UNIVERSIDAD DISTRITAL FRANCISCO JOSÉ DE CALDAS

FACULTAD DE ARTES ASAB

MAESTRÍA EN ESTUDIOS ARTÍSTICOS

ME RIO O CAÑO. Transformación del río Arzobispo. Cinco relatos y creación sonora.

PRESENTADO POR: JUAN CARLOS CASTILLO BARRIOS TUTOR: RAFAEL MAURICIO MENDEZ

2017

RESUMEN

Me rió o caño es un proyecto de creación investigación que da cuenta de algunas transformaciones que sufre el río Arzobispo a su paso por la ciudad de y en determinados momentos de su historia. El relato narra los cambios del río a través de su relación con tres tipos de personajes: la mujer indígena, que presenció las primeras transformaciones en la época de la Colonia; el habitante de la calle, que vive en el río y el transeúnte, que vive en la localidad de , en la parte baja del Arzobispo. La pieza narrativa le da la voz al río como personaje principal de esta historia para que sea él quien cuente sus vivencias y las de los tres personajes. Todo esto desemboca en una creación sonora basada en el río como partitura: otra forma de interpretar el río en el terreno del lenguaje musical y sonoro.

ABSTRACT

Me rió o caño is a project of creation research that tells about some transformations, that undergoes the to his passage by the Bogota city, and in some moments of his history. The narrative find the changes of the river through his relation with three types of personages: the indigenous woman, who witnessed the first transformations in colony time; The homeless who lives in the river, and the passer-by who lives in the lower part of the river. The narrative gives the voice to the river as the main protagonist of this story, is the river who tells his experiences and those of the three characters. All this leads to a sound creation based on the river as a score: another way of interpreting the river in the field of musical and sound language.

RÉSUMÉ

Me rió o caño est un projet de recherche visant à rendre comptes de certaines transformations que connait la rivière de l'Archevêque en passent dans la ville de Bogota et à certains moments de son histoire. Le récit raconte les changements de la rivière à travers sa relation avec trois types de personnages: la femme indigène, qui a été témoin des premiers changements à l'époque coloniale; l'habitant des rues, vivant dans la rivière et le passant, qui vit à Teusaquillo, dans la partie basse de l'Archevêque. La narration donne la parole à la rivière comme personnage principal de cette histoire afin que ce soit elle qui racontent ses expériences et celles des trois personnages. Tout cela donne lieu à création sonore basée sur la rivière comme partition: une autre façon d'interpréter la rivière dans le domaine du langage musical et sonore.

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TABLA DE CONTENIDO

I. INTRODUCCION ...... 5 I.1 Presentación ...... 5 I.2 El proyecto ...... 5 I.3 El texto ...... 9 II. CAPITULO UNO: ME RÍO O CAÑO ...... 17 II.1. Letreros ...... 17 II.2. Titulares de un asesinato ...... 22 III. CAPITULO DOS: MI NOMBRE ...... 28 III.1. El Arzobispo ...... 28 III.2. Suex ...... 32 IV. CAPITULO TRES: EL HABITANTE ...... 43 IV.1. Ciudadela ...... 43 IV.2. Carangas ...... 45 Parche ...... 48 Zabala...... 50 Alfonsito...... 50 El Llanero ...... 51 Gardel ...... 52 Pestes ...... 54 Moribundos ...... 57 Rehabilitación...... 61 V. CAPITULO CUATRO: EL TRANSEÚNTE ...... 63 V.1. El niño ...... 63 V.2. Los niños ...... 67 V.3. El capitán ...... 72 V.4. Tras la pista de Carangas y otros habitantes...... 78 V.5. Música sobre el río y otras intervenciones ...... 85 Noche en Blanco...... 86 Vicachá, el resplandor del agua en la oscuridad ...... 89 VI. CAPITULO CINCO: EL RÍO COMO PARTITURA (Un juego) ...... 91 VI.1 La idea...... 91 VI.2 El juego, los jugadores y los juguetes...... 96 El juego de Silvia ...... 97 Amigos ...... 101 VI.3 Tres aspectos de jugar al río como partitura ...... 102 Incertidumbre y Azar ...... 102 Lo serio ...... 103 Las reglas del juego……………………………………………………………………………...104 VI.4. Jugadores y juguetes ...... 105 Jugador1 ...... 105

3 Juguetes ...... 108 Jugador 2 ...... 110 Mis juguetes ...... 112 VI.5. La partitura...... 113 Mapartitura Río Arzobispo...... 116 Creación sonora ...... 118 AUDIOS CREACIÓN 1 “El monstruo”. Interpretación 1. (CD A) ...... 118 AUDIOS CREACIÓN 2 “Río perdido”. Interpretación 2. (CD A) ...... 118 AUDIOS CREACIÓN 3 “Caño”. (CD A) ...... 118 VIDEO CREACIÓN 1 “Río perdido”. (DVD) ...... 118 VII. CONCLUSIONES ...... 119 VIII. BIBLIOGRAFÍA ...... 122 IX. GLOSARIO ...... 128 X. ANEXOS ...... 130 Anexo 1 Entrevista al Zarco (Audio en cd 1) ...... 130 Anexo 2 Entrevista a Mahecha (Audio en cd 1) ...... 141 Anexo 3 Entrevista a Germán Piffano (Audio en cd 1) ...... 150 Anexo 4 Conversación con Jorge Castillo respecto a la creación sonora (Audio cd 1) ...... ¡Error! Marcador no definido. Anexo 5 Apartes de la conversación con vecinos del río (Audio cd 1) ¡Error! Marcador no definido. Anexo 6 Video entrevista con Mahecha en su vivienda en el parche (DVD) ¡Error! Marcador no definido. Anexo 7 Fotografías de los letreros apostados a las orillas del río (DVD ) ...... ¡Error! Marcador no definido. Anexo 8 Fotografías de los recorridos del río (DVD) ...... ¡Error! Marcador no definido. Anexo 9 Fotografías de los juguetes e implementos utilizados en la creación sonora (DVD) ...... ¡Error! Marcador no definido. Anexo 10 Fotografías, intervención sobre en río en el festival la Noche en Blanco. (DVD) ...... ¡Error! Marcador no definido. Anexo 11 Recorte de la separata de El Espectador festival Noche en Blanco (DVD) ...... ¡Error! Marcador no definido. Anexo 12 Video con Luis Guardela en la creación sonora de la Universidad San Buenaventura (DVD)...... ¡Error! Marcador no definido. INDICE DE ILUSTRACIONES

FOTO 1:…………………………………………………………………………………………………17 FOTO 2………………………………………………………………………………………………….18 FOTO 3:…………………………………………………………………………………………………20 FOTO 4………………………………………………………………………………………………….46 FOTO 5………………………………………………………………………………………………….63 FOTO 6:…………………………………………………………………………………………………68 FOTO 7………………………………………………………………………………………………….70 FOTO 8:…………………………………………………………………………………………………84

4 FOTO 9………………………………………………………………………………………………….87 FOTO 10……………………………………………………………………………………………….108 MAPA 1………………………………………………………………………………………………….28

5 I. INTRODUCCION

I.1 Presentación El abuelo me recogía en el colegio en la infancia y camino a casa cruzábamos el Parque Nacional (calle 39, entre carreras Quinta y Séptima), era una oportunidad para asomarse al río Arzobispo y atravesar su curso sobre un puente de madera que era parte del recorrido. Años más tarde, en la adolescencia, como prueba de valor frente a los amigos, ingresaba con ellos al canal del río y caminábamos sobre su curso pasando por debajo de la carrera Séptima, la carrera Trece, la , entre otras vías bajo las cuales transcurre canalizado el río. Seguíamos su curso hasta la altura del Park Way (avenida arborizada en su centro por donde caminan los peatones mientras los automóviles circulan por los lados, que termina, o inicia según la perspectiva, en la calle 40 con carrera 24), para luego salir a la superficie nuevamente, antes de que el río siguiera su trayecto a la altura de la calle 45.

De un tiempo para acá y ejerciendo mi oficio de músico con agrupaciones de jazz y rock, he empezado a incorporar sonidos con la guitarra eléctrica en los conciertos, al manipular la señal sonora con efectos análogos. En ese momento, esto estaba fuera del contexto del repertorio que estaba interpretando, podría parecer ruido, pero lo incorporé simplemente porque quería plasmar de alguna manera, con los sonidos distorsionados, mi preocupación por diferentes coyunturas locales, una de ellas la contaminación y destrucción de las fuentes de agua. Durante los últimos años, en mi condición de transeúnte y habitante de la localidad de Teusaquillo, esto se me fue convirtiendo en una preocupación obsesiva por otro habitante de la localidad: el río Arzobispo.

I.2 El proyecto Mi proyecto de creación investigación surge de esa preocupación que me ha llevado a indagar la forma en que el río se ha transformado en la ciudad de Bogotá y paralelamente su relación con tres tipos de personajes: la mujer indígena, que presenció las primeras transformaciones en la época de la Colonia; el habitante de la calle, que vive en el río; y, el transeúnte, que vive en la localidad de Teusaquillo, en la parte baja del Arzobispo. Mi objetivo con este proyecto es dar

6 cuenta de dichas transformaciones y relaciones en una pieza narrativa que toma elementos del lenguaje literario, para darle la voz al río como personaje principal de esta historia. De esta forma es él quien cuenta con su propia voz la vivencia y la de los tres personajes. La indagación sobre los cambios y transformaciones del río Arzobispo, fue generando otro tipo de creación basada en el río como si fuera una partitura: otra forma de interpretar el río en el terreno de un lenguaje musical y sonoro.

La indagación sobre esas transformaciones está marcada por los recuerdos de mi infancia y adolescencia en relación con el río. Mi relación con uno de los habitantes del río Arzobispo en mi edad adulta, constituye otro de los ejes narrativos de este trabajo. Es así como mi propia historia y vivencias personales, mis recuerdos, mi cotidianidad como habitante de la ciudad de Bogotá que se cruza permanentemente con el río en distintos lugares y momentos de la vida, motivan un relato que combina y se retroalimenta de dos lenguajes: el lenguaje literario (relato ficción) y el lenguaje sonoro, para contar las historias y vivencias del río que, a su vez, ha marcado la vida cotidiana de los habitantes del Distrito Capital en distintos momentos de la historia de nuestra ciudad.

Enmarcado en la línea de los estudios artísticos, este trabajo realiza una investigación – creación que se plasma en un texto narrativo que recoge los elementos propios del relato y en una creación sonora basada en la indagación de la transformación del río. Da cuenta de diferentes vivencias que sufre el afluente en la ciudad de Bogotá, durante su recorrido desde el lugar de su nacimiento y en su transformación (contaminación, canalización y casi desaparición).

La investigación que sustenta este relato se basa en la consulta y revisión de distintas fuentes y combina diferentes métodos: el trabajo de campo: múltiples recorridos por el río Arzobispo, desde su nacimiento en los cerros orientales de Bogotá hasta su desembocadura en el canal del Salitre a la altura de la carrera 30 con calle 45; las entrevistas con quienes habitan, transitan, residen y viven del y en el río, así como con habitantes de la ciudad de generaciones distintas que han tenido alguna interacción con él, todo ello en un formato de conversación libre y espontánea, sin un guión preestablecido de preguntas. Adicionalmente la consulta de textos escritos ó fuentes documentales sobre el río y sus transformaciones (periódicos, revistas, artículos y páginas de

7 internet, libros de historia de Bogotá, cartografía); el recuerdo de mis propias vivencias en el río; las conversaciones con mis tías abuelas, mi mamá y otros familiares que compartieron estas vivencias y permitieron completar un cuadro de experiencias; mis creaciones musicales en torno al río Bogotá y otros elementos urbanos, propuestas como creación que narran una experiencia; y, las fotografías e imágenes capturadas en mis recorridos sobre el río y sus alrededores. Todo este material se revisó con la intención de identificar la historia del río Arzobispo y su transformación. El lector no se va a encontrar con una investigación formal en su estructura y escritura sino con una narrativa que va tejiendo elementos de ficción que darán cuanta de esta investigación.

El relato literario reconstruye entonces las vivencias del río a lo largo y ancho de diferentes momentos, siendo él el personaje que narra en primera persona su historia y su transformación en la ciudad. Este relato no es lineal, no busca reconstruir la historia del río cronológicamente para contar una sucesión de hechos sobre lo que acontece en un marco temporal determinado. Tampoco es un trabajo de memoria histórica en el sentido señalado por los historiadores, definida como el análisis de la “representación mental de un proceso social y cultural”1. Es decir, no busca examinar la forma en que un grupo de personas o una sociedad en una época determinada, representa al río en su mentalidad o en su imaginario. Este relato tampoco es una reconstrucción de la pluralidad de relatos sobre el río, ni es un análisis de los símbolos o lugares de la memoria que una sociedad consigna para perpetuar algunos aspectos de la historia del río en la ciudad. Este relato, por el contrario, recoge en gran medida mis recuerdos de infancia y experiencias en diferentes momentos de mi vida, incluido éste reciente proceso de indagación.

La Maestría en Estudios Artísticos de la Academia Superior de Artes de Bogotá (ASAB) desde sus inicios y en diferentes espacios, se ha preguntado y discutido sobre lo que implica una investigación–creación o una investigación creadora, generando múltiples respuestas. Algunos esperan encontrar en una tesis de estudios artísticos un producto final con la camisa de fuerza de los cánones estrictos de una investigación, como se desarrollaría en campos como las ciencias sociales, la historia o la filosofía. Y otros, le apuestan a que el contenido disciplinar y creativo sea suficiente para ser valorado por la propia maestría o los jurados.

1 (Sánchez, 2004, pp. 157-177) 2 Todas las palabras en cursiva señaladas con un asterisco pueden consultarse en el glosario al final.

8 Mi intención al presentar éste trabajo de una manera diferente a la de los textos académicos tradicionales, es dejar abierta la posibilidad de que un ejercicio de investigación pueda ser leído también por una audiencia no experta en el tema, desde mi abuelita y sus hermanas que vivieron en la proximidad con el río Arzobispo en sus años mozos, hasta los vecinos de la localidad que también lo han vivido en una época de reciente transformación. Este es el valor agregado que el proceso creativo aporta a la investigación, en la medida en que los lenguajes del arte permiten que los resultados de esta indagación se trasmitan para que puedan ser leídos tanto por los interesados en ese cuerpo de agua como objeto de estudio, como por los que deseen continuar con investigaciones sobre la materia. También que lo puedan leer quienes estén dispuestos a explorar una forma creativa que dé cuenta de una investigación determinada. Este propósito está en concordancia con la intención de la Maestría en Estudios Artísticos a la que se presenta este trabajo de grado.

Respecto al cuerpo del trabajo, no pretendo presentar un escrito con el canon propio de un estilo literario específico, pues no es ni ha sido ese mi oficio. Tampoco es una maestría disciplinar en literatura, ni en ningún campo especifico del arte. La creación sonora está basada en la indagación que se realizó sobre la transformación del río, por tanto, dicha transformación se toma como método para crear. En lo estrictamente disciplinar, que tiene que ver con la música, la creación está ligada a la práctica de la improvisación y experimentación sonora.

Aunque realicé interpretaciones como solista, la apuesta fue invitar a otros músicos para crear en colectivo: un diálogo entre dos intérpretes que enfrentan la transformación del río de formas diferentes. El primero, el investigador, y el segundo, el compinche preocupado con los recursos hídricos de la ciudad, dispuesto a escuchar de manera breve aspectos de la transformación y a realizar unas rondas por el río para que sea él, quien construya su propia interpretación.

Durante el tránsito por la maestría y específicamente en los espacios académicos de seminario, se presentaron productos a manera de relato y articulados con sus ejes temáticos y en algunos casos con un contenido experiencial en conexión con los autores y contenidos de la materia.

Mi esfuerzo al pasar del terreno de la creación musical a la creación escrita tuvo en cuenta y encontró motivación en varios libros que había leído justo antes de iniciar la maestría y otros que

9 continué leyendo mientras la cursaba y durante la realización de este trabajo. Aunque estos no tienen que ver con mi objeto de estudio, se basaron en una investigación para ser escritos. Por ejemplo, intenté en determinado momento analizar aspectos de la estructura y narrativa de textos de la literatura a los que me aproximé durante la investigación. A la par con el quehacer musical quise darle vida al río, al mismo tiempo que transitaba al lenguaje literario a través de la lectura de diversos libros que nutrieron mi trabajo investigativo y creativo. Leí, por el placer de leer: “Los Miserables” (1862) de Victor Hugo; “El Perfume” (1985), “La Paloma” (1987) y “El Contrabajo” (1987) de Patrick Suskind; “Siguiendo el Corte” (1989) y “A Lomo de Mula” (2016) de Alfredo Molano; “Ensayo sobre la Ceguera” (1995) de José Saramago, la “Trilogía" (2012) de Ken Follet, “Vivir para contarla” (2002) de Gabriel García Márquez, "El País de la Canela” (2014), y “Urzúa” (2005) de William Ospina, y algunos cuentos cortos de Stephen King y John Bukowski, entre otros. Cada vez que empezaba a leer un libro, que una vez iniciado no podía cerrar, intentaba encontrar respuestas concretas a mis inquietudes sobre las formas de escritura, creyendo que las iba a encontrar reveladas al leer las páginas de esos textos, pero es posible que haya sacado un provecho inconsciente de ese proceso. Esa fue mi abrupta e improvisada experiencia para iniciar a escribir el texto desde la ingenuidad empírica.

De allí cada vez fueron más claras mis limitaciones, pero también mi intención de poder dejar un escrito que, además de dar cuenta de aspectos de la historia y transformación del río, pudiera ser también valorado por el círculo académico interesado en este objeto de estudio, en los productos de la Maestría en Estudios Artísticos o en la academia, o de interés de cualquier vecino del río. La hermana mayor de mi abuela, que me habló del pez capitán que solía pescarse en el río, me dijo: “mijo, cuando termine lo que está haciendo me lo deja ver”. Ese es el sentido de este relato en lenguaje literario y sonoro: despertar y responder a un interés general o particular sobre el río como parte del repertorio de la ciudad de Bogotá y de sus habitantes.

I.3 El texto El primer capítulo hace una mirada crítica de los letreros apostados a lo largo de esta corriente de agua por la ciudad, al tiempo que va ubicando geográficamente al lector en su recorrido. Estos

10 letreros, instalados por la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá (EAAB) y algunos particulares, indican en su mayoría que oficialmente esa corriente de agua que pasa por ahí es en efecto un río, palabra que está señalizada en diferentes puntos y de diferentes formas. De otro lado, la noticia sobre un asesinato que ocurre en la zona y el cadáver de la mujer que es arrojado al río, genera una cadena novelesca de noticias en diferentes medios de comunicación que llaman la atención porque a diferencia de los letreros, no titulan al cuerpo de agua que baja por ahí como “río” sino como “caño”, en su acepción despectiva. Vecinos del sector se sienten identificados con la prensa y no con los letreros, ya que también ven a ese cuerpo de agua como un caño (asociándolo a receptáculo de deshechos).

Las herramientas que utilicé en la recolección de información para realizar este primer capítulo incluyeron recorridos por la ronda del Arzobispo, un registro fotográfico de su recorrido con énfasis en los letreros que lo señalan como río, desde donde cruza por la avenida Circunvalar hasta la carrera 30 donde desemboca. Adicionalmente hice una revisión de artículos de periódico y otros medios de comunicación, en relación al río Arzobispo, seleccionando los publicados entre el 7 y el 24 de febrero de 2015 en relación con el asesinato mencionado, para indagar sobre la mirada, y el sesgo, de los medios al respecto. También recurrí a otros textos como Memorias del agua en Bogotá, talleres de crónica (Sandoval, 2011) que menciona momentos específicos de la coyuntura del río.

Por otro lado, mantuve charlas con diversos habitantes de la cuenca, y recalco el formato de la charla porque no se hizo una entrevista formal estructurada, sino conversada con los habitantes. Algunas fueron registradas en audio y surgieron espontáneamente en la cotidianidad de los recorridos. La conversa que estalla cuando el diálogo se torna cálido y en confianza, permitió algunas expresiones de indignación y emoción respecto a la manera como estas personas ven el río, que no hubieran surgido en una entrevista formal y quedaron registradas en audio.

En el segundo capítulo ahondo en la historia para intentar dar respuesta al interrogante que surge en el primero: ¿río? ¿caño? ¿En qué momento se pudo gestar esa transformación de río a caño? Eso no fue de un día para otro. Para ello se reconstruye un momento específico de la historia entre el siglo XVI y el XVII, marcado por hechos significativos que ocurrieron en Bogotá, que

11 tienen que ver con el tratamiento que los habitantes y la administración de la ciudad le dieron al agua.

Por un lado, coincide con los tiempos en que su nombre empezó a desaparecer para ser llamado “Arzobispo” con la llegada y adquisición de una parte del territorio por donde pasa el río por parte del prelado español Fray Luis Zapata de Cárdenas, quien implementó un catecismo disciplinador que afectaría la vida de los habitantes de la Bogotá de entonces. Y por otro lado, ese rango de tiempo está comprendido en la época de la Colonia, en la que los habitantes originarios de la ciudad empezaron a cambiar su relación con el agua.

Para construir este capítulo recurrí a fuentes históricas como “” (Rodríguez Freyle, 1638), “La historia del agua en Bogotá” (Rodríguez Gómez, (dir. investigación), 2003), “Disciplina y disciplinamiento social en el Catecismo de fray Luis Zapata de Cárdenas (1576)” (Marín, 2012)”

Del término “disciplinamiento” no pretendo hacer un estudio sobre la manera como ha sido utilizado, más bien extender sus implicaciones a la historia del río y afirmar a partir de ahí que el río también fue disciplinado.

El lector encontrará una creación narrativa donde el río cobra voz propia para contar lo que ha vivido, sufrido, sentido y de lo que ha sido testigo, basándose en hechos de la historia bogotana en esa línea de tiempo. Esta voz estará presente en buena parte de los otros capítulos. Además, aparece un personaje: una mujer indígena que describe su relación con el río. De la multiplicidad de rituales que tienen que ver con el agua en el pueblo muisca, se escogen tres que narra el río en su mutua relación con la mujer.

El tercer capítulo, gira alrededor de aspectos de la vida de un habitante del río. Desde su universo, el de las calles del sector conocido como el Bronx, (entre las calles novena y décima y las carreras 15 y 15A en Bogotá), antes de llegar a habitar el Arzobispo y relacionarse con éste,

12 hasta su vida en gallada*2 y su identificación con él. Cabe anotar que al contrario de otros pobladores de la cuenca, éste ve al río como afluente y no como caño.

El capítulo contiene en orden de importancia: la vida del habitante de la rivera, su relación con el río, y aspectos de la historia del Arzobispo, especialmente a finales del siglo XIX cuando llega a un punto álgido de su deterioro y transformación.

Para construir este capítulo reconstruí los relatos que me había contado Jaime alias Carangas ―el habitante― durante muchos días y noches cuando nos conocimos en un centro de rehabilitación a mediados de los años Noventa. Me dediqué por varios años, al tiempo que estudiaba música, a apoyar gente con problemas de drogadicción, especialmente habitantes de calle. De muchos de ellos había escuchado con detenimiento sus relatos, sin saber que algún día escribiría sobre esto. Todos los personajes del círculo del habitante del río, que aparecen en el relato son reales y todos tuvieron que ver de una u otra manera con mi propia historia. Los hechos son producto del relato y en efecto ocurrieron. Ayudaron a reconstruir la historia del habitante del Arzobispo.

El habitante Carangas era un personaje absolutamente histriónico, con la habilidad del culebrero para mantener una audiencia embelesada por horas. Ponía la mano del que lo escuchaba en su antebrazo, justo donde le había quedado una bala incrustada, o en el parietal derecho donde tenía un pedazo de proyectil de otra historia, y a partir de ahí empezaba a contar las circunstancias en que ese pedazo de plomo había quedado incrustado en su cuerpo. La narración que escuché durante días y noches, cobra vida en este trabajo poniendo especial énfasis en lo que le sucedió al habitante cuando vivió en el lecho del río.

A pesar de que esta historia del habitante ocurrió en los Noventa, continúa repitiéndose hoy día. Es por eso que la parte creativa ficción se mueve en el tiempo, y ubica a los personajes en la actualidad y los relación con el momento del desalojo de la zona conocida como el Bronx, de donde migraron efectivamente algunos personajes, llegando en masa al río San Agustín, y uno que otro al Arzobispo.

2 Todas las palabras en cursiva señaladas con un asterisco pueden consultarse en el glosario al final.

13 Por otro lado, el personaje sin nombre que entrevista el periódico El Tiempo a comienzos de 2015, dice que llevaba años habitando el río, buscando en su corriente y en su orilla lo mismo que buscaba Carangas: “… un lugar donde vivir”.

Mientras realizaba esta investigación creación, le seguí la pista a Carangas durante dos años. El primer descubrimiento que hice fue constatar que estaba vivo: a mediados del año 2015 fue visto por mi amigo Juan Roldán, psicólogo que trabaja desde una fundación dedicada a la rehabilitación de fármaco-dependientes, quien le dio la mano en su primer proceso de recuperación durante los Noventa. Otra fuente fue su compañero de cambuche* “Zabala”, a quien encontré en el centro de Bogotá, y me confirmó que estaba vivo, pero no sabía dónde. Intenté mantener la conexión y diálogo con Zabala pero fue muy difícil, estaba bastante deteriorado física y mentalmente. Si “Carangas” fue visto vendiendo cosas en un semáforo, como lo hacía cuando estaba fuera del “bazuco”, es probable que esté bien o que haya estado bien.

Indagué con un tercero, que no tenía relación con el río, pero que era un gran conocedor de todo lo relacionado con la calle del Cartucho, por sus investigaciones y su reciente película basada en archivos e historia de vida de uno de sus habitantes: “Infierno o Paraíso” (Piffano, 2014). Él habló de un Carangas mítico en esa calle y de su famosa destreza con el cuchillo.

Finalmente contacté a los habitantes de calle que viven en el río, en diferentes parches a lo largo de su rivera, intentando seguir la pista de Carangas.

El cuarto capítulo titulado “El transeúnte”, da cuenta de mi relación en calidad de investigador con el río en dos momentos: el primero, en el que hago una reconstrucción de las experiencias vividas durante mis recorridos por el río a la edad de 6 y 7 años; y el segundo, en el que relato aspectos de esos mismos recorridos, durante la realización de la investigación y algunos momentos de relación indirecta cuando tenía 18 años.

En la reconstrucción de la memoria de la infancia respecto al río, están plasmados momentos familiares en sus recorridos, develando aún más motivaciones y recuerdos determinantes que me llevarían a realizar este trabajo años después.

14 El segundo momento, escoge algunas vivencias durante los recorridos que realizaba para recolectar la información, herramientas de recolección y estrategias metodológicas. También contiene la reconstrucción de mis recuerdos de los 18 años, de vecinos de la localidad y de habitantes del río. Esto lo presento a manera de relato y de diálogos.

Aunque intenté reconstruir y constatar datos de la vida del Carangas en el tercer capítulo, los hallazgos fueron más lejos y se pueden sintetizar en tres aspectos de la vida del y en el Arzobispo. El primero, da cuenta de sus transformaciones y sus efectos en los rastros de un habitante que se pensaba extinto: el pez capitán. El segundo, identifica diferentes asentamientos de habitantes de calle relativamente consolidados en el tiempo y en el espacio a lo largo del río, dando cuenta de las formas de relación entre el territorio y un grupo social particular. Y el tercero, se refiere a la persistencia de un tipo de habitante de calle asentado en el río, que dio continuidad a otros Carangas, con el mismo seudónimo, similares situación y modalidades de llegada al río, parecidas casi en todo a la del protagonista del tercer capítulo, lo que es indicio de la existencia de ciertos patrones de la habitabilidad en calle en Bogotá.

En este capítulo reflexiono de forma crítica sobre las experiencias, ingenuidades y dificultades en el proceso de indagación en calidad de investigador, reflexiones que dan cuenta de los retos que enfrenta un músico-creador para explicarse una realidad particular de una manera diferente a la que caracteriza su disciplina.

Para la construcción de este capítulo, realicé diversos recorridos, en los que parte de esta observación la registré en un diario de campo en el que incluí fotografías, diálogos con vecinos del río, así como acercamientos, entrevistas y grabaciones de vídeo y audio con los habitantes (en este caso habitantes de calle: con el Zarco y Mahecha, entre otros).

Por otro lado, sostuve diálogos con familiares que vivieron cerca al río en las épocas que conciernen al capítulo, e igualmente revisé artículos de periódicos y noticias sobre los momentos de interés. Realicé una etnografía sobre mí mismo, aunque en el componente creativo el río hace las veces de narrador y habla en tercera persona.

15 El quinto capítulo, denominado “El Río como partitura”. Es relatado en la voz del investigador. Recoge los pasos que se siguieron para la creación sonora y el desarrollo de la idea.

Visto como un juego, el acto creativo y el acto de interpretar un instrumento, donde los músicos son los jugadores y van a jugar al río como partitura. Para ello llevan sus juguetes, en este caso instrumentos musicales, para el diálogo creativo que está basado en experimentación, improvisación y síntesis sonora.

La “Creación Sonora”, está en formato de audio (CD), contiene varias pistas de música y de diferentes momentos de la interpretación y un video que da cuenta del momento creativo, los cuales constituyen un componente fundamental en el capítulo.

La partitura no es un anexo. Contó con el apoyo del dibujante Alex Aldana. De esa manera se pudo pasar de los trazos bruscos a un dibujo más elaborado, que da cuenta de aspectos y hallazgos de la investigación. La partitura, aunque fue concebida como parte del método para crear, va más allá y no solo pretende integrar a músicos en torno a la creación sonora, sino que además arroja información importante de algunos hallazgos y recorridos por el río para el que esté interesado en el tema. Es decir que puede ser tanto mapa como partitura: una mapartitura.

La creación sonora estuvo atravesada por el juego, presente en el acto de interpretar un instrumento, así como en la representación y articulación en el ejercicio de creación tanto individual como colectiva. Hay que aclarar que una parte del capítulo que se subtitula “Juguetes” podría tener un interés específico para los músicos especialmente interesados en síntesis de sonido, improvisación o experimentación. Da cuenta brevemente de herramientas o instrumentos que fueron utilizados en el proceso creativo y que para los dos músicos participantes constituían juguetes. No obstante, también proporciona una información a los que son ajenos a este campo, y que estén interesados en conocer algo al respecto. En todo caso se desarrolla una narrativa que muestra momentos de la interacción social y emocional de los dos músicos que participan en torno a los juguetes.

16 Esta creación sonora siempre va a ser diferente en cada concierto y en cada grabación, a pesar de que se trate del mismo río y la misma partitura. El lector podrá conocer algunos detalles en el quinto capítulo la forma en que se gestó la creación.

Invito al lector a navegar este relato de la mano del río.

17 II. CAPITULO UNO: ME RÍO O CAÑO

II.1. Letreros Aquella mañana volví a bajar haciendo el mismo recorrido de siempre. No recuerdo cuántas veces lo habré hecho, solo que esta vez decidí fijarme en unos letreros que hasta ahora había ignorado. Apenas bajaba los cerros orientales y justo antes de pasar la avenida Circunvalar estaban los primeros que noté. ¿Cuánto tiempo llevarán ahí? No lo sé.

Justo en ese lugar, que es un predio del acueducto, hay una casa con el letrero de dirección informal, diferente en su diseño a las que rotulan calles y carreras de la ciudad, que dice: “Avenida Circunvalar 38–10, Arzobispo”, y debajo un pedazo de tabla con un letrero a mano anuncia que “se vende miel de abejas”. Al lado de la reja de la casa un letrero viejo, en latón oxidado señala que hay una estación pluviométrica: “Río Arzobispo-Parque Nacional. Fecha de instalación: marzo de 1989”.

Unos pocos metros más abajo y justo antes de cruzar la avenida Circunvalar, hay una valla grande, también de hojalata, con un letrero del Acueducto que reza:

CUENCAS DE LOS CERROS ORIENTALES: Área de reserva forestal protectora. Predio Arzobispo-Río Arzobispo. “Estos bosques producen el agua y el aire para Bogotá, ayúdenos a protegerlo.

Me río.

Una cantidad de maderos, perfectamente apilados unos sobre otros, maderos cortados probablemente de diferentes árboles por sus diferentes tonalidades, ubicados al lado, debajo y detrás de la valla, harían reír a cualquiera por la evidente ironía. ¿Nadie se habrá dado cuenta?

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______Foto 1: Predio del Acueducto, avenida Circunvalar 38-10, río Arzobispo. Foto: Juan Carlos Castillo, octubre 2015.

A unos metros de la valla y de los maderos hay otro letrero, este sí solitario y sin aclaraciones de nada, dice solamente “río Arzobispo”. Está un poco distante de los otros tres letreros. Al igual que los anteriores, mira al Parque Nacional que comienza justo pasando la avenida Circunvalar, y como sin querer parece que miraran más allá de la invisible frontera donde termina el verde del cerro y abruptamente comienza el gris de Bogotá. Un verde, en un país donde el verde es de todos los colores. Y también de todos los grises.

Sigo corriendo por todo el Parque Nacional hasta el siguiente letrero que está pasando la carrera Séptima, justo donde se acaban estos verdes del parque. Me sumerjo entre el ruido que ya venía escuchando desde arriba. En ese punto, de nuevo el letrero: “Río Arzobispo”, saluda a los carros que vienen desde el norte de la ciudad por la Séptima.

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______Foto 2: Diagonal 40ª, carrera Séptima. Foto: Juan Carlos Castillo, junio 2016.

Sigo bajando por la calle 39 hasta que encuentro otro letrero idéntico sobre la carrera 13, junto a la cabeza en bronce del general Antonio Baraya con el letrero aclaratorio: “Mártir de la patria”, cagado por palomas.

Unos 30 metros más abajo, en la avenida Caracas, más amplia y ruidosa que las otras dos, no veo letrero alguno sino solo el grafiti de letras gigantes, pintado en la pared de un lavadero de carros que había visto muchas veces. Estas letras no habían sido puestas por la alcaldía local como las otras. Aun intentando ignorarlas, parecen decirme: “usted da asco”.

Sigo cruzando rápidamente la Caracas, hasta encontrar el siguiente letrero, andando ocho cuadras hacia abajo, por ese pedazo de Bogotá, en pleno corazón del barrio La Soledad y justo sobre la ciclorruta construida en su ribera, en la carrera 22 con calle 39. El letrero dice: “Transite con precaución-Río Arzobispo”.

Cuando paso por ahí también me río, ¿precaución de qué o de quién? Es muy difícil que el ciclista se pueda caer al río, porque hay un margen de césped entre la ciclorruta y el canal. La

20 advertencia debería ser más explícita y hablar del acecho de alguno de los carangas*3 que en cualquier momento pueden salir del río. ¡Sí, esos carangas con los que convivo!

El siguiente letrero está apenas un par de calles más abajo, justo en la esquina de la carrera 24 con calle 45, donde suelo cruzar ligeramente hacia el norte para entrar al barrio Belalcázar y donde termina el Park Way. En ese punto un poco más abajo hay un letrero muy pequeño con una flecha que me apunta y dice “Canal del Arzobispo”.

Al fin qué: ¿río, canal?

Mi recorrido sigue por el barrio Belalcázar y finaliza en la carrera 30, otra inmensa avenida, que puede sonar más duro que la misma Caracas. Como un gran murmullo, un conglomerado de fábricas, , carros, aviones y personas que van de un lado a otro en direcciones diferentes. Y he venido escuchando ese gradual in crescendo del progreso.

Me detengo en el punto que dice “canal" a revisar los papeles que había recogido en el camino. Todo tipo de papeles, desde papel kraft y regalo, hasta una variedad de papeles higiénicos. También viejos cuadernos de apuntes, cartulinas, papel aluminio arrugado, radiografías de huesos y hasta pañales de adulto. Pero de toda esa gama de hojas, impresos y demás, me fijo en el papel periódico. Así me di cuenta en dónde estaba inmerso: las figuras más importantes, esas que nunca o casi nunca arriman por estos lados, esa gente de la política, la parapolítica, el narcotráfico, las novelas, las mafias, la economía, las guerras, los deportes, los reinados y hasta las religiones. Y fue en un periódico de esos donde me encontré, para mi sorpresa, posando junto a la gente del jet set. En esa noticia no me llamaban río ni canal, como indican los letreros que imagino fueron puestos por los que administran el agua de la ciudad. Me llamaban caño.

3 Todas las palabras en cursiva señaladas con un asterisco pueden consultarse en el glosario al final.

21

______Foto 3: Río Arzobispo, barrio Belalcázar en terrenos del parche de la Finca. Foto: Juan Carlos Castillo, junio 2016.

¿Caño? ¿Como Caño Cristales, el de los cinco colores? ¿Ese que define el diccionario como “chorro de agua u otro líquido”?4; ¿o caño de cañar?, ¿quizá referente a engañar y a decir mentiras? ¿A tramar en un juego? ¿Como tramar o jugar a que soy un río, cañar de río cuando en realidad soy otra cosa?

Me desbordé por completo cuando me di cuenta que para la ciudad yo era un caño en la acepción horrible y despectiva, no como Caño Cristales ni como el caño de cañar en el juego, sino como el caño que proviene de cañería que para los de la ciudad significa algo asqueroso: un receptor de inmundicias, de aguas sucias y putrefactas.

