MARÍA TERESA LEÓN, RAFAEL ALBERTI Y OTROS COMPAÑEROS DEL EXILIO EN

MERCEDES FUENTES Universidad de La Rioja

1. La liberación del miedo En 1939, año en el que comienza el exilio que nos ocupa, se encontraba comenzando una nueva etapa política que duraría unos veintidós años. Hacía apenas cuatro que había muerto el dictador Juan José Vicente Gómez, responsable de una de las dictaduras más duras que conoció el país sudamericano. Tras su muerte, ocurrida en 1935, asumió el mando, el Ministro de Guerra, el general Eleazar López Contreras1, quien, inició, nada más tomar el poder, una paulatina apertura conduciendo progresivamente al país hacia la democracia2. A este periodo lo titula Manuel Caballero en su libro Las crisis de la Venezuela contemporánea, como la etapa de la liberación del miedo: y es que para hacerse una idea de lo que representó el gomecismo en Venezuela, basta con leer el primer párrafo del primer capítulo de Memorias de un venezolano de la decadencia, de Rafael Pocaterra, titulado “La vergüenza de América”:

A esta hora en sólo Caracas y sus alrededores – a lo que dicen las ordenanzas y a lo que observo‐ se llevan detenidas unas ochenta y tantas personas. Vejan, torturan, encarcelan y maltratan a ciudadanos cuyos solos

1 López Contreras autorizó la libertad de expresión, permitió la existencia de partidos y sindicatos, reconoció el derecho a huelga, promulgó una ley de trabajo más moderna e instituyó el Seguro Social Obligatorio. Para cumplir con su proyecto tuvo que enfrentarse con los gomecistas que se oponían a dichos cambios y, al principio de su mandato, logró conjurar una conspiración. (Díaz Rangel, 2007: 72) 2 A pesar de su línea aperturista, en marzo 1937, mediante un decreto, López Contreras ordenó la expulsión del país de un nutrido grupo de jóvenes pertenecientes a la Generación del 28: Raúl Leoni, Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba, Gonzalo Barrios y 43 dirigentes políticos más entre los que se encontraba .

González de Garay, María Teresa y Díaz‐Cuesta, José (eds.): El exilio literario de 1939, 70 años después. Logroño: Universidad de La Rioja, 2013, pp. 397‐418. MERCEDES FUENTES

nombres harían sonreír ante la idea de que pudiesen ser sospechados de <>.(Pocaterra, R., 1990: 9)

Este texto, escrito como si fuese una carta dirigida a alguna persona, o a sí mismo, está fechado en 1919. Su autor describe cómo son las primeras noches en las cárceles gomecistas donde es imposible dormir porque al frío “mordisco de los grillos” hay que añadir el de los chinches, las cucarachas, el aire irrespirable, el hambre con todas sus exasperaciones, ya que “hasta venciendo el asco de enguñir el potaje fétido queda la desconfianza de ser envenenado y cada retortijón de estómago es la inquietud de un tóxico” (Ibíd.) Pero como dice Caballero en su libro, a pesar der sali del gomecismo, y de “tener las mismas raíces y de haberse alimentado con parejas savias, el general Eleazar López Contreras se distingue desde muy temprano por su profesionalismo (…) y por su honestidad, rara avis entre la cleptocracia gomecista”. (Caballero, Manuel, 1998: 56) Y es que hay que decir que, a la muerte del dictador, Venezuela parecía enfrentarse a una anarquía sin fin: grupos de exaltados se lanzaron a saquear las casas de destacadas familias relacionadas con el gobierno, lo que parecía dar la razón a quienes sostenían que el país no estaba preparado para vivir bajo un régimen democráticos y que, sin una mano dura, la ex colonia regresaría a la época de las guerras civiles. Pero ya en 1928 el general Eleazar López Contreras se había dado cuenta de que el país se enfrentaba a otro tipo de guerra, y no era precisamente la que se dirimía con las pistolas. Ello se debía a que, desde los carnavales de ese año, Venezuela había entrado en lo que Caballero llama la época de la ideología conmovida, marcada por una generación que se había formado en los claustros franciscanos de la vieja Universidad Central de Caracas. Una generación desarmada, en pie de lucha contra el régimen por medio de protestas. Y el general López Contreras había visto con claridad que esas protestas “eran más peligrosas que las montoneras porque no podían ser vencidas por las armas, siendo como eran movimientos desarmados”. (Id.: 43) La generación del 28, como se le llamó a aquel grupo de universitarios que clamaba por restaurar la legalidad del poder constituido, bajo cuyas premisas se había instaurado la Cuarta República en 1830,3 luchaba contra el régimen con un

3 Desde la declaración de independencia en 1810, cuando fue proclamada la Primera República, la cual sucumbe en 1812 ante jefe español Domingo de Monteverde, que comando una ofensiva desde Coro hasta Valencia y Caracas, se sucedieron dos más: entre ofensiva realista y contraofensivas de los patriotas, la instauración de la República se

398 MARÍA TERESA LEÓN, RAFAEL ALBERTI Y OTROS COMPAÑEROS DEL EXILIO EN CARACAS arma desconocida en el país hasta ese momento: la palabra, oral y escrita que estrenan, en los carnavales de ese año, los estudiantes ventiañeros, portando sobre sus cabezas unas boinas azules realizadas por alguna “matrona caraqueña que descubre que le sobran unos cuantos metros de paño azul”. (Id.: 41) De tala maner que los doscientos estudiantes de la Universidad, que se aprestan a celebrar los carnavales de 1928, portan esas boinas como “su disfraz carnavalesco, y más que eso, su identificación goliárdica”. (Ibíd.) Entre ellos se encuentran escritores, políticos y un poeta, venido de fuera de las aulas,4 los cuales “remueven con sus discursos y sus versos a un estudiantado y a una sociedad aparentemente pasivos e inconmovibles, aquietados bajo el duro puño de Juan Vicente Gómez” (Ibíd.) Las fuerzas militares del momento los enfrentan apresándolos y se encuentran con la sorpresa de que el pueblo de Caracas responde con una huelga general espontánea. A partir de aquí se inauguró una era de movimientos urbanos muy característicos de la Venezuela de la segunda mitad del siglo XX y que eran totalmente desconocidos en la Venezuela del XIX.5

sucedió hasta llegar a la Cuarta República, instaurada en 1830, al finalizar, definitivamente, la contienda. 4 Este poeta era Andrés Eloy Blanco, autor de versos satíricos fáciles de recordar por su musicalidad. Hay que señalar que el movimiento de los carnavales de 1928 generó, “aparte de esas protestas, una serie de reacciones entre los jóvenes y la ciudadanía, de las cuales tal vez la más interesante haya sido la floración de una literatura clandestina. Como los Samizdat rusos años más tarde, surgió un grupo de pequeños periódicos y otras publicaciones reproducidas a máquina y distribuidas so capa”. (Caballero, Manuel, 1998: 43) 5 Señala Manuel Caballero que en ese momento algo había cambiado en Venezuela: “en una ciudad, en un país donde el nombre de Gómez no se mencionaba (ni siquiera para bien) en el interior de las casas de la gente corriente y moliente, las lenguas se sueltan y hay quienes van a dar a la cárcel acusados de ser simples ‘conversadores’”. (Ibíd.)

