Todo está perdido para Aztlán". o al Pasan los años y muerto Usigli (1979) Ibargüengoi­ tia reconoce que "nada escribió tan venenoso ni nada ha tenido tanto éxito". En este recuento de la tangencial presencia de los indios en la obra de Jorge Ibargüengoitia, es evidente en los cuentos La Ley de Herodes el rechazo a una visión folklorizante e idílica desde la perspectiva del narrador protagonista, joven y clasemediero. Las escasas alusiones a un pasado indígena son descalorizantes en estos relatos autoirónicos y con pre­ tensiones cosmopolitas: los pelos "muy mexicanos" del ladrón de "El canario"; la Danza de los Viejitos que organizan los scouts mexicanos en el jamboree de Francia, en Falta de espíritu scout o los retratos de Blanca con trajes regionales que la desfavorecen, en ¿Quién se lleva a Blanca?. O sea que el pasado auge nati vista, con indígenas que triunfan tansólo en los murales, está reducido en La Ley de Herodes al silencio, la marginalidad o el disfraz.

10 "Supremo alarido di un ex alumno herido" y "No te achicoles Cacama", en Vicente Lei'iero,Los pasos di López Cuadernos de Joaquín Mortiz México, 1989, pp. 79-83

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En su última novela, Los pasos de López (1981), (ro se incluye una visión clasista por parte del narrador menwrialista Matías Chandón, joven oficial criollo, sobre los indios de Paso de Cabras que se incorporan a su batería y de quienes escucha historias de sequías y miseria y la incorporación al ejército por falta de volun­ tarios según la versión del Coronel Bermejillo. Recuerda Chandón que era cierto o que decía Periñón (el personaje que representa al cura Hidalgo y es el López del título de la novela): "nunca habían visto un cañón" y añade en tono de sorna: Ni un cañón ni un botón ni un zapato ni un peine. Usaban uniformes iguales a los que te1úan los demás soldados pero en ellos se veían diferentes. Los chacós no le entraban en la cabeza porque el pelo les crecía en forma de tejaván, nunca ví uno que hubiera alcanzado a abrocharse la mitad de los botones del uniforme y en los pies no aguantaban los huaraches. El coronel les había asignado una parte del cuartel que siempre estaba oculto por un humo espeso, porque sus mujeres acoshunbraban quemar estiércol en los braseros (p. 54). Aunque la mirada sea sin concesiones, Chandón los entrena y les busca un alojamiento más apropiado ya que los planes de la conspiración incluía el ataque al cuartel donde ellos vivían. El humo en los braseros quizá los hacía invisibles para otras miradas más piadosas, como son invisibles la mayoría de los indígenas que habitan la capital, medio millón de mixtecos, zapotecas,

11 Jorge Ibargüengoitia, Los pasos de López Océano, México, 1982. La primera edición sale en Espai'ia con el título de Los conspimdores en 1891. Las citas texh1ales corresponden a la primera edición mexicana y en adelante sólo se anotará el número de páginas entre paréntesis.

71 1 Ibargüengoitia a contrareloj triquis y mazahuas según las estadísticas; uno de cada veinte de los que en la actualidad sobreviven en el país. (12) Pero Chandón es también implacable con sus pa­ res, del cura Periüón recuerda cómo trataba a la "gente pobre": "Los conocía, los comprendía y los dominaba" (p. 30). La gentil y bella Carmelia le 1nuestra al joven oficial "las casas de la gente pobre" desde la mansión de La Loma: "Que bonitas son ¿verdad? Son muy sencillas pero están muy arregladitas. Si usted se fija en ninguna falta una macetita de flores". Mientras la mi­ rada antirromántica del narrador nos describe "casas de adobe", "hun1aredas", "n1ujeres cargando rastrojo" y "niños jugando en el lodo", la Corregidora exclama: -"¡Qué dignidad hay en la pobreza!"- (p. 15). Es posible que la mirada hipercrítica del ironista esté implícita en el personaje de Chandón. Los pasos de López se inicia con un viaje en diligencia y la prevenciones del licenciado Manubrio, siniestro personaje que represente al "Tribunal Negro", contra los criollos que conocerá en Plan de Abajo. Le cuenta al joven militar sobre la conspiración de Huetámaro (extratextualmente, Valladolid, 1808). En esta pasaje que anticipa "el grito de Ajetreo" (o sea el de Dolores), núcleo argumental de la novela, se percibe una perspectiva his­ tórica mayor a la del personaje narrador y que puede atribuírsele a un metanarrador que urde los hilos del relato. Chandón transcribe las palabras del representante de las autoridades espaüolas con lo que se denomina "ironía citacional": Querían proclamar la independencia de la Nueva Espaüa, abolir los tributos reales y, lo que al licenciado

12 Véase nota "El indio, iudocw/lelltndo del Distrito Federal" en La Jamada (Méxi­ co). domingo 15 de septiembre, de 1996, sección "La Capital", pp. 44-45.

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Manubrio le parecía más espantoso, incautar los bienes de los espaí1oles para distribuirlos entre los mexicanos ¡incluyendo las comunidades de los indios! (p.12). La víctima de la mirada irónica no es sólo el inquisidor sino también los criollos que t0111aban como "natural" la servidumbre de los indios. En la historia extratextual, el cura Miguel Hidalgo libera de su escla­ vitud a los indígenas, en la novela de Ibargüengoitia es interesante cómo se recrea el episodio. En la primera visita a Cuévano que Chandón describe como "una taza de porcelana fina puesta entre las montañas agrestes", (p.Sl) van a pedir el tomo de la Enciclopedia con la C de cañones, aunque lo enmascaren tras la necesaria consulta sobre el cultivo de las ciruelas, al intendente don Pablo Berreteaga (en la realidad histórica, Juan Antonio de Riaño). En contraste con el lujo y las comodidades de la casa del intendente cuando visitan la mina La Resaca el narrador memorialista la describe como "un pueblo triste, lleno de gente amarilla. Por el medio de la calle corría un arroyo pestilente" (p. 82). Periñón le hace el comentario obvio de que "nadie está aquí por su gusto"; luego visitan la hacienda de beneficio, Otates, para que el joven vea cómo se separa la plata de sus impurezas. Se ponen los ingredientes molidos en el fondo de un tanque, se agrega el agua y luego se meten mulas a dar vueltas para que con las patas hagan la mezcla, Periñón me explicó que el cinabrio carcome los cascos de las mulas y los pies de los arrieros (Ibid.) Después de la cruenta toma de la ciudad de Cuévano el cura Perifíón, libera a los presos de la cárcel y regresa al pueblo de Otates, donde los arrieros no estaban pero sí las mulas. "Periñón desmontó, fue a la entrada del corral, él mismo quitó las trancas entró al corral y arreándolas, hizo que todas las mulas salieran y no dejó que nadie las agarrara", luego les explicó a su gente 'Tongo en libertad esas mulas porque han sido

73 1 Ibargüengoitia a contrareloj maltratadas y usadas en beneficio de unos cuantos" (p. 126). En una entrevista reciente el historiador Jean Meyer se refiere a este episodio afirmando que no lo inventó Ibargüengoitia sino que "aún sobrevive en las familias guanajuatenses". La escena acaba con las mulas sueltas que se van al galope en plena libertad y concluye enfático: Yo me quedo con esa imagen franciscana de un Hidalgo que no sólo libera a los esclavos y a México de la dominación espai'íola, sino que lleva el anhelo de liber­ tad hasta los animales. 03l Matías Chandón, más objetivo quizá o menos entusiasta, que el esh1dioso de la guerra cristera, ob­ serva después de la acción efectuada por Periñón que en vez de un tropel hacia la libertad, las mulas se que­ daron pastando en la orilla del río, lo que resulta más verosúnil. En cuanto a la liberación de los trabajadores de la mina, el memorialista lo rescata desde la perspectiva novelística de treinta ai'iostranscurridos entre los hechos narrados y su escritura, del siguiente modo: "-Con estas palabras que oyen queda abolida la esclavitud en América». Los indios que habían subido a la superficie cansados, embarrados, casi encuerados (Ibid) recibieron la solemne declaración en silencio. Y explica el narrador: "Los que la oyeron no la entendieron. Eran indios a quienes sus amos compraban y vendían y hacían bajar a la mina a fuerzas, pero como no eran negros creían que no podían ser esclavos" (pp. 126-127). Dándose cuenta de su azoro Periñón les aclara que desde

13 Véase nota, entrevista de Patricia Vega a Jean Meye1; "Fue Hidalgo ltllcaso ejemplar de la teología de la liberación", La ]amada (México), domingo 15 de sep­ tiembre de 1996, sección "Cultura" p. 27.

74 Ana Rosa Domenella 1 ese momento bajará a la mina "el que quiera, porque le convenga el sueldo y el que no, no". Entonces, recuerda el narradm� que gritaron: -"¡Viva del cura Periflón!". Una escena similar narra Carlos Fuentes en su novela sobre la Independencia, La campaña (1991), desde la perspectiva de su protagonista ficticio,Baltasar Bustos y los indios del Alto Perú. El narrador omnisciente dice: La Junta de Buenos Aires le había ordenado -dijo después de una pausa, dando a entender que la metáfora era sólo un preámbulo y éste una metáfora- liberar de la servidmnbre a los indios del altiplano, cosa que ahora hacía formalmente. <14l El personaje se dirige a ellos desde un caballo "negro y brillante", apunta el narrador y empuflando el decreto que le enviase Dorrego (personaje histórico): "Se suprimen los abusos, se libera a los indios del tributo, se les reparten las tierras, se establecen escuelas y se declara al indio al igual que cualquier otro nacional ar­ gentino y americano". Aquí el personaje transmite pero no es el que hace la ley como en el caso de Periflón. En el episodio de La campaña algunos indios se hincan y quieren besarle la mano y éste los insta a levantarse, a dar el ejemplo de gobernarse a sí mismos, y desde una visión roussoneana les dice: "ustedes están más cerca de la naturaleza que nosotros". Para romper la solemnidad de la escena interviene otro personaje que aunque resulte extraflo conserva en la novela su nombre real, el padre De las Muñecas, y le dice a Baltasar que ya no insista; en ese momento el joven protagonista se da cuenta que los indios no hablan espaüol, sin embargo el cura insurgente le asegura que "saben distinguir la verdad en el tono de voz". A su vez son observados por los ""criollos ricos"

14 Carlos Fuentes, La campalia FCE. México-Buenos Aires. 1991. Col. Tierra Firme p. 83

75 1 Ibargüengoitia a contrareloj beneficiarios del reg1men de "mita", o sea el trabajo forzado del indio en la mina. El cura le cuenta que es tal la explotación que los indios prefieren huira las hacien­ das "donde el terrateniente parece casi un franciscano (Isl comparado con el capataz de la mita" . En la novela de Fuentes la incomprensión está en el lenguaje y no es el concepto de esclavitud y los explotadores incluye a los criollos ricos y no sólo a los aristócratas españoles. De todos modos Ibargüengoitia recrea la escena con mayor naturalidad y humor o con menos erudición y solein­ nidad, como es el caso de su contemporáneo. Para finalizar este tema recordemos que esos curas que lucharon por la Independencia de nuestros países hispanoamericanos murieron, por lo general, ajusticiados y excomulgados porque los jerarcas eclesiásticos estaban aliados con el poder colonial o porque, como decía San Agustín, y aplauden los poderosos, "La misión de la iglesia no es liberar a los esclavos, sino hacerlos buenos".

4

Ibargüengoitia opinaba que los historiadores echan a perder la historia. En una entrevista con René Delgado se refiere a la "conspiración de Querétaro" antes de pu­ blicar -y posiblemente de escribir- Los pasos de López; el tema le parece maravillo y se pregunta.: ¿Cómo fue todo ese lío en que se metieron?, ¿en realidad escogieron las juntas de la Corregidora? ( ...) Esto debe haber empezado como gente que se junta entre semana: los jueves nos juntamos en casa de fulano, pues para hacer una fiestecita.Y de repente, se ven metidos en un e1u-edo y tienen que levantarse en armas. 06l

15 Carlos Fuentes. ob. cit. p. 85 16 René Delgado, " Jorge Ibargüengoitia: Los historiadores echan n perder In his­ toria", "Revista Proceso (México), 26 de diciembre (1977).

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Con anterioridad a esta declaración ya había abordado el tema en la obra de teatro La conspiración vendida, la cual recibió el premio Ciudad de México, en 1960, en el marco de festejos por el Sequiscentenario de la Independencia, es incluida más tarde en el volumen Sálvese quien pueda (1975). En un artículo titulado Dos aventuras de la dramaturgia subvencionada cuenta cómo la escribió impulsado por las deudas. Leyendo la obra 19 años después al autor no le parece tan mala, pero tiene el peculiar olor del teatro subvencionado. En su autocrítica Ibargüengoitia nota que el cura Hidalgo "habla poco pero es visionario; dice por ejemplo que los que inician una revolución nunca ven el final y sugiere que va a morir fusilado". <17l La misma posición mantiene el personaje Periñón en la novela pues cuando Matías Chandón le pregunta la forma de gobierno que tendría la Nueva Espaí'íadespués de la revolución, contesta: -Puede ser una república como tiene en el Norte o bien un imperio como tienen los franceses, pero es cuestión que francamente no me preocupa, porque sería raro que llegáramos a ver esto que estamos comenzando- (p 76). En cuanto a la posible puesta en escena ele la obra patria que no se estrenó, el autor considera que nada bueno puede esperarse de un "un actor disfrazado de Hidalgo y una actriz disfrazada de la Corregidora sueltos en el escenario" y se le ocurre que podrían sustituirse por dos estatuas de papel maché que entren en andas y digan sus parlamentos cantados. En Los pasos de López se ensaya una obra de teatro titulada La precaución inútil

17 "Dos aveutums de la dramaturgia subvencionada", en Autopistas rdpidas. Selec­ ción de Guillermo Sheridan. Vu elta, México, 1989, lea. reimp. Primera Parte n Escribir cansa" p. 55-61

77 1 Ibargüengoitia a contrareloj en la tertulia de la Casa del Reloj donde asisten los "conspiradores". Carmelita (la Corregidora) hace el papel de la bella y tonta Rosina, Ontananza (Allende) el del joven galán Lindoro y Periñón (Hidalgo) el de López, su criado, "el personaje n1.ás interesante de la comedia, él enredaba y desenredaba la acción, resolvía todos los problemas y al final recibía todos los castigos" (p 37) la síntesis del narrador sirve de anticipo o prolepsis de lo que acontece en la historia que le sirve de marco y remite, extra tex­ tualmente, a la "Conspiración de Querétaro", como la llamó el historiado Lucas Alamán. En 1981 cuando se publica Los pasos de López ya se había iniciado el auge de la "nueva novela histórica latinoamericana" que, según el crítico Fernando Aínsa, surge después de la experimentación de la narrativa en los años sesenta y de los testimonios y denuncias de los setenta. En la década de los ochenta pareciera que los escritores "hubiesen necesitado incorporar el pasado colectivo al imaginario individual", lanzándose a la aventura de releer la histo­ ria del continente, pero desde una nueva perspectiva cuestionadora de los discursos historiográficosoficiales, a través de caminos exploratorios que incluyen la ironía, (ls) la parodia y el "pastiche" . Desde mucho tiempo antes Ibargüengoitia era consciente de la necesidad de "asaltar la historia oficial" como también propone Fernando del Paso. En El atentado de 1962 rompe con el teatro que escribiese hasta entonces y encara la farsa histórica que le valió el Premio Casa de las Américas 1963 (compartido, mal que le pesase, con el argentino Osvaldo Dragún).

18 Fernando Aínse, "La escritura de la historia en la lllleva narrativa latiuomueri­ caua", En la Novela Histórica, sección de Cuademos A111ericanos, Nueva Época, núm. 28, julio-agosto, UNAM,México, 1991. pp 13-31.

