Sor-Josefa-Un-Llamamiento-Al-Amor-2.Pdf
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LIBRO SEGUNDO EL MENSAJE PRELIMINAR En cuanto Sor Josefa hubo pronunciado los Votos, se vio con más evidencia todavía, que había sido escogida en vista de un gran designio de amor. Toda la gracia de su vocación, desarrolla- da en su alma por una serie ininterrumpida de predilecciones la habían modelado para esta Obra. Esposa del Corazón de Jesús debía ser para El una vibrante respuesta de amor; y por eso, El le había descubierto los secretos del amor que espera de su Sociedad: "El amor más tierno y gene- roso"1. Esposa del Corazón de Jesús, había de penetrar en su herida, sondear su profundidad y asociarse al dolor de Jesucristo, ante la ceguera y la pérdida de tantas almas. Y por eso El le había dado a entender el valor redentor de una vida entregada y unida al Repa- rador Divino. Esposa del Corazón de Jesús, escogida por El para servir de instrumento a su amor y a su misericordia hacia las almas, que tan tiernamente ama, había de compartir su sed insondable... Y por eso, El la había inflamado en el celo devorador de su Corazón, ofreciéndole el mundo entero como horizonte de su recíproco amor. Así, pues, los años de formación religiosa habían sido para Josefa un estudio profundo de la gracia de la vocación, que llama a toda religiosa del Sagrado Corazón a una vida de Esposa, de Víctima y de Apóstol. El mismo Jesús había querido subrayar con sus enseñanzas, cada línea de la Regla, dando así, desde el principio de la vida religiosa de Josefa, un testimonio conmovedor de su propio pen- samiento acerca de esta Sociedad, fundada en el amor -dirá El un día- y cuya vida y objeto no son más que el amor. Pero todo ha sido hasta aquí una preparación para otros Planes más amplios. En varias ocasiones, el Señor había dejado entrever a Josefa s 1 Constituciones. proyectos. A pesar de sus temores y resistencias, la había camina- do, firme y suavemente, hacia una entrega sin condiciones a la Misión Divina, que poco a poco le iba mostrando. El día de los Votos, afirmando sus derechos sobre ella, le había declarad con toda precisión: "Y ahora voy a empezar mi Obra"2. Esta Obra que El mismo llamará la "Obra más grande de s Amor", va a concretarse y desarrollarse, en los 18 meses que que- dan a la breve existencia de Josefa. Pero la mano que la dirige v la influencia divina que obra en ella, la guardarán celosamente a sus propios ojos, a fin de que no vea en sí misma más que un vil y pobre instrumento, preferido por eso mismo para la obra de Dios; el Señor permitirá que experimente su propia flaqueza en una constante lucha, a pesar de la cual permanecerá fiel hasta el fin. La tentación, los ataques directos del demonio, las penas del in- fierno, figurarán en primer lugar entre sus muchos padecimientos. Es un contrapeso que Dios opone a sus favores para edificar la santidad de Josefa sobre los fundamentos sólidos de una convic- ción plena de su bajeza y de su nada. Es también un estímulo que no le dejará un instante de reposo, a la vista de tantos pecados que reparar, de tantas almas que salvar y del fuego que devora el Co- razón de su Dios. Antes de comenzar la narración de la última etapa de su vida, echemos una mirada sobre el pasado que se cierra y sobre el por- venir que empieza a entreabrirse. Así aparece mejor el plan divino de esta Obra de Amor, de modo que, como dirá el Señor a Josefa, "se puede admirar en to- dos sus detalles". Lo que se desprende, ante todo, así de las enseñanzas de su Corazón, como de su conducta con Josefa y de las gracias que le concedió, es el sello doctrinal que pone de relieve las bases y los principios, que orientan y sostienen nuestra fe. El Señor ha queri- do recordárselo a las almas, como una "divina lección de cosas". En primer lugar, afirma el "Soberano dominio del Creador" sobre su criatura y lo que exige de ella cuanto a la dependencia de 2 16 de julio de 1922. su Voluntad y al abandono a la dirección de su Providencia". -"No te olvides -le dice- que tengo todo derecho sobre ti. Dé- jame hacer de ti lo que quiera". Y estas palabras: -"Déjame hacer... déjame obrar... déjame disponer de ti... dé- jame libertad en ti", vienen continuamente a afirmar la totalidad de sus derechos. Al mismo tiempo, la historia de Josefa es la de la Providencia que no se equivoca en sus caminos. -"Deseo -le había dicho un día- que tu pequeñez se deje con- ducir y guiar por mi mano paternal, sabia e