SALVADOR REYES 0 LA MIRADA DE VIAJERO CRiTICO

JUAN ANTONIO MASSONE

1. NOTICIA PREVIA

Reconocido por su calidad de novelista del mar, el Premio Nacional de Literatura 1967 escribi6 en la prensa chilena, aunque con largas interrup- ciones, durante cinco dkcadas. Lo hizo a partir de 1915 en el diario El Diu, de Taltal, ciudad donde viviera gran parte de su infancia y primera juventud. Posteriormente colabor6 Los Tiempos, La Nacidn, La Hora, Las Ultimas Noticias, para culminar con su cometido periodistico en EL Mercurio, La Unidn, ambos de Valparaiso, y tambikn en EL Mercurio, de . A partir de 1920 public6 articulos y comentarios en la revista Zigzag y, luego, en Hoy, en cuyas paginas firm6 con el seud6nimo “Simbad” muchos de sus trabajos. A principios de la dCcada de 10s aiios treinta fund6 la revista Letras, junto a Luis Enrique Dklano, Hernhn del Solar, Luis Eduardo Hubner y Angel Cruchaga Santa Maria, con quienes mantuvo una interesante y fecunda labor cultural, identifichndose con lo que Alone llam6 “Imaginismo”, tendencia proclive a superar el moroso apegamiento a lo extern0 que practicaba el antag6nico criollismo, con el cual polemizaron. Desde sus primeros tiempos de vida le acompaii6 un destino viajero. Naci6 en Copiap6 el 16 de agosto de 1899, per0 muy pronto su familia se traslad6 a la ciudad de Taltal, luego a1 puerto de , y aiios despuks lo encontramos nuevamente en Taltal. Siendo ya un joven, viaj6 a Santiago, en donde comenz6 nuevos periplos: el de escritor y, poste- riormente, el de diplomhtico. Ambos oficios le depararon sinndmero de 154 Universidad Diego Portales horizontes en frente de 10s cuales explay6 sus facultades de observador penetrante, de imaginero realista y de solitario insatisfecho. En literatura estamp6 devoci6n litoraleiia y marinista refrendada por numerosos titulos de sus obras: Barco Ebrio (poesia,1923), Las mareas del sur (poesia, 1930); en el formato cuento public6 El Liltimo pirata (1923, El matador de tiburones (1926), El anillo de esmeraldas (l946), Norte y Sur (1947), y El incendia del astillero (1964). En novela se reconoce el motivo y ambiente maritimo en Tres novelas de la costa (1934), Ruta de sangre (1935), Pie1 nocturna (1936), la misma que afios despuCs llevarh el titulo de Valparaiso, puerto de nostalgias, para com- pletarse esta ndmina con Mdnica Sanders (195 1) y Los amantes desuni- dos (1959). Finalmente, su cnico drama: La redencio'n de las sirenas (1966), confirma la devoci6n referida. El servicio exterior de lo llev6 a vivir en Francia (1939-1945), en calidad de cbnsul; tarea similar desempeii6 en , el aiio si- guiente. En 1947 regres6 a Paris, esa vez como primer secretario (1947- 1949); luego se trasladd hasta Londres (1950); se desempeii6 en calidad de encargado de negocios en Haiti (1956-1958), en Turquia (1959), en Grecia (1 960- 1962), para culminar su carrera diplomhtica de c6nsul ge- neral en Francia (1963). Alli habia conocido a Suzanne Bertrand, quien, posteriormente, fue su esposa. Cuando quiso casarse, debi6 hacerlo por poder, y a1 verse obligado a salvar una objecidn de celos planteada por su novia, tuvo que aceptar que ella fuera representada por un var6n en la ceremonia civil celebrada en la embajada francesa de Santiago. Semejante a muchos otros autores que enriquecen por igual literatura y periodismo, tales como: Hernh Diaz Arrieta, Benjamin Subercaseaux, Jenaro Prieto, Mariano Latorre o Luis Enrique DClano, entre muchos mAs, Salvador Reyes Figueroa altern6 la palabra de ficcidn y la palabra con que abordara el fluido hist6rico o intrahistbrico, segfin hubiera dicho Unamuno, del cdmulo de hhbitos y desvelos cotidianamente repetido y olvidable que conforma el escenario y la trastienda social en todo aque- 110 que es argument0 a ras de cada dia en frente de lo cual el escritor y el periodista, que en 61 convivian, tomaron debida posici6n. El imaginismo atribuido a Salvador