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Los dos beneficios que según el autor le reportó la obra, tácitamente censurada hasta 1975, fue el cierre de las puertas del teatro y la apertura de las de la novela, que se convertirá en su género preferido. Con el mate­ rial consultado para documentarse sobre el asesinato de Alvaro Obregón le alcanza para escribir las memorias apócrifas del General José Guadalupe Arroyo (Los relámpagos de agosto, 1964) y su novela de los dictadores latinoamericanos (Maten al león, 1969) concebida en un principio, como la versión cinematográfica de El atentado. Jorge Ibargüengoitia ha dicho en varias oportuni­ dades que el asesinato de Alvaro Obregón durante una comida en su honm� a manos de un fanático católico, siem.pre lo había fascinado; podría pensarse que una de las causas es que ocurrió en 1928, año del nacimiento del autor. Cuando Italo Calvino fue jurado del Premio Casa de las Américas que eligió a Los relámpagos de agosto como ganadora, se refirió a la importancia de "mirar el pasado con ojos nuevos" porque era la primera vez que un escritor mexicano se atrevía a reírse de ciertos personajes de la Revolución de 1910. En su última novela la mirada hipercrítica sobre los generales revolucionarios se atempera en el humor en cuanto al protagonista Periñón-López. No comparto, por consiguiente la afirmación de Eugenia Revueltas en su artículo Los peligros del humor (l9l que califica a Los pasos de López como sátira histórica, añadiendo que el comunicado ideológico de la visión de la Independencia es similar a la de Los relámpagos de agosto sobre la Revolución, que los mexicanos son "unos buenos para nada".

19 Eugenia Revueltas, "Los peligros del ltu11wr", en Vasos Colllllllicnntcs, UNAM 1985, pp. 71-76, (Col. Cultura Universitaria).

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Desde mi punto de vista por medio del humor se logra revitalizar el pasado histórico; además, el nwvi­ miento independentista es presentado en sus inicios antes de las claudicaciones de ciertos grupos criollos y la fi gura del Padre de la Patria resulta positiva, aunque la bajen del pedestal de los héroes. La atracción por la figura del cura Hidalgo es distinta que la que le pro­ ducía Obregón pues le profesa admiración y la gesta independentista es narrada como "propia", mientras que los avorazados generales son desnudados en sus ambiciones y torpezas por medio de la ironía que siem­ pre resulta más distanciada, escéptica y sesgada que el humor. Ibargüengoitia rechazaba ser catalogado cmno "hu­ morista" si eso significabaestar en permanente búsqueda de chistes o situaciones chistosas, pero reconocía no saber muy bien qué debía entenderse por humor; sin embargo tenía claro lo que se consideraba sátira y no acepta que se clasifique como tal a sus novelas. En este género -decía, seguramente recordando su aprendizaje dramático,- "el escritor odia al personaje y los presenta como una piltrafa", tampoco cree ser burlón porque "supone algo de odio, ele crueldad o desprecio»; en cuanto a la comedia sí le significa algo concreto y parece más cercana a su perspectiva: "una visión par­ cial ele las cosas, de ver la realidad en un sesgo"(20) también en la comedia existe simpatía del escritor con sus personajes. Esta simpatía es evidente en el trazo del personaje ele Periñón, con su chispeante apellido ele cham.paña, su natural don ele mando, la seducción que ejerce entre sus amigos y allegados y su desinterés por el dinero, junto a una aguda inteligencia y, finalmente, su triunfo

20 Aurelio Asiain y Juan García Oteyza, "Entrevista a Jorge Ibnrgiiwgoitin", en Revista Vuelta (México) núm. 100 (1985), pp. 48-50

80 Ana Rosa Domenella 1 sobre el juicio y la condena que le imponen los poderes eclesiásticos y virreinales. Es ejemplar el modo en que se narra la muerte del "héroe", la que coincide con el final -o muerte- del relato. Periñón acepta, después de seis n.l) sobre m

21 Sigmtmd Freud, "El lzu111or y El chiste y su relación co11 lo illco/lscieHte ", en Obras Completas V.I. y III, respectivamente, Biblioteca Nueva, Madrid, 1973, En su breve articulo sobre el humm; Freud incluye tm chiste para ejemplificar este optimismo del yo frente a las adversidades: El reo, conducido un lunes a la horca exclama: ¡Linda manera de comenzar la semana!

81 1 Ibargüengoitia a contrareloj con que se trasmite los retratos de los héroes: '' es el del pafi.uelo amarrado a la cabeza, Zaragoza el de los anteojitos ( ...) El cura Hidalgo es este viejito calvo" recuerda que su primera clase de historia fue mucho más interesante. "Mi madre me llevó a la Alhóndiga de Granaditas y me dijo: -De esos ganchos que ves allí, colgaron las cabezas de los insurgentes". Ya escritor maduro, en Los pasos de López elige como espacio final del héroe un basurero, cercano a la muerte de K. en El proceso y además incluye el mito de la florroja de nopal. En este finalde siglo de pretenciones globalizadoras y predicciones apocalípticas es bueno reconciliarse con la risa y la antisolemnidad. Es bueno, también, proponer el encuentro o el reencuentro con la obra de Jorge Ibargüengoitia, un escritor profundamente enraizado en su región (Cuénavo-Guanajuato, Plan de Abajo- El Bajío) y abierto al mundo. En sus textos encontramos instrucciones precisas, pero no obligatorias, para enfrentarnos con episodios de la Historia de México con mayúsculas y con su "intrahistoria"" cotidiana y menuda. Siempre con mirada fresca y alejada de la cursilería y de los lugares comunes, o produciendo el necesario extrafi.amiento ante ellos como para rechazarlos. N os enseí'í.aa desconfiar delas certezas del poder y de los absolutos de la pasión en una obra original y con pocos seguidores. Por último hay que proponer a todos leerlo por la "única razón lícita" que el propio Ibargüengoitia afirma­ ba que existía para leer textos literarios, por el goce que producen. (22)

Arca de Literatura Hispmwamcrica11a Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa Septiembre, 1996.

22 "Apu11tes para una teoría literaria", en Autopistas rápidas, ed. cit. p. 27.

82 1 Homenaje múltiple

ANA ROSA DOMENELLA

No vuelve nndíe, nndn. Na retama el polvo de oro de la vidn.

JAIME SABINES

I. lBARGüENGOITIA, RAMA, ScoRzA Y TRABA

s verdad que un golpe de dados jamás abolirá el azar; por eso la muerte a veces se da el permiso de reunir a sus elegidos entre los mejores y en un solo haz. Las variables pueden ser académicas -un encuentro de escritores latinoamericanos en Bogotá- por ejemplo; y en contra de las probabilidades estadísticas, a saber: los accidentes aéreos son escasos y la gente suele morir con frecuencia en caídas domésticas o en alguna carretera, incluso poetas ...

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En un riguroso razonamiento causalista se deberá aceptar que el de Avianca era el vuelo apropiado para quienes, luego de abordarlo desde París o Madrid el día sábado estarían a tiempo en Bogotá para el encuentro programado hace diez años. Sin embargo, no pudieron asistü� "por causas ajenas a su voluntad", cuatro figuras fundamentales de esa programación; cuatro escritores imprescindibles en la historia del arte, la crítica y la literatura hispanoamericana contemporánea: el drama­ turgo y narrador mexicano Jorge Ibargüengoitia; el escritm� editor y crítico uruguayo Angel Rama; el poeta y novelista peruano Manuel Scorza, y, por último, en una lista que respeta más el orden alfabético luctuoso que la diferencia de género, la escritora y crítica ele arte nacida en Buenos Aires y nacionalizada colombiana, Marta Traba. Todos volaban desde Europa donde, por diversos motivos (políticos unos, laborales y/ o existenciales otros) habían recalado en esos años y en anteriores etapas de sus vidas; los cuatro eran, a pesar de ello, profundamente latinoamericanos, desde su mexicanidad, peruanismo o por su anclaje en ambas orillas del Río de la Plata. Pertenecieron a una misma generación y sus años de nacimiento fueron cercanos, mientras que el de su muerte resultó preciso al convocarlos en el aeropuerto de Barajas el 26 de noviembre de 1983. Angel Rama, el maym� había nacido en Montevideo en 1926; Manuel Scorza en Lima, a pesar de no ser de familia costeña, en 1928; también en 1928 Jorge Ibargüengoitia, en Guana­ juato (o Cuévano); y Marta Traba en Buenos Aires en 1930. Rmna inicia su infatigable labor periodística y literaria con la revista Clinamen en 1947; los demás comienzan a publicar a partir de los años cincuenta, Traba y Scorza con libros de poesía, Historia natural de la alegría, la argentina, y Los adioses y Las imprecaciones, el peruano. Jorge Ibargüengoitia había iniciado su carrera como dramaturgo, con Susana y los jóvenes, Ante varias esfinges, Clotilde, el viaje y el pájaro.

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A pesar de ello los cuatro eran, en el momento de su muerte, más conocidos por sus novelas. Scorza por su valerosa y poética pentalogía que titulara en un principio como Cantatas y luego, en forma definitiva, La guerra silenciosa, integrada por Redoble por Rancas, Cantar de AgaPito Robles, Garabombo el invisible, El jinete insomne y la última del ciclo, La tumba del relámpago, publicada en México por la editorial Siglo XXI, en 1979. En el mismo año de su muerte, y continuando con una especie de "crónica de la violencia" en Perú, había publicado La danza inmóvil y dejó una o más obras inconclusas. Marta Traba había iniciado su producción novelística con Las ceremonias del verano, que mereció el Premio Casa de las Américas, y luego le siguieron otras novelas, como La jugada del sexto día, Los laberintos insolados y Homérica Latina; sus dos últimas novelas trataron el tema de la represión y la torhna durante las dictaduras militares en América del Sur: Conversación al sur (1981) y su novela del exilio En cualquier lugar (1982). Jorge Ibargüengoitia ocupó un lugar importante en la narrativa mexicana con su propuesta desmitificadora de la historia nacional desde la perspectiva sesgada de la ironía, la irreverencia del humor o la propuesta lúdica de la parodia: Los relámpagos de agosto, Maten al león, Estas ruinas que ves y Dos crímenes, el único volumen de cuentos, La ley de Herodes, y su última novela sobre el movimiento de Independencia, Los pasos de López (1981). En el momento de su muerte estaba trabajando en una novela que tihllaría Los amigos. Por su parte, Angel Rama había incursionado en el teatro con La inundación, Lucrecia y Queridos amigos y en la narrativa con ¡Oh sombra puritana! y Tierra sin mapa, pero se le conocía en ámbitos académicos del lado de "acá" y del lado de "allá" como integrante de empresas culturales fundamentales como Marcha, que dirigía Carlos Quijano en Montevideo, y la quijotesca empresa

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que representó fundar y llevar adelante la Biblioteca Ayacucho, que recoge los títulos más importantes de la literatura y el pensamiento latinoamericanos. Rama representó una corriente original y crítica en el estudio de nuestra literatura con obras como La generación crítica, Rubén Daría y el modernismo, Literatura y clase social, Los dictadores latinoarnericanos,publicadas por el FCE en 1976 y las más recientes: Transculturación narrativa en América Latina (1982), también publicada en México, y su obra pósh1ma, La ciudad letrada (1984), donde el autor explora, según Ruffinelli, "la letrada servidumbre del poder". Marta Traba, segunda esposa del crítico -la primera esposa fue la poeta uruguaya Ida Vitale-, quien ganó un nombre y un lugar en la cultura latinoamericana como promotora de pintores y crítica de arte. Las pinturas colombiana, venezolana, mexicana y puertorriqueña le deben libros acuciosos y polémicos como El museo vacío, La pintura en Colombia, La pintura nueva en Latinoamérica, Los cuatro monstruos cardinales, sobre pintura mexicana con su ataque al muralismo, y Propuesta polémica sobre arte puertoriqueiio, que escribió como respuesta a su ex­ pulsión de la isla por presiones norteamericanas. Hubo hilos convergentes en este tejido que hoy urdimos en su memoria. Uno de ellos fue el haber vivido y escrito en Europa, como todo intelectual latinoameri­ cano que se precie de serio desde la generación romántica e independentista del XIX. Todos a su vez residieron por temporadas en otros países de Norte o Sudamérica: Marta Traba, nacida en Argentina, viaja más tarde a Europa y de allí a Colombia, donde se casa, tiene hijos y se convierte en figura fundamental en la cultura de su país de adopción. Manuel Scorza con sus exilios sucesivos debidos al compromiso militante con la causa de los indígenas andinos, la denuncia contra gobiernos dictatoriales y contra la intromisión del imperialismo en nuestros países.

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El primer exilio lo inicia en 1948 en Hispanoamérica y vive en México muchos afias; el segundo, después de participar en la rebelión campesina de los Andes Cen­ trales, lo lleva a Francia y Espafia. Su obra es, de los cuatro, la más difundida, ya que sus novelas han sido traducidas a treinta idiomas. Rama también se ve obligado a exiliarse en 1970, primero en Caracas y luego en Puerto Rico; más tarde es profesor en diversas universidades prestigiadas de los Estados Unidos, hasta que el gobierno de Reagan lo expulsa, junto con Marta Tr aba, quien lo acompafia ya en Puerto Rico, y París. Ibargüengoitia había escuchado desde joven el canto de sirena de las becas norteamericanas, como lo recrea en el cuento que da título a todo el volumen, La ley de Herodes; más tarde se convertiría en bracero intelectual, como le gustaba afirmm� y trabajó en algunas universidades de los Estados Unidos. Cuando a los cincuenta afias decide vender su casa de Coyoacán y abandonar la megalópolis, viaja con su muje1� la pintora inglesa Joy Laville, primero a Londres y más tarde a París, desde donde tomará el fatal vuelo. Su amigo de la infancia, el pintor Manuel Felguérez, relata que por ese entonces pensaban comprar casa en algún sitio de la provincia mexicana para regresar al país. Todos ellos fueron marcados, de algún modo, por los cambios políticos y culh1rales que se produjeron con la Revolución Cubana. La Habana se convirtió en la sede de premios importantes para los latinomnericanos y Jorge Ibargüengoitia ganó el Premio Casa de las Américas de teatro y novela en 1963 y 1964 respectivamente. Cuba fue también espacio de congresos y de grandes polémicas literarias y culturales en las que todos participaron. La época de dictaduras militares y de movimientos armados fue escenario de fondo de exilio s y de numerosas obras literarias. La otra cara del exilio -escribía José Emilio Pacheco a las cinco semanas del accidente de Barajas- es el mutuo

87 1 Ibargüengoitia a contrareloj reconocimiento de que el mundo no acaba en las torres de mi parroquia y la luna de mi aldea no es necesariamente más brillante ni más redonda que la hma de tu aldea. A esta generación crítica y a cuatro de sus excep­ cionales representantes rendimos este homenaje renova­ do diez veces por los diez años de su muerte, en México, país de origen de Ibargüengoitia, país ele exilio de Scorza, donde la UNAM publicaría su Poesía incompleta, país donde Traba librara su batalla contra el muralismo y a favor de una nueva pintura latinoamericana, donde Rama encontrara siempre espacios académicos recepti­ vos para sus originales propuestas de transculturación latinoamericana. Quiero citar nuevamente las palabras de José Emilio Pacheco, quien fue amigo de los cuatro escritores, y que se recogen en el volumen de Texto crítico que la Universidad Veracruzana dedicó a la memoria ele Angel Rama: Recibamos a 1984 y despidámonos de Angel Rama, Jorge Ibargüengoitia, Marta Traba y Manuel Scorza. Si los muertos pudieran escuchar lo que los vivos dicen, sabrían los cuatro que sus obras y su memoria nos acompaiiarán mientras estemos sobre la tierra, que es más pobre y más triste sin ellos. (I)

Il. JoRGE lBARGÜENGOITIA, DIEZ AÑOS DESPUÉS

Refiriéndose a sí mismo dice Jorge Ibargüengoitia: nací en Guanajuato, una ciudad provinciana que era entonces casi un fantasma". (z) N arra a continuación el noviazgo de veinte aftos de sus padres y que a los dos años de casados lo dejan huérfano, a los ocho meses y a merced de mujeres que lo "adoraban".

