INDALECIO PRIETO

Nació en abril de 1883, en , en el seno de una familia de clase media, que se vio sacudida por la temprana muerte del padre, en 1888, lo que les obligó a emigrar a . Allí cursó estudios en una escuela evangélica y, desde los catorce años, empezó a trabajar en empleos ocasionales, como vendedor ambulante y como distribuidor del semanario socialista La Lucha de Clases, iniciando su aprendizaje como taquígrafo. Empezó también a frecuentar el Centro Obrero, cercano a su domicilio familiar, donde leía prensa y escritos socialistas. En 1899, a los dieciséis años, pidió su ingreso en el PSOE. Ese mismo año se incorporó como taquígrafo al diario La Voz de Vizcaya y empezó a colaborar, como periodista, en otros periódicos hasta incorporarse a El Liberal, donde consolidó su carrera profesional en el periodismo. En 1904, cuando Tomás Meabe, director de La Lucha de Clases, creó las Juventudes Socialistas, Prieto se sumó al proyecto y redactó su reglamento. Incorporado a la vida política, fue firme partidario de la conjunción electoral republicano socialista, lo que le llevó a aceptar su candidatura por la conjunción en las elecciones provinciales de 1911, obteniendo un escaño en la diputación vizcaína. Su defensa de la conjunción le enfrentó al líder histórico de los socialistas vizcaínos, Facundo Perezagua, a quien acabó disputando el liderazgo del partido, en el que Prieto fue confirmado por las agrupaciones socialistas de la provincia en 1914. En 1915 fue elegido concejal del ayuntamiento bilbaíno, frente a la candidatura de Perezagua, separado ya del partido, lo que consolidó definitivamente su liderazgo. En 1918, y tras pasar unos meses exiliado en Francia, perseguido por su participación en la organización de la huelga general de agosto de 1917, Prieto obtuvo acta de diputado en Cortes, fijando su residencia en . Allí se incorporó a la Comisión ejecutiva del PSOE. Al año siguiente revalidó su escaño por Bilbao en unas elecciones que enfrentaron a las candidaturas del nacionalismo vasco con los sectores proclamados como españolistas, facilitando un acercamiento tácito entre socialistas y monárquicos. Con ocasión de la escisión comunista, en 1921, Prieto se mantuvo fiel a la ortodoxia socialista. Tuvo una destacada actuación periodística y política a raíz del desastre del ejército español en Annual, con severas críticas a la monarquía. Durante la dictadura de Primo de Rivera, y frente a la opinión de otros líderes socialistas como Besteiro y Largo Caballero, Prieto lideró el sector minoritario del partido que se opuso a toda colaboración con el dictador. Cuando se hizo patente la crisis del régimen, con la renuncia del dictador, Prieto participó activamente en las movilizaciones en favor de la república. Así asistió, a título personal, a la reunión del Pacto de San Sebastián, en agosto de 1930, al que después acabó integrándose el PSOE. Fracasada la intentona revolucionaria de Jaca, Prieto, miembro del Comité Revolucionario, tuvo que huir de nuevo a Francia, donde permaneció hasta conocer los resultados de las elecciones municipales de abril de 1931. Proclamada la República, regresó de inmediato a Madrid para hacerse cargo del Ministerio de Hacienda en el gobierno provisional presidio por Alcalá Zamora. Su labor al frente del ministerio, en una etapa de graves dificultades económicas, se centró en la lucha contra la evasión de capitales y en el intento de mantener, sin conseguirlo, el valor internacional de la peseta. Fue elegido diputado a Cortes, en las elecciones generales de junio de 1931. Al formarse el nuevo gobierno, presidido ahora por Azaña, Prieto dejó la cartera de Hacienda para ocuparse de la de Obras Públicas. Desempeñó, en su nuevo cargo, una labor muy meritoria que, pese a lo escaso del presupuesto, consiguió dinamizar la economía mediante el impulso a proyectos de obras hidráulicas destinadas a mejoras en el regadío, a proyectos de mejora de los enlaces ferroviarios, a la urbanización de Madrid, Bilbao y y otros múltiples proyectos. Mientras tanto, en enero de 1932, compró el diario El Liberal de Bilbao, donde había ejercido como periodista y del que fue gerente y director, a su anterior propietario Horacio Echevarrieta. También participó, activamente, en apoyo de las propuestas para la aprobación de un proyecto de Estatuto de Autonomía para el País Vasco, el elaborado por las Gestoras Municipales, que fue finalmente ratificado por el referéndum de noviembre de 1933. El deterioro de la situación política hizo crecer el debate interno en el PSOE entre los partidarios de seguir colaborando con el gobierno republicano, liderados por el propio Prieto, y los defensores de una vía revolucionaria encabezados por Largo Caballero. En la crisis del gobierno Azaña, en junio de 1933, Alcalá Zamora llegó a plantear a Prieto —la socialista era la minoría más mayoritaria de la cámara— la posibilidad de encabezar un gobierno. Pero la oposición de los caballeristas le hizo desistir en el intento. Los resultados de las elecciones de diciembre de 1933 acabaron con el gobierno de las izquierdas, que pasaron en bloque a la oposición. Prieto, de nuevo diputado en Cortes por el distrito de Bilbao, ante la posibilidad