Reyes no debe entenderse como desestimaci6n de lucha, si como un ejercicio insobornable de vigilante inter& hacia todo lo viviente, sobre todo si un asunto concernia a Chile y a su mar, elemen- to que 61 reclamaba tanto o mhs vhlido de identificacidn nacional que la misma tierra de la zona huasa. De que mantuvo alerta sus facultades, listas para ejercitarlas en la geografia social o en 10s paisajes del mundo; de que hizo gala de pers- Reflexiones Acade‘micas No IS, 2002 155 pectiva variopinta a1 interesarse en la cambiante realidad; y que fue agudo, profundo y, en ocasiones, mordaz puede afirmarse, sin ambages, de Salvador Reyes, a juzgar por la heterogeneidad de asuntos en que desplegara su atencidn adicta a percibir amplias relaciones y significan- cias en el alma de pueblos y paisajes, en 10s paradojales asuntos contem- porineos, asi como tambiCn en raz6n de su procedimiento 16cido con que amonestase el dejo remol6n o la desfachatez desquiciadora entre noso- tros. Y esta misi6n vigilante del escritor y del periodista la sintid tan unificada en su oficio que le hizo decir: “MAS que un escritor soy un cronista de la vida; un periodista que ha tenido la inquietud de muchos por reflejar la existencia con temperamento propio. Soy, en fin, un hom- bre que camina y que simplemente escribe lo que ve y lo que siente”’.

2. UN OPINANTE INCISIVO

Resulta innegable su inter& por el destino de Chile. Por eso tom6 parte en el debate y agitaci6n de aspectos en que se definia el ser de la naci6n. Percibi6 la importancia de 10s extremos territoriales, y fue sensi- ble a un pais que dese6 habitado con mayor responsabilidad y sentido nacional. Reaccionaba con acritud ante las conductas vacilantes o franca- mente mentirosas en que pudieran incurrir las autoridades, sobre todo. No fue partidario de pasar por alto la contumacia y el desalifio de la convivencia que veia alterada y peligrosamente declinante en las virtu- des de la decencia, la responsabilidad y el buen sentido en nuestro pais asi como tambiCn en el Animo de la Cpoca. Ya tratara del claroscuro de la personalidad criolla, ya de las necesidades regionales; fuera la suya cuesti6n de actualidad repetitiva, o bien de situaciones humanas mAs generales, invariablemente mostrd sagacidad analitica, un delgado escep- ticismo tanto como un decidido arrojo a1 expresar opiniones. Sus cr6nicas son a la vez meditacidn, comentario sin embozo, cuadro de costumbre, encuentro de evocacidn y examen de lo real. Sup0 pensar con equidad 10s fragmentos humanos que se le mostraban preocupantes, per0 a1 momento de referirlos aplicAbales una captaci6n realista, motivo que le lle- vaba a proponer iniciativas remediales y campafias de correccidn que, si no fueron tomadas en cuenta, ello no hace mAs que dar raz6n a sus dichos menos amistosos para con nuestra mentalidad y niveles de conciencia. Semejante a otros fiscalizadores del ser y del quehacer nacionales, el autor se emparienta a algunos tan opinantes como 61 no menos que por el tenor de sus lancetazos, como lo fueron Joaquin Edwards Bello, Jenaro 156 Universidnd Diego Portales

Prieto o Benjamin Subercaseaux, aunque se diferencia de cada uno por cualidades suficientemente resaltantes. Cierto, no tuvo la amenidad del primero, ni la gracia ir6nica del segundo, ni la brillantez reflexiva del autor de NiAo de lluvia, per0 mejor que aquellos, trazd algunos linea- mientos necesarios de verdadero progreso nacional. Tuvo Reyes un sen- tido de realidad nutrido de provincia, a1 tiempo que su prolongada esta- dia en el extranjero colabor6 a forjarle un innato sentido unitario de humanidad responsable y paisaje como destino. PretCrito y actualidad conquistaron de 61 parejos entusiasmos. Espe- cialmente perspicaz y polCmico cuando avanz6 ir6nicamente sus prefe- rencias y observaciones que, mis de una vez, resultaron interesantes o provocadoras de perplejidades en el lector. Salvador