Pedro Meléndez Páez Pedro Meléndez Páez este volumen abarca desde los comienzos de la poesía regional hasta aquella publicada antes de la primera mitad del siglo pasado. Con una sucinta nota biobibliográfica de los autores y ordenados cronológicamente, se trata un trabajo que constituye la materia prima de todo el quehacer poético: los poemas mismos. La invi- OTROS TÍTULOS PUBLICADOS Etación está abierta para los lectores. Se trata de descubrir o repasar las EN ESTA SERIE creaciones poéticas de los bardos atacameños, presentes en el ámbito LA POESÍA EN ATACAMA LA POESÍA EN ATACAMA, ANTOLOGÍA MAYOR • TOMO I de las letras nacionales y/o locales desde los inicios de la República; de difundir la poesía de estos creadores tanto a nivel regional como na- ANTOLOGÍA MAYOR Isaac Newton: el último mago cional; de investigar y estudiar la obra, parcial o total, de los referentes Pedro Meléndez Páez caldeo babilónico y profeta del arte poético; y, finalmente, es una invitación a escribir y publicar los TOMO I Nació en Vallenar en plena mitad del si- de los tiempos del fin resultados de estos emprendimientos intelectuales, de manera que sigan glo XX. Vivió tempranamente a la loca- Manuel Barahona Droguett SIGLO XIX Y PARTE DEL XX lidad de Barquito, en el seno de la Andes leyéndose más allá de las fronteras regionales. Copper Mining Company, luego converti- da en Cobresal (empresa en la que traba- jó durante un año en el Departamento de Relaciones Laborales, Barquito) y después en Codelco. En 1976 se fue a la ciudad Gestión estratégica de Boulder, estado de Colorado, lugar en de la felicidad el que obtuvo su Licenciatura en Histo- José Luis Silva Munar ria, Master of Arts en Literatura y Philo- sophical Doctorate (Ph.D) en Literatura. Enseñó en varias universidades de Estados Unidos y regresó a en 2013. Sus intereses académicos se centran en la historia, la literatura y la cultura en La complejidad: un paradigma general. Durante los últimos veinte años para la educación se ha dedicado a leer, investigar y escribir Taeli Gómez Francisco sobre la historia, la literatura y la cultura regional atacameñas. En 2011 publicó el li- bro Figuras señeras de Atacama. Literatura e historia. Tomo I, que contiene diez ensayos sobre autores regionales. Un proyecto en marcha muy avanzado es el libro La Facul- tad de Humanidades y Educación de la Uni- versidad de Atacama en su historia. En la actualidad se desempeña como académico y subdirector del Departamen- to de Idiomas (Inglés) de la Universidad de Atacama en la ciudad de Copiapó. Enseña ISBN 978-956-01-0544-8 idioma inglés, literatura étnica y literatura clásica en inglés y lingüística aplicada a la traducción en inglés. Ha enseñado además literatura infantil y literatura anglosajona en inglés.

La poesía en atacama. Antología mayor

Tomo i Este libro fue financiado por la Universidad de Atacama para el desarrollo cultural, artístico y científico de la Institución de Educación Superior y la región de Atacama. Pedro Meléndez Páez

La poesía en Atacama Antología mayor

Tomo I Siglo xix y parte del xx Ch861 Meléndez Páez, Pedro M La poesía en Atacama. Antología mayor. Tomo I: siglo xix y parte del xx / Pedro Meléndez Páez. – – : RIL editores • Universidad de Atacama editores, 2018. 412 p. ; 23 cm. ISBN: 978-956-01-0544-8

1 atacama (chile:provincia)-antologías lite- rarias. 3. poesías chilenas.

La poesía en Atacama. Antología mayor Tomo I: siglo xix y parte del xx Primera edición: abril de 2018

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Impreso en Chile • Printed in Chile

ISBN 978-956-01-0544-8

Derechos reservados. Índice

Presentación...... 13

Prólogo...... 15

Manuel Antonio Matta...... 37 La razón...... 38 El torrente...... 39 Antiquísima...... 40 Pensamientos de proscrito...... 41 Canción de los segadores...... 43 Dante...... 45 Réplica...... 46 Buen consejo...... 47 Guillermo Matta Goyenechea...... 49 Fragmento...... 50 Nuevo arte poético...... 51 Jehová...... 51 Piedad...... 52 En mi camarote...... 53 Historia...... 53 Soledad...... 55 Poema...... 57 Pensamiento...... 57 La sombra...... 58 Himno de guerra de la América...... 60 Chile y España...... 62 A América...... 65 Pedro León Gallo ...... 73 A Juan De Padilla...... 75 A Calderón...... 75 A Camilo Henríquez...... 77 Himno a Rancagua...... 78 Mi suspiro...... 85 La amistad...... 86 Pedro Díaz Gana (Sebastián Cangalla)...... 89 Un sueño (1853?)...... 90 La condición del minero...... 93 Rosario Orrego...... 97 A mi pluma...... 98 La instrucción de la mujer...... 99 A Copiapó...... 102 A Luis...... 106 Así quiero morir...... 107 La noche...... 108 Soledad...... 110 A la poetisa...... 111 El temblor...... 113 Ramón Arancibia Contreras...... 117 Estrofas...... 118 La Constituyente...... 119 Mercedes Ignacia Rojas...... 123 Consuelo...... 124 A Emilia...... 126 A Carlota Patti...... 127 A los bravos del invicto Atacama...... 127 Carlos Walker Martínez...... 131 Primera página...... 132 Amor de padre...... 135 Duelo a muerte...... 137 El árbol de la muerte...... 146 La madre indiana...... 147 Su retrato...... 152 Velada...... 152 Juventud...... 154 Primer amor...... 155 Nicolasa Montt de Marambio...... 159 ¡Dieciocho de septiembre!...... 160 ¡21 de mayo!...... 161 Una reliquia...... 162 ¡Caridad!...... 163 La tarde...... 164 ¡Desengaños!...... 166 El libro...... 167 ¡Adelante!...... 168 Diálogo. Diana y La Noche...... 169 Diálogo. La Caridad y La Vanidad...... 174 Una historia...... 176 Rafael Torreblanca Doralea...... 181 Al Atacama...... 182 Fragmento...... 183 El adiós...... 183 Epitafio...... 185 Daniel Meneses...... 187 Versos de la vida rodante...... 188 Segundo verso de los padecimientos de un rodante...... 190 Separación de un marido de su esposa...... 192 Las palanganadas de los poetas de Tamaya...... 194 Mi viaje al norte en busca de fortuna...... 195 Mi saludo al arribar al puerto de iquique. A los lectores de mis versos de la provincia de Tarapacá...... 197 Completos detalles de mi escursión al norte y las partes donde anduve...... 199 Benjamín Carabantes...... 201 Apoteosis del héroe...... 201 Santiago Escuti Orrego...... 217 Rima...... 218 Duelo...... 218 Delirios...... 219 A don Jorge Huneeus...... 221 A la juventud...... 221 Visión tenaz...... 227 Apoteosis del héroe Rafael 2º Torreblanca...... 229 Ramón Luis Escuti Orrego...... 255 Niña...... 256 A mi hermano Carlos...... 257 ¡Levántate, Freirina!...... 259 A la bandera de los zuavos constituyentes del año 1859...... 259 La muerte...... 264 María Delfina Hidalgo...... 267 La inocencia...... 268 A la mujer...... 269 En la muerte de Pedro León Gallo...... 270 Libertad...... 272 La música...... 273 El amor y el poeta...... 274 En la muerte de don Manuel Antonio Matta...... 278 Fatalidad...... 279 Juan José Julio y Elizalde...... 281 En el alba...... 282 En la tarde...... 284 En el silencio...... 285 El origen de Dios...... 286 Los sacramentos de la religión...... 295 Rodolfo Polanco Casanova...... 301 A mi silla...... 302 Sugestivas...... 305 Abraham Jesús Brito...... 309 Mi biografía, mi vida y mi martirio...... 310 Amor propio de un minero...... 315 Los heroicos huelguistas de «El Teniente»...... 317 Un viva al 18 de septiembre de 1939...... 318 Un viva al 21 de mayo...... 320 Interrogatorio entre el general en jefe de las fuerzas aliadas de Perú y Bolivia, don Juan Buendía, y el valiente espía chileno, soldado Marín...... 322 Riquezas del mar...... 328 Nuestro Chile...... 329 ¿Qué soy yo?...... 332 Honorio Henríquez Pérez...... 335 Errante...... 336 La espiga...... 337 El surco...... 340 Viviendo en silencio...... 342 Alberto Moreno Méndez...... 345 Mi giganta...... 346 Musa moderna...... 348 Fruto máximo...... 349 Agonía de una belleza...... 351 El poema secreto...... 352 Una Maritornes...... 357 Lo inevitable...... 358 Nuestro amor...... 359 Liberación...... 360 De los poemas nuevos...... 361 Héctor Arnaldo Guerra...... 363 Al pie de «miseria»...... 364 Pecadora...... 365 Ema...... 366 Salvador Reyes Figueroa...... 367 Espejo...... 368 Evocación...... 369 Puerto...... 370 Taberna...... 371 Velero ...... 372 Partida...... 372 Mía...... 373 Ruta...... 374 Saudade...... 375 Peregrinario...... 375 La ciudad de oro...... 376 Film...... 378 El oso...... 379 Nocturno...... 380 Romeo Murga Sierralta...... 383 Con lenta y baja voz...... 384 Morena...... 385 Gracias...... 386 Canción en la hora del olvido...... 387 Yo soy el hombre silencioso...... 388 Una tristeza fiel...... 389 La noche...... 390 A lo lejos, un canto...... 391 Alma mía serena...... 392 La lejana...... 393 Invocación...... 394 Oración a San Luis...... 395 Y morirás un día...... 396 Atolondradamente vivía su adolescencia...... 396 La égloga del amador...... 397 El amador...... 399 Nota sobre el autor...... 405

Bibliografía...... 407

Presentación

Una antología poética supone mucho más que un mero listado de autores y de poemas. El hacerla requiere un proceso minucioso y riguroso que, aparte de una extensa investigación y una copiosa recolección de material, contiene necesariamente un mini-proceso de selección o de omisión de autores y de composiciones poéticas. Una antología poética tiene su origen en una relación de aprovecha- miento mutuo entre un determinado corpus poético y el antólogo. Es, en esencia, una relación de beneficios. Quienes se benefician son los autores de los poemas escogidos. Y así debe ser, puesto que su inclusión, y más aún, la razón de ser de la antología, se basa única y exclusivamente en el mérito de sus creaciones. Al final, la poesía y la literatura son las más beneficiadas de todo este arduo proceso. El beneficio del antólogo no es otro que el deleite de la lectura del corpus que tuvo a su disposición y la satisfacción del trabajo cum- plido, lo cual supera, en mucho, las vicisitudes del proceso en el que se vio envuelto. Originalmente, la antología estaba pensada en un solo volumen, pero debido a la demora en obtener los permisos respectivos que tienen que ver con el derecho de autor, hemos optado por publicarla en dos tomos. El primero abarca desde los comienzos de nuestra poesía regional hasta aquella publicada antes de la primera mitad del siglo pasado. El segundo tomo comienza con la producción poética de autores cuyas publicaciones datan a partir de segunda mitad del siglo pasado hasta la segunda década del siglo XXI. Invito a los lectores y lectoras a descubrir o repasar las creaciones poéticas de nuestros bardos atacameños, presentes en el ámbito de

13 Pedro Meléndez Páez las letras nacionales y/o locales desde los inicios de nuestra república hasta este bien entrado siglo XXI; los invito a difundir la poesía de nuestros creadores tanto a nivel regional como nacional; los invito a investigar y estudiar la obra, parcial o total, de nuestras luminarias del arte poético; y, finalmente, los invito a escribir y publicar los resultados de estos emprendimientos intelectuales en las formas que más se adecúen a sus posibilidades o intereses. De cada autor se ofrece una sucinta nota bio-bibliográfica. Con respecto a algunos poetas ha resultado imposible obtener la información adecuada, hecho por el cual los datos de su vida y obra pueden parecer incompletos. Deliberadamente he prescindido de in- currir en comentarios aglutinantes, críticos o analíticos de cualquier tipo porque estimo que ello corresponde a un trabajo de distinta envergadura y alcance. Lo que sí hacemos es hacer un mínimo pun- teo de la obra de algunos escritores para dar una idea general del alcance y dirección de la producción poética. Presento, entonces, a los lectores y lectoras, un trabajo que constituye la materia prima de todo el quehacer poético: los poemas mismos. A los que estén interesados en el análisis y la crítica literaria de nuestra región, los remito, para una pequeña muestra, a mi libro Figuras señeras de Atacama. Literatura e historia. Tomo I (2011), disponible en todas las bibliotecas de la Tercera Región.

Pedro Meléndez Páez Fargo, North Dakota Moorhead, Minnesota Copiapó, Tercera Región Atacama 2011-2015

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Prólogo

Me complace pensar que lo que me motiva a emprender tareas literarias, culturales e históricas es mi inescapable y perenne incrus- tación en todo aquello que atañe a mi origen y realidad terruñal. No tengo (por el momento) motivos ulteriores que se relacionen con la cultura farandular o con el acopio de palmadas en el hombro. Me declaro regionalista verdadero, intenso y profundo, de una cercanía asombrosa con todo lo bueno y lo malo, lo bello y lo feo, lo hondo y lo trivial que sea parte de nuestra ontología atacameña. Por lo tanto, lo que hago y, por ende, esta antología, se ajusta más al concepto de necesidad que al de trabajo; necesidad que se nutre y se desarrolla tanto desde adentro hacia afuera como desde afuera hacia adentro. Primero, entonces, mirar el entorno supone empaparse de vas- tedades y soledades que maravillan el ojo y la mente por su aire infinito; admirarse de sus accidentes geográficos y de su topografía, que contienen bellezas únicas e insólitas como las contenidas en su hidrografía, la cual se destaca por sus características endorreicas en la presencia de lagunas y exorreicas en la presencia de ríos; los extensos y arrugados salares, que contienen abundancia de litio, boro, salitre y nitrato de sodio; los monumentales y triangulares altos picos como Ojos del Salado, el nevado de Tres Cruces, el In- cahuasi y el Ermitaño, todos con una altura superior a los seis mil metros, donde el aire de verdad es más transparente; maravillarse de los singulares tres biomas de fauna, el del desierto, el de la estepa y el de la alta montaña, dentro de los cuales se encuentran especies como el flamenco del norte de Chile, el piuquén, el pato juarjual, la golondrina chilena, el cóndor, el halcón peregrino, la parina grande,

15 Pedro Meléndez Páez la parina chica, el flamenco chileno, el aguilucho, la tagua cornuda, el falaropo, la vicuña, el guanaco, la vizcacha, el cuy serrano, la chinchilla, la yaca, el tuco-tuco, el ratón andino, el chozchorito, el ratón orejudo, el quirquincho, el taruco, la alpaca, el puma, el gato andino, el quique, el zorrillo de la puna, el gato colocolo, el zorro culpeo y el zorro chilla, entre otros; y en la costa y alrededores, la gaviota dominicana, el pelícano, el cormorán, el jote de cabeza colo- rada, el jote de cabeza negra, el chungungo, el león marino, el delfín nariz de botella, la ballena jorobada y el pingüino de Humboldt1. Supone, además, asombrarse de los valles, las vegas, las aguadas, los bofedales andinos, los humedales y los tres parques nacionales, como son el Parque Nacional Pan de Azúcar, el Parque Nacional Llanos del Challe y el Parque Nacional Nevado Tres Cruces, a los que se agrega la Reserva Nacional Pingüino de Humboldt, cada uno con su fauna y flora, esta última manifestándose en toda su belleza y esplendor cuando ocurre el espectacular fenómeno co- nocido como «el desierto florido» en los meses de septiembre a diciembre, tiempo durante el cual se lucen la añañuca amarilla, la añañuca roja, la añañuca rosada, el huilli, el terciopelo, el suspiro de campo; sorprenderse de la exigua y a la vez pertinaz vegetación, como el churco, el cacho de cabra y la coronilla de fraile; encantarse con la copiapoa, la colita de oveja, la garra de león, el amancai, el palo negro, el lirio de campo, el quisquito y la malvilla, entre otras especies menos conocidas. En segundo lugar, pensar y reflexionar sobre el dintorno equi- vale a revelar nuestras esencias e intimidades, las cuales difieren, necesariamente, de grupo a grupo y de persona a persona. Lo más importante de esta empresa es que debe primar la verdad. A conti- nuación presento algunas observaciones que me parecen pertinentes, pero que no son exhaustivas, sino dispersas y en mucho grado in- completas. Cada uno puede anularlas, modificarlas, reemplazarlas o incrementarlas a su antojo. Se trata, entonces, no de generalizaciones, sino de muestras puntuales.

1 Para un catastro más exhaustivo, ver A. Iriarte, Mamíferos de Chile. Barcelona: Lynx Edicions, 2008.

16 Prólogo

Observaciones en el plano social, cultural y actitudinal, las cuales pueden o no ser compartidas con otras áreas del país:

• El medio ambiente, en buen grado, parece seguir determinán- donos en la falta de hospitalidad, la actitud áspera, huraña y ruda hacia nuestros semejantes y en el modo de vestir al preferir colores bajos y apagados; se percibe una apatía con respecto a casi todo lo importante, como el magro cuidado que mostramos por nuestro entorno y la poca capacidad para planificar nuestro propio futuro; hay desconfianza y cierto dejo de amargura en nuestro vivir; y en la misma vena, nos sentimos orgullosos de nuestro pasado histórico, pero esto existe solo en la palabra y no en las acciones. • Se percibe cierto atavismo en cuanto al conformismo con el estatus de campamento minero y no con el de ciudad, tal vez por el hecho de que nos identificamos en grado máximo con la minería y por tanto nos gusta pensar que dependemos de ella; por lo mismo, al ser parte de una cultura minera con una superlativa falta de amenidades básicas, no nos queda otra opción que seguir siendo lo que somos, una ciudad de paso: la gente se dirige a , Iquique, Arica o Tacna hacia el norte, y a La Serena o Santiago hacia el sur; en fin, confiamos en un futuro incierto y nos abrazamos al azar. Esta misma falta de dinamismo hace que tengamos que aceptar el acostumbrarnos a ver una ciudad sucia, a observar que malandrines inescrupulosos la destruyan y a no hacer nada ante tamaña agresión. • La postmodernidad, o el culto exacerbado al relativismo, en donde las fronteras entre los opuestos se diluyen o traslapan, a veces nos sobrepasa y nos hace cometer actos de mala con- vivencia o adoptar posiciones contradictorias e inexplicables al raciocinio, como el declararse ateo o agnóstico y a la vez participar, con cierto grado de devoción, en actividades o celebraciones religiosas (conflicto entre fe y ocasión social), o como el participar en discusiones sobre temas sobre los cuales

17 Pedro Meléndez Páez

no se tiene una idea definida ni acabada y emitir opiniones, por lo general erróneas o inválidas, que compiten con aquellas de los expertos o conocedores de los temas, o como confundir la grosería con la participación democrática. • Pareciera que tanto a nivel nacional como regional existe la propensión a sobreestimar lo que otros piensan de nosotros y a subestimar lo que pensamos de nosotros mismos, lo cual puede resultar paralizante y, por ende, nocivo. • Existe una falta de tolerancia en nuestras apreciaciones político-ideológicas, tal vez producto de la mezcla entre el legado del autoritarismo militar y el desencantamiento con la política misma. • Hay una disposición a preferir las apariencias y a dar a en- tender y mostrar aquello que no somos, lo cual remite a un sentido de menoscabo personal o complejo de inferioridad. • Se favorece, en no pocas ocasiones, una irregular práctica de rigor intelectual en emprendimientos, publicaciones y tareas de carácter cultural, literario e histórico. • Manejamos mal y admiramos el caos vehicular, lo que equivale a decir que somos impulsivos y poco pacientes, lo cual nos hace, por ejemplo, formar tres líneas de vehículos en calles con carriles solo para dos. • Nos estamos volviendo adictos a la comida rápida y, princi- palmente, a la comida chifa, hecho que promueve el acoso permanente a la salud. • Somos malos para resolver problemas grandes y graves, como el de los perros callejeros en nuestras ciudades, frente a lo cual nos basamos no en lo que podamos hacer nosotros, sino en lo que están haciendo los demás en otras partes –y seguimos la onda. • Contamos con una magnífica institución de educación supe- rior, la Universidad de Atacama, pero ni ella ni la comunidad ha logrado desarrollar ni siquiera un prospecto de colabora- ción intelectual o cultural; por el contrario, funcionan como dos túneles paralelos.

18 Prólogo

Por otro lado, nos damos cuenta de que somos perfectibles y de que queremos ser mejores, lo cual se puede constatar en estas características:

• Somos totalmente solidarios ante desastres y emergencias locales, regionales y nacionales. • Estamos aprendiendo a interesarnos en nuevos desafíos de emprendimiento, comerciales o culturales, a saber por el aumento en la participación en programas de mejoramiento, de pequeños negocios de tipo familiar y de gestión cultural. • Nuestras aspiraciones materiales son mayores: queremos más; una casa en la playa, una parcela, una segunda casa o departamento para aumentar nuestros ingresos, otro vehículo y mayor progreso material. • Queremos participar en el forjamiento de nuestro propio destino y ha habido intentos por re-adueñarnos de nuestras propias tareas, como por ejemplo, elegir autoridades que sean de nuestra región porque conocen de primera mano nuestra historia, geografía, cultura, idiosincrasia, intereses, debilida- des, fortalezas y potencialidades. • En el aspecto cultural patrimonial se están haciendo intentos por estudiar nuestra rica historia, no solo apilando datos o reciclando el conocimiento existente, sino analizando e interpretando todo lo que tenga que ver con nuestras raíces. • Estamos acogiendo a miembros de otros países y aprendiendo a lidiar con conceptos como la xenofobia y los conflictos que emanan de la presencia de extranjeros, lo cual nos coloca directamente en el mapa de los partícipes de la aventura multicultural, común a culturas como la europea o estadouni- dense, aventura de la cual nos interesa extraer lo positivo y lo beneficioso.

En 1891, cuatro años antes de morir en batalla luchando por la independencia de Cuba, el patriota José Martí escribió el ensa- yo Nuestra América, a través del cual nos lega no solo variadas

19 Pedro Meléndez Páez enseñanzas, sino también –y lo que es más importante– una fuente de ideas2. Por ejemplo, la idea de reflexionar en serio y con hondura sobre a quiénes queremos como líderes y dirigentes de la nación, idea que, aplicada a nuestra realidad regional, arroja las preguntas: ¿quiénes son los que mejor pueden hacerse cargo de liderar la po- lítica regional? ¿Qué características deben tener estos dirigentes? ¿Qué estudios deben poseer? ¿Qué capacidades pueden desplegar? ¿Qué aportes pueden realizar en beneficio de nuestra región? ¿Cuál es su compromiso con la región? ¿Cómo lo demuestra?, así como otras preguntas afines. No es que estos conductores de la política deban ser única y exclusivamente de la región –exigencia que nos haría caer en una política de aldea–, pero sí deben imbuirse de ella. Conocer es el verbo que usa Martí. Hay que conocer nuestra región, su aire, tierra y mar. Y, sobre todo, su gente. En este sentido, los lugareños tenemos una clara ventaja sobre los forasteros, pero muchas veces no la aprovechamos de manera óptima. Es así que las tareas de casa se las dejamos a personas que se allegan a nuestro entorno por diversos motivos. Sin embargo, una ventaja que sí con- servamos es que sabemos, por experiencia propia, que no queremos ni llenarnos de pueblos fantasmas, tal como Potrerillos, o como puede llegar a ser El Salvador, ni que nuestras ciudades importantes se conviertan en ciudades deprimidas como el hermoso puerto de Chañaral, que fue inundado de relave por la Andes Copper Mining Company primero, luego por Cobresal y finalmente por Codelco, con riesgo mortal para su gente. Llevará por lo menos cien años para que Chañaral vuelva a lucir su extensa playa de arena blanca. Cada uno puede pensar en otros casos que han afectado de similar manera a nuestra región en distintas épocas. Por casi dos centurias hemos sido una región extractiva de mine- rales y nos hemos aferrado a esa idea. Tal vez hasta nos guste. Pero si miramos detenidamente hacia atrás y preguntamos qué ha que- dado, por ejemplo, de Agua Amarga, Chañarcillo, Capote Aurífero, Quebradita o Chañaral de las Ánimas, la respuesta es contundente:

2 Ver José Martí, Nuestra América. Guadalajara: Universidad de Guadalajara, 2002.

20 Prólogo ruinas. En nosotros está que nuestra historia presente y futura no se vuelva cíclica, porque lo cíclico significa marcar el paso y no avance, es decir, la preferencia de la inercia antes que el movimiento, de la continuidad en vez del cambio. Crear es el concepto de Martí para salir del estancamiento y del inmovilismo. Y tiene razón. Un pirquén de ideas vale más que diez minas de oro. Hay muchos a quienes interesa que nuestra historia, poesía, narrativa, teatro y todo nuestro quehacer cultural sea conocido por nuestros habitantes y por el público a nivel nacional. Esta antología pretende llenar un vacío que a esta fecha resulta un tanto inexpli- cable; pretende convertirse en un documento literario, cultural e histórico de arraigo regional. Sin duda, este trabajo responde al incentivo de varios predecesores. A este respecto, existe un buen número de antologías que evalúan, rescatan y registran el trabajo de escritores de este terruño. El incansable Mario Bahamonde Sil- va, en su Antología de la poesía nortina (1966), cubre las regiones de Tarapacá, Antofagasta, Atacama y Coquimbo; en este mismo empeño le sigue el también poeta Juvenal Ayala con su Antología poética. I a IV Región: poetas de los ochenta (1998). En el plano estrictamente local, los esfuerzos han dado excelentes frutos, ejem- plificados en: Panorama espiritual de una provincia (1974), de Be- nigno Ávalos Ansieta; Primera antología del Copayapu (1978), sin autor declarado; Chañaral y sus poetas (1983), de Gastón Serazzi Ahumada; El hombre y el paisaje de Atacama. Antología Poética de Copiapó (1985), con prólogo de Danilo Octavio Bruna, pero sin autor declarado; Figuras estelares del Huasco (1990), de Benigno Ávalos Ansieta; Puerto de poetas (1994), de autoría de miembros del Círculo Literario Erasmo Bernales Gaete de Chañaral; Poesías de Chañaral (1995), breve antología de autoría de miembros del Círculo Literario Erasmo Bernales Gaete; Trovadores y cantares (1997), de autoría de miembros del Círculo Literario Erasmo Bernales Gaete; Voces emergentes del Copayapu (2006), de autoría de integrantes del taller literario patrocinado por la Ilustre Municipalidad de Co- piapó y dirigido por Tussel Caballero Iglesias; Poetas del Desierto de Atacama (2007), de autoría de miembros del Círculo Literario

21 Pedro Meléndez Páez

Erasmo Bernales Gaete; y Antología. Cuentos y poesía de Atacama (2012), de Eduardo Aramburú García. Todo emprendimiento serio requiere de mucho trabajo y tiempo. Comenzamos esta antología en enero de 2011, mientras todavía era profesor en la Universidad Concordia College, en Moorhead, Min- nesota. A esa fecha ya tenía mucho material junto, producto de mis visitas a Chile durante los veranos del año académico estadounidense. Me ayudó mucho el material encontrado en la Biblioteca Pública de Copiapó, en la Biblioteca Pública de Chañaral y en la Biblioteca de la Universidad de Atacama. Los escritores atacameños fueron muy ge- nerosos al permitirme contar con libros prohijados por ellos mismos. Hubo material muy difícil de obtener, en cuyo caso tuve que recurrir a nuestra magnífica Biblioteca Nacional, donde pasé muchos días en diferentes años, y al sistema de préstamo entre universidades en los Estados Unidos, llamado interlibrary loan, que puede ser usado por cualquier académico de cualquier universidad del país. Si uno necesita un libro y la biblioteca de la universidad no lo tiene, a través de la misma biblioteca se solicita un préstamo de dicho libro; luego, cuando el libro es ubicado en alguna otra universidad, se tramita el préstamo, el cual permite el uso del libro por dos semanas antes de devolverlo. Todo sin costo alguno para el usuario. Es así que conse- guí material valiosísimo para mí; material que o no existe en Chile o, si existe, pertenece a privados. Por ejemplo, obtuve una copia del drama Maricán, de nuestro José Joaquín Morales. La literatura chilena comienza con la Sociedad de Literatura de Santiago. En 1842, José Victorino Lastarria es elegido director de dicha sociedad y en la sesión del 3 de mayo del mismo año pronuncia su famoso discurso de aceptación, documento en el cual describe el estado de la literatura chilena y propone las directrices que han de seguirse para la creación de la misma3. Con el fin poner en perspec- tiva la influencia nefasta de España, aclara que:

3 Ver Discurso de incorporación de D. J. Victorino Lastarria a una Sociedad de Literatura de Santiago. Valparaíso: Imprenta de M. Rivadeneyra, 1842, pub- licado por la Sociedad de Literatura de Santiago. En adelante se citará solo el número de página.

22 Prólogo

Los Felipes, tan funestos a la humanidad como a la civilización, por su brutal y absurdo despotismo; Carlos II, con su imbecilidad y acendrado fanatismo; los Fernandos y Carlos que le sucedieron, tan obstinados defensores de su poder discrecional y de la autori- dad espantosa del monstruo de la inquisición que los sostenía, al mismo tiempo que los amedrentaba; tales fueron los monarcas, bajo cuyo ominoso cetro transcurrió tres siglos Chile, siempre ignorante, siempre oprimido y vejado (p. 8).

Enfatiza, además, que aparte de privar a los americanos de la liber- tad de acción, también los privaba de la del pensamiento, de manera que «nuestra nulidad literaria es tan completa en aquellos tiempos como lo fue la de nuestra existencia política» (p. 8). Agrega que:

Desde 1810 hasta pocos años a esta parte, tampoco hallo obra alguna que pueda llamarse nuestra y que podamos ostentar como característica; muchos escritos de circunstancias sí, parto de varios claros ingenios americanos y chilenos, entre los cuales descuella el ilustrado y profundo Camilo Henríquez, cuyas bellas producciones manifiestan un talento despejado y un corazón noble, entusiasta y generoso» (p. 8).

Al hurgar en el tema de cuáles modelos debe seguir la literatura nacional, Lastarria concluye que «muy poco tenemos que imitar: nuestra literatura debe sernos exclusivamente propia, debe ser pu- ramente nacional», por lo tanto, «fuerza es que seamos originales; tenemos dentro de nuestra sociedad todos los elementos para serlo, para convertir nuestra literatura en la expresión auténtica de nuestra nacionalidad» (p. 14), idea que tiene su culminación en las palabras que siguen:

La nacionalidad de una literatura consiste en que tenga una vida propia, en que sea peculiar del pueblo que la posee, conservando fielmente la estampa de su carácter, de ese carácter que repro- ducirá tanto mejor mientras sea más popular. Es preciso que la literatura no sea el exclusivo patrimonio de una clase privilegiada,

23 Pedro Meléndez Páez

que no se encierre en un círculo estrecho, porque entonces aca- bará por someterse a un gusto apocado a fuerza de sutilezas. Al contrario, debe hacer hablar todos los sentimientos de la natu- raleza humana y reflejar todas las afecciones de la multitud, que en definitiva es el mejor juez, no de los procedimientos del arte, sí de sus efectos (p. 14).

Hasta aquí, el estudio que hace Lastarria de nuestras letras da cuenta de la inexistencia de una literatura nacional, de las causas que tuvieron que ver con esta ausencia de escritos literarios y de cómo debe hacerse nuestra literatura en adelante, es decir, el despliegue de originalidad y el interés en nuestra realidad americana. Pero hay, además, un claro y macizo ideario con respecto a la función de la literatura en la sociedad de la época. Es así que, dirigiéndose a los intelectuales y creadores literarios, preceptúa: «Escribid para el pue- blo, ilustradlo, combatiendo sus vicios y fomentando sus virtudes, recordándoles sus hechos heroicos», debido a que este es «el único camino… para consumar la grande obra de hacer nuestra literatura nacional, útil y progresiva» (15). No cabe duda de que Lastarria, privilegiando las necesidades intrínsecas de la época, que tienen que ver primeramente con nuestra identidad y ser profundos, vio que la literatura, por sobretodo, debía convertirse en educadora de nuestros habitantes y, por lo tanto, su principal función era didáctica. No elabora mucho sobre el con- cepto de arte o de estética, y si lo hace es solo de manera implícita, incluyendo el hecho de que la élite productora de cultura debe de prepararse de la mejor forma posible para llevar a cabo la tarea de crear una literatura nacional. Según el poeta latino Horacio, la obra literaria debe ceñirse al precepto dulce et utile, lo que equivale a decir que debe cumplir dos funciones simultáneas, la de enseñar y la de deleitar; y aunque el precepto ha sido desafiado (Goethe y Hegel, por ejemplo, niegan cualquier fin moralizante o docente, el fin del arte está en el mismo arte; Kant cree que la función de la literatura es obtener placer y diversión; y para los románticos el fin de la poesía es expresar sentimientos y escapar de la realidad), este sigue vigente hasta nuestros días. Lastarria ve en la literatura una

24 Prólogo oportunidad para mejorar el comportamiento y los intereses de los connacionales que lo requieran. Así, la literatura cumple la virtuosa tarea de perfeccionar al ser humano. En muchos escritores atacameños de mediados del siglo XIX, las ideas propuestas por Lastarria calzan en la producción poética –al igual que en otros géneros– de manera evidente. Pero hay más: el carácter de la poesía atacameña de esa época es eminentemente fundacional. Y así debía ser, ya que al no tener nada había que crearlo todo, o lo que más se pudiera. La gran exigencia de la independencia era la búsqueda y apropiación de una identidad, la misma que se encontraba en cada ser y en cada centímetro de tierra, aire y mar. Pero había que descubrirla, o verla, o expresarla. Por ello, uno de los principales núcleos temáticos de esa literatura se vuelca hacia la afirmación de la nacionalidad chilena. En primer lugar, entonces, había que separarse de España, país que nos había sumido en la opresión, el atraso y el subdesarrollo (la llamada madre patria nunca fue tal en realidad). Así se entiende la arenga de Manuel Antonio Matta, que dice:

Si fuese yo el soldado con quien su honra la patria noble fía, mis armas volvería contra quien la ensangrienta y la deshonra; y en alto gritaría lidiando, cual chileno, con valor: ¡muramos o vivamos con honor!

Guillermo Matta, en su poema «Chile y España», nos entrega una visión similar:

Que a nadie impone miedo vuestra cobarde saña, negreros de las Islas, bandidos del Perú; ¡vuestro disfraz hipócrita a América no engaña, vencidos de Ayacucho, vencidos de Maipú!

25 Pedro Meléndez Páez

Y ahora, como entonces, ofrece guerra y balas, a ti, pueblo de eunucos, un pueblo varonil. Si baten en los Andes sus cóndores sus alas, ¡huye la zorra tímida y asústase el reptil!

Pero la afirmación de la identidad nacional chilena no es solo denunciar los excesos de España: por el contrario, este es apenas un apéndice de las preocupaciones de los hijos más ilustrados de la nueva república. Aunque no es nuestra intención referirnos a la producción literaria de cada uno de nuestros bardos, sí iremos de- lineando las características centrales del quehacer poético regional. Podemos afirmar con fuerza que, aparte de la independencia, la actividad poética del siglo XIX en Atacama tuvo otros dos focos principales: la Revolución Constituyente de 1859 y la Guerra del Pacífico, última que por ser tan conocida y por ser su influencia demasiado obvia en nuestra poesía, no trataremos aquí. En muchos sentidos, estos dos eventos significan una extensión de la fase de emancipación de España, especialmente en los titánicos y crispados esfuerzos realizados en la creación de la nueva nación. Así, la Re- volución Constituyente, de cuyo seno sobresale la excelsa figura de Pedro León Gallo, representa el inicio de la madurez política de la incipiente república. Hechos contradictorios avalan esta postura. Si bien León Gallo apoyó al gobierno de Manuel Montt en la Re- volución de 1851, lo contrario ocurrió en 1859. Falta aún estudiar algunos hechos contradictorios de esta época, principalmente en cuanto a la participación de figuras claves de nuestra región en la política nacional. Debido a que existe una relación estrecha entre los eventos de 1851 y 1859, haremos una reseña de los dos. En marzo de 1850 se formó la Sociedad de la Igualdad en Santiago, nombre propuesto por el ex oficial de ejército Luciano Piña, misma que fue el principal opositor al autoritarismo del go- bierno conservador de Manuel Montt (1851-1861). Esta sociedad, estructurada en secciones de 24 individuos cada una y que formaba una red territorial, fue el instrumento aglutinador de la incipiente clase media que años más tarde desembocaría en la fundación del Partido Radical. La sociedad significó un definitivo rompimiento

26 Prólogo del monopolio que la oligarquía chilena ejercía sobre el país, pero pronto algunos miembros de la misma sociedad pasaron a convertirse en verdaderos agitadores políticos, por lo que en la organización se produjo un cambio «de club republicano y popular a maquinaria conspirativa» (Edwards, p. 87). A partir de junio de 1850 la oposición se lanza en escalada contra el gobierno, intentando prevenir la candidatura de Montt a la presidencia. Debido a la misma escalada, que llamaba a derrocar al gobierno, el Presidente Manuel Bulnes (1841-1851) apoyó de manera aún más decidida a Montt. En este mismo mes la sede de la sociedad es atacada y algunos miembros son golpeados, lo que pro- voca una quemante lucha en los diarios. Inexplicablemente y contra los mismos principios de la sociedad, esta propone como candidato presidencial al oligarca Ramón Errázuriz, lo que muestra de manera clara la confusión política de la época al no existir todavía partidos políticos con lineamientos claros. El 20 de octubre de 1850 Montt fue nombrado candidato a la presidencia. La respuesta de la sociedad fue que proclamar a Montt era autorizar la revolución. El 5 de noviembre ocurrió el motín de San Felipe, hecho por el cual Bulnes no solo declaró estado de sitio en San Felipe y Santiago, sino que también decretó la total disolución de la Sociedad de la Igualdad. El 18 de septiembre de 1851, al asumir Manuel Montt la presidencia, los dos focos de la revolución, el 7 de septiembre en La Serena y el 13 de septiembre en Concepción, ya estaban en plena marcha, pero pronto, y aunque con mucha dificultad, los dos focos revolucionarios fueron decidi- damente derrotados. La oposición a Montt estaba constituida por los antiguos pipiolos, por los nuevos liberales y por miembros de la aristocracia pelucona. Por otro lado, había una tenaz resistencia al centralismo conservador en provincias, como en Concepción y La Serena, principales centros revolucionarios. El general José María de la Cruz, desestimado por Bulnes como candidato a la presidencia, se presentó como candidato conservador a las elecciones de 1851, pero fue derrotado por amplia mayoría por Montt. Alegando fraude electoral de Montt, Cruz se alzó contra

27 Pedro Meléndez Páez el gobierno en Concepción. Esta vez fue vencido militarmente por Bulnes en la sangrienta batalla de Loncomilla, cuya capitulación por parte de Cruz ocurrió el 14 de diciembre. En La Serena, la cruenta guerra civil llegó a su fin el 31 de diciembre de 1851, después de una serie de saqueos y excesos. El ímpetu de la guerra civil de 1851 tuvo su lugar en Atacama. En el mineral de Chañarcillo, todavía en pleno auge, hubo una sublevación de mineros, los cuales cometieron excesos robando y saqueando el mineral al grito de «viva Cruz». Más serio fue el hecho de que el comerciante huasquino, Bernardino Barahona, al mando de un grupo de anarquistas, se apoderara de la ciudad de Copiapó. Ante tal situación, una parte de la división pacificadora del norte, de Copiapó, que ayudó a las tropas del gobierno de Montt en la guerra civil, regresó con la misión de ayudar ahora a las autoridades copiapinas contra el caudillo huasquino. Al llegar el contingente co- piapino, Barahona se enteró de la derrota de Loncomilla en el sur y de La Serena en el norte, información que lo llevó a tomar la decisión de capitular, lo cual no pudo cumplir puesto que sus seguidores lo obligaron a luchar. El encuentro entre los dos bandos ocurrió el 8 de enero de 1852 en Linderos, cerca de las haciendas de Ramadilla y Toledo. Los sublevados fueron totalmente derrotados. Este evento dio término a la guerra civil. Durante el decenio de Manuel Montt, su gobierno se caracterizó por la continua persecución de sus opositores. Más que un gobierno, era considerada una dictadura legal por ciertos grupos liberales. Como todavía los partidos políticos no tenían una existencia for- mal, había confusión ideológica en algunos sectores. Por ejemplo, los conservadores tuvieron una escisión que cobijó a dos grupos, los ultramontanos y los monttvaristas. Los primeros eran del sector más cercano a Montt y los segundos abogaban por la dupla Montt- Varas. Este último era el natural sucesor del conservadurismo, pero por problemas de interés estos últimos tomaron la determinación de unirse a los liberales en la llamada fusión liberal-conservadora. El gran problema de Atacama era que si bien generaba grandes recursos económicos, estos eran usados para beneficio de Santiago

28 Prólogo y Valparaíso y no para el de la región. Además, la élite local exigía mayor participación de las decisiones del gobierno central, dado su desarrollo económico y su riqueza minera. La nominación de Antonio Varas a la presidencia de la república aumentó la hostilidad entre los dos bandos, ya que se pensaba que con Varas –quien contaba con todo el apoyo del Ejecutivo– el autoritarismo dictatorial del gobierno central iba a ser aún mayor. Por ello, tanto grupos radicales como liberales llegaron a la conclusión de que la mejor manera de evitar la elección de Varas era a través de un golpe de Estado, con dos objetivos claros: derrocar a Montt y comenzar una nueva era política. Un requerimiento no negociable de esta nueva era políti- ca era cambiar la Constitución de 1833 a través de una asamblea constituyente. También influyó el deseo de tener mayor autonomía del gobierno central. Pedro León Gallo es el caudillo indiscutido de la Revolución de 1859 en Atacama y su actuación tiene un sabor a hazaña épica. En el plano puramente militar, Pedro León Gallo venció al coronel José María Silva Chávez el 14 de marzo de 1859 en la Batalla de los Loros, cerca de La Serena, pero fue derrotado en Cerro Grande, también en las cercanías de La Serena, por el general Juan Vidaurre Leal. En este este último episodio no faltó la presencia de ines- crupulosos traidores, entre los que se contaba el oficial Salvador Urrutia, quien inutilizó las municiones de reserva, requeridas en el momento crucial, echándoles café molido y arena en vez de pólvora. Urrutia fue justamente fusilado por esta alta traición. Esto significó la derrota de los revolucionarios y el fin del levantamiento. Gallo y 700 de sus hombres tuvieron que huir a Argentina y solo pudieron regresar con la amnistía del Presidente José Joaquín Pérez en 1863. La autoridad de Montt fue preservada. Al regreso, Pedro León Gallo –junto a Manuel Antonio Matta, Ángel Custodio Gallo, Francisco Marín, Juan Arteaga Alemparte y Guillermo Matta– fundó el Partido Radical en la ciudad de Copiapó, hecho que marca el nacimiento de los partidos políticos en Chile. Este necesario rodeo nos permite confirmar de manera fehacien- te que durante el período de formación y de creación de identidad

29 Pedro Meléndez Páez nacional en el siglo XIX solo la Revolución de 1859 y la Guerra del Pacífico tuvieron relevancia para nuestra región de Atacama. La Gue- rra Civil de 1851 fue un evento sangriento nacional cuya repercusión en el norte fue mínima, si no nula. Incluso la Guerra Civil de 1891, provocada por la lucha de poder entre el poder ejecutivo y el poder legislativo, fue de poca monta para Atacama, a pesar del número de muertos, que se calcula entre 5.000 y 10.000, exceptuando el ataque y hundimiento del buque blindado Blanco Encalada el 23 de abril del mismo año en el puerto de Caldera. La Revolución de 1859 es el evento que de mejor manera afirma y describe la identidad y la personalidad de la región de Atacama. Fue un evento dirigido y, en parte importante, ideado por hombres atacameños. Los focos de Concepción, Talca, Chillán, Valparaíso y San Felipe nunca representaron una gran amenaza para el gobierno central y, en efecto, fueron sometidos con presteza. Este espíritu de rebeldía, valentía y empuje es la gran herencia de esos hombres, que mucho heredaron del renacimiento: el cultivo de la mente y la puesta en práctica de la acción. Hay una cantidad considerable de poemas dedicados al caudillo Pedro León Gallo y, en menor grado, a Manuel Antonio Matta y Guillermo Matta. Debemos mencionar la novela del eminente escritor, investigador y profesor Mario Ba- hamonde, llamada El caudillo de Copiapó, el poema a los «zuavos» constituyentes, el poema-himno al levantamiento y las incontables referencias literarias concernientes a esta rebelión de 1859. Pero el canto a los héroes y hechos de este evento identitario es solo una de las variantes de la poesía atacameña del siglo XIX, que en mucho excede cualquier particularidad. Destaco algunas gene- ralidades: en la poesía de Manuel Antonio Matta hay un llamado a emular a la naturaleza, cosa que hace, por ejemplo, a través del torrente de un río, el cual es capaz de crear, de dar vida, de ser útil y, por lo tanto, puede morir tranquilo en la inmensidad del mar; sus sonetos son bien construidos y utiliza el verso endecasílabo (Darío todavía no aparecía en escena con su alejandrino); influido por el neoclasicismo, se preocupa de «combatir el vicio, el error y la fealdad», los cuales tienen que dar paso a un régimen de justicia y

30 Prólogo verdad. Guillermo Matta admite su disgusto por los que considera excesos de lo clásico y de lo romántico, pero igual muestra influencias atenuadas de las dos corrientes, tanto en el ámbito amoroso como en el político; así, es notorio su didactismo en «¿Por qué dejas que tu obra destruya, / y que, asido a la huella del destino, / el hombre adore el mal y del bien huya?», refiriéndose a la obra de Dios, en donde también se palpa su carácter reflexivo e introspectivo; asimis- mo, se descubre buena armazón y una utilización notable de toda la imaginería romántica en sus reflexiones sobre el amor y la muerte. Pedro León Gallo se imbuyó de poesía en Europa, incluyendo España, país en el que participó en tertulias literarias. Fue ferviente admirador de Calderón de la Barca, a quien le dedica un poema. El romanticismo es también una de sus influencias principales. Destaca figuras y hechos importantes de nuestra historia nacional, como Camilo Henríquez y como los héroes del Desastre de Rancagua, en una actitud decididamente anti-española, igual que los Matta. Pedro Díaz Gana se maneja de manera óptima con el octosílabo y la poesía popular –imprimiendo en su poesía el sello minero– y sus temas oscilan entre la gracia y la desazón, incluyendo las quejas del minero chileno que sufre a causa de la explotación de los extranjeros. Rosario Orrego, primera poeta atacameña, pone la nostalgia y el sentimiento en poemas tiernos y cálidos; destaca en su temática el tema de los derechos y la igualdad de la mujer: «Pues, ¿qué le sirve frágil hermosura, / flor que deshoja el hálito del viento, / si no brilla en su frente un pensamiento / que revele su origen celestial?»; y el regreso al oikos, a su terruño, Copiapó y «Chañarcillo, orgullo de Atacama», a través de la nostalgia y la evocación. Carlos Walker Martínez, admirador del Duque de Rivas, por cuya influencia se convierte en un acérrimo defensor del romance, descendiente de la tradición oral española, con versos de ocho síla- bas y rima asonante. Para él la poesía americana era pobre porque carecía de romance, que son poemas narrativos que admiten una gran gama temática. Escribió la primera colección de este tipo de poesía en Chile y su temática gira en torno a temas históricos y legendarios de nuestra América.

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Mercedes Ignacia Rojas y su poesía de lozana sensibilidad, profundidad y armonía musical, pero también su deseo de ensalzar la hazaña de nuestros patriotas en el conflicto de 1879, en forma especial a los bravos de Atacama que sobresalieron por su valentía y por su temeridad. La poeta freirinense Nicolasa Montt de Marambio y su poética de la intimidad, que se mueve entre el romanticismo y el neoclasi- cismo en su contemplación de la naturaleza y en su didactismo. Al mismo tiempo explora nuevos cauces en la poesía atacameña, como son los diálogos alegóricos y la temática referida a historias típicas de las clases populares con un claro propósito pragmático. No están ausentes de su poesía el homenaje a los héroes de la independencia y de la gesta del 21 de mayo. Y nuestro Rafael Torreblanca Doralea, héroe máximo de la Guerra del Pacífico, muerto en la Batalla de Tacna a los veintiséis años, que dejara solo cuatro poemas conocidos sobre amor y guerra, todos de antología: «Y si el plomo enemigo me derriba / tu nombre solo, fúlgido lucero, / brotará del pecho del guerrero / como el pos- trero y eternal adiós». Es la despedida de Clementina, la muchacha que no correspondió su amor4. La Guerra del Pacífico sirvió para unir nuevamente a la nación chilena y para consolidar su identidad; aparecieron nuevos héroes a quienes cantar y a quienes emular, al tiempo que sirvió para curar las heridas de la Revolución Constitu- yente. Otra vez éramos una sola nación. Daniel Meneses y su magistral manejo de la décima espinela, que consiste en diez versos octosílabos con rima abbaaccddc, siendo las décimas más pertinentes para nosotros aquellas que se refieren al norte chileno y a la actividad minera. En el mismo sitial tenemos a Abraham Jesús Brito de Carrizal Bajo, quien da muestras de eximio compositor de décimas referidas a muchos temas, pero sobresalen aquellas que describen y extraen las esencias de nuestro norte y de nuestros mineros.

4 La historia de Rafael Torreblanca y Clementina Cobos aparece en la novela de Jorge Inostroza, Adiós al Séptimo de Línea. Santiago: Empresa Editora Zig-Zag, 1987 [1955].

32 Prólogo

Juan José Julio Elizalde, más conocido como el Pope Julio, que produjo poemas de corte contemplativo de gran belleza, pero más famoso por sus poemas religiosos, en los cuales, al haberse convertido del catolicismo al positivismo, se esfuerza por racionalizar y argu- mentar la inexistencia de Dios. Son poemas profundos, explicativos e interpretativos cuyo móvil parece ser la defensa de una doctrina filosófica. El Pope Julio es uno de los personajes más complejos, pasionales y enigmáticos del siglo XIX. Por fecha de nacimiento y no por registro de publicación, el siglo XX inicia su carrera poética con poetas como Romeo Murga, quien concentra sus fuerzas en el tema del amor, de aquel amor que se ubica en una esfera entre lo platónico y lo carnal; es el amor que se ha ido, pero, principalmente, el de la esencia, el del sentir, el del momento efímero, que es lo único que queda, el deseo de perpetuar ese momento; porque el amor pasa: «¿Por qué no te amé siempre de lejos, de muy lejos, / como el mar a la luna, como la luna al mar?»; adapta el romanticismo a su propia forma y necesidad; se arriesga con la exploración de nuevas formas, como la poesía en prosa y el uso de la égloga garcilasiana. O como Salvador Reyes, el eterno admirador del idioma y cultura francesa, con su temática del mar y los puertos, en los cuales perviven los «vertiginosos amores», «las mujeres tristes» y las mujeres con «aromas de la vida errante», crea- ciones en las que sobresale un óptimo manejo de la estética poética, cuyo fondo creador es la bohemia en alma y cuerpo: «No volverán a besarse nunca / las mismas bocas». Más cercano está Erasmo Bernales Gaete, poeta de inicios del siglo pasado, pero que gravitó permanentemente durante la segun- da mitad del mismo; un verdadero bardo que siempre anduvo en búsqueda de la completa unión entre el contenido y la forma, quien no se conformaba hasta encontrar la palabra exacta, la frase exacta y la rima exacta. Fue un cultivador de la métrica y la rima y sus temas privilegian la mirada externa y se alejan premeditadamente de lo sensiblero y lo intimista o del tema amoroso. El soneto, el cual domina a la perfección, es una de sus formas predilectas.

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También está Roberto Flores Álvarez, el poeta de los mineros por su grandioso y valioso canto épico en homenaje a ellos. Fue un fanático cultivador del romance, a través del cual canta al norte, a su gente y a su naturaleza. Sus versos son rítmicos, mesurados y de consistente calidad. De oficina salitrera, nortina pura, tenemos a Nelly Lemus, a quien compartimos con la región de Antofagasta, cuya poesía es un canto que se origina en las mismas entrañas del ser para develar las esencias del norte; una poesía llena de ternura que provoca calma, que produce admiración, cuya cotidianeidad se muestra de manera sutil y diferente; es poesía profunda y sin velos, con alto valor se- mántico y estético a la vez. De otra oficina salitrera contamos con Juan García Ro, quien nos hace ver sus sentidas reminiscencias de vetustos lugares y abandonadas minas, a la vez que nos hace estre- mecer con horrendas descripciones provocadas por la maldad de la guerra. Hace suyo el hondo sentido social de la poesía. Julia Pinto, quien escribe una poesía correcta y fluida. Se le nota el esfuerzo consciente para buscar la imagen o la metáfora apropia- da, la preocupación por acabar de buena forma un poema en donde cada palabra comunique algo y por ejercer una escritura en la cual la carga semántica va de la mano con la carga estética. Su poesía es realmente una mujer «hecha de desierto». Por otro lado está Aliro Alfaro, minero y poeta popular, con sus creaciones irónicas, mordaces, de las que derivan décimas no exentas de ingenio y cuya mordacidad no se sustenta en la maledicencia, sino en la expresión de lo verdadero y conocido por el público en general. En su obra existe una complicidad tácita con el lector; hay en ella una clara denuncia ante lo que es considerado ajeno y perjudicial para los miembros de la sociedad. Omar Monroy López, creador de una poesía madura y reflexiva, con metáforas sorprendentes por lo inesperadas, pero exactas, vuel- ca su pluma hacia el amor: el amor a la tierra, revelado en poemas que no son meramente descriptivos, sino parte de la construcción misma del poema, lo cual significa que no es esencialmente una poesía lárica; el amor erótico, cuya fineza desecha la vulgaridad; el

34 Prólogo amor a la muerte, o su inevitabilidad, su misterio, su naturalidad y su presencia desde nuestro nacimiento. También Arturo Volantines, poseedor de una poesía propositiva, a veces de una estética diferente que bordea lo barroco, no en los temas o preocupaciones como el desengaño o el pesimismo, sino en la búsqueda de la complicidad en la complejidad, es decir, en lo conceptual; hay mucho de bizarro que intenta ir más allá de la estética convencional; hay una acumu- lación de significados que puede apabullar al lector no atento; y, a su vez, se experimenta una gran inundación de citas, de referencias, de ideas y, en menor grado, la presencia de neologismos, de creación de palabras y de onomatopeyas. Cristina Larco, con una poesía desde donde descollan indicios de las culturas altiplánicas, de las cuales, más que el amor a la natu- raleza, se muestra la comunión entre ser y naturaleza, en donde los dos son parte de un todo indisoluble, eterno. Es una poesía nortina que se origina en sus propias profundidades y que entronca con personajes históricos mediante la percepción de la mujer. Hay la exploración de nuevas formas, de discurso quebrado como pausas para meditar cada palabra, cada idea, las mismas pudiéndose con- vertirse en hallazgo. Patricia Suloaga, que se distingue por escribir una poesía de la mujer, siguiendo los preceptos de las feministas francesas como Hélène Cixous, quien recomienda a las mujeres «escribirse a sí mismas», sin represiones, con la verdad, con su ser; hay en su poesía una conjugación consciente entre la sexualidad y el lenguaje. Presenta una especie de desconstrucción de las ideas dominantes de lo que se ha venido a llamar la sociedad patriarcal. Está Juan Soñador Rivera, quien sobresale por su poética de la exploración, la cual oscila entre la parodia y la escatología, que se centra por algunos momentos en lo repugnante y lo feo; algo así como una estética del asco. Y está Víctor Munita, quien en su crecimiento proyecta una poesía irreverente, iconoclasta, en un lla- mado a la reflexión sobre nuestra herencia judeocristiana y en una exploración de la relación entre lo divino y lo humano. Aunque no los únicos, son estos algunos de los senderos por los que ha galopado y que trota la poesía de nuestra región. Reitero que

35 Pedro Meléndez Páez nunca estuvo en nuestros planes referirnos a la poesía de todos los autores incluidos en esta antología. Solo hemos aspirado a comentar la producción de algunos autores que mejor sirvieran para presentar un panorama general de la trayectoria poética en su historia regional.