de un gobierno con presencia de la CEDA, se sumó a las tesis revolucionarias de Largo Caballero y colaboró en la preparación del movimiento revolucionario de octubre de 1934, participando en la compra y abastecimiento de armas. El fracaso de la revolución le obligó a marchar de nuevo al exilio parisino. El fracaso le llevó también a replantear su estrategia política, admitiendo el error de la vía revolucionaria, y retornando a la línea moderada. Algo que acentuó la ruptura interna del socialismo al enfrentarle a las tesis de Largo Caballero. Prieto retomó sus buenas relaciones con Azaña facilitando el acercamiento que permitió la formación del Frente Popular, al que finalmente se incorporaron también caballeristas y comunistas. La victoria electoral de febrero de 1936, y sus consecuencias políticas, reabrieron las heridas internas del PSOE. El nuevo presidente de la República tras la destitución de Alcalá Zamora, Azaña, encargó a Prieto la formación de un gobierno del Frente Popular. Pero la negativa de la minoría parlamentaria socialista le obligó a renunciar. El estallido de la guerra civil recompuso, momentáneamente, la unidad del partido. Prieto, en esos primeros meses de la guerra, colaboró con el gobierno Giral en tareas de organización y propaganda. En septiembre, tras la caída del gobierno Giral, Azaña decidió encargar a Largo Caballero la formación del nuevo gabinete. Prieto asumió que, en aquellas circunstancias, Largo era el hombre indicado y aceptó incorporarse a su gobierno en la cartera de Marina y Aire. Mientras tanto, como presidente de la comisión parlamentaria de Estatutos negoció con José Antonio Aguirre la aprobación del Estatuto de Autonomía para el País Vasco, que fue aprobado por las Cortes el 1 de octubre. Su labor al frente del ministerio se vio lastrada por la escasez de material y sus malas relaciones con los asesores soviéticos. Tras la caída del gobierno Largo, Prieto, consciente de sus malas relaciones con los comunistas, renunció de nuevo a presidir el gobierno, pero accedió a incorporarse al presidido por su amigo Negrín, ocupando la cartera de Defensa Nacional. Desde ese puesto siguió adelante con las tareas de reorganización y reforzamiento del ejército republicano. Pero las derrotas militares fueron minando su confianza, llegando a presentar su dimisión, que no fue aceptada, tras el hundimiento del frente norte en el verano de 1937. Intentó despolitizar al ejército, lo que le enfrentó al PCE. Puso en marcha el Servicio de Información Militar (SIM), que colocó bajo personas de su confianza y con el que intentó reducir, sin conseguirlo, la primacía comunista en el seno del ejército. El pesimismo de Prieto por la marcha de la guerra, y sus sugerencias de la necesidad de buscar una salida negociada para el final de la guerra, chocaban, cada vez más, con la política de resistencia a ultranza defendida por Negrín y por los comunistas. En abril de 1938 Prieto fue destituido. Apartado de la gestión, y enemistado con Negrín, en noviembre de 1938, viajó a Sudamérica como embajador extraordinario de la República. Allí le sorprendió el final de la guerra. Asentado en México creó y dirigió la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles (JARE), un organismo encargado de administrar los fondos destinados a dichas ayudas, enfrentado al montado por Negrín en Francia, el Servicio de Evacuación de los Republicanos Españoles (SERE). Los fondos enviados por el SERE a México, a bordo del buque Vita, fueron requisados y gestionados por el JARE, lo que enemistó todavía más a los dos políticos socialistas. En 1943 participó en el Pacto de unidad para restaurar la República española, que firmó junto a representantes de los partidos republicanos en el exilio y que dio paso a la formación de la Junta Española de Liberación, de la que fue nombrado secretario. En 1947 entabló conversaciones con Gil Robles en busca de una reconciliación política y pacífica, al amparo de las Naciones Unidas, que posibilitara la caída del régimen de Franco y la convocatoria de elecciones libres en España. Pese al desacuerdo inicial, las negociaciones con los monárquicos, con apoyo de Gran Bretaña, permitieron la firma del Pacto de San Juan de Luz, en agosto de 1948, por el que se alcanzó el compromiso de promover las libertades ciudadanas y de cultos y la celebración de elecciones libres para determinar el futuro régimen político. Para entonces, y desde la celebración del III Congreso del PSOE en el exilio, en el mes de marzo, Indalecio Prieto presidía la nueva Comisión Ejecutiva del partido, en el que sus tesis habían salido reforzadas. Negrín fue expulsado del partido. El acuerdo con los monárquicos quedó pronto frustrado. La entrevista de don Juan con Franco, a bordo del yate Azor, devolvió a los monárquicos a la órbita del régimen. Prieto, tras sufrir un infarto en su residencia de San Juan de Luz, con la salud debilitada, tuvo que reconocer el fracaso de su iniciativa. En noviembre de 1950 presentó su dimisión. Instalado en México y apartado de la primera línea política, siguió militando en el partido, escribiendo en la prensa y publicando sus escritos y memorias. Murió en su domicilio mexicano en febrero de 1962.