la histc. ii . ... cratura uruguaya CAPITULO ORIENTAL pres-ntará semanalmente, en sus Este fascículo ha sido preparado por el treinta y ocho fascicu!os, la historia de la literatura uruKuaya. El coniuntn abarcará un panorama conipleto, desarrollado en Dr. Fernando Atnsa, revisado por Carlos estensión y en profundidad, de las obras más representativas hlaggi y adaptado por el Departamento de la producción literaria iiacional, desde la Conquista y la América Patria Vieja hasta nuestros días. El lector podrá coleccioriar la historia de la Literario del Centro Editor de el texto ilustrado de estos fl~cículospara contar con un volu- literatura IbUgUaya Latina. men completo al cabo de su ~~ublicacií~n:simultáneaineiitc. separando las tapas podiL disponer de una valiosa icono~rafi;i de la historia del pais. Los libros que acoinpaiian a los fasciculos forniarán la 33. Los novelistas del 45 "Biblioteca Uruguaya Fundameiital".

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Manolo , óle LOS NOVELISTAS DEL 45

La novelística del 45 surge algo tardíameri- en el olvido de la obra de Mateo Magariñcs te. Durante muchos años se manejó 'respecto Solsona, cierto menosprecio hacia las novelas de sus principales autores el esquema de una de Reyles y una inserción de la narrativa de generación critica o de una generación del Acevedo Díoz en un contexto más histórico cuento. Fue el propio Emir Rodríguez Monegal, que literario. Sin embargo, latente en las na- portavoz crítico del 45, quien señaló en 1950 rraciones de Carlos Martínez Moreno, se adi- que la tradición literaria del seguic vinaban los puios de un novelista de largo siendo la del cuento. Inventariando el pasado, aliento, como en las preocupaciones existen- Rodríguez Monegal afirmaba que "no hay tra- c:ales de Clara Silva se sospechaba la mate- dición noveiesca en nuestra literatur~,uunque ria prima de una novelística inédita en Uru- hay ( eso sí) algunos novelistas". Novelistas guoy. Todo parecía dispuesto, alrededor de eran apenas Acevedo Díaz, Reyles y Amorim; 1960, para una eclosión de la novela que la después de ésfos, sólo 0ne:ti habia levantado generación del 45 todavía no había descu- un mundo novelesco. Les rczones eran mu- bierfo, aunque los gérmenes se adivinaban en chas y las habia literarias, históricas y hasta los breves relatos de Mario Benedetti o en sociológicas. La generación del 45 estaba i!i- los penetrcntes ejercicios de José Pedro Díaz. serta en un marco cultural donde sólo habla La conjura pudo desencadenarse merced a revistas, solventadas por el propic-, esfuerzo un doble fenómeno paralelo: el resurgimien- de sus integrantes (Número, Asir, Deslinde 1, to de las editoriales en el Uruguay (la apa- págincs literarias en diarios y semanarios y rición de Alfa en 1960 resultó decisiva y donde la palabra "editorial" se ha'c~ia disuei- básicos los préstamos del Banco de la Repú- to unos años antes con el fin del esfuerzo blica) y la conexión directa del pais con los de Claudio García (uno de los más importan- nuevos "polos" editoriales del mundo, espe- tes que ha habido en el país) y de la Socie- cialmente con España, cuyo concurso Biblio- dad de Amigos del Libro Rioplaterise. Editur teca Breve de Seix-Barra! se convirtió en la una novela, no ya escribirla, suponi a trabajar obligada cita de los flamantes novelistas uru- al costo del autor y combinar, a tocjo lo más, guayos, muchos de los cuales obtuvieron, su- la distribucijn a través de una librería de 13 cesivamente, importantes consagraciones. La cual "Ateneo", dirigida por Enrique González apertura de los puntos de vista y las preocu- Ruiz, fue el más digno ejemplo: lo+ primeros paciones que significaba paralelamente Cuba libros de Julio Da Rosa, Mario B enedetti y en ese momento -el Premio Casa de las Ame- Eliseo Salvador Poria llevaron ese S ello. Ade- ricas empezó también a contribuir a las cre- más, la tradición del cuento se cond ecía mejor denciales de una líieratura latinoamericana de con el presente de esa generaciói.~. Amorim característiccs originales- y el "deshielo" y Onetti editaban sus novelas en li.uenos Ai- del mundo embretado en la que habia sido res y el pasado novelesco del pais se diluía rígida post-guerra, internacionalizó a los es- critores uruguayos. Pocos han sido los novelis- plica necesaria,mente la existencia de novelis- tas del 45 que no han recorrido buena parte tas en el sentido estricto que tiene la palabra. del mundo y que no han abandonado los Más allá del ejemplo de Carlos Martinez Mo- localismos de su origen. La relación en:re los reno no ha habido creadores de un mundo no- escritores y la literatura empieza a adquirir, vele-co ccmo el levcntado por los.recordados merced a contactos e intercambios reiterados, A.cevedo Diaz, Reyles, Amorim y Onetti. Las una funcionalidad que depone muchas de las novelas, por el contrario, han proliferado y ~olemnidadesdel pasado y especialmente se la mayoría coexiste con los ejemplos aislados pierde gran parte de la actitud provincial de de los cutores que venían trabajando tenaz- reverencia ante el producto cultural de la mente en la década anterior -Paulina Me- .netrópoli. deiros, Dionisio Trillo Pays, Marisa ,Viniars, Si hay unc madurez de los escritores tam- Jesualdo, Ariel Méndez, Carlos Denis Molina bién la hay en el público, capaz de recono- y Aifredo Gravina- o aquellos otros, mucho cer buena literatura en la obra del novelis'a más jóvenes, que empezarían a publicar cosi al que traza como ciudadano o amigo. Tam- s:mu;t2neamente ccn los autores del 45, enan- bién el público dep3ne el tono necesariamec- ccídos en e: mismo entusiasmo que los guiaba te admirativo con que siempre desviaba las y fcciiitaba a todos. Así, lo que era punto de preferencias hacia los escritores extranjeros. llecjada y culminación pcra José Pedro Díaz, la obra nacionul puede ser algo más que el Mririo Benedetti y el propio Martinez Moreno, áspero texto obligadamente leído en el iiceo era punto de arranque para los primerizos Y o el despreciado libro editado por un autor la pos;bilidcid de un público nuevo para los gI que no se veía nunca funcionalmente inte- que habían trcbajodo cislados hasta entcn- grado a la sociedad, como profesional de al- ces. Pero esa coexis:encia de fítulos y autores go y sí como un "raro" marginado. En este no implicó una identidad de c~rrientes.La no- ent ti do hay un reencuentro de la literatura velística del 45 puede ser caracterizada con con la función social y pública del escritor, algunas notas esencic!es y, en su aparente como no lo habia habido desde el divorcio diversidad, revelar tendencias y fenómenos producido con el modernismo. Si asi lo reco- comunes. nocen escritores y público, estimulados indu- dablemente por la gran apertura que supu- UN REALISMO CRíTICO Y PREOCUPADO sieron las sucesivas Ferias del Libro, también acompañan el esfuerzo las editoriales multi- 1. La visión de la novelis'ica del 45 es plicadas en el correr de los años posteriores J intelectualizada: Pese a la marcada influencia 1960. Entrados todos, pues, en la madurez de las letras ang.osajonas, especialmente !a de la que no tenía ni noticia el país mismo, novela norteamericana de lo "generación per- la propia circunstancia obligaba a que se en- dida", la actitud de los escritores del 45 es carara el género maduro por excelencia: la ne'amenie intelectualizada, al modo en que novela. se había asimilado esa influencia en Francia. El mensaie original de un Hemingway o un I - LA NOVELISTICA Faulkner es traducido al francés antes que a LA ROPA QUE A MUCHOS QUEDABA CHICA un estilo nacional. Son Camus y Sartre (Los caminas de la liberiad trazan ese rumbo reco- La novela parecía indudablemente el gene- giendo la obra de Dos Passos) quienes reco- ro adulto al que había que llegar, casi no- gen primero el mensaje de una novelistica turalmente, y del cual se precisarían SUS am- concebida en su origen al margen de esqus- plias posibilidades una vez que el Uruguay mas intelectualizados, como pura aveniura li- -afirmado en la apariencia del "aquí no :erario (generalmente respondiendo a la pasa nada" en el que habían creido muchos aventura vital de los escritores) y nunca como de los integrantes de la generación del 45- una elaboración de contenido ideológico. So- empezara a resquebrajarse en forma acelera- lamente Onetti habia escapado a la traduc- da. Poemas y cuentos empiezan a quedar ción y versión que de Faulkner dio su pasaje "cortos". El ropaje tradicional de la literatu- por la cultura europea. La huella de Heming- ra nacional parece no cubrir las nuevas nece- way en el primer Benedetti se diluye luego sidades. Mario Benedetti, pasando del cuen'o en aras de las preocupaciones políticos del corto (muchas veces casi satírico apunte de novelista uruguayo, así como el esquema del costumbres) a la novela totalizadora y ambi- vasto fresco de una sociedad de un Dos Passos ciosa que es Grwcias por el fuego, representa, se mezcla en Alfredo Gravina con sus preocu- tal vez, el ejemplo más palmario de esta evo- paciones sociales y su postura ideológica. lución en función de lo que son las mismas 2. La dominante de la novelistica del 45 es necesidades expresivas del autor. Sin embar- el realismo, aunque la prosa es cuidadosa- go, la progresiva anarición de novelas no im- mente atendida y se supera el esquema lati- LOS ADELANTADOS