Pedro Meléndez Páez

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Manuel Antonio Matta

(Copiapó, 17 de enero de 1826-1892)

Manuel Antonio Matta Goyenechea pertenecía a una familia muy bien acomodada, lo cual le permitió recibir una esmerada educación. Realizó sus primeros estudios en el Seminario Conciliar de Santiago, de donde luego pasó al Instituto Nacional. Allí uno de sus maestros fue Andrés Bello. Después de terminar sus estudios de derecho a los dieciocho años, partió a Francia y a Alemania para completar su educación en literatura, filosofía y política. Regresó a Chile en 1848 e inició su colaboración con La Revista de Santiago, en la cual publicó variados artículos. Dedicado casi totalmente a la política, en 1855 fue electo dipu- tado por Copiapó, pero debido a una enfermedad a los pulmones tuvo que salir de Chile con rumbo a Bolivia y Perú hasta fines de 1857, fecha en la que pudo regresar de nuevo a su país. En 1858 volvió a ser elegido diputado, representando a su ciudad natal. De profundas convicciones liberales, su aspiración siempre fue la de ver una reforma constitucional. Precisamente con este fin tuvo partici- pación en la reunión política del 12 de diciembre de 1858, en la cual protestaban por los abusos injustificados del gobierno montt-varista, reunión que la autoridad gubernamental disolvió mediante uso de la fuerza armada. Todos los ciudadanos que habían concurrido a la reunión fueron encarcelados sin motivos de peso. Mientras que sus compañeros de prisión y de causa fueron absueltos, Manuel Antonio Matta, acusado de rebelión, obtuvo la sentencia de muerte, a pesar de su fuero como representante del pueblo. Ante este hecho se negó

37 Manuel Antonio Matta a pedir indulto y no permitió que su familia interfiriera de manera alguna. Al fin, la sentencia capital fue desestimada, pero quedó como testimonio del desatino del gobierno. Después de un tiempo, al estallar la revolución, Manuel Antonio Matta fue sacado de la cárcel y conducido a Valparaíso en unión de su hermano Guillermo, de Ángel Custodio Gallo y de Benjamín Vi- cuña Mackenna para ser transportados a Inglaterra en una malísima barca llamada Luisa Braghinton en calidad de mercancías peligrosas. En 1861 hubo una amnistía y regresó al país lleno de amargura e indignación contra sus adversarios políticos, las cuales se reflejaron fielmente en el diario La Voz de Chile, que Manuel Antonio Matta fundó en unión de su hermano y de varios amigos. Al principio, el diario fue apoyado por todos los adversarios del gobierno de Montt, pero luego muchos, que solamente querían el cambio de personas y no de instituciones y conducta, le quitaron su apoyo. La nueva fusión de 1863 acabó de separar a los amigos de Matta y a los demás opositores de 1858. Así se diseñó un nuevo partido, el Partido Radical, que desde 1858 había marchado confundido con el resto de la oposición. Como diputado siempre fue defensor de las libertades públicas y de la educación del pueblo, sin la cual pensaba que nunca se lograría la verdadera libertad1.

La razón

En espumantes, gigantescas olas álzase el mar y por su turbio seno, con blancas velas, cual si fuese un cisne, vuela la nave.

En vano montes improvisa y quiebra, airado el viento, amenazando hundirla,

1 Información tomada de Justo y Domingo Arteaga Alemparte, Los constituyentes chilenos de 1870. Santiago: Imprenta de la Libertad, 1870; y José Bernardo Suárez, Plutarco de los jóvenes: rasgos biográficos de hombres célebres de América. París: Librería de Rosa y Bouret, 1872.

38 La poesía en Atacama como a las conchas que las playas bordan, en los abismos.

Sigue rugiendo la borrasca en vano: rauda la nave su correr no tuerce y contra la ola, oscuridad y noto entra en el puerto.

Tal de los hombres, la razón pequeña sabe cruzar con bien seguro rumbo por el revuelto, tenebroso y hondo mar de la vida.

El torrente

Del monte el torrente nace y cruzando la llanura surgir árboles aquí hace, las mieses allá madura; avanzando en el camino de su continuado viaje, mueve allí un útil molino, acullá anima un paisaje; por donde pasa, sus rastros deja en formas hechiceras y, compitiendo a los astros, flores cría en las praderas; llega al mar y su agua y nombre pierde en él tranquilamente. ¡Ah! ¿Por qué no vive el hombre esa vida del torrente?

39 Manuel Antonio Matta

Antiquísima

Historia que se repite todos los días. Apólogo

¡Oíd! Que viene al caso aquesta historia. Una de las ciudades de la China, de que no hago memoria, ostenta, cual trofeo de su gloria, de madera, columna peregrina; delante de ella inclina la cabeza y rodilla, respetuosa toda la muchedumbre; y por veneración y por costumbre tocar sus tablas no osa.

La columna con ciega idolatría reverencian; y el tiempo mientras tanto poco a poco roía interior y exterior del pilar santo. Y ¡fatal suerte! un día, con grandes aflicciones, viose que el monumento casa era y alimento ¡de un numeroso nido de ratones!

La población se junta y admirada o medrosa delibera. «¿Qué haremos», cada mandarín pregunta, «en situación tan fiera?». Reúnense en colegio; y después de un examen detenido declaran: sacrilegio, mano poner, para sacar el nido, en el pilar egregio,

40 La poesía en Atacama a cuyo sacro culto el agua, el fuego, el hierro, ¡eran insulto!

¡Tocar a las antiguas tradiciones! (Decían esos sabios) Es de hecho desquiciar a las naciones; ¿y querremos hacer tales agravios? Nada, pues, se hizo; y pronto los ratones, en número aumentando, las bases, sin cesar, fueron minando del antiguo trofeo de victoria, objeto de tal celo. Poco tiempo después, toda esa gloria cayó en trizas al suelo; y sus ruinas los chinos contemplando, de tanta obstinación se arrepintieron y ¡«ya es tarde», «muy tarde» se dijeron!

Conozco yo en mi tierra, objeto de las mismas oblaciones, pilar santo, que encierra un nido de ratones: nuestra Constitución, la que su ruina tendrá por los escrúpulos y amores de sus adoradores, ¡cual la pobre columna de la China!

Pensamientos de proscrito

A Roberto Souper

Si fuese el labrador que con sus bueyes los campos de Chile ara, mi arado desmontara y, en protección de las violadas leyes,

41 Manuel Antonio Matta espadas fabricara y en la lid gritaría sin temor: ¡muramos o vivamos con honor!

Si fuese el buen minero cuya vida da precio a cerros viles, mis combos en fusiles tornara y, atacando en su guarida a todos los serviles, gritaría infundiéndoles terror: ¡muramos o vivamos con honor!

Si fuese de los fuertes artesanos porque el pueblo prospera, mis útiles hiciera sables para los buenos ciudadanos en quienes Chile espera y gritara en las plazas, sin pavor: ¡muramos o vivamos con honor!

Si fuese yo el soldado con quien su honra la patria noble fía, mis armas volvería contra quien la ensangrienta y la deshonra; y en alto gritaría, lidiando, cual chileno, con valor: ¡muramos o vivamos con honor!

Si fuese el virtuoso y justo padre que su familia adora, alzara vengadora mi mano por consuelo a tanta madre que muertos hijos llora, y gritara a la faz del opresor: ¡muramos o vivamos con honor!

42 La poesía en Atacama

Si fuese la doncella rescatada, encanto de las gentes, por armas relucientes, yo cambiaría mi ajuar de desposada y guiando a los valientes les gritaría, ardiendo en patrio amor: ¡muramos o vivamos con honor!

Así el proscrito, en campos extranjeros, a Chile recordando bajo un poder nefando, exhala sus pesares lastimeros; y el eco, que vagando se los lleva, responde a su dolor: ¡muramos o vivamos con honor!

Canción de los segadores

El trigal amarillea y haciendo dulce concento, cual mar de oro, bello ondea, al compás de suave viento. Del vivífico verano los resplandores ya llenaron las espigas; ágil la mano y sin miedo a las fatigas. ¡Reuníos, segadores!

Vuestros brazos diligentes, al cortar el tallo blando con las hoces relucientes, fieles, vayan remedando las canciones que armonioso, mintiendo amores,

43 Manuel Antonio Matta el viento a la mies murmura. ¡Tregua al reposo! Ya la espiga está madura. ¡Afanaos, segadores!

Las gavillas en el suelo se amontonan altas y anchas; y, como nubes el cielo, muestra el campo sus mil manchas de oro mate o ya bruñido; vuestros sudores Dios con mano satisfecha ha bendecido. Será buena la cosecha. ¡Alegraos, segadores!

De Chile, el suelo fecundo, la miseria no consiente, madre del crimen inmundo; pan da siempre al indigente. Asegurado está el año, pero hay dolores de que sufre nuestro pecho aún mayor daño: ¡pan del alma es el derecho! ¡Reuníos, segadores!

Y la espiga sacrosanta de la libertad y la honra que huella la inmunda planta de una grey que nos deshonra, defended cual ciudadanos; y a los fautores de la infamia y la injusticia atad las manos;

44 La poesía en Atacama ya es tiempo y la hora es propicia: ¡afanaos, segadores!

Y, guardadas las espigas, recobrados los derechos, nunca agiten enemigas pasiones, fraternos pechos. En la paz y la abundancia, tejiendo flores, cada cual honrado y bueno con arrogancia diga a todos: ¡soy chileno! ¡Alegraos, segadores!

Dante2

De densa noche, en el horror profundo, tú brillas en el cielo de la historia para alumbrar con rayos de tu gloria un siglo en tantos crímenes fecundo.

Como el sol, sin primero ni segundo, prueba de la más ínclita victoria que conserva el mortal en su memoria, vas, Dante justiciero, por el mundo.

Calumnia, proscripción, hambre, anatema, te ciñeron en vida de un cilicio; ¡grande fue tu dolor, cual tu poema!

2 Los tres siguientes poemas fueron tomados de José Domingo Cortés, Poetas chilenos. Santiago: Imprenta de la Unión Americana, 1864.

45 Manuel Antonio Matta

En él, severo al mal, al bien propicio, sin que a nadie tu genio adule o tema, cual dios a tu país llamaste a juicio. Julio de 1859

Réplica

¡Atrás los que decís que, en esta vida, se ha de cruzar los brazos y gemir! Si vamos por el mundo de partida, tenemos que luchar y combatir.

Combatir contra el mal y los dolores; destruir el error y fealdad y hacer que cieno y rocas críen flores que imperen la justicia y la verdad. ¿Queréis solo que oremos y gimamos, siempre aspirando o no sé qué virtud, cuando hay quienes se llamen nuestros amos, diciendo eterna ley la esclavitud?

Cuando hay quienes nos nieguen los derechos del libre pensamiento y la razón, y quieren impedir que en nuestros pechos lata un ardiente, noble corazón.

Cuando aún de orgullo y triunfo son materia el interés, la intriga y la maldad. Cuando, so el vicio, gime la miseria, medrosa al porvenir, la sociedad.

¡Vivir es combatir! Y no es posible al crimen doblegarse sin desdén; ¡la lid ha de ser larga y muy terrible para que, muerto el mal, domine el bien!

46 La poesía en Atacama

Atrás los que decís que en esta vida tan solo se ha de orar y de gemir: para alcanzar la palma merecida, lo primero es, sin tregua, combatir.

Combatir contra el vicio y los dolores, destruir el error y fealdad y hacer que cieno y rocas críen flores, ¡que imperen la justicia y la verdad!

Febrero de 1858

Buen consejo

Nunca desesperemos de la vida aunque nos cerquen tedio y sinsabores; siempre fecundo, en su regazo anida nuevos goces, tal vez nuevos primores.

De hermanos y de amigos la querida habla, mitiga, endulza los dolores, y en medio la familia reunida su púa embotan penas y terrores.

De repente, brotar pueden raudales en que por fin la ardiente sed saciemos de placeres más puros e ideales.

Nunca, jamás la vida condenemos por desengaños y punzantes males; ¡todo es hermoso si aún amar podemos!

Marzo de 1857

47

Guillermo Matta Goyenechea

(Copiapó, 1829-1899)

Perdió a su madre siendo muy niño. A los diecinueve años aban- donó los estudios de ciencias legales para dedicarse por completo al campo de la poesía. Luego siguió estudios de filosofía, derecho público, derecho internacional y economía política. Fue un literato serio, no solamente un aficionado que escribía en sus ratos libres. Estudió «las razones y leyes del arte». Fue un poeta muy fecundo. Sus principales trabajos poéticos son: Un cuento endemoniado, Mujer misteriosa, Fragmentos de un poema inédito, Primeros cantos, Cele- bridades y Libro del alma, que incluyen más de trescientas cincuenta composiciones poéticas y forman dos gruesos volúmenes impresos en Madrid en 1858. Más tarde publicó canto A la América, doce composiciones; Patria y arte y Páginas del libro del proscrito, que contienen veinticuatro composiciones; más de cien composiciones publicadas en los folletines del diario La Voz de Chile; y Canto a la patria, publicado en un folleto1. Se sabe que se preocupó de familiarizarse con todas las literatu- ras, que estudió y meditó sobre los grandes poetas castellanos, fran- ceses, italianos y alemanes. Era crítico de la sociedad, en el sentido de que provocaba alarma y escándalo cuando, sumergiéndose en la

1 Para la poesía de Guillermo Matta se consultó el siguiente material: Guillermo Matta, Cuentos en verso. Santiago: Imprenta, 1853; Guillermo Matta, Poesías, Segunda edición corregida y aumentada, tomo Segundo. Madrid: Imprenta de la América, 1858; Guillermo Matta, Nuevas poesías de Guillermo Matta, vol. II, Leipzig: F. A. Brockhaus, 1887.

49 Guillermo Matta Goyenechea filosofía y la moral, enrostraba a la sociedad chilena su fe religiosa, sus hábitos, sus preocupaciones y su modo de ser y de ver la vida. Su filosofía se describe así: negativa, escéptica, inconsistente y nebulosa. Fue responsable de hacer renacer, como director, la Revista de Santiago, publicación periódica de literatura fundada en 1848 por Victorino Lastarria, la cual más tarde la continuó su hermano Fran- cisco de Paula Matta, y perseguida en 1851 debido al estampido revolucionario. Matta era un tenaz adversario de la administración Montt. En la colección de 1858, según Domingo Arteaga Alemparte, Matta «podría haber cercenado cierto número de páginas de poco valer». En 1859 fue desterrado a Inglaterra por causa de los dis- turbios políticos provocados por la Revolución Constituyente, a la cual apoyó con decisión. En 1861 regresó a Chile, después de haber recorrido las más importantes ciudades de Europa, con un buen número de nuevas poesías. También fue uno de los redactores de La Voz de Chile hasta que terminó el diario, después de casi dos años. Domingo Arteaga Alemparate dice, en el contexto del siglo XIX: «Ningún poeta chileno ha sido tan aplaudido como Guillermo Matta. ¿Por qué? ¿Será por la novedad de sus ideas, por el brillo deslumbrador de sus imágenes, por la armonía de sus versos, por lo verdadero que es en la expresión de las pasiones, por la energía varonil de sus acentos? Por todo eso y por mucho más». Por otro lado, Pedro Pablo Figueroa expresa: «Solo don Guillermo Matta ha hecho universales sus armoniosos cantos guerreros, porque en ellos ha interpretado los sentimientos patrióticos del pueblo»2.

Fragmento

Yo no sigo al romántico pedante ni al clásico estirado; independiente, y del bello ideal tan solo amante, su dulce voz escucharé obediente.

2 Ver Pedro Pablo Figueroa, El poeta popular Pedro Díaz Gana.

50 La poesía en Atacama

Repetiré de mi alma a todo instante o el cántico de amor o el ay doliente, y quédese, en buenhora, cada lójia con su ininteligible fraseolójia.

Nuevo arte poético

Si quieres ser buen poeta y alcanzar eterna fama, piensa, sufre, siente y ama, y al amor en ti respeta.

No busques a la coqueta que enciende lasciva llama, ni sea el circo la cama donde bestia a bestia reta.

Alza tu espíritu, muerde en la verdad, no en la duda, que halla luz quien sombras pierde.

Genio, el hombre te saluda; y corona siempre verde la gloria en tu frente anuda.

Jehová

¡Oh!, tú que habitas la inmortal morada, tú que por todas partes te presentas, en el tranquilo espacio, en las tormentas, o en el estéril germen de la nada.

Tú que la eternidad inmensurada son los años de vida que aquí cuentas;

51 Guillermo Matta Goyenechea tú que entre soles mil tu trono asientas bañando en infinitos tu mirada.

¡Jehová, Jehová! Justo y divino; tú que al hombre creaste a imagen tuya, ¿por qué le dejas solo en su camino?

¿Por qué dejas que tu obra se destruya y que, asido a la huella del destino, el hombre adore el mal y del bien huya?

Piedad

¡No lancéis a su rostro el anatema! Piedad por la mujer prostituida que profana en el vicio su diadema, que a precio vende corazón y vida.

Piedad… ¡no la insultéis! Hartos dolores día y noche se clavan en su pecho; ¡corona de vergüenza es la de flores, sepulcro de sus goces es su lecho!

Nació bella y amante y fue engañada; la seducción llevola a ese camino; ¡pobre mujer! –¡y la primer pisada fue la postrera de su buen destino!

¡No la insultéis, vosotros los dichosos, momias sin corazón ni sentimiento, que no sabéis los nudos dolorosos con que aprieta las almas el tormento!

No la insultéis, vosotras las mujeres que de amantes cambian como de joyas;

52 La poesía en Atacama que el ansia audaz de cínicos placeres buscáis entre misterios y tramoyas.

¡No la insultéis! ¡No caiga en vuestra frente esa saliva que arrojáis sobre ella! ¡Ay, quién puede decir que es inocente si alguna vez amó y ha sido bella!

En mi camarote

Noche no más y sufrimiento y llanto y el pobre corazón adolorido; de memorias tristísimas dolido y latiendo de amor en su quebranto.

Espero al porvenir con mucho espanto, pues el presente tan cruel me ha sido. ¡Ay, voz del alma, fúnebre gemido! ¡Ay, voz del corazón, fúnebre canto!

El sol que ayer no más brillaba puro en su palidez enferma y amarilla de un pálido color se ha amortajado.

Y hoy luce mustio en horizonte oscuro, como en un templo lámpara que brilla, postrera luz de un sol que se ha apagado.

Historia

Es una historia de lágrimas que solo cuenta dolores; es una historia de amores, historia de una pasión.

53 Guillermo Matta Goyenechea

Pasión triste y desgraciada, pasión inmensa, infinita; recuerdo grato que habita dentro de mi corazón.

Y tú, mujer tan querida, con mi recuerdo ¿qué has hecho? ¿Has borrado de mi pecho esa imagen de virtud? ¿Has olvidado esa historia que entre llantos y caricias conserva nuestras delicias, toda nuestra juventud?

¿Esas horas que pasaban en amables confidencias, mis proyectos, las demencias, de mi loca exaltación? ¿Esos sueños inefables de ventura, de pureza; brasas, ¡ay!, de la cabeza, chispas, ¡ay!, del corazón?

Hoy ya tengo otra querida también dulce, también bella; mas tu imagen y la de ella unidas conmigo van. Una recuerda memorias que amé y que amo todavía… La otra anuncia un nuevo día, nuevos goces que vendrán.

¡Oh! Yo la amo! ¡Y es la muerte!... ¡Es la esperanza bendita, el amor que resucita la eterna felicidad!

54 La poesía en Atacama

¡Unamos nuestras dos almas en un abrazo! Soñemos… ¡Y después despertaremos a amar una eternidad!

Soledad

Amo la soledad como ama el cielo el puro corazón de alma devota, como el agua la flor que se marchita, como el ave nocturna ama las sombras; como ama sus ensueños el poeta y el marino el balance de las olas. bosques inmensos, perfumados valles, fuentes que saltan por estrechas rocas, montes nevados que circundan nubes, nubes que el sol a competencia adornan un risueño país, en donde el ojo de todo abraza la diversa forma, mi fantasía rápida bosqueja y lo fija a la par que lo colora. Luego el amor se acerca, y contemplando entre un cerco de luz y otro de aroma, del risueño país las bellas flores, urnas de amor que se derraman solas, con su rico pincel y firme mano desparrama la luz, une la sombra, y en medio de las flores aparece forma dorada, aérea y luminosa. Ya todo tiene voz, todo se anima. El país antes mudo se transforma; y hablan las aguas y murmura el aire palabras inefables en las hojas. De vapores de luz finos encajes cuelgan del cielo, transparentes flotan,

55 Guillermo Matta Goyenechea imitan de la luna el rayo tenue o el rosado matiz del alba copian. ¡Ella está allí! Su frente se ilumina, y sus negros cabellos que aprisionan negras cintas, reflejan suaves tonos y en las cintas se seda tejen otras… Acercadme a esos ojos que mi sangre hacen bullir intrépida y armónica, como una ola de sones que se quiebra vibrando en ruidos sus acordes notas. ¡Oh! Dejadme enlazar esa cintura y apagar en los labios de esa boca el deseo insaciable, el voluptuoso rayo de amor que el corazón devora. Vivir es solo vivir cuando se ama, y es el libro de otra alma la memoria; y hay recuerdos que encanten los pesares y el frío tedio de las lentas horas. Vivir solo es vivir tranquilamente, sin relaciones frívolas y zonzas, sin tener que ostentar falsa alegría ni falsa fe de una creencia hipócrita. Vivir solo es vivir tranquilamente, como una flor en retirada loma, purificando el alma en amor puro y en el fuego de estáticas estrofas; aquí sin importunos que me sitien, sin que ninguna voluntad se oponga, yo sacio mis miradas en las tuyas y el supremo placer el alma goza. Aquí solo eres mía; aquí te trae de mi espíritu audaz la fuerza propia, ¡y uniéndose contigo se levanta al mundo de los sueños, de la gloria!

56 La poesía en Atacama

En vano rompe la ilusión el velo de mi contemplación y se evapora. Otro velo el amor de nuevo tiende; gratos perfumes suavemente sopla y se eleva otra vez, reanimada de mi ensueño ideal la talla hermosa. No, no quiero vivir de otra manera; no, no quiero que mi alma se corrompa, lanzando a todo mar sus sentimientos y a pies inicuos mis ideas todas. ¿Qué me dará la sociedad? –Miserias, soledad de amargura, si ruidosa, invencible fastidio, eterno choque entre dos creaciones que se odian… No, no quiero vivir de otra manera: ¡vivir solo es vivir cuando se adora!

Poema

El amor, alma mía, es un poema ya triste, ya sombrío, ya travieso, distinto en formas, pero igual en tema; y es la estrofa más linda el primer beso.

Pensamiento

¡Imposible! ¡Imposible! ¡Cada hora, cada día que pasa más la amo! Es una idea eterna revestida con la belleza corporal que arrastra y su origen divino manifiesta. Su amor es mi existencia; a todas partes con mi alma camina, y donde quiera que mi alma se fija, allí me espera.

57 Guillermo Matta Goyenechea

Son dos almas de un cielo que se atraen y en un mismo deseo se comprenden. Yo nací para amarla; para ella mi pensamiento y corazón nacieron. Las flores virginales de mi infancia su guirnalda adornaron; de mis ojos las primeras miradas, en los suyos se inundaron de amor y de ternura. Ella fue la primera que a mis labios acercó la dulzura; la primera que oyó latir mi corazón sensible y que me dijo: ¡te amo! ¡Oh! Si algún día el ángel de la poesía me descubre un tesoro divino, ese tesoro de esa dulce palabra será premio. ¡Mi poesía es tuya, como mi alma! Es una forma de mi amor celeste, es un eco sublime y armonioso, bello como la luz que lo ilumina. ¡Oh! ¡Sí, lo espero! Con mi nombre el tuyo vencerá las edades; y enlazados nuestros dos nombres vivirán eternos, puros en al amor, ¡grandes en gloria!

La sombra

Los orientales dicen que Alah dio la sombra al hombre para que no hiriese sus ojos la arena abrasada del desierto. El recuerdo es lo que la sombra para el que vive triste.

¡Qué dulce es el recuerdo en esos días de calor, de tristeza, de aislamiento, cuando solo en mi cuarto poetizo

58 La poesía en Atacama y hablando con tu imagen me recreo! En su anhelo de amor, evaporada el alma va a buscarte en tu aposento, y te encuentra las páginas de un libro, amorosa leyendo en el misterio. ¡Oh! Ese libro de líneas desiguales es un libro de amor y de recuerdos, escrito en una época funesta y en horas de tristísimo silencio. Engendro de dolores misteriosos, ilusiones y excéntricos deseos sacudían mis nervios desmayados y cubrían de sombras mi cerebro… ¡Oh! Lee, que pasando por tu boca esas sílabas rudas de mis versos se suavizan, y, música de tu alma, tu dulce voz se melodiza en ellos. Además, esos versos, alma mía, de tu vida y la mía son el eco, y son tuyos y míos, pues tan solo lo que ambos sentimos yo lo expreso. Ese canto sonoro, como un nido apoyado entre flores, en tus senos y al suave calor de tus caricias batió sus alas y emprendió su vuelo. Esa estrofa fue hecha en un deliquio, en uno de esos rápidos momentos, momentos que el amor brinda al que ama y que la tierra transfigura en cielo. Esta imita el silencio de las almas en sus visiones de inmortal deseo, y aquella que en metáforas ardientes empasta un colorido más risueño, en la unión inefable de los labios se mezcló de sonrisas y de besos. ¡Oh! Lee, que pasando por tu boca

59 Guillermo Matta Goyenechea esas sílabas rudas de mis versos se suavizan, y, música del alma, tu dulce voz se melodiza en ellos. Recordar, recordar; de la memoria iluminar los ámbitos secretos, y presentar la imagen de los días de amores, de delicias, y no de tedio. Poblar la soledad de la existencia de agradables y prístinos recuerdos es volver a vivir con esa vida, ¡es volver a soñar con esos sueños!

Himno de guerra de la América

Al general don José S. Aldunate

I ¡América, a las armas! De nuevo a tus confines trae Europa oprobio y servidumbre. ¡América, a las armas! Tu espada al sol relumbre, levanta tu pendón republicano; y un solo grito –¡libertad y guerra!– atraviese el océano y estremezca la tierra desde el estrecho al golfo mejicano.

II ¡A la América libre, Señora de los Andes, Reina del Amazonas, los déspotas intentan darla farsantes y ceñir coronas! ¿Acaso todavía

60 La poesía en Atacama no conservan el rastro, esas montañas, de los héroes y hazañas que tumbaron la hispana monarquía? ¿No fue en esas laderas, no fue en aquel abismo, no fue en esa llanura do triunfaron las rebeldes banderas, y el noble patriotismo y la noble virtud su premio hallaron?

III ¡América a las armas! Lanzas corta en tus bosques, templa en tus ríos el sagrado acero, sube a tus cumbres y la trompa emboca; y allí, con el guerrero himno de libertad, ¡la alarma toca! Y que el son se derrame y despierte al valor y encienda la ira, ¡y el alma grande del poeta inflame, y en arma de pelear cambie la lira!

IV ¿Qué quieren de nosotros, de la Europa los siervos y tiranos? ¿Al desierto aventar nuestros hogares, usurparnos la patria y hacer de nuestros pueblos, hoy morada de libres ciudadanos, teatro de lacayos y juglares? ¡Y aquí, donde altanera mil ríos como mares desprende esa gigante cordillera, madre del Aconcagua y Orizaba, esplendor de una raza venidera, formar la cuna de una raza esclava!

61 Guillermo Matta Goyenechea

V ¡América, a las armas! ¡No con vagos clamores, no con tristes gemidos se combaten extraños invasores y redímense pueblos oprimidos! Si nuevo oprobio y nueva servidumbre la vieja Europa trae, tu espada al sol relumbre, levanta tu pendón republicano; y un solo grito –¡libertad y guerra!– atraviese el océano. ¡Y estremezca la tierra, desde el estrecho al golfo mejicano!

Abril de 1862

Chile y España

España, la soberbia, ve su honra en vasallaje, expuesta por O’Donnell al último pregón; y envía a sus piratas, hambrientos de pillaje, en busca de riquezas, de un trono y ambición.

Son ellos los que atacan las naves indefensas y lejos de la tierra se escapan por el mar; pidiendo desagravios de injurias y ofensas que Chile, a los piratas, jamás les supo dar.

Ociosos españoles, son nuestras las riquezas. ¿Sabéis quién nos la diera? Trabajo y honradez. Pasaron ya los tiempos de fáciles proezas y un ejemplar castigo tendrá vuestra altivez.

62 La poesía en Atacama

Los pueblos que trabajan son pueblos de guerreros; los pueblos que son libres, valientes pueblos son: de pobres y de ricos, de artistas y de obreros, Dios, el hogar, la Patria: ¡ésa es la religión!

Podéis bloquear los puertos y bombardear las casas, podéis con fuego y pólvora las ruinas inflamar; pues bien, sobre esas ruinas y sobre el muro en brasas ¡nuestra bandera augusta veréis siempre flotar!

Que a nadie impone miedo vuestra cobarde saña, negreros de las Islas, bandidos del Perú; ¡vuestro disfraz hipócrita a América no engaña, vencidos de Ayacucho, vencidos de Maipú!

Y ahora, como entonces, ofrece guerra y balas, a ti, pueblo de eunucos, un pueblo varonil. Si baten en los Andes sus cóndores sus alas, ¡huye la zorra tímida y asústase el reptil! Ya os ha probado Chile, menguados cortesanos, que tiene fe en su causa, que tiene dignidad. Creisteis hallar súbditos y hallasteis ciudadanos; ¡do estuvo antes la España, está la libertad!

La que antes fue colonia de otra nación cautiva es hoy el libre asilo de próspera nación. Ya cruza nuestros valles la audaz locomotiva; con ella va la industria, del hombre redención.

Con ella va el trabajo, con ella va el progreso, con ella la grande, la fuerza juvenil. ¿Y qué nos traéis vosotros? Miseria y retroceso, y orgullo y fanatismo y esclavitud senil.

Si sois bravos campeones, si amáis a vuestra tierra, y si de infame ultraje queréis su honra salvar,

63 Guillermo Matta Goyenechea el guante de los fuertes tirad a Inglaterra, ganad con vuestras armas, ¡ganad a Gibraltar!

Buscad en ellos glorias y triunfos inmortales y así el valor de España la Europa podrá ver. En esa misma Europa buscad vuestros rivales, escuadra contra escuadra, poder contra poder.

La América es muy grande, la América es un mundo, ¡un mundo democrático que tiene otra misión! Con la verdad potente su seno ya fecundo, república y justicia, va a ser su concepción.

Y de este mundo libre, canalla aventurera, todo os rechaza, ¡todo! ¡Clima, terreno, sol! ¡Y los que el tronco somos de raza venidera, nada queremos, nada, del vástago español!

Aquí solo queremos, guerra hoy, guerra mañana, regar con sangre el lauro de Maipo y de Junín; y desde el frío estrecho hasta la ardiente Habana hacer tocar de guerra la trompa y el clarín.

¡Despierten, pues, los héroes! Despierten los valientes, a quienes diera el bronce gloriosa eternidad. Y vean cómo luchan sus dignos descendientes, y por la causa misma: ¡por patria y libertad!

¡Honor a los que luchen! ¡Honor a los que tengan, peleando por la Patria, la dicha de morir! Ellos a Chile ensalzan, ellos a Chile vengan; ¡y a ellos sabrá la América honrar y bendecir!

64 La poesía en Atacama

¡Ea! ¡Al combate! ¡Al triunfo! Y si el cañón retumba con su mortal estrépito, ¡respóndale el cañón! ¡Y España, la soberbia, halle una inmensa tumba, donde buscara un trono, riquezas y ambición!

A América3

I ¡América! Sacude la inercia que te abate, arroja las cadenas que oprimen tu valor; ¡mañana llegar puede la hora del combate mañana llegar puede la lucha del honor!

Tiranos comerciantes, a corso de riquezas la América del Norte derrama sobre ti. Caudillos del engaño coronan sus proezas, allí la astucia innoble, la humillación aquí.

La ignota California descubre sus veneros y lánzase sobre ella el águila rapaz. En vano la defienden sus dueños verdaderos; del fuerte es la victoria, la presa del audaz.

En Méjico te cierne y a Méjico desgarras, y Méjico vencido demándate merced; posando sobre su oro las avarientas garras les gritas a sus hijos: ¡Hermanos nuestros sed!

¡Ya es tuya Nicaragua! Un nido allí has abierto y en él cría de hienas alimentando estás. El alma de los libres en ese mundo ha muerto, y tú, sueño divino, ¿a disiparte vas?

3 Tomado de José Domingo Cortés, Poetas chilenos.

65 Guillermo Matta Goyenechea

II De Washington y Franklin, espurios descendientes, con actos de ignominia mancháis vuestro pendón. El lábaro que alzaron los dignos ascendientes llevaba: ¡Independencia!, decía, ¡redención!

El germen que esos hombres echaron sobre el mundo produjo el árbol santo de santa libertad; como el celeste verbo, el germen fue fecundo y que temblaba el orbe sintió la humanidad.

¡Oh! Eran otros hombres los hombres de esa historia: las almas eran grandes y puro el corazón. Es honra de los pueblos, de Washington la gloria, y es pura, como es pura la gloria de Colón.

Con esos hombres hubo derecho, ley, justicia; infamia era la astucia, infamia la doblez: hambrienta, como ahora, la sórdida avaricia, vestida de cañones, no se erigía en juez.

¡Nación! ¿Por qué reniegas tu cuna de heroísmo? ¿Acaso no es América, la América del Sud? ¿Por qué, siendo más débil, tu mano de egoísmo quiere en sus hombros jóvenes cargar la esclavitud?

III ¡América, despierta! Reúne tus banderas; con todas ellas forma sagrado pabellón: y suene por montañas, por bosques y riberas, un grito –dos palabras–, ¡fraternidad y unión!

Destrócense esas páginas de mengua y de perfidia que dicta la venganza, que escribe la maldad. El odio es una antorcha prendida por la envidia que alumbra la mentira y oculta a la verdad.

66 La poesía en Atacama

Uníos en el hecho, uníos en la idea; con ese va la fuerza, con esta va el poder. La idea purifica y grandes héroes crea; da fe para la lucha y fe para vencer.

¿Acaso nuestra raza no es esa misma raza heroica en los llanos de Maipo y de Junín? Cuando una muerte infame de cerca la amenaza, ¿irá a evocar para otra el brazo de Caín?

En todas partes odio, por todas partes nieblas; América, has violado tu cuna virginal; aborto de las sombras, un ángel de tinieblas vino a infamar tus labios, llegó a enseñarte el mal.

IV ¡Ah! Sangre corre a mares sobre tu fértil suelo. ¡Hermanos con hermanos se miran con horror! ¡Los déspotas del mundo, los déspotas del cielo, marchitan la flor santa de caridad y amor!

¡Oh! ¿Quién que fije el ojo en esos vastos Andes que en alba y tarde muestran rosado amanecer, no siente lleno el pecho con el alma de los grandes y de infinita vida multiplicado el ser?

Histórica montaña, coloso de granito, si sabes el pasado, ¡revela el porvenir! Y puedan, como el eco de un cántico bendito, la voz de profecía tus ámbitos oír.

Tú viste a estos pueblos en tiempos no lejanos cadenas de ignominia con furia destrozar: ¡de pie y en campo raso lidiar con sus tiranos y unidos, la victoria, la muerte, proclamar!

67 Guillermo Matta Goyenechea

Vencieron. ¡Fueron libres! Sobre el sillón del trono sentose la República, triunfante la nación: el súbdito fue un hombre, un héroe fue el colono; había en ambos patria, había abnegación.

V Magnífica epopeya, con balas y metralla, sobre tus arduas cimas la América escribió; y al aplaudirse el triunfo de la última batalla el himno más solemne la libertad cantó.

Brilló, como un aura que anuncia un bello día, la luz que del futuro la nube iba a encender; los pueblos la siguieron… la siguen todavía… ¿La tierra prometida al fin lograrán ver?

Con látigo de menguas el tiempo azota, las madres aterradas conciben con pavor; y abortan nueva raza, fanática o idiota, esclava de sus vicios y sierva del terror. Moderna tiranía, moderno despotismo, robando la mortaja de un fúnebre ataúd disfrazan con sus restos su torvo fanatismo; engañan con recuerdos su vil decrepitud.

En súbitos raudales desborda la materia, caducas tradiciones empiezan a surgir; y ciego está, en el brillo que cubre a esa miseria, el ojo del espíritu que busca el porvenir.

VI Apóstatas infames, bandidos sanguinarios, saltean y revenden la Méjico imperial. Aliados de la muerte, repletan sus osarios el crimen, la violencia, el rifle y el puñal.

68 La poesía en Atacama

La patria de Bolívar, la noble Venezuela, Mazzepa de dos brutos, despedazada está; sus armas, como un héroe, Nueva Granada vela y en la alba del futuro la diana toca ya.

Invade ola de fuego al Río de la Plata; en fiebre de esperanzas se agita el Ecuador. Apiñan nubes negras las cumbres del Sorata: no es hoy Bolivia la hija del gran libertador.

Como una virgen pura caída de su rango, la madre de los Incas lamenta su virtud: ajándola sus hijos, revuélcanla en el fango ya tísica y estéril en flor de juventud.

En Chile el hecho injusto al hombre libre inmola; la fuerza es el derecho, la hipocresía es fe. Las armas han mordido los zorros de Loyola y es máscara de engaños lo que creencia fue…

VII Decidme: ¿es ésta, es ésta la América robusta que obtuvo tantas veces las palmas de la lid? ¿Al Cóndor de los Andes la luz del sol asusta y le han cogido el ala las trampas del ardid?

¡América! En tus bosques, en tus profundos mares que rugen cuando sopla violenta tempestad, escúchanse solemnes y líricos cantares que dice a lo infinito la vasta inmensidad.

Feraz naturaleza descubre en todas partes sus senos que alimentan latente creación; y aguarda con la industria que llega con las artes, con savia más copiosa, feliz transformación.

69 Guillermo Matta Goyenechea

Yo miro hacia el pasado y miro la vergüenza: presente en ese abismo también vas a caer. Ahora, ¡un astro nuevo!... ¡El porvenir comienza! Benéfica en toda alma la luz va a descender.

La luz que da la vida, la luz que civiliza; que arroja a las tinieblas las sombras del error. La luz que con el arte las formas armoniza; ¡verdad para la ciencia, virtud para el amor!

VIII ¡Arriba, americanos! Formad una cohorte; sed grandes en la industria: sed grandes en el bien. Y envíe sus piratas la América del Norte, que siendo pueblos grandes, seréis libres también.

Rufianes del progreso, artífices del crimen, ¡temblad si llega el día de juicio y de terror! Y se alcen tantos pueblos que en servidumbre gimen, hermosos de venganza, gallardos de furor.

Vosotros habéis sido los corruptores viles, pusisteis una máscara de América en la faz; y en mallas conteniendo sus fuerzas varoniles, la disteis un letargo y lo llamasteis paz.

La vida de las sombras halaga a los tiranos; su marca de desprecio no quieren ellos ver. ¡Olvídense los odios! ¡Arriba americanos! La causa es una misma, ¡la unión es un deber!

Así el Odín del Norte, ese Hércules temible, su maza de conquistas, ya inútil, romperá; y a puertos de esta América, unida e invencible, en canje de riquezas sus naves mandará.

70 La poesía en Atacama

IX ¡América, despierta! Reúne tus banderas con todas ellas forma sagrado pabellón; y suene por montañas, por bosques y riberas un grito –dos palabras–, ¡fraternidad y unión!

Y si es preciso lucha para salvar tu tierra del yankee que tu vida sortea en el botín, el bélico rebato y el trueno de la guerra a todos nos convoquen para salvarla al fin.

La lucha será larga, fatal, atroz, sangrienta; ¿Qué importa? Con el triunfo, oh libertad, vendrás; y en el semblante noble, lavado de la afrenta, las huellas de las balas al mundo mostrarás.

Será un hermoso día, el día en que los Andes armados a sus hijos en línea pueda ver; y luego en la batalla morir como los grandes, ¡así para elevarse y así para caer!

Al rayo victorioso que encienden sus volcanes vendrán, de la alta noche turbando la quietud, los héroes de otro tiempo, los bravos capitanes; y oyendo esas hazañas responderán: ¡Salud!

X ¡América! Sacude la inercia que te abate; arroja las cadenas que oprimen tu valor: mañana llegar puede la hora del combate, mañana llegar puede la lucha del honor.

¡Activa sangre, ardiente, circule por tus venas! Levántate y tus ojos la senda encontrarán. De pájaros canoros tus selvas están llenas; cuajadas de riquezas, incógnitas, están.

71 Guillermo Matta Goyenechea

Tú tienes flores bellas, recreo de la vista, atmósferas sonoras, alfombras de matiz; y el alma de la virgen y el alma del artista bendicen el recinto de América feliz.

¡Oh! ¡Viertan en los pueblos que postra la indolencia, que visten con andrajos tiránico desdén, la industria su grandeza, su luz la inteligencia, para ensalzar la vida y fecundar el bien! Tinieblas del pasado y nubes de odio venza, brillante de esperanzas, el sol de la virtud. ¡La libertad nos busca... el porvenir comienza! ¡Arriba, americanos! ¡A la obra, juventud!

Abril de 1857

72

Pedro León Gallo

(Copiapó, 1830 – Santiago, 1877)

Estudió en el Colegio de la Merced de Copiapó y, como no había enseñanza secundaria en el lugar en esa época, su familia lo envió al Instituto Nacional. En 1848 se retiró del instituto para incorporarse a la Guardia Nacional. En 1850 aparecieron sus primeros artículos políticos en La Tribuna de Santiago, los cuales revelaban al típico conservador, o pelucón moderado. En líneas generales, era amante del orden, pero a la vez partidario de reformas que pudieran traer mejoras al pueblo. Esto en parte explica su defensa de la candidatura de Manuel Montt en su calidad de oficial de la Guardia Nacional en el motín de 1851. Una vez desligado del ejército, regresó a Copiapó en 1852 para dedicarse a la minería. Por necesidad íntima combinó el trabajo con los estudios, dedicándose a la filosofía, la sociología y los clásicos españoles. A causa de estos estudios, su visión de mundo se modificó hasta llegar a un liberalismo avanzado. El 12 de diciembre de 1858 se declaró estado de sitio en Santiago y los redactores de la asamblea constituyente fueron encarcelados. Entre ellos se contaba Ángel Custodio Gallo. El 5 de enero de 1859 el pueblo de Copiapó se levantó en armas contra el gobierno, exi- giendo la creación de una asamblea constituyente. Le correspondió a don Pedro León Gallo ser elegido caudillo de la sublevación, que contaba con apoyo de Santiago. Lamentablemente, el plan quedó en su mayor parte sin ejecución y los sublevados en Copiapó se dieron cuenta de que estaban aislados en el norte. En el sur la revolución

73 Pedro León Gallo no prosperaba y era «desacreditada por las correrías y extorsiones sin fruto de las montoneras»1. La sublevación del norte, que estaba constituida por un ejército improvisado, con pocas fuerzas, con poca disciplina y poco arma- mento, se puso en marcha hacia el sur, conducida por su caudillo. Los rebeldes vencieron al ejército a cargo del táctico militar José María Silva Chávez el 14 de marzo de 1859 en la quebrada de Los Loros, pero fueron derrotados a causa de traidores en la batalla de Cerro Grande el 29 de marzo del mismo año por el general Vidaurre. Gallo, acompañado de algunos de sus oficiales, tuvo que huir a Mendoza, pero antes de hacerlo repartió la pequeña fortuna que llevaba consigo entre sus soldados. De Mendoza se fue a Buenos Aires, después a Estados Unidos y finalmente a Europa, donde recorrió los principales países. En 1862 el Presidente José Joaquín Pérez dictó una ley de amnistía a los reos políticos y gracias a dicha ley Pedro León Gallo regresó al país en 1863. El 27 de diciembre de 1863 fundó la Asamblea Radical de Copiapó y, para propagar las ideas del partido, fundó El Constituyente, diario que apareció el 5 de enero de 1864 como celebración del quinto aniversario del alzamiento de Copiapó. Debido a una herida recibida en la batalla de Los Loros, una dolencia interna debilitó de forma lenta su organismo y, producto de ello, falleció el 16 de diciembre de 1877 a las diez y media de la mañana en la calle San Antonio N°13, Santiago. El 22 de diciembre del mismo año la ciudad de Copiapó recibía, en masa, «los despojos de su paladín».

1 Ver Domingo Arteaga Alemparte, Los constituyentes chilenos de 1870, p. 34.También se consultaron: Guillermo Rojas Carrasco, Don Pedro León Gallo. Su vida y su actuación. Santiago: Editorial del Pacífico, 1931; Braulio Martínez L., Pedro León Gallo. Homenaje póstumo a su memoria. Santiago: s/n, 1910.

74 La poesía en Atacama

A Juan De Padilla2

¡Cuánto valor necesitaste y cuánta virtud sublime, el claro eterno día que hiciste vacilar la tiranía que aún de los siglos al través espanta!

España, entonces tímida, la planta besaba de un señor, mas tu energía le dio viril aliento y osadía y devora impaciente mengua tanta.

La hora sonó: tu brazo la bandera alza de libertad, do la corriente del Tajo viejos muros cerca y baña.

¡Cierto es el triunfo! No: traición mañera te vende en Villalar, huye tu gente. Caes. Y pierde su alto honor España.

A Calderón3

¡Torrente audaz de música divina, dominador del alma; a quien el hombre su cerviz inclina como a los vientos la soberbia palma! ¡Águila, de los tiempos, vencedora y de la envidia infame, de tu genio una chispa creadora

2 Este soneto fue insertado en Juan José Bueno, Tertulia Literaria. Sevilla: s/n, 1862. 3 Los poemas «A Calderón», «La amistad» y «A Rancagua» son tomados de José Domingo Cortés, Flores chilenas. Poesías líricas. Santiago: Imprenta del Ferrocarril, 1862.

75 Pedro León Gallo para cantarte, cual mereces, dame! Mas quien tú no seas, ¿quién podría loarte dignamente? ¿Qué son los astros de la noche fría ante el volcán de luz que el sol envía? A ti, ¡excelso poeta! A quien la fama con voz pregona a par del rey profeta; a ti que ciñes la inmortal corona; y el cetro de la extraña y propia escena empuñas el primero, de tu inspirado acento en áurea vena llenando el mundo entero: a mi ardor juvenil que ora se atreve a ti llegar, turbando tu reposo, magnánimo perdona, que lo mueve instinto generoso; quiere, de admiración, la grata ofrenda quemar en tus altares, como el incienso que la Virgen pura vierte a aquel Dios que sujetó los mares al roce de su santa vestidura. Un siglo pudo, con su negro manto de error y fanatismo, tu gloria oscurecer, y divo canto, y profanarte con brutal cinismo. ¡Oh sol radiante de la escena hispana! ¿Y cómo oscurecer tu inmensa lumbre pudo la niebla vana? ¿Y podrá ser que a la empinada cumbre que se eleva en cimientos de granito derribe insecto vil? ¿Y que el precito, moviendo al mundo guerra, convierta en caos la anchurosa tierra? No: ser no puede eterno, aunque parezca indestructible y fuerte,

76 La poesía en Atacama el mando del error y del infierno. Pero tu genio de eminente talla, oh, Calderón, al extender su mano, al universo prosternó que calla para aplaudir tu canto soberano, que en mil raudales de armonía estalla: el monstruo fiero que creó la envidia y la ignorancia ciega no viste cota, ni valiente lidia, mas huye amedrentado y pavorido ruega: ¡triunfaste! A tu victoria el bárbaro enemigo está postrado y los dorados rayos de tu gloria hacen mayor tu mengua y tu memoria. Al cisne peregrino, a Calderón divino, oh jóvenes cantores, load en tanto que la voz concuerde en dulces rimas; retejed las flores frescas guirnaldas y de mirlo verde, que su laúd protejan con maternal égida y defiendan sus cerdas de atrevida mano, que quiera profanarlo acaso.

A Camilo Henríquez

Corazón de volcán, genio profundo de libertad y de fe, noble, patrono; tú unir supiste, de Jesús al trono la ley de la razón que eleva al mundo.

El primero, tu labio verecundo derramó el saber, con viril tono,

77 Pedro León Gallo en la mente del pueblo, el rico abono del sol de Gutenberg, grande, fecundo.

De esa que moras, celestial altura, hoy que fúnebre, ves sin culto el ara; de la querida patria sin ventura; cual en tu vida generosa y clara, del tirano voraz que la tortura, libre, oh Camilo, en tu regazo ampara.

Himno a Rancagua

Lauros de Salamina y de Platea que crecen cuando lloran los tiranos. Quintana

I ¿Qué ven mis ojos, ¡ay!, para que el llanto brote a raudales y mi rostro queme? ¿Por qué la voz se niega torpe al canto, y resonar ya teme? ¡Oh sitio de Rancagua!, yo te insulto… No lágrimas dolientes; sí oblaciones y admiración y culto merece el lauro que adquiriste un día. ¡Bien que contraria, la fortuna impía, fue a los patrios pendones!... ¿Decir tan grande hazaña humano acento podrá? No, la lid cruenta, tú que la viste, Cachapoal, nos cuenta. Y el brío y ardimiento que de Chile los ínclitos soldados desplegaron allí, cual nadie osados.

78 La poesía en Atacama

II ¡Gloria a Rancagua y a sus héroes gloria! Nueva Sagunto que la edad presente para ornamento erige de la historia ¡Salud! ¡Salud! Ardiente fuego en mis venas al nombrarte brota, y un mundo creo de perenne lumbre habitar, cuya cóncava techumbre el vendaval no azota, cuando bramando gira, fiel mensajero de celeste ira, y al alto roble y a la encina trunca. Si de tus ruinas la memoria invoco, ¿qué insólita grandeza de pensamientos que no tuve nunca agitan mi cabeza? ¿Si será que en las cuerdas de mil liras el genio de la guerra ora se mece? Lo siento; y me parece que el canto que me inspira será sublime, como fue la hazaña que hizo temblar a la potente España.

III Numerosas falanges a su mando, como la mar arena movediza, tiene el íbero jefe, y confiado asaz en ellas, con mendace risa, antes de entrar en el combate fiero su triunfo cierto canta, y desnudando el centellante acero soberbio se adelanta; y al ver que solo la ciudad gloriosa de libres un puñado la sustenta, dice con voz rabiosa: «¿Quién resistir intenta?

79 Pedro León Gallo

¿La cortadora espada que resplandece en manos varoniles como el sol en la esfera dilatada, podrán blandir los míseros reptiles que arrastran a sus pies los hierros viles de condición menguada? No; imposible, aprestad vuestros caballos que hambrientos de matanza en sus cabezas marcarán sus callos».

IV En su arrogancia loca dijo, y selló su boca. ¿Tan pronto olvida que su sangre odiosa regó los campos en feroces lides, la tricolor enseña, victoriosa en los aires flotando? ¡De hinojos te bendigo, blasón augusto del chileno bando! ¡Crece el laurel en tu genial abrigo!

V Si no cubre al guerrero independiente de duro bronce relumbrante cota, que venza el golpe del obus ardiente; pero más firme que hasta el rayo embota, defiende el pecho al lidiador valiente. La patria y libertad; ved el escudo, es de su vida antemural sagrado; y en el encuentro rudo defendido por él, como sabueso hambriento, que su látigo ha cortado, batallará; y del hado triunfante y de los hombres, entre la ruina universal y escombros, cuando no haya recuerdo de sus nombres,

80 La poesía en Atacama sustentará en sus hombros la eterna gloria, que venciendo alcanza. ¡Ah! ¡Tema tu venganza! ¡El español insano riega ya con su sangre inmenso llano!

VI Como se quiebran las revueltas olas del mar profundo, que irritado muge, en alto escolio de maciza piedra; así las españolas ven estrellarse su soberbio empuje contra los pechos que el morir no arredra. ¡Guárdate, España, de esos pocos fuertes! ¡Cuenta, cuenta, que no deseslabonen sus ferradas cadenas, que mil muertes nada serán que satisfaga un tanto la humillación y el llanto, que en tres largas edades, en estúpida calma devoraron, mirando tus maldades! ¡Fiera, orgullosa España, redobla tu furor e injusta saña! ¡Ay! ¡Mísera de ti son tus hijos vencidos en la lucha! ¿De sus males prolijos, quién lástima tendrá? ¿No oyes? Se escucha el grito de venganza, que el chileno al desnudar la espada de sobresalto ajeno, estridente, profiere: ¿no oyes? Bañarse quiere esa espada en la sangre que abomina; ¡y si peleando en la batalla muere, del borde de la tumba te conmina!

