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DiezArmero años de ausencia

Carmen Inés Cruz Betancourt Francisco Parra Sandoval Nelsy Gined Roa López Armero: diez años de ausencia

Carmen Inés Cruz Betancourt Francisco Parra Sandoval Nelsy Gined Roa López 986.136 C957 Cruz Betancourt, Carmen Inés Armero: diez años de ausencia / Carmen Inés Cruz Betancourt. Francisco Parra Sandoval, Nesly Gined Roa López. 2 ed. Ibagué: Universidad de Ibagué. Paz y Región, 2015. Armero: diez años de ausencia Fondo Resurgir-FES. Ejecutado por: Universidad de Ibagué Primera edición: noviembre de 1995 Impreso y hecho en Publicación: Ibagué, Colombia Editorial: Universidad de ibagué Ejemplares: 300 Páginas: 207

ISBN impreso: 978-958-754-175-5 ISBN digital: 978-958-754-176-2 Descriptores: Armero – Historia; Armero - ensayos

Dirección editorial Oficina de Publicaciones [email protected] Universidad de Ibagué Calle 67, carrera 22. Teléfono: +57 8 2709400 Ibagué-tolima, Colombia www.unibague.edu.co Diseño y diagramación Adriana Durán Vargas Fotografía Liliana Parra Impresión León Gráficas Ltda. PBX 2630088. Ibagué Esta obra no puede reproducirse sin la autorización expresa y por escrito de la Universidad de Ibagué. Este trabajo es un homenaje a los armeritas que yacen en Armero y a los que sobrevivieron al desastre. A quienes luchan con denuedo cada día, por mitigar su pena y acallar recuerdos para reconstruir su vida y procurarse “una segunda oportunidad sobre la tierra”.

La realización de este estudio y su publicación han sido posibles con el auspicio del Fondo Resurgir-FES que ejecuta la Corporación Universitaria de Ibagué-Coruniversitaria. Hoy Universidad de Ibagué

Ibagué, noviembre de 1995 Agradecimientos

A los protagonistas de este estudio; quienes, a pesar del dolor que implicaba remover recuerdos, aceptaron compartir con nosotros sus vivencias de diez años. Ellos son: Álvaro Enrique Sánchez, Cecilia Sánchez, Fideligna Rojas, Rafael Sánchez, Yasmín Zárate, Hermana Libia López, familia Jimenez Barinas, Gladys Cruz y María del Carmen Conde. También, nuestra gratitud muy especial a la Hermana Dora Arboleda, Directora del Centro Educativo Fe y Alegría de Armero-Guayabal; a José Osorio Bedoya, ex-miembro de la Junta Nacional de Resurgir y ex –Gobernador del Tolima, a Carlos Alberto Rocha, ex director de Resurgir, y a Alberto Rojas, funcionario de la Fiduciaria La Previsora quien ha participado en los procesos que siguieron a la liquidación de Resurgir; a Roberto Mejía Caicedo y Alberto González Murcia, directivos de la Asociación para el Desarrollo del Tolima y a los profesores José Vicente Minaya y Sara Álvarez; la información y apreciaciones que ellos aportaron, fueron de gran valor. Finalmente, decimos también gracias a Martha Cecilia Sánchez, Coordinadora del Fondo Resurgir-FES, por su apoyo permanente en la gestión de este proyecto; así mismo a su asistente Nidia Gómez, quien con dedicación y paciencia nos ayudó en la digitación de los textos y de las múltiples correcciones, propias de un trabajo que, como éste, motivó a muchas personas a colaborar para complementar y precisar la información. A Luz Stella de Acero quien se encargo de la transcripción de los casetes resultantes de las entrevistas. Los autores

Han estado vinculados al Fondo Resurgir-FES en cumplimiento de diferentes funciones. El conocimiento de la zona, la cercanía a los problemas que enfrentan los armeritas y el compromiso con esta población, fueron motivos que los unieron en la decisión de acometer este estudio, con el que aspiran a responder algunas de las incógnitas que enfrentan en su trabajo cotidiano con los armeritas.

Carmen Inés Cruz Betancourt Cursó licenciatura y Magister en Sociología en la Universidad Nacional de Colombia, Doctorado en Educación (Programa en Administración Planeación y Política Social) en la Universidad de Harvard (Estados Unidos) y Alta Dirección Empresarial en el INALDE en Bogotá. Ha estado vinculada al sector educativo en actividades de investigación, planeación, docencia y administración universitaria. Entre 1986 y 1993 se desempeñó como Rectora de la Corporación Universitaria de Ibagué y actualmente, es docente y asesora de la rectoría. Desde allí ha tenido la responsabilidad de dirigir las acciones encargadas al Fondo Resurgir-FES que ejecuta Coruniversitaria. Ha realizado investigación y ha publicado estudios en el campo de la migración internacional y la educación. Francisco Parra Sandoval Es Licenciado en Ciencias de la Educación de la U.P.N. y tiene estudios de postgrado en formación de Docentes en la Universidad de Caen (Francia). Fue director del Instituto de Educación Permanente de la UPN e investigador del Centro de Investigaciones –“CIUP”- de dicha Universidad. Ha publicado entre otros títulos: La capacitación de los maestros, La educación rural; de la utopía a la realidad, La voz de los jóvenes, Semillas de violencia, Tres talleres: hacia una pedagogía de la investigación etnográfica en la escuela, Ha sido profesor universitario y ha desarrollado investigación en el campo educativo. Desde 1991 ha estado vinculado al Fondo Resurgir-FES a través de proyectos de investigación-ac- ción y de capacitación a docentes, auspiciados por el Fondo, y ha trabajado directamente con los maestros de escuelas y colegios en la zona afectada por el desastre. Se ha desempeñado como consultor de UNICEF, MEN y de Naciones Unidas en Centro América, Decano de Humanidades de la Universidad de Ibagué. Fue secretario de Educación de Ibagué y del departamento del Tolima.

Nelsy Gined Roa López Es Licenciada en matemáticas y Física de la Universidad del Tolima; actualmente cursa una especialización en Docencia de las Matemáticas en la misma universidad y es profesora en el Núcleo Escolar Rural Santa Lucía de Purificación (Tolima). En 1991 se vinculó a Coruniversitaria como docente y, por medio de esta institución, ingresó como participante en un taller de investigación etnográfica dirigido por Rodrigo Parra Sandoval, a maestros de la zona afectada por el desastre y cuyos resultados fueron publicados. En 1993 participó en un estudio sobre escuelas Nuevas de , Armero-Guayabal, Lérida y Mariquita, dirigido por Francisco Parra Sandoval y auspiciado por el mismo Fondo.

Fondo Resurgir – FES Ejecutado por la Universitaria de Ibagué Publicaciones Fondo Resurgir FES Francisco Parra Sandoval, Luz Ángela castaño: Semillas de violencia: niñas y niños cuentan su historia Francisco Parra Sandoval, Carmen Inés Cruz B.: La Educación rural: de la utopía a la realidad

Índice

Presentación 11 Notas sobre Armero 15 Omaryra: un símbolo de la tragedia No quiero recordar 24 Aleyda: la madre de Omayra Una página para olvidar 25 Alvaro Enrique: el hermano Vivir muriendo 37 Fideligna y Rafael: los abuelos paternos La lucha de una abuela madre 51 Cecilia: una tía La responsabilidad de un adolescente padre 61 Jaime: un primo La tierra nos da y luego nos quita 65 Yasmín: una compañera de colegio Los armeritas antes y después 77 Hermana Libia: una maestra del colegio ¿Omayra hace milagros? 91 Los Jiménez: gracias por los favores recibidos Armero es un dolor que perdura 97 Gladys: una víctima como otras La tragedia me transformó 111 Carmenza: una líder Reflexiones finales 140 Enseñanzas de una catástrofe Bibliografía 168

Presentación

Diez años han transcurrido desde cuando la erupción del cráter Arenas del Volcán , sepultó en lodo ardiente entre 20 mil y 23 mil personas, de una población de 30.776 habitantes del municipio de Armero, que dormían allí la noche del miércoles 13 de noviembre de 1985. Hoy, el viejo Armero es un camposanto cubierto de tímida vegetación, escombros, tumbas y placas levantadas por los sobrevivientes en homenaje a tantos parientes y amigos que allí yacen. Muchos visitantes llegan, procedentes de cualquier parte de Colombia y de otros países, para expresar indefectiblemente.

¡Increíble! Que todo un pueblo se encuentre sepultado allí. Y es cierto, no importa que hayan pasado ya dos lustros. Continúa siendo difícil aceptar que semejante hecho no es ficción.

Mucha tristeza y dolor ha causado y muchas lágrimas se han derramado; muchos traumas se han vivido y muchos sueños se truncaron; de ello no cabe duda pero, muy poco sabemos con certeza. De hecho, podría decirse, sin temor a equivocarnos, que sobre lo ocurrido después de la tragedia sólo existen incógnitas… sospechas…supuestos. Poco o nada conocemos sobre el proceso que han enfrentado los sobrevivientes: ¿dónde y cómo viven? ¿Qué hacen? ¿Qué secuelas les dejó la tragedia?

Diez años de ausencia 11 Historia oral existe y hay muchos que la repiten con frecuencia y recrean con ello su dolor, mientras que otros optaron por bloquear ese recuerdo para seguir viviendo. Hay también registros periodísticos, reportes, informes y novelas que aportan valiosos elementos sobre la tragedia y postragedia pero, hay gran ignorancia sobre lo sucedido en torno a los sobrevivientes en estos diez años de ausencia de Armero. Es propósito de este ejercicio, en primer, lugar rendir homenaje al pueblo armerita con quien nos une un gran sentimiento de solidaridad, por ello se desea contribuir a recuperar algo de su memoria, con el fin de asegurar que queda consignada fielmente a partir de los mismos protagonistas y no se pierde o se desfigura con el transcurrir del tiempo. Se quiere también proporcionar información que permita entender y servir mejor a quienes aún sufren las consecuencias de la catástrofe y requieren ayuda, tanto por parte de los organismos gubernamentales como de otras instituciones y agencias de la sociedad civil. Se pretende así mismo, apoyados en los protagonistas allegar elementos que ilustren sobre los aciertos y las fallas en que incurrieron e incurren, las entidades y personas que, con el ánimo de ayudar a los armeritas, han actuado en diferentes momentos y ámbitos. Se optó por trabajar con una aproximación etnográfica, a través de “Historias de vida” de personajes que pueden considerarse representativos de armeritas que murieron y de otros que sobreviven. Esto, porque es interés del estudio abordar un análisis cualitativo de evidencias, comportamientos, actitudes y hechos

12 Armero que contribuyan a identificar y entender impactos de especial significación derivados del desastre tanto sobre los individuos como sobre las diversas instituciones y organizaciones sociales de las cuales hacen parte. En este contexto se convino explorar la vida de Omayra Sánchez, esa niña de solo 11 años que, con desconcertante serenidad, sobrevivió 3 días atrapada entre escombros y lodo, dando lección de coraje al mundo entero que, a través de la televisión y otros medios la acompaño en su dolor y admiró su valor, convirtiéndose en el símbolo más representativo de la llamada tragedia de Armero. En virtud de ello, penetramos en la vida de Omayra a través de sus parientes, amigos y maestros; indagamos sobre su memoria y sobre la proyección que ha tenido. Llegamos a sus abuelos paternos, tía, hermano, madre y primos y, todos ellos, con su palabra, con su actitud o con su silencio, nos aportaron valiosas piezas de información sobre la niña y también sobre sus propias inquietudes y vivencias de 10 años; sobre su pasado, su presente y su futuro y sobre las instituciones que conforman su entorno. Omayra es, entonces, el hilo conductor de este estudio que se desarrolla en quince apartes. Los primeros presentan a Armero, a Omayra y aquellos parientes y amigos, quienes a través de sus recuerdos y su historia de diez años, ilustran lo que ha sido la vida de una variada gama de sobrevivientes; su quehacer, su entorno, sus afectos y temores, sus logros, ensueños y legado. El segundo grupo centra la atención en personajes que, si bien no estuvieron vinculados a la niña, complementan la visión sobre los impactos de la tragedia en sus

Diez años de ausencia 13 vidas. Escudriñamos tratando de ver en ellos, no a individuos insulares, sino la representación de mujeres y hombres que sobrevivieron a la tragedia, como niños, adolescentes, viudas y ancianos. Observamos a quienes siente que han superado la tragedia y a quienes no lo han logrado; a quienes luchan por borrar esa dolorosa página de su vida y a quienes la reconstruyen frecuentemente y se preparan con gran anticipación para conmemorar cada aniversario. Finalmente, presentamos algunas reflexiones de conjunto, apoyados en la información y opiniones expresados por los entrevistados y por otras personas vinculadas de diverso modo a ese evento. Esto, en un esfuerzo por conocer aspectos cruciales del proceso vivido en los diez años, diagnosticar, así sea parcialmente su situación actual e identificar aquello que, en su impresión explícita o velada, constituye aciertos o fallas de las instituciones y personas que se han vinculado al proceso desde el mismo momento de la ocurrencia de la catástrofe y luego a lo largo de la década. El propósito como ya se mencionó, es asegurar que la experiencia vivida y las enseñanzas que allí se desprenden, sean útiles para el futuro. Se intenta también con esas reflexiones, facilitar que se deriven enseñanzas que sirvan para orientar políticas, estrategias y programas que contribuyan de manera eficaz a aliviar el dolor que aún padecen los afectados por el desastre y a prevenir daños mayores, no sólo en esta población, sino en tantas otras que son víctimas de desastres, distintos en su origen, pero similares en el severo impacto sobre sus vidas.

14 Armero

16 Armero Notas sobre Armero

Omaryra: un símbolo de la tragedia Armero fue fundado en las tierras del Valle de San Lorenzo pertenecientes a un grupo de propietarios llamados Los Comuneros, que querían autorización de la señora Dominga Cano de Rada para vender. Cuando los comuneros decidieron vender sus tierras al inglés John M. Vaughan, la señora Dominga dio su autorización pero exigió al inglés donar unos terrenos para la plaza principal, la iglesia y tres manzanas con sus calles para formar el pueblo. Así se hizo, el 28 de marzo de 1906 se inició la creación del pueblo, en ese entonces llamado San Lorenzo. (1) El 29 de septiembre de 1908 el general Rafael Reyes expidió el decreto 1049 mediante el cual el caserío de San Lorenzo se constituía en Cabecera Municipal, siendo éste uno de los municipios más jóvenes del norte del Tolima. El 3 de octubre del mismo año fueron inaugurados los poderes públicos y el 30 de octubre por decreto 1181 de la República, fueron señalados los respectivos límites de San Lorenzo así: Situado entre la margen izquierda del río Lagunilla y la margen izquierda del río Magdalena, con una extensión de 423 kilómetros cuadrados que incluían los corregimientos de Méndez y Guayabal. Limita al norte con Mariquita, Falan y Honda;

1 Angarita Somoza, Agustín. 1975. Semblanzas de Educadores que sirvieron al Tolima. Publicación de la Secretaría de Educación del Departamento. Ibagué

Diez años de ausencia 17 al sur con Ambalema, Lérida y Líbano; al oriente con el municipio de Ambalema y el departamento de Cundinamarca, con el río Magdalena de por medio; al occidente con los municipios de Falan y Villahermosa. En 1930, según ordenanza 47 del 2 mayo, el Gobierno Departamental le cambió el nombre de San Lorenzo por el de Armero, en homenaje al héroe y mártir mariquiteño, José León Armero, quien fuera fusilado por causa de la independencia. Por su excelente ubicación en la planicie del Norte del Tolima, Armero se constituyó en un epicentro de comunicaciones; por allí pasan las carreteras que conectaban esta población con el resto del departamento hacia Ibagué, Líbano, Girardot, Honda, Fresno, y de estas con los departamentos vecinos (2). En Armero se encontraba la estación del tren, llamada San Lorenzo, que sirvió de punto intermedio entre la vía férrea que comunicaba La Dorada y Ambalema con la capital de Ibagué. Era conocida como la “La Ciudad Blanca” por considerársele la capital algodonera del Tolima, título que disputaba con El Espinal. Fue uno de los municipios pioneros en desarrollar la agricultura mecanizada y logró constituirse en el municipio más próspero del norte del Tolima. Por su presupuesto ocupaba el sexto lugar en el Tolima, después de Ibagué, El Espinal, Chaparral, Mariquita y Líbano.

2 Arciniegas Herrán, José Ignacio. 1980. El Tolima: Geografía Histórico Socio-Económica. (Páginas 100 a 103). Primera edición. Ibagué.

18 Armero Los mercados se desarrollaban el sábado y domingo y en el mes de septiembre se celebraba el Festival de la Amistad, un espectáculo de danza y colorido en el que sus habitantes participaban intensamente. Disponía de los servicios de una ciudad moderna, tales como electrificación, acueducto, alcantarillado y teléfonos urbanos, empresas de transporte local y regional, servicios bancarios, equipo de bomberos, un club campestre y una buena situación económica y fiscal, debido a su amplio desarrollo comercial, ganadero y agrícola; ello le permitió llevar a cabo obras públicas de buen nivel. Contaba con la Granja Experimental de la Universidad del Tolima, un serpentario y el Hospital Neurosiquiátrico de propiedad del Gobierno Nacional y un moderno Hospital de segundo nivel; así mismo, una desmontadora de algodón del Instituto de Mercadeo Agropecuario. Armero estaba integrado por 15 barrios y los corregimientos de Méndez, San Pedro y Guayabal. Ubicado a 421 metros sobre el nivel del mar, su temperatura promedio es de 27 grados centígrados a la sombra (3). Su población según el censo de 1985 era de 30.776 habitantes incluyendo el casco urbano y su zona rural. Era en el Tolima, el tercer municipio más denso en población, después de Honda y concentraba su mayor población en el área urbana. Junto con Honda, Líbano y El Espinal eran Centros de Relevo Agropecuario Principal y un importante productor de arroz, algodón,

3 Arciniegas Herrán, José Ignacio. Ibíd. (Páginas 100)

Diez años de ausencia 19 maíz sorgo y ajonjolí. Allí se realizaba la recolección y mercadeo de productos agropecuarios, suministro de insumos, herramientas, equipos para trabajos agrícolas, maquinaria y créditos a los agricultores. Distribuía víveres al por mayor y al detal y otros bienes provenientes de la región o fuera de ella. (4)

Una catástrofe con antecedentes Famosos cronistas de la historia colombiana narraron sobre erupciones del volcán Nevado del Ruiz ocurridas en el siglo XVI y la devastación que ocasionaron en la región. Quien primero trató esta tragedia fue el cronista Fray Pedro Simón en su “Compendio Historial”, en el que relata la erupción ocurrida el domingo 12 de marzo de 1595 a las once de la mañana y el deshielo producido en el nevado. Este origino una gran creciente del río Lagunilla, que bajó por su estrecho cause portando millones de toneladas de lava, piedra y lodo, y al desembocar abruptamente en la llanura de Armero, la cubrió por completo arrasando montes, cultivos, casas, hombres y animales. En esta ocasión se dice (5) que en Toro (Departamento del Valle) la ceniza era del tamaño de un granizo y mucho más peligrosas fueron las crecientes reportadas en el río Gualí que, sumadas a la de Lagunilla al parecer alcanzaron a llegar al río Magdalena.En ese entonces la población de Armero no había sido fundada y por ello la tragedia no fue mayor.

4 Instituto Geográfico Agustín Codazzi. 1984. Tolima Aspectos Geográficos. 5 Calvache, Martha Lucía. En: SENA, 1986, Ecología de un Desastre. (Pp. 59)

20 Armero Testimonios recogidos por el cronista le permitieron establecer que la tragedia había dejado más de mil muertos y que los pocos habitantes de la región que pudieron salvarse, lo habían logrado gracias a que subieron rápidamente a las lomas más altas y otros, que inclusive, treparon a los arboles en donde permanecieron durante más de una semana en medio del barro, resistiendo heroicamente el hambre, la sed y la putrefacción consiguiente. Un segundo evento ocurrió en los primeros meses de mi 1845 (existen varias versiones: 18 de enero, 10 de febrero o en marzo), cuando se reportó <>. Los registros históricos mencionan que los bloques de hielo llegaron hasta el Valle del Magdalena y que el olor a azufre era muy fuerte. El río Lagunilla había crecido muchos metros sobre el nivel de su cauce natural y desembocó sobre el sitio exacto donde luego sería fundada la población, con bastante imprudencia o, por lo menos, con fatal ignorancia de lo que podía acontecer en el futuro.

La historia reciente La actividad volcánica de El Ruiz se manifestaba por la exhalación de vapor de gases a través del cráter Arenas o . A partir de diciembre de 1984 los habitantes de la región empezaron a sentir numerosos temblores que fueron aumentando el número e intensidad hasta que el 22 de diciembre, a las cinco y a las diez de la noche se sintieron los más fuertes y prolongados sismos.

Diez años de ausencia 21 En la mañana del 23 de diciembre los vecinos del volcán notaron que la nieve de las cercanías del cráter estaba manchada con color amarillo. A partir de esa fecha, la sismicidad y la actividad fumarólica continuaron creciendo y en abril, junio y julio de 1985 se observó un incremento notorio de la temperatura del piso del cráter y una mayor concentración de gases sulfurosos en la fumarola. La sismicidad registró elevaciones importantes a finales de agosto y comienzos de septiembre, para desencadenar el día 11 una erupción freática con emisión de cenizas, que ocasionó dos flujos de lodo en los ríos Azufrado y Gualí. Aproximadamente tres semanas después, la sismicidad recobró niveles similares a los que tenía antes del once de septiembre. La columna de vapor observable desde muchos kilómetros de distancia, bajó a unas pocas docenas de metros, debido a la disminución de la cantidad de agua disponible en el cráter, o en algún reservorio somero dentro del volcán. El trece de noviembre de 1985 a partir de las 3:05 de la tarde hubo de nuevo prolongadas cenizas que cubrieron un amplio sector, incluyendo a Armero; luego, a las 9:10 de la noche se escucharon dos explosiones, que se continuaron con fuertes ruidos hasta las 9:30, cuando de nuevo se oyeron explosiones en el cráter (6). El deshielo del Nevado se precipitó desde sus 5.432 metros de altura sobre el nivel del mar, descendiendo hasta los 421 metros (de altura sobre el nivel del mar) de

6 Frye Casas, Alberto. En: SENA, 1986. Ibíd. (Pág. 78).

22 Armero Armero (7), bajando por los cauces de los ríos Lagunilla y Azufrado. Arrastraba en su recorrido abundante material volcánico fresco y viejo y también, cantidades apreciables de azufre, rocas, suelo y vegetación de los taludes de los cauces, en los cuales alcanzó alturas de 60 a 80 metros. El gran ímpetu del descenso produjo desbordamiento al llegar al pie de monte o base de la cordillera, donde el cauce solamente presenta una altura de 20 a 25 metros; allí se extendió arrasadoramente por los valles del río Lagunilla y Santo Domingo, en capas de lodo denso cargado de y deshechos y con un espesor de 6 a 7 metros de altura. A las once de la noche, la dantesca masa cubrió a Armero y continuó su marcha hasta los ríos Magdalena y Cauca, después de arrasar poblaciones y destruir numerosas vidas. La avalancha recorrió 60 kilómetros y al llegar a la zona plana se expandió en una capa de lodo de 1.50 metros de espesor, que se ha venido contrayendo al secarse. En esta forma quedaron cubiertas unas 3.415 hectáreas con una masa estimada en 40 millones de metros cúbicos (68 millones de toneladas) que traía abundantes piedras, cascajos y troncos.De acuerdo con boletines de Resurgir, (8) quedó un saldo cercano a los 23 mil muertos o desaparecidos, 5 mil heridos y daños con diverso grado de severidad, en buena parte de un área cuya extensión total es cercana a 410 mil hectáreas y en 23 municipios de los departamentos del Tolima y

7 Santa, Eduardo. 1988, Adiós Omayra -La catástrofe de Armero- (Pág. 56 a 62) 8 Presidencia de La República. 1985. Boletín. Fondo de Recons- trucción Resurgir. Presidencia. Bogotá

Diez años de ausencia 23 Caldas. Los daños materiales en la zona se estimaron en unos 43 mil millones de pesos colombianos. A su vez, según el documento CONPES de noviembre 25 de 1985 (9) en el sector agropecuario el de mayor peso económico en la región, en la región, los estragos fueron también pavorosos: <>.

Oídos sordos Ramón Antonio Rodríguez, el joven y dinámico Alcalde de Armero, conocía muy bien la historia de su pueblo y los antecedentes mortales de su vecino el Volcán. Se mantenía alerta sobre la evolución del mismo y temía que la catástrofe se repitiera. Compartió su preocupación con líderes cívicos, con sus colegas Alcaldes de poblaciones vecinas y, en diversos tonos y momentos expresó su angustia y la necesidad de acción del alto gobierno departamental y nacional, que se negaba a oírlo, o lo

9 Departamento Nacional de Planeación. 1985. Evaluación preliminar de las pérdidas materiales por la erupción del Nevado del Ruiz. Documento CONPES –DNP- 2.231-UDRE. Noviembre 25 de 1985. DNP. Bogotá

24 Armero escuchaban escépticos cuando no lo tomaban en broma calificándolo de alarmista. Pero no cejó en su empeño y con el Alcalde del Líbano, solicitaron a INGEOMINAS un estudio sobre el estado del Nevado y sobre los riesgos que podría correr la zona en caso de que volviera a explotar.El estudio no tardó y presentó conclusiones rotundas y alarmantes: el cráter Arenas, podía hacer erupción de un momento a otro poniendo en peligro inminente a todas las poblaciones circunvecinas, no sólo del departamento del Tolima sino también de Caldas. En otras palabras, se estaba al borde de que se repitiera con precisión casi matemática los desastres narrados por los cronistas de otras épocas, sólo que ahora las consecuencias serían infinitamente mayores, pues aquellas regiones antes inhóspitas, se habían poblado en forma extraordinaria. Equipado con semejante informe, serio, científico, técnico y oficial, y contando con el apoyo de parlamentarios del Tolima y Caldas que lo acompañaban en su causa, volvió a la carga en busca de atención del alto gobierno departamental y nacional, pero una vez más la burocracia lo despacho diciendo: no se preocupe, el gobierno tomará medidas. Regresó a Armero convencido de que cualquier cosa tendrían que hacerla solos y quiso equipar un comité operativo para la vigilancia del volcán, pero tampoco consiguió de la Gobernación los pocos instrumentos que requerían. En la tumba de Ramón Antonio Rodríguez, último Alcalde de Armero, podría escribirse:

Hizo cuanto estuvo a su alcance para salvar a su pueblo, pero la burocracia inepta lo venció. Entonces, murió con su gente.

Diez años de ausencia 25 Omaira Sánchez

Nació en Armero el 20 de agosto de 1973. Hija mayor de Álvaro Enrique Sánchez y Aleyda Garzón. Sus estudios primarios los realizó en una escuela del municipio y para cursar el bachillerato ingresó al Colegio de La Sagrada Familia. Como el colegio estaba ubicado en el barrio 20 de julio, podía fácilmente desplazarse entre su casa en el barrio Santander y la de sus abuelos paternos, a quienes visitaba con mucha frecuencia. Es recordada por profesores y compañeros como una estudiante dedicada, amante de hacer las cosas bien, responsable con sus compromisos y con buena aceptación entre compañeros. En 1985 cursaba el sexto grado y estaba preparando sus últimos exámenes cuando sobrevino la avalancha del Nevado del Ruiz. El 13 de noviembre, cuando se encontraba en su casa en compañía de su padre Álvaro Enrique, su hermano del mismo nombre y Yinet Soliria, una tía materna, los sorprendió la hirviente avalancha de lodo y piedras. Su padre, con la vitalidad que lo caracterizaba, lanzó a su hermano por sobre una tapia para salvarlo, pero no logró hacer lo mismo con Omayra y padre e hija quedaron atrapados por el lodo. El padre totalmente sumergido y la hija consumida casi hasta el pecho, de una forma talque fue imposible rescatarla a pesar de los ingentes esfuerzos de muchas personas. La niña decía que “tocaba con sus pies, en el fondo del charco del lodo la cabeza de su tía”. El miércoles 13 de noviembre comenzó la niña su agonía dando muestra de excepcional serenidad.

26 Armero Consciente de su situación ella, con la tranquilidad y entereza que siempre la caracterizó, tomó las cosas con un coraje desconcertante que le permitió compartir con los socorristas, periodistas y demás personas que la rodeaban, a quien expresaba su urgencia de que la rescataran para no faltar a su examen. De esta manera, logró conmover a quienes por uno u otro medio de comunicación se enteraban de la situación vivida desde el miércoles 13 de noviembre hasta el sábado 16 día en el cual se produjo su deceso. Durante los diez años transcurridos su nombre ha inspirado a compositores, poetas, periodistas y escritores; Omayra se ha constituido en el símbolo de la tragedia. Frente a su tumba oró su santidad El Papa Juan Pablo II al cumplirse el primer año de su muerte. Quiénes visitan el campo santo de Armero, encuentran niños guías que no superan los diez años de edad, ellos cuentan “La historia de la niña Omayra, una niña que duró tres días atrapada entre el lodo y que Nuestro Señor le dio poder para colaborarle a las personas, porque ella hace milagros”. Convencidos de ello hasta su tumba llegan personas de diferentes niveles sociales bien sea para presentar una plegaria, para solicitarle un favor o para agradecer su ayuda en las soluciones de sus problemas. En su tumba se encuentran placas con distintos mensajes, a título personal como es el caso de Wilson Suárez, María Julieth Ospina Acosta y Félix Jurado; en nombre de la familia como Sara Barinas y familia y Carlos V. Y familia; en nombre de todo un grupo como es el de los “Amigos Centro Estrella del Oriente”. Su tumba

Diez años de ausencia 27 se ha convertido en un altar donde son permanentes las veladoras, las flores y hasta a ella llegan las plegarias como la que se transcribe a continuación:

Omayra: “No creas que porque ya hace mucho tiempo no venía, era que la había olvidado, siempre me acuerdo de ti todas las noches rezando un padre nuestro para que Dios nuestro señor te tenga en el inmenso credo junto a él. Te doy mil y mil gracias por ayudarnos en nuestra relación a Alfonso y a mí, también porque en estos momentos de tan difícil situación económica nunca nos ha faltado el techo y la comida. Sabes, cada día que pasa me enamoro más y más de mi gordo, ayúdalo en su trabajo y ayúdame a mí a ser alguien importante en la vida, tanto en estudio como en trabajo. Te pido mucha salud para mi mami, mis hermanos, Diego mi hijo, Alfonso mi sobrinito y yo. Te quiero mucho, muchos besos para ti donde quiera que estés.” Yiya

28 Armero No quiero recordar

Aleyda: la madre de Omayra En compañía de su madre vivió en el barrio Vallecito de Armero y allí trabajó como enfermera en el hospital de San Lorenzo. En abril de 1972 se casó con Álvaro Enrique Sánchez en la capilla de Guayabal y tuvo dos hijos, Omayra la mayor y Álvaro Enrique. Con ellos vivía en el barrio Santander. El día de la tragedia se encontraba en Bogotá; había ido a hacer un curso de enfermería en el SENA y no había podido regresar esa semana porque tenía que reclamar el certificado. Se enteró del desastre de Armero y la suerte de su familia a través de los medios de comunicación y de los amigos. La muerte de su esposo y la larga agonía de su hija, cuyo rescate fue imposible, le ocasionaron inmensos sufrimientos. Una vez pasada la tragedia recibió apoyo de entidades de carácter nacional e internacional. Actualmente vive en Bogotá, en compañía de su hijo y trabaja como enfermera en un hospital de la capital. Excepcionalmente visita a Armero y evita, al máximo, recordar la tragedia, por ello se rehusó a aceptar una entrevista para complementar la presente información. Resiente profundamente de los medios de comunicación, el asedio constante y hasta agresivo que les hicieron por mucho tiempo, prolongando con ello su dolor. A juicio del hijo, él y su madre han reorganizado su vida y viven sin mayores problemas.

Diez años de ausencia 29 30 Armero Una página para olvidar

Alvaro Enrique: el hermano En 1985 estaba cursando 5º grado en el colegio ¨Santofimio Botero¨ de Armero. En 1986, cuando llegué a Bogotá entré a estudiar en el colegio INEM Santiago de Pérez¨. Allí estudié metalmecánica, académico y diversas modalidades, de tal forma que cuando estaba en grado 9º decidí estudiar electrónica. Posteriormente, en 1991, comencé a estudiar electrónica, a nivel de tecnología en una corporación, me incliné por esta carrera por la investigación que se realiza, por los avances y porque es una carrera de bastante futuro, además que económicamente es muy buena. Obtuve el título de Técnico profesional en mantenimiento; actualmente estoy haciendo una especialización en telefonía celular, ya más avanzada. Desde hace seis meses estoy trabajando en mantenimiento de computadores, pero mi anhelo es ubicarme en una gran empresa, en una multinacional. Nunca antes había trabajado, pues aquí en Bogotá todo ha sido muy fácil para mí y para mi mamá, de pronto por mi forma de ser, soy muy sociable y fácilmente hago amigos. Mi mejor amigo vive aquí, en el mismo conjunto, y nos hicimos amigos desde hace diez años: yo tenía la mano derecha enyesada, iba en una bicicleta y lo atropellé. El me preguntó por qué tenía la mano así y yo le conté la historia de Armero, lo invité al apartamento y allí conoció a mi mamá. Inicialmente no me creía la

Diez años de ausencia 31 historia pero ya en el apartamento sí, esto me alegró bastante, fue el primer amigo que tuve en el conjunto. Estar aquí en Bogotá fue como haber empezado a vivir nuevamente; fue una vida nueva, puedo decir que aquí en el Conjunto ha transcurrido mi nueva vida, he crecido y he logrado hacer todo cuanto hasta el momento he querido. De los veintiún años que tengo de vida, once los pasé en Armero y llevo diez en Bogotá, pero estos diez años han sido relativamente muy cortos. Comparando el resto de mi vida con un dedo, la vida que llevo aquí en Bogotá es apenas una falange. Aunque esto no quiere decir que en Armero aprovechara más el tiempo, sino que aquí en Bogotá no lo he aprovechado al máximo. El problema es que allá llevaba una vida de pueblo en cambio en Bogotá hay más actividades para realizar. He tenido muchas oportunidades y no las he aprovechado mucho. Para mí el estudio es lo más importante y eso sí lo he llevado a cabo; sin embargo, creo que uno debe estudiar varias cosas, no irse por una sola línea, debe ser un poquito polifacético, saber de todo un poco. La vida que actualmente llevo es muy diferente a como era en Armero, aunque allá tenía amigos que actualmente sé que están vivos, pero no me preocupa saber donde están. Mi vida actual es nueva, no tengo nada que ver con la gente de Armero; si voy allá es por mis familiares, mi hermana, pero de resto no más. Si se presentara la oportunidad de encontrarme con los amigos que tenía en Armero, por ejemplo en un encuentro de jóvenes armeritas, yo no asistiría porque tengo una nueva forma de vivir, soy una persona muy

32 Armero activa y las personas armeritas no tienen la emotividad ni el entusiasmo, porque son al fin y al cabo como personas del campo; aunque yo vengo del campo pero no me quedé ahí. Inclusive su forma de hablar, yo ya no hablo lo mismo que hablaba antes, además allá yo no puedo hablar de lo mismo que hablo ahora. Aquí puedo molestar, recochar, puedo decir: “vamos a jugar billar”, hay más distracciones, por ejemplo un centro comercial, una discoteca, pero allá ¡imagínese como será eso! Además acá uno le dice a los amigos: “vamos a ver tal película”, otro dice “yo ya la vi”, pero en los pueblos ni cines habrá, o no tendrán tiempo, ni dinero, porque esa es otra diferencia conmigo aunque no es que yo tenga plata pero me gusta estar cómodo, muy cómodo y ahora que tengo un trabajo aunque no es que gane mucho, pero mientras tenga plata para andar con alguien, para comer algo, para invitar a quien yo desee, con eso me es suficiente; eso me llena. Como contaba antes, aquí en Bogotá todo ha sido fácil para mí, primero por mi forma de ser segundo por haber sido el hermano de Omayra. A ella le agradezco todo lo que me ha pasado, bien o mal me hizo un beneficio y esta es una ventaja que no todos tienen: el hogar que yo tengo, el estudio que he realizado, el apartamento donde vivo; el trabajo mismo que tiene mi mamá, que es estable, todo eso es gracias a mi hermana. Aunque mi mamá allá tenía trabajo como enfermera pero al año siguiente el Ministerio de Trabajo la ubicó aquí en Bogotá, eso fue algo que a todos no les sucedió; lo mismo me pasó con el estudio, me reubicaron cerca de mi casa.

