Muerte En Españaok.Pdf
Total Page:16
File Type:pdf, Size:1020Kb
(O by Mariano y José Luis Peset © de la presente edición by Seminarios y Ediciones, S. A. Madrid - 13. Av. de José Antonio, 88. Teléf. 241 05 28 Cubierta: Manuel Aguillaume Depósito legal : M. 13.087 - 1972 Impreso en España por Ediciones Castilla, S. A. Maestro Alonso, 23. Madrid - 28 Printed in Spain MUERTE EN ESPAÑA (PC)LITICA Y SOCIEDAD ENTRE LA PESTE Y EL COLERA) M. y J. L. Peset Prólogo: P. Laín Entralgo Seminarios y Ediciones, S. A. 11v ,)o .1) ¡ o J;;'so ]) // ob l¡s r L/ -5 ¿O ( C., (, O by Mariano y José Luis Peset © de la presente edición by Seminarios y Ediciones, S. A. Madrid - 13. Av. de José Antonio, 88. Teléf. 241 05 28 Cubierta: Manuel Aguillaume Depósito legal: M. 13.087 - 1972 Impreso en España por Ediciones Castilla, S. A. Maestro Alonso, 23. Madrid - 28 Printed in Spain Prólogo, por Pedro Laín Entralgo 7 l. Acerca de la Historia y de la muerte 11 II. Recuerdos y vivencias de la peste ... 23 III. Tercianas en el Mediterráneo español 39 IV. Clases sociales y geografía económica 57 V. Otras zonas, otros problemas ... 73 VI. ¿ Sangría o quina? 83 VII. Un nuevo huésped: la fiebre amarilla 101 VIII. Las Cortes huyen de Cádiz ... 117 IX. Política y literatura enferman 135 X . ¿, Existe el contagio? 155 XL Absolutistas y liberales 175 XII. Hacia un código sanitario 189 XIII. Epílogo sobre el cólera morbo 213 NOTAS ... .. ... 233 5 ¡- Un humanista italiano de los albores del siglo xv, Co luccio Salutati, compuso un tratado -De nobilitate legum et medicinae era su título- en el que discurría erudita mente acerca de la respectiva dignidad de la Medicina y el Derecho ; y con muy buenos modales, pero arrimando sin gran miramiento el ascua a su sardina, el autor acaba ba concediendo a las leyes la palma del certamen. Han pa sado los siglos y han cambiado las mentes. Antes que disputar adolescentemente entre sí en nombre de sus pro pias disciplinas, los hombres de ciencia prefieren que unas y otras, sin mengua de conservar su perfil particular, entre sí colaboren y se ayuden, porque la realidad siempre es compleja, tanto más si esa realidad es la humana, y siempre ante ella, según dice una tan vieja como mal obedecida consigna popular, más ven cuatro ojos que dos. Así lo han entendido Mariano y José Luis Peset, histo riador del Derecho aquél, historiador de la Medicina éste, y así han logrado extender felizmente al saber histó• rico la hermandad de su sangre. De cooperationis legum medicinaeque nobilitate, tal podría ser, rectificando al viejo Coluccio, la divisa de este librito. He aquí el fenómeno de la enfermedad epidémica. Por un lado, no hay duda, un hecho médico: la realidad de que muchos hombres enfermen por contagio, mueran con mayor o menor frecuencia y requieran en todo caso el 7 auxilio técnico del galeno. Por otra parte, con idéntica claridad, un evento social: algo que perturba la normal convivencia de un grupo humano acarrea desórdenes eco nómicos y pone de manifiesto la diversa condición vital y moral de los subgrupos -clases, estamentos, comuni dades- que integran la población afecta por el morbo. Por un tercer costado, en fin, una situación que obliga a adoptar tales o cuales disposiciones jurídicas y que hasta determina, muy insospechadamente, a veces, ciertas reso luciones de carácter político, como la conversión -uno de los sucesos más notables entre los muchos aquí narra dos- de cien mil vigilantes sanitarios en los Cien M:il Hijos de San Luis. Pues bien, ¿podría ser bien estudiada una epidemia, si en el empeño no colaborasen el médico, el sociólogo y el jurista? Esta grande y obvia verdad es la que ejemplarmente ponen de manifiesto, bajo el título de Muerte en España, las páginas subsiguientes. En sí mismas, una investiga ción seria y valiosa al alcance de todos los lectores cultos y una muestra de cómo la obra interdisciplinar es posible y fecunda en este mundo de empecinados y limitados especialistas. Lo bueno, breve, uno y múltiple: cuatro veces bueno, podríamos decir, ampliando la bien cono cida sentencia acerca de lo bueno y lo breve. Pero Muerte en España es todavía más; es la demos tración de que en cualquier país, y más en el nuestro, donde tanto y por tan diversas causas han muerto los hombres, sólo mediante el recto conocimiento de la ver dad y el recto empeño de utilizar en la práctica tal cono cimiento es posible ir disminuyendo cada vez más la fre cuencia del morir. Ojalá aprendan la lección de este mé dico y este jurista aquéllos cuya primera obligación con siste en que todos los hombres vivan mucho y vivan bien; esos practicantes de la "Medicina en gran escala", para decirlo con la letra de una famosa frase de Rudolf Virchow, a los que solemos llamar "políticos". Abril de 1972 PEDRO LAÍN ENTRALGO 8 A nuestro padre y a nuestra hermana Vicenta. .. Porque sabía lo que aquella