4 Diccionario de la lengua española. Recuperado de http://dle.rae.es/?id=7GiNKQX

22 Me sentía revuelto por dentro, inmerso en una corriente turbia que me bajaba desde el nacimiento, se arremolinaba antes y después de cada caída, para revolverse con todo lo que encontraba a mi paso en la profundidad.

II.2. Titulares de un asesinato La noticia decía: “Video: La prueba del macabro asesinato de la joven hallada en un caño”5. En el titular no mencionan qué caño es, pero soy yo. Me di cuenta porque hablaban de algo terrible que nos sucedió a mí y sobre todo a la estudiante de auxiliar de vuelo, Ana Milena Torres que arrojaron en mi lecho arriba de la carrera 19, y a escasos metros de donde está el letrero en vivas letras: “Río Arzobispo”. Más adelante, en el desarrollo de la noticia sí me mencionan, y a uno de mis habitantes sin nombre que fue testigo de los hechos: “Hasta el habitante de la calle estaba conmocionado porque nunca había visto algo similar en los años que llevaba durmiendo en el caño del río Arzobispo. ‘Yo no escuché, ni vi nada raro en la noche. Solo vi unas bolsas extrañas a las 8:30 a.m.’, le dijo el testigo a los oficiales de policía…”

5 Malaver, C. (23 de febrero del 2015).

23 Revisé otros periódicos de esos días referentes al mismo asesinato de la joven Ana Milena. Siempre me llaman caño. También miré otros medios de prensa que cubrían la noticia y en todos me llamaban ¡caño! Desde el hallazgo del cuerpo, la investigación, las hipótesis, y hasta la captura del sospechoso, los medios siguieron la noticia como una novela, buscando pescar al espectador en su red para hacerlo esperar el siguiente capítulo, en el que sin excepción me

seguirían llamando caño. Cuando anuncian que capturan al presunto asesino de la joven que hallaron en mis aguas, se refieren a Alexander Ulloa, vigilante de la Filarmónica de Bogotá, institución que está a escasos metros por donde yo paso.6

En el fondo ya sospechaba en lo que me habían convertido. Lo sabía desde hace mucho tiempo, pero me lo había negado, lo había tapado, me daba terror sacarlo a flote. Lo empecé a hacer desde

6 Este mismo hecho macabro lo registraron diversos medios, entre los que se destacan: “Cuerpo de una joven mujer fue hallada en un caño de Bogotá”(7 de febrero de 2015) El Espectador; “Capturan a presunto homicida de joven hallada en un caño en Bogotá” (20 de febrero 2015) Noticias Caracol; “Acusado de asesinar y arrojar a un caño a estudiante aceptó los cargos” (21 de febrero de 2015) Noticias RCN.

24 ese día. Tenía que ir a los más profundos momentos de mi metamorfosis para sumergirme en las partes más turbias de los abusos por los que tuve que pasar para que me convirtieran en un caño, de cañería. Me preguntaba si fueron como los abusos por los que tuvo que pasar mi habitante para terminar debajo del puente, y al que ni siquiera el diario El Tiempo se tomó la molestia de preguntarle su nombre. O lo que sufrió Ana Milena antes de ser arrojada a mi lecho. Me preguntaba ¿En qué momento pasé de río a caño?, ¿alguna vez fui río?, ¿cómo una persona pasa para los otros habitantes de la ciudad de ser persona a ser un desechable?

El de esa joven estudiante, aspirante a auxiliar de vuelo, no era el único asesinato donde el cuerpo fue a parar a mi cauce. Pero ese fue el que escogí, porque era el más reciente.

Ahora recuerdo. Hubo otros asesinatos que también cubrieron los medios de comunicación. Recuerdo el de Calidoso, lo recuerdo bien porque era mi habitante. Cómo olvidarlo. Le prendieron candela. Sí ¡los desgraciados lo quemaron vivo!: no tuvo el mismo despliegue novelesco que Ana Milena. Sin embargo, las noticias hacían énfasis en la cercanía con la Universidad Javeriana. Como sí lo terrible del caso no fuera la sevicia con que lo mataron, sino la cercanía del suceso con esta universidad. Ahora que recuerdo, cuando prendieron a Calidoso en el periódico también me llamaron caño. Una parte de la noticia decía:

El 39 por ciento del cuerpo de Calidoso ardía en llamas después de que desconocidos le rociaron gasolina y le tiraron un fósforo, mientras dormía en el caño de la calle 39 con carrera 7.ª, su hogar desde hacía varios años.7

7 Unidad Investigativa (14 de mayo de 2014).

25

Busqué también otros papeles que hablaran de mí, no importa qué dijeran, solo me interesaba que no fueran periodísticos. Tenía la certeza de que usaban caño porque les resultaba más amarillista: arrastraba más que cualquier río, y en eso de arrastrar masas, como yo arrastro desperdicios, sí que son expertos los medios.

Por desgracia no era eso, y todos mis líquidos se me revolvieron aún más cuando leí lo que escribió uno de esos que han escrito algo sobre mí. Se confirmaba la desgracia que no había querido ver. El texto tiene este subtítulo: “De cómo el Arzobispo llegó a ser más conocido como caño que como río por los habitantes de Teusaquillo y de La Soledad afectados por sus niveles de contaminación y por obras de valorización que no comparte la comunidad”.8

Creí que iba a decantar con claridad mi transformación, pero quedaba mucha agua por correr. Además menciona que Cordovez Moure, el cronista santafereño, da cuenta en sus Reminiscencias de Santafé de Bogotá, de cómo nos arrojaban basuras los habitantes del sector en el siglo XIX, y según eso, para entonces ya me llamaban caño: “…en esa época los vecinos arrojaban las basuras

8 Sandoval, N. (2011).

26 e inmundicias a los caños, en donde permanecían estancadas hasta que un fuerte aguacero las arrastraba a las afueras de la ciudad.” 9

Ahí también se hace mención a la demarcación del Parque Nacional y a la construcción del barrio Teusaquillo en la década del 30, que no son las únicas obras que me han agobiado. Porque no han parado de construir, de repavimentar, cambiar tuberías en mis alrededores, como la obra que se realiza en pleno 2016.

También me fijé en un transeúnte que realizaba recorridos por mi orilla cuando era niño. Él los suspendió por mucho tiempo, pasaba muy esporádicamente hasta que en los últimos años empezó a pasar más a menudo. Además de caminarme, recorrerme y fotografiarme, este transeúnte hacía la charla con habitantes del sector sobre lo que pensaban de mí, y cómo me veían. También encontró que al igual que para los grandes medios y a pesar de los letreros regados en mi recorrido, que veían todos los días, para ellos yo seguía siendo un caño. Él les hablaba del río Arzobispo, y no entendían hasta que caían en cuenta y decían “¡ah! usted me está hablando es del caño” o se quedaban pensando por un momento cuando les hablaba de río, “¿cuál río?, ah, el caño” y le corregían con la propiedad del que sabe y domina un tema: “eso no es un río es un caño”.

Siempre me pensé como río.

Eso se lo repetían los habitantes del sector con los que habló, excepto uno de ellos que no vestía como ellos, ni era como ellos, ni comía lo de ellos, ni tenía lo de ellos y me refiero a los vecinos del sector de Teusaquillo y La Soledad. Era otro carangas, muy parecido al testigo que entrevistó el periódico. Dormía a mi lado, se bañaba con mi agua, y nunca se me separaba por voluntad propia, sino por un fuerte torrente y crecida de agua o desalojo de las autoridades. Ese habitante fue el único que se refirió a mí como un río.

¿Por qué para él era un río y para los otros caño? Para mí, él no era un desechable o un desecho como los que me botan, y para él yo no era un caño. Tal vez era el momento de mirar más a

9 Sandoval, N. (2011).

27 fondo en la vida de alguno de esos que vienen a vivir en mi ribera, incluso en mi lecho, cuando estoy medio seco y hago playa. Acaso quién conoce mejor el panal que las abejas.

Pero antes de meterme a reconstruir un pedazo de la historia de vida de ese ser que llegó a vivir a mi lado para mirar nuestra relación, y aceptar que era otro desgraciado como yo, debería ir mucho más atrás, al momento confuso en que me empezaron a llamar Arzobispo.

Tengo que hablar primero de mi nombre para intentar reconstruir ese penoso recuerdo donde se pudo gestar mi metamorfosis a caño.

28 III. CAPITULO DOS: MI NOMBRE

III.1. El Arzobispo No recuerdo en qué momento me bautizaron Arzobispo. O me rebautizaron porque tenía otro nombre que se llevó el río. Puedo suponer que mi nombre muisca, con su respectivo significado, era parecido al de otros cuerpos de agua de los que sí sobrevivió su nombre y significado como “Siecha, Siatá (la labranza del agua), Suasia (el agua del sol), Siachoque (el trabajo del agua)”10.

Lo que sí recuerdo es a Santa Fe de Bogotá en sus inicios: construida en medio de varios cuerpos de agua. Tenía al río Vicachá, rebautizado San Francisco, como límite al norte, y San Agustín o Manzanares, el río que limitaba al sur. Yo me encontraba más al norte de Vicachá y Fucha (mujer), un poco más al sur del San Agustín. A Fucha no la enterraron como lo harían más adelante con Vicachá pero tampoco escapó a la suerte que corrimos todos. Desde Vicachá hasta donde yo pasaba había solo 2.9 kilómetros, por la antigua ruta al norte, o ruta de la sal, que luego sería conocida como carrera Séptima; se pasaban tres quebradas: la de la carnicería de Las Nieves, la de San Diego y la de .

10 Rodríguez G. (dir. investigación) (2003) p. 40.

También se menciona como nombre Neuquen: (“El indígena río Neuquen convive con nombres como Juan Amarillo y Arzobispo producto de la etapa colonial o río Salitre de la época republicana; por su parte las instituciones tienden a utilizar el nombre de “canal” denotando de esta manera un conjunto de relaciones funcionales que marcan la interacción entre la modernidad urbana y el ambiente". (Vargas Lamprea, 2012, p. 79). Broadbent (1974, p. 129) menciona este nombre Neuque al hablar de la situación del Bogotá chibcha: “El hecho de que uno de los sectores de Bogotá se denominaba Neuque, parece sugerir la posibilidad de que la forma original fuese Neuquetá, la que el cronista (Simón) transformó en algo más fácil de etimologizar”.

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Q. de la carnicería Río Arzobispo Q. Tequendama Q. San Diego de Las Nieves Río Vicachá

______Mapa 1 Quebradas en Bogotá. (Carrasquilla Botero, 1989, p. 27).

Las tierras regadas por mi caudal, ubicadas al norte de Bogotá, fueron rápidamente repartidas en la Conquista, pasaron a manos de Pedro Núñez de Águila y Juan de Valencia a Pedro Vélez y los

30 capitanes Carlos de Molina y Luis de Colmenares, que finalmente le vendieron al arzobispo Fray Luis Zapata de Cárdenas11. Y fue por ese dueño y señor que la gente me empezó a relacionar con el nombre de Arzobispo.12

El arzobispo Zapata de Cárdenas dio varias vueltas antes de establecerse en Santa Fe de Bogotá. Nació en Llerena, Extremadura (España), donde inició su camino religioso como franciscano. En 1560 pasó por Perú, donde fue comisario y nueve años después, el rey Felipe II lo envió a Cartagena de Indias, pero en vista de la muerte del obispo de Santa Fe, el rey le otorgó el arzobispado de Santa Fe de Bogotá, en 1573.13

Mirando al sur estaba Vicachá pero entre los dos estaba el territorio de Las Nieves. Fue donde el arzobispo fundó la parroquia de Nuestra Señora de Las Nieves, y hacia el sur del río San Agustín la de Santa Bárbara en 1585. Los que llegaron después de Quesada a continuar la toma de estas tierras, seguían las ordenanzas de las leyes de los Reinos de Indias de poblar cerca del agua y establecerse en las mejores tierras: “Los sytios y plantas de los pueblos se elijan en parte adonde tengan el agua çerca y que se pueda deribar para mejor se aprovechar della”14. También “Fray Pedro Simón y Lucas Fernández hacen énfasis en el agua como determinante de la elección del lugar”15.

Cuando el arzobispo desembarcó en estas tierras traía consigo una cabeza de mujer, pero no para deshacerse de ella en mis aguas, como lo harían con personas y otras partes de cuerpos siglos después, sino para invocar como patrona de la ciudad su protección para estas tierras. Desde la llegada de los conquistadores se sufrieron pestes, heladas, temblores y plagas. La santa cabeza, que estuvo en los hombros de Isabel de Hungría, luego canonizada, no solo no nos protegió de

11 Serna y Gómez (2011, p. 45). 12 La otra versión del nombre del río Arzobispo afirma que el nombre se debe al arzobispo Caballero y Góngora. Comité Promejora del canal de la ronda del río Arzobispo (2008). Sin embargo, parece más fidedigna la versión más difundida porque fue en esa época que rebautizaron muchos ríos y de la investigación adelantada por Serna y Gómez (2011) se derivan hechos factuales de mayor peso para confirmarla. 13 Rodríguez Freyle (1638). 14 (sic) Felipe II (1573). 15 Rodríguez G. (dir. investigación) (2003) p. 40.

31 esos males, sino que presenció el comienzo de otras muchas desgracias desde la caja de plata en la que la guardó el arzobispo.16

El otro tesoro que traía en su equipaje además de la reliquia de la santa era un catecismo, conocido como el Catecismo de Fray Luis Zapata, 17 que más allá de un mecanismo de conversión religiosa, sería una herramienta de disciplinamiento para los indígenas de esta parte del territorio del Nuevo Reino de Granada.18 Este catecismo era un manuscrito redactado por el arzobispo, el mismo año de su llegada, que contenía la forma en que debían proceder los sacerdotes en su misión evangelizadora. Fue copiado a mano, de un sacerdote a otro, para arrastrar, enlodar y finalmente desaparecer muchos significados y comportamientos del pueblo muisca. Similar a cuando los que bajábamos de los cerros y regábamos el valle de Bacatá, nos rebotábamos, nos desbordábamos, arrastrando piedras, árboles, cultivos y personas, hasta fundirnos con los otros ríos. Así mismo el catecismo arrastraba las costumbres .

Una de las indicaciones del catecismo consistió en armar parroquias con el fin de ubicar a los indígenas en pueblos, en lugar de caseríos sueltos y dispersos, lo que hizo más fácil el disciplinamiento y la conversión de los supuestamente salvajes. También ordenaba castigo para el que intentara hacer rancho aparte. Los ritos y santuarios debían ser a toda costa arrasados, y los que nadaran contra la corriente disciplinadora serían encerrados en celdas con barrotes que el

16 Rodríguez Freyle (1638). Vargas Lesmes (2007, pp. 157-158). 17 “CATECISMO EN QUE SE CONTIENEN REGLAS Y DOCUMENTOS PARA QUE LOS CURAS DE INDIOS LES ADMINISTREN LOS SANCTOS SACRAMENTOS. CON ADVERTENCIA PARA MEJOR ATRAELLOS AL CONOCIMIENTO DE NUESTRA SANCTA FE CATHOLICA, ―FECHAS Y ORDENADAS, EN ESTA CIUDAD DE SANTAFFE POR EL SEÑOR DON FRAY LUIS ÇAPATA DE CARDENAS, SEGUNDO ARÇOBISPO DESTE NUEVO REYNO DE GRANADA, Y PROMULGADAS A PRIMERO DE NOVIEMBRE DE 1576 AÑOS. (*) Según la transcripción hecha por J.M. Pacheco y publicada en Pacheco, J.M. En ECCLESIASTICA XAVERIANA VIII-IX (58-59), pp.163-166; 176-181. El. P. Pacheco precisa que la edición fue hecha de una copia de 1626 debida de Alonso Garzón de Tahuste, copia que se encuentra en el Archivo del Colegio de San Bartolomé de Bogotá.” Constituciones (1985). 18 Mientras Marín Tamayo (2012) utiliza en su artículo la noción de disciplina y disciplinamiento para ahondar en la relación de control existente entre el clero y los indígenas y la subsecuente imposición de nuevas costumbres, en este trabajo se usa esa noción de disciplina y disciplinamiento para referirse a cómo el río Arzobispo fue disciplinado y transformado, en lo que podemos incluir la prohibición a los indígenas de vivir en sus riberas y a mantener los diversos rituales relacionados con el agua. Posteriormente en el s. XX este río terminaría siendo canalizado entre paredes de ladrillo en línea recta continuando con ese proceso de disciplinamiento como cuerpo de agua.

32 mismo arzobispo ordenó construir.19 Y así llegó el catecismo del arzobispo a perfeccionar la vida de los indígenas porque había que salvarlos a toda costa.

¿O tal vez condenarlos?

El disciplinamiento a través del catecismo se ejerció sobre el pueblo muisca porque era necesario librarlos de la condena. Fray Luis Zapata, reconocido como “gran perseguidor de ídolos y santuarios”20, continuaba con el trabajo que había empezado su antecesor, el arzobispo Fray Juan de los Barrios y de esta manera el significado del agua para los muiscas así como sus prácticas eran arrasados por la corriente catequizadora. El castigo en los cuerpos de los indígenas se aplicaba al que se resistiera al disciplinamiento. Los cuerpos de agua no fuimos ajenos a este castigo, también seríamos disciplinados: “En el s. XX este río terminaría siendo canalizado entre paredes de ladrillo en línea recta continuando con ese proceso de disciplinamiento como cuerpo de agua transformación / metamorfosis / cambio”21.

Ese Teusaquillo como llamaban los indígenas de la laguna gigante, hogar del pez guamuhyca conocido después como capitán, a lo que fue Bogotá, que se extendía hasta Vicachá, se fue secando para construir cuatro siglos después los barrios: Nicolás de Federmán, la Esmeralda, Galerías y Pablo Sexto, que también fueron parte de mi territorio.22

III.2. Suex Por la época del arzobispo cada vez venían menos mujeres al río, tal vez por eso recuerdo cuando llegó Suex. Ella era indígena, del pueblo muisca. Fue de las últimas mujeres que alcanzaron a escapar del disciplinamiento. Un día Suex se me fue acercando. Como vivía cerca en la zona de Teusaquillo, salió por el camino de la sal que llevaba hasta Usaquén, Zipaquirá y Tunja. Apenas llegó al borde caminó por la rivera bajo los árboles hasta donde comenzaba la pendiente del

19 “Con base en el principio de que sin castigo no se puede remediar los vicios, el arzobispo ordenó la construcción en cada doctrina de una prisión con celdas” (la nota al pie 48 cita a Zapata de Cárdenas. Catecismo de fray […], cap. VIII. De las prisiones. Manuscrito BPRM, fol. 267r.” (Marín Tamayo, 2012, p. 14). 20 Rodríguez Freyle (1638). 21 Serna y Gómez (2011). 22 Rodríguez G. (dir. investigación) (2003) p. 61.

33 monte por donde baja mi corriente. Venía sola con la barriga inflada, estuvo apenas unos momentos metiendo los pies entre mis aguas, hasta que los dolores de parto le indicaron que era el momento de entrar a una parte más profunda.

Se ubicó entre piedras donde el agua hace pozo, se acurrucó y en esa posición pujó y pujó, hasta que alumbró a una niña.23 Al sacarla del agua escuché su llanto que se mezclaba con el golpe de mi flujo contra las piedras y con los sonidos de pájaros, el croar de las ranas y el ulular del viento. Suex contempló la niña por unos segundos, la besó y después del primer arrullo, cortó el ombligo y luego se bañaron juntas. Limpié a la madre y a la niña, igual que lo hice con la madre de Suex cuando nació, y con su abuela y su bisabuela, su familia y todos sus antepasados.

La niña se durmió después de mamar. Suex empapó un trozo de tela con leche como se hacía en los partos, lo enrolló, lo apretó, y lo arrojó al río. Sus hermanos estaban atentos al momento en que entrara al agua el rodillo, para arrojarse nadando hasta agarrarlo de nuevo. El rollo no se había deshecho, ni había sido revolcado por la corriente antes de ser agarrado por los hermanos: era la prueba premonitoria de la buena vida que tendría la niña. Esa nueva noticia daría inicio el festín de nacimiento, y varios invitados al festejo hicieron su ofrenda a la diosa Sué (agua), cortando cabellos del niño y arrojándomelos.24

Suex venía al río frecuentemente, era algo que le gustaba, con la múcura encima para llevar agua, y naturalmente también vino cuando dio a luz y en el ritual de pubertad, siempre venía. Mucho más cuando empezó el disciplinamiento. Se escabullía al ver llegar el séquito del arzobispo para el responsorial, ese interrogatorio para confesar sus nexos diabólicos con el agua.25

Uno de esos días de arrullos, besos y alegrías a la niña, mientras la mantenía en el pecho, fijó su mirada al piso justo donde el agua lame el borde y vio una rana verde con el lomo bordado de

23 Respecto a los partos de los muiscas en el río, Patiño (1990) habla sobre las costumbres higiénicas de los indígenas y cita al cronista Fray Pedro Simón: “No se han hallado parteras en esta tierra, porque no son menester. Antes cuando van a parir, huyen si pueden de la gente y se van a esconder cerca de un río, para en pariendo entrarse en él a lavarse con su parto” (Simón, 1981-1982, I, 157; III, 399). 24 Rodríguez G. (dir. investigación) (2003) p. 40. 25 Rodríguez G. (dir. investigación) (2003) p. 54. cita también a Pedro Simón respecto a los ritos con el agua y su connotación diabólica para los conquistadores. Mientras que no debemos olvidar que esta relación pecaminosa con el agua, según el Catecismo de Fray Luis Zapata, obligaba a la confesión.

34 pepitas blancas cerca a los dedos de sus pies. La ranita la miraba fijamente con sus ojos gigantes. Se contemplaron por unos minutos con calma. Sin perder la concentración y escuchando con tranquilidad los sonidos del agua, el viento y el de otras ranas escondidas que croaban con fuerza. Hasta que la rana se fue poniendo en posición de salto como si le fuera a brincar encima a ella o a la niña. Entonces sintió temor. Envolvió a la niña en la tela y la protegió con sus brazos, se puso de pie y bajó hacía el caserío bordeando el río. Las otras ranas en mi orilla también se situaron en posición de salto y miraron a Suex a medida que se alejaba.

Cuando la rana se pone en posición de salto es un indicio premonitorio de lluvias o aguaceros y era lo que quería evitar Suex, por eso quería cubrir a la niña con el calor de su cuerpo. En aquel entonces nunca me imaginé que la rana se iba a extinguir de mis orillas y que su recuerdo solo quedaría en la marca del Acueducto de Bogotá siglos después. Lo que significaba la rana para el pueblo de Suex, se lo fue llevando un torrente turbio de disciplinamiento que arrastraba a su paso la forma en que el pueblo se había relacionado con el agua durante siglos. La rana anunciaba algo según su posición: si estaba recogida significaba que venía la sequía, si estaba extendida significaba "felicidad en los bienes de las cosechas y los bienes de la casa, el croar de las ranas les anunciaba la cercanía de las lluvias necesarias para los cultivos”.26

Cuando dio a luz no era la primera vez que la indígena había venido con solemnidad. Un año antes cuando le vino su período por primera vez, la vi llegar por el camino de la sal. Sabía que había estado tapada por seis días bajo una manta. Vino en medio de dos hileras de hombres jóvenes, como era costumbre en la entrada a la pubertad. Entró en el agua y rindiendo culto a la fecundidad se bañó. Entonces estuvo lista.27 Luego la bautizaron sin cambiarle el nombre como hicieron conmigo, sino agregándole un prefijo, el de “daipape", que equivale al de “doña”; al volver a casa realizaron la fiesta de la .28

26 Rodríguez G. (dir. investigación) (2003) p. 51. 27 Rodríguez G. (dir. investigación) (2003) pp. 40-41. 28 Los muiscas se emborrachaban con chicha “hecha de maíz molido y fermentado” buscando “ánimo y alegría”. “Organizábamos fiestas cada vez que nacía un niño en el pueblo. Festejábamos con cantos y bailes las buenas cosechas y las victorias de nuestros guerreros. Nunca faltaban los músicos ni la chicha, hecha de maíz molido y fermentado que nos daba ánimo y alegría.” ver: Calvi y Giraldo (s.f.). Y Rodríguez G. (dir. investigación) (2003) p. 41.

35 A Suex le predicaron en su idioma porque Fray Bernardo Lugo se tomó la tarea de traducir el catecismo a la lengua chibcha. Una parte del catecismo tenía las preguntas “¿Habéis adorado en las lagunas? ¿Habéis ofrecido al santuario mantas chibchas, pepitas de algodón, esmeraldas, oro, monque, y cuantas otras cosas?”.29 Los estudios de Fray Bernardo Lugo serían luego material de estudio de las lenguas chibchas y el Instituto de Lenguas de la Facultad de Filología de la Universidad Santo Tomás lleva hoy su nombre.

La catequesis tuvo su confesionario y se enseñó preguntando.30 Su objetivo era salvarlos a toda costa, y confesaban si habían pecado adorándonos a los ríos. Leyendas, ritos, ofrendas o actos relacionados con el agua tuvieron que desaparecer, eso era del diablo. Parte del disciplinamiento consistió en cortar con el agua.31 El Catecismo de Fray Luis no era muy diferente a otros catecismos, era la guía que debían aplicar los sacerdotes a su cargo, para que los perdidos pudieran encontrar salvación, y obrar en rectitud. Eso incluía alejarse del agua y por esa razón se fue perdiendo ese vínculo, no solo con el agua, sin con lo que significaba. Así comenzó mi transformación y la del pueblo de Suex.

A los pocos días de nacida la niña ya no encontré a su hermana. Llegaron varios hombres armados que venían de la zona de Vicachá, alcanzaron mi orilla tomando la ruta de la sal. Bajaron unos pocos kilómetros y me bordearon para llegar hasta Teusaquillo. Recogieron varios indígenas y los formaron a todos en un plano. Se los llevaron, entre ellos a su hermana menor, la única que le quedaba. Sus padres y hermanos mayores ya habían sido entregados a un encomendero32 años atrás. Para la corona que reinaba desde España en estas tierras, ese era el título que llevaban los que por su posición privilegiada podían apropiarse de un grupo de indígenas para la explotación de minas, construcciones, cultivos y todo lo que fuera voluntad del encomendero.

29 Rodríguez G. (dir. investigación) (2003) p. 38. 30 Rodríguez G. (dir. investigación) (2003) p. 38. 31 Rodríguez G. (dir. investigación) (2003) p. 52. 32 “La encomienda era una institución compleja que comportaba simultáneamente aspectos políticos, jurídicos y económicos. Como instrumento político, la encomienda sirvió para sustituir el poder de las jerarquías aborígenes por el de los conquistadores europeos.” Colmenares (1987).

36 Desde que agarraron a su hermana Suati, ocho días atrás, la angustia no la abandonó. Suex se fue hasta el patíbulo, donde sabía que el licenciado Alonzo Pérez de Salazar33 mandaba ejecutar y castigar a los indígenas que se portaran mal. Así le decían, licenciado, quizás por la licencia que tenía para matar. Ahorcó y castigó a cientos de indígenas. Pero también le decían oidor, eso si lo sé, era las orejas del rey de España en estas tierras.

El que infringía la ley, llegaba finalmente a la justicia del oidor, que ordenaba su ajusticiamiento en el patíbulo de la plaza central, hoy plaza de Bolívar, ahí mismo donde masacraban se inició la primera pila de agua, "el mono de la pila” con el agua de alguno de mis hermanos, de pronto el Vicachá.

Suex al salir de la plaza central caminó por diferentes calles. Preguntó a los indígenas que trabajaban cargando piedra para la construcción de puentes y casas, pero no obtuvo respuesta. Había preguntado también varias veces en otros caseríos si sabían algo.

Empezó a escuchar a lo lejos una algarabía. El ruido de una muchedumbre que se dirigía a la plaza central. Sintió alegría porque ahí debería estar su hermana. Se sintió esperanzada. Debían ser cientos de indígenas levantándose y marchando hacia la plaza. Empezó a caminar rumbo al bullicio, estaba a unas tres calles, apretó el paso con su niña en la espalda.

¿Estaría su hermana? Si era una desobediencia a la disciplina, el licenciado los mataría a todos. ¿Acaso estaba poniendo en riesgo a la niña?

Se quedó paralizada por unos segundos, pensando en la niña. Quería salir corriendo. Y parecía que el bullicio la persiguiera. Todavía le rondaban las historias de la carnicería desatada en los pueblos que se opusieron a la llegada de los españoles.

Cuando los vio doblar un frío le recorrió la piel. Los que venían en tumulto hacia ella eran los blancos y criollos que habitaban entre el Vicachá y el San Agustín.

33 Para Rodríguez Freyle (1638) un héroe.

37 Suex se apretó la niña a la espalda, cogió camino y se alejó rápido, pero siguió preguntando por Suati. En el cruce con otros indígenas no encontró rastros de ella, pero se enteró que el motivo del pleito y el bullicio de las personas a su paso era por el agua.

Ella estaba presenciando la primera movilización que se conociera en la historia de Bogotá para pedir agua. Los marchantes también se manifestaban porque el lugar de la pila, si se aprobaba, sería donde ahorcaban, degollaban y torturaban a los indisciplinados.34

Esos residentes criollos bogotanos encabezados por el capitán Juan de Almanza solicitaban la primera fuente de agua de la ciudad. Como quedaría registrado en un memorial firmado de primeras por el mismo Almanza el 12 de agosto de 1583. La respuesta y construcción de la pila empezaría hasta el 15 de julio de 1584. De ahí se abastecerían los propietarios de casas cercanas. De esa primera fuente saldría el refrán popular “a quejarse al mono de la pila”. Al parecer el mono es por el cabello y piel que representa la oficialidad que construyo la pila en la época, y ante quienes realizar cualquier queja resultaba en vano.35

Yo surtí la cuarta pila que hubo en la ciudad que fue colocada en la plaza de Las Nieves, actualmente en la carrera Séptima con calle 20. La petición la hizo en 1665 el mismo párroco Francisco Cuadrado de Solanilla, junto a algunos parroquianos. Tenían razón, ya no era seguro para las mujeres pegarse el viaje hasta acá, ni a otros sitios para abastecerse de agua, porque eran ellas las de esa misión. Ese fue uno de los argumentos para mover mi curso hacia esa dirección.36

Empecé a ver cómo me extraían el agua y la conducían por un canal a la pila de las Nieves ¡yo tenía mucha agua!, ¡suficiente agua!, y si había sido para el consumo no veía problema en que siguiera siendo así. Luego los curas franciscanos de la recoleta de San Diego, fundada en 1606, también canalizaban mi agua. Ese punto de la ciudad fue utilizado para redireccionar mi agua y así abastecer el acueducto de San Victorino en 1801. Lo que no me imaginaba es que ese era solo el comienzo de una gran transformación. Ya nadie iría por mi agua a los pozos que se arman en

34 Rodríguez G. (dir. investigación) (2003) p. 69. 35 Ortiz Castro (2014) pp. 28-37. 36 Rodríguez G. (dir. investigación) (2003) pp. 82-83.

38 mis meandros porque estos se acabaron. Como el agua potable. Y nuestro disciplinamiento no estaría marcado solo por romper el significado sagrado y sus prácticas para el pueblo muisca.

Qué me iba a imaginar en ese momento que tras unos siglos, nuestra agua sería casi exterminada, y que vendrían días en que no correría ni una gota de agua por mi lecho. Menos me iba a imaginar que sería disciplinado, puesto en línea recta entre dos muros de ladrillo y cemento, enterrado en algunos puntos. Pero para llegar hasta ese punto hubo un comienzo, un primer encauzamiento y es el que ahora intento entender, reconstruyendo este pedazo de historia.

Suex seguía saliendo de la aldea bordeándome hasta la calle Real y de ahí en adelante solo se detenía cuando la niña pedía comida. Su camino se había convertido en el mismo que terminaba en la plaza Central, sitio de la picota pública y donde ahora construían la primera pila de la ciudad.

Ese día la noticia le llegó fácil, de casa en casa y de servidumbre en servidumbre, corrió la voz de la captura de dos hombres blancos, por el robo de una indígena a otro hombre blanco. Los ladrones fueron apresados y el cuerpo del delito permaneció en custodia mientras lo reclamaba su propietario.

El licenciado Salazar que había instalado corregidores en los pueblos indígenas que se fueron conformando bajo la catequesis del arzobispo Zapata no solo desorejó y desnarigó unos veinte mil de ellos37, sino que también podría poner en el patíbulo a este par de prisioneros.

Se trataba de los dos soldados hidalgos Bolaños y Sayabedra38 que estando de paso por el pueblo de Simijaca fueron hospedados en una posada. Pagaron al hospedero su hospitalidad llevándose a una india de su servidumbre. El alguacil de la zona recibió la queja e intentó hacerle frente a los ladrones, para recuperarle la propiedad al hospedero pero fue herido en la cara por la espada de

37 “Precisamente el oidor Alonso Pérez de Salazar, que fue el principal impulsador de la pila, había hecho espantable gala de crueldad al desorejar y desnarigar a más de 2.000 infelices en el mencionado rollo”. (Vargas Lesmes, 2007). 38 Toda la historia de estos dos personajes, ocurrió tal cual y es narrada por Rodríguez Freyle (1638). Así como los personajes que con estos se cruzan. En efecto se robaron una india y a partir de esa historia creo el personaje de Suati, la hermana de Suex.

39 Sayabedra. Ante la queja del alguacil, el licenciado mandó a dar captura de los ladrones y ahora tendrían que pagar, les esperaba la ignominia de la plaza pública.

Ese otro gran poder, que estaba siempre al tanto de ejecuciones, condenas y castigos, en cabeza del arzobispo Fray Luis Zapata, entró a mediar, pero no para que quedara libre la india, sino para que este par de blancos no terminaran degollados, tal vez por no ser indios. Eso era suficiente para ser su abogado e interceder ante el licenciado Salazar por la vida de este par.

Incluso alcanzó a dar a la corona dos esclavos y también cinco mil pesos en oro. Para comprarles el perdón. Pero el licenciado Salazar no transigió y se empecinó en degollarlos.

La noticia de los dos capturados con todos sus detalles recorrió calles y tiendas de chicha hasta llegar a los oídos de Suex. La ubicación y señas de la indígena que se cargara Sayabedra en su caballo también le llegó. Pero sin que nadie se lo dijera, Suex ya sabía en sus adentros que la que estaba en custodia del Arzobispo era Suati. Y aunque se plantó en las puertas del arzobispado, ubicado en la misma plaza mayor, fue imposible que el jerarca de la Iglesia la atendiera.

Se instaló en la entrada del palacio arzobispal por largos días, hasta que el prelado cruzó la puerta en dirección a la plaza. Arrodillada y con la cabeza gacha se atrevió a decir:

― ¡Señor Arzobispo! ¡Santo Padre! tenga la misericordia de escucharme.

El prelado la miró extrañado. Ni siquiera los indios de su servidumbre personal se atrevían a dirigirle palabra. Los criados que lo acompañaban procedieron a retirarla del camino, pero ella forcejeó con insistencia.

― ¡Su excelencia tenga misericordia de escucharme!

El prelado no abrió la boca, pero su mirada se clavó en ella con curiosidad, su gesto era suficiente para que los criados entendieran que iba a escuchar. No por misericordia claro, solo le causaba intriga el atrevimiento de la india.

― Sé que tiene a mi hermana, era la que llevaban los dos capturados, le ruego su señoría poder verla. Llevo buscándola cada día desde que se la llevaron.

40 El dignatario siguió inamovible observándola y ante su silencio, Suex se atrevió a parársele, levantó la cabeza y sus miradas se estrellaron. Vio en ese hombre todo el menosprecio por ella, por su hermana, por su pueblo y por todas sus creencias.

Sin chistar, el arzobispo siguió su camino, y Suex quedó con la sangre hirviendo, viendo cómo el personaje que mantenía a su hermana se alejaba sin respuesta. Podría haber sido cualquier arzobispo, pero fue Fray Luis Zapata de Cárdenas. El de Extramadura, el mismo del catecismo que se transcribía de sacerdote en sacerdote, el que practicaba con placer la caza del venado, el que sacó a Suex y a los suyos de caseríos para aglutinarlos en poblados y hacer más fácil el disciplinamiento. El que trajo la cabeza de Santa Isabel de Hungría. El que cumplía las ordenanzas de la Corona de poblar cerca al agua, en las mejores tierras, donde yo me encontraba. Ese mismo y ningún otro es por el que me llaman Arzobispo.

El domingo no había nadie en las casas. Todos querían la primera fila para el programa del día. Ver el degollamiento de los dos hidalgos. La plebe y los esclavos también fueron a la plaza. Los españoles y sus hijos en puestos preferenciales y platea. El resto donde se pudieran amontonar porque también tenían derecho al espectáculo. O quizás los sacaban para que les quedara claro que también podrían llegar a protagonizar un espectáculo así, si se portaban mal. Que no quedara duda quién tenía el poder. Y entre esos fue sacada Suati, la hermana de Suex, de la custodia arzobispal para mirar el espectáculo.

Llegó primero Sayalabedra, el de la iniciativa de llevarse la india y subirla a su caballo. Ya amarrado y dispuesto en la tarima lo esperaban el verdugo y el arzobispo. Se arrodilló para besar el anillo del santo jerarca. Escuchó el rezo y pronunció el respectivo responsorial. A partir de ese momento tenía el sello para poder pasar al cielo después de ser degollado. Fin del primer acto.

