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José María Iglesias Inzáurraga. Político Republicano Y Hombre De La

José María Iglesias Inzáurraga. Político Republicano Y Hombre De La

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José María Iglesias Inzáurraga Pul2tico repztblicano y hombre de Zujzidicutztra (1823-189r) SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÚN

M~nistroMariano Azuela Güitrón Presidente

Primera Sala Ministro José &món Cossio Díaz Presidente Ministro José de Jesús Gudiíio Pelayo Ministra Olga Sánchci Cordero de Garcia Villegas Ministro Juan N. Silva Meza htinistro Sergio A. Valls Hernández

Segunda Sala Ministra Margarita Beatriz Luna Ramos Presidenta Ministro Sergio Salvador Aguine Anguiano Ministro Juan Díaz Romero Ministro Genaro Uavid Góngora Piinentel Ministro Guillermo f. Ortiz Mayagoitia Comite de Publicaciones y Promoción EdueativL Ministro Mariano Aiuela Güitrón Ministra Margarita Beatriz Luna Ramos Ministra Olga Sánchez Cordero de Garcia Villegas

Comité Editorial

Dr Eduardo Ferier Msc-Gregor Poisot Src~~~in~ioEjeeuii%p Jiiridico ddniinistmtiuo

\!Ir". 1 ,'l,,.~l,"<,, . 2.. . 1, ,'r.r '2 < l.,.'..:.:. >i ,,c.:,: ..d., , ,, Lic. Lzura Vcrnica Camaiho Sqp4viar ni~,~r~~~~cen.nam,da Di&"i,iii Mtrn. César de Icsús Molina Suárez Di~vt'iorVorerul di Luror

. Introduccion...... 1.5

1. Los primeros anos ...... 19

11. Los estudios profesionales ...... 25

111 . De la docencia a la vida pública ...... 31

IV. Periodista y escritor ...... 35

7 V. Funcionario público y teórico liberal de la Constitución ...... 49

VI. La Guerra de Reforma. Ministro de la Suprema Corte pos primeravez ...... 59

VII. De la Intervención Francesa a la caída del Imperio de Maximiliano de Habsburgo ...... 67

VIII. Secretario de Hacienda al inicio de la República Restaurada ...... 87

1X. Diputado del Congreso de la Unión ... 97

X. De Ia Secretaría. . de Gobernación a la de Justicia ...... IOI

XI. Duranfe la última administración de Benito Juárez ...... III XII . Iglesias y la independencia del Poder Judicial ...... 121

XIII . Presidente interino de la República y representante de la legalidad ...... 133

XIV. El Decembrismo y el fin de la "legalidad" ...... 139

XV. Los últimos días del augusto republicano y la Historia ...... '47

Bibliografía ...... 161 Presentación

La presente obra obedece a la necesidad de difundir entre la sociedad mexicana Las bio- grafías de los Ministros que han sido miem- bros de la magistratura federal a lo largo de la historia de este Alto Tribunal. Esta publica- ción nos brinda la oportunidad de conocer íos aspectos más relevantes de lavidade donJosé María Iglesias, quien, junto con otros Minis- tros de su época, logró consolidar en gran medida el prestigio de la Suprema Corte de Justicia cit. la Nación y la independencia del I'oder Judicial de la Feiicsación.

A lo largo de las siguientes pliginas cnctmrratemos una síntesis biográfica de uno de los personajes más distinguidos del siglo SIX. quien lleg6 a descmpefiar e1 cargo de Presidente Constitucional de ia Suprema Cor- re dejusticia a &es de la República Restaura- da. Esta semblanza pondera las virtudes repubiicanas y Ios actos heroicos que marca- ron e¡ desempe60 de Iglesias en la traseen- dente labor de la hncidn jurisdiricionaI, y nos invira a refiexionar sobre los logros dcanzados a partir de la sepnda mitad del siglo XIX con La modernizaciún del Poder judicial de Ia Fede~ac'ión. La Labor redizada por este ilustre jurista mexicano es vínculo y tradición con la que actualmente llevan a cabo losJueces de Distri- to, Magistrados de Circuito, Magistrados Electorales Federales y Ministros de este Alto Tribunal, quienes, como él, cuentan con una vocación de juzgadores independientes e imparciales y están dedicados a cumplir con el trascendental deber de salvaguardar la su- premacía de la Constitución.

En el despuntar del siglo XXI, conocer la infatigable actividad desempefiada por nues- tros antecesores nos impulsa a asumir fron- talmente y sin cortapisas los retos que nos presenta el nuevo milenio, con la confianza no sólo de emular su gran esfuerzo, sino de superarlo con creces. Únicamente así se expli- ca el espíritu que impulsa al Poder Judicid de la Federación.

Por lo anterior, confiamos en que esta obra contribuyaal conocimiento de los perso- najes que han tenido la alta encomienda de inte- grar este Máximo Tribunal Constitucional.

Comité de Publicaciones y Promoción Educativa de k Suprema Corte de jbticia de la Nación

Ministro Mariano Azuela Güitrón Ministra Margarita Beatriz Luna Ramos Ministra Olga Sánchez Cordero de García Villegas Introducción

En la historia de las naciones y de sus institu- ciones, ha habido hombres que con patriótico denuedo logran realizar una obra que permite avanzar a sus pueblos a mejores estadios de civilización, logrando el reconocimiento de sus contemporáneos (partidarios y adversa- rios) y de las generaciones que les suceden. Este es el caso de don José María Iglesias Inzáurraga, austero republicano, liberal y distinguido jurista mexicano. Él formó parte 16 .Epi~odior~Pemmju del PoderJ~dicinldela Fedemción de una pléyade de prominentes mexicanos que hicieron posible, en la segunda mitad del siglo XIX, el triunfo de liberal y de la Restauración de la República que encabezó don Benito Juárez en contra de la Interven- ción Francesa y del quimérico Imperio de Maximiíiano, logrando la victoria y la conso- lidación, por segunda ocasión, de la indepen- dencia y soberanía de la nación mexicana.

José María Iglesias fue un mexicano ilustre, protagonista de un memorable y glo- rioso tramo de nuestra historia, un liberai que ascendió a los más aitos puestos de la política mexicana de la segunda mitad del siglo XIX, gloria de la judicatura, función que desempe- ñó con intachable conducta. Además, se desra- có como un hombre de inteligencia fácil y pre- cisa, lo que lo convirtió en uno de los persona- jes más ilustrados de su época, logrando poseer una vasta cultura humanística y jurídica. Tran- sitó con éxito en &versos campos del quehacer humano. Así tenemos que realizó una labor destacada en el ámbito de la cátedra, el pe- riodismo, la oratoria, la historia, el derecho, el servicio púbiico, la política y la impartición de justicia. Y en todas estas actividades puso ese sello que distingue y caracteriza su obra: una gran facilidad en la concepción de las ideas y un juicio exento de parcialidad.

En Iglesias, el hornbre, el jurista, el ma- gistrado, el amigo, el esposo y el padre no des- dijeron del reputado funcionario público. Fue rB Epirodior y Porrnqie8 del P~dor3tzditiolde ia Federariim

grande en todos los puestos confiados a su talento y a su ciencia, a su moralidad, a su amor al trabajo y a la Patria. El célebre patricio dejó unagran obra escrita e inédita que espera ser rescatada para beneficio de las nuevas gene- raciones y de las instituciones mexicanas del nuevo milenio. El domingo S de enero de 1823 nació José María Iglesias, en el seno de una familia criolla que vivía en una casa de la calle de Alcaicería (hoy Palma) de la Ciudad de México. Fueron sus padres don Juan N. Iglesias y Castro y doiía Mariana Inzáurraga y Carrillo, quienes tuvie- ron siete hijos más, tres de los cuales falle- cieron siendo aún muy pequefios. Los cuatro restantes fueron, de mayor a menor: Ramón, Lugarda, Agustín y Rafael. Los primeros años de la infancia de José Maria aanscurrieron en compañía de su fami- lia. Sus padres le vieron crecer, al igual que a sus demás hijos, entre juegos y cantos infanti- les de divertida inocencia. Desde ese tiempo mostró estar dotado de una notable inteiigen- cia y poseer el germen de la rectitud moral e intelectual que le había de distinguir en La edad madura. Además, tenía una afición innata por e1 estudio, la cual manifestó de inmediato al iniciar el aprendizaje de las primeras letras, y que después se transformaría en él en unaver- dadera pasión, produciendo valiosos frutos a lo Iargo de su vida. La excelencia de estas cuali- dades se confirmaron muy pronto, cuando concluyó su instrucción primaria y tuvo que presentar un examen general de todas las materias que había cursado, mismo que apro- bó satisfactoriamente.

De esta época, cuando aún no ingresaba al Colegio de San Gregorio y contaba con ape- nas once afios, es la anécdota que cuenta uno de sus biógrafos, según la cual una noche, al en- contrarse reunidos algunos familiares en la casa de la familia Iglesias, les llamó la atención ver a José María, a la luz de una lámpara, embe- bido al parecer en la lectura de un libro que pertenecía a su hermano Ramón, que estudia- ba entonces en la Escuela de Minas. Una de las personas que se encontraba allí se acercó y le preguntó qué era lo que hacía, a lo que él res- pondió que leía un Ebro. La persona en cuestión quedó asombrada al ver de lo que se trataba, 22 Episodio,). Perronqies del PoderJudicdde la Fedarncibn y luego se río, diciéndole que cómo podía decir eso si el Libro estaba escrito en francés. José María le respondió con serenidad: "¿Acaso los libros escritos en francés no son susceptibles de leerse?" Luego agregó que conocía lo sufi- ciente del referido idioma como para poder leerlo y, a solicitud dc los presentes, leyó en voz alta y con gran fluidez algunas páginas del libro. Así fue como su familia descubrió y se convenció de que Pepe había aprendido por sí solo este idioma, apesar de que no se encon- traba entre los estudios reglamentarios de su escuela y de haber contado para hacerlo hnica- mente con la ayuda de los libros de su hermano mayor.

A partir de ese entonces el interés por los idiomas nunca se extinguiría en él, pues en su juventud no sólo aprendicí francés e itiglés, sino también latín. Para los últimos aíios de su vida había aprendido ya la lengua de Goethc y Savigny: e1 alemán. E1 conocimien- to de estos idion~asle facilitci realizar la lectura de los clásicos y de los pensadores más inl- portantes de su tiempo, permitiéndole estar a la orden del día en las grandes transforma- ciones de nuestro país y el mundo del siglo XIX. 11. Los estudiosprofsioonales

El 18 de octubre de 1835 ingresó al Colegio de San Gregorio para continuar su instrucción secundaria y profesional. A la edad de doce anos se le consultó acerca de la profesión de su preferencia, y él respondió tener vocación por la carrera de abogado. Seguramente la muerte de su padre, ocurrida el 5 de mayo de dicho ano, lo motivó a tomar esa decisión, como un homenaje a su memoria. Don Juan N. Iglesias, además de haber sido Corone?. ad bonorem y miembro del partido yorkino, desempeíió los cargos de Notario Público adscrito a la Aduana y alJuzgado de Hacienda, y fue Regidor de la Ciudad de México en 1833.

