Enrique Robertson Álvarez

Nacido en Térmico, la tierra juvenil de Neruda, es profesionalmente médico y ejerce en Bielefeld (Alemania). Sus afi­ ciones son Neruda, la literatura, la músi­ ca y la novela policíaca, con especial interés por las de Conan Doyle y su per­ sonaje , cuyos méto­ dos secunda aquí para establecer una atrevida y apasionante deducción. , EL ENIGMA INAUGURAL ENRIQUE ROBERTSON ÁLVAREZ

Señor presidente de la sesión, pio, que era el de Neftalí Reyes Basoalto. señoras y señores... quiero ante Ricardo Eliecer Neftalí Reyes Basoalto. todo, agradecer al Prof. José Carlos Muchos años después él mismo se pregunta­ Rovira —y a todos los integrantes rá: «¿Hay algo más tonto en la vida, que lla­ del comité organizador de este marse Pablo Neruda?». En relación a ese Coloquio— por darme la gran satis­ nombre, nada de tonto y de tan justo retum­ facción de participar en él, junto a bo, es otra la pregunta que otros se han hecho nerudistas de tanto y tan merecido más de una vez: ¿cómo se le ocurrió a Nefta­ renombre. Esto hace aún más gran­ lí Reyes nombrarse, con tanto acierto, Pablo de mi satisfacción pero también me Neruda? En lo que me toca, declaro que obliga a asumir con cierta preocupa­ debo a mi profesor de castellano —ya saben ción, la nada fácil tarea de tratar de ustedes a quién me refiero— el haberme con­ que mi intervención quede a la altu­ tagiado —hace unos cuarenta años, en Temu­ ra de las circunstancias, y no les co— la manía de hacerme también esa aburra o defraude demasiado. Aun­ pregunta. El sabe que en aquellos años elabo­ que resido en Alemania, he venido ré una absurda teoría respecto al origen del con el pretexto de ser de Temuco y nombre Neruda que no logró convencer a

FlG. 1. Neruda en el tiempo juvenil de Temuco. ex-alumno del Liceo de esa ciudad nadie. No me referiré a ella porque asesada- del sur de Chile. Y de haber sido allí mente la deseché; aunque pensándolo bien, alumno del profesor Hernán Loyo- tan mala no era. Dicho esto y para no alargar la, aquí presente, cuya amistosa y más la entrada en materia, me atreveré a entusiasta mediación logró para mí comenzar sosteniendo que no se puede la amable invitación del profesor hablar de investigar el origen del nombre Rovira, que vuelvo a agradecer. El Pablo Neruda, sin decir que fue Egon Erwin nerudiano tema que he osado intru­ Kisch —escritor y periodista checo al que sear —acerca del cual creo poder dar vemos en este curioso retrato (Fig. 2)— a conocer aquí un hallazgo novedo­ quien por primera vez, a mediados del año so— es el del enigmático origen del 1937, preguntó al poeta por qué había elegi­ nombre Pablo Neruda, sonoro do ese, precisamente ese nombre. Neftalí nombre electivo que el vate se dio Reyes había vivido poético-literariamente cuando aún era alumno del Liceo de hasta los 33 años de edad llamándose Pablo Temuco. (Fig. 1). Con ese nombre Neruda —y «llenando ese nombre de exis­ se inauguró como poeta. Transcu­ tencia» como bien dice Loyola— sin que rría el año 1920 y el estudiante nadie hasta ese momento le hubiese pedido temuquense contaba entonces con que explicara el porqué de su nombre electi­ escasos 16 años de edad. vo. Hasta que Kisch llegó a Madrid. A la imprevista pregunta del periodista checo, FlG. 2. El periodista checo Egon Erwin Kisch. No dudo que todos los aquí pre­ Neruda no quiso o no pudo dar una respues­ sentes saben que el poeta sustituyó Pablo Neruda, el enigma inaugural ta clara. Desde entonces Kisch se la repitió por Pablo Neruda su nombre pro­ ENRIQUE ROBERTSON ÁLVAREZ una y otra vez, muchas veces; durante toda de julio de 1937 con su poema "Es una década. Egon Erwin Kisch hizo amistad así" que después se llamaría "Expli­ tí Mono Azuí con Neruda en el círculo internacional de co algunas cosas", tal vez el más i pueblo español iii a n la aelensa Je la ailiti amigos y colaboradores de El Mono Azul, importante de los que integran su publicación semanal de la Alianza de Intelec­ libro España en el Corazón. Dos tuales Antifascistas cuyo primer número apa­ semanas más tarde el semanario 4 reció en Madrid en septiembre de 1936, es publicó otra fotografía de Neruda decir escasos dos meses después de iniciada la en su portada. Es probable que haya guerra civil. No pocos intelectuales hispano­ sido alrededor de estas fechas cuan­ americanos colaboraron en El Mono Azul do Egon Kisch le preguntó al poeta Entre los chilenos, además de Neruda, los cómo y por qué se le había ocurrido más activos eran el músico Acario Cotapos y rebautizarse Neruda. Porque, como los poetas Vicente Huidobro y Juvencio vemos (Fig. 4), El Mono Azul del 15 Valle. Permítaseme recordar aquí que este de julio de 1937 muestra en su por­ último, que fue condiscípulo de Neruda en el tada sendas fotografías del checo m Liceo de Temuco, falleció en Santiago de Kisch y del chileno con nombre Chile hace pocas semanas, a los 98 años de checo, Neruda. Es probable que ini- FlG. 4. Neruda y Kisch fotografiados en El mono azul. edad... cialmente Kisch se interesara por El chileno que tuvo el papel más protagó- saber la proveniencia del apellido nico en El Mono Azul fue sin duda alguna del poeta chileno, en el convenci­ miento de estar hablando con el Pablo Neruda (Fig. 3); esta fotografía es una hijo o nieto de un checo emigrado de las tantas pruebas de ello. Su participación desde la maravillosa Praga —o de en las actividades de la Alianza, considerada otro lugar de Bohemia'— al sur más impropia de un neutral funcionario consular, sur de la América del Sur. Y que por sería el motivo por el que se le destituiría de eso cuando este intruso profesional, su cargo. Antes de que esto ocurriera, su poe­ que siempre quería estar bien infor­ ma "Canto a las madres de los milicianos mado de todo, oyó decir a Neruda muertos" publicado en el número 5 —del jue­ que entre sus antepasados no conta­ ves 24 de septiembre de 1936— apareció con ba con ningún checo de ese ni de la nota siguiente: «este poema se debe a la plu­ otro nombre, se sorprendiera ma de un gran poeta cuyo nombre la redac­ muchísimo y quisiera satisfacer ción de El Mono Azul estima oportuno no su curiosidad preguntándole pero dar por el momento». El nombre de Neruda entonces, ¿nombróse usted Neru­ reaparecería largos meses después, el primero da..., por ? Comprensi­

ble pregunta —que sugería la n Neruda. respuesta— si se sabe que Kisch nació en Praga donde hay una calle FlG. 5. Retrato del poeta checo Jan Neruda. y un monumento en memoria y honor al escritor Jan Neruda también nacido allí (Fig. 5).

