Artículos De Costumbres / Por Fernando Romero Fajardo. Romero Fajardo, Fernando, 1847- Matanzas : Impr
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Faltas y sobras : artículos de costumbres / por Fernando Romero Fajardo. Romero Fajardo, Fernando, 1847- Matanzas : Impr. "Aurora del Yumuri", 1892. https://hdl.handle.net/2027/nyp.33433081615134 Public Domain in the United States, Google-digitized http://www.hathitrust.org/access_use#pd-us-google We have determined this work to be in the public domain in the United States of America. It may not be in the public domain in other countries. Copies are provided as a preservation service. Particularly outside of the United States, persons receiving copies should make appropriate efforts to determine the copyright status of the work in their country and use the work accordingly. It is possible that current copyright holders, heirs or the estate of the authors of individual portions of the work, such as illustrations or photographs, assert copyrights over these portions. 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MIATANZAS - - - IMPRENTA “AURORA DEL y UMURI”, RICLA 2e 1892 - N ---- …|- ſl.r -| - |×*|- ---- |- ! * |-· |- |- · epico regao $r, trmania iris, de A nfusiasta partidario todo cuanto contribu de ciudad, ya al engrandecimiento esta queridísima al águien al dedicar e/presente lióro señor //eydrich, y y la Matanzas de óe tantos afanes desvelos, con ellos mi existencia de un magnífico Acueducto, pobre ¿n- teligencia rinde merecido fributo al que mi corazón la ha á gentil distingue por el que bien hecho - Yu. cayo, Aficionado d las letras, por cuyos adelantos ha el gro los votos más ardientes, al esfampar nombre de/ de en la Sr, D. AFernando //eydrich dedicatoria este á quien trabajo, mz corazón consagra una o/renda mi inteligencia señala como á uno de los earfranjeros que más conocen la literatur a española. y al A gradecido consecuenfe, escribir ese mismo / de obra, nombre en la primer página esta umilde en ve mi alma se comp/ace soóre manera, pues ello una y al al espresión de cariño digno caballero óondado de so amigo de quien fanfas pruebas deferencia tiene recibidas. - -- é% 7%... é/. z az4. Matanzas, Agosto 1o de 1892. PRÓLOGo, A LCD S LEC T CD RES ---a=-C - C-Os-es-- - Y que tenía yo pocas ganas de escribir un pró. logo! Cuando Romero me dijo que iba á publicar FALTAS Y SOBRAS y que el prefacio sería de mi cuen ta, no me atrevíá decirle con modestia real ni fin gida: «Querido, no soy yo quién para aceptar un encargo de tal importancia;» y no me atreví, porque podría cogerme la palabra. «La ocasión la pintan calva» exclamé para mi capote, y me así del cabello que se me ofrecía. Aquí me tienen V.V. ejerciendo de prologuis ta, rebosando de orgullo y no pudiendo disimular los aires de suficiencia y de benévola protección con que apadrino la última obra de Romero Fajardo. Y, aunque alguno, parodiando el cuento de marras, pu II diera preguntarme: «¿Y á Vd. quién lo al , urina?» no me cisco (en buen sentido) y en consecuencia no me voy con la música á otra parte. El chispeante gacetillero de «La Aurora» anun ció á su debido tiempo que este libro se publicaría con un proemio de José Luis Prado, y, si ahora me niego escribirlo, pueden maguarse á - muchas risue ñas esperanzas. Hablemos en serio.—¿Para qué se escriben los prólogos? - Para proteger á un novel escritor, ga rantizando sus aptitudes, haciendo resaltar las be llezas y disculpando los defectos que aparezcan en su obra; ó para demostrar el prologuista especiales condiciones de crítico, analizando los distintos gé neros literarios, combatiendo unas escuelas, preco nizando otras y divagando las más de las veces, pa ra hacer alarde de erudición y de buen gusto. Y ¿nececita andadores el autor de «Espejismos,» de «Bromas y Veras,» de «Brochazos y Pinceladas?» ¿No es bastante conocido el que con gracia inago table escribe las gacetillas de «La Aurora?». ¿No tie me ya nombre de escritor festivo el que ha visto agotadas en poco tiempo varias ediciones de sus ar tículos de costumbre? Por otra parte ¿de dónde ha sacado Romero que puedo yo expedir certificados de buena conducta en cuestiones literarias? El autor de «Bromas y Veras» ha querido, sin duda, darme un bromazo y dárselo al público con este prólogo; pues sigamos la guasa, y III Con ... á Romero en 1878 (ya ha llovido des de entonces!) desde aquel día, mejor dicho, desde la y noche aquella fuimos amigos