El Colegio Nacional de San Gregario estuvo, de 1828 a 1848, bajo la dirección de Juan de Dios Rodríguez Puebla, quien llegó a adquirir una gran reputación -que conservó aun después de muerta- por la magnífica la- bor educativa realizada, pues fue él quien h- trodujo nuevas cátedras, modernizó los textos escolares, escogió nuevos autores y logró formar una buena biblioteca. Al poco tiempo de haber ingresado en él, Iglesias gozó de la protección de Rodríguez Puebla al mostrar aplicación y aprovechamiento en sus estudios, preferencia a la que el alumno respondió con sinccra gratitud. De esta institución no fue Iglesias el único alumno sobresaliente que egre- só, tuvo como compañeros de estudio, en- tre otros, a Miguel Miramón, Sebastián Lerdo de Tejada, Ignacio Fbmírez, el Nigromante, Vi- cente Riva Palacio, Miguel Auza y José María Lozano.

El 11 de octubre de 1840 falleció su madre, doña Mariana, dejándolos a él y a sus hermanos en la orfandad. Su tío materno, don Manuel Inzáurraga, se hizo cargo de ellos, brindándoles amor, protección, sustento y educación. Iglesias lo recordaría siempre con gratitud por el noble y desinteresadogesto que tuvo con ellos. A partir de ese momento Igle- 28 Episodior y Persone@ delPodarJudici~6ds h Federación sias se refugió en sus estudios profesionales, los que le permitirían labrarse un mejor por- venir como abogado en el foro mexicano. Durante este ~eriodocursó las cátedras de latín, lógica, matemáticas, física, metafísica, ética, derecho natural, de gentes, canónico, romano y patrio, ocupando en todos los cursos el primer lugar. Además, de 1841 a 1842 estudió ingl6s en el Colegio de Minería. Entre los trece y los veinte anos de edad, el joven estudiante de Derecho desarrolló un notable interés por la historia y la literatura, lo que fue posible por facopiosa e interesante lectura que reaüz6 en la magnííica biblioteca del Colegio de San Gregario, que contaba con 5,461 volbenes y estaba dividida en tres secciones: publica- ciones periódicas, América y Mmuscri~í~ Estas lecturas le permitieron adquirir una só- lida cultura humanística y jurídica.

En agosto de 1842 Iglesias concluyó los estudios profesionales. El licenciado don Mariano Esteva, uno de los más prominentes abogados de la capital, que tenía su despacho ubicado en el número 20 de la calle de Medi- nas (hoy República de Cuba), le brindó la oportunidad de realizar la práctica que se exi- gía a los pasantes entre los requisitos para obtener el título de abogado. En 1843 volvió a San Gregorio para cursar una cátedra de humanidades que fue establecida, para los pasantes, por el Ministerio de Instrucción PÚ- blica, a cargo de Manuel Baranda, quien tenía noticia de cómo se hallaban organizados los ID E)irdimy Personnjer del PoderJudicidl de 20 Federación

mejores establecimientos educativos de Europa y trataba de poner al día la enseiíanza en México. También asistió de 1843 a 1845 a la Academia Teórico Práctica de Jurispru- dencia, que dirigía en ese entonces el Dr. José María Aguirre. III. De la docencia a l¿z vidaphblica

Había transcurrido un año como pasante, cuando Juan Rodríguez Puebla nombró a Iglesias, que tenía veintiún años de edad, profesor de primer año de los cursos de Artes y de idioma francés en el Colegio de San Gre- gorio, del que había sido alumno distinguido. En 1845 sería nombrado profesor de la mate- ria de física, y al año siguiente, ya titulado como abogado, se le designaría catedrático de las materias de Derecho de Gentes y Dere- 32 Episodios y Personajes delPode~Fdicialde la ~ederaión

cho Marítimo del 4" aíío de la carrera de Derecho.

También en 1844, José María ~ornel, rector del Colegio de San Ildefonso, lo designó profesor de inglés y francés de dicha insti- tución, previos exámenes respectivos. Era, por tanto, profesor de las dos instituciones edu- cativas de mayor prestigio de la capital de la República. Su participación en la docencia, aunque breve, le permitió interesarse por la problemática educativa de la época, misma que intentó solucionar, en parte, con el esta- blecimiento de una Escuela Normal para Profesores, cuando más tarde asumió el cargo de Secretario de Justicia, Negocios Eclesiás- ticos e Instrucción Pública. En 1845 es derrocado el gobierno de Antonio López de Santa Anna, y el 25 de octu- bre de ese atio Iglesias obtiene el título de abo- gado, Iuego de cumplir con el requisito de sustentar dos exámenes, uno ante el Tribu- nal Superior del Distrito Federal y otro en el Ilustre y Nacional Colegio de Abogados, del que más tarde sería uno de los miembros más dis- tinguidos. Un año después fue elegido como 5" Regidor del Ayuntamiento de la Ciudad de México, puesto que había desempeñado su padre en 1833. Este cargo marcó el inicio del joven abogado en la vida pública. Como regi- dor, Iglesias realizó importantes comisiones ordinarias y extraordinarias que ocuparon la mayor parte de su tiempo, incluso, a veces, en detrimento de sus intereses particulares. Se le encomendó, en 1847, redactar la Memolia de los Ramos Municipales formada por los ea- pitulares que hasta el 31 de diciembre de 1846, pertenecieron al Excelentísimo Ayuntamiento de la capital de la República, con lo que dejó testimonio de su actuación como miembro de dicha corporacion. IrPeriodista y escritor

Antes de ser abogado Iglesias era ya un animoso periodista, actividad en la que mani- festó sus ideas liberales en contra del gobierno dictatorial de Santa Anna. Las primeras lecciones de liberalismo las había recibido seguramente de su padre, un liberal exaltado que en los ultimos años del periodo colonial fue partidano decidido de la independencia de México, razón por la que estuvo preso du- rante algún tiempo, y que más tarde perteneció, a1 igual que y Vicente Guerrero, a alguna logia masónica del rito yorkino, por lo que estuvo a punto de ser asesinado.

Iglesias inició en San Gregorio su incur- si6n en el liberalismo, encontrando ahí un ambiente propicio para ello, pues se respiraba en sus aulas el espiritu de progreso, de lo cual dieron testimonio la sustitución de autores an- tiguos por los modernos y la adopción de prin- cipios reformistas en el sistema de ensefianza. Sin ernbargo, él mismo sefiaia que su incor- poración a las Bas tiberales fue por convicción propia, y el resultado de haber realizado &un- danta lecturas. Pero se debid sobre todo a su rechazo a toda forma de tiranía y dictadura Jmé Mnrin Igleiics fnaáuwaga .. 37 que coartara la libertad del individuo, como la de Santa Anna.

Con la Intervención Norteamericana de 1847, poco antes de que la capital de la Re- pública fuera tomada por el ejército invasor, Iglesias se vio obligado a abandonarla Ciudad de México, movido por el deseo de no vivir bajo el yugo extranjero. Sus convicciones na- cionalistas fueron templadas por primera vez durante tan aciago acontecimiento. Estableció de manera momentánea su residencia en Pa- chuca, Real del Monte y, por último, en la ciu- dad de Querétaro, lugar donde se instaló temporalmente el gobierno de la República, y donde fue designado por el Presidente de la República, generaí Pedro María Anaya, como 38 Episodios y Persomjer delPoder@dicidde la Wderuci6n

Ministro del Supremo Tribunal de la Guerra, cargo que desempeÍíó por algunos meses y al que renunció para recibir e1 nombramiento de Auditor del Ejército de Oriente, que también declinó para poder estar enlibertad de acción y regresar a la Ciudad de México.

Durante su estancia en Querétaro, en una reunión con varios amigos, surgió la idea de consignar por escrito los principales acon- tecimientos de la reciente invasión. De lapro- puesta se pasó a la acción, y de ésta surgieron los Apuntespard Ea Historia de la Guerra entre México y los Estudos Unidos (1848), cuyos prin- cipales colaboradores fueron , Guillermo Prieto y José María Iglesias. Tam- bién participaron Ramón 1. Mcaraz, Napo- león Saborío, Francisco Schiafino, Pablo María Torrescanoy Francisco Urquidi. Esta obra, aun- que sufrió la crítica injustificada y absurda de Juan Suárez y Navarro -en aras de adular el ego de Santa Anna-, fue también reconocida por su veracidad e imparcialidad, al grado de ser tra- ducida (con el título de The other side), por Albert C. Ramsay, norteamericano que par- ticipó en la guerra con el cargo de coronel del 11" Regimiento, quien la llamó "joya de la literatura mexicana".

En el tiempo que estuvo en Querétaro, Iglesias tuvo también contacto con Ignacio Cumplido, editor propietario del periódico El Siglo Diez y Nueve, quien le propuso que tan luego regresara a la Ciudad de México se encar- +o Episodios y Per~omzjes&iP8der&iiddl de in Pde~nción gara de la jefatura de redacción de ese diario. Surgió así una asociación profesional muy fructífera -aunque sólo duró tres aíios-, de la que Iglesias continuaría con la publicación de interesantes artícuíos dos veces por semana. Otros periódicos en los que colaboró a lo largo de su vida como periodista fueron el Diario Oficial, El Monitor Repúblicano, Don Sim- plicio y La Chinaca. 11 Periódico Siglodiay nupve. Lunes jo de junio de 1856,Primeraplana, Editorial firmado por Iglesias UCuestiones Constitucionales. Subsistencia dcl Senadon. Instituto de Investigaciones Rlol6~icas, FR-HN-UNAM.Reproducci6n Marcela NogueziArturo Fuentes. Al finalizar la Intervención, Iglesias se opuso, como muchos, a la firma de los Tra- tados de Guadalupe-Hidalgo, de 2 de febrero de 1848, entre México y los Estados Unidos, por considerarlos ignominiosos para e1 país qrte el gobierno mexicano cediera con ellos al norteamericanolos territorios de la Alta Cali- fornia y Nuevo México. Como cabemos, el Congreso de la República terminó aprobán- dolos el 13 de mayo de ese aíio. Iglesias, junto con 10s otros autores de los Apuntes, hizo del trágico acontecimiento el siguiente balance:

La guerra concluyó dejando en nues- tros corazones un sentimiento de tris- teza por los males que nos había ocasionado, y en nuestro ánimo una lección viva de que, cuando se encro- nizan el desorden, el aspirantismo y la anarquía, se hacen difíciles el día de la prueba, la defensa y la salvación de los pueblos.

En mayo de 1849, a los veintiséis años de edad, contrajo matrimonio con la joven Juana Calderón Tapia, natural de la ciudad de I'uehla. Con ella tuvo dos hijos: Julia y Fer- nando Iglesias Calderón. La compañera de su vida pertenecía a una familia ilustre de servi- dores de la patria; le distinguían las siguientes prendas: elevación intelectual y de sen- timientos, y la energía de voluntad que se requerían para la azarosa y agitada vida cívica de su esposo. De 1849 a 1853 fue nombrado Jefe de Sección de Crbditos Activos en laJunta de Cré- dito Público. Este nombramiento significó, en palabras del propio Iglesias: "el principio de mi larga y laboriosa carrera, como empleado y funcionario de alta categoría, en diversos puestos relacionados con la hacienda

En 1852 gracias al voto popular resultó electo Diputado suplente por Jalisco. Pero en la Cámara permaneció sólo algunos meses, de- bido al carácter independiente y a las ideas liberales que manifestó en la tribuna, lo que provocó el disgusto del partido consetvador, que dominaba el cuerpo legislativo y solicitó la presencia del diputado propietario, cuya lle- gada puso fin a la misión de Iglesias en el Con- greso. Después de su breve experiencia como legislador, se reincorporó a su anterior empleo en la Junta de Crédito Público, del que se había separado con una licencia temporal. El 25 de enero de ese año quedó matriculado como miembro del Ilustre y Nacional Colegio de Abogados.