1 José Emilio Pacheco, "La gelleración crítica", en Te xto crítico (Xalapa, Univer­ sidad Veracruzana), núms. 31-32 (1985},pp. 74-81. 2 "Jorge Ibnrgiiengoitin dice de sí 111iS111o", en Vuelta (México}, núm. 100 (marzo de 1985}, p. 51.

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Ibargüengoitia inició la carrera de ingeniería por ser lo más aconsejable para manejar el rancho heredado; sin embargo, un juvenil jamboree en Europa (recordado en su cuento Falta de espíritu scout) lo convence de elegir una profesión que le permitiese seguir viajando, como lo relata el pintor Manuel Felguérez, amigo de la infancia con quien emprendió aquella aventura. (Jl Finalmente ingresa a la Facultad de Filosofía y Letras, aún en el viejo edificio de Mascarones, y en Com­ posición Dramática es alumno de Usigli, quien advierte su facilidad para escribir diálogos. Su incursión en el teatro mexicano como drama­ turgo y crítico se desarrolla entre los comienzos de los años cincuenta y 1962, año en que escribe su última obra: El atentado, sobre el asesinato de Alvaro Obregón. En el texto, publicado posteriormente por Joaquín Mortiz (1978), se incluye una historia de la obra y se añade una nota para el director distraído "donde aclara que se trata de una farsa documental, mientras más fantasía se le ponga, peor dará"; también advierte, parodiando un recurso tradicional: "si hay semejanza con la historia no se trata de un accidente, sino de una vergüenza nacional". El atentado comparte, en 1963, el Premio Casa de las Américas con una obra de Osvaldo Dragún. Según declaraciones posteriores del autm� El atentado le deja dos beneficios: le cierra las puertas del teatro y le abre las de la novela, pues en su investigación descubre numerosas memorias escritas por generales revolucionarios, a partir de las cuales decide crear las memorias apócrifas del general José Guadalupe Arroyo, quien polerniza con sus colegas y adversarios.

3 Manuel Felguérez "El reencuentro", en Vuelta (México), núm. 100 (marzo de 1985), pp. 45-46, artículo incluido en este volumen de Cuadcmos Alllcrica11os.

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Surge así Los relámpagos de agosto, novela que obtiene también el Premio Casa de las Américas en 1964 y un gran éxito de público. Mirando al pasado con nuevos ojos, a la vez se enfrenta y culmina una prestigiada corriente literaria, la llamada " narrativa de la Revolución Mexicana". La visión que predomina es antitrágica: el robo, la ineficiencia de las acciones de generales avorazados y ridículos, en vez de la violencia de "la fiestade las balas". Ibargüengoitia niega la clasificación de sátira para su novela porque rechaza el tono admonitorio que subyace en ésta; prefiere verla como la comedia de la Revolución en su etapa final antes de la institucionalización partidista. La comedia tiene para él un significado concreto: una visión parcial de las cosas, el descubrir la realidad en un sesgo; también supone una simpatía del escritor con su personaje"; Ol de ahí que el general Arroyo resulte, para los lectores, gracioso en sus torpezas y su "1nala suerte". El ciclo novelístico se cierra con Los pasos de López también de tema histórico: la guerra de Independencia. "El grito de Ajetreo" será el de Dolores, como Periñón/ López representará al cura Hidalgo. El tema de la "cons­ piración de Querétaro", como la llan1.ó Lucas Alamán, tenía un antecedente en la propia producción de Ibar­ güengoitia, la obra de teatro La conspiración vendida, escrita para los festejos patrios del sesquicentenario y Premio Ciudad de México 1960. La visión que predomina en las dos novelas de Ibargüengoitia no es la misma: en Los pasos de López el movimiento independentista decimonónico es presen­ tado en sus orígenes, antes de las claudicaciones de ciertos grupos criollos y centrándose en la figura de un héroe

4Aurelio Asiain y Juan Garcia Oteyza, "Entrevista cmz Jorge Ibargiiengoitin", en el número citado de Vuelta, pp. 48-50.

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""positivo"" e incuestionado como lo es el cura Hidalgo, pero bajándolo del pedestal de la historia patria para humanizarlo. Esta etapa de la historia nacional es asumida como propia por el autor y la tarea desmitificadorade su escritura cambia de tono con respecto a Los relámpagos de agosto, reduce la distancia crítica, atenúa el escepticismo y el humm� un humor rebelde y no resignado, desplaza la visión irónica dominante en su novela sobre la Revo­ lución. Sin embargo, la ironía como figuraretórica, marca textual y visión del Inundo, no desaparece sino que se refugia en el narrador memorialista Matías Chandón y se ejerce sobre otros personajes y situaciones. Otro ma­ terial que alimenta la obra de Jorge Ibargüengoitia es de raíz autobiográficay organiza una crónica desencantada sobre las capas medias urbanas. La perspectiva es autoirónica en los narradores en primera persona de los cuentos La ley de Herodes (1967) y las novelas Estas ruinas que ves (Premio Internacional Novela México, 1975) y Dos crímenes (1979). En estas obras se aprecia la gran capacidad erótica de su narrativa, a partir de un saludable regocijo deseante de los sujetos, pertenecientes a estratos medios urbanos, quienes no siempre logran sus objetivos, porque, como afirma prospectivamente el narrador maduro y distanciado de "La mujer que no": "Las mujeres que no he tenido (como ocurre a todos los grandes seductores de la historia) son más nmnerosas que las arenas del mar". Es en este sentido que sus cuentos deben leerse como "versiones antitrágicas", como afirmaGustavo García, (s) de los relatos escritos sobre amor y desamor por otros escritores de su generación, como Carlos Fuentes y Juan García Ponce, los que comenzaron a escribir a finesde los

5 Gustavo García, "Jorge Ibargiie11goitia: la vida e11 bro111n", prólogo a Los relám­ pagos de agosto y La ley de Herodes, México, Promexa, 1979, pp. VII-XIX.

91 1 Ibargüengoitia a contrareloj cincuenta y principios de los sesenta en torno a la Revista mexicana de literatura y la Revista de la Universidad. Otro material que compone el tejido intertextual de la narrativa de Ibargüengoitia proviene de los informes judiciales y la "página roja" de los periódicos en torno al caso de las "Poquianchis", transformadas en las hermanas Baladro en Las muertas (1977). Esta singular novela, quizá la mejor de su producción, supone otro deslizamiento de la visión irónica dominante, esta vez hacia el grotesco. El mundo recreado es totalmente ajeno al narradm� quien se distancia de ese mundo cotidiano "no con la finalidad de enseñm� de advertir o despertar compasión -como afirma Kayser acerca de esta corriente estética sino justamente para exponer su carácter incomprensible, inexplicable, ridículo, desastroso, horroroso". (G) El mismo narrador nos propone a los lectores "imaginar" cómo actuaron las victimarias y cómo respondieron las víctimas, o sea cómo ocurrieron los hechos en que mueren y son enterradas clandestinamente varias prostitutas, apartándose de este modo del proyecto inicial de escribir un ensayo, como se anticipa en la novela anterior -Estas ruinas que ves- por parte de su protagonista, el profesor de literatura Paco Aldebarán, y en el plano extratexhwl, por el propio autor. La crueldad y la miseria de ese "bajo mundo" marginal rebasan el proyecto ensayístico; el escritor descarta el tratamiento paródico y desemboca en el extrañamiento propio de la visión grotesca; la realidad invade y aturde a quien organiza el relato y sólo por momentos, y en especial en ciertos episodios de las madrotas, se retorna la mirada irónica porque, como afirma el propio autor: "Supongo que en el mundo nadie es totalmente despreciable y si

6 Wolfgang Kayser, Lo grotesco. Su c01zjiguración en pintura y literatura, Buenos Aires, Nova, 1964, p. 38.

92 Ana Rosa Domenella 1 tomo un personaje, lo que me interesa es justificarlo". En la misma entrevista (?) se queja de que, como lo creen un "escritor chistoso", 1nuchos se ríen "de cosas que no tienen ningún chiste", y se refiere a la escena donde intentan curar la parálisis de Blanca "planchándola"; dice Ibargüengoitia: "puede ser ridículo, pero la situación no deja de ser terrible, porque están matando a alguien. Es grotesco". Todos los cuentos y novelas se organizan en torno a una voz rectora, situada en un lugar privilegiado en lo intelectual y topográfico; esta voz es el "verdadero sujeto de la enunciación", que urde los hilos de la narración organizándolos en memorias, soliloquios, o en la polifonía y cotejo de diversos testimonios. Detrás de los distintos juegos de puntos de vista subyace una estructura de poder verticalista, desde cuya cúspide el ironista solicita lectores competentes o cómplices que sepan interpretar los significados latentes, propuestos como verdaderos sin explicitarlos. Esta estructura verticalista corresponde, extratex­ tualmente, a una sociedad altamente jerarquizada, como lo es la mexicana, y la posición del narrador es coherente con la del ironista, que suele ser un ser solitario, hipercrítico y escéptico, pero dispuesto a dar versiones muy revitalizadoras de las realidades que aborda. Cuando Ibargüengoitia se congrahllaba de haber abandonado el teatro por la novela afirmaba que éste era El medio de comunicación apropiado para un hombre insociable como yo, ya que supone una relación más libre con el lector. .. Se llega directo al lector, sin intermediarios, en silencio, por medio de hojas escritas que el otro lee cuando quiera, como quiera, de un tirón o en ratitos, y si no quiere no las lee, sin ofender a nadie

7 Aurelio Asiain y Juan García Oteyza, p. 49

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Y añade: Por eso uno escribe y deja luego que las cosas se vayan, como si las echara al río, a ver qué pasa. A veces producen dinero, a veces no, pero es todo. Si alguien dice de pronto que uno es un genio, mejor. Pero tampoco creo que sea cierto, no. (s) Como la propia capacidad autocrítica, la visión irónica preserva a quien la ejerce, y agencialmente tarn­ bién a quienes la desentrañan y aprueban, de falsas idealizaciones o de adhesiones radicales, tanto en el campo del amor como en el de la política o la literatura. Finalmente, a diez años de su muerte, la lectura de su obra siempre resulta revitalizadora porque pro­ pone releer o replantearse el pasado histórico y los problemas presentes con una nueva mirada crítica que se aleja de las solemnidades patrióticas, de la cursilería y los lugares comunes, que enseña a desconfiar de los vericuetos del poder y los absolutos de la pasión; una obra original y con pocos seguidores, que propone liberarnos de trivialidades rutinarias aprendiendo a reír­ nos de nosotros mismos. Por último hay que proponer la lectura o la relectura de la obra de Jorge Ibargüengoitia por la "única razón lícita" -según el propio autor- que existe para leer obras literarias: "por el goce que producen". (9)

Artículo publicado Cll Cuadernos Americanos Vo l. I, 110. 43, el/ero-fe brero 1996.

8 Ihid. 9. Jorge Ibargüengoitia, "Apuntes parn unateor( a literaria", en Autopsias rápidas, selección de Guillermo Sheridan, México, Vuelta, 1988, p. 27.

94 Cuévano: una ciudad 1 literaria LUIS PALACIOS HERNÁNDEZ

Se trata de construir una ciudad, con su historia, su situación geográfica, sus costumbres locales. ( ...)S e trata de que el lector no se pierda ( ...)S e trata también de que cuando oiga una conversación sepa quién es el que está hablando ( ...)e l único lector en el que he estado pensando soy yo.

JORGE lBARGÜENGOITIA (Autopsias rápidas, 1988, p. 91)

s casi imposible dejar de identificarlos lugares, la acción y los personajes de Estas ruinas que ves con la ciudad de Guanajuato y sus habitantes. La novela del guanajuatense Jorge Ibargüengoitia es un suculento

95 1 Ibargüengoitia a contrareloj platillo que nos cautiva desde los primeros kilómetros en que viajamos con Paco Aldebarán a bordo del carro pullman "General Zaragoza" que hace el servicio de México a Cuévano ... ¿de México a Cuévano? México - se cuestiona el lector-, la Ciudad de México la conozco: la Latinoamericana, el 1nonumento a la Revolución, la Alameda, la Basílica; las grandes avenidas, la Juárez, Insurgentes, Reforma ...pero, ¿Cuévano? Dónde queda Cuévano? ¿I-Iacia dónde se dirige este Paco leyendo un Opúsculo Cuevanense de un tal Malagón? De pronto, casi sin sentirlo, al conjuro de una frase escrita -más rápido que los treinta y dos kilómetros en que la puerta del excusado del ferrocarril ha permane­ cido cerrada, de Muérdago a El Ahorcado-, hemos transpuesto desde un lugar reconocido a otro por conocer. Un umbral que nos conduce de una ciudad contrastable en mi experiencia y con los mapas de México, divulgados por la Michelín, a otra, sólo a conocer por los atajos de la imaginación. Quiero decil� de un lugar "real" a otro imaginario. De esta manera, acompañados de un opúsculo que se llama Estas ruinas que ves, de un tal Isidro Malagón; igual que Paco Aldebarán se acompaña de una novela que se llama Opúsculo Cuevanense de un tal Jorge Ibar­ güengoitia, iniciamos la aventura a la tierras donde esa geografía cuadriculada de los mapas históricos se torna sinuosa y laberíntica, aculturizada en el yunque de la ficción. A bordo del tren, ni aun sin haber pisado Cuévano, leemos (nos enteramos) al mismo tiempo de Aldebarán, que "Cuévano es ciudad chica, pero bien arreglada y con pretensiones". Que "es capital del Estado de Plan de Abajo". Que es "la Atenas de por aquí"". El viaje en ferrocarril es, al tiempo, un viaje donde vamos dejando atrás a la ciudad de México y nos adentra en una ciudad cuyos contornos se dibujan con las frases del opúsculo:

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"no hay cielo más azul que el que se alcanza a ver recortado entre los cerros". El trae, trae monótono del tren nos acompaña en la descripción de una población que, surgiendo del recuerdo, comienza a sentir su respiro literario: "La ciudad está entre cerros, de los cuales el más importante es el Cimarrón, que es distintivo de Cuévano". El dibujo va resaltando imágenes nítidas: "Desde cada casa de Cuévano pueden verse las de los vecinos, un pedazo de calle estrecha ( ...) la cúpula de una iglesia". La imagen poco a poco va resaltando sus perfiles, los habitantes cobran pronta vida al caracterizarse con sus palabras: "Modestia aparte, somos la Atenas de por aquí". "En México no soy nadie, en Cuévano, en cambio, hasta los perros me conocen". Paisajes y figuras van rescatándose en la memoria del viajero Aldebarán; simultáneamente en la experien­ cia de cierto tipo de lectores (particularmente en la de aquellos nacidos en Guanajuato) varios acontecimientos y personajes delineados se ofrecen como algo familiar: la riqueza y auge minero y su posterior decadencia, el papel protagónico de la ciudad en las luchas de Independencia, títulos condales y marquesados adquiridos con la contundencia de las barras de plata, presbíteros, cronis­ tas, poetas, geólogos e historiadores cuyas obras y acciones forman parte de la cultura guanajuateña. Para los lectores de otros ámbitos, este microcosmos resulta verosímil en tanto remite a sihlaciones y caracteres que, en la lógica de la experiencia cotidiana, pueden ser posibles en cualquier n1.omento y en cualquier lugar. En el viaje de este tren, entonces, vamos dejando atrás un mundo construido de acontecimientos y seres comprobable s con el dato en documento y mom1mento, mientras nos adentramos a otro universo cuya fisono­ mía, regulaciones, habitantes y mecanismos de funcio­ namiento nos son propuestos por el guíademiurgo Jorge Ibargüengoitia a través del narrador actante Paco