Dionisio Trillo Pays, primeros otisbos de una nueva visión ciudadana.

Todo cintillo de fechas alrededor de una del golpe de estado del 33 que ella misma generación provoca en sus márgenes el error. viviera ac:i:.an:enfc con:o dirigenie esfudian- Una serie de autores publican sus novelas til. antes que el movimienio generaciono! pue- En el o:ro exfremo están los escritores da ser caracterizado como tal Y otros lo qüi?, inscribiéndose por su edad en la gene- hacen más tardiamentq cuando atitores más ración dsl 45, empiezan a publicar sus obras jóvenes empiezan a editar sus obras. Asi, iardiamente. El ejemplo más notorio es el del conjunto de autores analizados en este de Roberto Fabregai Cúneo, (nacido en 19061 capitulo han quedado fuera de la caracfe- solitario explorador de un mundo sutil que rización general algunos que, sin embargo, bordea lo real y lo fantasmagórico. Sus dos deben inscribirse en los circulos más amplios novelas La casa de los cincuenta mil her- de la novelisfico del 45. Dionisio Trillo Pays manos (1964) y El lnca de La Florida (1967) con sus primeros atisbos de una nueva visión se inscriben en un mundo de ironías veladas ciudadana, que surge de la cauta explora- y determinado por signos fatales. Especial- ción suburbano de un hombre del inierror mente en la Última, una novela que podrb que recoge los primeros rechazos de la ca- transitar por los esquemas clásicos del r-ea- pitul, publica Pompeyo amargo en 1942 y lrsrno nativisfa, explora las inmensas posibi- Esas hojas no caen en otoño en 1946. Pau- lidades que ofrece una realidad poblada áe lino Medeiros, activa novelista que se mul- mitos, signos determinisfas, la bwjeria de los tiplica en obras editadas en ambas márgenes conjuros camperos. del Plata, es una de las pioneros en la novelistica femenina uruguoYa. En 1940 pu- blica Los que llegaron después. Su actividad prosigue hasta su reciente El faetón de los Almrida (39661, pasando por expioraciones del mundo juvenil en Otro; iracundos (1962) y novelas como Un jardín para la muerte (1953), que conociera una segundo edición en Chile. Con un estilo ágil y desmañado, Paulina Medeiros es una de las cronistas niás preocupados que ha tenido todo el período