81 Pedro León Gallo

VII Una vez y otra el luminar del día miró desde el zenit resplandeciente el dudoso lidiar; también la luna luctuosa y sombría miró correr caliente sangre, que atropellándose salía, formando ancha laguna. Las voces y humo y polvo y el sonido de música guerrera, el llanto, el fuego y el letal quejido del moribundo, y el que envuelto en nubes de rojiza metralla del hórrido cañón silbado estalla; escena tal formaban, que creyera el hombre ver que estaba ya vecina del Señor la severa venganza, y que el terrible y nebuloso caos cubriría de nuevo cielo y tierra. Y viendo el español que era imposible la que creyó ceñida a su corcel de guerra fácil victoria, trémulo se altera, y la robusta espalda volver intenta en vergonzosa huida. ¡Pero quiso a los libres tal guirnalda negar adversa suerte, y en el cáliz de muerte! ¡Oh día de ansiedad, día de sangre, cual otro alumbró el sol de tanto estrago!

VIII El vengativo hispano, bramando de vergüenza y de despecho, otra vez se abalanza al inhumano

82 La poesía en Atacama batallar, ¡oh dolor! En balde el pecho que de valor lo viste le presenta el guerrero independiente; ya nada le resiste, y la ligera fama, desde la aurora al pálido occidente: triunfó, la Iberia exclama, triunfó, repite la enemiga gente. El vencedor en su delirio exclama: «No quede, no, sujeta una cabeza al cuello del vencido; roja llama sus campos y sus casas en pavesa voraz convierta; y en los cráneos huecos beba la sangre que corrió a raudales, y de sus miembros hórridos y secos se erijan los triunfales Arcos» dijo, y sus ecos a un tiempo con los golpes se juntaron que seguro las sienes dividieron de los patriotas, ¡ay!, que allí buscaron, y bravos defendieron de la codicia de nación extraña, la villa, el templo y la rural cabaña.

IX ¡Oh musa! ¿Quién es, dime, ese que miro, la cabeza enhiesta fulminador guerrero? La reluciente espada que su diestra omnipotente esgrime es flamígero rayo; su majestad sublime de su gente el valor extinto inflama, y el pálido desmayo en el íbero vencedor derrama. Y dime, ¿cómo junta imperturbable a los dispersos que en la lid huyeron,

83 Pedro León Gallo y de nuevo al combate conduce, y a su frente él, el primero con denuedo ardiente, rompe de bayonetas la muralla, que el español le pone, cual invencible valla? O’Higgins, O’Higgins, ¿qué habrá no desmorone tu fuerte brazo, como a débil choza de río caudaloso el recio embate? ¿Cuál fuerza puede haber que se resista? ¿Cuál que no desbarate tu heroico brío, como a seca arista airado viento que en los aires zumba? ¿En dónde el hombre está que a ti se iguale? ¡A ti gloria y loores! Que no es tuya la culpa en ser vencido que de otro fue… por siempre del olvido cubra el pesado manto los horrores… ¡El fallo vengador ya está cumplido!

X Goza, sí, de tu triunfo, goza, España; que no tardía llorarás a mares le efímera victoria, que por tu mal escribirá la historia. ¡De osamentas –¿no veis?– son los altares que adornan las banderas de tu gloria! ¿Do están, decid, las barras y leones del fuerte castellano? ¡Él con su propia sangre a las naciones del caduco Occidente les mostró que era digno el araucano de formar un gran pueblo independiente sin la tutela de extranjera gente!

84 La poesía en Atacama

Mi suspiro4

En alas del deseo id ardiente suspiro, donde la bella mía de mis amores nido: id y en su dulce seno, celeste paraíso, pósate silencioso y mil sabrosos mimos, con ala delicada harásle enardecido; y luego de su boca, zafir en dos partido, le robarás su aliento de respirar divino.

Si supiera, por suerte, que mensajero mío eres, y no te arroja con ademán esquivo, dile que fiel amante adorándola vivo: dile que de un esclavo haré a su planta oficio si al aceptar mi vida la paga con cariño.

Espera, que no quiero que llegue a sus oídos que pude, de su alma, temer pérfido olvido.

4 Poema tomado de Pedro Pablo Figueroa, Historia de la Revolución Constitu- yente 1858-1859. Segunda edición. Santiago: Imprenta Porteña, 1895.

85 Pedro León Gallo

Dile tan solamente que su amoroso hechizo grabado está en mi pecho incontrastable y fino; dile que a sus mandatos humilde me resigno, que alegro mi tristeza amándola sumiso.

La amistad

(En un álbum)

¡Santa amistad! Rocío misterioso que es el páramo estéril de la vida, la flor defiendes que amagó rabioso, del mundo, el agrio mar. ¡Santa amistad! Del cielo desprendida para alivio del hombre en sus pesares; dame que pueda, en férvidos cantares, tu nombre celebrar.

A ti se debe en el humano suelo el bien que gozan los celestes seres nunca manchado por negro velo de celoso rencor. Que el débil sibarita sus placeres busque en buen hora con ardiente anhelo, en la mesa, en la orgía, en las mujeres que dan impuro amor.

Pero en vano será, que como el viento tan rápido se pierde, no dejando señales de haber sido; así volando sus goces pasarán.

86 La poesía en Atacama

Busque sus triunfos el guerrero cruento tintos en sangre, que el dolorido acento que víctimas exhalan expirando sus lauros secarán.

Adune la codicia gran tesoro, dejando hundido en su dolor profundo a un infeliz; mas tiemble, que su lloro le seguirá do quier. ¡Amistad, ay, del hombre que en el mundo mira tus goces puros con desdoro, y se revuelca en cenagal inmundo de estúpido placer!

No sabe, no, que cuando sea herido del agudo puñal del desengaño, en tu genial regazo dulce olvido de sus males tendrá; por eso es que tal vez, al bien extraño que tú le guardas en tu pobre ejido, y presa triste de su crudo engaño, tu beso evitará.

¡Desgraciado de este hombre! En la ventura que tú nos brindas, plácida y serena, no se esconde una gota de amargura que queme su raíz. Nada me importa que a remota arena, triste proscripto vaya y sin fortuna, ni que oprima pesada una cadena mi existencia infeliz.

Si en el destierro o la prisión mi oído oye la voz de amigo cariñoso, en el destierro, en la prisión, dichoso viviré mi dolor.

87 Pedro León Gallo

Y si la voz amiga que derrama en nuestras almas celestial consuelo, ¡es de inocente joven que nos ama con fuego abrasador!

Ventura comparable, el mismo cielo no tiene, no, como esta de la tierra; que amague pues la destructora guerra con horrores mi ser: si después yo contemplo en el oriente el sol de la amistad que lo ilumina, y un puro rayo, en mi abatida frente, de luz deja caer.

Un himno santo, o amistad, el alma, henchida de entusiasmo, hora te ofrece; que a tu apacible sombra reflorece, de cándida virtud, la virgen palma.

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Pedro Díaz Gana (Sebastián Cangalla)

(Valparaíso, 1830 – Copiapó, por adopción, 1867)

Obras: Ver Pedro Pablo Figueroa, El poeta popular Pedro Díaz Gana. Poesías y memorias de Sebastián Cangalla. Santiago: Imprenta Moderna, 1900, 69 páginas. Pedro Díaz Gana nació en Valparaíso en 1830, pero es copiapino por adopción. Es uno de los precursores de la poesía popular –o de la literatura festiva, a decir de Pedro Pablo Figueroa. Es la poesía autóctona, sin la infiltración de las «pasiones artificiales» y sin la «servil imitación» de la literatura europea, causa del olvido y de la postergación de los poetas y escritores populares, quienes a través del idioma del pueblo traducen fehacientemente las costumbres y tradiciones de los tiempos en los que les toca vivir. Díaz Gana era un hombre educado, culto y con sólidos conocimientos literarios, los que, unidos a su natural talento, lo sitúan en una posición altísima con respecto a los jóvenes de su época. Su inclinación por la vida nómade y aventurera lo llevó, junto a su hermano José Díaz Gana, el descubridor del mineral de plata Caracoles, a explorar los vastos cerros nortinos. Era un bohemio genuino –por opción, no por circunstancia. Le gustaba la muchedum- bre, el contacto con el pueblo. Se sentía pueblo. Era pueblo. También le gustaba la soledad, la inmensa soledad del desierto sin límite, en el cual concibió sus mejores páginas y alcanzó lo más excelso de su talento inagotable. Se sabe, por los contemporáneos que lo conocieron y trataron, que era un hombre parco, de palabras limitadas y de voz muy baja

89 Pedro Díaz Gana (Sebastián Cangalla) a causa de su gran timidez, hecho que se corrobora en la que se considera su gran obra, Memorias de Sebastián Cangalla, y que contiene claros rasgos autobiográficos: «Porque nací con una timidez tal, y que hasta ahora conservo, que parece que me hubiera criado entre tazas de porcelana. Por esta razón todos me embromaban en la aldea, y vivía tan acoquinado que no tenía más amigo que uno de los perros de casa» (Figueroa, p. 44). Todo esto tiene su razón en un hecho probable: un cruento desengaño de amor que consumía su mente y su alma. Este silencioso dolor tendría su expresión en un «drama sentimental» que Díaz Gana escribió en 1856, titulado Irene. La vastedad del desierto, la soledad y la bohemia le habrían permitido, en parte, sanar su pena profunda y resarcir su espíritu. Sus meditaciones e inspiración las volcó en la literatura. En una semblanza hecha por Domingo A. Sanderson, redactor del diario El Huasquino en 1856, amigo y compañero de prensa de Díaz Gana, nos enteramos que el poeta popular era de regular estatura, delgado, de «rostro trigueño y muy poco favorecido por la naturaleza». Era un hombre de pocas palabras y su tono de voz era muy bajo; modesto, silencioso. El cultivo de la poesía le ayudó a ser más sociable; el contacto con el público a través de los perió- dicos tuvo la facultad de suavizar su espíritu. Aparte del seudónimo «Sebastián Cangalla», también solía firmar sus poesías y artículos festivos en el periódico El Copiapino con el de «Pepe Chiflón». También colaboró con poesías y artículos festivos en el diario El Constituyente y en El Progreso de Santiago, en donde publicó el poema popular titulado «El dieciocho en Santiago». En 1859 Díaz Gana fundó el periódico El Tren, en donde volcó, en forma abun- dante y constante, su labor literaria.

Un sueño (1853?)

Una noche oscura y triste, triste como el pensamiento de un hombre que en sus bolsillos no cuenta ni con un céntimo;

90 La poesía en Atacama y oscura cual la conciencia de un yankee filibustero, o del que recibe prendas y cobra un real en el peso, dormía yo solitario en un solitario cerro, junto a un picado de plata, picado antiguo, en broceo: pero como la esperanza al más rendido da esfuerzos, me dormí con la esperanza de hacer un descubrimiento; y al poco andar a millones diome la fortuna luego, que, aunque es ciega la fortuna, ve y da más sobre durmiendo con un derrotero en mano. Me fui marchando derecho, como ahora pocos marchan, y encontré los Candeleros. ¡Oh, gran mamada! ¡Oh, hallazgo! ¡Oh, breva pura y sin cuero! ¡O mejor breva pelada, que mejor dice al concepto! Solo a un rico le vendí diez barras en cien mil pesos, se entiende por cada barra, y al contantibus por cierto. Sebastián es hombre honrado, agudo y de gran talento, minero como muy pocos, liberal, noble y benéfico. Esta cantinela oía por todas partes, y un séquito inmenso me custodiaba y me la iba repitiendo.

91 Pedro Díaz Gana (Sebastián Cangalla)

Las Dulcineas tenía de toda edad a granero, y todo era un puro baile, comilonas y paseos. En vivas se deshacía al verme pasar el pueblo y más de un millón de amigos me quitaban el sombrero. Me llovían los mensajes hasta del jefe supremo, rogándome que aceptara uno de los ministerios. Los ministros y los cónsules de países extranjeros me rendían homenaje a nombre de sus gobiernos. Así es que estaba engolfado en un mar de acatamientos y dudaba de mí mismo, temiendo que fuera un sueño. ¿Soy el mismo Sebastián?, me decía, ¿estoy despierto? Y me hallaba siempre el mismo, con mis lanas y mis pelos. Entonces exclamé: ¡oh fortuna! ¡Oh diosa ciega! ¡Tu imperio es tal que hasta de un pollino haces un hombre completo! Y no es uno, ni son dos, ni son tres, son más de ciento los que yo así he conocido, por obra de sus talegos. Esto diciendo, un ruido me hizo estremecer de miedo, sintiendo arrastrar cadenas junto a mí con fuerte estrépito.

92 La poesía en Atacama

Di un brinco, tomé el puñal y eché el poncho al brazo izquierdo, creyendo que los demonios me arrastraban al infierno. Y era una maldita zorra que estando royendo un cuero; mi capacho de herramientas, lo hizo rodar por el cerro. Entonces exclamé con rabia: ¡maldito seas, Morfeo! ¿Para qué me haces tan rico si he de despertar sin medio?

Sebastián Cangalla

La condición del minero

Al Señor Intendente

Señor: Sebastián Cangalla, hijo de Chile y minero de ejercicio y profesión, con el debido respeto, como más haya lugar en justicia y en derecho, y como representante de todos mis compañeros, a usía digo que ha llegado a tal extremo la injusta persecución que se sigue a nuestro gremio, con multiplicadas multas y tanto encarcelamiento, que nos vemos obligados a protestar de concierto

93 Pedro Díaz Gana (Sebastián Cangalla) contra tan bajas medidas, indignas de un buen gobierno. Ya no podemos, señor, bajar ni un rato a este pueblo a ver a nuestras familias y a dejarles el sustento, o a comprar lo que nos falta en el mercado y comercio, sin que nos tomen por vagos o nos quiten cuatro pesos, que ganamos con sudores y fatigas en los cerros. Esto es ponernos, señor, en un completo destierro, porque no tenemos fraques para pasear por el pueblo; y usía sabe muy bien, como hombre de entendimiento, que el hábito no hace al monje, ni la manta hace al ratero. Pero ya no falta más que vuestros humildes siervos nos den un día la albóndiga que reparten a los perros. ¿Y esta es la igualdad, señor, que decantan los chilenos? ¿Así se paga el trabajo? ¿Así se trata al obrero? Y no es solo esto, señor; pasemos por un momento a hacer examen del trato que se nos da allá en los cerros: usía sabrá el registro que introdujo un extranjero, para infamia de los hombres y en mengua de los chilenos,

94 La poesía en Atacama no habiendo ley que autorice tan bajo procedimiento; pues da vergüenza decirlo que en un país de progreso se desnuden a los hombres hasta verles el… empero, si esto en Francia sucediera, o en Inglaterra, por cierto que arrastrara una cadena el autor de tal proyecto. Pero sucede aquí, en Chile, en donde cualquier zopenco dicta leyes a su antojo sin que le pongan un freno. De suerte, señor, que estamos, como se dice, a dos fuegos: en las minas nos infaman y aquí nos sacan el cuero; y de esto solo resulta que no circula el dinero, que el mercado se halla solo y vende poco el comercio; y en fin, que de tanta multa no se sabe el paradero. Por tanto: a usía suplico que en vista de lo que he expuesto se sirva mandar quitar el registro a los mineros; que paren algo las multas, si no del todo; que el pueblo lo cree un robo escandaloso, y un miserable pretexto, para poder sostener el boletín del gobierno. Dios guarde a usía mil años y no se haga el zorro rengo…

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Rosario Orrego

(Copiapó, 1831 – Valparaíso, 1879)

Obras: Alberto el jugador, novela, 1861; Los busca-vida, novela por entregas, comenzada en 1862 y terminada en 1863; Teresa, Valparaíso: Revista del Pacífico, 1874, novela histórica; Isaac Grez Silva, Rosario Orrego de Uribe. Sus mejores poemas, artículos, y su novela corta Teresa. Santiago: Nascimento, 1931. Rosario Orrego nació en el seno de una familia culta. Sus pa- dres fueron Manuel Andrés Orrego y Rosario Castañeda. Asistió a colegios particulares, estudió en su hogar y más tarde en los esta- blecimientos de la familia Cabezón en Santiago. A los dieciséis se casó con el rico industrial minero Juan José Uribe, enlace del cual nacieron ocho hijos, entre ellos las escritoras Ángela Uribe de Alcalde y Regina Uribe de Bascuñán, la primera mujer en Chile en obtener el título de bachiller en humanidades, lo que delata la preocupación de Rosario Orrego sobre la educación de la mujer y la igualdad con los hombres en emprendimientos intelectuales, y Luis Uribe Orrego, segundo de Arturo Prat al mando de la «Esmeralda». Después del fallecimiento de su esposo, se casó en segundas nupcias con Jacinto Chacón en 1874, tío de Arturo Prat y escritor eminente, jurisconsulto y hombre público, y continuó viviendo en Valparaíso, ciudad en la que se había radicado el año anterior. En 1858 comenzó a colaborar con sus producciones poéticas en la revista La Semana, que dirigían los hermanos Arteaga Alempar- te; en la Revista del Pacífico de Valparaíso, fundada por Guillermo Blest Gana; y en la Revista de Sud América de Santiago, firmando

97 Rosario Orrego sus creaciones con el seudónimo de «Una Madre», seudónimo que mantuvo hasta 1872, fecha en que publicó en la Revista de Santiago, que dirigía Augusto Orrego Luco. Su pasión por las letras la llevó a fundar la Revista de Valparaíso en 1873, de treinta y dos páginas, y que alcanzó gran prestigio y difusión. Ese mismo año, la Acade- mia de Bellas Artes de Santiago, dirigida por Victorino Lastarria, le otorgó el título de socia honoraria, una distinción que se ofrecía por primera vez a una mujer. Rosario Orrego agradeció el homenaje con un poema titulado «Contestación a la academia». Su producción poética, a través de varias revistas y antologías, se difundió entre los años 1858-1874, fecha en la que ocurrió su segundo matrimonio. En 1860 participó en un concurso literario convocado por la Universidad de Chile con su novela Alberto, el jugador, hecho que la convierte en la primera novelista de nuestro país. En tal evento literario el ganador fue Alberto Blest Gana con su novela La arit- mética del amor. Un dato curioso: la escritora murió el 21 de mayo de 1879 a las 12:10 horas, en el preciso momento en que la «Esmeralda» se hundía en la rada de Iquique. Su hijo, Luis Uribe, estaba a bordo. Rosario tuvo una «visión» y pensó que su hijo había muerto, pero afortunadamente Luis sobrevivió; ella murió de un infarto.

A mi pluma

Bello es lanzar con flexible pluma sobre un papel blanquísimo y pulido del corazón el fuego que me abruma y en cifras dar un lánguido gemido.

Bello es pintar las galas de natura, del amor las delicias y pesares, de María la espléndida hermosura y el triunfo de las glorias y sus azares.

98 La poesía en Atacama

Es bello derramar con mano leve las ideas que brotan de la mente; bello es sentir que otra alma se conmueve a la presión de un sentimiento ardiente.

Grato es dejar que nuestra pluma eleve ya el canto alegre o yaraví doliente y que latan los duros corazones al descifrar mis tiernas emociones.

Bello es cantar como cantaba Homero, sentir brotar del alma la armonía, y al mundo sorprender cual cancionero que nuevas notas del laúd envía.

¡Pluma querida, estrénate armoniosa! ¡Sé como un rayo arrebatado al cielo! ¡Toca con tu influencia misteriosa y rasga de mi mente el denso velo!

Sé de mi vida antorcha milagrosa. ¡Y da a mi genio el aspirado vuelo! Sé tú mi estrella en mi tormenta obscura y dame así la paz y la ventura.

La instrucción de la mujer

(Poesía leída en la Academia de Bellas Letras)

Instruid a la mujer, si queréis pueblos que se eleven felices, soberanos. Mirad que la mujer tiene en sus manos la vasta cuna del humano ser. Su mágico atractivo, su alma tierna, la hacen irresistible y poderosa,

99 Rosario Orrego y en el modesto hogar, dulce, amorosa, crea un mundo a su imagen la mujer.

La vida misma de los grandes pueblos como en su espejo se refleja en ella: si es instruida y virtuosa, antes que bella, allí habrá dicha, libertad, unión.

La mísera ignorancia es para su alma ruda maleza que una flor marchita y al abismo tal vez la precipita, manchando la virtud del corazón.

¡Hoy Chile no es la patria del pasado! Ya el telégrafo cruza nuestro suelo; la audaz locomotora en raudo vuelo montes y abismos se le ve salvar.

Las ciencias y las artes se difunden, se ilumina la mente creadora, el libre pensamiento se enseñora y el extranjero aquí fija su hogar.

Y en medio de este mágico concierto que eleva a nuestra patria a su apogeo, ¡quedará la mujer, débil pigmeo, sin levantar la mente a otra región!

¿La fuente del saber le fue vedada? ¿No recibió de Dios la inteligencia? ¿Las bellezas del arte y de la ciencia rudos misterios para el alma son?

Sensible, amante, generosa, ingenua, escollos mil encuentra en su camino,

100 La poesía en Atacama

¿y cómo ha de luchar contra el destino, si no adquiere la ciencia del vivir?

Si su espíritu noble es cultivado, más brillarán las dotes de su alma, y en la recia tormenta hallará calma y angélico valor para sufrir.

Pues, ¿qué le sirve frágil hermosura, flor que deshoja el hálito del viento, si no brilla en su frente un pensamiento que revele su origen celestial?

¿Si abandona su rica inteligencia bajo el ocio fatal que la domina, si no estudia, no piensa, no imagina más allá de lo frívolo y trivial?

Todo cuanto es de formas se aniquila, la juventud es gala de un instante, palidecen las gracias del semblante, se niega a sonreírnos el placer.

Mas, siempre joven, vivirá radiante del ingenio la lumbre seductora: la mente en sus arcanos atesora belleza, gracia, juventud, saber.

Si ella más virgen, soñadora y bella tiene la viva, la sensible mente, no miréis con espíritu indolente extraviarse su ingenio en el error.

Mostradle el vasto campo del estudio, premiad con noble aplauso su desvelo,

101 Rosario Orrego y amante, inteligente, os dará un cielo dando al hogar la dicha y el amor.

A Copiapó

Recuerdos. ¡Qué ideas cruzan por la mente mía! Tristeza y alegría siento yo al recordarte, pueblo amado. Asilo de ventura donde veo una luz modesta y pura entre las turbias nieblas del pasado. ¡Quién tuviera en el pecho la arrogancia para pensar en la tranquila estancia donde he pasado la estación florida sin derramar el llanto por el perdido encanto de esa sencilla y deliciosa vida!

Paréceme que ayer no más corría triscando de alegría por tus campos sin lluvia, y tapizados de erguidos lirios, flores, altaneras que tienen por praderas desiertos arenales abrasados.

Y dada al viento la melena blonda sin nada que la esconda de los ardientes rayos del verano, tras lindas mariposas raudas volando entre silvestres rosas, libre vagaba en el inmenso llano.

Lista acudía a tu ribera hermosa, en siesta calurosa

102 La poesía en Atacama y en tu tranquilo mar de claras olas que transparentan la brillante arena, cual pequeña sirena me bañaba cantando barcarolas.

Cuando pasaba aquella edad de niña di mi postrer adiós a la campiña y a la ribera de apacible calma, admiré tu grandeza y tu rica sin par naturaleza doblegó de emoción la joven alma.

Contemplé al otro extremo de tu puerto, tocando ya el desierto, gigantesco elevarse a Chañarcillo, orgullo de Atacama, de universal y deslumbrante fama por sus tesoros de envidiado brillo. ¡Cuánto es hermoso desde inmensa cumbre antes que el sol alumbre contemplar esos cerros de granito! ¡Al mirar desde lejos sus vívidos reflejos se eleva el pensamiento al infinito!

Al contemplar las vetas diamantinas, hilos de luz que cruzan tus colinas, do medra el rosicler, se anida el oro, donde cual musgo verdeguea el bronce, el hombre clama entonces: ¡grande es el Creador, aquí le adoro! ¡Y cuán grande es el hombre, y cómo ostenta el alma que le alienta! Su altiva frente por el sol tostada, del combo armada su potente mano,

103 Rosario Orrego impera soberano en esa regia, colosal morada.

No más escucharé dentro de tus senos cual si fueran mil truenos los estampidos del trabajo fiero. Ese estruendo profundo que aún me parece desquiciar el mundo hace el encanto del feliz minero. ¡Todo es allí magnífico, grandioso! El Ande portentoso dibuja en lontananza el horizonte y bajo un sol de fuego envía undoso y cristalino riego que ávido bebe el abrasado monte.

Y en medio de esa gran naturaleza radiante de belleza se eleva la mujer de tez morena, ardiente, apasionada, de virtudes ornada, tan tierna esposa como madre buena.

No pisaré ya más esos lugares do crecen los chañares, ese árbol de la fruta bendecida, desnudo y secular cual la palmera, que así como ella en el desierto impera dando al viajero con su miel la vida. ¡Salud, oh tierra, que entusiasta adoro, cuna del hijo a quien perdido lloro, cielo, do goza y vive mi memoria! Yo te deseo, próspera Atacama, ricos veneros de fecunda fama y un porvenir de inmarcesible gloria. Quien ha perdido en su fatal camino

104 La poesía en Atacama las bellas flores de su alegre infancia, quien atesora en su lugar abrojos desgarradores; sabe cuán grato el corazón ansía volver al tiempo de la edad florida: hoy su memoria deliciosa y pura dulce me alaga. ¡Plácida imagen del hogar paterno, bálsamo suave del corazón herido, fiel melodía que amorosa suena dentro del alma!

Como expatriada de mis caros lares ando apartada del rincón lejano donde las horas para mí tan breves se deslizaban.

Largo es el tiempo que alejada vivo de aquella tierra que arrulló mi infancia; yo la recuerdo como al rostro tierno de ausente madre.

Ora en la cima de la adversa suerte, ávida anhelo su feliz ribera, y en la estación de su abrasada arena leo mi historia.

Quizá la calma se me espera un día entre sus ricas, refulgentes sierras… ¡Si entre sus peñas de granito muero, muero contenta! Valparaíso, octubre de 1861

105 Rosario Orrego

A Luis

Ayer mecía tu inocente cuna y te arrullaba plácida y feliz: hoy te mece una nave, y la fortuna de mí te arranca, idolatrado Luis.

Paréceme que ayer, Luisito mío, juntas tus manos te enseñaba a orar: hoy ya sobre la popa de un navío niño, dominas el airado mar.

Ayer tus juegos, tu gentil viveza la dicha hicieron del paterno hogar: hoy de los quince el garbo y gentileza te dan del hombre la arrogante faz.

El uniforme del marino austero te ha despojado de tu blusa dril, y la espada, la insignia del guerrero, realza tu persona aún infantil.

¿Eres ya un hombre? ¡En tu tostada frente como alboreando el patriotismo está! ¡Ya brilla en tu pupila el fuego ardiente del jefe osado, del marino audaz!...

Antes calmabas mi profunda pena, niño amoroso, cándido y locuaz: hoy otro amor tu espíritu encadena… La fragata es tu madre y es tu hogar.

¡Qué es, ay, la gloria si me cuesta llanto, si yo quisiera retenerte aquí,

106 La poesía en Atacama si eres mi vida, mi pasión, mi encanto, después que a mi Héctor infeliz perdí!

Sigue, ingratuelo, la brillante estrella que al bravo guía al campo del honor; mas mira la honra de la patria en ella… ¡que yo a mis solas oraré por dos!

Valparaíso, junio de 1862

Así quiero morir

¡Quién pudiera morir como esa noche que miro evaporarse suavemente! Blanca y aérea al firmamento sube en las ligeras alas del ambiente.

¡Quién pudiera morir como esa estrella, eclipsarse no más unos momentos, y al volver a brillar, feliz como ella, en otros azulados firmamentos!

¡Quién pudiera ser raya de la aurora y, al declinar la tarde, confundirse en medio del crepúsculo que dora la moribunda luz al despedirse!

¡Quién pudiera ser flor, y al marchitarse, el cálice doblar sin agonía, y aún pálida e inerte al deshojarse derramar en las auras la ambrosía!

Mas yo no soy ni flor, ni nube errante, ni un astro de esos mundos destellados…

107 Rosario Orrego

¡Yo tengo un corazón, una alma amante, que han de ser a pedazos arrancados!

Por eso quiero ser átomo leve, aliento perfumado de la brisa, para burlar el sufrimiento aleve y morir exhalando una sonrisa.

Que en tu seno no más, Naturaleza, la muerte es un desmayo voluptuoso, un cambio de expresión y de belleza; y nada se hunde en eternal reposo.

La noche

¡Oh!, dulce amante de mis blandas horas, único alivio de mis hondas penas, llega, y los pliegues de tu negro manto cubran mi frente.

Tú sola brindas deliciosa calma, noche de encantos, de misterios llena, tú sola viertes en el alma mía grato consuelo.

Ya te presentes nebulosa y fría, lanzando rayos de rojiza lumbre, vientos que arrancan el altivo roble, cuando los vientos con fragor tremendo rasgan las nubes, o ya esparciendo en su azulada esfera lejanos mundos, vacilantes astros, que allá en la mente sin querer derraman graves ideas.

108 La poesía en Atacama

Cielo estrellado de la noche umbría, vívidos rayos de argentada luna, hórridas nieblas del invierno frío, todo me encanta, todo en la noche a meditar convida, y en ese dulce meditar profundo, ¡cuántos misterios le revela al hombre Naturaleza!

Céfiro blando que la flor columpia, vientos que arrancan el altivo saber, célicas voces que en la noche me hablan, ¿quién os da aliento?

¿Quién ha formado una creación tan bella? ¿Quién dio a la noche sus lucientes astros? ¿Quién dio a las aguas, a la luz y sombras límite fijo?

Cuando todo era obscuridad, silencio, informa masa sin vital ambiente, ¿quién lanzó al caos, fecundante y fúlgido rayo del cielo?

¿Por qué en el caos de la mente mía rayo divino a iluminar no vienes?... Así en tinieblas me pregunto: ¿dónde está el autor de maravilla tanta? Y en vano, en vano a la incompleta ciencia pido respuesta.

La mente audaz al infinito vuela a escrutar en su frente el gran misterio, surca el océano de la duda y torna lúcida y bella.

109 Rosario Orrego

Y hasta en el cáliz de la flor que bebe en el rocío su vital esencia, y aún en la esencia de la flor que aspiro Dios es quien me habla…

Y hasta en la hoja que arrebata el viento, y hasta en el viento que medroso escucho, y hasta en el grato murmurar del agua veo su mano.

Y yo también, como la hoja leve, como el arroyo que murmura blando, como las voces que modula el viento, soy obra suya.

Suya es la antorcha que mi senda alumbra, rica tierra que al nacer me diera, cual dio a la noche por belleza y gala fúlgidos astros.

Si a veces llanto que mi rostro quema sus cuerdas moja de mi humilde lira, oculta mano al instrumento arranca sáficos himnos.

Esa es la mano que te presta, ¡oh noche! Dulces encantos y misterio y voces… Yo la contemplo en meditar profundo; callo y adoro.

Soledad

Ya la fe en la amistad y en el amor que embriagó el alma en la primera edad,

110 La poesía en Atacama pasó cual el perfume de la flor, dejándome silencio y soledad.

Hoy ya ese mundo que a mis pies se agita contemplo triste y con serena calma; veo los goces que a gustar me invita sin que por ellos se conmueva el alma.

¡Ese sueño de amor y de ventura… ese anhelo de gloria y porvenir, llevóselo al nacer la desventura, y en la tumba de mi alma fue a morir!...

A la poetisa

Señora Gertrudis Gómez de Avellaneda

De un rincón de la América, señora, a las plantas del Andes, altanero, te admira y te saluda una cantora en rudo verso y con amor sincero.

Yo no sé de los dioses el acento, idioma tan precioso no he aprendido; mas tengo de mujer el sentimiento y en tus versos, señora, yo he sentido.

Tú conmueves el alma a tu albedrío; me estremece el acento de tu lira, y tus páginas moja el llanto mío y el pecho opreso de emoción suspira.

Cuando elevas tus quejas al jilguero tu amor de niña y único tesoro,

111 Rosario Orrego tu amigo fiel, tu bello compañero que te alegraba con su pico de oro.

Veo la jaula del ingrato amante estremecerse por la vez postrera y a ti, llorosa, pálida, anhelante seguir su vuelo por la vasta esfera.

Por ti a esa Cuba tan hermosa veo, aspiro el grato aroma de sus montes, en sus bosques de palma me recreo escuchando el concierto de sinsontes.

Bajo tu pluma hasta el insecto brilla, la humilde choza y el derruido escombro, la aldeana hermosa y a la par sencilla, el cazador con la escopeta al hombro.

Desde el beduino de la faz tostada que cruza mares de candente arena, la lengua seca por la sed quemada, el alma exenta de temor y pena.

La blanca nube que en el éter gira, la tempestad que con fragor retumba, la tierna amante que de amor suspira y aun los misterios de la fría tumba: todo tu genio creador lo explica, todo lo alumbra tu inspirada mente: tu arpa armoniosa de concentos rica será el encanto de remota gente.

112 La poesía en Atacama

El temblor

(Poesía leída en la Academia de Letras)

Con ruido espantoso, profundo, me anuncio, terrífico agito la tierra y el mar, de horribles estragos y ruinas soy nuncio, terrores de muerte me gozo en sembrar.

Se escapan los brutos de obscuras cavernas, las fieras de espanto temblando se ven; yo arrecio entre tanto mis fuerzas internas, que impulsos infunden al loco vaivén.

Yo arranco potente del lecho esos mares que arrojan sus olas con ímpetu atroz en montes, campiñas, alegres hogares, dejando mil tumbas sembradas en pos.

Yo abriendo la tierra vomito candente la lava que al cielo quisiera escupir; mi aliento iracundo, mi grito estridente anuncian que quiero volcanes abrir.

Yo infundo el espanto, derramo congojas allá en el endeble pacífico hogar; los montes gigantes los cimbro cual hojas que céfiros leves hicieran temblar.

El hombre aterrado me cree en su agonía terrible instrumento de airado Jehová que azota la tierra sacrílega, impía, porque él esa tierra pisándola está.

113 Rosario Orrego

Golpeando su pecho se postra de hinojos, piedad demandando de ignoto poder; mas yo remeciendo le cambio en abrojos las flores de su alma, y en luto el placer.

Yo sirvo a esas leyes que al orbe dominan, que dan a natura su pompa inmortal; si aquí muere un mundo, mil otros germinan, que es todo armonía la fuerza vital.

En siglos remotos que el tiempo no cuenta, temblando la tierra, la mar la cubrió, y luego natura más bella se ostenta, ¡y el hombre más fuerte con ella se alzó!

Tal vez este globo sin vida segado al caos de nuevo le torne su autor, y a un otro que gire sin fuerza nublado su eléctrico choque le infunda calor.

Las fuerzas que forjan los rayos y truenos, que agitan los mares y al bronco huracán, los mundos celestes, de seres mil llenos, conmigo a esas leyes sujetas están.

El monstruo ya cesa, reposa rendido, se aquieta la tierra, se acalla su voz; retorna la calma al pecho aterrado, murmuran los labios un ¡gracias a Dios!

No quiero tus treguas, ¡oh Monstruo; adelante! Mi altiva entereza no harás sucumbir; catástrofes siembra, nada hay que me espante; más rudas tormentas me has visto sufrir.

114 La poesía en Atacama

Terrífico agita tu eléctrica hoguera, potente derriba mi débil mansión; a un alma que sufre, que nada ya espera, temblores de tierra, ¡qué valen! ¡Qué son!

115

Ramón Arancibia Contreras

(Santiago, 1836, Copiapó por adopción – Batalla de Cerro Grande, La Serena, abril de 1859)

Obra pertinente: «La Constituyente» (Himno atacameño). Ramón Arancibia nació en Santiago el 28 de enero de 1836, sien- do sus padres el capitán de caballería de la Independencia, Ramón Arancibia, originario de Concepción, y doña Isabel Contreras, de Chillán1. Sin embargo, fue en Melipilla que pasó su niñez y realizó sus primeros estudios. Desde muy pequeño sintió gran atracción por la poesía y por la milicia. Tenía un carácter muy serio para su edad, hecho por el cual no participaba en los juegos que los niños de su edad jugaban. En 1846, su traslado a Santiago significó su ingreso a la Escuela Militar, de la cual se graduó en 1851, año en que se sumó al ejército con el grado de alférez. En marzo de 1858, ya ascendido al grado de teniente, fue enviado a Copiapó. La prepotencia y el absolutismo del entonces intendente Juan Vicente de Mira obligaron a Ramón Arancibia, en un acto de indisciplina militar, a escribir potentes artí- culos contra él en El Copiapino, hecho por el cual sufrió persecución política por parte del jefe administrativo. Cuando Mira fue obligado a huir debido a la indignación y furia que el pueblo sentía por él, lo sustituyó en el puesto José María Silva Chávez, quien, aplicando mano dura, encarceló a Ramón Arancibia

1 Todas las notas han sido tomadas de Pedro Pablo Figueroa, Historia de la Revo- lución Constituyente 1858-1859. Santiago / San Diego, California: Imprenta Victoria, de H. Izquierdo, 1889.

117 Ramón Arancibia Contreras y lo envió a Santiago cargado de cadenas en calidad de desertor porque su tropa se había atrasado al embarcarse en Caldera con dirección al sur. Arancibia pasó tres meses encarcelado en el cuartel de Granaderos y, cuando fue puesto en libertad, fue expulsado del ejército. Esta era su situación cuando regresó a Copiapó, lugar en el que se puso al servicio de la Revolución Constituyente del 5 de enero de 1859, al mando de Pedro León Gallo. Fue nombrado como Jefe del Estado Mayor del ejército de Gallo. Aparte de la batalla de Pichincha y la de Caldera, estuvo a cargo de las jornadas desde Copiapó y Huasco hasta la Compañía, en las afueras de La Serena. Además fue el artífice de la batalla de la Quebrada de Los Loros, donde se destacó por ser un gran organiza- dor y un guerrero valiente. Después de la ocupación de La Serena, siempre creando batallones revolucionarios y dirigiendo esas tropas constituidas por gente común, murió heroicamente en la batalla de Cerro Grande. Durante su permanencia en la capital de Atacama, Arancibia escribió poesías a su amada, pero para los atacameños su mejor lo- gro fue su poema-himno «La Constituyente», a lo cual Pedro Pablo Figueroa dice: «La Revolución Constituyente de 1859 tuvo su poeta en Ramón Arancibia».

Estrofas

Cual medalla que lleva en el pecho el guerrero que audaz combatiera, de sus triunfos señal lisonjera que recuerda su gloria y valor; así un rizo de blondas hebrillas, que refleja un dorado gracioso, junto al pecho yo guardo celoso, que es recuerdo y es laudo de amor.

118 La poesía en Atacama

Cuando presa de penas amargas yo me arrojo en mi lecho ¡ay! helado, le pregunto a ese rizo dorado dónde yace mi dueño que fue; yo le estrecho a mi labio ardoroso, de una queja percibo el reclamo y una lágrima ardiente derramo: fue delirio, perdiose mi bien.

La Constituyente

Coro Alcemos nuestras voces, cantemos la esperanza, luchando por la alianza de patria y libertad. Que el voto noble y santo que pide Asamblea Constituyente sea el canto popular.

Estrofas La nación, ¡oh chilenos!, que un día vencedora paseó su bandera; la que libre y dichosa se viera del progreso en la vía marchar; esa patria que un yugo extranjero destruyó combatiendo incansable, ¡oh vergüenza!, un mandón miserable hoy la obliga de nuevo a luchar.

De los hombres que patria nos dieron con su sangre, el ejemplo sigamos; libertad y justicia heredamos, nuestros hijos las tengan también;

119 Ramón Arancibia Contreras reivindiquemos de patria los fueros, que el poder vilipendia sañudo, con la unión general ese rudo despotismo sabremos vencer.

No con sangre de hermanos manchemos nuestro suelo, mansión de los bravos no merecen los pobres esclavos del gobierno, la guerra encender; que la unión, la justicia, el derecho, con nosotros están en batalla, y ellos nunca osarán esa valla atacar en su triple poder.

Esa carta, mezquina y tirana, vil resabio de una era sangrienta, de que abusa el poder que sustenta, que se llama la Constitución; se reforme por hombres patriotas, ilustrados, que el pueblo proclame; los tesoros que allí se derrame de justicia, libertad y unión.

Venga a bajo la hipócrita carta que un solo hombre el poder ha confiado, con sus leyes absurdas; que ha dado los estados de sitio también, que el poder se divida, y que libre pueda el pueblo escoger sus Congresos, sus cabildos, sus jueces y aun esos mandatarios que hoy nombra solo él.

Cese el pueblo de ser el juguete de mandones sin ley; verdaderas, las palabras (hoy vanas quimeras) democracias y justicia serán.

120 La poesía en Atacama

Y volviendo a la patria sus fueros, se alce Chile con noble entereza, y sus hijos con fe, a su cabeza un gobierno ilustrado tendrán.

121

Mercedes Ignacia Rojas

(Caldera, 1853 – ¿?)

Existe muy poca información sobre esta poetisa oriunda de Cal- dera, nacida alrededor de 1853. Se sabe que se educó en los colegios de Copiapó, que se inició en las letras en 1870 y que era «de carácter modesto y retraído». José Domingo Cortés la incluyó en su parnaso por primera vez en 1871, libro en el cual hace la siguiente evaluación de su poesía: «Es un precioso brillante que, día a día, dará nuevas luces. Empieza ahora su elaboración. El estudio y el tiempo completarán su magní- fica organización. Al leer sus versos se conoce la facilidad, la soltura con que han sido escritos. Canta como es posible cantar en sus pocos años, sin que nunca el más exigente pueda señalar en sus composi- ciones otros defectos que pequeños lunares, que si desaparecieran, quizá perderían esa fragancia que les da la juventud, los arranques del corazón de los dieciocho años. Dicen que en el Olimpo hay un dios introductor de los poetas. Las poetisas entran solas; no necesitan de otros antecedentes que su inteligencia y su belleza. Excúsenos nuestra bella niña que imitemos a los dioses del Olimpo: tenemos fe que el público la aplaudirá con sincero entusiasmo»1.

1 Ver José Domingo Cortés, El parnaso chileno. Santiago: Imprenta de la Repúbli- ca, 1871, p. 339. Los poemas «Consuelo», «A Emilia» y «A Carlota Patti» fueron sacados de este libro. Ver también Pedro Pablo Figueroa, Diccionario biográfico chileno. Vol. III. Cuarta Edición. Santiago: Imprenta Barcelona, 1901 [1886]. El poema «A los bravos del invicto Atacama» se sacó de Hilarión Marconi, El continjente de Atacama en la Guerra del Pacífico. Ver también Julio Heise G.,

123 Mercedes Ignacia Rojas

Julio Heise informa que Mercedes Ignacia Rojas «en el certamen Varela fue premiada por una composición en octavas reales» (372).

Consuelo

A una amiga

Ese sepulcral silencio que sin cesar te domina me dice que hay en tu alma una gran melancolía.

Esa tristeza profunda que en tu rostro se divisa, esas lágrimas ardientes que oscurecen tu pupila.

Esos trémulos suspiros que tú exhalas, dolorida, no dejan ninguna duda que un dolor te martiriza.

Y todo cuanto revela tu triste fisonomía manifiesta claramente que en tu pecho hay una herida…

Historia de Chile. El período parlamentario, 1861-1925. Santiago: Editorial Andrés Bello, 1974.

124 La poesía en Atacama

Yo sé que la causa es santa de esa pena que te agita, y por eso no me atrevo a decirte ¡no te aflijas!

Pero hay un consuelo santo que yo ofrecerte podría: ¡y es decirte que hay un Dios que los pesares mitiga!

Y por él y por su amor tu gran tristeza domina, deja, pues, de suspirar y no llores, ¡tierna amiga!

Que cuando llorar te veo llorar contigo querría, mas mis lágrimas contengo porque las tuyas no sigan…

Y por eso es que a tu lado suelo estar enmudecida, sin articular palabra y la mirada en ti fija;

Que para ocultar la pena que me da verte afligida, tengo mucho que vencerme luchando conmigo misma.

¿Y sabes por qué razón tu pena también es mía, y por qué en el sufrimiento mi alma a la tuya está unida?

125 Mercedes Ignacia Rojas

¡Porque siento un no sé qué cuando tus ojos me miran, y con ellos, ay, me hablas y el corazón me electrizas!

¡Porque yo siento por ti la más dulce simpatía, y veo que son hermanas nuestras almas, tierna amiga!

A Emilia

¿Quién puede verte y no amarte, simpática y bella niña, con esos ojos de cielo y esa mirada atractiva?

¿A quién no robas la calma y de entusiasmo no agitas, con tu dulcísimo encanto y con tus gracias divinas?

¿En qué corazón no enciendes la llama de amor activa, con esa voz melodiosa, con esa pura sonrisa?

¡Ay! Emilia, tú no sabes cuánto tus ojos fascinan, cuánto vale tu mirada, ¡cuánto tus gracias inspiran!

Con tus ojos peregrinos un alma de ángel indicas,

126 La poesía en Atacama y tu mirar causa siempre la más inefable dicha.

Por eso quiero mirarte y gozar de tu sonrisa, porque en mirarte y quererte hallo el cielo, hermosa Emilia.

A Carlota Patti

¿Qué grata melodía es la que siento, qué voz angelical llega a mi oído? ¿De do emana ese mágico sonido que enloquece y embriaga de contento?

¿De más allá del alto firmamento un ángel a la tierra ha descendido? ¡Yo encuentro ese trinar desconocido! ¡Y la voz de la gloria oigo en un acento!

Y veo una mujer, y de ella brota esa voz que al salir de su garganta vierte un nuevo prodigio en cada nota.

¡Mas no es una mujer la que así encanta! ¡Hada huida del cielo eres, Carlota, pues que solo en el cielo así se canta!

A los bravos del invicto Atacama

Apenas escuchasteis el guerrero resonar de las trompas vibradoras, empuñando, ¡valientes!, el acero, jurasteis castigar huestes traidoras.

127 Mercedes Ignacia Rojas

«El amor a la patria es el primero», dijisteis, y a las armas vengadoras, acudiendo con ánimo esforzado, ¡el ciudadano se cambió en soldado!

Y con la fe de ardiente patriotismo que inflamó de coraje vuestros pechos, en alas del valor y el heroísmo volasteis a iniciar grandiosos hechos. No os importa la cima ni el abismo para salvar de Chile los derechos, ¡que para vuestros bríos colosales la quebrada y la altura son iguales!

De Pisagua trepasteis la pendiente, despreciando la muerte y las fatigas, ¡como si os invitara a alzar la frente el silbar de las balas enemigas! Como derriba el huracán rugiente en los valles las débiles espigas, ¡así batió las huestes del peruano de vuestro empuje el golpe sobrehumano!

Ansiosa de ostentar vuestros ardores nuevo campo la suerte encontrar quiso, y para el triunfo que nos dio en Dolores, ¡vuestro arrojo, sin nombre, fue preciso! Do brillan vuestros rifles vengadores llega a rendirse el éxito, sumiso; ¡que parece que os mira la victoria cual los hijos mimados de la gloria!

Así en Moquegua lo mostráis, triunfando en vez de perecer… ¡hazaña homérica!, con la que al enemigo estáis probando cuánto su sed de lauros es quimérica.

128 La poesía en Atacama

Hasta a la tradición avergonzando, dudando Iberia está, cual duda América: si nunca sucedió, ¿cómo es posible que se pueda vencer lo no vencible?

¡Ah, por muy alto que mi aplauso sea, no alcanzará jamás a vuestra altura!... ¡No hay pensamiento audaz ni altiva idea a que no deje atrás vuestra bravura!… Provocando el peligro en la pelea, do quier vayáis el triunfo se asegura, y el que bien pronto cantará la fama ¡lo deberá la Patria a su Atacama! Santiago, abril de 1880

129

Carlos Walker Martínez

(Vallenar, febrero de 1842 – Santiago, octubre de 1905)

Obras: Manuel Rodríguez. Drama histórico en cuatro actos, Gote- borg: Instituto Iberoamericano, Universidad de Goteborg, 1991, 90 páginas. También en Imprenta Cervantes, Santiago de Chile, 1903, representado por primera vez en Santiago en el Teatro Municipal el 5 de enero de 1865; Leyendas, Establecimientos Roma, Santiago de Chile, 1898, 324 páginas; Poesías, Imprenta Roma, Santiago de Chile, 1894, 461 páginas; Romances americanos, primera parte, Santiago de Chile: Imprenta de El Independiente, 1871. Sus padres fueron Juan Ashley Walker y Mercedes Martínez Soria. Se casó con la ciudadana boliviana Sofía Linares Frías, con quien tuvo ocho hijos. Al morir su padre, fijó residencia en Copiapó junto a su madre. Asistió al colegio Sagrados Corazones de Copiapó y luego estudió en el colegio jesuita San Ignacio de Santiago desde 1856 a 1861. Al siguiente año ingresó a la escuela de derecho de la Universidad de Chile, establecimiento del que se tituló en 1866. En 1866 participó activamente en la guerra contra España. En 1867 fue enviado a Bolivia como diplomático ante ese país. En 1868 se dedicó a viajar, por placer, por Europa y Estados Unidos. En esta fecha, sus ideas políticas conservadoras ya estaban definidas y fue así que, al regresar de su viaje, se hizo miembro de la Sociedad de Amigos del País, organismo que se dedicaba a combatir las ideas liberales. Fue un acérrimo opositor al gobierno de José Manuel Balmaceda y fue el artífice del Comité Revolucionario, el cual se preocupó de

131 Carlos Walker Martinez organizar acciones para desestabilizar al gobierno, incluso a través de actos subversivos como la destrucción de puentes y vías férreas. Desde temprana edad mostró afición por la literatura, especial- mente la poesía lírica, misma que publicó en periódicos y revistas de Santiago, tales como La Voz de Chile en 1862 y la revista República Literaria en 1866. Durante la Guerra del Pacífico fue un activo colaborador para ayudar a las víctimas de la guerra, hecho que lo llevó a fundar la Cruz Roja en Santiago en 1879. Ventura Blanco, en agosto de 1871, destaca que el romance no es menos apropiado que otras formas para cantar la belleza, para traducir los sentimientos del alma, para estigmatizar el vicio y para ensalzar la virtud. «No se llora mejor en el soneto que en el romance; ni la grandiosidad ni lo sublime se traducen mejor que en él, en la octava o en el terceto». «El romance, como cualquier otro metro, se presta a todo asunto, ya sea histórico, ya religioso, ya sublime, ya filosófico, ya alegre o ya serio». No hay nada que no pueda cantarse en el romance.

«Carlos Walker Martínez ha podido separarse de la escuela que solo tiene para el pasado reproches amargos, críticas agudas, severas correcciones». «Ni todo lo alaba, ni todo lo estigmatiza. Si ensalza el valor, condena la avaricia; si rinde culto a los héroes de esas edades de prodigios y milagros, cualquiera que fuera su situación, conquistadores o conquistados, oprimidos u opresores, execra siempre sus crímenes».

Primera página

Coronada de laureles que ganó en gloriosas guerras, pura, libre, inmaculada, se alza la virgen América.

132 La poesía en Atacama

Entre dos inmensos mares que acarician sus riberas, cuántos climas tiene el mundo en su fértil seno encierra, desde el hielo eterno, donde ningún ser humano alienta, hasta los valles que gozan de una eterna primavera.

Y cuántos frutos y flores brotan en la madre tierra, ¡desde la violeta humilde hasta la erguida palmera!

Pródigas en plata y oro son sus empinadas sierras, y se alfombran sus bahías de corales y de perlas.

Sus selvas que cuentan siglos y que hasta el cielo se elevan de murmullos y armonías misteriosas están llenas.

Y entre sus ramas abrigan mil y mil clases diversas de aves de ricos plumajes, de raras y hermosas fieras.

¡Es la tierra prometida a la humanidad, la nueva Jerusalén, consagrada a las razas venideras!

133 Carlos Walker Martinez

Mansión de la libertad, donde las leyes que imperan sellan la igualdad sublime, la fraternidad perfecta, ¡conquistadas por sus hijos con la sangre de sus venas en los campos de batalla al son de trompas guerreras!

¡Oh, nunca su hermosa historia se empañe, ni se oscurezca! ¡Nunca se ajen los laureles que su noble frente ostenta!

¡Pues bien!, si nada nos falta en nuestra patria; si en ella todo es hermoso, los mares, la playa, el bosque, la esfera; si parece convocarse toda la naturaleza para hacer del mundo nuevo un Edén sobre la tierra; si hay nombres en nuestra historia dignos de fama perpetua; si claro, limpio y brillante el porvenir se nos muestra:

¿Por qué cantar de otros pueblos las varoniles proezas? ¿Por qué celebrar sus héroes? ¿Acaso el harpa de América para ensalzar lo que es digno no tiene vibrantes cuerdas?

134 La poesía en Atacama

¿Acaso en su historia faltan muchas y hermosas leyendas?

¡Oh, no!... Dejadme, a lo menos, a mí, modesto poeta, que, americano ante todo, tan solo cante a la América.

¡Dejadme llenar las páginas de mis humildes poemas con las bellas tradiciones de sus antiguas leyendas!

No quiero glorias extrañas que rechaza mi conciencia: ¡busco, y me basta, la sombra de mi hogar y mi bandera!

Amor de padre

«Arrancadme antes la vida y no la llevéis esclava… ¡dejad en paz, por piedad, a la hija de mis entrañas!»

Así, con voces de angustia que quebrantaban el alma al capitán Alvarado, un pobre anciano clamaba.

Mientras los soldados crueles a su hija única arrastraban, comprada a precio muy vil en una pública plaza,

135 Carlos Walker Martinez y destinada a pagar con su virginales gracias la lascivia de aquel jefe de memoria tan ingrata.

—«Dejadla libre», decía el pobre anciano, «¡dejadla, que ella es el solo consuelo de mi edad desamparada!».

Y de rodillas postrado arrancándose las canas, inútilmente pedía e inútilmente lloraba.

«Haced a un lado a ese viejo», gritó Alvarado con saña, «¡y llevadme a mi cuartel a la hermosa mejicana!».

«Ya que me dejáis sin ella y la vais a hacer esclava, ¡dejadme darle siquiera mi adiós, mi postrer palabra!». Accedieron los soldados, tal vez movidos a lástima, a los deseos del indio que así se los suplicaba.

Se echó el anciano en los brazos de su hija idolatrada y la cubrió de caricias y la bañó con sus lágrimas.

Escena triste fue aquella, separación bien amarga,

136 La poesía en Atacama que quebrantaron a las rocas ¡y al bronce mismo ablandara!

Después de un instante breve el viejo dijo: «¡Tomadla malvados, cebad en ella vuestra impureza villana!».

Y les entregó un cadáver, pálido, yerto, sin alma, atravesado en el pecho con una honda puñalada.