Reyes no se avino a1 galimatias que maquilla la insolvencia convivencial, ni a1 facilismo vocinglero de quienes sienten la obligaci6n de repetir monsergas para convenir, con otros, argumentaciones cerriles y sospechosos consensos de actualidad. Sus articulos presentan asuntos tan polCmicos como vi- gentes. En uno de ellos escribi6: “La amistad entre padres e hijos es muy posible, per0 siempre que existan ciertas reglas del juego que no impli- can una barrera, sin0 a1 revis un puente entre la diferencia de edades. Cuando el padre y el hijo llegan a ser amigos es porque se ha establecido un verdadero respeto mutuo. Solo a ese precio existe la confianza de una generaci6n en otra. Son amigos, per0 el joven acepta la superioridad de su progenitor, a quien Cree enriquecido por la experiencia y a quien ve dignificado por la autoridad. Es el principio del autCntico jefe: hacerse amar, per0 sin abdicar de su rango y sin despojarse de la aureola que inspira confianza a1 subordinado. Si el hijo ve a1 padre a su mismo nivel, vulnerable y vacilante, no puede confiar en C1”2. Observador sufrido, la contumacia le sacaba de quicio, especialmente si la conducta tenia el mal efecto de la crueldad o de la incuria. Entonces lanzaba sus dardos sin titubeos ni eufemismos. Calificaba el empecina- miento necr6filo que parece distinguirnos -cuando tal alevosia es cos- tumbre que deberia sonrojar-, con claridad arrasadora que daba en el blanco , asi fuera de la multitud como de las autoridades. “Los chilenos formamos una terrible Gestapo contra el irbol. Mata- mos, destruimos, quemamos con inexplicable sadismo. Tal vez no exista pais en el mundo donde el &bo1 sufra una persecuci6n tan sistemitica como en Chile”. Y en el mismo articulo, completa su cometido fiscaliza- dor: “En este terreno, como desgracia en tantos otros, recibimos la im- presidn de que a1 chileno no le importa nada de nada, de que le place vivir al dia, echando mano de lo que tiene m6s cerca y de lo que deman- Reflexiones AcadCmicas No 15, 2002 157 da el menor esfuerzo, con absoluta irresponsabilidad, con indolencia de pueblo decadente”. El corolario no se demora: “Vivimos un mundo de irresponsabilidad burocrfitica, de ignorancia administrativa todopodero- sa, contra la cual se estrellan las buenas intenciones de 10s pocos que quisieran organizar el pais, defender sus riquezas naturales, preparar un futuro mejor, con menos teorias y mhs trabajo prhctico. Desaprensiva- mente vamos a1 de~astre”~. Poco, muy poco, le pasaba inadvertido a Salvador Reyes. Desde he- go, el ser nacional y su vocaci6n maritima en la que tanto se afan6 despertar atenci6n de todos, empezando por 10s gobiernos, la acompaii6 de esa protesta demandante de correcci6n -dificil enmienda que solemos negar con extraiio orgullo-, como si la terquedad fuera virtud, y la hon- radez y valentia de reconocimiento y consiguiente mejora pusiera en entredicho nuestra virilidad, cuando no alimentamos un malentendido espiritu libertario en que creemos progresar y ufanarnos ante el mundo que compartimos. Por eso mismo, Salvador Reyes no podia ser sino un inc6modo, un tfibano que no se amilanaba ante la inercia o el comod6n parloteo de superficiales y de tradicionalistas, amantes desabridos de la verdadera tradicibn, que siempre es vida, renovadora permanencia. Se dice que el carhcter retraido y hasta malhumorado que solia acom- paiiar a1 escritor y periodista pudo granjearle mfis de una antipatia. Suce- de asi muchas veces, solo que nuestro hfibito confunde, con irreflexiva frecuencia, la gracia o la facilidad de trato con la verdad de 10s dichos. Preferimos la mentira llamada piadosa, aunque en el momento de prue- bas y desastres, ni una sola de sus silabas allegue conmiseraci6n ni siquiera paliativo a quienes padecen por alguna injusticia. Ignoro si lo escribid nuestro autor, per0 en Chile puede dividirse la gente entre aque- 110s susceptibles de