Para abril de 1853 la voluble figura de Antonio López de Santa Anna había vuelto a la escena política para encargarse de nuevo de la presidencia de la República, pero esta vez echándose por completo a los brazos del partido conservador. El retorno del dictador fue aprovechado por sus aduladores, entre los que se encontraba su secretario de Goberna- ción, Ignacio Aguilar y Marocho, quien 46 Epi~odiosyParrowjes del PoderJudiciddr la FedemiÓn expidió un decreto en contra de los redactores de la obra Apuntes para la Historia de la Gue- rra entre México y los Estados Unidos por el que los destituía de sus empleos y los calificaba de "dosmexicanosn. Como entre ellos se en- contraba Iglesias, se vio obligado a ejercer su profesión de abogado para poder sostener a su familia, lo que pudo realizar con tranquili- dad llevando una serie de asuntos como litigante en su prestigiado despacho ubicado en la calle de el Coliseo (hoy Boiívat) número 5.

La dictadura de Santa Anna llegó a su hd9 de agosto de 1853. El motivo se conoció día siguiente, cuando se hizo público un es- crito del dictador en que éste pretendía con- fiar el gobierno provisional a Ignacio Pavón, José Mariano Salas y Martín Carrera. Antes de que este triunvirato llegara a gobernar, la guarnición de la Ciudad de México se pro- nunció por el Plan de Ayutla (firmado el IO de marzo de 1854 y reformado el 11 del mismo mes en Acapulco), y el día 14una junta nombró presidente de la República al general Martín Carrera, que gobernó basta el 12 de septiembre de ese año, en que lo sustituyó el general Ró- mulo Díaz de la Vega. El 4 de octubre del mis- mo año una junta de representantes reunida en Cuernavaca designó presidente interino al general~uan Álvarez, candi110 de la revolución reformista cuya administración duró hasta el 11 de diciembre. Álvarez nombró a Guillermo Prieto, antiguo amigo de Iglesias, como Minis- tro de Hacienda, quien a su vez designó a éste 48 Episodioar y Pwsomzj#s del PodprPdicidi de 1s Federación como Jefe de la Sección 2a de dicha Secretaría, depositando en 61 plena confianza y encomen- dándole trabajos ordinarios y extraordinarios que desempeíii, satisfactoriamente. l? Funcionario público y teórico liberal de la Constitución

El 9 de diciembre de 1855 se nombró a Ignacio Comonfort presidente sustituto, cargo que ejerció a partir del día 11. En la nueva adrninis- tración a don José María Iglesias le fue rati- ficado SLI nombramiento por José María Urquidi, Manuel Payno y Miguel Lerdo de Te- jada, Ministros de Hacienda en turno. Todos ellos utilizaron sus servicios en cuanto tnvie- ron a bien. Además de privilegiarlo con su amis- tad Prieto y Payno, Lerdo de Tejada y Urquidi lo honraron con iguales distinciones. Con motivo de haberse expedido su fa- mosa Ley de z~ de junio de 1856 sobre de- samortización de bienes eclesiásticos, Miguel Lerdo de Tejada dispuso que todo lo concer- niente a esta materia lo despacharala Sección za, aun cuando a ésta no le correspondía hacer- 10. Ardua fue la labor realizada por Iglesias al frente de dicha Sección, pues se formaron centenares de expedientes con los innumera- bles casos y consultas a los que tuvo que dar solucibn. Muchos de los acuerdos del ramo se publicaron en Ia Memoria que en su oportuni- dad rindió el Ministerio de Hacienda. Cuando Lerdo se separó del gabinete de lgnacio Co- monfort, el zo de mayo de 18f6, el OñciaI Mayar del Ministerio de flacienda,josé María Urquidi, le encargó el despacho interino de esa Secretaría, continuando al mismo tiempo al frente de la mencionada sección a Iglesias.

El 13 de enero de 1857 fue designado Secretario de Justicia, Negocios Eclesiásticos e Instrucción Publica, nombramiento que se debió a la recomendación del licenciado Joa- quín Cardoso, quien se había formado un fa- vorable concepto de sus aptitudes y cono- cimientos. Esta nueva función la desempeíió hasta el día 5 de mayo del mismo año. Uno de sus biógrafos, Antonio Albarrán, describe como tuvo lugar dicho nombramiento:

En esos días, tanto el Lic. Cardoso como el Lic. Iglesias eran censores de imprenta, y la comunidad de funciones había puesto a ambos en contacto y les había hecho conocerse y estimarse mutuamente. El Lic. Cardoso, hombre de ciencia y de experiencia, apreció luego el valor de su colega, y muy pronto tuvo confianza en su inteligen- cia y en su instrucción.

Una vez tuvieron que extender los dos un dictamen acerca de una obra inédita sometida a su censura. Cadauno la leyó y comunicó al otro su parecer acerca de ella. Acordados los puntos del dicta- men relativo, el sesor Iglesias tomó papel y pluma y se puso a redactarlo.

En breve tiempo estuvo escrito el documento. -1Ie concluido, dijo el Lic. Iglesias, al terminar, presentando a su compañero los pliegos escritos. -Veamos esa minuta, contestó Cardoso. Y se puso a leer el dictamen. -Pero esto no es una minuta, dijo poco antes de concluir la lectura. 4Por qué? Preguntó Iglesias sorprendido. -Porque aquí no hay ni un tachón. -iAh! Yo creí que me lo decía usted en otro sentido. -Ni hay frase alguna que corregir, agre- gó Cardoso concluyendo la lectura; ni palabra que cambiar, ni punto ni coma que quitar u poner. Es sorprendente... Pero tanto mejor, así no habrá uecesi- dad de copiar lo escrito. Así es que hemos dado fin a nuestra tarea. Pocos días después, Cardoso hacía la presentación del Lic. Iglesias al Presi- dente Comonfort, y le decía a éste: -He encontrado a nuestro hombre. Aquí tiene usted a su Ministro de Justicia.

Durante su gestión al frente del Minis- terio de Justicia, uno de los actos más notables fue la expedición, el 11 de abril de 1857, de la Ley de Abolición de las Obvenciones Parro- quiales, en la que Iglesias consideró que los pobres estaban incapacitados para sufragar los gastos religiosos, fundamentalmente los bautizos, matrimonios e inhumaciones. Ade- más, promovió la Ley de sucesiones por tes- tamento y ab intestato, así como la Ley de 30x6 María I$h Iniáuvqa ... II

Procedimientos en los Tribunales y Juzgados del Distrito y Territorios Federales.

La elaboración de la nueva Consti- tución mereció el interés de todos. En el periódico ElSigEo Diez y Nueve, a partir del 23 de junio y hasta el 10 de noviembre de 1856, se publicaron en primera plana treinta artícu- los firmados por José M. Iglesias. Estos ar- tículos constituyen las primeras reflexiones sistemáticas de la Constitución en ciernes. Ade- más, en ellos aborda puntos cruciales del de- bate del Constituyente y establece su opinión en materia de Derecho constitucional, en temas tales como: Los derechos del hombre, la PropieáuaH, Zudivi~idnterprtoridi lu subsistencia del Senado y la reforma de la Constitución. Sin lugar 16 Bpindio.~y Parrnnajes del Po&r3udicia/de la Federddn

a duda, sus argumentaciones fueron dignas de ser consideradas por los constituyentes, logrando influir en algunos de ellos.

Las sesiones del Congreso General Constituyente concluyeron, después de un ano, el 31 de enero de 1857. La Cottstitución Fe- deral de íos Estados Unidos Mexicanos fue final- mente sancionada y jurada el jueves (- de febrero de ese &o. Con motivo de tan impor- tante acontecimiento, el gobierno de la Repú- blica estimó conveniente dirigir un Manifzesto del Gobierno u la Nación, para dar cuenta del uso que había hecho de las facultades omní- modas de que había estado investido. Los inte- grantes del gabinete propusieron que Iglesias lo redactara; así se hizo y fue publicado el 4 de marzo del mencionado ano. De inmediato se convocó a elecciones, en las que Ignacio Co- monfort resultó electo Presidente Constitu- cional de la República. VI.La Guemde Reforma. Ministro de la Suprema Corte porprimera vez

El presidente electo, Ignacio Comonfort, tuvo temor de que el pueblo no aceptara las re- formas liberales, así que decidió suspender la Constitución a pocos meses de haber entrado en vigor. Para ese entonces, el zr de noviembre de ese ano, habían resultado electos por el voto popular José María Iglesias como Octavo Magistrado propietario de la Suprema Corte deJusticia y BenitoJuárez como presidente del Alto Tribunal; sin embargo, Comonfort encar- celó aJuárez, de lo que se arrepintió después, para fmalmente dejarlo en libertad y renunciar a la Presidencia de la República. De acuerdo con la CartaMagna, el Benemérito debía asu- mir, en su carácter de vicepresidente, la Pri- mera Magistratura, pero los conservadores nombraron su propio presidente y se apode- raron de la capital. Esto dio origen ala guerra entre liberales y conservadores, que se pro- longó durante tres aiíos.

Con motivo de ta Guerra de Reforma, La Suprema Corte junto con los otros Poderes constitucionales desapareció, y no se resta- bleció sino hasta después de tres años, consu- mado el triunfo de la reforma liberal de 1860. Durante este difícil periodo Iglesias quedó reducido a la vida privada por segunda oca- sión, pero ahora bajo condiciones más difíciles que antes, como más tarde expresó:

Diferente fue el caso de 1858-1860. Existieron simultáneamente dos go- biernos, de los cuales no era para mi el legal aquel bajo cuya dominación vivía; y aunque es bien sabido que no peca quien se somete a la presión de una fuerza que no puede contrarrestar, yo me resolví a no litigar como abogado ante tribunales cuya legitimidad desco- nocía. Esta determinación me ocasionó graves perjuicios, por ser escasos mis recursos para el sostenimiento de mi familia, y no poder prescindir, sin serio d~trimentode md inrercses, rie los €ru- tos de vas cmws aque Irabía dedicad^ los mejores &o% de mi vids.

Sin embargo, esrasituaciún no fue ob- rirct~lopara que Iglesias templara, en lla advec- si&d, de nueva cuma3 su vocacibn de 1ibera-I consumado, prestando grandes servici.ns a Su partido y pbjicando en la prensa varios ar- tículos gasa el sosteaimiento de La causa. censura y persecución err cnritra de ia prensa liberal le. oat\gacan a recmir al ano~ri.niam. El triunfo de la csuss überal, después de k derrota iieFin3tha de los conservadores en la hataila de Cnlputalpan, hizn Siasibfc que *sias se incorporara de inmfdlaro a la plblica. Ef $enenJ&sus Girizslez 0rtr~r;ae.s- tró en la Ciudad de México el 25 de diciembre de 1860 y lo nombró Administrador General de Rentas, como tal se encargó de la reorga- nización de las oficinas de la Secretaría de Hacienda.