La obra más conocida de Jan Neruda es su libro Cuentos de Mala Strana, muy admirado por Kisch que en su juventud también escri­ bió unos relatos parecidos a los cuentos de «su» Neruda. Hay indicios, anecdóticos pero muy dignos de crédito, que hacen suponer que antes de conocer a Kisch nuestro Neruda nunca había oído hablar del Neruda checo. De acuerdo con esto último se puede asegurar que recién cuando Kisch le habló de él, el poeta chileno se vino a enterar de que en Pra­ ga había existido un escritor de ese nombre. FIG. 3. Pablo Neruda en El mono azul, durante Además —puesto que consideraba a Kisch un Pablo Neruda, el enigma inaugural la guerra civil española. ENRIQUE ROBERTSON ÁLVAREZ gran humorista— debe haber creído en la temible cárcel de Berlín-Spandau. Sabía Ataque EL PRADO, SOLO. que éste bromeaba al relacionarlo pues, muy bien, que si caía de nuevo en con un escritor checo que le era manos de la Gestapo no salvaría la vida por totalmente desconocido. Por eso le segunda vez. Por eso salió de Europa con contestó en broma desafiándole a destino a EEUU, donde le fue denegado el que intentase dar él mismo con la permiso de residencia; optó entonces por el respuesta verdadera (a la manera asilo que le concedió México y marchó al exi­ del: «Me preguntáis...?». «Indagad- lio al país donde reencontraría a Pablo Neru­ lo, indagadlo» de Los Enigmas); da, para reiterarle allí la pregunta ¿por qué diciéndole además que dudaba de Neruda? Pero si Kisch pensaba que esta vez que fuese capaz de resolver el miste­ lograría conocer o descubrir la verdad, se rio de su nombre con igual éxito equivocó; en Ciudad de México su pregunta que el que había tenido en otros también se quedó sin respuesta. O, mejor casos. Porque Kisch, que tenía fama dicho, la que obtuvo fue la que él mismo de ser una especie de Sherlock Hol- había ideado e insinuado al poeta: que ese HOJA SEMANAL DE U ALIANZA BE IMT.I.En'IIAI mes del periodismo, aplicando unos nombre lo había tomado del de Jan Neruda. FlG. ó. Artículo de Kisch en El mono azul. originales e infalibles métodos, había Pero esa respuesta, sabiéndola gestada a logrado desentrañar más de un caso sugerencia propia y además —por haberlo extraño y misterioso. Neruda cita en sus comprobado personalmente— sabiendo que memorias el del coronel Redi, espía austríaco en España e Hispanoamérica ese escritor che­ desenmascarado en 1913 por Kisch, caso con co era prácticamente desconocido, le resulta­ el que el rasante reportero logró ganar gran ba inaceptable. Es, sin embargo, posible que popularidad. Bohemia y su capital Praga eran siempre haya habido un malentendido; por­ entonces parte del Imperio Austro-Húngaro. que lo que Pablo Neruda podía y debió Egon Kisch pertenecía a la minoría germano- decirle a Kisch, era únicamente lo que siem­ parlante de Praga, donde se inició en el perio­ pre dijo: que el nombre Neruda lo había dismo. Después trabajó diez años en Berlín, encontrado casualmente en las páginas de colaborando en publicaciones en idioma ale­ una revista; que, en esa misteriosa revista, el mán que se leían también en Praga y en Vie- poeta hubiese leído un cuento de Jan Neruda na, ciudad esta última donde el escandaloso debió ser un agregado imaginado por el pro­ caso Redi —que Kisch descubrió con la ayu­ pio Kisch, que fue aceptado por muchos pero da de un amigo suyo llamado Wagner— tuvo que él mismo se resistía a creer. De no haber gravísimas repercusiones que contribuyeron sucedido esto último, el tema le habría servi­ no poco al inicio de la primera guerra mun­ do magníficamente para uno de los reportajes dial. La vivísima relación de estos hechos se que escribió en el país que le asiló, recopila­ puede leer en De cómo llegué a saber que el dos luego en su libro Descubrimientos en coronel Redi era un espía, de Kisch. México. No pudo ser así y, años después, Kisch todavía se lamentaba de no saber toda Años después de estas actividades perio- la historia del nombre de Neruda. Su olfato dístico-detectivescas y de otras muchas, rela­ de sabueso le hacía darse cuenta de que lo cionadas por ejemplo con la prestidigitación, poco que él sabía acerca de ese enigmático el tatuaje y el fútbol amateur, Kisch llegó a caso, no era más que una mínima parte de la España. Vino, como tantos otros antifascistas verdadera historia que «olía» tras ese nom­ del mundo, a ofrecer su solidario apoyo a la bre. Otra prueba de que con la respuesta que causa republicana. Su trabajo en El Mono él mismo ayudó a prefabricar no podía dar Azul es fácil de documentar (Fig. 6). por resuelto el caso, es que terminada la La derrota de 1939 —hacen hoy seis déca­ segunda guerra mundial —y por fin retorna­ das— y el comienzo de la segunda guerra do a Praga— recibió allí la visita de Neruda; mundial, significaron para Egon Erwin Kisch y al reencontrarse con él, le hizo por enésima —antifascista y judío— una dramática agudi­ vez la famosa pregunta. Neruda recuerda esa zación de la criminal amenaza que se cernía escena en Confieso que he vivido y también sobre su cabeza. Seis años antes, en 1933, víc­ en la entrevista que, con ocasión del Nobel, le tima de la gran redada de opositores que hizo L'Express de París en 1971. Cuenta que ordenó Hitler al día siguiente del incendio en Praga, Kisch llegó a apelar a su edad —era Pablo Neruda, el enigma inaugural del Reichstag, Kisch había estado prisionero ENRIQUE ROBERTSON ÁLVAREZ unos veinte años mayor que él— al pedirle Un crimen extraño (Santiago, Lit. que finalmente le revelara la verdad acerca de Universo, 1908). La observación su nombre electivo (Fig. 7). Al periodista nos parece bastante atendible, en francés que le pregunta por qué cambió su especial considerando la temprana y Cambié de Nombre nombre por el de Pablo Neruda, le responde: nunca desmentida inclinación de ipreííi ¿Poro ¡tur i|wfi I'flbto: ' «hubo un gran poeta y periodista checo, Neruda hacia lecturas enigmáticas y Erwin Kisch, que pasó muchos años de su policiales (Fantomas, en su infancia; irinii.;» Un vida persiguiéndome y haciéndome la misma Raymond Chandler y James Had- pregunta que usted, en Madrid, en México, ley Chase, en su madurez)». i. AM!UOIlkM),',í!lHr en Praga. Y en Praga me dijo: «cuéntame el Esta combinación Neruda-Hol- final de la historia..., ya estoy viejo y te he mes me dejó fascinado. Antiguo lec­ perseguido tanto tiempo...». En Confieso que tor de las aventuras de Sherlock he vivido, de manera parecida dice: «...nos Holmes en los largos inviernos habíamos conocido en España y como él temuquenses de mi adolescencia, vi manifestaba la insistente curiosidad de saber transformarse el enigma del nombre de Neruda en un caso quizá posible por qué motivo me llamaba yo Neruda sin FlG. 7. Neruda revela las razones de su nombre. haber nacido con ese apellido, yo le decía en de resolver «aplicando los méto­ broma: —gran Kisch, tú fuiste el descubridor dos» del muy célebre detective lon­ del misterio del coronel Redi, pero nunca dinense; métodos, en este caso, aclararás el misterio de mi nombre Neruda». quizá más efectivos que los de Kisch. Manos a la obra mi querido Sherlock Holmes Y así fue. Kisch moriría en Praga, en 1948, admira & Nonata sin haber logrado saber por qué —en octubre Watson, me dije (lamentablemente del año 1920— el joven poeta chileno Nefta­ ni entonces ni ahora había un Wat- lí Reyes se había rebautizado con un sonoro son; lo que se refleja, por ejemplo, nombre checo. Porque Neruda, aunque nada en el tener que escribir —y hoy de extraño sea a la índole del idioma español hablar— en primera persona). Lo ni a sus hábitos onomásticos —como bien primero que hice fue encargar el dice Loyola— es un nombre checo. mencionado ejemplar de la revista Lo dicho hasta aquí en relación al nombre Hoy. Esta tarea, aparentemente simple, demostró que, al ser una de Neruda, era más o menos lo poco que demanda transoceánica, podía FlG. 8. Artículo de Miguel Arteche con la prime­ quien les habla sabía, o creía saber, hasta hace ra deducción, a través de una novela de Sherlock adquirir caracteres de misión semi- Holmes. sobre Norman Neruda. algunos años. Y al parecer, todo se iría a que­ imposible. Al fin, después de dar en eso. Pero al profesor Loyola se le ocu­ mucho tiempo, conseguí una copia de la rrió la excelente idea de publicar una I publicación (Fig. 8). Bajo el título "Sherlock antología de la poesía de Pablo Neruda, en Madrid. Alianza Editorial, 1981. Holmes admira a Neruda", y muy sonriente cuidada edición de bolsillo1 y con una intro­ desde una fotografía, Miguel Arteche ducción que en parte se ocupaba, naturalmen­ comienza