Una cronista de estilo ágil y desmañado que vivió el período del golpe de estado del 33: Paulina Medeiros noamericano de un realismo desmañado, en- amable y tierno Lloverá siempre de Carlos tendido como sinónimo de verismo y eficacia Denis Molina. impactante. Aun el más realista de los narra- 4. Las respuestas que los novelistas dan en dores -Mari0 Benedetti- maneja una pulcra sus obras son netamente individualistas y prosa. Martínez Moreno, que imbrica sus obras subjetivas. La relación de tensión personal, de en una realidad generalmente comprometido, básico inconformismo subyacente, directa o in- reviste su estilo de una cuidada atención, casi directamente se traduce, en todas las novelas flaubertiana, y admite su deuda con un crea- del 45, en fórmulas propias del novelista y dor nada realista como Jorge Luis Borges. nunca en la aceptación de cánones colectivos Un autor como José Pedro Díaz, ampliando o dogmáticos. Cada autor, pese a las tensio- los límites del realismo a la confluencia con nes sociales o políticas, tiende a la creación el más allá en El habitante, asume en Los de su propio mundo, cerrado en si mismo y fuegos de San Telmo el tono de una prosa con sus propias claves interpretativas. El ejem- clásica, ceñida a los limites sensoriales de la plo generacional pionero de Juan Carlos realidad. Juan J. Lacoste sabe igualmente Onetti es apenas desmentido, aun por autores convertir las peripecias de una compañía tea- como Mario Benedetti, afectivamente sacudi- tral, en Los veranos y los inviernos, en una da por el drama político latinoamericano. El mágica alucinación donde el realismo originai, esfuerzo totalizador y de: participación en la merced al tenso estilo, se trasciende. problemática universal, que lleva adelante 3. El esiilo dominante de la novelística del Martínez Moreno, parte del conflicto indivi- 45 es descarnado, conflictivo y sus protagonis- dual y convierte la problemática personal de tas poco inclinados al lirismo. Hay una incli- Julio Calodero en El paredón o la de Primi- ncción manifiesta hacia el destierro del ri- tivo Cortés en Los aborígenes en significativa dículo o del sentimentalismo, incluso en aque- de la idea general propuesta y no ésta en llos argumentos predispuestos a ello -La tre- esquema apriorístico de aquéllla. gua, de Benedetti, pm ejemplo- y un rigor 5. Todas estas notas anteriores -visión in- científico y critico de notas demistificadoras y telectualizada, prosa formalmente cuidadu, desacralizadoras. Las novelas, aun aquéllas de racionalismo analítico, subjetividad y esfuerzo ternu básicamente amoroso, tienden a la ra- por dar una respuesta individual a la difícil cionu ización y al análisis frío de ,los hechos relación con la realidad -hacen de la ma- (por ejemplo Quién de nosotros de Benedetti yoría de las novelas del 45 obras complejas, y La otra mitad de Martinez Moreno) y el emocional y estilísticamente, y nada conven- pleito entre razón y pasión siempre se falla cionales. Es evidente que hasta hace unos años -con la excepción de Clara Silva- a favor había una tendencia en las letras nacionales de la primero. Ese estilo descarnado rehúye a destacar las virtudes inherentes al ser pri- estereotipos previos, pese a que la obra de mitivo, a resbalar hacia lo sim~lede los sim- Benedetti ha sido capaz de crear otros susti- ples, en desmedro de las reales problemáti- tutivos, auténticos comodines con que se ha cas de los seres más complejos. Un personaie juzgado muchas veces a la generación del 45. de Morosoli parecía más auténtico que un tor- La lucidez acompaña incluso a los mismos turado existencia1 o, por lo menos, parecía suicidas, como ocurre a Ramón Budiño en más uruguayo. La sobreviviente, de Clara Sil- Gracias por el fuego o a Cora Sáez en La otra va, tiene el mérito de anunciar la posibilidad mitad, invalidando muchas veces el equilibrio de lo contrario, aunque la carga de imposta- del autor el presunto (y necesario) satanismo ción que arrastra no autorice a desmentirlo del protagonista. En unas notas confidencia- totalmente. A partir de Martinez Moreno, la les que publicara la revista "Número", Carlos simpleza de seres, pueblos y paisajes dejan de Martínez Moreno confirmaba este carácter: ser virtud para resultar mera facilidad. "La equivoca pobreza mental de nuestra lite- 6. El tema amoroso aparece en general en ratura se ha disfrazado por demasiado tiem- su faz de descomposición y no con el ímpetu po de estremecimiento, de confesionalismo, de y la frescura de sus inicios. Tratan temas de fervor sensible", a lo que agregaba que "ne- adulterio Mario Benedetti en Quién de noso- cesitamos, también en literatura, un poco de tros y Carlos Martínez Moreno en La otra mi- asepsia antidemagógica; en literatura, lo de- tad. lncursionan en las fases gastadas y cadu- magógico es la indiscriminada sensibilidad". Sin cas del amor conyugal, nunca envueltos en embargo, pese a esas notbs, todas las novelas la pasión o el sentimiento puro, en Gracias son conflictivas, plantean una relación tirante, por el fuego y en Los aborígenes, así como lo cuando no de ruptura, con el medio y SUS hace Clara Silva en El alma y los perros. Sin valores. No hay conformismo en las novelas embargo, tanto Benedetti como Martinez Mo- del 45, aun en las obras testimoniales y Ile- reno tienden hacia la sublimación de los sen- nos de bonhomía personal como La ventana timientos y una posible frescura, aun en las inferior de Asdrúbal Saisamendi, o el relato páginas agriscdas y de cierta comciente sor- Jesualdo Sosa ha vivido intensamente la polarhación Alfredo Gravina proyecfa la infancia hacia el presente ideológica de los años 30. en "Brindis por el húngaro".

didez de La tregua, en el primer caso, o en de romper una tradición literaria hecha úni- las relaciones culpablemente adúlteras de La camente de mujeres poetisas. Clara Silva es otra mitad en ei segundo. Hay un afán ie la primera novelista que tiene el Uruguay, ruptura entre medio, amor, y sexo, pero nin- aunque Juana de lbarbourou había adelan-

Toda novelística está llena de extrañas su carácter excepcio rslas", aparentemente no ligadas al esfuer- novela, una soberona zo de continuidad de la mayoría. Conflden- en ~~~~~~;d~~se va emborrachan- cias a una botella de Siegtrud Tesdorff ex do soliforiamenfe en un cuarto de pensión urla de ellas, apenas recordada y, r:n em- y cuenta su vida a la botella. bargo, de una significación literaria ino'iida- Y brinda ble. Mien!ras a/gunos de/ 45 em- El esfiio de la novela es peraban ,jmidamente a colon;zurMontevi- un buen contrapunto entre el presente inmó- deo, sus temas y tremendas posibjliáades. . vil -/anoche de fin de a60 en que se está fiovdescas, ajgunas novejar ~esconoc;~as emborruchandh Y el pasad6 que corre ha- corno ésta ya lo habían probado, aún en «'a el. . LACOSTE Y MENDEZ: UN PUENTE DE INFLUENCIAS Y TEMAS NUEVOS

Tanto Juan José Lacosfe como Ariel Méndez parecen cabalgar entre el período de la novelística del 45 y el de la generación posterior, lo que les ha valido cierta marginación por prte de

Lacoste ha filiado el estilo de sus novelas Bosque al mediodía (1962) y Los veranos y los inviernos (1964,i a las grandes posibili- dades abiertas por en el ámbito novelesco rioplatense; Méndez ha conquistado una nueva temática que asu- mieron luego las primeras novelas de los autores más jóvenes. Retornando una !radición novelesca nacional que había tenido en Mateo Magariños Solsona su mejor portavoz, incursiona en la vida de las clases pudiente; y exhibe su vaciedad. Juan José Lacoste trabaja con personajes y escenarios ya rsconocibles y, sin embargo, en cualquiera de sus obras demuestra una madurez como noveliita que debería haber llamada la aten- ción de la crítica.