Algunos días después Melchor Ocam- po, Ministro de Hacienda, le propuso que se encargara de la jefatura de la Oficina de Desa- mortización, con la finalidad de despachar los negocios relativos a la redención de los bienes del clero, y a la cuaí tocaban, por disposición de la ley, pingües emolumentos. Sin embargo, Iglesias no aceptó, por lo que Ocampo lo de- signó como administrador de la Aduana de la Ciudad de México. 64 Bpi~odio~y Perianajts del Poder Jdicial de lo fihderarión

El zo de enero de 1861, Benito Juárez nombró a don Guiliermo Prieto Secretario de Hacienda, y al día siguiente lo invitó a colabo- rar con é1 como Oficial Mayor de esta cfepen- dencia. Así tenemos que desde el 21 de enero al 5 de abril de ese afio Iglesias no sólo cum- plió cabalmente con las funciones propias del cargo, sino que también participó en el des- pacho de varios asuntos importantes en esta Secretaría, del que queda el siguiente testimonio:

Los más numerosos, y de vital interés, fueron entonces los coucernien$es alos bienes del clero. El señor Prieto y yo cuidamos de que se conservara intacto el espíritu reformista que había inspi- rado lagrandiosa medida de retirar los capitales de manos muertas del poder de quienes, por un abuso incesante, lo convertían en armas eficaces contra los principios liberales. Pero con igual esmero nos empeñamos en no que- brantar a favor nuestro las leyes de la ~robidad.Nada nos hubiera sido más fácil que enriquecernos en poco tiem- po. Resueltamente no lo quisimos, y tuvimos la satisfacci6u de salir de nues- tros puestos con las manos limpias, después de haber manejado muchos millones de pesos.

A pesar de la intachable conducta que ambos observaron durante el desempefio de sus respectivos cargos, sufrieron las infun- dadas críticas y ataques de sus adversarios. Esto provocó que Prieto presentara su renun- cia ai cargo, y, ante esta circunsrancia, que ígte- sias lo siguiera, para de inmediato volver a en- cargarse de la Administración de la Aduana de M&xico,puesto del que no se separó hasta el 31 de mayo de 1863, fecha en la que decidió acompañar al gobierno de Juárez en su éxodo. VII.De la Intervencibn Francesa a la caida del Imperio de Maximiliano de Hal?sburgo

El 17 de julio de 1861 el gobierno de Benito Juárez decidió suspender, por dos &os, el pago de los compromisos de la deuda extranjera. El zs de julio se rompieron las relaciones di- plomáticas con Inglaterra, Francia y Espafia, y el 31 de octubre las tres potencias firmaron la Convención de Londres, comprometién- dose aenviar aMéxico a sus ejércitos para exigir la satisfacción de sus reclamaciones. Con el desembarco de las tropas europeas en Vera- cruz se inició el connicto de la intervención extranjera tripartita.

El 19 de febrero de 1862, Manuel Du- blán, Secretario de Relaciones Exteriores de México, y el representante de la Triple Alian- za firmaron los preliminares de La Soledad, según los cuales se entraria desde luego al terreno de los negocios y las potencias nada intentarían contra la independencia, soberanía e integridad del territorio nacional. Los fran- ceses, sin embargo, comprometidos con el proyecto de monarquía para México, hicieron venir de Europa a Juan N. Almonte, Le brin- daron apoyo y escolta, pretendiendo que me- diara en el conflicto. A causa de estos hechos, el 9 de abril se rompió esta alianza, y en tos días siguientes los ingleses y los españoles se retiraron, mientras las fuerzas francesas em- prendian su avance hacia el interior del país.

El 19 de abril de 1862, e1 general con- servador Antonio Taboada lanzó en Córdoba un plan desconociendo al gobierno deJuárez y llamando a Almonte a que gobernara el país, lo que ocurrió ai día siguiente. Más tarde, el 24 de septiembre de ese afio, el general Elías Federico Forey, comandante del ejército francés invasor, disolvió este gobierno y asu- mió él mismo fa administración civil y militar de la parte ocupada del país. IFIG. 21

El 16 de junio de 1863, a instancias del propio Forey, se formó la Junta Superior de Gobierno que eligió a los miembros del Poder Ejecutivo ouan N. Almonte, Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos y José Mariano Sa- las como propietarios), instalándose el z.5 del mismo mes. El 8 de julio cambió esta de- nominación por la de Junta de Notables, y el día ro acordó que la forma de gobierno fuera una monarquía moderada, que el soberano tomase el título de emperador y que la corona de México se ofreciera al príncipe austriaco Fernando Maximiliano de Habsburgo.

El día 11 quedó establecida la Regencia del Imperio Mexicano. Maxhüiano aceptó y juró el cargo e1 lo de abril de 1864, en el Pda- cio de Miramar. El 28 de mayo, la pareja im- perial desembarcó de la fragata "Novara" en el puerto de Veracruz, el 12 de junio arriba- ron ala capital, recibiendo el poder de manos de Aimonte, lugarteniente del Imperio. gabinete imperial quedó integrado por belgas, austriacos, bhgaros, alemanes, polacos, fran- ceses, norteamericanos segregacionistas Y conservadores mexicanos.

En abril de 1862, ~MauuelDoblado, a- nistro de Relaciones Exteriores, fe encomen- dó a José Maria Iglesias que escribiera una revista mensual deáicnda a examinar las cues- tiones relacionadas con la Intervención Fracesa. Por espacio de carorce meses -desde el 26 abtíl de 1862 hasta el 31 mayo de 1863- estuvieron apareciendo las Reuistas ffktó~icd,? suhe /<7 I~trrz,mCgÚnFru6ces# en J$~~X?C-O{r868), labor que nucstro biografiado continuá reall- randu -al abandonar la Ciudad de hféxico- en San Luis Potosi, Saltillo, Moncerrey, Cliihuahiia y Paso del Norte (hoy Ciudad Juárez), hasta la publicación de fa última, el 3r de octubre de 1866, a pesar de su intención de llevarlas a sil conclusiOn natural, es decir, al tílrmino dc la intervención extranjera, impe- dida por las ~iiúitiplesocupaciones oficiales que tenía.

Anos despds Iglesias tuvo el propósito de reproducir las revisras bajo un nneva plan e integarlas con el periodo que les ataba, pero no Eeg6 a reaiizar este proyecta hrimr" han seddo de base fiel y segura para el cono- cimiento de los hechos ocurridos durante aquella &oca, por estar escritas con veracidad y exactitud. Prueba de ello es la siguiente cita:

Los informes de algunos perversos t~~xicanosque trabajaban hacia años por el establecimiento de una monar- quía en su país, y las traidoras iadi- caciones hechas en ese sentido por algunas de las admmistraciones reaccionarias que hanusurpado aquí el poder, hicieron concebir la esperanza de que la forma monárquica sería la preferida delanación. En presencia de semejante eventuaüdad, se pensó en el candidato que hubiera de ocupar el trono, y entonces el emperador pensó en el archiduque Maximiliano, que no fue desechado por las otras dos poten- cias, pues si bien la Espafia hubiera preferido un borb~u,ni ella ni la Ingla- terra se oponían al nombramiento del príncipe anstriaco, siempre que fuera eIccto por la nación mexicana.

Otros trabajos literarios relacionados con la intervención francesa también le fueron solicitados antes de abandonar la capitaí mexi- cana: el de la Oraciónfilnebre del GraL don Ignacio Zaragoza, quien había muerto el 8 de septiembre de 1862, en el apogeo de su gloria y de su ~opukidad,y el Discarso civko, pro- nunciado el $ de mayo de x863 para come- morar el primer aniversario del triunfo alcan- zado en Puebla por las armas mexicanas sobre los franceses.

En ambos discursos Iglesias resaltaba este glorioso recuerdo, celebrando las hazafias del heroico sitio que resistió el ejército mexi- can« en aquella histririca ciudad. Algunos días después comenzaron a caer sobre México las des- gracias: se perdia la batalla de San Lorenzo y terminaba el sitio de Puebla con una capitu- lación que se hizo indispensable por falta de elementos para prolongar la resistencia. El 31 de mayo la capital de la Rqzibiica era abando- nada por el gobierno mexicano ante la falt'a de los medios necesarios para su defensa, y se efectuaba la retirada al interior del país para continuar la lucha por la independencia.

Iglesias había decidido de antemano que, st llegaba el momento, acompaiíaría al go- bierno de Juárez en su peregrinar. Ya una vez, en 1847, había salido de México para eludir el yugo extranjero; entonces era joven, soltero, dueno absoluto de sí. Ahora las cosas eran di- ferentes, pues salir de la capital implicaba se- pararse por primera vez de su familia, sin sa- ber por cuánto tiempo, pero, además, se en- contraba en mal estado de salud, situación que en Saitillo se agravó por una enfermedad que le puso a las puertas de la muerte. El ilustre liberal cansideró m deber supremo acom- pañar al gobierno deFárez en su peregriaar, í8 Epirodior y Perronrrj;~del PodarJudi~ÚrldeIu Fedefacid* con Io que dejó en segundo término el asunto de los bienes, la saiud, la familia y la misma vida. Siembargo, la distancia y la adversidad no fueron obstáculo para que sosruviera una correspondencia nutrida con Juanita, su esposa, a quien iba narrándole, además de fas cuestiones de familia, los pormenores de la lucha sostenida contra el invasor:

Paso del Norte, marzo q de 1865.

Según te había anunciado, el sábado 3 del corriente se movió el gobernador Terrazas sobre Chihuahua, conla &es- za saüda de aquí, a la que se incorpo- rarán en ei ~rhsitootras de diversos purctos del Estado. Nadie pone en duda el buen éxito de esta expedición, que va a abrir al Gobierno las piiertas de la capital.

Por las ÚItimas noticias de los Estados Unidos, hemos sabido que Napoleón ha manifestado, en el discurso de aper- tura del Cuerpo Legislativo, su intcn- ción de retirar pronto sus tropas de México. Hoy debemos recibir en im- portante documento, cuyo contenido textual deseo conocer. Si se cumple la oferta de Ia retirada, el negocio es concluido...

Para cuando flaguerra) termine, habrá que dejar el arreglo de las deudas que tengo encima, por no serme dable pa- garlas antes, como deseara ... Aún el simple pago del rédito vencido, ofrece graves dificultades en estos monien- tos, en que nada te puedo mandar, por llevar máa de ocho meses de no recibir ni un solo centayo de haber. No se lo que habrás hecho para salir de este con- ilicto. Ia suma escasez de fondos conti- núasiendo una de las cosas que más me afligen enla actualidad, no por mí, sino por ustedes.

Juáxez, Lerdo e Iglesias se reunían diaria- mente para tratar en común 10s negocios de importancia correspondientes a todos 10s ramos de la administración pública. Así, de una convivencia laboral intensa y una cordial relación, se dio paso a una estrecha y sincera amistad entre los tres, quienes hicieron vida de familia durante cerca de cuatro aíios, en los cuales comían siempre en la misma mesa y dormían siempre bajo el mismo techo.