en su artículo por hacer un resumen te, del nombre del poeta. Como si esto fuera de la dogmática historia oficial del nombre, poco, en dicha introducción Loyola puso una asombrándose, con toda razón, de que en la nota (la nota «2 bis») que tuvo la virtud de memoria de Neruda no hubiesen quedado reactivar mi ya casi olvidado interés por huellas más claras y precisas de un suceso de intentar desentrañar el enigma del nombre tanta importancia como es el de la elección de elegido por Neftalí Reyes, famoso ex-alumno un seudónimo que será definitivo. Luego del Liceo de Temuco. Dice así: «Ya escritas aporta el dato de que la primera versión al estas notas, nos llega desde Chile la edición castellano de los Cuentos de Mala Strana de 187 de la revista Hoy (18 de febrero del981) Jan Neruda apareció el año 1923 y no antes. donde Miguel Arteche introduce la posibili­ Comenta también el hecho de que Pablo dad de que el apellido Neruda haya sido Neruda nunca mencionara a dicho autor al tomado por el estudiante Neftalí Reyes, no hablar de sus lecturas de niñez y adolescencia. directamente de alguna traducción de Jan (Selena Millares, que investigó todo cuanto es Neruda, sino de la mención que Sherlock posible saber sobre libros y lecturas de Neru­ Holmes hace de un tal Norman Neruda, pia­ da, tampoco encontró indicio alguno que nista, en el relato Study in Scarlet, de Conan sugiriese que el poeta se topó alguna vez, en Pablo Neruda, el enigma inaugural Doyle, ya publicado en Chile bajo el título de ENRIQUE RÜBERTSON ÁLVAREZ su juventud, con algún libro de Jan Neruda). tomándolo del cuentista checo» (La Nación, A continuación Miguel Arteche, refiriéndose marzo de 1954). Jan Neruda habría dado a luz al lugar de Jan Neruda en la entretanto dog­ a una gran (y precoz) violinista y a un gran (y mática respuesta a la pregunta ¿por qué Neru­ precoz) poeta. No cabe mayor ni mejor da?, dice: «esta es la versión ortodoxa del fecundidad. ¿Surgió el seudónimo de la lectu­ nacimiento de un poeta, y nadie, que yo sepa, ra de Estudio en escarlata} ¿Creó Pablo la ha puesto en duda. Pablo dixit». A juzgar Neruda, más tarde, al citar a Jan Neruda, un por lo que escribe Arteche y la inmediata mito de cultura? Si esto hizo, bien hecho reacción de Loyola, resulta evidente que exis­ estuvo, pues un poeta es creador de mitos, y tía una suerte de predisposición a considerar estos son cosa mucho más seria de lo que la atendible otra versión del origen del nombre gente cree. Pero recordemos, en fin, la pre­ de Neruda que pudiese contraponerse a la gunta que Holmes lanza en otro libro (El sig­ versión ortodoxa. El artículo sigue así: «Sin no de los cuatro, Pomaire, 1980) al inefable embargo, la reciente relectura de un libro de doctor Watson: «¿Cuántas veces le tengo Conan Doyle (Estudio en Escarlata. Pomaire, dicho que, una vez eliminado todo lo que es 1980), me hizo saltar de la cama y me planteó imposible, la verdad está en lo que queda, por lo que en términos ajedrecísticos podría lla­ improbable que parezca?». marse la variante herética de la Defensa Jan Esta frase final, tan sherlockiana, me pare­ Neruda. En el capítulo cuarto de esta obra, ció estupenda como lema para dar una infali­ Sherlock Holmes cita en dos ocasiones a una ble base al seguimiento de «la pista Arteche» tal Norman Neruda: «Tenemos que darnos y de la «nota 2 bis» de Loyola. Esta última, al prisa —dice al doctor Watson—, porque discrepar de la primera en un par de datos de deseo asistir al concierto del Halle para oír importancia —cosa que vine a saber después esta tarde a Norman Neruda». Más adelante: porque, por las circunstancias ya relatadas, no «Y ahora vamos a almorzar, y después a oír a las estudié en el orden de aparición sino a la Norman Neruda. La ejecución y el golpe de inversa— me permitió estar ya muy prepara­ arco de esta mujer son maravillosos». do cuando al fin llegó a mis manos la copia de En 1908 aparece (Litografía Universo, "Sherlock Holmes admira a Neruda" que Santiago de Chile) Un crimen extraño, es tanto tardó en cruzar el Atlántico. Así fue que decir, con otro título, la misma novela. Entre al arribar a mi escritorio «la pista Arteche», 1902 y aquel año circulaban en Chile varios me encontró armado de fundamentales cono­ libros de Conan Doyle, aquellos cuyo héroe cimientos, con los que me proponía eliminar­ es el deliciosamente infalible y morfinómano le un par de datos imposibles. Y ver después, Sherlock Holmes (Ramón Sopeña, editor). qué quedaba de ella. Pero me llevé una sor­ Variante herética: ¿leyó Ricardo Neftalí presa al comprobar que los datos eliminables Reyes, antes de 1920, este libro? Y si lo leyó de partida no se encontraban en «la pista», —siempre dijo que era admirador frenético sino en «la nota». La «nota 2 bis» —sin per­ de las novelas policiales—, ¿pasó por alto ese der por ello nada de su decisivo papel en este apellido hermoso y extraño? Pero, ¿quién era asunto— atribuía sexo masculino al persona­ Norman Neruda? Dice el Diccionario Enci­ je «Norman Neruda» y lo transformaba clopédico Espasa-Calpe, 1957: «Neruda en un eximio pero inexistente pianista a (Guillermina María Francisca). Concertista quien, sin duda alguna, Sherlock Holmes austríaca (1839-1911). Artista muy precoz, a jamás tuvo el gusto de conocer ni admirar. En los 7 años se presentó al público vienes. Los cambio, sí conoció y admiró a la Neruda o críticos afirman que no ha habido mujer que «Norman-Neruda», famosísima violinista de la igualara en su arte». Sin duda, y a pesar de la segunda mitad del siglo XIX. Esto, y algo ese nombre de pila —Norman—, producto más, era lo que en mi sherlockiano papel de tal vez de una confusión del novelista británi­ investigador, ya sabía yo al recibir y leer por co, se trata de la misma «virtuosa» (recorde­ fin el texto de «la pista Arteche» donde don mos que la primera edición inglesa de Estudio Miguel había identificado correctamente a la en Escarlata se publica en 1888). Salazar Cha­ violinista. La Norman Neruda del libro de pela sostiene una teoría algo más insólita: Conan Doyle, es efectivamente la virtuosa «Lady Halle, famosa violinista fallecida en Neruda del Espasa. El Espasa llama Guiller­ Pablo Neruda, el enigma inaugural 1911, adoptó el seudónimo de Neruda mina a Mme. Neruda, que es nombre mucho ENRIQUE ROBERTSON ÁLVAREZ más nerudiano que Wilma o Vilhelmine. Por familia numerosa, se vio obligado a abando­ eso, bajo la también nerudiana pregunta: nar la capital francesa cuando la intranquili­ ¿dónde estará la Guillermina?, centré en ella dad política paralizó durante un tiempo a la toda la investigación. Como veremos, este casi totalidad de las empresas de espectáculos nombre salido de las páginas del Espasa me artístico-musicales parisienses, lo que hizo sirvió también para bautizar «Guillermina» a casi imposible ganarse el sustento a muchos la prueba —contundente, espero— que artistas. Así fue como en 1848, ampliadas sus mucho después pondría punto final a mi actividades de músico con las de desempeñar­ detectivesca encuesta. se también como su propio agente y empresa­ Durante la larga espera del artículo de la rio, Charles Hallé cruzó el Canal de la revista Hoy, releí Estudio en escarlata y otras Mancha y se estableció en Inglaterra, admi­ aventuras del famoso detective de la pipa y la nistrando y dirigiendo allí la «Hallé Orches- lupa. Y...el violín. Porque también me sobró tra» que él mismo fundó. En sus memorias tiempo para leer algo de lo mucho que, acer­ relata los pormenores de su muy exitosa vida ca de la gran afición de Holmes al violín, han artística en las islas británicas: llegó a ser el escrito los estudiosos sherlockianos de todo primer director del Real Colegio de Música el mundo, que —dicho sea de paso— consti­ de Manchester y también de la Sociedad tuyen un numeroso y bien informado ejérci­ Coral Santa Cecilia, ejerciendo desde estos to de intrusos. Con tan valiosa ayuda, cargos una decisiva influencia que se mantie­ rápidamente logré reunir bastante más infor­ ne hasta nuestros días. Así es como hoy la mación acerca de Mme. Norman-Neruda que Orquesta de la ciudad de Manchester lleva su la que aportaba Arteche en su artículo, al que nombre, su biografía se puede leer en la Ency- sometí a una disección destinada a eliminarle clopaedia Britannica y su retrato se puede todos los imposibles que pudiese contener. admirar en The National Portrait Gallery de Éstos fueron tres, de los cuales sólo uno es Londres. Como empresario de espectáculos atribuible a su autor. musicales —e innato experto en relaciones públicas— el incansable Hallé se reveló