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PROANO-NAVEDA, Franklin, 1934- POSIBILIDADES PLURALISTICAS DEL YO EN LOS PERSONAJES LITERARIOS DE LEOPOLDO ALAS, "CLARIN". [Spanish Text].

The Ohio State University, Ph.D., 1971 Language and Literature, modern

University Microfilms,A XEROXCompany , Ann Arbor, Michigan POSIBILIDADES PLURALISTICAS DEL YO EN LOS PERSONAJES LITERARIOS DE LEOPOLDO ALAS, "CLARIN"

DISSERTATION

Presented in Partial Fulfillment of tbe Requirements for tbe Degree Doctor of Pbilosophy in the Gradúate Seboo1 of Tbe Ohio State University

By

Franklin Proaño-Naveda, Ledo., Ledo., Doctor

The Ohio State University

1971

Approved by

Adviser Department of Romance Languages PLEASE NOTE:

Some Pages have indlstinct prlnt. Fllmed as received*

UNIVERSITY MICROFILMS PREFACIO

Deseo expresar mi agradecimiento a la Profesora Martha Morello-Frosch por su constante orientación y estímuloi durante la preparación de esta tesis*

ii VITA

31 de Agosto de 1934-...... Cotacachi, Prov. de,Imbabu- ra, ECUADOR, Sud América, fecha y lugar de nacimiento. 1 9 3 8 ...... Licenciatura en Humanidades Clásicas. Instituto Superior de Humanidades Clásicas, Uni­ versidad Católica, Quito-Ecua­ dor. 1961 ...... Licenciatura en Filosofía. Co­ legio Máximo "San Gregorio", Universidad Católica, Quito- Ecuador. 1962 ...... Profesor de Literatura y Etica. Colegio Xavier, Guayaquil-Ecua- dor.

1963 ...... Estudies de Religión. L'Uni- versite de Montreal-Canada y Boston College, Mass. Peace Corps Instructor. Brandei University.

1 9 6 7 ...... Estudios de Literatura. The Ohi State University. Peace Corps Instructor. Stan- ford University. 1970 ...... Instructor en el Departamento de Lenguas Modernas de Denison University. Doctorado en Humanidades Cla­ sicas. Universidad Católica, Quito-Ecuador. 1971 ...... Profesor Asistente. Denison University. Ph.D., The Ohio State Univer­ sity.

iii ESTUDIOS

Campo de especialización: literatura española.

Estudios solare el siglo XIX. Profesores Martha More11o-Prosch. Estudios sobre literatura hispanoamericana. Pro­ fesores Martha Morello-Frosch, Miguel Sánchez Astudillo, S.J. Estudios sobre literatura francesa. Profesores Hugh M. Davison, Charles Carlut, Pierre Astier. Estudios sobre Clásicos griegos y latinos. Pro­ fesores Aurelio Espinosa Polit, S.J., Ernesto Bravo, S.J., Manuel Nieto, S.J. Estudios de Filosofía. Profesores Eduardo Rubianes S.J., Gonzalo Villalba, S.J., Ambrosio Cruz, S. Alfonso Cevallos,S.J.

iv INDICE

Fagina PREFACIO...... ii VITA ...... iii ESTUDIOS ...... iv INDICE ...... v INTRODUCCION...... X

Capítulo I. Síntesis literaria e ideológica del siglo XIX...... 7 Corrientes Literarias Corrientes ideológicas II. Clarín: Tradición y Originalidad 66 Su síntesis ideológica Su evolución literaria Su proceso espiritual III. Presencia y Problemática del Yo 112 El Yo exterior El Yo interior Coexistencia de los dos Yos El Yo actual y el Yo del pasado Perdida y reencuentro del Yo El Yo» su contingencia y la nada Sentido de vacío del Yo El Yo y la presencia del Otro. IV. Posibilidades Pluralísticas del Yo 160 Tricotomías Dicotomías

v INDICE (Continuación)

El yo y su doble División espiritual y física del Yo V. Cambios de Identidad...*...... 226 Ana Ozores, La Begenta Don Fermín de Pas, el Magistral Don Alvaro Mesía VI. Regeneración y Destrucción del Yo 269 Regeneración humana Regeneración espiritual Destrucción del Yo VII. Conclusiones...... 299

BIBLIOGRAFIA...... 505

vi INTRODUCCION

La secuencia de los movimientos literarios del siglo XIX: Romanticismo, Realismo, Naturalismo y Esplritualismo, corresponde a la sucesión ideológica de las corrientes po­ sitivistas e idealistas de la época. Si el cambio de movi­ mientos ideológicos produjo atmósferas literarias y filo­ sóficas divergentes, creó también fuertes tendencias de con­ ciliación. El choque entre el romanticismo idealista y el realismo dejó como consecuencia literaria una gran inter­ acción entre la imaginación y la realidad. La rivalidad en­ tre positivismo e idealismo llevó a las letras a una con­ cepción humana dualista donde se conjugan elementos de la materia y el espíritu* El fracaso de los monismos consiste precisamente en haber auspiciado la interacción de la rea­ lidad que defendían con la que ellos impugnaban. Artísticamente, el siglo XIX enriqueció la literatura con las insinuaciones y conclusiones de cada movimiento li­ terario y filosófico; aventuró en forma consciente síntesis que hasta entonces no hablan sido examinadas completamente o era tan sólo privilegio de intermitentes intuiciones ge­ niales. Una de estas síntesis se esfuerza en explicar la interferencia de las realidades, muchas veces contrarias entre si, otras, duplicación de un mismo todo. La interac­ ción de ilusión y realidad, cuya forma literaria por exce­ lencia es Don Quijote de la Mancha, llega a ser en el si­ glo XIX no tópico común pero sí técnica general de los grandes escritores* Esta combinación de realidad y ficción, aunque tradicional a la literatura española, recibe en es­ te siglo un nuevo impulso, cuya base de fondo se encuentra en la reacción positiva bacia lo biológico, producida por los movimientos racionalistas de la época* Iteon Livingstone nos esclarece este fenómeno: "Two centurias wbicb witnessed tbe triunpb of reason —tbe logical eigbteentb and tbe posi­ tivas tic nineteenth- produce a vehement reaction in favor of tbe biological. But tbis in is not new.lt is only a modernization, a restatement in contemporary termo of tbe traditional, constitutional relativism of tbe Spanish concept of reality. In tbe modern versión the biological tbrows off tbe sbackles imposed on it by abstract reason and assumes a Creative function* Life becomes an uncbarted course subject only to tbe imagination and Creative energy of tbe individual* Tbis is tbe constant refrain of Ortega y Gasset: that life is a program one must constantly invent and tbus man becomes tbe novelist of bis own existence. Tbe artificial Identification of trutb and reason and tbe con- comitant relegation is now rejected. Tbere can be no separa- tion between reality and art wben life itself is a worlc of tbe imagination* Tbe two worlds of life and fiction are two interpenetrating realms in wbicb tbe autbor is botb autbor and fictional cbaracter and tbe cbaracter a literary crea- tion and at tbe same time as real as-if not more real than- the author'J1

La Interacción de ilusión 7 realidad, como el críti­ co nos dice, no es nada nuevo en la literatura espadóla. Américo Castro habla de esto al estudiar El Libro del Buen p Amor y el profesor Guillet examina el problema en el siglo XIII, en el Libro de Alexandre y el Libro de Apolonio.^ La novedad del siglo XIX consiste en hacer de la expre­ sión de la dualidad la técnica del arte* Los monismos li­ terarios y filosóficos: su falsedad y su fracaso, obligan al artista a una aceptación de diversas dimensiones y a la creación de una técnica que, sin negar la pluralidad, trate de resolverla en una unidad. Esto es lo nuevo. La creación de un mundo "that is simultaneously material and spiritual, real ar*d imaginativo, factual and fictional; a world in which the base materials of reality are transmutad into im- ¿L agination while continuing to be what they really are." Nos encontramos ya, no ante un idealismo que deforma la realidad sublimándola hacia esferas del espíritu, ni an­ te un realismo que desconoce en la vida realidades que no son las experimentales, sino ante una nueva interpretación

*Leon Livingstone, "Interior Duplication in The Modern Spanish Novel, "PMLA,73(1958) ,p.400-401 ^Amónico Castro, La Bealidad Histórica de España (Mé­ xico :Ed. Porrua,1954) ,pp. ¿7ü-44¿¿ ^Joseph Gillet,nThe Autonomous Character in Spanish and European Literatura,” HR. ,XXIV (1958) ,pp. 179-190 ^Leon Livingstone, Ibid. «p.394 del micro y del macrocosmos que excluye opuestos unificán­ dolos. Al interpretar la realidad de acuerdo al efecto que produce la conjunción imaginación 7 percepción sensorial, estamos ante un fenómeno de duplicación en cadena. £1 ob­ jeto se refleja en el escritor para volver a reflejarse en si mismo, no como fue antes de llegar al escritor sino mo­ dificado por la imaginación de este. A la vez, este produc­ to vuelve otra vez al escritor para continuar el mismo pro­ ceso. Enfrentamos una vida que a medida que es interpretada desaparece para volver a ser lo que era y algo distinto de lo que era. Cada nueva perspectiva, lejos de ser algo con­ trario de lo anterior es otro aspecto de la misma realidad. Lo absoluto aristotélico desemboca en el más absoluto rela­ tivismo. Clarin participa, como el que más, en esta innovación estática. Busca las síntesis conciliatorias de los extre­ mos 7 ve en esta técnica artística la clave de toda dupli­ cación interior. Comprende que el, como escritor, no sólo percibe la realidad exterior sino que también la crea, 7 que lo que para los lectores de sus obras no es más que un mundo de ficción, para el significa la creación de una rea­ lidad, tan verdadera como la sensorial. NLo que el autor puede ir viendo en las entrañas de un personaje -dice- es más 7 de mayor significanción que lo que el personaje puede ver dentro de sí mismo 7 decirse a sí propio. Un ejemplo acaso aclare mi idea. Si un medico alienista pudiera ver por dentro el pensamiento del enfermo 7 lo que siente 7 lo que quiere, sacaría mucho más provecho para s . estudio que de la observación puramente exterior, aun suponiendo que el enfermo muestre, mediante el lenguaje 7 otros signos, todo lo que el de sx mismo sabe."x

El escritor crea al personaje 7 desarrolla el argumen­ to. Pero juntamente con esto informa a ese ser de ficción con una vida que progresa 7 evoluciona a cada instante 7 va constituyendo una nueva organización, literaria, sí, pe­ ro 7 a no necesariamente ficcional.

Esta interpretación de literatura 7 vida, las pers­ pectivas en las cuales los personajes se ven a sí mismos 7 a sus circunstancias, es uno de los temas más importantes de la obra narrativa de Leopoldo Alas. En ella, los perso­ najes, al reflejarse en lo literario, se dividen en entida­ des reales e imaginadas, para presentar, a la luz de sus dicotomías, su presente 7 su pasado. Se contemplan en el tiempo como un 70 distinto del que son 7 con ese otro 7 0 , dual 7 único a la vez, comparan ideas 7 emociones del pre­ sente, "so that the reader knows what the character has been and, perhaps, what he is becoming, as well as what he

Hacia la presentación de las posibilidades del Yo en

^Leopoldo Alas, Galdós (: Renacimiento, 1912), pp. 10*1-105 g Frank Durand, "Characterization in La Regenta«Point of View and Theme", BHS. ,XLI (196A)»P*9A los principales personajes literarios de la obra narrativa

de Clarín se dirige este trabajo.Estos representan un 70

relativo que busca su verdad, lucha, sucumbe 7 triunfa. Un

70 con posibilidades pluralísticas que al reflejarse den­

tro de si mismo se fracciona en dicotomías 7 tricotomías.

Yo que busca su identidad en el cambio 7 oscila en cons­ tante vaivén entre autenticidad e inautenticidad. Yo que,

a la ves que se destru7 e, renace 7 se llena de nueva vida. He recorrido las obras de ¿las en busca de esta rela­

tividad 7 pluralismo de sus personajes. Sus cuentos 7 no­ velas me han servido para formar este cuadro de la proble­ mática del yo. Pero es La Regenta el núcleo de este estu­ dio, no tanto por ser ésta la obra maestra de Alas, sino

porque ella comprende, explica 7 amplifica, diversos as- n pectos del 70 delineados en las otras obras narrativas.r

Tei estudio del Yo en obras literarias d§l siglo XIX tiene la especial importancia de mostrarnos a este enrai­ zado en la cultura d£ la época 7 participando vitalmente de las corrientes ideológicas de su tiempo. Como dice Lionel Trilling: "There have always been selves, or at least ever since the oracle at Delphi began to advise every man to know his own. ¿nd whoever has read any European historv at all knows that the self emerges (as the historiaos say) at pretty frequent intervals. Yet the self that makes itself manifest at the end of the eighteenth century is a different kind, and in effect, from any self that had ever before emerged. It is different in several notable respecta, but there is one distinguishing characteristic which seems to me pre-eminently important: its intense and adverse imagina— tion of the culture in which it has its being.” The Opposing Self (New York: The Viking Press,1955)« pp. I CAPITULO I

SINTESIS LITERARIA E IDEOLOGICA DEL SIGLO XDC

Corrientes Literarias:

El movimiento romántico español nació como conjun­ ción de lo político, lo histórico 7 lo literario. En la primera decada del siglo XIX, el tradicionalismo nacional firma alianza con el liberalismo radical de la época a fin de emprender un proceso de transformación del pala. Este pacto es transitorio: terminada la guerra napoleónica,los dos movimientos se escinden violentamente para continuar cada uno su línea ideológica auténtica: el tradicionalis­ mo despliega toda su vitalidad reaccionaria 7 el liberalis­ mo incita 7 propaga el desarrollo revolucionario* Al mismo tiempo, la presencia de lo europeo precisa los rasgos ca­ racterísticos del romanticismo español, pues la influencia europea ha sido siempre nel reactivo que determina en los españoles de cada generación la necesidad espiritual de vol­ ver los ojos hacia el propio pasado. La transformación literaria del neo-clasicismo al ro­ manticismo se realiza en forma lenta. Los Bandos de Castilla

^Angel del BÍo, Historia de la Literatura Española (Hew York:Holt, Rinehart and Winston,1963) ,V.I. ,p*85 de Ramón López Soler aparece en 1830 7 es la primera nove­ la histórica escrita en España con sabor a Walter Scott o (1771-1832). Sin embargo, en 1834, con la vuelta de los emigrados, los gritos románticos más estridentes se oyen tanto en el teatro como en las prensas españolas. Se publi­ ca El Moro Expósito del Duque de Rivas y se estrena La Con­ juración de Venecia y el Maclas de Larra. La presentación de Don Alvaro en 1835 consagra definitivamente al nuevo mo­ vimiento. Pero el romanticismo español fue una revolución de virulencia literaria efímera. Hacia 184-5 "los representan­ tes más genuinos del movimiento han muerto o mueren alrede­ dor de esa fecha: Larra el 37; Espronceda el 4-2; Enrique Gil el 49; ¿rolas el 4-9."^ Quienes sobreviven evolucionan hacia el realismo de mediados del siglo. A partir de 1848 Europa se halla en un proceso de consolidación social. El capitalismo liberal da origen a clases sociales antagónicas: la burguesa y la proletaria. La lucha de estos dos bloques sociológicos produce un ger­ men de anarquismo y socialismo que crecerá hasta culminar con el triunfo del comunismo en 1917 * Hegel con su idealismo germánico y la corriente opues-

^ a pyimera novela de Walter Scott, escrita en 1814, apareció anónima.The Antiquary es de 1816 e Ivanhoe de 1820. ^Del Rio, Ibid.,Vol.,II,p.l07 ta, el positivismo científico, dominan el panorama filosó­ fico de este periodo y ayudan al desarrollo del realismo y naturalismo literarios. Complementa el cuadro intelec­ tual y estético del siglo XIX un nuevo esplritualismo,fruc­ tificado en los odres añejos de la tradición española, que orienta la lucha de las escuelas hacia la pugna secular de lo viejo y lo nuevo. De 1868 a 1874 la historia española pasa por una se­ rie de crisis politices cuyos momentos de mayor intensidad son la caida de la monarquía, la primera república y el pe­ riodo de restauración. Con la publicación de La Gaviota de Fernán Caballero en 1849, el postromanticismo moribundo, pero aún combativo, deja paso abierto al nuevo realismo y a su género predilec­ to: la novela. Lo español vuelve a combinarse temporalmente con lo europeo, pero pronto termina por encontrar su vena y cauces hispánicos propios. En 18?4, año de la Restauración y del triunfo conser­ vador, la generación realista llega a su apogeo e inscribe los nombres de sus representantes més genuinos: Pedro Anto­ nio de Alarcón (1833-1891), Juan Valora (1824-1905), José María Pereda (1833-1906). Pero también el triunfo realis­ ta es transitorio. Su técnica y sus propósitos estaban prácticamente agotados y muertos en el resto de Europa. Balzac, Flaubert, Dickens, Thackeray, los héroes de la no­ vela realista europea, habían ya desaparecido del panorama 10

literario. La novela realista española, retardada a la europea en la proclamación del triunfo de la nueva corriente, no pudo detener el ímpetu del nuevo movimiento que encabeza­ do por Zola venía desde Francia. En el lustro 1885-1888, Emilia Pardo Bazán (1851-1920), publica La Cuestión Palpi­ tante (1883), Los Pazos de Ulloa (1886) y La Madre Natura­ leza (188?) 7 establece así el naturalismo en España. Leo­ poldo Alas, "Clarín" (1852-1901), Armando Palacio Váldés (1853-1958) y Vicente Blasco Xbañez (1867-1928) forman par­ te de la generación de la Pardo Bazán y participan todos ellos de las ideas liberales y procedimientos artísticos introducidos por el naturalismo francés. A Benito Peres Galdós (1843-1920), coetáneo de la primera generación, "se le puede considerar más bien corno el lazo de unión entre los dos grupos."

El Romanticismo:

Terminada o apaciguada la querella entre Bohl de Fa- ber, figura central en la génesis del romanticismo y José Joaquín de Mora y Antonio Alcalá Galiano, sostenedores de los principios neo-clásicos, el romanticismo entra en su período de difusión.Lo auspicia El Europeo (1823-1824),re­ vista barcelonesa y eco de las ideas románticas inglesas y alemanes.

^Lel Rio, Ibid. ,Vol.II,p*181 11

Sin embargo, el éxito del romanticismo no es inmedia­ to. Es necesario, como lo estudia Vicente Llorens,^ esperar la vuelta de los emigrados que han trabajado en la transfor­ mación literaria, social, económica y cultural fuera de Es­ paña, para que el movimiento romántico adquiera la poten­ cialidad de revolución y triunfo literario# ¿Qué fue el romanticismo? A juicio de Cejador y Frau- ca, el romanticismo literario propuso "contra lo greco-la­ tino, lo nacional; contra la copia o imitación de los an­ tiguos, la copia o imitación de la misma naturaleza; con­ tra lo pagano y mitológico, lo cristiano; contra lo heroi­ co, lo caballeresco; contra lo épico objetivo, lo subjeti­ vo lírico; contra lo aristocrático, lo popular; contra lo erudito, lo lego; contra las ataduras de las leyes retóri­ cas, la soltura de la propia inspiración; contra la razón dominadora, la desenfrenada fantasía; contra lo ideal, uni­ versal y típico de la belleza, lo real, lo individual y va­ riable de la naturaleza#"^ Política, social y literariamente, el romanticismo afectó al hombre y a la sociedad española. España se con­ tagió del subjetivismo, duda, pesimismo y rebelión europeos,

# ^Vicente Llorens, Liberales y Románticos. Una emigra­ ción española en Inglaterra l México" El Colegio Maxicano, 195^;. 6Julio Cejador y Frauca, Historia de la Lengua y Li­ teratura Castellana.(Madrid: Tip# de ia"Rev. de arch#,o±bl., y museos1; 1917^Vol. VII,pp. 5-4 12 modificándoles con sello propio. Fantasía, sentimientos e instintos se impusieron sobre la fría lógica del neo-cla­ sicismo del siglo XVIII. Al mismo tiempo, el culto de la naturaleza expandió una nueva concepción de vida:natura­ lista y panteísta, mitigada por el tradicional cristianis­ mo latente en el alma española.