La primera etapa del gobierno fue San Luis Potosi, donde ~ermanecióseis meses, de junio a diciembre de 1863. A poco tiempo de haber llegado a esta ciudad, el Ministro de Hacienda,José Higinio Núíiez, nombró a Igle- sias visitador de la Administración de Rentas de la capital del Estado. El día 12 de septiem- bre había comenzado a estar al frente del Ministerio Justicia, Fomento e Instrucción Publica. Entonces, mediante el Decreto de 15 82 Epiwdior y Peno~j~rdel Poder3dicial de la Fah~adh de octubre del mismo año fueron declarados nulos los actos de los jueces delgobierno usur- pador. Asimismo, ea virtud de varias disposi- ciones de fecha posterior, se restablecieron en algunos Estados los tribunales de Circuito y los juzgados de Distrito del Poder Judicial Federai. También se dictaron diversas medi- das sobre puntos concernientes a los tres ra- mos de la Administración Pública de los que estuvo encargado. ~FIG.

El avance del ejército invasor hacia el Norte obligó al gobierno dejuárez, a fines de 1863, a abandonar la ciudad de San Luis Potosí para dirigirse al Estado de Nuevo León y pos- teriormenre a Coahuila. A mediados de enero de 1864 Núfiez se separó de la Secretaría de Hacienda, la cual se le encargó a Iglesias, sin perjuicio de seguir despachando la dejusticia, Fomento e InstrucciónPúbüca,frente ala que llevaba apenas cuatro meses. Desde entonces tuvo a su cargo los dos ministerios, hasta julio de 1867, o sea por un periodo de tres años y medio, sin que por este doble trabajo se le hubiera duplicado también su remuneración, que sólo se incremento a poco más de un sueldo, Durante los meses de permanencia del gobierno mexicano en Monrerrq, su princí- pal entrada consistib en los productos de la Aduana Abrítima de &ranioros, que se volvid muy importante a consecuencia tfc la C' xuerrit de Secesi6n de los Esrados tinidos. La necesi- dad rle percíhir íntegros los ingresos de aqitella aduana, y evitar de que disminuyera su re- caudacibn por ta intcmenciOn de la autorid& militar, le obligb a ir personalmente a esre Puerto el zo de abril de 1864 y dejar todo en Un estado satisfactorio. El gobierno juarisra estuvo en Monterrey hasta mediadr>s de agosto, y se vio despues obligado a cominuiuar SU perqinacióa par el avance de1 ~j6xim comankdo por el generai Casrasy &fu- $&o fuego en Chilruak, tm.4 fa nemsidad 86 Episodios, P#rmzaje~del PodwJ~dicii~IdeIIIFederacidn de obtener recursos de ese patriótico estado, para lo cual impuso una contribución apartir del 7 de marzo de 1865, por espacio de seis meses.

La difícil situación política comenzó a tornarse favorable para el gobierno mexicano, y empezó a vislumbrarse e1 triunfo definitivo de la República. E1 Imperio y los conserva- dores fileron finalmente derrotados en Queré- taro el ry de mayo de 1867. Maxímiliano fue juzgado y fusilado, junto con los generales Miguel Miramón y Tomás Mejía, el 19 de junio de ese año, en el Cerro de las Campanas, ubicado en esa misma ciudad. VIII.Secretario de Hacienda al inicio de la RepzibIica Restaarcada

Vencidos definitivamente los conservadores y el Imperio, quedó restablecida la República. El presidente Benito Juárez, Sebastián Lerdo de Tejada y José María Iglesias entran triun- fantes a la capital del país el miércoles 17 de julio de 1867. Aunque Iglesias tenia pensado retirarse del gabinete con la satisfacción de haber cumplido con su deber en un episodio de difícii prueba, no &e posible aceptarle la renuncia. En la nueva etapa quedaría a¡ frente 88 Epis@dio*7 Perrowjer del Po

Iglesias procuró que en las depen- dencias del Ministerio de Hacienda se conti- nuara trabajando con eficiencia, a pesar de la reducción del gasto, necesaria para poder sanear las finanzas públicas. Para realizar esta labor fue necesario formar los presupuestos de ingresos y de egresos. En cuanto al pro- blema del gasto excesivo del Mínisterio de Guerra, le dio solución mediante la reducción de las Suerzas del ejército nacional a cinco divisiones, con lo que se pasó de ochenta mil a dieciocho mil soldados. Respecto a los suel- dos de los militares dc alto rango que habían defendido con heroico esfuerzo la inde- pendencia y las instituciones republicanas, se les suministraron las cantidades que permitió la escasez de1 erario público. Además, se pu- dieron cubrir los gastos de la planta del Mi- nisterio de Guerra, y se logró incorporar las antiguas direcciones de Artillería y de Inge- nieros, el Estado Mayor del Ejército y la de inspección del Cuerpo Médico Militar a dicho Ministerio.

Otras acciones que two que imple- mentar Iglesias al frente de esta dependencia fue expedir el decreto relativo a la reorgmi- zación del Ministerio de Hacienda de 6 de agosto de 1867, que suprimía la Dirección General de Rentas y la Junta de Crédito Público, quedando todas las oficinas generales del ramo bajo la dependencia única y exclu- sivade la Secretaría, enloeconómico y admülis- trativo, y sujetas enlo tocante a la recaudación y distribución de los caudales públicos a la Tesorería General, que había sido restablecida como una sección oficial de la misma Secre- taría. Tmbién se estableció una sección de Estadística, que era la encargada de recoger toda la información necesaria para formar, de manera opormna y exacta, los Estados Gene- rales de cada uno de los ramos de la adminis- tración que se Le encomendaran. IFIG. 41 José María fglesia~,Secretario de Hacienda de 20 de juh a zs de diciitmbm de 1867. Archivo General de la Nación. Los acontecimientos del momento enseñaron al gobierno mexicano que las dificultades hacendarias sufridas, hasta antes de ese momento casi sin interrupción, habían dependido de la reducción indebida de 10s ingresos del erario, y no de la insuficiencia de ellos paracubrir el presupuesto de egresos. El plan que ideó y siguió el Secretario de Hacien- da hizo posible sanear las finanzas públicas durante su gestión; éste comprendía, según SU autor, los cuatro puntos siguientes:

I".-Estableceren los gastos de la Admi- nistración púbíica todas laseconomías compatibles con el buen servicio público, a con las circunstancias anómalas y excepcionales en que dejaba al país la lucha sostenida por cinco arios en defensa de la indcpen- dencia nacional.

z".- I\.ú reducir. por actos propios del gobierno, los ingresos que dehiera tener el Erario, así ordinario9 c«mo extraordinarios.

3".- Oponerse a que esos mismos ingrc- sos sufrieran desfalcos, por actos de au- toridades locaies, o de jefes militares.

4".- Proceder y hacer que se procediera con pureza, en la recaudación y distri- bución de los fondos públicos. Estas disposiciones llevaban el sello de un funcionario que demostró tener un innega- ble ddeer moral en el maneja de las finanzas para cubrir las necesidades del gobierno nxexicano. Así que, bajo este sistema, y con los ~r»ductosde los ingresos ordinarios extracrrdinarios que se llevaron a cabo, pudo el gol«l>iernocubrir todos íos gastos de la ad- rninisfracibn pública mientras Iglesias estuvo a1 frente del hlinisterio de Hacienda.

El insigne jurista también se encargó de expedir el Regíume~ztlpafiílZrr udmini~trrrcid??m conti~bifidadde los cazidrzZes det ,qobier/zo fi~Zefíz/, e1 1'' de diciembre de 1867, en el que estabkecia de nianera clara y precisa las reglas que debían observarse en ttico lo relativo a ese punto. Posteriormente organizó las oficinas generales del ramo, es decir, las Aduanas Marítimas, las Jefaturas de Hacienda, la Dirección de Contri- buciones Directas, la Administración General del Papel Sellado y la Aduana de la Ciudad de México. Asimismo dio una organización a la Contaduría híayor, dependiente del Congreso. De su función desempefiada como Ministro de Hacienda dejó constancia en el informe que redactó, a principios de 1868, con el titulo de Memoria el Secretario de Estado y del Despacho de Hacienda y Crédito Público presenta nl Coqre- $0 áe la linión, publicada el zo de febrero de ese año. En ella se encuentra un inventario de las actividades realizadas y las razones que las motivaron. IX. D@utudo del Congreso de la Unión

largas jornadas de trabajo que José María Iglesias se vi« obligado realizar, hasta ese en- tonccs con motiw de su\ deberes oficiales, alteraron tan grayemente su salud que con- sideró necesaria su separación del Ministerio de Hacienda, con el propósito de buscar en el descanso el remedio a sus males. Al cabo de esta pausa en el trabajo, que dio inicio el 25 de diciembre de 1867, volvió a las fatigas de la vida pública. Sin embargo, esta vez las iiuevas ocupaciones serian ajustadas al ciii- il;i

EL decreto de io de febrero de r&6810 E~c~~wOelecto segundo magistrado propie- taria rfe la Corte Suprema de justicia, cargo mn el que se vio favorecido por el voto def pueblo por seenda ocasibn. La Canstitucidn 18%-le facu1t;rha para poder elegir uno de los dos cargos de elección popular, Iglesiai prefirió continuar como dip~ita

En la Cámara fue nombrado presidente de la Primera Comisión de Izacienda. a la que también pertenecieron Guillermo Prieto y José Masía Mata, quienes conjuntamente pre- sentaron, con modificaciones esenciales. el Proyecto de ley deprestlpuesto de iwgresos, que fue recibido con general aplauso y sirvió después de base a los posteriores. X. De la Secretariá de Gobernación a da de Justicia

Meses después de concluir su función como legislador, el 18 de septiembre de 1868,Juárez designó a Iglesias como Secretario de Gober- nación. Las tareas de esta Secretaría se redi- zaron ajustándose a las prescripciones legdes del orden constitucional. Durante su gestión, Iglesias participó en las juntas del gabinete, donde se trataban los asuntos de interés y gravedad. Atendía sin dificultad las cuestiones de menor importancia correspondientesa esta Secretaría y las mantenía al día. La ~rincipal ocupación que tenía como encargado de ese nlinisteria, al igual que sus demás compaíieros, era la de asistir con frecuencia al Congreso, donde era necesaria su intervención en 10s debates, para darles la conveniente dirección contestar los incisivos ataques de los dipu- tados oposicionistas, entre quienes había excelentes oradores, tan elocuentes como iMa- nuei &ría de Zamacona Ezequiel Montes. Iglesias, como la mayoría del gabinete minis- terial, se mostraba satisfecho de apoyar a gobierno que sostenía siempre sus actos por medio del razonamiento.

En abril de r869 participó en íos deba- tes del Congreso, para hacer la defensa de la iniciativa propuesta por la Secretaría a su car- go, sobre suspensión de garantías de saltea- dores y plagiarios. La lucha parlamentaria fue acalorada, lográndose la aprobación de una medida de verdadero interés social que garanti- zaba la seguridad personal. En el mismo mes refrendó y se encargó de la notificación oficial de la creación de los Estados de Hidalgo y morel los.