igual El primer imposible es un error de traduc­ de virtuoso. Reorganizó los tradicionales ción e interpretación: donde en la versión en «Gentlemen's Concerts» de Manchester y se castellano —la de la Ed. Pomaire— de Estu­ paseó por Londres y toda Inglaterra con sus dio en escarlata Holmes dice «...deseo asistir no menos famosos «Monday's Popular Con­ al concierto del Halle...», se induce al lector a certs», «Classical Chamber Music Concerts», creer que «el Halle» es un teatro o una sala de y otros «Hallé's Concerts» que deleitaban a conciertos. Pero en el original lo que Holmes Holmes y sus contemporáneos. En su dice es: «...I want to go to Hallé's concert» orquesta siempre contó con los mejores violi­ (...deseo asistir al concierto de Hallé), donde nistas y pianistas de la época. En el Victoriano Hallé es una persona, que en el Londres de año de 1888 —año de aparición del libro entonces era tan real y existente como la vir­ Estudio en escarlata, primera aventura de tuosa Norman-Neruda. A quien Holmes se Sherlock Holmes— Hallé fue nombrado refiere es a Charles Hallé, músico conocidísi­ caballero del Imperio británico. Sir Charles mo en el Imperio de su graciosa majestad la Hallé se casó ese mismo año con su primera reina Victoria. Considerando que Hallé fue el violinista, la famosa Mme. Norman-Neruda, segundo esposo de nuestra Guillermina, resu­ viuda del músico sueco Fredrik Vilhelm Lud- mo algunos datos biográficos suyos: alemán vig Norman, más conocido como Ludwig de nacimiento, Karl Halle, eximio pianista, Norman. fue un virtuoso niño prodigio como lo fueron prácticamente todos los personajes que fui Al nombrar a este último, damos con el conociendo en el transcurso de esta lúdica segundo imposible que eliminar de «la pista investigación. De Alemania se trasladó a Arteche». Es aquél donde don Miguel come­ Francia; vivió doce años en París donde, ade­ te el error de ver en Norman un nombre de más de afrancesar su nombre y apellido, pila, y atribuir dicho error a una presunta conoció los primeros grandes éxitos de su confusión de Conan Doyle. Lo cierto —y en carrera como pianista y director de orquesta. esto no hay confusión alguna— es que Nor­ Se relacionó allí con músicos tan famosos man es el apellido de Ludwig Norman como Berlioz, Chopin y Paganini. Padre de Pablo Neruda, el enigma inaugural (1831-1885), director de la orquesta de Esto- ENRIQUE ROBERTSON ÁLVAREZ colmo, Suecia. Y, desde 1864, espo­ uno a dárselas de experto en la vida y mila­ so de la virtuosa violinista Wilma gros de «el sabueso londinense». Neruda. El matrimonio Norman- En The annotated, biblia de los sherloc- Neruda se separó el año 1869. Sin kianos, no podía faltar un destacado lugar embargo ella siguió llamándose para Mme. Norman-Neruda. La presentan oficialmente Mme. Norman-Neru- allí, con retrato y todo (Fig. 10), reseñando da, hasta enviudar en 1885. Tres brevemente las diversas etapas de su vida años más tarde, al contraer matri­ y comentando lo que sí parece una confu­ monio con Sir Charles Hallé, nues­ sión de Conan Doyle que, en el brumoso tra Guillermina pasó a llamarse con Londres de Study in Scarlet, la hace interpre­ toda propiedad, Lady Hallé. Sin tar a Chopin. La ayuda de The annotated y que por eso, jamás se le ocurriese la otros valiosos libros y revistas, me hizo posi­ idea de adoptar como seudónimo ble conocer más detalles biográficos de «la el nombre de un escritor checo, Guillermina». Nació en Brünn el 21 de mar­ como sugirió Salazar Chapela, cita­ zo de 1839. De su padre, el músico Josef do en la «pista Arteche». Con esto Neruda, recibió las primeras lecciones de vio- queda claro que el tercer e insólito lín tan temprano y con tanto aprovechamien­

FlG. 9. Holmes escucha un concierto. imposible que eliminar de «la pista to que, a partir de los seis años de edad, en Arteche», es esa descabellada ver­ trío con sus hermanos Amalie, pianista, y sión. Franz, violonchelista —también muy preco­ Con esta eliminación de imposi­ ces intérpretes— comenzó a hacer giras artís­ bles, se acentuó mi confianza en los ticas por muchas ciudades de los imperios métodos de Holmes. Pero, cono­ austro-húngaro y alemán. Praga, Viena, Leip­ ciendo mis limitaciones, me di a la zig, Berlín y Hamburgo, más o menos en ese búsqueda de algo que me ayudara a orden, oyeron y aplaudieron a la niña prodi­ su aplicación y empleo más correc­ gio. A los diez años de edad debutó con to. Así fue como di con un libro mucho éxito en Londres, ante la entusiasma­ indispensable, que puedo recomen­ da audiencia del Princess's Theatre. Después dar a quien interese. Se trata de El fue el público de París el que la colmó de elo­ signo de los tres de Umberto Eco y gios. Fue llamada: «el hada del violín», «la T. A. Sebeok (eds.)2. Me pareció Paganini femenina», etc. Pero no sólo el especialmente interesante que la público, también maestros como Joachim, portada de este libro mostrase a Vieuxtemps, von Bülow y otros, reconocien­ Holmes sentado en la primera fila do su asombroso talento y técnica, no dudan­ de un teatro, escuchando con abso­ do en calificarla como la violinista femenina luto deleite un estupendo concierto más importante de su tiempo. Con Joachim, (Fig. 9); quizá uno de la orquesta de el mejor violinista de entonces, Wilma Neru­ da interpretó a Bach en la Philarmonie de mí ñm¿ rmi'ké ÍÍ."!Í!Í :.•¥••. 1 ítSíia Charles Hallé con su magnífica vio­ Berlín; fueron unos extraordinarios concier­ FlG. 10. Norman Neruda en un libro esencial linista Mme. Norman-Neruda. El sobre Holmes. signo de los tres remite, claro, a El tos para un dúo de fantásticos Stradivarius, signo de los cuatro de Conan Doyle, pues ambos poseían un ejemplar de estos pero sobre todo a temas tales como signo, famosos violines. Por su parte Vieuxtemps, que sencillamente la consideraba la violinista Barcelona, Lumen, 1989. objeto, interpretación; abducción, inducción y deducción; etc. De más está decir que no se ideal y alababa al mismo tiempo su feminei­ 3 puede esperar que la lectura de El signo de los dad, le dedicó muy especialmente su Sexto London, W.S. Baring-Gould, Concierto. A los veinticinco años de edad, 1968. tres lo transforme a uno en experto en abduc­ ción en grado limítrofe a la adivinación; pero Wilma Neruda —que ya tenía en su haber casi permite ahondar algo en materia y hasta, con dos décadas de exitosa vida artística— contra­ algún esfuerzo, permite imaginar a Holmes jo matrimonio con Ludwig Norman, director diciéndole a uno: «Ya conoce usted mis méto­ de la orquesta de la Ópera de Estocolmo. dos». Chifladuras de uno. En cambio no se Fueron cinco los años que Wilma vivió en la puede calificar de chifladura el afirmar que la capital sueca. Durante ellos se desempeñó lectura de otro muy recomendable libro: The como profesora de violín de la Real Academia 71 Pablo Neruda, el enigma inaugural annotated Sherlock Holmes puede llevarle a de Música Sueca, cargo que nos imaginamos ENRIQUE ROBERTSON ÁlVAREZ rutinario y quizá tedioso para ella, a pesar del tica actual— aclarar si la paternidad del hijo reconocimiento de que también gozaba allí. de Wilma perteneció o no a su primer marido Barcelona, Bruguera, 1983. El rey de Suecia la condecoró y nombró Vir­ —Norman, que no Norton— del que se sepa­ tuosa de la Música de Cámara, que debe ró. Porque ese hijo perdió la vida en circuns­ haber sido algo así como otorgarle el Nobel tancias un tanto extrañas. Accidentalmente, de la Música. De nada le valió esto al monar­ según se dijo. A lo peor se topa uno con un ca sueco, admirador de nuestra Guillermina. muy oscuro asunto. En fin, como se puede Después de la obligada pausa de la maternidad apreciar, esto de meterse a intrusear aplicando —Wilma tuvo un hijo, que falleció trágica­ los métodos de Holmes, puede tener insospe­ mente cuando era joven—, se apoderó de ella chadas implicaciones que traspasan el límite la inquietud de pensar que su carrera artística se de los siglos, y otros también. congelaría irremediablemente en esas nórdi­ Una vez que a uno le asalta una sospecha cas latitudes. Residiendo aún en Estocolmo que comprueba combinable con otra, se participó en algunos conciertos que se lleva­ transforma en un redivivo «sabueso londi­ ron a efecto en Londres. El paso estaba dado. nense». Aunque sea en la forma de un pálido Se separó de Ludwig Norman y se estableció y epigónico remedo, «un poco cómico y un definitivamente en las brumosas márgenes del poco venerable», como dice Borges. Del Támesis, a escasa distancia de un famoso modo que sea, resulta compensador compro­ domicilio: Baker Street 221-B. Esto último