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Los estudiantes revoltosos,6 muchos de ellos escritores jóvenes adscritos a los movimientos de la vanguardia venezolana,7 y seguidores de los movimientos políticos democráticos y populares emergentes, fueron expulsados del país.8 En éste, su primer viaje del exilio, puesto que protagonizarían muchos en el transcurso de los 30 años siguientes, llegaron primero a Francia, pero, inmediatamente, se pasaron a España donde entraron en contacto con la vida intelectual, cultural y política que se vivía en aquel momento en la península.9 Cuando en 1935 muere Juan José Vicente Gómez, y asume el poder el general Eleazar López Contreras, encauzando al país hacia una apertura política, el grupo regresa con la ilusión de ver pronto instituidas las libertades que reclamaban y que históricamente remitían a la Cuarta República venezolana.10 Esa temprana

6 En un primer momento, los jóvenes que ingresaron en la Universidad Central de Venezuela entre 1923 y 1925, tomaron la iniciativa de reconstituir los centros de estudiantes pertenecientes a las facultades de Medicina, Derecho e Ingeniería. Como siguiente paso promovieron el restablecimiento de la Federación de Estudiantes de Venezuela, organismo coordinador de todos los centros de representación estudiantil, hasta entonces suspendido por una disposición que databa desde la época de Cipriano Castro, antecesor del general Gómez en el gobierno. En tal sentido, lo que inicialmente fue un proyecto restringido al ámbito de la Universidad Central, se transformó en una propuesta destinada a la modificación del sistema político venezolano de comienzos del siglo XX. 7La eclosión formal y pública de la vanguardia literaria venezolana coincide con las manifestaciones antigomecistas, por cuanto, según Hubert Pöppel, este movimiento literario debe comprenderse “como parte de un proceso más general de cambios graduales que se van produciendo en las condiciones concretas de la vida venezolana, cambios que incluyen la progresiva formación de una nueva sensibilidad y de un nuevo sistema de valores culturales dentro de los cuales se integran las tendencias vanguardistas”. (Hubert Pöppel, M., 2008: 332) 8 En esa temprana época aparecen involucrados entre los rebeldes algunos jóvenes oficiales y cadetes del ejército venezolano entre los que se encontraba Eleazar López Volkmar, hijo del general Eleazar López Contreras. (Martínez, Argenis, 2006: 33) 9 En el caso de Miguel Otero Silva, fundador de , llegó en 1930 a Barcelona donde se puso en contacto con los sindicatos obreros y las asociaciones marxistas. Por tanto, en esta época el escritor venezolano se dedicó a “anochecer discutiendo con los anarquistas bajo las arcadas de la Plaza Real que ellos llamaban la Plaza Roja, amanecer teorizando sobre política en los bares del Paralelo”(Id.: 43) e incluso llego a participar en un mitin en Lérida donde el orador principal era Dolores Ibarburri. De tal manera que años más tarde diría que su participación al lado de La Pasionaria le valdría salir de España, escoltado por dos guardias civiles, por donde había entrado: Perpignan. En aquel momento ya Miguel Otero se había afiliado al partido Internacional Comunista en Francia. 10 “Si la muerte del dictador Juan Vicente Gómez, ocurrida el 17 de diciembre de 1935 a las 11 y 45 de la noche, desató pasiones y conspiraciones en una Venezuela que parecía callada

400 MARÍA TERESA LEÓN, RAFAEL ALBERTI Y OTROS COMPAÑEROS DEL EXILIO EN CARACAS etapa de Venezuela, que se quería recuperar, había comprendido una lapso de diecisiete años caracterizado por la disidencia y la confrontación de ideas; en el naciente país se había discutido, en debate público, todo lo referente a cómo se quería que fuese la nueva nación que emergía a partir de lo que había sido una colonia agrícola y exportadora, fundamentalmente, de cacao y café.11 Y este ambiente, de debate y discusión, que se había interrumpido en 1847, es lo que el país retoma en 1936. Por ello no es motivo de extrañeza que en 1939 la posible recepción de exiliados políticos españoles se haya convertido en un punto de controversia entre los sectores conservadores ys liberale de la Venezuela de aquel momento. Los que defendían la masiva recepción de los exiliados de la República española, afirmaban que era una oportunidad única para atraer al país una generación bien formada y cuyos valores sociales y culturales ayudarían al desarrollo de una Venezuela necesitada de recursos humanos preparados. Por ello, consideraban que la actitud acertada, y que se debería imitar, era la del gobierno mexicano. Además, como se llegó a afirmar en el periódico venezolano de aquel momento, Ahora, la causa republicana española era la causa del continente americano y a la recepción de los exiliados españoles sólo se oponían aquellos a los que desde Ahora12 se calificaba como una minoría “mantuana”13 y “frailuna”.

y tímida, otro impacto no menos significativo tuvo en el exterior donde centenares de exiliados venezolanos (algunos por voluntad propia) se prepararon de inmediato para regresar al país”. (Id.: 49) 11 El debate sobre cómo se quería que fuese Venezuela comenzó con la misma declaración de independencia en 1810, pero quedó aparcado durante el período de la contienda. Una vez finalizado el enfrentamiento en 1830, persistieron las divisiones de los bandos que habían surgido, llamados, durante la contienda los realistas o godos – por estar a favor de la monarquía‐ y patriotas los partidarios de la gesta emancipadora; constituida la Cuarta República se titularon godos y liberales. Una vez que se inicia el primer período tras la guerra en 1830 entra a gobernar lo que se ha catalogado como la oligarquía conservadora, aunque en realidad tuvo un matiz liberal‐moderado significativo para la época. La Carta Magna de la naciente república, sancionada el 22 de septiembre de 1830, llegó a establecer un conjunto de parámetros incipientemente democráticos: “quizá jamás se reflexione tanto sobre el destino de Venezuela como entonces, ni se debata con tanta entereza sobre los asuntos de la política y la economía”. (Pino Iturrieta, Elías, 1992: 24) 12 Ahora es uno de los periódicos que aparece en 1936. Su aparición, junto con la de otros diarios, fue la muestra de que los tiempos comenzaban a cambiar. (Díaz Rangel, 2007: 73) 13La palabra mantuano en Venezuela hace referencia a la aristocracia criolla de la colonia, conformada por aquellos que descendían de los conquistadores españoles. Deriva de mantilla, prenda de vestir que las damas de este estracto social usaban cuando iban a misa. Según el historiador Herrera Luque en su libro Los amos del valle, los mantuanos que descendían de la aristocracia criolla son todos aquellos que en Venezuela llevan los

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Y esta minoría, a la que se refería el medio de comunicación, estaba conformada por la opinión de la Venezuela conservadora, liderada por el órgano principal de comunicación de la iglesia, La Religión, el cual en un editorial escrito por Monseñor Jesús María Pellín, se esgrimía la inconveniencia de aceptar la presencia de los exiliados españoles, porque, según afirmaba, eran portadores de “ideologías que repugnaban al sentir del pueblo venezolano”. (Sanz, Victor, 1995: 61) En medio de ambas posturas la acción cautelosa, primero del gobierno de general López Contreras y más tarde del presidente Medina Angarita, quien terminó zanjando la polémica admitiendo a los exiliados republicanos vascos que, por su probada reputación de católicos practicantes y buenas costumbres, afirmó, serían bien recibidos. Más tarde fueron admitidos también los exiliados catalanes.