Luego de un breve intermedio Bolaños se alistó para el segundo tiempo.

La hermana de Suex, Suati, sabía que no los ajusticiaban por haberla robado y violado. El pecado que pagaban era haber quitado la propiedad a otro hidalgo y cortado la cara del alguacil que intentó recuperar el bien a su dueño. “Bien hecho, solo falta colgar al posadero, y al mismo arzobispo, pero ya les llegará su hora”. Pensó Suati.

41 Las dos hermanas aprovecharon el desorden del intermedio en la función para buscarse en la distancia y se encontraron. Hubieran querido abrazarse, pero tenían que represar la emoción. La hermana de Suex se encontraba acompañada por la servidumbre del arzobispo, no podía levantar sospechas.

Mientras las hermanas se comunicaban con los ojos, Bolaños entró a la escena, y dio inicio al segundo acto. La audiencia atenta no perdió de vista al reo que desfilaba por la calle Real camino a la plaza.

No hubo otro momento para huir, las dos hermanas se entendieron muy bien por señas aún en la distancia. Cada una por su lado se encaminó a la parte alta de la ciudad, hacia el oriente. Salieron con la mayor prudencia, mientras el público observaba la obra.

El encuentro tuvo lugar donde termina la ciudad y empieza la montaña. Las dos indígenas y la niña se abrazaron envueltas en llanto. Querían fundirse en el abrazo pero tenían que huir antes de que terminara la ejecución y notaran su ausencia.

Bordearon la falda de la montaña, y huyeron hasta encontrar mi cauce. Me bordearon, hasta la parte alta y más tupida de árboles, donde no solían subir ni los cazadores. Ahí a mi lado hicieron un refugio. En el agua nadaba un pez capitán. Y había tubérculos, frutos y hierbas de la montaña. Pero lo más importante era que se tenían la una a la otra.

A mi tocayo lo vi muchas veces venir tras el venado. Se juntaba con otros cazadores y como buen conocedor de ese deporte, sabía que un buen sitio para encontrar al animalito era cerca al agua.

Pero 6 años después de la muerte de los dos hidalgos que intentara defender, sería presa de su propio juego. Sí: ¡fue cazado!

Ese día que ya terminaba, los cazadores se aprestaban para volver con sus trofeos. Pero no vieron al prelado porque se había perdido persiguiendo un venado herido. Intentaron encontrarlo durante un rato pero fue en vano, la neblina que se levantaba de los ríos, humedales y quebradas, no dejaba ver a más de un metro de distancia. El ocaso dificultó aún más la misión, y tocó buscarlo hasta el otro día. Los frailejones que había en la sabana, fueron los testigos de esa larga noche de

42 frío y humedad que lo envolvieron. Cuando lo encontraron solo sobrevivió unos pocos días más, se despidió entre fiebre y calofríos muriendo el 24 de enero de 1590.39

De él me quedó su nombre, que marcó el comienzo de mi transformación.

Personajes creados:

Suex, indígena.

Suati, Hermana de Suex.

Personajes históricos reales:

Fray Luis Zapata de Cárdenas, segundo Arzobispo del nuevo reino de granada.

Alonso Pérez de Salazar, Oidor y Licenciado de la corona.

Sayalabedra, soldado.

Bolaños, soldado.

Hospedero.

Juan de Almanza, Capitán.

Indígena raptada al hospedero.

39 La muerte del Arzobispo Zapata ocurrió en efecto como la relata el río y se encuentra consignada en Rodríguez Freyle (1638).

43 IV. CAPITULO TRES: EL HABITANTE

IV.1. Ciudadela Los rotularon como desechables porque así los veían y los sentían la gente entre comillas bien, como algo que se debe limpiar, esconder, desinfectar y poner lo más lejos posible. Algo para botar en algún basurero o caño. Aunque los rebautizaron habitantes de calle, con la intención políticamente correcta de reconocerlos como los ciudadanos que también son, seguían siendo un desecho para los otros habitantes de la ciudad. Y apestan así como yo apesto muchas veces.

Aunque andan dispersos por la ciudad, muchos de estos hombres y mujeres tenían o tuvieron como domicilio la gran Ciudadela Bazuco, conocida también como la Calle del Cartucho que fue destruida, en medio de fuertes protestas, disturbios y muertes en el 2000 para construir luego el parque Tercer Milenio por el que después de 13 años no es tan seguro pasar. Unos “desechables” se regaron por la ciudad y se mudaron a Ciudadela Bazuco etapa 2, también llegó a ser destruida, y es conocida como calle del Bronx, existía desde antes pero recibió a los habitantes de Ciudadela Bazuco.40

Ciudadela Bazuco etapas 1 y 2, conocidas como Cartucho y Bronx respectivamente, y otras pequeñas que se engendran rápidamente cuando las otras son destruidas, tienen vigilancia, códigos estrictos de control y también conexiones de todo tipo con la ley. Allí se brinda seguridad a sus habitantes. A Ciudadela no va a entrar así no más la policía a ensañarse con ellos, a agarrarlos a patadas, y a bolillo limpio hasta reventarlos. No va a entrar un grupo de limpieza para subirlos a vehículos de ventanas de vidrios polarizados y llantas anchas para botarlos en un río así como así. No los van a esposar de una moto o una camioneta arrastrándolos hasta desgarrarlos y quebrarlos. Y tampoco les van a echar gasolina mientras están dormidos para luego prenderles fuego. Ni van a ser mercancía exprés para que estudiantes de las facultades de medicina hagan sus prácticas. Por lo menos no va a ser tan fácil que la muerte les caiga de esa

40 En Testigo de las ruinas “se hace una referencia desde lo estético que "reúne en un dispositivo de cuatro pantallas en movimiento, las imágenes, los testimonios y los relatos de antiguos habitantes del barrio Santa Inés-El Cartucho antes, durante y después de su desaparición, y de la aparición de un no-lugar, el parque Tercer Milenio” Mapa Teatro (2005).

44 forma, porque esos habitantes de la gran Ciudadela 1 y que luego se mudaron a Ciudadela 2, ya estaban muertos. Son zombis urbanos.

En esos sitios de los que hablo no entraba la policía sino para hacer grandes operativos, de impacto mediático. Antes de entrar la autoridad, los capos ya estaban avisados y salían de ciudadela por un par de días. Mientras que los negocios del bazuco, llamados ganchos: gancho amarillo, gancho delfín, gancho homero, gancho esto o lo otro, dejaban contada la cantidad de alucinógenos y una que otra arma, corotos robados y cualquier idiota para servir de chivo expiatorio, de forma que el alto comandante de la policía metropolitana de Bogotá y el político de turno pudieran sacar pecho en las pantallas de tv en los noticieros de horario triple A.41

El alto comandante y el político no lucían entonces como los habitantes de Ciudadela aunque compartieran un mismo territorio. Sus oficinas estaban ubicadas a pocas calles de allí. Tampoco se drogaban de la misma manera que sus habitantes. Pero la pantalla era su pipa y el poder su bazuco. Por ese tipo de bazuco, muchos como ellos, han mentido, robado, manipulado, sobornado, amenazado, conspirado y hasta matado o mandado matar, tanto o más que cualquier habitante de Ciudadela Bazuco. La gente que los veía en pantalla los elegía y reelegía, aunque renegaran de ellos y supieran muy para sus adentros que gente de esa calaña era una porquería, lo guardaban muy en silencio, porque en el fondo querían ser como ellos, vestir como ellos, hablar como ellos, ganar como ellos. Porque se supone que así es la gente bien, como ellos.42

Los que se fueron transformando al punto de ser llamados desechos, no eran solo los que habitaban con sus sombras en Ciudadela. Bajo tierra de ese conglomerado de casas de arquitectura republicana que en algún tiempo se conoció como el barrio residencial Santa Inés, pasaba otro dizque desecho. También excluido, olvidado, enterrado, abandonado, y completamente transformado en cloaca.

41 En Rafael Poveda TV, (21 de febrero de 2013). “El Bronx al desnudo: La caldera del diablo (Bogotá) - Parte 1" [Archivo de video] Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=Kr8odZ9vsqk el lector podrá ampliar la información sobre los operativos, la policía, y las relaciones económicas con los funcionarios públicos. 42 Sobre la corrupción en relación a este tema hay varias noticias de periódicos que han profundizado en los nexos entre altos oficiales de la policía de Bogotá y el Bronx, por ejemplo: “El coronel que está en la mira por vínculos con mafias del Bronx" (15 de junio de 2016) El Tiempo. Recuperado de http://www.eltiempo.com/bogota/investigacion-a-policias-por-corrupcion-en-el-bronx/16620496.

45 Ese que agonizaba en ese sepulcro subterráneo era Vicachá, nuestro hermano mayor. Al que rebautizaron San Francisco en la Colonia. En alguna época bajaba con su caudal imponente desde los cerros del oriente bogotano, tomaba la actual avenida Jiménez y al llegar a la carrera Décima se desviaba hacia el sur hasta fundir sus aguas con el San Agustín. Y finalmente quedó enterrado bajo Ciudadela I, aunque su sonido se escuchó por mucho tiempo en los sótanos de los inquilinatos de Santa Inés y en las ollas de bazuco ubicadas entre las carreras 10 y 12 y la calle Novena y Décima.43 Finalmente no quedó ni rastro cuando le construyeron el parque Tercer Milenio encima. Ese río que fue una de las principales de agua para abastecer la ciudad en la colonia, ese torrente imponente de los muiscas, suministro de agua y de peces, fue disciplinado, torturado y finalmente sepultado. Terminó siendo depósito de muertos y receptáculo de aguas negras de Ciudadela Bazuco, servidas por entre sótanos, tuberías y retretes.

De esa gran ciudadela, de esa gran sopa de gente de la calle en harapos, bazuqueros, prostitutas, jíbaros, hampones, moribundos, taquilleros, campaneros, peganteros, recicladores, familias desplazadas, personajes desesperanzados, a la que se le van sumando también gentes de cualquier profesión o estrato social, y que al comienzo solo van a mercar hasta que se van amañando; de esa sopa llegó un día Carangas a hacerme compañía donde confluye el Park Way con la calle 45, justo cuando se iba a iniciar la demolición de Ciudadela 2.

IV.2. Carangas Le decían Carangas por el animalito llamado caranga que se reproduce fácilmente en la suciedad y se pega a la piel humana viviendo de la sangre que chupa. Pero no le habían puesto ese apodo por mugriento, sabandija y chupasangre como pensé al comienzo. Me fijé cuando se bañó. Llevaba varios meses sin tocar el agua. Me di cuenta que daba albergue y comida a una cantidad de esos animalitos en toda su piel y en los pliegues y costuras de sus harapos. No era el único en las ciudadelas que servía de urbanización y alimento a los bichitos pero sí era el que tenía los más grandes, visibles y numerosos como lo mostraban sus ronchas. Por eso se ganó el nombre de el

43 Conversación personal con el antropólogo German Piffano (4 de marzo de 2016). Ver transcripción en el anexo 3.

46 Carangas y lo portaba con orgullo. Ya se había vuelto mítico en el Cartucho abriéndose el camino y ganándose el respeto de todos “a punta de chuzo”44, se sentía el más ñero de todos los ñeros*, y el más gamín de todos los gamines.

Carangas y sus hordas de caranguitas tenían que salir antes de la demolición de Ciudadela 2. Ya le había tocado el desalojo de Ciudadela 1, cuando al menos su cuerpo iba dejando atrás la infancia. Por eso decidió no quedarse hasta el final, como tantos otros habitantes de la ciudadela.

Llegó en la tarde, ubicó un espacio justo donde mis aguas entran al túnel debajo de la carrera 24 con calle 45. Por llevar tantos meses sin baño, el agua que se echó ese día no fue suficiente para quitarle los bichos, ¡ja! solo les quitó la sed, se dieron un chapuzón y siguieron en su guarida, succionándole a Carangas sus fluidos.

No han parado de succionarme los míos desde que me fueron convirtiendo en basurero, me sacaron las piedras, me cortaron los árboles y acabaron con mis ranas y peces.

El nuevo habitante solo pasaba una noche y se perdía por tres o cuatro hasta que se fue quedando. Y se estableció. Junto a mi lecho cocinaba, dormía, se bañaba, orinaba y cagaba. No solo pasaba el frío y el hambre de esa vida con bazuco, si no con marihuana, guarapo, y hasta con “vodka”, como algunos llamaban a la mezcla de alcohol de droguería con gaseosa de naranja o “ron” si la mezcla era con una aguas más negras que las mías, la Coca-Cola. También hacían ese revuelto con Frutiño, una mezcla instantánea en polvo para hacer una bebida de naranja o de piña. ¡En fín! Lo que tuviera que ver con alcohol antiséptico del que venden en la droguería lo llamaban chamber*. Cuando mi habitante no tenía gaseosa con qué mezclar ese alcohol, le echaba un poco de mi agua. Sería el único momento en que mi agua se purificaba al contacto con el antiséptico. El pegante también fue su compañero por bastantes días y noches, y me arrojaban sus cunchos en botellas y bolsas hasta que perdió mucha fuerza y lo desplazó alguien más poderoso, el bazuco.

44 Conversación personal con el antropólogo German Piffano el 4 de marzo de 2016. Ver transcripción en anexo 3.

47 ______Foto 4: Lentejas, sal, utensilios y fogata. Parche de la Finca, barrio Belalcázar. Foto: Juan Carlos Castillo (junio de 2016).

Yo tenía mi recorrido, él tenía los suyos. Los había cambiado varias veces. En el trayecto más corto que hacía, bajaba desde su guarida hacia el occidente, atravesaba el barrio Belalcázar y exactamente en la carrera 30, en el punto donde caigo al canal de Salitre, salía bordeando la carrera 30 por el andén. Lo hacía mirando bolsas y canecas para reciclar. No le gustaba seguir entre el canal del salitre, aunque ahí también la ciudad arroja todos esos personajes que no para de producir y que bien podrían contar historias de vida, parecidas a las de Carangas. Llegaba hasta el estadio El Campín ubicado a pocas calles de mi desembocadura. Hacía escala en la zona del palacio del colesterol, recogía lo que podía y andaba unas 10 calles más hasta la plaza de

48 mercado del barrio Siete de Agosto. En ese punto se devolvía por la misma ruta pero por la otra acera, recolectando también en canecas y bolsas de basura.

Cuando subía hacia el occidente bordeándome o caminando al lado del agua en mi lecho llegaba hasta el parque Nacional. Muy pocas veces siguió subiendo hasta la carrera Quinta, a pesar de que no olvidaba cuando siendo gamín se botaba por el tobogán que formaba el río justo unos metros abajo de esa carrera. En ese tiempo iba a divertirse en ese balneario y salía con unas cuantas monedas que le botaban. Pero hoy no le interesaba pasar de ese punto, el tobogán había desaparecido, el agua era muy escasa y a veces negra. En otras ocasiones lo que Carangas se encontraba era una sopa negra y espesa, producto de todo lo que me arrojaban.

No le interesaba bordearme hacia la loma, a pesar de que también podía ser refugio para uno que otro errante. Los de arriba del parque Nacional construían sus cambuches* con ramas caídas, y plásticos de la ciudad a falta del abrigo del túnel. Su colchón eran harapos, pajas, pedazos de costal y cobija raída. Recogían palos pequeños, medianos y grandes, así como pajas de pino, para hacer sus fogatas, calentarse y cocinar alguna paloma. El problema con sus fogatas a diferencia de las que hacía Carangas bajo el túnel de cemento, o al lado del agua, era que la candela con la que también cocinaban y se calentaban, fácilmente podía propagarse de paja en paja, de rama en rama, y de árbol en árbol hasta armar uno de los tantos incendios forestales de los cerros.

Parche

Cuando empezó la demolición de Ciudadela 2, el parche* de Carangas se negaba a salir del territorio y se mantuvo unos días en la plaza España, deambulando por la zona histórica de la ciudad, pero luego se fue encontrando con sus hermanos de calle en las rutas de reciclaje, y los fue llevando uno a uno a asentarse a mi lado, justo en las cercanías del túnel, más arriba del puente de la calle 45. Así fueron llegando Zabala con el que Carangas había migrado de Medellín cuando eran gamines buscando libertad y mejor vida. También Alfonsito y Llanero a quienes conoció en el Cartucho y Gardel que se les unió al final ya cuando se habían asentado en mi orilla. Los seguidores de Carangas no quisieron irse al río San Agustín, a donde migraron

49 algunos cientos, por cuentas pendientes por saldar con otros habitantes de Ciudadela bazuco 2 prefirieron buscar seguridad al lado de Carangas. Así se armó ese parche*.45

Carangas, aunque se le veía deambulando solo por la ciudad, siempre buscaba hacer parche, combo, gallada, o como se llame al instinto de arrejuntarse unos con otros para sobrevivir. Lo traía desde niño, desde gamín, porque le tocó nacer gamín. Y así sobrevivió y creció con otros como él. Antes de domiciliarse en Ciudadela Bazuco deambuló por las cavernas urbanas, aprendió que eran de paso, que nunca podría establecerse definitivamente en ninguna de ellas y que su vida era ser errabundo, buscando comida y refugio o algo que hiciera olvidar la escasez de las dos.

A lo largo de mi curso había otros parches* ya conformados y en mejores condiciones geográficas pero que defendían su territorio a punta de chuzo*. El parche* de la Finca, se llamaba así por quedar en una zona verde, un potrero al lado del río, justo arriba de la carrera 30, en el barrio Belalcázar. Estaba también el parche* de la Isla, llamado así porque es una desembocadura, en toda la carrera 30 donde el separador vial que está encima hace de porción de tierra rodeada de cemento, y por debajo rodeado por mis aguas. Es en ese punto exacto donde me fundo con el Canal del Salitre. Y río arriba y antes de llegar a la Caracas están los otros parches*: los Niches, y pasando la Caracas los Zorreros.46

La familia de Carangas era los otros ñeros*.

45 Carangas es un personaje de la vida real que llegó a comienzos de los noventas a rehabilitarse a Narcóticos Anónimos y llevó a los que conformaban su parche, que son los personajes mencionados en esta historia. Tanto Carangas como sus compañeros son mencionados en una publicación de Narcóticos Anónimos: “…la gente del cartucho llega al GRUPO CHICÓ. Jaimito “Carangas” uno de los líderes de la temida Calle del Cartucho también hizo su arribo a los grupos de Narcóticos Anónimos. Llegó en su zorra y con su inconfundible sombrero, parqueó y entró a una reunión. Carangas llevó consigo a otros personajes emblemáticos como Zabala y Lola, El comanche y el barbado”. (Corporación Nacional para el servicio de Narcóticos Anónimos de , 2013, p. 61). 46 Ver conversación personal con Mahecha. 20 de septiembre de 2016. Ver anexo 2. De los parches constituidos se hablará mas adelante en el cap. 4.

50 Zabala.

Llegó con Carangas procedente de Medellín a la edad de 9 años. Se vinieron colados en un camión. Los primeros días deambularon por las calles de la ciudad, se ubicaron un tiempo en el Parque Nacional. Zabala, él introvertido, nunca alcanzó la destreza de Carangas ni con el verbo ni con el chuzo, por eso era mejor estar a su sombra y echarse donde él se echara. Era langaruto, más que Carangas y más que todos los que habían pasado por acá. Caminaba con las piernas medio abiertas y encorvadas, parecía que tenía algún problema físico, que estuviera en un duelo de vaqueros. Pero nada de eso, fue adoptando esa postura para que no se le cayeran los pantalones, en momentos se los subía con una mano y nunca se preocupó por buscar lazo o cinta amarilla para amarrárselos. A diferencia de los otros habitantes tenía mujer, se llamaba Lola, también habitante del cartucho, que a pesar de su adicción también al bazuco buscaba recolectar en semáforos y poder dormir en pieza para que su hija de diez años que cargaba siempre no fuera a correr la suerte de todos.

Los dos parceros* cuando llegaron de gamines se establecieron en el Parque Nacional tuvieron su balneario con tobogán incluido y recibían unas monedas de la gente que iba sábados y Domingos al parque a verlos botarse por mis aguas. Se arrojaban en una bajada que parte desde la carrera 5 y llegaban casi hasta la carrera Séptima. Repetían una y otra vez la botada.47

Alfonsito.

De origen campesino huyó con padre y madre de Ataco (Tolima) para El Castillo (Meta). En donde solo pudieron durar unos pocos meses y terminar engrosar las filas de desplazados que llegan a Bogotá huyendo del conflicto armado. Con un puñado más de familias desplazadas intentando buscar sitio en barrios de invasión. Pero no les fue fácil, terminaban a merced del palo y los gases del desalojo. Después de varios intentos lograron establecerse en la parte alta del barrio guacamayas tercer sector, justo en la cima de la loma. Alfonsito llegó a Bogotá de 16

47 Varias vendedoras de frutas del barrio Pardo Rubio recuerdan que los niños se botaban por el agua cristalina del río y en un periódico El Tiempo de 1991, Pérez, Ruby Marcela. (22 de abril de 1991).

51 años. Sus dos hermanos mayores corrieron una suerte diferente, terminaron en las filas de la guerrilla que merodeaba por los lados del Castillo Meta. Y nunca volvió a tener noticia de ellos.

Alfonsito creció rápido. Con sus uno noventa de estatura, cuerpo y cara de boxeador cargaba bultos en la plaza de mercado de Paloquemao en la carrera 19. Por un par de años fue el soporte de sus padres. Los otros cargadores de bultos le presentaron la bareta*. Ese fue solo un puente para el bazuco que lo arrastró a vivir a Ciudadela.

Desde el pueblo ya se le paraba a cualquiera machete en mano. Lo demostró varias veces en ciudadela y así se le abrieron las puertas a la hermandad de los Carangas y Zabalas. Hermanos de calle.

Después del desalojo Alfonsito arrimaba a veces al cambuche* y junto al río pasaba una noche, solía llegar con regalos para el combo, los fumaban, olían y bebían esa noche y luego se perdía unos días.

El Llanero

En su currículo estaba haber sido campanero en el callejón de la muerte, el de la calle Octava con carrera 12A en la Ciudadela 1. Era hijo de inmigrantes del Llano que se instalaron en el Cartucho cuando él apenas era un pelado. Creció siendo testigo del día a día de Ciudadela. En el callejón de la muerte48, dominado por la banda de los llaneros ,eran más comunes los tiroteos y asesinatos que en cualquier otra calle de ciudadela. El Llanero nunca llegó a estar en harapos y costal como los del parche de Carangas. Su indigencia estaba en el alma, no por fuera. Su afición a la pipa hizo que poco a poco fuera perdiendo la capacidad de alerta, de sospecha y de identificar a los infiltrados de ollas enemigas o de la policía. Si no hubiera sido de la familia que dominaba la calle lo hubieran matado, -porque en ese callejón lo que ya no sirve que no estorbe - pero entregó el puesto y empezó a andar con Carangas y sus parces* que se mantenían en la olla donde él campaneaba.

48 Morris y Garzón (2010).

52 Gardel

Carangas cantaba estrofas de algunos tangos. Los escuchó en sus primeros años de vida en Medellín. Cuando llegó a Bogotá como gamín, de todas las puertas a las que arrimó en el retaque*, se amañó más por el café San Moritz, que funcionaba desde 1937, en la calle 16 debajo de la carrera Séptima. En ese cafetín congelado en el tiempo sus melodías se asomaban a la puerta y podían venir acompañadas de una limosna.

A la luz de la luna, recostados en mis “playas” ribereñas y tomándose unos chamberlanes*, o rones como los llamaban los de la gallada por ser mezcla de alcohol de droguería con gaseosa negra, fue cuando Zabala le dijo a Carangas:

— Cántese el tango ñero

Carangas no se hizo de rogar y arrancó:

Si arrastré por este mundo la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser (…)

y mientras cantaba la melodía, el perro que recién pasaba sus primeros días con la gallada, empezó a ladrarle a algo que solo él veía reflejada en el agua. Carangas continuó cantando:

Si crucé por los caminos como un paria que el destino se empeñó en deshacer (…)

El aullido agudo del perro no dejó cantar más a Carangas, como si conociera el tango. Ese día el perro quedó bautizado Gardel. Celebración con tangos y aquel brebaje de gaseosa oscura sin gas revuelta con alcohol para curar heridas.

53 Desde la zona de la Javeriana, y del Parque Nacional hasta donde desemboco al canal del Salitre sacan los perros finos a cagar y a mear. Y adivinen dónde hacen sus necesidades. Mis orillas son el cagadero de casi todos ellos. Siguiendo con su olfato las marcas que dejan en mi ronda esos canes de pedigrí, cuyos dueños habitan las casas y apartamentos de mi ronda, llegó Gardel, de no se sabe dónde, y así como Carangas, tampoco hasta cuándo.

Carangas no recordaba de donde venía, tenía vagos recuerdos desde sus 6 años, aunque lo normal es tener recuerdos desde los 3 o 4. Para él era mejor haber borrado esos primeros años y solo mencionaba desde cuando arrancaron como gamines, colados en un camión con Zabala desde Medellín a Bogotá, buscando un mejor futuro. El chandoso* también buscó los alrededores del agua como parche. Así crecieron las grandes ciudades, con gentes que se establecieron alrededor de los ríos. Bogotá alrededor del Vicachá, Medellín al lado del río Medellín; Honda, Girardot, Barrancabermeja y Mompox, en torno al río Magdalena y así casi todas las grandes ciudades del mundo: Bombay, Tokio, Bagdad, Nueva York y Londres. Y pensar que somos una gran hermandad y todos nosotros vamos a morir al mismo mar.

Así llegó Gardel, perro negro sin pedigrí, pero con un aire leve de labrador en el cruce. Era lo que llaman un gozque*, o sea un perro ordinario de la calle. Tampoco parecía que hubiera habitado una casa rodeado de afectos y se hubiera extraviado de repente. Compartía eso con Carangas, era claro que ninguno había vivido una historia así. Ahora nos encontrábamos los tres abandonados a nuestra suerte.

El perro me caminaba por dentro con las patas entre el agua, no como los del cambuche* que andan por los laditos evitando empaparse los pies, se recorría el río por debajo de la calle 45 desde el Park Way para salir a la zona de Belalcázar, correteaba palomas y ratas, y se abría del parche pero siempre volvía, jugueteándole a los ñeros*.

La ciudad produce muchos como Carangas. Botan cosas al río pero también ayudan a limpiar, recogen latas, cartones y otros artefactos que me caen, o terminan varados en mis bordes, o en las basuras del vecindario que a veces también van a parar en mis aguas. De lo recogido en las basuras los recicladores hacían una primera selección de cartones y latas que ponían en un costal.

54 También encuentran restos de comida, a veces en descomposición pero no tanto como para no ser un manjar consumido por cualquiera de los parches que habitan el río.

Y así vamos los tres, un humano, un perro y un río, cuesta abajo. El canto de Carangas, el aullido de Gardel y el sonido de mi corriente, juntos:

Ahora cuesta abajo en mi rodada Las ilusiones pasadas Ya no las puedo arrancar Sueño, con el pasado que añoro, El tiempo viejo que hoy lloro Y que nunca volverá

Pestes

Pero esos no habían sido los únicos en hacer nido en el río, tuve otros que limpiaban mas que este parche y que cualquier otro parche. Me acuerdo de los chulos. O gallinazos.

Al comienzo revoloteaban encima hasta que se fueron amañando. Su número fue creciendo a finales de siglo XIX por todo Bogotá, se asomaban en los ríos, las plazas de mercado, los patios de las casas, las calles y caminos. La ciudad se acostumbró a convivir con esas aves negras, al punto de llegar a ser vistas como mascotas.49

Recuerdo esa Bogotá, transformándose en una carroña gigantesca, y esas aves de mal agüero vigilantes, listas para limpiar. Comían todo tipo de desperdicio que nos echaban a los ríos en los bordes y en el agua. A nuestras aguas iban a parar los residuos de las carnicerías, de las curtiembres, de los batallones y de los hospitales. Nos fuimos transformando en un botadero de animales muertos.

49 Rodríguez G. (dir. investigación) (2003).

55 Carangas y los suyos no nacieron así, tuvieron que sufrir varios acontecimientos en sus vidas para llegar a lo que son hoy. Como yo. ¿Cuánta agua tuvo que correr para convertirme en lo que soy? ¡Me resisto y me seguiré resistiendo! ¡Soy un río! Reclamo ese derecho.

Solo echaré una pequeña mirada a la época de los chulos y otros momentos más, porque estoy mirando puntos álgidos de lo que me pasó, aunque eso no solucione nada, pero si ayuda a explicar porque ahora me convertí en refugio de unos abandonados. Abandonados como yo.

Nunca me imaginé que en esa época de los gallinazos a comienzos del s. XX, y cuando ya crecían las barriadas obreras en mi cuenca, pasaría de testigo a mensajero. Al comienzo solo presenciaba las pestes, como la de 1630 y 163350, que causaron una mortandad que se llevó por delante mas de la mitad de los habitantes de Bogotá. Morían uno a uno los miembros de una misma familia y los criados, al igual que miles de indígenas. Arrancando el siglo veinte ya no solo presenciábamos las pestes sino que las trasmitíamos. Las aguas de Bogotá llevábamos el 90 % de la fiebre tifoidea que mataba a 1 de cada 10 habitantes de la ciudad.51

Eso fue entre 1912 y 1913. Se hizo un informe de salubridad explicando las razones del deterioro y la transformación que los ríos habíamos sufrido. En ese reporte contaban como nos pisaban, nos echaban animales muertos, y vivían en nuestro alrededores los enfermos de fiebre tifoidea y disentería. También mencionaba la minería y la extracción de piedra en el lecho de nosotros los ríos.52

Ese informe no era el primero que se preocupaba por nuestro estado. Desde esa época ya éramos caños, en el peor de los sentidos.53

¡Que piedra!

50 Rodríguez G. (dir. investigación) (2003) pp. 78 y 79 51 Rodríguez G. (dir. investigación) (2003) p. 343. 52 Rodríguez G. (dir. investigación) (2003) p. 434. 53 Ya el escritor e historiador Córdovez Moure (1901) daba cuenta del estado del agua en 1861: “La ciudad carecía en absoluto de servicio de aseo; pero como era indispensable depositar en alguna parte las inmundicias y basuras, los vecinos las arrojaban a los caños, en donde permanecían estancadas hasta que algún fuerte aguacero las arrastraba a las afueras de la ciudad. (…). La ciudad se proveía de las aguas de los ríos San Francisco, San Agustín, del Arzobispo, la quebrada de Manzanares y de algunas vertientes que bajaban de los cerros y que ya agotó la salvaje tala de los montes (…)” (subr. mío). Rodríguez G. (dir. investigación) (2003) p. 161.

56 Me la sacaron toda, desde la carrera Quinta hacia abajo. ¡Toda la piedra! ¿Cómo no alterarme? También el cambio climático ahora nos jode, a los páramos, nacimientos y humedales. ¡Ah! y como olvidar los peces con los que conviví miles de años, el pez capitán54 y la guapucha55. ¿Dónde están ahora?

La piedra me la terminaron de sacar desde la carrera Quinta hacia abajo cuando construyeron el Parque Nacional Olaya Herrera en el año 1934. Y me canalizaron. Esa fue una extirpación total de un pedazo de mi cuerpo. Pero ya me habían venido saqueando poco a poco. Sobre todo cuando formaron la cascajera, exactamente entre las carreras Séptima y Trece. En 1882 se realizó un acuerdo con la compañía Estadounidense The Bogotá City Rail Way Company para la construcción del tranvía entre Bogotá y .56 Yo tuve que poner la piedrilla para el balasto, la base de construcción de las carrileras del tranvía municipal.

Aún me quedan algunas piedras, de la carrera Quinta hacia el cerro. Siempre las estoy tallando, rozando y golpeando de manera constante. A veces con mucha fuerza, a veces suavemente. Esas piedras que hoy están, no siempre tuvieron la forma actual. Las he moldeado por años con mi fluir. Esa es mi música, mis sonidos, con sus ritmos, intervalos y cadencias. Con el que llevo pedacitos de la montaña a la ciudad en forma de arenillas y diminutas piedras.

Alguien en otra parte del mundo se fijó de otra manera en el río. El escultor Italiano Giuseppe Penone recogía piedras abandonadas, sin río ni montaña, y les daba forma. Pero no para poner un personaje de bronce encima como el que tengo en la carrera 13 con 39, testigo de los miles de carros y busetas que me pasan por encima. Tampoco les daba forma para construir puente, ni baranda de puente, donde van encajando unas con otras, como las que están sobre la Séptima con 39, también testigo de cuantos pasan a diario por encima mío y sin saber que existo. Penone le daba forma de otras piedras: las de río.

Piedras que se desnudaban al salir del río y modelaban para Penone quien tallaba otras abandonadas para que quedaran iguales a las del río.

54 Eremophilus mutisii. 55 Grundulus bogotensis. 56 Serna y Gómez (2011) p. 66.

57 Y es que para lograr esa forma de la piedra del río tiene que pasar mucho agua. Penone ve “El río como escultura y la escultura como un río” y afirma que “ser escultor es ser río”57

Hoy sufría las secuelas de mi amputación, me sentía morir, se acababa el agua. Como entiendo a mi andrajoso y maloliente compañero. ¿Y si se acaba el agua?

A mi habitante también le habían sacado la piedra, sobre todo en sus primeros años, no le dejaron para hacer cimientos. Se veía fuerte, miedoso, intimidante, gamín, ñero, un loco, un desechable. Pero era solo un disfraz, todo un maquillaje de supervivencia. No construyó sobre piedra, porque se la sacaron, levantó columnas sin estructura. Detrás de él con su amenazante disfraz, se escondía tan solo un frágil y vulnerable individuo. Cualquier crecida del río podía venir mientras él estaba dormido y arrastrarlo desde el Arzobispo, sacarlo al Salitre y botarlo en el río Bogotá ya ahogado.58 Cómo lo hice con Leo, el socio de Mahecha59, u otros que caían en sueño profundo pero cuando despertaban ya naufragaban en la corriente sin que nadie los pudiera sacar.

Moribundos

Ahora entre dos paredes de cemento y ladrillo, por Carangas me di cuenta que estaba vivo, por lo menos él me bebía. Sin embargo ese día, mi hilo de agua era muy débil y casi moría, cuando me arrastraba entre el lecho hasta entrar al túnel de la carrera 24, y entre tantos obstáculos que venía recorriendo encontré un zapato sin par, como un dique gigante al que ya no tenía fuerzas de pasar, esos zapatos siempre son abandonados moribundos y solos, nunca con su compañero, y no son difíciles de pasar, pero ese día no me quedaban fuerzas, venía con mi hilo de agua saltando obstáculos desde la avenida Circunvalar y el Parque Nacional. Y mientras yo desfallecía buscando salir por la suela del zapato y por su hueco en la punta, llegó Carangas peor de lo que yo estaba.

57 Didi-Hunerman (2008, pp. 43-44). 58 El Espectador (28 de marzo de 2016) “Por fuertes lluvias, dos personas son arrastradas en caño de Bogotá” [Archivo de video]. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=Z9MbGEOvS1Q. 59 “Cada ñero o cada uno tiene su socio”. Leo era con el que Mahecha parchaba, con el que reciclaba. Ver entrevista con Mahecha. Anexo 2.

58 Había sobrevivido a varios tiros, puñaladas, dos sífilis y unas cuantas gonorreas. También a varios episodios del ensañamiento y la sevicia policial. De resto, era inmune a cualquier tipo de gripa, o virus que brincan de tos en tos y de mano en mano. No le entraban tampoco las que se cultivan en alimentos mal manipulados, en tubos y asientos de buses y busetas, bizcochos de baño público y retretes, y que le llegan de todos los rincones en las monedas retacadas*. Tampoco había germen de las bolsas de basura que abría para buscar comida o material de reciclaje que lo pudieran tocar. Carangas nunca enfermaba.

Cuando llegó al cambuche*, se ubicó en el rincón más apartado, se puso en cuclillas, encorvó los hombros hacia delante y se pegó la mano izquierda ya envuelta en unos harapos empapados de sangre contra su pecho y puso la otra mano sobre la mano herida, apretaba justo el punto por donde había entrado la bala. Cada vez se encorvaba más mientras respiraba con dificultad. Buscaba la posición que doliera menos, y que le hiciera olvidar por unos segundos el otro tiro en la espalda. En esa posición estuvo quejándose en silencio por varios minutos, el único que notó su presencia fue Gardel que se acercó, lo olfateó, le dio varias vueltas, y batió la cola sin encontrar respuesta; como si entendiera lo que sucedía y que no podía hacer nada, se le echó a su lado, en posición de sueño, pero solo apagó un ojo, el otro no perdía de vista a Carangas.

En la boca del túnel donde solo se escuchaba mi pequeño hilo de agua y la ciudad de fondo, hasta que se dejó caer de lado sin soltarse la mano y manteniendo el encorvamiento, para caer finalmente en posición fetal. Ahí empezó a quejarse más duro, no era solo el dolor de las heridas, quería que alguien lo viera morir, eso era lo más parecido a no morir solo, y siguió quejándose hasta que Zabala se despertó, y lo vio en ese estado, entonces exclamó –¡Huy que gonorrea*, lo mataron! – Carangas contestó con una voz a punto de llorar: Sí, ñero, me mataron. Llanero no se despertó, estaba en sueño profundo y no hubiera hecho nada diferente de repetir otro –¡Huy que gorronea, lo mataron!

