Frutos De Mi Tierra
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Digitized by the Internet Archive in 2010 with funding from University of Toronto http://www.archive.org/details/frutosdemitierraOOcarr TOMAS CARRASOflILLA FRUTOS DE MI TIERRA BOGOTÁ L I iJ R E II í A N o i íH I MEDARDO RIVAS N FRANClaCÜ PROLOGO Había oído hablar con elogio de Frutos de mi tierra á loa pocos amigos del autor que lograron, antes que yo, conocer el manuscrito; pero confieso que, cuando llegó mi turno y puda á mis anchas examinar y apreciar tan primoroso trabajo, fui sorprendido por la maravillosa fidelidad de la pintura, la honda y sostenida observación de caracteres y de costumbres que preside aquella serie de cnadros, y el color p^-ot^amente local, íntimamente an- tioqueño, de la obra, A 'me á comunicar á Carras- quilla, condiscípulo y ai^.^ 3 mis buenos tiempos, estas impresiones, y lo urgí á que procediera sin demora á su publicación, no por cortesía para con aquel amigo (cortesía acaso explicable en quien no lleve la franqueza al extre- mo á que en mis relaciones amistosas la llevo yo), sino porque estoy convencido de que su libro será uno de los mejores entre los que hasta ahora ha producido, en su género, el ingenio colombiano. No contribuyó poco á mi agradable sorpresa el haber hasta entonces ignorado que Carrasquilla, de quien pocas noticias había tenido después de nuestra vida común da estudiantes, en los claustros dé la Universidad de Antio- quia, hubiera dedicado su tiempo y su claro talento á lec- turas y estudios de índole puramente literaria y á ensa- IV PRÓLOGO VOS en el arto uifícil de dar forma, por medio ¿e la pala- bra escrita, á las imp'-esiones ó ideas de nuestro ser seusible y pensante; tarea en extremo delicada y exigente y que no llega á hacerse cea absoluto dominio y nitidez efno por el que ha nacido con vocación para ella y ha logrado vencer las difionVadcs externns é internas con que tropieza todo escritor al tratar de estereotipar en el papel su pensa- miento. Entonces supe que un cuadrito da costumbres firmado con seudónimo y publicado hacía poco con el titulo de Simón el Mago, que me había llamado ía aten- ción por pu donaire y gracejo, era obra de mi amigo, quien, retirado hace algunos años á San^^o Domingo, villa asentada como un nido de águilas en lo alto de nuestro quebra<lo territorio, hacia el Nordeste, en el riñon mismo de las sierras y cordüleras antioqueñas, lleva vida apaci- ble de í'studio y observación, en clima sano y agradable; libre de toda preocupación ó cuidado que pudiera des- viarlo de sus aficiones y meditaciones; en esa dichosa mediocridad de fortuna—en la cual, teniendo todo lo ne- cesaáo, se carece de las tentaciones de la ambición—que es la atmósfera más propicia para el trabajo de la inteli- gencia; céübe; sano de cuerpo y de alma y rodeado de afectuoso ambiente: condiciones todas las más adecuadas para estudiar, pensar y e&cribir. Es del caso observar que rara vez aciertan á combi- narse estas especiales condiciones con una verdadera vo- cación y un talento claro y equilibrado, que sepa ir dere- cho á su objeto sin las vacilaciones, perezas y desfalleci- mientos que producen perplejidad cuanto á los temas ó asuntos que convenga tratar y al modo como han de tra- tarse, ó hacen dejar para otra ocaHÍóu la tarea, ó presen- tan lo que de ésta se ha hecho como demasiado imper- fecta, y nos inducen ;. abandonarlo ó destruirlo. Y como qu'i^ra que « el arta es largo y la vida breve,)) los días, loa meses y los años utilizables se pasan sin que S'\lgaraos deesa esterilidad inquieta y dolorosa, de donde resulta al fin de todo ello \ina existencia inútil, y el pesar, qua es casi un remordimiento, c!a suponer que acaso con algjia esfuerzo sostenido por parte nuestra, pudo haber sido PROLOGO V fructuosa. «Pudo haber sido!,..» la triste naso quo aterraba á "Wbittier. Conviene a mi propósito introducir aquí una digre- sión, que no estará dol todo fuera de lugar. Bien se quo bace años ae dijo en tono axiomático que entre nosoti'os no puede baber verdadera novela ni verdaderos novelia- taa, porque nuestra sociedad carece de clases perfecta- mente caracterizadas y diferenciadas entre sí; y que esa afirmación, que pertenece íi las que por su carácter y amplitud provocaban la sonrisa desdeñosa de Lord Ma- caulay, ba sido recibida con mansos signos afirmativos por la gran cabeza de este Bovarj', conforme y respetable tragavirotes que se llama el Público. Mus no me suena muy bien tan contundente y fácil aserto. Veo que la noción de lo que debe ser la novela va cambiando cada día; que este cambio, como todo progreso verdadero, se bace en el sentido de la simplificación; que en países como los Estados Unidos y Suiza, donde la novela pros- pera y florece gloriosamente, las viejas clases ó demarca- ciones sociales no existen yá ó ban sido sustituidas por otras cuya diferenciación principal estriba casi única- mente en su mayor ó menor riqueza, y que, por consi- guiente, en su personal, se cambian, se hacen y se des- hacen cada día; que en esos países, así como en aquellos