Diez años de ausencia 33 Cuando yo estaba en Armero cursaba 5º de primaria y al llegar a Bogotá me pasaron a 6º grado, me dijeron que me daban medio año para que me adaptara al colegio y si no podía me devolvían a 5º reubicándome en otra parte. En este momento yo dije que si aceptaba estar en 6º, pero de ahí en adelante lo que tenía era que estudiar, porque si contaba con las bases suficientes para estar en este grado; de todas formas había mucha diferencia; todo cambió, empezando porque allá estaba en primaria y aquí ya en bachillerato, los profesores también son diferentes. Pero eso no es lo importante, lo más importante es tener los conocimientos necesarios para la nueva etapa, sean de donde sean: de un pueblo, de ciudad, lo que cuenta es que uno los tiene y esos van donde uno los necesite, así sea en la universidad, son ellos los que van a servir y, además, ser muy responsable. Nunca me ha gustado ser ratón de biblioteca, aunque a veces me da por esas locuras, pero las gafas que tengo solo son de adorno. En cambio mi hermana si era “pila”. A ella la elogiaban más en la casa, pero era que ella “comía” más cuaderno, se dedicaba bastante a estudiar mientras que yo no, normal, me gustaba estar jugando con mis amigos, en el patio de la casa jugaba trompo, bola, monedas, golosa, futbol. Mi hermana jugaba golosa porque a ella no le gustaba jugar con las muñecas. Sin embargo, esto no daba para que mis papas nos trataran diferente, o me la pusieran de ejemplo. Durante el día nos dejaban solos, nos ponían oficios y los dos los hacíamos, aunque de vez en cuando peliábamos, otra veces jugábamos, “nos echábamos agua” ante papá o mamá, pero de resto normal.

34 Armero Ella era mayor que yo un año además era más alta y esto le daba cierto poder sobre mí, tanto que a veces me pegaba, pero yo también le pegaba. Solo estábamos juntos en la casa el fin de semana o por la noche, porque ella estudiaba por la mañana y yo por la tarde. Yo casi no hablaba con ella respecto al estudio, ella hablaba más con mi mamá. Los domingos íbamos a la misa con mi mamá y me hermana; mi papá acostumbraba ir a jugar tejo con sus amigos, aunque a veces salía con nosotros, pero generalmente era a parte de mi mamá y mi hermana. Como recuerdo de mi hermana tenemos en la sala una ampliación de una foto, grande, como de un metro de largo por 80 de ancho, es un cuadro que pasa desapercibido entre los que van a la casa, porque quienes van ya conocen la historia respecto a lo que me ocurrió en Armero. Les comento que mi impresión al ver el pueblo una vez pasada la avalancha fue como ver una plancha de una casa, nada había en pie, vi una vecina que estaba con la puerta enterrada en la pierna, a otra señora se le había reventado la vena várice, gente con lodo pegado en la cara, de tal forma que cuando salí del pueblo iba sorprendido y solo, porque mi hermana y mi papá quedaron allá atrapados entre el lodo y mi mamá estaba en Bogotá. Entonces lo que hice fue caminar por una trocha hacia Guayabal allí llegó un tío y me trajo para Bogotá donde me encontré con mi mamá. Me llevaron al hospital y allí me hicieron el injerto que tengo en el dedo. Todas las personas que saludo se dan cuenta del dedo y me preguntan que me ocurrió, yo les digo que por un accidente que tuve, que una pared me cayó encima, o que me machaqué y me hicieron un injerto; pero después

Diez años de ausencia 35 evado las preguntas que tengan que ver con ese tema, no me gusta casi hablar de la tragedia; tampoco mi mamá quiere hablar de esto con particulares. Al comienzo la prensa nos asedió bastante, de tal forma que a lo último mi mamá no respondía y como ella no respondía entonces me preguntaban y yo si les respondía todas sus inquietudes; es decir los periódicos sacaron provecho porque yo estaba pequeño y contaba las cosas; ya después cuando tomé conciencia decidí no volver hablar de la tragedia y en la actualidad mi mamá y yo evitamos este tema, entre otras cosas porque cuando hablamos de ello terminamos muy dolidos, no tanto por lo que digamos sino por el recuerdo, recordar otra vez lo que pasó en Armero es incómodo, por eso no contamos la historia o simplemente evitamos el tema. Y como se trata de recordar lo menos posible actualmente no tenemos relación con los familiares de mi padre, ellos viven en guayabal pero nosotros no vamos hasta allá, es más cercana la relación con los familiares de mi mamá. A pesar de que cuando estábamos en Armero la pasamos más con mis abuelos paternos y poco con mis tíos maternos. En cambio ahora voy a Honda, a visitar a mis tíos maternos y de ahí de pronto voy a Armero a visitar las tumbas de mi papá y mi hermana; de allí me regreso nuevamente para Honda y nuevamente para Bogotá. Es decir la relación actual con los familiares de mi papá es muy distante, yo no he vuelto a verlos desde la tragedia. En el trabajo algunas veces me preguntan sobre mi vida, yo evito contar que soy de Armero o por lo menos contar mi historia. Por ejemplo: donde estoy trabajando

36 Armero ninguno sabía que yo era armerita, ni mis antecedentes, sino que yo mismo con mi trabajo me he dado a conocer y después de un tiempo la gente se va dando cuenta que soy de Armero y pues de ahí no pasan. En el trabajo no saben que soy hermano de Omayra. He evitado contar la historia porque me parece mal que la gente utilice esto para superarse, uno debe superarse por su propio esfuerzo. En mi caso he tratado de darme a conocer por mí mismo, he tenido muchas ventajas y a la gente no le importa ahora si soy de Armero o no, simplemente me buscan y me dicen “Álvaro lo necesitamos para un trabajo” y yo voy y lo realizo. Aquí en Bogotá tengo muchos amigos y me considero que no tengo enemigos. De todas formas yo siempre he sentido que estoy un paso delante de todo el resto de personas armeritas, he tenido la oportunidad que ellos no han tenido: la ventaja de vivir aquí en este conjunto, relacionarme con otras personas, esta ventaja me la dio mal o bien Omayra, me trajo buenas cosas así como también a mi mamá, de ahí en adelante ya es cuestión de superarse uno mismo, porque todo en la vida no va a ser por la hermana o por la hija; pero obviamente para mí ha sido muy importante ser el hermano de Omayra, me ha dado todo relativamente. Aunque haber sido el hermano de Omayra me ha ayudado bastante, yo he tratado de no sacar mucho provecho de eso, pienso que de haber sido así tendría menos en cuanto a tranquilidad, por el remordimiento y el cargo de conciencia, de saber que uno está en cierta posición porque alguien lo considero “pobrecito”, o porque es el hermano de la niña que fue más conocida

Diez años de ausencia 37 en la tragedia del 13 de noviembre en Armero entonces, metámoslo. No, eso es lo que yo no comparto es posible que tuviera más plata, pero de nada me serviría porque no tendría tranquilidad. Mi vida es como un libro y lo que ocurrió en Armero fue únicamente una página trágica, pero tengo la ventaja que pase a la página siguiente y no me quedé allí, pegado a la misma página. No sé si fue así porque estaba muy joven y por lo tanto no me importó mucho, o porque no me dio duro. Aunque interiormente si sufría bastante, sobre todo cuando no entendía algo en el estudio, recordaba lo bien que estaba en Armero y me lamentaba de no estar allí. Pero, pienso que uno no debe decir que fue por la tragedia que quedó bruto, esto sería como buscar una excusa a las fallas que uno pueda tener, por decir, que como soy de Armero por eso fue que me “tiré” el año, por ejemplo, si eso ocurrió, entonces “muérdase la lengua” y siga, porque si uno se cae debe volverse a parar y no quedarse caído para que otros vengan, lo recojan y se compadezcan de uno. La clave es no quedarse en un círculo vicioso, que como es de Armero, pobrecito, tienen que ayudarme y seguir así. No, uno no debe ponerse dramático, debe tratar por sus propios medios de superarse. Así como a mí me sucedió mucha gente ha logrado superarse. Yo tuve una oportunidad pero no la he aprovechado al máximo todavía, pueda que haya sido por pereza mía, en cambio otras personas han tenido menos oportunidades y las han aprovechado al máximo, de pronto por el afán que ellos tienen de tener más, o de saber más. En cambio yo que he tenido tantas oportunidades, creo que en cierta forma

38 Armero he perdido el tiempo, además ahora con el trabajo que tengo siento que he perdido interés por el estudio; porque cuando uno está ganando plata como que se anima más por la plata y va dejando de lado el estudio, aunque es cierto que la plata lo llena a uno y es algo fundamental, pero esto también es malo porque por ganarse la plata uno deja de lado aspectos que son importantes para la formación, pero al fin y al cabo el dinero es fundamental en este mundo. La relación que he tenido con mi mamá en estos diez años es muy diferente a como era en Armero; allá me regañaba bastante porque yo era muy rebelde, incluso me castigaba. Aquí en Bogotá me cambió todo, mi mamá nunca me volvió a pegar, a pesar de que al principio yo la hacía sufrir mucho, porque hacía muchos daños, con mi amigo andábamos por ahí y rompíamos vidrios y cualquier cosa. Cuando ella llegaba del trabajo, cansada, “molida”, la recibían con quejas de mi, entonces sufrió muchísimo por mi culpa y cuando les daban las quejas me regañaba pero nunca me volvió a pegar. Yo siempre le respondía “si mami voy a cambiar”, porque me dolía que sufriera por mi culpa, ese dolor de conciencia por saber que la hacía sufrir, pero después seguía lo mismo, siempre volvía y “la embarraba”. Ya con el tiempo uno madura y trata de hacer sufrir menos a las personas aunque no me considero una persona madura totalmente porque soy muy recochero, no colaboro en la casa con nada; pero si he tomado conciencia de las cosas que suceden. En cuanto a la relación con mi mamá, es buenísima, nos tenemos bastante confianza, yo le cuento todo y ella

Diez años de ausencia 39 es muy comprensiva, es como si fuera una amiga, no es mi mamá sino mi mejor amiga. Pienso que el momento que vivimos me acercó, porque los dos teníamos un mismo sufrimiento y, ponernos a discutir no valía la pena, tocaba ser como amigos, para charlar, para reunirnos y sufrir menos, para salir adelante más fácilmente. Aunque el tema de la tragedia casi no lo tocamos, porque es muy doloroso, es martirizarse uno mismo; es como tocarse una herida que ya esta sanando, si ya sanó listo, no volver a herirse. Cuando tenía algo de este tema para comentar prefería hacerlo con mi amigo. A él le contaba las cosas que sentía y de esta forma no hacía sufrir más a mi mamá. Pero en general la tragedia me unió más a mi mamá, fueron más los beneficios que los sufrimientos que me trajo, puedo decir que: me dio una vida nueva.

40 Armero Vivir muriendo

Fideligna y Rafael: los abuelos paternos Mi nombre es Fideligna Rojas, nací en el pueblo de Caparrapí (Cundinamarca). Allá me casé a los 18 años con Rafael. Vivimos en ese municipio hasta 1948 cuando empezó la guerra por la muerte de Jorge Eliécer Gaitán. Mataron harta gente sobre todo liberal, y como nosotros somos liberales tuvimos que salir de allí. Nos fuimos para Bogotá, allí duramos poco, luego pasamos a los llanos, y después nos fuimos a Moniquirá, Boyacá y ya, como en 1954 pasamos a Armero. En Armero vivimos como 30 años, allí tuvimos otros hijos para completar seis en total: el mayor es Bernardo que en este momento está viviendo en Cali, le seguía Jorge pero él se murió cuando estaba pequeño. Luego Álvaro Enrique el papá de Omayra, que falleció en la tragedia; después de estos tres hombres nacieron las dos mujeres, Cecilia que es con quien vivimos y Paulina que vive en Bogotá que es donde están los hijos de Cecilia; y ya el último que fue Rafael, él también está viviendo en Bogotá. En el último año que vivimos en Armero todos los hijos tenían organizado su hogar y Rafael y yo, vivíamos en una casita que teníamos en el barrio Vallecitos, los hijos vivían aparte, unos en el barrio Santander, otros en el San Rafael y así, cada uno tenía su casita. Cuando estaba en Armero mis oficios eran los de la casa: arreglar la casa, hacer de comer, rociar las maticas y así.

Diez años de ausencia 41 A las seis de la mañana ya estaba levantada porque Rafael ya se iba a trabajar en las haciendas, él a lo último era celador; entonces yo rociaba las maticas. Entre tanto llegaba Omayrita, ella ya estaba lista para irse al colegio. Venía todos los días a la casa a preguntar cómo había amanecido la abuelita y luego se iba para el colegio. Cuando salía del colegio volvía a pasar. Ella vivía muy pendiente de mi. Los domingos acostumbrábamos ir a la iglesia, a misa de cinco de la tarde en compañía de Omayra. Ella era muy católica se sabía el rosario de mayo, el de diciembre y también los cantos de la iglesia. Y para no quedarse sola en la casa le gustaba ir a visitarnos, porque su mamá y su papá vivían trabajando: la mamá como enfermera en el Hospital San Lorenzo y el papá en la hacienda La Unión, manejando tractores y combinadas. Cuando ella iba a mi casa, me decía que le pidiera a la virgen santísima que pudiera terminar sus estudios, que ella cómo sería de buena conmigo; me cogía la cara y me decía: ¡viejita, yo la quiero tanto! ella me quería mucho. Era muy juiciosa, primero hacia las tareas en lugar de irse por ahí a jugar. Nunca perdió un año. Pero cuando uno decía que si quería ser enfermera, como la mamá, decía que no. Era muy nerviosa, le daba mucho miedo pensar en operaciones y todo eso que tiene que ver con el trabajo de una enfermera. A ella no le gustaba que en la casa hubiera discusiones, le producía miedo. Dormía con el hermano en una sola pieza y se la pasaban hablando toda la noche. Recuerdo una vez que Alvarito, el papá, le dijo que

42 Armero tocaba madrugar a trabajar y ellos no lo dejaban dormir por estar hablando, riéndose y todo eso, les dijo: bueno Omayra, le va a tocar quedarse sola en la otra pieza y Enrique en esta, porque ustedes se ponen a hablar y no me dejan dormir. Ella le dijo: si, yo duermo allá, pero si me compran la imagen de la virgen Milagrosa, con ella si duermo. Omayra era un solo miedo para todo. Recuerdo también que una vez hubo un terremoto en otro país y ella vio eso por televisión y oraba y decía que quisiera estar al pie de ellos para ayudarles, para prestarles auxilio. Ella era muy linda, muy servicial. Cuando la mamá le compraba un vestido y ella veía que una niña tenía poquita ropa porque era muy pobre, entonces le decía a la mamá que ese vestido ya no le gustaba pero era para regalárselo a esa niña. ¡Ay no, ella era una belleza! Con las personas que pedían limosna era muy amable, cuando llegaban a su casa la mamá les decía que no tenía “lugar”, porque vivía ocupada, entonces Omayra me decía: abuelita, cuando alguien llega a la casa a pedir limosna y mi mamá no le da, yo no digo nada; pero a escondidas saco algo y se lo llevo. Ella no podía ver que a alguna persona le faltara algo, se daba sus mañas para ayudarle. No era compinchera ni amante de estar con los muchachos, ella era más bien sola para todo. Para estudiar utilizaba libros que le compraban; no los veía uno por ahí botados, como ocurre con otros muchachos. A la mamá casi no le gustaba que ella hiciera oficios de la casa: lavar loza, ollas, ni nada; le decía que se dedicara a estudiar.

Diez años de ausencia 43 Le tenía bastante confianza a la mamá, al papá le tenía más bien respeto, porque él no los consentía y no les permitía que estuvieran afuera, aunque a ella no le gustaba estar en la calle. Cuando Omayra cumplía años, se los celebraba donde la señora Yolanda, la otra abuelita de ella, porque siempre la mujer busca siempre a la mamá, entonces Aleyda iba allá y hacían masato y ponqué y Omayra le llevaba la parte, ella estaba pendiente de mi. En general la vida que llevábamos en Armero era agradable, tranquila. La familia estaba bien organizada. Yo siempre me acostaba temprano y ese día el 13 de noviembre fui a mirar unas maticas de begonia que tenía en el jardín de la casa y no vi ninguna mata en las materas, ya estaban tapadas con arena y ¡Dios mío!, yo que podía pensar: que era alguna borrasca, pero nada más. Caminé por un lado y el otro y de pronto vi una viejita que vendía maticas, iba con un canasto en los brazos y me dijo ¡Ay Dios mío! ¿Qué será lo que va a suceder? Porque al frente están intranquilos y en donde yo vivo está todo lleno de la arena que cae. Ella estaba pensativa. Sin embargo como ya había llegado Rafael, nos acostamos. Como nosotros vivíamos arriba en una loma, entonces allí no nos pasó nada. Cuando nos dimos cuenta, como a las once y cuarenta y cinco, ya Armero no estaba. Nos dimos cuenta cuando se cayó un poste de la luz y se fue la luz. Después llegó un niño embarrado, preguntando por la mamá, fui a buscar agua y tampoco había, solo quedaba la de la alberca; pero llena de arena. Miré bien y Armero ya no estaba.

44 Armero Ese día, en la casa de Omayrita, solo estaba ella con su papá y su hermano. La mamá se había ido para Bogotá, a realizar diligencias. Ella se dio cuenta de la niña fue por televisión, y fue cuando vino a Armero. Eso que ocurrió en Armero es como para uno volverse loco. Desde esa época no hemos vuelto a tener comunicación con Aleyda, solo la volvimos a ver una vez que vino aquí a la casa, de resto no más. Una vez la vimos por televisión, iba de la mano con un hermano, llorando. Yo no pude mirar bien, porque eso me produce mucha tristeza. Nosotros salimos de Armero para Guayabal el viernes quince de noviembre, como a las siete de la mañana, todos juntos: con mi nieto Jaime, mi hija Cecilia y Rafel, caminando hasta Guayabal. En uno de esos momentos se me cayeron mis “cajitas” (las prótesis dentales) entre el lodo. Me agaché a buscarlas, fui metiendo la mano hasta que las “topé” y las saqué, las limpié con hierbas, pero ya se había roto una. Entonces después las llevé donde un señor y él me la pegó. Él me dijo póngaselas, pero ya no me las pude poner. Me quedaron pequeñas, es como si uno estuviera hinchado, desde entonces estoy sin mis “cajas” y me hacen mucha falta. En la huída hacía Guayabal me caí en un hueco y me hice una herida en la pierna, todavía tengo la cicatriz. Y como ese lodo era caliente me quemé las manos y los pies. Me daba mucha tristeza salir de Armero, tener que dejar uno su casa y todas las cosas que habíamos conseguido con tanto esfuerzo, fue muy duro. Cuando llegamos a Guayabal nos tocaba quedarnos en el matadero, pero a mí me dio miedo. Después Rafael

Diez años de ausencia 45 consiguió que nos llevara a Bogotá. Llegamos a un albergue del Bienestar llamado “El Michín” y duramos un año allí. Todo era muy bueno allí, la señora Alba Luz, la directora, nos protegía y era muy amable con nosotros, porque ella sabía que nosotros éramos los abuelos de Omayra. Hasta médico teníamos allí. En el salón dormíamos como unas cien personas. En el primer piso cocinaban y estaban los comedores, en el segundo piso dormíamos. La comida allí fue muy buena. Como la señora Alba Luz era especial con nosotros entonces algunas personas envidiosas me decían ¡Ay la consentida!. Ahora para bajar las escaleras, se lo llevaban a uno por delante sino les daba permiso rápido. Eran gente que quien sabe de dónde venían o que educación tenían. Eran personas que no la fueron con nosotros. De un momento a otro la señora Alba Luz nos dijo: ustedes no deberían irse de aquí, deberían quedarse, y yo pues no sabía ni que decirle a ella. Durante el día yo no hacía más que llorar, ese era mi destino. Eran más las lágrimas que caían en mi comida que lo que yo comía. Me asomaba al balcón y veía gente que pasaba en bicicleta y de una vez pensaba en mi hijo Álvaro. La muerte de él me dio muy duro. Allá en el Michín nosotros estábamos con Gloria, una nieta que tenía siete años hija de Paulina. Ella era muy inquieta. Pues resulta que la Directora le daba de comer a unos pajaritos; Gloria se juntó con otra “chinita” y tumbaron todo eso y hubo quienes vieron y dijeron que ellas habían sido. Por esto tuvimos un problema, casi nos echan allá. A mí me provocaba cogerla y darle, porque

46 Armero imagínese: llegar uno a un sitio y portarse mal, ¡Santo Dios bendito!. Me tocó decirle a la señora Alba Luz que yo no tenía la culpa porque yo no sabía nada de eso. Eso fue recién llegados, entonces yo le dije a Gloria si usted se porta mal le toca estarse en otra parte, porque yo no puedo irme para la calle por culpa suya. La Directora muy querida, nunca volvió a sacar ese cuento. Allá nos daban ropa, comida y todo, era muy agradable. Después supimos de Resurgir, entonces nos daban 4.500 pesos mensuales a cada uno. Eso nos sirvió mucho. En el Michín duramos un año, luego nos fuimos a vivir al barrio las Guacamayas, allá mismo en Bogotá, para estar más cerca de Bogotá, del otro hijo, para estar visitándonos, porque donde estábamos era muy lejos, cada vez que quisiéramos ir a visitarlo nos tocaba irnos en bus. Entonces por eso sacamos una pieza en arriendo en las Guacamayas. Durante dos años nos ayudábamos con lo que nos daba mensualmente Resurgir. En Bogotá hacía mucho frío y me estaba haciendo daño, me estaba enfermando más, entonces fue cuando oímos que en Dorada estaban dando casas, yo le tomé interés y le dije a Rafael: vámonos quien quita que nos dieran un ranchito. Pero no, a nosotros no nos dieron nada de casa. Para hacernos a una casa, allá en Dorada fue con unos ahorros de Cecilia, mi hija, y de nosotros. Desde que salimos de Armero y después del albergue Michín quedamos desamparados. Además que si alguien nos iba a ayudar, por ser los abuelos de Omayra, yo no sé por que pero decían que nosotros no existíamos. Inclusive en el Michín hubo un señor que se hizo pasar por el abuelo y recibió unas cosas que le

Diez años de ausencia 47 habían mandado a Rafael. Después yo no me acuerdo cómo fue, quedamos sin casa en La Dorada y nos vinimos a Guayabal a vivir con Cecilia. Aquí mi vida es muy triste. Desde que llegué hace cuatro años, no he vuelto a salir de la casa, ni de la cama casi porque no puedo caminar. Para ir al baño tienen que ayudarme. Económicamente sólo hemos tenido ayuda de la familia Jiménez, ellos son como los padres de nosotros. Ellos vienen y nos traen mercados grandes, que eso quien sabe cuánto les costará. Y cuando se van a ir nos dejan platica. La plata que ellos me dan me dura harto. Esa familia es muy buena, es una familia de Dios. Si ellos vivieran aquí cerca, yo creo que nos ayudaría más pero es que viven en Bogotá. Además de ello, ahorita la ayuda que nos llega del Fondeo Resurgir –FES. Es otra ayuda grande que también tenemos. Y es que como Cecilia no puede salir a trabajar, porque ella es la que nos atiende y la que hace todo aquí en la casa, la comida y todo. Aunque yo casi no como, porque un médico dijo que mi enfermedad era por el azúcar alto y que entonces no tenía que comer harinas, grasas ni cosas dulces. Pero uno aquí que más hace, a lo que le puedan dar por eso algunas veces no como, pero entonces me voy debilitando más y cada día es peor.

Rafael: el abuelito Mi nombre es Rafael Sánchez, soy de Villeta Cundinamarca, allí nací el 23 de noviembre de 1912. Cuando llegamos a Armero yo me ocupaba en oficios de fincas arroceras, algodoneras y en lo que se pudiera, siempre realizando oficios materiales; le trabajé a don

48 Armero Julio Rebolledo durante diez años donde don Rafael, el hermano de don Julio otro tiempo y, en 1985 el último año, estaba trabajando nuevamente como celador en la finca de don Julio. Álvaro Enrique, mi hijo, también trabajaba en fincas él era tractorista, manejaba las combinadas, unas máquinas que cortan el arroz. Últimamente estaba trabajando en la hacienda la Unión, que quedaba por la vía a San Jorge. Él estuvo pagando servicio militar en el cuartel, y a los tres años de haberse venido se casó con Aleyda, en Guayabal. Ellos eran una familia muy querida. Armero era una ciudad muy buena, muy honorable, un pueblo muy tranquilo. Yo salía de la casa a las seis y media de la mañana para el trabajo y volvía a las siete de la noche. Mi oficio era del trabajo a la casa yde la casa al trabajo, hasta el sábado hasta el medio día. Después del medio día mantenía en la casa, haciendo oficios necesarios. Afortunadamente no me ha gustado la parranda, he sido muy casero. El día de la tragedia yo estaba en la casa, junto con Fideligna y Gloria mi nieta. Como a las once y cuarenta y cinco que llegó un niño todo embarrado, Gloria sacó una blusa de ella y se la puso, después de haberlo bañado pero yo no sabía exactamente qué había pasado y al otro día, a las cinco de la mañana fue que me di cuenta pero no pude bajar hasta donde estaban las demás personas porque eso era blandito. A un lado había un señor y una señora pidiendo auxilio y yo tenía la intención de bajar pero no pude. Por los laditos vi que había como tres muertos. Afortunadamente yo he sido más bien tranquilo en la

Diez años de ausencia 49 vida solo sabía que teníamos que irnos de ahí. Después de esto yo no supe donde quedaron mis hijos ni los nietos, nada, solo sabía que teníamos que irnos para Guayabal o Bogotá. El jueves por la noche salimos por nuestra propia cuenta, caminando hacia la loma, hacia el Cerro de la Cruz. El viernes como a las siete de la mañana los de la cruz roja nos ayudaron a salir a pie por una trocha y llegamos a guayabal, allí nos decían que teníamos que quedarnos en el matadero: donde mataban el ganado. Entonces una señora se conmovió de nosotros y nos dijo: no, es imposible que ustedes se queden por ahí botados. Vengan conmigo y los acomodo en cualquier parte. Ella fue la que nos dio posada esa noche, ahí mismo en Guayabal en una hacienda llamada la Esmeralda. Yo tenía solamente cien pesitos, y sin ropa ni nada, porque todo se quedó allá en la casa. Apenas salíamos con lo que teníamos puesto. En Guayabal nos decían que teníamos que irnos de ahí porque se iba a venir otra avalancha. Entonces al otro día nosotros era corra por ahí por un lado y otro, solos, sin conocidos, desamparados. Fue así como el domingo 17 de noviembre decidimos irnos para donde fuera, uno se iba con quien lo convidara, sin saber para donde. Entonces un señor de una volqueta nos llevó hasta Honda. Al llegar allá, cogimos un bus para ir a Bogotá y por el camino el ayudante nos cobró el pasaje, yo le dije que no teníamos plata, que mirara la forma en que veníamos. El me dijo: bueno, dado el caso a la señora si la podemos llevar, pero usted está alentado y tiene que bajarse. Yo le decía que era imposible que yo me quedara y ella se fuera.

50 Armero Entonces afortunadamente había una señora que dijo: no, a él no lo vayan a dejar, porque él va con la señora, y ni siquiera saben a dónde van a llegar, dado el caso yo pago el pasaje por el señor, y así fue. Ya cuando llegamos al terminal unas voluntarias nos recibieron a los damnificados de Armero y nos atendieron muy bien, nos dieron comida y una señora se quitó el saco para dárselo a Filedigna, porque tenía mucho frío. Un señor nos dijo; no se afane que en media hora los llevaremos a un sitio donde van a quedar como en su casa. Y así fue, nos llevaron al albergue Michín y nos entregaron a la señora Alba Luz. Allí nos atendieron muy bien, nos preguntaron si habíamos comido y le dijimos que sí. Nos dieron un colchón y cobijas y nos dijeron: suban al segundo piso, aquí quedan como en casa. Bien atendidos bendito sea mi Dios. A nosotros no nos faltaron atenciones. Dios los guarde y la Virgen. Inclusive un día le dije a la señora Alba Luz: no se le olvide que de aquí a ocho días, exactamente el 23 de noviembre, yo estoy cumpliendo años. Pero yo le decía era por molestar. Porque a mí nunca me han celebrado el cumpleaños, siempre me la pasaba era trabajando. Entonces esa señora me dijo: no me cuente. Y vea que se puso y alistó todo. Me consiguió un vestido muy bonito, como nunca antes había tenido. Hicieron ponqué, comida especial, muy rico la pasé allá, es el único cumpleaños que recuerdo me hayan celebrado en la vida. Pero allá a nadie más le celebraron el cumpleaños, solo a mí. Guardamos el vestido que me regalaron en una bolsa que dejábamos al pie del colchón y mientras que

Diez años de ausencia 51 bajamos a comer, me lo cambiaron por uno pequeñito para niño, que no servía para nada. Era que había gente en el albergue que no dormía sino que estaba pendiente para esculcarle a uno sus bolsas y robarle, así era con todo. Había un señor que se la pasaba en la portería y las cosas que llegaban para los abuelitos, para mí, el las cogía porque decía que era el abuelito de Omayra. La señora Alba Luz era muy buena con nosotros. Cuando ella supo que mi hija Paulina, la mamá de Jaime era paralítica, fue hasta la fábrica Lafayette y habló para que al muchacho le dieran trabajo. Y él está allí desde esa época. Ya hace diez años de eso; como él estaba joven fue más fácil. Gracias a esa señora el muchacho puede ver por la mamá. Pero allá Fideligna se la pasaba llorando, seguro porque como no tenía nada más qué hacer. Cuando estábamos allá, apareció el hijo mayor, Bernardo, que desde hace muchos años se había ido de la casa y no habíamos vuelto a saber de él. Desde joven se había ido para Bogotá, a trabajar, después se fue para Cali, y allá consiguió señora y tuvieron tres hijos. Entonces cuando él supo de la tragedia preguntó por un lado y otro dónde estaríamos. Por radio y por noticias se dio cuenta de donde estábamos. Fue muy bello eso, porque hacía muchos años, que no lo veíamos. Pensamos que él se quedaría con nosotros, pero no podía porque hacía poquito se había muerto la mamá de sus hijos. Él estaba para morirse por eso y ahora quedaba sólo con los tres hijos. Después de esto él se fue para Cali otra vez, y allá está viviendo. En el Michín estuvimos un año. Después, un hijo que vive en el barrio las Guacamayas de Bogotá,

52 Armero nos dijo que si queríamos irnos con él, que nos fuéramos. Nos fuimos con él y allí estuvimos hasta cuando la Dra. Zulma de ver que Fideligna estaba enferma por el frío, nos dijo: en la Dorada va a ver un plan de 30 casas para damnificados de Armero y allá si es caliente. Nos fuimos para Dorada sin saber dónde íbamos a llegar, pues no nos dijo en que sitio. Afortunadamente un hijo mío tenía una cuñada allí y ella nos dio posada durante ocho días, después llegó mi hija Cecilia, porque ella no sabía bien donde era que estábamos, entonces preguntó y llegó allá. Ella llevaba unos centavitos que le habían dado en Resurgir. Eran cincuenta mil pesos que tenía ahorrados. Entonces me dijo: ande por ahí a ver si consigue una casita que valga lo que tenemos. Fui y anduve y me encontré un señor que estaba endeudado, tenía que pagar una plata rápido, entonces él me dijo: yo le vendo esta casa pero vale sesenta mil pesos, ni uno menos. Entonces como tenía diez mil pesos ahorrados de lo que nos daban en Resurgir, dijimos pues ya que tenemos la plata, vamos a comprar la casita para no estar bregando para un lado y otro. Cecilia hizo negocio y las escrituras quedaron a nombre de ella. Allí vivimos hasta que volvió el señor que había sido dueño y dijo que él se quería hacer nuevamente a su casa, que nos daba ciento cuarenta mil pesos, entonces Cecilia fue y la casita fue vendida, cien mil pesos los cogió Cecilia y los cuarenta mil los dejó para pagar el trasteo de la Dorada a Guayabal. Nos vinimos a vivir donde Cecilia, aquí llegamos el 11 de junio de 1991. Ya vamos para cinco años de estar aquí, viviendo en una piecita.

Diez años de ausencia 53 Cuando estuvimos en Bogotá fui tres veces a la casa de Aleyda (la madre de Omayra). En esa época ella trabajaba en el hospital San Blas. Después que nos vinimos para la Dorada no volvimos a verla. Desde que estamos aquí en Guayabal, Bernardo ha venido tres veces, ahí sí como el cuento “aunque sea una vez al año”. Una vez vino con los tres hijos; tiene una hija que tiene ya dos hijos. Pero ahora ya es más difícil para él porque tiene dos niños estudiando, entonces debe estar pendiente de ellos. Ahorita él se ve viejito, seguro por tanto sufrimiento que ha tenido. ¡Ay San Pablo Bendito!, cuando se le murió la mujer él decía que era mejor haberse muerto también. En una de las visitas que nos hizo, fui con él a Ibagué para sacar la certificación de que nosotros si teníamos una casa en Armero. Porque es que me decían que no podían dar casa porque yo no tenía casa allá. Pero eso no era así para todos, había gente que ni conocía Armero y se hizo a casa, el más vivo fue el que más aprovecho. Bernardo nos dice que si podemos conseguir una casita o un ranchito, él se viene para acá, trabaja y ve por nosotros porque es que así arrimados no. Aunque sea un ranchito que el después lo arregla. Entonces yo fui donde el Alcalde de aquí de Guayabal, porque me dijeron que estaban dando casas y lotes. El Alcalde me atendió y me dijo: pues abuelito, el plan de vivienda ya se acabó, ya no hay más planes de vivienda, sólo hay lotes para entregar; hágase anotar en la oficina. Así lo hice y esta es la hora que no ha aparecido nada. Yo iba cada ocho días a averiguar, pero nada. Después me dijeron que eso ya se había acabado. Pues ni siquiera funcionan las

54 Armero oficinas donde yo entregué el formulario, ya no existen. No nos pudimos hacer a la casa, a pesar de que nosotros teníamos el carné de Resurgir, pero de nada nos sirvió. De ayudas no es que hayamos recibido mucho. Hasta ahorita que las hermanitas de Fe y Alegría hablaron con el Fondo Resurgir –FES y de allí nos dan un aporte mensual a cada uno por ser anciano y estar en esta pobreza. La hermana nos dijo: lo de uno se lo dan a Cecilia para los gastos que ellos tienen con ustedes y lo del otro lo dejan para ustedes, para sus gastos, para sus remedios y cualquier cosa que tengan que comprar. Porque uno siempre necesita platica para cualquier cosa. Antes de esto no teníamos de dónde coger un pesito. Imagínese que yo salía por ahí a pedir limosna, a la voluntad de los buenos corazones, y ellos me daban mercadito, platica, así. Esto de algo servía, algo nos ayudaba. Pero desde hace días que no puedo salir, porque ya me he pegado cuatro porrazos por falta de las “vistas”, no veo por donde voy y me caigo. Y entonces me di cuenta que no podía salir más y ahora con la ayuda del Fondo Resurgir –FES yo estoy muy contento; ya no estamos atenidos a Cecilia, ya podemos colaborar con algo. Otra ayuda que hemos tenido es la de la familia Jiménez. Son muy buenecitos con nosotros, porque Omayrita le hizo un milagro. Entonces ellos vienen y visitan la tumba de ella. La tumba, porque ella ya no está allí, está en el cielo; después vienen y nos visitan. Aquí se han quedado dos veces en esta casa. Gracias a Dios y a Omayrita tenemos la ayuda de ellos. En el último viaje que hicieron, yo fui con ellos a Armero a visitar la tumba de Omayrita.