bar la razón que asiste a Borges en ese poema está dicho aquí intencionadamente, porque suyo en el que asegura que «pensar de tarde algunos indicios hacen pensar que Wilma era en tarde en Sherlock Holmes, es una buena conocida de Holmes y Watson, desde antes de costumbre que nos queda». Esa afirmación su casamiento con Norman y traslado a Esto­ me obligó a releer ese poema y también Bor­ colmo. Y que desde entonces había quedado ges oral*. Se trata de la recopilación de los tex­ grabada en los complicados archivos mentales tos de cinco clases que hace unos veinte años del detective, como «la mujer»; único ser dio Borges en la Universidad de Belgrano, humano de sexo femenino que mereció su Argentina. En la clase que tituló «El cuento reconocimiento y admiración; lo que en el policial» —que era la que me interesaba caso del gélido Holmes es mucho decir. Los releer— encontré la frase que al mencionar indicios, si bien interpretados, hacen sospe­ expresamente a Neruda, establece el nexo char que Wilma Neruda sea el personaje real —«el hilo invisible»— entre todos estos apa­ que está detrás de la inteligentísima Irene rentemente dispares asuntos. Esto me devol­ Adler, personaje de ficción que, en el relato vió la casi perdida coherencia, necesaria para Escándalo en Bohemia, se casa con Norton y reiniciar las investigaciones. se va de Inglaterra, dejando a Holmes derro­ tado y humillado, pero también prendado de A partir de 1869, en Londres, la vida artís­ ella. Si se pudiese confirmar la sospecha de tica y privada de Mme. Norman-Neruda que Wilma es quien se oculta tras Irene, cosa recuperó la actividad que tenía antes de su nada fácil a estas alturas, uno no podría resis­ casamiento y traslado a Estocolmo. Moser, tir la tentación de querer identificar también autor de Historia de la interpretación del vio- al real personaje que se esconde tras el curio­ lín, que conoció personalmente a Wilma so heredero del trono de Bohemia, que, según cuando ésta regresó a las islas británicas, le el relato, vestía llamativos ropajes que recuer­ dedica una serie de elogios que obligadamen­ dan los hábitos indumentarios del entonces te tienen que llamar la atención de un sher- Príncipe de Gales. A falta de un Watson, lockiano; porque los formula con casi las habría que tener un amigo como el cerrajero mismas palabras que ya habíamos oído decir y futbolista Wagner, que ayudó a Egon Erwin a Holmes en Estudio en escarlata: «her attack Kisch a destapar el secreto del coronel Riedl; and her bowing are splendid», que se citan sólo alguien así podría ayudarle a uno a des­ traducidas en la «pista Arteche» como «la cerrajar archivos que quizá encierren princi­ ejecución y el golpe de arco de esta mujer, pescos y explosivos secretos británicos. son maravillosos». A renglón seguido, Hol­ Lamentablemente, o tal vez para mejor, no mes —según testimonia Watson— formula la hay tal Wagner; porque si lo hubiese se podría pregunta que despista mucho a los sherloc- intentar —con la ayuda de la tecnología gené­ kianos músicos: «¿Cómo se titula esa piececi- ta de Chopin que ella interpreta tan Pablo Neruda, el enigma inaugural ENRIQUE ROBERTSON ÁLVAREZ magníficamente?» («What's that da y Norman-Neruda eran una misma perso­ little thing of Chopin's she plays so na, tendríamos allí el apellido Neruda que magnificently?»). Desconcertante, atrajo la atención de nuestro joven poeta si se sabe que Chopin nunca com­ temuquense. Tan extremadamente descabe­ puso «una piececita» para violín. llada no debió ser esta idea porque, al fin, Sea como fuese, el caso es que como descubrí que el año 1913 un diario berlinés solista o como miembro de un había publicado la noticia de que los herma­ «ensemble», Wilma se constituyó nos Neruda, herederos de Lady Hallé, ponían durante décadas en la principal en venta el bellísimo Stradivarius que había atracción de la vida musical de la pertenecido a la virtuosa. Hasta ahora no sé ciudad del Támesis. Así lo docu­ quién lo compró, ni falta que hace. Puede que J mentan todas las fuentes que la el comprador haya sido el propio Sherlock nombran sola o unida al nombre Holmes; aunque, según Watson, el detective del incansable Charles Hallé. Otras violinista compró su Stradivarius mucho la mencionan en relación a la noble­ antes, por cincuenta y cinco chelines, en un za y a la familia real británica. El negocio de compraventa de la Tottenham príncipe Alfred le expresó su gran Court Road de Londres. (Fig. 11). En las

FlG. 11. Una figuración de Holmes tocando su admiración no sólo con elogios; le aventuras de Holmes es posible encontrar Stradivarius. regaló un magnífico Stradivarius cuatro personajes, tres de ellos reales, que fechado en 1709, uno de los ejem­ poseen un Stradivarius. Holmes mismo y tres plares más perfectos de la produc­ más: dos de ellos son Wilma y Paganini. ción del famoso luthier de Durante una breve estadía en Londres decidí Cremona. Otra versión asegura que abandonar esta línea de investigación. Esta fue el Duque de Edimburgo y no el pista era demasiado complicada y difícil para Príncipe Alfred quien regaló el un investigador amateur. Además, el negocio Stradivarius a Wilma. Y complican de compraventa donde Holmes compraba la cosa asegurando que fue un rega­ violines usados ya no existe. lo que el Duque le hizo a medias De todos modos y como se verá, después con los Condes de Dudley y Hard- tuve obligadamente que ver con el otro violi­ wicke. Esto parece un intento de nista admirado por Holmes y poseedor de un echarle bruma del Támesis al asun­ Stradivarius. Antes de referirme a él y a ries­ to, para hacerlo perderse de vista en go de atosigarles, permítanme darles a cono­ medio de una espesa neblina londi­ cer un par de detalles más de la historia de nense. Hoy, gracias a las revistas del Lady Hallé. Siguiendo su huella, estuve tam­ corazón, nos habríamos enterado bién en Manchester, cuando allí se conmemo­ hasta del último detalle del presun­ raba el centenario de la muerte de Sir Charles to «affaire» que se huele tras esto. Hallé. Como ya he dicho, la orquesta de la Pero, tratándose de un asunto deci­ ciudad se llama «Hallé's Orchestra». El Victo­ monónico, nos tendremos que con­ FlG. 12. Norman Neruda toca su Stradivarius riano hotel en que me alojé estaba situado a formar con lo que hay, que no es escasa distancia de la sede de esta orquesta y, mucho. No sé quién será el actual propietario mejor aún, justo enfrente de la biblioteca de la del Stradivarius de Wilma, pero hace un ciudad. Allí, en una vitrina de la biblioteca, se tiempo me pareció relevante para la investi­ exhibía el original de una hermosa fotografía gación el averiguar qué había sucedido con de Lady Hallé. Seguramente fue tanto el inte­ ese violín después del fallecimiento de la vir­ rés que mostré, que amablemente la sacaron tuosa, acaecido en Berlín el año 1911. La idea de la vitrina para permitirme hacer una copia para justificar esta búsqueda era la siguiente: de ella, lo que agradecí muchísimo. Hela aquí tanto la noticia de la muerte de la famosa vio­ (Fig. 12). Además pude saber otras cosas inte­ linista Lady Hallé, como también la noticia resantes acerca de Sir Charles y Lady Wilma de lo que había sucedido con su Stradivarius que, según me dio la impresión, en esos días podrían haber aparecido en alguna revista.Y revivían en Manchester. Influenciado por el esta podría haber sido la leída por Neftalí curso de mi investigación, viví una experien­ Reyes en Temuco: si en la presunta noticia se cia muy curiosa que me llevó a los salones del aclaraba que el trío Lady Hallé, Mme. Neru­ Pablo Neruda, el enigma inaugural edificio que en la actualidad es el museo de ENRIQUE ROBERTSON ÁLVAREZ pintura de la ciudad, cuyas mudas paredes se la «variante herética» de Arteche era llenaron en su día de los ecos de los violines poder afirmar rotundamente que el de Nicolo Paganini primero, y de Wilma nombre de la violinista Norman- Neruda después. El 25 de octubre de 1895, Neruda —tanto en vida de la artista pocas semanas después de que Wilma y su como en los años siguientes a su esposo volvieran de una celebrada gira por fallecimiento— no sólo aparece en Sudáfrica y Australia, Sir Charles Hallé, que Estudio en Escarlata si no que, en entonces contaba con sanos y activos 76 años sus tres variaciones, se lo puede de edad, falleció bruscamente de una hemo­ encontrar en no pocos diarios y rragia cerebral. Las crónicas relatan que su revistas europeas. Es importante deceso produjo gran consternación. Su viuda, señalar esto, porque la existencia de veinte años menor que el difunto, recibió