donde todavía, total ó parcialmente, se conservan las an- tiguas estruckiras sociale3, como Inglaterra, Alemania, Kusia, Italia, Francia, España y Portugal, este género li- terario produce sus obras más famosas y aplaudidas, siaí necesidad de contraponer clases sociales distantes entre sí,' sino, por el contrario, reduciendo el género á verdaderas monografías, casi siempre tipos más ó menos incoloros de la clase media, de esa burguesía quo desesperaba á Gau- tiei", y que es boy, sin embargo, la dominadora del mun- do, puesto que en beneficio suyo se han hecho y se están explotando los principales progresos del siglo. Veo también, como en síntesis, que el ansia de go- zar lo más posible, á costa de cualquier sacrificio ó abdi- cación, en esta vida, sea porque yá no se cree en la otra futura ó porque temerariamente se hace de ella caso 11- VI PRÓLOGO omiso, aguijonea á la porción de humanidad que á sí misma se llama civilizada, y la empuja en desatentada ca irera en persecución del dinero, llave infalible de todas las concupiscencias; que la facción característica del final del siglo en que estamos viviendo es una exageración monstruosa de la noción de este factor y una consiguien- te depreciación de la de elementos ó resortes que antea gozaban de igual ó mayor prestigio, con lo cual se ha desequilibrado esencialmente la marcha ascendente de la civilización, tal como la entienden y definen los más lavanzados pensadores; que la moralidad y el saber no son ¡yá sino factores secundarios en ese desarrollo; que este ,'afáu reinante, ayudado por el espirita cada día más utili- (tarista y estrecho de las enseñanzas é instituciones en 'boga, Tía hecho más en la obra de borrar las antiguas demarcaciones sociales y reducir á valor casi nulo lae tradiciones de nobleza y las jerarquías de sangre, que la tremenda Revolución francesa con su esponja ensangren-| tada y el pasmoso poder de su propaganda política, hastsi llegar á dividir virtualmeute las sociedades en sólo dof clases, que se odian por miedo ó por envidia: la de loí que tienen y la de los que no tienen dinero, clases que tocándose en su punto de partida, se alejan luego una d( otra hasta llegar, magnificándose alarmantemente, á ex tremes cuyo contraste y contemplación hau hecho ger minar con desusado vigor en nuestros días las sectas so cialistas. i Y volviendo luego la vista á nuestra propia socie- dad, me encuentro con que los mismos fenómenos que S( observan en las más antiguas y avanzadas, están verifi candóse aquí, donde, no por ser menos violentas las re acciones, dejamos de presenciarlas y de sufrirlas. I Y sigo creyendo que— puesto que, gracias á las facij lidades de comunicación universal, á los libros y periódi; 30S y á los progresos y economías de tiempo y de trabaje jue van introduciéndose en todas las manifestaciones di la actividad humano, nuestra sociedad no es sino un: 'provincia de la gran sociedad civilizada del mundo, go bernada por las mií-mas leyes generales y sometida en 1( PROLOGO VII esencial A las mismos faces do desarrollo—las condiciones que presiden la producción literaria y deciden de su ca- rácter y alcance, deben ser aquí las mismas (]ue se obser- van en otras naciones, sólo modificadas j;or las circuns- tancias peculiares de nuestra sociedad. Por donde se me ¡ muestra patentemente, ó tal me parece, que aquello de la ' falta de Novela por la do clases sociales bien caracteri- í zadas, no pasa de ser una pamema. Sin necesidad de explotar esa contraposición de clases, y con el mero relato de sucesos naturales do diaria ocurrencia, acaecidos en la vida de gentes que en nada se distinguían especialmente de la masa social en cuyo seno existieron y en las condiciones más comunes y nor- males, escribió Jorge Isaacs su María, novela de primer orden en todo sentido, aunque los que no aceptan que ésta pueda existir sin sucesos extraordinarios y trances absurdos, la han colocado con desdén magistral, ya en el género idílico, ya en el de cuadros de costumbres. El argumento de aquélla no puede ser más nacional: los tipos que el autor pintó é hizo funcionar se pueden hallar todavía en aquellas regiones, á jiesar de los cambios que van introduciéndose en las costumbres de nuestra inci- piente sociedad; los paisajes que copió,' ahí están, indeci- blemente bellos, en ese prodigioso Valle del Cauca, del cual sí que puede decirse que es " una sonrisa de la natu- raleza"; y los sentimientos y pasiones que animan la acción ¿no son acaso los mismos que desde que el hombre cayó á la tierra vienen animando la familia humana, do- minados por el amor, ese magnetismo del infinito, voz augusta y recóndita de una fuerza superior é incontras- table que habla á todos los seres y les marca fatal camino? Otros ensayos menos afortunados se han hecho entre nosotros, de los cuales—omitiendo adrede la Manuela, respecto ú cuyo mérito y carácter ha fallado yácou justo aplauso el aprecio de los lectores—sólo citaré aquí dos, que me parecen de los más notables: Don Alvaro, de don José Caicedo Eojas, y el Alfá-ez Beal, de don Eustaquio Palacios.