neralmente lo harán como cuentistas (Clotil- de Luisi, Rolina lpuche Riva, María Inés Silva Vila, Armonía Somers, Silvia Guerrica, Giselda Zani y María de Monserrat en esa generación) o constituirán ejemplos raros de una novelís- tica original sin rastro critico, como es el caso de la desconocida Siegtrud Tesdorff. 8. Las memorias noveladas abundan y traen testimonios intelectuales complejos a una tro- dición literaria hecha de personajes simples. En este perío$o aparecen memorias noveladas en forma directa de autores tan diversos como Asdrúbal Salsamendi (La ventana interior, 1963) y Jesualdo (El tiempo oscuro, 1966). Ambos, desde puntos de vista ideológicos distintos, fecorren una misma época: la dé- cada del treinta, tan importante para 'la for- mación ideológica del Uruguay actual. Lo que es infancia para Salsamendi es iuventud para Jesualdo y en ellos se puede rastrear la in- cidencia que tiene en el país el esquema de ideas que fue agrietándose hasta la guerra mundial. En estas obras es posible descubrir el substractum de una buena parte del pen- samiento nacional, hoy tan puesto en tela de juicio: el liberalismo humano y progresista, al- go anárquico y paternalista, pero básicamen- te cooperativo y generoso, aun en su falta de previsión. Tanto Salsamendi como Jesual- do han vivido intensamente ,la gran polariza- ción ideológica que tuvo su capitulo nacional -golpe de estado del 33- o internacio- nal - guerra civil española y segunda guerra tancio ante el tema narrado. Sin embargo, su mundial. cabal conocimiento de 'la realidad circundan- O!ros autores también practican el estilo de te le permitió, especialmente en la Última, memorias, aunque lo infegran a un mundo no- construir un escenario decadente y represen- velistico propio y más literariamente elabora- tativo de la mentalidad de toda una clase so- do. Benedetti en La tregua, que asume forma cial, adecuadamente reflejada en el drama de diario íntimo, y en Quién de nosotros, del protagonista. Lo universal se hace particu- donde se mezclan pasaies de un diario íntima lar sin perder su nota original, la temática con una carta. social asume la proporción de un conflicto Ese tono memorioso puede a veces concen- individual representativo. trarse en la reconstrucción tenaz de los epi- La obra narrativa de José Pedro Díaz se sodios más significativos de la infancia, a fin ha dado muy espaciada en el tiempo y entre de proyectarlos hacia el presente, donde ad- sus hitos -El habiian:e ( 1949) y Los fuegos quieren una eficaz funcionalidad novelesca de San Telmo (1964)- una tensa y pausa- íccsi toda la obra de Martínez Moreno reali- da tarea de crítico e investigador literario han za esa integración del pasado en el presen- probado que Díaz no hacía sino acumular un te), o sirven para dar una calidez inesperada cuidadoso y cu:to bogaje que 'la extraña veta al protagonista (Alfredo Gravina en Brindis por el húngaro). Sin embargo, a veces no 11 - LOS NOVELISTAS basta con la infancia propia y hay que re- JOSÉ PEDRO DíAZ: UN ESPIRITU CLASICO currir a los origenes, una fuente que no tiene por qué ser nacional en los escritores hijos de una reciente inmigración. Angel Rama en Tierra sin mapa y José Pedro Diaz en LOS fuegos de San Telmo cumplen esa peregrina- ción a los origenes.

DE LO INDlVlDUAL HACIA LO COLECTIVO - Muchos novelistas parten del terreno indi- vidual hacia el más abierto de lo social. Di- versos acontecimientos latinoamericanos con- tribuyeron a esta apertura del espectra, ori- ginalmente reducido a la inserción de una pro- blemática personal en un contexto muy diiuido del país. Tanto Clara Silva coma Benedetti han partido de temas particulares paro asumir visiones genera:es del país, pero mientras la primera, tras Aviso a la población y su inven- tario de las condiciones socio-económicas que gravitan sobre los infanto-juveniles, volvió al reducto de sus muieres conflictuales, el segun- do se fue entregando a los temas que su prác- tica del realismo crítico le fue descubriendo. Una fundamentación claramente ética ha guia- do a Benedetti en esta evolucióra, que no ha :enido paralelo en la noveiística de1 45. Un autor como Martínez Moreno, notoriamente insertado en el Uruguay con una forma de compromiso realista y aun aquctlamente críti- co, después de El ~áredón,donde su partici- de sus relatos cortos (Tratado de la llama, pación en la colectivo asume proporciones la- Ejercicios mtropológicos y recientemente Tm- tinoamericanas (como ya lo había intentado tados y ejercicios) se han encargado de des- exitosamente en Los aborígenes) vuelve a los ti!ar decantadamente. En el profundo juego temas de su primera literatura. Intuyó, muy de significaciones que ha manejado Díaz, han probablemente, 'los peligros qure lo podían primado generalmente aquellas que obedecen acechar como escritor en la e:stereotipación a un juego de resortes intelectuales y referi- ineludible que todo compromiso inmediato im- das básicamente a implicancios literarias Y plica. Tanto La otra mitad como Con las pri- culturales. Sin embargo, en su primera novela, meras luces, sus novelas posteria~res, suponen El habitante, el relato aparecía redondamen- que el autor ha vuelto a tomar Ricr debida dis- te cerrado sobre sí mismo, sin referencias I 1 José Pedro Diaz: un profundo juego de significaciones apoyado en resortes intelectuales

laierales, constituyendo una mriestra de lo que de vista, la limpieza del trazo que abre y en 1949 era la dosificada asimilación de nue- cierra el relato. En 1949 esta novela resultó vas técnicas narrativas. José Pedro Díaz narra muy original para el Uruguay; José Pedro Díaz alli en primera persona ia historia de un ex- tenía 28 años. traño "habitante" de una casa de balneario En su segunda novela, Los fuegos de San -El Médano - situada sobre las playas de Telmo, Díaz va más ieios. Mientras las evoca- Punta Negra. La narración es objetiva, indi- ciones de un Martínez Moreno, de un Jesual- recta y va desentrañando pausadamente el do o de un Asdrúbai Salsarnendi se detienen amor que suscita en "el habitante" una niña en los umbrales de la infancia propia, las de (que ya no es niña) que va todos los veranos Díaz se remontan al mundo de los antepasa- al chalet. Con una dosificada ambigüedad, dos; ese mundo está en Italia. Pero su descu- Díaz va introduciendo al habitante en el seno brimiento, anticipado en los relatos escucha- de esa fami'lia que lo ignora. Promediando el dos en su infancia de boca del tío Dornénico, relato se sospecha que el protagonista no tendrá un triple significado. Por un lado la existe, que es, a lo sumo, un alma en pena, verificación de que ese mundo [que es propio un fantasma. Sin la ironía de Oscar Wilde y por la herencia de la sangre, la dinastía de sin que el clásico "espíritu burlón" inglés lo- los D'Onofrio y aun de muchas costumbres o!- gre atenuar su penosa incomunicación, este vidadas en ) le es ajeno en su "habitante" se resigna a no ser escuchado intima esencia. Las raíces, tenazmente rasfrea- (aunque grite), a sobrellevar su amor escri- das, están rotas, y el protagonista de Los fue- biendo este relato en las noches solitarias del gos de San Telmo, ese José Pedro sin "alfer invierno. Díaz juega alli con muchas claves ego", cierra su inútil retorno a las fuentes con literarias de importahe eficacia: la dosifica- el recuerdo del día en que enterraron al tío ción de la sorpresa, la ambigüedad, el punto Doménico, que suscitó su impulso de recobrar DEN& MOLINA, EL POETA NOVELISTA