dichas revistas descalifica cualquier expresiones de condolencia procedentes desmentido que se le quiera hacer a de las más altas esferas. El príncipe de Gales Neruda. Es, en efecto, perfectamen­ —posteriormente Eduardo VII, rey de Ingla­ te posible que encontrase su nom­ terra— presidió un comité, que integraban bre en una de ellas, como siempre también los reyes de Suecia y Dinamarca, afirmó. El nombre Neruda de Wil­ para ayudar a Wilma que al parecer heredó ma, claro, no el del escritor Jan compromisos que financieramente la ponían Neruda. Con esto se podría haber en serias dificultades. El resultado de la dado por terminada la investiga­ acción de tantas testas coronadas estuvo a la ción. Pero una adquirida intuición sherloc- altura de ellas. Se la ayudó económicamente y kiana me hacía notarle un sabor un tanto además, se le cedieron los títulos de propie­ descafeinado a la cosa, si la dejaba hasta ahí. dad de un palacete en Asoló, Italia. Un tanto No porque no pudiese demostrar la existencia apresuradamente quizá, Wilma se trasladó a de tales revistas. Para esto nada mejor que residir a Italia en compañía de su único hijo, mostrar, por ejemplo, el ejemplar de septiem­ dejando el país en el que había vivido tantos bre de 1892 (pág. 276) de la revista ilustrada años. Esta decisión suya tuvo lamentables e mensual The Strand Magazine (Fig. 13) de imprevisibles consecuencias. Allí falleció su Londres, revista hermosa e interesante, hijo, en un trágico accidente. Wilma trasladó impresa en papel de excelente calidad. No nuevamente su domicilio. Esta vez —en debió ser extraño hallarla entre los libros de 1899— se estableció en Berlín, reanudando una buena biblioteca particular. Su formato se sus actividades profesionales como concertis­ prestaba para ello y además se la podía adqui­ ta, trabajando además como profesora en el rir encuadernada en tomos de seis ejemplares, Conservatorio de la capital alemana. Sin como lo hice yo mismo en un anticuario. En embargo, cada año volvió a Inglaterra a parti­ Temuco, quizá en la biblioteca de Carlos cipar en algún concierto. En 1901, la reina Masson, podría haber habido alguno de esos Alexandra la nombró Violinista de Palacio. tomos, o ejemplares sueltos. No importaba En enero de 1908 Wilma hizo su última apa­ cuan viejos fuesen, cada ejemplar de esa revis­ rición ante el público de Londres, participan­ ta se mantenía largo tiempo vigente por sus do en un concierto en memoria de su amigo el historias, anécdotas, etc. Conan Doyle publi­ violinista fallecido pocos có en ella las Aventuras de Sherlock Holmes y meses antes. Ella a su vez, la famosa violinista otras obras suyas, todas estupendamente ilus­ Wilma Maria Franzisca Neruda, Lady Hallé, tradas. En Temuco, que contaba no sólo con la Norman-Neruda de Estudio en Escarlata, habitantes de habla inglesa sino también con nuestra Guillermina, falleció en Berlín el una iglesia anglicana y un colegio inglés, no 15 de abril de 1911 a los 72 años de edad. Una debió haber sido imposible encontrar un de sus últimas actividades profesionales en ejemplar de The Strand Magazine, una de las Berlín —esto se menciona muy rara vez— fue más atractivas revistas inglesas de su tiempo. la de acompañar con su violín, al jovencísimo Cabe pues dentro de lo posible que Neftalí y virtuoso cellista catalán Pablo Casáis. Reyes encontrase ese ejemplar de septiembre de 1892, con toda una página ilustrada dedi­ A todo esto, mucha investigación, mucho cada a Wilma Neruda, Lady Hallé. Y si no fue dato biográfico y mucha anécdota. Pero, a The Strand Magazine la revista hojeada Pablo Neruda, el enigma inaugural resultas de todo, lo único que podía oponer a ENRIQUE ROBERTSON ÁLVAREZ casualmente por Neftalí, pudo do comía en Hungría junto a su hermano haber sido otra. Por ejemplo la Miguel Ángel Asturias. Después —con nues­ revista Dalibor, que en la página 251 tras respectivas esposas, claro— danzamos (Vol. XXXIII-1911) publicó unas nerudianamente el viejo vals. Al día siguiente palabras de despedida que tituló —tengo testigos— en un mercado callejero, «Obituary for Wilma Neruda». entre un montón de revistas viejas, encontré Pero el éxito de la investigación des­ un ejemplar de la centenaria partitura del tinada a documentar la declaración «Vals sobre las Olas», una primera edición del poeta —probando, así, que expresamente hecha para América lujosamen­ es perfectamente posible que hubie­ te litografiada a todo color (Fig. 14). El autor se encontrado su nombre en una del famoso vals que le hizo seria competencia revista— no me liberó de la sensa­ a los mejores valses de Viena, fue el mexicano ción —quizá similar a la que sintió —niño prodigio también— Juventino Rosas. Egon Erwin Kisch— de que algo En su breve vida, Rosas jamás visitó el viejo seguía faltando en esta historia, un continente. En cambio su vals, «El Vals sobre detalle que no acertaba a identificar. las olas», se paseó por todos los salones de

FlG. ] 4. Partitura del «Vals sobre las olas» Dicho sea de paso, Kisch debió Europa no faltando quien atribuyese su auto­ haber conocido la revista Dalibor ría a Strauss. Para qué decir que interpreta­ en Praga, pero en su monomanía de mos el hallazgo de esta partitura como un pensar sólo en Jan Neruda, no pen­ raro mensaje del poeta. Quisimos hacer un só en que la Guillermina también se vídeo, escribir algo; al final no pasó nada. apellidaba Neruda. Craso error. En Aunque, claro, todavía podría pasar. Si cuen­ ella estaba la clave. En fin, repito to el apretado resumen de todo esto —que es que sentí que todavía faltaba algo. otra historia— es porque de manera tangen­ Pero, carente de ideas, me vi obliga­ cial tuvo algo que ver con lo que pasó des­ do a hacer una pausa en la investiga­ pués, cuando al fin se dio la coyuntura para ción. No sé cuánto duró. En ese retomar el asunto de la Guillermina. intervalo, sin alejarme de la música, Un día, revisando notas, me di cuenta de me dediqué —en compañía de un que había dejado un cabo suelto. Era el relacio­ amigo mío al que también le chiflan nado con el tercer personaje no ficticio —y estas cosas— a estudiar a Neruda en dueño de un Stradivarius— del que habla relación al «Vals sobre las Olas». En Holmes en uno de sus diálogos con Watson. casa de este amigo —hijo del queri­ S ar ásate Al escribir mis primeras notas sobre Holmes do periodista chileno Alfredo Oli­ playa at the St. y el violín, llamé Melitón al tercer personaje; Ja mes's Hall vares, que fue quien me hizo posible this aft'enioon," y lo archivé bajo ese nombre, con lo que sin !K; remarked. la obtención de la fotocopia de «la " Wliat do you querer yo mismo lo saqué del punto de mira pista Arteche»— vimos un intere­ thitik, Watson? de mis investigaciones. Grave error. Porque Could vou> sante vídeo acerca de Isla Negra, Melitón fue otro de los violinistas predilectos FlG. 15. Holmes en La liga c/e ¡os pelirrojos que le había enviado su padre. En del detective de Baker Street. En La Liga de «Sarasate toca esta tarde en San James Hall». una escena de dicho vídeo, se veía los Pelirrojos, Sherlock Holmes informa a un artilugio giratorio y antediluviano —pre­ Watson: «Sarasate plays at the St. James's Hall vio a las victrolas— del que salían los compa­ this afternoon» (Fig. 15). Lo dice con la abso­ ses del Vals sobre las Olas. Debía, sin duda, luta certeza de estar hablando de alguien muy tratarse de la primera versión mecánicamente conocido. Y con toda razón porque, según el reproducible del famoso y pegajoso vals. Nos citado relato, en aquella brumosa tarde londi­ imaginamos al poeta hipnotizado ante ese nense, ofrecía uno de sus magníficos concier­ raro aparato que echaba al aire las notas que tos don Martín Melitón Sarasate y Navascués, le habían fascinado desde niño, como recuer­ navarro nacido en Pamplona el 10 de marzo da en las primeras páginas de Confieso que he de 1844 que, bajo el nombre de Pablo Sarasa- vivido. No sólo releímos esas páginas, sino te —o — adquirió mucha que también declamamos solemnemente la fama y riqueza como violinista y compositor. "Oda al Vals sobre las Olas", brindando. Pablo Sarasate dio su primer concierto en por su autor, que también se acordó de ese Londres el año 1861, en el Crystal Palace, vals —y lo hizo interpretar al violín— cuan­ Pablo Neruda, el enigma inaugural pero a partir de ese mismo año sus conciertos ENRIQUE ROBERTSON ÁLVAREZ siempre se llevaron a efecto en la Sala que se mal. El pintor fue drástico; lo único i;iili» llamó St. James's Hall a la que Holmes se que no se borró fue el nombre refiere en la novela. Esta sala ya no existe en