£1 romanticismo se rebela, en efecto, contra todos los antecedentes indicados por Cejador. "Se levanta -dice francisco Romero- contra la Edad Moderna, contra la Ilus­ tración, contra el conjunto de nociones y valoraciones en

que cuaja 7 se fija la visión moderna del mundo en el si- glo XVIII.T al hacerlo, avanza lógicamente hasta los úl­ timos límites. Rechaza no sólo la centuria anterior sino también los siglos del Renacimiento en que se efectúa el proceso neo-clásico. Se detiene únicamente en la Edad He­ día cuya concepción de vida le satisface por nacional, y además porque en el medioevo el romanticismo encuentra una gran afinidad de sentimiento:desde la perspectiva del siglo XIX, quien reina en la Edad Media y en el período románti- Q co "es el hombre sentimental"? Pero a este rasgo fundamental retrospectivo hacia la edad cr'stiana y caballeresca, el romanticismo juntó el im-

9 ^j'rauclrto Romero, Historia de la Filosofía Moderna (Mex^ ''o:Fondo de Cultura Económica, ,p .¿62 ®Henri Berr, Avant Propos a La Fin du monde antigüe et le debut du Moyen Age de Ferdinand Lot tParis:A.hichel, 1951 -18 13 pulso hacia lo nuevo propagado por laRevolución Francesa. Y es aquí precisamente, en esta contradicción interna, don­ de radica la gran conexión entre romanticismo y realismo* El romanticismo pretendió un acercamiento hacia la vida real* Trató de crear un arte que estuviera más cerca de la vida y de la naturaleza y por tanto “alegado de los arti­ ficios y convencionalismos que en el neo-clasicismo divor- q ciaban el arte de la verdad*"7

El Realismo:

El realismo, literariamente considerado, fue un esla­ bón unido a la cadena romántica* Si en la primera mitad del siglo XIX, el hombre -centrado en si mismo- incitaba a la vida y a la naturaleza a participar de su mundo de sen­ timientos y fantasías, en la segunda mitad de esta centuria, va a la caza de vida y de naturaleza, para sumergirse en , describirlas y hacerse eco de sus problemas* El es­ critor se coloca en el seno del ambiente real y tiempo his­ tórico en que vive para "reproducirlo todo: la realidad ex­ terna y lo individual interno. Se trata sobre todo de iniciar una técnica que proyec­ ta la imagen del mundo exterior sólo como la aprecian nues­ tros sentidos e inteligencia, sin hacer intervenir a la ima-

^ Alvaro Mellan Lafinur. El Romanticismo Literario (Buenos Aires: Ed. Columba,1950},p*14 10Del Río, Xbid., Vol. II, p- 179 14 ginación. La novela facilita el desarrollo de estas descrip­ ciones y análisis y por eso se convierte en el género pre­ dilecto 7 casi exclusivo del realismo. Este movimiento literario no es algo que aparece de la noche a la mañana, sin manifestaciones previas. Hemos indicado su relación con el romanticismo en cuanto al ob­ jeto del arte. Pero si consideramos el realismo como una técnica que se esfuerza en la presentación del hecho con­ creto, social, histórico, el realismo se manifiesta a tra­ vés de toda la literatura que precedió, a mediados del si­ glo XIX, el triunfo de este movimiento. Los costumbristas, como bien lo dice Montesinos, "antes de que hubiera novela se aplicaron a la observación de una realidad que va a ser luego la de la gran novela del siglo XXX.1 1 Menéndez 7

Pela7o señala la filiación realista de Rinconete y Corta- dillo de Cervantes. Mas distantes aún, La Celestina. El Lazarillo de gormes. El Corbacho. El Libro del Buen Amor, para enumerar únicamente cumbres literarias, pro7ectan imá­ genes de vida captadas en un escenario realista. Como todo movimiento literario, el realismo es tam­ bién la expresión de un ambiente social 7 de su ideología.

A mediados del siglo XIX surge otra concepción de vida 7

^José F. Montesinos, Costumbrismo y Novela (Berkele7: Universit7 of California Press, 19^0 ), p.12

^^Marcelino^Mené^dez 7 Pela7o, Prólogo a las Obras Completas de José Marxa Pereda(Madrid: Viuda e hijos de M. Tello,1897-1907), p.xxxvii 15 con ella nuevos sentimientos y problemas que requieren un nuevo lenguaje. La aparición de las clases sociales burgue­ sa y proletaria atrae la atención del hombre hacia los he­ chos cotidianos y los problemas que bullen en la calle, a la vista de todos. £1 lector se hermana con el hombre co­ mún, centro de esta sociedad del siglo XIX, y siente la necesidad de comunicarse con el, para hacerle consciente de sus problemas y de los problemas de los otros. Por esto precisamente el lenguaje del realismo llega a ser forzosa­ mente el común, el que se habla en la calle y en los talle- res, en las oficinas y en los salones aristocráticos. ^

£1 realismo obliga a la literatura a renunciar a su matiz de "delicacy" neoclasicista para el hombre culto y a convertirse en alimento común de todas las clases socia­ les. Para obtener esta transformación se acepta la lengua real, la viva, la hablada, como parte de la técnica lite­ raria. Y precisamente porque el realismo busca al hombre y los acontecimientos cotidianos, en España se acoge las in­ novaciones técnicas de quienes en Francia e Inglaterra se proclamaron maestros del movimiento, pero se cierra las puer­ tas a temas y concepciones extranjeros para buscar en su dominio propio los héroes y asuntos de sus novelas. Por es­ ta razón, el realismo español no sólo es nacional sino tam-

rE. Diez Echarri y J.M. Roca Franquesa, Historia de de la Literatura Española e Hispanoamericana (Madrid: ¿guilar. Í9&6)",p.lo61------16 bien provinciano y aun comarcal. Aunque hemos dicho que el movimiento realista del si­ glo XIX tiene raicea que se prolongan hasta los primeros siglos de nuestra literatura, sin embargo hay que notar que el realismo de este siglo es radicalmente diferente del 1¿l realismo tradicional como se llama al de Cervantes. El siglo XIX sigue la fórmula enunciada por Doña Ce­ cilia Bohl de Faber en su novela La Gaviota.1^ Para Fernán Caballero la novela no es un trabajo de imaginación o in­ vención, sino fruto de recopilación y copia. El escritor trabaja preferentemente con lo observado en un sentido po­ sitivista. ¿1 contrario, el realismo tradicional: el de Cer­ vantes o de Fernando de Fojas o el del autor del Lazarillo de lormes o del Corbacho, no rechaza la imaginación, sino hace de ésta el eje de la novela. En el realismo decimonó­ nico la realidad novelada trata de ser reflejo fiel de la realidad experimentada. Galdós en su discurso de entrada a la Academia nos dice: Imagen de la vida es la novela y el arte de com­ ponerla estriba en reproducir los caracteres humanos, las pasiones, las debilidades, lo grande y lo peque-

^Realismo que aún$ el objeto de observación,y la ela­ boración de la imaginación. Don Quijote fynde con,éxito el realismo aristotélico y el idealismo platónico. Vease: F. Schurr: "Cervantes y el Romanticismo" .Anales Cervantinos. I (Madrid,1951)

^Cecjlia Bohl de Faber, Prólogo a La Gaviota (Madrid: Est. Tipográficos "Sucesores de Rivadeneyra1’ ,1895') ,pp.v-vi 17

ño» las almas y las fisonomías, todo lo espiritual y lo físico que nos constituye y nos rodea y el lengua­ je que es la marca de la raza, y las viviendas que son el signo de , y la vestidura que diseña los últimos trazos externos de la personalidad: todo esto sin olvidar que debe existir perfecto fiel de 'balan­ za, entre la exactitud y la belleza de la reproduc­ ción. 16 En el realismo tradicional, por el contrario, la re­ lación entre lo novelado y vivido no es parte de la preo­ cupación del escritor. El producto realista tradicional no es una recopilación y copia sino una creación en que la materia experimentada y la fantasía están sometidas a un proceso, inconsciente muchas veces, de transformación y ma­ duración de estos materiales en una forma de recuerdo ima- 17 ginado. r

El Naturalismo:

El paso del realismo al naturalismo literario fue fá­ cil y casi espontáneo. Si la novela costumbrista no fue mas que una novela de realismo limitado, también el naturalis­ mo literario fue un realismo trunco. La reproducción de la vida y costumbres diarias limitó el foco de su atención a los bajos fondos sociales y a las zonas oscuras y tradicio­ nalmente repugnantes del corazón humano. Olvidando la con-

^Benito Pérez Galdós, "La Sociedad Contemporánea co­ mo materia novelable” , Obras Completas, (Madrid: Aguilar, 1 9 4 1 -1 9 4 2 )

^Gonzalp Torrente Ballester, Panorama de la Litera- tura Contemporánea (Madrid: Ed. Guadarrama, pp*23- 2?: “ 18 cepción tradicional que hace de la realidad humana un com­ puesto de espíritu 7 materia* se trata de estudiarla en uno solo de sus elementos: el animal» mirando en éste úni­ camente aquellos ejemplares estridentes por su degeneración moral 7 física* Se busca lo feo, lo sórdido, lo repugnan- 1 Q te, lo macabro* Si a partir de los griegos se consideró motivo de ar­ te únicamente lo que se aceptaba como bello natural, el na­ turalismo del siglo XIX reaccionó contra esta tendencia. No trató de cambiar los arquetipos de belleza» pero se em­ peñó en hacer de lo feo elemento de belleza artística*

Esta tendencia literaria aparece tecnificada 7 estruc­ turada bajo concepciones filosóficas de la época; pero al igual que otros movimientos literarios está enraizada en si­ glos 7 corrientes artísticas anteriores. La Celestina» una alcahueta 7 ejemplo de humana degeneración moral, es el per­ sonaje central de una de las obras más humanas que posee nuestra literatura. El picaro de los siglos XVI 7 XVII, hara­ po humano del subsuelo social, ha quedado inmortalizado en obras de gran profundidad sicológica 7 de belleza literaria*

Lo grotesco del barroco constitu7 Ó, en su tiempo, motivo de belleza plástica 7 literaria. Para el romanticismo, movi­

^ a diferencia entre lo bello 7 lo feo es relativa, quizá, pero es d§ todos los tiempos. No sabemos en que ra­ dica su distinción* Las definiciones aristotélicas 7 moder­ nas de lo bello no alcanzan a precisar 7 eliminar }os cons­ titutivos de lo definido. Sin embargo, la distinción existe 7 es secular. 19 miento idealista por excelencia* lo satánico* monstruoso 19 y salvaje son fealdades embellecidas. ? Pero el naturalismo tal como se presenta en el si­ glo XIX tuvo su comienzo literario en Germinie Lacerteux (1865) de los hermanos Goncourt. Ellos mismos tuvieron con­ ciencia de lo que su obra significaba. Julio escribe desa­ fiante: "Se nos negará todo cuanto se quiera, pero será forzoso reconocer un día que nosotros hemos hecho Germinie Lacerteux y que Germinie Lacerteux es el libro tipo que ha servido de modelo a todo lo que se ha fabricado después bajo el nombre de realismo, naturalismo, etc." 20 La novela fue atacada por"literatura pútrida" y "fan­ go cincelado". No tuvo gran éxito de público. Sin embargo, Emilio Zola, entonces joven de 24 años, vio en Germinie La­ certeux el filón de la estética del naturalismo y lo ex­ plotó ampliamente. La obra de Zola -unos 60 volúmenes- tiene, como dice Bonet, una manifiesta proclividad hacia la pintura de lo infrahumano: "Pululan los ca3os, los anormales, los tarados, las víctimas de una herencia morbosa... Zola irrumpió so­ bre el campo de la novela, confundida con criaturas norma-

1 Q 0 9 ?Vease la belleza de Medusa y las Metamorfosis de Satanas en Mario Praz, La Carne, La Morte e II Diayolo nella Letteratura Romántica (Firenze: Sansoni editore,1948)• ^Carmelo M- Bonet, El Realismo Literario (Buenos Aires: Ed. Nova, 1958), p. 20 les , toda la escoria humana, toda esa humanidad doliente que colma los conventillos, las cárceles, los lenocinios, los manicomios, todo ese material de siquiatría. Instin­ tos primarios, aberraciones sexuales,cruda manifestación 21 de la bestia humana, fueron temas predilectos Sobre como procedía Zola para construir sus novelas nos informa el profesor Mar tino en su libro Le Naturalismo 22 graneáis. Proyectada la novela, busca a los personajes, a los "documentos humanos", como él decía. Los busca, cla­ ro, en la vida misma. Después los estudiaba y en una fi­ cha cifraba lo esencial sobre su físico, sobre su situación, sobre su drama, si lo había. Posteriormente venía la capta­ ción del escenario dentro del cual había de actuar. Zola visitaba ese medio una ves, dos, diez veces, las que fue­ ran necesarias, lápiz en mano... No le gustaba al novelis­ ta fiarse de su memoria, describir recordando. L 1 As s orno ir. por ejemplo, se desarrolla en un barrio de Faris que cono­ cía harto bien, pues fue testigo de las estrecheces de su mocedad. Sin embargo, volvió a recorrerlo, ahora, a pa­ searse atento, a fin de avivar imágenes ya borrosas y evi­ tar la infidelidad en su pintura. Pero el naturalismo de Zola va más allá de la pintu-

^Bonet, Ibid., pp.67-68

^Pierre Martino.Le Naturalisme graneáis (Paris: A. Colin,1930), pp. 58-70 21 ra limitada a lo exagerado y feo. Zola hace de su novela un método de experimentación. Trata de aplicar a la lite­ ratura el proceso y la deducción científicos. Toma como modelos las ciencias experimentales: la física, la quími­ ca, en que es posible provocar artificialmente ciertos fe­ nómenos para convertir una hipótesis en ley científica. Zola cree en la analogía de la experimentación y la lite­ raria. "Toda la operación consiste -dice- en tomar los he­ chos de la naturaleza; luego en estudiar el mecanismo de los hechos que obran sobre ellos por las modificaciones de las circunstancias y los medios". Parte de la observa­ ción y de ésta salta a la hipótesis humana y a la ley si­ cológica. Su principio queda formulado en su frase: "Todo lo que está en otros está en nosotros.11 Zola identifica su hipótesis con la verdad. Pero si consideramos que el hombre es una entidad muy compleja para que podamos prever su conducta, esto nos parece exagerado. Ni siquiera nosotros mismos podemos predecir nuestro comportamiento en circunstancias excep­ cionales. Pero para Zola el hombre es esclavo del instin­ to; "sometido a la fatalidad de su complexión física y a la tiranía del medio ambiente", como dice la Pardo Bazán.^ Es esta pretensión seudocientlfica con sus implica­ ciones filosóficas el aporte nuevo que dió Zola al natura-

^Emilia Pardo Bazán, La Cuestión Palpitante. Obras Completas I (Madrid:A. Pérez Dubrull, 1891),pp.¿10 22 lismo, porque éste, considerado únicamente como "retorno a la naturaleza y al hombre” -en frase del mismo Sola- no es mas que un viejo realismo. El mismo autor francés compren­ dió esto:"Mi gran crimen -nos dice- sería haber inventado y lanzado una palabra nueva para designar una escuela lite­ raria vieja como el mundo." Afirma que "una obra jamas se­ ré otra cosa que un rincón de la naturaleza visto a través de un temperamento." El naturalismo penetro oficialmente en España por me­ dio de la escritora gallega Doña Emilia Fardo Bazén. Antes de 1880 este nuevo movimiento se confunde con el realismo

7 tiene sus grandes altibajos de aceptación en las letras españolas. Manuel de Revilla, en su estudio El Naturalismo en el Arte (1879) y Julio Nombela, en su análisis del na­ turalismo, publicado en El Demócrata (24 de Abril 1880)^ señalan lo bueno y lo malo de la doctrina. En el prólogo de la novela de la Pardo Bazén, Un Via.je de Novios, la es­ critora nos da sus apreciaciones y conceptos sobre lo que es la novela. Esta es -dice- "tratado de la vida y lo único que el autor pone en ella es su modo peculiar de ver las cosas reales:bien como dos personas, refiriendo un mismo

Fijémonos como el realismo y el naturalismo nos con­ ducen otra vez $ la mimesis aristotélica, según la cual el arte es imitación.