diminutivo, de ser empequeiiecidos en sus nombres, muchas veces como efecto de cariiio muy genuino; otras, como conse- cuencia de aquel affin de domesticidad en que nos gusta transformar las relaciones humanas, aun las mhs formales. Y bien, no creo que alguien le llamara Salvadorcito, por ejemplo. A1 menos no se hubiera bienavenido a ese trato ni lo consintiera si hubiese estado en juego una realidad refrac- taria a la urgente y verdadera mejoria colectiva e individual. El periodista que habia en Reyes se fortalecia del viajero, del cami- nante de mil horizontes y climas; a1 tiempo que el escritor seleccionaba imhgenes de la calle y del alma, para luego traducirlas en novelas y cuentos, el cronista de lo cotidiano recibia el benCfico influjo del literato cuando, llevado de genuino inter&, hundia la mirada en el trasfondo de 10s gestos, de las palabras, de 10s hfibitos, de 10s gustos, de 10s entornos 158 Universidad Diego Portales naturales y de 10s citadinos. La preferencia por la punzante actualidad que mostraba en sus chicas, comentarios criticos y relatos de viajes no le encerraba la mirada. Pispaba sintomas, adelantaba diagn6sticos atre- viCndose a ejercer ese profetismo que, muchas veces, descarrria a1 m5s pintiparado de 10s intelectuales, peligro que no dobleg6 10s juicios pros- pectivos de Reyes en desmentidos sonados, que no debi6 lamentar. Cura- do de manias protagonicas, tampoco deslizaba sentencias inapelables. Temia, m5s bien, acertar en sus pronbsticos. Un ejemplo: “A mi, esos mocetones robustos y deportivos que van sentados (gene- ralmente mal sentados, con las piernas y 10s brazos estirados, molestan- do a1 vecino) en 10s vehiculos de locomoci6n colectiva, mientras las damas, j6venes o viejas, van de pie, no me dan la sensaci6n de tipos fuertes y dominantes, sino de seres primitivos y algo obtusos. Ojal6 me equivoque, per0 creo que si las cosas siguen asi este pais se convertira en un matriarcado en que 10s hombres pagaremos car0 nuestros err ore^"^. M5s all5 de lo especifico de la cita, he aqui la manera de aliarse en su cas0 el escritor y el periodista extrayendo de lo habitual una significan- cia mucho mayor y de m5s graves efectos en lo porvenir que sobrepasa en mucho 10s limites del asunto. Con seguridad, las actualidades de estos dias le hubieran brindado a su mirada recelosa una ingente casuistica de desalifios y de nuevos suministros de lindezas semejantes. Y es que, en verdad, solo 10s muy romos de entendederas o 10s alegres a la chufia de entre 10s llamados intelectuales, entre quienes recae alguna responsabili- dad de hacer visible lo oculto o de columbrar nuevos presentes, podria desestimar la lecci6n alarmada a partir de un sintoma. Encarifiado con Chile, y simultaneamente disgustado con cierta idio- sincrasia desmayada de este, no le era dificil apuntar el descalabro de actitudes insanas, per0 tampoco escatimaba ocasiones de recordar y de exaltar 10s valores de sus gentes y la generosa riqueza de tierra y de mar, de norte y de sur, de Valparaiso o de las caletas, de poblados en el desierto tanto como de la australidad blanca de la Antirtica. Le dolia Chile, tanto o m6s que a otros “reprendedores”, como hubiera dicho Gabriela Mistral. Le dolia como duele una presencia amada que desdice legitimas expectativas, o lo que es peor, se niega a ser el que mejor debe o puede ser. Nuestro pais aparece discolo, pertinaz, evasivo en sus ar- ticulos, per0 nunca deja de aportar el dato sabroso, el gesto noble, el sabor y la olencia bot5nica, o el futuro promisorio que se alberga en nosotros si nos dispusiCramos a mejorar la humanidad que portamos. Acerca de alguna inveterada mala costumbre, escribe: “Los chilenos hemos adquirido un h5bito desconocido de nuestros antepasados. Este es Reflexiones Academicas No 15, 2002 159