Diez años de ausencia 55 Estas ayudas que nos han llegado deben ser porque nosotros también le pedimos a Omayrita que nos ayude. Ella nos quería tanto; para todo era abuelito. Nosotros le pedimos a ella salud, todas las tardes le rezamos el rosario y tenemos una oración para ella. Nosotros le decimos: “Omayrita, usted que está en el cielo, junto a nuestro Padrecito y nuestra Madrecita, pídale al señor que le socorra la salud a la abuelita, para que pueda caminar. Omayrita linda pídale al Señor y a la Virgen la luz de mis ojitos que me socorra la luz de mis ojitos porque yo estoy muy mal” y como ella está en el cielo yo sé que ella nos va hacer el milagro. A Armero yo solo he vuelto como tres veces: una vez a un aniversario de Armero. En esa ocasión le dije a un padre: padrecito hágame un favor, yo voy a pagar una misa a Omayrita. Él me respondió: no viejito, ella no necesita nada de este mundo, ella está en el cielo. En otra oportunidad fui con la familia Jiménez, ellos nos llevaron en el carro que traían. Y otra vez fue cuando vinieron unos de RCN, como a las once de la noche, fuimos allá, tomaron fotos, un video y nos entrevistaron. Después no he vuelto por allá. Porque ¿a que va uno? Ya la casa no existe, todo se robaron. Eso da tristeza. Es que no mas a los ocho días fue Bernardo y ya no había nada. Es mejor quedarse uno en Guayabal, aunque ese también es un pueblo muerto. Este pueblo está dividido en dos: los que son de Armero y los que son de Guayabal. De la calle pavimentada hacia la montaña es Armero y hacia la vía central es Guayabal.

56 Armero Aquí donde yo estoy en este instante solo espero la salud de mis ojitos. Tengo cataratas y necesito una operación pero no tenemos como pagarla. La familia Jiménez dice que está ahorrando para ayudarme y que ya tienen todo bastante adelantado para la operación. Ojalá el señor se acordara de socorrernos, es que el gobierno debería tener un plan de atención para los viejitos, para no vivir muriendo con tantos recuerdos dolorosos y con tantas necesidades.

Diez años de ausencia 57 58 Armero La lucha de una abuela-madre

Cecilia: la tía Tengo cuarenta y dos años y hasta hace diez años siempre había vivido en Armero, últimamente estaba viviendo en el barrio San Rafael, con mis tres hijos, mi hija Martha, y sus dos hijos: José Orlando y Fabio Leonardo que lo llamamos “panchito”. Mi esposo vivía y trabajaba en Lérida. Él era muy borrachín y peleador, cuando venía a visitarnos siempre nos ponía problemas. Por esta razón nos separamos. Cuando ocurrió la tragedia cada uno vivía por su lado. Inicialmente cuando me separé de él comencé a trabajar en un vivero de Santuario, con plantas. Después me puse a trabajar en casas de familia, para poder sostener a mis hijos porque Fernando, el mayor de los tres varones, apenas tenía doce años y mi hija trabajaba pero apenas le alcanzaba para ella y los niños. Armero era un pueblo muy lindo, la gente era muy humanitaria y había trabajo para todos. Mi familia era muy unida, todos vivíamos cerca, en el mismo pueblo. Recuerdo el parque de los Fundadores que quedaba frente a la iglesia San Lorenzo, allá iba los domingos con los niños míos y los nietecitos, ya que entre semana ellos permanecían en la guardería. En cambio aquí, en guayabal, uno no encuentra donde distraerse, aquí uno vive por vivir; la verdad es que Armero nunca lo volveremos a tener. Volviendo al asunto de la tragedia, uno sí escuchaba que decían algo del Nevado, del río, pero las cabezas principales del pueblo no tomaron interés ni nada. Uno

Diez años de ausencia 59 iba a la emisora y preguntaba que estaba sucediendo y ellos no sabían, estaban transmitiendo un partido y decía que no se podía interrumpir simplemente para darnos noticias. Entonces uno se basaba en eso, que no iba a haber peligro. Pero desde hacía como tres meses ya estaba anunciado. La noche del trece de noviembre yo estaba en mi casa con mis tres hijos y los dos nietos. Mi hija estaba trabajando en un hotel que quedaba por la calle dieciocho. A eso de las once de la noche yo estaba sentada en una silla, dándole tetero a uno de los nietos. Cuando acordamos fue que quedamos sin luz, porque ya había entrado “eso” al pueblo. La planta de luz quedaba a la entrada del pueblo, entonces al llegar la avalancha se llevó todo. En ese momento el pueblo quedó escuro y se oía como cuando un tractor va arando y se encuentra con piedras. Se oía gente pidiendo auxilio pero como todo estaba oscuro no podíamos ir a ayudarlos. En el barrio donde yo vivía quedamos como un pájaro en una jaula, encerrados entre el lodo. Después, un poco antes de las doce de la noche, llegó un señor de bomberos y nos dijo que de allí no nos podíamos mover porque no hay para donde; todo estaba lleno de lodo y por todos lados la misma historia. El señor de bomberos iluminó con una linterna y vimos los muertos que bajaban. También nos dimos cuenta que eso le había ocurrido a todo el pueblo porque con los reflejos de los relámpagos uno veía que no había nada del pueblo, fue rápido que se llevó todo. Desde donde nosotros estábamos era fácil ver porque era un altico.

60 Armero A las cuatro de la mañana cuando amaneció vimos que todo era como un playón. Ya Armero no existía. Y yo estaba muy pensativa porque todos mis familiares vivían en el pueblo y sin saber qué les había ocurrido. Sobre todo pensaba en mis papás y en Paulina que estaba recién salida del hospital por la trombosis, quién sabe cómo estaba y dónde. El hotel donde estaba trabajando mi hija Martha, la mamá de mis dos nietecitos, quedó arrasado y hasta el sol de hoy no volví a saber nada de ella. Al día siguiente uno veía a las personas sufriendo pero no tenía forma de ayudarlos, porque el lodo era blanditico y caliente y el que se metiera allá quedaba. Los únicos que entraban eran los de la defensa civil y la Cruz Roja, uno de particular no podía. A una sobrina mía, la encontraron viva debajo de las paredes del hospital siquiátrico, tenía una pierna partida. Como a las seis de la mañana del jueves fueron los de la televisión y nos preguntaban varias cosas pero en la situación en la que nos encontrábamos no podíamos contestar. Yo por ejemplo no me acordaba ni del nombre, yo digo que los de la televisión eran muy inoportunos; hubiera preferido que no me hubieran hecho preguntas, a ellos no les interesaba el dolor de las personas sino dar una noticia. Además que a esa hora yo estaba mal porque todavía no sabía de mi familia, solo había encontrado a mi hermana Paulina y estaba con los hijos de ella y los míos; pero del resto no sabía, no sabía nada de mis papás; de ellos solo supe como a los seis meses de la tragedia cuando me informe que se encontraban en la Dorada.

Diez años de ausencia 61 Ese jueves a las siete de la noche los de la Cruz Roja nos pasaron para la loma. Tocaba pasar por encima de unas tejas sosteniéndonos de un cable que habían colocado; para pasar por ahí fue bregando con esos niños, porque Orlandito apenas tenía un año y medio y panchito siete meses. Pero cuando me tocó pasar ya las tejas se habían hundido y el lodo me daba al pecho, como era caliente entonces todo el cuerpo se me avejigó. El viernes por la mañana nos dijeron que habían abierto una trocha para ir a guayabal, y que los que pudiéramos caminar saliéramos por esa trocha y a los que estuvieran inválidos los sacaban en helicópteros. Fue así como pasaron a mi hermana Paulina en compañía de sus dos hijas para que las cuidara. Yo fui a Guayabal sin saber dónde, porque uno conocía a Guayabal únicamente por las fiestas del Señor de la Salud, pero de resto no más, no teníamos amigos aquí y la gente lo que hizo fue cerrarnos las puertas, no fueron solidarios. De mi hermano Álvaro Enrique lo que sabía era que ese día en su casa estaba solo con sus dos hijos porque Aleyda la esposa estaba en Bogotá. El niño Álvaro Enrique decía que cuando el papá se dio cuenta que eso venía lo cogió y lo botó por encima de la tapia de la casa y le dijo “defiéndase mijo como pueda” y se devolvió por Omayra pero ya no alcanzó y quedaron atrapados juntos, hija y papá, entre el lodo. De esa familia solo se salvó el niño Álvaro y la mamá porque no estaba en Armero ese día, entonces no supo cómo fue eso. Desde Guayabal, los de la Cruz Roja, nos llevaron a Lérida para que nos carnetizaran; en la Escuela de Niñas que convirtieron en albergue, estuvimos los dos

62 Armero nietos y los tres hijos, durante tres meses; éramos más de cuarenta familias las que nos encontrábamos en un solo salón. A la Escuela llegaban a repartir ropa y a cada uno nos daban. Para lavar la ropa y bañarse, el agua era muy escasa, tocaba ir a la quebrada llamada la María o la Piragua, no me acuerdo bien pero quedaba lejos; cuando llegábamos de lavar nos dábamos cuenta que, de lo que nos habían dado ya no había nada porque se lo habían robado o lo habían cambiado por cosas rotas o que no servían. En esos sitios no había seguridad, porque era un salón grande y ahí dormía tanta gente. La cocina la manejaban hombres y la comida era muy mala. Y si uno no les caía bien a quienes repartían la comida entonces le daban poquito o de lo más malito. Ya a lo último dañaban la comida, la dejaban quemar, o la dejaban salada, y la gente casi no se la comía. Lo que ocurría era que los que manejaban la cocina pusieron un negocio y vendían comida y entonces uno tenía que comprar ahí para no dejarse morir de hambre. Además que la comida que sobraba la vendían para los marranos. Entonces la gente se quejó, vino una Doctora, cambió el personal y ahí sí mejoró la comida. A parte de la comida, Resurgir también nos daba cuatro mil quinientos pesos mensualmente por cada persona de los que estuvieran en el carné, ya con eso uno vivía mejor. Después de estar tres meses viviendo en la Escuela me preguntaron que si me quería quedar en Lérida o en Guayabal y yo les dije que en Guayabal; fue cuando llegué aquí a vivir en carpas. Cuando la familia era grande les daba una sola carpa, pero cuando eran una

Diez años de ausencia 63 o dos personas acomodaban varias en una sola carpa. A esas carpas se les metía el agua cuando llovía, y como uno hacía de comer ahí mismo y lavaba la ropa por ahí cerca, entonces el agua corría y se metía a la carpa. Otras veces era que no se encontraba agua para nada. Aquí si era más aburridor pero uno no tenía para donde coger. En las carpas estuvimos viviendo dos años. Cuando estábamos allí los de VISIÓN MUNDIAL organizaron un plan de vivienda. La Doctora de Save de Chlidren me anotó para el plan de Guayabal. Porque habían dos planes: uno para cerritos, una vereda que queda cerca de Guayabal y otro para el propio Guayabal, pero me recomendaron que no me fuera para cerritos porque yo tenía esos niños pequeños y que si de pronto se enfermaban para salir de allá a conseguir médico podía ser difícil. Entonces me dieron un lote en Guayabal y mi hijo Fernandito fue el que ayudó a construir la casa porque yo no podía trabajar por estar cuidando a los niños. En esta época mis niños ya iban a la escuela. Hicimos amigos y siempre nos reuníamos para hablar de la tragedia. Preguntábamos unos a otros: ¿usted cómo se salvó, dónde estaba? En fin, hablar y hablar de la tragedia. Cuando estábamos en las carpas también venían carros y repartían mercados y ropas, pero tocaba hacer fila y allá cambiaban lo nuevo por viejo. Uno iba para que le dieran ropa para uno o para los niños y se encontraba con un poco de ropa sucia rota los zapatos de una clase y otro de otra, o juntos de un mismo pie y había veces que por negarles las cosas a la gente que en verdad lo necesitaba dejaban perder los mercados. Uno

64 Armero veía que botaban al río panelas dañadas. Inclusive no me consta pero dicen que uno de los que dirigía eso, puso un almacén grandísimo en un pueblo cercano porque fue guardando la mercancía nueva que llegaba. Una vez nos dieron una boleta porque iba a llegar ropa, duramos haciendo cola desde las dos de la tarde hasta las ocho de la noche y cuando llegué me dieron una talegada de ropa. Yo la recibí y me fui para la carpa, al otro día miré la ropa toda era ¡para echar a la basura! No servía para nada. Era un poco de viejeras rotas y sacos, figúrese sacos para el calor de Guayabal. Pantalones dañados y que no les servía a ninguno de nosotros, zapatos de distinta clase, unos sin tacón y el otro bueno; y esas cobijas, con unos rotos que más bien parecían unas ruanas. Ellos no seleccionaban, sino lo que cayera. Solo seleccionaban lo bueno para dejarlo para ellos o para el que les cayera bien; por mi parte no supe que fue un par de zapatos buenos o un vestido bueno, no me beneficié en ese sentido. Creo que hubo muchas fallas en esto. Debió haber sido diferente. Había mucha gente que se basaba en el sufrimiento de otros, y se vino a beneficiar el que no había sufrido, y aporreaban al que sufrió la tragedia. Yo diría que el gobierno debió haber cogido a la gente que verdaderamente sufrió la tragedia para apoyarlos con vivienda y en lo que necesitara, porque se le quitó al que sufrió para darle al que no sufrió. Los de Resurgir dieron carné a mucha gente que no tenía nada que ver con Armero, porque para dar el carné ellos le preguntaban a uno en que parte vivía, el nombre de los vecinos, del barrio, la dirección de la casa.

Diez años de ausencia 65 Le preguntaban que donde quedaba tal cosa, tal otra. Era un examen y como uno si sufrió la tragedia, entonces por tanta angustia no se acordaba ni como se llamaba. A mí me ocurrió así; el carné quedó con unos apellidos que no eran de los niños. Después cuando saqué los papeles de los niños fue que le dije a la Doctora para que me arreglara el carné y ella lo arregló. Pero esto fue como al año, porque uno quedó desorientado, hasta cuando ya se le fue despejando la mente. Cuando uno iba a los pagos, eran unos colonones muy largos y uno escuchaba que decían: “no venirse otra avalancha para seguir comiendo a costillas de los damnificados” y se reían. Ahora, para conseguir casa, había gente que vivía lejos, en otros pueblos, oyeron la noticia que estaban dando casa aquí en Guayabal y se vinieron, pidieron carné y les dieron casa. Ellos no seleccionaban, simplemente preguntaban unas cosas, pero el que tenía la mente despejada y sin problemas respondía bien y el que no, ni siquiera se daba cuenta de eso. Yo creo que debería haber más comprensión para los damnificados en vivienda y en salud. Tantos niños y ancianos que quedaron solos desamparados; debieran tener en cuenta esa gente. Por ejemplo, en este barrio, de Visión Mundial solo habrá diez familias que somos de Armero, porque la enfermera que censó Armero el año que se acabó fue la misma que vino acá y nos dijo: se me hace raro, porque aquí solo hay diez familias de Armero, los demás son de otra parte. En Guayabal hay varios planes de vivienda: Visión Mundial, Minuto de Dios, Ayudemos; Resurgir que

66 Armero ahora se llama Bosque de Viena, Cruz Roja Alemana, Cruz Roja Colombiana, Pastoral y otros. Pero no hay programas con la comunidad, nada. Cada uno es por su lado. No es como en Lérida, allá el Minuto de Dios está mejor organizado. Aunque los dos pueblos: Lérida y Guayabal crecieron harto, todo por Armero. Anteriormente eran pueblos muertos, la vida estaba en Armero, todo dependía de Armero. Guayabal eran solo casitas de paja y lo mismo Lérida. Los servicios de agua, luz y alcantarillado eran malos. Después de la tragedia cogieron vida estos dos pueblos. Ahora se ven casas en material, de dos pisos; calles pavimentadas y los servicios públicos también mejoraron. En esta casa ahora estamos viviendo cinco personas: mis dos papás, mis dos nietos y yo. Mis tres hijos están en Bogotá viven en la casa de Jaime y Paulina. Ellos trabajan en una fábrica de grecas y son los que me mandan platica para mantenernos. Con lo que ellos trabajan es que hemos ido arreglando la casita. Yo le pido a Omayra que le ayude a mis muchachos, que les dé la salud para que puedan seguir trabajando y ayudándonos. Ellos me dicen que nos vayamos para Bogotá, que allá es más fácil para ayudarnos pero ¿cómo? si a mi mamá le hace daño el frío. Ahora, además de lo que me dan los hijos, está la ayuda del Fondo Resurgir-FES que le da a cada uno de mis papás cincuenta mil pesos, además está la ayuda que tenemos de la familia Jiménez; eso nos ha servido bastante. Es lo único con lo que contamos, porque aquí ha venido gente de la televisión, de noticieros, prensa y nos entrevistan, toman fotos, pero nada recibimos de

Diez años de ausencia 67 ellos. Inclusive una vez a las once de la noche fuimos a Armero para que nos tomaran unas fotos y un video y ni siquiera nos dieron copia. En la Dorada una vez pusieron a mis papás a hablar por radio, hicieron una propaganda disque para recoger plata para los abuelitos de Omayra y a ellos nada les dieron, inclusive que ni sabían, llegamos a saber hace poco. Lo mismo pasó en los albergues, había gentes que se hacían pasar por ellos para recibir ayuda. En Lérida fue así y cuando me contaron yo fui y dije: por qué ustedes se hacen pasar por abuelos de Omayra, si los abuelitos de ella no están aquí. Cuando los de la Cruz Roja se dieron cuenta los llamó y vieron que ni siquiera eran damnificados, ellos eran de Lérida y tenían finca, solo se querían aprovechar, porque sabían que Omayra ya era el símbolo de la tragedia. De Armero recuerdo también las fiestas de San Lorenzo, el Santo Patrón. Eran muy buenas, había procesión por todo el alrededor del parque de los Fundadores, que siempre era grande; rosarios y por la noche la fiesta. Claro que no así como celebran en Guayabal las fiestas del Señor de la Salud. La gente acostumbra a ir a pagar promesas a Armero. En Guayabal, el 5 y 6 de agosto son las fiestas del señor de la salud. Hay misas, quema de pólvora y baile. Yo aquí solo asisto a la misa, es mejor evitar problemas porque la quema de pólvora es peligrosa. Además, después de la tragedia ya no es igual. Antes toda la familia estaba reunida, celebrábamos la navidad, el San Juan, el San Pedro, el Año Nuevo. Si mamá no hacía el pesebre entonces yo lo hacía y nos reuníamos en mi casa para rezar

68 Armero el rosario. Ahora ni ánimo le da a uno, porque estamos unos por un lado y otros por el otro: unos hermanos que están en Bogotá, allí están mis hijos; otro hermano está en Cali. Y, por ejemplo, con Aleyda (la madre de Omayra) y su hijo, no nos hemos vuelto a ver, ella vino una vez a la casa pero yo no estaba. Con ella no tengo contacto, nunca he ido a su casa. Todos estamos separados; la tragedia nos desorganizó la familia, los vecinos y todos los amigos. Con los amigos y vecinos de Armero nunca nos volvimos a comunicar, sé que hay unos en Bogotá, pero no sabemos la dirección de sus casas. Otra cosa es que la gente de Guayabal tampoco ha aceptado muy bien a los de Armero. El padre en la misa echa su sermoncito de vez en cuando. Les dice que todos somos hijos de Dios y que debemos querernos como hermanos, pero ellos siempre lo hieren a uno: nos dicen que somos la “chusma”, que somos “valancheros”, de todo; menos mal que los barrios de Armero están a un lado del pueblo, uno siente que allá es otro pueblo. Yo acostumbro a ir a Armero en el cabo de año de la tragedia: allí rezo, visito la tumba de los familiares y de personas conocidas, les llevo flores y ando por el centro. Porque en los barrios ya está puro monte. Mi casa de Armero es apenas pedazos de pared, porque todo se robaron: puertas, ventanas, tubos de luz y agua, tejas y todo lo que había dentro. Nos dijeron que no podíamos entrar, pero la gente siempre entraba. A mí por lo menos en la Alcaldía me dieron la orden que hasta el 21 de diciembre podía volver a mi casa a sacar las cosas.

Diez años de ausencia 69 Cuando fui, solo encontré ruinas, las “meras” paredes se llevaron todo lo que les servía y lo que no, lo botaron. Lo único que yo encontré fue unos retratos, una bandeja grande y un “molino”, creo que fue que se les cayó. De todas formas uno ahora es más comprensivo, más razonable, después de la tragedia la vida es diferente.

70 Armero Responsabilidad de un adolescente padre

Jaime: un primo Mi nombre es Jaime Sánchez, en Armero vivía en el barrio Vallecitos cerca a mis abuelitos y desde la edad de 12 años he trabajado en el campo, en la construcción y en general en lo que saliera para poder colaborar en la casa. En 1985 tenía dieciséis años y estudiaba de noche en el colegio “Carlota Armero”, hacía tercero de bachillerato. En los dos últimos años que viví en Armero, salía a jugar tejo los fines de semana con mi tío Álvaro Enrique. Otras veces íbamos de paseo al río Tambor o al Sabandija. Me gustaba salir con él porque era de ambiente, era mi padrino y como un papá para mí, porque desde que yo estaba pequeño el mantenía pendiente de mí. Con mis primos, Omayra y Álvaro casi no nos relacionábamos porque eran más pequeños que yo. Mi edad era de dieciséis años mientras que ellos apenas tenían once y doce años cada uno; además, Omayra vivía muy pendiente del estudio, era muy seria; los fines de semana se dedicaba a hacer las tareas, no se le veía en la calle jugando o recochando, en cambio yo sí acostumbraba a jugar en la calle lo mismo que mi primo Álvaro. En la casa vivo con mi mamá, dos hermanas y tres primos, los hijos de mi tía Cecilia. Mi hermana menor está haciendo quinto de bachillerato, la mayor trabaja cuando puede. Soy el mayor de la familia y esto ha hecho que aquí en Bogotá sea el que lleve las “riendas” del hogar.

Diez años de ausencia 71 Trabajo en la empresa lafayette desde 1986, cuando por intermedio de una señora que iba al club Michín, donde yo vivía en compañía de mis abuelos, logré ubicarme en esta empresa. Lo ocurrido hace diez años en Armero fue duro, a pesar de que donde nosotros estábamos no ocurrió nada. La orden era trasladar primero a los enfermos y luego a los niños y las mujeres. Los hombres que se encontraran bien deberían salir por su cuenta. Fue así como al día siguiente de la tragedia a mi mamá y a mis hermanas las trasladaron en un helicóptero, porque mi mamá es inválida a raíz de una trombosis que había sufrido antes de la tragedia. Yo no sabía para donde las habían llevado. Quedé sólo con mis abuelos. Al sábado siguiente cuando nos llevaron para Bogotá comencé a buscar a mi mamá. Me decían que estaba en Cambao, en Ibagué y hasta por allá iba yo a buscarlas, preguntando en albergues, en iglesias y en ninguna parte me daban información. Hasta los tres meses encontré a mi mamá cuando un tío en Bogotá me comentó que ella estaba en una casa particular. A la casa de nosotros no le ocurrió nada pero no nos dejaban entrar al pueblo a sacar las cosas que teníamos en la casa, dizque para evitar la propagación de la epidemia por tanto muerto que hubo. Entonces, como a los dos días yo iba por la noche y sacaba las cosas que teníamos, fotos, televisor y todo lo que se pudiera; Tocaba hacerlo por “trochas” porque por la carretera no dejaban, claro que por la noche ya en la carretera no había nadie que pusiera problema pero era mejor estar seguros y salir por “trochas” para que no le decomisaran lo que uno sacaba.

72 Armero Por televisión me enteré de lo que le había ocurrido a mi prima Omayra; las entrevistas que le hacían desde el sitio donde había quedado aprisionada, parada sobre una tía y el papá y el esfuerzo inútil por rescatarla sana y salva. Con eso es que yo no estoy de acuerdo, que no la podían sacar por falta de una motobomba cuando se sabe que es un sector arrocero donde se usan permanentemente. A Aleyda, la mamá de Omayra, le advirtieron que si la sacaban podía perder las piernas, incluso hasta morir, entonces Aleyda dijo que la dejaran ahí, y así se hizo hasta el sábado dieciséis cuando finalmente murió. El hecho de ser primo de Omayra no ha repercutido en mi vida, ni para bien ni para mal. Inclusive hay gente que dice que ella les ha hecho milagros; pero yo nunca le he pedido nada, ni le pediré. Lo que yo más extraño de Armero es el ambiente en el pueblo, allí todos nos conocíamos, si yo quería ir a jugar tejo sabía que contaba con mi tío Álvaro Enrique. Pero al desaparecer él y yo tener que viajar para Bogotá toda mi vida cambio. Ahora yo estoy más dedicado al trabajo, al hogar y ya estoy acostumbrado. Mis hermanas son como mis hijas porque he sido el que ha visto por ellas y por mi mamá desde que a ella le dio trombosis. En la casa no solamente doy para el mercado, sino que allí se hace lo que yo diga. Aunque a mis hermanas nunca les he llegado a pegar, ellas me obedecen. Si alguna de ellas está saliendo con algún muchacho que veo no le conviene, le explico y le hago caer en cuenta; pero si ella quiere seguir con él es cosa de ella.

Diez años de ausencia 73 Otra cosa que se me ha ocurrido es que yo no seguí estudiando; puede ser por pereza o porque me fui dedicando más al trabajo; además en la empresa se trabaja por turnos: Una semana es de seis de la mañana a dos de la tarde y en la siguiente semana de dos de la tarde a diez de la noche, entonces con este horario es difícil estudiar. De todas formas el trabajo que tengo es agradable además que he logrado ascender dentro de la empresa, inicialmente ingrese como mensajero y ahora estoy manejando la máquina que revisa las telas. En la actualidad, de la casa de Armero no hay nada, ya la tumbaron para robarse las tejas y todo lo de la casa. Después de la tragedia sólo volví como a los dos años y después fui con un primo de Cali; pero de resto no acostumbro ir por allá porque me trae malos recuerdos. Cuando he ido voy solo, sin mis hermanas, siempre me ha gustado andar solo. En cuanto a ayudas, como al año de la tragedia fue que supe de Resurgir y como nosotros teníamos un carné, entonces por cada uno de los que estaban inscritos en el carné nos daban un auxilio de cuatro mil quinientos pesos. Después salí favorecido en un plan de vivienda del barrio La Aurora de Bogotá, tocó pagar una cuota pero muy baja. En este barrio vivimos cuatro familias armeritas pero con ellos sólo me relaciono cuando hay fiestas, de resto con ninguna otra persona que seade Armero tengo relación.

74 Armero

76 Armero La tierra nos da y luego nos quita

Yasmín: una compañera de colegio Mi nombre es Yasmín Zárate. Cuando estaba en Armero yo era estudiante y en noviembre de 1985 cuando sucedió la tragedia tenía 12 años, cursaba el quinto año de primaria y estábamos en los últimos exámenes de ese año, faltaban sólo dos o tres exámenes. En la casa nos dimos cuenta de lo que estaba sucediendo como a las once de la noche. Vivíamos con mi mamá por la calle 18, frente al mercadito. Era una casa de inquilinato, y vivía también una hermana mía con su hija y un hermano más. Esa noche nosotros estábamos durmiendo tranquilamente, claro que si habíamos oído las noticias en la radio, pero decían que estuvieran tranquilos, que solamente mojaran un pañuelo con agua para taparse la nariz y que no se sintiera el olor a azufre y todo eso que se estaba sintiendo. Esto empezó desde temprano, pero nos dimos cuenta ya tarde, porque nos acostamos común y corriente, cuando vinieron unas señoras entre ellas una maestra, a avisarnos lo que sucedía. Tocaron y todo el mundo se levanto, salimos a ver si había salida por algún sitio, pero ya nos encontramos rodeados, corrimos a un lado y por ahí había gente diciendo que ya venía la avalancha, pero no se sabía por dónde porque todo era oscuro, sin luz. Entonces nosotros lo único que buscábamos era que se pudiera reunir la familia, pensamos en los que estaban lejos en otras viviendas. Al fin nos reunimos y fuimos a buscar salidas. Mucha gente

Diez años de ausencia 77 se subió en carros y afanados por salir cogieron camino, hacia guayabal, pero como ya eso venía cerca, arrolló los carros y creo que toda esa gente murió, algunos quedaron atrapados. Nosotros con linternas y con lo que tuvimos tratamos de ayudar también, alumbrando y sacando algunas personas que quedaron en las casas vecinas o que los trajo la avalancha que venía con harta fuerza y los botó hacia las casas, a los patios y los solares de las casas. Incluso un señor que trabajaba en un banco venía en en una moto con el niño y los cogió el lodo; el niño ya estaba muerto en los brazos de él, pero no lo quería soltar. El niño había recibido un golpe en la cabeza contra alguna cosa de las que venían esa me la concha de barro. Esa noche la pasamos ahí como pudimos, rogando a Dios que no fuera más. Pero la gente decía que venía otra avalancha y todo eso, entonces nos subimos en la terraza de la casa y allá se subió la mayoría de gente que pudo. Por ahí no paso el lodo. Ahí quedó un pedazo en limpio, sin lodo pero estaba rodeado, quedó como una especie de isla. A quienes arrastró la corriente hasta ahí, salían heridos, llenos de lodo que no se reconocían. Y en la casa afortunadamente había agua en tanques de reserva. Se les dió manera de que se quitaran ese lodo de encima y se trató hacerles algo de curacion en las heridas, mientras tanto, también hubo comida para reparartirles a las personas que estaban en ese sitio. Ahí se construyó un helipuerto, creo que fue el primer helipuerto que se abrió; Tumbaron árboles con unas máquinas que sacaron de bomberos y se hizo un

78 Armero círculo con bombillos de las casas que quedaron y con una batería de carro, para que el primer helicóptero avioneta que pasara viera que había sobrevivientes; esa noche la pasamos en la terraza. Desde allí vimos que se estalló una bomba, creo que era la bomba de gasolina del señor Chacón, vimos que la llamarada daba alto, menos mal que comenzó a lloviznar y se apagó. La llovizna de arena hizo que se apagara. Al otro día, común y corriente, todas las personas que acudieron hasta ese sitio, estaban ahí, nosotros repartimos la comida y se ayudo como se pudo. En las horas de la tarde, empezaron a llegar ayudas, socorristas, agente de policía y principalmente a los que tenían familia, los dejaron entrar para buscar a sus familiares. Nosotros duramos hasta el viernes en la tarde, cuando llegó un hermano mío que trabajaba en la policía. Él estaba en El Espinal, después lo trasladaron; llegó ahí buscándonos, sin dormir ni nada. El ayudaba también a los desconocidos, hacía lo que podía mientras iba buscándonos entre los muertos y los heridos, hasta que llegó a una fila donde había un poco de gente buscando salída, nosotros también estábamos en esa fila, habían puesto unas latas para salir por ahí; de las mismas ruinas los socorristas hicieron un puente que conducía a Morro Liso, algo así le decían. Toda la gente trataba de salirse por ahí. Nos estaban prestando ayuda cuando llego mi hermano, entonces fuimos hasta un helipuerto en los potreros de Armero de allá salimos y llegamos a Ibagué, donde una hermana que vivía allí y estaba muy preocupada. Antes de que mi hermano se fuera hacia Armero ella le había dicho que estaba muy desesperada,

Diez años de ausencia 79 muy descontrolada, porque tal vez habían quedado solos. Ella estaba muy triste, pensó que nosotros habíamos muerto, porque al principio se dijo que en Armero no se veía vida. En el Armero mi mamá trabajaba vendiendo mercancía puerta a puerta, se iba para los pueblos desde muy tempranas horas a trabajar. Entre tanto yo estaba en la casa y a veces me iba con ella a trabajar; porque permanecía sola, no era que tuviera muchos amigos ni acostumbraba salir de paseo, sólo cuando salía al centro de la ciudad, no tenía ningún sitio así especial para recrearme. En cuanto a compañeros de estudio tenía hartos, pero con ellos sólo nos veíamos en la escuela, y después cada quien para su casa y así, porque éramos muy niños. Después de la tragedia yo perdí totalmente el contacto con muchos que conocía y que eran mis amigos. Creo que murieron allá, incluso Omayra Sánchez, le compañera y amiga mía cuando estudiamos en la escuela, las dos cursamos primero, segundo y tercero juntas, ya en cuarto grado nos separaron de salón. Ella me llevaba un año de edad y era muy buena persona, muy activa, muy alegre, muy sana. En cuarto estudiamos un tiempo juntas y después nos dividimos, porque yo me fui para Bogotá como medio año y casi ya ni nos hablábamos ni nos veíamos. Recuerdo que en la escuela jugábamos mucho en el recreo y ella a veces iba a mi casa; a veces cuando faltaba al estudio ella me prestaba los cuadernos, era muy buena amiga, muy buena compañera. Como estudiante era muy buena alumna, muy sobresaliente.

