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(S-1327/10)

PROYECTO DE DECLARACION

El Senado de la Nación

DECLARA

Rendir un justo y merecido homenaje a unos de los más fervientes defensores del federalismo: el caudillo catamarqueño, Coronel Felipe Varela, al cumplirse el próximo 4 de junio el 140º aniversario de su fallecimiento.

Blanca M. Monllau.-

FUNDAMENTOS

Señor Presidente,

Juan Felipe Varela nació en Huaycama, actual departamento Valle Viejo, de la provincia de Catamarca. Hijo de un activo militante federal, Javier Varela, se crió en el seno de una influyente familia catamarqueña.

Siendo joven participó de un movimiento subversivo federal instigado por el caudillo santiagueño Juan Felipe Ibarra, que encabezó su padre, Don Javier, con el propósito de deponer al gobernador José Luis Cano, que respondía a la coalición del Norte. En el combate que se libró a orillas del río de Valle, los jinetes defensores del gobierno dispersaron a los insurrectos, dando muerte a Javier Varela.

Tras la muerte de su padre en batalla, Felipe huyo a La Rioja radicándose en Guandacol. En ese pequeño pueblito del pie de la cordillera, formó su familia con Trinidad Castillo y se convirtió en ganadero, trasladando animales hacia Chile. Esos continuos viajes y el trato con peones y pequeños ganaderos, le dieron un amplio conocimiento del paisano humilde de la región y de los vericuetos de la cordillera, que cruzaría muchas veces.

Su estirpe guerrera lo llevó a combatir el centralismo porteño, encarnado por . Luego de ser derrotado, Varela tuvo que exiliarse en Chile por largos años.

Al finalizar 1855, regresa nuevamente a nuestro país y el destino lo lleva a conocer al general Justo José de Urquiza, a quien no sólo servirá en el campo de batalla, sino que ganará su aprecio y amistad. Indudablemente el vencedor de Caseros reconoce los dotes de mando y el espíritu de orden del catamarqueño, al nombrarlo Comandante del 3er. Escuadrón del Regimiento de Caballerías Nº 7 de línea.

Bajo las órdenes del entrerriano luchó en la fatídica batalla de Pavón, en 1961, que marcó el triunfo de la facción porteña y el inicio de la hegemonía mitrista.

Las columnas liberales triunfadoras avanzaron hacia el interior para cambiar la situación política a sangre y fuego. El liberalismo, heredero del unitarismo rivadaviano, tenía sus objetivos bien definidos: la ideología del progreso positivista, la vinculación con las potencias extranjeras -especialmente con Gran Bretaña-, la construcción de los ferrocarriles, la inmigración y el ingreso de los capitales. Todo vino a fortalecer al puerto y a la pampa húmeda en desmedro de las provincias del interior.

En 1862 se unió al general Ángel Vidente Peñaloza, sublevándose contra las autoridades nacionales de . Como lugarteniente del “Chacho”, fue nombrado jefe de la policía en La Rioja. En 1863 invadió Catamarca, y luego combatió contra las fuerzas de Wenceslao Paunero en las batallas de Las Playas y Lomas Blancas. Después del asesinato de Peñaloza, Varela se refugió en Entre Ríos, donde fue edecán del gobernador Urquiza. Un año más tarde se volvería a Chile.

Allí se puso en contacto con la llamada Unión Americana, una red de de intelectuales que se opuso fervientemente ante cualquier ataque de potencias imperialista a los pueblos americanos. Desde allí, Varela comprendió -en profundidad- el proceso político en que estaba sumergido su país, y se dispuso a organizar una campaña militar para regresar. Convocando a las residuales de otros caudillos muertos o debilitados en todo el país más combatientes chilenos, Varela marchó sobre territorio argentino apoyado por los caudillos Juan de Dios Videla, de Mendoza, y Felipe Saá, de San Luis. En Jáchal, provincia de San Juan, lanzó el 10 de diciembre de 1866 su histórica proclama revolucionaria:

"¡Argentinos! El pabellón de mayo que radiante de gloria flameó victorioso desde los Andes hasta Ayacucho, y que en la desgraciada jornada de Pavón cayó fatalmente en las ineptas y febrinas manos del caudillo Mitre”…“ Nuestra Nación, tan feliz en antecedentes, tan grande en poder, tan rica en porvenir, tan engalanada en glorias,

ha sido humillada como una esclava, quedando empeñada en más de cien millones y comprometido su alto nombre a la vez que sus grandes destinos por el bárbaro capricho de aquel mismo porteño, que después de la derrota de Cepeda lagrimeando juró respetarla"… "Tal es el odio que aquellos fratricidas porteños tienen a los provincianos, que muchos de nuestros pueblos han sido desolados, saqueados y asesinados por los aleves puñales de los degolladores de oficio: Sarmiento, Sandes, Paunero, Campos, Irrazával y otros varios dignos de Mitre"… “¡Abajo los infractores de la ley! ¡Abajo los traidores de la Patria! ¡Abajo los mercaderes de las cruces de Uruguayana, a precio de oro, de lágrimas y de sangre y oriental! Nuestro programa es la práctica estricta de la constitución jurada, del orden común, la paz y la amistad con el Paraguay, y la unión con las demás repúblicas americanas"…

Varela ocupó toda la provincia de La Rioja. Volviendo hacia el oeste, dominó también los departamentos occidentales de Catamarca, donde predominaba un claro sentimiento federal. Los magros batallones con los que había partido desde Chile se habían engrosado, llegando a reunir casi 5.000 montoneros: la fuerza más importante que había puesto en armas el partido federal desde la batalla de Pavón.

La situación era realmente peligrosa para el gobierno de Mitre, que estaba personalmente al mando de los ejércitos aliados en el Paraguay. Sin embargo, el moderno armamento y una serie de circunstancias adversas hicieron que Varela y sus aliados fueran derrotados. La revolución fue vencida: Felipe cayó en la famosa batalla de Pozo de Vargas (popularizada por la “Zamba de Vargas”), ante Antonio Taboada.

El temido caudillo catamarqueño debe retirarse a Jáchal para reorganizar su tropa y resiste aplicando la táctica de guerrillas. A pesar de algunos triunfos circunstanciales, su suerte estaba echada. El 5 de junio vence al General Paunero en las Bateas y luego el coronel Linares en la cuesta de Miranda. Prosigue su marcha y toma La Rioja por once días. Perseguido por los generales Arredondo y Navarro, entra en Antofagasta de la Sierra por Fiambalá, donde sufre numerosos sufrimientos por el frío y el hambre. Finalmente llega a Salta y toma la ciudad. Sin embargo, la llegada del Ejercito Nacional al mando de Octaviano Navarro era inminente y debe huir a Jujuy primero, y luego Bolivia. Sin apoyo y con un ejército diezmado, regresa nuevamente a Salta pero es derrotado por las fuerzas nacionales en Pastos Grandes, dispersando definitivamente su tropa.

Murió pobre, difamado y enfermo de tisis en Nantoco, cerca de Copiapó, el 4 de junio de 1870. En su manifiesto, Varela decía que con conciencia tranquila esperaba el fallo de la historia, “porque jamás he obrado de mala fe, ni pesa en mi conciencia una sola razón, ni liviana porque pueda yo arrepentirme”. La revisión histórica contemporánea –más seria y desapasionada (incluso apoyada por nueva documentación encontrada)- nos presenta a un Varela distinto al gaucho analfabeto y violento en otrora presentado por la historia oficial. Leyendo su manifiesto y sus cartas, descubrimos un líder con un claro pensamiento nacional y americano; ferviente impulsor de la unión con las demás repúblicas americanas; opositor a la vergonzosa guerra contra el Paraguay, y defensor del federalismo . La figura de Felipe Varela ha sido justamente reivindicada por el parlamento catamarqueño, en agosto de 2007, al solicitar al Gobierno Nacional el ascenso post-mortem del caudillo a General de la Nación.

Varela es uno e los grandes hombres que Catamarca brindó al país y es necesario revalorizar su persona por el esfuerzo y sacrificios sin límites a favor de una Argentina auténticamente federal y una patria Americana unida.

Por todo lo dicho, solicito a mis pares la aprobación del presente proyecto de declaración.

Blanca M. Monllau.-