Tenían razón: ¡Qué gonorrea!

Ese día habían jugado fútbol en el estadio El Campín los equipos Santa Fe y Millonarios. La muchedumbre que asiste en masa a ese juego de los dos equipos deja el sector como un basurero. Eso es apenas a seis calles de donde desemboco al canal del salitre y que sigue su curso pasando

59 justo frente al estadio. Carangas no se perdía los clásicos del futbol capitalino llegaba después del pitazo final.

De cuncho en cuncho iba llenando la barriga y de lata en lata el costal. El contenido sobrante de latas y botellas iba a parar a una gran botella vacía de gaseosa convirtiéndose en un delicioso refajo. También pasaba por donde queda el palacio del colesterol, ahí dejan sobrados de huesos, tamal, lechona, fritanga. Todo un majar que hacía un perfecto maridaje con el refajo.

Ese día se mantuvo merodeando por el sector, no volvió ahí mismo. Se sentó a tomar en un andén, había mucha cerveza y hasta le dieron monedas. A las horas del festejo cuando los hinchas del equipo ganador terminaban de despejar el sector y solo quedaban los rastros del festín desparramados por el piso, Carangas con la barriga y el costal llenos cogió camino.

Lo detuvieron dos policías, revolver en mano lo hicieron pasar la carrera 30. Mientras recibía uno que otro bolillazo en la espalda y en las piernas. Le hicieron quitar la ropa y bajar al canal. Estaba asustado pero pensaba que solo querían golpearlo y dejarlo sin ropa, eso usualmente los saciaba. Ya había recibido esos castigos. Por ser el, por habitar donde yo vivo.

Ellos se quedaron en la parte alta, a él sí lo hicieron bajar más. De repente escuchó un disparo. Volteó a mirar y vio que le apuntaban, se tiró el piso y empezaron más disparos, se revolcaba como una culebra, tratando de esquivar las balas, se retorcía. Soltó un grito agónico fingiendo que el último tiro le había dado en la barriga, que lo había matado, pero le había dado en el brazo, cerca de la muñeca. Ahí se hizo el muerto, esperando el tiro de gracia que nunca llegó.

Ya iban a ser las 4 am, la sangre que seguía brotando de Carangas llegaba al pasto y a los ladrillos del borde del río, escurrían y se mezclaban con el hilo de agua, toda la vida me habían echado sangre y animales, y personas moribundas o ya muertas y una variedad de animales muertos, perros, aves, burros, caballos, pedazos en descomposición de animales que me botaban las curtiembres, las carnicerías, pero por mucho tiempo tuve caudal para sacar ayudar a sacar su descomposición al Salitre para que este lo sacara al Bogotá, y este al Magdalena, pero esta vez venía el habitante del río a morir en mi lecho, aunque el hilo de agua que tenía ese día casi no me

60 alcanzaba para llevar su sangre. Ni para ayudar a limpiar un poco la de los ladrillos de mis bordes.

Como si lo hubiera traído la corriente, Alfonsito llegó al parche.

– ¿Qué le pasó al ñero? – lo mataron los tombos* –contestó Zabala–. Sin preguntar más se echó el bulto al hombro. Salió de la 45, e hizo una ruta que tenía de reciclaje por la carrera 24 pero al llegar a la 57, en vez de bajar hacia el Estadio El Campín, fue cogiendo en diagonal por el sector hasta llegar al puesto de salud de Chapinero, ubicado en la calle 66 nro. 15–41. En su recorrido los acompañaba Gardel que lagrimeaba detrás del moribundo.

Ya iba a amanecer cuando llegaron los tres al Centro de Salud, la puerta estaba abierta y se metieron, la persona a cargo de la vigilancia salió con voz de mando,

– ¡Salgan!, ustedes no pueden entrar acá…

– Es que se está muriendo…

– Son las reglas, ustedes no pueden entrar acá, salga o llamo a la Policía.

Al oír el tono de las voces salieron el médico de turno y un enfermero. No decían nada, solo esperaban que el vigilante solucionara todo rápido y se fueran los tres. Alfonsito descargó a Carangas moribundo en el suelo, y sacó un cuchillo de carnicería.

– Es que si no lo atienden, yo si los atiendo.

El médico como máxima autoridad del centro de atención y fingiendo estar del lado del moribundo, dio la orden de ponerlo en la camilla para atención. Alfonsito guardó el carnicero y salió con Gardel a esperar en la calle.

Cuando despertó estaba en el centro de salud de Chapinero, estaba boca abajo y no sabía qué le estaban haciendo en la espalda, solo le dolía mucho. Allá le hicieron una curación y pasó la noche. A la mañana siguiente le preguntaron:

61 – ¿Tiene familia?

– ¡Ja!

– Pues búsquelos porque es muy probable que haya que amputarle el brazo.

Rehabilitación.

Uno de los sitios donde hacía escala Carangas en su ruta de reciclaje era una panadería donde le sacaban comida a la puerta. Allá se fue amañando, igual que el Gardel que volvía donde sentía alguito de cariño y no lo sacaban a palo. En esa panadería su propietario Juan Fernando Roldán, estudiante de Psicología, siempre le repetía la misma cantaleta exhortándolo a dejar las drogas y la calle, ofreciéndose a llevarlo a un sitio de rehabilitación que él conocía.

Con el hueso del antebrazo pulverizado por la bala y el otro plomo aún alojado en la espalda, vino al cambuche* se despidió de nosotros y le terminó haciendo caso a Juan Roldán.

Y con el tiempo fue llevándose al parche al centro de rehabilitación, hasta que su espacio en la carrera 45 fue ocupado por otros. Si por él fuera se hubiera llevado al Bronx entero. Si hubiera sido alcalde no habría dejado ñero sin ayuda.

Tuvo un nombre en la calle, que se ganó a punta de chuzo y eso combinado con lo cómico, dicharachero y culebrero que era, lo hacían un personaje bastante carismático. Por eso tenía sus seguidores. Sin embargo era muy diferente a otros que también se hicieron a una chapa* y a un territorio con amenazas de rufián de esquina. Tal vez fue por eso que Zabala, Llanero, Alfonsito, Gardel y luego Lola -mujer de Zabala- y Comanche, más temido y mítico que el mismo Carangas, le siguieron la idea de ir al tal centro de rehabilitación. Pero algunos duraron pocos días, aunque otros como Zabala y su mujer varios meses. Era muy difícil que se rehabilitaran de las drogas así como así, porque el problema de ellos no era dejar la pipa* sino recuperar el alma.

Carangas se mantuvo sin soplar casi por un año. Un médico que también se rehabilitaba de su adicción a los opiáceos, le hizo una operación casera y le extrajo la bala de la espalda y luego le

62 intervino el antebrazo haciendo un puente con la bala incrustada entre los dos pedazos del antebrazo separados por el impacto. De esa manera se salvó el brazo.

Asistía sin falta a los grupos de recuperación. Ahí hizo un nuevo amigo que también transitaba el calvario de la rehabilitación y le paró bolas a sus historias de calle, río y droga. Este personaje puso atención curiosa y permanente a sus relatos durante muchos días y noches. El nuevo amigo estaba bien lejos de lo que había sufrido Carangas y ni siquiera alcanzó a vivir la calle, pero yo ya lo conocía. Era un transeúnte que ya me había rondado en diferentes épocas.

La salida de Carangas de la droga y la calle no fue tan fácil. Tuvo recaídas y llegaba apestando, con su costal a cuestas, a la casa del nuevo amigo que le daba posada, ropa y comida por unos días, y le encimaba un sermón ingenuo cargado de ánimo y buenas intenciones. Varias veces salía Carangas de esa casa bañadito y elegante, directo a mercar bazuco y soplárselo hasta volver a quedar en harapos.

63 V. CAPITULO CUATRO: EL TRANSEÚNTE

V.1. El niño Tenía siete años, su abuelo lo recogía en el colegio San Bartolomé de la Merced ubicado en la carrera 5 con calle 34 al lado del Parque Nacional. Atravesaban la carrera Quinta y se metían por un callejón donde se divisaba al fondo el Parque Nacional. Bajaban unos escalones de ladrillo con casas gigantes de lado y lado. Al final bastaba con pasar a la diagonal 34A, antiguamente calle 35, y ya estaban en el Parque Nacional.

Luego transitaban un pequeño camino hasta llegar a la cancha de hockey, donde paraban por unos minutos para ver algún entrenamiento o un partido. Y luego continuaban su camino. Seguían hasta el reloj, el que regalaron los suizos, ubicado exactamente en el centro del parque donde también se detenían.

Para el abuelo era una ruta agradable que iniciaba el largo camino que los llevaba a la casa de la bisabuela ubicada cerca a la Universidad Nacional, pero para el chico era como un bosque mágico y que invitaba a explorar, con unos juegos mecánicos que apenas se asomaban y lo miraban desde la parte más alta del parque.

Ese día el abuelo se arriesgó a cambiar la ruta y atravesaron el río por un puente de madera ubicado unos metros arriba de la Séptima y al lado del mapa gigante de Colombia construido a escala.

Caminaron por el Parque Nacional. Ya iban a cruzar sobre unos tablones de madera, cuando se desgajó un aguacero. Su abuelo lo agarró fuerte de la mano, y todavía más fuerte cuando pasaban por el puente, punto en el que el chico frenó justo con el agua azotando los maderos, porque quería ver por entre los troncos que hacían de barandas esa corriente de agua que pasaba por debajo. A pesar de sentir algo de vértigo hizo el intento de detenerse a mirar, pero el abuelo lo haló para seguir rápido. El fastidio por no haberse asomado por las barandas viendo mi fuerte corriente se le olvidó cuando pisó el primer charco.

64

______Foto 5: Rio Arzobispo, Parque Nacional, antiguo puente de madera. Foto: Juan Carlos Castillo (nov. 2015).

Llegaron a la casa de la bisabuela completamente lavados: el saco morado y el pantalón gris del uniforme escurrían agua, los zapatos ortopédicos crujían a cada paso haciendo agua por las costuras. Y mientras se cambiaba se le ocurrió hacer un barquito de papel para botarlo desde el puente, para el día que el abuelo volviera a tomar ese camino.

Con la imagen y el sonido vivo de la fuerte corriente pasando bajo sus pies, se había dado cuenta de que eso que antes le había parecido un hueco y que sorteaba de lejos todos los días a la salida del colegio, en realidad era el sitio por donde corría el agua que vio en el puente de madera. Desde el kínder la había medio bordeado y ahora ya estaba en segundo grado, es decir, llevaba mas de dos años haciendo ese recorrido. Tal vez no se había dado cuenta por los metros de distancia en pasto sembrado que lo separaba tanto de la orilla del río como de los carros y de la calle, en ese entonces la 39. Le bastaba tan solo bajar y ya estaba en el andén por donde a diario transitaba.

Sintió el impulso de pasar la calle y volver a ver el río, el mismo del puente, que en ese momento hubiera sido mejor que cualquier juguete o cualquier aventura. Siempre había tenido la sensación

65 que ese hueco con agua que corría paralelo al andén y a la calle de los carros era peligroso, pero se había dado cuenta que no, que ya no. Por lo menos por mucho tiempo no.

En ese momento el agua azotaba el paraguas del abuelo, y el pavimento se convertía en charco al caminar bajo el aguacero, entonces escamparon en la puerta de un edificio ubicado en la carrera 17, diagonal al colegio Champagnat, y a una cuadra de la casa donde vivió Jorge Eliecer Gaitán60. Se le metió en la cabeza que para acercarse a la casa de la abuela, podrían hacerlo navegando el río.

Todos los días y durante mucho tiempo esperó sin suerte volver a cruzar por el puente, pero la recogida ahora estaba a cargo de la abuela, que tomaba la ruta por la calle 34, y sin pasar por el Parque Nacional. Le repetía: “Mijo !ya le dije que no! Por allá lo que hay es puros gamines.”

Unos meses después, en domingo, se conjugaron dos cosas que rara vez tenían lugar: el papá del pelado no tenía partido de futbol y tampoco estaba enguayabado. Tal vez por eso escucho a la mamá preguntar: ¿vamos a la Ciudad de Hierro? El no sabía que hablaba de los monstruos que se asomaban desde la parte baja del Parque Nacional.61 Con el abuelo nunca pasaron de la carrera Quinta, siempre bajaban. Entre semana, cuando hacían el recorrido, la Ciudad de Hierro estaba cerrada y de la Quinta hacia arriba era mejor no pasar.

Reconoció el Parque Nacional cuando iban llegando.

Bajando de la Ciudad de Hierro, después de haber montado en algunos aparatos, se veía a lo lejos un conglomerado de gente. Como por inercia los padres, con el pequeño transeúnte y su hermanito de tres años, se acercaron a ese remolino humano. Algunas personas estaban sobre el puente de cemento por donde pasaban carros y otros unos metros más abajo sobre el puente peatonal de madera. Apenas el chico reconoció que se dirigían al paso de los tablones, apretó la mano de su madre y cambio el ritmo: caminaba jalándola impaciente hacía ese lugar. Al llegar al borde del río, los papás se le unieron a la otra gente que miraba hacia a la corriente. El pequeño

60 Ver mapa anexo en la p. 127 de este trabajo. 61 Ver min. 12:44 al 12:55 en LineToHeavenTV (9 de julio de 2013) Rapsodia en Bogotá. [Archivo de video]. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=rOw1uoeJKRA

66 transeúnte en primera instancia no alcanzó a ver qué miraba ese público y por eso jalaba y jalaba ansioso la mano de la mamá quien se empinaba tratando de ver bien lo que había abajo.

Quería asomarse entre la gente pero tampoco alcanzó y pensó que estas personas estaban emocionadas porque de seguro acababan de descubrir esa corriente cristalina que bajaba veloz y fuerte, la misma que él había alcanzado a ver el día del aguacero con el abuelo.

La madre accedió y pidió al papá que alzara al niño en hombros para que él pudiera ver lo que pasaba: lo que encontró lo sorprendió aún más.

Unos niños, con la misma velocidad que llevaba el agua, se mandaban por una especia de tobogán; repetían la hazaña una y otra vez al volver a subir bordeando hasta la carrera Quinta y de nuevo al bajar. La gente les botaba monedas y los gamines las sacaban del agua para repetir su truco sin cesar. Fue un espectáculo.62

Se veían felices y así lo percibió el pequeño transeúnte: para él no estaban ahí por las monedas sino por el juego del agua. Él hubiera querido en esos momentos ser uno de ellos. ¿Puedo botarme con ellos?, pensó en decir, pero no, nunca se hubiera atrevido, pues había aprendido a represar cualquier deseo, pensamiento o sentimiento y lastimosamente era algo que con el tiempo iría perfeccionando.

Camino a casa y mirando por la ventana del bus, imaginaba que subía y se botaba por el tobogán, repitiendo sin parar, cada vez más rápido y se botaba desde más alto, hasta llegar por la corriente hasta cerca de donde vivía la abuela. Se fue durmiendo con la cabeza golpeteando en la ventana del bus, mientras navegaba por el río. Era uno de ellos. De repente empezó a escuchar voces: la de su profesora “compórtense como personas, no como gamines”; la de la abuela al llegar del colegio: "Mijo cámbiese y lávese la cara que parece un gamincito”. Otras también le resonaban: “no sea gamín”, "mucho gamín”. Incluso aparecieron dos frases que también había recibido el

62 Sobre el registro del baño de los gamines: “Casi en la cima de uno de los cerros del oriente, por entre gigantescos eucaliptos, pinos y enredaderas, un hilito de agua sale y serpentea... Baña gamines, barrios de clase alta, carros y deportistas. Arrastra piedras, basuras e historia. Se introduce en los túneles más profundos de Bogotá y emerge, para luego morir con la peor de las muertes: como un caño de aguas negras.” Pérez, Ruby Marcela. (22 de abril de 1991). “Río Arzobispo: Agonía de verde a negro. El Tiempo. Recuperado de http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-68723

67 chico como reprobación al fluir libre y espontáneo de cualquier niño: “no sea indio" y "mucho indio”.

Sabía que el río venía de la montaña, pero no a donde llegaba. Aun así, le construyó en la imaginación una desembocadura en un gran océano. ¿Y los gamines? Imaginaba de dónde podían venir, ¿pero a dónde irían? Eso sí que lo revolvió por dentro. Sin que nadie se lo dijera, sabía que no tenían casa y que deambulaban rebuscando ropa o comida.

V.2. Los niños

Carangas mucho antes de instalarse en el Cartucho y luego asentarse en el río fue un niño de esos, como los que veía el chico botarse por el tobogán, y como los que empezaron a aparecer en la ciudad a finales del siglo XIX y que llamaban chinos.63

Esos transeúntes empezaron a aparecer por estos terrenos, al mismo tiempo que se expandía la industria y las barriadas obreras, como la del Carmelo, a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Algunos huérfanos, otros abandonados y otros hijos de los obreros de las industrias, que desde muy pequeños quedaban encerrados, mientras sus padres trabajaban en la fábrica y su madre era la muchacha del servicio doméstico en alguna casa de Chapinero. 64

Esas industrias que se expandieron a ésta zona de Bogotá a finales del siglo XIX, con sus barriadas para mano de obra, como La Perseverancia, El Pardo Rubio, o el mismo Carmelo que desalojarían y desaparecerían para construir el Parque Nacional, continuaban engordando. No llegaron solas porque al mismo tiempo aparecían unos diminutos personajes. Al comienzo solo unos cuantos, pero con el cambio de siglo fueron en aumento hasta convertirse en parte del paisaje de la ciudad. Pasaron de habitar y transitar la zona centro de la ciudad, a visitar y habitar los alrededores de nosotros los ríos. Eran vivaces, astutos, veloces, ingeniosos y en ocasiones muy graciosos. Algunos se vestían con pantalón y sacos de paño. Estas prendas finas cuando

63 Muñoz y Pachón (1990). 64 “Una de estas industrias fue la cervecería Bavaria de Leo Koop que abrió su planta en esta parte de la ciudad en 1891, adquiriendo derecho de abastecimiento de aguas del río del Arzobispo”. (Serna y Gómez, 2001, p. 67)

68 pasaban a tener destino de harapo, llegaban a los chicos, les enrollaban las mangas del saco y del pantalón para poder sacar pies y manos. A estos personajes los llamaban chinos o chinos de la calle.

Su nombre fue mutando como el mío, de niños a chinos terminando el siglo XIX a chinos de la calle a comienzos del siglo XX. Luego pasaron a llamarse gamines en los 30s, y a finales del siglo XX ya eran desechables*.65 Algo como lo que me pasó: de río a canal y de canal a caño.

Un documento que vinieron a grabar en mis alrededores y que muestra algo de los gamines que pasaban por el Parque Nacional, es una película, que estuvo refundida por 50 años, donde participa Chispas, un niño de la calle, como actor principal y donde se ven escenas con otros niños de la calle.66

La aparición de Carangas, por estos lados, y como niño de la calle, fue a mediados de los 70s, pero muy rápido se instaló en la Calle del Cartucho, donde creció. A finales de los 80s volvió, pero se instaló en la parte bajo del río, de donde salió casi muerto al centro de salud y luego fue a parar a un centro de rehabilitación.

El pequeño transeúnte creció y puedo realizar su sueño de entrar en mis cuevas a los 16 años. Como prueba de valor, entró bajo el puente de la carrera Séptima frente a tres amigos, un par de ellos del colegio y otro que vivía en el sector; ellos ya lo habían hecho de vez en cuando. En los 80 no encontraron habitantes de calle viviendo debajo, era más una época de gamines y no se cruzaron con ellos. Tampoco había entonces mal olor. Los jóvenes aventureros tuvieron que respiraban una humedad penetrante que no les impidió recorrerme y tocaban con un dedo una lama verde pegada a las paredes en las partes oscuras. Hasta ahí una simple travesura de amigos por las oscuridades del río. La ruta completa que hicieron un par de veces en la noche y en plenas vacaciones del colegio fue desde el Parque Nacional para salir antes de la carrera 24 por el Park Way. Ese era su parche* de amigos, cuando lo dejaban temporadas en casa de la abuela.

65 Castro Caycedo (1986). 66 Corredor Ortiz (1958).

69

______Foto 6: Río Arzobispo carrera Séptima, Parque Nacional. Foto: Juan Carlos Castillo (2016).

Uno de esos transeúntes, que fue amigo cercano, llegó con el cuento de utilizar ese túnel para invocar al diablo. Era Kike, de formación con curas, del colegio Champagnat, ubicado a mis orillas. Él empezó a hablarles del tema. La fuente de su pacto venían de un primo suyo y de algunos libros que había leído. Insistía en que el acto de invocar al rey de las tinieblas tenía que llevarse a cabo a medianoche, ya que según muchos libros y películas les daría poder, inmortalidad y fortuna.

Para el pequeño transeúnte eso era puro cuento: el diablo no existía. El no negaba su existencia, todo lo contrario, pero había aprendido muy bien con la formación en colegio de curas y por la camandulería de la abuela, lo que es tener miedo. El miedo al diablo. Decir que no existía era su forma de esconder el chico asustadizo y temeroso que era, que también había sido disciplinado con terror. Le enseñaron muy bien que los actos recibían premio o castigo, cielo o infierno. Lo criaron con miedo al diablo. De esa misma manera fue disciplinada también su abuela, incluyendo toda su descendencia e incluso la indígena Suex que vio llegar al arzobispo Fray Luis Zapata con el catecismo disciplinador que rezumaba diablo por todos lados.

70 Los chicos pasaron finalmente de la palabrería al hecho. Él fue el único de los cuatro pelados que se atrevió a entrar con su amigo Kike al túnel y así me conoció: entrando en la oscuridad de mis subterráneos. El día del ritual, me cruzaron por debajo del puente de la carrera Séptima, pero lo encontraron poco espacioso. Luego fueron al que pasa por la carrera 13 y tampoco había espacio. Fue en el túnel de la avenida Caracas donde se detuvieron. Kike alistó el kit de invocación: un pergamino, un sirio y tinta roja. Quién sabe de donde habría sacó la receta pero él siempre hablaba con propiedad de esas cosas del más allá. Los sirios, según él, estaban bendecidos porque los había robado de la capilla del colegio.

Pintó una estrella de puntas con la tinta roja en el piso y prendió un sirio en cada punta. El transeúnte intentó meterse con él en la figura geométrica como le indicó, pero no cupo, además estaban en un rincón pequeño, oscuro e incómodo. Kike se veía muy seguro, quería mostrarse fuerte, pero creo que por dentro estaba cagado del susto, aunque lo supiera ocultar muy bien, un requisito para ser el líder que era. Pronunció las palabras de invocación que llevaba escritas. El transeúnte llevaba su contra, una poción de poder que le había sacado de un escondite al papá. Al entrar al túnel solo le quedaba un cuncho de la media de aguardiente que lo protegía de todo mal y peligro.

Kike pronunció unas palabras en latín. Luego repitió el rezo una y otra vez, con voz más firme; el sonido de la voz que dejaba de ser infantil retumbó en el túnel y sintió por un momento escalofrío. Se tomó el cuncho que quedaba de la pócima, la sintió bajar ardiendo hasta el estómago, y recobró el valor de inmediato: su amigo pronunció otro rezo en español, probablemente una traducción del latín, para ver si el maligno entendía en otro idioma.

Largo silencio. El diablo los había dejado plantados.

71

______Foto 7: Rio Arzobispo, Barrio Belalcázar, territorio parche de la Finca. Foto: Juan Carlos Castillo (4 de junio de 2016).

A la salida el transeúnte le dijo a Kike: ― ¿Si ve?, él es un pobre diablo.

La última vez que Carangas volvió al río después de llevarse todo el parche* al centro de recuperación, ya estaba ocupado su cambuche cerca al Park Way, y no quiso ni arrimar, ni bravear por su espacio, como era natural. Parece que los últimos tiros y la rehabilitación habían hecho mella. Apenas pasó por el lado mirando a los nuevos habitantes, una pareja que hacía fogata. Siguió río arriba, subiendo hasta el Parque Nacional y más allá. Pasó la Circunvalar, lugar donde empieza a asomar el monte y desaparecen por momentos los rastros de la ciudad.

Ahí en ese lugar, donde el agua baja cristalina, sumergió por largo tiempo la mirada en el fondo donde había pozo recordando los tiros recibidos, el centro de salud, el de rehabilitación, y a sus amigos de guarida: Gardel, Zabala, Alfonsito, Llanero, el Transeúnte. También pensó en el

72 médico que lo operó, y que se sentó a escucharle una y otra vez, por muchos días y noches, su historia de vida andrajosa.

Ese día el sonido del agua era más fuerte, tapaba casi por completo al ruido de la ciudad al fondo. Inmerso en sus recuerdos y sin quitarme la mirada de mi profundidad, de repente vio moverse algo en el fondo del agua. Se asustó. Sintió terror. No podía ser un animal, los ratones y las ratas pasan por los alrededores, y las palomas y torcazas se paran en el río cuando está muy bajito.

En ese punto cuando el monte ya no es Parque Nacional sino montaña, sin tener a nadie cerca, el más bravucón, el mas gamín, el más ñero, el de las carangas más grandes, el que desde niño se le paraba en la raya a cualquier gañán de esquina, se le arrugó y quiso salir corriendo.

Alcanzó a darme la espalda, pero tomó aire cogiendo fuerza y volvió. El bóxer que lo hacía alucinar más que cualquier otro químico no lo olía hace meses. Ese día su cabeza estaba despejada de bazuco y de chamber*.

Con la respiración agitada se acuclilló en la orilla y clavó la mirada tan profundo como pudo en el fondo. Pudo ver una criatura con pepitas amarillas y bigotes que le sostenía la mirada, como haciéndole un serio. Venció el miedo. Se miraron por un lapso breve.

V.3. El capitán Todos los días a la altura del Parque Nacional a unos pasos abajo de la carrera Quinta y a unos metros de donde estoy, abren unas casetas donde venden diversos alimentos. Allí, deportistas, taxistas, y todo tipo de transeúntes hacen escala para consumir jugos y frutas principalmente. También se exhiben en parrilla la mazorca, el chorizo y las arepas de choclo. Fue allí donde un domingo 15 de enero y en plena sequía nacional, achacada por el gobierno solamente al fenómeno del Niño y no a 50 años de deforestación, el transeúnte del río que hacía una indagación y música basada en mi transformación, captaba con su juguete fotográfico mi situación. Ese día el foco estaba en las basuras del Parque Nacional que me acomodaban. Las de los puestos de frutas. Las de sus clientes. La de los caminantes del parque, algunos con sus perros, para los que soy su baño. En ese punto le disparaba su obturador a todo lo que me

73 echaban: empaques plásticos, enjuague de losa sucia, cajas desocupadas de comida, vasos plásticos de todas las formas y colores. También registró personajes que pasan por encima mío a la altura de la carrera Séptima, de la avenida Caracas, de la carrera 13. Nada nuevo para mí, ni para él, ni para nadie. Él estaba en esas cuando ocurrió algo que no esperaba en absoluto.

Al salir del río a la altura del Parque Nacional, contento con algunas fotografías en la memoria, se dirigió a la caseta a tomar jugos. Había intentado entrevistar a las señoras de las frutas sin mucha suerte, alguna vez le dijeron “acá vienen a preguntar cosas para luego decir que aparecen muertos en el río y que es sucio, y que el parque es peligroso y nos espantan a los clientes, se inventan cosas que no hemos dicho”.

Ese día no planeaba hacer ninguna entrevista, pero tuvo una conversación con las señoras, les contó sus historias con el abuelo alrededor del parque y del río. Eso logró generar algo de interés en ellas, y pudieron continuar el diálogo, se contaron anécdotas. Ellas contaron situaciones y cosas terribles que han pasado en el parque, y él historias de las que dan cuenta los libros, como cuando la gente pescaba, cuando se bañaban en el río, la construcción del Parque Nacional, etc. Estaban en la charla cuando se llevó una inmensa sorpresa.

Con doña Elvira en particular hablaron del parque, de lo que sucedía los domingos que no sucedía otros días, de la época en que los gamines se bañaban en el río y la gente les botaba monedas. El transeúnte le estaba contando cuando sacaban un pescado en el siglo XIX y comienzos del siglo XX en el río. Y fue allí donde surgió la conversación:67

Elvira: ―Hum, acá comíamos un pescado del río.

Transeúnte: ―¿Ustedes?...¿De éste río?

Elv: ―Sí

Tr: ―¿El capitán?

Elv: ―No sé cómo se llama.

67 No hay registro de esta conversación y el diálogo transcrito a continuación se basa en los recuerdos personales.

74 Tr: ―¿Cómo era?

Elv: ―Feo.

Tr: ―¿Entonces por qué se lo comían?

Elv: ―Es que es delicioso, feo pero sabroso. Con bigotes, parecido al bagre pero chiquito.

Tr: ―¿Pero hace cuánto?

Elv: ―Como 10 años, o más.

Tr: ―¿10 años?

Elv: ―Más o menos.

Tr: ―¿Y qué pasó?

Elv: ―Empezó a saber a caño, entonces no lo volvimos a comer.

Tr: ―¿Y cómo lo preparaban?

Elv: ―Le sacábamos lo de adentro, lo limpiábamos bien y luego lo hacíamos a la parrilla, se envolvía en papel aluminio y se dejaba ahí un rato.

Tr: ―¿De dónde lo sacaban?

Elv: ―De allí no más donde se posa el agua, que se hace como un charco (señalando un pozo que se arma entre la carrera Quinta y la avenida Circunvalar).

75 Después de escuchar la descripción del pescado, al transeúnte no le quedó duda de que había encontrado un rastro reciente del capitán en el río.68

El pez capitán69 ha sido un habitante de lagos, ríos, quebradas, humedales y pantanos del , y fue parte importante de la gastronomía muisca, española y bogotana. En ríos como yo, se amaña en los pequeños pozos que se arman durante el recorrido del río y donde el flujo del agua es más lento, también suele buscar las partes más profundas en los cuerpos de agua y su alimentación se basa en larvas de insectos, crustáceos y moluscos.

Doña Elvira de 65 años que tiene un puesto de fruta en el Parque Nacional desde hace 20 años, no conocía el nombre del pescado y menos que fuera servido como plato típico en la cocina bogotana en alguna época, pero aun así lo había comido.

El transeúnte además de preguntar a la señora Elvira, le indagó a diferentes mujeres de su familia, en edades entre los 60 y 70 años y el conocimiento del pez capitán era casi nulo. En cambio, la hermana mayor de su abuela materna, llamada en la familia tía Maruja, de 93 años, le habló lúcidamente y con emoción del pez capitán:

“Era un plato importante y se preparaba en sudado, como el viudo”. También le contó que lo vendían en Paloquemao y acto seguido se dirigió a una biblioteca que albergaba una cantidad de libros de todas las épocas, y le suministró un libro de cocina criolla70 donde encontró recetas de la gastronomía Bogotana, entre esas la receta del sudado de capitán.71

La tía Maruja había nacido antes de la modernización de la ciudad. Justo antes de los 30s, y fue testigo de la década de la canalización de ríos y quebradas, cuando le terminaron de sacar la piedra a los torrentes de agua cuando ingresan a la ciudad. La disminución y olvido del pez en el río, así como su desaparición de la mesa de los bogotanos, coincide con esa transformación de la ciudad que se dio a partir de esa década, y donde hay que anotar que desde finales del siglo XIX,

68 “el Arzobispo fue para los bogotanos de principios del siglo XX un símbolo de orgullo. En él era posible pescar los capitanes del almuerzo y pasar en sus orillas largas y gratas horas de sano esparcimiento.” Redacción de El Tiempo (6 de junio de 2009). 69 Capitán de la Sabana Eremophilus mutisii. 70 La receta de tía Maruja concreta con lo que menciona Restrepo (2011). 71 La conversación con la tía Maruja no está registrada y se basa en apuntes personales.

76 las fuentes de agua de la ciudad ya se habían convertido en receptores de desperdicios de las industrias y los ciudadanos.

Pensó que eso era todo con el pez capitán. Que ya podía poner el punto final, y terminar ese capítulo, cuando encontró más rastros del pez en la mesa de los bogotanos, no solamente en la de las vendedoras de frutas del Parque Nacional o de la tía Maruja. El pez ahora aparecía en la dieta de los habitantes del río.

Mahecha es habitante del parche* llamado la Isla, exactamente en la desembocadura, cuando yo dejo de ser Arzobispo entregándole todo mi líquido revuelto al canal del Salitre. A Mahecha el transeúnte ya lo había entrevistado antes, pero no en su hogar. Eso fue por época invernal, mi agua ya pasaba de hilo a torrente. Tanto Mahecha como el Zarco, se habían mostrado reacios a llevar al transeúnte a su casa. Desconfiaban de algo. Nadie mete a un desconocido a su casa. Sin embargo con Mahecha hizo amistad. Se contaron mutuamente historias de la vida, mientras comían y caminaban por el sector.

Mahecha accedió a hacer la entrevista y a llevar al transeúnte a su casa. Y en uno de los varios temas que tocaron salió el tema del pez:72

Transeúnte: ―¿Usted ha subido arriba del Parque nacional?

Mahecha: ―¿Pa’rriba p’al Chorro de Quevedo?

El transeúnte asumía que así llamaban a la cascada de la Ninfa. O a otro pozo, porque el Chorro de Quevedo queda por otro lado.

Tr: ―Bueno, ustedes lo llaman el Chorro de Quevedo ¿y han seguido subiendo?

M: ―Como pa’rriba sí. Nosotros por ejemplo acá a veces, el parche*, por ahí ¿sí? Todos trabados y tal , qué pa donde vamos, vamos pa’rriba, y arrancamos pa’rriba.

72 Entrevista con Mahecha, sobre la Isla. Anexo 2.

77 Tr: ―Había un pescado que existía hace mucho tiempo. Una señora de las frutas me contó que lo comían hasta hace unos 10 años.

M: ―Pa’ ese lado tiene que haber, porque yo he visto a más de uno que se bajan es el pescado capitán. Ese no es de coger con anzuelo, con atarraya ni con nada, sino lo coge y levanta es la piedra y le echa mano.

Tr: ―¿Y lo ha comido?

M: ―Yo sí

Tr: ―¿Y lo cocinan?

M: ―Pues uno mismo le saca el tripaje y lo juaga con aguasal y al sudado.

La conversación giró hacia la alimentación, Mahecha contaba que rara vez se enfermaban, a pesar de comer a veces cosas dañadas, en esas salió el Zarco de la cueva y tocó apagar la cámara. En una entrevista anterior, el Zarco le había dejado claro al Transeúnte que nada de cámaras.73

Tal vez sea el momento de buscar si algún capitán aún me habita. Hurgar sin descanso donde por siglos se amañaron, sumergirme con cuidado piedra por piedra y muy atento, por si alguno asoma los bigotes. Porque los únicos que han hablado de ese bagre pequeño en el pasado reciente son Doña Elvira y Mahecha. El transeúnte por ahora solo puede hablar de indicios más que de un hallazgo. Porque no ha cogido todavía ninguno entre sus manos, aunque en uno de sus recorridos en la parte alta los buscó por la cascada de la Ninfa, sin poderse quedar el tiempo que tal vez se requiere para encontrar alguno, y con la torpeza absoluta del citadino que solo sabe buscar entre el cemento.

Lo único que pescó días después fueron unos artículos de prensa, pero se referían a otro caudal, al del río Bogotá.74

73 El momento en que el Zarco sale y se va está registrado en cámara.

78 Ese es el estado del capitán en el Bogotá. ¿Y mi pez*?¿Cómo estará? …………………………………………………………………………………………….

V.4. Tras la pista de Carangas y otros habitantes.

Pero el transeúnte además de escuchar y grabar mi sonido en diferentes partes, me fotografiaba y recorría casi siempre en sentido contrario a la corriente, me indagaba, y preguntaba sin previa cita al que se encontrara por el camino, por su relación, su experiencia, o lo que tuviera que ver conmigo. Como cuando le preguntó en uno de esos recorridos a dos señoras que vivían justo en la ladera del río por los carangas que habitan el río.

El muy ingenuo pregunta a la señora Jackie por los habitantes de calle que habitan el río, y la señora le contesta con enojo: “Cuales habitantes de calle ni que nada, y cual río, son unos degenerados que se bajan los pantalones y se cagan delante de la hija de uno, ni siquiera se bajan a cagar al caño. Uno pide un domicilio y se roban el pollo, la pizza y hasta la bicicleta del que trae la comida.”75

O cuando le preguntó a la señora Nancy Fiallo Arake, que vive a una cuadra mía, indagando también por los carangas que hoy habitan el río. Y la señora se quedó pensando unos segundos hasta que dijo “¿Cual río? ¡Ah!, sí, el caño” y no lo regañó como Jackie pero si le dijo con voz firme “Eso se volvió un atracadero, a las siete de la noche yo ya no salgo por allá ni con mi marido que es grande y sabe karate.”76

El ingenuo transeúnte pensaba que era especial con el río, pero no se daba cuenta que era un contaminador más: había sido consumidor de botellas plásticas, bolsas plásticas de supermercado, vehículo de tracción fósil. No me contaminaba directamente, pero sí al medio ambiente y eso es suficiente para perjudicarnos. Todos hemos sufrido: Vicachá, San Agustín, y la misma Vieja que ahora está más consentida por bajar entre los barrios de poderosos e influyentes

74 “No recomiendan el consumo del pez capitán del río Bogotá porque podría producir cáncer. No recomiendan el consumo del pez capitán del río Bogotá porque podría producir cáncer”. Redacción de El Tiempo (15 de diciembre de 2006). 75 Referencia a la transcripción de la entrevista con la señora Jackie. 76 Conversación personal con Nancy Fiallo Arake, julio 2016.