^'H/alter T. Pattison, El Naturalismo Español (Madrid: Ed. Uredos, S.A. ,1965), p. 37 23 suceso cierto, lo hacen con distintas palabras 7 estilo* Merced a este reconocimiento de los fueros de la verdad, el realismo puede entrar, alta la frente, en el campo de la literatura."2** Con este prólogo, la escritora observa que la nove­ la no es sólo un entretenimiento, sino primariamente un estudio social, sicológico e histórico, en el que el no­ velista necesita hacer uso de la fantasía, la observación y el análisis. Este prólogo constituye un epígrafe a los artículos que a partir del 7 de noviembre de 1832 aparecen en La Epoca y mas tarde componen La Cuestión Palpitante* manifiesto del naturalismo español. En los veinte artículos publicados en La Epoca la Par­ do Bazán trata la materia en forma amplia, ofreciéndonos sus apreciaciones filosóficas y entregándonos una visión histórica del movimiento* Dedica varios capítulos a escri­ tores franceses, antecesores del naturalismo; se detiene en Zola para informarnos sobre su vida, carácter, tenden­ cias y estilo, y ataca a la novela inglesa. Cierra el es­ tudio analizando la situación del naturalismo en España* Nada hay en el libro que provoque en nosotros el es­ cándalo que causó en su tiempo. La Pardo Bazán se presenta a nuestros ojos más como realista que como naturalista* Fi—

^Emilia Pardo Bazán. Prólogo a Un Viaje de Novios* Obras Completas. Vol. XXX (Madrid: A. íerez Dubrull,189lj P^7 24 losóficamente, la escritora traza desde el comienzo una li­ nea ecléctica, ya que comprende en su estudio lo natural y lo espiritual, y trata de formar una síntesis entre las an­ títesis del naturalismo y del idealismo racional. Como di­ ce Pattison, "en fecto, el puesto importante que ocupa La Cuestión Palpitante en la campaña naturalista se debe no al texto del libro -que nunca podría clasificarse como irreli­ gioso ni escandaloso- sino a los ataques contra su autora y a las polémicas en que ella entro con verdadero gusto." f Claramente, el naturalismo que la Condesa de Pardo Bazén promulga, no es exactamente el de Zola. No podía serlo. El mismo escritor francés toca la llaga capital del proble­ ma cuando afirma que no comprende cómo la escritora españo- * 28 la puede ser a la vez naturalista y católica militante. Como católica, Doña Emilia tenía lógicamente que re­ chazar ciertos postulados filosóficos del movimiento lite­ rario, principalmente el determinismo, incompatible con su religión: La Pardo Bazán apoya el libre albedrío y afirma valientemente que hay un abismo que media entre sus ideas z / Pq filosóficas y las del escritor francés. ? Propone, por

^Pattison, Ibid., p.100 ^Pardo Bazán, "Opiniones de Emilio Zola sóbrenla Cuestión Palpitante, Obras Completas, X (Madrid: A.Perez D., 1S91 ;, pp. 23-^6 /^Carmen Bravo-Villasante, Vida y Obra de Emilia Par do Bazán (Madrid: Revista de Occidente, , p*s9

O tanto, Doña J&nilia, "un naturalismo católico"* Es decir, positivista en el método pero no en las creencias. Bajo esta idea podemos comprender que en carta del 5 de Mayo de 1883 afirme a Don Marcelino Menéndez y Pelayo "Lo que hay en el fondo de la cuestión es una idea admi­ rable, con la cual soñé siempre: la unidad de método en la ciencia y el arte. iAhi es nada! La visión arbitraria ha desparecido y la observación y experimentación se apli- 30 ca lo mismo a la novela que a los estudios anatómicos."^ Al mismo tiempo, con términos parecidos ataca el principio básico del naturalismo: "Tocamos con la mano el vicio capital de la estética naturalista: someter el pen­ samiento y la pasión a las mismas leyes que determinan la caída de la piedra,.., considerar exclusivamente las in­ fluencias físico-químicas, prescindiendo hasta de la es­ pontaneidad individual, es lo que se propone el naturalis­ mo y lo que Zola llama en otro pasaje de sus obras: "Mos­ trar y poner de relieve la bestia humana..." y "explicar el drama de la vida humana por medio del instinto ciego 31 y la concupiscencia desesperada."^ La antinomia del "naturalismo católico" de Doña Emi­ lia no lo comprendieron ni Zola, ni Menéndez y Pelayo, ni muchos críticos de la época, porque la Pardo Bazán pro­

hibid., p. 91 ^^Pardo Bazán, La Cuestión Palpitante, Ibid., p. 210 26 ponía un naturalismo "sui generis", que condenaba lo que no era de su gusto, por estar en desacuerdo con sus idea­ les religiosos. Pero lo que Doña Emilia rechazaba es pre­ cisamente lo que constituye la escuela de Zola. Mas que naturalista, la Pardo Bazán se muestra realista, "ancha­ mente realista". El naturalismo de la escritora española está, pues, recargado de paréntesis, reticencias, peros, aunque mues­ tra, en el fondo, una actitud de simpatía hacia Zola. La novela más característica de Doña Emilia, en la cual quiso realizar el naturalismo que ella adoctrina en La Cuestión Palpitante es Los Pazos de Ulloa. Pero a jui- ció de Bonet, "en esta obra, el naturalismo no asoma por ninguna parte. Los personajes no tienen, como los zolianos, una desbordante humanidad. Algunos parecen de novela ro­ mántica por lo idealizados. Otros no pasan de ser sombras, o se les ve sólo por el lado de afuera, es decir, ignora- mos lo que sucede en sus almas."^32 La contienda provocada por La Cuestión Palpitante y los artículos de polémica que cruzó la Pardo Bazán con críticos de la época, no se dirigen a una guerra sin cuartel, sino más bien a una componenda entre el natura­ lismo y el idealismo tradicional combativo. Eduardo Ló­ pez Bago publica una carta dirigida a Ortega Munilla, po-

^Bonet, Ib id.. p.ll? lemista del naturalismo, "bajo el titulo de Naturalistas e Idealistas en el Progreso (3 de Marzo de 1884). En ella, el escritor se muestra en el justo medio de las dos tenden­ cias.^ Luis Alfonso, crítico del naturalismo, combate también a Ortega Munilla desde El Imparcial. En un artícu­ lo del 10 de Marzo de 1884 expone que el arte es una combi­ nación de realidad e imaginación y nos recuerda que gran­ des obras de belleza clásica -la Venus de los Medicis, los Angeles del Beatro Angélico- son fruto de creación y no de copia de la naturaleza. Eduardo Calcado, ministro venezolano en Madrid, se dirige con su Carta Literaria a la Academia Española e insiste en que es menester orga­ nizar a los hombres idealistas y tradicionales contra los naturalistas, destructores de todos los ideales. Cita el polemista americano nombres de partidarios de sus con­ vicciones: Cánovas, NÚñez de Arce, Castelar, Campo amor, Cañete, Tamayo y Báus, Alarcón, Valera, Menéndez y Pela- yo, Zorrilla, Echegaray. ^ Estos y otros idealistas no niegan que la realidad tenga una importancia decisiva en el arte, pero no quieren hacer de ella el elemento único de belleza. Para ellos, el arte debe ser una "imitación embellecida de la natura­ leza.11

^Pattison, Ibid. ,pp. 108-109

3^Ibid., pp. 112-113 28

En resumen, el "naturalismo católico" promulgado por Doña Emilia Fardo Bazán, encerraba en sus mismos tér­ minos la incitación a una guerra entre los liberales que acogen el nuevo movimiento y los tradicionales que es­ tán a favor de los principios idealistas seculares* La contienda se acalla poco a poco. El naturalismo gana terreno y extiende por doquier sus dominios litera­ rios. Pero éste es un naturalismo híbrido, cargado de idea­ les tradicionales, de principios religiosos y en contra­ dicción consigo mismo. Este naturalismo entronca fácilmen­ te con la orientación que hacia 1885 viene a establecer la novela rusa, naturalista y espiritual. ¿Cuáles son las ganacias literarias con que el na­ turalismo acrecienta el filón de la literatura española? En primer lugar, la novela adquiere vina nueva pers­ pectiva. Si basta el comienzo del realismo la novela era un género de pasatiempo, con el naturalismo y su concep­ ción científico-experimentalista, la novela se constituye en libro de estudio serio y de investigación científica. Y puesto que los temas novelísticos no tienen más limita­ ciones que la verdad, el escritor ve abierto ante sus ojos un vasto campo de acción, donde prácticamente no se avizora ninguna línea vedada. Los estudios sociales en que se analiza al hombre como producto del grupo étnico al que pertenece y se muestra la correlación entre el in­ dividuo y el ambiente, pronto requieren la especial aten­ ción de escritores y del público lector. Y como estos ana- 29 lisis no pueden hacerse sobre una base de abstracción 7 fantasía, lo concreto 7 conocido resaltan como constitu­ tivos esenciales de esta novela documento. Los escritores se alejan de lugares Imaginarios para presentarnos pue­ blos, ciudades, edificios, barriadas, que están al alcan­ ce de nuestra mano 7 han sido o pueden ser objeto del co­ nocimiento del lector. E 1 fondo de la novela se coloca en el eje de coordinadas limitado por el espacio 7 el tiempo en que viven el escritor, el lector 7 los personajes. Estos últimos son anti-heroes. Le la concepción idealista del hombre excepcional, protagonista de novelas, pasamos a una concepción socializadora. La vida en sí, cualquiera que sea, es materia de novela. Por tanto, todo hombre es pro­ tagonista de la novela de su vida. Sin embargo, aunque las posibilidades de elección con respecto a los personajes son limitadas, en la practica, los escritores espadóles no sintieron por personajes degenerados o anormales la sim­ patía que manifestaron los autores franceses. Con el naturalismo aparece además la concepción del

"final abierto" tan usado luego por el Nouveau Román 7 que ha servido en la concepción de la "estructura abierta** de la novelística contemporánea* Al afirmar el naturalismo que la novela es "un trozo de vida", necesariamente obli­ ga a esta a presentar argumentos que se muerden la cola: sin comienzo ni fin, ni organización artificial de hechos. Sin embargo, algunos escritores prefirieron guardar un

equilibrio entre el "final abierto" 7 cierta estructura 30 de la acción que se encamina hacia un desenlace claro 7 seguro. 33 Dentro del estilo se reclama del arte la aceptación de un lenguaje que sea reproducción exacta de la comunica­ ción popular. Se recurre a un vocabulario crudo si asi lo demandan las circunstancias narradas o los personajes ca­ racterizados. Pero esto es aplicable, con mayor propiedad, a los escritores post-naturalistas del siglo XX. Los es­ critores españoles del comienzo del naturalismo son, por lo general, cuidadosos 7 aun esmerados en la presentación de su estilo. Muchos de estos frutos naturalistas han sido acepta­ dos 7 mantenidos en la novela del siglo XX. Otros, al lo­ grarse la componenda con el idealismo tradicional, deja­ ron de ser exigencias fundamentales del movimiento.

La tendencia hacia la transigencia 7 síntesis entre lo naturalista-liberal y lo idealista-tradicional se lo­ gra, casi completamente, a finales del año 1835* Ayudan a esta transformación la aparición es España de las novelas de Tolstoy, Turgenev y Dostoyevsky, la difusión de la filo­ sofía krausista, de la que no3 ocuparemos más adelante 7 la influencia de Benito Pérez Galdós, quien afirma en va-

55Este es el caso de La Regenta de Alas, cuyo final cierra clara 7 definitivamente una serie de sucesos conce­ bidos en "forma abierta". 56En la lectura de las obras de Clarín no he encon­ trado pasajes que se caractericen por crudeza de vocabula­ rio. 31 rías de sus obras que los hechos reales naturales ni son producto del acaso ni se pierden en el vacío, sino son expresiones de leyes fundamentales y universales y por tanto no pueden ser explicados satisfactoriamente sin re- ferencia a lo sobrenatural. r La novela rusa cambia el panorama del naturalismo, pues significa una inyección de vitalidad espiritualista.

E 3ta vence completamente la parte filosófica del natura­ lismo. Emilia Fardo Bazán publica su estudio La Revolución y la novela en Rusia en el que nos dice que para ella "el elemento espiritualista de la novela rusa es uno de sus méritos más singulares.e insiste en que "el realismo para realizar cumplidamente su programa, ha de abarcar ma­ teria y espíritu, tierra y cielo, admitiendo lo humano y lo sobrehumano.^8 Los grandes entusiastas del naturalismo francés, ha­ cia 1887 están ya en retirada. Aun para quienes como Orte­ ga ttunilla combatieron furiosamente contra el idealismo tradicional, Zola se ha extraviado en los límites del na­

^ E n El Amigo Manso.Cap* XXXIX, 9 al dos nos dice: "El hombre es un microcosmos... Y no solo en el desarro­ llo tptal de la vida demuestra el hombre ser como una re­ ducción del universo, sino que a veces, se ve palpablemen­ te esto en un solo acto, en uno de estos actos gue ocurren diariamente y que por su aparente insignificancia apenas merece mención."

^Pardo Bazán, Obras Completas,Vol.XXX (Madrid: A. párez D., 1891), p* 4-39 32

turalismo. Ya no se puede compartir con el. Su naturalis­ mo se hace más repugnante cuanto más se lee y se comprende el esplritualismo de Tolstoy y Dostoyevsky y la técnica idealista de Saldos. Ayuda además a acrecentar la reac­ ción contra el naturalismo las imitaciones que se hicie­ ron de Zola, exageradas y de mal gusto, y que aparecieron por esta época, publicadas por escritores de segunda ta­ lla que buscaban el éxito literario en lo radical del mo­ vimiento.^ Eduardo López Bago, antiguo defensor de un justo medio entre el idealismo y naturalismo y Alejandro Sawa imitan en sus obras únicamente lo externo del proce­ dimiento naturalista y representan en España el polo opuesto del esplritualismo naciente. Decididamente, el primer lustro, a partir de 1890 marca la caída, cada vez más profunda del naturalismo. Oigamos nuevamente a la Fardo Bazán quien sigue con in­ terés el desarrollo del movimiento. En 1891, nos dice, "el naturalismo francés puede considerarse hoy un ciclo cerrado, y (sabemos) que novísimas corrientes arrastran a la literatura en direcciones que son consecuencia y sín­ toma del temple y disposición de las almas, en los últi-

zq y^"En España, son muchos los escritores que escogen personajes de las clases mas bajas¿ rameras, golfos y ru­ fianes. Estos y las situaciones eróticas abundan en la obrj. de„Felipe Trigo, Antonio de Hoyos, Emilio Carrere, Ramón Ferez de Ayala y otros." Fattison, Ibid., p.176 33 mos años del siglo... (£1 naturalismo tenia) sus paladi­ nes en Francia; el ciclo nuevo» que podemos llamar ideal» lo halló en Rusia. En 1892, la misma escritora afirma: "corre hoy el agua por el cauce del realismo espiritualista. Se ha ini­ ciado la reacción, primero en Francia, al influjo de la novela rusa, y después aqui (donde el terreno estaba me­ jor preparado, porque no tenia el naturalismo sistemáti­ co antecedentes tan gloriosos). Recortada y sucinta la descripción, entrelazado con la acción un problema de or­ den sicológico o una sátira acerba de las costumbres, en nombre de las creencias religiosas, o solamente de la mo­ ral privada, la novela hispánica ha vuelto a situarse en el terreno que señalara Alarcón en El Escándalo y El Ni­ ño de la Bola. No diré que no lleguemos a él enriqueci­ da de grandes conquistas en los dominios de la expe rimen-

0 iil tacion y de la verdad en el conocimiento de caracteres." En 1893, Francisco Villegas (por seudónimo Zeda) escribe en La Epoca del 7 de Agosto: "Hoy, el naturalis­ mo va de vencida; el idealismo vuelve otra vez a recobrar su perdido influjo, y el ansia de creer, de alzar la vis­ ta a superiores regiones, de apartarse de las miserias de la tierra, produce una reacción bien manifiesta en Francia con el afán con que se busca ahora las novelas de Lamar-

^°Pattison, Ibid., p. 146 ^Ibid., p* 146 34 tiñe, 7 en España con el interés con que se leen las na­ rraciones poéticas de otro tiempo.¿Sera este retroceso un desfallecimiento pasajero del ingenio literario fatigado de su trabajo naturalista? ¿Sera tal vez una definitiva reacción? Difícil sería contestar a estas preguntas.■ Otro factor importantísimo determina la agonía del movimiento naturalista y la vitalidad del nuevo esplri­ tualismo, no sólo en España, sino en toda Europa: el fra­ caso de la ciencia experimental 7 de la filosofía positi­ vista. ¿ finales del siglo XIX, el naturalismo pierde su base científica 7 comienza a dudar de sus seguridades ex- perimentalistas. Naturalmente, el escritor que abandona el campo de la materia se vuelve hacia lo espiritual. Gómez de Baquero sintetiza el espíritu dá. momento: "Hace algunos años -nos dice- no había mas que materia­ listas 7 ateos... Pero aquello pasó sin saber cómo ni cuando, acaso porque la ciencia no ha cumplido ciertas cosas que prometieron Descartes, Condorcet 7 Renán; la luz que parecía extinguida del ideal, ha vuelto a encen­ derse, 7 lo divino ha vuelto a revelarse... X todo el que no cree en esta muerte 7 resurrección del idealismo 7 ^ i-o del sentimiento religioso es cursi, ridiculo, adocenado.“

El vacío que deja el positivismo 7 la experimenta-

^^Eduardo Gómez de Baquero, Revista Critica Ae His­ toria 7 Literatura. 1896,p. 126 35 ción produce una fuerte oleada de neo-misticismo donde se mezclan anhelos religiosos e ideales de vida. El mismo Zo­ la -según Clarín- afirma que 9 63 indudable que en litera­ tura, como en otros órdenes, se nota cierta tendencia mís­ tica, y aunque el no la sigue y se aferra a su positivis­ mo pesimista, reconoce la importancia de esa expansión del espíritu moderno y la ve con interés y sin antipatía. Para algunos, este nuevo misticismo no es mas que solución de crisis y un acogerse a una tabla salvadora porque ésta es la única ayuda al alcance de la mano. Se teme un nuevo entre ciencia y religión. Otros -especialmente algunos de los que iban a formar la gene­ ración del 98-* Rodrigo Soriano, Federico Urrecha, José Coll y Vell, atacan encarnecidamente a novelistas de ten­ dencias espiritualistas, sobre todo a Galdós* Jacinto Benavente, por ejemplo, haciendo una criti­ ca de Gal dos, cree que éste se deja influir demasiado por los gustos y aficiones del público y que su afición hacia el misticismo se debe a tendencias de afuera y no a la convicción sincera del autor. No se ve el origen del misticismo moderno en la moda rusa sino en una vuelta para atras, a los viejos ideales y autores españoles* El encanto de las recientes producciones galdosianas reside no en el misticismo, sino en "una comprensión mas verda-

^^Leopoldo Alas, Palique. Madrid,^893,pp* 167-168* Ensayos y Revistas (Madrid: Manuel Fernandez y Lasant, lñ9«, pp. 278, 389, 395, *07, *16 56 dera, mas elevada (en el sentido artístico) del alma bu-

^ Ji Jl mana, de la sicología social•" Sin embargo, a pesar de todas las críticas, el es­ plritualismo nacido del fracaso de la ciencia 7 del in­ flujo de la novela rusa, domina la ultima década del si­ glo XIX. En sus últimos años sus manifestaciones se pre­ sentan en la novela novelesca introducida por Marcel Pré- vost, donde se trata de corregir la falta de acción a la que conduce la concepción naturalista "trozo de vida", 7 en la novela sicológica que se pone de moda en España por la popularización de las obras de Paul Bourget( 1852-1955)

7 del noruego Henrik Ibsen (182&-1906 ), 7 por el interés que despiertan la3 observaciones sicológicas del italia­ no Lombroso 7 de Max Nordau, quienes en sus obras El Genio

7 La Degeneración tratan el tema común del genio como si­ cosis. Esta novela sicológica presenta al hombre intelec­ tual 7 al sentimental separados del hombre físico. En el otro extremo de la balanza, reflejo del naturalismo 7 so­ bre todo de la reacción contra la corriente espiritualis­ ta, está la novela costumbrista de Vicente Blasco Ibañez con su punto culminante: Cañas y Barro.

Así llegamos al término del naturalismo 7 de las ma­ nifestaciones literarias que tuvieron sus horas de esplen-

^Pattison, Ibid., p. 65 37 dar en la segunda mitad del siglo XXX. El naturalismo tuvo unos 15 años de vida fecunda e independiente. Luego vivió oculto en el seno de otras co­ rrientes que aunque alejadas del fondo filosófico del na­ turalismo se alimentaban de las técnicas y descubrimien­ tos literarios de éste. La derrota de España por la armada de los Estados Unidos en las Antillas y la pérdida de Cuba y Filipinas postraron a la nación e hirieron mortalmente el espíritu nacional. Como reacción contra la serie de calamidades que a partir de 1898 suceden en España, la llamada Gene­ ración del 98 aparece representando este período. Escri­ tores jóvenes, entre los que figuran: Azorín, pío Baroja, Ramiro de Maeztu, Valle Inclan, Benavente, Unamuno y otros, sin tener conciencia de formar un grupo, escriben con idéntica simpatía y desengaño, sobre la postración de Es­ paña. Componen su literatura con un propósito distinto del que había alimentado cualquier otra corriente litera­ ria naturalista o espiritual, liberal o tradicional. Es­ criben con la finalidad de europeizar a España y redimir­ la de 3u postración moral y del descrédito internacional. Con la Generación del 98 la literatura española en­ tra de lleno en el ciclo contemporáneo e inicia la serie de movimientos que caracteriza al siglo XX. 38 Corrientes Ideológicas: Valbuena Prat tratando de echar una mirada de sín­ tesis al siglo XIX afirma que "es muy difícil reducir a unidad el mundo diverso del romanticismo y de las polé­ micas, de absolutistas y liberales, de guerras civiles y de la oposición entre tradición hasta lo ultramontano y renovación hasta lo revolucionario, lo disolvente y lo caótico. Be un lado discurre el sector filosófico krau- sista renovando, pero también confundiendo y desviando; de otro, el sector tradicionalista no sabe unir siempre ortodoxia y comprensión: espíritu nuevo dentro de los va­ lores inconmovibles del pasado y la creencia."^ Sin embargo, a pesar de la visión caótica pero rea­ lista que del siglo XIX nos hace el historiador español, podemos analizar en la ideología motriz de este siglo dos corrientes de pensamiento bien definidas que dominan la filosofía, el arte, la sociedad de la época: el idealis­ mo germánico hegeliano y el positivismo.