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Aldebarán quien, a su vez, será auxiliado en esta tarea decubridora y constructora por el historiador Isidro Malagón. El discurso con el que este mundo de ficción será articulado posee características que le son particulares: el "yo" que cuenta (narrador), no es el "yo" del que escribe (autor), el "yo" que actúa (actante) no es necesarimnente el que le "da vida" con su voz narrante. La lógica que maneja es una lógica muy peculiar: no obedece a las relaciones causa-efecto, sino a lo que Genette llama causalidad retrógrada; es decü� es a partir del último evento que las accciones anteriores adquieren sentido: Juan Preciado, en Pedro Páramo, llega a Comala a buscar a su padre, para ello tuvo que salir de nii'ío con su madre sin conocer al padre. Como dice Renato Prada Oropeza: "es el efecto que justificay da sentido a la causa" (Prada Oropeza, 1991:68) Siguiendo a este autm� diríamos también que, a diferencia del discurso ficcional (literario), el discurso histórico tiene la pretensión de contar la verdad "lo que pasó efectivamente fuera y antes del discurso [histórico]. Su referencia es, por tanto, ostensiva: sei'íala a un 'objeto' trascendente al propio discurso e independiente, en cierto modo, de él" (Prada Oropeza,1991 :64). La pretención anunciada por el discurso histórico es, por otro lado, cuestionable, aunque aquí no es el espacio para hacerlo. Otro elemento importante que distingue a ambos discursos es que el histórico asume la voz narrativa de un "yo" que es, al tiempo, el "yo" del que cuenta y el "yo" del autor; por lo tanto los elementos de referencia (llamados deícticos) del "aquí" y "ahora", que dan lugar al 1necanismo de embrague y desembrague, cobran una mayor rigidez y no permiten, como en el caso del discurso ficcional, el libre juego del manejo temporal , los puntos de vista y las focalizaciones que lo enriquecen. El discurso ficcional estahlido por el autor Ibargüengoitia en Estas ruinas que ves, subsume en

98 Luis Palacios 1 su interior al otro discurso, al "histórico cuevanense" producido por Malagón (y que conocemos a través de Paco Aldebarán) constituyendo una isotopía de lectura, es decir una línea de significación coherente a lo largo de la novela como uno de sus rasgos distintivos, pero no único, sino subordinado, junto con otros, al programa narrativo principal donde los lugares y personajes son Cuévano y los cuevanenses quienes encuentran su refencialidad al interior del mundo narrado aunque éste posea trazos análogos al pasado histórico. Esta arquitectura literaria, este urbanismo ficcional, ha sido cultivado por escritores amantes de sus ciudades y de la vida que late en ellas: Joyce y los dublineses. Kafka y los praguenses, Balzac y los parisinos, García Márquez y los macondianos, Cortázar y los bonaerenses, Rulfo y los comalenses, Ibargüengoitia y los cuevanenses ... Porque para entender a una ciudad no basta conocerla físicamente, hay que entenderla en su trans­ formación y en la gente que en ella vive: "Las ciudades por las que caminamos están hechas de ladrillos, de hierro, de cemento. Y de palabras. Ya que es el modo en que han sido nombradas, tanto como los materiales con que se las construyó, lo que dibuja su forma y su significado" (Campra, 1994:20). Los perímetros urbanos no sólo delimitan la propiedad -y en ocasiones la defensa, como las ciudades amuralladas- sino aseguran el resguardo de la propia identidad. Para América Latina, en los años treinta, "la ciudad se afirma como 'personaje' ( ...) ha dejado de ser mero decorado para transformarse en una fuerza capaz de determinar la acción" ( Campra, 1994:27) Esta ciudad de Cuévano, a la que estamos llegando, cuenta con sus casas, parques, cerros, jardines, presas, calles y callejones, pero también pueden verse a lo lejos las ruinas: minas inundadas, haciendas de beneficio abandonadas, iglesias destruidas, pueblos fantasma... (Malagón: Opúsculo Cuevanense).

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Es a partir de estas ruinas que vemos que Francisco (Paco) Aldebarán, con la ayuda de Malagón, construirá para nosotros una ciudad "con su historia, su situación geográfica, sus costumbres locales" (Ibargüengoitia: 1988: 91) El motivo aparente que lleva a Paco Aldebarán a Cuévano es sustituir al profesor de Literatura "que se había caído muerto en la cena ele Navidad" para impartir las clases en la Universidad. Decimos aparente porque desde los inicios de la trama, más que mostrar en primer plano las preocupaciones ele su futura actividad académica profesional, Paco se enfrasca en la lectura de la historia de Cuévano a través del Opúsculo Cuevanense de Malagón, mientras su futuro colega Enrique Espinoza, profesor de Filosofía, "hombre chaparrito de anteojos", lee, más pertinentemente, la Introducción a la Estética de Wollheim. Dicho de otra forma, le interesa más el reclescubimiento de su ciudad y su historia que refrescar sus conocimientos en Literatura: "salí del hotel. Estaba atrasado. Mi primera clase ele Literatura Medieval -que no había preparado- empezaba en veinte minutos". Ya en el primer capítulo quedan claros sus intere­ ses al describir detalladamente aspectos característicos de la ciudad y su conformación: "se apearon en la esquina de la calle del Triunfo de Bustos y el callejón de las Tres Cruces. Los vi entrar en una casita amarilla de dos balcones". Los habitantes y sus constumbres: En Cuévano hay algo que produce en el observador la sensación de que lo que está viendo no es acontecimiento único sino acto ritual que se ha repetido todos los días a la misma hora desde tiempo inmemorial (. ..) junto a la puerta del Ve ntarrón habrá siempre un borracho dormido ( ...), la que vende los quesos espantará las moscas con un hilacho (. . .), en las escaleras del Banco de Cuévano, el gerente platicará con el millonario Bermejas, en las de la parroquia el seiior cura tendrá un coloquio con una beata con barbas (. . .) ". Etc, etc.

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Estos intereses se concretarán, al final de este capítulo inicial, cuando el responsable de la narración vea, desde la ventana de su cuarto de hotel, "algo que nunca antes había visto. En un balcón del piso superior estaba una joven apoyada en el barandal. Abrí la ventana y oí su risa clara" Esta joven, Gloria Revirado, como sabremos después, constituirá el centro de atracción por parte de Aldebarán y se asume como un símbolo literario y parte central de la anécdota contada. Gloria revestirá la parte oculta de los deseos del narrador por conocer y poseer el verdadero rostro de la ciudad de Cuévano: Gloria misma simboliza el auténtico ser cuevanense: cercana físicamente y a la vez distanciada: "La ironía de que algo bello, noble e inalcanzable estuviera encerrado en aquella casa tan fea". (Estas ruinas . .. 54). Pero esta inaccesibilidad se da irónica por dos razones: la una, Gloria es novia comprometida del "joven de porvenir" Rahnundo Rocafuerte, llegado del D.F.; es deci1� un foráneo, un no cuevanense, como futuro dueil.o del destino de Gloria (de la ciudad cuevanense); la otra, que poseer a Gloria implicaría su muerte (situación que, sabremos al final, con el narrador actante Paco, no es cierta), creencia ésta que ha sido sembrada en la mente de Paco y lectores por parte de ... el historiador Malagón (!). Como reza el cuarto capítulo, diríamos ¡Qué raro destino!: la Historia obstaculizando el conocimiento auténtico de una ciudad al resbalar una afirmaciónen un momento de inconsciencia. Dice Malagón, casi al finalde la novela cuando, por fin, Paco lo cuestiona al respecto: "qué ingenioso soy a veces, cuando estoy borracho. ¡Las cosas que se me ocurren!" (Estas ruinas . . . , 160) Aunque Paco es originario de Cuévano y cuenta con ilustres antepasados cuevanenses (véase, si no, todas las referencias que él mismo hace en la Geografía Histórica donde nos reconstruye de forma directa a los lectores

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-no a un interlocutor actuante en la trama- la historia de La Troje de la Requinta, La Casa de los Copetes, el Jardín del Tresillo y Cerro del Meco, la calle del Tr iunfo de Bustos, la Casa del Derrumbe) aún considera que el sentido auténtico de la ciudad se le escapa; de ahí sus constantes referencias históricas y el marcado interés por los escritos de Malagón. La historia que recuerda es vaga y fantasmal, deslucida e infantil; regresa a Cuévano para conocerla realmente. Cuando partió de ahí, la ciudad y su historia era todavía muy pequeí1a; era, como Gloria cuando la vió por vez última: "una nií1a vestida de blanco, merendando chocolate ( ... ) No había vuelto a verla ( ...) Costaba trabajo creer que el Doctor y doí'ía Elvira Rapacejo de Revirado hubieran teruelouna hija tan atrac­ tiva" (Estas ruinas ... 31). Es sintomático que todos los personajes, así como los lugares y edificios en su exterioridad, resulten reconocibles para el protagonista, así como lo es él para los cuevanenses: Cuando llegamos a donde estaban los Revirado, el Doctor me reconoció inmediatamente: -¿Pero cómo presentarme con este muchacho? -le dijo a Rocafuerte- ¡Si yo lo traje al mundo! Por ello, es significativo que cuando Paco ve por vez primera a Gloria, según comentamos más arriba, utilice estas palabras que subrayo: "Allí vi algo que nunca antes había visto". En nuestra traducción, Paco descubre un rostro de la ciudad que nunca antes había visto y se prende de ella; será el deseo que le acuciará en todas sus acciones. A la luz de esta perspectiva cobran otra significa­ ción algunas escenas que se revelan como algo más que retazos anecdóticos puestos alú para fustigar las cos­ tumbres de este pueblo pintoresco. Dice la autora Rosario Campra, antes citada:

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"( ...) otro producto mítico que elabora la ciudad moderna es la imagen de la naturaleza como expresión del paraíso perdido y tal vez podrían leerse en esta perspectiva nostálgica ciertos procedi­ mientos recurrentes de la decoración urbana: en los muros ciegos se pintan paisajes que, en un trompe l' oeil a medias entre la ilusión y la ironía, pretenden convocar la naturaleza dentro de la ciudad." (Campra, 1994:28) Vemos en el capítulo ocho, "La noche Blanca" en el café de don Leandro, cómo el rector Sebastián, el matrimonio Espinoza, Malagón, "el pintor Carlitas Mendieta y el propio Paco Aldebarán, bajo la mirada complaciente del dueño, le decoran con murales el changarro". Asistimos a la recreación de un mito: "Los medidores de la luz y la puerta condenada eran un problema. Malagón y yo consultamos con Carlitas Mendieta, quien nos aconsejó hacer una composición en trompe l'oeil, que integrara los medidores, los cables que salían de ellos, la puerta y la pintura verde que estaba en la parte inferior del muro." "(... ) Los medidores de la luz eléctrica se convirtieron en los pechos de la Eva Mecánica - título de nuestro mural - que aparecía a la derecha de la composición, recostada sobre un verde prado -la pintura que ya estaba sobre el muro, a la que agregamos unas florecitas ( ... ) descubrí con cier­ to sobresalto [que la Eva Mecánica], se parecía vagamente a Gloria" (Estas ruinas ..., 91-92-95) No es únicamente Paco el que se percata del parecido de la Eva Mecánica con Gloria; para su sorpresa el joven Angarilla, estudiante de Historia con quien mantiene una relación oscura la misma Revirado, cuestiona al profesor Aldebarán una tarde por la calle del Turco: "Me dijo lo que yo menos esperaba:

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-Ayer estuve en el café de don Leandro. Vi los murales nuevos. Son muy interesantes. Me di­ cen que usted fue quien pintó la Eva Mecánica. Mi pregunta es la siguiente: la figura femenina que aparece allí pintada se parece un poco a Gloria Re­ virado, ¿quiso usted retratarla conscientemente, o el parecido es fruto de un proceso subconsciente?"

(Estas ruinas ... , 108-109). Recobrar el paraíso perdido, no perder la huma­ nización en la urbe, proyectar la belleza de la ciudad a pesar de los embates tecnológicos, parece ser lo que esta escena significa, bajo la máscara de la caricatura divertida. La irrupción de la "modernidad tecnológica" está presente como una constante en las apariciones y razón de ser ele el ingeniero Rocafuerte, novio oficial de Gloria; lo único que retrasa el matrimonio de ambos, en las razones ele Rocafuerte, es "amarrar" el negocio de la venta de las Nikkonaka y máquinas computadoras al gobernador Villalpando, línea argumental siempre abierta, a pesar ele que Rocafuerte convenció a Espinoza de comprarle una cuyo destino no fue abrir un negocio de fotocopiado sino como excelente mueble alternativo para que Paco hiciera sexo con Sarita de Espinoza. Y no es que los cuevanenses estuvieren ajenos al progreso tecnológico. Entre sus hijos predilectos esta­ ba Leonardo Begonia, mejor conocido como "La Chuchuca", cuyos inventos celosamente resguardados y valorados por sus hermanas, evidenciaban la inutilidad de uso por los propios cuevanenses. Ante ello o contra ello los habitantes de la ciudad tiene sus creencias, sus convicciones, como bien lo sabe y conoce bien el narrador Aldebarán al incluir en su propio relato el Catálogo de ideas fijas cuevanenses, donde más que cualquier invento tecnológico, es la creencia la que

104 Luis Palacios 1 opera normando la vida cotidiana. Véase, si no, lo que se dice del alicante que se mete entre las piernas de las mujeres, o la ostentación de las pobladas cejas masculinas que "son indicio de un miembro viril muy desarrollado" (Estas ruinas ..., 85-88) El conocer la ciudad, el poseerla, puede resultar peligroso. Paco Aldebarán evita poseer a Sarita por (cree) el peligro que esto encierra. Sin embargo, facetas de la ciudad se ofrecen sin recato: Sarita, quien es admirada y deseada por muchos, principalmente por Malagón, "Sarita, yo quiero poseerla", se entrega a Paco sin resistencia. El peligro de esta entrega lo llega a experimentar el amante Aldebarán cuando piensa que el esposo cornudo, Espinoza, ya sospecha algo, al decirle aparte del grupo de amigos: "El sábado nos vemos, a las diez en la entrada de los juzgados nuevos". Sudor frío en la espalda. El sábado de la cita, a la hora señalada, el narrador Paco y el esposo Espinoza se encuentran. Espinoza dice: "Voy a ensefiarte algo que nadie conoce". No entran en los juzgados, ni se van a la vuelta del edificio, sino ... ¡a la cumbre de un cerro!: "A nuestros pies estaba la ciudad de Cuévano. Por un momento temí que Espinoza levantara el dedo fatal y señalara en el paisaje su casa, el patio interim� la ventana y a través de ésta su propia ca­ ma, donde Sarita y yo habíamos hecho el amor tantas veces. Pero no. ( ... ) No sólo no hablé, sino que procuré no darle la espalda a mi compañero" (Estas ruinas ..., 118-119) ¿Le muestra Espinoza a Paco el genuino objeto de deseo de éste? No es a Sarita a quien debe posee1� sino a otra, la que está ahí abajo, a la vista, en la lejanía ... A las orillas del conglomerado urbano se encuentra el límite entre lo vital y la penuria: "vivir en las orillas de la ciudad implica la necesidad de mantener un difícil equilibrio: una situación oscilante entre el desierto y

105 1 Ibargüengoitia a contrareloj el centro de la ciudad, pero también entre la vida y la muerte" (Campra, 1994:30). Paco se resiste, sin embargo, a poseer a Gloria; ello acarrearía la muerte de lo que más desea, en la posesión la pérdida, con el Eros el Tanatos: "( ...) mientras más me gusta esta muje1� más triste me pongo" (Estas ruinas . . . , 84). La planta de Cuévano no ofrece una disposición en damero o cuadriculm� más bien laberín­ tica: recorrer el laberinto en busca de ella mism.a es encontrar al Minotauro; y, sin embargo, ese recorrido laberíntico, originalmente "recorrido de danza ritual", es lo que resulta de las deambulaciones de sus personajes, es lo que la constituye finalmente. Recorrido laberíntico el de Paco, danza ritual a la que a todos los lectores nos arrastra. Atrás de la máscara de la ironía, de la sorna y el hmnor, nos encontramos con abundantes antojitos, bebidas (mezcal de la Sierra de Güemes, enchiladas al borde de la presa de los Atribulados, etc.), alrededor de una treintena de personajes prototípicos, de sih1aciones que evitan el melodrama por la vía de la complicidad con el meta­ narrador; pero sobre todo nos encontramos con una ciudad viva que vive cada que abrimos las páginas y nos levantamos en medio de sus ruinas con la ayuda de ella misma: la Gloria que finalmente será nuestra y no morirá porque la Historia de Malagón no nos puede engañar siempre.