79 ciudadanos. Sin excepción, humedales, páramos, nacimientos y cualquier fuente de agua de la ciudad y alrededores, hemos padecido. El más grande que corre por ésta zona, el río Bogotá, no está así de moribundo solo por lo que le botan directamente, también por lo que me botan a mí, al San Agustín, al Fucha, al Tunjuelo, al Salitre. ¿Y los páramos? ¡También! De allá venimos. Y ellos se deterioran no solamente por la minería y tala, también por el calentamiento del planeta.

En fin. Ese contaminador, ahora en tránsito por estos lares, empezó a hablar con propiedad del río en diferentes espacios. Pero no nos siente. No como Carangas. No lo siente porque no lo ha vivido ni bebido. Como tampoco han pasado por mis cuevas ni se han sumergido, otros interesados en encontrar algo en el río, o en recuperarme.

Para mencionar solo algunos de los que han pasado por acá estudiándome, y peregrinado por mi orilla. Ellos iban en busca de obtener alguna información sobre mi estado o transformación. Recuerdo un par que trabajaban en equipo, se detenían en diferentes puntos tomándome muestras. Echaban mi agua en botellas, pero no para mezclarla con alcohol de droguería y bebérsela sino para llevar la muestra a un laboratorio y analizar mi estado. Por ejemplo esta tesis de Ingeniería Civil: “Seguimiento de las descargas de aguas residuales del sistema de alcantarillado sobre canales y quebradas en Bogotá: caso río Arzobispo”.77 Lo único que le quedó claro al transeúnte era que mi agua se iba contaminando a medida que bajaba desde los cerros y entre más se acercaba al canal del arzobispo la contaminación era mayor. Ellos dan cuenta de mi transformación por medio de tablas y valores como en un examen de sangre o de materia fecal. Me toman muestras en diferentes puntos de mi recorrido para sacar números y ecuaciones que dejaron loco al transeúnte:

ICOMO = 1 / 3 (I DBO + I Coliformes Totales + I Oxigeno %)

IDBO5 = -0.05 + 0.70 Log10 DBO (mg/l) IDBO5 = -0.05 + 0.70 Log10 1345 (mg/l) IDBO5 =1.8401.

¿Qué es eso?

77 Huertas y Sánchez (2009).

80 Resultados de investigación pura y dura.

Pueden seguirme tomando muestras y dando diagnósticos en materiales contaminantes, a través de fórmulas matemáticas. Pueden hacer más performance y música en vivo interpretando mi padecimiento y mi estado. Pero mientras los que habitan ésta ciudad me sigan viendo como un caño, y tratando como tal, referente a cloaca, eso seguiré siendo.

Desde el comienzo sabía, que si quería indagarme más allá de la orilla, además de textos y artículos, tenía que ir con los expertos, los eruditos, los que me conocen a profundidad y me han vivido, gozado, sufrido y habitado. Mis residentes. No mis vecinos, como la señora Jacky, !no!, sino mis directos residentes, los que acá duermen, comen, se bañan y juegan. Él quería buscar esa fuente en el río. Y tiene razón, si alguien me ha visto a diario los últimos años son ellos, mis habitantes.

Al comienzo solo los miraba a lo lejos, tenía miedo. Ya no era un muchacho que atravesaba el río por el túnel como muestra de valor.

Él venía caminando desde la carrera 30, junto a la estación de Transmilenio “Universidad Nacional”, por dentro del río, y en sentido contrario a la corriente, llevaba puestos unos zapatos rotos, y vestía ropa vieja, pero muy rápido desenfundaba y hacía varios disparos y volvía a camuflar la cámara. No era la primera vez que hacía el recorrido, pero sí la primera que lo podía hacer completo hasta el Parque Nacional y sin necesidad de salir corriendo ante el peligro, solo saliendo de mi curso antes de estrellarse con los cambuches*. El camuflaje, el ademán del callejero al caminar y la mirada al piso, como buscando alguna moneda cuando sentía que lo vigilaban, pero sin perder la actitud alerta, lo que parecía suficiente para despistar a sus observadores del río. El transeúnte solía hacer el recorrido del río contra la corriente de agua, aunque ese día apenas había un hilo de agua, tal vez porque salía a pie de su casa y volvía a hacer el censo cuando hacía el recorrido. Ese día contó 18 moradores del río.

Sin embargo, se fue acercando a la población del río, ya los reconocía desde lejos: el de la cachucha era uno, el que parecía tuerto era el otro, el que andaba con mujer, otro. El que parecía tener el pelo como engominado. También los agrupaba así: los que habitan entre la carrera 13 y la

81 Caracas, los que habitan unos metros abajo de la Caracas, los de la calle 45, los del Barrio Belalcazar, y por último los de la desembocadura. En total eran cinco parches, galladas, guaridas, o como quiera que se le llame a los asentamientos o barrios dentro el mismo barrio. Algunos, antes del asentamiento, habían sido nómadas, cazadores y recolectores. Su presa: cualquier otro habitante de la ciudad y su recolección: la basura.

El transeúnte se preguntaba por qué no podía acercarse. Él había participando por dos años como voluntario en la rehabilitación de adictos, y en grupos de apoyo en la cárcel modelo, dirigidos a gente con adicción a las drogas y el alcohol. También fue director de H.I (Hospitals and Institutions), un comité de Narcóticos Anónimos para ayudar a liberar de las drogas a gente en las cárceles y hospitales. Durante dos años asistió dos veces a la semana, al sector de educativas en la cárcel modelo. Su función era mostrar la forma, las posibilidades y las experiencias, para cualquier interesado en dejar el alcohol y las drogas, o que al tener esa disposición en algún momento de su vida, encontrara cómo y dónde hacerlo.

Pero eso fue en los noventas, hace mucho tiempo. Y por eso mismo le daba como culillo acercarse. Había escuchado macabras e inimaginables historias de habitantes de calle y bazuqueros que eso era suficiente para no perder el miedo.

Decepcionado por su cobardía y consciente de que no iba a ser capaz de entrar al río, para buscar acercarse a los propios, a los conocedores del tema, decidió darse mañas. Les empezó a seguir la pista. Los empezó a identificar desde lejos: al del sombrero, al tuerto, y al de la cachucha. Se dio cuenta que cuidaban carros en el almacén D1 de Galerías, pero que cada uno cuidaba a horas diferentes y de ese camello* salían para el río. En ese punto hizo los primeros acercamientos. Luego al son de un café empezó a hablarles en su jerga: pipa*, pistolo*, olla*, chamber*, maduro*, les contó, en jerga, su historia personal con las drogas, al tiempo que les iba echando el rollo de su interés en los habitantes del río. Esos manes* no entendían al transeúnte, esperaban algo como un evangélico o alguien de la alcaldía, o algo periodístico. ¿Pero interés por el caño? Eso era como sospechoso. Por lo menos para el Zarco: “la verdad papá, quiero la verdad. Y acá nada de fotos ni esa maricada*”.

82 Esa entrevista con el Zarco la registró en audio. Pero éste personaje, que tenía un ojo menos, siempre se salía del tema del río, para hablar de cosas macabras que había vivido en el Cartucho, eso le fluía, tal vez porque quería meter miedo. Lo que primero se dio cuenta el transeúnte es que este nuevo grupo de habitantes, tenían algo en común con la señora Jacky y los titulares de prensa: todos sin excepción me llamaban caño.

Pero fue el propio Zarco el que le presentó a Mahecha, con quien compartían el túnel que se forma cuando por debajo de la carrera 30 paso de ser Arzobispo a fundirme con el Canal del Salitre.

Le dijo a Mahecha:

― ¡Háblese con este man*, que todo bien!... ¡también ha soplado!

El transeúnte, sintió como si dijeran: es de los nuestros.

Había llegado la hora de entrar al río, sin salir corriendo cagado del susto ante el acecho de sus habitantes, ya no solo hablaría con ellos para hacer un registro en audio o video, sino que lo empezarían a ver como alguien cercano.

El primer hallazgo que hizo en las cavernas del río, fue que esos cinco parches que había observado a lo lejos, además de haberse establecido a mi lado por el refugio que brinda el y el agua, tenían un nombre, unas jerarquías, una organización, también unos juegos de recreación, y sus propios códigos y lazos de solidaridad. Afortunadamente hasta ahí y de manera general indagó el transeúnte. El muy disperso estaba armando otra tesis en su cabeza cuando se integró al parche*. A tiempo logró detenerse. ¡Que no se le olvide que el protagonista de esta historia soy yo y no mis habitantes!

Sin embargo, ese man* logró hacer una clasificación sus hallazgos sin quitarme el foco. Como que está entusiasmado en profundizarlos en otra investigación futura que ya está cocinando.

Sobre los nombres: al parche de la desembocadura, con 5 habitantes, le llaman la Isla y el líder es el Zarco; el del barrio Belalcázar, que está en medio de una zona verde, justo antes de la desembocadura, es la Finca, también 5 viven ahí y su líder es Carracas; el parche de la 45 con

83 carrera 24, el más grande, lleva el nombre del mismo líder: Jornalis, ahí viven entre 8 y 10 ñeros*; arriba, antes de llegar a la Caracas Los Niches con 7 habitantes; y pasando la avenida Caracas, hacia el Oriente, Los Zorreros que son como seis.78

Ahí no llega nadie a vivir así no más. Cuando cerraron el Bronx y muchos de los habitantes de calle se desparramaron por la ciudad, buscaron los caños. La migración fue masiva al río San Agustín en la calle Sexta, incluso una fuerte lluvia se llevó unos cuantos.79

Por mi ronda también se acercaron, llegaron como flotantes y muy pocos se quedaron. Cada parche estaba bien consolidado y era difícil dejar entrar a uno más. Como dice Mahecha:

―Después de que usted no haga respetar el parche ya empieza es a llegar más gente y más gente y más gente. No nos conviene a nosotros porque ya llevamos es mucho tiempo.

Y ante la pregunta:

―¿Cómo se hace respetar el parche? ¿Hablando?

Mahecha respondió:

―Usted sabe que entre el gremio de nosotros le toca a uno pararse fuerte, toca a cuchillo o a los totazos*, donde no haga uno respetar el parche paila*.”80

Mahecha lo invitó a una de esas fiestas, cuando se unen todos los parches y consumen chamber*, guarapos*, bareta* y bazuco principalmente. Se sintió tentado y halagado por la invitación. Pero había un problema: sentía que era muy difícil asistir al agasajo y no recibirles ni un dulce. No es que le amargue la idea de un confeti, solo que cuando los probó, sin ninguna explicación quería más y más. Si algún día se le ocurre una investigación del festejo de los habitantes en el río, tendrá que armar un equipo.

78 Este censo está basado en la observación durante los recorridos que se contrasta con la información que provee Ahecha en la entrevista: Anexo 2. 79 Refiriéndose a los habitantes de calle que se instalaron en la calle sexta con carrera 30. Zarama de la Espriella. (19 de agosto de 2016) 80 Conversación personal con Mahecha. Ver anexo 2

84 Carangas, quien fuera su amigo, había vivido hace más de 20 años en el río.

Con Mahecha al comienzo hablaban de otros temas, incluso más allá de cualquier relación con el caño. Cuando le preguntó si conocía a Carangas, se sorprendió. Le contó que él era uno de los habitantes del Arzobispo.

―Hola ¿Usted ha visto a Carangas?

―No es Carangas es Carracas. Yo soy.

No era el que buscaba, pero entabló conversa. Y poco a poco algo de confianza.

―¿Por qué le dicen Carracas?

―Por el animalito de la piel.

―¿Pero no es Carangas?

―Eso. Carracas o Carangas, creo que es Carracas, así me llamo desde Cinco Huecos (otra pequeña Ciudadela del Bazuco)

Había encontrado la segunda generación de Carangas, su heredero, que llevaba viviendo dos años en el río, en el sector de Belalcázar, un poco más abajo de donde vivió su amigo de rehabilitación Carangas, el original. Este también era un desplazado, no del Cartucho sino de Cinco Huecos, otra ciudadela del bazuco.

85

______Foto 8: Canal del Salitre, punto donde desemboca el río Arzobispo. Túnel donde habita el parche de la Isla. Foto: Juan Carlos Castillo (diciembre de 2016).

V.5. Música sobre el río y otras intervenciones Intentaba con su música expresar su preocupación por la suerte que yo había corrido y la que seguiría corriendo. También lo habían hecho Héctor, del grupo de rock Aterciopelados, en 2006; Totó la Momposina en 200981, y otras figuras públicas que hacen más bulla que la que puede hacer el transeúnte con sus ruidos, su improvisación y experimentación sonora, con público escaso, limitado al medio universitario y a festivales esporádicos. A esas figuras, reconocidos periódicos capitalinos como El Tiempo y El Espectador les habían hecho notas, aunque me dedicaran su música una sola vez para luego desaparecer, y aunque esas notas de prensa fueran

81 “Este sábado, Totó la Momposina le cantó al río y de paso cerró el 'Festival del Río y la Vida' que desde el jueves anterior se tomó la ronda del Arzobispo”. Redacción de El Tiempo (6 de junio de 2009). “El río Arzobispo se niega a morir.” El Tiempo. Recuperado de http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-5376291

86 importantes porque eran ellos y no porque era yo, el río, el motivo de esas intervenciones musicales.

Noche en Blanco.

La música del transeúnte está muy lejos de inscribirse en el circuito comercial, no tiene letra, y a veces carece de un beat constante. Pero es una música sobre mi suerte, que no sé si algún día cambiará. Está basada en manipular y transformar la onda sonora a través de la guitarra eléctrica y usa la improvisación como elemento creativo. Él intenta en ese lenguaje emular mi propia transformación.

A pesar de no interesarle formar parte del comercio musical, mencionaron su trabajo en dos notas de prensa: la primera en el diario El Espectador y la otra en Señal Colombia. Esto por haber sido seleccionado como artista para el festival de arte contemporáneo la Noche en Blanco en 2013.82 También le causaba curiosidad que cuando se encontraba alguna gente que había presenciado su performance, le pedían que avisara cuando era el siguiente.

La música que realiza viene siendo para el comercio musical un ruido. Y es precisamente lo que él ha querido hacer. En la Noche en Blanco, festival de creación artística contemporánea que también se hace en otras ciudades del mundo como Paris, Bruselas, Roma, Sao Paulo, sí que hizo ruido, al fin logró que me miraran.

Tocó sobre mí, se instaló justo por donde paso en la carrera 17, yo hacía mi parte y él la suya. Ya no se amontonó la gente para ver un levantamiento de cadáver en mi lecho u orilla. Se acercaban para escuchar esa música sobre el río. ¡Sí! Se nos acercaban, él me metió a su banda, ese día. En el performance estábamos los dos, yo debajo, el encima, sobre mí agua y orilla proyectaban luces y videos. Aunque él era el que estaba en tarima haciendo música con el río, hacia parte de un equipo, conformado por Javier Irenarco Pinzón, antropólogo encargado de la producción y

82 La Noche en Blanco llega a Bogotá. (5 de octubre de 2013). Recuperado de http://www.lanocheenblancobogota.co/wp-content/uploads/2013/09/DOCUMENTO-DE-PRENSA-NOCHE-EN- BLANCO_low.pdf

87 aspectos de investigación, y la artista visual Carolina Uribe, encargada de la parte visual.83 Ellos eran también vecinos de la localidad, preocupados por mi pasado presente y futuro, que comparten su manía por los temas de ciudad. Esa experiencia nutrió lo que vendría más adelante, porque en ese momento se juntaron disciplinas diferentes para mirar el mismo problema, generando una intervención artística en el espacio público.

Él tuvo la intención de que yo actuara, como sí otro músico del performance, visible para otros. Y contar algo de mi historia donde ocurrió. Ya no en un auditorio con gente tocando una obra compleja basada en improvisación y experimentación que se titulaba “Río Arzobispo” para que cada cual se imaginara lo que yo había sufrido. Él hacía su movimiento, su sonido, y yo el mío. Tocamos seis segmentos, cada uno de 20 minutos, entre las ocho y las doce de la noche, con un público itinerante. Algunos se quedaban todos los 20 minutos y esperaban la repetición, otros pasaban y seguían de largo, otros se esperaban hasta el final de cada acto para dialogar sobre lo que habían experimentado.

Aunque él quiso que yo fuera el actor principal, creo que terminó robándose el foco. La disposición de la tarima, y yo metido entre esas dos paredes, o por lo menos mi agua corriendo por allá abajo, hizo que por momentos se viera como un monólogo y éramos dos.

83 Ambos integrantes de La Fundación Azul. www.lafundacionazul.org

88 ______Foto 9: Río Arzobispo. Intervención en espacio público por Juan Carlos Castillo en el festival Noche en Blanco, (26 de octubre de 2013). Foto: Jairo Armando Ortiz.

En esta puesta en escena o intervención en mi espacio público84, el transeúnte pudo materializar su obra con el tema del agua en la ciudad. En particular con esta agua. Él venía haciendo este tipo de interpretaciones sonoras en diferentes espacios cerrados, como el Jorge Eliecer Gaitán, el Festival Casabierta ASAB, y el festival de Jazz de la Libélula Dorada con la obra “Rio Bogotá”.

Gracias a esa intervención durante la Noche en Blanco, en 2013, se dio cuenta de algo más.

84 Realizada el 26 de octubre de 2013.

89 Desde ese momento, vio la necesidad de brincar al terreno de otras disciplinas, si de verdad quería llegar a las profundidades del río. Pasando la otra orilla, tragó agua, no daba pié. Estaba abandonando su zona de confort.

En ese tránsito se pilló que estaba abandonado la música. Después de andar por las nubes de vivir el acto curioso y obsesivo de la investigación, tuvo conciencia de ser un torpe y primerizo en esas prácticas de las disciplinas de las ciencias sociales, donde otros navegarían como pez en el agua, si el agua está limpia, claro.

Se sentía naufragando en un remolino donde se juntan dos aguas. Tendría que encontrar una tabla para mantenerse a flote en su indagación, de la manera más conveniente posible, sin dejar a un lado su creación sonora; buscar la forma de navegar entre dos corrientes que a veces fluyen en un mismo sentido, y de repente una de ellas cambia el curso.

Cuando se asomaba al tema de esta tesis, era relativamente fácil encontrar trabajos de otras disciplinas, como la que da cuenta de los residuos de agua, o la de ingeniería civil que también miraba diferentes puntos del río respecto a la contaminación del agua. Y era claro lo que ellos veían, pero a veces le surgían otras preguntas: ¿Cómo ve otro artista un problema de estos? ¿Cómo lo sufre? ¿Cómo lo asume? ¿Cuál es su indagación previa a la creación?

Vicachá, el resplandor del agua en la oscuridad

A mediados del 2015 lo empecé a extrañar, sus visitas eran cada vez menos frecuentes. Al comienzo pensé que era algo pasajero, pero cuando ya completaba un mes lo averigüé que había puesto su mirada en el Vicachá, para el que había diversas fuentes, y sobre todo las históricas eran mucho más fáciles de encontrar que en lo que a mí respecta. Pero esa no fue la razón.

El comité de creación de la Facultad de Artes ASAB85 estaba en algo grande. El artista Rafael Mauricio Méndez realizaba el montaje de su obra: “Vicachá, el resplandor del agua en la

85 Academia Superior de Artes de Bogotá.

90 oscuridad”86, un performance en cuya creación participaban artistas visuales, plásticos, bailarines, coreógrafos, actores, diseñadores, escenógrafos, productores y músicos.

El transeúnte, pasó a hacer música para otras aguas. El proceso de creación musical en interacción con los otros artistas, las reuniones semanales del equipo creativo, el recorrido por los cerros bogotanos buscando el nacimiento del Vicachá más los diversos ensayos, no lo alejaron del todo de sus rondas, música e indagaciones respecto a mí. Pero sí aprovechó desde esa otra observación y las vivencias relacionadas, para encontrar claridad sobre lo que quería hacer.

Tiempo atrás solo se hubiera preguntado: ¿Cuál es la mejor música posible que puedo hacer para la obra?

Al rondar al Vicachá, como partícipe de una creación artística colectiva, hizo que me entendiera aún más. Porque si han sido implacables, disciplinadores y se han ensañado con alguien, es con mi parcero* Vicachá que ha sufrido más que cualquiera de nosotros. La ciudad lo pisoteó por completo y sin ninguna consideración, su metamorfosis ha sido aterradora.

Haber participado en esa obra, le dio un impulso fuerte para continuar con su trabajo. Compartió un interés común con otros artistas sobre la preocupación por lo que hemos sufrido los cuerpos de agua en la ciudad. Vio cómo se puede hacer creación artística para comunicar de alguna manera nuestro sufrimiento. No estaba solo. Había otros artistas a los que también les dolía nuestro maltrato.

Y algo bien importante, se encontró con que la obra de Rafael Méndez, con la participación de ese amplio colectivo de artistas de diferentes disciplinas, estaba sustentada en un marco robusto de conocimiento sobre la transformación que Vicachá había padecido.

86 Esa obra se llevó a cabo los días 19 y 20 de diciembre de 2015. Se realizaron 5 puestas en escena, a lo largo de diferentes puntos de río Vicachá, iniciando en la plazoleta de la Universidad de los Andes y terminando en la Avenida Jimenez con carrera Décima, donde el río se desentierra para dejar brotar el agua. La obra de creación contaba además con la infraestructura del comité del creación ASAB de la Universidad Distrital, Decanatura y la financiación del IDIGER.

91 VI. CAPITULO CINCO: EL RÍO COMO PARTITURA (Un juego)

Ahora el juego no consiste en arrojar un barquillo de papel al río o en soñarlo como una gran corriente navegable que pasa cerca de la casa de la abuela. Ahora juguemos a que el río es una partitura.

VI.1 La idea.

Ese día llegaron El Diablo (baterista) y Manuel (contrabajista) al “Bolón de Verde”, un establecimiento ubicado en el Chorro de Quevedo de Bogotá. El Diablo, como le dicen a Josefe, es un baterista caleño de unos 50 años, con una gran trayectoria en la música, ha tocado con muchos grupos históricos de la salsa y el pop colombiano. Era la primera vez que yo, el Transeúnte, tocaba con él, aunque ya lo había visto en escena y sabía de su trayectoria. Era suficiente verlo con las llaves afinando la batería y golpeando con firmeza los tarros para intuir el kilometraje del personaje.

El Diablo preguntó, sentado en la batería y en voz baja, lo que siempre se pregunta cuando no se ha ensayado ni se conocen los músicos. Aún con más razón cuando la pequeña audiencia está con la mirada encima esperando escuchar algo.

―¿Qué tocamos?

―Manuel respondió: free jazz

Yo creía que era un chiste, porque el free jazz específicamente no era la música para iniciar la tanda, no correspondía con la poca audiencia que asistía ese día, a pesar de ser uno de los casi únicos sitios en Bogotá donde a veces se toca free jazz.

Manuel, el contrabajista con el que yo tocaba frecuentemente, podría haber dicho: latin jazz, o toquemos un swing, o groove, o un blues, nombrando el título de algún standard que encajara en la audiencia que va a ese lugar a escuchar jazz.

92 Al decir free, ese es el límite, esas son las reglas del juego, las estábamos aclarando antes de iniciar. No es tan free, como la palabra lo podría dar a entender87. Al no tener forma ni tono se está estableciendo también un límite, y como el juego es con otros, hay que jugar su juego. Ejecutar una forma musical, como en el jazz tradicional, cabría pero sería como estar jugando solo, y se trata de creación en equipo.

Generalmente, cuando hay esos encuentros de jazz con músicos que no se conocen entre sí y que vienen de diferentes tipos de músicas, la vaina se soluciona tocando algún estándar de jazz o temas que todos conocen, y donde se improvisa sobre la forma establecida y generalmente con un lenguaje que encaje en el estilo.

Manuel insistió en el free jazz y El Diablo respondió:

―¿Y en que tono? Es un chiste conocido entre músicos: ni al free jazz, ni a la batería les importa el tono, esas son reglas de otro juego.

Manuel le respondió con un tono de voz donde era evidente que no había ningún chistecito:

―¿Conoce el río que baja por el Parque Nacional?

Y me miró: -¿como es que se llama?

Y antes de que yo respondiera, El Diablo habló:

―Sí, el caño que llega cerca de la Nacho, como por el Park Way, claro que lo conozco.

Y Manuel contestó:

―Esa es la partitura, eso vamos a tocar.

¿De donde saca eso?, pensé. A mí ya se me había olvidado que algún tiempo atrás estuve realizando bocetos a mano del río unos minutos antes de algunas presentaciones musicales.

87 En inglés free quiere decir libre.

93 Graficaba con un rayón sencillo y hacía algunas unas anotaciones sobre un pedazo de papel. Esa era una invitación, una guía para componer colectivamente. En el papel estaban los pasos del río desde su nacimiento hasta que desemboca en el canal de la carrera 30.

Ya había descartado esa idea pero había otro que sí se acordaba y lo dijo con convicción. Eso fue un sacudón completo que me llevó a retomar los bocetos. Recuerdo que dos de esas actuaciones musicales fueron con Manuel en formato de dúo. Una en el Museo de la Memoria y otra en un bar. A él no se le había olvidado. Y eso había sido más de un año atrás. El día que hicimos esas dos presentaciones musicales, interpretamos un repertorio variado, pero entre uno y otro tema le pedí que improvisáramos basados en los imaginarios que cada uno tenía del río que bajaba por el Parque Nacional, o el caño, para que me entendiera mejor. De esa manera el dibujito improvisado, con base en el río, con puntos de encuentro marcados nos ayudaban a navegarlo. Esa idea también la había realizado con otros músicos, pero no en más de cuatro o cinco ocasiones.

Cuando empecé a desarrollar este método de creación no necesitaba que los músicos que me acompañaban conocieran las profundidades del río. Con haber pasado por encima y saber dónde estaba ubicado era suficiente. Simplemente quería que dialogáramos musicalmente y cada uno desde su instrumento expresara lo que sintiera sobre el río. Era una invitación a crear en colectivo y en el instante mismo.

En el trazo que solía realizar, recuerdo que estaba marcada la parte alta del río. La segunda etapa cuando entra a la Circunvalar y atraviesa el Parque Nacional, la tercera entre la carrera Séptima y la avenida Caracas, la siguiente, hasta el Park Way y la última hasta su desembocadura en la carrera 30. A veces dialogábamos vagamente sobre lo que pasaba en cada parte del recorrido, y me encontraba con que algunos de los músicos habían tenido experiencias personales, en alguno de esos puntos o cerca de ellos.

Ese día del toque con El Diablo caí en cuenta que ellos también tenían su mapa dibujado en la cabeza, y que los terrenos por donde pasa el río, quedan cerca de algunos espacios de tránsito obligado de los músicos como por ejemplo el San Café Jazz Club, sitio de música en vivo ubicado en la carrera 24 nro. 45A-64, a escasas cuadras del lugar donde está encauzada la

94 corriente. También la sede de la Orquesta Filarmónica de Bogotá queda en la calle 39 bis nro. 14-32, a una cuadra de distancia. En la localidad de Teusaquillo viven muchos músicos y hay numerosos sitios de ensayo. El hecho de que vivan en Bogotá y sepan que existe el río o el caño, o como lo quieran llamar, también podría ser suficiente para crear en colectivo.

Manuel me había hecho recordar los momentos en que antes de empezar a tocar en grupo dibujaba al respaldo de una partitura, o en cualquier pedazo de papel o servilleta una especie de mapa. Era un trazo brusco, una línea no uniforme de arriba a abajo de la hoja. Ahí escribía algunas señales de giros en el recorrido del río, se podían identificar transiciones como referentes para hacer cambios durante la creación musical.

Ese día Manuel, al recordar lo del río como partitura, lo relacionó con free jazz. Para mí no se enmarcaba necesariamente en ese estilo, pero eso no importaba. Tampoco le había insinuado la intención de hacer música experimental, contemporánea o lo que fuera. Para mí era mejor que cada uno se imaginara lo que quisiera. Para un músico podría ser free jazz, para otro música experimental, para otro síntesis sonora, música improvisada, en fin. Ahí cabemos varios tipos de músicos que hemos vivido la práctica de la improvisación, ese sí tiene que ser un punto en común: la improvisación como elemento de la música para crear. Y algún interés o sentir respecto a lo que le ha pasado al río o lo que le va pasando a medida que va siendo devorado por la ciudad.

Ese día empezó la función. Manuel en el contrabajo, El Diablo en la batería y yo en la guitarra eléctrica. Empezamos a tocar espontáneamente una música improvisada pero basada en los imaginarios que cada uno tenía del río. En algún momento de la creación me di cuenta que al lado mío había otro par de poseídos con el cuento del río, y que podría haber más. El Diablo siguió por un tiempo merodeando en los sitios donde yo tocaba y al acecho de otra improvisación.

No quiero que sea mi composición, ni solamente la mirada que yo tengo del río. Por eso mi interés es que sea una creación en colectivo, sin descartar la creación individual. La apreciación y la forma de relacionarse y sentir el río por parte del músico transeúnte, desprevenido, que no lo ha estudiado como yo lo he estudiado, es también muy importante.

95 Desde ese día retomé la idea, y deseché por completo la intención de escribir una partitura musical en un pentagrama tradicional para interpretar la transformación del Arzobispo. La partitura ya estaba hecha: era el río. Ahora era cuestión de interpretarla. Para emprender ese proceso, me interesaba también escuchar lo que cada uno se imagina del río en sus propias palabras y por supuesto, desde la creación en escena y con el lenguaje particular que emana de los instrumentos de cada músico.

Así como dejaba abierta la posibilidad de que el río sea una partitura dando lugar a la creación espontánea pero sin necesidad de que los músicos fueran conocedores del río, también necesitaba pasar a otro terreno. Llevar a los músicos a caminar la partitura. Que pasaran por donde yo había pasado, que escucharan la historia, que fueran a los cerros orientales y caminaran conmigo hasta la desembocadura. Este recorrido sería un insumo valioso para el método y a la hora de interpretar en equipo al río como partitura.

La transformación del río podía ser contada desde dos puntos de vista: el primero sería la metamorfosis que sufre en su recorrido. Desde el nacimiento hasta su desembocadura, pasando de los cerros orientales al cemento urbano más la contaminación sonora y del agua en la ciudad, teniendo como referentes diversos puntos demarcados por calles y carreras de fácil identificación para todos.

Otra mirada sobre la transformación del río podría ser interpretada sobre su historia: una línea de tiempo con cuatro puntos determinantes. El primero, la transformación del significado y de la relación de los indígenas con el agua desde la época de la Conquista y comienzos de la Colonia. Este momento coincide con el momento en que rebautizan el río con el nombre de Arzobispo, perdiéndose el nombre original indígena. Una segunda parte en la línea de tiempo es la llegada de las industrias y los barrios obreros a finales del siglo XIX, con el río como cloaca que recibe todo tipo de inmundicias. La tercera parte se basa en la canalización del río en los años treinta, cuando es cambiado su curso, puesto en línea recta y canalizado entre dos paredes de ladrillo. Y una última parte en tiempo presente donde el río recibe al errante y vagabundo que llega a vivir en su rivera y sus túneles, siendo testigo en el día a día de los diferentes parches* que lo habitan. En resumen: la metamorfosis de río a caño.

96 VI.2 El juego, los jugadores y los juguetes.

Hay algo importante que siempre ha estado ahí, acompañándome, de lo que yo no era consciente. Emergió de las profundidades tras un diálogo corto con mi hija, un día que vinieron a mi casa dos amigos: Lucho (baterista) y Jorge Castillo (instrumentista y compositor). Íbamos a realizar una de las primeras experiencias respecto a interpretar la partitura, es decir al río.

Ese día Silvia, mi hija de cinco años, con su sonrisa gigante me dijo:

―¿Jugamos?

―Hoy no puedo mi chiquitina, tengo que trabajar. ―Le respondí.

―Ayyy que aburrido. Dijo cambiando la sonrisa y arrugando la boca.

―Para mí no es aburrido, vienen Jorge y Lucho ―Ella ya los conocía―.

―Pero eso no es trabajar ―respondió mi hija.

―Entonces ¿qué es?

―Cuando vienen tus amigos, eso es jugar.

―¿Entonces qué es trabajar?

―Cuando te sientas al computador, eso es trabajar.

En horas de la tarde es muy probable que ella me diga: ¿jugamos? Hay un espacio cuando está llegando la noche que le suelo dedicar y que a veces se extiende hasta la comida y la hora de dormir; todo encadenado por el juego: la sopa es un lago, la verdura una selva, el cepillo de dientes entra en la boca de un dinosaurio y hasta el cuento final para dormir, todo es un juego.

Jorge y Lucho venían a hacer una improvisación teniendo como referente esos primeros trazos que forman el camino que atraviesa la corriente del Arzobispo. Podría haber venido a ensayar cualquier otro amigo, o a tocar por tocar, como a veces hacemos.

97 Me di cuenta de que Silvia asocia interpretar música o hacer música en grupo con jugar. Ese es el significado que ella le da a ese acto creativo y grupal que observa desde que nació. Es el criterio de una jugadora. Quién más que un niño para saber lo que es jugar y lo que no es jugar.

También la palabra que se utiliza para producir música a través de un instrumento, en otros idiomas se le denomina jugar: en inglés “tocar un instrumento” se traduce como play, en francés es jouer, en alemán abspielen, e incluso en árabe, que pertenece a una familia lingüística diferente al latín, es la´iba. Pero es de Silvia que yo tomó la idea de mirar los puntos del juego que emergen en el proceso creativo del río como partitura.

Al parque por donde baja el río y hasta que desemboca, entraron tres jugadores, cada uno con sus juguetes.

Pero antes de entrar a mirar esos tres elementos: jugadores, juguetes y sus juegos, me detendré en una de las tantas representaciones del juego con mi hija, que puede ser un aporte en el proceso creativo. En segundo lugar, un momento de mi juego y mis juguetes en la infancia. Y tercero, cosas que han dicho algunos amigos músicos que hacen música e improvisan como base de su proceso creativo, aprovechando las charlas que surgen en la puerta del bar donde nos paramos durante los intermedios.

En mis amigos músicos, en mi hija y en mi propia experiencia hay una práctica del juego que se relaciona con la creación del río como partitura, donde se dialoga por momentos con autores que han dicho cosas sobre el juego, sin que esto constituya un marco teórico o un análisis filosófico sobre el juego.

El juego de Silvia

Silvia, mi hija, tiene muchos juegos con el agua: la cama es un mar en el que pone unos cojines, ella se para en uno y yo en otro, juntos navegamos según la historia que ella vaya creando. La sopa del almuerzo es un lago con peces y cocodrilos de todos los tamaños que hablan entre sí. También pone unas semillas en fila como si fueran un río. Lo que me sorprende son las historias que se tejen alrededor de ese lago, de ese mar y de ese río. Esas historias van surgiendo en el

98 momento, ella no tiene un guión predeterminado, e incluso si repite la temática siempre emerge algo nuevo. Algo que se va agregando a la historia.

Mi hija improvisa, definiendo la improvisación como la creación en el acto, en el momento, en el instante y sin dar vuelta atrás.

Eso queda reflejado en este juego con mi hija donde ella convierte unas semillas en río, y unas piedrecitas en peces que entran al agua, pero no es cualquier pez: son pirañas. También las acompañan otros peces. Y unos animalitos que se van acercando al agua. El río está cerca de una cantidad de objetos mezclados entre adornos pequeños de porcelana de la sala y juguetes de ella, varios recipientes como una tapa de lata de un tarro de galletas que resulta ser una piscina. Con todo eso se forma una gran ciudad sobre la mesa de nuestra sala, donde el río solo es una parte del paisaje.

¡Me toca! ahora yo juego. Varias veces coloqué las semillas, y a lo largo diferentes piedritas como mis personajes. Ya no la piraña, ni el pez blanco, ahora era es el pez capitán, ya no unos cuadrúpedos bebiendo agua: ahora eran mis personajes. Piedritas acomodadas a lo largo del río: unas en la desembocadura (el parche de la Isla), otros uno doscientos metros arriba (el parche de la Finca). En el Parque Nacional las vendedoras de frutas, los gamincitos que se botaban por el tobogán y algunos letreros.

Cargar ese bosquejo de partitura era poco práctico para el juego, pero era un paso para lo que iba a seguir. Mi práctica suele ser itinerante, un día toco en un bar, otro en mi casa, otro en la universidad, de vez en cuando en un auditorio y no siempre toco con los mismos músicos. El juego de poner las piedritas, es decir los personajes de mi historia, los lugares y letreros, es una contribución, un paso más que aporta a la partitura. Decidí entonces pasar de los trazos bruscos y la maqueta, a elaborar un dibujo que sirviera de partitura, pero que además pudiera ser leído por los otros jugadores, incluidos los que presencian el juego. Que recogiera algunos hallazgos de la investigación y que además lo pudiera echar en el bolsillo del estuche de la guitarra.