80 Armero Al año siguiente de la tragedia, vivimos un tiempo en el barrio Picaleña de Ibagué, en la casa de una hermana, allá nos ayudó mucho el Padre isaza. Mi mamá hacía mazamorra y tamales, yo le ayudaba y salía a venderlos, fue así como pudimos sobrevivir ahí, sin dejar que nos llevará a ningun albergue. En los albergues se sabía que todos estaríamos revueltas, pues de Armero salieron personas buenas y malas, porque en un pueblo, bueno una ciudad siempre hay de todo. Entonces nosotros no nos permitimos que nos llevaran al albergue. Mi mamá trabajo así, más o menos durante dos años, mientras tanto yo estudiaba. Logré ir al Colegio Americano, porque supimos que allí estaban recibiendo armeritas, entonces abrieron una jornada adicional, la jornada de la tarde y ahí entramos a estudiar, hasta sin papeles, ni nada me recibieron a ser el sexto grado. Ahí inicia una nueva vida de estudiante. Encontraba mucha diferencia con Armero a pesar de que la mayoría de compañeros eran armeritas, pero de diferentes grados y diferentes colegios. En Ibagué todo era diferente y uno extrañaba todo, el sitio de donde uno venía, hasta la forma de trasladarse hacia el colegio, ¡todo!. Allá no había casi bus urbano, para trasladarse de un lugar a otro allá era a pie o en taxi. Entonces hubo un gran cambio. Cuando yo estaba estudiando aquí en Ibagué, el Fondo Resurgir-FES me ayudaba para los estudios, con un programa de ayuda a los estudiantes; estuve en ese programa así me los años, después tuve tantos tropiezos sobre todo por la situación económica y la salud de mi mamá que tuve que retirarme de estudiar, entonces

Diez años de ausencia 81 me llegó una carta diciéndome que no me daban más el auxilio porque había dejado de estudiar, pero ellos no se preocuparon por saber por qué no estudie más, simplemente dicen: esa persona ya no está estudiando entonces quitémosle el auxilio. Además de la ayuda que me daba el Fondo Resurgir-FES yo también recibí ayuda de una entidad llamada Visión Mundial; ellos me inscribieron en su programa de tal forma que en el colegio yo solamente pagaba la matrícula, primero fue cinco mil y pico y de pensión seguía pagando apenas cien pesos. Después hubo un tiempo que no pague pensión; pero matrícula, papelería, y todo lo de sistematización y demás si entonces me quedaba difícil. Desde que ocurrió la tragedia para acá yo siento que mi vida está frustrada, mi vida está arruinada, yo esperaba estudiar psicología pero no he podido. Al principio nos dieron como una especie de información de lo que había sucedido, nos trataban de analizar, si estábamos mal psicológicamente. Hubo un médico que nos habló del traslado que habíamos tenido; contrataron una enfermera, que era de Estados Unidos, no sé de qué parte y nos revisaron “La vista” Y después las clases siguieron normalmente al principio fue solo eso, como lograr que encajáramos ahí, después el tratamiento era igual para todos, porque la mayoría eran de Armero y todos se comportaban normalmente. En cuanto a las clases se realizaron lo mismo. Allí estudié hasta tercero de bachillerato, no puede continuar porque hubo épocas en que tuve que salirme y luego regresar, pero definitivamente tuve que retirarme, todo por la situación

82 Armero económica. Actualmente estoy bregando a terminar mis estudios, esperando que un hermano me ayude, porque yo no trabajo, por ahora sólo me dedico a vivir sin hacer nada; por ahora solo ayudo a mi mamá en los quehaceres de la casa y a estar pendiente de la salud de ella. Mi estilo de vida en Armero era mejor que el que llevo aquí, allá era más acogedor, todo era mejor, más organizado, en cambio acá todo es diferente y complicado. Por ejemplo, al centro salgo muy de vez en cuando, sólo cuando tengo que hacer una diligencia importante, de oficinas o algo así, porque de todas formas para salir al centro tengo que pagar el pasaje y para mí ahorita es muy costoso, así el pasaje del bus sólo cuesta doscientos pesos. No me acuerdo exactamente cuando fue la última vez que fui al centro pero me parece que fui a pagar los servicios y una cuota de esta casa, porque la estamos pagando por mensualidades. Para estos gastos los recursos los obtenemos básicamente de lo que trabaja mi mamá, porque ahora ella trabaja haciendo envueltos para vender ya que el trabajo que tenía en Armero no lo pudo continuar; ha sido imposible porque no tenemos plata, nos falta el plante. Yo estoy esperando a ver si puedo trabajar ya que no puede continuar con el estudio por razones de salud de mi mamá, ella sufre de asma y a cualquier momento le dan “ataques de ahogamiento”. No pudimos continuar como en Armero porque todo lo que teníamos se perdió. A pesar de que a la casa que teníamos en Armero, no le pasó nada, hubo saqueos, se llevaron hasta las puertas, las ventanas, todo lo de por dentro. Allá nosotros teníamos más cosas de los de las que tenemos ahora, vivíamos mejor. En la actualidad de

Diez años de ausencia 83 Armero extraño prácticamente todo, todo. Uno siempre recuerda como era allá y siempre hace sus comparaciones y hay una gran diferencia, allá era todo mejor. Para hacernos a una casa en la Ciudadela Simón Bolívar fue por un plan de Resurgir, por medio de un señor que tuvo “acallas” para sacar adelante un grupo de gente. El lucho para que nos ubicarán a un grupo de damnificados que llamaron ciudad flotante de Armero ;o sea, gente que no quiso ir a los albergues y que como le decía, si haces tiempo propios medios, trabajando los que podían y pagaban arriendo; entonces el señor nos ayudo para que el Instituto de Crédito Territorial nos adjudicara esta casa. Aquí ya llevamos siete años de los cuales cinco los dieron muerto o sea que sólo llevamos dos años pagando la casa menos mal que pusieron una cuota módica, de cinco mil quinientos cuarenta pesos mensuales para pagar durante quince años, como si fuera un arriendo que le pagamos ahora al INURBE. La casa se encuentra tal como la recibimos, no le hemos realizado ninguna modificación, porque no hay recursos económicos. Sentimos que nos hacen falta muchas cosas pero nos toca adaptarnos porque es lo único que se tiene, entonces uno tiene que acogerse ha hecho. ¿que más se hace? A pesar de que fue por medio de Resurgir que nos hicimos a la casa considero que fue una entidad muy mala y muy agalluda, porque la mayoría de dineros y todo lo que mandaron para ayudar a los de Armero, se los quedó; Fue una muy mínima parte lo que soltó para los damnificados, lo demás todo se lo repartieron. Aunque hay que reconocer que fue la única ayuda que tuvimos

84 Armero en ese momento, así fuera mala. De todas formas yo considero que ellos “hicieron todo como a lo inverso, a lo salvaje” con el instituto, porque nosotros ni siquiera dimos papeles, si no que nos hicieron firmar y todo así, incluso la casa tenía que habernosla entregado con otra habitación cerrada y no fue así. Entregaron esta casa que sólo constaba de una sala-comedor, chiquitita, un baño, también muy estrecho, un cuarto, también pequeño; todo muy pequeño e incómodo y nos hicieron firmar unos papeles que ni conocíamos bien. En este momento todo lo que espero de la vida es poder superarme de alguna manera, por ejemplo, estoy esperando que ahora mi hermano me dé una razón, a ver si me voy para Santander a continuar mis estudios. Y cuando termine el bachillerato trabajar en lo que se pueda para poder mandarle plata a mi mamá y ayudarle. Cuando termine el bachillerato me tocaría seguir costeándome el estudio a mi misma. Si quiero seguir adelante y además ayudarle a mi mamá; siempre queda como difícil y pesado. ¿Quién sabe cómo haré? Porque en mi familia en total creo que fueron catorce hijos, pero sólo se como de unos ocho, los demás no se sabe porque, se quedó ahí en los Santanderes, en Ibagué hay tres y uno en Bogotá pero se pasa viajando en tráiler, es casado y también, negocia con mercancía. Uno que está en la policía y uno que ingreso recientemente a la policía. Yo soy la menor. A pesar de que somos tantos ellos casi no nos colaboran, sólo muy de vez en cuando uno de mis hermanos le manda un giro a mi mamá, es la única ayuda, de resto los recursos los tenemos de lo que trabaja mi mamá.

Diez años de ausencia 85 Pienso que de todas formas el gobierno buscó la manera de ayudar, porque hubo una orden para que a los de Armero no los metieran a la cárcel y colaboró con una platica para los de Armero, pero también hubo malos manejos de los dineros. Con lo que nos pasó en Armero las personas quedamos muy lesionadas, muy mal psicológicamente por la pérdida de la familia y el trabajo. Hay mucha gente como nosotros que está muy mal económicamente. Cuando estoy sola, recuerdo los momentos que vivía 10 años atrás, incluso he tenido sueños con Armero; recuerdo las calles, las casas que me llamaban la atención, el colegio, los lugares que recorrí. A veces eso se le viene a uno a la mente, es como un retroceso. Todos esos recuerdos a veces lo ponen a uno mal, muy triste. Hay veces que me siento aburrida y desearía más bien, no estar viva para no tener que vivir momentos así. Claro que eso yo no lo hablo con mi mamá porque sería preocuparla y ella se enferma y agravaría su situación. Algunas veces hablamos de lo que pasó, a ella también le da muy duro acordarse tute, ella conocía Armero como conocerse en la palma de las manos, llevaba como treinta y cinco años, más de la mitad de su vida porque actualmente tiene sesenta y cuatro años, o sea que hace diez años tenía cincuenta y cuatro años. Actualmente tengo veintiun años, la relación con mi mamá es buena, ella me aconseja, pero también una libertad, yo puedo ir donde quiera sólo que a mí casi no me gusta salir, no encuentro donde ir, porque no tengo las amistades que tenía, no conozco a nadie y no sabría qué hacer. No tengo conocidos, no tengo nada,

86 Armero me encuentro como en un embotellamiento. Por ejemplo yo nunca he tenido novio aquí, claro que haya menos, porque estaba muy pequeña, sólo estudiaba en la escuela de niñas “Dominga Cano de Rada”, entonces no había así mucho roce con los niños. Respecto a la situación vivida por Omayra no creo que haya sido la situación más dolorosa que se haya presentado. No sé, no sentí lástima o algo así por ella, creo que fue muy bonito que ella hubiera podido saber que se iba, ella supo cuando se moría. Me parece que hasta en cierto modo ella no sufrió, por el contrario ella trataba de darle ánimo a los socorristas que estaban tratando de sacarla; ella les canto, les hablaba y le decía no lloren, no se preocupe que yo ya de aquí no salgo, me muero, mi tía me está cogiendo de los pies. Ella sabía que se iba morir y era consciente de eso. He escuchado que algunas personas le piden milagros a Omayra, a mi nunca se me habría ocurrido no pedirle nada, que ella era un ser humano igual a cualquiera y se tenía que ir como cualquiera. Cualquiera puede morir en un momento trágico. Entonces es algo que todos tenemos que saber, que hay un momento de esos en este mundo para cada uno de nosotros. Lo que más me impresionó en Armero el 13 de noviembre, fue la cantidad de heridos y muertos que vi, había personas totalmente desfiguradas, hinchadas, tal vez no lo que habían ingerido. Bueno, lo que se vio allí fue una catástrofe muy grande, jamás había visto yo algo así y ojalá que nunca lo vuelva a ver. Para mí fue muy doloroso desde el primer momento, porque yo era consciente del momento que se inició todo. Además en

Diez años de ausencia 87 la escuela nos habían dicho que había un represamiento del Río Lagunilla, que había una roca grande que estaba taponando el río en el cruce de las aguas. Del nevado exactamente, no se sabía, solamente que podía haber un represamiento del río que se llevaría una parte del pueblo. Después, eso se unió con lo del nevado y todo, pues claro, se aumenta el cauce del río con el deshielo y por eso tomo tanta fuerza y se llevó todo el pueblo. En la escuela nos habían dicho que cuando eso ocurriera saliéramos con la familia y corriéramos hacia Guayabal. Fue lo que tratamos de hacer en la noche del trece de noviembre, pero cuando salimos ya era inútil, los que se habían ido desde temprano salieron fácil, pero cuando nosotros intentamos salir ya era imposible. Actualmente mi mamá está asistiendo a una reuniones que organiza el párroco de la Ciudadela Simón Bolívar, allí les hablan, los tratan de recrear y creo que les van a montar una micro empresa pequeña para ser escobas, traperos, cosas así. De todas formas con esas reuniones no se remedia la situación porque seguimos igual, yo la siento lo mismo, ella siempre tiene que trabajar y tiene que conseguir para sobrevivir, porque es que si no le ayudan económicamente tampoco le ayudan psicológicamente; el problema necesariamente es económico y si no se soluciona eso, la persona no puede cambiar. Con la destrucción de Armero a nosotros realmente si no se agravó la situación porque, por un lado mi mamá perdió el plante, perdió toda la plata allá, se le fue todo; las casas quedaban buenas pero las robaban, no dejaron nada, no se les quedó ni el cementerio por robar, por

88 Armero otro lado, la edad, ella ya quedó sin fuerzas, enferma y es a mí a quien me tocó cuidar de ella. Otra cosa fue que tuvimos bastantes problemas para las ayudas, porque como mi mamá no eran hacia allá, ni mis hermanas, entonces decían que no eran de Armero, siendo que mi mamá llevaba treinte y cinco años viviendo allá. Éramos damnificados porque estábamos viviendo en Armero en el momento de la tragedia. El 13 de noviembre, los paso en la casa como un día común y corriente, porque para que ir a Armero, a mirar un terreno vacío, lleno de maleza, después de haber conocido un pueblo lleno de vida como era Armero, tan pujante, que le daba mucho impulso a los demás pueblos cercanos; es muy duro ir allá a vernos después. Yo prefiero quedarme en la casa. Saber que allá están todos mis amigos y compañeros que tenía, un tío, un primo con los hijos, la señora y otros familiares lejanos, es muy duro. Aquí en Ibagué voy a misa debes en cuando, tampoco soy de esas personas que les gusta estar metida en la iglesia todo momento, yo no creo que con eso me vaya a santificar, yo creo que para hablarle a Dios, para comentarle lo que uno está sintiendo, en cualquier parte puede hacerlo. Cuando estaba pequeña, en Armero, si asistía a las misas en compañía de mi mamá; también participaba de los eventos en las Navidades y todo eso. Sin embargo, no es que creyera más en Dios antes que ahora, yo no le echo la culpa a Dios de lo ocurrido, yo creo que esas son cosas que suceden en la naturaleza “la tierra permite que uno viva en ella y ella misma se lo come a uno después”. No me parece que sea culpa de Dios.

Diez años de ausencia 89 Los armeritas antes y después

Hermana Libia: una maestra Soy la hermana Lidia, pertenezco a la comunidad de las hermanas terciarias capuchinas de la Sagrada Familia y trabajo como profesora. En la fecha de la tragedia el colegio de la Sagrada Familia llevaba 28 años sirviendo a la comunidad de Armero. Fue creado en el período de la violencia en que ocurrió la muerte de Jorge Eliécer Gaitán. Por iniciativa de Monseñor, el Señor Arzobispo y el cura párroco, el Padre Fernández, que pidieron a la comunidad de las hermanas Capuchinas en Medellín, unas hermanas para fundar un colegio. El objetivo era promover la educación en la mujer y cambiar ese ambiente que había quedado a raíz de la tragedia que había traumatizado tanto a esa población. Fue el primer colegio de niñas que se fundó en Armero. Allí se cursaba todo el bachillerato, porque había hasta el grado once. En 1957 se fundó el colegio de muchos armeritas, y profesores respetables se vincularon como profesores. El ambiente que reinaba en el colegio era de familia. El colegio tenía un teatro que se prestaba para actividades educativas, en general para cualquier acto especial. Últimamente, se había hecho un kiosco muy bonito para música, el colegio de la Sagrada Familia estaba en su apogeo, las niñas querían mucho su colegio y también los padres de familia. El colegio comenzó con bachillerato comercial y luego se organizó el bachillerato académico. En los 28

90 Armero años de funcionamiento que llevaba el colegio ya tenía exalumnas abogadas e ingenieras, porque la mujer fue asimilando el deseo de estudiar. Yo empecé a trabajar en Armero en 1977 y estuve trabajando allí hasta 1984, año en el cual me trasladé para Medellín. Hacía año y medio que me había ido, cuando ese 13 de noviembre en Itsmina sintieron algo como que se desplomó. Entonces pensaron en Armero, llamaron allá pero ya nadie contestó. Ya se había destruido. Yo estaba en Las Palmas, un lugar que queda por la carretera al aeropuerto y una hermana me dijo: ¡se destruyó allí! para mí fue algo tremendo, pues tuve mucho contacto con el colegio y con toda la ciudadanía de Armero pues fueron siete años que dure en Armero. Yo lo sentí mucho, empezamos a averiguar por la radio, con la televisión y fue muy duro para mí, porque yo quise mucho esa gente. En 1986, cuando me encontré con la Madre Provincial, en una ocasión le dije: mire Hermana Provincial, si vamos a volver a Armero yo me ofrezco. En ese momento no pensé en el peligro ni nada, pensé en ayudar. ¿Por qué? porque quería mucho a la gente y pensaba que podía hacer una buena labor puesto que los conocía y podía darles ánimo y valor a los sobrevivientes. Como a los quince días me llamó la Provincial y me dijo: así como nosotros llegamos hace veintiocho años en un momento en que nos necesitaban, en este momento debemos ayudar a las personas de Armero y en compañía de la hermana Blanca Luz Echavarría, psicóloga recién graduada, nos fuimos para el Tolima. Llegamos a Ibagué donde las hermanas de la Presentación, ellas fueron para nosotras la mano derecha, nos hospedaron en su casa;

Diez años de ausencia 91 mientras tanto nosotros viajamos a Armero a ver que había y la verdad fue que no encontramos nada, vimos el desastre tan tremendo, en el primer día no pudimos bajar hasta donde estaba el colegio que era entre los barrios 20 de julio y Santander. Sólo encontramos un desierto, todo era un desastre, no había nada verde, todo fango, todo gris, lodo, barro y en el lugar donde estaba el colegio no se veía nada. Asistí a la primera misa que celebraron, más o menos donde estaba la iglesia San Lorenzo. La celebró Monseñor Lombo y el Padre Tiberio Campos, que estuvo diecisiete años viviendo en Armero y lo quisieron muchísimo. La gente se abrazaba a él y lloraba; eso fue tremendo y nosotras también le expresamos a la gente el dolor. Así fuimos poco a poco sumándonos a las actividades. Fuimos donde el señor arzobispo y le dijimos: Monseñor nosotras queremos estar aca toda la gente pensaba en Lérida, nadie se quería venir para Armero-Guayabal porque era zona de desastre. O sea, que quienes nos viniéramos para acá estamos en peligro. En la Secretaría de Educación nos dijeron: hermanas miren, Lérida está lleno de profesores, se van a nombrar los profesores para Lérida, pero para Guayabal ninguno quiere irse, y entonces una de las hermanas sobrevivientes de Armero dijo: pues vámonos, para donde nadie quiere irse, somos franciscanas y entonces nos vamos para Guayabal. Hablamos con el padre Cardona y Monseñor le entregó una carta diciéndole que era un privilegio tener una comunidad religiosa; el padre nos recibió bien y nos dijo que nos esperaba en Guayabal. Ya estamos admitidas por la Secretaría de Educación y

92 Armero por mi parte no tuve más que hacer si no llevar la hoja de vida, porque mis papeles estaban allá. Además que entraba a reemplazar a las hermanas Ana Saldarriaga y Bertalina la directora del colegio la Sagrada Familia, quienes murieron en Armero… De las hermanas del colegio de Armero, cinco fueron arrojadas al lodo. De esa cinco, se encontraron tres, una fue Emma Jaramillo que salió al otro día; se pasó por bultos de café y llegó hasta la hacienda Santuario, que queda a kilómetros; se le unieron cuatro o cinco personas; y yo estaba pidiendo auxilio y la hermana decía: soy religiosa, tranquilos, nos salvaremos. Otra hermana se quedó en el barro, no sé cómo se salvó si allí estuvo desde el miércoles hasta el sábado por la mañana. Dice que se sentía como muerta, que de vez en cuando sentía frío y como que se arropada con ese lodo caliente. Ella decía que tenía los ojos taponados y escuchaba como avionetas y helicópteros decía que seguramente estaban rescatando los más graves, pero cuando vio que pasaba el tiempo y no la rescataban, se puso a meditar sobre todo en el evangelio que decían los apóstoles “Sálvanos señor, que perecemos”. Ella decía que era un momento en que nada la distraía, que no tenía que decir voy a las clases, voy a tal cosa, sino que estaba dedicada totalmente al señor. Lo que ocurrió entre ella y el señor fue como una unión, entonces ella “palpo” con la mano y encontró un pedazo de palo, se limpió los ojos y como a dos metros vio un árbol, entonces se volteó como nadando, no sé cómo no se hundió pero se sentó en el árbol; de allí la recogieron.

Diez años de ausencia 93 Dice que al recogerla tenía algo en la pierna, la trasladaron al hospital campal que hicieron en Guayabal. A la hermana Alba, la encontraron a los siete días, o sea el 20 de noviembre, encima de la capota del carro. Ella en el delirio decía: salven a ese señor; seguramente, oía que se quejaban. Estaba mal, tenía partidos un brazo y una pierna y en la cabeza tenía un roto, porque como llegaban animales y le hacían daño. Estaba en un estado tremendo, ella duro viva hasta el 25 de noviembre pero si hubiera vivido, le habrían tenido que cortar la pierna y el brazo. Las otras dos, la hermana Bertalina que era la Superiora y Nohorita una hermana novicia, desaparecieron. Por ahí dicen que vieron una joven con un Cristo, pero no estamos seguras si era ella porque nunca vimos el Cristo, de haberlo visto lo hubiéramos distinguido, porque era el que se les ponía a las novicias, pero no se sabe. De todas formas murieron tres hermanas y se salvaron dos. La hermana Odila Campillo vinculada con Fe y Alegría en Medellín, una institución que trabaja con los pobres. Ella conocía bien al padre Caro, jesuita, entonces en una ocasión que fue a hacerle una visita le dijo: ¿Padre, sería posible fundar en Guayabal fe y alegría? Porque yo veo mucha pobreza, el padre le dijo: pues hay posibilidad porque estamos en el barrio más marginado y así se hizo en el barrio Resurgir, que albergó a las personas más marginadas de Armero, los del barrio Padilla, un barrio que en Armero era muy pobre. Las entidades quisieron agrupar las personas de acuerdo a los barrios donde vivían allá, por ejemplo el Minuto de Dios se valió de la

94 Armero hermana Emma para agrupar a las personas que vivían en el Santander y en el veinte de julio. Otra cosa que ocurrió fue en el barrio Resurgir, con ellos cometieron una injusticia, pues no les hicieron sus dos piecitas completas, ya que todas las casitas constan de: dos piezas, sala, comedor, cocina, baño y patio. A los barrios más pobres sólo les hicieron una pieza, sala, comedor y cocina; claro que les dejaron espacio, pero ellos en ese momento no tenían recursos para continuar la otra pieza. Les hicieron las casitas chiquitas, les quitaron a los planos y les hicieron las casas más pequeñas. Precisamente a los más pobres. Al ver tanta pobreza y tanta injusticia se decidió fundar la escuela de Fe y Alegría. La tragedia fue en 1985 y nosotras llegamos en el 86. Fe y Alegría hizo el edificio. Casi siempre, el edificio lo hace Fe y Alegría y la Secretaría de Educación colabora con los maestros para la institución. Fe y Alegría capacitó una serie de maestros con una nueva metodología, una nueva filosofía, la nuestra, que proporciona al alumno una educación integral que los prepare para enfrentarse a una sociedad y que el ambiente que viva en el plantel sea como de familia, donde no haya tanto reglamento, si no más libertad. Permite el libre desarrollo al niño, una educación que sea de puertas abiertas. Al niño no se le cerraban las puertas porque en el colegio se estaba dando una educación donde verdaderamente los muchachos van creciendo, y van asumiendo más responsabilidad. Es una tarea difícil porque los papás no están preparados para eso porque quedaron muy traumatizados con la tragedia y más con la pobreza, porque se les dio

Diez años de ausencia 95 casas y al principio se les daba el mercado y una cuota de nueve mil pesos mensuales, pero muchos padres de familia dejaban la cuota para emborracharse. A nosotras nos tocó presenciar todo eso en las carpas. Además que las carpas no eran muy buenas, se sabe que las carpas que llegaron, muchas veces fueron cambiadas. O sea que las carpas buenas no llegaban acá. Muchas veces se les entraba el agua, a los niños se les veían los ojitos malos. La gente tenía los servicios de baño y sanitario en común; entonces eso trajo mucha complicación y mucha epidemia. Las personas que tenían el deseo de superarse, en el dinero que le dieron iban poco a poco recolectándolo y cuando adjudicaron las casas ya tenían ahorrada algo de plata para arreglarla, para dotarla. Otros no supieron aprovechar. Yo creo que esa distribución debieron haberla hecho diferente, no se escogieron las personas que quedaron de Armero y que verdaderamente era capacitadas para ponerlas al frente Resurgir, no, pusieron gente de otras partes, que no conocían a Armero. Entonces vino mucha gente oportunista, que no era de Armero y que al tener la cédula de Armero se hacía pasar por damnificados de la tragedia. Otras veces gente que era de Armero pero que hacía mucho tiempo vivía en Ibagué y se dio cuenta, vino y reclamó casa. Un visitador que estuvo tres meses de director del colegio “Jiménez de Quesada “me decía: hermana, por ejemplo yo si había podido reclamar una casa acá y no lo hice porque vi gente que se vestía mal para ir a reclamar casa mientras que muchos damnificados de verdad no se habían dado cuenta por falta de información

96 Armero porque se habían ido tal vez para donde un familiar no reclamaban las ayudas, hubo mucha desorganización. Y cuando llegaron las ayudas las dedicaban más bien para algo burocrático. Por ejemplo, uno llegaba a Ibagué a unas oficinas bonitas con escritorio bonitos y con tapices pero no encontraba quien lo atendiera. No es que se vaya decir que todo era malo, pero sí muchas cosas. Como personas de tierra caliente, la gente en Armero era muy alegre, de mucha fiesta, además que eran personas de una fe inquebrantable, personas muy buenas; como en todas partes también hay de todo, personas que no frecuentaban la iglesia, pero otras que si estaban dedicadas a la vida religiosa. El colegio de la Sagrada Familia tenía una iglesia más bien grande, se pensaba hacer una casa parroquial para que hubiera una nueva parroquia porque Armero ya estaba muy grande. A las niñas de Armero les gustaba mucho casarse ahí, porque la iglesia era muy bonita. En las misas de los días domingos iba bastante gente, en días de semana no. A la gente se le metió en la cabeza que lo ocurrido era castigo de Dios; a ellos los llaman matacuras porque allí mataron al padre Pedro María Ramírez y dicen que la muerte que le dieron fue tremenda, mucho martirio, pero eso fue más bien por cuestiones políticas. Nosotras estamos tratando de quitar esa idea de matacuras y de castigo de Dios, porque el señor no toma venganza. Lo que pasa es que el señor nos creó inteligentes y con libertad. La naturaleza dio muchas señales, lo que ocurrió fue que no las interpretaron adecuadamente y otras personas no quisieron salir. Por ejemplo, una señora llamada Sara me

Diez años de ausencia 97 decía: vea hermana, mis papás murieron y yo sé que mis papás tenían el carro y yo los llame desde Bogotá y les dije salgan porque dicen que Armero se va acabar y ellos respondieron: no nos vamos a salir, aquí no va a pasar nada y se quedaron en Armero, allá murieron. Dios no castiga, lo ocurrido fue algo natural, Armero fue advertido y no pararon bolas. En la actualidad uno ve personas que empezaron a conseguir sus cositas y ya estando más acomodadas que otras, pero también hay otras que dicen: nosotros éramos más bien individualistas y ahora sabemos que todo se pierde, no queda sino el Señor, entonces, siendo pobres, se convirtieron en personas solidarias con los demás. De todas maneras nosotras hemos seguido en asambleas familiares y espirituales y tenemos unos grupos en todos los barrios. Hay de todo, hay personas que creen más que anteriormente y otras que perdieron la fe, porque muchas veces, ni la tenían o era muy endeble. Los recursos con los cuales cuenta la escuela de Fe y Alegría, en Guayabal son muy escasos, el estado solamente da los profesores y como ahora hay crisis de profesores, porque son maestros contratados, entonces a nivel del municipio no los nombran a tiempo. De tal manera que la situación en las escuelas es tremenda, sobre todo esta, porque resulta que en planta hay poquitos profesores y entonces comienzan a decirnos que en febrero los nombran o si no en marzo y es casi en abril cuando van llegando a la escuela. Y, además, los profesores no tienen prestaciones sociales, ni nada. Claro que ahora parece que dan algo y nos dicen que el año entrante, en 1996 esto se va a normalizar, porque todos

98 Armero los colegios y las escuelas ya deben tener su personal de planta con el fin de permitirles un buen funcionamiento. Los profesores que al principio estuvieron en fe y alegría, fueron capacitados en nuestra filosofía, por nosotras por otras personas que se traían para prepararlos y formarlos como maestros para vivir en familia, pero ocurre que el Gobierno sólo nos los dejo durante tres años, después mandaron otros, entonces la filosofía se va cambiando y se va perdiendo el trabajo, porque muchas veces ni los vuelven a nombrar como profesores. La hermana Odila hizo muchos esfuerzos por Fe y Alegría ahora es la hermana Dora quien está en la Dirección del plantel. Desde hace tres años se viene trabajando sobre todo en talleres, para que los niños salieran mejor preparados, ella ha buscado una respuesta de los padres de familia para que la misma educación que sea en el colegio, se dé en la casa. Logró mucho, pero con tanto cambio de maestros es muy difícil. Se ha bregado para que el trabajo en Fe y Alegría sea diferente, pero casualmente por el cambio de profesores no se puede llegar a lo que se quisiera y vemos también que se comete una injusticia con los profesores porque son muy mal remunerados. Esta escuela es considerada del Estado porque Fe y Alegría solamente aporta su filosofía y el edificio. Pero curiosamente ahora el Gobierno está preguntando a Fe y Alegría, cómo va a quedar, si oficial o privada, porque es que si es privado entonces no nos darían profesores, pero Fe y Alegría no tiene dinero; se tiene el día del corazoncito y el dinero que se recolecta se da a la institución que esté empezando, o las que estén más necesitadas. Por

Diez años de ausencia 99 ejemplo, cuando se estaba construyendo esta escuela, venía ese día del corazoncito de muchas partes, destinado para este edificio. También lo que se obtiene con rifas ayuda para sufragar los gastos del colegio. Pero aquí se ha confundido y porque se dispone del edificio entonces creen que es privado, no entienden que es una ayuda que Fe y Alegría ofrece con el fin de facilitar la educación de los más pobres. Si no se hubiera tenido edificio, no se hubiera podido hacer estas cosas, porque la verdad es que el gobierno ha dejado de construir escuelas. El problema actual es que no se ha logrado estabilizar el profesorado y esto es indispensable. Anteriormente los profesores trabajaban mañana y tarde y todo era como una familia donde no se preocupaban por las horas, pero ahora no se le puede exigir al profesorado que rinda, porque están muy mal remunerados y el Estado no ofrece garantías. En cuanto a las personas que fueron afectadas por la tragedia, un personaje de Medellín, me decía: no debería haber un desocupado en Guayabal, o en Lérida, porque se dio una cantidad de dinero suficiente para emplearlos, para construir fábricas y pagar gente, pero eso no se ha hecho hasta ahora. Entonces ¿Cómo se sostiene la gente?. Al menos los de Guayabal recogen las cosechas, porque Guayabal es parecido a Armero en lo agrícola, pero Lérida no, es más bien rocoso, tanto que el que quiere tener matas en la casa, tiene que hacer materas o hacer jardineras con tierra. Entonces se gastó mucha plata en Lérida. Se tenía una maqueta para construir el nuevo Armero ¿Qué pasó?, Pues el director de Resurgir empezó a construir aquí y allá, compraron unas tierras

100 Armero en Lérida que no producen sino arroz, entonces, Lérida está en unas condiciones de superpoblación tremenda. La gente tiene que vender su casa para irse a aventurar a otras partes para conseguir trabajo y finalmente se quedan sin nada. Al comienzo, cuando repartieron las casas, los barrios se veían desolados, sin negocios, sin nada, ahora ya hay panaderías y están resurgiendo algunos negocios. Anteriormente eso era terrible, era muerto. La gente de las tiendas traía seis yogures pero no más, porque las personas no tenían con que comprarlos; y si alguien los compraba entonces el señor de la tienda tampoco tenía con qué surtir, así que traían lo mínimo. Entonces eso no es nada; claro que ahora el pueblo ya se va a volver sólo tiendas porque eso como que si produce un poquito. Por otra parte dicen que han querido colocar fábricas pero no se ha podido, primero por falta de servicios públicos y porque a los dueños de las fábricas les da miedo de una nueva avalancha, porque ninguna entidad aseguradora responde ante una avalancha, entonces por eso no invertían en Guayabal, ahora por lo menos ya tenemos la Caja Popular, fue la primera que se arriesgó, pero de resto ningún Banco ni nada. La Caja Agraria apenas hace seis años que volvió al municipio, por lo demás, esto está muerto. Otra cosa fue que, al principio, en Guayabal tuvimos mucha dificultad con las personas que allí vivían, a los armeritas los llamaban “valancheros” de tal manera que se percibía un ambiente de los pueblos en uno solo; la iglesia parroquial ha bregado a unirnos.

Diez años de ausencia 101 Por ejemplo, llegó una niña de quinto de bachillerato renegando de los armeritas y yo le decía: pero mire ya tienen el acueducto, alcantarillado gracias a ellos y ella me respondía: pero nos dañaron el pueblito, aquí no había ladrones. Pero no había que robar tampoco, este pueblo era caído, próspero en la era de la independencia y fue quemado dos veces; lo pasaron de municipio de Guayabal a hacer parte de Armero, entonces le quitaron el don de Municipio y de ahí para acá era un pueblo completamente caído, no tenía ni acueducto, ni alcantarillado, ni nada. Entonces esto se ha tratado de corregir ahora con el padre José Luis Rivera que es armerita. Desde hace ocho años que él llegó, nos hemos propuesto construir una comunidad y como tal vamos a luchar, como un solo pueblo, esto ha calado muchísimo a las mismas asambleas en las reuniones que hacemos, Tenemos tres grupos para permitir la entrada de más gente, allí vemos religión y costura y procuramos que no solamente se estudie la eucaristía, si no también realizar actos culturales, para revivir la cultura. Con esto la gente como que volvió a vivir. En estos diez años algunas personas han progresado un poquito, pero han sido más bien diez años más de estancamiento que pobreza. Si hubiera habido progreso no hubiera tenido que vender las casas aquí en Guayabal y ya vemos que hay personas, desde el mismo Armero, que están en Bogotá y compran casa como para veraneo, para venir a pasar un fin de semana, un puente o lo que sea. La gente se va por que no hay trabajo, entonces no se ha podido hacer la labor completa ahora, dentro del desarrollo del pueblo no se siente que han pasado

102 Armero diez años, porque ya era el momento de tener fábricas, donde la gente se empleara, pero ocurre que los mismos muchachos se regalan al ejército porque no tienen nada más que hacer o se van a aventurar. Unos se van poco a poco a Bogotá a Medellín o a otra ciudad y dicen para que estudiar para seguir “bultiando” por ejemplo, porque no hay perspectivas aquí en el municipio. Hay que recordar que el Fondo Resurgir-FES ha ayudado mucho en educación porque se siente que el Fondo trabaja con un ideal, se siente que está centrado en lo que va a hacer. Me he dado cuenta que está formando a los maestros y esto es importante porque son ellos los que verdaderamente sacan el mundo adelante. Ese dinero casualmente se está dando para que los profesores se capaciten más y a los alumnos se les está ayudando en la universidad, entonces el Fondo ha hecho bastante por la educación. Aunque mucho dinero de las ayudas que llegó para las armeritas se fue quién sabe para dónde. Eso es terrible, porque tanta gente necesitada y a unos cuantos inescrupulosos no les dolió que se quedará sin nada, no hicieron algo por remediarlo es la situación que está padeciendo. De otra parte, la iglesia sobre todo con la diócesis del norte del Tolima, ha hecho una labor fuerte; tenemos el trabajo de la Comunidad Apostólica de Trabajo -CAT- donde nos reunimos con sacerdotes de todas las parroquias y el Señor Obispo para analizar la situación que se está presentando y proponer soluciones. Hemos visto que para que el pueblo verdaderamente surja, lo principal es crear fuentes de empleo, porque las familias que no tienen trabajo se desesperan. A mí me

Diez años de ausencia 103 decía un muchacho: hermana, llegar aquí fue tremendo porque nadie se podía colocar; Nosotros éramos una familia unida y de un momento a otro se desbarato, lo económico influye mucho en el hogar y, apenas cuando nos estabilizamos fue que vino la paz. Esto que me comentaba el muchacho ocurrió con todos los armeritas. A los cinco años les empezó a surgir un problema psicológico debido a la falta de estabilidad económica, porque la persona en su lucha por sobrevivir no se daba cuenta del estado depresivo que tenían en el momento. Pero a los cinco años ya empezaron a ser conscientes y a sentir depresiones por la falta del pueblo, por los seres queridos y de todo, entonces fue tremendo. Cuando se va la luz, cuando hace tempestad, las personas se desesperan, salen de las casas, tiene que hablar con alguien. Ayer por ejemplo, cuando hubo un temblor la gente se asustó muchísimo. A mí no me daba miedo en Armero cuando hacía tempestad o cuando se iba la luz y a la gente tampoco le daba miedo, a pesar de que en Armero hacían unas tempestades tremendas, desde cuando ocurre la tragedia, la gente tiene pánico, vive traumatizada. Que dijeron que se había vuelto a venir el volcán, llegaron acá: ¿hermana que hacemos?. La gente tiene horror. La gente por aquí se ve alegre, porque la gente de tierra caliente es muy alegre pero, por otro lado, uno ve la angustia que tienen interiormente. Las personas tienen esa vivencia de la avalancha y uno siente que cada día la recuerdan, que nunca lo podrán olvidar. Por ejemplo una persona me contaba que cuando llegó la catástrofe, el esposo la abrazó, pero la avalancha

104 Armero los cogió y el murió. Ésa señora estuvo con el cadáver de su esposo después de varios días. Ella quedó sola, le iban a cortar la pierna y decía yo no quiero vivir sola. Pero otra anécdota que me conmovió fue la de una niña del colegio que me dijo: hermana a mí se me terminó la fe y le respondí pero ¿Por qué? Dice: porque mi papá fue buen hijo, buen esposo y buen padre de familia y me tocó ver la cabeza de él, desprendida del tronco, botada, y yo no se lo dije a mi mamá a pesar de que ella lo buscaba desesperadamente, ella no sabe de eso, yo nunca le he contado, esa niña quedó traumatizada completamente. Otras personas se apoyaron en su fe, por ejemplo una me decía que salió con el niño alzado y cuenta que veía una lucecita que los guiaba; ella confiaba mucho en el salmo 91 y el niño dizque le decía: mamacita, ¿Será que nos vamos a morir?, Y ella respondía: no sabemos mijito. Esa señora me decía: Hermana yo no vi oscuridad en Armero, yo vi luz, a nosotros nos guiaron con luz.