multitud gozosa ignoraba y se podía leer en los libros, que el bacilo de la peste no muere ni desaparece jamás, que puede quedar adormecido durante decenas de años en los muebles, en la ropa, que espera pacientemente en las habitaciones, las bodegas, los baúles, los pañuelos y los pape lorios, y que quizá llegue el día en que, pa:ra desgracia y ense ñanza de los hombres, la peste despierte sus ratas y las envíe a morir en una ciudad dichosa. ALBERT CAMUS, La peste. En la época del antiguo cólera asiático, comía uno con un amigo lleno de salud, y a la mañana siguiente veía pasar su entierro por delante de la ventana; pero esta nueva epidemia era aún más rápida, mucho más rápida que todas. JACK LONDON, La peste escarlata (en 2013). Toda afirmación general sobre el futuro ele la enfermedad in fecciosa debe llevar implícita la idea de que se basa en la su posición de que no ocurra ninguna guerra mundial. Con la ame naza de la guerra atómica y biológica frente a nosotros, puede que el futuro vea un renacimiento de enfermedades infecciosas bajo formas nuevas y quizá incontrolables. SIR M. BURNET, Historia de las enfermedades infecciosas. ACERCA DE LA HISTORIA V DE LA MUERTE Viejas tragedias de la historia Hemos intentado, a través de esta serie de ensayos, esbozar aspectos sociales y políticos de la sanidad espa ñola durante los siglos XVIII y XIX. Una brevísima refe rencia al temor sufrido en España -a los sistemas de contención- ante la peste bubónica de Marsella de 1 720, se continúa con el panorama de las tercianas endémicas que señorean las costas mediterráneas en el siglo XVIII y las oleadas de fiebre amarilla o peste americana, tan voraz desde comienzos del XIX. Y, al final, se inicia un bosquejo de la circunstancia política y social de otro temido huésped, venido de Asia: el cólera morbo. El hombre español de las últimas centurias ha vivido - como a lo largo de toda su historia- amedrentado y temeroso ante las grandes enfermedades que multiplican la muerte. Los azotes pestilenciales formaron una constante de su esencia, de su vivir. Hoy, los focos de las epidemias pa recen muy alejados y, aunque la muerte busque otros 11 motivos, no parece afectarnos tan estrechamente, dado nuestro optimismo por el progreso y los modernos re medios con que contamos. Quizás sea vivencia cons tante el riesgo de la bomba atómica, pero las enormes mortandades de las epidemias nos quedan lejanas. Real mente, en España, ha desaparecido de nuestro cotidiano vivir la consciencia de las enfermedades catastróficas, to tales, aunque algún brote esporádico -rápidamente yu gulado- reviva en nosotros su persistencia en extensas zonas de nuestro planeta. Evocarlas mientras se ensañaron con la sociedad es pañola, posee, a nuestro parecer, dos sentidos. De una parte, asegurar un mejor conocimiento de la historia de siglos pasados, que no puede entenderse -política y so cialmente- si se le priva de esta componente sustancial. Hasta el momento no se ha puesto de relieve suficiente mente la conexión entre las grandes epidemias y la histo ria política y social española. Hemos pretendido recons truir muertes y estragos, ante la impotencia de los poderes públicos, que no aciertan a encontrar soluciones; así como su decisiva influencia en algunos sucesos de la épo ca, tales como la huida de las Cortes de Cádiz ante las fiebres del Sur de España o la venida de los Cien Mil Hijos de San Luis. Pero, además, en un segundo sentido pueden interesar estas páginas. El lector con sensibilidad histórica sabe convivir con los hombres de tiempos pre téritos, sabe hacerse cargo de sus problemas y de su men te. ¿Acaso la lejanía en el tiempo - •o en el espacio puede hacer olvidar las identidades o semejanzas de la fraternidad humana? Es posible, si carecemos de esta afi nidad ; mas si existe, los temores y angustias de otros hombres avivan en nosotros un sentimiento solidario, una capacidad de recrear y compartir situaciones que otros arrostraron. Nuestros antepasados conocieron la constante amenaza de las epidemias, que expresaban la enfermedad con to nos más intensos que en la época actual. Procuraron com pensar su temor, acercándose más a Dios, incluso viendo 12 en ellas un castigo que cabía eludir por la buena con ducta y la oración. Otras veces -el alma humana sabe muy bien equilibrarse, consolarse- buscaron salida a su atenazante angustia en consideraciones de la razón. Porque si bien es cierto que la mortandad que causan es a ve ces espantosa - razonaba hace un siglo el higienista Monlau-, hay que convenir también en que las más de las bajas recaen en elementos equívocos ( viejos, débiles, enfermizos, viciosos, etc.), con lo cual se depuran los orígenes de la población, fuera de que se observa que sobrevienen luego dos o tres años de escasa mortandad, se aumenta el número de matrimonios y se hace mayor la fecundi dad de éstos.