Desde la perspectiva cl? varios libros de poesía publicado; ;r una ac:iva producción el perdido pueblo del sur de Nápoles, Marina teatral, Carlos Denis Molina decidió en 1953 di Camerota. José Pedro Diaz, como tantos rastrear su infancia en forma novelesca. Lo ilustres antecesores de formación literaria ger- hizo impregnando sus recuerdos de una fres- mánica, siente su alma deslumbrada cuando ca poesía. Serie de ciiadros nostálgrcos y descubre la luz y la serenidad del Mediterrá- tristes, donde la Iluvra juega su papel de neo. En ese proceso, perfectamente percepti- pertinaz hito conductor. Lloverá siempre, su- ble en esta obra si se la confronta con las pone un nuevo ejemplo de una caracteri- anteriores (especialmente con sus "ejercicios" zación generacional: la infancia es la fuente y "tratados") hay también algo más que sien- más rica de experimentación vital para el te todo latinoamericano culto al recorrer Ita- novelisto y a ella se acude desde la grisura lia. Cada rincón, cada piedra, cada caleta o de una madurez a la búsqueda de las raíces cabo constituyen escenarios de un paisaje ya más expresivas. El episodio culminante de recorrido literariamente y cargado de podera- este relato tierno y sencillo es la muerte de sos dgnificados. La tarea de reconocimiento la madre del protagonista. Sin embargo, de esos escenarios, de la adjudicación memo- Denk Molina la escamotea y lleva la dra- riosa de cada una de ellos al verso que los mática tensión que 13 rodea a un acto, cantó a al capitulo que los detalla es tarea aparentemente irracional y brutal, pero sig- apasionante y Diaz, sin temer al intelectualis- nificativo de la descarga de tensiones del mo que se le pudiera imputar, la emprende protagonista: Dionisio ahoga a su perro mhs gozoso, lápiz en mano, Virgilio y Nerval a querido. Después de esto novela, Denis ,Pío- cuestas. Las realidades son paradójicamente lino no ha vuelto al relato y ha continuado trabajando en piezas teairales. literarias: es como si el autor llegara tarde a ellas. 1 CLARA SILVA: EL CUERPO Y DIOS

Con la excepción de Aviso a ia población (1964), las tres restantes novelas de Clara Silva -La sobreviviente ( 1951 ), El almo y los perros ( 1962) y Habitación testigo ( 1967)- pueden ser perfectamente integra- das en una trilogía. Tanto Laura Medina, co- mo Elvira Olmos, como Carmen Quartara, pro- tagonistas respectivas de las tres novelas, son las diferentes facetas de un mismo tipo de mujer existencialmente angustiada y con tre- mendas dificultades de relación con el mundo que la rodea. Dos solteras ( Laura y Carmen), polarizadas en la juventud (Laura) y en la veiez (Carmen), una casada frustrada (Elvi- ra) pero todas ellas constituyendo un mismo universo de nombres apenas intercambiados y con claves secretas que unen, bajo cuerda, a tres novelas de presentación en apariencia diferentes. Clara Silva vuelca en estas traba- zones un acento muy particular y muy propio de una tradición literaria de la que forma parte: esos "outsider", femeninos en este ca- so, que recorren buena parte del siglo empa- pados de existencialismo filosófico, y que de- sembocan finalmente en un Camus, el 'primero

CABEZA DE UN PROCESO

". . .elegir como temo determinante la vido sucedió así un tensa, casi siempre recatada de quienes no pueden vivirla íntegramenfe decisión de saberse en cuanto tácitos repre- no deja de ser en cierto modo una facilidad. sentaciones de una cultura que no aprecia Así es como por ejemplo un Morosoli se concretado de ninguna manera en lo vida dejará llevar por esa tendencia hasta su más afecfiva del pais. Esa triste historia de nues- aprovechable extremo; el drama de sus per- tra intelectualidad, de lo que pudo ser avan- sonajes, en efecto. gana con no ser dicho, zada avizora, pero no fue casi siempre sino con la pausa oportuna. Padecen, y nada soslayado angustio, está por escribirse. Y más, pues no pueden sacar de si mismos este libro de Asdrúbal Salsamendi puede, fa1 sino resignación, o rebeldías mudas, o sim- vez, servir de cabeza de proceso a nuestro plemenfe se desvanecen sin residuo. Cuánto muy montevideano manera de vivir "desde" más hondo y representativo es en cambio el las ideas, pero no precisomente en ellas y drama del intelectual, sumido en una cir- con ellas." cunstancia que lo constriñe y relega, pero provisto además de la conciencia con que Washingfon Lockharf es capaz de adscribirle un significado y aven- turar alguna clase de salida. La historia de "Pinocho, la celosía, el cuello duro.' sus reacciones ante la presión del medio (Reseña a "La ventana interior" de ARMONIA SOMERS: LOS LOBOS ESTEPARIOS que fue capaz de objetivarlos y colocarlos tras el espeso vidrio del que no han salido, desde El extranjero hasta nuestros dias. En La sobrevivi,ente el conflicto es básica- mente intelectual: Laura, tras una experien- cia traumática y egocéntrico asume un modo de compromiso con el mundo y con los otros: "Descenderé o ascenderé a los otros seres.. . desapareceré entre tod~sellos". En El alma y los perros hay menos grandi- locuencia y el posible anacronismo de la po- sición filosófica que embargaba a Laura (de- masiado condicionada por preocupaciones leí- a una reconocida maestra) es apreciada das y no vividas) se supera a través de un más por sus cuentos que por sus novelas, conflicto más real. Simple y compleja a la (La mujer desnuda, 1950; De miedo en miedo, vez, esta novela reviste un tema eterno, con 7965), aunque por la primera su nombre los ingredientes que Clara Silva maneja y saitó del anonimafo a una polémica arras- dosifica en todas sus obras (aun en Aviso a frada hasta nuestros días: un. escóndalo li- la población): los estados de ánimo, las sen- terario, un modo insospechado de narrar en saciones, la adhesión y el rechazo del sexo, el apacible Uruguay del 50, las bocanadas Dios y una religiosidad cargada de desazones. de desprejuicio y la /;rica sinceridad de una Es Habitasión testigo la obra que hunde en mujer que al escribir se despojaba de una forma más original el rastreo de angustias tradición de pacatería naturalisfa. Es evidente existenciales; ya la imagen de Dios está co- que la historia de Rebeca Linke puede pa- rrompida, descompuesta por eE paso de los recer hoy grandilocuente, falsificada en sus años que agobian a Carmen; si en las ante- tonos elegíacos. Sin embargo, sigue siendo riores novelas se buscaba la salvación, aquí un texto de ruptura, una arriesgada aven- el esfuerzo ya no existe. tura de satanismo y destrucción. La muier En este ciclo que el tiempo ha cerrado so- desnuda que se pasea sin ropas al día si- bre sí mismo, la novela Aviso a la población guiente de su cumpleaños y escandalrza a puede parecer un extraño islote: los episodios todos y muere inmolada finalmente como fragmentados de la vida de un infanto-juve- una bruja medieval desafiante, es el centro nii, tras el cual no era nada dificil reconocer de una obra (locura simbólica o tenfativa de al famoso "Mincho", permitieron a Clara Sil- poesía infernal) que por primera vez penetró va construir una exitosa novela con mucho de en un área no explorada de la fiferatura superado naturalismo. Pero allí, curiosamente, uruguaya. Clara Silva pudo desembarazarse de la prime- De muy diferente contexfüra son "los ma- ra persona de sus obras anteriores y ganó nuscritos del río" que integran De miedo en en el esfuerzo de penetración en la realidad miedo (196.5) y que Arnionía escribiera du- objetiva. Su esfuerzo hizo posible que, al vol- rante una estadía en París en 1964. Allí ver al tema y al universo cerrado que cono- mucho más caóticaniente, se intenta remon- cía mejor, fuera menos directamente personal tar el rio de la memoria de un protagonista, y en definitiva más novelesca, como lo prueba ayud=rdo por una mujer a la que ama, pero Habitación fesfigo, sin duda su mejor novela. no posee. Minuciosamente anotará su fra- caso con precisión científica y la mujer desaparece cuando su inventario concluye. Más famosa por sus cuentos., Armonio So- mers, sin embargo, acredita en sus novelas una cierta vocación de "lobo estepario" de las letras nacionales: en una exfraña vefa personalisirno y sin escuela, ha logrado ser, como José Carlos Alvarez, "en definitiva, un jalón ineludible ante iodo consideración del futuro." 1 MARI0 BENEDETTI: LA HERIDA 1 DE LO COTIDIANO