2. Presencia de los escritores del exilio de 1939 en El Nacional Con las primeras remesas de grupos de exiliados que llegaron al país, comenzó la creación de las instituciones venezolanas de apoyo a los republicanos españoles tales como la Junta de Amigos de la República Española y la Asociación de Mujeres Venezolanas Antifascistas, quienes junto con el partido recién creado de Acción Democrática y la Asociación de Escritores Venezolanos, dieron su decidido apoyo a todo tipo de asociaciones formadas por los republicanos y a todas las actividades que se realizasen en pro de mantener izada la ilusión “en los destinos republicanos de España”, como se dijo en un artículo publicado en la prensa de aquel tiempo.14 Sin embargo, hay que hacer notar que desde 1939 a 1945, las tendencias variaron en la medida que variaba la situación política venezolana. Así, por ejemplo, en 1945 cuando La Junta Revolucionaria da un golpe de estado derrocando al gobierno de Medina Angarita comenzó a cambiar la situación para los exiliados españoles y su posible entrada en el país.15 Lo primero fue el apellidos Palacios, Blanco, Bolívar, Herrera, Tovar, Madriz, Rivas, Salías, Ustáriz, Losada , Antunez, Tubiñez‐Bocanegra, entre otros. 14 Años más tarde Raúl Leoni Otero, otro de los fundadores de Acción Democrática, y primo de Miguel Otero Silva, que fue presidente de Venezuela entre 1964 y 1969, comentó que aquellos compañeros de su generación que salieron hacia Europa, se inclinaron abiertamente hacia el comunismo: “Rusia y su estrella roja gravitaba categóricamente sobre el proceso político y social de los países europeos”. (Martínez, Argenis, 2006: 45) 15 En la revista Galicia Xurxo Martínez comenta que Rómulo Gallegos e Andrés Eloy Blanco llevaban años “facendo campaña dentro e fóra de Venezuela para que tanto este país coma o resto do mundo rompesen relacións coa España de Franco. Rómulo Gallegos propuxo na Conferencia de San Francisco de 1945 –que había de dar nacemento á Organización de

402 MARÍA TERESA LEÓN, RAFAEL ALBERTI Y OTROS COMPAÑEROS DEL EXILIO EN CARACAS reconocimiento de la República española en el exilio como Gobierno legítimo y la ruptura de relaciones con el gobierno de Franco. Todavía a esas alturas existían más

de 80.000 refuxiados republicanos en Francia en 1945, ademais de miles e miles nos campos de concentración estadounidenses no norte de África. A todo isto debemos sumar a gran cantidade de refuxiados europeos que procuraban un barco en que embarcarse rumbo a Latinoamérica. (Martínez Crespo, Xurxo, 2006: 49‐64)

En este momento el gobierno venezolano aceptó la entrada de 15 mil inmigrantes, entre españoles e italianos. Pero sin duda, una vez ya en el poder Rómulo Gallegos Freire, el escritor venezolano descendiente de gallegos, que asume la presidencia en 1948,16 se inaugura una nueva etapa17

apoteótica para os exiliados españois en Venezuela. Vázquez Gayoso deu conta disto en El Nacional, xunto a Álvaro de Albornoz e Augusto Barcia Trelles, que o fixeron en El País. Entre os actos, sobresae un multitudinario encontro na praza de touros de El Nuevo Circo de Caracas na que falaron Andrés yElo Blanco e Gordón Ordás, que veu de México como máximo representante da República. Neste acto cantou a coral do Lar Gallego o himno

Nacións Unidas– que se tratase o tema da ditadura franquista e se illara internacionalmente ao réxime de Franco. A época dourada chegaría co golpe a Isaías Medina Angarita en 1945. Xa en 1946 todos os exiliados vascos, galegos, cataláns e restantes españois celebran abertamente o 14 de abril, da man do embaixador republicano por Izquierda Republicana, o lucense Jesús Vázquez Gayoso”. (Martínez Crespo, Xurxo, 2006: 49:64) 16 “Esta etapa, na que se sucederon os gobernos da Xunta Revolucionaria presidida por Rómulo Betancourt (1945‐1948) e o de Acción Democrática, presidida por Rómulo Gallegos (1948), foi nula con respecto á inmigración galega a Venezuela debido á inexistencia de relacións formais entre o Estado español e a República de Venezuela. Porén, foi frutífera en recepcións de exiliados dende a Legación venezolana en Lisboa. Mais o golpe de Estado dun triunvirato militar contra Rómulo Gallegos determinou o remate da primavera do exilio e, paradoxo importante, a época de ouro da inmigración galega de carácter económico –e politicamente inculta– cara a Venezuela”. (Ibíd.) 17 En Venezuela se crearón varios centros gallegos. El primero de ellos, el Lar Gallego fue fundado en 1946 por exiliados republicanos con orientación antifranquista y galleguista; dos años más tarde, en 1948, se produce una escisión del centro por parte de un grupo que desea una asociación menos politizada (el Lar fue acusado de ser una asociación comunista y peligrosa) y se funda el Centro Gallego de Caracas. En en 1956, la Casa de Galicia. Finalmente en 1960 se integraron en uno solo, la Hermandad Gallega.

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de Venezuela, da República e de Galicia e a coral Juan Gols do Centre Catalá interpretou “Els segadors”. Pero esta man aberta de Venezuela cara ao exilio experimentaría máis tarde un grave dano ao sufrir un golpe de Estado o goberno de Rómulo Gallegos, en novembro de 1948. (Id.)