Diez años de ausencia 105 106 Armero ¿Omayra hace milagros? los Jiménez: gracias por los favores recibido En mi familia son doce hijos, seis hombres y seis mujeres; todos somos muy unidos y nos colaboramos unos a otros. Para poder dar educación a mis hijos comencé a trabajar en el reciclaje de cartón y otros materiales, todos los hijos me colaboraban en ese trabajo. En la actualidad, aquí en la casa están viviendo la mitad de ellos y son los que me colaboran. Los otros están casados; por ejemplo la hija mayor es enfermera y trabaja en un hospital infantil, otra de secretaria de contabilidad y otros hijos son choferes de camiones. Precisamente la niña de la hija mayor sufre de los ojos y desde muy pequeña ha tenido gafas, cada vez el vidrio era más grueso y ella por medio del médico ha conseguido la droga para darle, la he llevado donde especialistas pero seguía igual y a veces peor, no se le notaba la mejoría. Entonces, viendo la situación por la que pasó la niña Omayra, y uno por ser católico es creyente, entonces le pedimos a ella que le pudiera dar la visión a la nieta y esta es una cosa en la que nos ha ayudado mucho, ha sido una realidad muy sagrada porque ella ya tiene gafas de menos dioptrías. Nos habían dicho que los abuelitos de la niña Omayra no existían, pero un día los vimos en televisión y tratamos de buscarlos; entre toda la familia nos pusimos de acuerdo para ir hasta el Tolima a visitarlos y colaborarles con lo poco que pudiéramos. Llevábamos bastante tiempo programando el viaje al norte del Tolima para hacerles la visita a los abuelitos

Diez años de ausencia 107 y un fin de semana decidimos ir a buscarlos, pero no teníamos ninguna referencia de dónde vivían o con quién… nada. Salimos de Bogotá ocho personas, llegamos el terminal y no conseguíamos transporte, pero pudimos viajar en el último bus que salió para allá. Llegamos a Honda y buscamos dónde quedarnos, pero como en el pueblo estaban de fiestas no encontramos ni casa dónde hospedarnos, esa noche nos tocó quedarnos en el parque. Como a las cuatro de la mañana logramos conseguir un taxi que nos llevara hasta el cementerio de Armero y esperamos en el Taxi hasta las siete de la mañana porque el señor nos dijo que por allá es peligroso. Al llegar al cementerio le preguntamos a un señor por la tumba de Omayra Sánchez, él nos dijo que no sabía dónde estaba; duramos un rato buscándola y cuando la encontramos rezamos y luego fuimos a la Cruz grande, donde quedaba la iglesia de San Lorenzo. Nos estuvimos un rato en el cementerio, luego le preguntamos al señor del taxi si sabía donde vivían los abuelitos de la de la niña, el señor nos dijo que ellos vivían en unos ranchos que había cerca del río Sabandija, fuimos y lo buscamos pero no los encontramos, entonces nos volvimos para Honda y de ahí para Bogotá. A pesar de eso nosotros seguimos pensando en los abuelitos, porque cada vez teníamos más devoción en la niña Omayra. Pensamos que tocaba hacer otro paseo para buscarlos. En 1993, hace algo más de dos años, hicimos otro paseo al Líbano donde unos familiares de un yerno. Como iban unos hijos que antes no habían ido a Armero, entonces decidimos entrar al cementerio, allí averiguamos

108 Armero y nos dijeron que de pronto ellos se encontraban en Guayabal. Fuimos a Guayabal le preguntamos a unos y a otros y nos decían que ellos no existían, que habían muerto en la tragedia. Sin embargo una hija y su esposo fueron a la capilla y allí el padre les dijo que el abuelito había ido a misa al mediodía, que ellos vivían en un barrio cercano y nos dio las indicaciones. Al salir nos encontramos con un señor en una bicicleta y él nos llevó hasta donde ellos. Cuando íbamos de camino el señor nos preguntaba a qué íbamos, de dónde veníamos y nosotros le respondíamos. Ya al final nos dijo: “bueno síganme” y fue así como llegamos y nos encontramos con los abuelos. Les contamos toda la dificultad que tuvimos para encontrarlos y ellos dijeron que la gente decía que ellos habían muerto y no entendían por qué lo hacían. Los abuelos no podían creer que alguien hubiera ido a visitarlos, ellos decían que era su niña Omayra la que nos había llevado hasta allá, y no se cansaban de darnos las gracias. Hicimos el almuerzo y entre todos recolectamos una plata y se la dejamos para ayuda de los gastos que habíamos ocasionado y para ayuda de ellos y de la hija que vive con ellos. Desde ese momento en que nos encontramos hemos estado en contacto frecuente con los abuelos y con la hija, porque a los otros familiares de la niña Omayra no los conocemos, los abuelitos dicen que la mamá y el hermano de la niña ni por visita van allí. En la actualidad una hija mía, los padres de la nieta que sufre de los ojos, están pendientes del abuelo para hacerle una operación de los ojos para que pueda ver y velar por la ancianita que se encuentra tan desprotegida;

Diez años de ausencia 109 claro que mi hijita da la plata y hace las vueltas pero la autorización de la operación la da la hija que vive con ellos, ella responde en presencia, ese es el compromiso. Nosotros sabemos que ellos están desprotegidos y por eso en todo momento le pedimos a Dios que les de su salud, porque uno no sabe de las necesidades de las personas. Es por esto que cada dos o tres meses vamos a visitarlos. Todo lo que nosotros hacemos por los viejitos es en razón a la devolución que le tenemos a la niña Omayra. Porque nosotros le pedimos con devoción a esta niña, que es como un ángel, que nos proteja y nos colabore en las necesidades que tenemos. Y hemos visto que en esto hay méritos porque ella puede hacer sus milagros con el permiso de Nuestro Señor. En realidad los que mueren, como dicen, en gracia de Dios y con un sacrificio como el de Omayra pueden hacer milagros, que nuestro señor les da la licencia de que proteja a los seres humanos. Nosotros creemos que ella es una santa porque ella murió sin culpa ni mancha y con los sacrificios que entregó la vida, ella murió mártir, como si hubiera hecho quién sabe qué maldades. Todos nosotros creemos mucho en la niña, porque a nosotros también se nos murió una niña de esa misma edad y a ella tenemos mucho que agradecerle. Ellas son seres de otros mundos y como en el caso de la niña Omayra ella puede estar en cualquier parte, porque nosotros morimos pero el espíritu sigue viviendo y es por esto que creemos que uno puede tener ayuda de un ser de otro mundo pidiéndole con fe y rezando por ellas. En una de las visitas que hicimos al cementerio vimos que algunas personas habían llevado placas a la tumba

110 Armero de la niña en señal de agradecimiento, entonces nosotros dijimos que por los beneficios que hemos recibido tal vez de los sacrificios que hemos hecho, también dejáramos allí un recuerdo y mandamos a hacer una placa con el nombre de la familia, dándole los agradecimientos a la niña porque antes estábamos muy enfermos y ahora tenemos mejor salud. Nosotros decimos que las personas que desean hacer un bien deben buscar a las personas que en realidad lo necesitan, porque esta es una obra de caridad que Dios les puede agradecer a uno y ojalá que todo el mundo pueda dar un granito de arena para ayudar y resolverle los problemas a los más necesitados, pero uno debe cerciorarse a quién le va a ayudar para no encontrarse con los “vividores”. Uno no debe ayudarles con dinero sino con salud por ejemplo, porque como se dice “no hay que dar el pescado sino enseñar a pescar” entonces por eso buscamos que el abuelo tenga las “vistas” buenas para que pueda velar por la abuelita y así la hija salga a trabajar y puedan “ayudarse” unos a otros. Las cosas que hacemos, las hacemos porque nacen y de pronto Dios lo tenga en cuenta el día que uno se vaya del mundo terrenal al mundo espiritual; porque como dice un proverbio bíblico “dar con tu mano izquierda, sin que tu mano derecha se dé cuenta” y por eso nosotros los ayudamos sin pensar que dirá Dios, ayudamos con lo que podemos porque nosotros también somos pobres, pero se ha visto que es más fácil que esta clase de ayuda se presente entre pobres, pues los ricos lo que hacen es ahorrar y ahorrar. Es más fácil que la ayuda

Diez años de ausencia 111 se presente entre pobres o que un pobre le ayude a un rico y no lo contrario, porque el pobre le ayuda el rico con el trabajo, humillándosele para ganarse la plata que le permitirá sobrevivir, en cambio el rico lo que hace es explotarlo laboralmente.

112 Armero Armero es un dolor que perdura

Gladys: una víctima como otras Mi nombre es Gladys Cruz Bermúdez, nací en Armero en el año de 1949, allí estudié la primaria en la escuela “Dominga Cano de Rada” y hasta tercero de bachillerato en el colegio “La Sagrada Familia”; después viajé a Ibagué para realizar estudios de Secretariado Comercial. En 1979 organicé mi hogar con Luis y a la edad de veintitrés años tuve la primera hija, dos años más tarde nació la otra niña y la tercera nació en 1980. En Armero yo tenía un hogar muy feliz, vivía con mi esposo y mis tres hijas. Como esposo el fue muy responsable, no tengo nada qué decir aparte de las circunstancias y problemas normales. El trabajaba como operario de campo y después como administrador de la Granja de la Universidad del Tolima en Armero, mis hijas estudiaban en el Colegio la Sagrada Familia; la niña mayor tenía trece años cumplidos, la otra once y la tercera iba a cumplir cinco. Yo estaba totalmente dedicada al hogar. Los fines de semana salíamos a pasear con las niñas, esa era mi diversión, porque a Luis nunca le gustó el baile ni el cine y a mí tampoco me gustaba casi; a mis hermanas si les fascinaba el baile, de todos yo era la menos bailarina, así que por este lado no tuve problema con él. Íbamos a pasear, eso sí le gustaba. Acostumbrábamos ir a la finca y cuando tenía platica nos llevaba a las ciudades capitales, porque como teníamos nuestro carrito se nos ha facilitado. Cuando no

Diez años de ausencia 113 había plata íbamos al río Sabandija y algunas veces al Lagunilla, a donde fuera. Para ese año, 1985, teníamos programado para diciembre irnos para la costa cuando fueran las vacaciones colectivas de la Universidad, las cuales coincidían con las vacaciones de las niñas del colegio. La casa que teníamos en Armero era más o menos de la misma dimensión de ésta, seis metros de frente por doce de Fondo; estaba bien concebida y vivíamos bien. El era un tipo muy responsable con las hijas y conmigo; yo no necesitaba trabajar, estaba dedicada de lleno al hogar, él era quien aportaba y yo simplemente ayudaba con los oficios de la casa. En la tarde del trece de noviembre, cuando me llamaron y me dijeron se vino el Gualí, entonces yo dije: pero el Gualí no alcanza a llegar hasta aquí; entonces me senté en la puerta y vi que Isabel, una vecina del barrio 20 de Julio que era donde vivíamos, fue y tocó donde los Molina, volvió y pasó y nada, no oí, ni vi nada, pero después ya no había nada… No se oía nada, entonces me quedé en la puerta, nunca me entré. Cuando vi que había caído tanta ceniza que ya se veía como un arenal grande sentí escalofrío. Al ver ese montón de arena como de medio metro de altura, dije: yo como que mejor me voy, entonces cogí a Luisa Fernanda, la niña más pequeña y a las otras dos y le dije a Luis: Camine, vámonos hasta la casa donde tenemos guardado el carro, como a tres cuadras y media. Caminamos hasta allá pero todavía yo no me había dado cuenta qué venía. Cuando Luis me llamó, porque él vio cuando venía la avalancha, apenas alcanzó a decirme:

114 Armero mamita, mamita, mire lo que viene. Pero yo no alcancé a decir más nada, cuando menos acordé fue que el lodo nos cogió, me arrebató la niña y me dio tres vueltas. Yo quedé privada y no volví a saber de nada hasta cuando llegó la avioneta que pasaba por encima de nosotros, entonces me desperté y miré y eso era como una… No se veía nada, nada; mi esposo y mis tres hijas habían desaparecido; yo tenía todo el cuerpo dentro del lodo, sólo quedé con la cabeza afuera y miré y dije: no, no hay nada. Alrededor mío quedaron unas vacas y unos marranos y también algunas personas vivas y muertas. Uno no reconocía a nadie, todos nos veíamos como monstruos. Creo que era en mediodía, o por la tarde, no sé exactamente, cuando le pregunté a un niñito que estaba cerca, que ¿Quién era? me dijo yo soy Juancho, entonces la mamá oyó y ella vino y lo hizo sacar y me sacaron a mí también. Nos llevaron para la vereda Maracaibo y nos acostaron ahí, nos botaron en un planchón, pelados así como quemados, y hasta el otro día por la tarde estuve allí, hasta cuando Octavio, un amigo me sacó de allí en compañía de otras personas. Nos llevó en un carro hasta un potrero y de ahí nos sacaron en un helicóptero para Lérida. En Lérida nos preguntaron que para dónde queríamos irnos y les dije que para Ibagué, entonces nos repartieron. De quien realmente recibí ayuda esa vez fue de mi amigo y después de familiares, porque de algunos de la Cruz Roja uno sólo veía malos comportamientos. Por ejemplo, la gente que tenía su anillo, su cadena, se la quitaban, lo saqueaban. Uno en medio del lodo y la demás gente estaba sacando cosas de ahí como si la vida

Diez años de ausencia 115 no valiera nada, como si fuera cualquier cosa. Entonces la gente iba a Armero a ver si usted tenía una cadena y se la podía quitar, o si tenía un anillo y le quitaban el dedo para robárselo. Pero nunca decían, voy a sacar esta persona que está viva, que hay gente que duró tres días tres y cuatro días enterrado y de pronto cualquier buen corazón fue el que los sacó o si ellos pudieron por sí solas, pero el resto no. De la defensa civil tampoco recibí ayuda, de nadie, ni de entidades; yo, y casi la mayoría recibimos ayuda fue de gente particular que había en Maracaibo; la gente de Maracaibo si colaboró mucho porque como toda esa parte quedó aislada, los únicos que daban ayuda eran ellos. Yo creo que el muchacho que me sacó del lodo era de Maracaibo. Y después, de allá, me sacó Octavio García, un amigo que fue personero de Armero-Guayabal. Cuando estábamos botados en el planchón, en Maracaibo, la gente resultó con el cuento que venía otra avalancha, entonces imagínense qué podía pensar uno, morirse no más, esa era la última alternativa que tenía. Yo no podía hacer nada porque no podía correr, no podía caminar, no podía moverme en ese momento. ¿Entonces qué? Morirme. Y para uno no ver a sus familiares, para qué quería la vida en ese momento, no quería continuar viviendo sino morirme en ese momento. Los que caminaron se desaparecieron, los que no caminábamos, espere que llegue otra vez porque no había otra alternativa. Inclusive reconocí a unos amigos que estaban al pie mío y cuando volví a mirar, no los vi y fue triste porque de todas maneras nos ayudábamos y algo nos decíamos. Yo recuerdo que hablaba con un muchacho muy joven,

116 Armero por ahí de 15 años, y veíamos gente destrozada, con la piel rasgada, los senos las piernas partidas, abiertos, eso era horrible, entonces él decía: tranquila, tranquila yo también perdí a mi mamá y tampoco me puedo parar. Cuando estaba ahí botada me llamó la atención una perrita de las tres que teníamos en la casa. De todas maneras, de los perros uno dice que es el mejor amigo. Yo no sé por dónde pasó, lo cierto fue que llegó hasta la finca y llego allá, me miraba con esos ojitos que vertían agüita. No podía darle la mano al animalito, ni el animalito a uno. Y esperar que los buenos corazones le dijeran a uno, venga la llevo o venga la saco, y si no muérase mijita y como dice el cuento, resistimos y quedamos los que realmente pudimos soportar los medicamentos. Porque eso fue otra cosa, los medicamentos se los aplicaban y cáigale como le caiga, porque como era en un momento de tragedia, no había tiempo para hacer una prueba ni nada, si se aguantaba usted salió adelante y si no, muérase mijita. Inclusive en el Coliseo, en Ibagué, una amiga quedó al pie mío y me decía: Yo vi que sacaron a su hija Olguita, la que estudiaba con mi primito y yo le respondí pero mamita dónde, además si eso fuera cierto ella no aguantaba la penicilina porque es alérgica y si le aplican una inyección de penicilina cristal, qué va a resistir, de todas maneras se moría. De pronto la gente que comió mucho lodo murió de oclusión intestinal. Yo vi un niñito que murió y fue por oclusión intestinal. Comió mucho lodo y como nadie le prestaba la mano porque no había con qué, ni a dónde, ni siquiera agua. En esa finca donde estábamos mataron una res, hicieron un caldo y a mí me llevaron y no quise, yo quería era

Diez años de ausencia 117 agua no tenía hambre. Agua le pasaron a todo el mundo, porque uno de ver la carne le daba fastidio, no quería nada. Después llego otro muchacho con leche y eso sí recibí porque tenía sed, tomé un poquito y abrió una naranja y me dio. Yo fui de las últimas que salió de Maracaibo, y eso porque el que fue allá me conocía, y lo llamé, y Octavio me dijo: tranquila negra que yo la saco. Yo compartía con él, jugábamos, estudiábamos. Entonces él más se interesó, porque la verdad es que la Cruz Roja en ese momento, le duele a uno que sea un organismo de ayuda, de pronto internacional o nacional pero no prestaban ayuda. Decían no, porque de pronto sacamos otro que está más enfermo. Pero ellos cómo iban a saber cómo estaba uno. La Defensa Civil como que se fue toda, Jairo fue el único de Armero que llegó allá, pero a ellos, o sea los de la Defensa Civil no los vi jamás quitándole nada a un muerto. Otra cosa es que hay gente que dice que a nosotros, los de Armero, nos habían avisado, eso es mentira porque yo acostumbraba ir todos los miércoles donde mamá, ella vivía en la vereda San Jorge. Este miércoles trece de noviembre, cuando yo pasé para donde ella, estaba el carro de la Universidad de Caldas y al pasar por la Cruz Roja le pregunté a los muchachos que estaban ahí, qué pasaba, y ellos me dijeron que nada, entonces me volteé por la calle once y luego pasé por la doce; ahí estaban los de la Defensa Civil afuera, también les pregunté y me dijeron lo mismo. El padre estaba en la misa y estaba diciendo: “si de pronto pasa alguna cosa, lleven enlatados”, no oí más, pero no era porque él supiera,

118 Armero porque él tampoco sabía, nadie sabía la magnitud de eso. El que diga: yo sabía la magnitud de eso, es un mentiroso. Sinceramente Dios es el único que sabía de la magnitud. Inclusive, cuando eso empezó, un amigo dijo que él había visto que el agua ya venía con piedras y venía rodando gente y que él se angustió pero que de todos modos estaba tranquilo porque pensaba que allí no le ocurriría nada y entonces cuando vio fue que eso venía por encima de su casa y vio cuando la casa se fue y él quedó en una pieza a la cual nada le ocurrió; luego corrió y corrió hasta más allá de la plaza y vio como desbarató todo y siguió andando ese lodo. Y así le ocurrió a otro, así como él que decía no, eso no va a pasar nada y vea… Afortunadamente se salvó de “chiripas”. A Armero si iban a dar conferencias sobre la represa del Sirpe pero del nevado no, inclusive yo le preguntaba harto a Edgar Efrén, el encargado del Museo Arqueológico y de Ciencias Naturales, si era posible que ocurriera algo en Armero, yo le decía: Edgar Efrén, mire que doña fulana de tal se fue para Medellín, porque una señora le dijo que en Armero iba a suceder una cosa y él me dijo: mire si el nevado se llega a “deshielar” váyase más bien para el kilómetro 96, cerca a Cambao y desde allí ve ese fenómeno tan precioso. Inclusive él mismo, el día de la tragedia estaba hablando en radio Armero y apenas decía: “nuestra generación debe convivir con este fenómeno tan bonito que está ocurriendo y que nunca lo volveremos a ver”, él lo decía por la caída de ceniza porque allá nunca se había visto que cayera ceniza. Y en realidad nunca lo volvieron a ver, porque esto fue lo que les trajo la muerte. De todas maneras él mismo nos

Diez años de ausencia 119 estaba apaciguando, nos estaba diciendo: qué afán, no se vayan que no va pasar nada. Era él mismo quién decía eso y como era uno de los conferencistas y promotores de todas las conferencias de Armero, por ser arqueólogo, entonces nosotros le creíamos. El era especial, no le digo que yo le preguntaba y me decía: no negra, eso no va a pasar nada, nada, nada. De pronto la gente de fuera si sabía lo que iba a ocurrir, pero no quienes estábamos en Armero, nunca supe que informaran lo que podía suceder. Cuentan que un sismólogo que vino de otro país, disque le dijo el Presidente que él no se iría hasta que mirara lo que iba a suceder en Armero, porque Armero iba a ser arrasado en poco tiempo y que su destrucción apenas duraría dos horas. Y nadie creyó eso, porque quién iba a creer, nadie. Ni el Presidente, ni las autoridades hicieron nada para evitar que eso ocurriera. El Alcalde Ramón Rodríguez si fue uno que dijo: yo moriré con el pueblo de Armero, si va a ocurrir algo y luchó y, efectivamente murió llamando al Gobernador para que diera la orden de desalojo. Yo insisto, las autoridades nunca pusieron atención, jamás pusieron los ojos en Armero, dejaron todo a la providencia de Dios. Cuando llegué a Lérida, ya todo fue diferente porque ahí estaba un cuñado mío, entonces cuando me bajaron del helicóptero lo vi y lo llamé; el dijo que era médico, pero en realidad es ingeniero electrónico, pero tuvo que decir que era médico para que le permitieran entrar y le facilitaran una ambulancia y una enfermera y me trajeran al hospital Federico Lleras. Allí me recibió una enfermera de apellido León que es de Armero, y ella me decía:

120 Armero tranquila, que en Armero yo perdí toda mi familia. Los León se perdieron casi todos, y precisamente quien me recibió fue ella. De ahí me sacaron para la Universidad del Tolima. Yo estuve allá, y en ese momento me iban a amputar la pierna derecha, pero el Dr. Salazar dijo que no, “no estoy de acuerdo con eso”. Después llegó mi hermano de Cali y le dijo al médico, “déjela que se muera completica y no la empiece a despresar”. Entonces quien me atendió, que inclusive no era médico sino un veterinario, y yo como lo conocía le dije, y usted ¿Por qué viene acá? Dijo: es que yo estoy colaborando acá. Todas las heridas que yo tenía él me las cerró. Entonces cuando llegó el médico, dijo “! Uy! No no no, eso no se hace ni siquiera en un animal” y le mandó que me las soltara todas, sobre todo una del brazo, porque ahí no me podía coger puntos ya que tenía barro y se podía infectar. Después enviaron una muchacha que estaba haciendo el último grado de medicina y ella le quitaba a uno los pedazos con tijeras en pura carne viva. El médico volvió y le dijo a Álvaro mi hermano, qué quería que hiciera porque lo que ocurre es que le vamos a amputar la pierna, dígame qué hago y el médico le dijo: si usted tiene plata llévela para una clínica porque aquí no hay nada más que hacerle. Y entonces me llevaron a la clínica. En una clínica de Ibagué, estando en el quirófano un médico infeliz dijo que no me recibía porque le infectaba la clínica y mi hermano muy bravo, como cualquier persona, preguntó quién era el director, habló con él y el director le dijo que no me podían atender. Entonces mi hermano le dijo: es que yo no vengo de limosna

Diez años de ausencia 121 acá, vengo es a pagarles. En ese momento llegó un primo y una cuñada que se habían ido para la clínica del Rosario, donde me consiguieron pieza y de una vez me pasaron para allá. El Dr. Hernando Olaya fue un médico incansable, sí muy querido y amable con todos los trece que llegamos allá; claro que en realidad llegamos catorce pero murió un abogado, porque iba todo abierto y murió casi llegando. Los otros trece salimos, unos a los dos meses, otros al mes, casi todos salimos después del mes. Y, a Dios gracias, después de todo caminando. Todas las enfermeras allá se portaron bien, divinamente se portó la gente. Al principio cobraban todo cada ocho días. Pero después de la Presidencia de la República llegó una orden a todas las clínicas particulares y oficiales para que no se cobrara un peso y que se devolviera todo lo que se había pagado, entonces nos reintegraron la plata que se había dado. Allí duré hospitalizada dos meses. Después de los dos meses, cuando salí de la clínica pensaba irme a vivir donde mi mamá, en San Jorge; en esas me llamó el Dr. Salazar, él fue y es muy amigo; porque a pesar de que Luis trabajó 10 años con la Universidad del Tolima, fue el único que se acordó realmente que yo existía. El me dijo: no Gladys, no se vaya a ir para la casa, ¿a qué se va? Haga papeles y entre a trabajar en cualquier cosa, en lo que sea, pero quédese acá. Yo salí de la clínica el 18 de enero de 1986 y el 17 de marzo entré a trabajar, posesionada y todo en la Universidad del Tolima. A mí lo único que me reconoció la Caja de Previsión Departamental por mi esposo fueron trece sueldos. La universidad paga trece sueldos y lo que pagan de seguro que son trescientos o cuatrocientos mil pesos y un millón

122 Armero doscientos de cesantías; no quedé con pensión porque la caja de Previsión Departamental es una de las entidades que mientras la persona trabajadora no tenga los 20 años cumplidos no queda pensionado, a mi esposo le faltaba menos de un año de trabajo para completar los veinte. No es como los seguros sociales, allá si le faltan dos o tres años, usted queda pensionada. Los recursos los obtenía de lo que trabajaba y de lo que reconocía Resurgir, en ese momento, como nueve mil pesos mensuales que nos daban a quienes quedábamos solos. Otra ayuda, entre comillas, que recibí por intermedio de un profesor de la universidad, nos dieron una cobija y una vajilla plástica, como si uno fuera limosnero, nos dieron tres ollitas y unos cubiertos. Esa fue toda la ayuda que recibí de Resurgir en cuanto a utensilios. Después, me apunté al programa de vivienda de aquí de la Ciudadela Simón Bolívar y me dejaron casi de las últimas porque la persona que quedaba sola por lo visto no tenía derecho a vivienda; tal parece que no tenía derecho a rehacer su vida. Ya a lo último me aceptaron en el plan, como quien dice si sobró le damos. Me dieron la casa en septiembre de 1.989 y de una vez me vine para acá. Yo vivía en el barrio 20 de julio, de Ibagué, con unos familiares, pero les pagaba común y corriente agua, luz, arriendo, todo. Para las casas, Resurgir dio un auxilio como de trescientos mil pesos y después nos dieron ciento veinticinco mil más, en total fueron como cuatrocientos mil pesos que aportó a vivienda. La verdad es que las casas no era vivibles, darle a uno una pieza, un baño, la salita y un “chéchere de cocina mal joteado”, de latas, no más. Pisos descubiertos, mejor dicho, no habitable. Eso

Diez años de ausencia 123 fue lo único que nos dieron en ese momento. Ya después con el esfuerzo y sacrificio de uno se fue construyendo, se fue arreglando la casita para hacerla vivible, como está actualmente. Surgir con sacrificio de uno, porque qué más se puede hacer, no podemos esperar que las arreglen, ni siquiera nos entregaron la otra habitación que nos correspondía. Cuando vivía en el barrio 20 de julio me enamoré y volví a casarme; tuve una hija, Marcela es su nombre, las dos vivimos aquí en la casa. En este momento Marcela tiene tres años y está estudiando en un jardín, es una niña bastante despierta y se da a querer fácilmente. A pesar de que he logrado organizar mi vida, de todas maneras uno recuerda todavía con mucha nostalgia a Armero; es difícil olvidar lo que ocurrió pero poco a poco uno lo va superando, digamos por razón natural le toca olvidarse, porque son cosas que no tienen remedio, le toca a uno continuar, porque la vida continúa. Mi vida actual es muy diferente a como era en Armero porque ahorita me toca a mí todo: trabajar para sostener la niña, la casa y todo, porque ya no vivo con el papá de Marcela, por problemas que se presentaron. Todo es diferente, porque allá no me tocaba hacer nada, ni pensar que tenía que pagar servicios de mi bolsillo, ni nada, sólo estaba pendiente de los oficios domésticos. Tengo una nueva vida, además porque allá en Armero uno murió y volvió y nació. Alguien me preguntó que cómo es la muerte, le dije la muerte es bella, porque uno se muere y no vuelve a sentir nada, la muerte puede ser un descanso; él me dijo: pero usted qué va a saber, eso es de ultratumba, y yo le dije pero es que uno en ese

124 Armero momento murió. Privarse uno y no sentir nada, eso es morir y después volver a nacer, continuar como nació uno, pelado. Volver a empezar es más difícil porque ya no se tiene quince años, ya su vida estaba organizada, ya tenía sus hijos, ya tenía un hogar y para volver a empezar, es muy difícil. Yo pude salir adelante gracias a que, inclusive, desde la clínica tuve mucho apoyo moral, me daban muchos consejos. Después, cuando entré a trabajar en la Universidad del Tolima me mandaron para la Granja de Las Brisas en Ibagué y me tocó con unos estudiantes con quienes pasé muy rico, ellos me charlaban mucho. Claro que no es que fuera a olvidar las cosas porque eso nunca se olvida… De pronto sí un poquitico, así sea un ratico uno como que olvidaba un poquito la pena. Ellos fueron muy buenos conmigo, fueron cinco años que pasé prácticamente con los de veterinaria y agronomía, en compañía de ellos, porque yo trabajaba con ellos. Fueron grupos muy buenos en esa época, ahorita los estudiantes son tan diferentes y no les echo la culpa, son muchachos de quince o dieciséis años los que entran a la universidad, mientras en aquella época ellos eran ya hombres hechos y derechos, con responsabilidades. Ellos le daban a uno más aliciente para continuar la vida, aunque fue una ardua tarea, pero toca tratar de continuar hasta cuando Dios lo disponga. Aunque actualmente esté organizada, nunca puedo olvidar Armero, sobre todo a mis hijas, porque ellas ya estaban grandes; uno tenía una esperanza puesta en ellas y de un momento a otro saber que ya no se tiene ni esposo ni hijas, eso es muy duro. Aunque hoy día me siento feliz

Diez años de ausencia 125 porque tengo una hija, de pronto el esposo no, porque con él no funcionaron las cosas por circunstancias de la vida, él se fue sin darle motivo. Pero sigo compartiendo todavía con mis amistades que tenía en el barrio 20 de julio de Armero, todas siguen siendo lo mismo, somos como hermanas. Por ejemplo con Carmenza, mi relación es como si fuera hermana y alrededor de mi casa tengo unos buenos vecinos. A pesar de tantas cosas que me han ocurrido, puedo decir que me encuentro realizada otra vez. Ahora nuevamente, al menos tengo por quién luchar, un aliciente en mi vida, eso es mi hija y que gracias a Dios yo estaba joven y podía tener otra hija, en cambio hay gente que por las circunstancias de la vida y la edad no han podido reorganizar su vida, porque esa parte influye mucho. Yo quedé de treinta y pico de años. Pero hay gente que ya quedó de cuarenta, cincuenta y hasta de más edad. Es gente que ya no los ocupan en ninguna parte, empezando por eso, ya no hay esa vitalidad para continuar el trabajo, para decir voy a hacer esto, porque ya se acabó. Entonces, de pronto hay gente en pésimas condiciones todavía y no hay quién los ayude. La mayoría de lo que llaman “la juventud” sí han salido adelante, algunos ya terminaron universidad. Hay unas chinas que estudiaron desde muy pequeñas y ahora están en la universidad. Entonces la juventud no tuvo mayor problema para la adaptación, porque es más fácil adaptarse un niño que uno después de cierta edad, porque por ejemplo, una persona que había vivido toda la vida en la finca, para meterse en cuatro paredes es muy triste, no encuentran algo bueno, no encuentran vida, se desesperan.

126 Armero Para mí la adaptación no fue tan difícil, estuve de buenas; en el trabajo la voy bien con todos, nunca tengo problemas, no peleo, de pronto los regaños pero como amistad; cualquier apoyo que haya necesitado, nunca me lo han negado en ninguna parte. Con mis compañeros la voy bien, tengo buenas relaciones con ellos y con mis vecinos. Por ese lado no hay problemas, aunque no todos mis compañeros de trabajo saben que yo soy de Armero, sólo algunos, tiene que ser como muy amigo para uno contarle lo que le pasó, porque apenas les cuenta dicen ¡ay yo no sabía! Prefiero no tocar ese tema porque no es una cosa agradable, aunque a su pueblo y a su gente uno lo lleva en la mente. Porque eso sí, siempre miro las calles imaginariamente y la gente también la veo imaginariamente, pero trato de superar eso porque Armero ya no la tenemos ni la volveremos a tener. La vida aquí en la Ciudadela Simón Bolívar es como un mini-Armero, por su gente uno se siente como si estuviera allá, pero de todas maneras Armero no lo cambiamos por nada; por su ambiente, sus costumbres, todo. Allí todo el mundo se conocía, aunque actualmente tengo muchas amistades, donde quiera que voy tengo muchas amistades, cuento con ese privilegio… Porque usted sabe que en la vida hay gente que lo rechaza a uno, pero afortunadamente no soy de esas personas. Eso son dones que mi Dios le da a uno. Vea por ejemplo, mi hija con casi cuatro años apenas y es otra que tiene esa cualidad, a ella en la universidad todo el mundo la conoce, desde el Rector para abajo, cuando no la llevo me la preguntan ¿Y Marcela no vino hoy? porque la mayoría de gente le sabe el nombre y lo mismo los muchachos;

Diez años de ausencia 127 también ella habla mucho con los muchachos, cuando usted la oye es riéndose y preguntándoles. Ella goza de ese privilegio. En cambio tengo una vecina que, pobrecita, nunca aprendió a vivir después de la tragedia, a pesar de que yo le digo: nosotros pasamos una experiencia muy dura y muy pocos han sufrido tanto, es difícil adaptarse a las cosas, volver a empezar, de pronto uno no coordina bien por el dolor tan grande, pero uno es capaz de amoldarse a las nuevas circunstancias de la vida y continuar, pero el dolor perdura.

128 Armero

130 Armero La tragedia me transformó

Carmenza: una líder Mi nombre es María del Carmen Conde, pero todos mis amigos me conocen como Carmenza. Nací en el municipio de El Líbano el 2 de octubre de 1.943 y a la edad de 7 años mis padres me llevaron para Armero; desde entonces viví allí y me considero tan armerita como cualquiera que haya nacido allí. Estudié sólo hasta quinto de primaria. Formé mi hogar y a la edad de 23 años tuve la primera hija de cinco que tuve: dos mujeres y tres hombres. Las dos hijas, que son las mayores, estudiaban en el colegio Americano de Armero y en 1.985 estaban cursando el grado once; el hijo siguiente estudiaba en el colegio San Pío y el otro en el Divino Niño; el menor tenía dos años.

Sólo un “ama de casa” Mi vida en Armero transcurría tranquila y felizmente. Yo trabajaba en el hogar infantil “La Casita”, uno de los más grandes albergues infantiles de Armero. Pero en general era “ama de casa”; toda mi actividad era ir de la casa al trabajo y del trabajo a mi casa. Como mis hijas, y muchos más estudiantes, no pudieron recibir el título de bachiller en 1985, entonces el 26 de marzo de 1986 en el Palacio de Nariño, el Presidente Belisario Betancurt las graduó entre un grupo de 80 bachilleres de Armero. En Armero no tenía un papel de líder como el que hoy desempeño en la Ciudadela Simón Bolívar; ni

Diez años de ausencia 131 siquiera se me había pasado por la mente, seguro porque tampoco había visto la necesidad. Nunca me interesé por saber de Juntas de Acción Comunal, a pesar de que recién llegamos a vivir en el barrio 20 de Julio de Armero, a mi mamá la nombraron Presidenta de la Junta de Acción Comunal. Ella vivió conmigo todo el tiempo, pero jamás me preocupé por preguntarle acerca de su trabajo como líder. En ese momento le resté importancia y nunca la acompañé a reuniones. Cuando se hacían basares para recolectar fondos para el barrio, les colaboraba más que todo porque era divertido, pasaba un rato muy alegre con los amigos, bailando, viendo cómo intentaban ascender por la famosa vara de premios que se encontraba engrasada y en la parte superior tenía una cantidad de premios. Colaboraba y también me divertía.