nada ha entibiado nuestro afecto. Cuántas veces después de aquella noche me he desternillado de risa oyendo las ocu rrentes improvisaciones de Romero, en las que ca si nunca faltan vocablos que los diccionarios no y contienen que él ha recogido en sus continuas y excursiones á todos los barrios á todos los centros Y cuántas veces también he pensado, en medio de aquellos regocijos, que, como dice Roque Barcia, «el que no sabe lo que es llorar, no puede hacer reir. La risa viene siempre del llanto, como el hu mo viene del fuego, como el arco iris viene de la y borrasca . El llanto la hiel están en el fondo, abajo, muy abajo, en lo más íntimo del alma.» El escritor de costumbres de quien vengo tra tando, no habla nunca de oídas; porque, con voca ción irresistible y con carácter eminentemente ob servador, quiere que sus cuadros sean una copia del natural, copia que siempre le resulta ataviada con - las galas del Arte. En un tiempo Romero servía lo mismo para un fregado que para un barrido Con éxito explica ba Geografía ó Gramática en una escuela de niños, y con notable destreza bailaba un danzón en el an. tíguo Ateneo; tocaba el piano en una reunión fami (y liar, como la flauta no por casualidad) en una velada del Liceo de Matauzas. Romero no tenía IV - precio en una romería (dígalo Montserrat); allí era siempre el alma de la fiesta, porque se alegraba (en todas sus acepciones) como todos, brindaba como pocos y comía como nadie. - Heridas que sangran siempre, desengaños que anonadan, han influido notablemente en el carácter de mi amigo, quien, al escribir hoy sus graciosas sátiras, se pone, como dice el filósofo, una careta sobre la cara que Dios le puso. Leamos ahora los artículos de Romero y vere mos que canta en estrofas sentidas las bellezas de Matanzas, que en prosa vulgar se burla de la gente cursi, que en estilo humorístico nos mete miedo con los muchachos malcriados y que á veces, como con «El Pañuelo,» arranca del corazón lágrimas y sus. piros que no brotan ó que brotan convertidos en plácidas sonrisas ó en alegres carcajadas. Romero Fajardo sabe pulsar las cuerdas del sentimiento; pero su vocación lo lleva á conseguir verdaderos triunfos en la sátira festiva. Terminaré asegurando que á «Faltas y Sobras» no han de /a/tarle lectores, porque le sobran gracia y amenidad. ¿No creen Vds, que también le sobra el Pró logo? / 2za Zíazó Matanzas 3 de Agosto de 1892. LA º igan ustedes lo que quieran, de mis tre ºe% ce nadie me saca. Los Alcaldes de barrio mejores que he conocido, han sido bodegueros. Y me lo explico perfectamente, pese á quien pe S62. El Alcalde de barrio es el funcionario público que se halla más inmediato y más en contacto con el pueblo. Es el funcionario de policía íntimo. Es el que presenta el vecino á las autoridades, El ugier que lo anuncia. El amigo oficial que oficialmente lo garantiza. Y si todo esto es una gran verdad, ¿quiénes se hallan en condiciones de ser los mejores Alcaldes de barrio que los bodegueros, que son los que más de cerca conocen á sus vecinos? Porque miren ustedes que los bodegueros cono cen á sus vecinos Que si los conocen Saben de lo que viven. Cómo viven. 2 . FALTAS Y SOBRAS Lo que comen. Lo que tienen. Lo que no tienen. Lo que les gusta. De dónde vienen. A dónde van. - Los años que tienen, etc., etc. Y si no, que lo diga D. Bonocio. Hace diez años que D. Bonocio tiene una bode ga en la esquina que forman las calles de los Trapi tos y Aguanta perros. D. Bonocio, discretamente, á nadie comunica lo que sabe del vecino de la otra puerta, ni lo del de la otra, ni lo del de la que le sigue, ni lo del de la inme diata, ni del de la de más allá, &º, &º, sin embargo de conocerlos á fondo, estando tan bien enterado de las costumbres y malas mañas de todos ellos como pue de estarlo cualquiera de los familiares de los mismos. D. Bonocio entiende bastante su comercio para dejar de comprender que muy grandes perjuicios se le habían de originar si se complaciese en hacer pú blico que se hallaba al tanto de la vida y milagros de sus parroquianos. Al buen callar llaman Bonocio, dice él para sus adentros cuando alguno quiere hacerle hablar, ¿De qué arte se vale D. Bonocio para saber las interioridades de su vecindario? De ninguno. Maldito sea si él se ocupa en indagar vidas age 1) l.S. Lo que resulta es lo que resulta, y lo que resul ta es que—lo diré de una vez—las bodegas de Cuba, especialmente las de las poblaciones, son confesiona F.