£1 período neo-clésico, en cierto sentido, preparó el camino para estas dos manifestaciones filosóficas con­ tradictorias. La oposición entre razón e imaginación fue aceptada por los románticos en contra de los neo-clasicos. Donde los neo-clasicos pusieron olvido y desconfianza,

^Angel Valbuena Prat, Historia de la Literatura Es­ pañola (Barcelona: G. Gili, 19fcq;-Vol. lll, p . 3 ^ 39 los románticos colocaron primacía* Así, si el siglo XVIII neo-clásico fue el siglo de la razón, el XIX, romántico, fue el de la imaginación. Imaginación divorciada del pen­ samiento 7 asociada a lo emocional. Pero la imaginación aunque fue creadora 7 capaz de proporcionarnos unidad ar­ tística, no pudo darnos realidad. Por esta deficiencia, el siglo XIX pasa de un extremo al otro: de lo ficticio a lo real 7 aun a lo naturalista. Del romanticismo nació una metafísica. Se creó la convicción de que cualquier visión del mundo hablaba más de un estado mental que de un contenido real del mundo. Es decir, la metafísica se hacía no de la observación del mundo sino más bien de la pro7 ección en el mundo de los contenidos mentales. Esta idea revolucionaba la filoso­ fía. Se trataba de una nueva actitud, aunque de orígenes antiguos, que ponía en duda o negaba la relación del 70 con la facultad cognoscitiva. No se negaba nuestra capa­ cidad de conooer, como lo habían hecho los antiguos gnós­ ticos, pero se rechazaba que era posible saber lo que co^ nocíamos. Se hacía una división entre el 70 cognoscitivo

7 el 70 total. No se desconocía en aquel su capacidad cognoscitiva, pero se le negaba a este su relación in­ trínseca con aquel. En esta concepción metafísica no hay manera de saber el contenido del acto cognoscitivo. El yo se escinde sin encontrar un sistema que ofrezca comuni­ cación de sus partes.

Pero, ¿qué es el 70 ? ¿Como puede definírselo?¿Como 4 0 podemos tener evidencia de su existencia? Morse Peckham nos responde a estas preguntas: “Since the basic human desire was for structure, for order, or to put in other terms, for meaning and the sense of valué, the essence of the Self was precisaly that deaire.11 Todo proviene, pues, en esta metafísica, de la natu­ raleza y estructura de la conciencia, he ella emana el de­ seo de renacimiento y descubrimiento, y todos los valores personales de identidad, sentido, orden, valor,etc.

El Positivismo:

Esta palabra fue incluida en el lenguaje filosófico y científico por Augusto Comte (1798-1857)» para designar el movimiento intelectual que había iniciado. r Se vio siempre, en el positivismo, dos aspectos di­ versos: el método y el sistema. El método indicó a la fi­ losofía y a las ciencias nuevos fines y les demostró el camino para conseguirlos. El sistema encerró un conjunto de afirmaciones sobre el objeto de la ciencia. Cuando Comte lanzó su movimiento, el ambiente se encontraba saturado de ideas materialistas y empiristas. El mundo científico se hallaba en plena efervescencia,

^^Morse Peckham, Romanticism. the Culture of the XLX Century (New York: George Braziiler,l9b5;, P*l8

^"Positivismo** .Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo Americana (ESPASAJ , 1921, Xlvjl "" 41 recargado de un ambiente intelectual que descubría nue­ vos tesoros en las ciencias físico-matemáticas y en los terrenos hist¿ricos. El positivismo» como corriente filosófica, tuvo aco­ gida clamorosa y se puso pronto de moda en toda Europa. En Inglaterra, Stuart Mili (1806-1873) sistematiza la ló­ gica positivista y recorre el camino trazado por Comte. Darwin y los científicos evolucionistas de la época aco­ gieron muchas de las sugerencias positivistas, pero es Herbert Spencer (1820-1903) el pensador más vigoroso del positivismo. Influyó extraordinariamente con su evolucio­ nismo y agnosticismo en los problemas históricos, etnoló­ gicos y teológicos. En Francia, Littré, el autor del Diccionario de la Lengua Francesa y el famoso Hipólito Taine tuvieron gran­ des éxitos positivistas. Claudio Bernard (1815-1878) fi­ siólogo y metafísico, fue un positivista convencido. A su lado citemos a Renán cuyo positivismo tuvo grandes reper- cuciones en su obra histérico-religiosa. En Alemania el positivismo fue más trascendentalis­ ta. Seguidores, al menos temporales» de Comte fueron Lan- ge, autor de la Historia del Materialismo, Dilthey y el sicólogo Guillermo Wundt, entre otros. En Italia, el positivismo como propaganda antirreli­ giosa fue muy activo desde 1870. Hacen grandes aportes a la sicología las famosas teorías criminalistas de Lombroso 42

7 Perri, basadas en las conexiones que, a su entender, existen entre la fisiología 7 los actos humanos. Oigamos al mismo Comte explicar el significado de la expresión "filosofía positiva": "Considerando-dice- en su conjunto esta sumaria apreciación del espíritu funda­ mental del positivismo, es preciso convenir en que los caracteres esenciales de la nueva filosofía se resumen espontáneamente en la calificación que le he dado desde su nacimiento..."positivo" es inseparable de "relativo", de "orgánico", de "preciso", de "cierto", de "real".^ El positivismo elimina cualquier inquisición sobre el absoluto para contentarse con lo real, con lo que es apreciable por nuestros sentidos. Prescinde de todo lo indeterminado 7 vago al adoptar el método de las cien­ cias matemáticas 7 es fenomenológico al sistematizar lo orgánico 7 hacer de la demostración la única le7 invaria­ ble de todo procedimiento cognoscitivo hacia el progreso científico. Comte repite que el positivismo "no es otra cosa que el sentido común generalizado 7 sistematizado". Nos dice que en adelante es necesario adoptar, como úni­ co principio absoluto, que todo es relativo. Niega que nuestra capacidad cognoscitiva se extienda más allá de los hechos apreciables por nuestro organismo. La natura-

48 Augusto Comte, Coura de Philosophie Positivo,5a. ed., (Paria: Schleicher ±'reres,iy;yj, Vol. Í.,pp.l-6>5 *5 leza intima de los seres o el modo con que éstos producen sus fenómenos se encuentran fuera de los limites de nues- 49 tro conocimiento"• * Al limitar la investigación a los datos de la ex­ periencia material Inmediatat el positivismo hermana sus premisas con las del agnosticismo de Huxley (1869)* Por eso el filósofo francés Fouillée define el positivismo como "un kantismo sin critica del conocimiento*" Sin embargo, la posición positivista, limitada úni­ camente al hecho concreto y al fenómeno ut sic, y sin apertura hacia el mundo de las esencias y de las causas mediatas o últimas no hacen del positivismo una posición necesariamente atea* Así lo entienden y explican los re­ presentantes del movimiento* Littrée nos dice que el ateo no es un espíritu emancipado, sino más bien un teólogo que tiene una explicación de las esencias de las cosas* Los que creen que la filosofía positiva niega o afirma algo sobre las causas primeras se engañan -afirma el fi­ lósofo francés-. Nada niega ni afirma, insiste, pues afir­ mar o negar sería declarar que se tiene algún conocimien­ to del origen y fin de los seres." Roger expresa así la diferencia del punto de vista ateo y del positivismo: "El positivista no dice que nada

**^Comte, Ibid., p*63 44 hay bajo las apariencias fenomenales, sino que si algo existe es imposible conocerlo; únicamente se niega en virtud de las leyes lógicas del pensar. Negar su exis­ tencia es un ilogismo; en cambio el ateo y el fenomenis- ta niegan su existencia y su posibilidad.11 Con relación a las ciencias, el positivismo está alimentado de un espíritu sistemático que combate el con­ cepto de causa sustituyéndolo con el de ley y relación. Explica que el hecho en sí no tiene carácter científico sino únicamente cuando ha sido unlversalizado y elevado a principio general o ley, por medio de la hipótesis. En esto consiste la relatividad positivista: en la relación de los hechos. Para Comte, el objeto de la ciencia no es el "conocimiento de las causas", como lo fue para Aris­ tóteles,^ sino el análisis exacto de las circunstancias en que se producen los fenómenos y la relación que estos ofrecen a base de sucesión y semejanza. El positivismo tiene también relación con la sico­ logía. Comte negó a la sicología su individualidad cien­ tífica e identificó de manera pragmática los fenómenos físicos y síquicos. Muchos de los seguidores de la es­ cuela positivista, como por ejemplo Du Bois, rechazaron la posición groseramente materialista de Comte como "ra-

^Aristotle, Works of Aristotle. Vol. VIII (Oxford: Clarendon Press, 1908-1952), p. 983a, 25 45 dicalmente imposible" • Spencer considerado el padre de la sicología moderna, presenta como único dato de los esta­ dos de conciencia I03 fenómenos nerviosos y las categorías de espacio y tiempo* Fouillée afirma un monismo que hay que explicarlo por evolución. Sostiene la hipótesis de que todo fenómeno encierra un estado mental para evitar que en­ tre los resultados de la evolución física se de cabida a la conciencia o sentimiento, como el llama a aquella* La evolución, para el filósofo francés, se lleva a cabo a ba­ se de un apetito muy similar al V/ille zum Lebe de Schopen- hauer* Wundt, a quien la sicología racional debe muchos de sus avances filosóficos, rechaza los conceptos espiri­ tualistas y sustituye estos dando unidad inmediata a los estados particulares de la conciencia individual a base de un "alma empírica"que consiste en una voluntad pura o pura apercepción* En conexión intrínseca con la sicología y metafísi­ ca del positivismo esta su moral* Es esta una moral que sólo sigue las leyes del interés individual o social, o a veces trata de conciliar al individuo y a la sociedad. En el fondo, el positivismo se contradice, pues salta por encima de sus principios fenomenológicos de puro dato o hecho. Consecuencias practicas de la ética primitiva son el inmoralismo y el amoralismo. Guyau, discípulo de Gouil- lée escribe Esquióse d*une inórale sana obligation ni sanc- tion, cuyo principio básico es el desarrollo de la vida 46

en todas direcciones. 51

El Idealismo:

A comienzos del siglo XIX, el 1805, Jorge Guiller­ mo Federico Hegel (1770-1819), publica La Fenomenología del Espíritu que va a robustecer las corrientes idealistas que habían aparecido en Europa. Hegel para su estudio se apoya , '52 en Schelling, como este en Fichte y el ultimo en Kant. La orientación idealista de Hegel, que data de sus años universitarios, comienza a presentar una orientación definitiva quizá a partir de 1801, cuando la coincidencia ideológica con Schelling se debilita. Hegel entonces co­ mienza a manifestarse monista, pues considera el espíritu 55 como absoluto. ^ El sistema de Hegel es el idealismo absoluto. Este no es trascendente a la realidad sino inmanente. La natu­ raleza y el espíritu son modos sucesivos de lo absoluto y no producto del mismo. Las cosas no proceden de lo abso­ luto sino que son lo absoluto. El conocimiento de las ideas

^■Jean Marie Guyap, The Non-HeliKion of the Future. New York 1962.(Traducción de la obra original;.

&B. idealismo de Hegel, como filosofía opuesta al realismo, no fue upa verdadera novedad en Europa. Dentro de esta denominación general t e m a cabida el idealismo mi­ tigado de Platón y el subjetivismo de Kant.

53nIdealismo", Enciclopedia ESPASA, 1921, t. XXVII. y de la naturaleza nos lleva a la verdad, pues ellas mis­ mas son en sí verdad parcial, inmediata, indeterminada* "El fin de toda verdadera ciencia -dice Hegel- consiste en que el espíritu se encuentra a si mismo en todo lo que llena el cielo y la tierra..• Lo mismo que Adán dice a Eva que es la carne de su carne, la razón que el espíri­ tu debe buscar en el mundo no es mas que su propia razón,” pues en realidad el problema fundamental es el conocimien­ to pleno del espíritu. En cuanto al problema del acto cog­ noscitivo, juntamente con Eries, Hegel piensa que es un seudoproblema. Según el, la indagación del conocimiento só­ lo puede efectuarse conociendo. For tanto, indagar la na­ turaleza y limites del instrumento cognoscitivo no es otra cosa que conocerlo de becho. Con respecto al proceso ló­ gico del conocimiento, es muy conocido su sistema de te­ sis, antítesis y síntesis. Toda posición (tesis), para Hegel es negación de su contrario. Es decir, todo concep­ to tiene su contrario en si mismo, y pasa de este modo por su negación al contrario. Pero toda negación (antí­ tesis) es también afirmación. El resultado de la negación de un concepto no es la nada sino otro concepto más po­ sitivo, más concreto que el primero. El nuevo concepto se encuentra por su naturaleza sujeto a la misma contra­ dicción, llamado por asi decirlo a su contrario y negán­ dose ambos en el seno de otro concepto y asi sucesivamen- 4 8 En principio, el idealismo propende a reducir la existencia al pensamiento, pero en forma moderada decla­ ra que el camino natural de la realidad es la conciencia del sujeto pensante* Se pronuncia el idealismo contra to­ das las tendencias materialistas y realistas. Para éstas, el olí jeto del conocimiento es el objeto mismo, su repre­ sentación concreta, el mundo exterior como tal, objeto de nuestras sensaciones y causa de ellas. Para el idealismo, el objeto del acto cognoscitivo es algo trascencente y distinto del sujeto. Cabe mencionar aquí que no todos los idealistas estén de acuerdo al hablar del mundo exterior. Hay quienes lo reducen a nuestras propias representacio­ nes. La tendencia mas moderada afirma que el conocimiento del mundo exterior es mediato o producto de una inferencia demo str ativa. Como hemos indicado en forma suscinta, la tendencia idealista, desarrollada por Hegel y sus seguidores se en­ raiza muy profundamente en el pasado y produce consecuen* cias muy perdurables. Históricamente, las principales ma­ nifestaciones del idealismo a partir de la filosofía de Platón son el Ultrarealismo, conocido también como idea­ lismo medieval, el Cartesianismo y el Leibnlzianismo que ocuparon piarte de los siglos XVII y XVIII. El idealismo inglés que termina con Stuart Mili, el de Kant con todas sus ramificaciones, y el idealismo hegeliano que ocupa, sobre todo, la segunda mitad del siglo XIX. 49 Este idealismo de fin de siglo se confunde y evo­ luciona en un monismo espiritualista que, en literatura, como hemos visto, nos llega de Europa a través de la obra novelística de Turgenev, Tolstoy y Dostoyevsky. Surge el esplritualismo espontáneamente a causa del desprestigio de las escuelas materialistas que presentan una metafísica abstracta y complicada, y fuera también del alcance de la experiencia. Aunque el movimiento se presen­ ta a finales del siglo XIX se enraiza en la historia, so­ bre todo en las corrientes dinamistas que sostienen la existencia de la materia y reconocen,en todo principio de acción,carácteres del espíritu. Estas tendencias se hi­ cieron más evidentes en el campo de las ciencias desde Darwin. Con el científico evolucionista, el esplritualis­ mo se dirige hacia una evolución integral, cuya unidad ab­ soluta se encuentra en el ser o noumen de todas las cosas. Se salta asi del materialismo evolucionista y monista en desprestigio, a su contrario: el esplritualismo, igualmen­ te evolucionista y también monista.

El Krausismo:

La presencia de estas dos corrientes filosóficas contradictorias, el idealismo hegeliano y el positivis­ mo de la escuela de Comte, además de determinar los mo­ vimientos romántico, realista y naturalista, produce en España un sistema filosófico conocido con el nombre de 50

Panenteismo o "doctrina de todo en Dios, según la cual el mundo se concebía como conjunto de las manifestacio­ nes de la esencia divina en el tiempo y en el espacio. La naturaleza y el espíritu se unían en la Humanidad y la vida humana es una ascensión hacia la armonía que Dios re­ presenta, cuya meta se alcanza a través de la humanidad

f M UL racional y del espíritu científico.”"^ Si en la antigüedad el mundo sensible de los filó­ sofos empiristas griegos condujo al hombre hacia el poli­ teísmo y desencadenó la reacción del monoteísmo espiritua­ lista, en el siglo XIX el esplritualismo exagerado de la escuela alemana provoca una reacción contraria, protegida por el despertar del espíritu científico. Sin embargo, a medida que la ciencia avanza en sus descubrimientos, en­ cuentra la relatividad de sus teorías. £1 idealismo, por otro lado, comprueba -quizá con dolor- la falsedad de muchos de sus principios: encontró respuestas irrebati­ bles para muchas de sus preguntas en resultados de lar­ gas horas de laboratorio. Era necesario, pues, intentar hermanar los extremos. £1 mismo Hegel había sugerido el proceso al hacer de su método de investigación una cade­ na de afirmaciones y negaciones, de tesis, antítesis y síntesis. £1 despertar científico conduce al idealismo a comprender que "el hombre es una combinación de naturale-

5*1)91 BÍo, Ibid., Vol. II, p . 2 2 4 51 za y espíritu, y que la vida plena requiere la armonía de estos dos elementos esenciales."^ Esta relación entre Dios y el mundo presentada por el Panenteismo es una conclusión lógica del método dia­ léctico de Krause (1731-1832). El racionalismo armónico como se lia llamado a la corriente filosófica de este fi­ lósofo alemán aúne,o trata de hacerlo, el intufcioniamo de los filósofos de la fe con el criticismo de Kant. He- chaza de éste que la existencia de Dios, la inmortalidad del alma, la libertad humana y otros problemas de teodi­ cea y sicología racional, sean problemas sin más validez que la de simples postulados de acción moral y razón prác­ tica, y por tanto fuera del campo que investiga la razón pura. "El sistema de Krause es una modalidad de la filo­ sofía de lo absoluto o de la identidad de sujeto y objeto"^® Su sistema procede a base de análisis y síntesis. En su análisis parte de las causas segundas para llegar a la causa primera. En concreto, desde el yo, a través de la dualidad cuerpo-intelecto, llega a Dios. Afirma Krause que hay tres conocimientos ciertos: el del mundo exterior, el de los demás espíritus y el de nosotros mismos, y hace

