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PARQUE DE LOS PRÍNCIPES. PARÍS

Zaragoza vive envuelta en la locura. Aquel alud de sentimiento zaragocista desborda cualquier otro acontecimiento, incapaz de abrirse paso entre esa ola inmensa de fervor, de cariño hacia el equipo y de máxima ambición deportiva.

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Apenas si he estado una vez en París

10 de mayo de 1995. Parque de los Príncipes. París. ¿A qué te suena París, ? Apenas si he estado una vez. Jugábamos un torneo de juveniles en una localidad cercana y aprovechamos para entrar en la ciudad. Subí a la Torre Eiffel y disfruté de unas horas en la capital francesa. No la había vuelto a ver.

Pero me parece que todo va demasiado deprisa, muy rápido. Apenas si acabamos de lograr el pasaporte para la final y todo está envuelto en una inmensa vorágine, en un carrusel cercano a la locura.

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¿Cuántas veces ha vivido semejante acontecimiento?; más aún, ¿cuántas veces podrá volver a vivirlo? Nayim: tú has saludado al mundo desde el balcón de un grande, el . Y Solana, Pardeza, Aragón… hijos del Real Madrid. Pero pregúntale a : “He tenido la fortuna de estar con el Zaragoza en importantísimas citas nacionales. Pero esto no tiene nada que ver. Es un gran acontecimiento internacional, con otra dimensión, con otro perfil, algo inmenso que el Real Zaragoza tiene la gran fortuna de poder disfrutar”.

“Ese ambiente, ese sabor internacional es lo más bonito que existe en el fútbol. Cuando juegas en Europa -apuntala García Sanjuán- hasta , tu propia casa, tiene una magia distinta”.

París. París envuelve con su sonoridad, te embruja con su encanto, te cautiva, te seduce. O apenas, con todo el peso de su historia, resuenan con poco sentido sus dos sílabas y cinco letras. “¿Sabes que yo ni siquiera he estado en París? Quiero -dice Jesús García Sanjuán- que la magia de este nombre, el embrujo de esta ciudad quede unido a esta gesta, a esta maravillosa historia en la que nos hemos adentrado. Para algunos es la ciudad del amor; para mí, será -quiero que sea- el escenario de este sueño”.

“Yo he oído hablar muy bien de París, pero, en realidad -interviene Geli- tampoco lo conozco. Ni ahora me dice algo más que es la ciudad, el escenario donde hemos de resolver esta final, esta preciosa historia, este cuento que entre todos hemos hecho real”.

Y para ti, Cedrún, ¿qué es París? “Son muchas cosas, pero me siento incapaz de disociarlo de esa imagen de su liberación en la II Guerra Mundial: cuando las tropas aliadas acaban con la ocupación nazi”.

En aquel agosto de 1944, más de cuarenta años antes, el ejército aliado busca un golpe de efecto, una prueba que ponga de relieve la debilidad del

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III Reich, la caída del imperio alemán; la garantía de que el poderío nazi se resquebraja, más allá de la propaganda alemana. Tras el desembarco de Normandía, las tropas avanzan hacia el corazón de Europa, inclinando ya la balanza de su parte. Faltaba, tal vez, la guinda. Y, sin duda, el punto de mira, el gran objetivo es París. Bajo la dirección del general Leclerc, jefe de la Segunda División Blindada Francesa, el ejército aliado emprende una tarea que quedará completada entre la noche del 24 y el 25 de agosto de 1944, entre la emoción de la Resistencia y de los ciudadanos de París.

Pero al margen de su riquísima historia política, desde aquella monarquía absoluta a la Revolución Francesa, el paseo por la Gran Guerra y la II Guerra Mundial o, ya más adelante, el legendario mayo del 68, París tiene también el encanto del fútbol, del bueno.

En ese mismo escenario del Parque de los Príncipes en donde jugará el Real Zaragoza, España estuvo a punto de repetir la gesta de conquistar esa Eurocopa que ya había ganado en 1964, con gol de Marcelino. El tanto marcado a Rusia que ha quedado inscrito en la vida de ese Magnífico zaragocista.

1984. Una cita con la historia

En esa edición de 1984, tras un brillantísimo Campeonato, y después de dejar en la cuneta a Alemania en los cuartos de final y, en una agónica ruleta de penaltis, a Dinamarca en semifinales, la selección española de Miguel Muñoz se asomaba a una gran final continental, ante el anfitrión, Francia.