el de lamentarnos por la pobreza de nuestro medio geografico y por las imposibilidades del desarrollo que este ofrece. Parece que quisiCramos justificar asi algo que est6 mal en nosotros mi~mos”~. No precisaba de grandes espacios en el desarrollo de sus comentarios; un poco mis extensos 10s empled en las cr6nicas de viaje. Con todo, bastibale presentar un hecho -un maltrecho seria m8s exacto decir- y la mordacidad afluia sin timidez en alguna observacidn, o en una pregunta desnudadora de sandeces burocrfiticas y desproporciones sociales. “Sequia, Iluvia, todo es malo para nosotros. Vivimos como 10s hombres primitivos, expuestos a todos 10s caprichos de la naturaleza. Y eso cuando contamos con regimien- tos de tCcnicos y escuadrones de expertos en toda clase de materias. iQui6n nos va a entender? iNadie! iNi siquiera San Isidro!”6. Conocedor de astucias narrativas eficaces, las empleaba en denunciar una realidad que frecuentemente parece inverosimil. De entre esos recur- sos ech6 mano de recuerdos y de ankcdotas, medios mfis ilustrativos que una sesuda explicaci6n, a1 exponer asuntos de variada indole en 10s arti- culo~,lo que beneficid su perdurabilidad en el lector, a1 paso que acerc6 situaciones rayanas en lo novelesco. En Las sorpresas del turismo narra: “A1 entrar a1 cuarto contuve una exclamaci6n de sorpresa. Una de las paredes estaba empapelada con diarios. ‘‘i QuC exquisita atencibn!, me dije. Sin duda en este hotel saben que soy periodista y han querido darme este placer”. Me sentia tan halagado que no di ninguna importan- cia a1 crista1 roto de una ventana, a1 somier con patas que constituia la segunda cama, ni a la vetusta instalaci6n del bafio privado. Por la noche, cuando IleguC a acostarme, pude apreciar mejor la delicada atenci6n de que era objeto. Sabido es que no hay nada mejor para gozar de un buen suefio que leer un rat0 antes de apagar la luz. De rodillas sobre la cama me puse, pues, a leer aquellas paginas de diario pegadas en la pared. Era, nada menos, que la edici6n especial de El Mercurio del 12 de octubre 6ltimo. Me entretuve muchisimo con una informaci6n titulada “Club aCreo celebra sus 32 afios de existencia”. Luego pas6 a otra a6n mfis apasionante: “Celebraron hoy segundo encuentro de bailes chinos”. Des- puCs de esta lectura quedC a1 corriente de mil aspectos que ignoraba del folclore nacional, pues esos “chinos” eran ciudadanos de una villa cerca- na. Pas6 luego a informarme de que “Ministro boliviano visit6 zona portuaria”. Esto me agrad6 menos, per0 jen fin ... ! Luego, pegando la cara a la pared, vi el titulo de “Vida social”, escondido, desgraciadamen- te, por la cama. Intent6 moverla, per0 el catre de madera dio tales cruji- dos que opt6 por apagar la luz. Dormi esplendidamente. So% con chi- nos, con aviones y Ministros del Altiplano’”. 160 Universidad Diego Portales

Si una gracia le asistia en sus comentarios y en sus crdnicas fue el equilibrio del que unos y otras dan fe: rhpida descripci6n; referencia a un hecho, a algdn lugar, o bien a una persona, a un libro, a una gesta nebulosa; 10s alcances de una activa memoria personal y el acercamiento del pequeiio pormenor. Aunque 10s titulos no siempre son leales a la comprobaci6n posterior del tema expuesto, suelen abrir nuevos derrote- ros y alentar consideraciones insospechadas. Pero, acaso, lo mfis enri- quecedor y resueltamente responsable de la vivacidad de sus evoluciones corresponda a la experiencia que 10s sustenta. El viajero imprime curio- sidad dinfimica, sobre todo aquel don de observaci6n silenciosa con que una materia cualquiera es enriquecida para hacerla querible o inolvida- ble, denostada o como principio de una prolongaci6n en el pensamiento y el recuerdo. No importa si esos efectos provienen de un incisivo anhli- sis de conductas, de la descripci6n de sitios y costumbres o de las tareas que desafian nuestro presente. En cualquier cas0 no son indiferentes sus cavilaciones nacidas a1 fragor de cuanto le fue car0 o ingrato a su inter& de lo humano.