Pablo y el apellido materno. Es Londres; fue demolida en 1905 y en su lugar decir, a diferencia de Neruda y de se construyó el Piccadilly Hotel. Sarasate, no le fue necesario buscar El no haberme preocupado mucho antes su nombre Pablo en revistas o de Sarasate me dejó, en mi papel de aprendiz libros, estaba ya en la fe de bautis­ de Sherlock Holmes, muy avergonzado. mo que le tocó en suerte. Porque Pablo Sarasate no se llamaba Pablo: El segundo hecho, al que tam­ ¡eligió llamarse así! Está documentado que bién atribuí mucha importancia, fue fue bautizado con los nombres de Martín a la germinación de la idea de que Melitón y que su fe de bautismo fue corregi­ los nombres de Pablo Sarasate y de da en el año 1878, cuando el violinista de Wilma Neruda pudiesen ser encon­ Pamplona ya había cumplido 34 años de trados impresos, el uno junto al edad. (Fig. 16). Por este extraordinario hecho otro, si no en una novela de Sher­ —haberse autobautizado Pablo, tal como lo lock Holmes por lo menos en otra hizo Neftalí Reyes— debí haber sometido a parte. Por ejemplo en un artículo Sarasate, desde la partida, a una muy riguro­ que tratase de los grandes violinistas sa investigación. Habría sido lo lógico, lo del siglo XIX. Pero, si se les enume­ elemental, según Holmes. Sin embargo, raba en orden alfabético, ambos FiG. ló. Martín Melitón Sarasate, antes de I como un Lestrade cualquiera, no lo había nombres estarían separados por lo marse Pablo en 1878. hecho. ¿Por arte de qué, Martín Melitón se menos por el de Paganini. A propó­ había hecho llamar Pablo? Por arte de músi­ sito de este último, Sherlock Holmes también ca, se podría decir; en analogía a lo que dejó admiraba mucho a Niccolo Paganini y sabía dicho Ricardo Eliecer Neftalí: «mi nombre muchísimas cosas acerca de él. Lo atestigua es Pablo por arte de palabra». Esto no podía Watson al decir: «(Holmes) me contó muchas significar otra cosa más que Neftalí no sólo anécdotas acerca de ese hombre (Paganini) leyó la palabra Neruda en una revista; tam­ extraordinario» («...he (Holmes) told. me bién tenía que haber leído la palabra Pablo. anecdote after anecdote of that extraordinary Este pensamiento me hizo acometer con man (Paganini)»). Seguramente, como de tan­ entusiasmo la tardía tarea de intentar atar el tos otros temas, los conocimientos de Hol­ cabo suelto de la «pista Melitón». Pero lo mes sobre Paganini y su Stradivarius eran único que se me ocurrió fue la ingenua idea asombrosos; Holmes, ya lo dije, también era de pensar que quizá, en alguna otra de las propietario de un Stradivarius. Esto me hizo aventuras de Holmes y Watson, los nombres elucubrar que otra posible lista de famosos de Wilma Neruda y de Pablo Sarasate hubie­ violinistas del siglo XIX, sería la que incluye­ sen sido mencionados juntos. Idea que los se sólo a los poseedores —no ficticios— de sherlockianos del The annotated se encarga­ uno de estos extraordinarios violines. Sería ron de hacerme desechar rápidamente: Hol­ una lista breve que permitiría fijarse mejor en mes no vuelve a mencionar a estos violinistas cada uno de los enumerados. Sobre todo si el en ninguna otra aventura. Ni juntos ni sepa­ presunto artículo hubiese sido ilustrado con rados. De todos modos, dos cosas de mucho sendas fotografías, en cuyo caso sería obliga­ interés habían surgido de esto: la primera, torio —dado que esas fotografías existen— haberme enterado del curiosísimo hecho de que una de ellas, la de Wilma Norman-Neru- que el violinista Martín Melitón Sarasate, de da se hubiese podido ver junto a otra, la de la misma manera que el joven poeta Ricardo Pablo Sarasate, cada cual con su propio Stra­ Eliecer Neftalí Reyes, había cambiado sus divarius en las manos. Una revista así podría bautismales y pesados nombres de pila por el haber sido casualmente hojeada por Neftalí sencillo y apostólico Pablo. Reyes. Éste —que en ese preciso momento buscaba un seudónimo— habría elegido, al El caso de Pablo Picasso es diferente. En la pie de la fotografía de Pablo Sarasate, el nom­ pila bautismal, Picasso se llamó Pablo Diego bre Pablo; y, al pie de la de Mme. Norman- José Francisco de Paula Juan Nepomuceno Neruda, se habría prendado del apellido de María de los Remedios Cipriano de la Santísi­ Wilma, la Guillermina. Todo claro. Pero no Pablo Neruda, el enigma inaugural ma Trinidad Ruiz Picasso. Una orgía bautis­ ENRIQUE ROBERTSON ÁLVAREZ encontré dicha revista y seguir buscándola, des o coincidencias simplemente como cosas con la cada vez más débil convicción de que raras que nos pasan. Y que, antes de olvidar­ realmente hubiese existido y pudiera encon­ las o archivarlas en la memoria de las anécdo­ trarla, se me fue haciendo cada vez más difícil. tas, al no encontrarles explicación razonable, Por eso, fui dejando de lado esta búsqueda y se diga a sí mismo: ¡qué extraño! o ¡qué curio­ orientando mi estudio a la vida y obra de los so! Nada más. Otra cosa es que el asunto violinistas Sarasate y Paganini que, a diferen­ quede dando vueltas en la cabeza; esto tiene cia de Wilma, no sólo eran intérpretes si no sus riesgos, puede revenir el seso. Y fue en también compositores. Me aficioné a escu­ relación con esto último —memoria y sesos char sus obras, interpretadas por violinistas revenidos— que en mi búsqueda de datos contemporáneos. A Anne-Sophie Mutter, por acerca de Paganini recordé que muchos años ejemplo, la oí interpretando a Sarasate, mien­ atrás, en Temuco, había visto una película tras me imaginaba estar escuchando a Wilma, basada en la legendaria vida de este violinista. otra chifladura. Además me procuré un par Después de mucho buscar di con una breve de biografías de Paganini y quedé tan asom­ documentación acerca de este film titulado: brado como Watson, de la vida y milagros de Paganini (The magic Bow). Filmada en la ese hombre extraordinario. Una anécdota posguerra, lo único que valía la pena de esa muy curiosa, que aparece en una de las bio­ película inglesa era la música. Sonaba estu­ grafías (la de John Sugden), es la que relacio­ pendamente; no es raro esto porque la inter­ na a Paganini con Conan Doyle, pero no por pretó el genial Yehudi Menuhin. La película, medio de Holmes si no que «por Médium» de una mezcla de aventuras de El Zorro, Scara- otro personaje. Me explico: la mayor chifla­ mouche y D'Artagnan, con Steward Granger dura de Sir consistía en en el papel de Paganini, era malísima; y al creer a pies juntillas en el espiritismo. Florizel parecer su intención era convencer al público von Reuter también, o al menos así lo asegu­ de que Paganini había sido un espadachín que raba. Florizel von Reuter fue violinista; y no tocaba el violín en sus horas libres. En sus de los peores, según se dice. También él fue un memorias, el recientemente fallecido Yehudi niño prodigio. A alguien se le ocurrió llamar­ Menuhin recuerda la historia de este film; le «el Paganini redivivus». Puede que esta dice: era tan malo que, durante la filmación, denominación haya dado la brillante idea a las más de las veces no sabía si reir a carcaja­ Florizel quien, ya mayorcito, empezó a ase­ das o llorar a mares. Como se puede apreciar, gurar que tenía comunicación directa con el acerca de Paganini se puede encontrar de espíritu de Paganini. Y que era el espíritu de todo, bueno y malo, desde el más allá hasta el éste el que, magistralmente, guiaba su mano séptimo arte. de artista cuando tocaba el violín. Florizel, Mucho más difícil es la tarea si se trata de guiado quizá por motivos más pecuniarios Sarasate, porque acerca de él, en todas las que espirituales, escribió un libro sobre este enciclopedias y libros se repite más o menos espiritístico asunto (Psycbical Experiences of lo mismo. Pero, una vez más, las casualidades a Musician) y consiguió que Conan Doyle le afortunadas iban a estar de mi parte. Bajaba escribiera la Introducción, con lo que de par­ yo por las Ramblas de Barcelona cuando, en tida pudo asegurar la venta de su libro al cré­ la vitrina de una tienda de música que está dulo público del año 1928. Cosas de los justo enfrente de la fuente de Canaletas, veo espíritus, pensó uno escépticamente. Pero un libro que, según me habían dicho, no exis­ poco después, en una librería de viejo que tía: Pablo Sarasate, biografía. La escribió acostumbro visitar cada dos o tres meses, Luis Iberni y estaba prácticamente recién dentro de un librito sobre Paganini encontré salida de la prensa (1994). Tuve que encargar­ una carta firmada de puño y letra por Florizel le a un amigo, el pintor chileno Víctor Ramí­ von Reuter..., que no tenía nada que ver con el rez, que me comprara un ejemplar un par de espiritismo, faltaría más. En todo caso me días más tarde porque la tienda estaba cerra­ empezó a llamar la atención esta verdadera da; y yo tenía que volver a Alemania. Al fin, acumulación de casualidades. Debo recono­ una larga semana después, con el libro en las cer que este hecho llegó a ponerme algo ner­ manos, me enteré de que se había celebrado vioso. Lo habitual, dicen, es que uno, en su el año del sesquicentenario del nacimiento cotidiana normalidad, asuma tales casualida­ Pablo Neruda, el enigma inaugural del virtuoso violinista que se hizo llamar ENRIQUE ROBERTSON ÁLVAREZ Pablo, aunque se llamaba Martín Melitón. La gró recibirla. Era de la época y esta­ efeméride había motivado y hecho posible la ba dedicada; es decir, en su portada edición de su biografía ilustrada. En ella pude se podía leer una dedicatoria impre­ encontrar a «la Guillermina» Neruda en el sa indicando que el autor ofrendaba apartado en que se catalogan la obras que su obra a una persona determinada. 't compuso Sarasate. Se documentaba aquí, que El librero remitente de esa única fe jDmapibt