99 Infancia

Al sonar la campana que anunciaba el recreo de mediodía sentía una punzada frenética que me mandaba corriendo a jugar. La cancha de fútbol me esperaba, a veces la de basquet y cómo olvidar el juego de bolitas cuando se volvía una obsesión.

De repente me empezó a atraer un sonido. Acercándome día a día empecé a pararme frente a la puerta donde ensayaba el grupo de rock del colegio. Buscaba cualquier juego o actividad que pudiera llevar a cabo cerca de ese salón. Soñaba con que algún día me dejaran jugar. ¿Por qué hubo ese cambio? No lo sé. A mis hermanos nunca se les ocurrió algo así y pasamos por el mismo colegio y vivimos en la misma casa, ellos siguen hasta el día de hoy fieles al fútbol. Pero yo sí quería cambiar de juego. Seguí merodeando esos sonidos fuertes del bajo, teclado, batería, guitarra eléctrica y voz. Ya me sabía, de tanto escucharlas desde afuera, las canciones que ensayaban. Hasta que al fin se dio.

―Entre y toque ―me dijeron―.

Ya había rasgado la guitarra desafinada de palo y sin primera cuerda de la casa. Lograba hacer algunas melodías. ¡Cómo anhelaba tener en mis manos, por primera vez, una guitarra eléctrica! Pero ya tenía dueño. Entonces me pasaron un bajo de marca Fender, inmenso y pesado, que estaba vacante. Lo conecté temblando y con torpeza, tal como había visto alguna vez que lo enchufaban para ponerlo a sonar. El miedo se me revolvió con emoción cuando, pulsando las cuerdas empezó a vibrarme en las tripas el amplificador gigante del tamaño de una nevera, ese artefacto de parlantes era más alto que yo. Mi flacura, que se ganó todos los apodos que le pueden achacar a un langaruto, hizo su parte. Sentí que se me rompía la espalda a medida que pasaba el tiempo con ese juguete colgado. Me hice el fuerte, hasta que indicaron tocar Samba p`a tì de Carlos Santana. Ya había un guitarrista que se sabía bien la melodía y un baterista que conocía el ritmo. No me fue tan mal, pero en el otro tema llamado Another one bites the dust, del grupo Queen, me sacaron de la cancha: ¡Cambio! ¡Que entre otro!

El remplazo se quedó con el bajo y sin embargo seguí ubicándome en la puerta del salón de música a escucharlos jugar. Cerraban y solo podían entrar los de la banda. Una vez más sabía lo

100 que era ver el juego desde la banca, como cuando pasé por el equipo de fútbol, solo que este juego ya no lo veía, lo escuchaba.

Hubo un gran alivio cuando un compañero del salón me invitó a jugar con un juguete eléctrico y una batería que había en su casa. Se me subió el ritmo cardiaco de la emoción, se agitó la respiración cuando cogí ese instrumento ya conectado al equipo de sonido de su casa y listo para sonar. Lo mismo sentí cuando me senté en la batería y tímidamente golpeé los tambores.

Cuando he llevado a mi hija a una juguetería, no tengo duda de esa sensación de que los instrumentos eran juguetes que yo tuve desde niño.

Para ese entonces el palo de escoba era la base del micrófono, una raqueta de tenis era una guitarra eléctrica, los tarros de leche desocupados de mi hermanito y algunos de galletas eran tambores de batería y los colores eran las baquetas para golpear los tarros. Verdaderos juguetes. ¿Por qué los volvía juguetes? Por la alegría de jugar. No más. Para otros niños el palo de escoba era un caballo o una escopeta. Para mí era la base del micrófono para cantar. Objetos para soñar y construir historias. Y es que “la belleza que nace de la alegría de jugar porque sí, porque si no más, como canta el pájaro sin saber que canta”. Eso dice Galeano refiriéndose al juego del futbol, y narra los movimientos por la banda derecha de uno de sus héroes de ese juego cuando niño. Con qué magia llevaba el balón esquivando oponentes, hasta llegar a la cancha contraria, Galeano sabía que nunca podría jugar así pero se dio cuenta que le gustaría algún día escribir así, con el encantamiento que su héroe del fútbol jugaba.

¿Quién me mandó a volver los tarros de leche baterías? Nadie. Incluso lo hacía a escondidas de mis papás.

¿Quién me mandó a colgarme la raqueta de tenis con una lana de tejer de mi abuela y volverla guitarra? Nadie. Incluso había sido hecha para otro juego. Y es que “Todo juego, es antes que nada, una actividad libre. El juego por mandato no es juego, todo lo más una réplica, por encargo, de un juego”.88

88 (Huizinga, 2004, p. 20).

101 Amigos

Ya había tomado nota de conversaciones con otros músicos, en los sitios que suelo tocar jazz y buscando insumos para escribir una ponencia sobre improvisación en música. El acto improvisatorio en música, y sobre todo en jazz, formato donde primordialmente se improvisa, lo he realizado durante gran parte de mi vida, y estaba buscando generar algún conocimiento con los músicos que no han escrito sobre el tema pero que ejercen este acto a diario. Con ellos suelo tocar. Empecé a tomar nota de las conversaciones que surgían en los intermedios de presentaciones en diferentes establecimientos.

En una de esas charlas espontáneas sobre la improvisación, el pianista Rodrigo García, conocido como Pelos, decía: “Es como jugar fútbol, tocamos la bola, nos divertimos pero estamos pendientes del que lleva el balón, corremos en función de sus movimientos, ¿va a patear al arco? ¿va a hacer el pase?, ¿a quién? Todos estamos pendientes del que lleva el balón”. Le estaba hablando a un estudiante suyo que se subió a tocar, pero no escuchaba lo que creaban los otros, no entraba en el diálogo, en su espectro estaban solo él y su instrumento. Era la forma de decirle “toque el balón, juguemos juntos”.

Otro día frente al establecimiento Bolón de Verde en el Chorro de Quevedo, Juan Pablo Bello, pianista de jazz invidente, dijo: “Improvisar es resolver, todo el tiempo tengo que resolver cuando voy andando por la calle ―Juan Pa al tiempo que dice la frase, bota el bastón y sale a caminar al azar hasta que se estrella con un muro (risas)― eso es improvisar, es lo que hago todo el tiempo”.

Recordé el juego de la gallina ciega, donde le vendan los ojos al que hace de gallina y le dan vueltas para que salga a buscar a los otros al azar y el que se deja atrapar se convierte en la gallina en el siguiente turno.

En la vida cotidiana Juan Pa, sabe hacia dónde quiere ir, pero no sabe qué obstáculos se va a encontrar por el camino, sobre todo si es la primera vez que toma un camino. Usa su bastón como instrumento y sus otros sentidos para llegar a su meta, Juan Pa no se devuelve a la casa y vuelve a arrancar, sólo soluciona el obstáculo en el momento y continúa o redirecciona su trayecto. Solucionar sobre la marcha es parte del juego y está presente todo el tiempo en la improvisación.

102 De la relación entre juego, música e improvisación también ha hablado de una manera más formal Ricardo Tacha: él es otro amigo y gran bajista de quien sigo aprendiendo cada vez que tengo la fortuna de compartir con él un escenario. Juega con las melodías, con las armonías, con el ritmo. Es absolutamente inquieto en lo creativo. Además me acompañó en el Festival de Jazz de La Libélula Dorada en 2012, primer antecedente que recuerdo relacionado con este proyecto. En el concierto interpretamos mi obra titulada Río Bogotá.

La tesis de maestría de Ricardo Tacha (2013) titulada: “Andanzas, una reflexión estética sobre el Jazz y las nuevas músicas colombianas”, es un referente importante por cuanto escoge una pieza del compositor Antonio Arnedo y reflexiona sobre tres dimensiones: el juego, el símbolo y la fiesta.

En su escrito, Tacha, a pesar de ser un gran jugador, no mira en su propio juego, lo analiza en la obra Andanzas y cita a autores como Gadamer. Mi intención es diferente, es asomarme a mirar el conocimiento que puede haber en la improvisación y en los jugadores, más que en los pensadores que han escrito al respecto. Lo que yo quiero es mirar en mi juego.

Sin embargo, de la parte teórica de Tacha tomo algunos puntos para aplicar en el proceso creativo que he realizado: “El juego involucra la tensión y ésta lleva incertidumbre y azar”. Esto tiene relación con lo que dice Huizinga (2004): “El juego no es la vida corriente, o la vida propiamente dicha. Mas bien consiste en escaparse de ella a una esfera temporera de actividad que posee su tendencia propia”.89

VI.3 Tres aspectos de jugar al río como partitura Incertidumbre y Azar

Es precisamente lo que he estado haciendo y quiero seguir haciendo en el juego de mi creación sonora. Tener algún grado de incertidumbre y azar en el proceso creativo. Durante la maestría en

89 (Huizinga, 2004, p. 21).

103 Estudios Artísticos desarrollé varios procesos que sirvieron de insumo para el proceso creativo eje de este trabajo.

Realicé en 2014 y 2015 para el Laboratorio de los Sentidos de la asignatura Taller de la Maestría, a cargo de la maestra Sonia Castillo, sendas creaciones improvisadas en un espacio preparado para lograr completa oscuridad. Mientras tocaba la guitarra, emulaba al río entrando en los túneles. Durante el ejercicio perdí el control del diapasón de la guitarra y de la manipulación de los efectos, mi interpretación del paso del río de los cerros al enterramiento y las cavernas urbanas. Al final del ejercicio, la audiencia (el otro jugador) escribe en un papel el cúmulo de emociones y percepciones que experimentó durante el ejercicio desde su sentir. Guardé toda esta información que podría ser un insumo valioso para otra investigación en el campo de lo sensible, ya que encontré que en la oscuridad hay una conexión diferente con la audiencia, un sentir diferente al que puede haber cuando hay luz. En los escritos de esos cojugadores quedan registradas diversas metáforas y experiencias. Esa experiencia fue permeada por un grado alto de incertidumbre al no poder ver la audiencia, ni los artefactos que manipulaba, ni el diapasón de la guitarra.

Otra intervención relacionada con mi quehacer en la interpretación del río como partitura, fue con Jorge Castillo. Invertí el orden de las cuerdas de la guitarra. Quedaron en una disposición diferente y desconocida para mí, ahí desaparece el lugar seguro de las escalas y acordes que maneja un guitarrista y si los hay, va a sonar completamente diferente: esa era la idea, permitir ese grado de sorpresa e incertidumbre.

La improvisación en todo caso conlleva siempre un grado alto de incertidumbre, lo impredecible supera muchas veces lo predecible.

Lo serio

El río ha contado en su voz y en capítulos anteriores momentos de su desgracia y de otros desgraciados que fueron sus transeúntes o habitantes. Ahora yo intento incorporar esa voz del río en una partitura e interpretarlo desde un lenguaje sonoro. Desde el músico y guitarrista que soy. Como un juego. Aclarando que el juego también es serio.

104 Autores como Huizinga (2004) han hablado de la seriedad del juego. “Los niños, los jugadores de futbol y los de ajedrez juegan con la más profunda seriedad y no sienten la inclinación de reír”. Hablando de la oposición entre lo serio y lo cómico. Claro que hacer reír a la gente puede ser también algo serio. ¿O qué hay detrás de un payaso o un guión de humor? Los momentos de abstracción del juego de mi hija son de absoluta concentración y seriedad. Cuando juega con las amigas a ser princesas o guerreras no quieren ser interrumpidas, la historia que están desarrollando o las fichas que están armando es lo más serio que pueden estar creando. Tan serio que genera protesta y desacato de las niñas cuando son interrumpidas para pasar a comer: ¡dejen de jugar y pasen a comer! Equivale a decir que dejen el jueguito y pasen a algo serio.

Las reglas del juego.

El río es el motivo de la creación sonora. La partitura, sea a través del dibujo o de los recorridos que realizarán los intérpretes, marcan ciertas pautas para improvisar. Los intérpretes son músicos. Los músicos pueden emitir los sonidos que quieran desde su instrumento, pero intentando establecer un diálogo con los otros. No hay tonalidad establecida. No hay formato establecido, cabe el solista, el dúo, incluso la orquesta.

Puede haber beat (tempo constante o percutivo) o no haberlo. No hay tiempo límite. La creación puede durar minutos o extenderse por horas. No hay ganador ni perdedor. La interpretación puede tener como inicio la avenida Circunvalar o incluso el nacimiento del río. Y termina en su desembocadura.

Los cojugadores o el público, podrán participar llenando las tablas de lo que les evoca la experiencia o lo que sienten y lo que entienden. Muchas de ellas se utilizaron en las experiencias a oscuras y también serán insumo para futuras investigaciones-creaciones.

Las reglas anteriores quedan abiertas a la transgresión de las mismas, excepto la primera.

105 VI.4. Jugadores y juguetes

La interpretación de las desgracias del río y sus desgraciados también es una invitación a los amigos y a cualquier músico que quiera participar: es una invitación que queda abierta. Y ya varios colegas me han acompañado en esa navegación. Relataré brevemente lo ocurrido con un par de ellos. A Jorge y a Lucho los escogí porque en realidad se embarcaron a navegar conmigo. Aunque hubo otros que también lo hicieron, pero desafortunadamente en esos momentos no contaba con las herramientas adecuadas para el registro de audio y video.

Jugador 1

Un músico que ha atravesado con mucha fuerza el río es Jorge Castillo. Fue alumno mío de guitarra eléctrica en el programa de música de la Universidad Incca entre el año 2006 y el 2009 y no lo veía desde mi salida del claustro. Hubo un encuentro casual por la calle, Jorge es de esos alumnos que da gran gusto encontrarse. Más allá de su especial apasionamiento y habilidad para la guitarra, siempre me llamó la atención su inquieta creatividad. Recordaba una obra de experimentación basada en tiempos y rebote utilizando varios delays, que compuso para guitarra eléctrica. Alguna vez le pregunté sobre la obra y me la explicó en términos matemáticos. Yo no entendí nada.

También recordaba que andaba construyendo un aparato llamado E-Bow, utilizado para mantener una nota larga en la guitarra eléctrica, de manera similar a como lo haría un instrumento de cuerdas frotadas, sólo que en este caso a través de un campo electromagnético. También estaba construyendo un Talk Box, que consistía en una manguera, por la que se emiten sonidos con la boca, que va conectada a una caja en la que se combina con los sonidos de la guitarra produciendo una mezcla entre los dos.

Nos tomamos varios cafés de charla apasionada en torno al tema, sonidos de ciudad, ruidismo, improvisación, sonidos de agua en la ciudad, síntesis sonora, guitarras eléctricas, efectos análogos, sintetizadores, experimentación, caos urbano, contaminación, en fin. También hablamos de la nota que sale de cualquier instrumento y va siendo transformada como metáfora a la gota de agua de un nacimiento que va mutando a medida que se acerca a la ciudad. Desde el

106 primer café en la primera charla me di cuenta que él era el jugador que necesitaba para mi proyecto del río como partitura.

Lo iba metiendo al río y al río lo fui convirtiendo en partitura. La primera vez recorrimos desde la carrera Treinta, pasando por el barrio Belalcázar hasta el Park Way. En esa primera parte del recorrido hablamos muy poco. El observaba en silencio los grafitis cuyos detalles yo ya conocía, él miraba con recelo a los habitantes del río que a esa hora del mediodía dormían echados en el pasto. Él estaba tenso y a la defensiva, como lo estuve yo en mis primeros recorridos. Cuando pasamos por la calle 45 para coger rumbo a la calle 39, le conté algo de Carangas, el habitante de calle que conocí años atrás en el centro de rehabilitación. Le señalé el punto donde Carangas armaba cambuche* con sus amigos. Así le fui mostrando los puntos determinantes de la historia, otros parches y el sitio donde se realizó la intervención sobre el río como parte del festival La Noche en Blanco, donde hice una intervención artística musical sobre el Arzobispo y otros performances asociados con este afluente del río Bogotá.

Continuamos el recorrido rumbo hacia la avenida Caracas. El agua que surgía de su túnel era suficiente en cantidad y velocidad para escuchar su sonido, no como en época invernal y de torrente pero tampoco de sequía, donde apenas baja un imperceptible hilo de agua, que se escucha solo estando con los pies entre el agua.

Cada vez que nos acercamos a la Caracas, va cambiando el sonido del río. Jorge dijo que todos esos sonidos se pueden fabricar con el sintetizador Nord y el modulador de anillos.

Se refería a sus juguetes para crear sonidos y música.

―¿Y el de la ciudad?

―Sí, claro

―Me interesan los sonidos del agua y de la ciudad pero no literal, de lo contrario hubiera recurrido a los registros del paisaje sonoro y hubiera improvisado sobre ellos. Me interesa más cómo nos afecta por dentro. La afectación es diferente en ti que en mí, y quiero que la pongamos

107 a dialogar cuando hagamos música. Yo desde la guitarra eléctrica alterándola y tú con tus juguetes.

Entonces le pregunté:

―¿Cómo te suena el río internamente?

―Cuando a mí me hablan de río me imagino los de mi tierra en Anserma o Riosucio, no un río de ciudad.

―Yo también por mucho tiempo me imaginaba el del campo a pesar de haber pasado acá desde la infancia y creo que esa es la percepción romántica de lo que es un río. Si le decimos a cualquiera: “Cierre los ojos e imagine el sonido de un río”, algunos imaginarán ríos tranquilos, otros con más corriente, otros como mayor inclinación en su bajada, etc. Pero no los van a imaginar ahogados entre la masa sonora y estridente de ciudad.

―Si antes le sonaba un río de campo, cuando se metió en esto del Arzobispo ¿qué le cambió?

―Claro ahora cierro los ojos y escucho otra cosa.

―¿Como qué?

―La voz del río.

Continuamos el recorrido y a medida que nos acercábamos a la avenida Caracas, el sonido del agua iba siendo tragado por la turbulencia de la avenida. Todo se volvía un solo sonido, una fusión con los sonidos de los buses del TransMilenio, carros, motos, camiones, obras en construcción y transeúntes en cualquier dirección.

Otro día realizamos un recorrido desde el cerro. Fue una subida al Pico del Aguila, donde continuó la conversación sobre lo que escuchábamos y sentíamos. Nos paramos un rato en el punto que ya no se escucha la ciudad, exactamente unos tres metros después del Pico del Aguila. De vuelta y cuando ya nos acercábamos a la avenida Circunvalar, donde empieza el Parque Nacional, Jorge dijo:

108 -Todo esto podría ser como mezclar dos pistas en un estudio de grabación, una que contiene un sonido del agua y otra que contiene un gran estruendo. Como una pista de agua y un gran monstruo. El monstruo se va acercando hasta que nos traga.

-¿Cómo el río que va siendo tragado por un caño?

Juguetes

Jorge se había conseguido poco a poco toda una juguetería durante los últimos años, como parte de su dedicación a la síntesis sonora. Con estos juguetes había sido invitado a musicalizar eventos del planetario de Bogotá que ahora nos podrían servir para la composición.

Y ocurrió como cuando niño me encontraba con amigos cualquier 25 de diciembre y me invitaban a jugar con el tren de pilas nuevo, o el carro de bomberos con sirena, o el mejor juguete que les hubieran dado.

El primer juguete en el que reparé al llegar a su casa fue una cajita de madera con dos antenas: una vertical y otra horizontal. Un theremin marca Moog monofónico, el primer sintetizador patentado en 1919. Funciona como un campo magnético que se activa con las manos, como cuando uno se acerca a una antena de radio y produce interferencia.

El siguiente juguete en el que fijé la mirada fue un teclado de apenas tres octavas, pero con un tablero negro grande enfrente lleno de botones organizados en filas y columnas, 36 en total, y un espacio con cables pequeños que interconectan varios orificios y con el letrero de la marca Korg Synthesizer: un Korg MS20 hecho en 1978, y otros letreros pequeños que indicaban diversas funciones, de las que yo tenía una idea muy básica.

En ese reconocimiento y diálogo sobre sus juguetes me di cuenta que él veía en su cabeza fórmulas físicas, ecuaciones, formas de onda, valores matemáticos que intentó explicarme con un tercer juguete. Hubo muchos ingenieros en la segunda mitad del siglo XX que hicieron música, crearon música, aplicaron su ingeniería a la música. El caso de Jorge era a la inversa: había pasado de la música al terreno de la ingeniería y las matemáticas empíricas guiado por una motivación muy fuerte.

109 Necesitábamos hacer sonar las cosas, empezar a prender los juguetes para ir encontrando un común denominador en el diálogo y fue lo que hizo Jorge. Produjo con el aparato el sonido normal del voltaje parecido al que produce una luz de neón prendida. A partir de ahí empezó a desfigurar y a transformar ese sonido, generando diferentes ruidos, hizo el de una sirena, emuló otro de un avión que escuchábamos pasar en ese momento. Luego cogí el juguete y moví los botones aleatoriamente jugando un buen rato, encontrando una diversidad de sonidos que surgían al azar.

Jorge nunca utiliza sonidos preexistentes, o sonidos sampleados, los crea de cero. Me hizo la demostración con el cuarto juguete: un Nord lead 4: un sintetizador analógico.

______Foto 10: Jorge y Juan Carlos jugando con el theremin. Foto: G. Montaña. (3 de octubre de 2016).

La demostración fue algo mágico para mí, cogió la onda que produce el voltaje y empezó a manipularla hasta recrear un sonido del agua y un sonido de tráfico de ciudad. Confirmé así que cada uno tenía un sonido de agua y de tráfico diferentes en su cabeza. Como preguntarle a

110 alguien cómo suena un ladrido de perro, cada cual tiene su perro adentro. Lo que seguía era poner esos dos sonidos a dialogar.

Volvimos a hablar de la metáfora de una onda sonora, que al ser manipulada se va transformando. El nacimiento de agua se va transformando a medida que baja por los cerros y lo recibe la gran ciudad en la que vivimos y este río que pasa por la localidad que vivo. Ese día lo experimentamos, cogimos la onda que produce el voltaje y la empezaos a transformar y a desfigurar.

Me divertí mucho siendo empírico en síntesis de sonido, con frecuencia muevo los botones de los efectos análogos y de esa clase de aparatos por un sentir intuitivo y emocional. Dejando una buena parte a la incertidumbre y el azar. Desfiguro la música y juego con la honda intentando contar mi historia, como yo la veo, como la interpreto, improvisando música como lo hice desde mucho antes de encontrar el jazz que me ha acompañado por media vida.

Después de jugar un rato con los aparatos, decidí trasladar ese grado de incertidumbre a la guitarra invirtiéndole el orden de las cuerdas. Entonces ya estábamos listos para interpretar la transformación del río.

Jugador 2

El otro músico que estuvo metido en este proceso del río como partitura, que participó en una grabación en dúo, unos meses antes que apareciera Jorge, fue Luis Guardela, baterista y percusionista cartagenero, de la escena bogotana del jazz, de la salsa y de la chisga90. Él no estaba en los terrenos de Jorge de síntesis y experimentación o enmarcado en unas músicas que se alejan totalmente de lo comercial.

Solíamos tocar en tres bares de jazz: San Café, Story Vile y ByL, y coincidimos en otra banda llamada Escarlata donde lo conocí. A Lucho no lo había pensado como el músico para meter al

90 La chisga bogotana es un formato musical específico. Para entender un poco más su contexto cultural en Bogotá ver Zapata Restrepo, G. et. al. (2014). pp. 80 y ss.

111 río, hasta que me enteré que ya estaba en el río ese día que me llamó, pensé que la llamada era como para una chisga, él era muy bueno consiguiendo estos toques pagos de última hora, que ayudan para el transporte y echarle algo a la nevera.

―Ajá Juanca, tengo una horas en un estudio de la universidad, para que grabemos algo ¿podemos grabar algo de tu música, de lo que hemos tocado?

Él se refería a los temas de jazz, a algunos pasillos para cuarteto con guitarra eléctrica que habíamos tocado, temas con forma, tono, melodías y secciones de improvisación y escritos en una partitura. Algunos habían sido grabados en disco.

―Claro por supuesto, pero tal vez podríamos grabar algo diferente, ¿Conoces el río que baja por la calle 39? ¿Desde el Parque Nacional?

Se quedó pensando por unos segundos.

―¡Ajá, claro! el caño, sí viví varios años justo en frente en la calle.

―Eso vamos a tocar, esa es la partitura.

―Jajaja, anda ponte serio…

Íbamos a ser conejillos de los estudiantes de ingeniería de sonido de la universidad, ellos nos grabarían y seríamos su tarea. Y Lucho sería mi conejillo para empezar lo del río como partitura.

En el lugar habría una batería armada con todos los juguetes, pero le pregunté a Lucho por los juguetes que tenía en su casa y le dije que llevara la tabla hidú.

Tendríamos por un rato un gran parque para jugar, con muchos juguetes, pero con tiempo limitado.

La información de Lucho, como habitante de la rivera era valiosa para la composición, muy diferente a la de Carangas, el habitante del río. Aunque los dos personajes eran muy parecidos en su viveza, astucia y sentido del humor.

112 Antes de ir al estudio dialogamos una tarde. Yo quería indagar en Lucho alguna información nueva, un significado para él de lo que es vivir exactamente frente al Arzobispo. Me encontré que para él no tenía ninguna importancia histórica, que a pesar de vivir justo enfrente era como si no existiera, su relación con ese hueco que él veía al frente era de temor. Le habían quedado resonando las historias de muertos encontrados en su cauce. Cuando llegaba de trabajar en las noches sentía que podría amanecer en ese hueco si no entraba rápido a su casa.

Su respuesta frente al río era miedo.

Le conté a Lucho toda mi experiencia de infancia, también mi historia con el habitante del río. Me puso especial atención cuando le hablé de la transformación que habían sufrido las prácticas y el culto al agua de los indígenas. Fue un diálogo donde él preguntó y aportó.

De repente el hilo invisible de agua que había corrido frente a él cobró vida. Caminamos la partitura mientras le contaba aspectos de la historia.

Ahí ya estaba todo listo para ir al estudio y crear.

Mis juguetes

Una guitarra eléctrica vieja, Fender de 1979. Solo que con las cuerdas invertidas para esta partitura específicamente. ¿Por qué? Tal vez buscando el azar como ya lo he mencionado.

He tenido un par de alumnos zurdos que tienen la guitarra al revés, yo soy zurdo también, pero toco la guitarra como derecho. Al final de la clase con esos alumnos me ponía a jugar con sus instrumentos. La sexta cuerda me quedaba en la primera y el orden de cuerdas invertido. Se formaban melodías aleatorias. Ese era el juego.

Mis otros juguetes para este proceso creativo fueron unos pedales análogos fabricados para embellecer o enriquecer la señal de la guitarra, normales para guitarristas eléctricos. Lo que no es común es usarlos para desfigurar la señal. Para eso experimenté todos los días con los pedales durante un par de meses: ponía los pedales en el suelo, a veces en una mesa, como cuando jugaba carritos, les cambiaba el orden y exploraba uno por uno sus posibilidades sonoras. Después de

113 terminar, tomaba nota de lo sucedido, y de cómo podría insertarse esa experimentación en el proceso creativo. Algunas de esas experiencias fueron con invitados, otras en completa oscuridad.

Extracto de la bitácora:

Hoy toqué notas aleatorias en la guitarra, encontré que al pulsar cuarta y quinta cuerda al aire en la Guitarra Fender Stratocaster y manipular el Ring Modulator tune, me evocaba inmediatamente el paso del río por debajo del puente de la Séptima, en mi adolescencia. (16 de febrero de 2016).

Algo que también estaba pendiente para usar era alguno de los aparatos de Jorge, como el theremin (la caja con las dos antenas).

VI.5. La partitura.

Llevaba casi toda la vida navegando entre partituras, desde las del solfeo de iniciación, unas para guitarra clásica, hasta complejos arreglos para Big Band y orquesta como profesor y director, conocía lo que era sumergirme en partituras. Esos primeros compases podían ser un nacimiento de la obra. Las primeras notas blancas, negras, redondas, presagio de lo que viene más adelante, o por el contrario engañan mostrando un curso posible para luego coger otro totalmente diferente. Y su desembocadura: esos últimos compases para que queden resonando y estimulen al corazón para palpitar con otro ritmo mas acelerado, o que por el contrario lo calme y apacigüe, esos últimos compases que dicen: “hasta aquí me trajo el río”.

Los rápidos, las caídas, los pozos tranquilos, los puentes, estaban a lo largo de una partitura, era necesario sumergirse en ella para poder escucharla e interpretarla, algunas eran de un caudal desbordado, otras tendían a una perfecta calma, o podían combinar diferentes momentos, velocidades y tempos, con caídas súbitas y movimientos estrepitosos y remolinos.

114 Pero ya no navegaría en la partitura de líneas. En cientos de miles de ellas está escrita parte de la historia de las músicas occidentales. Ahora lo que hacía era botarme al agua y aprender a nadar en esta nueva forma de crear.

¿Y ahora quién me manda volver el río partitura? Nadie. Pasé una parte de la vida en la rígida escuela tradicional del conservatorio, donde la partitura, es decir el pentagrama, es la verdad absoluta, desconociendo otras verdades. ¡Ah! y además hay que interpretarla en el estilo y género del compositor.

Hubiera sido más fácil hacer música en líneas pentagramadas, esa es mi vida corriente pues suelo explicar como docente la música a través del sistema de partitura en líneas, aunque también tomo elementos de la transmisión de conocimiento en la música por tradición oral. Pero “El juego no es la vida corriente, o la vida propiamente dicha. Más bien consiste en escaparse de ella a una esfera temporera de actividad que posee su tendencia propia”.91

En el jazz y algunas otras músicas donde se improvisa hay un parámetro, una forma sobre la que se va a improvisar. Una guía que en el caso del jazz es melodía y armonía suelen estar escritas en una partitura, una melodía que da ese límite sobre el cual se va a improvisar.

Con el río como partitura quería ir un poco más allá. Quería escapar de mi vida musical corriente. Definitivamente salir del curso y utilizar el juego de la improvisación. De tal manera que pudiera realizarlo conmigo mismo o con otro músico o con otros dos o tres y así dejar abierta la posibilidad para realizar futuras creaciones sonoras.

En las interpretaciones que realicé con Jorge y Lucho, nuestro referente, nuestra partitura fue el río mismo. Haciendo recorridos y dialogando sobre nuestras diversas miradas del río. También nos apoyamos en bocetos y dibujos.

Para las siguientes creaciones ya no habrá bocetos confusos y rayones de última hora que se desechan. Con los colegas que pueda hacer los recorridos por su orilla bienvenidos, los que quieran recorrer el río con los pies en el agua, bienvenidos, o los que quieran hacer las salidas al

91 (Huizinga, 2004, p. 21).

115 Pico del Águila o a la Ninfa, también están invitados. Ellos entenderán más claro cuando vean el dibujo, es decir la partitura.

¿Y los colegas que quieran crear con ese tema pero no puedan o no quieran andar por el río?

¿Y los que no son músicos pero quieran zambullirse en el río?

Dejo una mapartitura92 lo suficientemente clara para cualquier músico interesado, una invitación a crear, y que pueda meterse junto a las partituras pentagramadas del día a día.

Lo que contendrá ese pedazo de papel, será un dibujo que sintetiza parte de lo vivido, recorrido y encontrado a lo largo del río.

A continuación el dibujo de esta mapartitura.

92 Término acuñado por Javier Irenarco Pinzón P.

116 117 Mapartitura Río Arzobispo.

Diseño: Juan Carlos Castillo (2017) / Dibujo: Alex Aldana.

118 Creación sonora Los siguientes audios dan cuenta de la creación sonora.

No se presentan como anexos, sino como la interpretación del río como partitura.

AUDIOS CREACIÓN 1 “El monstruo”. Interpretación 1. (CD A) AUDIOS CREACIÓN 2 “Río perdido”. Interpretación 2. (CD A) AUDIOS CREACIÓN 3 “Caño”. (CD A) VIDEO CREACIÓN 1 “Río perdido”. (DVD)

119 VII. CONCLUSIONES

Durante este proceso de investigación y creación indagué sobre algunos aspectos de la transformación que ha sufrido el río Arzobispo dentro de la ciudad de Bogotá y su relación con tres tipos de personajes: la mujer indígena, que presenció las primeras transformaciones en la época de la colonia; el habitante de la calle, que vive en el río y el transeúnte, que vive en la localidad de Teusaquillo, en la parte baja del Arzobispo. La pieza narrativa aquí presentada en la voz del río recoge las relaciones que se tejieron entre él y los tres personajes mencionados, dando cuenta del proceso investigativo creativo en varios sentidos.

Primero, el disciplinamiento como un factor que marca las transformaciones del río Arzobispo desde la época de la Colonia. Si bien se conoce el término disciplinamiento en su sentido religioso y cultural que afectó a los indígenas mediante el adoctrinamiento practicado por la Iglesia católica (presente en el catecismo de Fray Luis Zapata), este proceso de investigación- creación me permite concluir que el río Arzobispo también fue disciplinado. Primero, alejaron a los indígenas muiscas del agua, cortando su relación sagrada con ella y con un afluente que se encontraba en los territorios habitados por los pueblos indígenas.

La narrativa ilustra varias transformaciones en este sentido, contando los ritos sagrados de los indígenas en relación al agua (el nacimiento, la celebración de la pubertad, el significado de la rana). Posteriormente cuenta como el río fue sometido a recibir inmundicias de todo tipo, resultado de prácticas habituales de los habitantes de la ciudad de Bogotá y, por último, transmite el sufrimiento del río a raíz de su canalización para meterlo entre dos paredes, cortando sus serpenteos y meandros para convertirlos en una línea recta. En síntesis, el río Arzobispo fue disciplinado hasta pasar de río a caño y cambiar su nombre indígena por una acepción católica.

A partir de estas reflexiones sobre la transformación del río, puede surgir un campo de investigación sobre otro tipo de relaciones con el Arzobispo, como por ejemplo los que se relacionan de manera invisible a través del grafiti en sus paredes.

Segundo, para los habitantes de la localidad de Teusaquillo, la prensa local y los transeúntes en general, el río es un “caño” en su sentido despectivo. Este término recoge todas las connotaciones

120 negativas asociadas a suciedad, mala apariencia, inseguridad, entre otras y marca su relación con el mismo. En síntesis, se evidencia la transformación de río a caño.

Tercero, sobre la relación del Arzobispo con el habitante de calle, el trabajo de campo que realicé me permitió acercarme a un grupo particular y recoger información detallada sobre sus formas de habitar el río, las relaciones al interior del parche* y con el territorio que habitan. Es posible concluir que este tipo de habitantes puede ser definido más como un habitante de río que de calle. Primero, porque hay un grupo significativo (un promedio de 6 por cada parche o grupo, de los 5 parches identificados) que están asentados en el río Arzobispo, desde hace varios años sin que cambien de residencia. Esto se hace evidente en las características de los asentamientos, que están dotados de toda clase de enseres y mobiliario recogidos en el mismo río, guardan allí su ropa y duermen allí en el mismo sitio todos los días. En ocasiones, como cuando hay crecidas por causa de las lluvias, suben a la rivera a unos pocos metros.

Pude detectar sus juegos, sus formas de entretenimiento y las relaciones de poder y hermandad entre ellos. Por ejemplo, los del mismo parche* a veces se identifican con el término “hermanos” (hermanos de calle) o el término “socio”. Tercero, su relación con el río está basada en la importancia del agua que les proporciona este afluente para el baño y consumo; al igual que se convierte en un refugio donde está el parche, la familia. El río es su vivienda y su territorio y lo hacen respetar.

En síntesis, puedo decir que hay un número significativo de habitantes de calle en los cinco parches identificados para decir que no son nómadas urbanos, sino habitantes del río. Este puede ser un campo de investigación para examinar las relaciones y ocupación al interior de este grupo.

Cuarto, puedo decir que el proyecto me permitió construir un método para hacer creación sonora basada en la investigación, que invita a otros músicos a crear en colectivo, sin que esto excluya la posibilidad de crear individualmente. El río como partitura es una herramienta de creación que hace parte de un método para crear sobre un tema urbano específico, puede ser replicado para crear en torno a otros temas de la ciudad de Bogotá.

121 La partitura se convierte en un mapa que el músico interpreta desde su sentir personal y en diálogo con otros sentires, generando una creación colectiva basada en la improvisación musical. A su vez, el mapa da cuenta de una investigación y de un recorrido personal por el territorio del río Arzobispo. Los puntos marcados en el mapa dan cuenta de elementos importantes de la investigación y algunos hallazgos. El resultado es una interpretación diversa sobre tales hallazgos, la obra siempre va a sonar diferente cada vez que se interprete. Este es un método que el circulo académico en el que me muevo en las universidades de las que he sido docente, de amigos de las agrupaciones que conformo, del medio musical, no ha utilizado para crear en torno a una investigación sobre la ciudad ni utilizando una historia como partitura.

Quinto, puedo concluir que la creación en colectivo se puede asemejar a un juego y que las futuras creaciones e interpretaciones de la partitura que de aquí se deriven, pueden seguir desarrollándose en los terrenos del juego. En el proceso hubo una retroalimentación con la audiencia, que hizo las veces de cojugador, retroalimentando al intérprete con las experiencias de su sentir. Estas experiencias, registradas en un papel de acuerdo a unos parámetros relacionados con la percepción y el sentir, podrán ser unos insumos valioso para futuras investigaciones en este campo.