Eurocopa de Francia. Final. 27 de junio de 1984 Parque de los Príncipes (París)

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FRANCIA 2 Bats; Battiston (Amorós, 72'), Le Roux, Bossis, Domergue; Giresse, Tigana, Platini, Fernández; Lacombe (Genghini, 80') y Bellone.

ESPAÑA 0 Arconada; Urkiaga, Salva (Roberto, 85'), Gallego, Julio Alberto (Sarabia, 77'); Víctor, Francisco, Señor, Camacho; Santillana y Carrasco.

Goles: 1-0, min. 55: Platini. 2-0, min. 91: Bellone.

Árbitro: Christov (BUL)

Espectadores: 47.368

Aquel partido quedará marcado por ese gol que se le escurrió a Arconada, en el lanzamiento de falta de Platini. Fue el guardameta una de las grandes figuras del equipo español, que quedó, sin embargo, ‘tocado’ por ese fallo, por ese balón que se le escapó por debajo del cuerpo cuando ya lo tenía controlado.

“Podíamos ganar a Francia”

Juan Señor fue uno de los protagonistas de esa historia con el sabor agridulce que deja una plata: “Fuimos de menos a más en ese Campeonato -relata el internacional-. Habíamos empezado tibios, titubeantes, pero sacamos lo mejor de nosotros ante Alemania primero y más tarde, en semifinales, ante Dinamarca, con un Arconada sensacional, que nos había conducido hasta ese último peldaño de la Eurocopa”.

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“Y afrontamos esa final convencidos de que podíamos ganarle a Francia. Era esa selección que abanderaba Platini un equipo muy sólido, muy serio, que contaba, además, con la ventaja de ser el anfitrión. Pero nosotros habíamos adquirido fe, seguridad, confianza. Yo me había ganado un puesto en el equipo, junto a Víctor Muñoz, en la línea medular. Por detrás jugaba Salva. El partido resultó equilibrado. Tuteamos a Francia en la primera parte y nos fuimos al descanso con la incertidumbre de ese gol fantasma de Santillana que no subió al marcador”.

“Luego, el encuentro quedaría marcado por esa falta sencilla de parar de Platini. Yo ni siquiera vi el gol. Inicié el movimiento de contragolpe, hasta que oí rugir al estadio con ese grito de gol que me dejó sorprendido”.

A partir de entonces, España se volcó en busca del empate y fue Francia, ya en el epílogo, la selección que logró el segundo tanto.

“No hacen falta palabras para comunicarse. Solía compartir mesa con Luis Arconada, y con Maceda, Goiko… Al final, él conocía la trascendencia de un error que no empañaba su excepcional Campeonato”.

“Tenemos que romper el maleficio de ese estadio -relata Xavi Aguado-, en donde no ha ganado la selección española ni tampoco el Madrid ni el Barcelona. Yo no he estado en París y mi experiencia en una gran final continental se refugia apenas en los partidos de la televisión. Todo esto casi nos desborda: una proyección internacional increíble, con la distribución de imágenes a mil millones de espectadores potenciales. Es la final de la Recopa. Y nosotros estamos aquí”.

Zaragoza vive envuelta en la locura. Aquel alud de sentimiento zaragocista desborda cualquier otro acontecimiento, incapaz de abrirse paso entre esa ola inmensa de fervor, de cariño hacia el equipo y de máxima ambición deportiva. Vive la ciudad el encanto y la ilusión de aquellas otras grandes

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épocas del zaragocismo: nace una nueva generación de futbolistas admirados, como los Alifantes, los Magníficos, los Zaraguayos…

El equipo se ha puesto de moda y se ha convertido en la seña de identidad de la ciudad, de la comunidad. Miles de aficionados se apostan en las puertas de la agencia de viajes que distribuye las entradas con un solo objetivo: conseguir una localidad -y un medio de transporte- para asistir a la cita del Parque de los Príncipes.

“También a nosotros nos afecta -reconoce Santiago Aragón-. Todo el mundo quiere viajar a París, pero las entradas son limitadas. Yo desvío las solicitudes hacia el club”.