Como se puede observar los lazos de unión entre Venezuela y España eran múltiples, así que no es de extrañar que aún antes de esta etapa de 1945,18 cuando en 1943 Miguel Otero Silva, escritor y periodista venezolano de la generación del 28, funda El Nacional, cuente con la participación de dos periodistas del exilio Republicano de 1939: el gallego José Benavides19 y el catalán José Moradell, quienes, como secretario de redacción y jefe de información internacional, respectivamente, fueron los responsables del diseño y tipografía que distinguieron a este periódico desde el primer número, según señala en su último libro La prensa venezolana en el siglo XX, el periodista y escritor venezolano Eleazar Díaz Rangel:

El Nacional, el diario que durante sus primeros 50 años más innovaciones introdujo en el periodismo venezolano y el de mayor influencia en las capas medias, clasificadas en las capas B y C. (…) El periodista español, exiliado, José D. Benavides, seguido por José Moradell, le dieron esa personalidad que lo caracterizó en sus primeras décadas. (Díaz Rangel, 2007: p. 91)

18 Entre 1942 y 1945, los países de América Latina, se habían convertido en los principales socios comerciales de Estados Unidos debido a que, por la guerra, los mercados de Europa y de extremo Oriente estaban cerrados a la compra de los productos latinoamericanos y, por supuesto, tampoco les vendían lo que necesitaban. Con el incremento de estas relaciones comerciales, se incrementó la presencia militar de Estados Unidlos, y de sus servicios de inteligencia, inexistentes durante los años previos a la guerra. Al mismo tiempo, en este período se registró en América Latina el paso de las dictaduras, en muchos países, herederas l de caudillismo remanente que había prevalecido de las guerras de independencia del siglo XIX, a las democracias, al mismo tiempo que se organizaron y crearon partidos de diferentes tendencias, entre los que estaban los de izquierda, hacia los cuales se desarrollo un nivel de tolerancia nunca antes visto. (Katz, Friedrich, ).2004: 16 19 José Benavides se casó con la poeta, ensayista, dramaturga, cuentista y periodista venezolana . La escritora venezolana desempeñó labores periodísticas en El Nacional durante sus comienzos. El poeta , director de El Papel Literario de El Nacional, junto con Ida Grancko, sobresalen en la generación venezolana del 40: “El primero, influenciado por Whitman y Vallejo, tiende a una afirmación de las posibilidades verdaderas del hombre venezolano y americano (…) Ida Gramcko, cultiva el rigor abstraccionista”. (Jozef, Bella, 2005: 266)

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Tampoco sorprende que en el suplemento semanal, El Papel Literario, que comenzó a editar una vez a la semana El Nacional, dirigido desde sus inicios por el escritor, ensayista y poeta venezolano, Juan Liscano,20 encontrasen los escritores del exilio español del 39 una tribuna a través de la cual exponer sus ideas, ya en forma de artículos, críticas, ensayos o poesía.21 De tal manera que a través de El Papel Literario Rafael Alberti, Luís Cernuda, Manuel Altoaguirre, María Zambrano, Guillermo de Torre, Esteban Salazar Chapela, Margarita Nelken y María Teresa León, entre otros, continuaron dando a conocer lo que escribían una vez a la semana. Sus trabajos, siempre con la acotación de “Especial para El Nacional”, eran publicados en El Papel Literario, acompañados por plumas de reconocido prestigio como Pablo Neruda, Nicolás Guillen, Rómulo Gallegos, , Miguel Ángel Asturias y Vicente Gervasi, por mencionar algunos de los más emblemáticos escritores latinoamericanos que escribían para este suplemento. Y es que el paso de Miguel Otero Silva por España en 1930 le marcó de tal manera que “no cesó de recordar en mil y una formas, ya fuera luego por su militancia al lado de la República como encendido propagandista, o como recaudador de apoyos y defensor de los exiliados cuando la suerte de las armas se tornara adversa”. (Martínez, Argenis, 2006: 43) Por tanto, cuando comienzan a aparecer en El Papel Literario de El Nacional las plumas de los exiliados españoles, ya muchos de ellos conocían personalmente a Miguel Otero Silva.22 Este es, por ejemplo, el caso de Rafael Alberti y María Teresa León quiénes, en junio de 1935,23 mientras viajaban en el

20 El Papel Literario creó, desde 1946, un concurso de cuentos anual. 21 Eleazar Díaz Rangel señala que, inicialmente, el periódico tuvo una inclinación de izquierda, a menudo coincidente con el Partido Comunista de Venezuela. También apoyó el gobierno del presidente Medina Angarita además de posicionarse abiertamente al lado de la causa de la República Española. 22 No es extraño que Miguel Otero Silva se identificase apasionadamente con la causa de la República Española dada su historia personal: había nacido en el marco del inicio de la dictadura de Gómez, sus abuelos habían estado presos durante el régimen de Cipriano Castro y él mismo estuvo en distintas ocasiones preso o en el exilio: “De ahí la obsesión de Miguel Otero Silva por la justicia y la libertad (de la que se hará eco tanto su vida como su múltiple obra) y el propósito de ficcionalizar en sus novelas de tema venezolano las distintas etapas del desarrollo histórico nacional”. (Lorenzo, Concepción, 1997: 15) 23 María Teresa señala que cuando el barco Colombia llegó al principal Puerto de Venezuela, La Guaira le dijeron que ni ella ni Rafael Alberti podían bajar a tierra. La pareja, que se había horrorizado al ver los presos políticos de la dictadura de Gómez, trabajando con grilletes en las piernas, al pasar por Puerto Cabello, se sintieron elogiados: “Perfecto, nos hubiera ofendido lo contrario”. (León, María T., 1991: p.156).

405 MERCEDES FUENTES barco Colombia de regreso a España, habían tenido un primer encuentro, en Trinidad, con el escritor venezolano que seguía en el exilio, después de la expulsión de 1928, y que tras regresar de Europa, en 1933, se había instalado en el Caribe. Miguel Otero buscó a la pareja a bordo del Colombia, y como dice María Teresa en sus autobiografía:

Y ahí empezó una fraternidad que los Alberti no desatarán nunca. Nos explicó: <

De tal manera que años más tarde, cuando ya la pareja Alberti experimentaba el mismo sentimiento que los ex presos políticos venezolanos que habían conocido en Trinidad, “el de sentir que habían salido de la cueva de un mal sueño”, el 18 de febrero de 1960, en El Papel Literario de El Nacional en su sección Ventana Abierta Juan Liscano recordaría ese viaje y el poema que compuso Rafael Alberti a bordo del Colombia24 mientras

íbamos viendo pasar América. Rafael ya murmuraba algunos de sus primeros versos furiosos y desolados ante estos <> donde tantas cosas pasaron, pasan y han de pasar, historia americana hacia delante: Nos íbamos volviendo rabiosos antiimperialistas, y más aún cuando atracamos una mañana en el primer Puerto de Venezuela. (Id.:156)25