^Juan López Morillas, El Krausismo Español (México: Fondo de Cultura Económica,195&)» P-^7 ^"Krause" y "Krausismo", Enciclopedia ESFASA,1921, 52 de este último la base de todo saber. El problema cog­ noscitivo que en Krause se sintetiza en la respuesta a la pregunta ¿Cómo lograr atribuirnos un conocimiento auténtico de las cosas?, es para el autor alemán comien­ zo de toda filosofía* Por esto le interesa probar la po­ sibilidad de conocer y la validez de tal conocimiento, dejando al campo de la sicología la aplicación del ori­ gen del acto cognoscitivo. La parte sintáctica de la obra de Krause trata so­ bre el Ser Absoluto. Empieza la investigación en direc­ ción opuesta a la de su análisis. Es decir, desde Dios desciende basta el yo* Las esencias finitas no son otra cosa que contenido de la esencia suprema o Dios. Para Krause esta relación entre Dios y el mundo que él llama "Todo en Dios", resuelve la oposición histórica entre pan­ teísmo y deísmo. "El mundo no está fuera de Dios -dice- ni tampoco e3 Dio3 mismo, sino que es en Dios y mediante

Dios."57 La filosofía de Krause tuvo en sus comienzos muy poca aceptación en Alemania. Prácticamente fue poco menos que olvidada durante la vida de su autor. La razón princi­ pal de esta prescindencia fue quizá la coincidencia cro­ nológica con el sistema de Hegel, más fuerte en orienta-

57LÓpez Morillas, Ibid., p.39 55 ción y contenido- En opinión de algunos ^contribuye a la falta de difusión el lenguaje arbitrario y enigmático de Krause que dificulta la delincación de los rasgos fun­ damentales de su sistema- Posteriormente a la muerte de Krause, algunos pro­ fesores universitarios, entre ellos Ahrens, el mayor di­ vulgador del krausismo, Leonhardi, Lindermann en Alemania; Duprat, Bouch.itté en Francia; Tiberglión G., Altemeyer en Bélgica; Sanz del Rio, Nicolás Salmerón, Fernando de Cas­ tro en España, tratan de renovar el krausismo y publican muchas de las obras postumas del filósofo alemán, aunque en realidad el éxito de su empresa fue muy efímero y de poca consistencia. En España, sin embargo, el movimiento krausista ad­ quiere proporciones poco comunes y su influencia desbor­ da los limites académicos para influir en la misma vida política del país. A esta actitud nacionalista y progre­ sista de los continuadores de Krause en Europa, en España se añade un espíritu cultural científico que modifica lo puramente filosófico del sistema de Krause- El krausismo se presentó en España como un movimien­ to de renovación cultural, con un fondo liberal contrario

^ Angel del Río llama a la filosofía de Sanz del Río "abetrusa metafísica, de lectura poco recomendable por lo abstracto de las ideas y la falta de toda gracia en el es­ tilo- " Ibid., II, p. 224 54 al pensamiento tradicional y católico del país. Lo inicio Julián Sana del Río (1814-1869), mientras fue catedrático de la Universidad de Madrid, a su regreso de Alemania. Sana del Rio, a juicio de Menéndez Pe layo, "poseía especial y diabólico arte de fascinar a la juventud."^ Esta es una de las razones del triunfo del krausismo en España* Con la participación de este movimiento se ren­ día homenaje al catedrático que sabia cautivar, fascinar, persuadir y adoctrinar, más que a la misma doctrina. La filosofía de Krause y la síntesis de los pensamientos de Sanz del Rio los expuso el maestro español en su libro: Análisis del pensamiento racional o ideal de la humanidad para la vida. Pero no fue esta proclamación del sistema lo que dió vigor al movimiento. Al contrario, el triunfo del krausismo en España se debe a la prescindencia de las elu­ cubraciones metafísicas y epistemológicas del movimiento y al énfasis en la aplicación práctica y ética de las ideas krausistas. Los resultados culturales que el krausismo prometió y obtuvo para la vida intelectual y educativa del país difundieron el movimiento y lo popularizaron entre grupos intelectualmente descontentos e insatisfechos con la mediocridad cultural de España. Sin embargo, a pesar de que en la corriente española

^Marcelino Menéndez y Pe^ayo, Historia de los Hete­ rodoxos EspañolesCMadrid; V. Suarez, 1 9 1 1 - 1 9 ,Vol. VI,p.366 55 se prescindía del bloque teorético y ortológico del ]crau- sismo, las implicaciones del sistema aleman formaron el núcleo y la atmósfera del movimiento iniciado por Sanz del Rio. A las aportaciones de sabor nacional que el maes­ tro español supo dar al movimiento se juntó un gran sen­ tido místico y moral traído en aquel momento desde el ex­ tranjero, pero que coincidía con el patrimonio religioso y ético de épocas españolas de austeridad. Inició Sanz del Río su proselitismo con un éxito inesperado. Profesores y estudiantes universitarios acep­ taron su doctrina. Quienes venían a sus filas buscaban conclusiones definitivas para las reformas políticas, so­ ciales o religiosas del país, pues comprendían que la su­ perficialidad de la vida española nacía de pobreza inte­ lectual y de la ausencia de ideas nuevas. Ellos querían el cambio, la rectificación e innovación. Sobre todo el grupo de jóvenes recientemente egresados de la universi­ dad tenía impaciencia por acelerar el proceso de trans­ formación nacional. Se trazó el plan ejecutivo. El libro de Krause Urbild der Menschheit produjo la adaptación de Sanz del Río Ideal de la Humanidad para la Vida, donde se trata cómo deben ordenarse las relaciones humanas, las tenden­ cias y direcciones que la humanidad involucra en sí, pa­ ra que corresponda a su naturaleza y al cumplimiento de su destino. Se elogia la moral krausista y lo humano del 56 movimiento alemán y se tusca la síntesis de la razón y la dignidad humana ya que "no vivir en armonía con un cri­ terio racional es resignarse a una humilde y voluntaria servidumbre moral» a algo incompatible con un ser en quien el creador ha depositado la semilla de una potestad ilimi­ tada."60 Se concentra» pues, el movimiento del catedrático español en la zona de lo inminentemente humano» de la pro­ blemática moral, del carácter y necesidades del pueblo español. En este racionalismo armónico juegan gran papel los "presentimientos", "anhelos Intimos", "inclinaciones del espíritu". Sanz del Río al hablar del mundo mejor ha­ cia el que marcha la humanidad,nos dice: "nosotros... no vemos esto con nuestros ojos» pero lo sentimos más cerca» en nuestro corazón y en la confianza que la sola idea de * 61 esta plenitud última da a nuestra obra presente." Y precisamente porque la filosofía de Krause y la adaptación filosófica de Sanz del Río no son otra cosa que una variación del idealismo y el esplritualismo, y presentan argumentos basados en intuiciones y presenti­ mientos, el krausismo encontró un terrible adversario en el positivismo, para quien toda escuela filosófica es re-

60Julián Sanz del Río, Idel de la Humanidad, Madrid 1871» PP- xii-xiv.

6 lIbid., p. 18 57 trógrada, pues el éxito de las ciencias experimentales que el positivismo promulgaba, había terminado ya con to­ da metafísica y abría las verdaderas soluciones del porve­ nir. Sanz del Río establece la índole de esta educación humanista y moral en la serie de 25 preceptos que lleva el título de Mandamientos de la Humanidad, y concretizan la doctrina krausista. Ellos son síntesis de "la ley de la razón, ordenadora del caos, disipadora de las tinieblas del 62 error, fuente y objeto de todo conocimiento." Pero hemos dicho ya que en España el krausismo per­ dió su fisonomía teorética y se convirtió en movimiento de acción. Quizá se trató únicamente de un cambio de én­ fasis, pues la de Krause esencialmente es una filosofía de acción, si bien en Alemania no produjo sus efectos por las causas que hemos señalado antes. El impulso español orien­ tó al krausismo hacia la educación e hizo de él un movi­ miento poderoso en un medio de insatisfacción y superfi­ cialidad. Quien enderezó vigorosamente el krausismo hacia el campo de la pedagogía fue Ron Francisco Giner de los Ríos (1859-1915) * fundador de la Institución Libre de Enseñanza, centro de educación, independiente de la Iglesia y el Estado. Giner de los Ríos tenía un concepto humanista de la

^^LÓpez Morillas, Ibid.. p.84 58 educación. Se trataba de formar al hombre integral para la vida. Los fines de la Institución Libre de Enseñanza, como lo dice su prospecto, eran "educar a sus alumnos, sembrar en la juventud, con la más absoluta libertad, la más austera reserva en la elaboración de sus normas de vida y el respeto más religioso para cuantas sinceras convicciones consagra la historia 7 preparar a los alum­ nos para ser científicos, literatos, abogados, médicos, ingenieros, industriales, etc., pero sobre todo eso 7 an­ tes que todo eso, Hombres, personas capaces de concebir un ideal, de gobernar con sustantividad su propia vida 7 de producirla mediante el armonioso consorcio de todas sus facultades". O sea, como resume Angel del RÍo:"edu­ cación armónica, desarrollo de la personalidad que com­ binase el cultivo de la sensibilidad 7 del genio artís­ tico, la preparación técnica, la elevación espiritual 7 un sentido austero, moral, de la vida, que algunos krau- sistas con Giner a la cabeza, llevaron hasta el extrema"^ Es decir, se fundamenta la educación teniendo en cuenta la noción alemana de ciencia o Wissenchaft que estructura 7 aúna todo el saber humano: no sólo las ciencias exactas 7 naturales sino también la medicina, la filosofía, la teología, la literatura, la historia,

65bel Río, Ibid.. Vol. II, p.225 59 el derecho y la política. El ensayo de Giner de los Ríos, t t 64 Condiciones del Espíritu Científico nos indica los prin­ cipios que dirigen la investigación científica y clarifica la noción de ciencia en la concepción krausista. Junto a este nuevo concepto de ciencia, hay otro con­ cepto que estructura la labor pedagógica en otro sentido del que hasta entonces había existido en España. Este es el concepto de la educación laica. Es decir, la enseñanza independiente tanto de la Iglesia como del Estado. Hablan­ do de las universidades alemanas, Sanz del Río escribe en 1844, "con tal que sea verdaderamente ciencia lo que en ella se enseña, ni el Estado ni la Iglesia tienen acción ni in­ tervención legítima en ella..., precisamente esta libertad es el producto de la vida y prosperidad en que se halla en

' 65 Alemania esta institución." y El concepto de educación laica fue parte vital del krausismo español, y fue defendido por casi todos los dis­ cípulos de Sanz del Río. Giner de los Ríos, como hemos dicho, fundó una institución donde pone en practica la libre enseñanza; Azcárate manifiesta que toda institución r , ge sin dirección propia incapacita su acción y eficiencia.

^"Francisco Giner de los R^os, "Condiciones del Espí­ ritu Científico", Estudios Filosóficos y Religiosos. Madrid 1876, pp. 1-24 ^Sanz del Río, "Cartas Inéditas", Revista Europea. 15.111*1874, p. 69

66 * Gumersindo Azcarate, Minuta de un Testamento. Madrid 1876 , p. 65 60

Salmerón afirma que la educación no es otra cosa que la profesión e indagación de la verdad y como esta es fin social, sólo se debe buscar apoyo y ofrecer dependencia a la sociedad y no al Estado• La educación independiente de la Iglesia y del Es­ tado promovía la renovación de España sobre bases laicas y liberales .Se volvía en cierto sentido, a lo que el en­ ciclopedismo francés había defendido en el campo políti­ co, en el siglo XVXII. Los partidos tradicionalistas y católicos se dieron cuenta de que el krausismo represen­ taba la ruptura de un ideal y sentimiento arraigados en la historia de España y combatieron fieramente a represen­ tantes del movimiento y sus obras. La revolución de Sep­ tiembre, sin embargo, proclamó la derrota oficial de lo tradicional e incorporó en la enseñanza los principios de libertad y de inviolabilidad del magisterio. Mas tar­ de, la Restauración expulsará de las aulas docentes la pedagogía krausista pero no podrá destruir completamente este antecedente de reforma liberal. El pensamiento laico y liberal del krausismo quiso también modificar el aspecto religioso español. Si bien es cierto que en sus líneas de proyección el krausismo presenta, en España, una tendencia de reacción contra Fran­ cia, en lo religioso, los krausistas son entusiastas se­ guidores de las ideas de Montalambert, el más elocuente orador del catolicismo liberal. 61

El conde Charles de Montalambert había defendido en el Congreso de Malinas la libertad de cultos y atacado la pretenden de la Iglesia Católica de ser reconocida por el Estado con exclusión de toda otra profesión reli­ giosa, Se basaba para ello en la fórmula de Guizot sobre la libertad de cultos: "El principio de la libertad reli­ giosa consiste exclusivamente en admitir el derecho de la conciencia humana a no ser gobernada en sus relaciones con Dios por decretos y castigos humanos,"^y de allí concluía que el Estado no podía intervenir en asuntos religiosos como tampoco la Iglesia podía demandar de aquel protección contra la disidencia o el error. La libertad de cultos que proponía el orador francés era una libertad total,sin preferencias de confesiones religiosas, sin ataques a la minoría desidente, con respeto para el error. En España el problema de las relaciones jurisdiccio­ nales entre la Iglesia y el Poder Civil se remontaba no sólo a tiempos de los Reyes Católicos y la Inquisición, sino aun a la misma época de la Reconquista. Pero en el siglo 3CTY el problema había enderezado su curso en otra dirección. Se confundía a la religión con sus representan­ tes. 7 eran estos quienes habían saltado los límites de

67Lopez Morillas, Ibid.. p. 149 62

la religión para ejercer su poder desde el canpo de lo secular. Fue el clero el que desató la crasis antirreligio­ sa del siglo XIX. Crisis que se profundizó más hondamente cuando el Concilio Vaticano I terminó con las ilusiones de quienes creían posible una aceptación por parte de la Cu­ ria Romana de algunos principios de libertad. La defini­ ción del dogma de la Infalibilidad Pontificia separó en forma definitiva al grupo de intelectuales españoles. Unos se sometieron a Roma, otros -entre ellos la mayoría de los krausistas- se alejaron de ella definitivamente para

acogerse a un11 cristianismo racional” que reconoce la nece­ sidad de la intercomunicación entre Dios y el hombre, pero no acepta elementos de revelación o dogmáticos. El liberalismo krausista manifestado en religión y educación, tuvo parte muy activa en la política del país. 68 # Como lo expresa Mac Cauley el liberalismo político es un postulado necesario de la doctrina de Krause, ya que al mantener que no hay más autoridad que la de la razón, el krausismo subraya que el libre ejercicio de esta es imposible bajo un régimen político fundado en el cesaris- mo o la arbitrariedad. El krausista no abraza el libera­ lismo por simple preferencia o capricho, sino que necesa­ riamente tiene que ser liberal si quiere mantenerse fiel

68 Clay Mac Cauley, K .Oh.F.Krause, Heroic Pioneer for Thought and Life, (Berkeley: Iche Universitv of California » e S s r n ® 5 7 pp. 12-15 63 al espíritu de la doctrina que profesa* Este liberalismo político llevó a los miembros del movimiento krausista a inclinarse por un gobierno republi­ cano porque veía en el la protección de los derechos in­ dividuales al mismo tiempo que prometía estabilidad pa­ ra la situación caótica de la España de finales del si­ glo XIX* Los krausistas comprendieron que romper con la monarquía significaba destruir una tradición de fuerte raigambre nacional, pero a esta objeción oponían ellos la irresponsabilidad, falta de flexibilidad y de equili­ brio social inherentes a tan gobierno basado en el poder personal del rey. La república representaba para el li­ beralismo krausista un sistema de respeto individual y de equilibrio social. El golpe de estado del 29 de diciembre de 1874 pu­ so fin a las aspiraciones políticas del krausismo. El re­ torno de los Borbones al trono de España define, de mo­ mento, la situación de confusión social y política a que había dado origen la revolución de septiembre.cáno­ vas y su programa de “orden, paz y trabajo” ofrece al pueblo español un caudal de ilusiones que vuelve a vi­ gorizar temporalmente los ánimos de dos décadas de de­ sesperanza. La República y con ella la actividad krau­ sista, pasó a significar un acto de insensatez política. Desde el comienzo de la Restauración, el krausis­ mo se convierte en el objeto predilecto del ataque na­ cional. Contra él se lanza invectivas, ironías y sar- 64 casmo. Se castiga su idealismo con las más crueles mofas del ridiculo. Se recurre a la fuerza para sojuzgar la li­ bre expresión de pensamiento que, en opinión del neo-cato­ licismo triunfante, atentaba la puridad y vitalidad de la Iglesia, el Estado y la Sociedad. Se reprime a los inte­ lectuales considerados hostiles a la nueva situación po­ lítica y se separa de la Universidad Central a profesores que, en defensa de la libertad de enseñanza, se niegan a acatar decretos reales que les obligan a prestar juramen­ to de fidelidad a la Iglesia y al Estado, y a someter a la autoridad competente sus planes de estudio y libros de texto.^ La campaña anti-krausista, al rebasar los limites de la mera controversia y reclamar del Poder Publico la eliminación del movimiento liberal, terminó con el krau­ sismo. Muchos de los miembros del movimiento desertaron de sus filas para buscar seguridad en la nueva adminis­ tración del país. Otros, más consecuentes con sus prin­ cipios, se alejaron de la vida pública para terminar sus días en el aislamiento. Pero es indiscutible que el krausismo, a pesar de su desintegración final, creó una corriente de vitalidad capaz de dominar al país por un cuarto de siglo. Fue no sólo una ideología que abría fronteras en filosofía, polí-

^Decretos del 22 de Enero de 186? y del 25 de Febre­ ro de 1875 65

tica, religión y educación sino, como concluye López Morillas, un verdadero "estilo de vida", "una cierta ma­ nera de preocuparse por la vida y de ocuparse de ella, de pensarla y de vivirla, sirviéndose de la razón como de brújula para explorar segura y sistemáticamente el ámbi­ to entero de lo creado. Que entre Sanz del Rio y Fernando de Castro o entre Salmerón y Giner, se echaran de ver orientaciones diferentes esta fuera de duda. Pero también lo esta el hecho de que estos hombres y sus compañeros de aventura intelectual comparten una misma confianza en la razón como norma de vida y manifiestan idéntica predilec­ ción por ciertos temas del repertorio espiritual del si­ glo de las luces. Todos ellos creen en la perfectibili­ dad del hombre, en el progreso de la sociedad, en la be­ lleza esencial de la vida. Todos ellos trabajan con ar­ dor en pro de un mundo mejor* O como lo dice Azorín: Todos los ^ombres que figuran en este grupo y en este ^periodo se distinguen por un anhelo, po£ un afan sincero de saber, de conocer; a su afan y ansia de saber y explorar las regiones del pensamiento unen una rectitud, una probidad, una sinceridad, que puedan ser considerados co- 1119 fundamentales, como típicos, en la época his­ tórica en que tal movimiento intelectual se de­ senvuelve. 71

^Ibid., p .212

^Azorín, Obras Completas,II(Madrid: A^uilar, 19^7)• p.811 CAPITULO II

CLARIN: TRADICION Y ORIGINALIDAD

Formación ideológica y literaria:

Este es el período histórico, ideológico y literario que le toca vivir a Leopoldo Alas,"Clarín11. Nace en Zamora el 23 de Abril de 1832. Parte de su primera educación la recibe en el colegio de San Narcos, dirigido por Jesuítas, donde a los siete años gana un tro­ feo literario. En esta educación "acaso tiene sus raíces el sentimiento religioso y el principio de gran discipli­ na moral que constituye las bases de su carácter. Dos prin­ cipios que en su juventud, y en lucha enconada con las co­ rrientes filosóficas del siglo, determinaron su equilibrio espiritual, la línea recta de su conducta y acaso la razón oculta de lo mas profundo y exquisito de su labor de es­ critor."^ En el verano de 1839 vuelve la familia Alas a y Clarín comienza a ser asturiano. Guimaran sera desde en­ tonces el lugar predilecto de los veranos de Leopoldo niño y adolescente. Allí "vivió siglos en pocos días,mundos en

^■Juan Antonio Cabezas, Clarín, el Provinciano Univer­ sal (Madrid:Espasa-Calpe,19o2;, p.2$ 66 6?

breve espacio, con un alna nueva, un cuerpo puro 7 una cu­

riosidad carnal todavía no .1,2 Allí absorbió la fecunda eclosión de la naturaleza, de su realidad, de su panteismo, de sus formas puras. Allí completó su primera

educación humanística 7 dió vuelo libre a la imaginación. El campo, el mar Cantábrico, la realidad concreta que le

rodeaba 7 la pequeña biblioteca familiar fueron sus ami­

gos de infancia 7 primera juventud.