Así, si no pudo verla libre, inocente y honrada, ¡antes la entregó a la muerte que a los verdugos de España!

Duelo a muerte

Dos meses van ya corridos de asaltos y de amenazas desde que a Purén estrecha el cacique Cadeguala.

Sostiene el penoso sitio García Ramón; y nada el español retrocede, ni el araucano adelanta.

Tan bien resisten los unos, como los otros atacan; los unos en la campiña y los otros en la plaza.

137 Carlos Walker Martinez

Cada día hay un combate, en que la sangre mezclada de españoles y araucanos se derrama en abundancia.

De noche turba el silencio de la vega y la montaña el agrio son de trompetas que retumba en las murallas; y a los sonidos responden los cuernos roncos y cajas que en el campamento indiano como una tormenta braman.

Y cuando el sol aparece sobre las cumbres nevadas de la andina cordillera que se mira a la distancia, los combatientes empiezan de nuevo la ardua jornada, y como tigres hambrientos vuelven a medir sus armas.

Cuatro mil soldados forman en las filas araucanas, y el caudillo Español cuenta apenas trescientas lanzas; pero a la fuerza del número suple la inmensa ventaja de los buenos arcabuces y las torres almenadas.

138 La poesía en Atacama

Cansado de tanto afán, lleno de impetuosa rabia, llegando en su potro negro hasta el muro de la plaza, así, en fin, prorrumpe un día el cacique Cadeguala desafiando al Español a una singular batalla: «Capitán, si sois valiente, como la fama os declara, ¡venid a medir conmigo en buena lid vuestra lanza!

Mas, si el temor de morir en el campo os acobarda y a un duelo noble y honrado os hace volver la espalda, os tengo por vil, ¡y os juro que en vuestras mismas murallas os he de arrancar la lengua y os he de escupir la cara!

El premio del vencedor ha de ser la misma plaza: me la entregaréis si os venzo; si la suerte me es contraria, el ejército Araucano tocará la retirada antes que el rayo del sol se aleje de estas comarcas», dijo el indio, e impaciente blandió tres veces la lanza,

139 Carlos Walker Martinez e insultó a los españoles con rugidos de amenaza.

García, que desde el muro el reto atento escuchaba, respondió con voz tranquila al indio en estas palabras:

«Acepto el emplazamiento, y acepto de buena gana las condiciones que fija vuestra audacia temeraria.

Empeño para cumplirlas el claro nombre de España; ¡y empeño para venceros la fe de mi causa santa!».

Sordo murmullo en el campo indígena y en la plaza se oyó al concluir don García su contestación bizarra; y luego de un grito de triunfo entre trompetas y cajas, que atronó todo el espacio ¡y estremeció las montañas!

II Es la mañana siguiente, apenas la aurora brilla y ya los campos de mueven en posiciones distintas.

Los defensores del fuerte en las murallas dominan

140 La poesía en Atacama y el ejército araucano llena el valle con sus filas.

A fe, que presenta el cuadro hermoso golpe de vista, tan variado en sus colores como diverso en sus líneas.

En el campo cien banderas y un monte inmenso de picas, y en los muros de Purén, la bandera de Castilla.

En las tropas araucanas hay más movimiento y vida y todos a un tiempo mismo mandan y cantan y gritan, sin que puedan entenderse entre tanta algarabía las voces de los caudillos, que ordenan formar filas.

Al paso que los de España guardan silencio y atisban con ojo escudriñador los escuadrones indígenas.

Todos esperan con ansia que nazca el sol, en la cima del Andes los ojos fijos… ¡y el sol esplendente brilla!

Al mismo tiempo se abren de par en par las macizas

141 Carlos Walker Martinez puertas de la plaza y sale a caballo don García.

Con la visera calada, la recia lanza tendida, en actitud de combate lentamente se encamina.

Sobre su casco de acero mecen las débiles brisas una hermosa pluma roja y dos plumas amarillas, y en su escudo limpio y claro que al mismo sol causa envidia entre castillos y leones una letra lleva escrita.

«Triunfo o muerte», dice en ella, y con ella significa la firme resolución de su abnegada energía.

Así el noble castellano pide campo, y con tranquila majestad espera, muda la lengua y la frente altiva.

No se hace esperar un punto Cadeguala, y a tendida carrera a su encuentro vuela: ¡tardar no quiere a la cita!

En negro corcel cabalga de raza andaluza fina,

142 La poesía en Atacama que va cubierto de espuma y que impaciente relincha.

Ciñe a su pecho una fuerte coraza de pieles ricas, probada en muchas batallas y en mucha sangre teñida, y embraza un pesado escudo español, que fue conquista de su brazo en otros tiempos en una plaza destruida.

Torva la frente levanta, por los ojos echa chispas, y con rugidos horribles a su rival desafía.

Y para infundir pavor (costumbre en Arauco antigua) con cien colores diversos se ha pintado las mejillas.

Parece el indio, en verdad, una encarnación maligna que causa espanto en el alma e infunde horror a la vista.

Hondo silencio reinó un momento en ambas líneas, mezcla de interés y espanto que el ánimo conmovía, hasta que en medio del valle se encontraron don García

143 Carlos Walker Martinez y Cadeguala, y cruzaron sus lanzas ardiendo en ira.

III Duro fue el encuentro: rotas a un mismo tiempo saltaron al choque de los escudos las lanzas en cien pedazos.

Rápidos los combatientes al punto se separaron, y echaron mano a la espada y apuraron los caballos.

El indio, más impaciente, no da a su brazo descanso y antes de parar los golpes los descarga en su contrario.

García Ramón no ataca, pero se defiende; en vano redobla el indio su empuje: él no retrocede un paso.

Caballero el don García a la lid acostumbrado, ni le abandona la calma, ni le fatiga el cansancio.

Sin acometer violento, pero sin mostrarse flaco, no recibe un solo golpe, ni aventura un golpe falso.

Y riñe de esta manera, más tal vez que con su brazo

144 La poesía en Atacama con las armas de la astucia y la frialdad de su ánimo.

El indio, que juzga miedo la maña de su adversario, siente aumentar su furor y acomete más airado.

Algunos breves minutos en esta lucha volaron, y aún la victoria era incierta por uno o por otro bando, cuando repentinamente, con la rapidez de un rayo, se lanza el jefe español contra el caudillo araucano; y pecho a pecho lo estrecha y lo amenaza, y de un tajo le lleva el escudo y parte en dos pedazos su casco.

Flaqueó el bárbaro un instante y lo aprovechó el cristiano, sobre su pecho la espada hasta la cruz enterrando.

Dobló Cadeguala el cuello, abiertos tendió los brazos, y se desplomó sin vida, pálido y ensangrentado.

Huyó a carrera tendida el potro negro del bárbaro,

145 Carlos Walker Martinez y el corcel de don García volvió a Purén paso a paso.

Un grito inmenso, vibrante, de triunfo en unos, de espanto en otros, retumbó entonces en la plaza y en el campo.

Y al son de trompas y cajas el ejército araucano volvió la espalda a Purén, como estaba estipulado.

El árbol de la muerte

Crece en los bosques de América un árbol triste que tiene el lúgubre privilegio de dar con su sombra muerte.

Cuentan que el árbol traidor alucina con lo verde de su espléndido follaje, que se mece blandamente; y con el mágico encanto de sus mentidos placeres, ¡y la dulce languidez de un misterioso deleite!

¡Ay del incauto viajero que en el desierto se pierde y bajo la falsa pompa de sus hojas se adormece!

146 La poesía en Atacama

¡Ay del pájaro que en vuelo a las soledades tiende y en sus ramas busca abrigo y en su tronco a cantar viene!

¡Que no llegará el viajero al fin de su viaje estéril, ni más alzará a los vientos el ave cantos alegres!

¡Así es, Indiana terrible, el amor que tú me ofreces!... ¡Me brindas tiernas caricias para darme después muerte!...

Busca otra ave más incauta, viajero más inocente, ¡y queda en paz!... pero olvídame, ¡y de mí nunca te acuerdes!

La madre indiana

Enrojecido el semblante de vergüenza, o de despecho, y ambos brazos a la espalda atado con gruesos hierros, al suplicio más horrible que inventar pudo el infierno de Leocán el hijo ilustre camina con paso lento.

Atroz fue, por cierto, atroz aquel sacrificio horrendo,

147 Carlos Walker Martinez

¡digno del alma cobarde del verdugo más perverso!

Si el valiente trovador que en hermosísimos versos contó al mundo la conquista de Arauco y sus altos hechos, presente estuviera entonces en Cañete, ¡vive al cielo, que no tuviera lugar jamás delito tan negro!

Que los ánimos honrados y los generosos pechos no se manchan con la sangre de indefensos prisioneros.

Acompañaba a la víctima atropellándose el pueblo, y pocos pasos distaban del aguzado madero.

Iba un alguacil delante, junto a él un pregonero, y más atrás un enjambre de guardias y carceleros; y entre soldados y frailes y rezos y juramentos confundidos, caminaba el desventurado reo.

La chusma, que por instinto ama todo lo perverso,

148 La poesía en Atacama agolpada apenas daba paso al acompañamiento, y atisbaba en el semblante del indio el color y el gesto para sorprender alguno de sus hondos pensamientos.

Fuera dolor o vergüenza, llevaba el caudillo al suelo la vista inclinada y torva sin arrogancia y sin miedo: ni arrancó un ¡ay!, ni un suspiro lanzó su angustiado pecho; ni la más leve flaqueza rindió su ánimo altanero.

Tal era de aquella escena el triste y penoso aspecto, cuando repentinamente turbó el lúgubre silencio que reinaba una mujer, que por el medio del pueblo venía a escape tendido hasta llegar al encuentro.

De Caupolicán: su traje mal ceñido y descompuesto, sus cabellos en desorden y sus clamores violentos.

Todo retrataba en ella un hondo dolor. Su aspecto era salvaje, sus ojos de sangre y de fuego inyectos,

149 Carlos Walker Martinez parecían de serpiente rabiosa y de tigre fiero eran más que de mujer sus actitudes y gestos.

Llegó hasta ponerse enfrente del caudillo, y con resuelto ademán detener hizo la comitiva un momento.

Y mirando de hito en hito al infeliz prisionero, se le encaró de esta suerte con tales razonamientos:

«Si por mi desgracia pude en hora infausta ser madre de un hijo, de cuyo padre me avergüenzo con horror, no quiero el maldito fruto de un amor, que me da hastío, y antes que ser hijo mío ¡le arrancaré el corazón!

¡Cobarde! Es tuyo ese hijo… toma, y llévalo a la muerte: ¡hazlo digno de la suerte que quisiste merecer! Si no supiste morir antes que rendir tu acero, miserable prisionero, ¡tu raza extingue con él!

¿Y eres tú el mismo que un tiempo, lleno de orgullo y de saña, amenazaba a la España

150 La poesía en Atacama y desafiaba a su rey? ¿Eres tú el mismo que un día dominó con férrea mano la audacia del castellano en Angol, Penco y Purén?

Como mujer te entregaste, subes a indigno suplicio… de tu estéril sacrificio di, infeliz, ¿qué alcanzarás? ¡La gloria de haber servido de espectáculo execrable a una chusma miserable que se goza con tu mal!

¡Muere como vil, cobarde! Yo maldigo tu existencia; ¡de tu indigna descendencia nada, nada guardaré! ¡Toma a tu hijo, que no quiero en hora infausta ser madre de un hijo de cuyo padre siempre vergüenza tendré!».

Dijo, y le arrojó a los pies con orgulloso desprecio a un niño de doce meses, lindo como un ángel bello.

Era el hijo más querido del desdichado guerrero, era el vástago de un nombre desgraciado, ¡mas no abyecto!...

Ella le volvió la espalda; y en el semblante severo

151 Carlos Walker Martinez de Caupolicán dos lágrimas un breve instante corrieron.

El pueblo lanzó un gemido de angustia, sordo, tremendo, y el reo con lentos pasos subió al horrible madero.

Su retrato

Negros sus ojos son, negros sus rizos que flotan en su espalda; es su talle la palma del desierto, es el cuello del cisne su garganta.

Su frente es pura y de marfil perfecto, sublime su mirada, y se entreabren sus labios levemente, como el botón de rosa en la mañana.

Su alma infantil por lo más santo anhela a los que sufren ama; no sabe odiar, ni acariciar lisonjas: tiene solo de paz dulces palabras.

Paloma virginal, al mundo tiende recién sus blancas alas: ¡es un ángel de amor! ¡Feliz quien pueda gozar su hechizo, poseer su alma!

Velada

¿Sientes que el viento ruge, que el mar con ímpetu azota?

152 La poesía en Atacama

¿Oyes cual las olas gimen al estrellarse en las rocas?

Las altas bóvedas visten anchas, pesarosas sombras, y el sol escondió sus rayos; la tarde huyó pavorosa.

Ven, mi bien, y bajo el techo del hogar, linda paloma, nos contaremos a un tiempo nuestras pasadas historias.

Tú me dirás los suspiros que arrancó tu alma afanosa, tus triunfos, tus ilusiones, ¡tus miradas seductoras!

¡Quién sabe si yo en el libro de tus tranquilas memorias ocupo un lugar! ¡Quién sabe si está mi nombre en sus hojas!

Yo te contaré… mas oye cómo retumban las olas… Te contaré, vida mía, mi obscura y huérfana historia.

¡Cuántas veces he mirado mi alma destrozada y sola, como ese mar que se agita y triste como esas sombras!

He visto mis ilusiones deshechas, las fibras hondas

153 Carlos Walker Martinez del yerto pecho a pedazos, ¡ay, cien y cien veces rotas!

Pero hoy a un ángel adoro que convierte en dichas todas las desventuras que fueron causa de quejas penosas…

¡Tal vez tú sabes el nombre que mi corazón invoca, si eres tú la última página del libro de mis memorias!

Juventud

¡Gozad, jóvenes dichosos, la mañana de la vida, que la triste despedida prontamente va a llegar! Antes que el dolor amargo os sorprenda en los festines, ¡de laureles y jazmines vuestras frentes coronad!

Antes que la noche triste se desplome sobre el mundo y de luto moribundo cubra el cielo y cubra el mar: ¡oh!, gozad del dulce rayo que a tierra el sol envía; ¡oh, gozad del bello día la brillante claridad!

Del placer la dulce copa coronada está de flores;

154 La poesía en Atacama palpitando está de amores la risueña juventud; ¡y en la montaña, en el valle y en el lago se retrata, como en láminas de plata, limpio sol y cielo azul!

Os dirán que los pesares poco a poco van llegando y las flores agostando de la edad de la ilusión: ¡os dirán que son amargos los postreros desengaños, y que se rinde a los años destrozado el corazón!

Es verdad que presto vuela el placer cual sombra vana: ¡como nave muy lejana que se pierde sobre el mar! Pero antes que el desengaño llegue a helar vuestra ventura, disfrutadla, mientras dura, ¡disfrutadla sin cesar!

Primer amor

¿Qué tiene la niña que está lacrimosa? Su rostro de rosa vistió palidez; y al suelo inclinada su pálida frente de sombra doliente cubriose la sien.

155 Carlos Walker Martinez

Ayer por los valles amena corría, danzaba y reía, festiva y feliz; tejía a sus rizos guirnaldas de flores, de varios colores, de rico matiz.

Hoy ya esos risueños placeres olvida, se siente abatida con vaga inquietud; y brota en sus labios con fe solitaria sentida plegaria al pie de la cruz.

Le place el silencio, la noche serena, con íntima pena los cielos mirar, y sola en la tarde oír en la playa los himnos que ensaya la queja del mar.

Su madre le dice: «¿Qué cruel desventura te causa amargura? ¿Por qué ese pesar?». Y ella le responde con melancolía: «Dejad, madre mía, ¡dejadme llorar!».

156 La poesía en Atacama

¿Por qué el sentimiento domina en su alma? ¿Por qué a dulce calma sucede el dolor? La niña ayer era muy niña, inocente, ¡pero hoy ella siente su primer amor!

157

Nicolasa Montt de Marambio

(Freirina, 1852 – ¿?)

Obra: Pájinas íntimas. Santiago: Escuela Talleres Gratitud Nacional, 1906, 203 páginas. Sus padres fueron José Antonio Montt, hijo de Filiberto Montt Prado, minero cuprífero en Fragüita y Labrar y primer alcalde de Freirina, y Beatriz Barría. Se cree que hizo sus estudios en su ciudad natal, en el colegio regentado por Celinda Mackenney y su hija Mercedes Fritis Mackenney, quien en 1877 se convirtió en la primera directora del liceo femenino más antiguo de Chile, en Copiapó. El 18 de octubre de 1877 contrajo matrimonio con Tomás Marambio Varas, de 29 años, industrial minero en Quebradita y agricultor de la hacienda Nicolasa, nombre que le puso en honor a su esposa. Poco después se traslada de Freirina y Huasco Bajo a La Serena y también, periódicamente, a Vicuña. A partir de 1894, su producción literaria se hace más pública. El 24 de agosto de ese año le dedica un poema a su hija Julia Elisa en el día de su cumpleaños. También le dedica un poema a su hija «Regina», composición que fue parte de un poemario de 18 páginas publicado en la imprenta del diario El Coquimbo, de La Serena, en 1897. Su profunda afición a la literatura convirtió a Nicolasa en una escritora prolífica toda su vida. Su obra se encuentra diseminada en periódicos y revistas de la época. Colaboró en forma permanente en el diario La Voz de Elqui, de Vicuña, lugar en el que también residió. Parte de su producción literaria, perteneciente a los años 1877 a 1905

159 Nicolasa Montt De Marambio y que incluye poemas, cuentos, ensayos y crónicas periodísticas, fue recopilada y editada bajo el título Páginas íntimas en 1906. Fue contemporánea de Lucila Godoy Alcayaga y apoyó des- interesadamente a los jóvenes poetas de su época. En una carta de Nicolasa Montt a Lucila Godoy, la primera dice: «Tan pronto sea posible hablaré a mi hijo Nicolás sobre sus aspiraciones y no dudo que él buscará los medios de satisfacerla, según sus deseos. Sin em- bargo que él es muy retraído y tiene pocas amistades, tenemos la mejor voluntad para serle útil si nos es posible. Avisaré a usted tan pronto como pueda comunicarle algo importante». Su hijo Nicolás Marambio Montt se destacó como presidente del Senado y como presidente de la Sociedad Nacional de Minería1.

¡Dieciocho de septiembre!

La voz del estampido, misteriosa rasgando el aire va… Y al sentir el chileno ese estallido, el patrio amor, tal vez adormecido, un largo ¡viva Chile! exhalará.

La fecha memorable en que honra y libertad se nos brindó, ¡de América epopeya formidable! De esos héroes su nombre inalterable más que en bronces en el alma se grabó.

O’Higgins, los Carrera, Rodríguez, San Martín el sin rival, y el muy valiente general Las Heras, acendrado patriota, sublime era como Blanco Encalada el inmortal.

1 Ver Oriel Álvarez Gómez, «Poeta huasquina Nicolasa Montt de Marambio», Diario Chañarcillo, 24 de febrero de 1999, p. 3.

160 La poesía en Atacama

Militar y marino, este héroe siempre afortunado fue. Otros nobles siguieron su camino soportando un calvario… ¡cruel destino! Mas nada pudo doblegar su fe.

Sublimes resplandores coronaron el sol de libertad de esos nobles, y mil libertadores, que llegaron a ser los redentores de la esclava y viril humanidad.

¡Oh Chile! Tu victoria luzca como purísimo cristal; que tus preclaros hijos te den gloria y escriban con honor la excelsa historia de los libros, en página inmortal.

¡21 de mayo!

Blanquecinas nubes se ven agruparse en forma de un arco con doble festón. El sol con sus rayos quiere reflejarse y sobre las nubes mil luces esparce para dar al mundo más irradiación. ¡Veintiuno de Mayo de inmortal memoria! ¡Fecha esplendorosa digna de un altar! Si la noble patria te grabó en su historia, en el horizonte, honrando tu gloria el arco se inclina al verte pasar.

Noble Prat heroico: invencible atleta. ¡La fama pregona tu sin par valor! Ve unida a tu gloria la gentil silueta

161 Nicolasa Montt De Marambio de esta nación digna, que te ama y respeta como a un sacro numen, como a un redentor.

Tejiendo la patria sus verdes laureles esa frente altiva quiérela adornar y en ella a los hijos que les fueron fieles. ¡Oh héroes! ¡Con prados, jardines, vergeles un gran monumento quisiéraos formar!

A Prat y Serrano, a Condell y Aldea el bronce y el mármol los inmortalice, cual un homenaje a la luz febea de ese patriotismo que titanes crea y que Chile todo venera y bendice.

Una reliquia

Érase una familia numerosa. Lumbreras del saber e ilustración; uno tras otro los cubrió la fosa, dejándonos transido el corazón.

De sus nombres la Gloria es un consuelo les debemos perenne gratitud. Pues emprendieron el celeste vuelo, una estela dejando de virtud.

Los Gallo, Matta, Montt, Goyenechea, ramas unidas con amor ideal. La parca derribó. La historia crea para cada cerebro un pedestal.

Nos queda desde entonces un tesoro de virtudes, civismo, abnegación.

162 La poesía en Atacama

Nos queda un corazón, un alma de oro… ¿Su nombre preguntáis? –Camila Montt.

¡Caridad!

¡Ángel de caridad! Tiende tu manto y préstale una ayuda hospitalaria, a ese pobre infeliz que, en su quebranto, la vida cruza como un triste paria.

Ese no tiene hogar: fortuna incierta ahuyentó de sus hijos el enjambre; ¡y como ente fatal, de puerta en puerta va recitando la canción del hambre!

¡Ese no tiene hogar y pide abrigo, ese no tiene hogar y en vano clama! ¿No le oyes, Caridad? Es un mendigo que busca protección y que te llama.

¡No desoigas su voz! Que tu palabra conmueva el corazón del que es pudiente; y con toda esa dádiva haz que se abra algún nuevo hospital para esta gente.

El rico no pretenda ornar sus sienes con diadema de oro y piedras finas cuando Jesús al pobre dio sus bienes y coronó su frente con espinas. La Serena, 1908

Tomado de: Antología chilena, de Pedro Pablo Figueroa. Santiago: Imprenta La Ilustración, 1908.

163 Nicolasa Montt De Marambio

La tarde

¡Qué bella está la tarde! ¡Qué grato es contemplarla! La brisa saturada su esencia hace verter. Y el alma emocionada radiante se extasía ante la luz del día que ya se va a perder. Qué gratos los recuerdos de infancia ya pasada, ¡de aquellos tiempos idos que ya no volverán! Como que traen ellos la sombra seductora de imágenes queridas que el tiempo se llevó: a ese lóbrego abismo y a donde el que se ha ido de allá jamás volvió. Aléjase el pasado y vemos el presente con tintes sonrosados. Con brillo de zafir, mil bellas ilusiones y vívidos fulgores cual chispa desprendida de amantes corazones al nuestro viene a herir. El alma enajenada agita con placer la brisa saturada que en sí la hace volver. Miramos a lo lejos

164 La poesía en Atacama un porvenir dudoso y sombras melodiosas que ocultan el zenit. Pasaron los ensueños de nuestra edad dorada y aquella hermosa tarde nos hace así pensar: ¿Qué nos traerá el mañana envuelto en el misterio? ¿qué impenetrable velo lo oculta sin cesar? … Si nubes nos presagian un porvenir dichoso, en un abismo inmenso nos vemos sepultar. Tristeza siente el alma, angustia y orfandad… Perdido ya el encanto de la felicidad… Mas brilla de repente la luz de hermosa luna; mil argentados rayos reflejan su esplendor y el alma enmudecida, dudosa del misterio, ante natura bella recobra la esperanza, se siente engrandecida y eleva conmovida un canto al Hacedor.

165 Nicolasa Montt De Marambio

¡Desengaños!

Hubo un tiempo feliz en que creía que el mundo era un Edén en que todo entre brumas sonreía mirando por doquier, la luz, el bien.

Edad feliz aquella de ilusiones, alejada del mal, admirando de Dios las creaciones, ¡bendiciendo su mano paternal!

Pero un día, ¡oh dolor!, la Parca airada me hiere a traición. Y en esa funestísima celada me arranca temeraria el corazón.

¿Y quién puede vivir cuando ha perdido lo más noble del ser, cuando se halla el santuario destruido do moraba la antorcha del querer?

¡Vivir es vegetar en un desierto sin rumbo ni ideal…! Es caos de terror… dudoso… incierto… es averno de penas sin igual.

Así como se oculta en lontananza el arco iris de paz, así se halla extinguida la esperanza de mi dicha perdida por jamás.

Así yo viviré, triste… olvidada… en lóbrego rincón,

166 La poesía en Atacama hasta que allá en la tumba abandonada me una a mi enterrado corazón.

El libro

Terminaron del aula las tareas, y las sanas lecciones con que el trabajo arranca a los desiertos, ateridos y tiernos corazones donde los tiene la ignorancia yertos.

De este año escolar, muy pocos meses fue el libro el compañero que absorbió nuestra pobre inteligencia, amigo excepcional por lo sincero que lleva en pos de sí la sacra ciencia.

Con suma claridad él nos define qué es el saber, lo cierto, ampliando enciclopédicas lecciones, de verdad, de razón, de convicciones, y hacer brillar la luz de aquello incierto.

Y como el mar, de trémulo oleaje y de aguas brillantinas que reflejan la luz de mil colores, la hace subir en nítidos vapores para caer en gotas cristalinas.

Del cielo nos descubre los celajes… Su inmensa lejanía… Y en los astros un mundo de armonías y prueba, que luchando con constancia se vence y se derrota la ignorancia.

167 Nicolasa Montt De Marambio

Ya nos muestra del arte lo sublime, define los amores, las galas de la gran naturaleza, y el alma al contemplar tantos primores se inclina ante el Autor de tal grandeza.

¡Oh libro, tu poder lo dignifico! ¡Das luz al pensamiento! ¡Un ideal fecundo siempre creas, y brotan chispas y un raudal de ideas al unir el trabajo y el talento!

¡Adelante!

Un puñado de jóvenes valientes, entusiastas, campeones del trabajo, han lanzado una idea, diligentes; quererlos combatir sería bajo.

¡La Liga Protectora de Estudiantes! ¡Magnánima labor, noble tarea! Hombres que a la instrucción sois tan amantes, ¡prended la mecha y arderá la tea!

Pueblo ilustrado, esclarecida masa, felices ciudadanos instruidos, echad la base; al formar la casa alzaréis torreones atrevidos.

Educad al chileno y en las artes lo veréis descollar en desarrollo; y doquiera que vaya, en todas partes tendréis un sabio si le dais apoyo.

168 La poesía en Atacama

¡Qué diremos del joven estudiante que después de probar su inteligencia cuando espera le digan «adelante»! ¡Solo encuentra mezquina indiferencia!

Eso no es sino un crimen, y el chileno que heredó de sus padres la nobleza está siempre dispuesto hacia lo bueno porque en su alma se anida la grandeza.

Necesita la patria noble apoyo y de sus hijos el preclaro celo; dadles ciencia a beber, es el arroyo que fertiliza con vigor su suelo.

Un esfuerzo, señores, que la historia, marcando el nombre de lumbreras siga, si es sólida la base, la victoria será de quien dé impulsos a la liga.

¡Brille la idea, la graciosa estrella, la Liga Protectora de Estudiantes! Apostolado de una causa bella cuyos frutos serán exuberantes.

Diálogo. Diana y La Noche

Dedicado a las alumnas del Liceo de Niñas de La Serena

DIANA Un rayo tenue de luz divina entre las sombras veo surgir.

169 Nicolasa Montt De Marambio

¿Será que el día con sus primores con sus encantos ya va a venir?

NOCHE No, yo detengo esa luz clara que va borrando toda aflicción. ¡Ah, tú te engañas! Yo la domino, yo soy la noche, soy el dolor.

DIANA Ella no teme, no la detienes, y antes te ordena retroceder. Viene del Cielo, es luz hermosa, trae la vida, trae el placer.

NOCHE Yo soy la ciega, tétrica noche. Y la aborrezco por su beldad. Yo soy el caos de las tinieblas, soy exterminio, soy soledad.

170 La poesía en Atacama

DIANA Ella derrama áureos tesoros y da a los campos fecundidad. Y son sus rayos las hebras de oro con que domina la inmensidad.

NOCHE Yo soy el eco de las tristezas; odio el progreso intelectual. No me detiene ningún tormento; oscurantismo es mi ideal.

DIANA Tu amargo encono declina, ¡oh noche! Que es de nobleza tu gran misión. Cuando ya el aura cierra su broche, qué encantos trae al corazón.

Plácida luna viene a buscarte y en los espacios se ve lucir: el alma errante va divagando,

171 Nicolasa Montt De Marambio formando ensueños del porvenir.

Templa tus iras: somos hermanas. Todo en nosotros tiende hacia Dios. Eres muy bella, murmura el aura, con armoniosa, plácida voz.

NOCHE Feliz hermana, tú eres dichosa; la luz brinda vasta instrucción. Yo en las tinieblas tanto he sufrido que ya me siento sin ilusión. Las decepciones con sus violencias han amargado ya mi vivir, y soy rebelde con mi existencia; solo deseo pronto morir.

Mas, si pudieras tú convencerme que cumplir tengo bello ideal, arrepentida cual Magdalena

172 La poesía en Atacama perdón pidiera por tanto mal.

DIANA Vemos en todo, mi querida hermana, que es la bondad de Dios claro raudal. Y así la voz lozana le envía en la mañana su incienso de perfume sin igual.

Y esa luna tan bella, esplendorosa derramando doquier rayo fugaz, nos dice candorosa que si ella es tan hermosa lo es por adorar al Dios de paz.

Ya ves, ¡oh noche! Es tanta tu ceguera que de Dios has llegado a blasfemar. ¿Quién esto lo creyera? ¡Tú que eres mensajera de la paz que aquí el hombre ha de gozar!

¡Pidámosle perdón! ¡No te maldiga! Pidámosle perdón; es un deber que a estas flores bendiga y hacer de ellas consiga ángeles de virtud y de saber.

Que infiltre en ellas la sagrada tea de inteligencia, de virtud en flor, y cada niña sea mujer y ángel que crea su bien, su porvenir, su ilustración.

173 Nicolasa Montt De Marambio

NOCHE Ayúdame a pedir, querida hermana. Perdón, gracia, saber, don inmortal. Que cada flor lozana abrillante mañana otra estrella del sideral.

Que en alas del trabajo suba al Cielo la juventud que anhela todo bien, de la ignorancia el velo descorriendo con celo lauros conquistaran para su sien.

Diálogo. La Caridad y La Vanidad

CARIDAD ¿Adónde vas, así, reina hechicera, hermosa flor lozana, cual bella primavera esparciendo perfume en la mañana?

VANIDAD Yo soy la diosa del placer mundano; voy a buscar adulo, adoración; nada más grande al corazón humano que el vasallaje fiel del corazón. Y tú dime do vas, así sencilla, pero brillante por tu dulce faz.

CARIDAD Errante voy cual débil avecilla, cogiendo espinas y brindando paz. ¿No sientes en tu alma cruel vacío? ¿No ves que todo es humo sin fulgor?

174 La poesía en Atacama

Eres, oh Vanidad, un desvarío que desengaños te dará y dolor.

VANIDAD Sigue tu senda, no seas importuna; mi juventud hermosa he de gozar. Yo necesito incienso y la fortuna homenajes me tiene que brindar.

CARIDAD ¿Y qué te queda, di, de tanto incienso? ¿Qué te queda en el alma? Yo bien lo sé, ¡solo un vacío inmenso, ni siquiera la calma! Conmigo ven, que hay tantos que gimen en oscuro rincón.

A muchos libraremos, ¡ay del crimen!, a otros de aflicción, cuántos misterios de dolor profundo el existir maldijo, porque así como tú, son en el mundo.

Egoístas, de fijo cuántos hay en las cárceles sumidos purgando su maldad: si en castigo los tienen detenidos, ¿no merecen piedad?

Ahí está el hospital, asilo donde busca consuelo el infeliz que sufre con dolor y desconsuelo: ¡el que a más de sus íntimos dolores tal vez no tiene hogar

175 Nicolasa Montt De Marambio careciendo de íntimos amores que lo hagan esperar!

El amor y esperanza es fiel quimera que alimenta la vida, ¡y al infeliz que nada ve y espera podrá serle querida! Ven, hermosa, mil penas mitiguemos, calmemos la aflicción, que cada lagrimita que enjuguemos será una buena acción.

VANIDAD La verdad en tus ojos centellea, de tus labios escucho la virtud; comprendo la grandeza de tu idea y aplaudo su grandiosa magnitud. No quiero ser el egoísmo rudo que hasta hoy me segó con su fulgor, ni seré terco indiferente y mudo cuando hay que calmar tanto dolor.

Mi ninfa generosa, compasiva ha tocado a mi alma tu virtud. Adiós el fausto, la grandeza altiva, árido fruto de negra ingratitud; si vegeté en el mundo, así engañada y fue mi triste nombre Vanidad: si por tu ejemplo he sido iluminada, yo me inclino ante ti, ¡oh Caridad!

Una historia

Una historia me contaron, tan terrible, que no sé

176 La poesía en Atacama si cual me la relataron interpretarla podré.

Una viuda desvalida triste vivía en su hogar; un hijo, que era su vida, solo la hacía llorar.

Como no conoció padre y era de índole tenaz, no pudo la pobre madre guiarlo hacia el bien jamás.

La taberna lo arrastraba, volvía ebrio al hogar y hasta su ropa empeñaba para sus vicios saciar.

«Hijo», la madre decía, «busca el sendero del bien», pero el niño respondía «¿a quién le dice eso, a quién?».

La anciana desesperaba de vergüenza y de dolor. «Trabaja», le aconsejaba, «que el trabajo es un honor.

Esos vicios que no vences con mi vida acabarán, y cuando menos lo pienses no tendrás madre ni pan. Chico, no ibas a la escuela; grande, no vas al taller. Tu vida me desconsuela… ¡Marchas hoy peor que ayer…!

177 Nicolasa Montt De Marambio

El trabajo regenera da salud y bienestar y el carácter morigera, que hoy por hoy me haces temblar».

«Calle ya», dijo el mancebo, «déjese de ese sermón; si trabajar yo no quiero, ¿qué me importa su aflicción?».

«¡Hijo ingrato!», grita ella, «no te duele mi sufrir. ¿No ves del llanto la huella que al fin me hará sucumbir?».

Y con impulso profano a su madre va a pegar… Que al contacto de esa mano al suelo la hizo rodar.

Tal pesar que afrenta abona, la infeliz no resistió… Y el infame la abandona y allá a la taberna huyó…

Quiso apagar ese grito de su conciencia voraz y se enfangó en el garito para hundirse más y más.

Vuelve inconsciente a su casa azorado y con pavor… Y al entrar, su vista abrasa un cuadro desolador…

178 La poesía en Atacama

Aquella madre que un día la existencia se la dio, que cariños a porfía con delicias le brindó.

¡Esa madre estaba yerta! ¡Fue tan grande su pesar, que de pena quedó muerta sin poderlo perdonar…!

«Soy infame desgraciado», dijo: «A mi madre maté. ¡Parricida…! Deshonrado! ¿Qué debo hacer? Moriré».

Tomando un arma de fuego al suicidio recurrió… La justicia vino luego y al punto se lo impidió.

Su conciencia fue el testigo que le gritó expiación, y la ley le dio el castigo merecido a su baldón.

Encerrado entre las rejas mísera vida arrastró. ¡Y cuán terribles las quejas que hasta su muerte exhaló…! …

El trabajo es cual estrella que hace al deber reflejar; seguid niños, esa huella y la dicha habéis de hallar.

179 Nicolasa Montt De Marambio

De chicos id a la escuela, ya grandes, id al taller; el trabajo es quien nivela la dicha de cada ser.

De vuestro padre el consejo seguidlo con humildad: la experiencia es un espejo donde brilla la verdad.

Y a vuestra madre ya anciana, que os ama de corazón, haced que al morir mañana os deje su bendición.

180

Rafael Torreblanca Doralea

(Copiapó, 1854 – Batalla de Tacna, 1880)

Sus padres fueron Rafael Torreblanca y María Doralea Vallejos, quienes tuvieron trece hijos. Era un buen estudiante, pero la situación económica de su familia no le permitió seguir con estudios supe- riores. Su padre fue millonario como dueño de las minas Retamo y Remolinos, pero volvió de nuevo a la pobreza tras perder su fortuna en el juego. A la edad de 18 años Rafael era ensayador, profesión que había aprendido en el liceo bajo el profesor Antonio Carvajal, y en Nantoco, bajo el administrador García Urondo. Ejerció esta profesión en el establecimiento metalífero perteneciente a la casa de Edwards llamado «Agua Amarilla». Probó suerte buscando algún yacimiento minero que le per- mitiera hacer fortuna, pero no le fue bien. En 1873, su idealismo lo llevó a tomar la decisión de embarcarse a Cuba para participar en la lucha por la independencia de la isla. Rumbo a Cuba decidió hacer una escala en Lima, ciudad en la que su hermano Zacarías se desempeñaba como docente del Colegio Inglés, quien lo invitó a quedarse trabajando en el mismo colegio enseñando química, física y matemáticas, materias que Rafael dominaba a la perfección. Él y su hermano regresaron a Chile porque su madre estaba muy enferma y ellos quisieron darle el último adiós. Con mejores recursos, Rafael pone sus esfuerzos en encontrar yacimientos mineros, esta vez con mejor suerte, pero el inicio de la guerra contra Perú y Bo- livia estaba al acecho. Sin importarle sus yacimientos, se incorporó

181 Rafael Torreblanca Doralea al Regimiento Atacama, siendo ingresado como subteniente en la 2da. Compañía. Con respecto a su vida militar, comenzó como alférez y luego obtuvo ascensos a teniente y a capitán, pero más importante es su categoría de héroe de la patria. En Pisagua, «es el primero que des- cerraja las puertas del Perú trepando a la cumbre con cinco atacame- ños»; y en Los Ángeles «es el primero que sube al pico inaccesible, como el águila»1. La batalla de Tacna fue el final de nuestro heroico joven, según relata el también héroe y capitán del Atacama, A. M. López: «Por otro lado cae también herido de un balazo el denodado capitán Rafael Torreblanca, el que es ultimado con dos balazos más y siete bayonetazos. Su corneta, Ceferino Román, viendo que había caído su capitán, se echó al suelo boca abajo, pudiendo así librarse del enemigo que pasó por ellos». Clementina Cobo Valdés, la inspiradora del poeta, y quien no correspondió su amor, nació en Copiapó en 1862 y murió en la misma ciudad el 20 de noviembre de 18802.

Al Atacama3

¡Heroico regimiento! Te saludo en nombre de la patria, te bendigo porque jamás en los combates pudo resistir tu valor en el enemigo.

Porque peleando has infundido miedo, sin dar descanso, ni pendón, ni tregua, y así has triunfado con igual denuedo en Pisagua, Dolores y Moquehua.

1 Ver: El álbum de la gloria de Chile. 2 Ver Revista de Estudios Históricos, números 43-44, 2002. 3 Poema tomado de Bianca Sandoval Reyes. Poesía y Guerra del Pacífico. Uni- versidad Católica Silva Henríquez. www.scribd.com

182 La poesía en Atacama

Allí has vengado del Perú la ofensa, allí lo has puesto con Bolívar en jaque; mostrándote tan firme en la defensa como audaz y resuelto en el ataque.

Para ti no hay descansos ni fatigas, nunca el desierto te causó desmayo y destrozas las huestes enemigas como destroza el fulminante rayo.

Fragmento4

En campaña, soldado y no poeta, mi lira es hoy un refulgente acero, y mi música el toque de corneta que a cumplir su deber llama al guerrero.

No tengo ya esas notas que arrancaban el sentimiento al corazón ardiente, y en amorosos cánticos llevaban tiernos tributos de pasión ferviente.

El amor, ay, si en mi alma se atesora, es aquel que a la patria a mí me inspira el deseo de verla triunfadora, ¡de verla libre y que al progreso aspire!

El adiós

Lucero misterioso del amor, que brillas entre luces escondido,

4 Tomado de Patricio Ibarra Cifuentes, «Rafael Torreblanca Doralea y la Provin- cia de Atacama en la Guerra del Pacífico 1879-1880».Cuaderno de Historia Militar, N°3, 2007.

183 Rafael Torreblanca Doralea al fulgor de tus rayos he sentido tembloroso mi pecho palpitar.

Voy a partir; el dedo del destino me señala, tal vez en lontananza, un remoto sendero de esperanza que conduzca a las gradas de tu altar.

Voy a buscar en medio de la guerra, entre el humo sangriento del combate, una bala piadosa que me mate o algún rayo de luz para mi sien.

Un rayo que, alumbrando mi existencia, me permita llegar hasta tu lado, de triunfales laureles coronado, para ponerlos todos a tus pies.

Cuando suene el clarín de la batalla bastará, Clementina, tu memoria, para lanzarme en pos de la victoria con altivo y osado corazón.

Y si el plomo enemigo me derriba, tu nombre solo, fúlgido lucero, brotará de los labios del guerrero como el postrero y eternal adiós.

Mil veces por dichoso me daría si al tomar el fusil de la matanza una sola palabra de esperanza pudiera de tus labios arrancar.

Y si caigo y derramas una lágrima por la memoria pálida del muerto, las arenas candentes del desierto

184 La poesía en Atacama conmoverse mis restos sentirán.

Cuando bese la brisa tu mejilla y jugando en tu rubia cabellera a tu oído murmure placentera vagas frases de goce y de amor.

Entonces, ¡ay!, recuerda que te adora más que a su vida un mísero soldado que deja, al separarse de tu lado, en estas líneas su postrer adiós.

Epitafio

Cayeron entre el humo del combate víctimas del deber y del honor; ¡denodados y heroicos compañeros, valientes de Atacama! ¡Adiós! ¡Adiós!

185

Daniel Meneses

(Choapa, 1855, atacameño por adopción – Santiago, 1909)

Su obra ha sido compilada por Micaela Navarrete y Daniel Palma en el grueso volumen Los diablos son mortales: la obra del poeta popular Daniel Meneses. Santiago: Ediciones de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, 2008. Los datos biográficos de Daniel Meneses son escasos. En 1899, Meneses le dijo al obrero tipográfico Jorge Octavio Atria, quien re- copiló antecedentes de primera mano sobre los poetas de su época, que había nacido el 21 de julio de 1855 en Choapa. Sin embargo, Atria, en una carta enviada a Rofolfo Lenz en 1919, afirmó que Meneses había fallecido en Santiago en mayo de 1909 a la edad de 45 años. Por otro lado, Juan Uribe Echavarría aseguró que Meneses nació en el norte hacia 1868. Se cree que la fecha de nacimiento más probable es la dada por Atria. Sus padres, Juan Pablo Meneses y Liberata Pastén, eran agricul- tores. Meneses creció en Choapa junto a sus hermanos y no salió del lugar hasta 1865, fecha en la cual, según información entregada por Meneses a Atria, la familia se mudó al mineral de Tamaya, lugar en el cual el padre Meneses trabajó por algunos años en la mina El Pique. Posteriormente la familia se asentó en la hacienda Valdivia, cuyo dueño era Julio Lecaros. Por su impulso de conocer el mundo, Meneses decidió abando- nar la casa paterna en 1871, a la edad de quince años. Esta salida, que duró décadas, comenzó en el mineral de El Rosario, propiedad de los patrones Lecaros. Trabajó como barretero y aprendió sobre

187 Daniel Meneses la dureza de la vida. Al parecer no duró mucho en este lugar. Según sus versos autobiográficos, durante muchos años anduvo probando suerte en distintos trabajos en el Norte Chico: Tamaya, La Compañía, Labral, hasta llegar a Carrizal en 1872. Fue en este periplo por la provincia de Atacama que Meneses desarrolló su vocación por la poesía popular, pero como no sabía leer, su compañero de labores, Santiago Luna, le enseñó utilizando las cuatro fojas del libro Rami- llete de diversas flores. Luego siguió estudiando por su propia cuenta con un silabario adquirido en Tocopilla. Atria informa que Meneses aprendió a leer y a escribir en un lapso de siete años. Se cree que a los veinte ya tocaba el guitarrón. El poeta Meneses, autodenominado «poeta nortino», aflora con fuerza en la década de 1870. Durante la Guerra del Pacífico, Meneses la pasó entre Tocopi- lla y Cobija. Estaba dedicado a «luchas entre cantores populares», las cuales lo llevaron hasta Iquique, lugar en donde, en 1884, en un negocio de billar, «ayudando a cantar en guitarrón», recibió un balazo en el cuello que le paralizó las extremidades, dejándolo inválido. Tras ser operado, pudo recobrar algo de movilidad en los dedos, lo cual le permitió seguir escribiendo y tocando el guitarrón. Su calidad de lisiado le permitió perfeccionarse en su arte. Leyó y se documentó sobre los más diversos temas, que luego utilizaría en su poesía. A fines de la década de 1880 se estableció en Santiago y desde 1899 comenzó a publicar sus composiciones, beneficiándose de la creciente popularidad de los pliegos de poesía impresa entre los campesinos y obreros de la ciudad. El principal apoyo en Santiago lo encontró en la poeta popular Rosa Araneda, con quien Meneses convivió hasta la muerte de ella.

Versos de la vida rodante

A los quince años de edad me ausenté de mis mayores entregado a los rigores del mundo y su vanidad.

188 La poesía en Atacama

Uno cuando es regalón la regalía le hostiga, y le aconseja que siga los destinos de un peón. Hoy que sé lo que es razón voy a decir la verdad con toda moralidad: para las costas de abajos me fui a pasar trabajos a los quince años de edad.

Mi padre me aconsejaba: «Hijo, acompáñame a mí», yo le contestaba sí, que no lo desamparaba; pero si ya me gustaba esos que llaman amores, como hacen los amadores. Digo, y nadie se asombre que por aprender a hombre me ausenté de mis mayores.

¿Dónde yo lo imaginaba que la vida de un rodante era pues sacrificante ni tanto se trabaja[ba]? Varias veces me acordaba, entre los trabajadores, de mi casa, yo, señores, movido por un resorte, salí a recorrer el norte entregado a los rigores.

Si yo lo hubiera sabido que iba tanto a sufrir, cuando propuse partir,

189 Daniel Meneses tal vez no habría salido. Hoy por hoy arrepentido me hallo por mi enfermedad; Dios me mira con piedad de ver lo que me ha pasado y me tiene separado del mundo y su vanidad. Al fin, ya tengo experiencia y sé lo que es padecer; tarde vine a conocer la voz de la Omnipotencia; lo que deseo es paciencia en este triste momento. Con voluble pensamiento digo tan lleno de gozo: le agradezco al Poderoso que me aumentó mi talento.

Segundo verso de los padecimientos de un rodante

En este mundo tirano yo soy el más desgraciado: sin tener padre ni madre me encuentro desamparado.

Sesenta cobres en plata tenía cuando me fui, pues, pero ese tiempo, sí, toda cosa era barata. La suerte a mí me maltrata desde una edad temprano. Estando en país lejano, sea conde, rey o papa, nadie de sufrir se escapa en este mundo tirano.

190 La poesía en Atacama

A Tamaya, mineral, llegué y entré de minero en casa de un pirquinero, pero la saqué muy mal. Conociéndome fatal, en tal miserable estado, dije, pues, desengañado, contrito y con aflicción: por salir sin bendición yo soy el más desgraciado.

Cuatro meses no cabales en aquel punto estaría, después a la compañía me marché en horas fatales; viendo que sufría males dije: aunque no me cuadre, y ya cuando me taladre mi suerte la cruel fortuna, quedaré como a la luna, sin tener padre ni madre.

De allí me pasé a Labral por tierra, muy placentero, me junté con un ratero y un flojo vago, ¡qué tal! Lo que me vieron sin real se botaron a enojado. De Freirina al otro lado quedé, y como una avecilla, dije con alma sencilla: me encuentro desamparado.

Al fin llegué a Carrizal el año setenta y dos, encomendándome a Dios

191 Daniel Meneses como justo y natural; allí un año, pues, cabal estuve alegre y muy franco; después alargué mi tranco no por tierra sino en tren, y fui a trabajar, lo ven, donde llaman Cerro Blanco.

Separación de un marido de su esposa

No pude encontrar consuelo desde que salí a rodar; lejos de mi bella esposa solo me faltó el llorar.

Día once me separé de mi dulce y tierno amor, y en un hermoso vapor las aguas del mar surqué al puerto donde llegué me encomendé al Dios del cielo en un continuo desvelo lamenté mi desventura, y ausente de mi hermosura no pude encontrar consuelo.

Angustiada me decía con su pañuelo «¡adiós!», y sobre el muelle a las dos paraditas las veía; yo con gran melancolía no la quería mirar, me fui haciendo a la mar empujado por el viento

192 La poesía en Atacama y no he hallado contento desde que salí a rodar.

Del puerto donde arranqué le escribí a mi amada bella, y con plata para ella una carta le mandé en la cual le declaré mi viaje, cosa por cosa de allí con marcha forzosa pasé por buscar la buena y siempre pasé con pena lejos de mi bella esposa.

Cada vez que me acordaba de mi amada compañera más que nunca no quisiera un triste suspiro daba. Mi corazón batallaba diariamente sin cesar sin poderlo sosegar me dije el sentir no aguanto y de verme sufrir tanto solo me falta el llorar.

Al fin, del Huasco en bonanza me embarqué en otro transporte de juntar plata en el Norte no perdía la esperanza; me dije en esos lugares, he de volver a mis lares llevando algún principal y hoy me hallo en la capital con otros nuevos cantares.

193 Daniel Meneses

Las palanganadas de los poetas de Tamaya

En los cerros de Tamaya está pariendo la poeta: hasta los niños de teta cantando sacan la raya.

Canté con un tamayino toda una noche y un día, fui tenaz en mi porfía porque nunca perdí el tino; le versé de remolino viéndole pujanza y galla; solo de verle la talla dije: de aquí no me escapo; quiero volverme sapo en el cerro de Tamaya.

Después entré a una covacha donde llaman San José; uno me dio con el pie al verme de mala facha. Con el mocho de una hacha me dio golpes el trompeta, y cuando llegué a la meta conocí que no iba mal. En todo ese mineral está pariendo la poeta.

También me fui a la Dichosa por tantear mi gran saber: canté con una mujer de talento y muy pomposa; le dije a la muy curiosa con una ciencia completa:

194 La poesía en Atacama si en hablar no se sujeta, yo de aquí no me levanto; y profanan en el canto hasta los niños de teta.

Me dijeron que en el Pique había un gran criticón; fui y le pegué un encontrón, lo abollé y lo planté al pique. Se quiso volver un quique, pero le encontré la falla. En talento no desmaya y muchos están comprendiendo, hasta los que están naciendo cantando sacan la raya.

Al fin, en ese lugar, en versos y en redondilla, entre tanto poetecilla no encontré con quién cantar; de ahí me mandé cambiar por no hacer un gran estrago. Uno me dijo: le pago porque me deje un invento; y luciendo mi talento hoy día me hallo en Santiago.

Mi viaje al norte en busca de fortuna

Por ver si juntaba plata al norte me fui atracando, como la sacase mal de allí volví reculando.

195 Daniel Meneses

Una vez que me aburrí de pobre y no con hambruna, en busca de más fortuna para Iquique yo me fui. Cuando en el vapor partí conocí mi suerte ingrata; la vida no es muy barata en esa tierra de allá. Llegué a Tarapacá por ver si juntaba plata.

Tres chiquillos vendedores me acompañaron de aquí; pero fueron para mí corrompidos de los peores; esto cuento a mis lectores en lo que les voy narrando, cierto es lo que estoy contando, que lo que sufrí no es poco, y al pasito poco a poco al norte me fui atracando.

Por aumentar mis caudales al interior yo subí, y en las pampas recorrí esos inmensos chuscales; para colmo de mis males no junté ni un solo real. Yo mismo hice fatal por irme a esos lugares, y he vuelto a mis mismos lares como la sacase mal.

Mis ojos fueron dos mares cuando del trabajo supe; no ganan ni para el chupe

196 La poesía en Atacama los pobres particulares. Se aumentaron mis pesares en esos desiertos. ¿Cuándo veré al chileno gozando como gozan sus patrones de esas vastas regiones? De allá volví reculando.

Al fin, en la conclusión, ya que escapé de la ruina, a esa gente pampina le echo la bendición; yo sufrí que es compasión miserias como dos meses. Viendo mis estupideces que eran más que indecencia, me lo dijo mi conciencia: vuelve a tus pueblos, Meneses.

Mi saludo al arribar al puerto de iquique. A los lectores de mis versos de la provincia de Tarapacá

De la capital de Chile a este Iquique he llegado; brindándoles la alegría me presento con agrado.

Me embarqué en Valparaíso en un hermoso vapor buscando un nuevo amor; llego acá de un improviso. Francamente les aviso porque nadie se horripile mucho antes que me asile

197 Daniel Meneses les digo sin ataranto: vengo a alegrar con mi canto de la capital de Chile.

Ya llegó el santiaguino, muchos lectores dirían; yo soy el que conocían con el nombre del nortino. Traigo consonante fino sin haber sido estudiado; si hay alguno autorizado, le verso de remolinos y a celebrar los pampinos a este Iquique he llegado.

El año ochenta y cuatro de aquí arranqué de la muerte y hoy vengo buscando suerte por si encuentro algún poetastro. Si yo ando no dejo rastro; no digan que es fantasía es mi bella poesía: les cuento todo lo cierto y he arribado a este puerto brindándoles alegría.

De acá yo fui barretero, no se los puedo negar, y ahora soy popular, nombrado en el mundo entero; por un balazo refiero quedé bastante postrado y en quince años no he sanado con mis cantares les pruebo; y a mis amigos de nuevo me presento con agrado.

198 La poesía en Atacama

Al fin, un balazo ha sido la causa de mi sufrir, el cual me hizo morir, pero quedé en un sentido, con el cuerpo adormecido. Yo pasé bastantes meses, lo que hablo no son sandeces, en mi leal moralidad; si dudan de mi verdad, me llamo Daniel Meneses.

Completos detalles de mi escursión al norte y las partes donde anduve

A Coquimbo el primer puerto primeramente llegué; cuando me desembarqué lo encontré casi desierto; pasé a La Serena advierto y anduve calle por calle, dando este simple detalle: del sendero no me salgo. Por ver si juntaba algo me fui después a Ovalle.

Por segunda a Caldera otro vapor me llevó; después pasé a Copiapó por ver la gente minera. En esa provincia entera solo la miseria brilla, por mi creencia sencilla mis faltas me las reprocho; y en los días del dieciocho canté en Tierra Amarilla.