pero todos participan de un modo u otro en ese término medio de preocupaciones montevi- deanas que jalonaron los últimos diez años de vida del pais. En sus soliloquios, en sus frustraciones, en las acotaciones sombrías O resentidas que acumulan todos, están los más socorridos y vulgarizados estereotipos que compusieron una fase de la primera concien- cia del derrumbe de una imagen cierta del Uruguay. Los personajes de Benedetti divulga- ban ideas precisas de una actitud que en política se llamaba "tercera posición" y que no tenía otras formulaciones que un difuso inconformismo. Sin la flexibilidad de , los estereotipos de Benedetti ganaron rápidamente adeptos y muchos lectores no só- lo se sentían identificados con los protagonis- tas, sino que se descubrían a si mismos en sus sensaciones más confusas. Benedetti les da- ba respuestas de cuño literario, pero cargadas de significaciones costumbristas y sociológicas inmediatas. Sin embargo, Quién de nosotros, La tregua y Gracias por d $uego son novelas y como tales deben ser analizadas. Quién de nosotros es, de estas tres, la Las tres novelas de Mario Benedefti tipifi- novela que ofrece una estructura más com- can claramente la progresiva apertura del au- pleja. El testimonio de los integrantes de un tor hacia la sociedad. Mientras en Quién de triiingulo amoroso típicamente uruguayo, es nosotros (1953) trazaba la triple versión de decir, agrisado, mediatizado por la rutina y un triángulo crmcroso a través del testimonio la falta de imaginación, confiuye hacia una de los imp!icados, en La tregua í 1960) ya situación de raíz edípica. íncursionaba -pese a la relctción paíticuic- La treguai, considerada la mejor novela de rizada entre Lalirs Avillannda y el protago- Benedetti, baja sin .embargo la guardia esti- nista- en e! medio burocráticc y anotaba lística y asume una forma lineal y tradicional miichas de !as pr+ocupaciones morales que de diario íntimo. Benedetti no cede en nin- gravitarían plenamente en Gracias por el fue- guna página a la posibilidad de sustituir al go ( 1963). El mRs popular de los buenos mediocre protagonista por el agudo escritor. escritores uruguayos %e intentando una visión El protagonista de La tregua es ese funciona- globalizcdora y ambiciosa de la realidad rio en trance de jubilarse, viudo, padre dis- uruguaya en una progresión que nunca des- tanciado de sus hiios, que se enamora, casi mentía la misma preocupación, encarnada en a contrapelo, de una muchacha veinticinco los personaies centrales. Pero como ha seña- años menor que él. Crónica gris donde Be- lado Emir Rodríguez Monegal, éstos son siem- nedetti también se cuida de no caer en el pre el mismo: "un montevideano de clase me- dramón lacrimógeno y donde el sentimiento dia, mediocre y lúcidamente consciente de su se recubre piadosamente de reflexiones equili- mediocridad, desvitclizodo, con miedo a vivir, bradas, La tregw no es una novela ambicio- resentido hasta conirri sí mismo, quejoso del sa: se cierra sobre sí misma y sobre su desva- pais y de los otros; egoísta por la incapa-ci- lido protagonista sin dificultades. dad de comunicarse, de entregarse enfero a La tercera novela de Benedetti, Gracias por una pasión, candidato a! sulcidio si no suicidu el fuego, funciona deliberadamente en dos vocacional. El personaie cambia de edad y planos. Uno externo, que va pautando la de nombre, de condición social y de esperan- toma de conciencia de un frustrado parricida, zas superficiales, pero en su entraña es el cuyo esquema proyecta, simbólicamente, el mismo". Esos perso~ajes se pueden llamar desgarramiento del pais entero. conversocio: Miguel, Lvcas. o Ramón, ser viudos o casados, nes superficiales, que rehúyen elípticamente el centro de los temas, alimentan este plano externo de la narración. El chiste fácil, la ágil condición de periodista que hay en Be- nedetti, conspiran contra la solidez de mu- chas de las páginas de esta novela. El otro plano es el interior: en los monólogos inte- riores de la novela se procura entrar al meollo de los problemas; meter, digamos, el dedo en el ventilador. El personaje opina sobre cuanto se le cruza al paso. No hay casi nada que escape a las duras calificaciones del franco-tirador Ramón Budiño, no hay te- ma que no tiña con sus opiniones. Y ese jui- cio casi monopolistico (Edmundo Budiño, Glo- ria Caselli y Dolly apenas contrabalancean el alud del protagonista) encarna un promedio bien típico de lo que pensaban a la sazón los inconformistas medios del país. Efi Ic medida en que encarna una condición promedial del uruguayo preocupado, resulta dificil asociar al irónico Ramón con un potencial parricida y menos con el suicida que resulta ser. Gracias por el fuego está íntimamente im- pregnada por las posiciones políticas que acu- ñaron el tercerismo en el Uruguay. El episo- dio de los jóvenes "demócratas", la graba- ción de un intento de soborno, las conversa- ciones entre nieto y abuelo, las de padre e hijo, responden a esos esquemas básicos. Sin embargo, tal vez por constituir el tercerismo el substraéturn ideológico de muchos de sus lectores la novela ha tenido una singular aceptación y ha sido un inigualado "best- seller" de ias letras uruguayas.