24 En la introducción de Antología comentada, María Asunción Mateo, encargada de su edición, señala que el viaje fue “peligrosamente accidentado en el que Rafael Alberti y a su esposa María Teresa León se les prohíbe pisar tierra firme en varios países como Venezuela, Guatemala Costa Rica… Mientras que en Nicaragua, el dictador Somoza los recibe con la admiración que refleja la frase que el escritor a repetido en numerosas ocasiones: <>. Hecho insólito que sorprende aún más cuando se sabe que a la vuelta de éste de El Salvador, en donde había estado preso, recibió un mensaje del mismo Somoza –que ya había matado a Sandino‐, en donde le recordaba su respeto, reiterándole que <>. (Alberti, Rafael, 1990: 25) 25 Se refiere María Teresa a Puerto Cabello, en la costa central venezolana, donde la pareja, desde el barco, observó a los presos políticos de la dictadura trabajando en la construcción de carreteras: “¿Quiénes son aquellos que trabajan encadenados? Porque trabajan encadenados, ¿verdad? Un oficial del barco nos contestó, bastante indiferente: << mais oui, forçast>>. Eran los presos políticos de Venezuela”. (León María Teresa, 1991: 156)

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Cuando Juan Liscano recuerda este viaje, Venezuela estaba, nuevamente, cerrando una etapa y comenzando otra; comenzaba la década de los sesenta y la Generación del 28, aquella que había salido al exilio y vuelto a entrar, una y otra vez, durante treinta años, había conseguido, finalmente, re instaurar la Cuarta República tras el alzamiento de 195826 y la huída, a continuación, del general Marcos Pérez Jiménez. De tal manera que en 1960, 32 años más tarde de aquellos carnavales de 1928, era presidente del gobierno el otrora rebelde, y ex –presidente de La Junta Revolucionaria que había presidido el país en 1945‐ Rómulo Betancourt, fundador de Acción Democrática. En ese año llegaron al país de visita María Teresa León y Rafael Alberti; visita muy publicitada por la prensa. Durante su estancia la pareja dio diversas conferencias dando a conocer su lucha por la República Española, su dolorosa derrota, sus sueños y esperanzas para su restauración… Y es con motivo de esta visita que Juan Liscano cita el poema Costas de Venezuela, y que forma parte del libro 13 Bandas y 48 Estrellas, escrito durante su itinerario por costas americanas. De este poema dice Juan Liscano que:

En él Alberti intuye lo esencial venezolano y en su vertiginoso existir (…) Vio, evidentemente, el litoral macizo y árido del Departamento Vargas, la enorme bestia antidiluviana de la Sierra de la Costa, entre cuyas garras dormita y serpea La Guaira y los caseríos que se asoman a ella. (Liscano, Juan, 1960)

Y es que en el libro que Alberti publica en 1935, cuando ya España está al borde la Guerra Civil, primer poemario auténticamente anti imperialista tras su viaje por América, a Venezuela le dedica dos poemas: “En «Costas de Venezuela», el poeta sólo constata que existen señales de violencia, pero en «Puerto Cabello», versos también dedicados al mismo país, se denuncian las cárceles militares donde los reclusos se pudren”. (Balcells, José María, 1989: sp ) Pero en el inicio de la década de los años 60 esa etapa parecía superada; era época de esperanza. Una nueva era llena de ilusión se abría para aquellos, en otros tiempos jóvenes rebeldes, y, en ese momento, ya hombres en la plena madurez de la vida, dispuestos a implementar un proyecto político largamente acariciado. Los literatos del exilio español de 1939 les habían acompañado en ese periplo; un apoyo mutuo que se refleja en casi veinte años de publicaciones en El Papel Literario de El Nacional.

26 A Marcos Pérez Jiménez ya no sólo se le oponían los partidos y el ejército sino que, desde mayo de 1957, “se habían agriado las relaciones entre la Iglesia Católica y el gobierno, alcanzando su punto más alto luego de la prisión de Rafael Caldera y su posterior asilo en la Nunciatura Apostólica y su exilio a los EEUU”: (Caballero, Manuel, 1998: 104)

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3. Solidaridad entre hombres y pueblos En el suplemento El Papel Literario escritores del exilio español y latinoamericano expusieron sus ideas, sus ilusiones y esperanzas, recordando, una y otra vez, sus vicisitudes a lo largo de los 30 años de lucha política, tanto la de la generación venezolana, la del resto de países de Latinoamérica como la de la República Española… El exilio, los encuentros y reencuentros de los amigos, los recuerdos de los que se fueron y no regresaron… En suma, escribieron y glosaron una vida de lucha e ilusión compartida a través de la amistad que les unió. Este es, por ejemplo, lo que refleja el trabajo de María Teresa León, publicado en marzo de 1955 en El Papel Literario, y que se titula, justamente, “Regresos y Amistad” donde la escritora cuenta un re‐encuentro en Buenos Aires entre Alberti, Miguel Otero,27 Miguel Ángel Asturias y Andrés García de Barga y Gómez de la Serna, mejor conocido como Corpus Barga. Se encontraba, nuevamente, Miguel Otero, en el exilio, y ya en Buenos Aires visitó a la pareja Alberti. En su trabajo María Teresa León lo cuenta así:

La novela americana, el periodismo español, la poesía tomaron alegremente whisky escocés. Era un encuentro inesperado en este Buenos Aires tan a trasmano. “Estoy como un Borgia entre Miguel Angel y Rafael”, comentó en pleno contento Miguel Otero que llegaba con su novela “Casas Muertas” trasluciéndose en la piel el premio nacional. El tiempo se nos había achicado en estrecharnos las manos. Estábamos alegres y sentimentales. Hacía cuatro años que no veíamos a Miguel y dieciséis que nos habíamos despedido de Corpus Barga en Paris pasando juntos la última noche de alegría y aviones alemanes. (León, María Teresa, marzo de 1955)

En este trabajo, María Teresa, con la sensibilidad que la caracteriza, relata la tristeza por la separación en Francia y la felicidad del reencuentro: “El regreso de Corpus Barga nos llenaba a Rafael y a mi de juventud. (…) Corpus conversador estupendo, colmaba el silencio de dieciséis años con noticias que se tropezaban con nuestras preguntas”. (Ibid.) Y estos encuentros y reencuentros, se sucedieron a lo largo de los años, dejando constancia de ello en El Papel Literario. La lucha por restablecer la República, a un lado y otro del atlántico, se confundía en una lid común hermanando a las generaciones de artistas, escritores y políticos.

27 En ese año de 1955 se publica en Buenos Aires, por primera vez la obra Casas Muertas de Miguel Otero Silva. El dibujo de la portada de ese libro era de Rafael Alberti. La obra recibió en Venezuela el Premio Nacional de Literatura y el Premio Nacional Arístides Rojas.