Ibargüengoitia, Jorge. Estas ruinas que ves, México, Joaquín Mortiz 1988. Prada Oropeza, Renato. El discurso 11armtivo "objetivo " y el discurso 11armtivo 'ficticio"', en Escritos, revista del C.C.L. de la Univ. Autónoma de Puebla, 1991. Campra, Rosalba. La ciudad e11 el discurso literario. En SYC, revista de Semiótica y Comunicación. N° 5, Buenos Aires, 1994

106 Ocultación para d_esembozar: 1 Cuévano y Chámacuero (Hacia un. análisis comparativo entre Ibargiiengoitia y Margarita Ledesma).

GEORGINA GARCÍA-GUTIÉRREZ Universidad de la Américas-Puebla

"Ahora se sabe que la idea de defender Cuévano fue de Pablito Berreteaga, hijo del intendente. Escogió como centro de la defensa el edificio más sólido que había en Cuévano: la troje de la Requinta, que de por sí

era una fortaleza, con un aljibe enorme ..."

LOS PA SOS DE LóPEZ

"Y ojalá que también en Chamácuero naciera un Napolión de esos grandiosos, que acabara con tanto limosnero y que corriera a tantos envidiosos."

AL GRAN NAPOLION

107 1 Ibargüengoitia a contrareloj

DIFERENCIAS, DESEMEJANZAS Y DESIGUALDADES

Proponer la comparación de obras tan dife­ rentes entre s( como las de los dos escritores guanajuatenses que nle ocupan, pudiera parecer un desacierto, premeditado, pero desacierto, al fin. Está, por una parte, la evidencia, contrastante, de una producción constituida por un solo libro, Poesías, de Margarita Ledesma, cuyos poemas chuscos toman a chacota a la alta literatura (y a la figura del autm� a su lenguaje, a la poesía "culta", por ejemplo). Y, por otra, la obra sustantiva de un escritor de carrera, de tal temple literario que produjo textos admirables, un poco a contrapelo del canon cerradísimo del "bien escribir". Ibargüengoitia, a la manera de los clásicos de la come­ dia griega y romana, rescata al humm� a la irmúa, a lo cotidiano, como fundamentos de una obra deleitosa que hace pensar y reír al mismo tiempo. La aparente simplicidad de su escritura, producto de una vocación y un oficio impresionantes, de un manejo originalísimo del lenguaje y de los recursos narrativos, inscriben su nombre entre los grandes escritores de México. Mas esta "naturalidad" lograda con el pronto hallazgo de un estilo literario muy personal, pudo haber confundido a ciertos críticos, despistados por lo singular de la mirada y por la propuesta literaria, única, de Ibargüengoitia, imposibles de encasillar. Es decü� críticos para quienes la literatura era "cosa seria", solem­ ne, cautísima para no causar molestias a lo establecido, que debía escribirse respetuosamente, con pompa y con mayúsculas. Cuyo modelo son las "letras" que se escriben y que se leen con cara de palo, la mente en blanco, y desde la atrofia del espíritu crítico y del literario. No maravilla, entonces, que de inmediato, los lectores ávidos de buena lectura (algunos leían

108 Georgina García 1 a Octavio Paz, a Carlos Fuentes a Juan Rulfo, otros deseaban un interlocutor inteligente que también com­ partía sus problemas) descubran el talento de Jorge Ibargüengoitia y lo sigan de volumen a volumen, bus­ quen sus notas periodísticas en Excelsior, primero, y después en la revista Vuelta. No es exagerado decir que en la literatura mexicana, nadie puede llenar el hoyo negro abierto por su ausencia; Jorge Ibar­ güengoitia es insustituible. Sus lectores, no podemos resignamos, a su muerte inesperada. Sin embargo, aunque muere en una etapa de grandes logros, muy productiva, tiempo de promesas para él y para su público a la espera de sus textos por venh� hay que agradecerle a su dedicación y profesionalismo que hayan dejado un muy respetable número de páginas salidas ya de la imprenta. Nadie ignora que Jorge Ibargüengoitia nos legó a los guanajuatenses y al mundo, varios libros publicados (ll, reimpresos una y otra vez; ni que llegó desde el cultivo del género dramático a la novela, al cuento, al periodismo y a la literatura infantil. Jorge Ibargüengoitia, sigue siendo, como dice la solapa del último libro periodístico compilado por Guillermo Sheridan La Casa de usted y otros viajes C2l, es, " ...uno de los escasos autores mexi­ canos que cada día se leen más". De modo que las desigualdades entre los dos escritores y sus obras,

1 El índice de las obras de Jorge ll1argüengoitia que acompaña las últimas ediciones de los libros del autor; consigna en narrativa, siete volúmenes; en teatro, 11 piezas, en obra periodística, cuatro libros (tres de ellos, selección de Guillermo Sheridan), y el volumen Piezas y cuentos pnm niiios, (Ibargüengoitia publicó preferentemente para la editorial Joaquín Mortiz; sus artículos perio­ dísticos proceden del Excelsior (1969-1976) y de Vu elta.) 2 Jorge Ibargüengoitia La cnsn de usted y otros viajes, Joaquín Mortiz, México, 1991. Las citas de Viajes wla América ig1zota, provienen de la quinta reimpre­ sión de las Obras de Jorge Ibargiieugoitia, Joaquín Mortiz, 1991 (10. ed., 1988; ed. original en la "Colección Contrapuntos", Idem, México, 1972.

109 1 Ibargüengoitia a contrare!oj saltan a la vista y sobre sus muchas diferencias podría abundarse. Mas lo que importa es contrastarlos para así arrojar luz sobre sus respectivas aportaciones, tan volcadas a la observación de Guanajuato, de las características de sus habitantes, de incluirse ellos entre los descritos y de hacernos burlas que nos obligan a compartir su risa, al lado de ellos y con ellos. Gracias al sentido del hum01� aprendimos a reímos sabiamente de nosotros mismos. Lo guanajuatense, la u guana­ juatidad" o identidad del oriundo del estado de Guanajuato, ronda entre los renglones de estos autores, brota de ellos, y sus retratos nos convierten en maduros lectores inteligentes que acceden a reírse frente al espejo. Es claro que la escala en que logran el desembozo es muy distinta, casi polar. Pues mientras el autor de Poesías, para captar la realidad, empieza y termina en la caracterización de un rústico o payo, Margarita Ledesma, cuyo mundo es su patria chica y única, Chmnácuero de Comonfort, a la que dedica el libro, Ibargüengoitia ahonda en todos los estratos sociales de Guanajuato. Además; revisa la historia guana­ juatense (por ejemplo, en el momento en que desde allí se influye en el destino del país en la guerra de Independencia -Los pasos de López) y, aunque la cultura, el modo de hablar y de se1� originados en el estado de Guanajuato, le son prioritarios y de los que extrae asuntos centrales para su obra, su objeto de observación, finalmente, es el ser humano. También sus horizontes son amplísilnos y el mundo, la gente de diferentes nacionalidades, la historia en general, caben en sus textos. Como pensador profundo dimensiona a los individuos, a los acontecimientos, se burla de la trascendencia oficializada por los discursos y las instituciones, de los homenajes a los héroes producto de la imaginación más distorsionadora de lo histórico. Es decil� la literatura de Ibargüengoitia es una búsqueda

110 Georgina Carda 1 de la verdad, que encuentra en las proporciones reales, verdaderas, de los sucesos del pasado y del presente, en la talla auténtica de los individuos. El escritor tra­ duce el engaño de lo "real", del pode1� en la verdad de la palabra, escrita con el escalpelo del humorismo más revelador. En cierto modo, las crónicas periodísticas, las novelas, cuentos y demás escritos del cronista Ibargüengoitia traen a la mente la inteción que generó la Historia verdadera de la conquista de Bernal Díaz del Castillo, quien se vio obligado a escribir la verdad porque la Historia de la conquista de Francisco López de Gomarra convertía a Fernando Cortés en el único héroe de esa hazaüa, como si hubiera sido una empresa indi­ vidual. El desembozo de la sociedad y de las personas, el anhelo de destruir la mentira, oficial, personal, histórica, manifiestan a Ibargüengoitia, asimismo, como un filósofo que al ironizar sobre la nahtraleza hmna­ na encuentra que los hon'lbres y las mujeres son iguales en todos los sitios y tiempos, que tienen defectos y cualidades comunes, que los mueven las mismas motivaciones muy primarias y que comparten, ver­ gonzantes, idénticos miedos. Atmque, agregaría, chispeante el humorismo del autor (quien por subrayar­ la con insistencia, revela cómo le intriga esta caracterís­ tica regional), sólo los de Guanajuato se visten del peculiar color azul pavo y, destacaría, que, como si esta notoriedad no fuera suficiente, lo combinan con zapatos amarillos. Ha singularizado, especificando rasgos culturales, ciertas actitudes propias de Guana­ juato. Así, por ejemplo, escribió en "Mis memorias del subdesarrollo (III)", recopilado en La casa de ustedes y otros viajes (véase nota 2): Hay guanajuatenses que sienten que, por el hecho de haber nacido tales, llevan la rebeldía en la sangre. La razón de que esto ocurra ha de ser el recuerdo del cura Hidalgo. Sin embargo, la región a que he estado refiriéndome en esta serie

111 1 Ibargüengoitia a contrareloj de artículos es una de las más conservadoras que he conocido (p. 57). Mientras el 1nundo es la casa de Ibargüengoitia y su casa el mundo, territorios que exhibe sin ambages, reduciéndolos a lo cotidiano, y mientras sus personajes representan con sus minucias a la humanidad (una sola, indiferenciada en lo esencial, recalcan sus obras), en Margarita Ledesma se achica la perspectiva para ob­ servar al exterim� su mundo es mínimo, y la poca gente que lo rodea, delimita la extensión de su conocimiento del otro. Además, Ledesma es un comple­ to ingenuo, para la literatura y para la vida; es un escritor cuya personalidad y obra son parodias. Su mirada es la del ignorante, del simple, su entorno es rural, su educación también. Es más, Margarita Ledesma, ha carecido siempre hasta de un atisbo de la vida que late en los hombres y mujeres de carne y hueso (aspecto inquietante sobre el que volveré más adelante). El lector se carcajea, porque no es posible evitar la burla hacia Margarita Ledesn'la, ex profeso iletrado, torpe, tonto, grosero. Estas deficiencias pro­ vocan el bienestar del lectm� que se siente listo y refinado, opuesto al autor de Poesías, al que aprecia, pese a sí mismo (Ledesma y quien lo lee), porque reconoce rasgos culhuales, modos de ser muy familiares. En cambio Ibargüengoitia, crítico impla­ cable como pensante siempre en ebullición, apela a la inteligencia del lectm� para reírse con éste de ambos y de lo absurdo. Porque absurdas, nos hace ver con su literatura, son la práctica incalificable de la política y la administración pública en México, la dinámica de las capillas literarias, la de la crítica literaria. Absurda es la mitificación de lo falso que consignan la historia, con sus libros, héroes, estah1as. Abusrdo es el triunfo de los oportunistas, de los corruptos, y más absurdos los sistemas que les permiten aprovecharse. Como un

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Kafka sonriente, Ibargüengoitia, nos muestra atrapados por la burocracia, por el horror de un mundo, sin coherencia. El niño boy scout- que nunca lo dejo, le permitió que su asombro no se agotara ante el absurdo omnipresente, manifiesto, por ejemplo, en el abuso y falta de respeto hacia los débiles, los pobres, los que carecen de poder. El humorismo "ocultaba" la crítica, que podría parecer inofensiva, incensurable, porque muchos identifican al sentido del humor con lo chato intelechmlmente, como si no fuera expresión suprema del ingenio y de la facultad de raciocinio. Mas la gama completa del humorismo fue recorrida magistralmente por Ibargüengoitia que logró que nuestra inteligencia se riera hasta con la amargura de la crítica directa a la verdad social y a la historia, como en el Cuento para el niiio revolucionario de Viajes por la América ignota (véase Nota. 2): No me preguntes, ni fíorevo lucionario, en qué hizo su di­ nero este seiior, ni qué es lo que sabe hacer, probablemente nada, pero esta circunstancia constituye uno de tantos misterios instructivos que tiene nuestra sociedad. La Revolución Mexi­ cana es como una madre amorosa y tan ciega como una de ellas. Al hijo suyo que escoge para querer, lo quiere deveras, sin importarle ni el mérito que tenga, ni la calidad de su inteligencia. En la repartición de riquezas a este seiior le fue bien: tiene Mustang, criada y claxon (p. 194). Ibargüengoitia, cuyos lectores aumentaban con ca­ da nuevo artículo periodístico, con cada libro recién sa­ lido de imprenta (primera edición o reimpresiónt y que se lee y lee porque sus textos siguen vivos y él en ellos, había traspasado ya la barrera de la internaciona­ lización (al final de su vida residía en París con su esposa, la pintora Joy Laville).(3) Así que, hasta la

3 Los pnsos de López (Océano, México, 1982), se edita primero en Espai'ia, con el título de Los conspiradores (Argos-Vergara), Barcelona, 1981).

113 1 Ibargüengoitia a contrareloj recepción (número y tipo de lectores) de las res­ pectivas obras, no sólo el cultivo de géneros literarios, los distingue, sino la actitud hacia la carrera literaria. Sin embargo, también las Poesías de Margarita Ledesma han sido muy leídas, eso a pesar de que el libro es una edición de autor (sin editorial, y carente de datos como el número de ejemplares impresos). El volumen, en 1990, editado en México, corresponde a la décimosexta edición. Es decü� con la proporción guardada, el gran autor internacional Jorge lbargüen­ goitia y el "desconocido" Margarita Ledesma poeta local, produjeron obras de enorme éxito literario; muy bien recibidas por los lectores a quienes se destinaban en primera instancia: los guanajuatenses, en los dos casos y, la ele lbargüengoitia también a todo tipo de lector. El público lect01� más que la publicidad o los prejuicios acerca de qué es o no es aceptable como literatura valiosa, ha sido quien verdaderamente ha consagrado, dentro de Guanajuato o también fuera del estado, la obra de estos guanajuatenses <4l.

4 Cuando Ibargüengoitia incursiona en la novela con Los relá111p11gos de ngoslo, después de haber escrito primero obras de teah·o, recibe el Premio de Novela de la Casa de las Américas en 1964. De modo que el estupendo narrador que fue Ibargüengoitia obtuvo el reconocimiento internacional, prestigiadísimo, desde el principio. En 1963, se le había otorgado el Premio de Te atro de la Casa de las Américas por El nlelllndo. Por su obra teatral obh1vo en 1956, en Buenos Aires, una mención especial para Ln luchn co11 el auge/, entonces inédita, dentro del Concurso de Te atro Latinoamericano. También se distinguió a Ln couspimcióu veudidn con el Premio de Teatro Ciudad de México, 1960. El autor recibió numerosos galardones, mencionaré el Premio Internacional de Novela México por Eslns ruinas que ves, novela con asunto guanajuatense (fue llevada al cine y en las locaciones a las que se refiere el texto).

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111 PERSONAJE, AUTOR, OCULTACIÓN Y DESEMBOZO

Tanto el autor de Poes(as, como lb argüengoitia, juegan con la figura del escritm� emplean el "hunw­ rismo"(s) o más bien la ironía, en el caso del dra­ maturgo y periodista (de acuerdo al estudio autori­ zado de Ana Rosa Domenella)(6), acuden a lo paródico, desembozan lo guanajuatense. Los dos ocultan y revelan, en un juego de desdoblamientos, proyecciones, y distancias (cortas y largas) entre ellos y sus personajes(?). El juego con que se estructura el libro de Poes(as se refiere a la creación de un personaje, Margarita Ledesma verdadero tipo literario, desdobla­ miento ficticio de Leobino Zavala. Ledesma aparece con1.o el autor del libro y debajo de su nombre, entre paréntesis, la aclaración: "humorista involuntario".

