SALVADOR REYES 0 LA MIRADA DE VIAJERO Critico
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SALVADOR REYES 0 LA MIRADA DE VIAJERO CRiTICO JUAN ANTONIO MASSONE 1. NOTICIA PREVIA Reconocido por su calidad de novelista del mar, el Premio Nacional de Literatura 1967 escribi6 en la prensa chilena, aunque con largas interrup- ciones, durante cinco dkcadas. Lo hizo a partir de 1915 en el diario El Diu, de Taltal, ciudad donde viviera gran parte de su infancia y primera juventud. Posteriormente colabor6 Los Tiempos, La Nacidn, La Hora, Las Ultimas Noticias, para culminar con su cometido periodistico en EL Mercurio, La Unidn, ambos de Valparaiso, y tambikn en EL Mercurio, de Santiago. A partir de 1920 public6 articulos y comentarios en la revista Zigzag y, luego, en Hoy, en cuyas paginas firm6 con el seud6nimo “Simbad” muchos de sus trabajos. A principios de la dCcada de 10s aiios treinta fund6 la revista Letras, junto a Luis Enrique Dklano, Hernhn del Solar, Luis Eduardo Hubner y Angel Cruchaga Santa Maria, con quienes mantuvo una interesante y fecunda labor cultural, identifichndose con lo que Alone llam6 “Imaginismo”, tendencia proclive a superar el moroso apegamiento a lo extern0 que practicaba el antag6nico criollismo, con el cual polemizaron. Desde sus primeros tiempos de vida le acompaii6 un destino viajero. Naci6 en Copiap6 el 16 de agosto de 1899, per0 muy pronto su familia se traslad6 a la ciudad de Taltal, luego a1 puerto de Antofagasta, y aiios despuks lo encontramos nuevamente en Taltal. Siendo ya un joven, viaj6 a Santiago, en donde comenz6 nuevos periplos: el de escritor y, poste- riormente, el de diplomhtico. Ambos oficios le depararon sinndmero de 154 Universidad Diego Portales horizontes en frente de 10s cuales explay6 sus facultades de observador penetrante, de imaginero realista y de solitario insatisfecho. En literatura estamp6 devoci6n litoraleiia y marinista refrendada por numerosos titulos de sus obras: Barco Ebrio (poesia,1923), Las mareas del sur (poesia, 1930); en el formato cuento public6 El Liltimo pirata (1923, El matador de tiburones (1926), El anillo de esmeraldas (l946), Norte y Sur (1947), y El incendia del astillero (1964). En novela se reconoce el motivo y ambiente maritimo en Tres novelas de la costa (1934), Ruta de sangre (1935), Pie1 nocturna (1936), la misma que afios despuCs llevarh el titulo de Valparaiso, puerto de nostalgias, para com- pletarse esta ndmina con Mdnica Sanders (195 1) y Los amantes desuni- dos (1959). Finalmente, su cnico drama: La redencio'n de las sirenas (1966), confirma la devoci6n referida. El servicio exterior de Chile lo llev6 a vivir en Francia (1939-1945), en calidad de cbnsul; tarea similar desempeii6 en Barcelona, el aiio si- guiente. En 1947 regres6 a Paris, esa vez como primer secretario (1947- 1949); luego se trasladd hasta Londres (1950); se desempeii6 en calidad de encargado de negocios en Haiti (1956-1958), en Turquia (1959), en Grecia (1 960- 1962), para culminar su carrera diplomhtica de c6nsul ge- neral en Francia (1963). Alli habia conocido a Suzanne Bertrand, quien, posteriormente, fue su esposa. Cuando quiso casarse, debi6 hacerlo por poder, y a1 verse obligado a salvar una objecidn de celos planteada por su novia, tuvo que aceptar que ella fuera representada por un var6n en la ceremonia civil celebrada en la embajada francesa de Santiago. Semejante a muchos otros autores que enriquecen por igual literatura y periodismo, tales como: Hernh Diaz Arrieta, Benjamin Subercaseaux, Jenaro Prieto, Mariano Latorre o Luis Enrique DClano, entre muchos mAs, Salvador Reyes Figueroa altern6 la palabra de ficcidn y la palabra con que abordara el fluido hist6rico o intrahistbrico, segfin hubiera dicho Unamuno, del cdmulo de hhbitos y desvelos cotidianamente repetido y olvidable que conforma el escenario y la trastienda social en todo aque- 110 que es argument0 a ras de cada dia en frente de lo cual el escritor y el periodista, que en 61 convivian, tomaron debida posici6n. El imaginismo atribuido a Salvador Reyes no debe entenderse como desestimaci6n de lucha, si como un ejercicio insobornable de vigilante inter& hacia todo lo viviente, sobre todo si un asunto concernia a Chile y a su mar, elemen- to que 61 reclamaba tanto o mhs vhlido de identificacidn nacional que la misma tierra de la zona huasa. De que mantuvo alerta sus facultades, listas para ejercitarlas en la geografia social o en 10s paisajes del mundo; de que hizo gala de pers- Reflexiones Acade‘micas No IS, 2002 155 pectiva variopinta a1 interesarse en la cambiante realidad; y que fue agudo, profundo y, en ocasiones, mordaz puede afirmarse, sin ambages, de Salvador Reyes, a juzgar por la heterogeneidad de asuntos en que desplegara su atencidn adicta a percibir amplias relaciones y significan- cias en el alma de pueblos y paisajes, en 10s paradojales asuntos contem- porineos, asi como tambiCn en raz6n de su procedimiento 16cido con que amonestase el dejo remol6n o la desfachatez desquiciadora entre noso- tros. Y esta misi6n vigilante del escritor y del periodista la sintid tan unificada en su oficio que le hizo decir: “MAS que un escritor soy un cronista de la vida; un periodista que ha tenido la inquietud de muchos por reflejar la existencia con temperamento propio. Soy, en fin, un hom- bre que camina y que simplemente escribe lo que ve y lo que siente”’. 