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En 1947, por ejemplo, Rafael Alberti publica su poema “Portinari”, dedicado, como su mismo nombre lo indica, a su amigo el pintor brasileño Cándido Portinari, y que, justamente en ese año se encontraba en Buenos Aires con su primera exposición latinoamericana realizada fuera de Brasil. Ese año de 1947 Buenos Aires vivía un intensísimo momento artístico‐ cultural... y junto al pintor brasileño, y al poeta español, se encontraba también el poeta cubano, Nicolás Guillén quien escribiría, durante ese encuentro, Un son para Portinari28, poema que, posteriormente, sería cantado por toda América Latina por la argentina Mercedes Sosa, tras ponerle música el chileno exiliado Horacio Salinas. Por esta razón no es de extrañar que cuando se realiza un acercamiento a los escritores del exilio literario de 1939 se diga, como ha sido en el caso de Alberti, que:

en su largo exilio escribe una poesía en la que dominan la tristeza y la nostalgia, unidas a la melancolía y al dolor de la añoranza. Pero siempre se manifiesta vivaz y jugosa, con relámpagos de alegría corporal y anímica ante la presencia de América y la solidaridad de hombres y pueblos. (Zardoya, Concha, 1990: 173‐178)

Y sin duda El Papel Literario es un fiel reflejo de esa solidaridad entre hombres y pueblos. En él dejaron testimonio los escritores del el exilio literario español, quienes publicaron en este medio, en muchos casos, por primera vez, sus creaciones y sus vivencias del exilio. Un ejemplo de ello es el poema Nocturno Español, que Rafael Alberti dedicó a la memoria de Agustín Zoroa caído en la guerra civil, escrito por el poeta en 1947, y publicado en El Papel Literario el 14 de marzo de 1948, presumiblemente por primera vez. Y desgranando su pasado, “porque la memoria reconstruye en el aquí y el hoy la dicha que, sin recuerdo, se hubiera perdido y muerto” (Id.), adelantó algunos pasajes que formarían parte de su autobiografía La arboleda perdida. De tal manera que el 14 de febrero de 1960 publica, con el título de “Una visita a Santo Domingo de Silos”, y siempre con la acotación, “Especial para EL Nacional”, los recuerdos de su experiencia en ese convento durante el verano de 1925 y que quedan reseñados en el primer volumen de sus memorias terminado en Buenos Aires en 1959.

28 Sobre Portinari escribirá también Margarita Nelken un trabajo para El Papel Literario que se titula “Portinari, el angustiado”.

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Pero no sólo el compromiso político, el amor a la literatura y la vocación por escribir, es lo que une a los escritores del exilio español de 1939 con sus homólogos latinoamericanos, y en concreto con Miguel Otero Silva:29 el amor a la pintura, a la escultura y al arte en general es otro nexo que los vincula, como ya se ha podido apreciar en el encuentro de 1947 entre el pintor Portinari y los poetas Nicolás Guillén y Rafael Alberti. Por ello, a lo largo de El Papel Literario, junto al desgranar de recuerdos, se desgranan lo poemas, ensayos y artículos que hacen referencia al arte en general, tales como el poema de Alberti escrito en Roma en 1968, “Los ocho nombres de Picasso”, y publicado por El Nacional el 24 de noviembre de ese mismo año y que sería publicado en 1970 en el libro Los ocho nombres de Picasso y no digo más de lo que no digo. En este apartado, el del arte, hay que destacar la labor de Margarita Nelken30 que durante los años del exilio escribe asiduamente sobre el tema para el suplemento venezolano. Así en febrero de 1955, se publica un trabajo suyo titulado “Resonancias de la Síntesis Mexicana” en el cual aborda la aportación del arte mexicano a la evolución del arte universal. Al año siguiente, en enero de 1956, con motivo de la exposición que sobre los etruscos se celebró en Paris, escribe un ensayo titulado “El mensaje de los etruscos” y ese mismo año, en febrero, escribe sobre el pintor judío‐francés de origen ucraniano Mané‐Katz,31 un ensayo titulado “Mané‐Katz o el dramatismo como expresión plástica” y se publica, en El papel Literario, el 1 de marzo. Pero Margarita Nelken, aunque escriba de arte, no puede, igual que sus compañeros de exilio, dejar se transmitir su dolorosa experiencia vital, dejando testimonio de la época trágica que le tocó vivir, y es así como en este trabajo la escritora destaca los rasgos de la obra del pintor que evidencia cómo se engarzan los recuerdos de la guerra con el arte, creando una amalgama que nos transmite un

29 Miguel Otero Silva fue un gran coleccionista de arte y uno de los propiciadores, en 1968, junto con artistas venezolanos de la talla de Alejandro Otero y Manuel Espinoza, de la creación de una galería de arte nacional que, finalmente, se hizo realidad mediante una resolución del Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes, del 1º de octubre de 1974. Dos años después, en marzo de 1976, la Galería de Arte Nacional abría sus puertas al público. El edificio de la primera sede del Museo de Bellas Artes pasó a albergar la nueva institución. 30 Margarita Nelken adquirió popularidad y prestigio en México como periodista y crítica de arte. Se había iniciado como “crítica de arte con el articulo “Los frescos de Goya”, en la revista inglesa The Studio, y el “Espíritu del Greco” en el Mercure de France. (Ena Bordona, Angela, 2000: 45) 31 Pintor francés de origen ucraniano, autor de obras inspiradas fuertemente por el judaísmo. Nació en Krementchoug en 1894 – Murió en Tel Aviv, en 1962.

410 MARÍA TERESA LEÓN, RAFAEL ALBERTI Y OTROS COMPAÑEROS DEL EXILIO EN CARACAS mensaje de belleza y dolor: “Hay un arte que es captación y fijación de alaridos. De alaridos clamados, o callados. Sentidos o presentidos”. (Nelken, Margarita, 1956) Y vuelve nuevamente Margarita a retomar el tema de arte y exilio cuando a escribe “En Torno a un Retrato Histórico”. Y es que ese mismo año habían coincidido en México, de visita, Mané‐Katz y el músico catalán exilado en San Juan de Puerto Rico, Pau Casals. Durante este encuentro Mané‐Katz realiza un retrato del músico español exiliado y Margaritta Nelken narra el encuentro de los dos artistas: “Pau Casals, reposado, meticuloso, mesurado en gestos y palabras; Mané con mercurio en las venas (…) a quien no se representa inmóvil ni aún después de muerto. Aquel de cráneo casi desnudo; éste de voladiza cabellera (…)”. (Ibid.) Sobre arte y pintura escribe también otra colaboradora habitual de El Papel Literario, María Zambrano que reflexiona “sobre la inquietante imbricación de la ficción y la realidad”. (Revilla Guzmán, Carmen, 2005: 179‐180) Así en 1959, desde Roma,32 escribe el ensayo “Mitos y Fantasmas: la pintura”, publicado en noviembre de ese mismo año en El Papel Literario, y al año siguiente, desde la misma ciudad eterna, redacta “Verdad y ser en la pintura de Armando Barrios” publicado en El Nacional en octubre. Y es que en 1960 Armando Barrios se encontraba en Italia participando en la XXX Bienal de Venecia como pintor y, también como Comisario por Venezuela para la organización de la muestra venezolana en dicha Bienal. María Zambrano había conocido al pintor, que estaba casado con la poeta venezolana Reyna Rivas, con quien traba una larga y duradera amistad.33