5 Tema muy controvertido en torno a la escrih1ra de Ibargüengoitia, quien negó serlo en entrevista a Margarita García Flores (Véase la "Biblio­ graj[n de Ana Rosa Domcnel/n, en su libro, Jorge Ilmrgiicllgoilin: In lrallsgresióll por In iro11ín, UNAM, México 1989, p. 180). Para la estudiosa Marta Portal, Ibargüengoitia no consigue un humorismo logrado en Los relá111pngos de agosto. La autora analiza la novela con la ayuda del concepto definido por Luigi Pirandello (al que no se ajustaría esta obra de auto1; que más bien constituye una sátira, "un reflejo distorsionado de la Novela de la Revolu­ ción", sin la "belleza y la verdad" de aquella y con una "intención" "carica­ tmesca" opuesta al testimonio que significan los relatos de esa época (Cf. M. Portal, "Jorge Ibargüengoilia", en Proceso 11nrrativo de In Revolución Mexicnlln, Espasa Calpe, Madrid, 1980, pp. 270-273. 6 Rigurosa especialista en la obra de Jorge Ibargüengoitia (cf. nota an­ terior para los datos de su libro). A. R. Domenella ha sistematizado su aproximación al autor y sus hallazgos resultan de un doble proceso investiga­ tivo; en lo teórico y en su aplicación en los análisis texh1ales. 7 De aquí en adelante se concentrarán las líneas de investigación que me propongo seguir en una investigación que profundice la comparación enh·e las dos obras, a partir de los sondeos preliminares de este ensayo.

115 1 Ibargüengoitia a contrareloj

Los poemas, están hechos de acuerdo a la carac­ terización del personaje, quien en vez del autor (oculto detrás de esta creación suya) "compone" sus textos en torno a trivialidades en las que su persona es el eje (o lo que importa es cómo él interpreta si­ tuaciones, acontecimientos). Las poesías por muy "subjetivas", desembozan a Ledesma, cuyo narcisismo, graciosamente desvergonzado por ingenuo, y modo de poetizm� pueden provocar hilaridad en sus lectores, pero de paso también causan inquietud, ¿por qué se escuda Zavala en un tipo guanajuatense, cuyos orígenes como tipo literario pudieran rastrearse hasta la carpa? En cierto modo, el Lic. Leobino Zavala queda al descu­ bierto, pero habría que sondear el aspecto teatral de su personaje, quien como el peladito Cantinflas (pongamos por caso al tipo cómico más famoso que ha salido de las carpas), habla muy peculiarmente (Cantinflas es un tipo urbano y Ledesma rural y gua­ najuatense). Como poeta, el personaje provinciano habla sin inhibiciones o ntejor dicho "versifica y poetiza" con estructuras lingüísticas y literarias ca­ racterísticas e inspiradas en el habla popular. Pero en Ledesma se estiliza el uso del lenguaje literario, "a lo popular" volviéndolo rústico hasta más no pode1� al igual que en Cantinflas se estilizan cacofonías in­ coherencias, obscuridades en la comunicación. El "culto" y perteneciente a otro estrato sociocultural, el Lic. Leobino Zavala (nótese el uso del título de licenciado), creador de Ledesma, autor de Poesías, refuerza con sus intervenciones el juego de la ficcionalización para que smja la vena poética. El verdadero autor está a cargo del "prólogo" y así se aclara en el libro, cuida de las ediciones, dice que se comunica con Ledesma (quien le confía su obra, sin que ambos se conozcan en persona). Es dech� elemen­ tos teatrales y narrativos, caricahuescos ayudan a

116 Georgina García 1 conformar un libro que no es exclusivamente de poesías. Se trata de una parodia en varios niveles y aspectos textuales, hasta en la producción misma del libro. Hay un nivel, el de las notas a pie de página que desborda a los poemas con sus explicaciones metaliterarias sobre la génesis del poema en cuestión. Estas anotaciones permiten que se perfile más la caracterización, que Margarita Ledesma muestre su condición de rústico, su sencillez. Con todos estos elementos heterogéneos se conforma una unidad, el libro de Poesías, destinado a hacer reír, complejo en tanto los distintos discursos, poético, narrativo, prólo­ gos, notas a pie de página crean una obra que es todo el libro ordenado como tal. De hecho, en términos narrativos, Leobino Zavala cumple la función del narrador al organizar todo el texto: al desdoblarse en el "autor", con Ledes1na crea una red muy interesante, de relaciones este escritm� narrad01� autm� tipo literario Red, que por otra parte, también interrelaciona distintos planos de realidad y ficción. Así como Zavala, que aparece en su propio libro como instrumento para que el autor "real" de los poemas, su personaje Ledesma, se atreva a publicm� Ibargüengoitia crea narradores en primera persona o personajes en los que se desdobla para que al con­ tar obtenga credibilidad en los lectores. De hecho, Ledesma "existe" como los relatores en un yo de Ibargüengoitia, y el lector se siente cerca de ellos. El caso extremo de Ledesn'la resulta de que el tipo lite­ rario populm� ha desplazado al autor real en tma suplantación muy curiosa: el público ha oído de Margarita Ledesma, pero ignora quién es Leobino Zavala. No se trata de tm seudónimo literario y punto, sino de que la caracterización de un personaje ha rebasado en sus alcances al escritor que lo creó (como sucedió con Cantinflas, Clavillazo, Palillo, etc.

117 1 Ibargüengoitia a contrareloj creaciones teatrales de Mario Moreno, Manuel Espino, etc.), cobra tanta fuerza el tipo literario que borran a sus creadores Si el caso, interesante, de las Poesías muestra su complejidad al empezar a analizar el libro-obra, por lo que se refiere a Ibargüengoitia hay que recordar que Ibargüengoitia juega con lo novelesco, con lo teatral, con los planos de la realidad y la ficción, con el uso de la historia. Recuérdese el carácter deliciosamente "autobiográfico"delos relatosdeLaLeydeHerodesendonde se sobreentiende la total identificación de todos y cada uno de los distintos narradores en primera persona, con Jorge Ibargüengoitia. El lector le cree al autor: lo que éste le cuenta en verdad le aconteció a Jorge Ibargüengoitia o es una de sus experiencias personales. Esta capacidad de ser creído, proviene de la proyección de su personalidad en el periodista (que habla de los guana­ juatenses, de su casa en Coyoacán), en muchos narra­ dores (con lo que de im11ediato simpatiza el lector), plenos de autenticidad. El lector se identifica con el hombre accesible que le cuenta algo ficticio o real. Ibargüengoitia juega a difuminar las barreras entre ficción y realidad, entre él y sus personajes narradores. Autobiografía y crónica de la realidad incursionan en terrenos de la ficción, de la caracterización de personajes. De hecho el lector llega a amar al personaje Jorge Ibargüengoitia, cuya caracterización está dispersa en varios textos, narrativos o no narrativos. "Conócete a tí mismo", parecer ser la divisa del autor al des­ doblarse en aquellos narradores y personajes que son como él mismo (s) Ibargüengoitia parodia, cari-

8 No se me escapan los problemas teóricos para una afirmación en este sentido. Me interesa la reflexión de Gonzalo Díaz-Migoyo: "El narrador novelesco lleva a cabo, pues, m1a mediación doble y contradictoria entre la "realidad" que narra y la realidad de su lector... " (La diferencia novelesca. Lectura irónica de lo ficción, Visor Distribuciones, Madrid, 1990, p. 31) Ibargiien­ goitia narra novelas y "narra" artículos periodísticos.

118 lt------Georgina García 1 caturiza y crea personajes grotescos, tipificados muchas veces, con lo cual su obra y la de Ledesma tienen sitios de encuentro. Hay que repetir que ambos, humorística, irónica y hasta fársicamente, retrataron los modos de ser guanajuatenses. Así que al observar al tipo literario que es Ledesma, humorista involuntario y autor de poesías, podría pensarse en él como en un personaje que como tal (sin los poemas) muy bien pudo haber sido el Guanajuato de Ibarguengoitia. Recuérdese que en la obra de Leobino Zavala interviene tanto lo narrativo como lo teatral en la caracterización del tipo guanajuatense y que estos derroteros le son familiares a la escritura de Ibar­ güengoitia. Casi es posible imaginar a Ledesma vesti­ do de azul pavo por Ibargüengoitia, dentro de una novela sobre las glorias literarias de alguna población de los alrededores de Cuévano. Hay que mencionar el ocultamiento bajo los cambios de nombres, de ciudades y pueblos, de héroes históricos, con que juega Ibargüengoitia, para desembozar a Guanajuato, por ejemplo. El lector debe adjudicar a los personajes, a las poblaciones, a la historia, la información adecuada. Se consigue desembozar en base a que el texto propone, además de otras lecturas, la de ser leído como novela o teatro de claves. De modo que tanto Leobino Zavala, con su Margarita Ledesma y Jorge Ibargüengoitia con sus claves y de lo teatral, y en la modificación de los límites entre representación, narración. La narración novelesca va un paso más allá al men­ tir acerca de este narrador ficticio a quien presenta como no ficticio bien por no ser mencionado por el escritor sino coincidentemente con él, es deci1� como si fuera este mismo como quien realmente narrara -simulación novelesca del uso historiográfico propio-, bien por ser mencionado en tanto narrador real -simulación novelesca del uso historiográfico ajeno. La narración

119 1 Ibargüengoitiaa contrareloj novelesca es una narrac10n ficticia que se presenta como si no fuera. (9) Los retratos de guanajuatenses que tanto ocuparon a Ibargüengoitia nos confrontan con gente conocida, allí están las claves para su identificación, nos describen paisajes y lugares que parecen verse por primera vez al ser descritos por la palabra irónica, caricaturizadora del autor. El reencuentro con Guanajuato, las anag­ nórisis que provoca Ibargüengoitia con sus juegos narrativos, lingüísticos, marcan para siempre la visión de esta región. ¡Cómo desprenderse de ella! ¡qué difícil regresar a Guanajuato y no verlo también como lo descubrió Ibargüengoitia! Con unas frases suyas de Estas ruinas que ves, concluye este escrito preliminar: La ciudad está entre cerros, de los cuales, el mds importan­ te es el Cimarrón, que es distintivo de Cuévano. Los que nacieron allí y salen de viaje, saben, al regresar, que van acercándose a su ciudad natal al ver la cresta del Cimarrón, que se distingue desde el Plan de Abajo, a cuarenta kilómetros de distancia. Esta visión produce en los cuevanenses emociones profundas y (Io) variadas .

Nota: Agmdezco a los compiladores que me hayan invitado a participar en esta colección de visiones sobre Jorge Ibargiiengoitia.

9 Gonzalo Díaz-Migoyo. Op. Cit. p. 26 (véase nota anterior). 10 Jorge Ibargüengoitia, Estas ruinas que ves, Joaquín Mortiz, México, 1992, p. 11 (1975).

120 La falsa realidad 1 o Estas ruinas que ves BENJAMÍN V ALDIVIA

uin, ruinoso, arruinado. Todo tipo de adjetivos de ese talante podrían aplicarse al mundo de hoy el cuaC con mordaz hilo narrativo, ha recogido en sus obras el trágicamente desaparecido Jorge Ibargüengoitia. Presenta ese escritor la crudeza directa. Si el arte es el espejo de las épocas, hay dos opciones para explicarnos esa mordacidad: o bien el escritor exagera, convirtiéndose en algo similar a un espejo deformado; o bien el mundo -y no el espejo- es el que se encuentra contrahecho; y entonces el artista no tiene más que copiar esa torcida naturalidad y convertir­ la en términos del arte: su mordacidad será realismo. En este breve acercamiento a Ibargüengoitia tomaremos partido por la segunda opción, es decir que el mundo trabajado en su obra es, tal vez a despecho del propio escritor (y del filósofo Leibniz), uno de los peores mundos posibles. Con ello no se pretende descalificar al mundo por malo o por sucio. Mas bien se trata de señalar que

121 1 Ibargüengoitia a contrareloj el mundo es feo y/ o sucio no por gracia de la pluma novelística de Ibargüengoitia sino por derecho propio. Uniremos otro afán al anterior mencionado, es decir al de que el autor literario solamente muestra la realidad percibida (disfrazándola de fi cción) aparte de fundamentarse en una realidad específica, Ibargüen­ goitia transmite valores precisos, inclinándose a favor de la conducta denominada mala o pecadora en nuestro medio, prefiriéndola él ante la conducta opuesta -la "buena"- que normalmente es hipócrita y, por tanto, más pervertida que la abiertamente pecaminosa. Con ello intentaremos mostrar que una obra referida a una realidad localizable, supone también una pugna de valores ideales (o ideológicos) y morales que se identifican en el rejuego de esa realidad. Igualmente, y junto a este intento de mostración, se pretende descubrir el nexo entre obra literaria y "moralidad transmitida" o ideología a través de las acciones narradas. Esta última afirmación se opone diametralmente a las teorías que intentan separar el texto cmno objeto autónomo de los seres humanos que le dan vida (y muerte). Nuestra posición, pues, supone que la novela es una presentación verbal de la vida humana -y humanizada- y que, por ello, no es posible explicar a fondo la riqueza de una obra prescindiendo de sus referencias a la culh1ra y, en el caso que tratamos, a la moral: la oposición entre moral verdadera (accionarfranco) y moral falsa (accionar hipócrita). Recurriremos a la novela de Ibargüengoitia tihllada Estas ruinas que ves (Joaquú1 Mortiz, México, 1981). Usaremos la segunda edición, puesto que el desenlace final sufrió algunos cambios que a la letra los justifica el autor de la siguiente manera: "Quien haya leído la primera edición de este libro notará que en esta segunda edición hay un cambio notable en el último capíhllo, Los

122 Benjamín Valdivia 1 adioses. Considero que el final de esta versión es más fiel a la sicología de los personajes y a la realidad." Para sihwr el tema de la novela en cuestión convie­ ne seí'í.alarque se compone de quince partes y una especie de prólogo. Las partes se interrumpen entre la seis y la siete para dar paso a una sección titulada "Del catálogo de ideas fijas cuevanenses", que es un diccionario de barbaridades ideales y de simplezas del pensamiento cuevanense en la mítica ciudad. En la historia de la citada novela hay dos situaciones temporales diferenciables por la aparición interruptora del famoso catálogo de fi jaciones, puesto que la parte previa se plantea en un período de sólo varios días mientras la parte segunda nos conduce a varios meses después de iniciados los incidentes que se narran. En beneficio del hipotético, y ciertamente sufrido, lector de estas líneas, esbozaremos lo que parece ser la historia que se entrama y urde en la novela, a fin de que una vez atendida la globalidad del texto podamos remitimos con soltura a sus diversos componentes frag­ mentarios: Historia supuesta en la novela: Luego de un apartado geográficoy de psicología social del lugar de los hechos -Cuévano- el protagonista, Francisco Aldebarán, se dirige en tren a la ciudad de los acontecimientos en el mismo vagón que Rocafuerte y Espinoza, quienes viajan de México a Cuévano. Una vez instalado el protagonista en el Hotel Padilla, sucede un acto de nominación de aulas en la universidad, presidido por el gobernador, cuya secuela del acto se lleva un capítulo entero desde esa tarde hasta la medianoche. En ese acto, Francisco conoce a Gloria Revirado, y en la noche comenta algo un amigo -Malagón- respecto de la salud de Gloria. Siguen incidentes tmiversitarios y un caso en la casa de las señoras Begonia. Sarita, esposa de Espinoza, llama la atención del protagonista.