SALVAIBOW PORTA, TAMBIEM LA HISTORIA . La novela histórica, al modo como la practicara Acevedo Díaz en su ciclo, también ha sido intentada por autores del 45, espe- cialmente en el esfuerzo por novelar épicamente el período arti- guista a la luz de las nuevas corrientes historicistas. Eliseo Salvador Porta, autor de varias novelas de tema norteño (Bella Unión, Tomás Gomensoro, donde vive el autor) como Ruta 3 (1955) y Con la raíz al sol (19531, una novela que trata la sequia del 43, ha derivado hacia las novelas de reconstrucción histórica. Una original y cauti- vante tesis sobre Artigas -Artigas; valoración psicológica (7958)- había adelantado gran parte de sus preocupaciones, reflejadas directamenfe en Intemperie (1963) y en Sabina (1966), donde

utores como José Pedro Amaro (El hombre de la CARLOS MARTlNEZ MORENO: ,USOLIDEZ Y LA SUTILEZA

Es evidente que Carlos Martínez Moreno cálido y menos aún empalagoso o retórico es uno de los novelistas más rigurosos para y su prosa rica y conceptual no impide que consigo mismo que ha dado la generación las frases corten fríamente, como un bisturí del 45. Basta pensar en la capacidad opues- de mango recamado y barroco, pero de hoja ta, de fecundidad no siempre preocupada por afilada y punzante. el rigor, de Enrique Amorim o Mario Bene- En ese sentido, ni su novela más directamente detti, para calibrar la tardía aparición de su comprometida con la realidad inmediata -El primera novela larga -El paredón- cuando paredón- supone un abandono a la faciii- ya tenía 44 años. Esa lenta y cuidada de- dad. Desde el propósito hasta el título, la cantación de sus primeras obras, artífice mi- novela pudo propiciar un fácil sensacionalis- nucioso de su prosa, se ha acelerado, sin eni- mo, un maniqueísmo halagador, una tenden- bargo en los últimos años. Ya dueño de un cia hacia la simplificación de las actitudes. oficio cierto, Martínez Moreno ha publicado Sin embargo, consecuente consigo mismo, Car- a otro ritmo. Su preocupación formal es noto- los Martínez Morena cortó por ángulos mu- ria y ha sido señalada por críiicos como Emir cha más precisos que una mera confrontación Rodríguez Monegal ("saludable comezón es- de realidades uruguayos y cubanas. "La no- tilística nacida del rigor verbal", la llamó) vela, si se la quiere definir como testimonial, o como José Pedro Díaz ("evidente virtuosis- es la obra de un testigo implicado", dijo Emir mo verbal", escribió, aun acuscndo a Cordelia Rodríguez Monegal. En esa novela, como en de "barroquismo conceptual"). En el origen las siguientes, Martínez Moreno se ha mos- de su narrativa es indudable que está la ex- trado siempre más preocupado por entender tremada exigencia a la que un tríptico de y desentrañar realidades que por valorarlas narradores -Borges, Faulkner y Onetti- 10 o, tan siquiera, justificarlas. Ha ganado, así, conducían. Cadencia, ritmo adecuado de las una cabal capacidad para comprender cual- palabras, elección cuidada de adjetivos y ad- quier fenómeno político social latinoamerica- verbios, tensiones internas de cada frase, pá- no. Con esta capacidad para colocarse en rrafos calculados, componen, indudablemente, circunstancias no encerradas en nuestras fron- un universo novelesco que empieza por no teras, (como hizo antes en Los aborígenes], ser compasivo, sino acusatorio. Martinez Mo- toma distancia y enfría natural o deliberada- reno lleva su rigor estilístico a los temas que mente el objeto de su narración y gana en trata y así, mientras adjetiva con cuidado en capacidad para transmitir válidamente su tes- la forma, no cede con ello a un contenido timonio implicado. En El paredón, más que en preocupado más por desnudar hipocresías y sus dos novelas restantes, esa capacidad co- por decelar simulaciones, que por halagar. bra relevancia. Es evidente que en ella e', He aquí por qué su cuidado estilístico no es autor insistió en traspasar lo que pudierbn ser simples enunciaciones de fechas cargadas tratando de permutar valores de conocimiento de significaciones fácilmente emotivas. Es más por valores de culpabilidad, supliendo el ori- novela de planteamientos que una aventura ginal egoismo por una tardía investigación. beligerante para forzar conclusiones. Esas indagaciones éticas subyacen de otro En La otra mitad y en Con las primeras luces modo en las agónicas reminiscencias del in- retoma las posibilidades apenas inventariadas útil Eugenio en Con las primeras luces. Seis en sus primeros relatos. Por lo pronto, el monólogos caóticos y fragmentados de la gra- procedimiento narrativo: una detallada incur- tuita agonía que precede a su muerte y treinta sión en el pasado a partir de un presente que y dos capítulos en tercera persona que tra- permanece inmóvil o que apenas progresa. zan el complejo cuadro de una familia deca- Ambas novelas no hacen sino recoger y anotar dente, reconstruida en sus cuatro generacio- detalladamente los círculos concéntricos de nes (la primera del general Escudero, ' hoy una sola piedra (factor desencadenante de apenas un gran óleo cuarteado, y la última la trama) arrojada en las quietas y falsa- de los frívolos Roberto y Eugeniol, constitu- mente limpias aguas de la realidad. Esa pie- yen la estructura de esta novela, sin lugar a dra en ambas novelas es la muerte (una que dudas la mejor obra de Martínez Moreno y ocurre, Con las primeras luces; otra que ha donde el conflicto individual se inserta en un ocurrido un instante antes de empezar la no- marco histórico de notorias implicancias na- vela, La otra mitad). Una piedra que Martínez cionales. Un mundo que se desmorona -el Moreno había arrojado también en los relatos patriciado- al que la masificación urbana que utilizan el mismo procedimiento de re- muerde en sus límites y al que la realidad construcción de las motivaciones del pasado aniquila sin una sola defensa de sus actores. en funcjón de un presente inmovilizado, se Viejos héroes bigotudos de la Guerra Grande llamaran éstos La última morada o Cordelia. a cuyos descendientes van dominando las mu- Esa muerte que rondaba, más allá de las jeres, últimas y estériles apuntaladoras de trascendencias socorridas por la literatura en caserones donde los gritos de un moribundo El paredón (muerte del padre, del soldado, quedan asordinados por enredaderas, puertas del vecino de infancia, de los asesinados del de madera maciza, alfombras y cortinados. batistato, del fusilado en "La Cabaña"). Carlos Martínez Moreno resume en esta no- En segundo lugar, estas novelas rescatan vela las mejores virtudes de la novelística el mundo de la infancia en el que Martínez del 45: una lucidez militante puesta al servi- Moreno se ha movido con soltura y de cuyas cio de la necesidad, avalada por la realidad canteras ha extraído las mejores páginas de y no por las teorías, del cambio imposterga- estas dos novelas. En esa infancia el novelis- ble; pero una lucidez preocupada por el es- ta encuentra las experiencias significativas que tilo, por el lenguaje literario, por la estruc- si no explican, por lo menos iluminan, las ac- tura nove!esca, que no abandona su propia titudes presentes de sus protagonistas. Tam- tensión interior. bién ese mundo había sido motivo de sus re- latos. Rodríguez Monegal no ha dejado de señalar que en el paraíso perdido de la in- fancia también "estón la simulación, la vio- lencia, la muerte como anticipos de esa otra corrupción fatal que es la vida". La infancia de Cora Sóez es un maligno pozo de serpien- tes al cual acude lúcidamente a expiarse, a intentar comprenderse; el mundo infantil de los niños de Con las primeras luces, con esa pre- sencia de jefatura imaginativa que es Mariu- cha y con los juegos teatralizados que prac- tican, es un torbellino apasionante de deslin- de atroz de personalidades a rienda suelta. En La otra mitad el autor buscó enfriar de- liberadamente lo que pudo ser explosiva y pasional materia prima. ¿A que se reduce el amor cuando se refleja en el espejo de la muerte?, ¿qué imagen devuelve cuando se re- vierte en el presente? La novela es una inda- gatoria de un amor que se creyó total y ca- balmente conocido y que hoy se descubre ambiguo, oscuro, y al que se vuelve inútil- mente por razones más éticas que curiosas, BIB1106RAFIA BASICA 1) GENERAL La situación del uruguayo medio, por Angel Rama (""). Literatura uruguaya del medio siglo, por Emir Sobre un testigo implicado, por Emir Rodriguez Rodriguez Monegal ( 1966, Alfa). Monegal ("Temas", N"). Literatura uruguaya del siglo XX, por Mario Benedetti ( 1963, Alfa 1. d) CARLOS MART~NEZMORENO Situación del cuento uruguayo, por Emir Rodrí- guez Monegal ("Marcha" N? 845). Agonía y rescate de un mundo en una novela Veinte años de literatura nacional, por Emir de Carlos Martinez Moreno, por Graciela Rodriguez Monegal ("Marcha", Número es- Mántaras ("Temas", No 9). pecial del vigésimo aniversario). Cara y cruz de Martinez Moreno, por Emir Ro- El libro, o la piedra que agitó las aguas, por dríguez Monegal ("Mundo Nuevo", N? 10). Enrique Elissalde ("Época", 4-VI-66 1. Las ficciones de Carlos Martinez Moreno, por Emir Rodriguez Monegal ("Puente", N? 1 1. 21 SOBRE LOS NOVELISTAS DEL 45 El patriciado accede a la narrativa, par Enrique Elissalde ("Epoca", 16-Xl-66). a) JOSE PEDRO DIAZ Barroquismo conceptual, por José Pedro Diaz Viaje a los orígenes, por Alberto P.aganini ("Marcha"). ( "Época", 7-1'4-65 ) . El Paredón, por Omar Prego Gadea -("El Dia- Cuando peregrinaje no es igual a evasión, por rio", 7-V-63). Mario Benedetti ["La Mañana", 11-Xll-64). Los periuicios de la lucidez, por Ruben Cotelo (';E¡ País", 16-1-61 ) . b) CLARA SILVA La narrativa de MartineqMoreno y su búsqueda Un sobrio estilo para la violencia, por Mario de ceriidumbre, por Mario Benedetti ( "in- Benedetti ("La Mañana"). dice" 1. Doble imagen de Clara Silva, por La historia de un birlopituco, por René Zava- ("Marcha"). . leta Mercado ("Marcha", 19-V-61 ). C) MARI0 BENEDETTI La otra mitad, por Juvenal López Ruiz ("Ima- Un novelista del humor negro, por Salvador gen", Caracas 1. Prasel ("Imagen", Caracas). La otra mitad: cuando un amor se refleja en Un preocupado medio intenta ser parricida, por la muerte, por Fernando Ainsa ["Temas", Fernando Ainsa ("Epoca", 4-Vlll-6.5). N? 121. La herida de lo co:idiano, por Fernando Ainso Notas al pie, por Carlos Martinez Moreno ("Epoca", 11-Vlli-65). ("Número", 13-14).