Un líderazgo en potencia De las cosas que me motivaron a ser líder de una comunidad, sin saber absolutamente nada de esto, fue las humillaciones que recibí de una funcionaria de Resurgir; resulta que después de la tragedia algunas personas nos negamos a irnos a carpas o a albergues porque teníamos manera de pagar un arriendo y eran a quienes nos llamaban “damnificados flotantes”. Con mis hijos estuve en Armero desde el 13 hasta el 15 de noviembre, día en que me llevaron para Bogotá, llegué a la una de la mañana y de inmediato viaje para Ibagué, porque allí trabajaba mi esposo y vivía mi hermana. Llegué a Ibagué el sábado 16 de noviembre a las nueve de la mañana y de inmediato buscamos donde vivir. Tomamos una casa en arriendo en el barrio

132 Armero Restrepo. Allí vivimos ocho meses y nos tocaba asistir a las reuniones de damnificados que se celebraban en el barrio Calarcá. Un día, estábamos reunidos más de cien personas porque nos habían citado para entregarnos unos mercados y la funcionaria de Resurgir nos miró con gran desprecio como si nosotros no fuéramos personas y, para completar, nos dijo: ¡Qué bueno! A ustedes cuando se les dice que se les va a dar comida si llegan todos, pero si se tratara de otra reunión no vendrían ustedes se venden por un mercado Ese fue uno de los momentos más dolorosos para mí. Sentía algo dentro de mí que me decía hable. Yo jamás había hablado en público porque la verdad es que era muy tímida. Pero esas palabras expresadas por esa señora me motivaron. Yo no sé de dónde saqué fuerzas y fui hacia adelante y le dije: vea misiá Diana, porque para mí usted no es más que eso, nosotros lo único que tenemos y nos sobra es dignidad, esa que a usted le hace falta. Con estos mercados y sin ellos hemos sobrevivido un año. Le regalo mi mercado porque creo que le va a hacer más falta a usted, y si usted se está ganando un sueldo de trescientos mil pesos, es a costa de nuestra tragedia, porque allá en Armero quedaron nuestros hijos, nuestros padres, nuestros familiares y usted, misiá Diana, era una de las tantas desempleadas que había en el montón de Bogotá. Una vez que terminó la reunión, sentí el deseo de dirigirme a las emisoras y empecé a decirle a los funcionarios de Resurgir que nosotros exigíamos respeto. Inicialmente los armeritas estábamos regados por todo el país, unos en carpas, otros en albergues y

Diez años de ausencia 133 otros en casas pagando arriendo. Un grupo de personas se reunieron para sacar adelante un plan de viviendas, porque era necesario estar organizados y así se creó una Asociación de Armeritas llamada Los Fundadores; recibió este nombre porque ellos fueron los fundadores de esta Ciudadela. Y, además, como un homenaje al parque Los Fundadores de Armero. El primer Presidente de la asociación fue Pedro Palma, un profesor que vivió en Armero y que quiso mucho a la gente armerita. Ellos trabajaron duro hasta que, con el INURBE consiguieron el objetivo de las 564 viviendas en la Ciudadela Simón Bolívar. A la junta directiva de Los Fundadores sólo puede pertenecer una persona por familia, además que debe ser titular del carné dado por Resurgir. Después nos fuimos a vivir al barrio San Pablo, allí duramos algo más de dos años durante los cuales tuve la oportunidad, por medio de una vecina, de conocer qué eran los Clubes de Mejoramiento del Hogar y cuando llegué a la ciudadela Simón Bolívar a mediados de 1.989, pude colaborar con la organización del Club. Sentí realmente mucha alegría, no tanto por mí, sino por las personas que no tenían manera de pagar un arriendo, porque yo, gracias a Dios, no había vivido en carpas ni en albergues. Las personas que vivían tan mal en esas carpas, que habían sido tan maltratados, por fin iban a tener su casita. Esa era mi mayor alegría, sentía que ya íbamos a volver a ser tratados como humanos; porque en esos albergues había salones con 20 o 40 personas, nadie podía tener privacidad. Estando ya cada uno en su casa se sentirían nuevamente en ambiente familiar.

134 Armero La Ciudadela Simón Bolívar necesitaba líderes Cuando llegué a la ciudadela sentí que volví a vivir, sentí ilusiones dentro de mí, sentía una clara esperanza, sentí que tenía que hacer algo por la gente. Fue un día extraordinario para todos los armeritas cuando nos entregaron las 564 viviendas y conseguimos que la “casa modelo” se adjudicara para “sede comunitaria” y se le dio el nombre de “Los Fundadores”. Todos nos reunimos, hubo besos y abrazos. La gente que había sobrevivido a la tragedia no podía creer, porque fueron meses durante los cuales no veíamos que se hiciera algo que nos ayudara a superar el dolor. Nos entregaron las casas pero teníamos que empezar a hacer algo, porque ocurrió que la gente llegó a las casas, se metió en ellas y volvió a estar como si la vida no les interesara, como idos, encerrados, no querían saber de nada. Este fue un problema que se presentó, la gente tenía casa pero no tenía empleo; para sobrevivir sólo contaban con el auxilio que les daba Resurgir. Pocos meses después tuvieron que vender su casa y esto hacía que se sintieran muy tristes. Las situaciones que hemos vivido aquí, en la segunda etapa de la Ciudadela, han sido muy difíciles. De ver tanta tristeza y tanta pobreza, un día me desplacé a la Pastoral Social y hablé con el Director de los Clubes de Mejoramiento, el padre Antonio María Cifuentes, le propuse llevar los Clubes de Mejoramiento a la segunda etapa de la Simón Bolívar porque allí había harta gente que se podía ocupar en trabajos manuales diferentes. En él encontré bastante apoyo, me dijo: !claro que sí Carmenza!, reúname la gente y yo le mando las

Diez años de ausencia 135 promotoras y, a pesar de que era la primera convocatoria que yo hacía, fue muy satisfactorio haber reunido 30 señoras, todas interesadísimas en trabajar. Para desarrollar las actividades del Club teníamos un espacio reducido en la sede comunitaria; no teníamos mesas ni máquinas de coser y la mayoría de gente quería capacitarse en modistería y diseño de ropa intima, bordados, tejidos en dos agujas, cuellos al sesgo y otra cantidad de cosas; entonces nos tocaba hacer dos jornadas: de dos a cuatro de la tarde entraba una jornada y de cuatro a seis entraba otra. La gente estaba muy satisfecha porque sólo tenía que pagar quinientos pesos mensuales. Yo creo que a la gente hay que cobrarle algo, así toman las cosas en serio. Para motivar a la gente, en el mes de mayo celebramos la fiesta de la madre, arreglamos los salones, cantamos el himno a las madres e intercambiamos regalos. El día del amor y la amistad, hacíamos lo mismo; hacíamos ponqué, arroz con pollo, cosas que nosotros podíamos hacer; me conseguí unos viejitos que tocaban tiple y cantaban, pasábamos unas tardes extraordinarias. Toda la gente llegaba a los Fundadores, no tenía que ser socia del Club; podía venir a pasar un rato agradable con nosotros; lo importante era distraerlos, meterlos en el cuento y fue así como el Club fue creciendo y de 30 señoras pasaron a 50. La respuesta fue muy buena y yo me sentía feliz de ver que la gente ya estaba realizando juegos de ropa íntima y los vendía. Una experiencia que me ha quedado de los Clubes de Mejoramiento del Hogar, fue un día en que estaban dictando diseño de ropa intima y llegó

136 Armero la señora Bárbara, de aproximadamente unos 55 años, se paró en la puerta y preguntó ¿que están dictando?, le respondimos y manifestó interés por participar pero dijo que en el momento no tenía plata para pagar la mensualidad y comprar los materiales, le ofrecimos colaboración y le dije: le regalamos la cartulina y lo que necesite y después cuando usted tenga su almacén me paga. Esta señora entró con mucha dificultad, no se le cobró la pensión y empezó a trabajar, era muy atenta, se le veían las ganas de aprender, de trabajar y llegó a ser una de las que mejor diseñaba y con miles de sacrificios fue prestando plata y empezó a hacer ropa íntima. Afortunadamente ya tenía una máquina, pero le tocaba pagar para que le filetearan o le hicieran en zigzag, porque su máquina carecía de esto. Su esposo trabajaba en una bomba de gasolina, se retiró y empezó a irse a los pueblos a vender la ropa que ella hacía y fue tanto lo que vendió que hoy en día ya tiene quién le cosa; ya tiene dos máquinas muy buenas y una fileteadora, de esta manera mejoró su situación. Estas son cosas muy bonitas, desde que uno quiera hacer algo por la gente lo puede hacer, lo que falta es espíritu de colaboración, muchas profesionales y gente que tiene plata pueden hacer mucho por los pobres, pero a veces les da miedo llegar a ellos porque han pintado a la gente de los barrios populares como atracadores o marihuaneros. Uno tiene que pasar por todas estas cosas, sortearlas y saber cómo trabajar con la comunidad. Yo siempre he dicho que si una persona es mala, es porque algo le ha hecho la sociedad.

Diez años de ausencia 137 Para mí es una gran satisfacción haber llegado a ser líder sin saber nada, yo lamentaba no haberle puesto atención a mi mamá. Cuando por primera vez necesitamos elegir la Junta de Acción Comunal me eligieron Presidente, pero yo dije que no aceptaba porque no sabía de eso; entonces quedé de tesorera mientras fui conociendo qué era eso de los estatutos; no quise precipitarme. Jamás en mi vida había sabido de esto, fui aprendiendo de los otros compañeros de la Junta, incluso de la misma comunidad. Me quedé como Tesorera dos años. Ahí fui conociendo a personas de diferentes juntas con más experiencia, hablaba con ellos y les preguntaba porque uno aprende mucho de otras personas. La comunidad me pedía que fuera Presidente y yo les decía que todavía no, porque no quería que existieran roces ni que alguien se fuera a resentir, había personas interesadas en ser Presidentes de la Junta y yo preferí que ellos ocuparan ese cargo antes que yo. Solamente en 1.993 acepté ser Presidente, cuando ya me sentí realmente preparada. Empecé a trabajar en la Junta con todo mi corazón, porque cuando yo hago algo lo hago con mucho amor; todo lo que esté a mi alcance lo entrego a la comunidad y cuando me comprometo con una persona soy muy fiel, siempre he creído que se debe ser honesto. Esta es la razón por la cual tengo buena imagen en la Ciudadela. Posiblemente por eso hay gente que me estima y cuando me enfermo están pendientes de mí. Es muy bonito que la comunidad le colabore a uno en momentos difíciles. El 30 de marzo de 1995, cuando quedé entre las “cuarenta mujeres más destacadas de Ibagué”, fue muy

138 Armero satisfactorio; siempre he dicho que ese triunfo no fue mío sino de todos los armeritas, así estén en Bogotá o donde sea, porque este trabajo lo he hecho para quitarnos eso que nos habían puesto encima algunos periodistas, “Que los sobrevivientes de Armero no servían para nada y que eran lo peor”, entonces he querido mostrar que no es así. La gente de Armero es trabajadora, es buena y hay gente muy preparada, profesionales muy competentes para cualquier cosa, eso está demostrado. Para mí fue una sorpresa conocer la noticia. Me enteré, porque una amiga me envió el periódico “Tolima Siete Días” porque yo siempre me mantengo muy ocupada en la comunidad. Al día siguiente le presté atención a la radio y todos los amigos periodistas resaltaban la noticia. Fue una alegría muy grande para mí y toda mi familia salir destacada por mi labor cívica.

Ser líder: un honor que cuesta Aunque el trabajo que realizo es muy reconfortante, a nivel familiar se me han presentado inconvenientes, porque por dedicarme a solucionar los problemas de otras personas he descuidado un poco a mis hijos y mi esposo. Por esto se me han presentado problemas difíciles, pero nos reunimos y yo les explico. Mis hijos son los que más me reclaman porque no tengo tranquilidad para almorzar, ni para dormir porque en cualquier momento la gente llega y me busca; además, porque algunas veces no los acompaño a los partidos de fútbol. Sin embargo yo les digo que ellos tienen que aprender de mí, que de lo poco que uno tiene debe darle a la gente.

Diez años de ausencia 139 Mi hijo de 11 años, que es el más pequeño, me dice que no vaya más a las reuniones, pero yo le hablo bastante y le explico lo importante que es trabajar con la comunidad. Quiero que el día que yo no pueda seguir haciendo el trabajo que hago, sean mis hijos quienes lo continúen, quienes tomen esta bandera y no dejen olvidar a Armero. Yo los voy llevando con cuidado, hasta el punto que ya me acompañan a las reuniones. En este momento ellos están igual a como estaba yo con mi mamá, a veces se muestran interesados, pero entonces al ver los problemas de la comunidad se conmueven. Por ejemplo, unas personas vinieron y me dijeron que una señora que tenía cáncer estaba durmiendo en unas tablas porque no tenía cama. Conseguimos una cama con personas de la comunidad y mis hijos dieron un colchón, buscamos sábanas y logramos que la señora pasara sus últimos días en una buena cama. Siempre que se presenta un caso de estos, procuro llevar a mis hijos para que asimilen esos valores, quiero que sean muy humanos, que aprenden a querer a la gente, a respetarla y que el día de mañana si ellos llegan a un nivel más alto, jamás se vayan a olvidar de que la gente los necesita, pero que nunca lo vayan a hacer por aparentar, ni por salir en las páginas de los diarios sino porque lo sienten de corazón, y si no lo sienten entonces que no lo hagan.

La pérdida de valores A raíz de la tragedia la gente de Armero perdió muchos valores. Por ejemplo la mayoría era muy católica, los domingos, desde las cinco de la mañana la iglesia estaba

140 Armero llena, lo mismo que en la misa de doce y la de seis de la tarde, en cambio, después de la tragedia la gente se aisló de Dios. Hay personas que todavía están muy resentidas, uno las invita a participar y no lo hacen. Por ejemplo, en agosto celebramos la fiesta de San Lorenzo, patrono de Armero, para que participen en la cena de pan y vino y hay unos que me dicen que les da mucha pena no colaborarme comprando el bono, pero no quieren saber nada de Dios, porque les quitó sus hijos. Hablan de Dios con mucha agresividad y se les percibe ese dolor que tienen. Yo les digo que Dios es amor y que siendo así ¿Cómo les iba quitar a sus hijos? El no quiere que nadie sufra. En esto yo trato de ser prudente y no entrar en polémicas porque veo que todavía sienten mucho dolor. Se perdió el valor espiritual que es lo más importante; hay gente que ya no cree en Dios, después de haberlos visto tan consagrados. Hay gente que no quiere saber absolutamente nada de ninguna religión. Se ha perdido la formación espiritual que uno debe mantener, porque eso es lo que le ayuda a uno a salir adelante. Otra cosa es que poco creen en la gente y por eso ha sido difícil la tarea de liderazgo en esta comunidad. Me ha costado harto trabajo hacer que me creyeran, pero yo fui paciente, iba haciendo las cosas con mucha prudencia. Cuando yo les decía vamos hacer tal cosa ellos me respondían que eso era pura paja, cuando les dije que organizáramos unos equipos de fútbol nadie creyó y no me colaboraban. Pienso que hasta razón tienen porque a los armeritas nos prometieron tantas ayudas y sobre todo a los de la Ciudadela Simón Bolívar; nos dijeron que nos colocarían

Diez años de ausencia 141 un puesto de salud, un terminal de buses, un centro comercial, un colegio oficial y este es el momento que nada de eso se ha hecho. Y como no han cumplido, entonces la gente se desilusiona, se vuelve incrédula; además a mí qué me iban a creer si yo no tenía nada para mostrar, solamente mi sinceridad con la gente, era la única arma con las que yo contaba, tampoco podía decirles: recuerden que yo en Armero hice tal o cual cosa, porque allá nunca hice nada.

La lucha es dura, pero avanzamos Hemos superado muchas dificultades y un poco la gente va creyendo en las personas. Por ejemplo cuando yo les dije que íbamos a construir un salón comunal con ayuda del Fondo Resurgir-FES que ejecuta la Corporación Universitaria de Ibagué, hoy Universidad de Ibagué, no me creían. Después, cuando vieron que se inició la obra en la Asociación empezaron a creer y cuando fue la inauguración la gente se puso contentísima porque quedó muy buena. Lo poco que yo he hecho en la comunidad ha sido con la ayuda de otras personas o entidades. Yo presento la iniciativa de un proyecto y pido ayuda a personas de más experiencia y a los profesionales. Ese es el procedimiento que he utilizado. En cuanto a deporte, en la actualidad tenemos dos equipo de fútbol: infantil y prejuvenil; los tenemos en la liga de fútbol. Éste es un trabajo que hemos hecho para que los niños de Armero hagan deporte, y no estén desocupados para arriba y para abajo. Con estos muchachos tuve una experiencia en el segundo año del equipo. Estábamos en un campeonato,

142 Armero era la primera vez que participábamos y yo me iba con ellos para acompañarlos en los partidos, como apenas se estaban fogueando no se les exigía mucho y los goleaban 3 a 0, 15 a 0. Cada ocho días los goleaban y yo trayéndome esa costalada de goles a las espaldas, entonces un día les dije: no mijos yo ya estoy muy vieja, ya no puedo con esa costalada de goles, estoy realmente brava con ustedes porque es mucho lo que yo los animo, les lavo el uniforme y sus padres de familia pagan la cuota para el entrenador, así que a ganar. Después de un partido vinieron los 40 niños, se sentaron y tomaron agua porque venían cansaditos del partido y les pedí que se pararan los de Armero y les conté la historia de la gente de Armero. Me traje una revista y les mostré quiénes eran los futbolistas de Armero, quien fue el equipo “Racing” que llegó a ser campeón, les conté sobre los deportistas que tuvimos: campeón de tiro y campeón de gimnasia y les hacía ver que si eran de Armero tenían que ser los mejores futbolistas, que cuando se coloquen esa camiseta sientan que es de Armero, quiéranla, métanla toda por la gente de Armero y demuéstrenle al Tolima y a Colombia que ustedes son los mejores. De ahí para acá las pérdidas fueron menores y logramos quedar en un séptimo lugar, entre veinte equipos participantes, es un buen lugar. Este año en el mes de enero o principios de febrero hicimos un intercambio con los clubes, allí participó el club Renovación Armerita, pero nos vimos obligados a retirar el equipo por problemas con el árbitro. Yo pienso que tener árbitros tramposos que estén regalando

Diez años de ausencia 143 penaltis sólo logra formar jugadores malos. A raíz de esto retiramos el equipo porque todo lo que le hemos enseñado a los niños no es para que un tipo que tenga malas mañas les venga a meter otras cosas en la cabeza, por decir algo: que jueguen sucio, que sean pícaros; uno tiene que ser muy honesto. A los muchachos se les ha inculcado que dentro de la cancha de fútbol deben ser “muy caballeros” porque eso es disciplina y respeto a la camiseta de Armero. El árbitro se dio cuenta y me preguntó por qué retirar equipo, le contesté que por las picardías de él, que por eso es que los jugadores van a otras partes y quedan mal. A la gente hay que enseñarla a jugar fútbol honestamente, por eso nos fuimos del campeonato y el señor se enojó. Después de haber pasado tres fechas y no haber jugado los partidos nos volvió a llamar, dijo que se había dado cuenta del error. Nos reintegramos y quedamos en un digno tercer lugar, el cual no es malo después de haber perdido tres partidos. Algo que me llenó de satisfacción como mamá, fue que a mi hijo le dieron un trofeo por ser “todo un señor” dentro de la cancha, claro que el árbitro no sabía que era mi hijo. Porque eso es lo que les he inculcado en el deporte. A veces cuando paso por las calles y los niños están jugando, les hablo, les oriento, les enseño a no ser agresivos por perder un partido, que si hoy se pierde un partido mañana se ganará, hay que perder con verraquera y altura, no me interesa que no estén en el equipo. He tenido otras anécdotas como la ocurrida con una pandilla de diez muchachos, esto si me produjo un poquito de miedo. El jefe de los muchachos tenía

144 Armero unos 17 años. Se dedicaban única y exclusivamente a molestar a la gente; unos vivían en arriendo aquí en la segunda etapa y otros en el barrio Baltazar, no son Armeritas. Se dedicaban a molestar a las niñas, a robar cadenas, tumbar la gente de las motos para robárselas, no respetaban a nadie, andaban por todo lado con una grabadora a todo volumen, se emborrachaban los fines de semana y rompían botellas, jugaban fútbol en la calle y muchas veces trancaban a los buses; a esos muchachos nadie les podía decir nada porque mantenían drogados y con armas blancas. Uno siente temor y los vecinos piensan que si uno no dice nada ellos no se meterán con uno, pero si les dice algo se vendrán contra uno. Un día me reuní con los cuatro Comuneros que hay en la Ciudadela, con los Presidentes de las Juntas aquí en la Asociación de Armeritas Fundadores y les comenté la preocupante situación que se estaba presentando en el barrio con estos muchachos. Entre todos decidimos hacer una carta para enviársela al coronel, al capitán de la Policía, o a quien correspondiera, aunque inicialmente no me gustó la idea porque yo ya estoy cansada de hacer y firmar cartas que nunca obtienen respuestas. Hicimos las cartas y las mandamos y de nuevo no recibimos respuestas. Ya los muchachos estaban cometiendo atracos a mano armada a las cinco de la mañana; ya nadie podía salir a las ocho o nueve de la noche porque ellos le ponían un cuchillo para que les entregaran lo que tuvieran o le metían un chuzón. Un día dije que no me aguantaba más, fui a la emisora “La Voz del Tolima” a hacer pública la denuncia

Diez años de ausencia 145 de la inseguridad que estaba viviendo la Ciudadela, a denunciar que el Secretario de Gobierno y las personas que les correspondía el sector no estaban haciendo nada. El periodista me preguntó que si luego los Concejales no nos ayudaban para mejorar la seguridad y les dije que los Concejales vienen en época de elecciones a prometer el cielo y la tierra y luego no vuelven, se olvidan de los sectores populares, no sirven para nada. Por la mañana dije esto y a las doce del día llegó el citador del Consejo a mi casa, me dijo que me esperaban a las cinco de la tarde para hablar sobre el problema de la inseguridad. Fui a la Alcaldía y me dieron la oportunidad de hablar ante 16 Concejales; expuse la problemática que estábamos viviendo, que necesitaba solución y le pedí que me orientaran qué tenía que hacer y a dónde tenía que ir. A raíz de esas denuncias que hice se me vinieron cantidad de problemas con la pandilla. El jefe de ellos vino a mi casa y me dijo que cómo era posible que yo dijera que en la Ciudadela había marihuaneros, basuqueros y atracadores; me contó que la Policía los había requisado y se los había llevado para retenerlos, pero como son menores de edad sólo los detienen dos horas. Me dijo que yo era una “sapa” y que estaba buena para “desinflarme”. Le dije que mientras que llegara el momento de “desinflarme” era mucho lo que yo podía hacer por la comunidad, que al sector mío no me lo iba a dañar, él se puso bravo y dijo: ¿Ah, es que este sector es suyo? Le dije que sí. Con esta situación mi esposo se puso muy bravo, me decía lo peligroso que era enfrentarme con una pandilla, tanto para mí como para mis hijos, porque era

146 Armero posible que a mí no me hicieran nada pero a mis hijos sí. De todas maneras yo siempre tuve la seguridad que Dios nos iba a proteger. Mi familia me pidió que pasara la renuncia irrevocable a la Junta, me dolió mucho porque tenían toda la razón. Mi esposo ha sido muy comprensivo, me ha colaborado en todas mis actividades, pero en este momento estaba muy disgustado, sobre todo por los hijos. Me sentí muy mal porque soy consciente que hay que formar líderes y, bravísimo, me dijo que tenía que dejar la Junta, me puso a escoger entre la comunidad o el hogar, yo le dije que sí renunciaba porque no podía echar mi hogar por la borda, mis hijos, mi estabilidad. Al día siguiente me levanté muy triste, el me vio y me dijo: ¿Usted porque está tan aburrida?, Le contesté que tenía dolor de cabeza y el no me creyó, sabía que era porque tenía que retirarme de la Junta; hablamos y nos pusimos de acuerdo en que continuaría en la Junta pero que no me volvería a meter con las pandillas. El me acababa de decir eso y por la noche me rompieron los vidrios de la casa, al día siguiente a mi hijo le robaron la cicla y me mandaron una boleta donde me amenazaban que a la vuelta de cualquier esquina me chuzaban por ser “sapa” y haberles mandado la “Tomba”. Esto fue terrible para mi hogar, sin embargo yo continué la lucha. La pandilla pensó que con esto me iban en encerrar, que no iba a volver a la parte baja de la Ciudadela, donde ellos vivían. Y como soldado avisado no muere en guerra, yo seguí bajando, me llevaba un cuchillito pequeño, pero por asustarlos porque yo no soy capaz de matar ni una cucaracha.

Diez años de ausencia 147 Cuando hablaba con ellos utilizaba sus mismos términos. Me decían que un día me iban a encontrar muerta y yo les dije: mano, de muertos no hablemos porque yo “anduve” sobre muertos; pero no les dije que sobre los muertos del 13 de noviembre en Armero. Cuando le dije eso el muchacho se asustó. Una noche a mi hija se le quedó algo en mi casa y yo fui a su casa a entregárselo, me encontré en una esquina frente a frente con el jefe, casi nos besamos, lo desafié, le dije que nos “desinfláramos” y el muchacho me dijo que no, que me abriera y yo le dije: mano el que se tiene que abrir es usted. En ese momento el muchacho empezó a cambiar, dijo que me respetaba y que conmigo no se iba meter más. Una noche él llegó a mi casa a invitarme a una reunión y yo me preguntaba: ¿Para dónde me llevarán? ¿Qué me irán hacer? De todas formas no les “comí carreta” y fui a la reunión. Era una reunión de seguridad en la Asociación los Fundadores, iban a estar los Presidentes de Juntas, los Comuneros, los 13 del grupo los Gomelos, los comandantes de la zona norte, de los CAI y treinta agentes y el Capitán Ramírez, el muchacho me pidió el favor de que no le dijera al capitán que él me había amenazado, que me robaron la cicla y que me rompieron los vidrios porque ahí si estaría perdido. Cuando el muchacho me estaba hablando yo pensé en mi hijo de 16 años y les dije: si es por el bien suyo y si es porque usted se vuelva una persona útil a la sociedad, yo me callo.

148 Armero El Capitán manejó la situación con mucha inteligencia. El jefe de la pandilla habló y dijo: Soy gomelo, lidero 12 muchachos, soy el que mando y fue muy claro en decir que el día que yo hablé con él le había hecho ver que él era muy joven, que estaba empezando a vivir y que no era feo, que tenía presencia, además que lo que hacía era malo, que regresara al buen camino y fuera útil a la sociedad. Con la ayuda de toda la gente los muchachos se empezaron a reformar, ya no molestaban y se acabó esa incertidumbre. Ahora, dos de los más duros se fueron a pagar servicio militar. Vinieron, se despidieron de mí y yo les deseé mucha suerte, el jefe es uno de ellos. Antes de que él se fuera yo también le pedí disculpas, le dije que yo jamás había pensado en hacerle daño, sino que tenía que mostrarme fuerte en ese momento porque como líder de una comunidad no podía echarme para atrás, tenía que hacerme la guapa, así estuviera que me moría del miedo. Cuando me hice amiga de los gomelos, ellos me contaban que después del problema que habíamos tenido, unos amigos de otras pandillas les habían dicho que había sido mejor meterse con la policía, haberlos cogido a piedra y no haberse metido conmigo, porque a mí la gente me quiere mucho. Ellos sabían que cuando yo andaba por ahí, todos los ojos de las personas estaban puestas sobre mí y pues ellos tampoco se iban a echar la soga al cuello. Luego fui a orar y pedirle a Dios que les ablandara el corazón a esos muchachos, que los transformara y que pudieran encontrar el verdadero camino.

Diez años de ausencia 149 Aquí, en la Ciudadela Simón Bolívar, llevo dos años y medio de Presidenta de la Junta. Cada vez que se hace asamblea yo manifiesto mi deseo por darle la oportunidad a otras personas para ir formando más líderes. Uno tiene que soltar los cargos para que otra gente aprenda pero, apenas digo que voy a dejar la Presidencia la Junta, la gente no me deja. Actualmente estoy hablando con las personas jóvenes, pero es difícil porque los muchachos andan pensando en otras cosas. A ellos no les gusta eso, dicen: no doña Carmenza, en la Junta uno es bueno cuando hace bien las cosas y el día que no, entonces es malo. Pero eso es algo que uno va aprendiendo, se llega a trabajar tanto con la gente que ya no molestan los comentarios que ellos hagan.

Recordando el horror de la tragedia Cuando llegamos a la ciudad de Ibagué nos sentimos muy bien porque la gente es muy buena, muy solidaria, la relación con la gente fue extraordinaria. Que el manejo de los auxilios para los Armeritas no haya sido el más conveniente es otra cosa, porque el señor Pedro Gómez Barrero y el gobierno de esa época impusieron sus puntos de vista ignorando lo que sentían y querían los sobrevivientes. Por otra parte, el momento de la tragedia fue supremamente difícil. Aunque me sentía bien porque había logrado salvar a mis cinco hijos, me dolía mucho ver a mis amigas destrozadas por el dolor de haber perdido su familia. Esta tragedia la sufrí como si fuera en carne propia, como si hubiera perdido uno de mis hijos. Era muy duro ver a la gente corriendo de un lado

150 Armero para otro gritando, llorando, buscando a sus familiares, sus hijos, su esposo, sin encontrarlos. Se arrodillaban, le pedían a Dios, le imploraban que les ayudara o que los matara a ellos también; el barrio 20 de Julio en Armero se caracterizó por ser muy solidario, pero en ese momento no les podíamos ayudar. Yo vi muchos casos difíciles, casos que la prensa nunca captó porque desvió toda la atención hacia el drama de la niña Omayra. Con ella el gobierno distrajo a todo un país y centró la atención de los colombianos y del mundo entero, sin darse cuenta que la tragedia fue mucho más grave de lo que ellos mostraron; los medios de comunicación fueron manipulados por el gobierno. Estoy de acuerdo con que la niña Omayra sufrió mucho, pero hubo padres y madres que sufrieron cosas terribles, cosas que la prensa nunca mostró, no sé por qué. Nunca dijo que después de diez días, de ocurrida la tragedia había gente enterrada viva y que se le salían los gusanos por la boca. Por ejemplo, la angustia de una madre tratando de salvar a su hijo que le pedía que lo llevaran al hospital, que no lo dejaran morir y ella no podía hacer nada, esta es una situación supremamente dolorosa. Una madre no quiere que su hijo se muera y uno de madre quiere dar hasta la vida por ellos; el niño le pedía agua y después de haber llovido toda la noche, desafortunadamente en ese momento no llovió para que, aunque sea en las manos hubiera cogido agua para darle al niño. Murió de física sed.

Diez años de ausencia 151 Otro caso fue el de una señora que estando en embarazo, se reventó y el feto salió vivo, la señora pedía que la llevaran junto con su hijo al hospital pero fue imposible y ambos murieron ahí. En ese momento uno quería ayudar pero no podía. Desafortunadamente a la loma los auxilios solo llegaron hasta el viernes. Fue mucha la gente que murió por falta de ayuda; además que como el tiempo estaba tan malo, los helicópteros no podían hacer vuelos. Algo que me pareció mal por parte de quienes manejaban los helicópteros, fue que se dedicaron a sacar una cantidad de personas muertas que estaban en el lodo. El primer día se dedicaron a eso, en lugar de haberse dedicado a sacar la gente que estaba herida y prestarles ayuda técnica, no como hacían algunas veces que los sacaban y los tiraban a los potreros. También vi socorristas de la Cruz Roja que se dedicaron a quitarles las joyas a las personas, porque en Armero eran amantes de usar bastante oro. No es que diga que todos los socorristas fueron así, pero sí vi eso en varios casos. Otra tragedia que vivieron las madres fue que les robaron los niños. Y esa situación la gente todavía la llora como si fuera 13 de noviembre. Yo tengo una amiga, que no sé de dónde saca tanta lágrima porque cada día llora la pérdida de su hija. Ella salió viva junto con su hija y un señor que la rescató le dijo: páseme a la niña y ahora vengo por usted, el señor jamás volvió y la niña se perdió. La niña tenía tres años y ella permanece con la incertidumbre de no saber donde estará su hija, cómo estará, si la tendrán pidiendo limosna; cuando uno sabe que su hija murió queda más tranquilo. Esta

152 Armero señora tenía 25 años cuando ocurrió la tragedia, ahora uno la ve y parece una anciana, yo no entiendo por qué el sufrimiento no la ha matado. Ella no pueda superar esa pena. Aunque todos sufrimos mucho, yo siempre he dicho que las personas quienes estuvieron en el lodo realmente murieron y volvieron a nacer, porque esa sensación de sentirse sumergida en el lodo y no saber si los iban a sacar o no era tremenda. El 13 de noviembre marcó la fecha en la cual fueron varias las tragedias que se presentaron: haberlo perdido todo de la noche a la mañana y tener que soportar tantas humillaciones.

La tragedia se hubiera podido evitar Yo pienso que las personas de Armero no pasamos a la historia, somos historia; somos una gente “verraca”, trabajadora y buena, que salimos adelante con nuestro propio trabajo, con nuestro propio esfuerzo y capacidad. Hoy en día la Ciudadela Simón Bolívar ha surgido bastante, porque no es como decía la prensa: que a los armeritas nos dieron todo y que sólo nos gustaba que nos regalaran las cosas. Eso no es así, a nosotros no nos dieron todo, al contrario, mucho nos quitaron; hasta la vida de los seres más queridos. Uno de los errores más grandes que se cometieron fue no haberle dicho a la gente la verdad por dura que fuera, por cruel que fuera. A nosotros nos presentaban unas películas donde nos mostraban el nevado del Ruiz y nos decían cómo podía ser un deshielo, pero jamás nos dijeron la capacidad destructiva que podía tener. Nos decían que si ocurría un deshielo eso se podía venir por

Diez años de ausencia 153 el Lagunilla y dado el caso de que fuera fuerte alcanzaría a coger algunas calles. O sea, lo que yo pude captar, nos decían que era un espectáculo digno de ver. Otra cosa es que yo fui a ver esas películas porque donde yo trabajaba las presentaron y era obligación verlas, de lo contrario yo no las hubiera visto porque a pesar de que la daban por sectores la gente casi no asistía. En realidad nunca nos dijeron: ustedes se van a morir si se quedan en Armero. Si nos hubieran dicho eso, seguro que no hubiera habido tantos muertos porque a uno le dejan la inquietud y ya verá que hace; es cierto que uno queda alarmado, pero es mejor estar así y no estar tan tranquilo. Porque si uno ve que un problema no es tan grave no le presta atención, pero cuando se da cuenta ya se le salió de las manos, es mejor estar con malicia. Un día que en Armero cayó ceniza, los agentes del Cuerpo de Bomberos pasaron por los barrios diciendo: aprendamos a convivir con el fenómeno del Volcán Nevado del Ruiz y del Volcán Arenas, estos son cambios de la naturaleza con los cuales debemos convivir. Nos decían: cierre las ventanas y prendan los ventiladores. ¿Cómo es posible que unas personas que no tienen el más mínimo conocimiento sobre estos fenómenos, estén autorizadas para decirle eso a toda una ciudad? Lo mismo decían las emisoras, de ahí que todo Armero se tranquilizó. Y, a las seis de la tarde del 13 de noviembre, cuando el Dr. Roberto Ramírez, Presidente de la Cruz Roja de Armero llamó a Manizales, le dijeron que todo estaba normal. Pero la verdad es que la avalancha venía bajando desde las cuatro de la tarde. Lo que ocurrió fue que se

154 Armero represó varias veces. Y las telefonistas de San Pedro, llamaron a don Campo León Castro para que le dijera a la gente que saliera, pero desafortunadamente él no estaba autorizado; llamó al Alcalde y este al Gobernador y todo terminó en que no pasaba absolutamente nada, que todo estaba normal. Recuerdo que en septiembre de 1.985, en Armero, hubo una reunión, allí estuvieron el Alcalde de Armero, el Gobernador y Guillermo Alfonso Jaramillo. Le preguntaron al Gobernador si había peligro y él respondía que no pasaría nada, entonces fue cuando Guillermo Alfonso le quitó el micrófono al Gobernador y le dijo: si usted cree que aquí no va a pasar nada yo lo invito, señor Gobernador, a que se venga a vivir aquí con toda su familia y se estaba formando una disputa fea, entonces el Alcalde dio por terminada la reunión.