3. POR TIERRAS LEJANAS

En las novelas como en las cr6nicas de Salvador Reyes se respira mundo. Mundo de verdad en su cambiante faz. El rinc6n familiar donde el recuerdo goza de afinidades comprometidas con las fibras iniciales de la vida y las ex6ticas calles extranjeras que mejor testimonian 10s tiem- pos remotos y 10s actuales en monumentos, vocerios y vestimentas. Pe- rro mundo y antigua hidalguia gozan de puesto y atencidn del cronista. Desde luego su mirar es un ver interiorizado. Cuando describe una ruina, una calle, alguna llamativa costumbre; cuando evoca la propia tierra y el intimo mar; cuando registra sus llegadas y sus despedidas de tantos luga- res como culturas latentes en cada uno, se tiene la certeza de que el verismo descriptivo que nunca se desentiende del tono caviloso y de una atildada selecci6n de elementos, queda a salvo de la prisa superficial del turista con anteojeras y horizonte de postales, y mfis extraiio es adn de cualquier exhibicionista con cultura de almanaque. Si bien es mucho el material disperso adn en diarios y revistas naciona- les, existe un libro ejemplar en el gCnero de viaje. Se trata de Cro'nicas de Oriente (*), modelo de fidelidad y reanimaci6n de asuntos ofrecidos por paises tan interesantes como pueden ser India, Birmania, Camboya, Tai- landia, Indonesia, Malasia, Vietnam, Hong Kong, Turquia, Grecia, Egipto Reflexiones Academicas No 15, 2002 161 y Marruecos. Para, en la segunda parte, completar el periplo en algunos paises europeos: Francia, Inglaterra, Alemania y costas meditarrineas. Libro p6stumo, se compone de cr6nicas escritas entre 1968 y 1969, poco antes del deceso del autor. Probablemente ese carBcter de escrito intimo, de quien empezaba a recoger pasos; o porque sus materiales son el mundo, es decir, la otra dimensi6n en que lo nacional adquiere curiosos parentescos, inesperadas afinidades e indudables contrastes; en suma, 10s dos Bmbitos de que tratara con parejo inter& Reyes, esos materiales, deci- mos, comunican un calor y un convencimiento que armonizan en la identi- ficaci6n descriptiva, remozadora de opiniones convencionales, que lleva a cabo en torno de cada uno de 10s paises y culturas ya mentadas. Si la constancia de su colaboraci6n periodistica alcanzb, aproximada- mente, medio siglo, dato suficiente para no recelar de la gran importan- cia asignada por 61 a las columnas del diario y de la revista, asi tambiCn 10s frutos de curiosidad andariega emergeran de su obra toda a1 modo de una gran reserva de matices y sones de lo humano que, tanto suminis- tranle variedad de asuntos como riqueza de perspectivas, confluyentes, unos y otras, en cierto escepticismo respecto de nuestra especie. Puestos a espigar entre tantas posibilidades de sus cr6nicas para me- jor ilustrar lo dicho, ofreceremos citas con que recorreremos una parte del itinerario que nos muestra el libro reciCn mencionado. Llegado a Nueva Delhi, frente a la aglomeraci6n y la pobreza abru- madoras, se reserva, mBs cauto, dar una opinidn categ6rica como la de aquellos que pontifican acerca de 10s paises a base de fugaces pasos por aeropuertos. “Nos damos cuenta -escribe- de que nos hallamos frente a otra dimensidn de la condici6n humana que no admite la facilidad del exotismo o de lo pintoresco”*. A1 mismo tiempo que nos echa a la calle del bullicio, nos hace ingre- sar en la pagoda, en el templo bizantino o en el cat6lico. De