En I863 ingresa a los estudios preparatorios de la

universidad de Oviedo 7 hace los amigos de su vida:Aman­ do Palacio Val des, Tomás Tuero, PÍo Rubín, que en aquel entonces forman la pandilla teatral de Clarín. Con ellos representa Leopoldo sus obras dramáticas de adolescencia:

El Sitio de Zamora 7 Una Comedia por un Real. De 1864 a 1869 Clarín cursa sus años de instituto. El 30 de septiembre de 1869, cuando Leopoldo vuelve de Guimarán para iniciar su último año de Bachillerato, se encuentra con la revolución que precipita la caída de los

Borbones 7 pondrá en el poder, en 1873» la primera repú­ blica 7 más tarde la dictadura de Pavía. El ambiente está caldeado con conceptos de Revolución Francesa. Por toda España los ”slogans" son los mismos: Libertad, Igualdad, Fraternidad, Soberanía Nacional. Clarín comienza a ser re­ publicano. Al finalizar el año escolar, Clarín tiene 17

2 Ibid., p. 34 6 8

años y termina su educación secundaria. Asi lo atestigua

la universidad de Oviedo: "El día 8 de mayo de 1869, reci­ bió grado de Bachiller en artes, con la calificación de sobresaliente, Leopoldo Alas Ureña. Recogió el título."^ En octubre del mismo año comienza Clarin sus estu­ dios en la Facultad de Derecho y gracias a la promulga­

ción de la libre enseñanza, en Junio de 1871 obtiene el grado de Licenciado en Derecho Civil y Canónico. Comien­ za, entonces, Clarín a dar sus primeros pasos en el pe­ riodismo con la publicación de Juan Ruiz. periódico ma­ nuscrito. Este mismo año va Leopoldo Alas a Madrid a doctorar­ se, "a hacerse filósofo y literato de oficio y a contem­ plar y admirar a todas las lumbreras de la ciencia del arte que, en su sentir, pululaban por la capital de las Españas."^ Allí le espera el resto de la pandilla de los de Oviedo, la tertulia de la cervecería La Inglesa, y lo más importante en la formación de escritor, le espera la universidad y las conferencias de Alfredo Adolfo Camus y Nicolás Salmerón.En la universidad se inició Clarín en la doctrina krausista y comenzó a librar la terrible batalla

3Ibid.. p.47

4Ibid., p .59 69 interior que ocupará más de dos décadas de su vida* Allí comenzó a participar del entusiasmo intelectual que pro­ vocaba en la juventud las novelas de Emilio Zola. En este Madrid turbulento que en pocos años hace virajes políti­ cos desde la extrema derecha al liberalismo, Alas evolu­ ciona también desde un tradicionalismo religioso al libe­ ralismo laico de la época* En 1875 inicia Alas su carrera profesional de perio^ dista. El 2 de octubre firma por primera vez con el seudó­ nimo de "Clarín" en El Solfeo (bromazo diario para músi­ cos y danzantes), publicado por Sánchez Pérez. Y en este periódico comienza la serie de artículos que en 1881 for­ mará el libro Solos de Clarín. Son estos artículos los que le conquistan las primeras alabanzas como crítico, le oca­ sionan represalias de sus enemigos y le entrenan en su larga vida de polemista combativo. Ellos le preparan pa­ ra sus muy célebres Paliques. El lo de julio de 1878, Alas obtiene el título de doctor en Derecho Civil y Canónico. Su tesis doctoral so­ bre el tema "El Derecho y la Moralidad" está dedicada a Don Francisco Giner de los HÍos.'VEl folleto constituye un resumen bastante extenso de las principales teorías filo­ sóficas que por aquel tiempo se disputaban un predominio sobre el pensamiento europeo."'*

5Ibid., p. 86 70

La característica personal de este trabajo es su deseo de equilibrio entre lo tradicional y la innovación. "Descubre aquí las profundas raíces que tiene en su espíritu la cul­ tura cristiana y lo difícil que le será abandonarse a las corrientes del positivismo iconoclasta que llegan de Euro­ pa a la península."^ Durante los años que siguen a su grado de doctor* Clarín alterna su vida entre Guimarán y Oviedo; a su acti­ vidad periodística se junta la de escritor de cuentos. De 1879 es su historia de Pipa. En 1880 vuelve a Madrid para colaborar en el Madrid Cómico y continuar su carrera aca­ démica con Don Francisco Giner de los Hxos. Dos años más tarde» el 12 de julio de 1882, Clarín contrae matrimonio con Onofre García Arguelles. Los años que siguen a su matrimonio, desde 1882 a 1885, Alas dedica su vida a un trabajo de gran intensidad con el que entra, en forma definitiva, en el mundo litera­ rio de las grandes figuras del siglo XIX. A los 35 años Clarín publica su obra cumbre, La Regenta. El mismo expre­ sa con orgullo legítimo su triunfo literario: "Tengo la sa­

tisfacción -nos dice- de haber terminado, a los 33 años, una obra maestra." Desde entonces su vida se divide entre la cátedra de derecho natural, su vocación de escritor de novelas, cuen-

6 Ibid., p. 87 71 tos, artículos periodísticos y de crítica literaria, su vida familiar -el 23 de septiembre de 1890 Clarín es padre por tercera y última vez- y su actividad política como con­ cejal republicano en el Concejo Ovetense. En 1892 Clarín está en Guimarán, en el rincón de tie­ rra que implantó en el alma de Alas cimientos profundos de religiosidad, combatidos por veinte años de efervescencia ideológica, pero no completamente destruidos. Allí, a los 40 años de edad, Clarín siente que "un yo nuevo empieza a manifestarse, irrumpe violentamente en la vida anímica y empieza a destruir con la violencia de las fuerzas primor­ diales, largo tiempo reprimidas, todo su artificioso tea­ tro interior. Y bajo la acción violenta de este nuevo "Yo", Clarín siente que se resquebraja y se cae a pedazos de su alma los estuques de la cultura racionalista, los castillos de naipes pintados de la filosofía krausista y del natura- lismo literario de importación." Clarín se ha encontrado. Comienza a ser otra vez el hombre de vida interior que se inició en sus años de niñez y adolescencia. De esta época es su relato Cambio de Luz, donde el personaje don Jorge Ariel "por primera vez des­ pués de muchos años, sintió el impulso de orar como cre­ yente, de adorar en el cuerpo también, y se incorporó en su lecho, y al notar que las lágrimas ardientes, grandes,

7Ibid., p. 179 72 pausadas, resbalaban por su rostro, las dejó ir sin ver­ güenza, humilde y feliz. Puesto que había Dios todo esta­ ba bien.1'8 Del otoño de este 1892 son también los cuentos más representativos de su estilo poético: I Adiós “Cordera*12 y Doña Berta. Muchos años más vivirá Clarín. En ellos la vida del escritor va a consumirse a causa de su larga enfermedad y los golpes de dolor que le ocasionan la muerte de su ami­ go íntimo Tomás Tuero y la de su madre. En lo literario prosigue con sus publicaciones. Lanza al teatro Teresa, ensayo dramático en un acto y en prosa, de poco o ningún éxito literario y escribe numerosos cuentos para la Ilus­ tración Española y Americana, entre los cuales se encuen­ tran algunas de sus págimas más escogidas. El 12 de junio de 1901 muere Clarín. Desaparece el novelista y el crítico literario después de dejarnos en La Regenta "una obra de arte... destinada a construir un mundo novelesco cerrado y complejo como muy pocas veces ^ Q se lograron en la novelística hispana.117

Su síntesis ideológica:

Corno hemos visto, en el período histórico que va des­ de el nacimiento de Clarín a su muerte (1852-1901), España

^Leopoldo Alas, "Cambio de Luz" .El Señor y los demás son cuentos .Madrid 1919*P*50 ^Segundo Serrano Poncela,"Un estudio de la Regenta". C.A., Año 26, No 152-153,P-222 75 es un maremagnum de ideas 7 sentimientos contradictorios. A la novedad europea que se filtra en la península a tra­ vés de sus fronteras se opone el rechazo de una España

"fuertemente conservadora 7 clericalizada, dirigida por una ma7 oría intelectual inmersa en el tomismo ortodoxo

(7 , en menor grado, partidario del catolicismo ecléctico de Balones), que consideraba a Hegel como un ateo, al krausista como peligroso revolucionario 7 a Renán 7 Tai- ne como demoledores del ordo plurisecular."1^ Esta es la España de Clarín. En este ambiente car­ gado de innovaciones, reticencias, polémicas 7 oposición, debió el escritor formar sus ideas 7 construir la sínte­ sis de su vida afectiva, religiosa, literaria 7 filosófi­ ca. Comenzó su formación infantil en el seno de una fa­ milia auténticamente católica. Hizo sus primeros estu­ dios en un colegio religioso. Se embriagó de libertad 7 de lecturas escogidas a su gusto en Guimaran, 7 de allí pasó, en la adolescencia, al liceo, a un "ambiente de en­ tusiasmo producido por los sucesivos descubrimientos de la filosofía europea posthegeliana 7 positivista. En su juventud se educó en el krausismo 7 adquirió una ideolo­ gía basada, a la vez, en un panteísmo difuso 7 una utopía social. Fue atraído mas tarde por el criticismo religio­ so de Renán 7 adquirió cierto gusto por el determinismo

10I b i d . , p .227 74

científico. Sus lecturas de teoretas políticos franceses

le llevaron a practicar un liberalismo democrático."11 Pero si Alas fue un producto de su grupo generacio­ nal, si se dejó llevar por la avalancha ideológica e his­ tórica de la época, se debe a sus ansias de "scholar"y descubridor de nuevos horizontes para la sociedad de su

época. X^C1 arín fue un espíritu de exigencia y aventura in­ telectual. Tenía que saborearlo todo, sondear a fondo las encrucijadas de cada dilema racional,de cada latencia re­ ligiosa, de todos los movimientos históricos.1^ cuando en su madurez pudo lograr una síntesis personal de lo aprendido y vivido en su interior, rechazó su viejo mundo

X1Ibid., p .227 12 Segundo Serrano Poncela nos dice que "Alas fug un "Scholar" ,un letrado provisto dg rica sensibilidad poéti­ ca, situado por razones extrapoeticas -los pragmata del vivir cotidiano- en un medio ambiente incapaz de valorar sus cualidades. CA., Año 26, No 152-153,p.223 Ricardo Gullón indica la preocupación de Alas por mejo­ rar su sociedad: "Si procuraba atacarlos (a los de su so­ ciedad) -nos dice- con todas las armas y desde luego con las de la ridiculez, por parecerle la mas eficiente para domeñar la mas presuntuosa necedad denlos plumíferos in­ fatuados , no lo hacia casi nunca, según se afirmo con ma­ levolencia, movido por razones personales, sino por deseo de contribuir al saneamiento de la sociedad española en el punto y conyuntura donde le era posible ayudar a dignifi- carlaV "Aspectos de Clarín", Archivum. Vol.II (1952) pp.164- 165 1-5 ^"Clarin was no detached onlooker, no intellectual epicure, no thoroughgoing akeptic; we find in him the raro combination of thought, passion and spirituality." Edith Pishtine,"Clarin, in his early writing"RR. ,29 (1958),p.327 75 para aceptar el otro, el que él había vislumbrado como consecuencia de sus convicciones 7 experiencias existen- ciales.1¿fFue entonces cuando"Alas se considero a sí mis­ mo un representante destacado de la España no oficial 7 marginada; trato a su manera de describir 7 remediar el anacronismo en que, supuestamente, España vivía 7 esto lo revela la totalidad de su obra, cualquiera que sea el valor que concedamos ho7 a sus textos de crítica li­ teraria o sociológica."1^

Esta preocupación intelectual 7 afectiva que hace de Clarín el crítico de su siglo es la misma que pocos años más tarde mueve a la Generación del 98 a regenerar la España decadente. En esta preocupación cifra Alas -lo mismo que los noventaiochdstas- sus esperanzas en el por­ venir. "Recordando las grandezas de la España que fue -nos dice- trabajemos por las posibles grandezas de la 16 España del porvenir." Y más adelante, en el mismo discurso, prosigue: "Pues nosotros que no necesitamos soñar sino recordar,

Cambio de Luz. El Señor, son cuentos en que Clarín manifiesta su retorno espiritual. Clarín llama “via.le re­ dondo" al recorrido religioso de la fe a la razón 7 de la razón a la fe. Cf. nota 67 1^Segundo Serrano Poncela, Ibid., p. 227 ■'^Leopoldo Alas, "Un discurso" Folletos Literarios. Madrid 1891, VIII, p.106 76 para que surjan grandezas y esplendores de España, cons­ truyamos, no Escoriales, alcázares y 'basílicas, que ya te­ nemos, sino el edificio espiritual de la futura España re­ generada, resucitada mediante una educación y una enseñan­ za inspirada en el ideal más alto, pero llenas de vida mo­ derna."1^ Hay en la formación de Alas una marcada evolución de su pensamiento* El defiende la antítesis de todo extremis­ mo e intolerancia* Los comentarios de Balmes contra el he­ gelianismo, en Cartas a un Escéptico, le estimulan a leer a los idealistas alemanes. Los ataques de Orti y Lara al krausismo le impulsan a defender el sistema de sus maestros de universidad. Evoluciona su pensamiento y madura su sen­ sibilidad pero sin ofrecer cortes o cambios trascendenta­ les de vida* Clarín no es el Pablo en su camino de Damasco o un Ignacio de Loyola en la Cueva de Manresa. No es el hom­ bre que de pronto se descubre perdido y da marcha atrás, ha­ cia un» realidad distinta y desconocida. Es más bien el “scholar" de sí mismo y de su tiempo, que todo lo observa y estudia para perfilar cada vez más lo que él cree ser su yo auténtico y núcleo de sus convicciones. En un análisis del pensamiento de Clarín, en sus es­ critos de juventud, a la luz de los de madurez, Edith Fiah- tine nos dice:

17I b i d . , p. 106 "Clarin's aspirations will remain fundamentally the same though the emphasis may at times change: to reach harmony between faith and knowledge, intuition and reason» the ideal and the real» the traditional and the modera» the national and the foreign; to wake the age into con- sciousness» creating in it the desire to he free from superstition and injustice and to raise its cultural and artistic level.•. Clarihfedeepest convictions and desires will never change radie ally; they may vary in degree of intensity; there may he nuances. As his thought grows in complexity, his proneness to the spiritual and mystical will hecome more marked; his conception of realism will hroaden further to include not only the ohserved real but also the conceivahle possihle; his idea of democracy will he far less simple; his great faith in human reason will 18 he considerahly shaken. “ Pero si sus grandes convicciones son indestructi­ bles, todo lo demás puede estar sujeto al cambio y aun a la desaparición. Despúes de un largo periodo de oposición a lo que él juzga extremismo intolerante, Clarín cede tam­ bién su actitud limite para buscar una posición de equi­ librio. Si el neocatolicismo fanático, al declararse tesis de un modo de vida, provocó la antítesis de Clarín, ésta

1SEdith Fishtine, Ibid., p.J42 78 no tardó en 'buscar síntesis tanto practicas como espe­ culativas. Comprendió Alas que la verdad no podía es­ tar en los extremos. Lo viejo no podía ser despreciado únicamente por ser viejo, pero tampoco podía ser valo­ rado sin discusión sólo por el hecho de ser tradicional. Lo nuevo tampoco podía convertirse de la noche a la ma­ ñana en dogma absoluto. Convenía, pues, mantener una ac­ titud de independencia y eaqperimentación constante fren­ te a todo lo que constituía la vida. Solo así, examinán­ dolo todo,confrontándolo día a día, balanceando todos los valores: nuevos y antiguos, religiosos y laicos, reac­ cionarios e innovadores, se buscaba la verdad sin fana­ tismos ni aberraciones. En uno de sus Solos, Clarín expresa con firmeza es­ ta etapa de su evolución: "Epoca es la que atravesamos de examen, de observación, de experimentación;decadas pasadas destruyeron dogmas, instituciones, y lo que no arrastra­ ron dejáronlo sobre los débiles cimientos de la duda; nues­ tros días, más tranquilos en general, en la apariencia, son los llamados a intentar una reconstrucción; mas antes de emprenderla, necesitamos examinar y comprobar el valor de los materiales que han de emplearse: los unos son res­ tos de antiguos edificios tradicionales y dignos de res­ peto, pero quizá carcomidos; los otros son nuevos, y es difícil conocer, antes de experimentar su fuerza, cuanto 79 TQ pueden resistir." ? Clarín lo investiga todo con la escrupulosidad de un observador de laboratorio. No por el placer de un go­ ce epicúreo, ni con la distancia del escéptico que hace de la nada su fuente inconmovible de conocimiento. Hay en Clarín pasión de llegar a la verdad, un sentido es­ piritual y aun místico de encontrar un filón oculto en medio del desparramo ideológico de su siglo. Y envolvién­ dolo todo está una de aquellas convicciones intransferi­ bles, esencialmente inmutables de que hemos hablado an­ tes: el poder de su inteligencia. Es ésta la inspiradora de la aventura hacia la verdad. A la verdad total. A la que se orienta no solo a un mundo ontolégico de esencias intangibles, sino hacia el hombre completo, al Yo orte— guiano sumergido, difuso, enraizado en las circunstancias de la vida. La fuerza de su inteligencia fue en Clarín convic­ ción, valor y operación continua. El Profesor Durand in­ siste y aclara este punto:"Intelligence became for him the supreme valué of life: shield and weapon, inspiration and consolation, motivating forcé and ultímate goal. With- out intelligence, life would become directionless, a mere- ly physical phenomenon. Yet, Alas's emphasis on intelli­ gence did not correspondingly reduce in importance life