El manejo de los auxilios Durante los primeros años después de la tragedia estuvimos como en letargo, como saliendo de una pesadilla, pero ahora ya estamos despertando, nos hemos dado cuenta de todos los atropellos que cometieron con nosotros. Otra cosa que se dijo y no se hizo fue que la gente no tenía que pagar los viviendas, porque para eso había dinero de las ayudas recibidas, pero resulta que a nosotros si nos tocó pagarlas. Todos los adjudicatarios de viviendas de la segunda etapa de la Ciudadela, debíamos cancelar un pagaré de seiscientos mil pesos. Por esta razón un grupo de personas nos organizamos y fuimos a Bogotá; hablamos con el Gerente del INURBE, le explicamos la situación que

Diez años de ausencia 155 estábamos viendo con las cuotas y le dijimos que si había condonado todos los planes de Lérida, Armero-Guayabal, San Mateo y La Aurora en Bogotá y tantos otros aquí en Ibagué, ¿por qué no podían hacer lo mismo con la Ciudadela? Porque nosotros no teníamos ni condonación y subsidios para poder arreglar la vivienda. Como de todas maneras debíamos pagar la vivienda, le solicitamos que nos rebajara el pagaré a ciento veinte mil pesos; inicialmente nos dijo que no se podía pero finalmente accedió a dejárnoslo por un valor de trescientos mil pesos; después lo rebajó a doscientos setenta mil pesos y en agosto llegaron unas cartas diciéndonos que las casas valieron ciento veinte mil pesos. Cuando yo vi estas cartas comprobé que sí era posible hacer la rebaja pero con la amenaza de que nos mandaban a una entidad financiera, la gente vendió lo que había conseguido: televisores, equipo de sonido, lo que tuviera para poder pagar y salvar la casa. Yo no me explico ¿Cómo es que si no podían rebajarnos el valor del pagaré inicialmente, ahora si lo pudieron hacer? La lógica es que si uno tiene una deuda, esa deuda va aumentando su valor y no le van a estar rebajando cada año como está ocurriendo en la Ciudadela; yo pienso que las personas de Armero no teníamos por qué pagar la vivienda. Ahora, en cuanto al manejo de los dineros y otras donaciones que hizo el Fondo de Reconstrucción Resurgir fue pésimo, porque allí era donde llegaban canalizados todos los auxilios, tanto nacionales como internacionales. Por ejemplo, de la Argentina mandaron toneladas de enlatados, carnes en muy buen estado; de los Estados Unidos mandaron cantidad de leche y comida en buen

156 Armero estado; pero llegaban a Barranquilla y se quedaron botados porque el Fondo jamás fue a reclamar eso, ni hizo llegar a los damnificados la ropa que llegaba de buena calidad, hasta dicen que se la repartían entre personas que no tenían nada qué ver con la tragedia. A Ibagué llegaban los auxilios y a mí me consta que quienes iban de primero a escoger eran los empleados de la Alcaldía y de la Gobernación. Esa gente era la que sacaba los mejores zapatos y la mejor ropa y a la gente de Armero se le dio ropa en mal estado, la que no se podía usar; zapatos con defectos, cambiados o del mismo pie. Otra cosa mala que hizo el Fondo fue que se dedicó a construir viviendas porque eso era lo que sabía hacer el señor Gómez Barrero, pero no se preocupó por buscarle trabajo a la gente. Por qué el Fondo tenía que traer gente de Bogotá y de todas partes para emplearlos en sus oficinas, si entre los mismos armerítas había gente profesional: contadores, abogados, médicos, etc. De otra parte, mandaban inicialmente a todo el mundo para la ciudad de Lérida. Yo estuve allá y vi cómo vivía la gente metida en una carpa a una temperatura de 32° a 35°, con los niños ahí; sin agua suficiente para bañarse, nos tocaba hacer pozos para extraerla. Los servicios sanitarios eran insuficientes, no había lavadero. Los niños se enfermaban de diarrea, se deshidrataban y sin embargo, a todo el mundo le decían que se fuera para la Ciudad Regional de Lérida. Me di cuenta, por ejemplo, que le pagaban trescientos mil pesos a una Dra. de Bogotá, dizque para que le enseñara a la gente hacer unos hoyos para colocar

Diez años de ausencia 157 las carpas, cuando todo el mundo sabe hacer hoyos desde antes. Eso es creer a la gente estúpida. De todas formas lo que se pudo observar fue que el Gobierno no estaba preparado para manejar la tragedia del 85, de pronto porque tampoco había habido otra tragedia de esa magnitud. Pienso que mucha gente aún no ha entendido qué fue lo que pasó, no saben exactamente cuánto hemos sufrido los armeritas, no han captado la profundidad de esta tragedia. Claro que ahora, con los recursos que quedaron del Fondo de Reconstrucción Resurgir, se creó el Fondo Resurgir-FES ejecutado por Coruniversitaria, ese es un Fondo extraordinario, dedicado a la educación y manejado por gente muy capaz y honesta. Gracias a este Fondo muchas personas están terminando sus carreras y en general, las personas del Norte del Tolima y las de aquí de Ibagué hemos tenido mucha ayuda, han dotado muchos colegios y escuelas y eso está muy bien. Para nosotros, los de la Ciudadela, ese Fondo nos ayudó a construir el salón comunal y está muy bien dotado, ha sido una bendición porque ya tenemos la dicha de tener dónde reunirnos. Aquí se reúnen los niños para estudiar música, unas niñas de la normal capacitan totalmente gratis a un grupo de señoras, la Universidad del Tolima y la Santo Tomás están haciendo un trabajo extraordinario, todo esto gracias a que los salones están muy bien dotados. Aparte de la ayuda que nos da el Fondo Resurgir-FES, en este momento nosotros no recibimos ayuda de nadie más; para nosotros todo ha sido muy difícil, porque ni siquiera el municipio nos colabora. Si tenemos bonita

158 Armero la avenida de la Ciudadela es porque cada uno nos encargamos de cuidar de los arbolitos que allí están. Para construir la iglesia de San Lorenzo, que es muy bonita, fuimos recolectando los ladrillos que nos habían sobrado en las casas, la comunidad abrió las chambas y construyó las bases. Luego, para ponerle el nombre de San Lorenzo, en homenaje a Armero, fue muy difícil porque el señor Obispo quería ponerle el nombre de una virgen. Nos tocó explicarle que el patrón de Armero era San Lorenzo, que a pesar de que había más Iglesias allá, como la de El Carmelo y la Sagrada Familia, la de San Lorenzo era la principal.

Pero los recuerdos duelen mucho La tragedia benefició a gente que no tenía nada en Armero, que vivía en un inquilinato, en barrios como Pueblo Nuevo o Padilla que eran los barrios más pobres. Esta gente no hubiera tenido la posibilidad nunca de asistir a una universidad porque vivían de un jornal, y en situaciones económicas deprimentes; hoy en día los ve con su casita, su parcela, su moto y hasta con sus hijos en la universidad. Entonces benefició a unos pocos y perjudicó a muchos más. En 10 años es mucho el progreso que se ha visto en los armeritas. Por ejemplo, en el barrio Ciudad Luz de Ibagué es muy bonito, la gente tiene sus casas bonitas, porque allá se logró entregar las casas terminadas. La gente no tuvo que invertir de su trabajo para pañetar, poner pisos o pintar, así la gente progresó más rápido. En cambio en la Ciudadela Simón Bolívar no ocurrió lo mismo, a la gente le tocó trabajar para pañetar, poner

Diez años de ausencia 159 pisos, hacer otras piezas, colocar ventanas, en fin a unos les entregaron sus casas totalmente terminadas y a otros no. Lo mismo ocurrió con el barrio General Santander, allá las casas las entregaron más grandes pero también en obra negra, con la diferencia que ellos pagaron sesenta mil pesos. En cambio acá en la Ciudadela, no sé si será porque es un plan muy grande no alcanzó sino para entregar una pieza y sala comedor y nos tocó pagar más. Otra cosa es que a nosotros nadie nos ha regalado nada, si yo tengo un televisor es porque mi esposo lo ha conseguido trabajando, ningún amigo por mucho que lo quiera a uno le va a decir “tenga le regalo este televisor”. Otro problema era que a la gente no le daban trabajo, así su hija fuera preparada, cuando decía que era de Armero enseguida lo mandaban para donde el psicólogo. Imagínese, a la gente no le gustaba que le nombraran el psicólogo y decían: yo por allá no voy, ellos creen que estoy loco. Entonces no iban a presentarse al trabajo. No entendíamos que en toda empresa es obligación pasar por el psicólogo, para nosotros era una humillación, una ofensa, había la idea de que pensaban que estábamos locos porque veníamos de Armero. Un día hablando con un grupo de 50 señoras que me mandaron a llamar decían: ¿Qué hacemos Carmenza? Y yo les dije: bueno como no hay trabajo y usted sabe hacer arepas tan buenas, haga arepas con chorizos y masato, otra hace bolis, otra empanadas y salgamos adelante, hagamos eso y despeguemos. Una amiga me dijo: yo sí me le mido a esto y sacó una parrilla y a la vez la vecina puso otra y entonces la otra de más abajo también y así muchas. A otras les daba vergüenza dedicarse a

160 Armero eso porque en Armero no vendían arepas sino que las compraban. Las personas que yo vi más dolidas eran los jóvenes, ellos no aceptaban que fuera cierto que Armero se había acabado, en cambio, los niños estaban como calmados, no lloraban, aceptaban más fácil. En los mayores de 40 años fue mucha la desesperación, el llanto y la angustia, le decían a Dios ¿Por qué nosotros? ¿Por qué mi hijo y no yo? En estos 10 años las personas adultas se han superado mucho, quizás ya por la edad y las experiencias de la vida. Muchos jóvenes también lo han hecho, pero hay algunos que se fueron por la prostitución y la droga, eran personas que lo tenían todo, su hogar, su papá, su mamá, estaban en sus universidades y a veces iban a Armero en tiempo de vacaciones, muchos no lo pudieron superar, otros siguieron sus carreras porque tenían familiares en otras partes y los ayudaron. Hay quienes se quedaron solos y se dedicaron a tomar trago y usted sabe que después de que uno se vuelve alcohólico y vicioso se acaba. En Lérida y Guayabal los armeritas tomaban demasiado, una botella de aguardiente se la tomaban en un momento. Yo también, pasados dos años era como si aún estuviera viviendo la tragedia y me agarraba la desesperación, entonces comenzábamos con la famosa “vaca”, uno ponía mil pesos y otra otros mil y a comprar aguardiente y así cada tres días tomando aquí en la Ciudadela. Eran grupos como de veinte a treinta personas que nos poníamos a tomar desde las cinco de la tarde del viernes hasta amanecer el sábado, seguíamos lo mismo el domingo, tomando escuchando los discos

Diez años de ausencia 161 de la tragedia, era peor, más mal nos sentíamos, con más resentimiento, la gente era más agresiva, no se le podía decir nada porque enseguida se le lanzaban a uno y decían: pues máteme, como el nevado no me mató entonces máteme usted. También se enfrentaban con la Policía y le decían máteme que con eso me hace un favor. Todas esas cosas fueron las que no se manejaron, la gente sola y sin ayuda se volvió agresiva, alcohólica. Un día les dije que no más, así no son las cosas y cuando iban los amigos yo les decía no, no, no tomemos más. Otra cosa que nos afectaba era que nos íbamos para Armero a buscar la familia, nos poníamos a caminar y con una pala movíamos todos esos escombros, buscando una persona o una ventana, un mueble, una tapa de la olla, algo que usted hubiera tenido, cualquier cosa, buscábamos lo de nosotros, no nos traíamos nada de allá desde que no fuera nuestro. Los amigos si encontraban pero nosotros nada, sólo muertos. Una vez, como a los seis meses de la tragedia, ya cayendo la tarde nos fuimos para el barrio San Rafael y por el camino encontramos un cerdo comiéndose una niña, ese animal se había comido toda la pierna; lo más triste es que una señora del grupo dice: esa es mi hija ¿Usted se imagina? No me quiero ni acordar, la señora se desmayó y se puso morada y así toda la otra gente hasta que llegamos a la clínica y el médico dijo: no vuelvan allá porque se van a morir; la señora repetía que esa era la hija y ¿quién la convencía que no?. Cada año que íbamos a la conmemoración el bus nos dejaba en la 18, que es la única vía que en este momento está pavimentada y cuando uno le pregunta a la gente

162 Armero ¿Dónde va a estar más tarde? Siempre le responden yo voy para la casa, ninguna persona dice que va para la tumba, siempre dicen que van para la casa; yo también lo digo. Y cada uno sabe dónde queda la casa del amigo. Allá, en lo que fueran nuestras casas, nos reunimos con los familiares y amigos, comemos y nos visitamos unos con otros, porque cada uno sabe dónde es su casa.

Diez años sin Armero Con un grupo de amigos estábamos preparando la conmemoración de los diez años de la tragedia. Nuestro deseo es embellecer el Parque-Cementerio de Armero. Para nosotros era muy doloroso llegar cada año a Armero y ver todo lleno de monte. Uno tenía que llevar un machete para abrirse trocha y poder llegar hasta la que fuera su casa. Al cuarto año de la tragedia, con un periodista amigo, organizamos una conmemoración de la tragedia. Reunimos algunas personas y se sacó el programa al aire vía microondas. Fueron pocas las personas que asistieron, unos treinta; después del homenaje en la Ciudadela tomamos un bus y nos fuimos para Armero. Como fueron tan pocas las personas que participaron en ese cuarto año, al año siguiente me conseguí un megáfono y desde las siete de la mañana comencé, peatonal por peatonal, a decirles: 13 de noviembre de 1.990, cinco años de haberlo perdido todo, padres, hijos familias, hermanos, profesores; Y les martillé esto durante quince días y la gente salía y lloraba y me hacían llorar también, pero tenía que despertarlos, que se dieran cuenta que en Armero había quedado todo y que no nos

Diez años de ausencia 163 podemos olvidar de eso tan fácilmente. Ese año sacamos siete buses y nos hicieron falta otros. Hicimos pancartas y duramos hasta las dos de la mañana inventándonos frases bonitas, porque algo que me dolía mucho era escuchar siempre a los periodistas a nivel nacional y regional decir: nos encontramos en el planchón o en el playón de Armero, entonces les dije a los amigos, no me gusta que se expresen así, me parece una palabra muy fea; playón es una finca y el planchón queda en Lagunilla y es un sitio bueno para uno ir a bañarse. Hicimos unas carteleras e invitamos varios periodistas a la Asociación, les mostramos todas las carteleras y lo que le decíamos a la prensa hablada y escrita: sugerimos cambiar las expresiones planchón y playón por “ayer Armero, capital blanca del Tolima, orgullo de todos los tolimenses, hoy el cementerio más grande de Colombia, olvidado por todos los colombianos, pero tus hijos sobrevivientes de la tragedia, te queremos y te llevamos en el corazón” Y carteleras con frases muy bonitas, que llamaron la atención de estos periodistas. Para los niños que no tuvieron oportunidad de conocer Armero porque habían salido de uno a los dos años o menos, colocamos una cartelera que decía: “Armero, te empezamos a conocer a través del deporte”. Luego de hacer el homenaje póstumo aquí en la Ciudadela, salimos para Armero y regresamos a las cuatro de la tarde. Todos desfilaban con la bandera blanca y verde de Armero, una cinta negra en señal de duelo y con pancartas. Si usted tenía una frase la manifestaba; cada cual era libre de expresar lo que le saliera del corazón; empezábamos aquí en la Ciudadela y recorríamos todo el sector armerita

164 Armero en total silencio, como un homenaje póstumo que le brindamos desde aquí a nuestros amigos y familiares que se quedaron en Armero; luego entrábamos a la misa y con eso finalizábamos la conmemoración del 13 de noviembre. Los años pasaban y pasaban y no se hacía nada para arreglar el Parque Cementerio o Parque de la Vida, a pesar de que dizque se habían dejado como ochenta millones para eso. Con Mauricio Gutiérrez, Presidente de la Asociación de Integración Armerita, Nelson Caicedo, quien reside en Bogotá y otros, empezamos a trabajar desde 1.994 con un bono, inicialmente lo vendimos en tres mil pesos y en 1.995 por un valor de cuatro mil pesos. Con lo que recolectamos y con la ayuda de la Alcaldía de Armero-Guayabal, se logró abrir unas calles y sembrar ficus. Pero queremos algo más grande, un Armero limpio con calles y carreteras abiertas, queremos empezar a trabajar un proyecto a mediano y largo plazo, porque esto no se hace de la noche a la mañana, lo que nos da mucha alegría es que ya hay gente que está interesada en esto y esperamos interesar a muchos más. En la conmemoración de los diez años de la tragedia un grupo de armeritas va a dar una serenata a Armero, también amigos de Bogotá están intentado sacar una estampilla a nivel nacional, para recolectar fondos para que sea una realidad el Parque de la Vida de Armero. Las casas que quedaron se van a pintar de blanco para que los niños hagan murales alusivos a Armero, al mejor mural se le dará un premio; también queremos que la carrera dieciocho esté totalmente iluminada y que haya

Diez años de ausencia 165 guías. Otro proyecto es hacer una réplica de la iglesia de Armero, y creo que para el 13 de noviembre tendrán un monumento ya hecho. En estos diez años que han pasado uno encuentra toda clase de personas, hay gente que ha surgido con base en esfuerzos, que se han hecho profesionales, gente que se ha superado; pero existe otra gente, muy poca, que no lo ha logrado. Aquí en la Ciudadela hemos tratado de ayudar a las personas, hemos traído amigos para que le hablen a la gente, porque hay unos que están muy dolidos, tienen rencor y el rencor hace mucho daño, así no se puede superar. Odian al gobierno que estaba en ese momento, otra gente dice: yo tenía todo en Armero, tenía mi casa, carro, empleados y ahora disque de empleada del servicio, entonces esa gente no han podido progresar y tampoco se dejan ayudar. En ocasiones uno le dice a una persona que si desea le puede ayudar con un psicólogo amigo y le responde: no, los psicólogos son para los locos. Pienso que esas personas no pueden superarse, debido a esa cantidad de resentimientos se han quedado ahí metidos en su problema.

Superarnos es la única salida Por otra parte, sí se ha notado que han pasado diez años en muchos aspectos; hace cinco años usted le decía a alguien algo de Armero y respondían: yo no quiero saber nada, ¿Ya para qué trabajo? Ahora no es así, la gente dice: tengo que trabajar, sacar mis hijos adelante; se han dado cuenta que no se puede quedar repitiendo lo mismo. Uno recuerda porque es lógico recordar y llorar, pero ahí no nos podemos quedar, el tiempo pasa y uno tiene que

166 Armero seguir adelante. Hay que proyectarse a un futuro mejor, bien sea para uno, para sus hijos, su familia o para ayudar a las personas, en eso si se han notado los diez años sin Armero. Algo que nos propusimos fue tener una iglesia en el sector de la Ciudadela porque nos hacía mucha falta y gracias a Dios ya tenemos la iglesia de San Lorenzo. Otra cosa que queríamos tener era los equipos de fútbol, inicialmente nos regalaron un balón malito y con esas ganas de jugar entonces fui a una empresa y les conté lo que quería hacer y nos regalaron dieciséis balones de segunda, pero buenos. Después nosotros compramos más balones, nos han regalado uniformes, hemos hecho bazares y con las ganancias que nos queda, como de $150.000 pesos, les compramos uniformes a los niños y más balones que nos hacían falta. Lo que yo les he ofrecido aquí en la comunidad es el salón comunal, el equipo completo de fútbol y la iglesia. También he colaborado con los sacerdotes, la gente ha cambiado mucho y eso me alegra; yo siempre estoy yendo a los sectores, voy al Santander que es uno de los sectores muy pobres donde hay Armeritas. La vida me ha dado muchas cosas y he encontrado gente buena que nos ha ayudado, entonces me siento muy contenta y con ánimo para seguir trabajando por los Armeritas.

Diez años de ausencia 167 168 Armero Reflexiones finales

O las enseñanzas de una catástrofe Múltiples aspectos de las vivencias de los diez años transcurridos desde la tragedia de Armero, podrían desarrollarse a partir de lo expresado por nuestros entrevistados y por muchos otros armeritas consultados. En este capítulo optamos por hacer breve referencia a unos pocos aspectos seleccionados teniendo en cuenta la forma reiterativa como son tratados por los armeritas, su singular impacto en el quehacer cotidiano de esta comunidad y la importancia de las enseñanzas que allí se desprenden para los organismos de ayuda y agencias encargadas del manejo de desastres. Así mismo, sobre aquellos aspectos que en la actualidad requieren apoyo y tratamiento especial, desde la perspectiva de personas consultadas. Nos referimos entonces, a aspectos relacionados con: la estructura de coordinación que se definió para el manejo de lo concerniente al desastre, con la recepción de ayudas, con el papel de los medios de comunicación y con los programas de vivienda, empleo y educación. Así mismo, las consecuencias sobre la familia, los niños, los jóvenes, las mujeres y los ancianos, con su percepción del presente y la visión de futuro de los armeritas de hoy.

La estrategia de coordinación No obstante las advertencias hechas en forma reiterada y con amplia anticipación, por vulcanólogos, por algunos alcaldes y parlamentarios sobre la inminencia de la

Diez años de ausencia 169 explosión del volcán y sobre las presumibles graves consecuencias, no lograron llamar la atención de la Gobernación del Tolima ni del alto Gobierno a nivel nacional durante los meses anteriores. Mucho menos en los días que precedieron a la catástrofe porque el país enfrentaba la gran conmoción que causó la toma violenta el 6 y 7 de noviembre en Bogotá, del Palacio de Justicia, durante la cual fueron inmoladas cerca de un centenar de personas, incluyendo ilustres magistrados y funcionarios de la rama jurisdiccional. Entonces, la pérdida que constituía para el país el asesinato de aquellos personajes y la discusión sobre si había sido acertado o no el manejo que el Gobierno dio a la toma, constituía el centro del debate nacional y ocupaba totalmente la atención, no sólo del gobierno sino de los medios de comunicación y de la ciudadanía. Fue en este contexto en el que una semana más tarde, el 13 de noviembre, se produjo la explosión del cráter Arenas del Volcán Nevado del Ruiz, que de nuevo conmocionó en forma dolorosa a todo el país, en momentos en que el presiente Belisario Betancur estaba a solo nueve meses de concluir su mandato. Ciertamente el rescate y la atención a los sobrevivientes de la catástrofe y a la recuperación de la zona constituían una operación compleja y de gran magnitud, para la cual el país y sus instituciones no estaban preparados. La Presidencia disponía del Fondo Nacional de Calamidades creado por el decreto 1547 de 1.984 pero, obviamente se requería mucho más que esto; por ello el Presidente convocó el apoyo de las instituciones públicas y privadas y de la comunidad internacional y

170 Armero optó por la creación de un ente especial, el Fondo de Reconstrucción-Resurgir-como establecimiento público dotado de personería jurídica y patrimonio propio. Su creación se produjo el 24 de noviembre de 1.985 mediante decreto 3406 con el propósito de que una sola entidad tuviera bajo su control la financiación y la ejecución de las obras necesarias para la rehabilitación social, económica y material de la población de las zonas afectadas. Como Gerente General fue nombrado Pedro Gómez Barrero y como Director Ejecutivo Juan Manuel Ospina. Sobre ellos, el artículo 4º. , del mismo decreto dice que “serán funcionarios de libre nombramiento y remoción del Presidente de la República y tendrán las calidades y asignaciones que las normas vigentes señalan para los Ministros del Despacho”. Adicionalmente, el Presidente nombró una Junta Directiva integrada por cinco principales y cinco suplentes. No había tiempo ni condiciones para controvertir la decisión Presidencial y, si bien se apreció la designación en la Gerencia General y en la Dirección Ejecutiva de personajes de alto nivel que, por ellos podrían lograr una importante movilización y una interlocución cercana con el Presidente y con el alto Gobierno, tal decisión fue recibida con alguna reserva en el Tolima. Ello, porque se interpretó como desconocimiento a la capacidad de personalidades de la región que hubieran podido asumir tales responsabilidades; se decía además que, puesto que los nombrados eran personas ajenas a la región, les llevaría más tiempo informarse y familiarizarse con la zona y con la gente. Hay que anotar, sin embargo, que

Diez años de ausencia 171 entre los miembros de la Junta Directiva de Resurgir, nombrada por el Presidente, había presencia tanto de algunos Caldenses como tolimenses; entre estos últimos figuraron el señor Cardenal Alfonso López Trujillo, el Dr. Alfonso Palacio Rudas y el señor José Ossorio Bedoya, quien además fue nombrado Gobernador del Tolima entre abril y agosto de 1986 para apoyar la labor de Resurgir y toda la gestión orientada a la recuperación de la región afectada. Consultado el señor Osorio Bedoya sobre la primera época de Resurgir, destaca que: “Fue ingente el trabajo de Gómez Barrero y admirable su dedicación, como también fue notable la atención personal que otorgó el Presidente Betancur a la entidad, a pesar de los graves problemas políticos, sociales y económicos que enfrentaba su Gobierno en la recta final. Sin duda la operación encomendada a Resurgir era extremadamente difícil, las exigencias de la gente eran altas y urgentes y, como si fuera poco, fue muy limitado el apoyo que se recibió de la Gobernación del Tolima, que prefirió dejar todo en manos del gobierno central y de la nueva entidad. Esta, entre tanto, precisamente por tratarse de que era un nuevo ente, enfrentaba por un lado el problema de su conformación, pues estaba compuesta, principalmente por funcionarios que enviaban de diversas entidades oficiales, sin una adecuada preparación para el trabajo en equipo. A los problemas anotados se agregaban otros derivados de la dificultad de coordinar acciones de tantas y tan diversas entidades; de hecho, informes de Resurgir reportan la participación de 79 entidades oficiales, 34 privadas y cerca de 20 organismos internacionales; estas

172 Armero cifras dan idea de la magnitud del esfuerzo que implicaba la sola coordinación, en muchos casos de entidades un tanto burocratizadas y poco habituadas al trabajo en equipo. Muchas de aquellas entidades a veces preferían manejar directamente sus aportes o hacerlo a través de otras entidades privadas, debido básicamente, a la arraigada desconfianza que se tiene sobre la eficiencia y la ética del sector público en el manejo de los recursos y, puesto que Resurgir era una entidad pública no se escapó de esa desconfianza. Adicionalmente, fue una realidad que ante la expectativa de apoyo a los damnificados, llegaron numerosas personas de todas partes para hacerse pasar por víctimas de la tragedia y muchos lo lograron, aprovechando las dificultades que enfrentaban las entidades encargadas, como resultado de la presión que recibían para actuar con máxima prontitud. Por las razones anotadas las cifras nunca cuadraron, pues por un lado la población total del municipio de Armero en la fecha de la tragedia era de 30.776 habitantes (según el censo de 1985; aproximadamente 25 mil en el área urbana y 6 mil en zona rural), y el número de muertos se ha dicho que fluctúa entre 20 mil y 23 mil habitantes en el área urbana fundamentalmente. En consideración de personas que estuvieron involucradas en el proceso de rescate, el número real de sobrevivientes era del orden de cinco mil. Entre tanto, según archivos de las entidades responsables de la carnetización, se expidieron cerca de 13 mil carnets a “unidades familiares” (que incluía desde una hasta doce personas). Posteriormente, algunos carnets fueron cancelados porque se verificó que los

Diez años de ausencia 173 beneficiados con ellos habían falseado la información y de este modo quedaron vigentes cerca de 9.500; pero, a pesar de ese esfuerzo de verificación, fueron muchas las personas que sin serlo se hicieron registrar como damnificados de la tragedia. Gómez Barrero permaneció como Gerente General de Resurgir hasta abril de 1986 y le sucedió Carlos Alberto Rocha, un tolimense que permaneció hasta noviembre del mismo año. En este lapso había concluido el gobierno Betancour y ello complicó aún más las cosas porque con la llegada del gobierno del Dr. Virgilio Barco (en agosto de 1986), lo de Armero perdió toda prioridad; ya no era el Presidente quien asistía a la junta Resurgir, sino que se encargó el Secretario General de la Presidencia, Germán Montoya, quien manejó con gran desinterés e indiferencia todo lo concerniente a Armero, expresando así total ausencia de voluntad política. Por esto y porque no hubo pronunciamiento alguno acerca de la Junta de Resurgir, que era nombrada por el Presidente, varios miembros optaron por retirarse, pues allí ya no se hacía nada. Ante esta infortunada situación, Rocha Jaramillo se retiró de la Gerencia y el Presidente Barco procedió entonces a nombrar a Bernardo Bonilla París, también tolimense y quien dirigió Resurgir hasta cuando, después de varias prórrogas, concluyó la operación de la entidad en marzo de 1989. Cuanto quedaba pasó a la Fiduciaria de la Previsora que, en representación del Fondo Nacional de Calamidades, debía encargarse de su liquidación (que finalmente se protocolizó en marzo de 1991), de la titularización de los predios y viviendas entregadas

174 Armero por Resurgir y de la sistematización de la información acumulada, cuyos archivos pasaron a la Fiduciaria de la Previsora y en la Presidencia de la República. El Gerente Bonilla París aplicó todo su empeño, pero había recibido un ente que importaba a los tolimenses, mientras que para el gobierno central significaba poco, o mejor, todo lo relacionado con el desastre de Armero parecía representarle una molestia. Con ello, mucho del esfuerzo de planificación se perdió, muchas medidas y compromisos hechos se quedaron en el aire, también muchos contactos establecidos y acciones iniciadas se perdieron o no se les pudo dar continuidad. Tienen razón entonces los armeritas cuando se quejan porque fueron muchas las promesas incumplidas y las oportunidades que se perdieron. Pero también fue mucha la fantasía que se montó sobre las sumas fabulosas que llegaban como donaciones de la comunidad internacional. A esta exageración contribuyeron los medios de comunicación y entidades y personas interesadas, a nivel nacional e internacional, que querían hacerse publicidad apareciendo como grandes mecenas de aportes que nunca llegaron o que no eran de utilidad alguna, como sucedió en numerosas ocasiones. Es pertinente precisar que, tanto las donaciones de origen internacional como los aportes del gobierno y de instituciones y personas privadas colombianas, fueron de una magnitud importante y reflejaron una gran solidaridad. También es incontrovertible que hubo algún descontrol en lo relacionado con las donaciones y eso creó condiciones propicias para la desviación de recursos pero, como ya se mencionó, en toda esta

Diez años de ausencia 175 operación, además de Resurgir intervinieron muchas otras entidades y personas. Por último, reitera el señor Ossorio Bedoya, quiero insistir en que fueron muchos los recursos que se comprometieron en el gobierno Betancour que no se concretaron en el siguiente gobierno, puesto que este tenía otras prioridades. No obstante, es justo reconocer que, si bien no se logró todo cuanto era deseable, fueron muchas las realizaciones que hoy están a la vista y no podemos caer en la trampa de ignorar lo que se hizo y destacar sólo los que se dejó de hacer.

Las donaciones Como se anotó en el aparte anterior, mucho se ha especulado acerca de la magnitud de las donaciones para los armeritas y han sido abundantes las declaraciones sobre desviación de muchas de ellas hacia otros destinatarios pero, infortunadamente, no ha habido investigaciones serias que esclarecieran la realidad de los hechos y sus responsables. Pasados diez años, se puede establecer que: respecto al monto de la ayuda abunda una gran variedad de cifras pero no es posible una aproximación confiable, entre otras cosas porque incluye donaciones en especie que resultan difíciles de valorar. Adicionalmente, muchos aportes no fueron registrados a través de su Resurgir, sino que eran manejados directamente por los donantes o a través de agencias escogidas por ellos. En este aspecto hay que mencionar el papel de los medios de comunicación que, en su afán por la «chiva» y por estimular la generosidad y la emulación, incurrieron

176 Armero en muchas imprecisiones, a la vez que también personas y entidades deseosas de hacer protagonismo anunciaron aportes que no se cumplieron o que implicaban prerrequisitos que no se dieron y por tanto no pudieron hacerse efectivos. Se dieron frecuentes casos, por ejemplo, de donación de alimentos procedentes del exterior que no correspondían a patrones culturales alimenticios de esa población y es así como manifestaban encontrar los alimentos en mal estado, cuando a veces se trataba sólo de que las características de presentación, olor y sabor de dichas raciones eran diferentes de aquellas con las cuales estaban familiarizadas. Fue también frecuente el caso de ropa y calzado inapropiado para el clima y características de la comunidad, o que se encontraban el mal estado. Así mismo, fue frecuente el caso de donaciones que debían ser transportadas desde otros países o desde puertos colombianos y no se contaba con la infraestructura ni recursos para asumir la compleja tramitación y costos que todo ello implicaba. Pero, ¿quiénes se beneficiaron con la ayuda? También es un asunto que despierta gran controversia, pues afirman que existieron severas fallas en la identificación de los damnificados, que hizo primero el SENA y luego Resurgir. Ello permitió que muchos “oportunistas y vividores” se hubieran beneficiado con aportes, en tanto que otros que sí habían sido afectados, no recibían ayuda. Eso fue así, según los armeritas, debido a la desorganización en el reconocimiento y el hecho de que se optó por aplicar unas entrevistas para verificar

Diez años de ausencia 177 su calidad de afectado, indagando por el conocimiento que tenían de la ciudad y del sector donde vivían y, quiénes respondían mejor eran personas que tenían toda su lucidez por no haber sido afectados. De este modo se dice que, por ejemplo, personas que habían nacido o vivido algún tiempo en Armero o en lugares aledaños, aún cuando ya hiciera muchos años hubieran salido, lograban desempeñarse mejor ante tales pruebas, primero porque tenían cédula expedida en Armero y con ello apoyaron su alegato y, luego, porque contaron con la lucidez suficiente para responder adecuadamente los interrogatorios. Entre tanto, los verdaderos afectados habían perdido sus papeles y, en muchos casos se encontraban “psicológicamente bloqueados” y ello les impedía recordar detalles. Afirman que muchos, inclusive, olvidaron temporalmente hasta su nombre. También por desinformación. De igual modo señalan que por timidez y por inexperiencia en trámites, colas y papeles, muchas familias perdieron la oportunidad de reclamar los beneficios a los cuales tenían derecho. Como conclusión, es generalizada entre los armeritas la imagen de que la magnitud de los aportes, particularmente remitidos del exterior era inmensa, que fueron manejados con desorden y descuido, que muchos se perdieron por negligencia, otros fueron improcedentes, utilizados en forma ineficiente u otorgados a personas que no tenían derecho a ellos y, finalmente, que hubo corrupción en la recepción y distribución de las donaciones. La imagen que se reitera deja la impresión de que se magnifica el monto de las donaciones, en tanto

178 Armero que se minimiza la ayuda que efectivamente recibieron, lo que parece ser una tendencia observada en este tipo de situaciones. En cuanto a la coordinación que hizo Resurgir en este aspecto, señalan que tuvo la grave falla de haber asumido que, debido al impacto causado por la tragedia, los armeritas estaban incapacitados para actuar y prácticamente se les relegó a una postura de receptores pasivos de ayuda, no solo subutilizando el potencial que representaban, sino impidiendo su participación en la toma de decisiones trascendentes. Finalmente, en términos generales, los afectados por el desastre perciben más claramente el apoyo recibido del sector privado y, sus opiniones sobre el gobierno y sobre su compromiso con ellos son muy duras.

Los medios de comunicación Era obvio que una tragedia con características como las de Armero, constituía noticia de interés mundial y por tanto una “chiva” de máxima importancia para todo periodista. Por ello, en la zona de desastre se dieron cita innumerables periodistas de diversos medios y de todos los rincones del mundo. No hay duda, señalan muchos, que ellos cumplieron una labor encomiable, pues ayudaron al rescate y localización de sobrevivientes que habían sido dispersados y eran buscados desesperadamente por sus familiares. Así mismo motivaron una gran movilización en busca de apoyo, tanto a nivel nacional como internacional.