A partir del 31 de octubre de 1869 pasó de la Secretaría de Gobernación a la deJusticia e Instrucción Pública, en donde permanecería hasta el 15 de junio de r87r. Este cambio se debió a la preferencia que dio al segundo de dichos ministerios, porque le permitía dispo- ner de tiempo suficiente para dedicarlo al 104 Iipiroriiury Yerron6jas del Poderyztdi~iirlde O Federación

estudio y a las cuestiones profesionales. Para fines del mismo año presentó al Congreso el informe de la nueva Secretaría a su cargo: Memoria que el Secretario de Estado y del Despacho deJzcsticcia e Imtrzlcción Piiblica presenta al Con- greso de la Unión en 17 de noviembre. En ese documento quedó asentado todo lo concer- niente al estado que guardaban los asuntos de los ramos de esa dependencia desde que estaba a su cargo, asi como los acros comprendidos durante las gestiones de los anteriores secre- tarios Antonio Marcínez de Castro e Ignacio Mariscal.

Como Ministro de Justicia refrendó, el 13 de septiembre de 1870, el decreto relativo a la promulgación de Código Civil, que había sido formado por una comisión de destacados juristas mexicanos. Esta obra era la culmina- ción de la labor iniciada por Justo Sierra, a petición del presidente Juárez, cuando el go- bierno residía en Veracruz. En ese código cola- boraron distinguidos juristas como Luis Méndez, José María Lafragua, Rafael Dondé, Mariano Ysez e Isidro Montiel y Duarte.

Como miembro del gabinete intervino en un asunto de gran trascendencia: el del de- recho de las Legislaturas para solicitar el auxilio federal en sus conflictos con los gober- nadores de los Estados. Por tal motivo emitió, posteriormente publicó, en una edición especial, el Dismrsopront~nciad0porel&&nistro de*ticia el 8 de octubre de 1870, en ¿5k cu~stPán 106 Episodios y Perron#j~delPoJer3zdicidldc In Federaid12 relativa a laprestaci6n del auxilio federal pedido por la Legislatura de Jalisco, para sostener la opinión del gobierno, de que éste no estaba obligado a prestar el auxilio solicitado por el sólo hecho de que lo pidiera una Legislatura de la Federación, sin examinar las circunstan- cias del caso.

Otro de los asuntos dignos de men- cionar fue la polémica que sostuvo con León Guzmán, Procurador General de la Nación, sobre la facultad de los oficiales mayores de las Secretarías de Estado. Guzmán opinaba que, de acuerdo a la Constitución, éstos no estaban facultados para expedir decretos. Iglesias opinó de manera contraria, argumen- tando que estos funcionarios, cuando suplían UI Se<:recnricide su respectivo ~rimtt,fuurrt:icili:i-. h:iii corrio Ministros intcrirros, cott ldos10s gr~bit:rii<~s,sa~ediatite I;r ;ic(uicsccnci;i de 10s Poderes I.,egislat:iro, 1.ijecutivo Judicial.

Por decrcto dc 8 tic cficicmhre de rS-t,*, JSS~Maria Iglesias, atIem3s tle k~n<:inrel -5t3taiip- r~izrio~~~ccEI~-i~zI~Ichz kMerzzciti~t. srrstuuo la nt'

itrr. t. Se rstahiecc rtn periit

Los pedimentos del Procurador Gcn- eral de 1a nación, del Ministro fiscal de la Suprema Corte de Justicia y de Los promotores fiscales de los tribunales de Circuito y juzgados de Distrito, y

Las actas de acuerdo pleno de la Su- prema Corte, y los informes pronun- ciados ante ella, cuando acuerde la publicación". José MíaIglesias, primero con el ca- rácter de diputado federal, y después al frente de las Secretarías de Gobernación y de Justicia e Instrucción Pública, ocupó frecuentemente, durante más de tres afios, la tribuna del Con- greso de la Unión para discutir cuestiones arduas y trascendentales para el país. XI. Durante la iiltima administracibn de BenitoJuárez

A principios de 1871 empezó a gestarse una grave cuestión: la de las elecciones presiden- ciales. Aunque éstas debían celebrarse hasta 10s meses de junio y julio, en la prensa el de- bate había comenzado con seis meses de anti- cipación, y se anunciaba -según palabras de Iglesias- como "rudo 7 encarnizadow.Tres candidatos se presentaron a la contienda eiectoral: Benito Juárez, Sebasrián Lerdo de Tejada y Porfino Díaz. La antigua y sincera amistad que mantenía con los dos primeros, puso al Secretario deJusticia entre la espada y la pared:

La competencia que iba a suscitarse entre ambos, constituía para mi un serio conflicto personal. No podía constituirme partidario de uno de ellos, sin declararme a la vez opositor del otro. La neiitraiidad me era imposihlc en una posición oficial, en que forznsa- mente habían de requerirse actos de mi parte que definieran mi actitud ...

Un solo camino me quedaba para saiir del atolladero. Separándome del Minis- terio, retirándome a La vida privada. podía conservarme verdaderamente neutral en ia contienda ya iniciada... Presenté, pues, mi rennncia del cargo que dcsenipeíialia... Loqpclo mi ol>jeto, salí definitivamente dclgabinete del Sr. Juárez, en e1 cual había permanecido siete Uítos, casi sin interrupción...

La conducta que observé en el conflic- to presidencial, era cmuemnte con los principios a que nunca Falte en mi larga carrera pública. [FIU. j1 Rlit::?wi1r#r^ segrm i=prcrrsa,gnrn& Ueg~cada &a m altiso mivwbz- r~mfente.LaChquesta da.F+oca,Tomo 1' Núm. 6%;julio r8hj. ia- hc.cii>n.parti~dar. IIepr«duceiAa JosC lgnacio Gondlcz ilIantero1a. En las elecciones de 1871, Juárez venció a Lerdo y a Díaz, por lo que su nuevo mandato dio inicio el 1" de diciembre de dicho ano; sin embargo, no lo terminaría, pues murió en el Palacio Nacional el 18 de julio de 1872. La amistad y colaboraciónque como miembro del gabinete sostuvo Igíesias con Juárez, no fue obstáculo para que aquél pudiera formarse un juicio imparcial de las cualidades del Benemé- rito, de quien nos brinda el siguiente testimonio:

Benito Juárez tenía notoria capacidad y no carecía de instrucción, en su eru- dición, ni su inteligencia, eran de pri- mer orden. Su gran mérito, verdadera- mente excepcional, estribaba en las excelsas prendas de su carácter. La firmeza de sus principios era inque- brantable; por sostenedos estaba siem- pre pronto a todo linaje de esfuerzos p de sacrificios... Honrado a czta ca- bal, despreció cuantas ocasiones se le presentaron de enriquecerse en su larga dominación. Si mostró demasiado apego a su peruianeucia en el poder, obr6 constantemente a impuisos de motivos patrióticos.

El martes 23 de jsio de 18.72en el Pan- teón de San Fernando, don José &-laríaIglesias, con el carácter de orador oficial en los fune- rales en honor de don Benito Juárez Garcia, pronunció una oración fúnebre en la que hizo cumplida justicia al íntegro liberal. al ilustre reformista y al impávido defensor de la inde- pendencia nacional. El discurso es un modelo de sentimiento, de noble moderación y de corrección intachable:

bIuertoJuárez alos sesenta y seis años, deja una memoria imperecedera, no so10 en la Patria sino en todo el mundo civilizado. Sus historia durante tres 111s- tros que ejerció el Poder Supremo, es la IIistoria de México. En ese período, breve si se computa su duración natwal, inmenso si se consulta su importancia histórica, ha sido Juárez la figura más prominente y heroica.

Las temibles mndsiones de la Reforma social; la lucha legendaria de una In- u8 Epi&, Pmmajss da1 Poder fudiciaIde Irl Federación

tervención extranjera; el obstinado combate emprendido para arraigar el principio de autoridad, se han encac- nado en un hombre, que hubiera sido grande con sólo acometer una de esas tres colosales empresas y que, habien- do abarcado sucesivamente las tres, logró con ese empuje asombroso, elevar- se a la aitnra inconmensurable en que le contemplamos ...

Juárez es sin duda el mexicano más conocido en el exterior de cuantos fi- guran en nuestros anales... Juárez lleva elgloriosísimo título de Benemérito de América, con el cual se denota la im- portancia de sus servicios, encami- nados de una manera satisfactoria, no sólo a la salvación de su propia Patria, sino a libertar del ominoso yugo extran- jero, a consolidar la forma de gohierno repubticano en el mundo de Colón...

En la historia de los hombres ilustres, el día de la muerte pone el sello a sugrandeza. Idagloria póstuma es la única sólida, la única duradera. Ella comienza para ti?Benito Juárez. XII. Iglesias y la Zndependencid del PoderJudicial

Al día siguiente de la muerte dejuárez, se hizo cargo del Poder Ejecutivo Sebastián Lerdo de Tejada, a quien correspondía cubrir la vacante, de manera interina, en su condición de presidente de la Suprenia Corte de Justicia. Después de celebrarse los comicios, Lerdo resultó electo Presidente Constituciond para el periodo que iba del r0 de diciembre de 1872 al 30 de noviembre de 1876. De la personalidad y el gobierno de este personaje, Iglesias dice lo siguiente:

Prominentes cualidades concurrían en don Sebastián Lerdo: inteligencia pri- vilegiada, elocuencia avasalladora, firme entereza para la ejecución de sus determinaciones, finos modales, ha- bilidad paraganar amigos... Entró a la Presidencia de 1aRepÚblica bajo los me- jores auspicios; tuvo en sus manos la suerte del país, hizo poca caso delacons. titnción y de ks Leyes.

E1 15 de junio de 1871, Iglesias renunció al Ministerio de Justicia e Instrucción Pública para volver a su antiguo empleo de adminis- trador de Rentas del Distrito Federal, puesto (fe1que se separó hasta el mes de mayo de ~873, por haber resultado electo Presidente

La figura de Iglesias al frente de la pre- sidencia del Alto Tribunal del pais durante estos &os, por la superioridad de su talento, por el gran alcance de su instrucción y por la rara fuerza de su carácter, elevó nuestra ju- dicatura. Sin negar que antes y después de él hubo eminentes magistrados que se vieron limpios de faltas y cargados de merecidos honores, habría que volver fa mirada a su persona, a tiempo que se emprenda la magna obra de enaltecer a la Suprema Corte de JUS- ticia. La inquebrantable rectitud del presi- dente de la Corte Suprema de Justicia se vio regida por dos principios: el primero fue sos- tener con esmero la independencia y respe- tabilidad de la Corte; mientras que el segundo consistió en hacer efectivas, por medio de los juicios de amparo, las garantías individuales seiialadas por Ia Constitución de 1857, base y objeto de las instituciones de la República. Iglesias prcsiclici, (le EX-3 a 13-0, 1;r.i sesioiics clc ~'li.if>u~t:\IPXeaio rtt: 1% Stf~-irem:,~ (:osre, ubicada por csc. cientlio en id rclotali~ies,hoy Iloltcttle.;). en la

&S JTdign«s.Fue así ccrnlu sktrglt5 en 13 o~dini":" pwblica Ia cotviicci6za dc: que etitn re;afn~eairc tres 10s S~xpr~znosPc~cIeres dt: Bit l?nisbn. y CELIC 18 suprema Corte $10 era- inas rsri:r iimfdc sticursal del Ejecr&is. 1:tnliritirr- .c vjn. t~:rrn e.k-itlenteIbencllHGcigo, ,pr en JCF jt~.~"~il.kik1~?1*!.-1~ rz6 Episodiory P~ríonajerdel Poder9diOnl de la Fdderacid*I encontraran protección las víctimas de las mas graves arbitrariedades por leyes o actos de alguna autoridad.