199 Daniel Meneses

Por tercera yo a Taltal llegué en el vapor de noche y no habiendo quien me roche fui a tierra y la saqué mal; a un señor municipal fui a verlo sin ponderar, prontamente y sin tardar. En lo que aquí simbolizo le solicité un permiso expreso para cantar.

Antofagasta en la tarde llegué en mi excursión, y al verle su población, luego le eché un Dios te guarde, y como no era cobarde a tierra hube de saltar; traté ahí de trabajar haciéndome buen sujeto. Con un permiso secreto puse canto popular.

Por quinta fui a Tocopilla, de Tocopilla a Iquique; allí quise irme a pique, naufragó mi barquilla; cuando ya perdí la quilla dije que arranque es preciso. Pronto de un improviso me vine al sur con esfuerzos, y me hallo imprimiendo versos ufano en Valparaíso.

200

Benjamín Carabantes

(Santiago, ¿? – Copiapó, 1886)

La información que se tiene de este escritor es extremadamente pobre. Se sabe que era poeta y periodista. En su Diccionario biográ- fico de Chile, Pedro Pablo Figueroa expresa que, aunque se cree que Carabantes «era natural de Santiago», hay otros que aseguran que nació en Copiapó. Se educó en el Instituto Nacional y desde muy temprana edad comenzó a cultivar la poesía, frente a la cual fue muy perseverante a pesar de que la crítica fue injusta con él. Colaboró en las revistas de su tiempo en Santiago y en 1877 publicó un gran número de poemas líricos en el diario El Constitu- yente de Copiapó. En 1883 fue redactor del diario El Veintiuno de Mayo, de Iquique. Falleció en Copiapó en 1886.

Apoteosis del héroe

En la muerte de Pedro León Gallo

¿Qué lúgubre rumor, qué infausta nueva es la que como el ángel de la muerte, trémula, discurriendo por el viento, a donde quiera la congoja lleva; la sangre hiela del varón más fuerte; y a toda la ciudad la pone a prueba… que hace que en un momento

201 Benjamín Carabantes por los ámbitos todos se difunda y como el más espléndido tributo al objeto de tanto sentimiento, que todo un pueblo su aflicción confunda, en un solo lamento, y vista el mismo riguroso luto?

Hacia donde dirijo la mirada, hacia donde se inclinan mis oídos: que no encuentre una frente desolada, ¡que no escuchen acentos doloridos! Vírgenes, madres, desposadas, viudas; el niño, el hombre, el joven, el anciano; de aspecto humilde o de facciones rudas; lo mismo el gran señor que el artesano: ¡no hay nadie que de angustia no vacile al saber que el más grande ciudadano de entre sus hijos ha perdido Chile!

¿Qué extraño, entonces, que en señal de duelo la patria con su símbolo de gloria bese doliente su nativo suelo como justo homenaje a su memoria? ¡Ah, que los suyos lloren sin consuelo al hijo amante y cariñoso hermano! Y con ellos el pobre y el mendigo, el obrero leal y el potentado, al protector lamenten y al amigo, que ocultando tal vez su desconsuelo, ¡a nadie despidió, desconsolado! Yo que de sus virtudes fui testigo… Dejadme a mí también que roto el hielo de mi alma que ora de dolor suspira y que por sus angustias interpreta la que en el labio silencioso espira: ¡dejadme que en el ritmo del poeta

202 La poesía en Atacama ese mudo dolor eleve al cielo como el incienso de funérea pira, y de su gloria descorriendo el velo que desgarre las cuerdas de mi lira!...

Con su alma noble y con su temple antiguo, era la distinción sin arrogancia; que, desdeñando lo vulgar y exiguo, irradia dignidad desde la infancia. Pues, ¡no porque en su cuna sobre él sus alas de oro tienda deslumbradora la fortuna, y que la sociedad le ensalce en coro, con el incienso enervador se embriaga! No, que de su alma las ideas grandes desde niño le imprimen un decoro que por sus actos se adivina al hombre.

Su pensamiento, que de un mar profundo arranca como un pico de los Andes, aspira recto a conquistarse un nombre que su anhelo de gloria satisfaga, ¡soñando acaso con un Nuevo Mundo! Enciéndese su rica fantasía: y con acentos varoniles canta al héroe y al prohombre que redimieron a su patria un día. Mas, si les alza venerado templo, no es como el que la ociosa poesía erige en ritmos a su causa santa, sino que lo consagra con su ejemplo.

Lo bello en teoría, si de su inspiración era la fuente, por más abstracto vaporoso y frío en el laboratorio de su mente,

203 Benjamín Carabantes animación y forma recibía; y concepción sublime desvarío. De generoso soñador vehemente se traducía en actos a la vista; como la Venus en metal ardiente, la inspiración revela del artista… ¡Destellaba en la acción su poderío!

Cuando la tiranía sobre el pueblo vencido su funeraria sábana extendía: de la patria al supremo llamamiento, como el león herido, ¡el héroe de Atacama se levanta! Y salvando los lindes del desierto, junto con su rugido que hiela, la amenaza en la garganta: ¡el déspota engreído, marcado de terror1, descolorido, siente a su encuentro vacilar la planta!

Tan honrado y leal como valiente, sustituye el imperio de la idea al reinado del ídolo indolente; e inscribe en su pendón «¡CONSTITUYENTE!». Que desde entonces en al aire ondea cual lábaro de luz resplandeciente, y es el grito de guerra en la pelea.

Emulando una a una las glorias de Bolívar: su invencible energía, su heroísmo, su sublime sin par desprendimiento;

1 «Palabras tomadas de la proclama en que se celebra el triunfo de Los Loros» (información incluida en el poema).

204 La poesía en Atacama su reposo, su sangre y su fortuna inmola del deber al cumplimiento. Y próvido, excediéndose a sí mismo, en el cáliz de néctar y acíbar que le brindan los triunfos y reveses, ¡presenta a sus amigos el almíbar y se reserva para sí las heces!

Tan rara abnegación, tanto ardimento, ponen, por un prodigio, de su parte a la fortuna esquiva; y lo que en Chile no lograra el arte lo consigue un momento: ¡sobre su frente altiva el lauro sustentar del vencimiento!

Deja la Libertad de ser un mito, vana inscripción de legendario escombro… Y un prolongado grito de admiración, de júbilo, de asombro, en Chile resonó –¡que con fe viva, levantando su nombre hasta los astros, de nuevo inciensa al ideal proscrito!

Al héroe, en tanto, la ciudad cautiva recibe en triunfos y sus gloriosos rastros que la carrera con su sangre tiñen; ¡cubre de flores la marcial matrona! Las vírgenes las cienes se desciñen, y arrojando a sus plantas la corona, ¡con sus cendales sus heridas ciñen!

¡Fue la primer victoria que en lid con los tiranos de Pedro Gallo para eterna gloria, alcanzaran soldados ciudadanos!

205 Benjamín Carabantes

Alzarse, como enseña de combate se le veía a través de la metralla; ¡y en donde el corazón turbado late, erguirse heroica su soberbia talla…!

Si el primero en el fuego, en desertar el campo de batalla fue también el postrero –cuando luego, a pesar de trabajos sobrehumanos, sucumbían los suyos al embate de numerosos tercios veteranos.

Más que el influjo corruptor del oro, como airada lo afirma la leyenda, fue del aliado el egoísmo ciego lo que tronchó del héroe la esperanza y sumió a Chile en desolado lloro. Le vio acudir a su premioso ruego, jadeante, desalado, a través del desierto, en lid tremenda; con huesos de héroes señalar su senda… ¡Testigos que los años han diezmado, y a quienes no dio tregua ni sosiego hasta vencer en desigual contienda! Pero una Convención ha proclamado, y ya no ve de sumisión la prenda; le ve que en triunfo sin su auxilio avanza, y lo encuentra gigante para aliado; y por temor de verse defraudado en su ambición mezquina: le niega toda ayuda, toda ofrenda; ¡lo abandona del odio a la venganza, y rueda envuelto en su prevista ruina!...

Como empañan la lumbre del santuario las albas nubes de aromada esencia

206 La poesía en Atacama que brotan de riquísimo incensario: así, de su brillante inteligencia, la lealtad veló la transparencia, no sospechó el ambiguo tenor de una alianza que fundada en razón de conveniencia debía convertirse en asechanza. ¡Ah! No será este el último suplicio que a prueba ponga su organismo fuerte; y a medida que suba el sacrificio a mayor prueba lo pondrá la suerte… ¡Hasta que en las angustias de la muerte halle como un supremo beneficio!...

Aún le contempla el pueblo visionario, en brillante fantástico escenario, como con fe sublime se abalanza al frente de su grupo legendario, del poder contra toda la pujanza y tumba de su lado la balanza! O remontando al heroísmo antiguo: del lívido relámpago a la lumbre y entre el lúgubre horror de la matanza, ¡lo mira al pie de fulminada cumbre coronando cadáveres y escombros, como la encarnación de la esperanza de Chile en servidumbre, flotante el tricolor sobre sus hombros! Cubriendo la derrota y el camino tomando del destierro, jamás de su alma discordante nota que acusara amargura o de los suyos censurable yerro, le consigue arrancar la desventura, sus mismos enemigos con todos sus agravios

207 Benjamín Carabantes y míseros denuestos no alcanzan un reproche de sus labios.

De los adioses en el caso infausto, como último mandato a sus amigos, los compromete a dividir los restos de su tesoro exhausto, y en su nueva, forzada residencia, fijando alegre límites modestos a sus antiguos hábitos de fausto: enriquece su noble inteligencia con las galas preciosas de la ciencia.

En la playa extranjera su culto por la patria se sublima, y de regreso a Chile –en el querido pueblo donde su cuna se meciera–, infatigable arrima las inmortales bases de un partido, heraldo de grandeza venidera. Y como brilla encima de nuestras frentes perennal lumbrera, inaccesible a la serpiente artera: en la encumbrada cima de su hogar bendecido, águila labra su glorioso nido.

Respirando la atmósfera serena de la azulada altura en donde el eco apenas se murmura del rayo ardiente que a sus plantas truena: la vida de los Gracos inaugura. Y con ojo avisor y atento oído, de la opinión siguiendo el movimiento, sus ímpetus refrena hasta el fatal momento

208 La poesía en Atacama en que el águila lanza su alarido. ¡Ruge la tempestad! –¡y en su preciso elemento se encuentra de repente! La paloma en cóndor se transfigura; su frente se ilumina; ¡de su mirada la expresión fulmina, y su palabra es una espada ardiente! ¡Ay del menguado que al león provoque; de quien al pueblo encadenar intente; de quien la veste de la patria toque! ¡Escapará a la cólera divina el rayo desviado de su frente, pero al abismo rodará en su choque! Mas ya que en torno la quietud contempla, con su misión termina; y en el hogar paterno se retempla para regir la tempestad siguiente.

Era de su partido la estrella misteriosa que en noche tenebrosa, fijando el rumbo del sendero incierto, mostraba el lecho del Recién Nacido: la sagrada columna luminosa que a través de desierto llevaba al paraíso prometido.

Notó del enemigo el desconcierto; y guiando los suyos al asalto con la bandera en alto, ya toca la escarpada cumbre, ¡oh! ¡qué gloria!, de su triunfo cierto… y advierte que se viola la consigna; que se manda hacer alto; ¡que se desbanda la legión sagrada, en parte seducida o de concierto

209 Benjamín Carabantes con su enemigo astuto! Pero, como los héroes, si se indigna, no renuncia al honor de la jornada… Mas, ¡ay! ¡Tropieza en el puñal de Bruto! Entonces se resigna; y envuelto en el silencio su decoro, ¡cual César, cae en la actitud más digna!

¡Oh! Ya no más un varonil acento que difundía generoso aliento, el pueblo de sus labios suspendido escuchará anhelante, estremecido… ¡Ni con lampos de luz su pensamiento alumbrará del alma el firmamento!

Cuanto en el mundo le inspirara apego debió moverlo a compasión entonces; y si el molde rasgó su alma de fuego, ¡lo rasgará, también, a ser de bronce! Considerando toda resistencia inútil rebelión contra un destino que en todo le mostraba la impostura y reducía su ideal divino. Quizá a reminiscencia o a la revelación de otra existencia: ¡puso en duda su augusta investidura! Entonces todo lo encontró mezquino; la luz del día pareciole pálida y el mundo en lastimosa decadencia. Y ávido de verdad y de ventura, sintió que de impaciencia su espíritu vibrara en su envoltura como la mariposa en la crisálida: ¡y en gloria su alma remontó a la altura!

210 La poesía en Atacama

Le ve la patria, en su dolor profundo, alzarse con la espada centellante del ángel vengador en el oriente eclipsarse un instante; e inundado en la luz del Viejo Mundo en gloria y majestad volver triunfante. Y al tocar el cénit de la existencia de su calor fecundo, y su palabra espaciase elocuente, y es vívido esplendor su inteligencia: le mira de repente cual cisne en agonías, cual astro moribundo, ceñirse su diadema de armonías; incendiarse su atmósfera radiante, ¡y lívido caer en occidente!

Hoy como en la asamblea, en la tribuna su asiento está desierto; ¡y hacer pueden los déspotas fortuna! Bien que, quizás, transcurrirán los días antes que, convencido de que ha muerto, dé principio el poder a sus orgías: puede animarse su cadáver yerto; ¡puede surgir de sus cenizas frías!

Pero si falta el hombre queda el marco del templo de la patria en la muralla; mostrando con lo inmenso del vacío, del héroe ausente la gigante talla… ¡Tal, que parece un mudo desafío a nuestra vanidosa suficiencia que al darle un sucesor perpleja se halla! ¡Ah! ¡Sí, que en vano busco en torno mío al hombre digno de tamaña herencia!... Y si de Chile la extensión abarco

211 Benjamín Carabantes hallo la ilustración, la inteligencia: pero ¡que se alce el hombre de Plutarco!...

Mas, ¡ah, que en este trance doloroso los más tristes acentos son profanos, y en el recogimiento religioso solo encuentran consuelo los humanos! Es un vago terror el que me inspira el eco de mi voz que solitaria vibra en donde principian los arcanos que nos vela esa loza funeraria… ¡Ah! ¡Sí, yo siento que en mi labio expira! Que me tortura penetrante frío; que me muevo en un caos tenebroso; ¡que debajo de mí se hace el vacío! Y la brisa nocturna sí suspira: como un ruido de azadas pavoroso golpea en mi alma –¡que cavarse mira ya de los muertos la mansión nefaria!... Y pues todo lamento es infructuoso, ¡justo será que uniendo mi plegaria a la muda oración de sus hermanos, interrumpa mi canto y silencioso eleve al cielo las dolientes manos!

¡Pero yo debo hablar! Quiero que me oigas, ilustre jefe… ¡y la palabra no hallo que resumiendo el voto de los tuyos no turbe tus celestes regocijos! De hoy más será tu nombre ¡PEDRO GALLO! el que primero aprendan nuestros hijos, ¡y el último que enuncien nuestros labios! Tus nobles hechos que llevamos fijos en nuestro corazón como en un templo, ¡por sobre las doctrinas de los sabios

212 La poesía en Atacama referirán las madres a sus hijos para que sean dignos a tu ejemplo!...

¿Qué importa, pues, que en la mansión mortuoria queden tus restos, oh, dolor, cautivos, si entre nosotros vive tu memoria y tu espíritu reina entre los vivos?

Tú, para quien del héroe la obra seria era dignificar al desvalido en lid con la ignorancia y la miseria; y que libre de espasmos y terrores, con la conciencia del deber cumplido le pagaste tu deuda a la materia: ahora, duerme en paz como has vivido, al lado de tus íntegros mayores. ¡Ah! No, los hijos de tu noble suelo que aclamaron al héroe en el vencido, y hoy con sus corazones baten marcha al fúnebre compás de los tambores: ¡sobre tu tumba no verán la escarcha que del ala del Ángel del Olvido en polvo cae de invisible hielo y destruye del arte los primores! Que mientras haya un pecho agradecido, ¡del sauce y del laurel bajo el ramaje alternará el dolor con el gemido de la aura rumorosa!

¡De una lágrima el vívido homenaje reflejará cual joya luminosa de los astros los rayos tembladores! ¡Y al reclinarse el sol en el ocaso, nunca marchitas dejará las flores que a renovar vendrá sobre tu loza,

213 Benjamín Carabantes con faz velada y con furtivo paso, de la adhesión la mano temblorosa!

Hoy, que vela tu sueño misterioso la virgen de los últimos amores; que no late tu pecho generoso, ni radian de tus ojos resplandores: hoy que solo eres un cadáver yerto que no infunde esperanza ni temores: en solemne y muda veneración de un pueblo conmovido que al contemplarte muerto desconcertado duda si tanta majestad ha concluido: es la posteridad la que saluda al campeón valeroso que al reclinarse en la batalla ruda– con el apremio del postrer momento, acaso decidiendo la partida– ¡pudo como Moisés dejar el mundo aclamando el glorioso advenimiento del ensueño celeste de su vida! Incorporarse aún… ¡y moribundo beber ansioso el virginal aliento de la alboreante Tierra Prometida!...

Y pues desempeñaste tu tarea, confía sin zozobra en que los herederos de tu idea sabrán con gloria continuar tu obra. El pendón legendario que en vida tremoló tu pensamiento y que ora es tu riquísimo sudario: ¡del viejo juramento nos demande el severo cumplimiento! Que en adelante tu sepulcro sea

214 La poesía en Atacama el templo y el sagrario en donde descubierto te contemple todo aquel cuyo espíritu flaquea, ¡y en comunión contigo se retemple para ser invencible en la pelea!

Si en tu apoteosis que desde hoy se inicia y a que títulos tienes como nadie brillan la gratitud y la justicia: también la luz que de tu frente irradie, con ráfagas de gloria de un pueblo heroico bañará la frente; ¡y que en el bronce, al esculpir tu historia, esculpirá la suya juntamente!

B. Carabantes Caldera, diciembre de 1877

215

Santiago Escuti Orrego

(Rancagua, 1855 – ¿?)

Obras: Apoteosis del héroe Rafael Torreblanca. Poema. Santiago: Imprenta El Independiente, 1880, 25 páginas. Hermano mayor de Ramón Escuti Orrego. Realizó sus estudios en el Instituto Nacional y en la universidad obtuvo su título de abogado en 1883. Desde muy joven se dedicó a las letras, iniciando la publica- ción de sus poemas en 1866. En 1870 publicó su poema «Dios», un canto a la naturaleza, en el periódico El Constituyente de Copiapó. Al siguiente año dedicó su atención a la enseñanza de la gramática, la literatura y la filosofía en colegios particulares de la capital. En 1872 estuvo a cargo de la sección de redacción del periódico literario El Pensamiento, órgano de los jóvenes del Instituto Nacional. Al estallar la guerra con Perú y Bolivia, engrosó las filas del Co- mité Patriótico, en el cual tenía la tarea de recorrer el país hablando sobre los aspectos cívicos de la guerra. Más tarde, en 1887, durante la epidemia del cólera, prestó servicios importantes en comisiones oficiales. En ese mismo año participó en el Certamen Varela de poe- sía, obteniendo una mención honrosa con su colección de poesías Rayos y sombras y hojas secas. Igualmente, obtuvo premios en el certamen de la Sociedad de Bibliotecas Públicas y en de la Exposición Nacional en 1888. En 1890 obtuvo el cargo de Rector del Liceo de Constitución, establecimiento en el cual dictaba clases de castellano y literatura. En 1893 fue Rector del Liceo de Quillota, en el cual enseñó clases de castellano.

217 Santiago Escuti Orrego

Rima1

Cuando pienso en los seres que no existen y llenan con su luz el mundo entero, y en los que viven sin fijar con nada la atención superior del universo, entonces, asistiendo a la apoteosis del alma eterna sobre el frágil cuerpo: —¡Qué de muertos, exclamo, que están vivos! ¡Qué de vivos, Dios mío, que están muertos!

Duelo

Tan solo y sin rumbo fijo me hallo desde que me faltas, que voy sin saber adónde, como una estúpida máquina. ¡Dichosa tú que tendiste, con la muerte, a Dios las alas! ¡Triste de mí que aún peleo de la vida la batalla! Tú has ganado y yo he perdido, rota nuestra unión humana: ¡tú, feliz alma sin cuerpo! ¡Yo, pobre cuerpo sin alma!

1 Los poemas «Rima» y «Duelo» fueron tomados de Antología americana. San- tiago: Montaner y Simón, 1897.

218 La poesía en Atacama

Delirios2

¡Alas, alas de fuego necesito! En los delirios de su musa inquieta mi ardiente juventud levanta el grito: ¡Alas para subir a lo infinito con el vuelo atrevido del poeta!

¡Alas para alcanzar lo que he soñado! ¡Alas gigantes de eternal poder, que yo bata feliz sobre lo creado! ¡Alas al pensamiento arrebatado que no puede mi frente contener!

Quiero llevar con incansable anhelo de mundo en mundo mi volar audaz; y los misterios descubrir del cielo; ¡y dejar, en mi osado y raudo vuelo, los horizontes pálidos detrás!

Quiero el gran todo ver de la natura pasar ante mi absorta fantasía; ¡y al Padre de la vida y la armonía, del bien, y la verdad y la hermosura, en cuadros mil de varia poesía!

¡Yo quiero penetrar lo impenetrable! ¡Coronar de centellas mi cabeza! ¡Avidez tengo de inmortal grandeza, ansia loca de amor inagotable, sed inmensa de luz y de belleza!

2 El poema «Delirios» fue sacado de Ramón Belisario Brizeño, compilador. Bo- cetos literarios 1876-1882. Santiago: Imprenta Victoria, 1882, pp. 13-18.

219 Santiago Escuti Orrego

Venid conmigo a merecer la palma de ese anhelo recóndito y sin calma, ¡oh, divinos poetas, nobles seres; y vosotras, purísimas mujeres que menos barro sois cuanto más alma!

¡Venid conmigo todos; y entre flores y entre cantos de dicha embriagadores, juntos emprenderemos nuestro vuelo a moradas de goces superiores, donde se colme este sublime anhelo!

Dejad que entre vosotros, delirando las alas de mi mente, lance yo a la región del ideal, soñando; ¡y pase mi alma en fin, sin saber cuándo, al sueño de que nadie despertó!

¡Vates, pulsad la lira dulcemente y arrancad de ella mágico sonido! ¡Reinas de la hermosura, de alma ardiente, ceñid de lauros mi abrasada frente en que sueña el amor enloquecido!

Venid en apiñada muchedumbre bardos augustos y gentiles diosas: poetas, en estrofas armoniosas dadme un destello de la inmensa lumbre; ¡Inmensidad de amor, dadme, oh hermosas! ¿Quién como yo pudo admiraros tanto? ¡Mi juventud, mi vida y mi terneza os he ofrecido en inspirado canto! ¡Y mi muerte será un delirio santo de amor, de poesía y de belleza!

1876

220 La poesía en Atacama

A don Jorge Huneeus3 Soneto

Aún verlo me parece: en la mirada el rayo superior; alta la frente; y en la voz fácil, ática, potente, la vibración de un alma levantada.

Sin la bondad la inteligencia es nada; ¡pero él fue la bondad inteligente! Más que una inteligencia, ¡fue una mente por un gran corazón siempre alumbrada!

Libro y tribuna honró, cátedra y foro, a raudales vertiendo su elocuencia, de su saber jurídico el tesoro.

El sabio queda en la mental herencia, pero no el bueno: hombre de bien, le lloro; ¡le glorifico, apóstol de la ciencia!

A la juventud4

(Oda premiada con Medalla de Oro en los certámenes de la «Sociedad Unión Comercial»)

I ¡Contraste universal! Lujo y miseria, rayos y sombras, tempestad y calma: ¡cubierta de esplendores la materia,

3 Soneto tomado de Narciso Tondreau, A la memoria de Jorge Huneeus. Santiago: Imprenta Cervantes, 1890. 4 El poema «A la juventud» fue tomado de La Revista de Chile, fundada por Gustavo A. Holley. Año IV, vol. VII, N°1, primera quincena de julio de 1910. Santiago: Imprenta Moderna, 1901.

221 Santiago Escuti Orrego y en pavorosa desnudez el alma! El alma que, vestida de ensueños, de esperanzas e ilusiones, sintió las inefables emociones que engrandecen la vida, ¿ha de yacer en triste desaliento porque el dolor le arrebató sus galas? ¿No espera nueva luz, nuevo contento? ¿No espera nunca descoger sus alas en más puro y sereno firmamento?

Cuando el hombre, del pecho en lo profundo, lleva la idolatría de sí mismo; cuando el ciego y brutal materialismo las flores del amor seca en el mundo, ¿quién, ay, libertará la raza humana de su mentido encanto y sus prisiones? ¿Quién la alondra será de la mañana en la noche fatal de las pasiones? ¿Quién llegará, glorioso mensajero, en los momentos de la amarga prueba? ¿Quién de la vida mostrará el sendero, como el heraldo de la buena nueva?

¡Despierta, juventud! Alza la frente, baña en celeste lumbre tu mirada: ya asoma en el oriente la aurora de tu espléndida jornada. ¡Grandioso amanecer! Son los albores de la augusta conciencia: fe, probidad, honor, benevolencia, ¡del mundo espiritual los precursores!

Ya sube a la eminencia el sol de la virtud: él con sus rayos tus vastos horizontes ilumina;

222 La poesía en Atacama

él trueca en ardimiento tus desmayos; él la fuerza divina te dará, que sostiene y que levanta, que al triunfo del espíritu encamina la humanidad, con decidida planta.

El fatigado siglo que no ha visto ahuyentarse las nubes de su duelo, ¡te abre, al morir, el código de Cristo, donde fulgura el verbo de consuelo!

II ¡Despierta, juventud! Sonó la hora de tu misión querida: ¡a la obra redentora, a dilatar y enaltecer la vida!

¡Guerra a la inicua guerra! ¡Guerra a todo execrable despotismo! La dulce libertad reine en la tierra, y aras tenga el amor, ¡no el egoísmo! ¡Sella en las agitadas muchedumbres cordial unión, que en dicha se convierte! ¡Ama la claridad que arde en las cumbres, no las tinieblas, con su horror de muerte!

No al ocio te abandones: armada siempre de viril constancia, ¡resiste a las mezquinas seducciones del vicio y la ignorancia! Huye del monstruo pérfido del juego, que, en la vigilia de íntimos azares, quita al hombre el sosiego y hunde en oscuro abismo de pesares la honra y felicidad de los hogares! Nunca, en regia mansión o en vil guarida,

223 Santiago Escuti Orrego la embriaguez bamboleante y aturdida tu mente ofusque en su delirio insano: ¡la copa maldecida con santa indignación quiebra en tu mano! ¡Ay de los que las ansias no reprimen del vicio enervador que les degrada! En la copa traidora, emponzoñada, beben la iniquidad, ¡beben el crimen! No oigas la voz infame de la concupiscencia que a sus deleites sórdidos te llame: ¡allí donde la incauta adolescencia, cogida en brazos de falaz locura, malogra la opulencia de los dones que debe a la natura! El que en torpes orgías perdió el vigor de sus hermosos días; el corazón a la virtud negado, ¡sin fuerzas, sin anhelo, nada de bello y grande ha realizado bajo el azul del cielo! Son los firmes y bravos corazones que con gigante brío contrarrestan del mal los aquilones, ¡ellos, la eterna dicha y poderío del hombre y las naciones! ¡Son los atletas de animosos pechos, que músculo y espíritu han probado en la ardua lid, en el trabajo honrado, los que con altos hechos su paso por el mundo han señalado!

Infatigables seres, huestes del pensamiento y los talleres, en cuyas filas el clarín se escucha de la prosperidad y el bien sociales:

224 La poesía en Atacama

¡esos los inmortales, los nuevos héroes de la incruenta lucha!

¡Arriba, juventud! Nunca los vicios, como fieros aludes, te arrastren a sus hondos precipicios: ¡recoge y guarda en el valiente seno las preciosas virtudes que han formado la gloria del chileno! Entereza, bondad sin servilismo; nunca en la sombra el puñal cobarde: en el deber, constancia y heroísmo; fecunda acción sin ostentoso alarde.

¡Juventud! ¡Primavera de luz y amor fulgente! ¡Cómo tiendes las alas de tu mente por la olímpica esfera de las más elevadas concepciones! ¡Con qué palpitaciones, de inmensa vida en ondas armoniosas, bulle tu pecho y siente el sagrado entusiasmo de las cosas! Tú, que del ser alientas todavía la nativa salud y la energía, tú, que en la pura sien llevas impreso el sello de un sublime apostolado, ¡por la anchurosa ruta del progreso avanza en pos del ideal soñado! Bajo los pabellones, lleno de irradiaciones, de la industria, del arte, de la ciencia, vuela a ofrecer, como vitales dones, brazo incansable, audaz inteligencia.

225 Santiago Escuti Orrego

IV ¡Arriba, juventud! ¡Siempre adelante! Mas nunca delirante tras fatuo brillo o apariencia vana: busca, en vez de la pompa deslumbrante, la luminosa perfección humana. Una es la humanidad, y en su servicio, la concordia social no es falsa utopía: quien procura el ajeno beneficio, labra en el surco la ventura propia; ¡que no hay ventura cierta si, mientras goza el hombre satisfecho, ve al infortunio lívido a su puerta, desnudo mendigar, sin pan ni techo!

¡Arriba, hermosa juventud! ¡Despierta! ¡Los tributos mejores lleva en el corazón como en los labios: gratitud para todos los favores, bálsamos para todos los dolores, olvido para todos los agravios! Haz tu labor sin inquietud ninguna: practica el bien: es la mayor riqueza: ¡no hay solios del poder o la fortuna que sobrepujen la moral grandeza! No corras, engañada, tras frívolos placeres: ¡cuán alto el luminar de tus deberes! ¡Fija en él para siempre la mirada!

V ¡Ánimo, juventud! Nada deprima tu abnegación, tu fe, tu ardor divino: ¡aliento, juventud! Llega a la cima: Dios te alumbra el camino. Realizarás al fin tus esperanzas:

226 La poesía en Atacama y en gratas y solemnes ovaciones, celebrando tus ínclitas acciones, el pueblo entonará tus alabanzas. Por el extenso mundo no sonarán en bélicas trompetas tus triunfos de la paz, del bien fecundo: ¡qué grandes himnos, con su voz de llama, te alzarán, pregoneros de tu fama, tus futuros, magníficos poetas! ¡Oh, si me fuera dado hasta entonces vivir!… ¡cómo en tu gozo mi corazón saltara de alborozo, de inmensa admiración arrebatado! Mas si es forzosa ley que antes sucumba, tu obra de luz, tus prósperos sucesos, ¡aún llegarán en la callada tumba a estremecer de júbilo mis huesos! ¡Radiante juventud! ¡Numen que adoro! En desvelo propicio, busca del alma el sin igual tesoro, sin que jamás te arredre el sacrificio. Ama, piensa, trabaja y persevera, ¡y cíñete el laurel de la victoria! Te aplaudirá la humanidad entera: ¡tuyo es el porvenir, tuya la gloria! Diciembre de 1900

Visión tenaz5

Tu recuerdo has ligado a lo infinito donde vea de Dios el nombre escrito; también tu nombre yo veré brillar.

5 El poema «Visión tenaz» fue tomado de Revista Literaria, editada por Domingo Amunátegui. Santiago: Imprenta Colón, 1878.

227 Santiago Escuti Orrego

A la nimia mujer el hombre olvida: no a la que supo el alma estremecida sobre la humana condición alzar.

Una noche de amor y de consuelo, el glorioso espectáculo del cielo pudimos juntos contemplar los dos; y tú exclamaste en arrebato santo, divinizada ante el celeste encanto: «¡Mira! ¡Cuán grande y admirable es Dios!».

¡Sí! Qué admirable es Dios en sus portentos: esa noche, ese cielo, esos momentos aquí de mi alma en lo interior están. Dios los dejó en el fondo de mi vida como tenaz visión, mujer querida: ¡y siempre, eternamente, aquí estarán!

Podrá con sus rigores el destino que separó del tuyo mi camino, lejos de ti, matarme el corazón. Mas ¿dónde, dónde yo estaré, oh amada, que mis ojos no abismen su mirada del cielo en la feliz contemplación?

Y es fuerza que al mirar al firmamento levante a su Hacedor mi pensamiento, y que en ti Dios detenga mi pensar. Tu recuerdo a lo eterno has vinculado: respóndete a ti mismo, dueño amado, si alguna vez yo te podré olvidar.

228 La poesía en Atacama

Apoteosis del héroe Rafael 2º Torreblanca

I ¡Lógico fin de semejante vida! ¡Cómo pudo morir de otra manera quien tuvo un alma audaz, nunca vencida, por los hechos sublimes decidida, ávida de salvar toda barrera!

¡Su vida fue luchar! Y ese el destino fue de las almas grandes y abnegadas: luchar, en las tormentas desatadas del mar del mundo, abriéndose camino, contra el escollo, el viento y las oleadas.

Luchar con ese afán que siempre augura alto prestigio para un alto nombre que baña el sacrificio en su luz pura luchar contra natura y contra el hombre en pro del hombre mismo y de natura.

No comprendió su mente levantada a esas almas sin luz, almas de lodo, que de su ser no apartan la mirada, que en el bien propio lo utilizan todo ¡y al bien común no sacrifican nada!

¡Esas mezquinas almas ven serenas perspectivas de encanto y placer llenas la senda fácil del vulgar destino! ¡Las almas grandes ven las grandes penas, lo escabroso y lo rudo del camino!

Descuella entre la turba el genio ardiente, siempre obstinado en inmortal acción;

229 Santiago Escuti Orrego

¡luchando hasta triunfar el lid creciente, de algún tenaz obstáculo su mente, de algún poder aciago el corazón!

II Hay héroes de tan fúlgidas hazañas. Frentes de tan olímpica belleza, ante cuya magnifica grandeza pigmeas aparecen las montañas y apenas sí fulgura el espléndido sol de la natura.

¡Espíritus altivos e impetuosos, de intrepidez y abnegación colosos, para empresas titánicas formados, de las fáciles glorias desdeñosos y de un gigante triunfo enamorados!

¡Tal Torreblanca fue! ¡Jamás la suerte logró abatir su corazón entero; ni doblegó su voluntad de acero el formidable espectro de la muerte!

Tuvo desde la cuna su mirada esa expresión simpática y severa, ¡como un presentimiento del que espera por la mano del tiempo ver fijada una hora grandiosa en su carrera!

Ni el retozar alegre del infante, ni del joven las frívolas pasiones pudieron ocupar un solo instante su existencia, en el bien perseverante nutrida de eminentes ambiciones.

230 La poesía en Atacama

El trabajo, la lucha fue su ideal desde el primer estreno de su vivir, a la maldad ajeno; y la voz sola del deber escucha el noble corazón que arde en su seno.

Doquier su errante vida acrece de su mente los caudales, concurriendo sin tregua ni medida a la felicidad de sus iguales.

En busca del saber y la experiencia con afán incesante los arcanos: bebe en fuentes de luz su inteligencia y prodiga esa luz a sus hermanos.

Siempre de la desgracia los clamores llegaron a su oído; y fiel a sus instintos bienhechores nunca negó su amparo al desvalido.

III De heroica abnegación el justo anhelo y de un pueblo viril la causa santa, llevan al punto su atrevida planta al polvoroso, ensangrentado suelo de la indignada Antilla que ansía romper el yugo que la humilla6.

6 En el hermoso y bien fundado trabajo biográfico sobre el héroe, trabajo debido a la pluma de su compañero y amigo el señor G.L., y que más de una vez nos ha servido de consulta, leemos lo siguiente: «Cuando la desgraciada Cuba hacía esfuerzos sobrehumanos para elevarse al rango de nación, sin que ninguna de las repúblicas americanas, en esto verdaderamente criminales, ni siquiera le tendieran una mirada de consuelo, el joven Torreblanca, a la sazón veinte años y recién salido de las aulas, se lanzó a las playas de la infortunada Cuba en demanda de un puesto de soldado para ofrecer su brazo y su sangre generosa en la defensa de la libertad e independencia de su suelo».

231 Santiago Escuti Orrego

De la ardiente cautiva de los mares, solitaria y cargada de prisiones, vuela a poner, como gratuitos dones, su brazo y existencia en los altares; cuando el fatal destino detiénelo en mitad de su camino.

Pisa, entonces, su planta generosa que conduce doquiera trabajo, actividad y luz copiosa, del país de los Incas la ribera.

Y de esa nación pérfida que osara insultarnos con ruin alevosía, la intelectual atmósfera sombría próvida iluminó su mente clara7.

No existe allí de la equidad fecunda la ley que al genio y su labor asile; y del caos de horror que le circunda, ansioso vuelve a su querido Chile.

IV Mares, abismos, yermos ni montañas su inquebrantable espíritu vencieron; ¡y las que ante su paso se opusieron fuerzas ciegas, fatídicas o extrañas, a su imperiosa voluntad cedieron!

En las rocas y páramos salvajes naturaleza misma sorprendida,

7 «Pocos años permaneció en el Perú el joven Torreblanca. Durante su residencia en él se ocupó de hacer clases de matemáticas en diferentes colegios de Lima, donde dejó muy bien sentada su reputación de competente». G.L.

232 La poesía en Atacama a tan audaz y prodigiosa vida de su asombro rindió los homenajes.

Cuando con él marchando contemplara, como su propia sombra, a la miseria, mirándola sin miedo, cara a cara, ¡su alma se enseñoreó de la materia!

Su actividad y espíritu incansable todo lo avasallaron, porque ardía en su frente ese fuego inacabable que revela del genio la porfía.

Del honor y la fama la aureola superior cerca su nombre; y el humano deber, que cumple y ama, le da la excelsa majestad del hombre.

La sociedad lo adora y lo acaricia, la estimación en su favor se aduna, ¡un Edén le bosqueja la fortuna de perenal delicia, de dulce bienestar sin sombra alguna!8

¡Ah! ¡Dicha baladí! ¡Menguada calma! Su corazón no seca el egoísmo: ¡nunca en el pobre molde cabrá su alma del interés estrecho de sí mismo!

Vanos sueños, ¡adiós!... Cuando agredida llama a la lid sus hijos la patria, en nobles iras encendida,

8 Torreblanca, según es pública fama, había hecho un gran descubrimiento en esos mismos días en que empezaba la actual guerra y tenía ofertas magníficas para explotarlo, pero lo abandonó todo por servir a su patria.

233 Santiago Escuti Orrego

¿quién puede, en el placer los ojos fijos, aún no sentir la sangre sublevada para empuñar la vengadora espada? ¡Él no será como esa turba inerme que indolente vegeta, goza y duerme!

Así pensando el bravo Torreblanca, de heroico ardor el corazón le late; de su alma osada todo afecto arranca que no sea el impulso del combate; y con valor sincero, brazo y vida a ofrecer corre el primero.

Un sagrado deber su mente inflama, la emoción al sentir del patriotismo; y proezas soñando y heroísmo, ve nacer el indómito Atacama.

Él quiso ser el último soldado; mas no lo quiso la justicia austera que el temple de aquella alma comprendiera; su primitivo empeño malogrado, cede al fin, y bizarro subteniente, muestra en su altiva frente el varonil espíritu estampado.

V EN CALDERA AL PARTIR Al vaivén de las olas, lento y suave, en un solemne día, sobre el azul cristal de la bahía de la gentil Caldera, orgullosa colúmpiase la nave del chileno convoy, que ansiosa espera

234 La poesía en Atacama a la bella cohorte de los hijos atléticos del norte.

Y allí está de la mar en la ribera, la gallarda legión que cumplir sabe las leyes del soldado estrictamente; su futuro esplendor tal vez presiente; y allí la veis, con traje austero y grave y con marcial, apuesto continente.

Y en torno de ella agítase anhelosa muchedumbre confusa y conmovida, que los labios mover apenas osa, al dar quizás la eterna despedida al hijo, al padre, al adorado esposo, al caro hermano, al deudo y al amigo. ¡A tanto amado ser, que el bien precioso, la quietud y el contento venturoso de un tierno hogar se llevarán consigo!

Hiende el aire un sonoro «viva Chile». ¡Supremo enjugador de todo llanto! ¡No hay dolor que el espíritu aniquile de la patria en peligro al nombre santo! Y al punto, con semblante más risueño, ¡salta a los listos botes con presura el viril batallón atacameño! Y al tardo y triste remador apura hacia el flotante leño.

VI ¡Truena el cañón! Los últimos adioses se pronunciaron ya; y en lontananza se ven grupos aún, se escuchan voces, y el rápido bajel avanza, ¡avanza!

235 Santiago Escuti Orrego

Cuando la presta nave se retira y allá desvaneciéndose a lo lejos el pensativo subteniente mira de la patria los últimos reflejos; pulsa las cuerdas de una rica lira, de tan vibrante acento que, al escucharlo, conturbose el viento; las ondas con violencia se agitaron, ¡y a estremecer los ecos alcanzaron la cerúlea región del firmamento!

ADIÓS «Lucero misterioso del amor, que brillas entre nubes escondido, al fulgor de tus rayos he sentido tembloroso mi pecho palpitar, ¡voy a partir! El dedo del destino me señala quizás en lontananza un remoto sendero de esperanza que conduce a las gradas de tu altar.

Voy a buscar en medio de la guerra entre el humo sangriento del combate una bala piadosa que me mate o algún rayo de luz para mi sien; un rayo que alumbrando mi existencia me permita llegar hasta tu lado de triunfantes laureles coronado, para ponerlos todos a tus pies.

Cuando suene el clarín de la batalla, bastará, Clementina, tu memoria para lanzarme en pos de la victoria con altivo y osado corazón; y si el plomo enemigo me derriba, tu nombre solo, fúlgido lucero,

236 La poesía en Atacama brotará de los labios del guerrero como el postrero y eternal adiós.

Mil veces por dichoso me daría si al tomar el fusil de la matanza una sola palabra de esperanza pudiera de tus labios arrancar; y si caigo y derramas una lágrima por la memoria pálida del muerto, las arenas candentes del desierto, conmoverse mis restos sentirán.

Cuando bese la brisa tus mejillas y jugando en tu rubia cabellera, a tu oído murmure placentera vagas frases de goce y de amor; entonces, ¡ay!, recuerda que te adora más que a su vida un mísero soldado, que deja al separarse de tu lado en estas rimas su postrer adiós».

Así el canto sentido, con un adiós que en lo sublime raya, voló fugaz a la chilena playa por las marinas brisas conducido.

VII Y el joven subteniente ha revelado con ese nuevo don que le completa ¡cómo el genio guardar puede secreta, bajo el modesto aspecto del soldado, la inspiración grandiosa del poeta!

VIII PISAGUA Aparición siniestra, inesperada

237 Santiago Escuti Orrego de impertérritas naves, turba la móvil, bramadora rada de Pisagua, que agítase espantada con sus temores graves. Pavorosas visiones, ¿qué llevan en su seno? Del formidable ejército chileno las gallardas, intrépidas legiones.

¿Qué intentan esas tablas voladoras que parten de las naves atrevidas, y con bélicos gritos despedidas, a las peruanas playas avanzando, raudas surcan el mar, del mar señoras, las alteradas olas desafiando? En ellas van soldados delirantes para quienes no existe lo imposible, la decisión pintada en los semblantes, en guerrero coraje el pecho hirviendo, ¡a ejecutar con ímpetu terrible el plan más colosal, arduo y tremendo, de una temeridad inconcebible!

¿Cuántos son? –Dos puñados de valientes, ante cuyas miradas Pisagua sus alturas imponentes alza, de agudas puntas erizadas, como bosques de acero relucientes.

¡Vedlos allí! De balas homicidas en granizadas súbitas envueltos, avanzan en sus tablas combatidas, despreciadores de sus nobles vidas, ¡valerosos, enérgicos, resueltos!

238 La poesía en Atacama

Próximos a tocar la playa ansiada van escapando algunos prestos botes; ¡hunde otros, en la mar alborotada, del plomo silbador la saña airada o el marino vaivén con sus azotes!

Y toda aquella audaz, guerrera gente, cuáles sobre las tablas presurosas, cuáles sobre las olas espumosas, domándolas con brazo prepotente, todos ganan frenéticos la orilla, ¡roja en chilena sangre la mejilla!

IX ¡Y en vano el enemigo en sus furores, como viva muralla, presenta sus tenaces defensores! ¡No hay al chileno valla!

Y siguen adelante nuestros bravos matando, con denuedo incesante, los certeros fusiles disparando en el fragor del combatir horrendo, matando o sucumbiendo bajo los fuegos del contrario bando.

X Con vigorosa planta, de Chile los indómitos campeones, llevando en sus altivos corazones la voluntad que el miedo no quebranta, cual provocados leones, del hombre y de la natura combatientes, suben a la escarpada fortaleza,

239 Santiago Escuti Orrego que les opone sin naturaleza trepando por las rígidas pendientes.

XI Son del valor titanes que jamás en la lid retrocedieron, que afilando sus fuertes yataganes y sus fusiles aprestando, hicieron juramentos sagrados de ver por la victoria coronados sus atrevidos planes, o quedar en el campo inanimados.

XII De lo alto de las cumbres, sacudiendo, satánicas, la tierra, entre humo denso y repentinas lumbres, estallan las tormentas de la guerra; y despeñan torrentes de hierro y plomo aciagos, sobre nuestros valientes, serenos de la muerte en los estragos, firmes en su propósito, serenos, van a tocar la cima: ¡son chilenos!

En varias luchas y en encuentros varios derriban a los últimos contrarios; y en grupo jubiloso que ostenta a su cabeza un héroe todo arrojo y entereza, ¡el tricolor ondea victorioso!

XII ¿Quién es aquel mortal esclarecido? ¿Quiénes aquellos ínclitos soldados? ¡Ante ellos han caído

240 La poesía en Atacama los enemigos jefes, y han rendido sus armas, al caer, anonadados!

¡Es Torreblanca, el bravo subteniente, que las postreras filas ha deshecho, batiendo al postrer jefe pecho a pecho, robusto el brazo, el ánimo potente!

Con él dos afamados zapadores y dos atacameños invencibles, de la patria los fúlgidos colores contemplan vencedores, con transportes de gozo indefinibles.

Y él latiéndole el pecho y empuñado el trozo de su rota espada bella que el esplendor del éxito destella, sangriento y desgarrado el glorioso uniforme, y el semblante en patrióticas llamas abrasado, preséntase delante del jefe insigne, y pone a su albedrío los adalides fieros a quienes desarmó su audacia y brío, dejándolos rendidos prisioneros. «¿Qué tenéis, subteniente? ¿Dónde os hirieron, dónde?», pregúntanle con ánimo vehemente; «no sé, pues nada siento», les responde. Ante aquella actitud y ante aquel traje, un superior, de conocida fama9, prestándoles un público homenaje, en un arranque de entusiasmo exclama: «Un tan extraño y singular rotoso,

9 El coronel Sotomayor. –G. L.

241 Santiago Escuti Orrego débese remendar de esta manera», dijo, ¡y cubrió su mano justiciera del subalterno el cuerpo sudoroso, con un jirón radioso de nuestra gloriosísima bandera!

XV Y el oficial intrépido y modesto que mostró con su espada a sus soldados del honor y la gloria el primer puesto, escucha mil aplausos tributados por varoniles almas expansivas; y en ovación inmensa, voces de admiración, ruidosos vivas, ¡del heroísmo egregia recompensa!

XVI DOLORES ¡Aún nublan con sus múltiples horrores de la memoria nuestra la mirada, los momentos de duda abrumadores, la suerte vacilante de Dolores, en esa encarnizada, larga, sangrienta, desigual jornada!

XVII Sobre nuestros diezmados artilleros, cuyo fuego mortífero no cesa, del pujante Zepita los guerreros se abalanzan, cual lobos carniceros que hambrientos van a devorar su presa.

Junto a la batería infatigable que despide acertados rayos de muerte y destrucción preñados,

242 La poesía en Atacama bátense con denuedo imponderable, ¡del bravo Cruz Ramírez los soldados!

XVIII Del invicto y ya célebre Atacama parte la renombrada compañía, vuela donde el peligro la reclama, llega al pie de los férvidos cañones a proteger de Chile los pendones; enciéndese en colérica osadía de un oficial enérgico al mandato; y cual humanas, rápidas saetas, en patriótico, unánime arrebato, caladas las punzantes bayonetas, ¡aquella línea audaz se precipita sobre los combatientes aguerridos, del porfiado Zepita, que huyen en confusión, despavoridos!

XIX ¿Quién nunca resistió el violento empuje del león chileno, a quien admira el mundo, que, indignada la faz, yérguese y ruge y a su adversario lánzase iracundo?

XX Vuelve de nuevo el traje hecho jirones, ¡preseas del valor y el heroísmo! El noble paladín de excelsos dones al cual ha respetado el plomo mismo; ¡y un coro de viriles corazones, animados de ingenuo patriotismo, proclaman el primero, el más famoso, al joven Torreblanca victorioso!

243 Santiago Escuti Orrego

XXI Y luego el subteniente señalado que otro bello laurel ciñó a su frente, muestra, por la justicia anticipado, sobre el quepí glorioso del valiente la insignia de oro de su nuevo grado10.

XXII LOS ÁNGELES Callada está la noche y majestuosa; de Los Ángeles duermen las alturas; todo en silencio y en quietud reposa, entre sombras fantásticas y oscuras.

Apenas sí atestigua su existencia de la contemplación al ojo atento un colosal portento: es la escabrosa y áspera eminencia que parece tocar el firmamento.

Y allá arriba, sus puestos resguardados por la riscosa mole inaccesible, yacen del enemigo los soldados al pie de sus trincheras, sepultados en un sueño profundo y apacible.

XXIII Todo tranquilo está: duerme la muerte en el tajante acero no desnudo; duerme en la boca del fusil inerte; duerme en el vientre cavernoso y mudo del bronce aterrador, mientras la suerte

10 «En esta vez fue ascendido por su conducta heroica sobre el mismo campo de batalla». G.L.

244 La poesía en Atacama duerme con sus problemas soberanos, del futuro combate en los arcanos.

Todo duerme: un efluvio soporoso la noche exhala de su inmóvil seno, que convida al descanso delicioso; solo no busca el general reposo el patriotismo insomne del chileno.

XXIV ¿Qué pretende el titán? ¿Cómo concibe ascender a la cumbre inexpugnable de aquella mole adusta, inexorable, sin asidero casi, ni declive, cortada por los bruscos accidentes de roca insuperable, en estirados ángulos salientes?

¿Qué pretende el titán? ¿Qué explicaciones de proezas no vistas ni narradas mueven los retemplados corazones de nuestras bravas huestes desveladas?

¿Qué medita el chileno allá en su mente? ¿Meditar? ¡No! ¡Manda su voz ardiente! ¡No temáis que su espíritu vacile! ¡Para el nunca arredrado hijo de Chile pensar y hacer es uno solamente!

XXV ¡Vedlos! ¡Van a trepar! ¡La orden fue dada! El grande honor de la ascensión primera cabe a la compañía renombrada del Atacama audaz!...Vedla obstinada cómo afirma la planta y se apodera de guijarros, de escarpa y roca dura,

245 Santiago Escuti Orrego con férrea voluntad que nada altera, más inflexible aún que la natura.

XXVI Genios de la natura vencedores, ¡son hijos del desierto y las montañas, que dominan las cimas superiores y bajan de la tierra a las entrañas!

No hay riesgos para ellos, ni temores, y llevan a su frente, digno guía, al joven héroe de ínclitas hazañas en quien la patria su esperanza fía.

XXVII ¡Helo allí como va trepando ansioso el secular, insólito coloso! Ora con un esfuerzo sobrehumano, clavando entre la piedra desgranada la centelleante espada, avanza un paso más… ¡ora es en vano! ¡Su pie no intimidado se derrumba, sin que asuste su impávida mirada, la que a sus plantas ve probable tumba!

XXVIII Salta su pie sobre la enhiesta cumbre; arribó, en fin, al término preciso; mas, ¡ah!, que la compacta muchedumbre del enemigo alerta y sobre aviso, apuntándole a un tiempo los fusiles, ¡sobre él descarga tempestad nutrida de hórridos proyectiles! Y él sigue ileso, y manda a sus soldados tremenda y sin igual acometida; y ellos, hasta vencer o dar la vida,

246 La poesía en Atacama pelean como tigres irritados. Voz de «a la bayoneta» hiere el viento: ¡como exterminadores arcángeles de fuego vengadores, nuestros bravos arrójanse al momento sobre sus aturdidos contendores!

XXIX En rápidos instantes, tantas, hartas de sangre y fulgurantes con el reflejo extraño de la gloria, las ensañadas puntas penetrantes lampos despiden, ¡nuncios de victoria!

Y en la primer trinchera al recio ataque franca de la gente altanera que manda el invencible Torreblanca, ¡flamea ya nuestra inmortal bandera!

XXX Gana la altura el impaciente resto del prodigioso batallón temido; traba la lid, su ser dando al olvido; ¡y el enemigo, indócil en su puesto, cede ante aquel furor enloquecido que encendió el patriotismo con su llama en el pecho febril del Atacama!

XXXI Una vez más torna el campeón osado, el vestido inmortal pedazos hecho, como objeto glorioso consagrado por las balas que siempre han respetado su valeroso y arrogante pecho.

247 Santiago Escuti Orrego

XXXII Cuando el sol en mitad de su carrera, su claridad enviando placentera, nítido rayo en las alturas posa; ¡el nunca detenido atacameño álzace allí, con faz esplendorosa, de las reñidas fortalezas dueño!

XXXIII Y el teniente atrevido cuya empresa gigante la bella iniciación del triunfo ha sido, ¡en su quepí, de glorias rutilante, pudo lucir en breve nuevamente áurea franja de luz! Prenda segura de que si audaz y bravo fue el teniente, ¡no tendrá el digno capitán presente menos atrevimiento ni bravura!

XXXIV TACNA Llegó la hora de la ingente lucha con ansia tal del bravo suspirada; suena el fusil, agítase la espada, el ronco estruendo del cañón se escucha; la tierra se estremece conturbada.

Frente a frente se ven los batallones, todos sintiendo palpitar el seno, de espíritu fogoso el rostro lleno; unos son de la Alianza las legiones, ¡otros el solo ejército chileno!

De trincheras y fuertes protegida, poder aquella reconcentra y vida en altas posiciones dominantes;

248 La poesía en Atacama

¡y ostenta, jactanciosa y engreída, ígnea serie de bronces fulminantes!

A vencer o morir determinados, con la sien y las armas fulgurosas, dispone sus soldados en líneas de batalla silenciosas la estrategia chilena; ¡doquier una guerrilla se adelanta, marcha la voluntad firme y serena y resuelta la planta! De las bocas de fuego al estampido, pasa el plomo veloz, cortando el viento, con su tenaz silbido; truena el cañón, de víctimas sediento; la envanecida Alianza sus guerrillas avanza; las nuestras precipítanse sobre ellas; ¡y entre humo denso y vívidas centellas se oye el rudo fragor de la matanza, cual se oye en las profundas soledades el choque de las recias tempestades!