Por último, en el campo de la investigación-creación puedo decir que este trabajo permitió sincronizar el proceso creativo con la investigación, en la medida en que los datos recogidos y consignados a través del trabajo de campo, fuentes historiográficas, fotografías, experiencias personales de vida, grabaciones y videos, confluyen en un texto narrativo y en una composición musical que interpretan de manera distinta los resultados de la investigación.

122 VIII. BIBLIOGRAFÍA

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128 IX. GLOSARIO

Bareta: Forma coloquial para llamar a un cigarrillo de marihuana.

Caño: Generalmente se usa para denominar un cuerpo de agua pero también tiene una connotación despectiva asociada con inmundicias y basura.

Carangas: Parásitos de la piel de tamaño diminuto.

Cambuche: Sitio utilizado para esconderse o para dormir. Termino generalmente usado para denominar el sitio de vivienda de habitantes de calle.

Camello: Un trabajo, algo difícil o complicado.

Chamber / Chamberlanes: Bebida embriagante que se prepara con alcohol antiséptico y alguna gaseosa o refresco.

Chapa: Apodo, seudónimo, sobrenombre.

Chandoso: Perro callejero y sin pedigrí. Gozque.

Chuzo: Arma cortopunzante, generalmente un cuchillo o un puñal.

Cinco Huecos: Sitio de consumo y expendio de droga en Bogotá localizado cerca de la estación de La Sabana en el centro.

Desechable: Nombre despectivo con el que llaman a los habitantes de la calle

Gozque: Perro de la calle, chandoso. que Gonorrea: Expresión bogotana de carácter popular con diferentes significados según el contexto.

Man: anglicismo. Una persona.

Maricada: Algo insignificante.

129 Ñero: Ordinario. Manera de llamarse lo habitantes de calle entre sí.

Paila: No se pudo culminar algo con éxito, el asunto salió mal, algo o alguien desagradable.

Parces: Compañeros, amigos. También se dice parcero.

Parchar: Reunirse con amigos.

Pipa: Artefacto hecho de papel y aluminio o adaptado de algún objeto usado para fumar bazuco.

Pistolo: Cigarrillo de tabaco mezclado con bazuco.

Retaque / retacar: Levantar dinero para algo pidiéndoselo a otras personas. Conseguir algo con algún esfuerzo.

Totazo: Un golpe duro.

130 X. ANEXOS Anexo 1 Entrevista al Zarco (Audio en cd 1)

Realizada el 10 de mayo de 2016.

Juan Carlos: ¿donde nace el río?

Z: arriba en la primera con 26. Nace el río ese… Ese viene de arriba, del chorro paia. ¿conoce el chorro paia?

Juan Carlos: Si.

Z: Que queda por los lados de Germania. De ese chorro paia sale agua que sale al caño ahí. Yo trabajé con un proyecto en el que tocaba limpiar todos esos caños.

Juan Carlos: ¿hace cuanto trabajo con ese proyecto?

Z: IDIPROM, hace unos 15 años. Ese caño donde nacía…

Juan Carlos: Venga, se me olvido su nombre. Jho…

Z: Johnson.

Juan Carlos: Y su apellido es zarco…

Z: No, mi apellido es Johnson y mi apellido es Martínez, los de mi chapa. Zarco es mi sobrenombre.

Juan Carlos: si la chapa…

Z: Yo salí… hace 5 años me pagaban 144 meses. más de 10 años.

Juan Carlos: ¿Modelo?

Z: Si.

Juan Carlos: ¿En que patio?

Z: en el quinto.

Juan Carlos: Ah, pero le fue bien, el quinto es bueno, no es tan malo.

131 Z: pero habíamos más de 2 mil.

Juan Carlos: juepucha…! yo me acuerdo que el 1 y el 4 eran los…

Z: El que es el 1… donde quedaba el 1, es el quinto ahora.

Juan Carlos: Ah si! porque en esa época el 1 y el 4 eran los más tesos, el 7 y el 9 eran los no tan tesos y el quinto era el gomelo, el quinto allá donde quedaban los…

Z: Vea, el que era el patio bacano, el de los gomelos es el quinto.

Juan Carlos: Si si, ese era el gomelo. Era… Estoy hablando hace 15 o 20 años.

Z: Yo también, yo también le hablo porque yo estuve en el 90

Juan Carlos: ¿En que patio?

Z: en el quinto del patio 1. Es el quinto acuérdese.

Juan Carlos: Y usted vivió entonces en el cartucho…

Z: yo viví 10 años, sino que crucificaban a un man.

Juan Carlos: y ahorita ¿donde está viviendo?

Z: Ahí en el caño, yo consumo ahí.

Juan Carlos: O sea usted duerme ahí, donde solo entra a consumir.

Z: ¿ve donde queda ese edificio de servicio oral?

Juan Carlos: cerca a la 30.

Z: no, aquí donde queda el hospital. Aquí a dos cuadras, un edificio blanco que dice servicio oral, al frente del edificio que está encadenado. Ahí vivo yo, el dueño de eso me da permiso, me dice “no haga reguero, ahí puede dormir”. He dormido día y noche y nadie me levanta de ahí, ni la policía ni nadie, y pasa el dueño y “¿ya comió joven?” porque me conoce…

Juan Carlos: y para la pipa baja al rio…

Z: uy! Pero chito…

(risas)

Z: En ese caño antiguamente violaban, mataban…

132

Juan Carlos: ¿Hace cuanto?

Z: Unos 20 años.

Juan Carlos: O sea que usted ha pasado por ahí desde hace tiempos. ¿ha dormido ahí?

Z: si pero varias veces me han rascado la goma.

Juan Carlos: Que va!...

Z: ¿Sabe yo que hacia? Se lo lleva uno a hacerle algo a donde desemboca el río al río Bogotá.

Juan Carlos: si este desemboca a…

Z: a la quinta con Boyacá.

Juan Carlos: por allá desemboca, si. ¿y cuantos vivirán por el río?

Z: Ahí vivimos 6. Éramos 18 pero a los otros se los ha llevado el agua, Se han ahogado.

Juan Carlos: Ya… y carracas si vive ahí arriba.

Z: El vive en las juntas.

Juan Carlos: Si eso se llama la finca y abajo se llama la isla. La isla es lo que divide en la desembocadura.

Z: el hueco, el hueco.

Juan Carlos: Ustedes se meten debajo del hueco y ahí duermen..

Z: No, ahí cocino, me baño, lavo mi ropa… Pero yo nunca duermo ahí. Lo único que me ya varias veces me han llevado porque yo he durado 3, 4 días de paga, sin dormir he llegado ahí y me ha llevado el agua porque…

Juan Carlos: Está dormido. Y ¿ahí lavaban con agua del río?

Z: Ahí salen dos caños, el que va por el piso y u caño de un hueco así… ese es un caño madre, entonces de varios sectores sale agua a algún caño.

Juan Carlos: Si, el que baja del parquet nacional llega y se mete a la 30.

Z: No, usted no me entiende. Eso es un solo caño, sino que ese caño tiene varios nacederos. ¿si me entiende? Es un caño madre.

133

Juan Carlos: si. Y ¿baja agua limpia para tomar o para…?

Z: Si, donde nosotros lavamos si.

Juan Carlos: Y ¿ahí toman agua también? Z: Cocinamos con eso, lavamos…

Juan Carlos: Se bañan con esa agua.

Z: Si, nos bañamos con la que baja por el caño.

Juan Carlos: Y ¿sancocho de qué?

Z: De gallina, de pollo, de pescado. Vea yo lo que soy parando, todos me quieren mucho, la gente, porque yo me se ganar la gente. Yo como habitante de calle debo tener la gente en el bolsillo para no tenerlos como enemigos.

Juan Carlos: Y usted me contaba que estudio 6 semestres de derecho y enfermería.

Z: En la ciudad INCA de Cali.

Juan Carlos: Y ¿porque dejo el estudio?

Z: Por la droga. Tenía una novia que era mayor que yo, cuando yo entre a la Universidad conocí a esa muchacha. Éramos novios, era mayor, Yo tenía 18 años y ella tenía como unos 25 años. Ella me llevaba al apartamento de ella, vivía sola. A solo solo sexo, y a cocinar droga y yo la veia que ella siempre con la caja de un cigarillo, hacía así…

Juan Carlos: En esa época era en pistol.

Z: Si, sino que yo no conocía, veía que ella hacía así… Y le echaba una buscada a la calle Cuando un día le dije: “ ¿me deja probar?” y me dijo: “usted lo hace y le doy duro”. Ella siempre armaba 4 o 5 y los vendía en la cajita. Y me dio por prender uno.

Juan Carlos: y ahí empezó. Y ¿porqué llegó a Bogotá?

Z: Porque tuve problemas en Cali.

Juan Carlos: en los 90’s… y llega a Bogotá y ¿se instala dónde?

Z: Llegué a chapinero, a la 63, al parquet Lourdes.

Juan Carlos: ¿Pero ya estaba en la calle?

134 Z: Si, claro yo venia a Bogotá y no conocía a nadie.

Juan Carlos: ya… Al Lourdes cuando tenía los jardines.

Z: Eso no era el parque, eso era un potrero.

Juan Carlos: y de ahí salto al cartucho.

Z: En el cartucho dure 7 años. Y vino el alma reciente y todos los días mataban un man. TODOS los días mataban a un man. El man que la embarraba en la residencia… la escoba que llamamos nosotros.

Juan Carlos: ¿Y lo sacaban en la carretilla?

Z: No, hacían sectas satánicas con el, vivo. El alma se convertía en bruja. Le sacaban la sangre, lo tenían crucificado con la cabeza hacia abajo, había una estrella le 7 puntas y le daban vueltas como una ruleta. Pilar me decía: “ si usted queda con la cabeza para arriba, se salva”. Quién sabe si la cabeza pesa mas que el cuerpo, dicen... y si la cabeza baja el cuerpo también baja, si la pierna está arriba el cuerpo está arriba.

Juan Carlos: ¿y usted alcanzó a conocer a carangas?

Z: Si, a carangas, al llanero a los gomelos.

Juan Carlos: Había un Carangas que se llamaba Jaime Carangas, Era un paisa, no se si se acuerda.

Z: El siguió como 3 carangas en el cartucho.

Juan Carlos: ¿Había cuantos?

Z: Como 3 distinguí yo. Uno era el del callejón de la muerte. ¿Sabe cual es el callejón? esa la pone el llanero, el uno que queda en la octava y otro que va a arriba por el lado de la plaza, por la canela… Bueno y al man lo crucificaban, 3 vueltas le daban. Primera, se salvo… segunda tampoco… y le cortaban con una machete, pero bien a fondo, grande y el man desangrándose ahí y sacaba una calavera, envuelta con unos trapos, uno blanco y uno negro. El negro encima.

Juan Carlos: ¿usted vio eso?

Z: Le estoy contando porque yo estuve ahí. Una secta satánica, eso se llama una secta satánica. Y empezó primero a sacarle la sangre y luego con una coquita de tomar guarapo, sacaba por bocados y le echaba a la cara, en los huecos de los ojos, en la boca y la nariz, lo tapaba con el trapo blanco luego con el trapo negro. y empezaba a transformarse como en un animal. ¿si pilló la película de manimal?

135

Juan Carlos: Si.

Z: Ese man que se transformaba en animales, así. La cara quedaba convertida como la cara de un bizco.

Juan Carlos: Tremendo.

Z: ¿usted sabe en que vuelan las brujas?

Juan Carlos: En la escoba.

Z: No. Ella vuela en un costillar del diablo.

Juan Carlos: Oiga y ¿cuándo salió del cartucho? ¿por qué dejó el cartucho?

Z: Por que lo quitaron.

Juan Carlos: ¿Usted salió cuando lo quitaron? ¿le tocó el desalojo?

Z: Si pero yo fui muy pendejo. Porque a todos los que tenían registro les dieron casa, yo no me afilie a eso.

Juan Carlos: ¿no?

Z: Todos tiene casa hoy en día.

Juan Carlos: y cuando salió del cartucho ¿para donde se fue?

Z: Pa’ allí.

Juan Carlos: Para el el río...

Z: Si, pal’ caño. En el caño dure un tiempo, por allá tuve un problema, luego me fui para chapinero, dure un tiempo chapinero, me fui al caño otra vez. Peor ya llegó un violo. Estábamos ahí y llego el mano tan, tan... con una niña como de 10 añitos como a las 11 de la noche, un cucho como de la edad mía. Nunca lo va a mostrar porque todos los del parche nos conocemos, sabemos el que parcha aquí, el que parcha allá.

Juan Carlos: Ustedes se conocen todos.

Z: Si, todos. Hubo otro parche carracas, el parche jornari que queda más arriba.

Juan Carlos: ¿El parche de quién?

136 Z: de Jornari.

Juan Carlos: ¿ese donde es?

Z: En la 24.

Juan Carlos: ¿En la carrera 24 con 45?

Z: Si. Ahí debajo del que cocinan.

Juan Carlos: Ellos se meten ahí debajo y cocinan.

Z: ahí, ese es el parque. El parche mío es el parche del zarco.

Juan Carlos: Su parche es el del zarco... carracas tiene otro...

Z: Si, él anda con el hermano... En el parche de él andan como 5: el hermano, la hermana (una china que se quedó con el desde pequeños entonces son como hermanos, no son hermanos de sangre, hermanos de calle).

Juan Carlos: O sea ustedes se llaman hermanos de calle. Hacen el cambuche...

Z: no, si pero todos independientes. ¿si pilla? o sea todos tenemos un socio.

Juan Carlos: Si, todos tiene su parcero su socio...

Z: yo llego al parche y el tipo esta ahí... el parche de los dos. Así usted este en el mismo grupo con el otro, tiene su parche aparte y tiene su compinche.

Juan Carlos: Bueno, espérese. Salió del cartucho y llego aquí, por esta zona. ¿y luego usted fue al Bronx?

Z: Yo en el Bronx compraba la merca pero nunca me quedaba allá, nunca.

Juan Carlos: O sea usted compraba en el Bronx y se venia para...

Z: Para el caño. Toda mi vida. Vea yo compro, yo puedo estar donde sea, compro donde sea pero llego es a mi caño. Yo no me siento conforme, yo paso por allá y salgo.

Juan Carlos: ¿Y ahí al caño no entra la policía?

Z: No, para nada. Ya nos conocen porque ahí al frente de esa universidad en la esquina, la que queda en frente del caño.

Juan Carlos: La universidad faca y la universidad nacional.

137

Z: No en seguida, aquí hay otra en seguida, que dicen que es la universidad del feto.

Juan Carlos: Ajá.

Z: Me parece no se como se llama.

Juan Carlos: No se, no se.

Z: Una que queda aquí, puente de la 45.

Juan Carlos: La nacional.

Z: nosotros vivimos aquí y empezaron a abrir el caño para allá, enfrente de la universidad, ahí todos los días, cada hora sale un helicóptero a control remoto con una cámara.

Juan Carlos: si...

Z: Cuando se acabo la ele...

Juan Carlos: cuando se acabó el cartucho, si...

Z: No, la ele. Nos colocaron un grafiti ahí en la pared: “no queremos gente que no sea del parche, ya los conocemos...”

Juan Carlos: ¿Quién puso el graffiti?

Z: La gente del barrio, la gente de servicio micial, Zarco. Nosotros lo conocemos, ustedes no nos conocen. Todos nos conocemos muy bien, sabemos si usted parcha ahí, sabemos si usted es un ladrón, si trabaja, que hace usted, sabemos si es drogadicto. Lo importante es que usted respeta y no se mete con nadie.

Juan Carlos: A bien. Venga y cuando el agua del caño se crece ¿que lleva?

Z: Palos, tierra, hasta minados.

Juan Carlos: A bueno ya le seguí la cuesta, usted sale del cartucho y se viene a vivir aquí al caño y ahí se queda y no vuelve al Bronx sino solo a comprar.

Z: yo nunca, nunca... después de que se acabó el cartucho deje de fumar en las ollas.

Juan Carlos: muy macabro...

Z: No. ¿sabe por que?

138 Juan Carlos: ¿porqué?

Z: Por el pisto loco, el que le gusta el dedo, el que mate por deporte siempre tira donde está el parche.

Juan Carlos: Se va a las ollas.

Z: Si, donde está el parche. Estamos todos en el grupito y “ah esos son todos chirretes”, se lo digo porque ya me pasó, vea, cuando llegué recientemente a chapinero, llegando a telecom (donde era antiguamente telecom) íbamos con un grupo como de 6 pero todos separados, ¿si? O sea cada quién iba por su lado, cuando saca un man la mano por un espejo y tan, tan, tan, tan... comenzó a darnos bala.

Juan Carlos: Claro, claro si, yo conozco eso.

Z: A mi no me paso nada, peor a los 5 que iban adelante mío, a todos los mataron.

Juan Carlos: venga y ¿como hacen para que otro habitante de calle no llegue a quitarles su pedazo? Por ejemplo, Carracas está en la finca ¿qué pasa si llegan otros a quitarles la finca?

Z: Esos pelean por el parche, toca pelear.

Juan Carlos: ¿toca pelear?

Z: Claro, usted como va a llegar a mi parche...

Juan Carlos: Claro a quitarlo, a sacarlo de ahí.

Z: Solo que yo llevo un poco de años ¿usted como va a llegar a un lugar donde no conoce a montar la hpta.

Juan Carlos: Y ¿siempre buscan los cambio porque está el agua, porque se puede soplar o...?

Z: No, yo lo hago por 3 cosas: primero, Porque ahí no perjudico a la sociedad. Ahí no me ven los niños humanos, no me ve la gente que me conoce, aunque saben que yo fumo, ellos saben que yo no me meto con nadie, yo respeto a todo el mundo y si yo lo veo a usted por ahí borracho y lo puedo llevar a su casa, lo llevo a su casa. A mi lo ajeno no me gusta, no me luce.

Juan Carlos: entonces eso es lo primero.

Z: Lo segundo, porque ahí no lo jode nadie, no llega la policía. Digamos en una olla llega la policía a joder, a chimbiar, a la UPJ, que la batida. Y lo tercero, por aseo personal.

139 Juan Carlos: ¿por aseo personal?

Z: Claro, ahí se baña uno, yo creo que todos los días o de vez en cuando, lavo mi ropa tin tin, a andar limpio porque...

Juan Carlos: Claro, claro.

Z: Donde yo trabajo, ahí donde usted me encontró, ahí me quieren mucho, ese parqueadero es mío, yo mando ahí.

Juan Carlos: Ah! O sea que el agua baja a veces limpia.

Z: No, por un lado baja agua que es la que baja de todo el caño y por otro que sale ahí al caño, es agua limpia. (pasa una mesera) a mi me gusta esa mujer, yo le he dicho a ella... yo a esa mujer le he dicho tres cosas. Primero, como mal la respeto, como señora la admiro, pero como mujer me gusta mucho. Joajana! Aquí me quieren mucho ¿cierto? Me dan pan todas las mañanas, 15 o 20 panes, roscones.

Juan Carlos: jajaja, que bueno.

Z: Bueno ¿qué más quiere saber?

Juan Carlos: Em no pues le parece... ya le conté también un pedacito mío ¿no? Jaja. Después si nos vemos y charlamos otra cosa y sale otra cosa del tema pues bienvenido ¿si me entiende?

Z: Le puedo contar historias satánicas del cartucho, historias que me han pasado en la vida...

Juan Carlos: Las que le hayan pasado en el caño, esas.

Z: Es que antiguamente ahí a la gente la mataban.

Juan Carlos: Si, yo se. hay muchas noticias ¿no?

Z: No creo en lo que la noticia le diga, crea en lo que usted sepa y en lo que todos vean, no crea lo que otros dicen.

Juan Carlos: Claro. Oiga, otra pregunta, ustedes con el olor del caño, el frio ¿no se enferman?

Z: Pues ya estamos acostumbrados, a ese ambiente.

Juan Carlos: y a un ciudadano le cae un aguacero y le da gripa y a ustedes...

140 Z: En cambio nosotros somos felices mojándonos en el rio. La gente lo ayuda a uno más cuando uno está mojado, yo por ejemplo ayudo un carro ahí, yo me muevo y la gente me ayuda “ay! Mire que está trabajando, tome por sacarme el carro! Entonces como ellos ven lo que es uno, ellos son agradecidos.

Juan Carlos: y ¿alguna vez ha pensado o ha intentado dejar de soplar?

Z: Si Dios quiere el año entrante corto con todo esto. Llevo dos años las ultimas fiestas, a mi no me queda grande porque yo he dejado el vicio 2 veces.

Juan Carlos: Buenísimo, buenísimo!

Z: yo he vuelto a recaer porque he querido. Una vez porque viví con una muchacha, me dejó y volví y me tire todo.

Juan Carlos: Oiga y cuando cerraron el Bronx casi todos cogieron para la sexta, al caño de la sexta.

Z: yo nunca fui por allá.

Juan Carlos: No, pero hubo algunos que se vinieron para este lado, para Arzobispo.

Z: Si, artos. Y nos tocó sacar a la gente de ahí.

Juan Carlos: Por que yo vi esos días exactos, eso fue el año pasado. Ah no, eso fue este año. Porque yo vi que rondaban el sector

Z: De la gente del sector donde yo vivo, yo me la paso me decían “Zarco, usted lo conoce, sabemos quienes son los que vivimos ahí, si vemos gente extraña, se la liquidamos ¿si me entiende? Ha tocado pelear por el parche. Han llegado a montar la hpta, a robar ahí a todos los peatones a los del puente y se metían.

Juan Carlos: Se tiran el parche.

Z: Claro nos dicen: “ah ustedes son los que se la pasan robando” u otro que esté ofendido “ah mire ese se metió ahí” “ay vea esos son”, así no sea uno, por una naranja podrida. Yo siempre les digo: “yo soy el mas vivo del parche” yo no les copeo, así me toque darle machete, le doy machete, si se para uno así sea cucho, yo me paro duro.

Juan Carlos: Claro, para defenderse ¿si o no?

Z: Porque es que no falta el enamorado, yo no soy de problemas, pero no falta que usted esté quieto y llegue otro pirobo. Ay! Me mira y a ponerme cuidado ¿no? Aaay! Aay! Tranquila mamá que a mi no me interesa ¿sabe que mamá? la re buena con usted, donde sea y la hago respetar donde sea.

141

Juan Carlos: ¿me muestra ahorita? ¿Nos echamos una caminada? o por donde es más o menos... ¿ahí desde la 30?

Z: Pero no vaya a tomar fotos ni nada...

Juan Carlos: Nooo.

Z: Vamos.

Juan Carlos: excepto que...

Z: Pero vamos que yo le digo a mi socio que está allá, que me espere porque ya salgo para allá.

Anexo 2 Entrevista a Mahecha (Audio en cd 1)

Realizada el 21 de noviembre de 2016.

Juan Carlos: me recuerda su nombre…

Edgar Mahecha: Edgar Orlando Mahecha Sánchez

Juan Carlos: 29 años ¿no cierto?

EM: 29 años. De 1987.

Juan Carlos: a bueno y cuénteme ¿hace cuanto vive aquí?

EM: Ya voy para 12 años ahí viviendo en el caño, pero he tenido experiencias que no deseo porque pues nosotros que somos habitantes de la calle pues nos relajamos mejor adentro, porque la policía ni la gente está pendiente de uno ni nada eso, pues evita uno muchos problemas porque la gente es muy envidiosa.

Juan Carlos: y antes de llegar a vivir ahí ¿dónde vivía?

EM: yo vivía donde era en centro, en la 15.

Juan Carlos: ¿calle 15 o carrea 15?

EM: calle 15. en el cartucho, en la ele.

142

Juan Carlos: Y ¿porque salió de la ele?

EM: porque estar uno pegado a una olla es muy verraco, se pega mucho a eso y no quiere salir uno de allá, sino que un día un amigo me dice: “vamos un rato para galerías y trabajamos un rato” y salimos a reciclar y todo eso cuando de un momento a otro “venga yo parcho ahí en el caño, venga y nos trabamos ahí adentro” y ahí me quedo gustando y quedamos ahí en eso, pero entonces el tiempo paso pal 2005, 2006 estábamos ahí una noche durmiendo, Nos despertamos y salimos con un... (éramos 3 personas Leo Fabián y mi persona) y salimos con el Leo como a las 7 de la mañana a retacar el desayuno y eso, cuando de repente si estaba lloviznando y entonces se quedó ahí en el caño descansando, cuando de momento se vino fue la avalancha y pues hoy en día alma bendita... ¿si? Lo arrastro.

Juan Carlos: Se lo llevó. ¿y cuando fue eso?

EM: como en el 2006, eso salió en noticias y todo.

Juan Carlos: Yo vi un video también, pero ese creo que es mas reciente, se llevo dos personas.

EM: Si eso se ve mucho ahí porque es que lo que se dice del caño habitamos mucho habitante de calle.

Juan Carlos: Ustedes usan el agua.

EM: Si claro, nosotros vivimos es en el caño de la 30.

Juan Carlos: Donde desemboca el que viene del parque nacional.

EM: si.

Juan Carlos: ¿cómo es que le dicen a esa parte?

EM: Eee, el túnel.

Juan Carlos: La isla... ¿la isla?

EM: No, por donde pasamos nosotros en la isla, si... porque por los lados donde duerme carlacas es la finca, nosotros vivimos es acá a este lado.

Juan Carlos: bueno peor bacano porque tienen isla, pipa... jajajaja!

EM: Si y pues ahí hay un tubo que desemboca agua de el parque nacional entonces baja agua limpiecita y ahí la usamos nosotros para cocinar, para comer, para bañarse uno.

Juan Carlos: Hay veces baja limpia, hay veces baja sucia.

143

EM: Si pero mas que todo siempre baja limpia.

Juan Carlos: Me decía el Zarco que de ahí salen como dos aguas.

EM: Si.

Juan Carlos: Que hay como dos llegadas.

EM: En la parte de acá del caño, al lado de la panadería de los hornitos, ahí hay dos desembocaduras, una que baja como para el lado de hornitos y otra que baja desde el parque nacional, entonces baja una por lado y lado.

Juan Carlos: ¿Cual baja mas limpia?

EM: el del parque nacional.

Juan Carlos: la que viene del nacional viene más limpia que la que viene del río.

EM: la que viene del rio ya viene contaminada, porque ha habido mas de uno que llega del acueducto a registrar el agua y toman tiempos y todo. Hubo un tiempo que nos la quitaron, nos la quitaron y pues anda uno más paila, a pesar de eso a uno si le hace falta la agüita, le falta a uno todo y para irse a meter uno por allá a agua mas contaminada es mas delicado.

Juan Carlos: y ¿usted ha intentado ir para arriba, al parque nacional?

EM: Si claro.

Juan Carlos: y ¿usted parcha arriba?

EM: si claro, nosotros hemos parchado arriba por los lados de el chorro de Quevedo, mas arriba del parque nacional.

Juan Carlos: Es el parque nacional y hasta ahí se puede llegar porque lo otro ya es monte.

EM: Ahí para arriba, es que en el monte ahí para arriba hay una especie de chorro de Quevedo que es un monte así con una cascada bacanísima.

Juan Carlos: Ah ¿si han ido hasta allá?

EM: S i claro.

Juan Carlos: y ¿si han vivido allá?

144 EM: hemos parchado por allá, pero no mucho porque nosotros somos el parche que de plástico se arma el cambuche.

Juan Carlos: hay una cascada que se llama la ninfa, que creo que es a la que ustedes le dicen el chorro de Quevedo. ¿Entonces me dicen que queda allá en la montaña?

EM: Bien para arriba.

Juan Carlos: Si eso toca caminar monte arriba y ¿ustedes porque no se quedan a vivir allá?

EM: Porque no, uno esta acostumbrado es a vivir por acá y uno es consumidor entonces se la rebusca uno reciclando o cuidando carros.

Juan Carlos: Es mas fácil acá.

EM: si porque acá uno recicla, retaca, va a una chatarrería...

Juan Carlos: Una señora del parque nacional me conto que hace como 10 años comían el pescado, pescaban en pescado allá, el pez capitán.

EM: El pez capitán que viene por debajo de las piedras.

Juan Carlos: ¿usted también lo alcanzó a conocer?

EM: Si claro, nosotros también parchamos para allá arriba, nosotros levantábamos las piedras. Y que el anzuelo! que la atarraya! y no... eso era no mas levantar una piedra y lo sacaba rápido.

Juan Carlos: ¿Hace cuanto fue eso?

EM: eso fue hace tiempos, Por ahí unos 10 o 12 años.

Juan Carlos: Que pescaban ese pez...

EM: Uno levantaba las piedras que uno decía me lo como o no entonces uno la levantaba y era a cogerlo, porque ese pescado es debajo de las piedras.

Juan Carlos: y ¿cómo lo cocinaban?

EM: En la olla. Lo abría uno, lo raspaba, le sacaba uno el tripaso y ahí mismo en una olla y con agua, sal y paragos. Lo cocinaba uno y rico!

Juan Carlos: Es como un bagre chiquito. Ve...! usted ya es el segundo, la primera fue la señora que vende los jugos, ella me dijo que lo pescaban allá arriba y que lo cocinaban a la parrilla, lo envolvían en un papel aluminio y como ellos tiene parrillas ahí, lo ponían y lo cocinaban, luego

145 me dijo que lo habían dejado de consumir porque les empezó a bajar oliendo a caño, sabiendo a caño. ¿quién sabe si todavía esté ese pescado allá arriba?

EM: Le tocaría subir por allá arriba, una experiencia...

Juan Carlos: Si si. ¿Usted conoció al calidoso?

EM: no creo pa.

Juan Carlos: uno que quemaron por allá arriba.

EM: Ah si, que estaba solo durmiendo y empezaron con gasolina y lo quemaron.

Juan Carlos: ¿lo alcanzó a conocer?

EM: Si, por ahí estuve en varias partes con el, en algunos momentos estuvimos por ahí dialogando pero no, de resto no.

Juan Carlos: y ¿ahorita como están los parches? Está el de la isla, en la finca, en la 13 hay uno que tienen hasta sofás...

EM: y ahí en la 45 con 24, también hay otro parche, esos viven también ahí debajo del caño.

Juan Carlos: ¿cuál es ese?

EM: El parche de jornalis, que es ahí en toda la parte de la 45 con 24 que hay por debajo también, ahí parchan.

Juan Carlos: ¿Cuando se crece el río que se hace, para donde se van?

EM: Para la parte de encima.

Juan Carlos: Salen al pasto...

EM: salimos al pasto.

Juan Carlos: y ¿cuando está lloviendo? ¿plásticos?

EM: Plásticos, pero ahorita en el momento teníamos los plásticos sino que estábamos durmiendo que día ahí y llego una gente y nos rebotaron todo, por los lados de la universidad nacional, nos cogió el cambuche y nos lo tiro todo al caño.

Juan Carlos: Agh! Que cagada.

146 EM: Entonces en estos momentos cuando llueve y eso vamos para el puente de la 53, ahí como debajo del puente. Cuando llueve pues sus cobijitas y todo...

Juan Carlos: Hay otro que no lo he vuelto a ver que quedaba entre la carrera 20 y la 17, debajo del puente había una casita, hasta con sillas.

EM: aquí también en la 63, ahí derecho usted baja y usted ve el parche con sofá y todo.

Juan Carlos: Ah si! Ahí tiene todo. Y el de arriba, el que queda entre la caracas y la 13 ahí tienen...

EM: Ah si! Los zorros tienen de todo, eso parece es una sala y un comedor.

Juan Carlos: Si! Jajajaja! Falta el televisor... de pronto hasta tienen. Y ¿conoce a ese parche?

EM: Si claro, el de los carreteros.

Juan Carlos: Pero ese si está re fijo ahí.

EM: yo siempre llevo la de tiempo ahí, años de años...

Juan Carlos: y yo me imagino, pero dígame usted si no... que ahí van bien con la policía.

EM: Si claro, es que hay unos manes de acá del sector y ellos ya saben que nosotros somos los del caño, los de ahí y pues no nos dicen nada ni nada sino que tan, a estos chinos les gusta su vicio y todo pero se la buscan reciclando, retacando, cuidando carros, entonces no le hacen ningún mal a la gente ni nada, y como uno no consume delante de la gente, nosotros nos metemos por allá abajo y pues mas de un vecino ya lo conocen a uno y lo tienen a uno en cuenta.

Juan Carlos: venga y cuando cerraron el Bronx, fue este año...

EM: Si señor eso ya va como para 6 meses.

Juan Carlos: si... ¿ahí llegaron unos a vivir a este lado?

EM: No, para ese lado no.

Juan Carlos: O sea, se fueron muchos para la sexta.

EM: Para el caño de la sexta.

Juan Carlos: Se lleno... Pero ¿algunos se asomaron?

147 EM: No, por todo lado se empezaron a regar, porque como paila entonces llegaron acá, acá nos llegaron un chirrete y un parche y pues ahí mismito si no hace respetar el parche donde habita uno, ya empieza a llegar mas y mas gente y ya lo que hacen es casarnos es a todos. Ahí mismito nos toco decir “bueno pa nosotros llevamos un poco de años por acá, ya nos conoce la gente y ya los que somos, somos. Porque los mismos tombos nos han dicho, “eso ya sabemos quienes son los de acá, y si llega a haber mas gente...”

Juan Carlos: Es su casa, es como su casa.

EM: Si claro y ya los comandantes y...

Juan Carlos: Y ahí tienen que frentearlos.

EM: Pa’ frentearlos y con el que sea y como uno habita por acá en el barrio y uno ve que llega mas de uno del centro que llega a robar o que a tan!, pues ahí mismito toca pararse uno duro “un momentico papá, respétenos el pedazo que ¿sabe que? Por acá es donde convivimos nosotros y por culpa de ustedes no vamos a pagar nosotros” como usted sabe que la ley de la calle es así.

Juan Carlos: Es dura.

EM: Entonces si uno no cuida el pedazo de uno, paila...

Juan Carlos: y ¿usted empezó a soplar desde niño?

EM: Desde niño, desde los 8 años.

Juan Carlos: uy juepucha! ¿se alcanza a acordar del desalojo del cartucho? Yo creo que si...

EM: Si claro, yo desde chinche estuve ahí, nacido y criado allá, en el cartucho.

Juan Carlos: Creció en el cartucho... pero bueno, todavía está joven...

EM: Si claro.

Juan Carlos: Si todavía está joven, usted podría dejar...

EM: no, y lo he dejado... dure desde el 2009 como hasta el 13, sino asumí el juicio.

Juan Carlos: de 2009 a 2013... y ahí ¿que hizo?

EM: Me fui por allá pa’ la calera, para donde unos tíos y por allá me ajuicie y conseguí una china, una novia y la china juiciosa y trabajó... todavía trabaja en argos sino que un día tuve unos inconvenientes con la china y pues agh! Juan Carlos: le sacó la piedra...

148 EM: Me sacó la piedra y nos pusimos a pelear y me metí fue otra vez en la droga y ahí se me vino a la mente, como para calmar el este en las drogas y de ahí para acá otra vez.

Juan Carlos: tremendo, tremendo. Yo conocí... como le cuento.

EM: No le digo, que uno tiene un problema o alguna vaina y vuelve uno es a recaer en la droga en vez de buscar uno otra forma de...

Juan Carlos: Ah bueno me contaba entonces, cerraron el Bronx, les toco hacer respetar el pedazo.

EM: Donde no haga uno respetar el pedazo paila y pues ahí mas de uno arranco para diferentes lados y ahoritica pues de ahí para arriba ve uno la de parches y todo pero entonces en el pedazo de acá estamos los que siempre hemos estado.

Juan Carlos: porque aquí está donde desemboca la 30, luego sigue Belalcazar. Ahí está carrangas, luego sigue la 45...

EM: Que es donde está el parche de jornali. Ese parche es muy famoso.

Juan Carlos: Con una chinga creo...

EM: Si, y mas arriba vive otro parche que es de unos costeños.

Juan Carlos: Ya esos no son tan amigos pues... es otra zona.

EM: Si, otro parche ya. El único parche es ahí el de la 45, está el parche de jornalis, que todos somos ahí reunidos y a veces pues sube uno por allá y tal, como en los domingos que vamos todos de parche y nos ponemos es a fumar marihuana ahí y par ollas que tenemos todos ollas y: “vamos a pedirollas donde el gordito” que es un señor que nos lleva en la buena y nos da las bolsadas para hacer el asado. A mi me tramaba de ahí para la 45 o acá en la isla y beber alcohol, samber.

Juan Carlos: ¿Vodka?

EM: Si, alcohol con frutiño.

Juan Carlos: ¿Naranja? O ron con coca cola.

EM: Alcohol con coca cola.

Juan Carlos: Y ¿con el agua del río lo han mezclado?

EM: Si, claro. Y normal... y es que con sed llega uno a la desembocadura del parque nacional. Llega uno ahí y se pega uno el chorro, deliciosa esa agua.

149

Juan Carlos: jajaja! Ah bueno que bien! Y ¿ahí también ustedes con el agua... ah! Usted me contaba, lavaban la ropa.

EM: lavábamos la ropa, cocinábamos.

Juan Carlos: y ¿por qué decidió irse y quedarse en el río?

EM: Porque me pareció mejor el ambiente y todo, la tranquilidad. Porque es que uno por allá en el centro se va a echar unos pipazos o su vicio y sale mirando para todo lado y no sabe quién es quién... ¿si? En cambio uno allá adentro, echadito y pues está afuera de la sociedad.