Entre las controversias que fueron pro- movidas ante la Suprema Corte hubo una que se conoció con el nombre del Xmparo More- los". Este amparo fue romo vi do por varios propietarios del Estado de Morelos contra actos del general Francisco Leyva Arciniega, gobernador de dicha entidad, quien había sido reelecto contrauna prohibición expresa de la Constitución del mismo Estado. La Corte con- cedié, por mayoría, el amparo solicitado el 11 de abril de 1874, con lo que se dio lugar a la cuestión calificada de incompetenci~de mgen, que marcó un gran momento en la juris- prudencia mexicana del siglo XIX. la tesis de L iiiconlpetencka. de ori- Sn. 11 crnisa de legitimidad constitucional it~iplicabii,cn rilgunos casos, hacer cotisi

'v .~@stk~t%.rn 4 cual su :titt»r señiila los zsrgumen- trbs qttc cmptc-6 para sostener y tlefender su o$>ir>irEn emitir su voto en cl seno del :jltr3 -F~$>u,;&f;la pttbijfi,Cihn'rrr;trt~.h'- Mar&% cusriaa~c;t~c~~3 EtirIRrClrti,td. l-mrilcl Iglesiasfusé Alhríci, LAcr~crli6 189,M6xico tipo,graiiii iiterarii de Rk>rnenaMiitii, 1892: y I;rLr#di,C!~~i.~~it#~ci~lss!so%rt ."~tItorr.EC.;~~,s6J1iirid .I~l*!~i~~~ @,IesrrirEio eut5 fechado tn .Il&ic», abril 1- de rS7.0, ,hl<%iztgnactirns l(>sdos Ikderes fedcralcs en este rlehate fuc tan intensa q~cel segundo pron~ulgi,tina le. el 18 dc mayo <$e187% "III~ ponn" :il AItisimo ziftunat cn In imposibilidacl de hacer tIccla- mciOn alguuna sobre la legitimidad tlc las :luto- "dades de los El;t;itlos. Ile esa manera sc creyl dejar fa cuestidn definitivamcx~tcrcsuelra en el 6avorable sentido que se busc;zl>a. Este hecho *esuIt6 ser el primero en que una senrencia de la Suprema Corte deJusticia se pretendía anular a través de una ley federd. Esta 1- fue P~oCLL~CEOde una iniciativa de la Legislatura de Morelos, apoyada por la de Puebla. en una 6poca en la que tenían fa facjcultsd de iniciar leyes. La referida norma era, en opinión de Iglesias: "atentatoria a las facultades constitu- cionales de ia Corte".

Después de meditarlo detenidamente, Igiesias consideró necesario fijar la conducta que él asumiría, y decidió presentar su renun- cia como Presidente de la Suprema Corte de Justicia. Creía que, con esta decisión: I) sdva- ha par completo su dignidad personal, 2) de- jaba a la Corte en libertad para obrar como mejor le conviniera, y 3) cortaba la disidencia anunciada ya con los otros dos Poderes de la Federación. El presidente del Alto Tribunal no comunicó a nadie que tenía listo el manus- crito de su renuncia, mismo que entregó a la Ciimara de Diputados y que Lerdo de Tejada se negó a aceptar. 1<». este :isttriro fglcsia3 ohni prr~tlct>ct*. illclltc 31 110 izlhistic lx>rqllc:'~¡+r<.stbntar otr,~ cr:t itriirii, piicsto ~1iich:111í;~ tic i:ttr.rc~.1;) 11)is%11:t sW'r.tc cluc la prin~c~iit.C:onst.~itir eri t.1 1b2ltr vr;i prestarcc nl ritliciilti. Eiot~ipesaftirr.r:c- Incnrc <:o12 el I+csiticntc. si1i c.trtra1t.t cti trri I)"~r:~t~rn;i".Sir1 etiil>argo..;usrirtiyt2 1:) rr<.x~ucrr,i:i

p~rtzria encr~icas. prott:st::~ r.c>ntrat !rr kvque I1:lfli:i mririrrcticict:icl.I lecho usrrb. fgfeiii13 continucí en su eatrgcr. r%ir;lnt~i~,%ci irn niw pimietim coz, t.l g,f>irrri«cgt$e %irr,irr~etc. (?re- tcXt0 ~>;lraifijc-jar lgnn rt.wblucint%.ll.c3l,r<'t3 ctl el país, la que sólo requería de una bandera para legitimarse.

Durante su gobierno, Lerdo controló al Congreso, convirtiéndolo en instrumento de su voluntad, pero si por una parte supo plegar a sus órdenes a una Legislatura compla- ciente, por la otra encontró en la Suprema Corte de Justicia un Poder totaímente inde- pendiente, encabezado por su presidente: José Alaria Iglesias. $1estas rr)rriplic:iciitncs vitlrl a %um;?r.;i<>tti;i, fue la mis go1r.r de rc)d~s:~t iln retiiii ipt' rt'r wn bs sertrei>ciasprirniiricin que c.stak>areliiciojicttla con e1 jrrt*sidt:r~f.c icrncsdc 5t:ltzstiztn ilxrth ríe %jaiia. se Ir clla el c'acirrer de f..*. ?4rrprcm3*.*a la -no reelr.csigjn"del. ~resirlmtette 1.3 Republira y se le confió el mando del "ejército regenera- dorn al general Porfirio Díaz. Según las re- formas que el propio Díaz introdujo al Plan de Palo Blanco, el 21 de marzo de ese año, al triunfo del movimiento se depositaría el Poder Ejecutivo en el Presidente de la Suprema Corte de Justicia, en el caso de aceptar el Plan en todas sus partes o, en omisión de éste, "por silencio o negatid, en el jefe de las armas.

No obstante el clamor por la "no re- elección", el presidente Lerdo se postuló como candidato y, para allanarse el camino, decidió, bajo el pretexto de sofocar la revuelta de Tux- tepec, declarar en estado de sitio a diversos Estados de la República. Bajo esta situación de inestabilidad política, en los meses de junio y julio de 1876 se verificaron las elecciones para la Presidencia, de las que resuitó la reelección de Sebastián Lerdo de Tejada. Aunque ésta no estaba prohibida por la Constitución de 1857, ningún inconveniente habría ofrecido si las votaciones se hubieran celebrado legalmente, sin recurrir a suplantar la verdadera voluntad del país. No podían considerarse válidas por existir un gran número de Estados de la Re- pública en "estado de sitio" y un número consi- derable de electores que se abstuvo de votar.

Don José María Iglesias estudió de in- mediato las infracciones electorales y llegó a la conclusión de considerar nilía la reelección del presidente Lerdo, además de cdificatla de '"golpe de Estado". El Presidente de la Supre- 136 Epirodiar y Prriondes del Poder-fudicial de lo Federación ma Corte estimó necesaria su salida de la ca- pital para evitar que se le redujera a prisión. En la ciudad de Toluca, durante la primera quincena de octubre ocupó el tiempo en redac- tar su Manifiesto a la Nación del Presidente de la Corte deFticia. Ahí seiidaba categóricamente:

Quiero así sellar la enérgica defensa que llevo tiempo de estar haciendo, del principio salvador de nuestras insti- tuciones compendiado en esta lacónica frase: Sobre la Cwnstitsción, nada: Nadie sobre la Conrtitución.

El zq de octubre se trasladó al Estado de y esperó, refugiado en la pe- nitenciaría de Salamanea, la expedición del decreto en donde se declaraba el triunfo elec- toral de Lerdo, pues de otra manera "no hattia cuerpo de dctito". La reelecci0n

Después su manifiesto, Iglesias pubiicis un programa de gobierno, conocido como Phrz t.& SgZgmgecd, en el que manifestaba el %in- cero deseo de que hféxico se encaminara por el sendero de su engrandecimiento y pro* peridad, conforme a las ideas clel "mrvimicnto legalista". Vaxios Esrados de la Federación re- conocieron ajosé María Iglesia en calirlrtd de presidente de la República, el primero de elíos &e Guanajuato; después siguieron Querétaro, Aguascalientes y Zacatecas. También contó, en un principio, con el apoyo militar en Mi- choacán, San Luis Potosí y el 7" Cuerpo de Caballería de la Ciudad de México. Comienza aqzii el periodo mis difícil cit. lar ida de Iglesias, quc más tarde recordaría lleno de arnargura y decepción: el I>ecen~hrisn~o,I%re flc el nombre dt& al marimicnto pcrlític« encabezado por el disting.zido hlinisrro cn contra de la reelección de Lerdo de Sejada y x faTor de la legalidad de un gobierno interino dirigido por él. Aunque Iglesías declarcj mtL y fraudulenta la elección de Lerdo, &.;reasumió la Primera Alagistratura de la Republica, por lo que, a partir del ?r de octubre v hasta e2 z8 de noviembre de 1876 hubo dos administra- ciones: una de Lerdo y otra de Iglesias.

El 20 de noviembre Porfirio Díaz entró triunfante a la capital del país. Ese mismo día por la madrugada Sebastián Lerdo de Tejada había abandonado el poder; primero salió de la capital y después el país, embarcándose en el puerto de Acapulco en enero de 1877, rumbo alos Estados Unidos. El 28 de noviembre Díaz asumió el Poder Ejecutivo, en cuyo desempe- ño duró hasta el 6 de diciembre, en que salió a combatir a los iglesistas. Por segunda ocasión hubo dos gobiernos: el de Iglesias y el de Díaz; y aún hubo una terceravez, del 6 de diciembre de 1876 al 17 de febrero de 1877, en que uno correspondía a Iglesias y el otro a Juan N. Méndez. CFIG.71 30$6iMaria ~gl~j~,ea Rivera Csmbas, &Ianuel. Losgobmntes de Mérito. vol. 2. ~~~tirntode Investigaciones Filológicas, FR-BN, Re- producción Marcela Nogueztilrturo Fuentes. Iglesias estuvo de manera interina al frente de la Presidencia de la República del 31 de octubre de 1876 al15 de marzo de 1877. h- rante su accidentado gobierno tuvo como colaboradores a: Guiiíermo Prieto, Francisco Gómez del Palacio, Manuel Sánchez Mármol, Alfonso Lancaster Jones, Eduardo Garay, Joaquin M. Alcalde, Feíipe Berriozábal, Esteban BIartínez y Emilio Velasco. A ningún acto le dio el UDecembrismo"tanta trascendencia po- lftica como al programa de gobierno que proclamó en Salamanca, en el que se desta- can, entre otros, los siguientes puntos:

1. Regoma constitucionat sobre la no reelección; 11. Plena libertad en las elecciones; 111. Respeto a las garantías indivi- duales~derechos del hombre; IV. Completa independencia del PoderJudicial, y V: Apego total a la dignidad nacional.