lo profano a lo sagrado, de la contemplaci6n a1 movimiento con que el pie laborioso lleva tranco de genuino afBn de conocimiento y de conmoci6n en cada ciudad o franja de territorio vista por 61. Invariablemente franquea, en cada caso, interesantes zonas del espiritu tan domksticas como sublimes. El clima, la espontBnea mirada que mejor se aviene a la percepci6n de lo pr6ximo para hablar de lo remoto, 10s colores en las vestimentas, la impetuosa historia y el cas0 extravagante, la belleza inmdvil de la esta- tua y la incitante de una mujer de ojos que parecieran llevarse la dnica felicidad posible no disminuye el desplante con que da cabida a las luchas sociales, las tradiciones, 10s severos contrastes y desproporciones de la realidad politica y econ6mica, vislumbres y temores de una historia 162 Universidad Diego Portales que, asi como puede mantener el ritmo cansino, bien puede debordar como aguacero descomedido. He aqui una descripci6n con comentario anejo: “En las calles de Rangun nos sale a1 encuentro la vulgaridad de una pequeiia ciudad orien- tal sin color. Casas de vieja y modesta arquitectura, avenidas sin gran- diosidad, vasto mercado de telas y objetos caseros, tiendas de anticuarios sin fuertes tentaciones. Deben existir en esta ciudad sitios pintorescos, per0 habria que residir en ella para descubrirlos. Y a1 fin, uno llega a sentir cierto temor de comprobar que todos 10s pintortescos se pare~en”~. Sin pavoneo de conocimientos excesivos, la informacidn es adecuada argamasa en sus relatos de asombro y admiracidn critica. Aquella permi- te poner pie en 10s sitios seculares: “la raza Khmer, constructora de 10s templos de Angkor, es la que habita la Camboya de nuestros dias”lO. Lo antiguo y 10 reciente de Tailandia deja en claro el cambiante espi- ritu de las Cpocas. El emblema nacional de ese pais le es d6cil a este efecto: “Pasaron muchos aiios. Siam dej6 de ser Siam y el elefante blan- co desapareci6 de la bandera. El pais pas6 a llamarse Tailandia y en lugar del vasto campo que antes ocupaba el rojo solo pint6 una delgada banda abajo y arriba para encerrar otras delgadas bandas blancas y una azul m8s ancha. Bandera sin fantasia, como simbolo de nuestra Cpoca que tiende a la frialdad rectilinea””. Llegado a Yakarta, capital de Indonesia, despues de algunas inc6modas ankcdotas seguirfi viaje hasta Bali, la isla de 10s senos desnudos. Entonces cuenta desilusionado: “Hasta la Liltima Guerra Mundial, Bali fue en reali- dad la isla de 10s senos desnudos. Ahora solo las mujeres viejas observan la tradici6n. iY quC especthlos dan esas pobres seiioras!... Si ellas lucen el torso sin prejuicios, yo bajo pudicamente 10s ojos...”12. Sensible a las atmdsferas que conforman climas e inquietudes, el ojo y la pie1 llCvanle a estampar observaciones y comentarios de cuya sensi- bilidad y perspicacia la historia posterior ha dado cuenta, a veces como un suspenso prolongado, otras a1 modo de confirmaci6n abrumadora. Su llegada a Malasia le dicta una nota tal: “No SC qui hay de fantQstico en 10s grandes aer6dromos nocturnos. Son, sin duda, territorios poCticos de la vida actual, de sus interrogaciones, de su cosmopolitismo peligroso. Nuestro viaje es una cinta multicolor que vamos desenrollando entre dramas y amenazas. Por todas partes, a traves del Asia, ha estallado o se incuba la guerra”13. Sensible a la belleza encantadora, Salvador Reyes afirma