infinitamente fuerte... Te manejaré como conviene a mi gloria y al provecho de las al- mas. Nada temas, pues te guardo con esmero, como la más tierna de las madres cuida de su hijo pequeño". Magnífica definición de la fidelidad divina, que puede decir- siempre en cada encrucijada de nuestros caminos lo que decía a Josefa: "Jamás falto a mi palabra". Afirma también la "Presencia de gracia" en el interior del alma, fundamento de su incorporación a la vida divina. "Estoy en ella -dice-, vivo en ella. Me complazco en hacerme Uno con ella..." Pero en cambio pide que no le deje nunca solo, que le consulte en todo, que se lo pida todo y, particularmente, que se revista de El y que desaparezca en El. “Cuanto más desaparezcas, más seré Yo tu vida”. ¿No es éste el comentario a la palabra de San Pablo: "Vivo Yo... mas no yo, sino Cristo es quien vive en mí"? Luego, insiste sobre el valor de esta unión vital con El, que transforma las menores acciones y actividades humanas, revistién- dolas del "oro sobrenatural" de sus méritos. ¡Cuántas veces Jesús mostró a Josefa, de un modo evidente, lo que el Amor realizaba por medio de sus obras, hechas en unión con El! Así pretendía el Señor reanimar en las almas la fe en esta verdad tan consoladora, pues pone esta divina riqueza al alcance de todas: "¡Cuánto se animarán las almas -le decía- viendo el fruto divi- no de su vida ordinaria!" Y aquí tocamos al dogma, que parece ser el nudo de estas magníficas enseñanzas: el de la Participación de los Méritos infi- nitos de Jesucristo. El Señor recuerda sin cesar a Josefa el poder concedido al alma bautizada sobre los tesoros de su Redención. Si le Pide que complete en ella lo que falta a su Pasión, que repare por el mundo, que satisfaga a la Justicia del Eterno Padre, es siempre El, con El, en El... Mi Corazón es vuestro, tomadlo y reparad por El". Entonces brotaban de sus divinos labios aquellas ofrendas todopoderosas sobre el Corazón de su Eterno Padre, que Josefa recogía y que nos ha transmitido. - “¡Padre bueno, Padre santo, Padre misericordioso! Recibid la Sangre de vuestro Hijo, sus Llagas, su Corazón... Mirad su Cabe- za traspasada por las espinas... No permitáis que esta Sangre sea una vez más inútil... No olvidéis que no ha llegado aún el tiempo de la justicia, sino el de la misericordia." La gran realidad de la Comunión de los Santos aparece, en fin como la trama de la vocación sobrenatural de Josefa y como el fondo del cuadro sobre el que se desarrolla su vida. La Santísima Virgen, Medianera de toda gracia y Madre de Misericordia, ocupa un lugar privilegiado en el centro de ese intercambio de gracias I de méritos, entre los Santos del Cielo, las almas del Purgatorio y las que aun militan sobre la tierra. Josefa, miembro pequeñísimo del Cuerpo Místico de Jesucristo, aprende de El la repercusión en el mundo de las almas, de la fidelidad, del sacrificio, del sufri- miento y de la oración. Pero sobre todas estas enseñanzas doctrinales, con ser de tanto valor, el mensaje directo del Corazón de Jesús es un Llamamiento de Amor y de Misericordia. Un día, preguntaba Sor Josefa a su Maestro: "Señor, no entiendo cual es esta Obra que me decís siempre." - "¿No sabes cuál es mi Obra? Pues... ¡es de Amor!... Quiero ser- virme de ti para dar a conocer más todavía la misericordia y el amor de mi Corazón... Las palabras y deseos que doy a conocer por tu medio excitarán el celo de muchas almas e impedirán la pérdida de un gran número, y comprenderán cada vez más que la misericordia y el amor de mi Corazón son inagotables". "De cuando en cuando -decía en otra ocasión- necesito hacer una nueva llamada de amor"... "Sí, es verdad que no necesito de ti, pero déjame, Esposa de mi Corazón, que por ti me manifieste una vez más a las almas"» Este gran designio de amor fue, en efecto, confiado a Josefa a través de las comunicaciones celestiales que se sucedieron en los dos últimos años de su vida. Las recibía generalmente en la celdi- ta a donde el Señor la llamaba. Allí, de rodillas, junto a la imagen de María Inmaculada, después de renovar sus Votos (acto de obe- diencia que la preservó a menudo de los lazos del espíritu de tinie- blas), Josefa escribía, mientras El hablaba, los secretos de su Maestro. El libro titulado "Un llamamiento al Amor", ha dado ya a co- nocer parte de este Mensaje Divino. Pero en esta nueva obra apa- recen las palabras del Maestro encuadradas en el marco d hechos, adquiriendo así un relieve mucho más acentuado.