el año 1878, el prodigioso año 1878, Pablo partitura que me llegó, leyó sobre •; ;J Sarasate compuso «Romanza andaluza y Jota ella el nombre Neruda y me la i /fklafi " ; | navarra, Op.22. Dedicadas a Norman Neru­ envió. Se trataba de una obra de - avec accomgagnemeiU ie Piano ^"M da». No sé lo que esto pueda significar, pero Franz Neruda, hermano de Wilma. •'' fue también en 1878 —lo dije anteriormente— (Fig. 17). Tenerla en mis manos me l'raiH Iprala. cuando la partida de nacimiento de Martín hizo sentir un poco más cercano a í ÍS^í? i Melitón Sarasate fue corregida agregándose­ la meta. Seguí rastreando febril­ ;I _,>• ' D. SAHTEH, •••!' le, de primer nombre, Pablo. Coincidencias, mente la que Sarasate, don Pablo, .'Tí ^ .•„..,W..»«—-.X»::~... p ) /IB casualidades; no hay motivos para pensar dedicó a Neruda, doña Guillermi­ O''. demasiado en ellas. Se consignaba además na. Nombré también «Guillermi­ que la partitura fue editada en Berlín, por na» a esa partitura y la busqué en FlG. 1 7. Una partitura con el nombre de Franz Simrock. Habiendo visto ya algunas antiguas numerosas ciudades: Berlín, Viena, Neruda, hermano de Norman. partituras con dedicatoria, supe en ese ins­ otra vez Manchester, etc. etc. A tante que había saltado la liebre. Esta vez la veces (en Bredevoort, Holanda, por ejemplo) cosa tenía sabor. La pista seguida —con sus pasé horas revisando centenares de partitu­ tantas ramificaciones— había finalmente ras. En Bredevoort hay una librería de viejo desembocado en una recta, al témino de la al lado de la otra, en todo el pueblo. Pero cual se divisaba claramente la meta. Me di nada; pasó más de un año y no pasó nada cuenta de que la tarea era encontrar un ejem­ más. Comenzé a pensar que el hado de los plar de esa partitura editada por Simrock" de hechos fortuitos, coincidencias y casualida­ Berlín. En su primera edición, claro, porque des, se había cansado del juego. Abandoné lo habitual es que ediciones posteriores igno­ el oneroso turismo de la búsqueda; había ren las dedicatorias que ostentó la primera. encontrado muchas cosas pero no esa parti­ No se trataba de una tarea fácil, no en vano tura. Me comenzó a tentar la idea de que con habían pasado más de cien años y sucedido la información que tenía reunida, podía ya un par de hecatombes desde su edición. escribir algo. Pero de nuevo, la sensación de Basándome en el conocimiento de otras que que todo se descafeinaría si no mostraba lo debían parecérsele, pude hacer una descrip­ principal, la partitura, me hizo desecharla. ción bastante aceptable de la partitura busca­ Porque esa partitura tenía que ser la «revista» da y la envié a varias direcciones de las que de la que hablaba Neruda. Mirando viejas me prometía éxito seguro. Estas direcciones partituras, como la del «Vals sobre las Olas» no incluían ninguna de Pamplona, porque a o la de la obra de Franz Neruda y muchas partir de entonces ya no quería que el juego otras, había llegado a esa conclusión. Y cuan­ terminase muy pronto. En el Museo de la to más lo pensaba, tanto más seguro estaba de Música de Barcelona me habían informado su coherencia; tanto, que ya no me cabían de que todo el inventario del Museo Sarasate dudas: así debió haber sido. Porque al echar­ de Pamplona había pasado a manos de la le una despreocupada mirada a la portada de Biblioteca de dicha ciudad; si quería conse­ una partitura, me refiero a una de aquellos guir una copia de la partitura que buscaba, tiempos, nada tiene de raro pensar que se tra­ me aconsejaban dirigirme a dicha biblioteca. ta de una revista. Tanto el formato como la Lo hice una vez, lo intenté por teléfono. Pero ilustración de la tapa pueden fácilmente parece que no logré explicar mis intenciones. inducir a ese error a cualquier persona que no Además ya había decidido que no me intere­ se detenga a hojearla. Y esto último no es saba una copia. Quería tener un original de requisito para echarle una mirada a la porta­ esa partitura, tenía que ser posible encontrar­ da. Y fijarse en los nombres impresos allí con la. De las mencionadas direcciones sólo una grandes letras. Pablo Sarasate y Norman me contestó enviándome una partitura. No Neruda, por ejemplo. Eso es lo que debió era precisamente la que buscaba, pero me ale­ haber sucedido el año 1920, cuando el joven Pablo Neruda, el enigma inaugural ENRIQUE ROBERTSON ÁLVAREZ tíiintk!u#mii>it Neftalí Reyes leyó esos nombres del «Vals sobre las Olas» en medio de un «en una revista», en la portada de montón de revistas viejas. Metida entre ellas, una partitura que le pareció una a primera vista, esa partitura me había pareci­ revista. do una revista más, no había gran diferencia. Alguien podría decir: «pero...¿es Pero lo que había encontrado era una partitu­ posible sostener que en el fronteri­ ra. ¿Habría sido éste un fenómeno espiritista, zo Temuco de los años 20 se podía como los que chiflaban a Conan Doyle, padre encontrar una partitura de ese literario de Sherlock Holmes?

cíi':-.;n; tipo?». La respuesta es sí, sin duda Como pasaba el tiempo y no conseguía alguna. En la pujante ciudad que dar con la partitura que buscaba, decidí con­ crecía a grandes pasos aún no había ceder crédito a esta nueva chifladura. Total, un Conservatorio de Música, se una más entre tantas. Invoqué a Wilma con fundó pocos años después. Pero no todo respeto. Y parodiando un poco a Egon í r;

FlG. 18. Partitura de Pablo Sarasate dedicada a mejor prueba de esta afirmación la «Wilma, te he perseguido a ti y a esa partitu­ Norman Neruda en 1879 (Se reproduce en proporciona el propio Neftalí ra durante tanto tiempo; dime por fin donde color en contraportada). Reyes. En su Cuaderno de Temuco, encontrar a la Guillermina». Y claro, no podía en poemas fechados en el mes de ser de otro modo, al día siguiente o subsi­ diciembre de 1919, hay unos versos que guiente, allí, en la misma librería de viejo a la hablan de violines y «del alma de Chopin que voy cada dos o tres meses la encontré en brumoso». Están escritos pocos meses antes medio de otras partituras y revistas. Fue para de que a Neftalí Reyes se le ocurriera llamar­ mí un hallazgo nada exento de emoción y se Pablo Neruda. Estos versos permiten afir­ taquicardia. Aunque según Neruda, a Neftalí mar, sin temor a equivocarse, que en esas Reyes el fenomenal hecho le había parecido fechas, en Temuco, se llevaban a efecto selec­ carente de todo encanto y maravilla. El creyó, tas veladas musicales. Lo que, por lo demás, claro, que veía una revista. Era una partitura. es conocido. Guardando las proporciones, se Juzguen ustedes: ¡aquí está! (Fig. 18). Una trataba de algo similar a los «Populars Con­ mirada a su portada permite al distraído lee- ' cern» de Charles Hallé y Wilma Neruda. tor —de igual modo que en su día le sucedió Para llevarlos a efecto era, entre otras cosas, a Neftalí Reyes— apreciar que sobre ella es necesario tener partituras. Pensé que, por una posible leer Pablo y también Neruda. de esas raras casualidades ya tan habituales, ¡Elemental, queridos nerudistas! había sido el mismo Pablo Neruda el que me Quizá esto demuestre cuan ciertas son las había hecho plantear la hipótesis de la parti­ primeras palabras de Neruda en Estravagario: tura como revista. Porque tal como Paganini «Para subir al cielo se necesitan dos alas, un había guiado la mano de Florizel, Neruda violín...» había guiado la mía para dar con la partitura Gracias por vuestra amable atención.

Pablo Neruda, el enigma inaugural ENRIQUE ROBERTSON ÁLVAREZ