^Leopoldo Alas, Solos .Madrid 1891,P*53 80 on the Street- A preocupation with things intellectual, to the exclusión of non-intellectual reality, was never part of his aim. If intelligence was supreme, it was so because it gave direction and purpose to every part of the process of living. Intelligence should suffuse ac- tivity of all kinds; the intellect was to opérate not in spheres apart, but on the stuff of reality. In fields from politics to literature, intelligence should guide and govern. To realize this condition, he would, there- fore, with intelligence as his yardstick and ridicule as his weapon, destroy the non-intelligent elementa of Spani3h culture, awakening his fellow Spaniards from their le- 2o thargic slumber." Trató Alas de hacer la síntesis entre lo nuevo y lo tradicional. Esta es su originalidad. Quienes han visto en él únicamente al krausista revolucionario han identi­ ficado un aspecto de vida con la unidad total. Nada más falso y más ilógico. Quienes hacen de él un apóstol del laicismo se quedan en la superficie del vocabulario del crítico y no analiaan el fondo de su pensamiento y aspi­ raciones. Si en él no 3e mira más que al novelista de una España provinciana, caduca y pronta a desplomarse, se pier­ de por completo la perspectiva del hombre total latente en

^Prank Durand, "Leopoldo Alas, "Clarín", Consistency of outlook as critic and novelist", RR.,LVI(1965), p .38 81 cada renglón de sus obras y en cada matiz de sus convic­ ciones. Pero es necesario hacer una aclaración. La síntesis de Clarín no es un modus vivendi entre la innovación y lo secular. No se trata de formular una componenda pragmáti­ ca que hiciera posible la subsistencia en medio del caos español. Nada más absurdo para el temperamento de Clarín repleto de convicciones e ideas-fuerza. Por el contrario, se trata de presentar posiciones bien determinadas, ana­ lizadas en el contexto social de la época, a la luz de los valores del pasado y de lo nuevo. Por eso, precisa­ mente, en su crítica podemos encontrar ataques en todas direcciones sin que esto quiera implicar en Alas una des­ trucción total sin orientación hacia lo constructivo. Alas destruye parcialmente. Ataca lo que no sirve o no tiene consistencia. Es él un temperamento liberal pero independiente de todo liberalismo obsesivo que impugna lo tradicional por sólo el hecho de serlo. Defiende muchas posiciones laicistas pero sin que esto le impida recono­ cerse como católico. "Nuestros libres pensadores -nos dice- debieran pensar que para ellos el Dios de los ca­ tólicos no debe ser un dios enemigo, sino un esfuerzo vi­ goroso del espíritu humano, del espíritu humano trabajan­ do siglos y siglos en las razas más nobles del mundo; una idea que progresa a través de símbolos y confesiones teo­ lógicas y morales. Desde este punto de vista, yo no con- 82 cibo un buen español, reflexivo, que se considere extraño al catolicismo por todos conceptos.•• Mi historia natural y mi historia nacional me atan con cadenas de realidad, dulces cadenas, al amor del catolicismo... como obra hu­ mana y obra española."^ Como krausista comparte las ideas sobre educación que aprendió de su maestro Giner de los Ríos. Pero esta en desacuerdo con una libertad de enseñanza que suprima la religión, pues negarle a esta su derecho es contrade­ cir su principio de libertad. Además, en su criterio, la religión es parte del humanismo integral formulado por Sanz del Rio. "La abstracción de que hablo ha inventado -dice- con apariencias de equidad y liberalismo, el ma­ yor daño posible para la educación armónica, propiamente humana; la separación, asi, la separación de la enseñan­ za religiosa y de las demás enseñanzas. • • Por que tengase en cuenta, que en este punto, el abstenerse es negar; quien no está con Dios está contra Dios; la enseñanza que 22 no es deista es atea." Como hemos visto, la intolerancia de los neo-cató­ licos y los comentarios de Balines provocaron en Alas su

# ^^Leopoldo Alas, Ensayos y Re vi st as C Madrid: Manuel Fernandez y Lasant,editor,1892),pp. 19b-197

^Leopoldo Alas,"Un discurso",Ibid.,pp.100-101 83

reacción contra lo tradicional, la intolerancia del libe­ ralismo causó en ¿las su reacción contra este. Fero algo más también motiva esta búsqueda de posiciones. Clarín se da cuenta que la investigación sincera de la verdad recha­

za toda determinación “a prior i11 de la voluntad y reclama como base del proceso cognoscitivo una autentica posición de apertura y expectación. No se trata de aferrarse a un escepticismo racional, inconsistente también por afirmar categóricamente lo que niega. Mas bien se trata de mante­ ner cierta desconfianza inteligente ante todo postulado absoluto hasta que la inteligencia pueda sondear profun­ damente y sólo entonces determinar a la voluntad a la aceptación de lo que ella ha aprehendido como verdad. Es esta la actitud fundamental y característica de Clarín. Y esta la razón de fondo de su desconfianza en la ciencia y su visión filosófica esencialmente conser­ vadora. En lo antiguo ve Clarín la seguridad de lo co­ nocido y experimentado. En lo nuevo halla él la incer- tidumbre de la novedad y el brillo pasajero de la moda. En uno de sus Solos Clarín revela estos pensamientos: "Esta juventud que hoy crece en España, ávida de ejer­ cicio intelectual, casi avergonzada de nuestro retraso científico, busca con más anhelo que discernimiento, las nuevas teorías, la ultima palabra de la ciencia, temerosa, más que del error, de quedarse atrás, de no recibir en sus pasmados ojos los más recientes destellos del pensa- Se­

miento europeo. £1 positivismo o lo que por tal pala­ bra se significa vulgarmente, ese conjunto de teorías que, tal vez opuestas entre sí, convienen en rechazar la

posibilidad de toda ciencia de lo absoluto 7 comunicación

con lo metafísico, va ganando terreno en nosotros..., 7 aun los que han comenzado sus estudios filosóficos en las escuelas mas exageradamente idealistas, buscan con­

ciertos 7 relaciones con esa tendencia experimentalista que amenaza hacerse universal.•• Sin embargo, antes de dejarnos arrastrar por esa vía, debemos mirar atrás 7 ver si a nuestra espalda queda algo grande, sublime, que con nuevas voces 7 energía inesperada nos llama 7 nos de­ tiene 7 nos dice que vamos al abismo. Y sí que veremos 7 oiremos algo digno de atención 7 admiración profunda, que por lo menos nos hará contener el paso 7 meditar, con planta inmóvil, en medio del camino. p4. Es verdad que Alas no fue un hombre de ciencia 7 que parte de su reserva 7 desconfianza por las afirmacio­ nes del positivismo de la época se debe precisamente a su formación concentrada en lo filosófico 7 lo litera­ rio. Pero su escepticismo no nace únicamente de este he­ cho. No se basa en una carencia de conocimientos, sino en

^^Leopoldo Alas, Solos,Ibid.,pp. 90-91 04. "Un discurso"Ibid., Sus conferencias universi­ tarias no revelan preparación científica. algo más positivo. En El sombrero del señor cura, en forma gráfica y humorística, Clarín hace la parodia de los movi­ mientos intelectuales cuya secuencia forma una cadena al capricho de la moda. En esta idea está la base del escep­ ticismo de Alas. Todo se mueve a impulso de su contrario. ¿No lo había dicho Hegel al explicar su método de tesis, antítesis 7 síntesis? ¿No eran el idealismo, el positi­ vismo, el krausismo, el romanticismo, realismo 7 natura­ lismo confirmaciones parciales de esta idea? Todo se mue­ ve a base de repeticiones, pretericiones, olvidos 7 gol­ pes de moda o del capricho. ¿Qué es lo verdadero, lo sus­ tancialmente fijo? En esta dirección se mueve la aventu­ ra de búsqueda intelectual de Clarín. Es ésta la sínte­ sis que él persigue a través de sus críticas 7 de su vida misma.2^ Un crítico de Clarín confirma este pensamiento: "Alas saw in the sequence of intellectual trends only senseless reversáis and repetitions: each system contra- dicts the preceding one, but eventually the wheel of fash-

25Clarín entiende que las grandes verdades, las que explican al hombre 7 su finalidad, no pueden ser relati­ vas ni en el tiempo ni ep. el espacio. Solo lo que perma­ nece inconmovible a través de todas las crisis ofrece a Alas seguridad objetiva. Francés Weber explica: "The re­ versal and parody of valúes is not an attack on religión or on any other specific ideal, but rather the exposure of the futility of all attempts to deny man'3 composite- ness." "Alas, Ideology and Religious Parody", BHS. ,XLIII (1966) ,p.207 86 ion turns full around and the hat or belif ridiculed as out-of-date once again fits in with popular taste.. • Ro- manticism, materialism, positivism, liberalism, vitalism are either disguises for unfashionable and disreputable ideas and actions or handy explanations of personal and by no means philosophical convictions. ¿las stands aloof from his age because he sees all its ideologies as un- 26 atable, capriciously shifting fashions." Re una cosa está cierto nuestro escritor: la verdad es compleja;el hombre es complejo y aquella debe explicar a éste totalmente. La verdad no puede estar en postula­ dos novísimos que pretenden encerrar a la humanidad en abs­ tracciones para negarle su complejidad real. For eso ¿las rechaza todo monismo -el material o el espiritual- por ser reducciones limites del deseo de explicarlo todo en forma cabal. Para ¿las ellos no son más que un vacuo y falso atentado, pues parten de una premisa inaceptable, “¿las confronta each abstraction with the phenomena that destroy it. In his world the degradation of matter is accompanied by the etherealization of the ideal which, completely cut off from reality, becomes thorougbly illusory... ¿las shows 27 the dishamxony of what should be a simple whole.11 r Nada raro, por tanto, que ante tanta vacuidad, par**

^Francés Weber, Ibid., p. 207 27Ibid. ,pp. 207-208 87 cialidad y contradicción de principios que pugnan por ser una demostración completa e incontrovertible, pero se hun­ den ellos mismos en un mar de preguntas cuyas respuestas no pueden contestar, nuestro escritor, al hacer la sínte­ sis de las ideas filosóficas que dirigen su vida, llegara a una combinación de eclecticismo 7 sincretismo. Quienes OO ven en sus escritos un método continuo de contradicción analizan la tendencia dominante de Clarín hacia la sínte­ sis que lo explique todo. Rechazando -como lo hemos dicho

7 a- toda componenda superficial 7 pragmática, Clarín acep­ ta de cada movimiento ideológico, literario, social o po­ lítico, únicamente aquello que no está en contradicción con otros principios que, a su modo de ver, responden a sus preguntas. Así se e^qplica que sea capaz de defender a

Renán 7 Zola mientras rechaza el escepticismo del primero

7 el determinismo científico del segundo, ^y de que fuera tenido por "lucifer provincial cuyas ideas liberales, krau- sistas, olían a sulfuro y otras infernales inmundicias,"^® mientras la extrema izquierda descubría en él un batallador de principios anti-laicistas 7 al constante defensor de las tradiciones españolas más acentuadas. Si en La Regenta

28William E. Bull, "The Liberalism of Leopoldo Alas", HR., X(1942),pp.329-3?9 ^Ibid., p. 329 ^®Juan Antonio Cabezas, Ibid.. p.lAl 88

"Alas attacked the corruption of the clergy, their materi- alism, their addiction to the pleasures of the flesh, theix delight in gossip, their petty rivalries, their ambitions, and their host of human weaknesses,^en sus Paliques gol­ pea duramente al liberalismo: "Y nuestros pobres seudo-li- berales que piensan que para pensar libremente hay que perseguir al clero y desconocer la ciencia de la Iglesia y todas sus gloriasI Yo he tenido el valor -prosigue- de leer y publicar un discurso en que me oponía abiertamente al laicismo, según por los más se entiende y practica.-.y 52 muchos publicistas me han llamado reaccionario."

Su evolución literaria:

Clarín vive una época literaria centrada en el rea­ lismo y el naturalismo. £1 romanticismo de comienzos de si­ glo ha sido duramente combatido por las nuevas corrientes y prácticamente ha desaparecido. Pero para Clarín -siguien­ do su sistema- éste representa lo antiguo y lo tradicional. No lo puede rechazar en forma absoluta por el solo hecho de no significar algo contemporáneo. £1 pasado para Clarín es su infancia y adolescencia y estos significan edad ro­ mántica. Lo romántico vive en los escritos de Alas como re­ miniscencia nostálgica, espiritualizando o idealizando los

51William Bull, Ibia., p .350 ^^Leopoldo Alas, Palique .Madrid 1894-, pp. 163-164- 89 momentos más crudos de su periodo realista y naturalista. Clarín ama lo romántico. Be este se alimenta su erotismo, su amor filial y la nostalgia siempre presente de la natu­ raleza que él conoció y la hizo esencia de su vida desde sus primeras experiencias en Guimarán. Su celebrado rela­ to 1 Adiós 11Cordera111 no es más que eso: la sinfonía de un corazón que se ¿unta a la tierra, al paisaje, a los anima­ les, al hombre, y se hermana con ellos en un panenteismo Jubilante por la eclosión de vida que bulle alrededor, y al mismo tiempo desolado por los destrozos que de si hace esta sociedad militarizada, materialista. La síntesis de Clarín, al rechazar toda posición de intolerancia, se llenó de dualismos. En lo ideológico bus­ có la explicación que respondiera a todas sus preguntas y se acogió al eclecticismo y sincronismo. En lo religioso combatió la fe de los neo-católicos con el laicismo de sus maestros krausistas, y a estos puso reservas con ciertos principios sagrados de su fe tradicional. A su inteligen­ cia, Clarín opuso su sensibilidad y su alma romántica. Pa- 33 ra Mariano Baquero Goyanes , la tendencia al dualismo de Clarín explica que nuestro escritor, un temperamento cerebral, que necesita para satisfacer los golpes de su in­ teligencia de sus Solos y Paliques, se dedicara también,

^^Mariano Baquero Goyanes, El Cuento Español en el Siglo XIX (Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Cien- tíficas,19^9), P- 329 90

con igual éxito, al cuento y a la novela corta. En ellos Clarín se desahoga y da expresión a la honda ternura de su corazón que también posee y que no la puede expresar i U l ni en la novela ni en sus escritos de critica.*^ No sólo ama Clarín lo romántico en su vida y en sus cuentos. Aunque no fue él un dramaturgo, pues Teresa, su único intento serio, fue un fracaso literario, ¿las ama y añora lo romántico del teatro español. Para él la teatralidad vieja es eternamente nueva y forma parte de una tradición esencialmente nacional. En ésta le "atrae el efecto visual y sensorial, el color, la forma musical zc de la palabra y movimiento."-^ Hablando de Rafael Calvo, Clarín nos expresa sus nostalgias por el romanticismo teatral pasado ya de moda en la segunda mitad del siglo XXX, pero aún vivencia la­ tente en el alma de Alas. "La manera romántica antigua y moderna; la tendencia lírica, que siempre será en un tea­ tro genuinamente español elementos principales, tenían el

X¿L f f 4 ^Clarín no serxa el primero en que obra crx£ica y narrativa se desdicen. Se trata^de una contradicción vi­ tal a lo^Unamuno: "¿Contradicción? lia lo creo!; la de mi coyazon que dice sx, y ipi cabeza que dice no! Contra­ dicción naturalmente. ¿Quien no recuerda aquellas pala­ bras del Evangelio: tSeñor, creo, ayuda a mi increduli­ dad!"? I Contradicción!, INaturalmente! Como que solo vivi­ mos de contradicciones." Obras Completas (Madrid:A.¿guado« 1956-1960), XVX ,p.l40

^Roberto G. Sanche"Clarín y el Romanticismo tea­ tral, examen de una afición", HR., XXXI (1963) ,p-219 91

mejor intérprete en Calvo, el cual, a fuerza de cantar al modo Calderoniano había llegado a ser como esos instrumen­ tos de músicos célebres de que nos habla Guyau, que según el crítico francés, porque han estado largo tiempo en ma­ nos de los grandes maestros, guardan algo de ellos para siempre. la figura de Don Víctor Quint anar, Clarín expresa las reminiscencia de la época. Usando su sistema dualista, rechaza un concepto de vida a lo teatral román­ tico, pues ésta debe marchar al paso de los tiempos y adap­ tarse a la realidad, pero elogia el espíritu y vitalidad del verdadero teatro romántico y lamenta su desaparición. A lo romántico junta Clarín lo naturalista. Admira­ dor de los literatos e ideologías extrajeras, Alas recibe influjos de Francia; de los grandes maestros de los años 80. Como él mismo nos dice, pasa entonces por Mel saram­ pión naturalista’.' Son los anos tempranos de su vida de

novelista. £1 naturalismo lo invade todo y su éxito es clamoroso. Alas se constituye en vanguardia del movi­ miento en España para darle sentido y dirección nacional. Como dice William Bull, "Alas placed himself in the for- front of the Spanish followers of Emilio Zola and for many years was one of the most vigorous advócate s of na-

^Leopoldo Alas/'Rafael Calvo y el Teatro Español" Madrid 1901, p.65 92 V7 turalism in Spain. Pero decir naturalismo es afirmar positivismo de fon­ do* ¿Se acogió Alas al positivismo? Be La Regenta se ha dicho que "el milieu contribuye a estructurar un tipo hu­

mano. £1 hombre es también suelo* materia geológica* per­ sistencia sobre la orografía."^® La obra produjo un escón­ dalo dirigido por el tradicionalismo secular. Para éste la novela de Clarín representaba un "intolerable realismo" que hacia del hombre un producto inevitable de su3 más bajas pasiones y atacaba los conceptos defendidos por el libre 4 XQ albedrío plurisecular. " ¿Era esto verdad? ¿Había aparecido en Oviedo el de­ fensor de las teorías deterministas, el materialista espa­ ñol? Como conciliar con este pensamiento lo que el mismo

^William E. Bull* "The Naturalistic Theories of Leopoldo Alas11* PMLA, LVII (19^2), p. 536

^®Segundo Serrano Poncela, Ibid., p. 230

^ " A l publicarse La Regenta en 188A, la crítica la calificó enseguida de novela típicamente naturalista, Jui­ cio apresurado y superficial, solo comprensible si tene­ mos en cuenta que precisamente por aquellos años se dis­ cutían con más a^dor los temas realismo, naturalismo e idealismo. Hoy día esta postura ha, sido abandonada, al menos en lo tajante de la afirmación, aunque se ha venido repitiendo mecánicamente en ciertos manuales de literatu­ ra" • Eduardo J. Gramberg, "Tres Tipos de Ambientacion en la Novela del Siglo XXX", RHM, XXVIII(1962), p. 319 93 año de la publicación de La Regenta al hacer el elogio de Nuñez de Arce nos dice Clarín: "En medio de tanto ma­ terialismo más o menos incosciente, entre la batalla de los positivistas ordinarios que encuentran muy natural y hasta muy divertido que no haya más mundo que el de aquí, como dice Don Juan Tenorio, y que no vivamos sino para comer, dormir, darnos tono, hacer el amor y salir diputados; ante tanta pequenez satisfecha de sí misma, olvidada de la historia y del porvenir, consuela ver acá y allá, hombres como Nuñez de Arce que anhelan una vida real para el espíritu, que dudan como el primer, que temen que la vida sea una broma negra, pero que de­ sean otra cosa, que piden al mundo grandeza de alma, 40 valor para la lucha, un ideal que fortifique.1’ ¿Nos encontramos quizá ante lo que Bull llama “tendencia a oscurecer problemas11, “técnica de decir una cosa e im­ plicar otra"?, "método continuo de contradicción11?^ No. El mismo crítico, en otro de sus estudios nos dice: Por Alas, positivism only indicated a poverty of inven- tion, a wea3cn.es3 of the faculties, and a censurable