Al manifiesto de Salamanca siguió el de Querétaro, en el que Iglesias rechazaba, de ma- nera enérgica, cualquier posible componenda con el movimiento encabezado por Díaz, des- pués de su triunfo de Tecoac, el 16 de noviem- bre de 1876, donde las fuerzas del gobierno lerdista fueron derrotadas. Le siguió el Mani- fiesto de Guanajuato, con el relato de 10 oca- rrido en la famosa conferencia de la Hacienda de la Capilla, el zr de diciembre de ese ano, y de los antecedentes y consecuencias de su entrevista, consentida por Díaz para cubrir ciertas apariencias, y en la que, de manera abierta, éste declaraba su programa revolu- cionario. En Irapuato reunió a su gabinete para evaluar la situación. Hubo quienes consi- deraron la rendición, aunque sin pedirfe a Díaz garantías o tratos especiales.

Las fuerzas militares desistas se fueron debilitando rápidamente, en especial por la deserción de atgunos de sus jefes. Derrotado y abandonado donJosé María Iglesias, la causa de la "legaúdad" había muerto. Y por tat razón, al no contar ya el gobierno legai ni con un peso, ni con un soldado, ni con un palmo de tierra mexicana, decide iniciar su marcha de Gua- .?o~éilfanúiglesias .inz&~aga... z4f

dalajara, pasando por Colima, rumbo a Man- zaniflo. El 17 de enero de 1877 Iglesias aborda en este puerto, en compafíía de algunos de sus colaboradores, el barco norteamericano Gm- da,rumbo a San Francisco, donde estableció provisionalmente su residencia, que pasaría luego a Nueva Orleáns, ciudad en que publicó su Cuarto y último manifiesto. Posteriormente residió en Nueva York, por espacio de cinco meses, y de luego otra vez en Nueva Orleáns, donde dedicó su tiempo a escribir La cuestiríla Presidencial en 1876, en que narra con detalle los sucesos ocurridos durante su efímero go- bierno. La obra tiene como objetivo la vindica- ción de su conducta y de un juicio crítico e imparcial. 146 Epaodio, y Pwso~jerdel PodarJrrdicialdelaF

Convencido Iglesias de que estaba defi- nitivamente muerta y enterrada la causa de la legalidad, decidió regresar a México. A su re- torno, en octubre de 1877, pretendió publicar la obra que en alguna ocasión había querido arrojar al fuego, pero lo dejó para una mejor oportunidad, que nunca llegó mientras vivió. XT Los últimos dias del ~ugustorepublicano y la Historia

Iglesias se abstuvo cautelosamente de solicitar fa venia del poder dominante para regresar aí país y reunirse de nuevo con su familia en la ca- pital. En honor a la verdad, no sufrió persecu- ción alguna por parte del régimen porfirista que él mismo reconoció alguna vez, diciendo 10 siguiente:

Posibíe era y aun probable, que alllegar a mi país, me hiciera sentir los efectos tle su il~~minación,c«n alguna orden a que se me habrin ohligdo a someter- me, par arbitraria y arentaroria que fuese. Afortuna&mentc nadie se metió conmigrt: se me dejb pasar tranquila- mente y sin embarazo de ningúngénero.

Pasado e1 tiempo le fueron ofrecidos aigunns cargos de importancia, por recomen- daciones de antiguas amistades, como Felipe B. Berriozábat, Ezequiel Montes, Ministro dejusticia e InstnieciGn Phbtjca y Francisco de Landero y Cos, Secretario de Hacienda, miembros rodos del gabinete de Manuel Gonziitez, pero el no los aceptó. Algunos de esros caxgos eran la dirección del Monte de Pie- dad, la elección o nombramiento para dipu- tado, senador, magistrado y otros de igual im- portancia. Más tarde se le invitó a participar en la formación de una comisión para un nuevo tratado de comercio entre México y los Estados Unidos.

Sus conocimientos y experiencia como afamado jurista también trataron de aprove- charse en la realización de propuestas que estaban a cargo del Ministro de Justicia e Instrucción Pública, entre ellas la formación de un "código de procedimientos federales", cuya elaboración podría realizar solo o con el auxilio de colaboradores escogidos por 61, y al que correspondería una magnífica remune- ración, pero Iglesias también declinó esta oferta. A partir de ese momento manifestó un franco rechazo a aceptar nombraniiento ttl~umddttos gobiernos tuxtepecanos, por estimar que ciií~lquicraera incompatible con stt rí~nviccitincic austero republicano. Las *i\~t)neanos tns brinda 61 mismo en el siguiente testimonio:

I)e\puCs de haber sido reconocido crrtno Presidente de ¡a Repiblica por vticias 1,egislaturs y Gobernadores, por

La actitud que él asumió fue una cues- tión de convicción, de conciencia, es decir, se trataba de dar una lección poco practicada, que Iglesias expresó de la manera siguiente: "La de saber perder; la de caer redondo con decoro y dignidad."

Y terminaba diciendo:

Bien sé que esto constituye un suicidio político y social, pero lejos de que se- mejante consideración me sirva de retxaente, siento un inmenso orgullo en '52 Episodios y Perrol~ajasdel Poder~iciald8la Federación

no ser nada, abso1ut;lmente nada, des- pués de haberme hecho subir mi buena suerte anterior a los puestos más elevados.

Separado de la política, Iglesias jamás volvió a ejercer su profesión de abogado. Retirado a la vida privada, con el transcurso del tiempo se tornó en un misántropo. Algu- nas veces se le veía en ía Alameda, siempre respetable, paseando algunas ocasiones solo, otras con GuiUermo Prieto, o en comp&ía de Miguel Blanco Múzquiz, Ministro y Presi- dente de la Suprema Corte. En su hogar tuvo gratos momentos en compaiíía de su amada y tierna esposa, quien le brindó su apoyo en todo momento, y rodeado por el amor de sus queridos hijos. Así, aislado voluntariamente de la sociedad, dedicó su tiempo al estudio de la Historia y del Derecho, sus dos grandes pasiones:

Desde niño había sentido una marcada afición a la lectura, afición que se había convertido en pasión formal, al avanzar en edad. Y tanto mayor atractivo en- contraba en la lectura, cuanto que, no rebajándola a la ínfima categoría de simple distracción o pasatiempo, la había considerado como elemento esencial de estudios de diverso género. Durante muchos años, cuando urgen- tes ocupaciones oficiales me obligaban a limitarla demasiado, sentía que me faltaba algo necesario para mi vida. Vueiio ya de mi tiempo, volví a consa- grarle con singular fruición un consi- derable número de horas diarias. Desde entonces he palpado, que es en la des- gracia un consuelo verdaderamente admirable.

Por ese tiempo Iglesias escribió varios estudios históricos, de los cuales dejó algu- nos concluidos. Entre éstos podemos citar su AutobiograPa, terminada el 30 de noviembre de 1885 y publicada hasta 1893, y El estudio de IaHistoria, obra inédita que trata sobre las his- torias generales de la legislación, el derecho, la diplomacia y la jurisprudencia. Muchos otros estudios no ¡os pudo terminar porque los médicos le ordenaban reposo a fin de que mejorara su quebrantada salud. Sin embargo, él no quería darse todavía por vencido.

Al final de sus días Iglesias expresa, en su Ar~tobiogra$a, su pesar ante el nuevo pano- rama nacional y hace un balance de su larga trayectoria como hombre público:

A pesar de estos lenitivos confieso in- pnuamente que unaprofunda tristeza se ha apoderado de mi ánimo, al recor- dar la inutilidad de los esfuerzos que hice sin pararme en sacri6cios, en una época de funesta recordación, para afianzar en mi país el imperio de la Constitución y de las leyes, sin el que no puede haber estabilidad en io pre- 156 Episodios y P~ronaje~dclPoder@dicial de Id Faderud6r1

sente, ni prosperidad en lo porvenir. Por muy apartado que esté de los ne- gocios públicos, no me es dado prescin- dir de mi amor a la patria, ni de mis sentimientos de mexicano.

Por fortuna no 10 he perdido todo; quédame el consuelo del esnidio, qué- dame los goces del hogar doméstico; quédame la dulce creencia de haber cumplido con mi deber. Separado por completo de la política, a la que he llegado a cobrar verdadero horror; pro- fundamente desengañado ddmundo y sus vanidades; sin la nostalgia del po- der, sin el incentivo de la amb'ición, sin el falaz ensuefio de la gloria, espero pasar con resignación ai lado de una esposa y de unos hijos tiernamente amados, los ú1timos días de mi vida.

Seis anos más tarde un periódico de la capital daba a conocer la noticia de que el dis- tinguido jurista había sufrido un insólito acci- dente, del que aparentemente había salido bien librado: apenas una luxación en el pie derecho y ambas manos desgarradas. Sin ern- bargo, las consecuencias de la caída fueron de gravedad. Después de dos semanas, y tras una breve agonía, José María Iglesias falleció, en su casa de la segunda calle de San Francisco (hoy Madero ) número 5 en la Ciudad de México, a la edad de sesenta y ocho años. Ese dia se man- dó izar a media asta el pabellón nacional en todas las oficinas dependientes de la Suprema Corte deJusticia y en la Cámara de Diputados. Al día siguiente el cortejo fúnebre partió a las cuatro de la tarde, rumbo al Panteón Francés de la Piedad, donde fue sepultado.

Con motivo del CLXIV Aniversario del Natalicio de don José María Iglesias, el Lic. Miguel de la Madrid, entonces presidente de la República, en decreto de 5 de enero de 1987, publicado en elDiario Ofcdel 29 del mismo mes, dispuso: I) La difusión de la obra histó- rica del distinguido jurista y político liberal; y z) La inhumación de sus restos en la Rotonda de los Hombres Ilustres del Panteón Civil de Dolores, para que queden al lado de los héroes de nuestra patria que ahí yacen. El 4 de febrero siguiente se redizó un acto solemne justo y acorde en todo con las cualidades de este ilus- tre patricio. En la ceremonia de reinhumación el Ministro <:dos ctcl itio ~odrigiier,t'resi- dente de la Suprema Corte de &stici:t cie lta Naci6n, pronuncid uri emotivo discurso en L"1 que rÍndiO homenaje a la memoria del egregio jurista, refiriéndose s él tle esta maner;i:

La rectitud dc curjcter iIclrzsr' hIi~t.i~i Iglesias, su indiscutible ~alitíatlde iu- rista, su profun

hacia la institnci¿in de4 pricin ttr ;!ti,- para. su preocupacidn por la esotilcicin de las ideas iuridiess y politíca.: de %léxico. hicieron en el reatid:rr( fa% hermosa palabras de Eduilt&tJ CI«u- ture: Id C~nstit~~ciRns~k~e~'~~r~ntni:edp&- cu pof los jtdr>ced: tzr~ndo&te: d,:fiift-~d)~. 78 ua dsze*ads. ducción Armando Berancom. ALBARRÁN, Antonio, '%se María &lesias". en Liberales lhsrres &iesic,uins de la Reforma y faIiltervención, &f&xico,Imprenta tfeI "f.%ijo del Ahuizote"~8~~.

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,José María Iglesias y la justicia electoral, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1994. Esta obra se terminó de im- primir y encuadernar en marzo de 7.006 en los talleres de Ediciones Corunda S.A. de C.V. Se utilizaron tipos lloefler Text en 8, 10,12 y 18 puntos. La edición consta de 3,000 ejemplares impre- sos en papel bond de 75 grs.