Juan Carlos: También pegante ¿no? Porque uno ve ahí en el agua que votan los tarros.

EM: Si, los tarros de pegante.

Juan Carlos: Y en el reciclaje ¿cogen cosas que caen al río? O ¿lo del barrio?

EM: Lo del barrio. Por ejemplo el plástico, papel, el archivo, cartón, la pegadisa.

Juan Carlos: ¿La pegadisa que es?

EM: la pegadisa de las carpetas que vienen con los papeles... Las carpetas, eso es la pegadisa.

Juan Carlos: Ah ya! Y ¿el río que vota? O sea los vecinos o la gente.

EM: Mas que todos son los desperdicios, las cascaras de la comida, que es lo que hace contaminar mucho mas el agua.

Juan Carlos: Ah bueno! Hombre gracias, muy importante toda esta información. ¿Y ha pensado en salir?

EM: con ganas si señor.

Juan Carlos: y ¿tiene quién lo reciba?

EM: Si, tengo... ojala Dios quiera, me voy a comprar mi esta. Yo pienso seguir este año ya así y empezar ahorita desde el 31 a ver si me voy para allá arriba donde mis tíos, para La Calera.

150 Anexo 3 Entrevista a Germán Piffano (Audio en cd 1)

Realizada el 5 de septiembre de 2016.

G. Piffano: Mi relación con el Cartucho empieza el día primero en que yo llego a vivir a Bogotá, en plan: vivir a Bogotá. Bueno de hecho, en ese momento no me quede, pero en mi cabeza salí de Bucaramanga o de Cúcuta pensando que iba a Bogotá, que me iba a parchar en Bogotá. Eso fue marzo del 92, yo venía porque me habían invitado a contar cuentos en el festival de teatro iberoamericano del 92, que era el de los 500 años, era súper apoteósico. Juan Carlos: De los primeros. G. Piffano: SI, pero era el segundo o el tercero, ya había habido pero era impresionante porque era el de los 500 años. Entonces yo llegue por tierra, me pasaron dos cosas en esa llegada a Bogotá que no se me olvidan. La primera es que yo por la ventana del bus, venía Tunja-Bogotá lo que ahora es la autopista, así todo emocionado, a ver a qué horas veía Bogotá, porque yo nunca había venido, a los 15 años, pero nunca había llegado solo y voy en el bus y de pronto vemos un puente que es el puente del común, tal vez. No, ¿si? El de la ___car y de pronto dice, bienvenidos a Bogotá y yo: hmmm, llegué. y decía 2600 metros de angustia sobre el nivel del mar. (risas) Esa fue la primera frase. Que yo dije, pero ¿cómo será estar acá? Y la segunda experiencia es que llegue al terminal, yo venía a la casa de una amiga por dirección y era en la novena con tercera. Pregunte y me dijeron: “ vea coJa este bus, va a subir por no se dónde, llega a la avenida caracas y ahí se va dando cuenta cual es la calle novena y se baja ahí y sube... hasta la tercera. Y el Cartucho era la calle novena entre caracas y decima, realmente calle novena con doce A. Entonces yo claro, me bajé y me acuerdo perfecto que me baje en la plaza de los mártires. Juan Carlos: novena entre Caracas y Decima. G. Piffano: Me bajé en la plaza de Los Mártires, que no era tan terrible como fue después y como es ahora. Me dijeron: “vea llegue a esa esquina y sube”, llegué a la esquina y subí. Cuando empiezo a subir empiezo a ver toda esa mano de ñeros, que no eran tampoco la multitud pero eran bastantes tirados en la calle, y yo decía tenaz, o sea esa fue mi primera imagen de Bogotá. Y eso fue en el 92. Entre el 92 y el 97... bueno ya después uno empieza a escuchar en la

151 universidad, muchos pelados estudiaban, yo me acuerdo que María Teresa Salcedo que es un buen referente para este tipo de tesis, fue mi directora de tesis, pero cuando yo estaba como en cuarto semestre todo el mundo rumoraba que había habido una antropóloga que se había ido a vivir al Cartucho para hacer su trabajo de doctorado, que había vivido allá tres meses__min5:00_ . Entonces había como una especie de mito urbano, una mujer que dormía con los ñeros, y antropóloga... Juan Carlos: y ¿efectivamente ella fue? G. Piffano: Pues yo nunca le pregunte tan de frente porque... pero lo que si es cierto y es una cosa que se llama... algo del asfalto, en su tesis, mmm y lo que ella, en eso si, lo que yo leí, era que se iba durante una semana completa, días y noches con un parche a recorrer la ciudad de recicladores y terminaban en el Cartucho. Inclusive unas narraciones todas eróticas, que uno dice pues... ¿cómo habrá hecho para saber? Estar ahí en ese texto... Pues yo nunca le pregunte, hasta el sol de hoy me ha dado como..., después le pedí que fuera mi directora de tesis y fue la primera que... Juan Carlos: Y ¿ella era profe ahí en Los Andes? G. Piffano: Fue durante un semestre pero cuando estábamos de compañeros ella escribió un articulo en El Tiempo muy tenaz y la echaron de los andes. Escribió un articulo que decía que Peñalosa quería echarle jabón al fenómeno del habitante de calle, jabón y agua y no se que, una asepsia y yo estaba en ese momento, ya trabajando en la alcaldía. Se me volvió un lio, porque todo el mundo despotricaba a María Teresa en la oficina y era mi directora de tesis por fuera de la oficina. Y entonces el 94 y 95 cogió un boom en la universidad, sobre todo en el 94, yo todavía vivía en con un parche de gente extranjera y era toda una aventura ir al Cartucho, entonces nos íbamos de parche varios, a ver, pasábamos por ahí. Había un ingles amigo nuestro que le encantaba comprar la marihuana allá y nos subíamos después por la decima hasta el “goce”, es decima con 24 y ahí por ejemplo fue cuando conocí al Comanche, uno de los amigos nuestros que ahora viene mucho por acá, es un gringo que Hizo un articulo para un periódico que se escribía en inglés se llamaba“the Colombian Post” sobre el Comanche. Yo lo acompañe dos veces a hablar con el, y el man escribió un articulo sobre Comanche, sobre todo el dominio que tenía porque de verdad daba orden y parecía un militar. Juan Carlos: pero el era habitante de calle en ese momento, no era jibaro ni tenia las mafias...

152 G. Piffano: Si claro, el era un ñero ñero. De hecho lo que hizo ese Comanche fue que valorizó a los ñeros dentro del Cartucho, porque el ñero valía cero y Comanche levantó varias peleas con los jibaros, que lo empezaron a respetar. Al ñero, al habitante de calle. Porque antes el habitante lo mataban y no pasaba nadie y Comanche empezó a rayarse y a poner... ¿si? Por varios muertos, que digamos se armó una guerra que al final los jibaros terminarlos soltándola, bajándola y empezó una relación más... Juan Carlos: Si, para que podamos vender y seguir en el negocio de algunos tranquilos G. Piffano: Dejémolos quietos porque se emputan y no nos sirven. Pero quién movilizó a los ñeros fue Comanche, contra los jibaros y después contra la alcaldía, que lo que lo hizo famoso fue una marcha que hicieron contra la alcaldía, un pocotón de ñeros y el Comanche adelante con una cadenota. Juan Carlos:¿Fue en esa época? G. Piffano: La marcha fue en el 96. Creo que el asunto era porque no los dejaban entrar a los hospitales, a las clínicas, llegaban heridos y no los dejaban entrar. Entonces el man armó un mierdero. Juan Carlos: el Alfonsito cuando se lo hecha al hombre y caminan hasta el centro de salud de Chapinero no lo atienden y Alfonsito saca el cuchillo, o lo atienden o yo los atiendo a ustedes. G. Piffano: si eso era así, y todavía en esa época era terrible y era legítimo digámoslo así, o sea dejaban a los ñeros en la puerta, heridos. Entonces ese man hizo una revolución ñera y se llenaron las calles, City TV hizo un especial que yo me acuerdo era impactante, de esa época, eso es 96 con seguridad, porque yo me acuerdo por otras referencias me pille todo lo que fue la marcha y la cosa del City, de City TV. Llenaron toda la Séptima completa de anden a anden porque era así en contravía a los carros, sin parar el tráfico llegaron a la brava a la Plaza de Bolívar. Allá armaron una zafarrancho. Yo no se que paso después, yo no es que le haya hecho seguimiento pero esa marcha de ñeros fue muy impactante para la ciudad, lo registraron los medios y fue muy impresionante y sobre todo que lanzo al estrellato al Comanche, porque lo organizaba como militarmente, es que yo me acuerdo que era impresionante, nosotros llegábamos y teníamos ñeros al lado de el, atrás y había otros afuera y todos se hablaban, parecía el planeta de los simios, una vaina ahí que uno decía... y el Comanche era como un simio, era negro, afro, grueso... Juan Carlos: pero el era reservado.

153 G. Piffano: callado. Juan Carlos: el estuvo en la casa allá donde vivió mi mamá, allá estuvo. G. Piffano: ¿el Comanche? Juan Carlos: si, el Comanche y le saque ropa y ellos todos estuvieron ahí. G. Piffano: el man hablaba muy poco. Juan Carlos: si muy reservado, yo trate de hacerle la charla pero era todo callado. G. Piffano: daba órdenes, el man era: “tráigame no se que”era muy brusco. Juan Carlos: claro, que se iba a recuperar, ese no duro nada, si tenia poder allá en el Cartucho eso llegó allá... G. Piffano: no, pero el no murió allá en el Cartucho, a el lo mataron en la carrilera. Juan Carlos: pero bueno tiempo después. G. Piffano: como dos o tres años después. Juan Carlos: estoy hablando del 91 o 92 G. Piffano: a no yo estoy hablando del 96. Juan Carlos: todavía no era el Comanche. G. Piffano: después de eso, queda un articulo de prensa que escribió en el “Colombian Post” Marc, que es el amigo que te cuento, que hicimos dos o tres veces esos recorridos, ya en el 97 a mi si... Juan Carlos: y ¿el era periodista o que era? G. Piffano Juan Carlos: no el era... ay yo no se, el tenia 27 años y escribía, es, todavía viene y escribió una novela sobre esa época, en donde yo creo que sale el Comanche, ahí la tengo para leerla. El asunto es que... Juan Carlos: ¿el es Marcos Kin? G. Piffano: Liwitski, yo lo tengo en Facebook y de hecho hace 15 días estaba con nosotros, fuimos a hacer unas imágenes, estamos haciendo un cortometraje basado en la novela que el escribió en esa época de Bogotá. El vive en chicago, es un buen amigo realmente, un amigo que vive en el corazón. Y 97, ya un poco más distante de Marc, ya deja de trabajar en el “Colombian Post” y a mi ya me toca entrar a pensar en tesis, porque yo terminaba materias en el 98, materias no, la carrera... entonces empiezo a pensarme la tesis y yo decía, yo quiero hacer algo con el Cartucho pero no sabía que, tenía la idea de lo que a uno le gustaría, a mi me hubiera gustado

154 hacer algo con los mochileros extranjeros porque había vivido entre esos mochileros como cinco años y me interesaba mucho ese mundo del que viaja, esa era una idea de tesis, y también me interesaba mucho el campo, que el trabajo de campo fuera echarme un viaje por toda América latina, que una vez lo intente y no lo pude terminar. Marcela: iba a hacer un trabajo de campo por toda América Latina, no iba a acabar la tesis nunca. G. Piffano: era de México a Buenos Aires, imagínate el viaje. Juan Carlos: mejor váyase para el Cartucho. G. Piffano: y dure 5 años haciendo la del Cartucho. Si, entonces terminé formulando la tesis sobre el Cartucho, que fue una tesis sobre la idea del bienestar ¿cuál era el bienestar para la gente que estaba allá? ¿qué era lo bueno? ¿qué era estar bien? ¿qué era lo que les ofrecía el Cartucho? ¿porqué querían estar ahí? Todas esas preguntas. Juan Carlos: pues interesantísimo. G. Piffano: es bonito, y lastima porque la infografía es el documental, casi debería hacer solo un capítulo de lo que era ahí. Juan Carlos: pero bueno ¿qué es lo bueno para ellos? ¿qué es lo del bienestar? G. Piffano: tenían muchos factores, la libertad era una de las cosas que todos, o sea que en el Cartucho a pesar de que hubieran reglas y todo realmente la gente podía hacer lo que se les diera la gana hasta morirse o hasta hacerse matar, o sea no hay un límite. También otra de las respuestas de muchos era lo que les enseñaba la experiencia de vivir en la calle, de la basura, de vivir, les enseñaba las cosas valiosas, que siempre habían tenido una idea de que tenían que tener esto y que tenían que hacer aquello y que estar en el Cartucho les había dado una sensación de hacer a un lado lo que no era importante e identificar lo que era importante para ellos, para sus vidas y lo ultimo era la sensación de familia que tenían el barrio, ellos decía que era como un pueblito que vivía por fuera de Bogotá. Juan Carlos: yo en el relato le pongo ciudadela bazuco o ciudadela uno y la dos, el Bronx. G. Piffano: tu sabes que Le Corbusier en el 48 por encargo de la alcaldía, era algo cercano al papá de Enrique Peñalosa, hizo un proyecto urbanístico en ese sector que era Santa Inés, para construir la ciudadela del obrero, que eran unas torres estilo... Juan Carlos: ¿el papá de Peñalosa?

155 G. Piffano: no, Le Corbusier, ahí hay un dato importante porque esa es una husmeada si te interesa la historia del Cartucho y de la calle. Juan Carlos: si, tu la vez pasada me estabas contando que en 1910... ahora me cuentas esa parte. G. Piffano: en el 10 empezó la construcción del barrio republicano, pero en el 38 ahora que tu lo llamas la ciudadela, Le Corbusier y otros dos arquitectos por un encargo de la alcaldía, no se si el papa de Peñalosa era alcalde o alcalde encargado pero era algo relacionado con el papa de Peñalosa. Juan Carlos: Y fue senador. G. Piffano: si, algo así, la alcaldía le hizo un encargo a la Universidad Nacional, en ese momento esta el boom de los arquitectos, son los primeros años de la facultad de arquitectura, y estructuran un proyecto que se llama la ciudadela del obrero, que eran edificios muy parecidos a las Torres Antonio Nariño, verticales de 15 pisos y digamos que estaban entre la Décima y la Caracas, no se que paso después, lo que si te puedo decir para que lo busques es que hay una revista que se llama “proa”, es una revista así vanguardista de arquitectura de los 30s y 40s y en uno de los primeros números aparece. Juan Carlos: interesantísimo porque en esa época se construyen el Parque Nacional, canalizan los ríos, hacen una cantidad de cosas. G. Piffano: y yo creo que para el río Arzobispo tuvo que ver porque ese es un plan urbanístico de la construcción del campus de la Nacional y de ahí un pocotón de elementos hasta la Séptima. Juan Carlos: si incluso el Parque Nacional estaba programado, cubría La Macarena, cubría hasta la Plaza de Toros mas o menos, y hacia el norte cubría hasta la 53 mas o menos, o sea que la extensión era mucho mas grande, era como una sola decepción donde todo lo que hubiera ahí debía estar dispuesto y cobijarse bajo una ley para poder construir el parque nacional, La Perseverancia por ejemplo, el san Bartolomé, pero finalmente dejaron lo que está, pero hubieran podido extenderlo todo eso. Pero claro debió ser en esa que es la modernización de Bogotá. G. Piffano: es la apertura de la Caracas, de la Décima, ese proyecto de la ciudadela obrera y píllate la revista proa, o sea hubo ese proyecto y el arquitecto que visiono eso era el modelo de Le Corbusier que estaba en Bogotá en ese momento, el que me hablaba mucho de ese grupo era el Salmona, yo le hice una entrevista a el sobre cual era su explicación de porque había aparecido el Cartucho, a Salmona y a Santamaría, el que hizo el diseño del parque el Tercer Milenio, a varios.

156 Bueno, entonces volviendo al tema yo formule mi tesis y empecé a ir más seguido, pero no me metía a la doce... Juan Carlos: a ver un paréntesis para lo que estabas hablando ahorita, también tengo la información de que ellos se meten allá porque la policía no los mata, no los golpea. ¿no? G. Piffano: a mi no me hablaban de eso como Bienestar. Aunque bueno eso si pasaba, en la medida en que volvieron eso territorio la policía no entraba o entraba pero cobraba cuatro millones de pesos por turno. Juan Carlos: si, o haciendo grandes operativos por televisión. Pero entonces quiero completar porque esa información yo no la tengo, ¿por qué se quedan en el Cartucho? (Es lo que me estas contando), y ¿por qué luego salen? Y vuelven a un puente o vuelven a la calle y no vuelven al Cartucho, de pronto con José... G. Piffano: pero en el Cartucho la gente permanecía, realmente lo que yo he encontrado es que la gente sale es del Bronx, en el Bronx no permanecen, el Bronx cambió la dinámica social del habitante de calle. En el Cartucho se dormía, se movían uno que otro usualmente porque tenían liebres o porque habían chuzado a alguien, o porque habían robado a alguien, entonces para evitar que los mataran se abrían y la verdad se iban tres cuadras y ya estaban a salvo aunque estaban tan cerca y se veían ya no los podrían matar. Una vaina muy loca territorial. Juan Carlos: que además los cogen dormidos y les caen encima. G. Piffano: exactamente. Entonces en esa época la rotación era bajitica, el que se iba del Cartucho por ese tipo de cosas era realmente muy poco. En cambio en el Bronx nadie está, todo el mundo llega, el que permanece es un ñero mucho mas agresivo y mas fuerte y Pelión, entonces se puede defender y atacar y los mayores que ya no pueden seguir ese ritmo entran, compran, fuman y se van porque permanecer ahí es cazarse una pelea tarde o temprano, mas temprano que tarde, entonces esa es una diferencia grande de lo que yo alcance a ver ahorita en el Bronx, que el año pasado estuve ahí como pillándome la otra. Otra diferencia grande es que por ejemplo no hay mayores en el Bronx todos son jóvenes, no hay gente de 50 a 60. Juan Carlos: y el Cartucho eran los viejitos. G. Piffano: claro, los Páez eran un poco de patones pero el jefe era un señor de sesenta y... péguele... don Reynaldo era un señor con camisas... Juan Carlos: ¿todavía existe?

157 G. Piffano: No. No se, mentiras. A mi me dijeron que si, yo la verdad me desconecte de esos, digamos los paisas si se que murieron todos, todos toditos por una pugna interna, unas venganzas ahí que mataron al hijo de un señor que era jibaro y el tipo cogió toda la plata y se dedico a matarlos a ellos y los acabaron, los Páez eran nueve, tres hermanos que eran la cúpula, primos y soldados eran nueve. Juan Carlos: y ¿todos armados? G. Piffano: claro, y todos con guarda espaldas y todo, eran nueve que fácilmente hacían un grupo de cuarenta. Juan Carlos: y aun así los mataron. G. Piffano: y ellos eran los que controlaban el callejos y aun así los mataron... Juan Carlos: de la época del Cartucho. G. Piffano: si, aquí quedaba la bomba, aquí el edificio en el que estaba el loco Calderón al final que se llamaba MRI (movimiento reciclador no se que...) aquí quedaba el castillo que tenia el letrero que decía “El Cartucho”, si uno entraba derecho estaba por la Novena. Juan Carlos: oye espera, este movimiento del reciclador lo dirigía el loco calderón, ¿que era otro habitante de calle? G. Piffano: si, aunque no era tan habitante de calle, era hijo de un ex trabajador de la EDIS de un recogedor de basura, pero el man era un matonsito, había crecido como amigo de los del DAS, amigos del F2, o sea del bajo mundo mas bajo, entonces el man creció armado, no se cuanta gente habrá matado en su vida y se volvió la cara visible de la protesta del Cartucho, era el que salía siempre en los noticieros, todos los jibaros lo dejaron al loco Calderón la responsabilidad de frentear a la ciudad y decir “que nos van a sacar” y hablaba como un ñero. Juan Carlos: y como era amigo de los del DAS le creían y como era amigo de ellos entonces... G. Piffano: exactamente, amigos y tenían negocios. Yo una vez estaba ahí y llegaron a venderle, unos tipos de buen rango del ejercito, a venderle fusiles, o sea el man ya tenia su parche digamos y cogió un edificio, lo invadió, se lo apropió y el dueño no podía no acercarse porque lo mataba. Esa era el loco calderón con el que además termine siendo muy buen amigo, con el si cree muy buena amistad, entonces son cosas tenaces ahí, bueno el rollo de la ética. ¿qué pasa? De donde esta el loco Calderón que era la playa, estoy hablando de la caracas, la entrada por la caracas, la

158 Ele era en el Cartucho peor era un parqueadero. Juan Carlos: y un sitio de reciclaje también. G. Piffano: habían varias bodegas, lo que había era un parqueadero grande y a este lado el Castillo, el Castillo era esa casa emblemática, la que tenia todos esos balconcitos que decían “el Cartucho” que esta en el documental. Entonces uno entraba por acá, esta era la Once, quedaba una especie de paralela a la Caracas. Juan Carlos: ¿la carrera once? G. Piffano: realmente era una carrera 13 Juan Carlos: la paralela que tenia la bomba y detrás... G. Piffano: exactamente, entonces si uno seguía de la bomba hacia el norte llegaba a la Once o a la Diez, a la calle Diez que es la que sube por los Mártires, la que hoy es la espalda del Bronx, pero si uno llegaba a la Novena podía seguir por esa paralela o a penas llegaba la novena ahí había una ele literalmente, esa era la ele del Cartucho. Juan Carlos: la ele porque ¿ahora hay otra ele no? G. Piffano: ahora es la ele del Bronx, pero es en otra parte. Esa ele no era el territorio de los Páez, El territorio de los Páez era en el Callejón de la Muerte, que usted se devolvía para donde el loco Calderón el la playa, donde le estaba contando, aquí la bomba, así la seguí esa paralela que llegaba a la diez y ahí ya estaba la ele, usted ni cogía a la izquierda ni cogía a la derecha sino cogía derecho, caminaba 25 metros desde la Caracas y ahí entraba a el callejón, que era un callejonzuelo chiquitito en donde habían nueve ollas, que eran realmente el centro comercial del bazuco. Estaban puerta marrón, puerta gris, gancho amarillo, gancho... jmm ya no me acuerdo pero esta en la tesis todos los nombres, eran nueve. Ese mundo era de los Páez y ahí era donde mas mataban. Juan Carlos: ¿la delimitación de la zona del Cartucho va hasta la Sexta? Porque yo conocí una olla ahí pero macabra, macabra, macabra. G. Piffano: si Juan Carlos: habían unas puertas donde se abre una puerta donde se abre la otra y adentro dos pisos. G. Piffano: no de hecho San Bernardo ya era parte de... Juan Carlos: es hasta la Sexta, hasta el otro lado. A bueno el San Bernardo pasando la sexta.

159 G. Piffano: para la Sexta, peor lo que era el Cartucho oficialmente para la alcaldía en esa época en que nosotros trabajábamos era hasta la sexta. Juan Carlos: y entre Caracas, Décima. G. Piffano: Caracas, Décima, sexta y calle 10, no la calle Novena. Juan Carlos: la Novena es la del Cartucho, Cartucho. G. Piffano: la Novena es la propia calle Cartucho, la que decía “bienvenidos al Cartucho” y estaba la foto de cerca pero habían holas hasta la diez y habían bodegas hasta la Diez, de hecho en la ele empieza en la Novena hacia el norte. Juan Carlos: ¿toca la Décima? G. Piffano: la ele es así y termina en la Décima. Ahí hay una cosa tenaz que te tengo que contar para el dato y es esto. Aquí esta la bomba, aquí esta la playa, aquí esta la cosa del loco calderón, aquí esta la caracas en mi espalda, enfrente tengo esa paralela que iba detrás de la bomba y que llegaba a la ele y estoy sobre la calle Novena. Si yo desvío unos 30 grados a la izquierda, o sea hacia el norte, camino y donde es el codo de la ele, había una bodega de reciclaje donde estaban los famosos órganos por donde se escuchaba el río, que es lo que a ti te interesa. Yo hice unas imágenes, no se donde están, de unas señoras que estaban preparando un sancocho para un día de fiestas, unas señoras muy campesinas, estábamos ahí preparándolo y detrás de ellas había una puerta y uno se acercaba a la puerta y escuchaba el agua del rio pasar ¡chhh! ¡pggg! Juan Carlos: ¿en que calle? G. Piffano: la ele, es la ele del Cartucho, o sea esta es la Novena esto es la bomba... Juan Carlos: a ver venga nos ubicamos. Caracas, ubiquemos a esta la Caracas, este es el sur y este es el norte, entonces aquí queda la paralela. G. Piffano: aquí esta la bomba, esta es la Novena. Juan Carlos: entonces el Cartucho y aquí queda la bomba. G. Piffano: si, la bomba y el loco Calderón, y aquí había una cuadra, aquí estaba doña Urita y otra gente. Ok, usted en lugar de seguir derecho o de cruzar así, usted se metía aquí en una diagonal ¿si?, era como una estrella, a este lado de la diagonal, en esta zona había un parqueadero grande, grande, grande de un señor que todavía está ahí. Juan Carlos: aquí creo que hubo una droguería o cigarrería como en el 86 o 87, y otro sitio por allá arriba que era Hotel Aladino, yo no se si todavía.

160 G. Piffano: jmm no, yo por allá no estuve nunca, lo que le digo es que uno se metía por acá, a este lado era la calle del Castillo, la casa del Castillo, donde habían varias bodegas, no habían ollas. Pero si usted llegaba al final de esa segmentico que tenia el parqueadero aquí al frente y todo esas bodegas, en toda la esquina, porque ahí llegaba una en que cruzaba hacia la decima, en toda la esquina había una casa que tenia unos sótanos en donde todo el mundo decía que tiraban los muertos los cuerpos al río. Juan Carlos: ¿Qué era en que dirección? Calculando. G. Piffano: ish no se. Esta es la calle Novena, esta es la calle Diez, esta entre Novena y Décima. Usted corría después paralelo al frente al parqueadero y como a tres casas había otra que tenia lo mismo, pero esa si era una olla. Esta no era olla esta era como un inquilinato con sótanos, de cuarto, de pieza, de pieza de mil. Y aquí estaba (esa si era una olla) toda esta región la manejaba un solo man que era uno de los duros, que daba la orden en todo el Cartucho que tenia su bodega en esta esquina, que era la Décima con 12a me imagino, se llamaba Orlando, no me acuerdo del apellido, que ahora dicen que se volvió muy rico y que tiene negocio de buses y bueno, yo he estado indagando como por los viejos capos del Cartucho, que ahora tienen muchos buses, el hijo de Orlando se la pasaba era compitiendo con carros, el hijo de 19 años, el papa le compraba carros y se la pasaba en Tocancipá haciendo piques, entonces vivía con puros gomelos, pero era hijo de uno de los... Juan Carlos: ¿pero el era jibaro? O ¿era bodeguero? G. Piffano: claro, el era jibaro y bodeguero, de hecho la mamá, hablando en una botellera, huérfana, Melisa Piñeros se llamaba la mamá de el, tenia la bodega a este lado, la primera bodeguera, la primera que abrió bodega de botella papel, la primera de las... porque era de las niñas que recogían y gritaban ¡botella, papel! Entonces fue la primera que devino empresaria, vaya uno a saber como pero fue la primera que puso bodega y Orlando, hijo de ella con otro man, tenia un hermano que se llamaba Germán que era un man todo terrible, que se la pasaba mas en la cárcel que por fuera, a cada rato estaba en cana, era el terrible y bruto que lo mataban y lo cogían siempre, entonces Orlando controlaba toda la ele, toda esa zona de la ele, era una zona donde no había tanto ñero, ni había tanto visaje, pero era donde estaban los fusiles, todos los fusiles que eran uno de los mitos del Cartucho. Orlando era el que los repartía cuando había pelea,

161 bochinche, Orlando desde esta esquina era el que daba la orden de que cerraran todo, ollas y todo y todo el mundo tenia que cerrar, o sea Orlando era un man... Juan Carlos: que, porque venia la policía o... G. Piffano: no, no, no eran ordenes de los jibaros para presionar a la alcaldía, o sea cerraban todo y al que entrara le daban plomo, era una época de la alcaldía, de guerra. Juan Carlos: a ya, al que entrara de la alcaldía. En la alcaldía de Peñalosa. G. Piffano: si, para no dejarse meter la gente, todo esto sucedió en la alcaldía de él. Yo no te puedo contar de antes, se del 98 a mirar sistemáticamente y eso sucedió 98 al 2001, hubo un momento al final, final en que hubo una guerra entre Orlando y el loco Calderón, porque el loco ya se les creció mucho. Juan Carlos: bueno en esa zona era que se escuchaba en los sótanos el río... G. Piffano: en esta ele era en donde se escuchaba pero lo que decía la gente que por aquí pasaba el rio y era que este rio venia... digamos el río que pasaba por la ele del Cartucho se desprendía del san Francisco en la Jiménez con décima, donde comienza san Victorino, san francisco va abajo por lo que hoy es la Jiménez y en lugar de seguir derecho hacia la 13 y hacia el camino de onda ahí se abre una bifurcación. Lo que yo te decía, creo que le decían la quebrada capuchina, no se si es porque era el brazo que se desprendía del rio. Juan Carlos: ya te muestro... e si tiene que salir acá. G. Piffano: yo no se si era que saliera de ahí o se pegaba con la Capuchina mas abajo, porque yo se que la Capuchina es en la 17, o sea mas al norte de la Jiménez. Juan Carlos: porque es que aquí tengo unos mapas, se necesita es una lupa porque ese mapa no es tan grande. ahí esta todo, ahí esta la calle de la que me estas hablando, y acá hay otros con nombre. G. Piffano: ...estos fueron los que yo vi, los que yo encontré cuando hice la investigación, hasta ahí llegaba Bogotá Juan Carlos: uno viejo, viejo. Que tiene nombres. G. Piffano: son los mismos mapas. Juan Carlos: si los que encontraste que estaban en el archivo. Juan Carlos: esto toca es con lupa porque... G. Piffano: si, yo de verdad...

162 Juan Carlos: mira este viejo de ríos y por ejemplo ahí están los nombres, pero toca con lupa mirar para poder ver esos nombres. G. Piffano: pero esto donde este el original se puede leer. Jmm 1805. Pero Juan lo que me parece clave es que tengas referenciado la decima con Jiménez que es donde se bifurca ese brazo de agua, esa entre Diez y Novena, entre Caracas y 12a donde estaban esos lugares que tenían sótanos que eso si yo te puedo dar fe que se escuchaba el agua corriendo. Juan Carlos: o sea tu estuviste ahí. G. Piffano: si claro, yo grabe, los que pasa es que yo esas imágenes, no se, tenia que echarle una buscada peor es que como hay tantas tantas horas, yo grabe a unas señoras haciendo... Juan Carlos: treinta y pico de horas ¿no? G. Piffano: trescientas Juan Carlos: pero bueno tienes todo eso ¿no? G. Piffano: ya no, Lo estoy dejando en el archivo de Bogotá, porque es que eso son 6 teras y no hay espacio, no hay discos, entonces yo no lo voy a guardad porque lo mas seguro es que se pierda, lo estoy dejando en el archivo de Bogotá. Juan Carlos: ahí hay un tesoro, para muchas investigaciones. G. Piffano: si le metes el... bueno lo que pasa es que yo no se si puedas, para terminar tesis en junio... Juan Carlos: no claro es el personaje carangas pues de donde viene es del Cartucho, entonces va a contar a describir muy bien su universo y de ese sitio de ta ta ta ta ta y de jibaros y llego el Cartucho a ser su compañía, pero ya descrito de donde viene, pero bueno que de donde viene también hay un río porque es que el río esta hablando de sus vecinos o de sus primos o de sus hermanos en el san Francisco, el San Diego que pues están muy cerquita, y que paso con ellos... entonces buenísimo este dato, este dato es excelente. G. Piffano: bueno me falta decirte que ese brazo de agua que pasa por la ele del Cartucho, vuelve y se escucha en la Sexta con Caracas, o sea mas allá de medicina legal. Juan Carlos: a ya ya ya es que por ahí baja el san agustino sea de pronto va y pega al san Agustín, no porque o sea ese se desprende atraviesa el Cartucho y va a desembocar ese brazo en el... G. Piffano: y hoy esa zona todavía se inunda en el parque tercer milenio, tienes que echarte una ida al parque, si todavía esta el mismo director y te metes a los sótanos del parque y ahí te vas a

163 dar cuenta de la humedad tan hijuepucha, ahí hay agua, llueva o no llueva. Entonces ese es el recorrió del agua entre el san Francisco y el san Agustín. Una cosa clave que si esta en la historia del Cartucho que yo escribí en la tesis, que la puedes buscar porque yo ya no la tengo, de pronto la tengo en el computador, es que esa zona, era una zona de huerto, era un huerto de un señor que no me acuerdo el nombre. Juan Carlos: claro pero esta en la tesis que esta en Los Andes. G. Piffano: en Los Andes y yo debería tenerla pero no se, nunca la imprimí. Menos mal uno entrega esa vaina en la universidad, sino se pierde. Pero el asunto es que ese man, el dueño de esa huerta que llegaba hasta la sexta, hasta el rio san Agustín, en su testamento deja todo su dinero para que hagan una iglesia, esa iglesia se llama Santa Inés, por eso el barrio se llama el barrio Santa Inés. Juan Carlos: o sea el barrio detrás de san Victorino se llama Santa Inés. G. Piffano: se llamaba, ahora es parque tercer milenio, o sea lo que era el Cartucho era Santa Inés, que además es una vaina que no se le podría hacer una aflicción porque ese man, no fue por muy creyente que donó toda su plata sino porque había hecho unas cagadas en vida y para que no se le condenara el alma mando a hacer la iglesia digamos post muerte, vaya uno a saber que carajos fue las que hizo, ahí hay un poco de mitos, esos está en la historia de Bogotá. Pero Santa Inés también fue una parroquia maldita, el man lo enterraron en esa parroquia, el que era dueño de esa huerta que termino siendo el barrio, que después termino siendo la iglesia. Juan Carlos: y ¿esa iglesia se hizo? G. Piffano: se hizo, existió y la quemaron en el bogotazo, no perdón, no, miento. Existió y cuando abrieron la carrera Décima la partieron en dos porque la parroquia estaba donde hoy es la Décima, entonces donde el man estaba enterrado le paso una avenida doble que es la decima y acabaron con la parroquia, y las monjas, porque eso le quedaba unas monjas después de que la parroquia se construyó. Las monjas la administraban, las monjas dijeron que con la tumbada de la iglesia iba a ser una maldición para toda esa zona eso es un mito, que ya he leído tanto que eso no te puedo decir de donde lo saque, pero te lo puedo decir de tradición oral, mira a ver si es verdad o me lo invente pero... eso, por ejemplo hay una foto de cuando están abriendo la decima y se ve la parroquia de Santa Inés que es una iglesia de esas antiguas coloniales.

164 Marcela: oye y que la iglesia de santa Inés albergaba los restos de José Celestino Mutis, además de todo. G. Piffano: Imagínese, la gente es muy chismosa. El asunto es que eso le dio un nombre al barrio y el barrio empezó a construirse en 1910, según lo que yo encontré en registros, la primera calle del cart... esto es mas loco, además yo nunca lo volví a buscar, la primera Calle del Cartucho que aparece en la historia de Bogotá aparece en 1876, ¿sabe cual era la Calle del Cartucho? Donde quedaba el TPB, hoy se llama Espacio Odeón, Jiménez con quinta que cae así ¡pum! Y cae a la Jiménez y ahí hay un CAI, es una carrera en bajada, esa bajada era la zona de tolerancia de La Candelaria, donde estaban las prostis, en 1800 antes de que se hiciera... Juan Carlos: seria como a las afueras. no! Es como el centro. G. Piffano: no, era el borde de la ciudad por el norte. Juan Carlos: a porque llegaba hasta el San Francisco. G. Piffano: entonces hay un acuerdo municipal en 1876 que le da 600 pesos oro al alcalde para que haga un callejón y deseque la Calle del Cartucho y saque de ahí a esos sitios del lenocinio. Juan Carlos: entonces esa se llamó Cartucho primero. G. Piffano: esa fue la primera Calle del Cartucho. Después de que se crea el Cartucho en el barrio Santa Inés de que se muere el man y mandan a hacer la iglesia y además abren la Décima y tumban la iglesia y tal, lo que sigue después de eso es que crean lo que seria hoy Corabastos ahí en Santa Inés, que es la plaza mayor de Santa Inés, que era realmente donde hacia mercado toda la ciudad que existió... Juan Carlos: eso existió mucho tiempo ¿no? G. Piffano: claro la tumbaron por Peñalosa. Juan Carlos: Hasta ahí existió. Y la flota de buses. G. Piffano: la flota de buses si fue en la Sexta con Caracas, que era la flota Águila y la flota de Expreso Bolivariano.

(silencio)

G. Piffano: ¿al Baudó? Marcela: si.

165 G. Piffano: estoy haciendo como un sondeo para Naciones Unidas, o sea como mirando un poco porque es una zona que esta atrasada en la dinámica de conflicto entonces nadie ha entrado, hay una zona en donde no ha entrado nadie en ocho años, mejor dicho me voy de decidido.

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