“Aún así, no dan a basto -indica Aguado-. Nos han dado tres entradas de preferencia para la familia más cercana y apenas una docena para otras zonas del estadio. ¡Pero si me llama gente que no he visto hace años para decirme cuánto me aprecia y pedirme una entrada…!”.

Es un clásico tira y afloja: la plantilla pide más para hacer frente a sus compromisos. Pero desde el club se frenan las peticiones. No hay entradas: e incluso, la distribución se encuentra inmersa en una inmensa polémica. No es el momento de enturbiar una de las páginas más gloriosas de la historia del club.

“Es normal -sigue Aragón-: estamos de moda y nos envuelve todo este sentimiento apasionado. Por eso, intentamos mantenernos fuera del bullicio, centrados en lo nuestro, que es jugar al fútbol. Creo que ha sido muy importante ganar en El Molinón, ante el Sporting de Gijón, justo el partido anterior a la final. Veníamos de un tropiezo en La Romareda, ante el Athletic. Pero aquello resultó circunstancial: acusamos un poco el esfuerzo. Y eso que nosotros hemos sabido adaptarnos al esfuerzo que supone jugar los domingos y los jueves”.

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Nunca hemos querido variar el tono, bajar los brazos. Cada competición exige dar el máximo -retoma Nayim- y no por avanzar en la Recopa podemos dejar de lado .

La competición regular, la Liga doméstica, es también un refugio donde el equipo puede librarse de la presión de la final: liberar la cabeza y soltar la presión. Es, hoy por hoy, uno de los conjuntos que mejor fútbol practica: terceros en la Liga y en puertas de una gran final continental.

Me paro, a veces, a pensar en este Zaragoza: subcampeón de Copa hace dos años; campeón de Copa un año después y ubicado en el podio de la Liga; y hoy, en mayo de 1995, finalista de la Recopa y con el respaldo de una magnífica temporada regular. Impresiona. Cautiva.

Se desgastan los días y aumenta la ansiedad. Un viaje a París, apenas un partido -¡un partido!: ¿cuántos has jugado en tu vida, Gigi?- y, ya de regreso habremos concluido este maravilloso sueño. ¿Podrá convertirse en pesadilla? Seguro que no. Todo lo vivido ha merecido la pena. Al margen de lo que ocurra en el Parque de los Príncipes.

Un vuelo y una maleta. ¿Qué te llevas a esta cita? Apenas lo indispensable: estamos acostumbrados a una rutina que nos lleva de aquí para allá y equipaje de viaje forma parte de esa costumbre: el necesser, algo de música -algo del momento-, un libro, la prensa, el pijama… Lo indispensable. Viajamos de traje, pero para estar en el hotel, en la concentración, elijo ropa cómoda, el chándal.

Se agradece estar al margen de la vorágine en la que se ha envuelto la ciudad. Nos refugiamos en un hotelito familiar, muy pequeño, a las afueras de París. Aquí estamos tranquilos, apenas con las noticias que nos llegan a

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93 través de la familia. Ya sé que mi madre no va a poder venir al partido: estará mi padre, Alí, mi novia, y gente muy cercana.

Hay que atender a la prensa. Veo a periodistas que se encuentran más nerviosos que nosotros. Y yo te leo en el Heraldo de Aragón, en una entrevista concedida a Pablo Ferrer.

Nadie le discute ya su calidad. Mohamed Alí Amar, Nayim a secas para el mundo del fútbol, se ha convertido en una pieza fundamental del Real Zaragoza. Tras un largo periodo de adaptación al club y la ciudad, que le granjeó una desconfianza generalizada, Nayim está sacando a relucir esta temporada -y por arrobas, además- el tesoro futbolístico que siempre ha llevado dentro. Con el verbo se defiende con igual destreza y lo tiene muy claro: el miércoles quiere salir del Parque de los Príncipes con la Recopa por montera.

-La ciudad no respira, Nayim…

-Y eso que nadie se ha dado cuenta de lo que supone esto. Ni siquiera nosotros mismos. El caso es que estamos aquí, en la final. Un partido complicadísimo, con un rival que exige concentración máxima de principio a fin. El Arsenal no se cansa nunca de presionar, es muy inglés para este tema y ya lo demostró en pasadas eliminatorias. Además, defiende título.