XXXV ¡Ved! Allí va del Atacama ufano la brava compañía; lleva su altivo paladín por guía; y a derribar el pabellón peruano, con la nerviosa mano, ¡él se abalanza, heroico en su osadía! Acometida súbita y furiosa de enemigos sin cuento, contrarrestar las intenciones osa del caudillo impertérrito un momento. Los valientes soldados repliéganse, del número acosados,

249 Santiago Escuti Orrego para luego tornar a la pelea; y él mostrando en sus ojos dilatados la inquebrantable, temeraria idea, vuelve a la lid seguido solamente de cuatro audaces, férvidos campeones; blande la espada con afán creciente, caen los enemigos a montones y va su intento a coronar… ¡oh cielo!, parte bala insensata de la enemiga hueste, ¡y trae al suelo al héroe insigne, a quien desangra y mata!

XXXVI El adversario mísero y cobarde, ni del no ser la majestad respeta, y de instinto brutal haciendo alarde, ¡cien veces la punzante bayoneta hunde, con alma inquieta, en aquel cuerpo inerte! ¡Acaso teme en su pavor horrible que, alzando el brazo el adalid temible del sueño eterno a combatir despierte!11

XXXVII Cuando al cerrar aquel sangriento día en que Chile, entregando a sus soldados

11 El corresponsal de El Mercurio escribía en su relato de la batalla de Tacna: «Casi la misma suerte corrió la 3ª, que fue mandada en apoyo de las anteriores, y en estos momentos el capitán Torreblanca, que hacía prodigios de audacia y de heroísmo sin retroceder un paso, cayó herido de un mortal balazo en la cabeza». «No menos de seis a ocho bayonetazos habían destrozado el cuerpo de aquel heroico joven dotado de un valor a toda prueba y de una clara inteligencia». El valiente y abnegado comandante del Atacama, señor Juan Martínez, recomen- dando a la consideración y recuerdo de la nación chilena la oficialidad de aquel bizarro batallón, decía: «Muy en particular al capitán Rafael 2º Torreblanca y ayudante mayor, señor Arce, que superaron todo arrojo cayendo en medio de las filas enemigas como caen los héroes: acribillados de balas y bayonetazos». (parte oficial de la batalla de Tacna).

250 La poesía en Atacama su honor y sus derechos insultados, sus futuros destinos resolvía; cuando al fin de aquel día de combate, de horror, de mortandad e incertidumbre, el corazón más libremente late, y alegra la victoria con su lumbre, rostros y corazones, en las chilenas, ínclitas legiones; cuando, triunfante de la gran batalla, nuestro esforzado ejército domina; y en la trinchera, el fuerte y la colina el acero se rinde, el fusil calla y mudos quedan los siniestros bronces de la dispersa Alianza, fugitiva; ¡sombrío cuadro de dolor entonces, los ojos nubla y del placer nos priva!

¡Ay, cuánto bravo herido! ¡Cuántas vidas preciosas, luchando, abrieron sus tempranas fosas! ¡Cuán grande, oh patria, tu holocausto ha sido!

XXXVII En los restos mortales del brillante adalid de la jornada fijaron melancólica mirada, admiradores antes que rivales, sus bravos compañeros desolados; ¡y vertieron de lágrimas raudales, por la aflicción los ojos anublados!

Y es fama que aun los mismos enemigos, que del raro adalid fueron testigos y admiraron en él cada proeza, ante el cadáver yerto, de su sangre mirándolo cubierto,

251 Santiago Escuti Orrego gritaban, al pesar tanta grandeza, con voz sincera que el asombro arranca: «¡El capitán incomparable ha muerto! ¡Viva el nunca vencido Torreblanca!».

XXXIX SOBRE SU TUMBA Cuando besa la tarde que declina la frente de esos Andes, símbolo eterno de las almas grandes, con su diáfana lumbre purpurina; el incendio rojizo de Occidente, reflejado en Oriente, los íntimos recuerdos ilumina; y absorta mi alma, ¡oh, capitán valiente!, piensa en aquella tarde alegre y triste del memorable mayo, a cuyo postrer rayo, que no vieron tus ojos. Frío y mudo y exánime yaciste; ¡alumbrando tus pálidos despojos ese mismo destello que alumbrara de Chile el triunfo bello!

XL Paladín eminente y trovador sensible, ciñe tu ahora inanimada frente doble, verde laurel inmarcesible.

Descansa en paz bajo el amado suelo que calientan los rayos de ese cielo generador de espíritus atletas que buscan entre rocas la fortuna: suelo donde, si han muerto una por una las argentadas y famosas vetas,

252 La poesía en Atacama hoy tienen, como ayer, su ilustre cuna almas de fuego, ¡de héroes y poetas!

XLI Ni una alma, ni una sola, de las que han visto, insigne Torreblanca, de tu genio lucir la bella aureola, pone fin al pesar, ni el llanto estanca.

Nunca bastantes lágrimas podría tener el corazón para llorarte, aunque velan tu fosa noche y día, llorando sin cesar la poesía, ¡la patria, la virtud, la ciencia, el arte, el amor, la amistad, la simpatía!

XLII Tú serás, Torreblanca denodado, en tu actitud grandiosa, eternamente, viva lección, imagen elocuente: el ideal supremo y adorado de la viril generación presente.

¡Deslumbrarás por tus hazañas bellas, que con su augusto resplandor de gloria, de primer magnitud serán estrellas en el cielo inmortal de nuestra historia!

XLIII Mientras sea un honor que el brazo fuerte el noble acero de la patria esgrima; y que por ella el pie burle la muerte y en las más arduas cúspides se imprima; y que el alma, al caer el cuerpo inerte, de heroica abnegación llegue a la cima;

253 Santiago Escuti Orrego

¡tú vivirás mientras tamaños hechos hagan latir de admiración los pechos!

XLIV ¡Tú serás inmortal! Y absorto el hombre ante el genio que todo lo supera, tu fama ilustre hará imperecedera; y en tanto al mundo el heroísmo asombre, ¡golpeando en rapto unísono las palmas, los grandes pueblos y las grandes almas con voz de fuego aclamarán tu nombre!

Julio de 1880

254

Ramón Luis Escuti Orrego

(Rancagua, 22 de agosto de 1858, copiapino por adopción, 1932)

Obras: Guirnalda de Dionisios. Poemas. Santiago de Chile: La Universal, 1929; La minería en el Departamento de Chañaral. Breve reseña de su estado actual. Copiapó: Imprenta El Constitucional, 1899; Siemprevivas. Lima: Imprenta del Universo, 1881; Canto épico a las glorias de Chile, 1887. También poemas dispersos en diferentes publicaciones, como «A la bandera de los zuavos constituyentes»1. Sus padres fueron Ramón Escuti y Díaz y Amelia Orrego y Ovalle. Según Pedro Pablo Figueroa, Ramón Escuti Orrego estudió en el Colegio de Villarino, en el Instituto Nacional y en el Colegio del Salvador. Comenzó a escribir en 1872 en Santiago y en 1877 varias de sus poesías se publicaron en El Constituyente y El Ata- cama de Copiapó. También por esa fecha colaboró en varios otros periódicos, en verso o en prosa, y varias de sus composiciones fueron reproducidas en el país y en el extranjero. En 1879 se alistó en el batallón Lontué, participando en la llama- da «pacificación» de la Araucanía. En 1881, luego de la ocupación chilena de Lima, llegó hasta la capital peruana, donde ocupó puestos públicos y colaboró en El Comercio de dicha ciudad, donde también

1 Para más información, ver Pedro Pablo Figueroa, Historia de la Revolución Constituyente 1858-1859. Santiago: Imprenta Victoria, 1889. También utiliza- mos Pedro Pablo Figueroa, Diccionario biográfico de Chile. Vol. III. Y el prólogo de J. Aníbal Ossandón a Siemprevivas. Lima: Imprenta del Universo, 1881.

255 Ramón Luis Escuti Orrego publicó su libro de poemas Siemprevivas. Más tarde, en 1887, obtuvo el accésit en el Certamen Varela, cuyo ganador fue Rubén Darío. Otra de sus actividades estaba relacionada con la educación, siendo director de la Escuela Democrática de Chañaral, de la Escuela Blas Cuevas de Valparaíso y subdirector del Colegio Andrés Bello de Chillán. Héctor González V., en la edición de El Rancagüino de diciembre 29 de 1982, relata que después del terremoto de 1922 que azotó la actual región de Atacama, un anciano muy enfermo en el hospital de Freirina pidió lápiz y papel y, en letra casi ilegible, escribió un poema. La gente del hospital quedó admirada al ver que aquel pobre hombre anciano era un poeta. Y claro, era nuestro Ramón Escuti, que había escrito su famoso soneto «Levántate, Freirina». J. Aníbal Ossandón, al hacer una evaluación de la poesía de Escuti, expresa que hay versos que no aportan nada nuevo, pero hay poemas que sobresalen por sus «hermosas metáforas, su elocución fácil y rítmica, sus pinturas admirables y su lógica en las ideas». Un dato que aporta es que «la muerte de su amada impresionó bastante». Su poema «Flor agostada» es «un canto tan triste como elocuente, húmedo de ternura y de pesar». Además, «después de haber prodigado su corazón, de haber amado mucho, de vivir un tiempo en los aires, de haber sido un verdadero meteoro, de llorar a mares sus cuitas y sus desvelos, palpó el desengaño, la esterilidad de sus elucubraciones, y descendiendo de la altura a que se había colocado, la realidad de este mundo prosaico y mezquino». Ramón Escuti tenía poco más de doce años cuando escribió este soneto:

Niña

Niña que fuiste tan graciosa y pura, ¿quién no derrama lágrimas al verte, si en la temprana edad de la hermosura vino el eterno sueño a sorprenderte?

256 La poesía en Atacama

Te halagaba tu madre con ternura, cuando mil gracias te brindó la suerte; mas hoy llora su cierta desventura, el dejo amargo que dejó la muerte.

Bello ángel del Señor, ¿a dónde has ido? ¿Por qué a tu madre dejas desolada? ¿Por qué la entregas, ay, a eterno olvido?

¡Dormida estás…! ¡Cuán bella inanimada! ¿Ese púdico seno bendecido, será polvo no más y estéril nada?...

A mi hermano Carlos

Subteniente abanderado del Atacama2

(Leyendo algunas de sus cartas)

I En estas líneas que trazó tu mano, en estos caracteres de tu pluma, está tu corazón, ¡oh noble hermano! ¡Valiente y animoso como el puma!

Mientras deseamos para ti clemencia, el iris de la calma y el amor y la gloria en tu existencia, solo escuchar podemos en la ausencia el callado teléfono de tu alma. Que en la vida penosa del soldado, la ruta del desierto,

2 El abanderado del Atacama, a quien van dirigidos estos versos, se cubrió de gloria en Chorrillos y Miraflores, y su estandarte fue el primero que flameó en las alturas del Morro Solar (esta nota es parte del texto).

257 Ramón Luis Escuti Orrego tu espíritu jamás ha desmayado, ¡y aguardas en tu puesto, alborozado, la incruenta lid de porvenir incierto!

«¡No importan los embates de la suerte!... ¡La patria está salvada!». Tal dices, y eres noble y eres fuerte, ¡y no te arredra el plomo ni la muerte, alzando tu bandera inmaculada!

Y esperas, ay, ¡el horizonte oscuro ejércitos anima! Tu mente se adelanta a lo futuro, y de tu brazo y tu vigor seguro, ¡sueñas batiendo tu estandarte en Lima!

II «¡La victoria no puede ser un sueño en la sien de un heroico atacameño! ¡Y yo mañana volveré triunfante, galoneado el kepí de oro brillante!». ¡Tal me parece oírte enajenado con la fe inquebrantable del soldado! Mas… si en la lucha caes, y sientes escapársete la vida en torrentes de sangre generosa, la noble tricolor cubra tu herida, envuélvete en su manto, sepúltate con ella y en tu tumba gloriosa, y nublados los ojos por el llanto, llorando escribirá la patria mía: «Bajo esta losa fría, descansa en paz el que luchó valiente, defendiendo a su patria heroicamente».

258 La poesía en Atacama

¡Levántate, Freirina!

Saldrá mi voz de los escombros mismos, no con el llanto al fin de Jeremías, sino con el vibrar del patriotismo y con soplos de nuevas energías.

Freirina, en tu surgir hay optimismo. ¡Álzate con la fuerza de otros días en alas del poder y del altruismo y elévate a las más altas jerarquías!

Trabajo, evolución y renovemos todo lo muerto y todo lo perdido sobre las ruinas que agitados vemos.

Lo pasado, a la sombra y al olvido y el espíritu ahora retemplemos en los que grandes fueron y han nacido.

A la bandera de los zuavos constituyentes del año 1859

I ¡Magnífico estandarte, purísima bandera, celeste mensajera del triunfo liberal! ¡Justicia es tu baluarte, tu galardón la gloria, la redención tu historia, y unión y libertad!

259 Ramón Luis Escuti Orrego

Inmaculada imagen de un bello ideal querido, tesoro bendecido, ¡coraza de honor! Del pueblo victorioso que hoy canta entusiasmado; ¡oh, tú, estandarte amado, arcángel bienhechor!

Memoria palpitante de un tiempo más glorioso, sublime cuanto hermoso recuerdo de otra edad. Herencia de los libres, ¡espléndida y valiosa do avara el alma ansiosa soñó felicidad!

En inmortales himnos, con bélico ardimiento, donde el altivo acento cantará libertad, ¡alegre te mecías, y ufana en tu trofeo en alas del deseo te vimos tremolar!

¡Bandera victoriosa, las brisas celestiales en pliegues inmortales tus triunfos grabarán! Tú has visto entre cañones desolación y muerte, ¡mas no es morir tu suerte, porque eres inmortal!

260 La poesía en Atacama

Silbaba el plomo agudo, gemían los aceros… ¡Acentos plañideros de angustia y de dolor! ¡Y de emoción y gloria brillaba la pupila, y aérea tú y tranquila lucías tu esplendor!

¡Oh! Dime, tú, bandera, ¡ah! Dime qué sentías… ¡Tal vez te estremecías de célico placer! Cuando, ¡ay, contra tus hijos, en férvida batalla, no pudo la metralla, ni el despotismo cruel!

El despotismo, ¡oh genio del mal aborrecible! ¡Oh monstruo más terrible que la ignorancia ruin! ¡Azote de los pueblos que ciega el fanatismo, si en su tremendo abismo duerme la patria al fin!

Si el libro nos liberta del ocio, y nos enseña en página risueña la luz de la verdad; ¡también con rudo empeño a déspotas blasones, la voz de los cañones por siempre ahuyentará!

261 Ramón Luis Escuti Orrego

II Tus hijos son héroes del pueblo que hoy te aclaman; sus lágrimas derraman de amor y gratitud, que al paso de los años la vida se evapora, ¡y el pecho gime y llora su ardiente juventud!

¡Pasado ese pasado que en pos vamos dejando, sonriendo o suspirando de dicha o de pesar! En horizonte oscuro relámpago apagado… ¡Pasado, ese pasado, estela del mortal!

Sigamos, ¡ay! ¡Sigamos! La nave va ligera: ¡la playa lisonjera le espera más allá! Enigma es el futuro que el porvenir resuelve; ¡pero se va y no vuelve, perdido el tiempo ya!

Símil de un santo ejemplo seamos al presente. Verdad que hable elocuente, reflejo, al fin, de ayer; y tú, bandera humilde, color azul del cielo, ¡nuestro loable anhelo cobijarás también!

262 La poesía en Atacama

III Ayer que un héroe noble, como ilusión de un día, en una tumba fría halló su eternidad. Cuando inclinó para siempre su lánguida cabeza, ¡velaba su tristeza serena majestad!

Y hoy plácida te miro, radiante de alegría, ¡como aquel fausto día de eterna bendición! Tu misma complacencia, ¡que es bella la existencia que vive de tu amor!

¡Magnífico estandarte, purísima bandera, celeste mensajera del triunfo liberal! ¡Justicia es tu baluarte, tu galardón la gloria, la redención tu historia, y unión y libertad!

La patria hoy te saluda triunfante y redimida, ¡cantando en voz sentida victoria sin igual! Regocijando el pueblo te aclama por locura, ¡bandera noble y pura, celeste y virginal!

263 Ramón Luis Escuti Orrego

Poeta yo del llanto, del llanto y los pesares, te ofrezco mis cantares, ¡mi acento es para ti! Mas, ¡ay! ¡Yo no te brindo solo un cantar sombrío que suerte el brazo mío te puede alzar feliz!

¡Tú velarás la gloria de un héroe, muda enseña en que la mente sueña su inmarcesible ideal! ¡Al viento desplegada un día yo he de verte sobre la estatua fuerte de su inmortalidad! Copiapó, 19 de mayo de 1878

La muerte3

A Pedro León Gallo

¡La muerte!... ¡El silencio y el misterio! ¡Siempre la tumba! ¡Incomprensible arcano! ¡El pueblo, silencioso y abatido, viene a llorar la muerte de un hermano!

¡Morir! ¿Por qué morir el genio osado, la muerte audaz de irradiación divina? No, no muere, ¡que al ser privilegiado para la gloria, el cielo lo destina!

3 Sacado de Braulio Martínez L., Pedro León Gallo. Homenaje póstumo a su memoria. Santiago: s/n, 1910. Incluido en el discurso de Ramón Luis Escuti a la muerte de Pedro León Gallo, pp. 137-38.

264 La poesía en Atacama

¡Qué otra cosa es la muerte, sino un sueño! ¡Dejadlo que repose en dulce calma! ¡Duerme! Es un héroe, ¡mas dejad que duerma mientras aviva su tristeza el alma!

Fue su vida, la del martirio, gloria sublime y pesadumbre amarga… ¡Dejadlo en paz sobre su lecho frío, término ya de su pesada carga!

Cumplida su misión en este suelo, fue un ciudadano libre, un hombre honrado, la patria lo llora, y su más bella lágrima es tricolor, ¡es honra del soldado!

En vano el hombre se lamenta, ¡en vano! ¡Todo, el tiempo inmutable lo borra la muerte! Idea triste, idea amarga. ¡Todo, todo concluye en la tumba!

Pueblo de Copiapó, no más llanto empañe vuestros ojos. Es la muerte para el alma el principio de otra vida, y del cuerpo, el reposo, frío, inerte.

En la patria inmortal el héroe vive, genio del bien, en homenaje al mundo bendice eternamente su armonía entre las ayes del dolor profundo. El que ayer fue eminente ciudadano, Pedro León Gallo, el noble, ya no existe; ¡rindió a la muerte su tributo amargo y un vacío nos deja, acervo y triste!

Copiapó, 27 de diciembre de 1877

265

María Delfina Hidalgo

(Caldera, 25 diciembre de 1862 – ¿?).

Obras: Ensayos poéticos. Antofagasta: Imprenta El Pueblo Chi- leno, 1880; La perfecta contrición o el alma. Por el Sr. Pentecost, traducción. Valparaíso: Imprenta La Patria, 1887; La instrucción de la mujer. Drama. María Delfina Hidalgo tuvo su primera educación en una escue- la de Nantoco, cerca de Tierra Amarilla. En el seno de su modesto hogar estudiaba a la vez que se dedicaba a las labores de la familila1. En 1876 publica sus versos juveniles en El Constituyente de Copiapó, motivada por el periodista y del mismo periódico y amigo suyo, Jerónimo Peralta Flores, que había sido redactor de El Liberal de Chañaral, de El Salitrero de Taltal de El Mayaca de Quillota. Dos años más tarde se dedica a ejercer el magisterio en el puerto de Caldera. Se dedicó a la enseñanza particular y fiscal en varias ciudades, como Antofagasta y Valparaíso, y fue directora del Liceo de San Fernando. En Copiapó hizo clases en el Liceo de Niñas. Fue nom- brada miembro honorario del Círculo Literario de Copiapó, dando varias charlas y conferencias en la Escuela Rafael Valdés sobre te- mas morales. Por esa época, 1879, en un certamen de la Academia

1 Para más información, consultar Pedro Pablo Figueroa, Diccionario Biográfico de Chile. Tomo II. Santiago: Imprenta, 1897; Pedro Pablo Figueroa, Galería de escritores chilenos. Santiago: s/n, 1885; La España moderna. Parte 3. Madrid: Imprenta Antonio Pérez Dubrull, 1889.

267 María Delfina Hidalgo

Literaria del Liceo de Niñas, María Delfina Hidalgo se adjudicó el primer premio. Fue colaboradora literaria de los siguientes periódicos y revistas: El Atacama; El Faro; La Voz del Estudiante (periódico fundado en 1878 en Copiapó); La Mujer; El Correo del Domingo, de Valparaíso; El Heraldo; El Nuevo Ferrocarril; La Revista Literaria; y El Pueblo Chileno, de Santiago. Durante su residencia en Antofagasta publicó su primer volu- men de poesías, titulado Ensayos poéticos. Su biógrafo, Leonardo Eliz, informa que publicó «Dime con quién andas», «Dos clases de poesías», «Ciencia e inteligencia» y también un drama titulado «La instrucción de la mujer». En 1885 se estableció en Valparaíso y entró a formar parte de la redacción de El Predicador, periódico de propaganda cristiana. En 1887 fundó el periódico del mismo género La Aurora. Se casó con el pastor presbiteriano Alberto Morán, con quien escribió y publicó poesía de tipo moral en la cual los dos figuran como autores.

La inocencia2

No es la hermosura, no es la edad florida llamada juventud, no es el bello atractivo del talento lo que conmueve: es otra gran virtud. ¡Es la inocencia! Aroma el más preciado de encanto seductor: que solo encuentra albergue, dulce y blando, en la más pura flor. Mas cual onda que besa la ribera del imponente y majestuoso mar,

2 Poema tomado de Antología Americana. Colección de composiciones escogidas de los más renombrados poetas americanos. Barcelona: Montaner y Simón Editores, 1897.

268 La poesía en Atacama y acaso en palpitante movimiento se estrella y muere al par; así encuentra en el mundo la inocencia un escollo también do fenecer: ella es el sacerdote y víctima a la vez.

A la mujer

Hay una luz que en el espacio brilla, emblema de la ciencia y el saber; hay una flor purísima y sencilla, ¡su nombre es la mujer!

Nombre acatado del progreso humano, astro de melancólico fulgor, ¡ser que maneja con discreta mano su vástago de amor!

Si escucháis ese acento enternecido, las voces de su justa aspiración, veréis que Chile de la ciencia asido se eleva a otra región.

A la esfera divina y luminosa, al templo sacrosanto de virtud, donde se alza feliz y majestuosa la excelsa juventud.

¿Por qué vedarle a la mujer la ciencia? ¿Por qué encerrarla en su modesto hogar si el Arquitecto diole inteligencia a la del hombre igual?

269 María Delfina Hidalgo

¿Por qué no darle a la mujer aliento cuando pide la sabia ilustración? ¿Por qué, pues, se amedrenta al pensamiento en lóbrega prisión?

¡Dejad que la mujer tienda su vuelo hacia la cumbre del progreso ya; dejadla que penetre hasta ese cielo donde la gloria está!

¡Dejad que lleve su gigante paso a la región sublime del saber; veréis que crea un mundo, nuevo acaso, la voz de la mujer!

En la muerte de Pedro León Gallo

A Copiapó

¡Pueblo viril, ilustre y progresista! Suelo del distinguido ciudadano, si no hay a la amargura quien resista, lloremos, pues, lloremos al hermano, no enjuguéis vuestro llanto símbolo de ternura de gratitud y amor «efecto santo» que subirá con él hasta la altura, el desconsuelo es justo; ¡hemos perdido al héroe noble, augusto!

Melancólica y triste la mirada del hombre más estoico, indiferente, se muestra hoy, la angustia reflejada en su pálida frente que el rico, el pobre, el niño,

270 La poesía en Atacama a rendirle homenaje se apresuran, ¡justicia al hermano, al talento, virtud y patriotismo!

Talento, sí, porque en su sien divina irradiaba el saber, la augusta ciencia, virtud y patriotismo. Aún germina el recuerdo más fiel de su existencia. Corazón abnegado de dones hermosísimos dotado, en su mente bullía la sacrosanta idea de ilustración, ¡y era la senda que seguía iluminando con su pura tea!

¿Por qué la cruda muerte ha arrebatado esa preciosa vida? Pueblo de Copiapó, ¡tu triste suerte a llorar nos convida!… Este golpe siniestro, rudo, fiero, al seno de los pueblos lleva luto y hace brotar del corazón sincero, lágrimas tristes, del dolor tributo; el mérito reclama honor, ¡Dios al mundo lo proclama!

Fue para Copiapó su último acento, su postrimer suspiro volver al pueblo do nació su intento dormir en su retiro. Ven noble Pedro León, en paz descansa en tu quieta morada, porque solo nos queda la esperanza de acompañarte en tu jornada. Lígante al pueblo indisolubles lazos; duerme tranquilo en fraternales brazos.

271 María Delfina Hidalgo

Y tú, madre y señora, consuélete la idea de que tu hijo allá en el trono del Eterno mora, implorando prolijo, consuelo a tus pesares. ¡Valor! De la virtud el dulce encanto alivia de la vida los hogares y enjuga el triste llanto el infeliz en la mansión dichosa, ¡su alma sublime brilla hermosa!

Copiapó, 27 de diciembre de 1877

Libertad3

Oprimidas vivían las naciones por el terror que abate y eran interpretadas sus acciones como de lucha cruel y rudo embate.

Pero siempre anhelosas avanzaron en tan difícil senda; y su eficaz deseo al fin lograron, y ahora hay quien les juzgue y les comprenda.

¡Si el poder es la ciencia y luz divina, esplendor de verdad quien le guía, enaltece e ilumina es la augusta y sublime libertad!

3 Los poemas «Libertad», «La música» y «El amor y el poeta» fueron tomados de La Revista Literaria, Vol. I. Santiago: Imprenta Colón, 1878.

272 La poesía en Atacama

La música

¡Oh! Qué plácido contento, que celestial alegría siento yo en el alma mía esos ecos al oír. Melancólicas baladas, dulces, tiernas, sonorosas, ¡cual las voces amorosas de un concierto de aves mil!

Si supieras, ¡oh!, mi amiga, qué placer en mí germina, cuando tu hábil mano trina notas que vibra en pos: vuelven recuerdos queridos, ilusiones a mi mente ¡y mi lira dulcemente sigue unísona esa voz!

Esa música divina, esa dulce «voz del cielo» vierte en el alma un consuelo, una indecible emoción. ¡Los pesares de la vida hace olvidar con presteza y disipa la tristeza que aquejaba al corazón!

Sigue, sí, sigue arrancando del piano ese fiel sonido, pues de mi hermano querido pienso la voz dulce oír; y en el momento postrero, ¡ay!, de mi vida quejosa,

273 María Delfina Hidalgo

¿quieres, di, mi amiga hermosa, esos ecos repetir?...

El amor y el poeta

En un verde prado cubierto de flores se observa que oculta sus rayos el sol, y cubren el cielo con lindos colores las fúlgidas llamas de enhiesto arrebol.

Las aves despliegan al viento sus alas y emprenden el vuelo su nido a buscar; las ninfas del lago demuestran sus galas y cánticos dulces empiezan a dar.

Al pie de unos sauces un niño inocente la bella natura contempla febril; sus negros cabellos ondulan su frente y en su alma reboza la paz infantil.

Mantienen sus manos hermosa corona tejida de flores con gracia y primor, la pone en su frente, cantares entona ¡y llevan sus ecos el aura, la flor!

«Siento en mi pecho tierna alegría, dulce armonía, dicha y placer; un sentimiento desconocido que hoy lo he sentido yo renacer.

274 La poesía en Atacama

Pienso que el mundo grato y sereno guarda en su seno pura quietud; que en él se goza paz y consuelo, y que es un cielo la juventud.

Todo esto a mi alma llena de gozo, y de alborozo creo estallar. Un algo grande mi voz anima, y me sublima, me da solaz.

Por eso miro, ¡sí!, la natura, ¡pues que me augura con su expresión una existencia tan halagüeña como la sueña mi corazón!».

II Tan luego como ufano y lisonjero el niño estas palabras pronunció, un anciano, cual grave mensajero, a su lado en silencio se acercó.

Absorto y con empeño le miraba, queriendo penetrar en su interior,

275 María Delfina Hidalgo y el niño con su vista se turbaba, su guirnalda arrojando flor en flor.

«¿Quién eres?», mientras tanto le decía, «¿por qué me inquietas con tu vista así? Soy un niño, y mis pasos dirigía al mundo donde espero ser feliz».

El anciano le miraba tiernamente y dícele con gracia sin igual: «Tu alma pura, tranquila e inocente aún no sabe comprender el mal.

Mas, no vas, por favor, no, desdichado, no vayas a ese mundo a padecer, donde su suerte tantos han llorado y do tú vas también a perecer.

Tan solo ese deseo, torpe anhelo, ha cambiado instantánea tu faz; sírvate, pues, de ejemplo ese arroyuelo y verás que mi acento es de verdad».

Se inclina entonces con marcada duda, se contempla en el límpido cristal, y al ver su frente pálida y ceñuda exclama el joven con inquieto afán:

«¡Oh! Sí, que solo el pensamiento mío ha cambiado mi infancia tan feliz; Mas, ¡ay!, no huye de mí este desvarío, mi ilusión y mi grato frenesí.

«¿Que no amas de las flores la ambrosía, no te agrada vivir en soledad?

276 La poesía en Atacama

¿No escuchas de las aves la armonía, ni gozas de quietud y fiel solaz?

Aquí las plantas y flores fructifican con los ardientes rayos de ese sol, mientras alma y cerebro debilitan esos sueños que ofuscan tu razón».

«Pero ¿quién eres tú que al alma mía del mundo y su placer quieres privar? ¿Acaso de mi senda eres el guía o vienes mis designios a probar?».

«Escucha, joven: por el cielo enviado desde el principio de este mundo fui; la mano de Dios mismo me ha creado y su eternal bondad me hace feliz.

Mi morada es el campo y la verdura para alabar y bendecir a Dios; mas cruzo la ciudad y la llanura cuando a las almas voy buscando en pos.

La verdad es la norma de mi vida, mi esperanza es un mundo de placer, donde existe la dicha apetecida ¡y do se extasía el corazón también!

Mi misión es desviar del mal camino los seres que no encuentran la quietud, ¡y hacer que cumplan fieles su destino por medio del trabajo y la virtud!

Por eso, joven, hacia ti he venido para que oigas la voz de la verdad;

277 María Delfina Hidalgo no escuches de ese mundo el vano ruido con que procura destruir tu paz».

«¡Oh! Sí. Mas tú, que sabes ya mi historia, no me ocultes tu nombre, grato y fiel; quiero guardarlo siempre en mi memoria y ofrecerle mil cantos de victoria en mi lira sonriente de placer».

«Pues bien: yo soy del mundo la alegría, yo me expreso en el aura y en la flor, soy encanto, soy luz y poesía».

«¿Y tu nombre?». «¡Mi nombre es el amor!».

En la muerte de don Manuel Antonio Matta4

(A Copiapó)

Llora, ¡oh pueblo!, al patriota esclarecido, al pensador ilustre de tu suelo, al que luchó con incansable celo por el bien de la patria, decidido.

Al que fue de virtudes revestido llora con tristes lágrimas de duelo, y sírvate, ¡oh!, mi pueblo, de consuelo el contemplar su nombre bendecido.

4 Soneto tomado de Corona fúnebre a la memoria de Manuel Antonio Matta. Santiago: Imprenta Gutenberg, 1893.

278 La poesía en Atacama

Prepara, pues, la tumba funeraria en que sus restos guardarás un día, cual reliquia inmortal de lo infinito.

¡Levántate y en célica plegaria y en cánticos de fúnebre armonía eterniza su nombre en el granito!

Fatalidad

Son las diez de la noche, hora avanzada y unos versos mañana necesito; a dar el «sí», me he visto precisada y aún mi Musa no me dicta nada y ni el tema siquiera llevo escrito.

Mas, ¡oh!, ¿qué tiene esta malvada pluma que nerviosa se agita en el papel? En vano la dirijo, pues en suma, y aunque una idea mi cerebro abruma, resulta que no escribe: ¡suerte cruel!

Me quedo pensativa y… lo confieso, hace seis meses ya que la compré; y no digas, lector, que es un exceso. Pues si harto me ha servido, con todo eso, quiero que escriba; sí, la compondré.

Un punto es el que tiene más subido; lo bajaré un poquito… se ve igual así; que quede el otro punto unido. Magnífica es la prueba: ya he salido de aquesta turbación. No escribe mal.

279 María Delfina Hidalgo

¡Oh! Musa, inspírame. Pues bien, las flores… —No; pensamientos rebuscados son. —¿Será sobre la suerte y sus rigores? —Tampoco. —¿De esperanzas y de amores? —¡Silencio! ¡Que no te oiga el corazón!...

No me ayudas ahora. Deja, deja que una hora no más me resta ya. ¡Qué calor hace aquí! Voy a la reja, porque de mí la inspiración se aleja y no sé qué escribir… En fin, ya está.

Principiaré otra vez; tendré paciencia. Mojo la pluma y… vuélvola a mojar. «El estudio es el faro de la ciencia». ¡Oh! Qué sublime es esto. «Y la conciencia»… ¿Qué más, qué más?... No puede consonar.

Suenan las doce. ¡Triste compromiso! No lo puedo salvar… Yo desespero. ¿Qué le diré? Por Dios, si algo es preciso, «mi Musa ingrata», le diré, «no quiso»… ¡Suerte inhumana! ¡Se cayó el tintero!...

¿Y ahora? En fin, siquiera algo ha quedado, y le diré en honor a la vedad… Mas, ¿qué es esto? Mis ojos se han nublado, no veo… ¡Ah! Que la vela se ha acabado y no puedo escribir. ¡Fatalidad!

280

Juan José Julio y Elizalde

(Copiapó, 27 de junio de 1863 – ¿?)

Sus padres fueron Bartolomé Julio y Araos, industrial y explorador del Desierto de Atacama, y la señora Dominga Elizalde, descendiente de una de las familias más antiguas de Copiapó. Sus primeros es- tudios los hizo en la Escuela Modelo de Copiapó, cuyo regente era el respetable educador Andrés Aguirre. Desde esta época de niño se destacó escribiendo poesía y participando en certámenes literarios1. En 1877 fue alumno del Seminario Conciliar, dirigido por el sacerdote Guillermo Juan Carter y Gallo, en donde estudió huma- nidades. Un año después se trasladó a La Serena, ciudad en la cual fue protegido por el canónigo José Antonio Julio, vicario foráneo de Atacama, para perfeccionar su educación. Allí fue distinguido con el título de familiar del obispo José Manuel Orrego. Permaneció dos años en La Serena y luego regresó a Copiapó en 1880. En Copiapó se consagró al cultivo de las bellas letras, cola- borando en el diario El Constituyente. El 4 de junio de 1882 fue nombrado subdirector de la escuela Bruno Zavala por la sociedad de Instrucción Primaria. En marzo de 1883 se trasladó a Iquique como director de la Escuela Superior de la Noria. En esa época colaboraba

1 La mayor parte de la información fue tomada de Pedro Pablo Figueroa, Dic- cionario biográfico general de Chile, 1550-1887. Santiago: Imprenta Victoria, 1888. Los fragmentos de poesía religiosa fueron sacados de Juan José Elizalde, Poema filosófico. Dios ante la humanidad. Santiago: s/n. 1926. 264 páginas. También consultar Claudio Andrés Fuentes Saavedra, El Pope Julio. Historia de un sacerdote convertido al positivismo, 1813-1834. Santiago: 1991, 155 páginas.

281 Juan José Julio y Elizalde en los diarios El Veintiuno de Mayo de Iquique y en El Norte de Pisagua. También en 1883 publicó una colección de sus poesías con el título de Ruinas. A mediados de 1885 fue nombrado oficial de la gobernación de Antofagasta. En 1884 concurrió al certamen literario de Exposición Nacional, con un «Himno a la paz» que mereció el primer premio. Ese mismo año colaboró en el diario La Libertad de Talca con un poema lírico titulado «Las fases de la vida». Este poema ha sido estudiado en todos sus cantos por el poeta Ramón Escuti Orrego y fue reproducido en El Correo de Ultramar de París en diciembre de 1885. Consecuente con sus doctrinas morales y sus inclinaciones reli- giosas, permaneció algún tiempo (1887) en el Convento de la Mer- ced, en donde escribió un texto elemental de filosofía espiritualista. A principios de 1888 ingresó al presbiterado y fue secretario de la Vicaría de Antofagasta. Su poema titulado «Influencia de los Papas en civilización del mundo» fue premiado con medalla de oro en el certamen abierto por el Arzobispado de Santiago para celebrar el jubileo sacerdotal de León XIII. Ha escrito innumerables composiciones poéticas y en prosa, que ha insertado en las siguientes publicaciones: El Atacameño, de Copiapó; El Progreso de La Serena; El Trabajo y El Pensamiento, de Valparaíso; La Lectura, El Ateneo, La Época, Los Lunes y La Revista de Artes y Letras, de Santiago; El Industrial, de Antofagasta; La Voz Chilena y El Tarapacá, de Iquique; y La Ilustración Argen- tina, de Buenos Aires.

En el alba

Arreboles de púrpura y de rosa comienzan a surgir en lontananza; huye la noche con sus mudas sombras y soplan ya las orientales auras.

282 La poesía en Atacama

Canta el ave sus trinos de alegría, de la selva florida entre las ramas, mientras puro en los cielos se dibuja el rosado crepúsculo del alba.

Como un orbe de fuego el sol despunta irradiando celajes de oro y grana, y a la luz de sus rayos misteriosos sobre la inmensidad se desparrama.

Las flores, a los besos de la aurora, despiertan, como nunca, perfumadas; y con orgullo a competencia lucen el esplendor de sus brillantes galas.

Brisas del paraíso son las brisas que dulcemente en la pradera vagan; ¡todo respira virginal dulzura! ¡Todo es belleza, y armonía y calma!

Desde la cumbre solitaria y bella ¡cuánta hermosura por doquier se abarca! ¡Con la sonrisa del azul del cielo parece que sonríe el panorama!

Todo es grandioso, encantador y amable en esta hora, en que serena mi alma las primicias del día a Dios ofrece lejos del mundo y de su pompa vana.

¡Salve a ti, Creador del Universo, excelso autor de maravillas tantas! ¡Eternamente cantarán mis labios himnos de amor en tus augustas aras!

283 Juan José Julio y Elizalde

En la tarde

¡Con qué grandiosa majestad desciende el sol que ya declina, dejando huellas fúlgidas su paso sobre las altas cimas!

El suave aroma de su níveo cáliz la flor del campo brinda, y sus quejas postreras en el valle los céfiros suspiran.

Sobre tranquilo mar la blanca luna desde el cielo se mira, y tal vez, sin saberlo, se enamora de su hermosura misma.

¡Ah! ¡Cómo en estas dulces soledades mi espíritu medita, y bien cerca de Dios, alza su vuelo a regiones divinas!

¡Qué tarde tan hermosa! Sus tristezas mi corazón olvida… ¡Con qué embeleso a la distancia escucho celestes armonías!

¡Qué no diera, si así como esta tarde, tan pura y tan tranquila, fuese también, idolatrada hermana, la tarde de tu vida!

284 La poesía en Atacama

En el silencio

Cuando en las sombras de la noche envuelta yace Natura al parecer dormida, cual vasto cementerio que el olvido ha convertido en solitarias ruinas; cuando contemplo la azulada esfera, donde la estrella del silencio brilla y a mi adormido corazón embriagan perfumes de ventura y de armonía; cuando llega el crepúsculo sombrío que dulcemente a descansar convida, y en pos de las plegarias de la noche el sueño pone fin a las fatigas; cuando el rumor de música lejana con ternura el espíritu suspira, y entre murmurios de cantares vagos sílfides cruzan las nocturnas brisas: dulces recuerdos de otra edad entonces pueblan unidos la memoria mía; ¡pero mi frente marchitada y triste ante el imperio del dolor se inclina!

¡Es que el pasado para mi alma encierra rosada historia en letras de oro escrita! ¡Es que siempre esperaba tras la noche albas y flores, glorias y sonrisas!

Mas hoy que he visto con pesar profundo deshojadas las flores en mi vida,

285 Juan José Julio y Elizalde no ya en las horas del silencio aguardo tras de las sombras un risueño día.

Y en el triste abandono que me abruma sin ilusiones, sin hogar, sin dichas, solo espero morir; y que la tumba aurora sea de la eterna vida!

Canto I El origen de Dios

En el inmenso Campo de la Historia, hay que retroceder miles de siglos para llegar al verdadero origen de la palabra de Dios, y en consecuencia, de la divinidad desconocida, que hoy, por la humanidad sustituida, pudo, por fin, eliminar la ciencia.

El hombre prehistórico, inconsciente, careciendo de luz con que alumbrarse, de miedo henchida la aterrada mente, soportaba no pocas amarguras, durante las tinieblas de la noche, que se erguían fantásticas y oscuras, para él haciendo de pavor derroche.

No bien el sol tras la empinada cumbre sus últimos fulgores escondía y la noche sonámbula extendía su gigantesco pabellón de sombras, cuando era todo confusión y angustia para los pobladores primitivos del turbulento mundo de los vivos.

286 La poesía en Atacama

¿Qué profunda tristeza, qué enorme desaliento se apoderaba entonces de sus almas, ante la oscuridad impenetrable que todo por doquiera lo cubría, lejos aún del luminar día?

Pero en pos de esas horas pavorosas de zozobra, de luto y de silencio, en que solo reinaban de consuno, la sombra y el terror de las visiones, ¡con qué júbilo la Naturaleza despertaba, del campo soberana, cuando asomaba el sol de la mañana!

El hombre entonces, de placer henchido, saludaba con férvido entusiasmo, con oraciones de cordial pureza, al astro precedido por la aurora, pues, para su alma el sol resplandeciente ante el destino, próspero o adverso, era el único Dios del universo.

Y tenía razón, tomando en cuenta el verdadero espíritu innegable de la palabra Dios, posteriormente por el genio latino formulado, y la cual significa, como vamos a verlo sin esfuerzo, brillar, resplandecer, lo que fulgura, lo que irradia con luz nítida y pura.

En efecto, atendiendo a su estructura, Dios se deriva del vocablo Div y este nace de Div directamente, derivado, a su vez, del nombre DAIVA. Div es la base o la raíz de DIVUS

287 Juan José Julio y Elizalde y Div quiere decir, sencillamente, resplandecer, brillar, significado que la ciencia y el uso han consagrado.

De manera que Dios, o sea DIVUS, significa realmente lo que brilla, lo que refulge como el Sol, que alumbra, que da vida a las plantas de ese modo y con sus rayos lo fecunda todo.

Varias otras palabras como día nacen también de la raíz citada, pues día decir quiere, en sí lo mismo reza, irradiar, como Dios; que a nuestros ojos, desde que lanza el sol sus rayos rojos, nos alumbra ante la Naturaleza.

Divinidad, divino se derivan también de aquel vocablo, porque uno y otro término, divinidad, divino, ambos iguales, en concepto de todos los mortales exentos de prejuicios y de absurdos, aluden solamente a lo que brilla, a lo que encierra augusta maravilla.

Cuando en los siglos de la prehistoria profesaban los hombres la tosca religión de los fetiches, como ya lo indiqué someramente, el sol para sus almas era dios, es decir, lo que brilla, lo que irradia, y desde el alba, el niño y el adulto le tributaban religioso culto.

288 La poesía en Atacama

Es fama que los indios prehistóricos del poderoso imperio de los Incas, en el Perú de las leyendas de oro, ante la luz de sus primeros rayos, que bañaban la cima solitaria, elevaban al sol esta plegaria:

Asoma ya su esplendorosa frente vívido el Rey del Universo-Mundo: al áureo beso de su don fecundo despierta el campo y sus favores siente.

¡Hijos del sol, ante su faz sonriente con fe adoradle y con placer profundo! ¡Es nuestro Dios y en su grandeza fundo la fe del pueblo, que lo ve patente!

¡Oh augusto Sol, que para el bien existes, sin ti sería solitaria ruina la tierra toda que de gala vistes!

Para consuelo del que aún camina, ¡bañe el santuario de las tumbas tristes fúlgido rayo de tu luz divina!

Pero vino después la religión de los dioses llamados inmortales, es decir, de los DIVUS, de los divinos, de los que fulguran y operándose un cambio en las creencias, dejó el sol de ser dios, y desde entonces pasó a ser una simple creatura, producida por la sin par Natura, para los hijos del politeísmo.

289 Juan José Julio y Elizalde

Los romanos, basados en la idea de lucir, de irradiar sin mancha alguna y cuya concepción indiscutible la mencionada raíz DIV implica, inventaron un día los vocablos Deus, Divus, Dios, nombres supremos, como asimismo la palabra Júpiter, que significa, como ya sabemos, celestial soberano de los dioses y padre de la luz de los espacios con que arrasa baluartes y palacios.

Al crear los romanos la palabra Deus, Dios, lo que luce, tuvieron solo en vista la idea única de resplandecer, sin pasar a ninguna otra acepción, libres del móvil de la religión, pero los griegos fueron más allá y suponiendo en su ignorancia, propia de aquellos siglos tenebrosos, que alguien debía ser forzosamente autor del universo inmensurable, crearon entonces la palabra theos, que significa producir, hacer, y la aplicaron en seguida a la palabra Deus ya inventada por los hijos perínclitos de Roma, cuyo numen poético divino fue siempre, como el genio del Dante su sagrada brújula, ¡luz y admiración del mundo!

En consecuencia, Dios es lo que brilla y Theos lo que hace: fluye de estos dos términos antiguos, del deus paternal de los romanos y del theos activo de los griegos,

290 La poesía en Atacama el formidable y verdadero origen de la divinidad desconocida, con cuya falsa y movediza hipótesis, como antes con la idea de los dioses, a través de los siglos, desde que el gran San Pablo apareciera, se ha venido guiando a los mortales para verificar el fin sublime de la sagrada religión, fin santo que consiste en hacernos mejores cada día, para perfeccionarnos poco a poco, obteniendo el progreso que nace del amor y que se apoya, para servirnos de seguro guía, sobre el orden, que es base y armonía.

En efecto, mirando hacia el pasado, no se puede negar de ningún modo que la idea de Dios es una hermosa y soberana idea, que reposa en el alma de todo, y cuya influencia, en épocas lejanas, prestó grandes servicios en la ruta de la moral y la cultura humanas.

Empero, desde el día venturoso en que el genio sin par de Augusto Comte fundó el positivismo, aquella idea, bien transitorio de la humana vida, plenamente quedó sustituida por una realidad que es evidente, y hoy para obedecer al fin sonriente de la suprema religión, ya el hombre de la idea de Dios no necesita, porque ahora sobre una eterna base, mientras viva en el globo que habitamos,

291 Juan José Julio y Elizalde puede arribar a la risueña cumbre de su felicidad, ideal extremo que elimina lo irreal y lo infinito, adorando no a dios, que es simple mito, sino a la humanidad, que es ser supremo; pero a la humanidad constituida solo por los virtuosos bienhechores, siendo ella entonces ante nuestras mentes el conjunto continuo de seres convergentes.

Nada hay que pueda ser más venerable, más excelso y más santo para el hombre que esa divina humanidad, tan digna de que se alabe por doquier su nombre; que si aun, para mal de los mortales, el egoísmo lo mantiene oculto, será mañana en las regiones todas irrechazable y soberano objeto de adoración y de supremo culto.

Más para mal que para bien, hoy día, en que imperan el vicio y la falsía, Dios lo que brilla y theos lo que hace, esclavizando a las conciencias débiles, tienen por padre natural al miedo y por madre segura la ignorancia, siendo urgente enterrar tan fútil credo, para guiar a la infancia por el nuevo camino, en que fulgura el magnífico sol de la ventura.

Con sobrada razón Voltaire decía que si dios no existiera, habría que inventarlo: pensar de esa manera era amoldarse al medio ambiente que prevalecía en la época de aquel sabio filósofo,

292 La poesía en Atacama pues, no hallando los hombres todavía con qué sustituirlo, no era prudente prescindir aún del recurso fantástico de dios, recurso pasajero de tiempos de ignorancia, a que deben preciosos resultados la moral y las buenas costumbres de los pueblos, porque el temor de dios, ya en bancarrota, lo que a las claras por doquier se nota, puede hoy morigerar de un modo burdo, solo a aquellos espíritus retrógrados que admiten todavía el craso absurdo de la inmovilidad de nuestro globo, absurdo sostenido por los papas y cuyo desmentido honrado y probo, con fe por Galileo formulado, de la idea de dios abrió la tumba, estando a punto de morir quemado aquel ínclito apóstol de la ciencia, que al retractarse pronunció a hurtadillas el pour si muove de su fiel conciencia.

A mediados del siglo diecinueve surge la aurora del positivismo, y Augusto Comte entonces con su altruismo plenamente efectúa el deseo confuso de Voltaire, sin tener que inventar a un dios oculto, para en las sombras tributarle culto, pues patentiza luminosamente, penetrando vivas en cada mente, la existencia inmortal de un ser supremo, sucesor colosal e indestructible, para todos visible, del ya desmoronado dios teológico, descubrimiento sin igual debido

293 Juan José Julio y Elizalde al cerebro del genio esclarecido, del maestro de todos los maestros, que formulando la suprema síntesis de todas las centurias del pasado y levantando al mundo del estado en que se encuentra sumergido ahora, fundó la religión universal, incomparable y salvador ideal, cuyo dogma es la ciencia redentora, siendo el objeto de su culto único la sagrada memoria de los muertos, convergentes al bien de nuestra especie; y su altísimo régimen consiste, libre de todo posterior quebranto, en darnos luz, para obtener el triunfo de los instintos del altruismo santo.

El núcleo excelso de los bienhechores, que fueron de la especie constantes servidores, forman la humanidad y constituyen un ser supremo real y verdadero, por cuyas fulgurantes maravillas debe ser adorado de rodillas.

¡Salve, divina humanidad gloriosa, hosanna al lustre de tu augusto nombre! ¡Ante la muda admiración del hombre, yo te saludo y te proclamo diosa de todos los que te aman y te sirven! ¡Yo a todas partes llevaré el tesoro de tus luces que alumbran el camino y el resplandor de la verdad exhalan, porque sé que los astros me señalan, mi alma al servicio de tu bien sujeta, como tu heraldo y como tu poeta!

294 La poesía en Atacama

Canto IV Los sacramentos de la religión

Cuando, débiles párvulos, abrimos los ojos a la luz de la existencia, la religión con suma complacencia nos presenta al servicio invulnerable del gran ser de las almas demostrable, haciendo votos porque el niño un día, tras la obtención de un porvenir florido, educado en la fe de la verdad, llegue a ser un sociócrata cumplido de la familia, de la patria y de la humanidad.

Cuando la luz de la razón despunta en el alma del tierno adolescente, la religión lo inicia en el servicio del gran ser, señalándole sonriente el sendero que habrá de recorrer, para luego cumplir con su deber.

Más tarde, cuando ya nos encontramos aptos para servir sin egoísmo, disciplinada la viril conciencia, mediante la cultura de la ciencia y de los sentimientos del altruismo, la soberana religión entonces, abriendo a nuestra mente un nuevo mundo, nos admite al servicio y nos alienta para emprender el viaje de la vida con ejemplar abnegación, vencida la explosión de toda hórrida tormenta.

295 Juan José Julio y Elizalde

Después que haya escogido cada uno la digna ocupación que más le cuadre, la religión como piadosa madre consagra esas funciones en momento oportuno, esto es, nos destina, en ceremonia majestuosa y tierna, para el fiel desempeño de la santa misión que nos concierta.

Llega el hombre a la época en que debe ser abnegado y ejemplar esposo, en que brilla a sus púdicas miradas la imagen de un hogar casto y dichoso. ¿Quién sostiene su unión con áureo lazo? ¿Quién excita el ardor de su bondad? ¿Qué mano cariñosa le señala el camino de la felicidad? ¿Es la brillante y soberana estrella de la sublime religión altruista, que lo lleva al santuario del gran ser colectivo, y allí en su nombre preconiza y sella el amor de dos almas generosas, que ante sí tienen un edén de rosas?

Se avecina la tarde de la vida y para declararnos con franqueza responsables de todos nuestros actos, para invitarnos a que en adelante con más prolijidad, con más pureza que en la efímera edad de la niñez, seamos un modelo de virtud, la religión nos administra entonces el sacramento de la madurez.

Llega la ancianidad con sus dolores, que nos acercan al común osario

296 La poesía en Atacama y nos impiden continuar, como antes, en los talleres del trabajo diario; la religión entonces, dulcemente, asegurando el pan de nuestro hogar, nos retira piadosa del servicio, para, en justicia, hacernos descansar; encargándonos que, desde aquel día, con la bendita luz de la experiencia, alumbremos a los que nos contemplen e inauguren el rol de su existencia.

Suena la hora triste de la final partida, la que inicia crepúsculos eternos, cuando la muda noche de la muerte en sus tétricas sombras va a envolvernos hay entonces un bálsamo sagrado que unge y mitiga el silencioso duelo; hay una voz amiga que lleva a nuestro oído palabras de dulzura y de consuelo; hay una mano fraternal que enjuga nuestras últimas lágrimas, y cerrando piadosa nuestros ojos viene a abrirnos del féretro la puerta para dormir en paz eternamente el sueño de que nunca se despierta. Aquella voz amable, aquel bálsamo puro y amoroso, aquella mano compasiva y dulce, es el positivismo cariñoso, que viene, en su misión inconfundible, a administrarnos, de egoísmo exento, el santo sacramento de la transformación ineludible.

Cuando todo ha acabado entre lúgubres sombras silenciosas,

297 Juan José Julio y Elizalde y alrededor de la urna funeraria se pronuncian las últimas adiosas2; cuando en pos de la eterna despedida quedan solo el silencio y el vacío, la religión, como ángel de consuelo, derrama allí su bienhechor rocío, efectuando la augusta apoteosis del hermano dormido para siempre, santamente dormido sin sobresaltos, sin ningún temor; ¡la religión excelsa vela allí todavía, murmurando con eco dulce y blando la íntima plegaria de la esperanza y del amor! ¡Es la incorporación, con que a los hombres la doctrina comteana glorifica, es el sublime sacramento póstumo de nuestra fe, en consuelos siempre rica, sacramento con que a los servidores del Gran Ser Colectivo Demostrable más allá del sepulcro honra y venera la fe de la razón irrefutable!

¡Consoladora religión que endulzas las penas de la vida con la mágica miel de tus ideas, y disipas las sombras de la muerte con fulgores de luz, bendita seas!