123 1 Ibargüengoitia a contrareloj

Espinoza se saca la lotería tiempo después. Este hecho llevará a relacionarse a Sarita y Aldebarán, continuando por algún período hasta una ruptura debida a la información de una sirvienta. Como el protagonista es profesor de literatura y Gloria Revirado es una de sus alumnas, ella invita a una comida en su casa para finalizar el semestre, evento que termina bajo tensión por comentarios de la concurrencia. Al día siguiente se reúnen en casa de los Espinoza, desairados por un notable intelectual. Rocafuerte se casará con Gloria, de quien resulta falso el comentario hecho inicialmente por Malagón. El último capítulo sugiere un affaire entre Gloria y el protagonista, dando continuidad cíclica a la historia. En esas líneas generales se incluyen, recuerdo y evocación, planes y presagios, que alteran el tiempo lineal. Esa alteración, como es notorio, es similar a la alteración que en la llamada "vida real" tenemos respecto del tiempo, ya que incluimos recuerdos y perspectivas en nuestro propio presente. Eso podría indicar una reciprocidad entre los tiempos de la novela que tratamos y en los tiempos reales de la vida "real". La historia de la novela tiene una secuencia que permite apreciar un semestre universitario en la vida del protagonista, profesor de literatura. El final de la historia sugiere la vivencia de días posteriores al semestre, y por ello nüsmo deja varios puntos sin solución evidente, aunque también aporta elementos para deducirlos en el tono de la narración. Ahora bien, la historia siempre muestra un tema. El tema podemos entenderlo como el asunto más ge­ neral, que incluye la tramazón del texto como un ejemplo más entre otros ejemplos posibles del mismo tema; de ahí que se diga que este poema es de amor o esa novela es de angustia, aquella de rebelión social o individual, etc. En ese entendido, podremos apreciar

124 1)------Benjamín Valdivia 1 que el tema de la novela de Ibargüengoitia que nos ocupa es la fa lsedad. La falsedad puede ser encontrada allí en diversos planos. Podemos decir que desde la geografía del lugar hasta los personajes y los caracteres n1encionados sin acción en el texto hay falsedad. Ahora bien, eso no indica que la novela plantee cosas falsas o que sea truculenta como texto. Más bien señala que la verdad de lo referido en la novela es la falsedad de lo real; esto es, que sí hay una referencia a una verdad, y esa verdad es: que tanto el sitio como los habitantes viven en la falsedad. Para analizar en detalle algunos de los puntos esbozados, avanzaremos en el siguiente plan: notar inicialmente la relación entre el texto como signo y la realidad a la que tal signo se refiere, para llegar luego al detalle de las diversas cosas del estilq y la organización del texto.

l. EL SIGNO Y LA REALIDAD

En esta parte trataremos de dilucidar varios aspec­ tos que se presentan en el texto de Ibargüengoitia como signos artísticos. Incluso el texto como totalidad es un entramado significativo que puede mirarse como un signo complejo. Los elementos que pretendemos mostrar son atañederos a la necesidad de que los signos en el arte (y en general) se remitan a un referente; a la necesidad de que en el trabajo literario (y en general el artístico) tales signos se ubiquen de una manera peculiarmente traspuesta o invencionada; y que la referencialidad de los signos va unida a una concepción elemental de los espacios y los tiempos donde se supone, en este caso, la acción novelada.

125 1 Ibargüengoitiaa contrareloj l. LA POÉTICA DEL ESPACIO

Antes de que aparezca la acción propia de la novela que tratamos, hay una introducción a la topografía supuesta para el desarrollo que da la historia. En aquélla se usa la descripción de lo peculiar de Cuévano (que tal es el nmnbre), el lugm� realmente imaginario, donde se efectúa la hazaña. Tal descripción se atribuye, por un asterisco al final de dicho apartado, a Isidro Malagón, profesor de Historia que prepara una obra de historia regional (de moda en la actualidad), mencionada en las páginas 15 y 66: "Lo anterior está tomado del Opúsculo cuevanense de Isidro Malagón", y también: "Malagón me lleva a su casa y me lee el capítulo 'La Crisis' de su Opúsculo cuevanense" . . Con ello se aprecia que el primer apartado de la, novela, aunque aparenta ser una sección meramente situacional para lo que sucederá, es ya una parte de la trama en la medida que lo allí dicho es parte ya, a su vez, de la obra atribuida a uno de los personajes. Pero nuestra intención se dirige a descubrir qué partes de las descritas en tal prólogo son determinantes para la conducción psicológica y social de los personajes del texto que se trata. La prim.era página de la novela dice que los habitantes de Cuévano creen "que no hay cielo n1.ás azul que el que se alcanza a ver recortado entre los cerros" (pág. 9). Esa afirmación, siendo una creencia, es en principio algo que imaginan los habitantes del lugar. Y siendo así, esa visión equivale a mirar desde una casa, a través de una ventana, al cielo azul. Al igual que la ventana recorta el cielo en sus límites de hierro o madera, los cerros de Cuévano recortan el cielo, el cual no sólo es azul sino que es más azul. Entonces, la imagen de los cerros recortando el azul como una ventana nos sitúan en un tipo de espacio interim� como

126 Benjamín Valdivia 1 una casa. Ese espacio íntimo sugiere las posibilidades que tendrán los personajes en su vida cotidiana como en una gran casa. Ibargüengoitia apunta, junto a la descripción de la objetividad de lo pintoresco, los puntos de vista, aspiraciones y engaüos de sus habi­ tantes. Ciertmnente lo que tenemos en esta novela no es una estampa pintoresca sino una ubicación global, de primera virtud, sobre lo que será la función vital, es decir el habitar-un-lugm� por parte de los personajes Esa frase sobre el recorte azul en los cerros convierte la generalidad del paisaje y el frío alejamiento del geógrafo en una intimidad hogareüa donde se mira el cielo por una ventana. Un siguiente aspecto del espacio vital de la acción novelada se enuncia así: "Por estar la ciudad en caüada y por ser las lluvias poco frecuentes, pero torrenciales ..." (pág. 10) Y agrega que los recuerdos de la "memoria comunal son de inundaciones o sequías". Aquí tenemos dos aspectos subsidiarios: la caüada y la memoria comunal. Para la cafíada habremos de sefialar que es el lugar de confluencia. Eso acrecienta la intimidad del lugm� y en tal sentido le da cierta separación del mundo circundante: en esa cai'iada donde los cerros recortan el cielo no hay más tierra que la misma cai'iada ni n1.ás cielo que el visto entre sus montai'ias. Tal característica da una especie de encierro a la población. Y los personajes, por tanto, vivirán su drama y su alegría dentro de una gran casa comunal, con cielo y tierra propios, lejanos del mundo circundante. Esa confluencia torrencial en la cai'iada hace que toda la gente del lugar se encuentre en el punto el n1.ás hondo, el más bajo, de la vertiente. Allí se enlazan el comercio y la vida pública en general. Y por ende la memoria colectiva. La ubicación topográfica de Cuévano permitirá, con su decorado íntimo, el rescate

127 1 Ibargüengoitiaa contrareloj de los recuerdos tanto comunales como personales, estos últimos muy caracterizados en algunos lugares precisos a lo largo de la novela. Y por ello darán esos lugares un adecuado marco y verosimilitud a las acciones. En particular hay un elemento distintivo del territorio cuevanense: el Cimarrón. Dice la novela: "La ciudad está entre cerros, de los cuales el más importante es el Cimarrón ..." (p. 11). Al situar un rasgo típico se acentúa más aún la configuración de Cuévano como una casa grande con sus lindes y sus rincones. Ese rincón topográfico está asociado con la fe religiosa de los cuevanenses, ya que "visto desde el lado opuesto... con ojos devotos y entrecerrándolos, puede distin­ guirse ... Cristo crucificado." (p. 11). Esos enlaces dan el toque final para concluü� respecto a la locución, que es efectivamente un lugar de recuerdos y aspira­ ciones colectivas que cumple, la función de escenario familiar para los acontecimientos a desenvolver a lo largo de la novela. Para retirarnos de este primer deambular por las ruinas de Cuévano, habría que referirse precisamente a las ruinas: "minas inundadas, haciendas de beneficio abandonadas, iglesias destruidas, pueblos fantasmas ..." (p. 11). Porque la casa no es sólo el lugar de la aconm­ lación habitación y el recuerdo sino también de lo viejo. Y Cuévano será, incluso en sus nuevas producciones, la vida restituida de lo viejo, lo decrepito, lo anticuado.

2. LA REFERENCIALIDAD

En términos de Guillermo de Ockham el signo es algo que está en lugar de otro haciéndolo más ü1teligible. Para que el texto literario sea significativo se deberían cumplir dos cualidades: que esté en lugar

128 Benjamín Valdivia 1

de otra cosa (en lugar de la realidad) y hacer más inteligible esa cosa (haciéndonos comprender mejor esa realidad). Todo ello sería verdad si lográramos demostrar que efectivamente la novela se refiere a la realidad y la hace más inteligible. El signo no vale por sí mismo, sino por la relación que establece con aquello a lo que se dirige. En el caso de la novela de Ibargüengoitia, el impacto fundamen­ tal no sería tanto la historia que narra cuanto la implicación social y local de las posibilidades que de ella se desprenden. La novela, entendida como signo, puede ser figurativa, evocativa, decorativa o auto­ referente, según nos remita al mundo objetivo, al mundo subjetivo, al entorno del cual es decoración, o así misma. Así, esa obra tiene un referente que puede ser objetivo (el mundo real), subjetivo (las vivencias e imagina­ ciones del autor), decorativo (la elegancia y el estilo puesto para su disfrute) o autoreferente (citándose a sí misma, como la referencia a la obra de Isidro Malagón en el prólogo). Entre otras referencias que son directamente sihwbles en el texto como contrapartes de la realidad están: Cuévano, que es la capital; el Estado de Plan de Abajo, o sea del Bajío; y Pedrones, la ciudad grande. Las cualidades que permiten situar cada lugar aparecen así en la novela: Cuévano es ciudad chica pero con pretensiones, tiene universidad, es capital del estado, tiene un teatro que a principio de siglo nada pedía, en el siglo XIX fue "hervidero de liberales"; Pedrones es donde está el obispado; Plan de Abajo es el estado del cual es capital la famosa Cuévano. Desde luego que puede argumentarse -débilmente, por cierto- que es mera coincidencia y que lo dicho en la novela no tiene que ver con la realidad (a pesar de las afirmaciones del mismo autor en contrario) aunque se parezcan. Es evidente que lo de la novela es sólo de la novela y lo

129 1 Ibargüengoitia a contrareloj del mundo del mundo; pero, al ser un signo del mundo, lo que sucede en la novela es un signo de lo que sucede en el mundo, con todo lo que ello implica. Aun cuando la referencia puede no ser unívoca, encontramos otros ejemplos que pueden tener analogía con realidades extratextuales: El Cimarrón: cerro distintivo de la capi­ tal; El Oro, pueblo fantasma que en el siglo XVII tenía más habitantes que actualmente Cuévano; Paseo de los Tepozanes, con elegantes casas cayéndose; Presa de los Atribulados. También pueden situarse personajes, por los datos que se ofrecen sobre sus cargos y obras: Benjamín Padilla, autor de Historias de la Independencia que no coinciden con las de la Secretaría de Educación Pública; Presbítero Bóveda, autor de las famosas Crónicas de Cuévano, o efemérides. Igual habla de abogados, jurisconsultos, ingenieros, etc. que vamos a dejar a juicio del lector para evitar que alguna certera interpretación resulte en un inconveniente. En fin, puede uno tomar el nombre y su descripción para, a manera de crucigrama, sustituir la descripción novelada por el nombre adecuado en la realidad. Desde ese punto ele mira, la novela ele Ibargüengoitia está planteada a manera ele seí'íalización para sustituir el sistema ele la novela con el sistema ele la realidad (y viceversa). La referencialiclacl constituye en la novela un nivel extra-literario que explica no sólo elementos ele la historia narrada sino además elementos ele la historia cuevanense real (si acaso tiene una historia real esa ciudad). Ello deja ver con claridad el status ele signo que tiene la novela, pues hace más inteligible la oscura historia ele la región del Plan ele Abajo.

3. LA TRASPOSICIÓN

En la novela ele Ibargüengoitia hay una intención ele mostrar ele manera realista la situación del tema

130 Benjamín Va ldivia 1 en Cuévano, pero para lograr su intención cubre todo mediante trasposiciones. Corresponden exactamente a los de la realidad, le llamarenws trasposición. Así, la novela de Ibargüengoitia es semejante a un documento de costumbres traspuesto desde los datos objetivos a fin de dar cabida a situaciones propiamente literarias. El documental pretende apegarse lo más posible a lo real, al menos intencionalmente, incluyendo nombres de informantes y locaciones, a fin de que su objetividad no sea puesta en duda. La novela-con-trasposición pretende también apegarse a lo real pero intencional­ mente modifica (traspone) nombres y locaciones para que su objetividad sea puesta en duda parcialmente. Dicho recurso se encuentra en otras obras de Ibargüengoitia como Los pasos de López o El atentando. Como es notorio, al trasponer nombre y locaciones en la novela se está haciendo una especie de "reconstrucción" de la realidad. Efectivamente, lo real se construye nuevamente y de n1.anera parcialmente distinta, en especial lo respectivo a la mención. Donde en la realidad se diría "los habitantes de la ciudad capital, que siempre han sacado de la resignación partido", se dice "los habitantes de Cuévano, que siempre han sacado de la resignación partido" (p. 11). Así, lo que sería una referencia a los tangibles habitantes de una ciudad física, se convierte en divertimento para referirse a la "inexistente" muchedumbre pintoresca de Cuévano. Sin embargo, el recurso de trasposición pretende hacer pasar lo real por ficticio, a diferencia de recursos que pretenden lo inverso.

II. LA ORGANIZACIÓN DEL TEXTO

Una vez situados en el lugar que ocupa el texto como referencialidad a algo realmente existente, tendremos que considerar el doble aspecto (objetivo y subjetivo) que se enlaza en la urdimbre textual. El aspecto

131 1 Ibargüengoitia a contrareloj

objetivo se relaciona sobre todo con los acontecimientos y el subjetivo con el punto de vista en varios niveles del texto. Para entrever los tejidos de la novela, haremos una especie de disección que permita ver desde dentro, cómo funciona el flujo relacional entre personajes y circunstancias en la obra. Tendremos que dirigir la mirada y dar la voz al tema, al hilo conductor del texto, al punto de vista de los personajes y el narradm� así como desentrafiar las conexiones psicológicas ele los mismos.

l. EL FUNDAMENTO DEL TEMA

En la introducción a estas páginas señalamos que el tema de la novela es la falsedad. La falsedad tiene desde luego, un ámbito moral. Es en la moralidad donde se debate la falsía del carácter de los sujetos y su falta ele apego al bien aceptado socialmente. En ese sentido moral, la falsedad es parte ele la maldad. Y al ser mala, se consideraría como no deseable; a diferencia del bien aceptado y que siempre es deseable. Nos remitimos al ámbito moral porque, al parecer, ahí es donde se resolverán todos los hitos de la novela. Ve amos cómo se da eso en la novela misnta: el protagonista, Francisco Aldebarán, se emborracha con sus colegas universitarios; en otra circtmstancia el profesor Isidro Malagón cuenta que Gloria Revirado está enferma del corazón, razón por la cual en su noche nupcial ha de morir irremediablemente. Aldebarán tiene esa idea en mente durante el resto ele la novela, la cual es impulso para varias actitudes y acciones importantes de la secuencia. Finalmente el novio de Gloria le hace saber al protagonista que lo afirmado por Malagón no es cierto. Y tal conocimiento, nuevo para el protagonista, cambia su actitud. El tema se guía por la falsedad que implanta Malagón, ebrio, en

132 t------BenjamínValdivia 1

Aldebarán. La trama puede desplegarse en su inten­ sidad plena en función de la mentira, ya que si dicha mentira no se hubiera presentado los acontecimientos tomarían diferentísimo curso. Se nota, pues, que la falsedad no sólo es el tema, sino el fundamento de su propio desarrollo como tema. En otro acercamiento, la moralidad (la luz y la sombra) está imbricada fuertemente en el texto, porque es el eje de intercambio entre los personajes. La mejor muestra de ello se tiene en el episodio de la película imnoral que se exhibe en Cuévano, en el cine Centenario (pp. 126 ss.): a partir de esa película hay un conflicto entre Gloria Revirado y sus padres, cosa que permitirá el desenlace de la historia. La ubicación de la moralidad de los personajes se hará visible en las opiniones dadas por éstos respecto a la película. El movimiento entre acciones morales será el centro de lo narrado. Si a este centro le agregamos la interpretación traspuesta de lugares y personas, podremos concluir que el tema de la novela induce a la crítica de las costumbres y la moral torcida -falsa­ en la sociedad cuevanense, tan bien conocida y vivida por el propio autor.