-La tocan más que el Chelsea, pero eso puede iros mejor.

-No se parecen, desde luego. Bajan más el balón. Juegan con más técnica. En sus filas puedes encontrar a jugadores de la clase de Wright o Merson. Adams, por ejemplo, es un peligro en jugadas a balón parado. De todas maneras, la fuerza del Arsenal

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94 siempre ha estado en su bloque. Y eso sí, pienso que su estilo será más cómodo para nosotros que el del Chelsea.

-Tu etapa inglesa te convierte en un analista privilegiado para esta final. ¿Qué fue de Nayim como futbolista y como persona en las Islas?

-En lo deportivo, me realicé como profesional, ya que en el Barça no me dieron ocasión. Me fue bien. Gané una Copa inglesa, jugué cinco veces en Wembley -el gran orgullo de cualquier jugador de la Premier League- y se me valoró como jugador. Lo que pasa es que me apetecía volver al fútbol español y estaba algo cansado de la forma de vida londinense. En el fútbol, disfruté mucho, el público me apoyó hasta el final y eso lo llevo en el corazón.

-Eras uña y carne con Gascoigne. No te aburrirías tanto…

-Bueno (sonríe), llegamos a la vez al Tottenham y eso hizo que nos llevásemos bien. Gazza es un tipo peculiar, desde luego.

-Una de anécdotas, por favor.

-Hay muchísimas… Un día, comiendo en el restaurante del hotel donde vivíamos, le dio por lanzar filetes al aire, con las lógicas quejas de los clientes afectados… Lo que pasa es que es tan buena persona que, al final, nadie se mosqueó. Gazza improvisó una fiesta e invitó a champaña a todos. Cosas así, a miles. Pienso que su chaladura es sana. Si fuera más serio, su juego se resentiría. Jugadores como él dan espectáculo siempre y la gente los adora, como pasa con él.

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-Tú eres un defensor a ultranza del fútbol-arte e intentas llevarlo a la práctica.

-Por supuesto. El jugador de fútbol nace, lo que haces en el campo debe salir de dentro. Considero que dar espectáculo es un deber para mí por respeto al público. La gente no va sólo a ver correr y dar patadas al balón. Deseo que el partido de París sea un gran espectáculo.

-Esa es la filosofía estilística de tu equipo, un club que quiere abandonar el cartel de simpático y cambiarlo por el de grande. En junio, cuando se enfríe todo y llegue la mirada atrás, la valoración debe ir por ese sentido.

-Un equipo grande se hace con títulos cada año o al menos estar siempre en la lucha por ellos. Poco a poco, lo vamos consiguiendo. Hay un equipo muy bueno y la idea es subir aún más. Me alegré mucho cuando oí a nuestro entrenador una cosa que también dice el presidente. Por ejemplo, que el club no traspasa a nadie. Eso es bueno para la entidad. El Zaragoza siempre ha ido jugueteando con la gloria sin acceder a ella de forma fija. Ahora tenemos que empezar a pensar de otra manera.

-Vamos a hacer la película post-final. Habéis ganado. ¿Ese sentimiento puede describirse con palabras?

-Los diez minutos siguientes a ganar una final te sientes vacío. No sabes lo que has hecho. Estás como ido. Una hora después, ya es otra cosa. Si lo conseguimos, que lo vamos a conseguir, más de uno con traje y corbata irá a la ducha.

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-Si llega el éxito, ¿te gustaría tener noticias de alguien en especial?

-Tendré allí a mi padre. Quizá, una llamada de mi madre.

-¿Y la de un ciudadano inglés llamado ?

- Bueno… Aunque no hablemos ese día, me localizará de cualquier manera. Terry es mi segundo padre, no ya por la oportunidad que me dio en el Tottenham, sino por el cariño y el respeto que siempre me ha demostrado. Es el mejor entrenador del mundo.

-Aquí tiene a uno que le ha dado algo especial al Zaragoza.

-Sin duda, le ha dado ilusión, una concepción del fútbol que se ajusta a los jugadores que tiene, porque no sabríamos jugar de otra manera más oscura. Así de claro. A raíz de todo esto, se ha generado un ambiente excepcional, un público increíble de verdad. Es como un sueño.

Un sueño del que ningún zaragozano quiere despertar. Suerte, artista.

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