2. UN OPINANTE INCISIVO Resulta innegable su inter& por el destino de Chile. Por eso tom6 parte en el debate y agitaci6n de aspectos en que se definia el ser de la naci6n. Percibi6 la importancia de 10s extremos territoriales, y fue sensi- ble a un pais que dese6 habitado con mayor responsabilidad y sentido nacional. Reaccionaba con acritud ante las conductas vacilantes o franca- mente mentirosas en que pudieran incurrir las autoridades, sobre todo. No fue partidario de pasar por alto la contumacia y el desalifio de la convivencia que veia alterada y peligrosamente declinante en las virtu- des de la decencia, la responsabilidad y el buen sentido en nuestro pais asi como tambiCn en el Animo de la Cpoca. Ya tratara del claroscuro de la personalidad criolla, ya de las necesidades regionales; fuera la suya cuesti6n de actualidad repetitiva, o bien de situaciones humanas mAs generales, invariablemente mostrd sagacidad analitica, un delgado escep- ticismo tanto como un decidido arrojo a1 expresar opiniones. Sus cr6nicas son a la vez meditacidn, comentario sin embozo, cuadro de costumbre, encuentro de evocacidn y examen de lo real. Sup0 pensar con equidad 10s fragmentos humanos que se le mostraban preocupantes, per0 a1 momento de referirlos aplicAbales una captaci6n realista, motivo que le lle- vaba a proponer iniciativas remediales y campafias de correccidn que, si no fueron tomadas en cuenta, ello no hace mAs que dar raz6n a sus dichos menos amistosos para con nuestra mentalidad y niveles de conciencia. Semejante a otros fiscalizadores del ser y del quehacer nacionales, el autor se emparienta a algunos tan opinantes como 61 no menos que por el tenor de sus lancetazos, como lo fueron Joaquin Edwards Bello, Jenaro 156 Universidnd Diego Portales Prieto o Benjamin Subercaseaux, aunque se diferencia de cada uno por cualidades suficientemente resaltantes. Cierto, no tuvo la amenidad del primero, ni la gracia ir6nica del segundo, ni la brillantez reflexiva del autor de NiAo de lluvia, per0 mejor que aquellos, trazd algunos linea- mientos necesarios de verdadero progreso nacional. Tuvo Reyes un sen- tido de realidad nutrido de provincia, a1 tiempo que su prolongada esta- dia en el extranjero colabor6 a forjarle un innato sentido unitario de humanidad responsable y paisaje como destino. PretCrito y actualidad conquistaron de 61 parejos entusiasmos. Espe- cialmente perspicaz y polCmico cuando avanz6 ir6nicamente sus prefe- rencias y observaciones que, mis de una vez, resultaron interesantes o provocadoras de perplejidades en el lector. Salvador Reyes no se avino a1 galimatias que maquilla la insolvencia convivencial, ni a1 facilismo vocinglero de quienes sienten la obligaci6n de repetir monsergas para convenir, con otros, argumentaciones cerriles y sospechosos consensos de actualidad. Sus articulos presentan asuntos tan polCmicos como vi- gentes. En uno de ellos escribi6: “La amistad entre padres e hijos es muy posible, per0 siempre que existan ciertas reglas del juego que no impli- can una barrera, sin0 a1 revis un puente entre la diferencia de edades. Cuando el padre y el hijo llegan a ser amigos es porque se ha establecido un verdadero respeto mutuo. Solo a ese precio existe la confianza de una generaci6n en otra. Son amigos, per0 el joven acepta la superioridad de su progenitor, a quien Cree enriquecido por la experiencia y a quien ve dignificado por la autoridad. Es el principio del autCntico jefe: hacerse amar, per0 sin abdicar de su rango y sin despojarse de la aureola que inspira confianza a1 subordinado. Si el hijo ve a1 padre a su mismo nivel, vulnerable y vacilante, no puede confiar en C1”2. Observador sufrido, la contumacia le sacaba de quicio, especialmente si la conducta tenia el mal efecto de la crueldad o de la incuria. Entonces lanzaba sus dardos sin titubeos ni eufemismos. Calificaba el empecina- miento necr6filo que parece distinguirnos -cuando tal alevosia es cos- tumbre que deberia sonrojar-, con claridad arrasadora que daba en el blanco , asi fuera de la multitud como de las autoridades. “Los chilenos formamos una terrible Gestapo contra el irbol. Mata- mos, destruimos, quemamos con inexplicable sadismo. Tal vez no exista pais en el mundo donde el &bo1 sufra una persecuci6n tan sistemitica como en Chile”. Y en el mismo articulo, completa su cometido fiscaliza- dor: “En este terreno, como desgracia en tantos otros, recibimos la im- presidn de que a1 chileno no le importa nada de nada, de que le place vivir al dia, echando mano de lo que tiene m6s cerca y de lo que deman- Reflexiones AcadCmicas No 15, 2002 157 da el menor esfuerzo, con absoluta irresponsabilidad, con indolencia de pueblo decadente”.