Tú serás la magnífica lumbrera que en los mares habrá de señalarnos el dulce puerto de la salvación

2 En lugar de adiós, que alude al dios teológico, ficticio, debe decirse adiosa, refiriéndose a la humanidad, que es diosa verdadera (nota del autor del poema).

298 La poesía en Atacama a través de la noche pasajera de nuestra áspera peregrinación.

Tú el escudo serás de nuestros afanes cuando, al morir, tengamos la fortuna de legar el ejemplo o el camino de nuestras buenas obras, que una a una de rumbo servirán al peregrino, para llegar al fin sin valla alguna: así continuaremos sirviendo a nuestros prójimos, con el poder de su recuerdo santo, desde las lontananzas del sepulcro vívidamente y sin ningún quebranto; bien así como el astro de la tarde que después de morir en Occidente, continúa alumbrando al universo con los reflejos de su luz potente.

¡Religión de verdad incomparable, cuyo santuario en el hogar fulgura, tú siempre vivirás a nuestro lado, como vive el amor inmaculado en los ensueños de una virgen pura, como vive en el ritmo la armonía que emociona, sirviendo al ideal, como vive el perfume delicioso en el cáliz de un lirio matinal!

¡Religión soberana y salvadora, que amor y no venganza nos produces, que enarbolas magnánima bandera y que vas implantando por doquiera fúlgidos faros de preciosas luces; arrodíllense todos los humanos ante los rayos de tu sol fecundo,

299 Juan José Julio y Elizalde y vislumbrando las futuras glorias de tus próximas ínclitas victorias, una y mil veces te bendiga el mundo!

300

Rodolfo Polanco Casanova

(Copiapó, 25 octubre 1866 – ¿?)

A los dos años de edad, Rodolfo Polanco sufrió un ataque cere- bral que le paralizó el uso de sus piernas de por vida. Sus primeros escritos los publicó en el ex-periódico santiaguino, La Vanguardia. Sus cuentos, poesías y artículos aparecieron publicados en Pluma y Lápiz de Marcial Cabrera Guerra, en La Lira Chilena, Los Lunes, El Alba de Montevideo, La Revista de Valparaíso y Zig-Zag. También publicó una serie de artículos de crítica literaria. Hay poca información disponible sobre Rodolfo Polanco Ca- sanova. Escribió sus impresiones de su viaje al sur en Nueve días de tren. Publicó el libro Ojeada crítica sobre la poesía chilena: 1840- 1912 (Santiago: Imprenta Barcelona, 1913, 71 páginas), premiado por el Consejo Superior de Letras y Bellas Artes en el certamen de 1912, en el cual comenta y evalúa la producción poética de su tiempo, incluyendo a poetas tales como Salvador Sanfuentes, Eduardo de la Barra y Pedro Antonio González. De Guillermo Matta dice que es «el más ardoroso y batalla- dor de nuestros antiguos bardos» y que «el numen de este vate se encuentra en su elemento natural cuando se trata de un asunto épico o heroico. Entonces las estrofas se revuelven nerviosas, como violento y encabritado corcel; toman entonación arrogante que las hace fuertes, sonoras, arrebatadas de inspiración». Escribe también sobre Carlos Walker Martínez y alaba sus romances, que semejan aquellos del Duque de Rivas.

301 Rodolfo Polanco Casanova

El libro es realmente una defensa de la poesía chilena. Responde a la crítica de que en Chile no había poetas, pero Polanco Casanova demuestra que nuestro país no se quedaba atrás en comparación con otros países de habla hispana; al contrario, nuestros poetas sobresalían por sus creaciones. Imitador de Bécquer, Polanco Casanova se hizo muy popular por su ingenua composición «A mi silla», en la cual expresa una profunda melancolía, debida a que el poeta desde niño quedó para- lítico, de suerte que en las tristezas de sus versos no hay afectación rebuscada o fingida.

A mi silla1

Toi vertu, pleure si je meurs! Andre Chenier

Mi pobre silla de ruedas, ¿por qué gimes al andar? ¿También tú, como tu dueño, te vas sintiendo acabar?

¡Oh, mi única y dulce amiga, complemento de mi ser! ¿Por qué triste vas gimiendo al llevarme por doquier?

¿Por qué ya no andas, cual antes con rápida ligereza? ¿Te has cansado de arrastrar mi enferma naturaleza?

Ten paciencia que muy luego en tus brazos moriré,

1 Poemas sacados de la antología de Armando Donoso, Parnaso chileno.

302 La poesía en Atacama y entonces descansarás, y entonces descansaré. Por la cuesta de la vida voy con fúnebre quietud: soy joven y no he tenido ni un día de juventud.

Filósofo del dolor, discípulo del sufrir, he llevado mi cadena sin llorar ni maldecir.

¡Maldecir!... ¿Y a quién, Dios santo? Llorar… ¿Para qué llorar? ¿Qué alivian algunas lágrimas cuando hay de ellas un mar?...

Amor, juventud y gloria, suena siempre aquí en mi oído vuestro armónico lenguaje, como el de un ángel querido.

¡Oh, qué comedia es mi suerte! Yo no quería llorar, y siento por mi mejilla una lágrima rodar.

Y siento que mil sollozos se escapan del corazón, y que oprime la garganta el nudo de la aflicción.

Vosotros, los que decís que debo cantar sonriendo, ¡no sabéis lo que es sufrir del modo que estoy sufriendo!

303 Rodolfo Polanco Casanova

A veces, ¿lo creeréis?, he llegado a lamentar que me hayan dado la fibra del sentir y del pensar.

Y he envidiado al torpe bruto, al inconsciente animal, porque ellos al fin no sufren más que el dolor material.

Mientras que en mí todo se une para hacerme padecer, pues siento un fuego divino que abrasa, exalta mi ser.

Yo soy una ardiente chispa sepultada entre la nieve a la que una sed horrible acosa, pero no bebe.

Me diréis ¿por qué no bebe? Porque al beber moriría: ¿no veis que nieve es el mundo y fuego la mente mía?

¿No veis que si yo mezclara el mundo con mi quimera, mi gigantesca ilusión al punto se deshiciera?

Algunos me dicen ¡loco! Y lo dicen con razón: ¿no es por cierto una locura tener grande el corazón? … Al ver mi silla rodando

304 La poesía en Atacama y ya cansada gemir, siento fiebre por llorar, siento fiebre por morir.

Cuando sus ruedas rechinan, dando un lúgubre alarido, quisiera encontrarme muerto, quisiera no haber nacido.

Sugestivas

(Fragmentos) ¡Vuelve, vuelve hacia mí, dolor querido!... Ven a librarme de mi horrible tedio. Quiero sentirte como te he sentido. ¿Qué importa padecer con ilusión? De nuevo sufra yo tu vaga angustia. Mi antigua agitación y las quimeras trémulas se alcen de mi vida mustia. ¡Vuelve, vuelve hacia mí, caro dolor!...

*

Iba el gigante cometa por los inmensos espacios desconocido y sin rumbo, voltejeando solitario.

De la órbita de un sol, sin saberlo entró en el radio; sintió irresistible impulso y el sol hacia sí lo atrajo.

*

305 Rodolfo Polanco Casanova

Era un diáfano rayo de luna que una ola del mar aclaraba, sin pensar en la sombra importuna que siniestra los cielos cruzaba.

Rugió el viento, la nube sombría más y más por el cielo avanzó: vio que el rayo de luz se extinguía y la ola en la playa expiró…

*

Nuevo Tántalo soy. Desesperado los brazos tiendo al ideal sonriente es una virgen pálida adorado, casta visión de la afiebrada mente.

Nuevo Tántalo soy. El imposible, ese gigante que los sueños trunca, se alza ante mí como fantasma horrible, y me grita furioso: ¡Nunca, nunca!

*

No me puedo acostumbrar con la idea de morir. ¡Que tengamos que partir y nos tengan que olvidar! ¿De qué sirve batallar en esta existencia fiera si el premio que nos espera es un sepulcro sombrío, y en él, son hórrido frío, dormir; sin soñar siquiera?

*

306 La poesía en Atacama

Mi bien, no pienses porque aislado viva que en un desierto estoy: tengo un poblado mundo, todo tuyo; tengo mi corazón.

*

¡Apuré ya el dolor de los dolores! Se fueron mis amores. Huérfano… ¡Aprisa envejecido estoy!

Media noche. Una voz, una armonía… ¿Me llamas, madre mía? Espérame en tu cielo, luego voy.

*

Y miré mi niñez, y vi un muchacho enfermo, triste, meditando a solas, la mente fija en la precoz desgracia, que hirió su vida en la primera hora.

Lo vi gemir con aflicción mirando de otros niños los juegos y alegrías, las maldades, las risas, las canciones, todo ese sol de la niñez magnífica.

Y lo vi en esa edad ligera y loca enamorarse con amor de hombre; componer versos sin saber las reglas; pensar mucho y llorar, tornarse insomne…

Todo eso he visto, y a pesar de todo lo sombrío, lo negro de esa tela, vuelvo a ella los ojos, y lamento las horas idas de la infancia muerta.

307

Abraham Jesús Brito

(Carrizal Alto, 1874 – Santiago, 1945)

Obra: Diego Muñoz, Brito, poeta popular nortino, cantos de la patria, del pueblo, de la democracia. Santiago: Gutenberg Editor, 1946, 176 páginas. Brito es considerado el más grande poeta popular atacameño. Sus versos representan, de mejor manera que en ningún otro poeta popular, el espíritu del minero de Atacama, a quienes conocía muy de cerca debido a su presencia en la zona desde que su familia se estableció en el mineral de Caracoles. En esa época, su alma tras- humante lo llevó a conocer diversas minas de Copiapó y Vallenar. Sus versos, que a la vez son verdaderas crónicas, retratan de manera fehaciente y con una mirada desde adentro las costumbres, tradiciones y hechos de su época. Su talento como poeta popular se hubiera perdido si no fuera por la Alianza de Intelectuales de Chile en los primeros años del siglo XX. Fue Diego Muñoz el que se dio la tarea de recopilar lo que más pudo de la obra inédita de Brito. El poeta popular Diego Muñoz, estudioso de este tipo de poesía, señala que durante el primer tercio del siglo XX la poesía popular se había quedado anquilosada y se revolvía en la glosa de crímenes, violaciones, salteos, ejecuciones de condenados a muerte y temas si- milares.Era una poesía en decadencia por factores políticos y sociales reaccionarios y antipopulares. Aunque la poesía de Brito se había estado desarrollando en ese medio inconducente, afortunadamente no se contaminó, pero sus versos, a partir de 1938, toman un rum- bo que favorece a los movimientos de reivindicación social. Como

309 Abraham Jesús Brito

Muñoz lo expresa, Brito aspiraba a «conseguir la cooperación de la democracia capitalista con la democracia socialista para aplastar al fascismo y para construir un mundo mejor». Al evaluar la obra de Brito, Diego Muñoz destaca lo más medu- lar de ella. «Acaso –dice– ningún poeta popular logró… dar tanta viveza, tanto colorido y bizarría a los cuadros de la vida popular en sus descripciones y ficciones simbólicas». Y luego: «La forma alcanza en Brito muchas perfecciones. Vive y se desenvuelve en el metro octosílabo y en la décima con una maestría genuinamente popular que llega a vencer dificultades tan duras como la nómina completa de las veintiún naciones americanas en su última estrofa de su "Gloria a Simón Bolívar"». Por otro lado, fraternizó con firmeza con la clase obrera organizada y esa fraternidad se extendió también a los intelectuales progresistas. Muñoz, en cuyas manos estaba la obra de Brito, revela que una cantidad apreciable de su obra queda inédita, entre las que se cuen- tan más de un centenar de décimas que no incluye en su libro y un cuaderno con composiciones que fueron publicadas «sin su firma, vendidas a editores de hojas volantes que de esta manera hurtan a los poetas populares su nombre y renombre».

Mi biografía, mi vida y mi martirio

El que suscribe relata la esencia de la verdad; que fue una calamidad la suerte mía pirata. En un mineral de plata me crié sin muchos roles, el famoso Caracoles, casi frente de Calama y Limón Verde en la trama de Antofagasta en controles.

310 La poesía en Atacama

Mi mamita Catalina, de San Juan, provincia bella, ella fue polar estrella que a mi mente ilumina. Mi madre, noble argentina, me guió en primeros pasos, que no ha pasado un fracaso en mi trabajo y virtud, siendo en Chile excelsitud en procederes de caso.

Yo nací en Carrizal Alto, muy cerca de Vallenar, guagua vine a rematar a Caracoles de un salto mis padres sufriendo harto, según dijeron amigos: José Arriaza fue testigo de críticas circunstancias; conocía desde infancia a mi padre tan querido.

Mi padre era aconcagüino; fue nacido en San Felipe. Era minero y de estirpe de puetas de mucho tino, Correa, Arroyo y Leytón cual Guajardo Bernardino, Meneses con Ossandón y la Juanita Acevedo, que todos con humoreo tocaban su guitarrón.

Todos se contrapunteaban en décimas muy floridas, comprensivas de la vida,

311 Abraham Jesús Brito maravilloso cantaban. Mi padre les preguntaba algo rudo, imaginario, del sistema planetario, a lo humano y Universo; le contestaban con versos esos listos adversarios.

El fin que tuvo mi padre fue trágico y horroroso; en su trabajo forzoso para mantener mi madre. Sin hacer ningún alarde diré que en la Mina Rosa tuvo una muerte espantosa mi padre a causa de un tiro: por prenderlo cual suspiro le dio muerte desastrosa.

Le hizo trizas la cabeza; los sesos lejos saltaron; y las cajas salpicaron de la labor en flaqueza. Mi madre, con gran tristeza, a mi padre lo lloró, que de pena se murió, quedando yo huerfanito con un chiquito, hermanito, que su Madrina adoptó.

A mí me tocó mejor con mis Padrinos ricachos; no me trataban de huacho, me dieron algún valor. Tuve un poquito de honor, menos mal que tuve escuela;

312 La poesía en Atacama pero tuve mala muela sin cortarla de raíz; al tiempo, un chiquillo Luis por su carácter me amuela.

A este chico lo criaron como a un hijo verdadero. Lo educaron con esmero: mis padrinos se turbaron. A Copiapó lo mandaron pensando que iba a ser bueno: un abogado o galeno, ingeniero o padre cura; pero fue escoria y basura, por no decir cacaseno.

Por causa de este chiquillo hijo de puta elegante, yo sufría por instantes golpes a causa del pillo. Se robaba los membrillos y toda clase de frutas; este hijo’e la gran puta me echaba la culpa a mí, siendo mi martirio así que hube de cambiar mi ruca.

Se rasguñaba la piel que la sangre le saltaba, mientras que a mí me acusaba el calumniador infiel. Me garroteaba a granel mi madrinita Carlota, que era argentina de nota, de Salta, la gran señora;

313 Abraham Jesús Brito como era mi protectora, aguantaba la catota.

Era bueno mi padrino; nada tengo que decir. Era ilustrado y gentil, netamente copiapino. Con acierto y mucho tino dirigía sus negocios. Era enemigo del ocio; tenía quince carretas que con metales repletas el tráfico era asombroso.

A la Estación Sierra Gorda las carretas metaleras; como once leguas enteras echaban con mulas tordas. Los carreteros se amoldan con el tráfico y trayecto; marchaba todo perfecto con el capataz González, porque era de esos formales, tieso de lomo y correcto.

Se llamaba mi Madrina doña Carlota Moreira, más tiesa que Ño Pereira, que era sereno de minas. Era guapa y muy ladina; a mí me pegaba mucho por causa del huacho Lucho que mi padrino Contreras me defendía en manera que yo me le hacía el cucho.

314 La poesía en Atacama

Total que me las eché, como dicen vulgarmente. Me enrolé en un contingente, y fui militar de a pie, que de jinete no sé cómo montar a caballo. El tiempo pasó cual rayo, fecha del noventa y uno, y ya libre fui toruno y todavía me entallo.

Amor propio de un minero

Cuarteta

Soy de Chuqui gran minero; en «Sierra» Chuquicamata, saco el oro, cobre y plata, fierro, sulfuro y acero.

Glosa

Me da gusto barrenar en lo firme en lo blando; no siento horas trabajando para poder figurar. Me pongo a considerar los piques que hice primero, después los cerros enteros vuelan por los explosivos; perforando muy activo soy de Chuqui gran minero.

Lienzos de cerro perforo con tino privilegiado;

315 Abraham Jesús Brito no hago trabajos forzados para buscar tesoros. Desde el cobre, plata y oro atropello firmes pastas; sin tallas corto la lata, saco bronces y aluminios; son muy ricos los dominios en Sierra Chuquicamata.

Considero los inventos de los yanquis colosales; para fundir sus metales la fundición es portento. Salen las barras por cientos y en beneficios compactas; a la simple vista esmaltan los brillos del oro puro y en Chuqui, bien de seguro, saco el oro, cobre y plata.

También el «bolfán» figura entre las pastas nombradas; con la pirita amasada sale el estaño en juntura, sale el azogue en plomura y el borato entre veneros, sale el sulfato, refiero, con el rosicler precioso y entre caches luminosos, fierro, sulfuro y acero.

Al fin el americano le da trabajo a cualquiera; y de una y de otra manera el pobre trabajo ufano. Si en las minas no es baquiano,

316 La poesía en Atacama trabaja en la fundición, y si le pone afición a ramos de ingeniería, será ingeniero de hombría, mecánico en profesión.

Los heroicos huelguistas de «El Teniente»

Los mineros de El Teniente de Braden Copper empresa la gran huelga con firmeza la sostiene permanente. Los gringos intransigentes son soberbios y porfiados y como son apoyados por fuerza’e carabineros, se portan cual bandoleros en abusos consumados.

Las calles del campamento de Sewell se ven repletas; por las noticias concretas los obreros, si no miento, tienen en sus pensamientos la solución del conflicto y habrán de salir invictos porque piden lo legal en Sewell, Coya y Pangal, como todos hemos visto.

Las olas de indignación recorren todo el país y el que mete la nariz apreciará la visión: los gringos sin compasión

317 Abraham Jesús Brito hicieron sablear obreros por malos carabineros que obedecen a los gringos. Esto sucedió el domingo de marzo día primero.

Hay gran solidaridad de todas las sociedades; ayudan con sus bondades la huelga de actualidad. Y de que hay conformidad la CTCH nos da prueba, pues el Mercado y la Vega y el Matadero consigue cuanto vívere persigue para la férrea huelga.

Al fin, nuestros sindicatos, que son bien organizados, ayudan con sumo grado y campanas a rebato la intransigencia y mal trato de los gringos cesará y la huelga ganará el sentido justiciero. ¡Vivan los nobles mineros! ¡Jamás los aplastarán!

Un viva al 18 de septiembre de 1939

Cuarteta

Viva el 18 inmortal que hace desechar las penas;

318 La poesía en Atacama viva la escuadra chilena y el pabellón nacional.

Glosa

Estimados compatriotas, pueblo noble y varonil. En nuestros pechos se nota el entusiasmo viril. Ya cesó de ser servil este gran pueblo industrial: la Araucanía natal defendió este bello suelo diciendo todo chileno ¡viva el 18 inmortal!

Viva el cóndor y el huemul y el hábil legislador que de pueblos norte y sur forman la Constitución. Viva toda la nación grande, florida y amena, viva Vicuña Mackenna en la mente y pensamiento; viva este 18 cruento que hace desechar las penas.

Viva O'Higgins y Carrera, San Martín y el gran Rodríguez y otros guerreros que siguen general Freire y Las Heras; a la potencia extranjera con faz altiva y serena de la cruel esclavitud rompieron la vil cadena

319 Abraham Jesús Brito con grandiosa excelsitud. ¡Viva la escuadra chilena!

Viva el ejército en masa, aviación y generales, que viva toda la raza de araucanos ideales; que vivan los principales jefes de tierra y mar y sin jamás olvidar ¡que vivan los legendarios Caupolicán y Lautaro y el pabellón nacional!

En fin, nuestro Chile viva siempre rodeado de gloria; la paz y la dicha estriba en sus gloriosas victorias. Perennes son las memorias de los invictos campeones que cual altivos leones nos dieron patria absoluta marcando ejemplar la ruta libre y noble en las naciones.

Un viva al 21 de mayo

Cuarteta

Viva el 21 de Mayo, día de gloria sin par; el heroísmo ejemplar de Prat fulgura cada año.

320 La poesía en Atacama

Glosa

Viva la heroica «Esmeralda» y su bravo capitán; se portó cual un titán en su corbeta gallarda. Entre flores y guirnaldas su heroísmo es atalayo que como átomo de rayo que al Huáscar lo iluminó y al abordaje gritó viva el 21 de mayo.

Viva Prat, viva Serrano, Orella, Uribe y Riquelme, que entre otros héroes duermen como el indómito Aldea. Viva el tricolor que ondea hoy, día espectacular, con júbilo sin igual sin que se escape ninguno; digamos: viva el 21, día de gloria sin par.

El gran marino dio ejemplo de patriótica bravura. Su fama está a mucha altura y su heroísmo es un templo. Mientras más recurra el tiempo patriotas no han de olvidar esta acción, fama mundial que se asombró el orbe entero y respetan con esmero el heroísmo ejemplar.

321 Abraham Jesús Brito

Sin haber ponderación en mi décima, lectores, nadie niega los honores de Prat en esa ocasión. El mismo Grau, sin traición, lo comunicó sin daño; a su patria el gran peruano su acto de valor no engaña; pues esa indeleble hazaña de Prat fulgura cada año.

Grau, marino de experiencia, en el Huáscar contemplaba y al bravo Prat le gritaba: «Ríndase sin resistencia; capitán, en mi conciencia, la contienda es desigual», pero Prat, el inmortal, mandó luego al abordaje. Murió el tremendo coraje y el heroísmo de Prat.

Interrogatorio entre el general en jefe de las fuerzas aliadas de Perú y Bolivia, don Juan Buendía, y elvaliente espía chileno, soldado Marín

EL GENERAL: Dime, hombre, ¿cuánta gente tienen sobre armas en Chile?

MARÍN: Cien mil, señor, bien armados hasta los mismos redientes; es muy terrible esta gente con su corazón osado.

322 La poesía en Atacama

Y con su corvo afilado contentos al Perú vienen. A su gobierno conviene y a su señoría le hablo que se encomiende a San Pablo y que haga al cielo sus votos, porque nosotros, los rotos, atropellamos al Diablo.

EL GENERAL: ¡Si me contestas así, tendrás que morir a bala!

MARÍN: Máteme, señor, que Escala pronto estará aquí y se hará cargo de mí, lo que usted quizá no piensa. Decirle no será ofensa lo que me ha de preguntar para que quiera matar una persona indefensa.

EL GENERAL: Dime: la caballería ¿tiene buena caballada?

MARÍN: Señor, no le diré nada. Porque tal vez dirá usía que le hablo con fantasía; pero alguien de sus vasallos ya le habrá hecho presente que es muy claro y evidente que en la guerra los caballos pelean más que la gente.

323 Abraham Jesús Brito

EL GENERAL: Fanfarrón… La artillería ¿tiene buenos artilleros?

MARÍN: Casi todos con esmero echan fama en puntería, cual cosa de brujería, tanto en tierra como en mar. Empiezan a aujeriar los blancos con sus cañones; echan fama en corazones de peruanos sin contar.

EL GENERAL: ¡Calla la boca, insolente, embustero y palangana!

MARÍN: Pero si usted ya me afana con preguntas inconscientes yo le contesto realmente y todo lo certifico. Tenemos cañones ricos en alcance superior que causaremos horror con los Krup matando cuicos.

EL GENERAL: Callaos, roto chileno, por ruines balandronadas, que con tus palanganadas de bélicos elementos me quieres contar el cuento de cien mil almas armadas.

324 La poesía en Atacama

MARÍN: Si no lo quiere creer a mí me importa un comino; medio ejército en camino viene a pelear y vencer. Usted me ha de agradecer cuando escape de ese Buin, que en valor no tiene fin con Coquimbo y Atacama; en la guerra tienen fama, son guapos al combatir.

EL GENERAL: ¡Cinco de guardia al momento! Aprésenme a este cargoso y a la barra en calabozo, de baldosa el pavimento para en breve fusilarlo. No podemos tolerarlo a este roto condenado; este insolente malvado al Perú quiere ultrajarlo.

MARÍN: No importa que me fusilen: mi sangre la vengarán; en breve de nuestro Chile. General: para servirle, las tropas estoy oliendo; ya veo: vienen corriendo; los soldados de avanzada creo traen la nombrada que las fuerzas se están viendo.

325 Abraham Jesús Brito

EL GENERAL: Tenéis la lengua atrevida: está vertiendo en mi vida su ponzoñoso veneno. Contéstame, sarraceno, soldado estrafalario: ¿cómo anda con el salario tu ministro y Presidente? Porque creo firmemente que andará escaso el erario.

MARÍN: Somos, señor, operarios casi dueños de tesoros; en nuestro Chile hay mucho oro y es noble y humanitario. Y como es legendario en el mundo de alta nota, nosotros, como patriotas, defendemos nuestras tierras: sin salarios en la guerra no conocemos derrotas.

EL GENERAL: ¡Vive Dios, que es demasiado! Arderse mi sangre siento con este puerco jumento: lo aplastaré cual menguado. Oye, infame y vil soldado: a mis plantas de rodillas, humillado palomilla implorarás mi clemencia; que perdone tu insolencia con que mi honra mancillas;

326 La poesía en Atacama de rodillas, vil espía, o si no, mi propia espada de tu lengua envenenada castigaré la osadía.

MARÍN: ¡Vive el cielo! ¿Arrodillarme?... ¿Que implore yo su perdón?... Sería inicuo baldón: usted pretende humillarme. Jamás en intimidarme se imagine, general. Bien me podría fusilar, pues moriré como bravo y no como vil esclavo que se deja asesinar.

EL GENERAL: Vete de aquí, torpe roto, sal afuera, impertinente, antes que venga mi gente y se forme el alboroto. Te he de poner freno y coto… ¡Es verdad: vienen los rotos!... Es necesario arrancar y la vida hay que librar con un buen par de bototos. ¿Qué pasa, ayudante Soto, que lo veo demudado, timorato y asustado, como si alguien lo ha corrido?

327 Abraham Jesús Brito

EL CAPITÁN SOTO: ¡Mi general, los bandidos, los chilenos han llegado!

(Efectivamente, entra a la sala del general el ayudante Soto, sargentos y soldados peruanos, todos asustados y pálidos. Dan cuenta al general que vienen las tropas chilenas y huyen, abandonando el escenario. Queda en libertad Marín).

Riquezas del mar

Cuarteta

Me pongo a considerar los océanos del mundo; son los tesoros fecundos en lo más hondo del mar.

Glosa

Tan solo el mil de millones de pescados diferentes tiene el mar precisamente billones y más billones; los pulpos y tiburones y albacora colosal el celemín de pescados que son muy ricos guisados, es muy largo enumerar me pongo a considerar.

Los pescados más sabrosos son el congrio y cojinoa, corvinas y el peje-bia y el peje perro aceitoso,

328 La poesía en Atacama el atún y jurel roso y el dorado furibundo se crían en lo profundo de los mares turbulentos; por eso pienso y comento los océanos del mundo.

En el mar también hay oro, plata, níquel y corales, ámbar y diamantes tales que valen un gran tesoro. Lo juro por mi decoro que hay perlas de talle abrundo con zafiros tan rotundos que un dineral representan, según marinos comentan son los tesoros fecundos.

Al final, en puros peces, en mares recontra ricos tienen cholguas, ostras, picos, locos, jaibas, todo en creces; a más también me parece que hay ágatas de ejemplar, espumas ricas de actar, lindas perlas se imagina, con esmeraldas muy finas en lo más hondo del mar.

Nuestro Chile

Alguien, con su voz homérica dijo que la patria amada es una espada envainada al cinto de Sud América.

329 Abraham Jesús Brito

Quién lo duda, es una espada puesta aquí por el azar junto al pacífico mar para vivir envainada. Mas fue una vez provocada y abandonó su envoltura; por su bizarra bravura justificó y justifica:sin Tacna nos queda Arica, su sólida empuñadura.

Pero Chile es algo más que una espada de combate: es un corazón que late como ninguno quizás. Chile no supo jamás ante nadie estar de hinojos; es temible en sus enojos y ama con fe enardecida y lleva un ansia encendida en el fulgor de sus ojos.

Tiene Chile en el bregar por la civilización la nobleza del león que no mata por matar. Sus brazos sin vacilar abre para estrechar lazos y fecundizar regazos al que al encuentro le sale, aunque su capa resbale por abrir mucho sus brazos.

Chile es crudo en su rudeza, ingenioso en su denuedo. Como no conoce el miedo nunca vuelve cabeza.

330 La poesía en Atacama

Alguien, al ver su nobleza le ladra ronco a los pies y con cobarde interés teme que su corvo afile. ¿Y qué culpa tiene Chile de ser tan grande como es?

En la pampa o en la breña, más arriba o más atrás, siempre es el mismo; jamás rehúye su faz amiga y a dos manos se prodiga para prodigarse más. Chile subyuga y encanta: la más bella de las tierras, la más noble y la más santa. hasta en caso de una guerra, porque en tal caso se aferra el alma del roto airosa con su bravura combate, y quién es quién, que se mate por una mujer hermosa.

Ante el enemigo artero Chile se afirma: no implora; ruge, pero nunca llora, frío con pecho de acero. Todo lo inútil lo huella y hasta su bandera es bella y reina entre pabellones. Desecha constituciones, porque le basta una estrella; chilenos de esta región que tanto nos significa, hijos de Tacna y Arica más con Pacífico son.

331 Abraham Jesús Brito

Libremos esta jornada, y si Chile es una espada inmensa, brillante y dura, respetad su empuñadura para que siga envainada.

¿Qué soy yo?

¿Qué soy yo en el universo, que tan orgulloso vivo? Siendo un viejo desvalido que ando con grandes esfuerzos, los achaques más perversos arraigan mi humanidad; anda la fatalidad rodeando todo mi ser y no puedo comprender qué soy en la actualidad.

Soy un humilde gusano último en la creación, pero tengo pretensión de algo en el género humano. A pesar de ser cristiano, reniego de mi existencia; solo me queda experiencia de pasada juventud. Hoy en triste senectud, ¿qué soy yo sin influencia?

Cuando fui joven, confieso, que fui siempre afortunado; era voltario, inclinado a ser bien repalogrueso; era del lomo muy tieso,

332 La poesía en Atacama un Tenorio en el amor; hoy tan viejo causo horror y para remate, feo, que ya parezco causeo sin gusto, olor ni sabor.

¿Qué saco hoy con acordarme que ayer tuve a don Dinero? Hoy tengo el alma y el cuero para con frío taparme. Siempre tengo que amoldarme que mi situación me basta, con mis pies ando a la rastra por el peso de mis años; pero me acuerdo de antaño que fui joven de alta casta.

En fin y en suma, ¿qué soy? Desheredado de suerte, soy despojo de la muerte que de este mundo me voy. Ayer fui, y nada hoy: es ilusión este mundo. Lo que realmente es fecundo es el amor del Señor, Omnipotente Hacedor en sus designios profundos.

333

Honorio Henríquez Pérez

(Vallenar, 1878 – Santiago, 1931)

Obras: El surco, poesías; Prima Facie, cuentos; Conócete a ti mismo, ensayo; Senderos de amor, novela; Por las glorias de San Ambrosio, novela; La muerte de San, novela; y El palacio de los zánganos, novela inédita. Sus padres fueron Honorio Henríquez y María de los Dolores Pérez. Aprendió sus primeras letras en su ciudad natal en el Colegio Inglés de Mr. Fraser. Más tarde ingresó al Instituto Nacional, después al Liceo Miguel Luis Amunátegui y finalmente entró a la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile. Una vez que obtuvo su título de abogado ingresó a la administración pública, desempeñándose como abogado del Ministerio del Interior, jubilándose de la planta administrativa en 1925 debido a una cruel enfermedad con el elevado cargo de subsecretario de dicho ministerio. Se inició como periodista en el periódico huasquino El Traba- jo de Vallenar, entonces dirigido por el poeta Enrique Ruiz Tagle. En Santiago fue colaborador habitual del diario radical La Ley y también tuvo a su cargo, por algún tiempo, la sección «Los Martes Literarios» del diario conservador El Diario Ilustrado, hecho que lo destaca como defensor y practicante del pluralismo político de su época. Publica la revista Miscelánea junto a Desiderio Gonzá- lez Ossandón, órgano en el que incluía páginas literarias que eran recibidas con entusiasmo por los jóvenes intelectuales de Vallenar. En cuanto a su trayectoria literaria, en 1907 publicó su primer libro de cuentos y relatos costumbristas, Prima Facie; en 1914 salió

335 Honorio Henríquez Pérez a la luz su primera novela, Senderos de amor; dos años más tarde apareció su único poemario, El surco. En 1915 se publicó su novela Por las glorias de San Ambrosio, ambientada en Huasco y premiada por el Ateneo Nacional de Buenos Aires en 1916. Más tarde publicó el libro de ensayo Conócete a ti mismo. También tenía terminados dos manuscritos, la novela El palacio de los zánganos y el cuento «La muerte de San». El escritor y Premio Nacional de Literatura Samuel A. Lillo in- forma que Henríquez Pérez fue miembro honorario de la Academia Chilena de la Lengua y que a sus tés literarios «asistían escritores de todas las tendencias, atraídos por la bondad y comprensión del dueño de casa, quien para todos siempre tuvo palabra de aliento y simpatía». También tuvo tiempo para dedicarse a otras actividades. Así, aparece en el «Padrón Minero del Huasco» explotando la mina de cobre Los Placeres en la sierra de El Algarrobal. En el plano polí- tico, el Partido Demócrata lo postuló como candidato a diputado, representando a la circunscripción electoral huasquina en 1918. Falleció en la capital debido a una dolencia devastadora el 20 de octubre de 1931.

Errante

I Una mañana, siendo muy niño, dejó su casa, con mucha pena, con cien proyectos, con fe no escasa, y al fin del tiempo, corriendo tierras, ¿dónde estará? Sé que lo han visto con su bagaje de peregrino que va buscando por las tinieblas de su camino la ansiada palma que su carrera coronará.

Sé que lo vieron, feliz, un tiempo seguir la estrella de unos amores, y que olvidado después por ella, reír ya nunca, como otras veces, nadie lo vio; y que ante el humo de aquel ensueño desvanecido,

336 La poesía en Atacama solo, agobiado por la tristeza de tanto olvido, dobló su tienda, quemó sus versos y se marchó.

II Si por tu casa lo ves que vuelve con la sonrisa de los que ríen porque se mueren más que de prisa, y solo mueve con sus pesares tu compasión, déjalo solo, deja que se vaya como una sombra, que si hay engaño que no se dice, que ni se nombra, es el engaño con que has herido su corazón.

Déjalo solo, deja que torne por el camino que ayer resuelto siguió, luchando con el destino; si lo desprecias, déjalo solo, no volverá… Si una mañana siendo muy niño, dejó su casa con mucha pena, con cien proyectos, con fe no escasa, tal vez de nuevo la fe de entonces lo salvará.

La espiga

Excursión vespertina. De la siega vengo. Vi caer las espigas. Y las vi sobre el suelo amarillas y flácidas; sus bucles sin reflejos; desmedrado el encanto de su oro principesco. Erizada la gleba, ya sin jugos los surcos. No latía la tierra como un vientre fecundo. Madre de todos, madre que das el pan y el jugo, que dejas fecundarte

337 Honorio Henríquez Pérez porque eres hembra. Tuyos son los besos del agua y del aire errabundo en el amor sin cópulas que da vida a los frutos; segado vi tu seno. El segador hirsuto cortaba haces de espigas con el placer sañudo de un hombre que arrancara haces de bucles rubios. Es la ley. Savia del trigo, eres el pan del mundo, hostia blanca en los templos, para el hambre, mendrugo. Pensamientos sin fin. Pensar en lo más hondo. Cómo a vivir comienzan la semilla y el óvulo, la célula y la espiga, y, palpitando en todo el oculto misterio y el eterno trastorno. Quién supiera pensarlo si no lo ven los ojos, cómo surge la vida del seno doloroso y del seno inconsciente. Madre que das retoños, tierra que das espigas, bendito el humano asombro, bendita fuerza del músculo, bendito el fecundo soplo y bendita la simiente porque sois y porque somos. Sal, osado pensamiento

338 La poesía en Atacama del principio de la vida, del principio de las cosas. Semilla, tú das espigas, espiga, tú das el trigo; y el trigo nos da la harina. La evolución creadora en la mies sube, en la vida baja, y es fecundo rastro bajo el sol, cuando germina, bajo el suelo, cuando muere. En todo, luz y energía, celeste soplo en el niño y áureo color en la espiga, se agiganta mi sombra; mi ánima se recoge y mi pensamiento explora. Excursión interminable al ansia que nos transforma, a la fe que nos constriñe, al dolor que nos asombra, al cielo que nos cobija, al pensar que nos traiciona, a la tierra que nos nutre, a la tumba abierta y fosca y a la cuna que se mece sobre el manto de las horas. Más allá, más allá. Siempre lejos, más lejos, donde la vida acaba, se hunden los pensamientos. Y estallan las auroras y estallan los misterios en el cielo infinito, en el surco reseco, en el vientre minúsculo, en la leche del pecho,

339 Honorio Henríquez Pérez en el alado espíritu y en el vientre materno. Salve el tallo sabroso, salve la tierna espiga segada a flor de tierra para nutrirnos. Cima y abismo en que se enlazan el misterio de la vida y el de la muerte. Salve la mutilada espiga, jugo sacro, dulce vaso, soñadora hermana espiga. Virgen, blanca como hostia rubia, como el oro rubio, santa, como una madre, buena, como un mendrugo. Espiga, te vi caída en la hora del crepúsculo. El sol que te dio vida mañana secará el surco y te quitarán el trigo y serás pan blanco y puro. Porque en ti se confunden las tres leyes del mundo, trinidad de la vida: hostia, pan y mendrugo. Se destiñe el crepúsculo.

El surco

Heme ante el surco abierto dando a la gleba mis semillas. Amorosos calores de mi callado huerto,

340 La poesía en Atacama no deis vida a las pobrecillas si han de sufrir rigores.

Heme sondeando el fondo de mis más íntimos pensares que adoro y reverencio: voces de lo más hondo de estos generosos cantares de bondad y silencio.

Heme segando flores. Sé que en esta dulce tarea he de labrar mi ruina. Hermanos segadores: como el rosal, tiene la idea perfume, flor y espina.

Heme libando mieles para que en estas libaciones me escancien amargura. Son arteros y crueles de la idea los aguijones que dan hiel y dulzura.

Lo doy con mi alma todo a vosotros, labios austeros, exprimiendo y segando la miel y el brote, a modo de las avecillas y jardineros que se mueren cantando.

Yo soy de tantos, uno. Un adorador con ideales. Dadme paso y olvido, sin que, al juzgar, ninguno

341 Honorio Henríquez Pérez exija frondas de rosales al surco florecido.

Viviendo en silencio

Golpea. Llama… ¿alguien por mí responde? Si te hablan calla y guarda tu anhelante respuesta a la voz imprecisa de cuanto allí se esconde de una como lejana modulación de orquesta.

Si no mientes y tienes por aliada a la suerte, que te lleve hasta el seno de mi vida interior, y oye si soy más hombre, porque me siento fuerte, o es que me siento fuerte, porque mi fe es mayor.

Avanza, sin reservas, hasta el mundo que tengo retratado en mi mente, pero hasta lo más hondo, como en extraño mundo de marino abolengo en que hay algas, y perlas, y una estrella en el fondo.

Oirás una voz ruda que te solloza o canta con la voz más doliente de mi propio sentir, con la voz sobrehumana que sepulta o levanta a quien hace sus cuerdas suspirar y latir.

Tengo un fondo de notas y de voces extrañas que jamás aprendieron el lenguaje vulgar y que son como el eco de las grandes montañas, como el hondo murmullo de las olas del mar.

En una inalterable simulación de abismo al nítido reflejo de una aurora casual, he visto que no cambio, que sigo siendo el mismo, y que vivo y que pienso como todo mortal.

342 La poesía en Atacama

¿Que me engaño? ¡Quién sabe! Es tan corta la vida que cuando el brazo deja de producir el pan, el estómago grita por la hora perdida en pensar en las breves dulzuras que se van.

Los hombres todos somos al fin iguales y vivimos el ritmo de un idéntico mal, sin que sean muy muchos los actos sustanciales que distinguen al hombre del ser irracional.

Voy por la calle, y todos me parecen absortos y pendientes de un hilo de su vida interior: cada cual lleva adentro sus crepúsculos y ortos, cada cual lleva un mundo de que es dueño y señor.

Desde el indiferente hasta el que observa atento guardan la esencia intacta, como un panal la miel, y una abeja fabrica su dorado aposento, y una abeja produce y se transforma en él.

Mortal, y atormentado por no sé qué tormentos de sabor impreciso y de honda lobreguez, sobre las aguas mansas, que son mis sentimientos, hay silencios de dudas y silencios de fe.

Superficie serena, fondo claro y plateado como el de los remansos, tiene mi juventud, donde las tempestades no han rugido ni hollado con la violencia turbia de la humana inquietud.

Superficies tranquilas y alturas misteriosas, como las perspectivas de mi tierra de sol, llevo dentro del alma un silencio de cosas, un silencio de ideas y un silencio de amor.

343 Honorio Henríquez Pérez

Mi buen silencio efímero que con la luz postrera de mis sentires íntimos, un día he de morir (¡que sea un día claro de alegre primavera!) en el santo misterio del silencio sin fin.

344

Alberto Moreno Méndez

(Chañaral, 1886 – Valparaíso, 1918)

Obra: De las zonas vírgenes. Santiago: s/n, 1926. Su adolescencia fue la de un muchacho tranquilo, sobrio, místico y alejado de los avatares mundanos1. Se enamoró de una muchacha materialista y desdeñosa que le hizo perder su sentido del equilibrio y raciocinio. Por ella decidió abandonar su hogar y echarse a la vida. De ahí en adelante, su carácter afable y dulce se convirtió en rebelde y desordenado. La intensa vida bohemia lo hizo saborear placeres y dolores en un vaivén vertiginoso. «Su modo atormentado, su manera mística de formular las cosas y el dejo misterioso de su voz grave y lenta palpitan elocuentes en su extraña naturaleza de artista». Vivió casi toda su vida en Valparaíso, puerto en el que fue amigo de Carlos Pezoa Véliz, Zoilo Escobar, Víctor Domingo Silva y Juan Egaña. Era un hombre solitario y no le importaba ni la fama ni la publicación de su obra. Sentía una profunda admiración por Charles Baudelaire, de quien tradujo íntegramente Las flores del mal con el objeto, según estableció en el prólogo a la traducción, «de dar derroteros de sa- lud al organismo anémico y vulgar de nuestro arte, nutrido con la yerbabuena de la rutina y la hoja rastrera y pródiga que mascan los rebaños». Desafortunadamente, esta traducción, la primera en Hispanoamérica (1915), nunca se publicó.

1 Ver Julio Molina Núñez y Juan Agustín Araya, Selva lírica. Santiago: Imprenta Universo, 1917.

345 Alberto Moreno Méndez

De su poesía, Alberto Moreno ha dicho: «Tendencia litera- ria –podría decirse– no tengo ninguna. Únicamente escribo por la necesidad psíquica de fijar ciertas bellezas interiores florecidas por el contacto de otras bellezas circunstanciales de la vida ordinaria. No escribo solo por escribir poesías cuando se me antoje o cuando quiera hacerlas. No; escribo cuando la emoción me hace nacer esa necesidad psíquica de que hablo. Y entonces trato de exteriorizar el trance con la mayor honradez posible y exactitud en la introspección, a fin de que resulte originalidad, es decir, la verdad». El desconocimiento de este poeta es absoluto. El autor de Selva lírica hace los siguientes comentarios de su obra: «A pesar de que Moreno abomina del carnerazgo de las escuelas literarias y cree comulgar en la eucaristía de una tendencia propia y desconocida… por el lustre y subjetividad de su poesía, debe figurar como el primero de los poetas simbolistas». Y luego: «Lástima que exquisiteces como la de este artista se pierdan en la sombra de un cuaderno personal desastroso». Aparte de muchísimos poemas dispersos, publicó De las zonas vírgenes en 1926 con prólogo de Neftalí Agrella. A la fecha de publicación de la antología, Moreno ocupaba un cargo en la Mu- nicipalidad de Valparaíso.

Mi giganta

(A Carlos Baudelaire, como inspirador)

Maestro: yo no sueño con las gigantas tuyas; tengo una mujer viva, más real y fabulosa: es moderna, vibrante –para que tú te instruyas de los raros progresos de esta edad contagiosa.

Mi giganta no tiene las perezas serenas, no es matrona, ni diosa, ni estatua simbolista; sus carnes, sus ensueños, sus linfas y sus venas, son savias, floraciones, de una magia realista.

346 La poesía en Atacama

Si la vieras, poeta, con su gran compostura, tú que siempre soñabas artificios extraños, en sus pasos ambiguos y en su inmensa figura pierden sus agresiones la ceba de los años.

Si la vieras cruzando las plazas dilatadas, con su belleza rubia y el aire distraído; los muslos prepotentes, las piernas ignoradas: todo el firme tesoro debajo del vestido.

La veo en las mañanas, las siestas y las tardes –viviente hechicería de la ciudad atroz– como un poema enorme sin énfasis ni alardes, nacido en el silencio para el vicio de un dios.

A veces he seguido su vasto encantamiento, el hondo poderío de este fruto, salud de rancios desdichados, sin más resarcimiento que madurar sus sueños dentro del ataúd.

He visto en sus ojeras y el mirar clandestino telepatías hondas de noches solitarias, tatuajes que no marcan vulgaridades, sino divinos espejismos de sexo y plegarias.

¿Quién sabe los misterios de este vasto organismo? ¿Quién llega a los dominios de su rica nirvana? ¿Será desmesurado como el cuerpo el abismo de su quimera sobre la forma sobrehumana?

Poeta: no la quiero como fría giganta, como tú, al desear los encantos serenos, los pródigos regazos de una ternura santa «al dormirte besando la sombra de los senos»;

347 Alberto Moreno Méndez la quiero como un monstruo bendito y formidable de estas pobres ciudades, de estos pobres poetas; su fenómeno adoro –bálsamo saludable– para mi gran fastidio, mis torturas secretas.

Musa moderna

Mi musa está incurable, destruida. ¡Si la vieran, Dios mío! Los terrores, los vértigos, fatigas de la vida, la ahogan con enormes estertores!

¡Pobrecita! Tendida en los escombros de un violento existir, mira, recuerda… Con la fatalidad sobre los hombros, no hay reptil ni dolor que no la muerda.

Mi musa está incurable. Las promesas de los sueños no existen. Las quimeras se fueron como tropa de posesas, cual fastuosas y bellas calaveras.

Agotó su vendimia de ideales; ni una brizna encontró para su nido, ni restañó la sangre de sus males el curandero vado del olvido.

Hoy adora placeres misteriosos, donde hay fósforo, azufre, valeriana; donde hay espasmos tétricos, nerviosos, y un regusto supremo de nirvana.

Irónica, impotente, ya no hay plectros que encanten el retiro en que se abisma;

348 La poesía en Atacama tan solo se solaza con espectros redivivos del fondo de sí misma.

En las tardes el pecho le tortura un deseo voraz al cual se aferra: sed de una apocalíptica ternura, hambre de nuevo cielo y nueva tierra.

Pero no hay fuego, sueño ni embeleso, las venas muertas y los brazos rotos, los labios impotentes para el beso, los éxtasis obscuros y remotos…

Musa. Un secreto fuego te reanima: prepara tus miserias, tu tesoro; el éxodo supremo se aproxima con sones de arpas y mirajes de oro.

Cuando la eterna pálida te encuentre pronta para partir, tal vez recobres el inmenso ideal de abrirte el vientre para nutrir el sueño de los pobres.

Fruto máximo

Después de los intensos desgastes en que explotamos nuestra doble alma, y hacemos elíxir del fastidio con aleaciones malas; después de olvidar el otro mundo y el misterio de esta vida vasta, para poder sonambulizarnos e invertir el karma;

349 Alberto Moreno Méndez después de la inmersión en la noche anterior, y de violar la parda brujería de horas evasivas sorpresas visionarias, heme aquí, solitario, cobarde, tendido cual espectro, en la cama, rodeado de una sombra inquieta en una tarde larga.

El pasmado silencio se activa con sus redes enormes y raras, forma un aire eternal en las cosas, de sorda represalia.

Los temblores nerviosos aumentan y el miedo del espíritu horada. (Un viento huracanado, furtivo, entreabrió la ventana).

Y se puebla de luces y ruidos y figuras hundidas, la boharda, como alguna invasión de visiones que mandara la Nada.

Anochece. ¿Qué número toca a esta noche mortal como tantas, esta noche que es solo una angustia sobre la hora urbana?

El crepúsculo inmenso desciende, y como un abismo que se vacía, forman una atmósfera de terrores, una órbita macabra,

350 La poesía en Atacama temblorosa de presentimientos, embriones de pesadillas vagas y dislocaciones de recuerdos en épocas hermanas.

El presente entra al organismo y de nuevos misterios lo baña. El espíritu avizor palpita por la implacable saña, de los ungüentos de la vida, los maleficios de jornada, ¡condenación final y negra! ¡Y la nada, la nada!

Y con ázoe en los dolores, revulso de infinito y alma, quisiera ser irresponsable cual muerto que alentara…

Agonía de una belleza

Tu belleza se muere, pobre princesa mía; ya tus ojos reflejan zonas crepusculares, el otoño en tu carne pone su boca fría y en tus labios fallecen los azules cantares.

Esas voces de sueño, nunca más las alcobas llenarán con sus oros rítmicos y suntuosos; ya tus flancos se pierden, no como antes arrobas con los senos redondos, firmes y milagrosos.

Nunca ya sobre el piano vendrán resurrecciones de primaveras vastas y deseos de amar;

351 Alberto Moreno Méndez no llenarás tus ojos con las mudas visiones de navíos y diques y un domingo en el mar.

Todo el mundo bravío, los imperios del Nervio, las lejanas comarcas de fiebre de pasión, no tendrán sus riquezas ni el empuje soberbio, ni savia de la tierra, ni sed, ni rebelión.

Ya las grandes quimeras buscan sepulturas; el ideal, inválido, guarda sus armas rotas; los besos han perdido sus divinas locuras y las manos se alargan glaciales y devotas…

¡Y pensar que un poema indefinible llega a morir como tantas frías vulgaridades, en el turbión monstruoso de pavura que ciega, en la vida que pasa con sus obscuridades!

El poema secreto

Y fue en el meridiano de un día amplio y callado, como una fiesta nueva del espíritu. El cielo, puro como la muerte, inmune como el sueño, estaba decorado por el sol ávido y grueso.

Vagaba en la inconsciencia de asuntos familiares, en esa hora sabia del último silencio,

352 La poesía en Atacama del último silencio de nuestra alma; silencio que nos da la certeza de la última jornada y el reciente destino.

Vagaba. El pensamiento, en la destreza frío, con sus parcas maniobras saltaba los objetos; se posaba en los duros desgastes de las cosas, ante los espectáculos enanos de la alfombra; bien discurría, ajeno al diapasón violento del sol, entre las huellas de su propia pasada; bien hacía capturas, de gris psicología, en la charla indolente de hermana laboriosa; de la joven inquieta que resume mi espíritu y da fruiciones vagas a los diarios afanes.

…un timbre que resuena… Es la amada que llega.

Ella entró vulgarmente, En ropas de negruras…

353 Alberto Moreno Méndez

La familia riendo, los abrazos, los besos, las rancias atenciones.

En ropas de negruras surgía aquello grave: (mi emoción y mi ensueño, mi objeto de terrores, ¡mi único paraíso!)

Surgía el rostro blanco algo cansado y triste.

Esta mujer antigua –para mí que soy niño ante el tiempo y el alma– es una mujer joven; pero ha vivido tanto en la existencia mía, ha removido tantas visiones y quimeras, que en el misterio claro de su belleza aún queda un remoto espejismo y una vieja añoranza de tiempos misteriosos.

Estamos frente a frente, fingiendo indiferencia (¡y se explosionan todas las fibras más sutiles!).

Las charlas familiares hacen común atmósfera

354 La poesía en Atacama con los hondos efluvios de dos almas inquietas.

Está bella, sonriente, en su ardua compostura; ni un pensamiento mío se envuelve en sensualismo, ¡como si fuera diosa, como si fuera mármol!

Transcurre el tiempo, solo para formar las redes de los destinos todos. Y el cañamazo nuestro ¿aún no termina el tiempo?

No lo termina, porque sentimos vago aviso, un llamado perenne a zonas más intensas;

¡y nuestras manos, nuestras miradas; las presencias, las risas, las palabras, los silencios inquietos de este amor estupendo van tejiendo la trama para que las compuertas del infinito se abran!

¡Y estamos frente a frente movidos por la humana tarea de cubrir los exabruptos del alma!

355 Alberto Moreno Méndez

Esperamos milagros del Gran Todo; una fuerza rica, suprema, augusta, portadora de edenes afrodisíacos; hondos paraísos de hechizo, que sacudan los nervios, conquisten el silencio y avasallen los cuerpos inmóviles y místicos, para que surja la hora maravillosamente gloriosa del poema de la carne y la vida.

*

Los arreos mundanos, los convencionalismos, aguardan tras las puertas del misterio. Las almas –nuestras almas– dejaron de oficiar. Es la hora de la vida ordinaria. Diosa que desconoce los tesoros que aguarda.

De pie para marcharse, ella ríe con todos y muestra movimientos graciosos y sencillos, como para ocultar la vida verdadera del espíritu, esa

356 La poesía en Atacama que trasciende furtiva en los bellos relámpagos de su mirada triste hacia mi alma en suspenso.

Y como siempre, siempre, como todos los días, su fina mano blanca estrecha el temblor vago de mi mano. Y entonces los efluvios astrales intervienen. Nostalgias de algún remoto cielo, en los nervios unidos vibran como un poema.

¡Nos apartamos como dos fuerzas misteriosas, sabedoras que un día –o tal vez miles de años después de estos encuentros– comulgarán unidas en el connubio psíquico de las constelaciones!

Una Maritornes

Morena, bravía y sólida, sin lujos y sin histeria, llevas el campo en el alma, la ciudad en la cabeza.

Ulpo, leche, agua de río –cuando estás en la taberna–

357 Alberto Moreno Méndez resucitan en tus vasos con nostálgica belleza; y tus ojos ciudadanos, de hembra obscura, firme y nueva, se cierran como un ensueño de remembranza y de pena.

Tus sensualismos son sanos como tu piel y tus venas. La maternidad ansías ¡y vives como ramera!