LAS NOVELAS DEL 45 d. Joaquín Morfiz; Con las primeras luces, Benedef:i, Mario. - Quién de nosotios, 1966, Seix Barral. 1953; 23 ALFA, 1962; La tregua, 1960, Medeiros, Paulino. - Los que llegaron des- .ALFA; Gracias pc: el fis99, 1965, ALFA. pués, 1940, ~loridod;Río de lanzas, 1947, Denis Molino, Corios. - Lioverá sieniore, Claridad; Ur. jardín para la muerte, 1953, !953, ea. ASIR, 26 ed. ARCA, 1967. Sonii~go Rueda; Otros iracundos, 1962, üiaz, José P~dro.- El habitante, 1949, Imp. S. Rusda; El faetón de los Almeida, 7966, Lo G~lafeo; Lcs iuecjos de San Telmo, Puntal. Méndez, Ariel. - La encrucijada, 1949; La Fabregai Cúneo, Roberto. - La casa de los ciudad contra los muros, 1961 ALFA; La cincuenta niii hermcnos, 1963, ALFA; El lnca otra aventura, 1962, ALFA. de !a Florida, 1967, ALFA. Porta, Eliseo Salvador. - Con la raiz al sol, C:civina, Al!redo. - Macadom, 1948, Pue- 1953; Ruta 3, 1955; Intemperie, 1963, Ban- bios Unidos; Fronteras ai viento, 1951, Eó. da Oriental; Sabina, 1965, Ed. del Nuevo Platino; El único camino, 1958, Pueblos Mundo. Unidos; Del miedo al orgullo, 7959, Pue- Salsamendi, Asdrúbal. - La ventana inte- 510s Unidos; Tiempo arriba, 7964, P~~eblor rior, 1963, ALFA. IJnidos, Seis pares de zapatos, 7964, Ed. Silva, Clara. - La sobreviviente, 1951, Ed. Aqui Poesía; Brindis por el húngaro, 1966, Bofe110 al mar; 2? ed. TAURO, 1966; El alma y los perros, 1962, ALFA; Aviso a lesualdo. - El tiempo oscuro,1966, Ed. Puntal. la población, 1964, ALFA; 2-d. ARCA. Lacoste, Juan José. - Bosque al mediodía, Habitación testigo, 1967, ARCA. 1962, ALFA; Los veranos y los inviernos, Somers, Armonía. - La mujer desnuda, 1950, 1964, Banda Orienfal. rev. Clima; 2bd. TAURO, 1966; De miedo Marfínez Moreno, Carlos. - Los aborígenes en miedo, 1965, ARCA. (nouvelle), 1961, Concurso LIFE; 2hd. Trillo Pays, Dionisio. - Pornpeyo amargo, ALFA, 1964; El paredón, 7963, S-ix Barrol; 1942; Esas hojas no caen en otoño, 19-46, En CAPITULO ORIENTAL Índice - UNA PROMOCION DE CUENTISTAS N" 34 -

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