32 María Zambrano se instala en Roma con su hermana Araceli en junio de 1953 hasta septiembre de 1964 —excepto por breves periodos transcurridos en Francia, Suiza, y Florencia—. Después María volverá de nuevo a Roma en 1973, esta vez sola, pues Araceli murió el año anterior. Al período que va desde 1953 a 1964 lo denomina Carlos Ferrucci, en su trabajo Roma en María Zambrano, como la segunda estancia, pues ya la escritora había estado en la ciudad en 1949: “Entre los numerosos intelectuales y artistas españoles o de lengua española a los que María conoce o reencuentra en aquellos años romanos, recuerdo los nombres de Diego de Mesa, Jorge Guillén, los pintores Ramón Gaya y Juan Soriano — que en 1954 pintará en México el Retrato de una filósofa— José Bergamín, Alfredo Castellón, Jaime Gil de Biedma —que de alguna manera escribe con ella, a cuatro manos, con la base de su «relato del éxodo», la poesía «Piazza del Popolo»— y además también están Carlos Barral, Juan Bosch, futuro y desafortunado presidente democrático de la República Dominicana, la poetisa venezolana Reyna Rivas, el escritor y poeta Enrique de Rivas”. (Ferrucci, Carlos, 1997: sp) 33 En el 2004 fue publicado por Monte Ávila Editores, el libro Epistolario, que reúne la correspondencia entre María Zambrano y la poeta venezolana Reyna Rivas, a lo largo de 29 años, entre 1960 y 1989.

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Igual que sus compañeros de exilio, María Zambrano también recupera retazos en los eslabones de su memoria para escribir en El Papel Literario y así, en noviembre de 1955, con el comienzo de: “Ha muerto a la misma hora en que por años, ‐hasta 1936‐ solía dar su clase de Metafísica en la Facultad de Filosofía…” inicia un ensayo sobre Ortega y Gasset, enfocando el perfil del filósofo como el maestro que había conocido en su época de estudiante. El motivo de la reseña, titulada “Ortega y Gasset, filósofo y maestro”, era, como es de suponer, la muerte del pensador español acontecida el 18 de octubre de ese mismo año. Y en el mismo mes de octubre, pero dos años más tarde, pública Tragedia y Novela: el personaje en el que centra sus reflexiones sobre las diferencias entre la tragedia y la novela y de cómo estas diferencias determinan el papel que juegan los personajes en cada uno de estos géneros. Por su parte, María Teresa León, publicó a los largo de los años diversos ensayos, algunos inéditos todavía hoy en día en España y otros que, como en el caso de Rafael Alberti, forman parte de su autobiografía Memoria de la Melancolía. De tal manera que en 1956 se puede leer en El Papel Literario “Canto a Doña Marina”, La Malinche, la intérprete, la india azteca regalada como esclava, junto con otras 19 jóvenes indias, a Hernán Cortés por el cacique azteca de Tabasco tras su derrota ante el conquistador español. María Teresa León, con su acostumbrada sensibilidad, se calza, por así decirlo, los mocasines de la india y nos proporciona una visión personal de los sentimientos que pudieron embargar a esta mujer indígena que se vio obligada, por las circunstancias, a renunciar a sus costumbres y cultura y a adaptarse a otras que le eran totalmente desconocidas al lado del conquistador Hernán Cortés. En junio de ese mismo año, 1956, escribe sobre otra mujer, en este caso María Sanmarti, pintora catalana del exilio español y madre de Antoni Clavé, a su vez pintor, grabador y escultor. En este caso la escritora relata en su trabajo titulado “María Sanmarti, pintora no ingenua” un encuentro que tuvo con la madre y el hijo durante el exilio, y que le sirve de excusa, para hablarnos de la pintora, de sus destrezas artísticas y de su sufrimiento como madre, por la pérdida del hijo en el momento en que éste había pasado a Francia con el Ejército Republicano. Pero en febrero de 1958 encontramos “Aquella casa que era como mi casa” y que presumimos, por su nota “Especial para El Nacional” que fue el adelanto de una parte de su libro autobiográfico Memoria de la Melancolía een el qu la escritora hace referencia a sus recuerdos de infancia en la residencia de su tía materna María Goiry, casada con Ramón Menéndez Pidal. O cuando en marzo de 1960 se publica “Quienes salvaron el Museo del Prado”, en esta ocasión fuera de El Papel Literario, posiblemente por su extensión.

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De la misma manera, repasando sus colaboraciones, se observa como a lo largo de aquellos años María Teresa toma y retoma, una y otra vez, siempre con motivo del aniversario de su fallecimiento, aspectos de la vida de su compañero y amigo Federico García Lorca; así encontramos los títulos “Federico y Margarita” publicado en 1956; “Al canto del cante al cuplet”, en 1958 y al año siguiente “Doña Vicenta Lorca y su hijo”. Mediante estos ensayos la escritora acometió la labor de rendir homenaje al escritor granadino desde El Papel Literario.

4. El destierro es nostalgia Son muchos los trabajos y los autores del exilio de 1939 que publicaban en El Papel Literario y que no se mencionan en este artículo. Es imposible hacer repaso de todo lo que publicaron los ya mencionados y de todos los que escribieron en este trabajo; de tal manera que mencionaré sólo los nombres de otros escritores habituales, tales como el periodista, escritor y miembro del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), el asturiano Ignacio Iglesias; el poeta sevillano Antonio Aparicio, quien llegó a Venezuela, después de vivir en Chile y Londres, en 1954; el poeta nacido en Algeciras, José Luís Cano; el periodista y escritor gallego Álvaro Fernández Suárez; el también escritor y periodista orensano, Eduardo Blanco Amor; la tinerfeña, también alumna de Ortega y Gasset, María Rosa Alonso; el profesor, filósofo y escritor asturiano exiliado en Venezuela, Manuel Granell, entre otros. Y a los ya mencionados hay que añadir a aquellos escritores que se quedaron en España y que también publicaban en El Papel Literario, puntualmente, como es el caso del poeta Vicente Aleixandre y el periodista y escritor Juan Fernández Figueroa. Con el tiempo se seguirían sumando plumas como la de Manuel Lamana y el ensayista y profesor de filosofía, Juan Antonio Nuño, hoy en día considerado venezolano, nacido en Madrid el 27 de marzo de 1927, quien tras terminar el bachillerato, «intentó ingresar en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid, pero su solicitud fue rechazada por no poder presentar el comprobante de adhesión al "Glorioso Movimiento Nacional"» y que en 1947 se traslada a Venezuela, donde, en 1951, se gradúa en filosofía en una de las primeras promociones de la Escuela de Filosofía de la Universidad Central, fundada en 1946 por otro exiliado español del 39, el filósofo Juan David García Bacca. Hay que señalar además que, en muchas ocasiones, los escritores escriben sobre sus compañeros de pluma, que comparten espacio en el mismo suplemento; por ejemplo, Alberti escribe sobre Vicente Aleixandre o Vicente Aleixandre sobre Alberti. Este es el caso de un ensayo publicado en julio de 1957 titulado, “Rafael