2. ÜNOMÁSTICA DE LOS PERSONAJES

En la novela, como en la vida práctica, es la relación interpersonal la que va formando el carácter de cada uno de los que participan en esas relaciones sociales. La diferencia es que los personajes sólo tienen el carácter que nos es dado encontrar a partir de la información del texto, mientras el carácter real tiene muchas cavidades y avernos de los cuales no nos enteramos. Así, el carácter del personaje no excede lo desentrafiable a partir del texto, a diferencia del carácter real.

133 1 Ibargüengoitia a contrareloj

Por asociación libre de los nombres de los personajes podemos proyectar algunas significaciones que tal vez sean válidas para el texto. Por ejemplo, el nombre de "Francisco Aldebarán" sefí.ala claramente la estrella alfa-Tauri, que en la figura zodiacal es el ojo del toro. Esa interpretación de corte junguiano da como resultado al sujeto observador y brillante. Si agre­ gamos que tauro implica los arquetipos de lo terrestre tendremos en Francisco Aldebarán al espectador de los sucesos terrestres: el crítico de la sihtación de su terrufí.o. En ese sentido, puesto que el personaje es una trasposicion -ya lo establecimos- puede indicarse con él al mismísimo Ibargüengoitia. Es decir, el personaje protagonista seria una trasposición que el autor hace de sí misnw. Y por ende la historia, con las reservas pertinentes, sería una historia de su propia vivencia en Cuévano. Otras asociaciones importantes en la caracterolo­ gía de la novela son la de Sebastián Montafí.a,Malag ón, Los Pórtico, y el par Espinoza-Rocafuerte. Sebastián Montafia, en su abreviahlra S. M., representa al rey, Su Majestad. En la novela, Sebastián es el rector, autoridad máxima del entorno de Aldebarán. El término montaña indica el conjtmto montaí'ioso de Cuévano, pero más específicamente al inconmovible y sólido gobernante de la sih1ación. A la letra: "Nadie supo aprecim� hasta tiempo después ... la maestría con que Sebastián Montafí.a manejó la situación" (p. 36). O bien: el episodio de la pintura del café (p. 91) describiendo la majestuosidad de Montafia; el episodio de Malagón sorprendido con la esposa de Espinoza, donde "Sebastián Montafia, con tacto ad­ mirable, echó el discurso ..." (p. 157). Y basta con eso para el sólido y diplomático rector de la novela. Malagón da la idea del mal. El tipo al que las cosas le saldrán mal: su traje siempre manchado (p. 25), el

134 Benjamín Valdivia 1 episodio del juzgado que resulta contra lo esperado por él (p. 46-48); la velada en la cantina truncada por Juanjo (pp. 39-44); su afán pictórico que lo desconecto de ver a Sarita en el café (pp. 94-96); y finalmente la llegada inesperada de Espinoza cuando está con Sarita (pp. 155-159). Los Pórtico representan la puerta de la civilizacion. Ricardo Pórtico "que es según la leyenda el único cuevanense civilizado" (p. 26) y que excepto en un bochornoso coloquio sobre familias desconocidas no üm1iscuye su decoro ni su dignidad en mayores problemas (El citado coloquio está en la p. 133). Y si Ricardo representa la posibilidad cuevanense del vivir civilizado, su esposa Justü1e representa al extranjero que mira con curiosidad al lugareño y lo coloca como objeto de estudio y folklor. No por nada es ella la au­ rora del Catálogo de ideas fijas cuevanenses. Ambos, en conjunto, representan la apertura posible a lo culto y civilizado, tanto desde Cuévano como desde el extranjero. Por último el par Espinoza-Rocafuerte. Los tra­ tamos en par puesto que ambos son la vía de acceso de Aldebarán a sus respectivas mujeres; son los que presentan al protagonista con las dos mujeres: -"Yo me llamo Eririque Espinoza. Esta es mi espo­ sa, Sarita" (p. 20) -"Esta es Gloria -dijo Rocafuerte-. Gloria, éste es el profesor Aldebarán. (p. 31). Una vida espinosa o una vida de roca fuerte resultan estar en el mismo nivel para el conquistador Aldebarán. Su diferencia estriba en que Espinoza vive herido mientras Rocafuerte vive seguro de sí mismo. Esperamos con lo anterior haber aportado alguna juguetona luz a la onomástica y la relación subconsciente de la palabra en conexión a la construcción del personaje en esta novela.

135 1 Ibargüengoitia a contrareloj

Ill. RELACIÓN DE RUINAS DIVERSAS

Debemos dejar paso" ahora, a la observación de un conjunto amplio de frases entresacadas aquí y allá de la novela, a fin de que tengamos un repertorio general de cómo Ibargüengoitia construye el texto mediante la descripción realista de acontecimientos que resultan ruinosos a pesar de la pretendida alcurnia que los habitantes quieren darle. En la novela, los personajes fundamentales son familias de clase media profesionista: doctores, profesores, abogados. Ese medio semiculto se muestra, por ejemplo, en los idiomas extranjeros utilizados en el texto: francés (p. 116, p. 150) o latín (p. 150) y múltiples expresiones sajonas (Tom Colins, etc.). Sin embargo, dado que el tema no es la cultura o el intelecto sino el comportamiento de falsedad, encuadraremos algunas de las figuras notables del comportamiento haciéndolas equivalentes a otras tantas ruinas que vemos:

•• RUINAS ARQUITECTÓNICAS

-"Tumba lo que hicieron las anteriores y levanta en lugar de lo derruido algo que, siendo nuevo, tiene aspecto de antigüedad traída de otra parte." (p. 10) -"minas inundadas, haciendas de beneficio abandonadas, iglesias destruidas, pueblos fantasma... " (p. 11) -"al construirlo, su dueño, ... se inspiro en la ta1jeta postal que le mandó su amigo el doctor... " (p. 22)

:. RUINAS FíSICAS

-"Las dos eran sordas como tapia ..." (p. 79)

136 Benjamín Valdivia 1

-"tenía unos anteojos gruesos, dientes manchados, bigotes disparejos, ya no era joven ..." (p. 151)

RUINAS DE ACCIÓN

-"Espinoza nos hace detenernos varias veces, porque camina más despacio que nosotros debido a la enterocolitis." -"En la escalerilla del Zaragoza iba un hombre distinguido ... saltó con agilidad, dio un traspié, se metió una zancadilla a sí mismo, y cayo al piso." (p. 137 ) -"Un momento después, el cochecito arranco con estruendo, dio una vuelta cerrada, tomó el carril derecho librando por unos centímetros al camión que subía la cuesta ... " (p. 54)

�· · RUINAS ALIMENTARIAS " - ¿ Qué quiere decir potage a la cressoniere? -sopa de papa y berro -dijo Ricardo Pórtico ..." (p. 33) -"El pescado -lenguado holandés, según el menú fue pronunciado por los conocedores -los Pórtico­ bagre de SanLuis de los Carrizales." (p. 33) -"A las once de la noche, cuando se acabó la pasta de anchoa, las galletas importadas y las aceitunas negras, hlvimos hambre." (p. 125) - /fEn vez de comer lo que llevamos en el morral que regresa intacto, comemos sopes y tomamos mezcal de la sierra ..." (p. 72)

•1111 RUINAS DE IDEACióN CoLECTIVA

-"El encuerado, según me cuenta el Doctor es un personaje casi mitológico que se pasea por los

137 1 Ibargüengoitia a contrareloj callejones en las noches de luna envuelto en una sábana. Cuando encuentra en su camino alguna doncella, se descubre -el Doctor no dice el sexo, sus vergüenzas etc., dice el 'tilín tolón'-, y luego se queda viendo como la otra huye despavorida." (p. 65) Hasta aquí repasamos algunas ruinas del entorno y la dinámica cuevanense. Sin embargo, las más interesantes de todas, por ser más íntimas, son las ruinas morales de los personajes, puesto que son la manera de relacionarse entre sí y son la evidencia más tan­ gible del tema de la falsedad. Aunque ese rasgo es atenuado en los Pórtico, prácticamente todos los personajes participan de alguna ruindad de este talanto íntinw, que muy bien podrían acrecentar el catálogo de ideas fijas cuevanenses.

,. RUINAS MORALES

Mal gusto: "Es inconfundible -dijo Justine arran­ cando una espina que se le había enterrado en la encía­ sabe a petróleo diáfano". (p. 34) Impertinencia: "Sebastián levantó los ojos al cielo, cerró los puí'íos, dio un taconazo y dijo: -Cat·ajo, me fajo, me rajo, n'le cago y me acongojo ... ¡Ay, perdóname, Justinita, ya te falté al respeto! (p. 154) Hipocresía: Rivarolo observa los murales del café de Don Leandro y expresa: "Son una mierda irredenta", pero al enterarse que los pintaron sus anfitriones: "Es pintura muy sincera -dijo." (p. 153) Chisme: "Hablamos de espantos, de enfermedades contagiosas y de árboles genealógicos de familias desconocidas -esta parte estuvo a cargo de Ricardo Pórtico, Sebastián y el Doctor." (p. 133) y además: "Ya me contaron que la otra noche esh1viste en casa de los Espinoza, quisiste calentar unos tamales, se quemaron y tuviste que echarlos a la basura." (p. 127)

138 Benjamín Valdivia 1

Cinismo: "Creo que pocos amigos han sido tan respetados en el adulterio como lo fue Espinoza." (p. 114) Dentro de este rubro de ruinas morales destaca la secuencia de proposiciones hechas a Espinoza para usar el dinero de la lotería: engaí'ío (Rocafuerte), metal contrabandeado (Malagón), cohecho (Aldebarán), agiotismo (Ricardo Pórtico) (pp. 101 /102). Sin embargo, hay ciertos visos de emancipación entre la imnundicia, los cuales finalmente son acallados por la imponente corriente de falsedad que arrastra a toda la población como una silenciosa procesión que fuese desde Sodoma hasta Gomarra. Cuando están en el balcón del adulterio, Sarita y Aldebarán ven una iglesia que recomienda "Venid, pecadores, venid a pedir perdón." (p. 115) y en la p. 108 dice Aldebarán: "Crucé la calle pidiéndole a Dios no haber despertado una paswn avasalladora". Cuando Malagón es sorprendido por Espinoza, se pregunta luego: "¿Habré pe1judicado a Sarita? o bien ¿Habré destruido un hogar... ?" (p. 159) Estos últimos ejemplos muestran un vislumbre de conciencia entre los amigos de Aldebarán y Malagón. Y la sú1tesis justificatoria la expone Sebastián Montafia, argumentando que la im11oralidad es reprensible pero que es perdonable, puesto que todos somos víctimas de las malas pasiones: "¿ Quién no ha caído en la tentación?" (p. 157) Pero esa justificación es puramente escapatoria, pues la novela, como hemos dicho, se fundamenta en el engafio dicho por Malagón y finalmente concluye con esta farsa final de Rocafuerte: Espinoza les ofrece su casa a él y a Gloria, y Rocafuerte, sabiendo la situación, dice "No se cometerá en ella (en la casa) ningtma inmoralidad." (p. 155) Dentro de una historia, simplificada para mostrar el abismo de una sociedad, pero no en perspectiva

139 de salvar ese abismo sino de asumirlo sin falsedad ni retorcimiento, tenemos un juego de relaciones excelentemente enlazado, de tal modo que cada momento de la trama ayuda siempre a la inteligencia de las demás partes, constituyendo así un sistema novelado con una intuición literaria admirable. En su organización el texto muestra el tema de la falsedad en la sociedad cuevanense, pero con posibles ampliaciones a la sociedad humana, la Gran Sociedad. Esa organización textual se engarza en elementos estructurales de mucho alcance (como iniciar el libro con un manuscrito atribuido a uno de los mismos personajes que aparecerán posteriormente). El conjunto, pues, del texto, como universo estético y como documento traspuesto sobre su sociedad, muestra de escrihua, en un estilo y organización muy propios de las técnicas manejadas por Ibargüengoitia; aspectos también de la psicología, tanto del autor como de los personajes, hijos suyos a fin de cuentas; y aspectos de la sociedad, tanto la real como la supuesta en la novela. En ese complejo psicosocial y estilístico se ha aplicado un procedimiento complejo que ha seguido de cerca la configuracióne implicaciones y alcances de la novela. Con base en ello es esperanza del que suscribe haber arrojado una débil luz, al menos, sobre estas ruinas que vemos.

.111

140 1 Índice Con la venia . .. Francisco Arroyo Vi eyra 5

Jorge Ibargüengoitia decía de sí mismo Jorge Ibargiie11goitia 9

Estas ruinas que (no) ves José Argucia Acevedo 13

Llevaba un sol adentro . .. Joy Laville 19

Conversaciones frente al mar de la presa ... Margarita Vi/lase¡lor 23

Pase de abordaje ... Margarita Vi l/aseriar 35

De tu amiga que te quiere . .. María Luisa Mendoza 39

Una afinidad de luz, color y sabor .. . Luis García Guerrero 45

Ibargüengoitia en Guanajuato . . . Eugenio Tr ueba Olivares 57

Jorge Ibargüengoitia: Instrucciones para leer la Historia de México A11a Rosa Domenella 63

Homenaje Múltiple Ana Rosa Dome11ella 83

Cuévano: tma ciudad literaria.. . Luis Palacios Hemández 95

Ocultación para desembozar: Cuévano y Chamácuero ... Georgina García-Gutiérrez 107

La falsa realidad o Estas ruinas que ves Benjamín Va ldivia 121

1 DIRECTORIO

MESA DIRECTIVA

Sen. rvianlio Fabio Beltranes Rivera Presidente

Sen. Francisco Arroyo Vieyra Vicepresidente

Sen. Ricardo To rres Origel Vicepresidente

Sen. Ye iclckol Polevnsky· Gurwitz Vicepresidenta

Sen. Ivonne Aracelly Ortega Pacheco Secretaria

Sen. Roclolfo Dorador Pérez Gavilán Secretario

Sen. Claudia S. Corichi García Secretaria

Sen. Ludivina lvienchaca Castellanos Secretaria

JuNTA DE CooRDINACióN PoLíTICA

Sen. Santiago Cree! Miranda Presidente

Sen. Manlio Fabio Beltranes Rivera Coordinador del Grupo Parlamentario del PRI

Sen. Carlos Navarrete Ruíz Coordinador del Grupo Parlamentario del PRD

Sen. Francisco Agundis Arias Coordinador del Grupo Parlamentario del PVEM

Sen. Dante Delgado Rmmauro Coordinador de1 Grupo Parlamentario de Convergencia

Sen. Alejandro González Y áí'í.ez Coordinador del Grupo Parlamentario del PT

Sen. M. Humberto Aguilar Coronado Grupo Parlamentario del PAN

Sen. Felipe González González Grupo Parlamentario del PAN

Sen. Melquiades Morales Flores Grupo Parlamentario del PRI Ibargüengoitia a contrareloj de Francisco Arroyo, José Argueta, Joy Laville, Margarita Villaseftm� María Luisa Mendoza, Luis García, Eugenio Trueba, Ana Rosa Domenella, Luis Palacios, Benjamín Valdivia, Georgina García. se terminó de imprimir en el mes de octubre de 2006 en los talleres de Diseño3 y/ o León García Dávila, Valle de San Juan del Río No. 10, Col. Vista del Valle, Naucalpan, Estado de México. Se tiraron 3,000 ejemplares en papel culh1ral de 75 grs.