con entu- siasmo la gracia de las vietnamitas, de quienes dice son “las mis seduc- toras mujeres del mundo. Apenas son mujeres: m8s bien parecen bibe- Reflexiones Acade‘micas No 15, 2002 163 lots, muiiecas animadas y alegres. (...) Como todas las orientales, estas mujercitas finas y flexibles son sonrientes, y sus voces agudas suenan a nuestros oidos occidentales como algarabia de pijaros. No hay duda de que la vietnamesa(sic) es la expresi6n suprema de la femineidad. Vi mujeres soldados a las cuales el uniforme no lograba despojar de su ~educci6n”’~. Dejemos hasta aqui el repaso de sus andanzas. Baste decir que estas crbnicas, como sus comentarios, llevaron enjundia y poesia a las piginas de la prensa, aguas en donde se inclina la curiosidad cotidiana, y que en Salvador Reyes tuvo un cultor del mBs comprometido inter& hacia lo humano pr6ximo o distante, remoto o vecino, materia que recibi6 inva- riablemente el convencimiento de hacer de ella tarea comunicable de cada dia, tan intima como social, pues a1 decir de Renk Silva Espejo “no quiso apartarse hasta la liltima hora de la obligacidn de comunicar a 10s demis el incesante bullir de su imaginacidn y de cumplir un deber que le nacia del alma”15.

4. EP~LOGO

Salvador Reyes Figueroa se consagr6 a la palabra, es decir, proyect6 lo vivido y lo por vivir -no son otros 10s aspectos que alguien pueda referir- en esa caja de resonancia y, tambiCn de Pandora, que es toda escritura con alma. Si, con alma, porque escribir es muchisimo mis que redactar. Esa dedicaci6n de la vida le fue reconocida por la Academia Chilena de la Lengua, corporacidn que lo eligiera en calidad de Miembro de Nlimero, en 1960, en reemplazo del historiador JosC Miguel IrarrBza- val L., diez aiios antes de su fallecimiento acaecido en Santiago el 27 de febrero de 1970. Aparte de sus novelas, cuentos y poemas, fuera de sus cr6nicas y comentarios, Salvador Reyes escribid semblanzas y notas de viajes, formatos que admiten vecindad entre literatura y periodismo escrito. Entre las primeras: Peregrinajes literarios en Francia (1968); tambikn notables semblanzas son las que dedicara a sus maestros y afines litera- rios: Pi0 Baroja, Blaise Cendrars, Pierre Mac Orlan, Claude Farrere y Francis de Miomandre que reline en Rostros sin mBscara. (1957); a sus viajes nortinos pertenecen sus Andanzas por el Desierto de Atacama (1967). Salvador Reyes acept6 el reto que le imponia su vocacidn de escritor y de periodista en constante movimiento espiritual. Hombre de palabra, 164 Universidud Diego Portules hizo de esta su acci6n y, a traves de ella, edific6 una fisonomia dc :Chile y del mundo con 10s que mantuvo trato de critica lealtad, de cuyos- ~~ alborozos y melancolias puede beneficiarse todavia nuestro tiempo.

NOTAS

I En Diaz, Miguel Angel. Premios Naciona- Idem, pp 119-120. les de Literatura. Santiago de Chile. Unidn * Santiago de Chile. Editorial Gabriela de Escritores Americanos. 1991. p. 164. Mistral, 1973, 315 pigs. Prdlogo de Al- “El living-comedor”, en “Cronicas”. fredo Silva Carvallo. Santiago de Chile. Editorial Portada, “India”, en Crdnicas de Oriente, p. 19. “Birmania”, op. cit. p. 58 lugos”, op. cit. pp. lo Op. cit., p. 65. Op. cit., p. 69. .dos”, op. cit. p. 59. I2 op. cit., p. 79. Norte Grande”, op. l3 op. cit., p. 81. I4 Op. cit., p. 87. o mis agua!”, op. “Prdlogo” en “Crdnicas”. Santiago de Chile. Editorial Portada, 1974, p. 12.