CRÓNICA DE LA CONSTRUCCIÓN DE LA IGLESIA PARROQUIAL Hasta la primera década del siglo XVII, la iglesia parroquial de se localizó en La Candelera y allí se celebraban los actos litúrgicos. Es lógico pensar que la distancia entre el pueblo y la ermita (además de un tortuoso camino) llevase a los vecinos a solicitar al Concejo la construcción de un nuevo templo dentro del casco urbano. El día 7 de junio de 1612 se convocó al Concejo y una vez reunidos ante el Notario D. Pedro de las Ortigas, se firmó el contrato de obra de la iglesia. Las partes contratantes eran el Maestro Pedro de Ruesta, vecino y carpintero de , y el Concejo de Salas Altas. El primero sería quien dirigiese la obra y se comprometió a finalizarla en un plazo de ocho años. “Et llegados y ajuntados a la plaza de las casas de concejo en donde otras vezes aya el qual dicho concejo interbinieron fueron presentes los infrascriptos y siguientes: Et primo Jayme Albora, teniente de justicia, Antón Carpí mayor, Miguel de Blecua jurados, Antón de Choncos, Benedet de Mur, Martín de Alon, Bernat de Castillón, Bartholome Dabat, Miguel Domper, Bernat Domper, Jayme de Pueyo, Anthón de Pueyo, Miguel Sanz, Joan Sanz, Pedro Sanz mayor, Pedro Salillas, Joan Gil, Joan de Murmula, Joan de Mur mayor, Anthón de Aguilar, Pedro Sanz, menor, Antón Salillas, Miguel Buil, Martón Ceresa, Domingo de Salas, Miguel de Villa, Maestre Joan Giral Bernad de Liessa, Jayme de Albira mayor, Anthón menor, Pedro de Janobas, Pedro Pallares todos vezinos y habitadores del lugar de Salas Altas .” Este contrato no dejaba ningún aspecto de la obra al azar, cosa normal si tenemos en cuenta que la construcción del templo conllevaría un gran sacrificio económico para el Concejo. Algunos aspectos del mismo son realmente curiosos: “Primeramente se pide a dicho official haga una iglesia de las mismas paredes, perfiles y demás perfectiones como la que tiene el lugar de , exceptado que ha de tener quinze palmos más de largo y cinco de ancho...” Sorprende que el Concejo de Salas Altas pusiera como condición al Maestro Ruesta que su obra fuese casi un calco de la parroquial de Colungo. Y la razón de tal ‘exigencia’ la dejaremos a la imaginación: una influyente esposa oriunda de Colungo nostálgica de su pueblo, que el Concejo conociera la parroquial colunguesa y hubiese quedado prendado de la obra... ¡Hasta las cerraduras debían ser como las de Colungo!. La iglesia parroquial de Colungo, obra del Maestro Joan Torón, contó con más medios económicos, así que la imitación deseada por el Concejo de Salas se logró con materiales más baratos como el yeso y el ladrillo en la decoración interior. Otra curiosidad es que hasta los gustos del Obispo se tomaron en cuenta. Por ejemplo, la bóveda de crucería estrellada sería de de yesso y ladrillo con la traça y labores que en la planta y traça estará como sea del gusto del Señor Obispo. Los planos originales de la iglesia recogían la construcción de una torre que nunca llegó a levantarse seguramente por problemas económicos. Así es como el campanario de la ermita de la Candelera ha conservado su funcionalidad. Algunos se preguntarán dónde pasó Ruesta los años que duró la construcción (desde luego no le sería tan fácil como hoy subir y bajar a Barbastro): “... se le da a Pedro de Ruesta vente y cinco años la mitad de la Primicia de todos los frutos que se suelen pagar en Salas Altas y Baxas comenzando día de Santa Cruz deste año mil seiscientos y doze y acabando el azeite de mil seiscientos trenta y siete inclusive de todos los frutos y más se le da a dicho Ruesta por tiempo de seis años en cada un año veinte cahízes de trigo por el mes de Agosto y comiençan en este año mil seiscientos y doze y acabaran el año mil seiscientos y diez y siete inclusive en el agosto y más se le dan al cabo de los seis años cinquenta escudos...” D. Pedro de Ruesta viviría en una casa cedida en el propio pueblo y se mantendría con parte de los tributos locales, que incluían corderos y trigo: “... que a dicho official admiten los dichos jurados y Consejo de Salas Altas esten tenidos y obligados como por la presente capitulación se obligan dar cassa buena y competente para su abitación y esta franca y más que lo admiten por vezino y habitador dandole pastos, yerbas, leñas como goça uno y otro de dicho lugar y esto durante el tiempo que durare de hazer dicha Iglessia y que de gracia especial desde agora para entonces le dan facultad que corte y llebe toda aquella leña que ubiere menester...”

La obra debía emprenderse el día de San Miguel de ese mismo año y de no estar terminada en el plazo previsto “que en los ocho años no diere acabada la Iglessia dicho Official se obliga a pagar de pena quinientos escudos jaqueses”. Por último, tras leer el Notario el documento en voz alta, los contratantes juraron ante Dios cumplir lo pactado y con la firma de dos testigos (Hierónimo de Suelbes y Joan de Lardi) se concluyó con la capitulación. Tres meses y medio más tarde comenzó la obra.

Pili Lisa Subías