Y en los lechos mal pagados donde el goce apuñalea, rezas tu oración antigua olor a ruca y a selva.

Lo inevitable

Consuelo de mis agrias depresiones cuando creo enemigos mortales son tus memorias llenas de emociones, llenas de besos y de llantos reales.

Es un consuelo tu recuerdo, vivo ese trozo de tiempo extraordinario para obtener el hondo lenitivo como la azul virtud del incensario.

Resucito las horas distraídas donde el cansado espíritu se embargue: cuando con nuestras manos reunidas forjábamos proyectos en el parque.

358 La poesía en Atacama

Con los ojos cargados de visiones nos amamos sin goces, sin alarde, sin más certezas ni otras confesiones que ver dos paraísos en la tarde.

Diálogos lentos, roces extenuados, querellas y locura perdurable; espectros del destino entrelazados para el fin descompuesto, abominable.

Tus fiestas, tus perfumes, tu organismo, se consumieron como buenas flores en el escalofrío del abismo donde se transfiguran los amores.

Moriste con la inmensa poesía de los que van con su pasión divina y tu vida la lleva el alma mía como sol, amuleto y medicina.

Nuestro amor

Se plasmó en las mareas de ocultas potestades, en los linderos mismos de nuestro azul destino; nutrido de silencio, de nuevas claridades, fue obra de infinito que asombró lo divino.

En las largas veladas florecía su sino, como en los interiores las secretas verdades; la muerte de los días le trazó su camino y un vértigo de cumbres llenó sus soledades.

Así se eclosionaba el prodigio; así en medio de nuestra vida absorta sofocó el duro tedio, transfiguró los cielos y hechizó nuestras flores;

359 Alberto Moreno Méndez y en una noche fuerte, lejos de los humanos, bajo todo el dominio de vastos esplendores, pudo al fin constelarse, temblando, en nuestras manos.

Liberación

Llenaste los minutos agresivos de mis duelos, terrores y pobrezas, con tu pequeño amor sin incentivos, con tu ruda y anónima belleza.

Llenaste de mi vida los vacíos donde florecen todos los venenos, donde el virus fatal de mis hastíos me aparta de la vida de los buenos.

Con tu afán de matar las vastas penas buscabas paraísos de ternura, en las noches tan rancias y tan llenas de una pasión vulgar, áspera y pura.

Fueron la disciplina de los besos, de la cita, el abrazo y los proyectos, los que con sus poderes inconfesos derribaron mis vicios más abyectos.

Supiste en las silvestres inconsciencias, dominadoras de tu amor bendito, poner bálsamo y sol en mis dolencias y una quimera más en mi infinito.

Maravilla o milagro de los lentos paseos rutinarios por la vía: tus extraños, tus vagos crispamientos, incubaron en mí la profecía

360 La poesía en Atacama de que todo era un fraude del destino, a pesar de ser mías tus visiones, mío tu cuerpo nuevo y el divino deseo de vivir con ilusiones.

Libertadora libre, ¡cómo estamos viviendo el vaticinio duro y frío: separados de todo lo que amamos tú en la fosa común, yo con mi hastío!

De los poemas nuevos

Sol extraño, de patología, se ha desdoblado en mi corazón, y quema implacable, noche y día, como una vil brasa de carbón.

Es sol fantasma del otro sol y su alma diluye en las arterias, con la dinámica del alcohol y los progresos de las bacterias.

Esta atroz calentura oculta está transformando la vida; sus lógicas fuentes sepulta y deja el alma suspendida.

Intensifica los latidos, procrea todos los terrores, pone un gris vuelco en los sentidos y escalofrío en los dolores.

Mis buenas tierras humanas, mis dominios de existencia,

361 Alberto Moreno Méndez solo serán zonas vanas de monstruosa virulencia; como todas las fosas comunes con la virtud de un sol fuerte y en donde quedan impunes los trabajos de la muerte, hasta que la muerte tuya, ¡amor duro, de delito, mi pobre cuerpo reconstruya y apague el fuego maldito!

362

Héctor Arnaldo Guerra

(Copiapó, 1891 – ¿?)

Obra: Poesías líricas. Santiago: Imprenta New York, 1913. Con ocasión de la publicación de su poemario Poesías líricas en 1913, muchas plumas se dieron a la en nada honrosa tarea de ensañarse contra esta obra primeriza; ataques críticos muy poco justificados y en mucho antojadizos y para satisfacer injustas ven- ganzas. De hecho, los ataques no se concentraron solo en la obra, sino también en la misma persona de Héctor Arnaldo Guerra, quien respondió con rotundo desprecio a través del silencio. A partir de esas no poco comunes actitudes de aplastamiento del otro, el poeta se dedicó a trabajar en silencio y en la sombra para no dar cabida al resarcimiento de los egos que se sustentan en la destrucción de los más aptos y talentosos. A decir del prologuista, su poesía es repleta de «juventud do- lorosa, romántica y humanitaria» y hay en ella «mucho corazón, mucho lirismo, mucho sentimiento». Es «superior a muchos otros que se sientan impunemente, olímpicamente, en sillones de ateneos y academias nacionales».

Su tesis o memoria de prueba para obtener su licenciatura en leyes y ciencias políticas se tituló «La facultad de los alcaldes para ordenar el pago de multas» (Universidad de Chile, 1918).

363 Héctor Arnaldo Guerra

Al pie de «miseria»

(Doloroso mármol de Ernesto Concha, escultor chileno)

Miseria es una lágrima vertida en el altar de la miseria. ¡Pasa por sobre esa escultura dolorida como un trágico gesto de amenaza!

Es la visión de los humildes. Esos desamparados que la vida arroja como envoltura de mezquinos huesos para que alguna cárcel los recoja.

Los que no sienten la caricia sana de los hogares. Los que van uncidos al yugo vil de la injusticia humana que instituye opresores y oprimidos.

Los que han hambre de pan. Los que amenazan… en el suburbio mísero en que gimen… Y olvidados de todos se entrelazan, soñando en redimirse por el crimen.

*

Miseria es una flor. Con religioso ademán la contemplo, blanca y pura, entreabriendo su cáliz tembloroso bajo el azul radiante de la altura.

Es la visión del porvenir. En ella no queda rastro de lo humano. Es una flor de quimera que se torna estrella para poder besarse con la luna.

364 La poesía en Atacama

Y luego, nada. Junto a mí solloza el pedazo de mármol. La tristeza, que lo animó, como una mariposa, ha venido a posarse en mi cabeza.

Mis párpados se cierran. Se ilumina el paisaje azul. Muere la tarde gloriosamente. Sobre mi retina hay un ensueño luminoso que arde.

Arriba el grupo doloroso brilla pleno de luz, pleno de amor, sonriente, por ostentar la enorme maravilla de un sol de redención sobre su frente.

Y luego, nada. Junto a mí solloza el pedazo de mármol. La tristeza que lo animó, como una mariposa, ha venido a posarse en mi cabeza.

Pecadora

(En la sala de disección)

Como una blanca rosa deshojada sobre el gélido mármol yace inerte, triste flor de miseria, abandonada en los brazos helados de la muerte.

Joven y bella y alba cual nieve, conserva aún su divinal frescura: ¡es que la muerte a veces no se atreve a marchitar de un golpe la hermosura!

365 Héctor Arnaldo Guerra

Sus ojos de un color negro de duelo, por los que vaga un halo de tristeza al apagarse, contemplando el cielo se han quedado con lánguida fijeza.

Y así desnuda, en el marmóreo lecho a cuyo borde arrojó la vida, con las manos cruzadas sobre el pecho, en actitud solemne y recogida, la que fuera en el mundo pecadora, y vendiera al placer su ebúrneo seno es Magdalena mística que implora la piedad del apóstol nazareno.

Ema

Ni la Venus surgiendo de las hondas podrá superarte en hermosura cuando dejabas que tus trenzas blondas bajaran a besarte la cintura.

Cruzabas triunfadora los salones entre nubes de encajes y de flores, bañada por las reverberaciones de poderosos focos tembladores.

Tu mano blanca como flor de nieve con matices de lirios y claveles era un blanco jazmín sutil y leve nacido entre un crepúsculo de pieles.

366

Salvador Reyes Figueroa1

(Copiapó, 1899 – Santiago, 1970)

Obras: Barco ebrio, poesía, Santiago: Nascimiento, 1923; El últi- mo pirata, cuentos, Santiago: Nascimiento, 1925; Las mareas del sur, poesía, Santiago: Nascimiento, 1930; Mónica Sanders, novela, Santiago: Nascimiento, 1951; Ruta de sangre, novela, Santiago: Zig-Zag, 1952; Amistad francesa, ensayo, Valparaíso: La Unión, 1954; Valparaíso, puerto de nostalgia, novela, Santiago: Zig-Zag, 1955; El continente de los hombres solos, viaje, Santiago: Ercilla, 1956; Rostros sin máscaras, ensayo, Santiago: Zig-Zag, 1957; Salu- dos al pasar, viaje, Valparaíso: Ed. del Pacífico, 1959;Los amantes desunidos, novela, Santiago: Zig-Zag, 1959; Andanzas por el de- sierto de Atacama, viaje, Antofagasta: Ed. La Portada, 1963; Los defraudados, cuentos, Santiago: Zig-Zag, 1963; La redención de las sirenas, comedia, estrenada por el Teatro de la Universidad de Chile, Antofagasta, 1967; y Peregrinajes literarios en Francia, ensayos, Santiago: Ed. Andrés Bello, 1967. Nació el 16 de agosto de 1899 en Copiapó. Sus padres fueron Arturo Reyes y Luisa Antonia Figueroa, quienes residían en la época en una espaciosa mansión ubicada en la esquina de las calles Colipí e Infante. Cuando era niño sus padres se trasladan a Antofagasta y luego a Taltal, para establecerse finalmente en la primera ciudad, donde pasa su niñez y adolescencia y donde termina su educación

1 Los poemas fueron tomados de Salvador Reyes. Barco ebrio. Colecciones Hacia. Antofagasta: Imprentas Unidas, 1963.

367 Salvador Reyes Figueroa básica y secundaria. En memorias posteriores relata sus placente- ras estadías en los puertos mencionados y en Caldera, puertos que marcan y determinan su temática marina. En 1920 llegó a Valparaíso, donde compartió su vida bohemia con Alberto Rojas Jiménez, experiencias que quedaron retratas en su novela Valparaíso, puerto de nostalgia. En 1921 se radicó en Santiago, donde comenzó a escribir para las revistas Zig-Zag, Letras y Hoy, en los cuales se dio a conocer con el seudónimo de «Simbad», y en los diarios Los Tiempos y La Hora. Sus crónicas, insertas principalmente en el diario La Hora y la revista Hoy, tratan de giras como corresponsal itinerante en las localidades de Inca de Oro, Finca de Chañaral, Chañaral, Pueblo Hundido (hoy Diego de Almagro), Potrerillos y Caldera. En 1923 publicó su primer libro, un poemario titulado Barco ebrio, en el cual fija su interés y pasión por los ambientes marinos y bohemios, libro que fue reeditado por su amigo Andrés Sabella en la revista Hacia en 1963. En 1925 apa- reció su cuento «El último pirata», del cual el autor recuerda que al retornar a los ambientes de su infancia en las costas de Caldera, observa con detención la labores del reflotamiento del barco Blanco Encalada, hundido en la guerra civil de 1891 en Calderilla. En 1939 ingresó a la diplomacia, desempeñando importantes cargos y misiones en París, Londres, Barcelona, Roma, Marsella, Atenas, Bélgica, Angora y Puerto Príncipe. Viajó, además, a Tur- quía y Camboya, experiencias que plasmó en su libro Crónicas de oriente. Su viaje a la Antártida lo estampó en El continente de los hombres solos. Falleció el 27 de febrero de 1970 y sus cenizas, fiel a sus deseos, fueron lanzadas al mar frente a las oficinas del puerto de Antofagasta.

Espejo

Dentro de mí hay un viejo lobo de mar, el buen piloto de un bergantín negrero… –¿Acaso el del divino Tristán Corbiere?

368 La poesía en Atacama

–Acaso… Lo que puedo decir, seguramente, es que durante muchos años he vagado por todos los puertos del mundo con una humosa pipa entre los dientes. Por eso ahora nada deseo conocer, sino gozar, de nuevo, de lo que ya fue mío: los barcos viejos, los vertiginosos amores y el mar latino. ¡Eso fue antaño! Hoy día soy un hombre sensual y aburrido que escribe versos, que vive y adora las ciudades canallas y las mujeres tristes. Y después de todo, ¡maldito lo que estas historias importan!

Evocación

Telarañas de jarcias, laberinto de mástiles sonoros: frente a los puertos canta la nostalgia. Su mano iba desnuda al encuentro de todos los adioses por la emoción doliente de las rutas y su elegancia envenenó la tarde con el aroma y el presentimiento de lo que nunca volverá a encontrarse… Ella fue, acaso, quien prendió en mi vida la canción que cantaran por el mundo sus labios de incansable peregrina… Frente a los puertos canta la nostalgia y las manos se alargan suplicantes hacia los barcos mágicos que zarpan.

369 Salvador Reyes Figueroa

Para un éxodo de melancolía los viejos marineros silenciosos tienden el puente de humo de sus pipas. Y el corazón se queda sollozando por el recuerdo de una mujer triste que en un barco, una vez, pasó a su lado…

Puerto

De los steamers elegantes desborda el oro recogido en los ocasos de otros mares.

Se exalta la emoción divina de los viajes.

Sugieren aventuras imposibles las algaradas de los tripulantes.

El corazón se enreda en las complicaciones de los mástiles.

Las mujeres de abordo traen aromas de la vida errante y encendido en sus ojos el recuerdo de París, de Nueva York, de otras ciudades…

El puerto sueña frente al horizonte donde se agota el oro de otras tardes y acoge el corazón de los marinos en sus tabernas y en sus arrabales.

Los hombres vagabundos llenan las noches con las claridades

370 La poesía en Atacama canallescas y locas que traen de las grandes capitales.

La voluptuosidad torturadora del ansia de alejarse grita un adiós desesperado y bello…

Se perfuma el recuerdo de otros mares…

Taberna

En torno de las mesas los marinos agrupados. Cien cantos de la tierra natal, cien cantos distintos despiertan en la esmeralda de las copas. Medio borrachas, las rameras entregan en sus bocas pintadas promesas obscenas. Los violines dicen su queja honda mientras se desenvuelve el humo de las pipas y el humo de las horas no volverán a besarse nunca las mismas bocas. Ellos se irán mañana, cualquier día, y sus borracheras de alcohol y de horizontes alegrarán las calles de otros puertos. Ahora no piensan en nada… Las voces… los besos… La taberna en la noche acre y ardiente del puerto. Ellos se irán, cualquier día, floreciendo las rosas monstruosas y blancas de sus dorados veleros.

371 Salvador Reyes Figueroa

Velero

El velamen empapado en la charca de la tarde y un marinero viejo en la popa, fumando tabaco de silencio. No se acorta la estela del recuerdo. Girones de aventuras se enredan a los mástiles y ensangrientan la ruta. Nostalgia… vida… (El cargamento desborda en la escotilla). El viento agita su pañuelo: adiós… Adiós…

Mujeres errantes en la tristeza de todos los mares.

Los labios cantan, pero en los puertos siempre las manos cortan las amarras.

Partida

En el puerto una canción tendió las alas…

¡Huir!...

Aquellos marineros se embarcaron alegres

372 La poesía en Atacama con sus frascos de gin.

El faro… (brazos de luz estrujan despedidas)

Sobre los barcos náufragos llueven rosas antiguas y en brutales palabras se ahogan, una a una, las estrellas marchitas.

¡Zarpamos!...

El piloto clava en la sombra su silbato mientras leva las anclas la canción tripulada.

Mía

A la sombra de mi chambergo hago la vendimia de sus besos.

Por las callejuelas solas el otoño nos sale al encuentro. Siempre nosotros pasamos sin verlo.

Ella tiene en sus ojos de almendra cautivos los horizontes marinos.

Su corazón de música es el puerto para todas las naves de mi ensueño.

373 Salvador Reyes Figueroa

Y será en su alegría que beberán el agua de tristeza mis versos y mi vida.

Por no quebrar su imagen reflejada es una charca muerta, mi alma.

Y así puedo guardar el tesoro doliente de su frivolidad y elegancia.

Cuando se marche se irá mi juventud entre sus manos.

Mucho antes de encontrarla, todos los caminos me decían la canción de sus labios.

Ruta

En mi pipa recibo los radiogramas del recuerdo, con las estelas de todas las quillas que me han precedido fabrico una mortaja para la canción de su nombre. Cuatro estrellas crucifican la noche. ¡Su nombre! Inclinado en la borda lo siento llegar en las tristes corrientes del norte. Lejos, los puertos sucios perfilan sus gritos de vicio y de adioses.

374 La poesía en Atacama

Saudade

Puñales de caminos cortaron las palabras.

Por ti mi soledad caza crepúsculos y les rompe las alas.

Hacia tus pies desnudos va a morir el oleaje de mis días.

Tú callas.

Y los cuatro horizontes se amarran con las letras de tu nombre.

Yo te entregué el otoño y lo perdiste.

Sin embargo, llorabas.

Y en el jardín llovido por tu recuerdo vuelvo a beber tus lágrimas.

Peregrinario

Yo vengo de tan lejos que el polvo de la noche ha quedado prendido a mis cabellos.

He quemado en mi pipa las canciones antiguas.

375 Salvador Reyes Figueroa

Y estoy solo.

En otro tiempo quise resucitar la estrella vespertina y encender en el viento los amores errantes.

(Hacer de esta luna amarilla el rostro de un pierrot en agonía).

Pero soñaba tanto que una vez un amor se anudó en mi garganta.

¡Y he llorado!

¡Quise atar en el viento la canción de la vida…!

La ciudad de oro

Ciudad de oro junto al mar… Gritos nostálgicos flamean en los más altos minaretes. De los barcos anclados en la rada hombres de distintos colores descargan frutos extraños y piedras fabulosas. Los marineros de jersey fraternizan con otros que se cubren de pieles de panteras. Y los vicios de todos esos hombres, como los ojos de los felinos, centellean en las noches.

376 La poesía en Atacama

Las mujeres parecen bayaderas indúes. Llevan kool en los ojos y carmín en los labios y al andar contornean lascivamente las caderas.

En las noches, hombres y mujeres bailan en torno a las grandes hogueras extrañas danzas.

El silencio, como un perro apaleado, huye de todas partes.

En las grandes avenidas, en los palacios magníficos, la vida voltejea, como los fuegos de artificio.

Allí, como en las miserables callejas, se agazapa el secreto de cosas terribles, dulces y estupendas.

Todos los colores vivos arden en la ciudad de oro; todas las cálidas músicas baten sus tambores sonoros, todos los perfumes hierven lujuriosos.

El sol de los atardeceres está incrustado de piedras preciosas.

Y allá, en lo alto de la colina, por la cual no trepa sendero alguno, hay un palacio bizantino que custodian siete panteras negras.

377 Salvador Reyes Figueroa

Film

Canta el sol.

Por las calles ruedan sus gritos de oro.

Blanca, azul, amarilla, roja, la ciudad en el viento parece una bandera sonora.

Las mujeres en el pentagrama de sus pasos musicalizan el estruendo urbano.

Hay un music-hall dormido bajo el sol, como un lagarto.

Con el trajín de los comerciantes hace malabarismos un gnomo antipático.

Discutimos. El tiempo anda.

La vida aquí es un charco de agua oscura en el cual no se refleja nada.

Torno a la calle.

En el café he dejado olvidado mis guantes y mi alma..

378 La poesía en Atacama

El oso

La gente se agrupa en corro para aplaudir la tristeza del oso. Oso nostálgico y danzante, cuyas patas sabias rompen la telaraña del baile. Suena la pandereta. La danza es grave, lenta. ¡Un espectáculo admirable! El gitano para fustigar el cansancio trae un haz de caminos en la mano. Y, puesto que es un príncipe, desde el fondo del tiempo su estirpe. La gente burguesa no ve más que un gitano y un oso con cara de persona buena. ¿Y todos los paisajes? ¿Y la carreta? ¿Y las músicas tristes? ¿Y las cábalas y las tiendas plantadas a todos los vientos? ¡Oh, nada de eso existe para la gente burguesa! Los bohemios pasan. Las avenidas, las calles, las plazas tienen los ojos sin lumbre para el misterio de la danza. Yo he visto un oso bailando al sol de otoño.

379 Salvador Reyes Figueroa

Nocturno

I Distraído, en vez de capa, traje en mis hombros la angustia y ahogué la lumbre vertiginosa de la noctámbula; ¡pero se vuelve a encender!

II Pirotecnia funambulesca, bambalinas… El cabaret arde en la orquesta. Triunfa el verde: noche, ajenjo y un grande amor que se fue. Baila, saltando el violín de la bohemia. ¿Quién tendió este puente loco de mi hoy hasta mi ayer?

III Las risas de las mujeres trizan el cristal nocturno. Luminosa carne de pecado. Está verde de vicio la noche. Fumo; el humo cubre mi alma. ¡He aquí el placer de fumar!

IV Quiebro una estrella en mi copa y ese licor encendido

380 La poesía en Atacama se lo bebe una mujer. Después, mi varillita encantada: uno, dos, tres, da un golpe y desaparece el cabaret.

381

Romeo Murga Sierralta

(Copiapó, 1904 – San Bernardo, 1925)

Obras: con Víctor Barbieris, El libro de la fiesta. Santiago: Imprenta El Globo, 1923; El canto en la sombra, Santiago: Editorial Tegualda, 1946; y Clara ternura. Antofagasta: Colecciones Hacia, 1955. José Luis Romeo nació el 17 de junio de 1904. Sus padres fueron José Murga Bravo y Ludomilia Sierralta Cortés. Tuvo dos hermanas, Berta y Marta. Su hermana Berta, en su «Evocación fraternal», con ocasión de la publicación de los poemas en prosa inéditos de Murga por Andrés Sabella, nos dice que el poeta era «alto y esbelto, de ca- bellos castaños, con grandes y soñadores ojos verdes, que brillaban con más intensidad que su rostro moreno» y que «absorto ante la belleza y en diálogo interminable con su espíritu, de sus labios solo brotaban, en melopea suave y musical: versos, versos, versos». Realizó sus estudios básicos en el Colegio La Merced y sus estudios secundarios en el Liceo Alemán y el Liceo José Antonio Carvajal de Copiapó. Se destacó por ser un alumno brillante y terminó sus estudios a la edad de quince años. En 1920 se trasladó a Santiago e ingresó al Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, establecimiento en el cual obtuvo su título de profesor de estado en la asignatura de francés. Norberto Pinilla, en el prólogo a El canto en la sombra, informa que «en el Liceo Nocturno Federico Hanssen tuve ocasión de intimar con Romeo Murga. Era silencioso; su conversación, tranquila; su conducta, correcta; su trato, afable». En el Instituto Pedagógico compartía con Pablo Neruda, Eugenio

383 Romeo Murga Sierralta

González, Rubén Azócar, Armando Ulloa, Víctor Barbieris, Yoland Pino Saavedra y Eusebio Íbar. Hacia 1922, Romeo Murga comenzó a publicar sus poemas, traducciones de autores franceses y críticas de libros en las revistas de la época, tales como Educación y cultura y Zig-Zag. En 1923 obtuvo el primer premio en el Elogio de la Reina de la Primavera con su «Poema de la fiesta», publicado luego en El libro de la fiesta. Sus dos otros libros se publicaron póstumamente. En 1924 fue miembro del círculo literario Pedro A. González y colaboró en las revistas Iris y Claridad. También dirigió la revista Floreal. En 1924 es nombrado profesor de francés en el Liceo de Quillota, lugar en el cual fueron sus alumnos Elías Ugarte y el escritor Luis Enrique Délano. En Quillota, Murga comenzó a sentirse enfermo, motivo por el cual, junto a su familia, se trasladó a San Bernardo. Allí sucumbió ante la cruel tuberculosis que lo afectaba. Tenía veintiún años. Dedicó sus últimos versos a su amor ideal, una niña «a quien amó tiernamente» llamada Filomena Torres. Norberto Pinilla hace esta evaluación de la poesía de Murga: «El verso… es de notable espontaneidad; su idioma, correcto y emotivo. No fue un angustiado buzo de los raros y exquisitos océa- nos literarios. Su poesía es leal a las formas armoniosas. Bastó a su equilibrado temperamento –disciplinado en la cultura– un estilo pulcro en el que se articularon los valores de la tradición poética con las innovaciones propias de la nueva sensibilidad».

Con lenta y baja voz

Nadie lo sepa, amada, y a pesar del espacio que nos separa, hablemos con baja y lenta voz de aquel amor que yace, como un niño dormido, sobre mi corazón, sobre tu corazón.

Tú eras una divina mujercita pequeña: cabellera de sol, grandes ojos de sombra.

384 La poesía en Atacama

Yo tenía tan solo mi corazón que tiembla: yo no era más que un niño aspirando una rosa.

Rosa que todavía me perfuma las manos, y nunca será flor en las manos de nadie, porque le dio su savia mi corazón extraño que es una rosa viva, de pétalos de sangre.

Puro y claro, mi amor me dio el gozo y la pena, la pena de perderlo para no hallarlo más. ¡Por qué no te amé siempre de lejos, de muy lejos, como el mar a la luna, como la luna al mar!

Así no sufriríamos de este recuerdo, ahora. Pero no… consolémonos y bajemos la voz. Nos endulzó y pasó, como todas las cosas. Calla. No maldigamos. ¡Si nos oyera Dios!

Morena

Morena de ojos negros como la noche negra desde donde han venido mis temblorosos pasos. Morena, la romántica, la pequeña y risueña, cuyo cariño duerme como un niño, en mis brazos.

Dulcemente morena, como la sombra humilde de tus livianos rizos en tus leves ojeras. Morena, suavemente, como el reflejo que hacen las ondas en tu crespa y oscura cabellera.

Morena como el alma de la noche más diáfana, como el rostro invisible del silencio y la pena. Morena como el sueño, como la sombra y como la cara eternizada de la tierra morena.

385 Romeo Murga Sierralta

Morena, pero llena de claridad divina. Morena, pero hermana de la alborada rubia. Tras largas horas grises, amaneciste en mi alma, como en un día de sol tras un día de lluvia.

Morena; pero es tu luz tu mirada y tu acento, y ese gesto infantil que de gracia te llena. Morena; pero alumbra las sombras de los hombres, como un sol infinito, tu sonrisa morena.

Gracias

Mujer, la de esos besos, la de esos largos besos, la de esos besos breves, húmedos y calientes, la del regocijado sonreír en la sombra que iluminó la vaga blancura de sus dientes; la de la casa humilde, con sus ventanas humildes, en la calleja oscura, soñolienta y callada; la que entre beso y beso me lo decía todo, aunque entre beso y beso no me decía nada; la del mirar risueño, la del reír risueño, la del querer ardiente, violento y extenuante; la que vivió conmigo, con nosotros, con ella, esa noche de amor, corta, como un instante; la que turbó el solemne silencio de esa noche con las voces amargas y dulces del pecado; la que dejó en mis brazos, en mi ser, en mi vida, eso que es el recuerdo de que nos han amado. Gracias, mujer, la inquieta, la de este pueblo quieto, la de esa noche alegre, porque tú la alegrabas; gracias, la de los rojos besos interminables, por esos besos rojos interminables, gracias.

386 La poesía en Atacama

Canción en la hora del olvido

Ya nuestro amor no es nada sino un recuerdo y una claridad imposible sobre la vida mía. Ya todo nos separa, ya nos aleja todo, y entre nosotros corre, como un río, la vida.

Pasas junto a mi lado como si no pasaras, y yo no me detengo para verte pasar. El eco de tu voz ya no me dice nada, y tu luz infinita no me ilumina ya.

Y sin embargo, somos los mismos que una tarde se juntaron en ésa tu mirada profunda. Somos los que una noche callada aprisionaron toda la paz de Dios entre sus manos juntas.

Somos los que se amaron y los que se olvidaron, los que perdieron ya su infinita alegría. Pero en ese pecado que Dios ha perdonado no fue tuya la culpa, ni la culpa fue mía.

Qué culpa tengo yo, mujer, si así como otros tienen el vino triste, yo tengo el amor triste. Y tú, qué culpa tienes, si con tu alma traviesa no puedes comprender lo que no comprendiste.

Lo que no comprendiste: mi amor –llama y fulgores– ardiendo tras mis frías palabras cotidianas; mi amor –luna risueña sobre mis torvas noches, y rubio sol ardiente que alegró mis mañanas.

Y ya mi amor no es nada sino el recuerdo de algo, claridad imposible sobre mi vida oscura.

387 Romeo Murga Sierralta

Yo recojo, en silencio, las perdidas palabras. Tú seguirás viviendo sin recordar ninguna.

Pero en mí quedará lo que fue en ti divino. Todo yo fui un camino que tú hollaste, al acaso. Todo yo fui un camino, y sobre ese camino no ha de borrarse nunca la huella de tus pasos…

Yo soy el hombre silencioso

Yo soy el hombre silencioso, silencioso para cantar. No sé del grito, del sollozo ni del ronco rumor del mar.

Mi voz ungida en suavidades, que canta lo triste y lo mío, irá a través de las edades como el rumor de un claro río.

No quiero que mi voz herida, ni que mi canción dolorida, por sobre los humanos yerros, dolor derroche; tal el ladrido de los perros en la noche.

Mi dolor es hondo y eterno, pero en mi canto se hace leve frente a la alegría encendida; es un albo copo de nieve para las llamas de la vida.

Mi voz no ha de amargar la fiesta de los que se embriagan en esta

388 La poesía en Atacama vida mortal; de mi corazón al abrigo, yo me quedo solo conmigo y con mi mal.

No turbaré el albo reposo, ni el alborozo jubiloso de los que se entregan a amar. En mí no hay grito ni sollozo. Yo soy el hombre silencioso para cantar.

Una tristeza fiel

Una tristeza fiel cubre mi vida: pálido cielo sobre tierra negra. De esa tristeza suave vive mi alma. ¿Qué sería de mí sin mi tristeza?

¿Qué sería de mí sin esta clara, sin esta pálida melancolía, que me llena de sueños y me libra de la vulgaridad de la alegría?

Entre la angustia y el hastío largos, como un camino, mi tristeza empieza; cruza mi vida y se prolonga al cielo. ¿Qué sería de mí sin mi tristeza?

Yo la quiero, y mi amor la inunda entera, y su pequeño amargor endulzara. De frente al sol, mi espíritu la apura como una clara copa de agua clara.

389 Romeo Murga Sierralta

En mi silencio y en mis soledades, mi tristeza es amable compañera. Llena de suavidad las horas torvas y hace dulces las horas de la espera.

Me embriaga de emociones y de cantos esta tristeza noblemente triste; como tu amor, mujer, y como todas las trémulas palabras que me diste.

Yo la busco en mis albas y en mis tardes, y en el cansancio de mis noches negras; y siento pena, cuando no estoy triste, de que no esté conmigo mi tristeza.

Porque ella es mi descanso, entre una angustia y una mala alegría que me pesa. Es ella mi descanso, eternamente. ¿Qué sería de mí, sin mi tristeza?

La noche

Poco a poco se apagan las tenues sensaciones. Me voy quedando solo, en doliente pereza, bajo las frías sábanas y entre los almohadones, en la negra y pesada soledad de mi pieza.

Pienso que en este día –que fue nublado y gris– no he sentido tristeza ni alegría ninguna. Me revuelvo en la cama sin poderme dormir. Afuera se oye un perro que le ladra a la luna.

Pobre náufrago débil en el mar de la noche, mi alma está llena de una tristeza taciturna.

390 La poesía en Atacama

(La calle se estremece con el rodar de un coche. Un pitazo, a lo lejos, rompe la paz nocturna).

Yo le temo al silencio de estas noches heladas, un silencio preñado de encono y de maldad, de fantasmas oscuros y de almas embrujadas, un silencio que pesa como una eternidad.

¡Quién me hará la limosna de un leve y breve ruido, que ahuyente mi funesto meditar en la nada; un ruido que no sea ni mi voz, ni el latido silente del reloj, en la noche callada!

Y las horas se arrastran, monótonas, tranquilas… ¡Voy a coger mañana, en divino derroche, toda la luz y el oro del sol en mis pupilas para borrar de mi alma el horror de la noche!

A lo lejos, un canto

A lo lejos se escucha un canto, vago y tembloroso, lejano, lejano… Una voz de niña, que en él va llorando, vibra como un dulce timbre puro y claro. Solo y triste marcho por este camino que guardan los álamos (las casas que esperan al desesperado se ven al extremo del camino largo). Lentamente marcho. Brillan las estrellas. Sollozan los álamos. Y llega, de lejos, el canto. Al oírlo, todo se ha callado: el viento que pasa y el camino largo, la voz que en mí mismo me habla del pasado, la noche, los álamos…

391 Romeo Murga Sierralta

Y estoy solo, y triste, y alegre, y temblando, lleno de unas voces que nunca he escuchado, y más cerca que antes de tu amor lejano. Brillan las estrellas en el cielo pálido. Lentamente marcho. Junto a mí, la negra sombra de los álamos. A lo lejos, el canto…

Alma mía serena

Alma mía serena, sacude tu sopor. Enturbia tu quietud con placer de dolor.

Sacude tus letargos, alma que estás dormida: busca un amor inmenso que te llene la vida.

Un amor dulce y bueno, un amor grande y fuerte, que eternice tus penas a través de la muerte; que penetre tu gruta callada y solitaria, con un rumor de besos y un rumor de plegarias; que te llene de puros pensamientos fecundos y derrame en tu espíritu la belleza del mundo; que te haga estremecer en tu anhelo ferviente, como el rayo del sol a la frágil simiente; que sacuda el letargo de tus noches serenas y te endulce los labios y te queme las venas; que levante tus sueños y bendiga tu voz, y en medio de los hombres te haga acercarte a Dios.

392 La poesía en Atacama

Alma mía, recoge tus fervientes anhelos, y bajo la mirada serena de los cielos quema tu corazón en la hoguera encendida de un amor grande y único que te llene la vida.

La lejana

Como el sendero blanco porque vuela mi verso, eres tú, toda llena de cosas lejanas. Llevas algo de extraño, de sutil y disperso como el polvo que dejan atrás las caravanas.

Amas la lejanía y eres la lejanía. No has soñado jamás con la paz de tus lares. Tienes el gesto claro y la blanca osadía de las velas que parten hacia todos los mares…

Todo camino sabe de tu huella. Los montes y el viento te desean. Tú –sin saber, acaso– reclinas tu cabeza sobre los horizontes, como sobre un regazo.

Y otra vez al camino, al viaje comenzado, a las cosas lejanas del dolor y la muerte. Si alguna vez, mujer, pasaras por mi lado, yo no podría detenerte.

Me quedaría inmóvil. No me querría asir a tu pálida veste de ensueños y azahares; solo por la tristeza de mirarte partir, como una vela blanca, hacia todos los mares…

393 Romeo Murga Sierralta

Invocación

No, Señor Jesucristo, yo no soy como todos. Yo pronuncio tu nombre con honda devoción. Y aunque arrastre mi cuerpo sobre todos los lodos, alzo como una hostia roja mi corazón.

Y la elevo hasta Ti, hasta tu crucifijo que aún guarda las heridas de la Santa Pasión. Tú me habrías de mirar como se mira a un hijo: yo soy un hijo pródigo que te pide perdón.

Perdón por los que llevan el dolor de su vida sin buscar tu dolor en los torvos recodos. Yo mantengo por ellos mi lámpara encendida, y aunque todos te nieguen, yo te afirmo por todos.

Perdón por el suicida que fue también cobarde, y por el pobre esclavo de una mala pasión. Por quien luego te olvida, por quien te busca tarde, y por quien no te busca, perdón, perdón, perdón.

Por mi cuerpo doliente, tosco vaso de tierra que envuelve la lujuria con sus llamas malditas. Cuando la carne mata todo el goce que encierra, en el silencio enorme, eres Tú quien nos grita.

Por mis manos, morenas serpientes voluptuosas que fueron tentación de la frágil Eva; y mis pies, lastimados de zarzas dolorosas, que cada día fueron por una senda nueva.

Por mi boca que supo morder los rizos blondos y que a todos los besos les salía al encuentro;

394 La poesía en Atacama y mis ojos, que fueron tras los deseos hondos, desde aquellos caminos que llevamos dentro…

Oración a San Luis

Mi oración, San Luis de Gonzaga, llegue hasta tu virginidad. Con tu divino aliento, apaga la hoguera de la sensualidad.

Tú, San Luis, que nunca supiste del hondo deseo saciado; tú, San Luis, que jamás mordiste la dulce fruta del pecado; y que ahuyentaste la lascivia con tu virtud santificada, y nunca probaste la tibia caricia de la carne amada; dame tu gracia transparente, y hazme puro como tu voz, sin mi pasión de adolescente y lleno de la gracia de Dios.

Y para que al carne triste no me seduzca con su ardor, dime tú, que jamás bebiste del rojo vino del amor, cómo es efímera la fuerte gloria de la carne rosada, y cómo después de la muerte, no queda nada, nada, nada…

395 Romeo Murga Sierralta

Y morirás un día

Y la noche terrible se te entrará en los huesos (acaso en nuestras horas de amor lo presentiste). En tu morada oscura, la canción de mis besos pondrá en temblor de almohada sobre la tierra triste.

Mi espíritu a tu lado velará sin descanso, disipando las nieblas oscuras de la muerte. Sentirá que la vida se va como un remanso, y frente a los misterios, se creerá más fuerte.

Tú no estarás inerte. Te abriré mi memoria y olvidaré, a tu lado que tengo que vivir, y junto a tus despojos, apuraré la gloria de vivir como un muerto, mirándote dormir…

Atolondradamente vivía su adolescencia

Reidora en el humilde pueblo de mi niñez. Yo solo la conocía de lejos. Apenas si en dos o tres ocasiones le dirigí la palabra. Sin embargo, me sé de memoria sus gestos, infantilmente pueriles y llenos para mí de una trascendente significación; sin embargo, distinguiría, en una muchedumbre, su silueta de mujercita hermosa, igual a la silueta de todas las pequeñas mujeres hermosas; y, entre mil voces que me llamaran, reconocería la suya, cristalina, clara, dulcemente alborozada y dominadora. Nunca gocé de su intimidad, por suerte. La intimidad habría destrozado mi amor, como me ha destrozado tantos otros. Lejos de su presencia, yo divinizaba su vida sencilla, aureolada de roman- ticismo provinciano. La llevaba en mí mismo, como un eco, como un perfume, como un dulce pensamiento de felicidad. Por eso, Ella vive, más alta que todas, en mis recuerdos; cubre, como un vasto

396 La poesía en Atacama cielo puro, mi pasado inocente, y se prolonga infinitamente en todos los caminos que recorro. Por eso tiene, sobre las demás mujeres de mis recuerdos, la vaga superioridad de lo ideal, de lo que casi fue y todavía espera ser. Por eso es Ella, entre ellas. No era bonita; era algo más que eso. Era, sobre un gracioso cuerpo, un rostro gracioso; una cabellera negra y abundante som- breándolo levemente; era, sobre todo, unos ojos profundos y oscuros, y la risa de una boca pequeña, pequeña y roja como su corazón. Ella alegraba la monotonía del vivir poblano, desarrugaba el ceño de las cosas vulgares, y ponía estremecimientos de júbilo en el ambiente pesado y quieto. En las noches estrelladas del pueblo era, para mis ojos, la estrella más bella y más lejana. Aquel día de carnaval llevaba un traje amarillo de japonesita. Resultaba una divina musmé adolescente, con sus ojos, que un sabio toque de carbón hacía dulcemente oblicuos, y con su peinado alto que coronaba un hermoso crisantemo pálido. La he vuelto a encontrar, tal como entonces, en ciertas páginas transparentes de Loti y en el rincón de un paisaje de abanico, florecido de crisantemos y lotos, y con un fondo de encantadas montañas azules. La vi por última vez el mismo día en que yo marchaba de mi pueblo, acaso para siempre. La miré más bella que nunca, más bella porque acaso ya nunca la volvería a mirar. La visión duró solo algunos segundos, pero aún queda en mis ojos la sombra de su sombra, el delicado temblor de su ser, el eco, el perfume de Ella. Después, fue la afanada inquietud de mi viaje, la bulliciosa marcha del tren, las praderas eglógicas que pasan, la loca fuga de árboles y de paisajes, y la llegada a la ciudad nueva, desconocida, turbadora. Después, la vida.

La égloga del amador

Invocación

Dulce y buen Garcilaso, pastor de églogas tristes, dame tu don secreto de hacer suave el sollozo.

397 Romeo Murga Sierralta

Préstale a mi Amador la voz acongojada que ante el verde campo gemía nemoroso.

Que en mis oídos suene su zampoña bucólica y llegue a mi alma el eco de aquel acento suyo que en la campiña hacía llorar a las zagalas, mientras las vacas mansas velaban el crepúsculo.

Que las ovejas pálidas, «de pacer olvidadas», en torno mío estén escuchando mis quejas, y las rubias pastoras pongan sus trenzas de oro junto al inmaculado vellón de las ovejas.

Dulce y buen Garcilaso, enséñame la ciencia de crear ese dulce y entristecido canto, que es como una sonrisa sobre el rostro de un hombre que tiene las pupilas empañadas de llanto…

En un rincón del mundo bajo un rincón del cielo hay un sauce de sombra y una infinita paz: y hay la desconsolada canción de un arroyuelo que eternamente viene y eternamente va.

Junto a este sauce triste se alegran las orillas la sonrisa del musgo, mínimo y compasivo. Y a lo lejos, un campo de espigas amarillas ondea, al viento, como un mar de oro vivo.

La ancha visión agreste que apenas se adivina trae un reflejo puro de gracia al corazón. Vaga en torno la leve fragancia campesina de las espigas, rubias como rayos de sol.

La lejanía, allá; y aquí, la paz sencilla. Como asiento, una piedra: y el musgo como alfombra.

398 La poesía en Atacama

¡No desdeñara Dios descansar a la orilla de este arroyuelo, triste bajo el sauce de sombra!

(A este rincón apacible viene a sentarse el AMADOR, hace ya dos tar- des. Descansa sobre la dura piedra, habla a ratos consigo mismo, o con el arroyuelo o el sauce, y contempla el horizonte. Luego se marcha).

El AMADOR es pálido, y esbelto y vagabundo. Tiene ojos de crepúsculo y evocadora voz. En su sonrisa triste, llevan algo de extraño sus labios entreabiertos, como al decir adiós.

Hay un vaivén, como de barco joven, en su sencillo andar, ni tardo ni veloz. Viene de todas partes sobre la tierra pobre, y en una mano, un junco le sirve de bordón.

Ágil romero adolescente, Sorbo de besos él bebiera zagal amoroso y doliente, antaño, por saciar su fiera viene del amor, va al amor. sed insaciable de besar: Mujeres de todas las rutas y hoy esa misma sed lo lleva han gustado probar la fruta hacia una dulce boca nueva, sangrienta de su corazón. donde acaso no ha de abrevar…

(El AMADOR ha llegado esta tarde y ha permanecido largos momentos inmóvil, frente al ocaso. De pronto, yergue la juvenil cabeza y le habla a los vientos en voz baja. Se diría que el sauce se inclina sobre él dulcemente y que el arroyuelo parlero se queda silencioso, escuchando).

El AMADOR

Ayer pasó la AMADA junto a estas cercanías. Iba, en la tarde, llena de gracia matinal.

399 Romeo Murga Sierralta

Hubo en mi corazón un ansia agradecida para estos ojos míos que la pueden mirar.

La amo porque no me ama y a mi lado no viene. Desde su ser al mío no hay camino derecho. Casi sin esperarla, la espero eternamente, y le hago un hueco tibio de amor junto a mi pecho.

Sé que no me ama, que no me ama: no ha de abrazarse ella en mi llama, ni se harán nuestras vidas, una. Nunca será su ensueño el mío, y en mis noches de sombra y frío, sus ojos no serán mi luna.

Amor de esa mujer hermosa, lánguida canción temblorosa que a mi boca llega, llorando. Yo, sin esperarla, la espero: no sé desde cuándo la quiero, y la querré no sé hasta cuándo…

(Y luego, con exaltación de desbordada ternura, ebrio del recuerdo de ella).

Boca de esa mujer, fuente de besos, fuente de vida y de encendidas ansias. ¡Pudiera yo incendiar mis labios yertos, entre tus amorosas llamaradas!

Ojos de esa mujer que no me buscan, que no me llenan de amor ni de placer. Nunca en la vida han de ser míos, nunca, ojos de esa mujer, labios de esa mujer, cuerpo de esa mujer. Alma de esa mujer, alma de aurora, a donde nunca alcanzará mi voz.

400 La poesía en Atacama

¡Ante mi sueño está, blanca y lejana, lejana como el rostro de mi Dios!

(Al quedar silencioso, apoya entre sus manos pálidas la cabeza. Entre tanto, de un encantado recodo humilde, surge como una apari- ción, ingrávida y alta como una hada de leyenda, la AMADA).

Todo el trigal se inclina cuando la AMADA llega. Tiembla el follaje claro de infantil alegría. Y, levemente, un poco de cielo se refleja sobre su veste diáfana, como la luz del día.

En su alma escucha apenas el cantar de las aves, porque es la virgen rubia, tímida y temblorosa y una rosa se enciende sobre su rostro suave cuando el rosal lo tacta con su mano de rosas.

Es como una sonrisa de dulzura, la AMADA. Tiene un sencillo gesto de majestad y unción. En estos campos verdes, reposa su mirada. Lleva en la boca un canto, y en la mano una flor.

Con paso leve, la AMADA ha recorrido el sendero y pasa aho- ra junto al rincón rústico y manso donde el AMADOR reposa. Él no ha levantado la cabeza, pero se diría que la ha visto, porque su cara se enciende de dulce y conturbada emoción. Cuando se yergue y la contempla, no es el estupor el que lo embarga. Su rostro está transfigurado, aureolado de melancolía, y hay en todo él como un gesto viril de dolorosa resignación. Parece que su deseo ardiente de ella no lo impulsa hacia ella, sino que lo deja ahí, inmóvil, en la enorme voluptuosidad de quedarse, en tanto que la AMADA pasa, va a alejarse, se aleja).

El AMADOR (con voz armoniosa, amarga)

401 Romeo Murga Sierralta

Se va con mis sueños la AMADA, por la senda rebelde y loca. Se va con sus dulces miradas, y con los besos de su boca.

Junto con la tarde sencilla, con la ancha tarde azul, se va: y mis ojos que la están viendo mañana ya no la verán.

Esta noche, sendas no holladas han de tenderse ante sus huellas. Será, tal vez, noche estrellada, pero para mí no habrá estrellas.

La amo porque no me ama, porque a mi lado pasa como una alada brisa junto a un árbol sin flor. Está mi corazón en las piedras que pisa ¡y ella mira las piedras sin ver mi corazón!

Toda la siento en mí porque no la poseo: agua que no ha apagado mi sed devoradora, rincón de sombra en donde no descansó mi cuerpo, tibio y lejano albor en medio de la aurora.

Yo amo a aquellas que nunca deshojé como rosas. He olvidado a las claras mujeres que, en un día, me ofrendaron su carne o el goce de sus bocas… ¡y mías siguen siendo las que no fueron mías!...

Dueña de mi dolor, que te vas, que te alejas, a donde tu presencia no ha de prestarme abrigo: la nostalgia de ti –sombra de tu belleza– junto a estas cercanías se quedará conmigo.

402 La poesía en Atacama

Dondequiera que estés, tu recuerdo acompaña mi soledad henchida de tu belleza ausente. No quiero que me quieras, por conservar intacta esta pena de amarte, llorando dulcemente.

Siempre estarás conmigo, con mi amor que te guarda, como guardó su duelo contra toda alegría; mi amor, que no es espasmo gozoso allá en tus labios, sino dulce y amarga melancolía mía.

Calla. Y en el silencio de la tarde, un murmullo de queja imperceptible queda vagando al viento; lentamente se apagan las llamas del crepúsculo y empieza a anochecer sobre el paisaje eterno.

Ya el AMADOR es solo su sombra entristecida. La AMADA es una sombra que se aleja, radiosa. Y junto a la piedad del sauce que se inclina, el arroyuelo diáfano –en la sombra– solloza.

Fin de la égloga. 1924

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Nota sobre el autor

Pedro Meléndez Páez vio la luz en Vallenar en plena mitad del siglo XX. Muy pronto despertó en Barquito, en el seno de la compa- ñía Andes Copper Mining Company, luego convertida en Cobresal (empresa en la que trabajó durante un año en el Departamento de Relaciones Laborales, Barquito) y después en Codelco. Pasó una niñez apacible y segura en el área de Barquito-Cha- ñaral, con frecuentes visitas a Vallenar, principalmente durante los veranos. En el pequeño puerto pudo compartir con personas de Estados Unidos y de Gran Bretaña, quienes eran los administradores de la Andes Copper. En esta cultura mixta aprendió a jugar tenis y golf, aparte de deportes tradicionales como el fútbol, el básquetbol y el vóleibol. En esa época los jóvenes barquiteños iban a estudiar a La Serena y algunos a Santiago pero, yendo un poco contra la corriente, el destino elegido fue Antofagasta, ciudad a la que partió a vivir en pensiones a los dieciséis años. Cursó la enseñanza básica en la Escuela Co-educacional #5 Gaspar Cabrales de Barquito. Por un año estudió en un Instituto Comercial particular en Vallenar. Su enseñanza secundaria la realizó en Chañaral y en el Instituto Superior de Comercio de Antofagasta. Siete años más tarde continuó sus estudios en la Universidad de Co- lorado, ciudad de Boulder, estado de Colorado. Allí obtuvo una licen- ciatura en historia y otra en literatura española e hispanoamericana, aparte de un certificado (certificate) en estudios latinoamericanos. Enseguida, terminó su maestría (Master’s Degree) y su doctorado (Philosophical Doctorate o Ph.D.) en literatura, lo cual le permitió estudiar filosofía y teorías críticas. De 2004 a 2006 cursó estudios en ciencias políticas, a nivel posgrado, en la Universidad Estatal de

405 Pedro Meléndez Páez

Dakota del Norte (North Dakota State University) en la ciudad de Fargo, Dakota del Norte, principalmente en la rama de relaciones internacionales. Sus intereses académicos se centran en la historia, la literatura y la cultura en general. Durante los últimos veinte años se ha dedicado a leer, investigar y escribir sobre la historia, la literatura y la cultura regional atacameñas. El año 2011 publicó el libro Figuras señeras de Atacama. Literatura e historia, tomo I, que contiene diez ensayos sobre autores atacameños. Este libro está proyectado como una serie de cuatro tomos y en este momento está en la mitad del tomo II. Un segundo proyecto, en plena marcha, es el libro La Universidad de Atacama: orígenes y transformaciones, que incursiona en la historia de esta institución de educación superior. Para ayudar a promover y a profundizar el conocimiento de la literatura ha ofrecido talleres literarios de poesía y de narrativa en Chañaral y Copiapó. También ha ofrecido charlas y conferencias en El Salvador, Chañaral, Copiapó y Vallenar. Tiene preparado un taller de teoría y crítica literaria con la intención de ofrecerlo en las ciudades de la Tercera Región. En la actualidad se desempeña como académico del Departamen- to de Idiomas (Inglés) de la Universidad de Atacama en la ciudad de Copiapó. Enseña idioma inglés, literatura étnica y literatura clásica en inglés y lingüística aplicada a la traducción en inglés. Ha enseñado además literatura infantil y literatura anglosajona en inglés.

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Este libro se terminó de imprimir en los talleres digitales de RIL® editores • Donnebaum Teléfono: 22 22 38 100 / [email protected] Santiago de Chile, abril de 2018

Se utilizó tecnología de última generación que reduce el impacto medioambiental, pues ocupa estrictamente el papel necesario para su producción, y se aplicaron altos estándares para la gestión y reciclaje de desechos en toda la cadena de producción. Pedro Meléndez Páez Pedro Meléndez Páez este volumen abarca desde los comienzos de la poesía regional hasta aquella publicada antes de la primera mitad del siglo pasado. Con una sucinta nota biobibliográfica de los autores y ordenados cronológicamente, se trata un trabajo que constituye la materia prima de todo el quehacer poético: los poemas mismos. La invi- OTROS TÍTULOS PUBLICADOS Etación está abierta para los lectores. Se trata de descubrir o repasar las EN ESTA SERIE creaciones poéticas de los bardos atacameños, presentes en el ámbito LA POESÍA EN ATACAMA LA POESÍA EN ATACAMA, ANTOLOGÍA MAYOR • TOMO I de las letras nacionales y/o locales desde los inicios de la República; de difundir la poesía de estos creadores tanto a nivel regional como na- ANTOLOGÍA MAYOR Isaac Newton: el último mago cional; de investigar y estudiar la obra, parcial o total, de los referentes Pedro Meléndez Páez caldeo babilónico y profeta del arte poético; y, finalmente, es una invitación a escribir y publicar los TOMO I Nació en Vallenar en plena mitad del si- de los tiempos del fin resultados de estos emprendimientos intelectuales, de manera que sigan glo XX. Vivió tempranamente a la loca- Manuel Barahona Droguett SIGLO XIX Y PARTE DEL XX lidad de Barquito, en el seno de la Andes leyéndose más allá de las fronteras regionales. Copper Mining Company, luego converti- da en Cobresal (empresa en la que traba- jó durante un año en el Departamento de Relaciones Laborales, Barquito) y después en Codelco. En 1976 se fue a la ciudad Gestión estratégica de Boulder, estado de Colorado, lugar en de la felicidad el que obtuvo su Licenciatura en Histo- José Luis Silva Munar ria, Master of Arts en Literatura y Philo- sophical Doctorate (Ph.D) en Literatura. Enseñó en varias universidades de Estados Unidos y regresó a Chile en 2013. Sus intereses académicos se centran en la historia, la literatura y la cultura en La complejidad: un paradigma general. Durante los últimos veinte años para la educación se ha dedicado a leer, investigar y escribir Taeli Gómez Francisco sobre la historia, la literatura y la cultura regional atacameñas. En 2011 publicó el li- bro Figuras señeras de Atacama. Literatura e historia. Tomo I, que contiene diez ensayos sobre autores regionales. Un proyecto en marcha muy avanzado es el libro La Facul- tad de Humanidades y Educación de la Uni- versidad de Atacama en su historia. En la actualidad se desempeña como académico y subdirector del Departamen- to de Idiomas (Inglés) de la Universidad de Atacama en la ciudad de Copiapó. Enseña ISBN 978-956-01-0544-8 idioma inglés, literatura étnica y literatura clásica en inglés y lingüística aplicada a la traducción en inglés. Ha enseñado además literatura infantil y literatura anglosajona en inglés.