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Alberti pintor” donde Vicente Aleixandre recuerda su encuentro con Rafael Alberti en la primavera de 1922. Escribe en aquel año de 1957, cuando ya habían pasado 35 años, y rememora al joven Rafael Alberti que conoció en el ateneo de Madrid y que quería ser pintor:

Un traje oscuro, un cuello alto y se adornaba con una corbata viva, estallada en colores. Si suprimíais el atuendo manifiestamente anacrónico, vista la figura en el marco de la ventan, recortada contra la luz del atardecer, erguida en su asiento, la mirada puesta en una lejanía invisible, minuciosa la realidad, el ámbito transparente, podría estar pintada por un maestro florentino y se hubiese podido leer debajo: “Retrato de joven desconocido”. (Aleixandre, Vicente, 1957)

O, por ejemplo, el poema que publica en marzo de 1959 Rafael Alberti, y que fecha en Bosque de Castelar de ese mismo año, “Retorno de Vicente Aleixandre”; debajo del título Rafael Alberti escribe, entre paréntesis: Al cumplir 60 años:

¿Dónde estás tú, mi amigo, De dónde vienes tú, desde que fondo De los años me llegas, En este mediodía tan distante De aquellos otros o de aquellas noches En las que te encontraba, Alto, pulido y rubio, Ya como en busca de lo que iba a darte Con el tiempo esa voz en la que alienta Todavía el verde claro de entonces. (Alberti, Rafael, 1957)

O cuando Rafael Alberti publica, en mayo de 1960, “Un solo toro para Luís Miguel Dominguín”, y debajo del título escribe la dedicatoria “A Miguel Otero Silva”. Pero también se pueden encontrar poemas más sencillos, familiares y entrañables como el que se publicó en julio de ese mismo año y que se titulaba “Epitafio para Clarita”, y debajo del título la acotación de “La tortuga de Aitana”. En 1955 Esteban Salazar Chapela dedica su colaboración para El Papel Literario, titulado “Antología Andaluza”, a reseñar el libro de José Luís Cano, Antología de poetas andaluces contemporáneos y cuyo libro editado tenía él ya en sus manos, como bien lo deja claro en el primer párrafo: “Tengo a la vista el último libro del poeta José Luís Cano”. Y es el mismo José Luís Cano quien en julio de ese

414 MARÍA TERESA LEÓN, RAFAEL ALBERTI Y OTROS COMPAÑEROS DEL EXILIO EN CARACAS mismo año, publica un artículo sobre el poeta José Moreno Villa con motivo de su muerte:

El destierro es nostalgia, y para los poetas, más quizás que para los demás hombres, es vida con muerte. El destierro se traga, incansable, años, vidas, cuerpos de poetas. Comido por la nostalgia de su tierra y su sol españoles, murió, va a hacer pronto cinco años, Pedro Salinas. Y hace osól unos meses la tierra mexicana, que él amaba como su segunda tierra, ha servido de piadosa tumba a otro poeta en el destierro: José Moreno Villa. (Cano, José Luís, 1955: 3)

Nuevamente en 1959 José Luís Cano toma la pluma para escribir sobre otro compañero de destierro, también con motivo de su fallecimiento y quien, a su vez, había sido colaborador de El Papel Literario de El Nacional. En el mismo título deja constancia de quien es, “Manuel Altolaguirre, ángel malagueño”:

Si existía alguna muerte impensable, casi imposible de imaginar, esa era la de Manuel Altolaguirre, poeta e impresor de poetas. Pues Manolo – Manolito para los amigos desde que, casi un niño aún, amaneció en la playa malagueña de la Poesía, junto a su fraternal Emilio Prados‐, era la juventud misma, la alegre y dorada inconsciencia de vivir, tan lejana a la muerte en cuya opaca residencia podía uno difícilmente imaginárselo. (Cano, José Luís, 1959)

Atrás quedaba ya el año de 1956 cuando el propio Manuel Altolaguirre publicaba, en el mismo suplemento literario de El Nacional, una reseña sobre el libro No callaré tu voz del, para entonces, novel escritor venezolano Pedro Duno,34 quien a sus 24 años había publicado en México en 1955; por ello la reseña se titula “Las primeras letras de Pedro Duno” Como se puede apreciar los escritores del exilio de 1939, así como aquellos que se quedaron en España, tuvieron una fructífera relación con el mundo literario venezolano, y en concreto con El Papel Literario de El Nacional. No fue este el único

34 A mediados de los cincuenta, y a principio de los sesenta, comenzaron a aparecer en Venezuela un grupo de jóvenes escritores que tendían a formar grupos artísticos‐literarios atendiendo a criterios estético‐ideológicos. Pedro Duno era uno de esos jóvenes; estaba integrado en el grupo que en 1958 publicaría el primer número de la revista Sardio. Seguidores de la línea de pensamiento de Jean Paul Sartre, se consideraban afiliados a un humanismo político de izquierda: “Declararon un compromiso activo con la cultura y el país, y asumieron una actitud contestataria”. (Carrillo, Carmen V., 2007: 58‐81)

415 MERCEDES FUENTES medio de comunicación donde la generación literaria de exilio publicó: también se pueden encontrar extensos ensayos en la Revista Nacional de Cultura, del Ministerio de Educación venezolano, la cual se sigue editando hoy en día, y que fue fundada por el ensayista Mariano Picón Salas. Así en esta revista tenemos títulos como “Moça tan fermosa” o “Algo sobre la verdadera Dulcinea del Toboso” de María Teresa León; también se puede leer “Don Francisco Quevedo: poeta de la muerte” de Rafael Alberti y “La historia como tragedia” o “La persona humana” de María Zambrano, todos ensayos publicados en 1956. Volviendo a El Papel Literario, y planteando la interrogante de por qué su duradera relación con los escritores del exilio de 1939, se puede entender mejor si se conoce el trabajo publicado por el que fue durante años su director, el escritor venezolano Juan Liscano, en su sección de la Ventana Abierta, titulado “Las obras de exilio”, y en el cual hace un repaso por las grandes obras latinoamericanas, normalmente escritas, según señala, en el exilio voluntario o involuntario. Juan Liscano hace un repaso de esas obras y se remonta a una etapa tan temprana como la que inauguró Andrés Bello en el siglo XIX y otra más tardía de la que el mismo fundador de El Nacional, Miguel Otero Silva, fue también protagonista; generaciones de un lado y otro del atlántico, hermanadas ya no sólo por un pasado cultural común, sino por un presente de lucha, ideales y exilio compartido. Y a través de las páginas de El Papel Literario de El Nacional es posible hacer un recorrido histórico de este hermanamiento y de este compromiso de la generación venezolana del 28 con la del exilio literario del 39 porque, como en su día expresó Juan Liscano en su sección “La Ventana Abierta”, la generación española del exilio del 39 fue una “generación trágica y noble” que “vio nacer y morir a la segunda República Española”. Y como había dicho Ahora, “la causa de la República Española era la causa del continente americano”.

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