Diez años de ausencia 179 Pero, también su presencia abrumadora durante el período de rescate y en las jornadas subsiguientes, implicó severas dificultades para quienes dirigían estas operaciones, pues muchos no respondían a indicaciones de nadie y contribuyeron al desorden y la congestión de una operación ya de por sí compleja y difícil. Además, con suma impertinencia y agresividad presionaban a los sobrevivientes a dar declaraciones en momentos en que se encontraban “agobiados por el dolor en el cuerpo y en el alma” y, sin importar qué, se hacían presentes en lugares insólitos para cubrir los episodios más dramáticos, que luego reproducían descarnadamente en un estilo claramente “amarillista”. En relación con las ayudas, si bien contribuyeron a que llegaran muchas cosas, tal parece que, algunos de buena fe pero otros con afán protagónico, no insistieron suficientemente en que no se trataba de cualquier cosa, sino aquellas que fueran útiles. Es así como llegaron grandes volúmenes de aportes que no sólo no tenían utilidad alguna para los sobrevivientes, sino que congestionaban innecesariamente la estructura precariamente organizada para canalizar los donativos. Contribuyeron a la confusión y al caos que se formó en torno a los donativos, exageraron indebidamente, acogieron como cierta, información errada e imprecisa, anuncios que eran sólo buenas intenciones y otros a veces con propósitos claramente publicitarios. Pasado algún tiempo hay aún armeritas que, como la madre de Omayra, recuerdan con horror la persecución de que la hicieron víctima los periodistas, quienes hasta en las situaciones y momentos más inadecuados, aparecían para presionarla a que rememorara para ellos

180 Armero la agonía de su hija, dando al traste con los esfuerzos que hacía para olvidar esa dolorosa página de su vida. Entre tanto, otros se quejan de que, como ya no hay sangre y los muertos está sepultados, los armeritas dejaron de ser noticia y por ello los han olvidado, inclusive en aspectos en que podrían ser de gran ayuda e interés periodístico, como por ejemplo para esclarecer el destino de muchos de los donativos sobre los cuales hay certeza de que no llegaron a su destino y también indicios de quienes se quedaron indebidamente con ellos.

La diáspora de armeritas Fue criterio explícito de Resurgir privilegiar programas orientados a propiciar la reunificación de la comunidad armerita en el área próxima al desaparecido Armero; el principal argumento era que allí estaban sus raíces y ello facilitaría su recuperación. Así mismo, quienes se expresaban como voceros de la comunidad afectada, argumentaban que preferían quedarse cerca de sus muertos y hacerse responsables de la recuperación de su pueblo. Expresaban además la expectativa de que era permaneciendo juntos como podría desarrollarse una fuerte solidaridad y enfrentar el reto de superar la tragedia y salir adelante. De este modo, se estimuló y se logró, básicamente por la vía de la localización de los programa de vivienda, una importante concentración de armeritas en los nuevos barrios construidos en la vieja Lérida y en la nueva Lérida; también el Armero-Guayabal y en poblados aledaños, como Ambalema y . Pero el propósito de concentrar a los Armeritas en esta zona, generaba dificultades prácticas; por una parte,

Diez años de ausencia 181 también era un hecho que la concentración de personas que tenían en común el haber compartido la tragedia, obviamente implicaba la conformación de “guetos” propicios para recrear el dolor y para dificultar cualquier esfuerzo por olvidar y superar tan dolorosos recuerdos. Para evitar este riesgo, también hubo muchos armeritas que prefirieron establecerse en otros lugares, inclusive, aislarse y bloquear ese recuerdo con el deliberado propósito de facilitar su olvido y comenzar una nueva vida. Adicionalmente, para muchos fue una coyuntura propicia para emigrar a ciudades mayores como Ibagué y Bogotá, destinos que aún antes de las tragedia, convocaban no sólo armeritas sino también a otros pobladores del sector, que dejaban su pueblo natal en busca de mejores oportunidades de servicios de diverso tipo y, particularmente, de trabajo y educación. Por ello, aun cuando no se dispone de cifras, se estima que fue numerosa la población armerita que se concentró en estas ciudades, dando lugar a grandes programas de vivienda como el de la Ciudadela Simón Bolívar de Ibagué donde se adjudicó vivienda a 564 familias y otros barrios como los denominados San Pablo, Ciudad Luz, Ciudad Blanca, Nuevo Armero, General Santander, San Vicente de Paul, Villa Vicentina, Antonio María Cifuentes, o en Bogotá con el barrio La Aurora. También Villavicencio y el área circunvecina fue importante lugar que destino para muchos armeritas, en razón de la tradición ya amplia de migración a los Llanos, de tolimenses vinculados al cultivo de arroz. Además de los tres destinos mencionados, se sabe que

182 Armero hubo migración de armeritas a muchos otros lugares del país, produciéndose así lo que pudiéramos llamar una verdadera “diáspora” de armeritas que no se detuvo sino que continúa y que, seguramente, ha implicado procesos muy diferentes de adaptación a sus nuevos entornos. Desafortunadamente, por falta de estudios, es muy poco cuanto se conoce sobre la corriente migratoria de armeritas a diferentes zonas del país y este es un aspecto de particular significación que, por lo mismo, amerita investigación.

El síndrome del «damnificado» Mucho se ha especulado sobre comportamientos y actitudes adoptados por quienes sufrieron la tragedia de Armero y que, en adelante se dieron en llamar “damnificados”, implicando con ello una carga peyorativa. Podría decirse que, sobresimplificando y generalizando en forma extrema, se ha tendido a caracterizar a estas personas como individuos severamente traumatizados, resentidos, conflictivos, con un alto nivel de agresividad, orientados a esperar dádivas y a que se les otorgue consideraciones excepcionales en razón de la tragedia y aún en circunstancias en que compiten con otras comunidades que no padecieron la tragedia pero sufren mayores niveles de pobreza. Para explicar tales supuestos comportamientos, se argumenta que se deben a su convicción de que la tragedia pudo haberse prevenido y que ello no se hizo por negligencia del gobierno que, por tanto, tiene la obligación de resarcirles.

Diez años de ausencia 183 Semejante apreciación, si bien puede caracterizar a algún segmento de los sobrevivientes, no puede aceptarse como comportamiento típico de ellos, entre otras cosas porque, contrario a lo que suele decirse, se trata de una población muy diversa en múltiples aspectos. No obstante, es infortunado pero cierto que esta imagen ha hecho carrera y ha afectado negativamente a los armeritas, sobre todo a nivel de las posibilidades de inserción en el mercado laboral y de gestión ante el sector público. Conscientes de lo anterior, algunos líderes de comunidades armeritas se han propuesto esfuerzos especiales para actuar de manera deliberada a fin de borrar ese estereotipo, inclusive para erradicar la utilización del término “damnificado” para referirse a los sobrevivientes del desastre.

Vivienda Ocurrida la tragedia, el esfuerzo se centró, primero en el rescate de los sobrevivientes, en la atención a su salud y la resolución de su alojamiento, puesto que la avalancha había arrasado cerca de 4.400 viviendas urbanas. En consecuencia, la movilización se orientó a la ubicación de grupos en albergues organizados y en otros improvisados en escuelas, colegios, iglesias, hospitales, dependencias oficiales y carpas; se instalaron principalmente en los municipios circunvecinos y también en Ibagué y Bogotá. Hubo, así mismo, una amplia convocatoria para que amigos y personas de buena voluntad, albergaran provisionalmente a quienes habían perdido su techo. Algunos se desplazaron a lugares donde tenían parientes

184 Armero pero, fueron muchos más, quienes se quejaron en aquellos albergues, donde sufrieron los rigores de la improvisación y, en la interlocución con quienes vivieron tal experiencia señalan que ese periodo representó una penosa vivencia que se prolongó excesivamente y les causó gran sufrimiento, privaciones e incomodidades, a su juicio, debido a desorganización y negligencia de quienes tenían la responsabilidad de dirigir la operación. La permanencia en albergues fue un periodo que, para algunos se prolongó por uno y hasta dos años y la mayoría lo recuerdan con horror, porque allí su único quehacer era esperar a que le entregarán “una casita” y recrear con lo demás el horror y el dolor ocasionados por la tragedia. Todo ello agravado por problemas de salud, por la rabia creciente que les producía la convicción de que era una tragedia ampliamente anunciada, que se hubiera podido prevenir semejante mortandad y que la responsabilidad de no haberlo hecho era del gobierno. También, por las noticias que les bombardeaban por todos los medios sobre las ingentes cantidades de ayudas que supuestamente enviaban de todas partes pero que no llegaban hasta ellos, el desorden en la operación y el aprovechamiento indebido que se decía hacían de tales ayudas muchos oportunistas que llegaban de todas partes para hacerse pasar por damnificados y funcionarios y voluntarios inescrupulosos. Eran pues, ingredientes suficientes para exacerbar las pasiones, acrecentar la agresividad, la desconfianza y para hacer que cada minuto de espera pareciera horas y los años parecieran décadas. Frente a ello, señalan la deficiente atención

Diez años de ausencia 185 psicológica que recibieron, por ello muchos de quienes vivieron esa experiencia la califican como una segunda tragedia. Ahora bien, la localización de los principales programas de vivienda reflejó la decisión de que, desaparecido Armero, debía darse prelación a la ubicación de los sobrevivientes en áreas aledañas, donde encontrarían más elementos culturales similares, que harían menos traumático su proceso de recuperación. Por ello se optó en primera instancia por hacer desarrollos urbanos anexos a los dos poblados contiguos: Lérida y Guayabal; de ese modo surgieron Nueva Lérida y Armero-Guayabal, sectores donde se construyeron numerosas planes de vivienda. Así mismo, se construyeron amplios programas de vivienda en Ibagué y, algunos más en Venadillo, Ambalema y Bogotá; localidades donde finalmente se asentó la gran mayoría de la población afectada por el desastre y aquella otra que, como se ha mencionado, se hizo pasar por damnificada. En relación con los programas de vivienda, los armeritas se refieren en forma persistente a tres aspectos principales: en primer lugar al volumen de la oferta, en segundo lugar a la ubicación y, en tercero, a la calidad y condiciones en que se entregaron las casas. Sobre el número de programas y de casas, mencionan que pasado un tiempo, para algunos demasiado largo, hubo una amplia oferta pero, consideran que hubo fallas severas en la adjudicación y así fue como, mientras muchos “damnificados” verdaderos quedaron sin casa, fueron numerosos los “oportunistas que se dieron las mañas”

186 Armero para que les adjudicaran vivienda aprovechando las fallas observadas en el proceso de identificación Por último mencionan que las viviendas se entregaron con muy diferente especificaciones y condiciones, así, mientras una se entregaron completas y con áreas y diseños “humanos” y en calidad de donación, otras eran verdaderamente “inhumanas” porque estaban incompletas, porque el espacio era mínimo, y por su diseño como “cajas de fósforos” que no correspondía a las condiciones del clima ni a patrones culturales de la población. También porque imponían la responsabilidad de pagar unas cuotas que resultaban excesivamente altas para una población que no tenía ingreso alguno y que competía en un mercado laboral en el que no había oportunidades para ellos puesto que planteaba exigencias distintas y superiores a las que ellos podían satisfacer. Además, porque de alguna manera, se les discriminada por el hecho de ser “damnificados”, lo que para muchos empleadores llegó a interpretarse como sinónimo de “persona emproblemada y problemática”. Por ello, además de las múltiples carencias, permanentemente han vivido la zozobra de perder su casa ante la imposibilidad de responder por las obligaciones de los pagos, lo que se agrega al resentimiento que les causa el saber que otros recibieron mejores viviendas y donadas. No obstante las deficiencias anotadas, es grande la coincidencia en que, el programa de apoyo a la población armerita que mejor funcionó fue el de vivienda, hecho que asocian con la gerencia en Resurgir del Dr. Pedro Gómez Barrero a quien reconocen como destacado urbanizador. Pero señalan, así mismo, como un error, el

Diez años de ausencia 187 haber impulsado programas de vivienda desconectados de programas de generación de empleo, porque ¿cuánto tiempo sobrevive una familia con casa pero sin ingresos? Con este interrogante explican lo que califican como un gran fracaso y es la llamada “Ciudadela Nueva Lérida” o “Lérida Ciudad Regional” que reconocen como un bello diseño, una hermosa Ciudadela, pero que en buena parte permanece vacía, dando inclusive la sensación de “pueblo fantasma” y la razón es que muchos de quienes recibieron vivienda allí tuvieron que venderla al poco tiempo y por cualquier precio. Esto, porque no encontraban en qué trabajar y entonces debían desplazarse a otros lugares donde pudieran conseguir algún trabajo. Como resultado, aún hoy hay casas vacías, muchas han cambiado de dueño y algunas permanecen como casas de recreo de familias de otros lugares que podían darse ese lujo. En suma, señalan que ese costoso proyecto de vivienda no cumplió su misión y, es así como, si hoy se hiciera un censo de población en Nueva Lérida, se podría constatar que son muy pocos los verdaderos sobrevivientes de la tragedia que viven allí. Finalmente, en relación con la oferta de vivienda hay que mencionar que, además de Resurgir, participaron en forma significativa diversas instituciones nacionales e internacionales, muchas de las cuales prefirieron contratar o manejar directamente la ejecución de los programas y determinaron con autonomía, la localización de las viviendas, el diseño y características, los destinatarios y las condiciones para su otorgamiento, en términos de si eran donadas o implicaban aportes económicos posteriores de los adjudicatarios. Esto explica en parte,

188 Armero las diferencias que anotan los armeritas pero, claramente el centro de sus críticas se dirige a la acción orientada y desarrollada por Resurgir y la participación del Instituto de Crédito Territorial hoy INURBE, entidades de carácter oficial responsables de los programas de vivienda por parte del Estado.

Empleo Cuando se produjo la tragedia, era Armero el más importante centro económico del Norte del Tolima. Una ciudad proveedora de servicios para los municipios circunvecinos, un lugar de intercambio en intenso comercio, un cruce de caminos y punto de producción, acopio y procesamiento de productos agrícolas cultivados en un rico entorno constituido por un campo fértil, caracterizado por formas modernas de explotación agropecuaria. Era este el medio próspero en el que convivían cerca de 18.000 personas en edad de trabajar que hacían parte de una población con profundas raíces campesinas, nacidas allí o venidas de otras comunidades aledañas que llegaban en busca de servicios y oportunidades de trabajo. También era punto de origen de muchos migrantes que se desplazan principalmente a Ibagué, a Bogotá y a los llanos orientales, cuando Armero no lograba responder a sus expectativas. Al desaparecer la “Ciudad Blanca” se fueron con ella 58 pequeñas y medianas industrias y 343 establecimientos comerciales, se vio afectada en forma severa la economía de la zona y surge entonces un grave problema de vivienda y desempleo.

Diez años de ausencia 189 Se opta entonces por crear desarrollos urbanos anexos a las dos localidades contiguas, Lérida y Guayabal y surgen así lo que se ha conocido como Nueva Lérida y Armero-Guayabal donde se concentran importantes programas de vivienda. Particularmente el problema de generación de empleo se complica debido a que, por una parte, los sobrevivientes del desastre conforman la fuerza laboral habilitada principalmente en actividades agrícolas con bajos niveles de calificación y con un volumen importante de “mujeres cabeza de familia” que habían perdido a su compañero y parte de su familia. En segundo lugar, porque a los verdaderos sobrevivientes se adicionó un importante volumen de personas que lograron hacerse registrar como “damnificados” que procedían de diversas regiones del país, con muy bajos niveles de calificación, la mayoría sin oficios definidos ni experiencia en actividades agropecuarias. Para crear puestos de trabajo productivo, se acudió entonces, entre otras opciones, a la conformación de granjas cooperativas y se impulsaron las fami y micro-empresas. Con el mismo propósito, posteriormente el gobierno autorizó exenciones tributarias y arancelarias como estímulo para los inversionistas que establecieran empresas generadoras de empleo en la zona afectada. En estas circunstancias y transcurridos diez años de estos esfuerzos, los resultados observados se resumen a continuación. En los años subsiguientes a la tragedia, la intensa actividad constructora en la zona, orientada a proveer vivienda a quienes la perdieron, representó un importante

190 Armero recurso como generación de empleo masculino pero, concluidos los programas no surgen opciones capaces de absorber toda esa fuerza laboral. Un importante esfuerzo emprendido con apoyo de empresarios y de ONGs que se orientó a organizar formas cooperativas de producción tuvo serios problemas porque no existía con anterioridad una cultura en ese sentido y, fallas de diversa índole y determinaron el fracaso de la mayoría de esas iniciativas. Tal vez fue el estado emocional de los armeritas lo que dificultó que se crearan condiciones propicias para avanzar en un proceso de aclimatamiento de un régimen nuevo que exige mucha responsabilidad y capacidad para trabajar en equipo. La preeminencia de comportamientos individualistas y la necesidad de sentirse propietarios de algo, en momentos en que lo habían perdido todo, condujo a frecuentes conflictos en los escenarios de trabajo. Pero, observan algunos representantes de instituciones vinculadas a aquellos programas, los problemas más graves fueron originados por ese gran volumen de personas que se hicieron pasar por “damnificados” sin serlo, tanto por su actitud negativa como por sus características laborales, que ya se mencionaron. (10) Por los motivos señalados, las cooperativas, asociaciones y los trabajos comunitarios no perduraron mucho y en estos momentos, si no están disueltas,

10 Una experiencia de similar naturaleza se conocían ya en el caso de Popayán cuando, pocos años antes había sido afectada por un terremoto que, de igual manera atrajo millares de «Falsos damnificados», pero, no obstante conocerla y anticiparla en el caso de Armero, el gobierno no contaba mecanismos adecuados que le permitirán evitarlo.

Diez años de ausencia 191 sobreviven con muchas dificultades las actividades laborales en granjas comunitarias y están desocupados los espacios previstos para microempresas; por ello, los planes de empleo diseñados para Armero, se perciben como fracasos. Un ejemplo de lo anterior lo constituyen las haciendas que se adquirieron para convertirlas en cooperativas o asociaciones de pequeños propietarios, que marcharon en un principio por la asesoría y acompañamiento de las instituciones organizadoras pero, debido a que los integrantes eran campesinos jornaleros o de habitantes urbanos lanzados a la vida rural que no habían sido formados en una cultura de trabajo productivo en grupo, resultó que poco a poco las disputas, el peso de los problemas familiares, la costumbre de lo individual por encima del bien común, la desorganización y el desconocimiento de elementales principios de trabajo agrícola colectivo, producción y comercialización, dieron al traste con lo previsto en la nueva forma asociativa de producción. Todo ello agravado por los severos problemas que enfrenta el sector agropecuario no sólo del Tolima sino del país. Se dio entonces un proceso de deterioro en las relaciones de los cooperados por la lucha entre quienes poseían el mejor o peor pedazo de tierra, los que estaban más o menos cerca de las fuentes de agua, discusiones por los créditos y los pagos etc. Así, pasado algún tiempo, muchos prefirieron arrendar la parcela a trabajarla directamente. Por último aparecieron los compradores anónimos que tentaban a los campesinos para comenzar una reunificación de la propiedad y

192 Armero retornar a las haciendas de un propietario único, con las lógicas consecuencias de la migración del campesino a la zona urbana y el deterioro de su calidad de vida. En este caso, nuevamente, la situación toca los linderos de la educación, del conocimiento de las culturas y de programas permanentes de acompañamiento y asesoría para avanzar por lo menos una generación en el afianzamiento de conceptos y técnicas que, de alguna manera vayan convirtiendo en permanente lo temporal. Cabrían también aquí, alusiones a la llamada “cultura de la pobreza”, que la percibimos muchas veces, más como una “cultura del abandono”, un conformismo con lo que la vida nos ha deparado, “esa es mi suerte”, “así lo quiere Dios” y una imposibilidad de salir de la situación pero más que eso, a veces una tendencia a darse por vencido, a aplicar el menor esfuerzo, que algunos identifican como “síndrome del damnificado” Por otra parte, los esfuerzos para impulsar apresuradamente las fami-empresas en el contexto de una comunidad sin tradición empresarial y sin habilidades laborales definidas (o habilitadas sólo en actividades agropecuarias de baja calificación), condujeron a una concentración de muchos negocios como tiendas, panaderías, cafeterías, salones de belleza y modistería; quehaceres que aparentemente no demandaban entrenamiento anterior o requerían una capacitación posible de lograr en lapsos breves y que, además, reflejan el origen de orientación citadina de muchos de los beneficiarios de tales programas. De este modo, la

Diez años de ausencia 193 proliferación de tales de negocios en el marco de una población con muy baja capacidad, condujo al fracaso en muchos de ellos. Por último, la creación de nuevas empresas de inversionistas animados por los estímulos otorgados por el gobierno nacional se tardó varios años, y cuando ello se dio, la falta de servicios públicos de calidad y de mano de obra calificada en Lérida y en Armero-Guayabal, determinó que optaran por localizarse en Ibagué, ciudad que competía con ventaja por su ubicación estratégica sobre las vías de acceso al resto del país y por su condición de ciudad capital. Con ello, las nuevas oportunidades de trabajo se generaron en la capital y no en aquellas comunidades que continúan enfrentando alarmantes niveles de desempleo, que no parecen tener salida y que, como se observan en otros apartes de este estudio, han generado consecuencias negativas de diversa índole. En suma, podría afirmarse que la mayor dificultad radica en la ausencia de políticas claras y efectivas para generar trabajo productivo, pero no desde el ofrecimiento de puestos temporales sino desde la formación para la creatividad, para la formulación de propuestas alternativas. La visión de las entidades que en alguna medida contribuyeron en este sentido parece ser tan temporal, como sus ofrecimientos y la experiencia confirma la importancia de conocer las culturas, los modos de pensar, de concebir el mundo y la vida, de relacionarse tanto entre semejantes, como con su actividad laboral. La población y la zona afectada por la tragedia no pueden ser motivo sólo de programas temporales y de emergencia, deben asumirse programas de desarrollo estratégico e integral,

194 Armero de mediano y largo alcance que, por supuesto, han de vincularse entre otros aspectos con la escuela misma, con la formación ciudadana y con la infraestructura de servicios públicos. Ahora bien, el desempleo entre los armeritas afectados por el desastre no se presenta sólo entre quienes permanecen en Lérida o Armero-Guayabal, también quienes se ubicaron en Ibagué padecen el flagelo, pues compiten en un mercado laboral con mayores exigencias de las que en términos generales pueden satisfacer, en una ciudad capital que ha recibido y continúa recibiendo un gran flujo de migrantes. Respecto a la corriente migratoria que llega a Ibagué, hay que precisar que se ha dinamizado en forma notable desde la fecha de la tragedia. Es así como, mientras el censo de 1985 estableció que la población de Ibagué era de 292.965 habitantes, el censo de 1993 reportó que tal población había llegado a 386.423 mostrando con ello un incremento de 31.9% en sólo 8 años (11). Acerca de este voluminoso incremento de la población hay que anotar que está conformado, además del crecimiento natural de la población, por migrantes procedentes de la zona de desastre y por personas originarias del resto de municipios del departamento que han sido expulsados por la crisis del sector agropecuario, la inseguridad y la falta oportunidades y servicios en el campo, tal como lo documentan los últimos censos de población.

11 Entre tanto, en el mismo periodo inter censales, la población colombiana se incrementó en un 19.4% y la del Tolima en un 12.1%

Diez años de ausencia 195 A lo anterior se suman los numerosos migrantes venidos de diversas regiones del país con la expectativa de encontrar oportunidades de trabajo en las empresas creadas como respuesta a las exenciones tributarias y arancelarias ofrecidas por el gobierno. Según datos de la Cámara de Comercio de Ibagué, en aplicación de la ley 44 de 1987 y del decreto 078 de 1988 que ofrecían beneficios para aquellas empresas que se establecieran en las áreas afectadas por el desastre, en 1988 se constituyeron 780 nuevas empresas de distinto orden (12)(13). No obstante, un balance preliminar a 1995, permite señalar que muchas empresas se quedaron en papeles y fueron sólo cerca de 50 las que efectivamente despegaron. Entre éstas se destacan empresas en el sector del cemento, en el textil y de confecciones, procesadoras de café, de licores, de Artes Gráficas, de grasas y de plásticos. Todas ellas, en conjunto, han aplicado inversiones que se estima, superan los 350.000 millones de pesos y en su mejor momento alcanzaron a generar cerca de 5.000 nuevos empleos directos y un gran número de empleos indirectos. Las nuevas empresas se han caracterizado por ser modernas, tecnificadas, orientadas a la exportación y, por lo mismo, con oferta de empleo limitada y, típicamente, con exigencia de calificación media y alta a la fuerza laboral que requieren.

12 Cámara de Comercio de Ibagué. 1991. Revista Tolima. (Pág. 10-11) 13 Cámara de Comercio de Ibagué.1990. Boletín. Indicadores Económicos. (Pág. 16)

196 Armero Por las mismas razones anotadas, son empresas que han sufrido el severo impacto de la apertura económica que, en los años recientes, en varios casos, les ha implicado reducir de manera sustantiva sus operaciones y su planta de personal y, también aplazar planes de expansión. Como resultado, la fuerza laboral que hoy se encuentra en Ibagué, desborda ampliamente la capacidad de absorción de la economía local y ello se refleja en un inquietante desempleo a diversos niveles de calificación, creciente pobreza y el surgimiento y ampliación de barrios marginales. Todo lo anterior ayuda a entender a muchos armeritas cuando expresan que “el desempleo prolongado que enfrentan constituye una segunda tragedia y, sin duda, la mayor limitación en su proceso de recuperación de los traumatismos ocasionados por el pavoroso desastre” y con frecuencia agregan que “otra sería su suerte si hubieran encontrado un trabajo estable y una remuneración adecuada, porque lo demás… viene por añadidura”. Pero, ciertamente, no es posible esperar que uno o varios programas de apoyo a las víctimas del desastre, con todas las limitaciones que pueden tener, logre superar los severos problemas que enfrenta no solo la economía regional, si no la del país.

Familia En cuanto hace referencia la familia encontramos situaciones que no solamente afectaron el momento inicial por la desmembración y disolución. Las consecuencias de esta pérdida del núcleo familiar se han ido incubando desde ese momento y han tenido

Diez años de ausencia 197 repercusión en los adultos, los adolescentes y los niños. Fenómenos como el llamado “abuelismo”, niños que quedaron al cuidado de abuelos, en su mayoría de avanzada edad, que por la diferencia generacional se constituyen en extraños que comparten vivienda pero en donde no existe la comunicación, la vida familiar ni el apoyo afectivo y de identificación. Padres o madres de familia que por su situación han recurrido al alcohol o a otras sustancias como vía de escape, con la consecuente degradación para ellos y sus hijos, el maltrato de niños y adultos, la pérdida de valores y de elementales normas de convivencia, son algunas de estas manifestaciones. En la actualidad la mayoría de la población radicada en Armero o Armero-Guayabal que cuenta con un trabajo lo hace en el sector agrícola, como obrero sujeto a las cosechas y a las condiciones climáticas. Son empleos esporádicos que no brindan la seguridad ni social ni económica para cubrir las necesidades básicas personales y de la familia. Además los municipios no cuentan con la infraestructura que garantice las inversiones para el establecimiento de industrias. Esta situación determina condiciones particulares de las comunidades de los municipios que acogieron a los afectados y que se reflejan en comportamientos singulares de adultos, jóvenes y niños. Se comprende por consiguiente la solicitud de programas permanentes que faciliten la integración y la superación de secuelas psicológicas dejadas por el desastre y que a pesar de los 10 años transcurridos siguen vivas y actuales, y además involucrando a niños y jóvenes que en su momento no eran conscientes de la magnitud del problema.

198 Armero Parece ser que no hubo énfasis suficiente en la atención psicológica o que los programas fueron diseñados desde una concepción de psicólogos de consultorio, casi de psicoanalista, para una población cuyo concepto sobre esta problemática es muy precisa: “al psicólogo van los locos y yo no estoy loco”, “mis problemas no los soluciona un psicólogo”. Quizá falló la estrategia de acercamiento a la población o la ausencia de diseño claro y de conocimiento preciso de los efectos, tanto a corto como a largo plazo, para una eficaz atención de poblaciones sometidas a esta clase de eventos. Además, el largo periodo de hacinamiento en carpas donde enfrentaban grandes incomodidades, compartían con extraños y sin tener ocupación productiva, estimularon el alcoholismo, la recreación del dolor y alimentaron el resentimiento, la recriminación, la agresividad, especialmente por la desesperante situación y la pérdida de seres queridos y de sus pertenencias. La desmembración familiar lanzó adolescentes a asumir responsabilidades de padres, al tener que hacerse cargo de la madre y los hermanos. Aparecen en mayor número mujeres cabeza de familia por la desaparición de los esposos, con la consiguiente degradación de la calidad de vida como consecuencia de los menores ingresos al no poseer una capacitación suficiente para acceder a un empleo mejor remunerado. Los ancianos y desvalidos como los más vulnerables, quedaron en algunos casos abandonados. Esta ruptura de la unidad familiar unida a la necesidad de supervivencia ocasionó, en muchos casos, la pérdida de valores unas veces religiosos al culpar a Dios de sus desgracias, en otros

Diez años de ausencia 199 de convivencia al optar por la delincuencia manifestada en el robo y el atraco como respuesta a los niveles de pobreza, se especula igualmente sobre la prostitución que se dice alcanzó niveles inquietantes.

Educación Ante la ausencia de acciones permanentes de apoyo a la unidad familiar, el papel de la escuela en la zona afectada por el desastre resulto aún más importante, especialmente en los lugares o barrios donde se concentraron los armeritas en busca de apoyo y de identificación. Desafortunadamente también allí surgían condiciones propicias para recrear la tragedia y vivir permanentemente el recuerdo, el dolor y la impotencia para superar lo vivido. Esta situación particular produce también niños con problemas particulares, iguales o peores en dimensión, a los que se observan en las áreas marginales urbanas de las grandes ciudades. Es entonces por esto que la escuela en zonas marginales o específicamente en zona de desastres se ve abocada a retos superiores a los previstos para condiciones de marginalidad llamadas “normales”. Muchos factores nos estarían demostrando un papel no ajustado a las exigencias sociales porque, en primer lugar encontramos un divorcio entre la cultura del maestro y la del entorno de la escuela, una lucha entre la “cultura de la pobreza” y la “desesperanza social” del docente. Parece ser que los códigos manejados por la escuela no concuerdan con los de los alumnos, el tratamiento de los conflictos no persigue su solución, sino la sanción, la relación con la comunidad es etérea y artificial, según

200 Armero los maestros: por una parte los padres no tienen nada que decir sobre el trabajo del docente y además son responsables del fracaso pedagógico. Los padres no dicen nada de la escuela por lo extraña que resulta en la comunidad y por temor a la escuela misma, al conocimiento de los docentes, al desinterés por el estudio de sus hijos, al discurso regañón y represivo de los maestros y, principalmente, por la ausencia de sentido de pertenencia cultural de la institución, en valores y conocimiento. Los conocimientos que “imparte” la escuela no están en la perspectiva cultural de las comunidades, están en una dirección curricular estática y normativa, el fracaso escolar se incorpora culturalmente como algo inevitable y externo a la acción pedagógica escolar, las relaciones al interior de la institución escolar favorecen la separación entre los niños “integrados” y los “marginales”, en general “el conocimiento de la cultura marginal es notoriamente pobre y los esfuerzos que se llevan a cabo para superar esta barrera no están en relación con el tamaño de las dificultades que es preciso enfrentar” (14). Estas reflexiones corresponden en gran medida a la situación, no diríamos creada, pero si agravada por la avalancha. Las secuelas sociales están apenas tomando la dimensión real y poco se está contribuyendo a su confrontación, con la aceptación de las condiciones de vida de gran cantidad de niños, de los factores de rechazo y destierro de la escuela, del tratamiento inadecuado de

14 Parra Sandoval, Rodrigo. 1989. Pedagogía de la desesperanza. Editorial Plaza y Janés. Bogotá

Diez años de ausencia 201 los datos de perturbación de la “tranquilidad escolar”, del autoritarismo y en general con la deshumanización del acto educativo. Esto demanda un claro y diferente papel de la escuela en estas zonas y una formación especial del docente. Una escuela integradora de la cultura, inmersa en un mundo donde los valores y la ética se manejan con concepciones diversas, una escuela que proponga su enseñanza desde la vida, desde lo cotidiano, que abra las puertas al cambio cultural sin imposiciones, que trabaje desde la solidaridad y la agresividad como elementos populares presentes, que no refuerce los rasgos de exclusión de la marginalidad, y que propenda por la autonomía y por la real educación y conocimiento como ejes de la transformación equitativa. El maestro consecuentemente necesita una preparación que lo lleve a tener una actitud positiva frente a la vida, que lo convierta en un ser ético con conciencia y responsabilidad social, con habilidades comunicacionales y hábitos de trabajo, con claridad y conocimiento de la realidad social del entorno escolar, con una actitud profesional antes que técnica, con la autonomía que le puede dar el dominio de los conocimientos académicos necesarios para desempeñarse y sobre todo con un alto grado de desarrollo de la sensibilidad. En la mayoría de escuelas localizadas en la zona afectada por el desastre, hoy, los maestros se quejan de la indisciplina, de la violencia, de la agresividad de los estudiantes, del desinterés por el estudio y de la indiferencia de las comunidades frente al porvenir académico de sus hijos. Pero son muy pocas como

202 Armero institución y muy pocos los maestros que se preguntan el por qué de estas manifestaciones, muy pocos los que investigan e interrogan esa realidad y menos aún los que tratando de entenderla, proponen y llevan a cabo estrategias de compensación social, afectiva y cultural para los niños. Más de 50 establecimientos de educación primaria y secundaria sufrieron el efecto demoledor de la avalancha. Entre maestros y trabajadores del sector educativo murieron 164 personas y cerca de 4000 alumnos. La situación de emergencia obligó a reclutar maestros en otros municipios, especialmente en Ibagué, para cubrir las necesidades dejadas por el fallecimiento de 105 docentes del sector oficial y cerca de 40 en el privado, según datos del Distrito Educativo de Armero. La reorganización de las escuelas llevó a abrir nuevos cursos y a atender también de manera improvisada estos estudiantes que, por su condición de afectados requerían de un tratamiento especial y diez años después, lo siguen necesitando. Los docentes, por consiguiente, no estaban preparados para entender las manifestaciones comportamentales, los problemas psicológicos y las dificultades en el aprendizaje, propio de estos niños. Maestros de cultura netamente urbana se vieron abocados a trabajar en escuelas rurales o en instituciones urbanas de Lérida, Armero-Guayabal, Ambalema y Mariquita. La pertenencia a la capital departamental los vinculaba con estos lugares solamente como sede laboral, produciendo distanciamiento con los problemas y falta de compromiso y responsabilidad social, salvo pocas excepciones de

Diez años de ausencia 203 maestros que han asumido su papel profesionalmente y no hacen distinción entre su trabajo y su vida cotidiana, es decir para quienes lo laboral es parte de lo cotidiano, es inherente a la existencia y no una actividad tediosa y obligatoria o, un modo como cualquier otro de “ganarse la vida”. Por todo ello, consideramos que para enfrentar la gran dimensión de la situación y condición de futuro, se ha debido ofrecer una preparación especial a los docentes, que los introdujera en lo complejo de la tarea que les esperaba, con una formación fuerte en los socio-afectivo y en el trabajo con padres y comunidad. Otra situación, por endémica nacional, no menos funesta, ha sido la constante rotación de los docentes, lo que hace difícil la acumulación de experiencias de formación y de práctica y casi diríamos que anula la tarea de actualización. En este último sentido encontramos esfuerzos de entidades no gubernamentales que con claras intenciones de mejorar la calidad de la educación fomentan programas y patrocinan acciones, con muy poco apoyo oficial. Sumado a esto podemos anotar la confusión en que se encuentra el sector oficial municipal frente a la descentralización en el manejo de lo educativo y los precarios recursos para atender las necesidades y la ausencia de acciones que apunten a resolver lo que es prioritario. Esta no es una situación exclusiva de la zona afectada por la tragedia, es casi general en el departamento. Por último, es preciso reiterar que, con este documento se ha querido recoger los testimonios de personas que vivieron el desastre, desde la realidad de la

204 Armero tragedia y en la propia voz de los protagonistas, por ello aparecen con las características del lenguaje hablado y conservando sus particulares modos de expresión. Muchos aspectos importantes no han sido cubiertos ni tratados con la profundidad que merecen y quedan a la espera de estudiosos que se motiven a abordarlos. Se destacaron otros aspectos que por su relevancia e impacto en la vida de la comunidad armerita, justifican convocar entidades que puedan entender y aprender mejor sus apremiantes necesidades. Se espera haber contribuido también, al esclarecimiento de elementos que ayuden a guiar políticas y acciones en campos sobre los cuales es importante desarrollar un trabajo, tales como educación, empleo, vivienda, atención social y psicológica y prevención de desastres, que continúan siendo críticos en esta comunidad que, a pesar de haber transcurrido diez años, aún vive secuelas físicas, emocionales y psicológicas.

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