^^Leopoldo Alas, Un Via.je a Madrid. Madrid 18S6, pp. 47-48 ^Bull, "The Liberal i sm of Leopoldo Alas",Ibidt, P.329 atrophy in those who suscribed to it, and he attacked it with vigor even at the height of his defense of na- turalism. Alas luchó fieramente contra el positivismo* Tam­ bién él, como les defensores del catolicismo tradicio­ nal español, vio en este movimiento un monismo materia­ lista craso que intentaba destruir los más caros valores: "Este positivismo -nos dice- ha puesto de moda el despre­ cio de la metafísica, ha relegado a los ensueños de la edad teológica el ergotismo escolástico, ha materializa­ do la especulación, ha metido las ideas y las categorías en sendos frascos de farmacia*.. ha acostumbrado a la gen­ te a no reflexionar, a no ahondar en las cuestiones, a 43 no descomponer los juicios ni examinar los conceptos.11 Si Clarín rechaza tan abiertamente el positivismo y se muestra adversario declarado de él, es evidente que nuestro escritor tiene del naturalismo un concepto dife­ rente del que era común en aquella época. Más aún, movi­ do por verdadera simpatía por Zola y el naturalismo y fir­ me en el rechazo del positivismo, Clarín sostiene que ni siquiera el auténtico naturalismo del maestro de escuela tiene por base el positivismo científico. "El naturalismo

4 , 0 Bull, "The Natural i stic Theories of Leopoldo Alas," Ibid., p. 538 43 • ^Leopoldo Alas, Siglo Pasado (Madrid: A. B. López, 1901), pp. 149-150 95 no es solidario del positivismo -dice- ni se limita en sus procedimientos a la observación y experimentación en el sentido abstracto, estrecho y lógicamente falso, por exclusivo, en que entiende tales formas del método el ilustre Claudio Bernard. Es verdad que Zola, en el peor de sus trabajos científicos, ha dicho algo de eso; pero el mismo escribió más tarde cosa parecida a una rectifi­ cación; y de todas maneras, el naturalismo no es respon- * 44 sable de esta exagerada sistematización de Zola." Sin embargo, el rechazo consciente y repetido del positivismo como regla orientadora de vida no impidió a la inteligencia de Clarín ver y aceptar en este movimien­ to ciertos valores que impulsaban la ciencia al progreso* En esta elección y rechazo, Alas se mueve una vez más guiado por su espíritu de síntesis y su tendencia dua­ lista. "... los que no seamos positivistas -explica- ad­ miraremos y estudiaremos y aprovecharemos las lecciones y descubrimientos de esta escuela, y no continuaremos nuestras tareas de pensadores sin asimilarnos lo que el positivismo encierra de sólidamente científico'1. ^

Si Ala3 no fue positivista, ni admitió que el de-

*^Leopo^do Alas, Prólogo a la segunda edic. de Emi­ lia Pardo Bazan, La Cuestión Palpitante, Ibid., pp.31-32

Ensayos y Revistas, Ib id. , pp* 144-14-5 terminismo fuera la base del positivismo» ¿Cuál fue el naturalismo de nuestro escritor? Por las citas de Clarín antes mencionadas y muchas otras que se mueven en la mis­ ma dirección» deducimos que Alas trata de incluir en el concepto que él tiene de naturalismo ciertos principios básicos de religión y de realismo español. Por esta razón» en el Prólogo a la Cuestión Palpitante nos dice que el na­ turalismo " no es una doctrina cerrada que rechace otras 46 formas literarias." Analizando las caracterísiticas del naturalismo de Alas, V/illiam Bull encuentra que éste "included a realis- tic approach, with reservations, to the depiction of life, more psychological study of motivations of characters than was common in Spain, some emphasis on details of human activities» a slightly more accurate imitation of language of the people talking and a theoretical adherence to the 47 experimentalist *s technique in observation and recording." Esta descripción, más que ponernos en contacto con el naturalismo del maestro francés nos hace pensar en el mismo realismo español modificado con matices algo fuer­ tes. En efecto» en sus escritos, Clarín jamás va más allá

^Leopoldo Alas, Prólogo a la Cuestión Palpitante, Ibid., pp. 31-32

4 7 Bull, "The naturalistic Theories", Ibid., p. 34? 97 de los límites asentados ya por el realismo de las dé­ cadas precedentes. No se encuentra en sus obras descrip­ ciones que en forma repetitiva den énfasis a lo feo, mi­ serable, monstruoso o degenerado, que son tan propias del naturalismo francés. No hallamos tampoco descripciones o declaraciones gi.steméticas del determinismo filosófico negador de toda libertad. En este aspecto, como lo demues­ tra en La Regenta. Clarín se cuida muy bien en presentar los factores circunstanciales como influencia importante en la formación del individuo, pero sin que esto signi­ fique una determinación invencible. La libertad siempre seré capas, o por lo menos tendré la posibilidad,de modi­ ficar lo adquirido y dar nuevo rumbo a la vida del perso­ naje. Nos encontramos, pues, ante una diferente concep­ ción del naturalismo. Comparemos brevemente el de Zola con el de Clarín para formarnos una mejor idea del na­ turalismo de éste. Indicamos con palabras de Villiam Bull las carac­ terísticas del naturalismo de Alas. El mismo crítico, al hablar del naturalismo de Zola y compararlo con el de Alas, nos dice lo siguiente: rl... Zola goes much deeper in his analysis. Socially undesirable types arise fram profound environmental influences which include heredity. Tou cannot reform them, you must change the world so that it cannot produce them... Zola who tafees a broader scien- tific view, presenta a more pessimistic pie ture. For Alas a little crusading will change man; for Zóla a world revolution is required. One might say that Alas would advócate preaching and jail terms for slum youth who had gone wrong; Zola would advócate slum clearance, health programs, vocational guidance, NYA, and paroles. Alas, being a beliver in free will, would treat the man; Zola would elimínate the necessity of such treat- ment. Es decir, en el naturalismo del español hay una imitación muy moderada del autor francés, en cuanto a la técnica y a la materia de las descripciones. Lo que en Zola es insistencia y carencia de límites en Alas es moderación y conjunción con el realismo de estirpe tra­ dicional, el realismo clásico español que hemos indica­ do al mencionar La Celestina, El Libro del Buen Amor y otros. Pero dominando estas similitudes encontramos una proyección diferente: el naturalismo de Alas se orienta hacia un fin moral que tiende a la reconstrucción del hombre, mientras el de Zolá trata tan sólo de cambiar el ambiente y las circunstancias que rodean al hombre, dejando a éste solo, al amparo de sus determinaciones. Clarín también, en lo tocante al naturalismo, procede a base de rechazos y aceptaciones. Agrega al naturalismo concepciones que neutralizan los efectos radicales

48Ibid., p. 544 99

del movimiento y al mismo tiempo niega que éste posea elementos que para Zola son base del sistema* Alas se muestra entusiasta del naturalismo matiza­ do de concepciones personales* For este naturalismo elo­ gia a Galdós y su novela La Desheredada* "Aquí sólo me he propuesto notar la tendencia naturalista, en el buen sentido de la palabra, de la última obra de Galdós; ten­ dencia que yo aplaudo, porque estimo que, bien interpre­ tada, la teoría del naturalismo lleva la mejor parte en la lucha de las escuelas, y sobre todo en la práctica

del arte*" 7 Fero rechaza lo que salga de los limites de su reforma literaria y, bajo este punto de vista, nada extraño que sobre el mismo libro de Galdós nos diga:"Gal­ dós se ha echado a la corriente; ha publicado su progra­ ma de literatura incendiaria, su programa naturalis­ ta; ha escrito en quinientas siete páginas la historia 50 de una prostituta.,1X Como Clarín nos lo dice, él ve en el naturalismo una conclusión literaria, producto de la lucha de las escuelas, y sobre todo una práctica del arte. Es decir, siguiendo la división clásica de los elementos del arte, del naturalismo le interesa la forma y la práctica de

^Leoüoldo Alas* Galdós CHadrid: Renacimiento »1912) * pp. 104-105

5°Ibid., p. 105 100

ésta. Esto acepta y se muestra entusiasta por la contri­ bución que en la búsqueda de la expresión artística ofre­ ce la nueva técnica iniciada por Zola. Pero no esté, de acuerdo, ni puede estarlo, con el fondo ideológico que alimenta el naturalismo francés: su positivismo, deter- minismo y experimentalismo humano, Y esto ataca en los defensores del naturalismo. Bechaza al Zola que "llega con sus artículos de crítica al mas superficial positi­ vismo... y escribe muchas vulgaridades de adocenado ex- 51 periment alista. Clarín fue católico y de temperamento religioso, por herencia, por inclinación personal y por amor a lo , tradicional. Y es su sentido religioso el que le obliga a rechazar el determinismo. Este esta en contradicción con la doctrina da la libre voluntad que para ¿las es el primer atributo del hombre. Sin embargo, siguiendo otra vez la tendencia de su línea dualista, trató de ar­ monizar de alguna manera libertad y determinación. Su intento sólo sirvió para poner més de manifiesto lo irre­ ductible de las dos filosofías contradictorias. Alas aceptó del determinismo la importancia de los elementos adquiridos por herencia, formación y contacto, en la formación del individuo. Pero rechazó de lleno el que la libertad estuviera sometida a éstos. Bull sintetiza la

^Leopoldo Alas, Solos, Ibid. ,pp. 46-4-7 101 actitud de Alas diciéndonos que "his attitude toward scientific determinism reveáis a most complex state of mind. Títere is a wide gap between a superficial intellec- tual acceptance of certain aspee13 of determinism and tlie full appropiation of the whole theory. Alas never went beyond the first stage. In consonance with his syn- cretic attitude toward life he attempted to harmonizo free will and determinism* and the false verbal harmony which he created led some to believe that he accepted the philosophic aspeets of determinism. He attempted to create harmony where none existed. Really, he only department- alized, and what might pass for determinism in his writ- ings must only be considere! the acceptance of the idea that envirónment stimulates persons to do certain things 52 without actually determining that they shall do them.11 ^ En este rechazo del determinismo y proclamación de la libertad se encuentra la base de la diferencia mo­ ral que encontrábamos al comparar el naturalismo de Zola y el de Alas. Al defender Clarín el atributo de la liber­ tad defiende la responsabilidad de los actos humanos y,en ultima instancia, las normas de sanción y moralidad. En uno de sus Solos nos dice: "No hay inmoralidad sin inten­ ción y nadie es responsable sino de sus propios actos”^

52w. Bull,"The Naturalistic Theories",Ibid.,p.539 Alas» Solos * Ibid, * p.135 102

En este mismo libro, Alas rechaza a Cavestany por afirmar en Sobre quien viene el castigo un determinismo teológico < 3 4 predestinador de premios y castigos.^ En La Regenta el determinismo está fuera del desarro­ llo de la acción. La pasión, calda y castigo social de la protagonista son conclusiones de procesos en que la liber­ tad ha sido la única verdadera determinante de la volun­ tad. Esta se ha inclinado y decidido por una alternativa con la misma posibilidad que lo hubiera hecho por la otra* Tal fue su convicción sobre la libertad del indivi­ duo y el poder de ésta que muchas veces llega a sobrees­ timarla o a no dar a los factores adquiridos toda la im- portancia que estos tienen en el proceso volitivo* 55 Si en los últimos años de la vida de Clarín obser­ vamos una evolución notable con respecto a lo ideológico y religioso, también se observa en estos una evolución en lo literario. El naturalismo de Alas pasa, en este tiempo, desde el entusiasmo y defensa apasionada que ma­ nifiesta en el Prólogo a La Cuestión Palpitante, a la moderada aceptación del movimiento y a un cierto rechazo para volver al realismo de tradición española. En los años anteriores a la publicación de La Regen- ta (1885), Clarín ve en su naturalismo un entronque directo

^Ibid., p.189 ^Alas, Ensayos y Revistas, Ibid., p. 25 103 con el de Zola aunque no se da cuenta o no quiere darse cuenta que sus reticencias y rechazos parciales del na­ turalismo francés hacen ya del movimiento en que él cam­ pea una corriente diversa de la del escritor francés*Aun Clarín no ha ofrecido una definición positiva del natu­ ralismo, quizá por solo conocer claramente lo que él re­ chaza del naturalismo francés, sin vislumbrar con exac­ titud la dirección que intuye en el movimiento, pero re­ calca ya que había muy pocos españoles "que estuviesen enterados de lo que era (este movimiento) y que hablasen con algún fundamento de la cuestión."^ En 1885 tiene ya la evidencia de que su naturalismo es distinto del francés. Al hablar de la autora de Los Pazos de Ulloa nos dice: "Emilia Pardo piensa como hom­ bre y siente como mujer. Solo así se puede describir a- quella alegría de las cigarreras, aquella hermosura re­ pentina de las feas; aquella gracia desinteresada de las mujeres que están solas. Ese es el arte; ese es nues­ tro querido naturalismo, querido y calumniado; cuanto mas calumniado mas querido. 'En las implicaciones que ahora Alas atribuye al naturalismo español podemos ver un acercamiento mayor al realismo. Esta tendencia va

Alas, Sermón Perdido* Madrid 1885, P«25

57Ibid. ,p.25 104 acentuándose cada vez más y para 1887 Alas puede atacar a los naturalistas españoles de la época, precisamente por lo que él encuentra en ellos de francés y alejado de los auténticos escritores españoles. "Apresuraos, mis queridos compañeros en el naturalismo, a o ir a es­ tos ancianos que evocan la fe del amor primero; ellos pintan la mujer con quien se sueña; vosotros la mujer con quien se d u e r m e ^®1889 es el año de síntesis y clarificación de posiciones. Entonces nos dice: "Lo que se llamé, con mayor o menor fundamento, con preci­ pitación o sin ella, el naturalismo español, ninguna re­ lación directa, reflexiva y voluntaria tenía con el na- turalismo francés ni con el ruso."^7 El mismo año, Alas ataca Insolación de la Pardo Bazán por lo que este li­ bro tiene de excesivamente naturalista.Comienza a poner en entredicho el método de Zola que a su juicio inter­ fiere con el arte.®^ Un año más tarde, Clarín está de vuelta al realismo. Usa los términos realista y naturalista en forma intercam­ biable y en grupo de"realistas o naturalistas españoles" se coloca él mismo y coloca a literatos de su época:Pere- da, Galdós, Fardo Bazán, Palacio Valdés.^'1’ En 1891* su

Alas, Nueva Campaña,Madrid 188?,p.38

59-- Galdós,Ibid..p.192 6 QIbid., p. 163 ^ W . Bull, "The Natural!stic Theories" .Ibid. ,349 105 análisis del naturalismo llega al final. Se arrepiente de su entusiasmo lejano por el movimiento. "Así habla la au­ tora de La Cuestión Palpitante -dice- de ese libro que pa­ ra el vulgo sirvió en España de código del naturalismo,en lato sentido; de ese libro que anda por ahí con un prólo- / 6 2 go mío, del cual ya me arrepiento." Y en forma clara nos da la síntesis de lo que fue el movimiento: "El caso es que el naturalismo que ha traído al arte literario muchas verdades y legítimos procedimientos, no está solo en el mundo, ni debe estarlo; como el positivismo, considerado en general, como una solución filosófica, no está solo en las tendencias científicas de la humanidad que reflexiona y que observa. • • Yo estoy dispuesto a defender el natura­ lismo, el verdadero, con tanto calor como el primer día; y todo lo que sea tendencia a borrar lo vivido, a renegar de lo afirmado, a volver a las andadas, me parece absurdo y ridículo. Pero el naturalismo y el positivismo se daban la mano en la idea y en el propósito de los naturalistas franceses, y en este punto no podíamos seguir a los natu­ ralistas los que veíamos el vicio capital de la crítica de Zola en su limitado, exclusivista y, en suma, falso concepto de la ciencia y de sus relaciones con el arte."®^

62l eopoldo Alas, Obras SelectasCüadrid:Biblioteca Nueva,1947),p.l088 6 JL. Alas, Ensayos y Revistas, Ibid. ,pp. 144-145 106

Los últimos años de su vida, en reacción contra el naturalismo, Alas se vuelve hacia lo sicológico, simbóli­ co y sentimental. De esta época son sus mejores cuentos espiritualistas. De estos años es también el elogio a Galdós por haber evolucionado desde el realismo y el na­ turalismo hacia una corriente de humanismo integral. "Gal­ dós llega en estos últimos años a un nuevo modo de idea­ lidad combinada con su peculiar realismo, y va dejando la pintura puramente artística, imparcial, de la vida ordina­ ria, para preferir lo excepcional, significativo, y preo­ cuparse de los grandes asuntos del misterio trascendental, de su aspecto religioso, y en el también capital problema sociológico de las relaciones éticas, Jurídicas y econó- 64 micas de las clases diferentes."

Su Proceso Espiritual:

La evolución ideológica y literaria de Clarín apa­ rece concomitante con su evolución espiritualista. Sin embargo, es evidente que ésta es causa de las otras. He­ mos visto que sus aceptaciones y rechazos, tanto en lo filosófico como en lo literario, tienen por ba3e su ca­ tolicismo, forjado en un hogar creyente y estimulado por la tradición española. Analicemos brevemente las vicisi­ tudes de su fe.

^Alas, Galdós, Ibid., p. 259 10? La verdadera crisis religiosa de Clarín, como men­ cionamos al dar datos 'biográficos del autor, tiene lugar en Madrid, al. poner se en contacto con el krau sismo de sus profesores universitarios. Entonces vacilo su fe y se lle­ no de dudas. En Cartas a un Estudiante dirigidas a su ami­ go Tomas Tuero, Clarín describe esos momentos de vacila­ ción dolorosa. "Te decía que en la cátedra de Salmerón se aprende a ser religioso.•• Se mí te puedo decir que mientras creía en Dios, por que sí, porque algo inefable me gritaba en el corazón, fui religioso sincero... pero intermitente. Llegaban esas horas de sequedad de que ha­ bla un santo místico, en que ni la oración, ni la fe bastan para hacer brotar agua de la peña; cualquier alte­ ración nerviosa precipitaba mi cerebro en esos círculos de la fiebre que tan bien describe Perez Galdós; y si es­ cogía por materia de ese vértigo la idea de Dios, el tor­ mento era horrible:¿Hay Dios?¿No hay Dios? Y esto me pre­ guntaba, y como el corazón en tales momentos nada decía, y como las pruebas de la existencia de Dios son lugares comunes, tópicos de la lógica que se combaten y se en­ cierran en un intelectualismo infecundo, no había medio de salir de aquella pena arida y estéril."^ Esta inestabilidad espiritual se advierte también al estudiar sus cuentos. En ellos advertimos lo que Hober-

^^La Unión. Septiembre 19,1878 108 to Sánchez llama "dualismo pre-unamuniano, provocado por la constante oscilación entre fe y duda* entre sensibili- 66 dad e intelectualismo." Sin embargo, pudo en él mas la honda tendencia re­ ligiosa forjada en su niñez. Esta le permite hacer lo que

él llama11 el via.je redondo: de la fe a la razón y de la ra­ zón a la fe".^ Pocos años bastaron para este viraje de­ finitivo. En la misma carta a su amigo Tuero le informa de su aceptación de fe: "...Pues bien, le dice, ahora nun­ ca se me ocurre, por muy nervioso que esté, dudar de Dios, y dar vueltas a estos argumentos pobres e ineficaces de la escolástica."^ En sus últimos años, Clarín encuentra el verdadero sentido de su vida y su seguridad en la fe. Cambio de Luz nos hace vislumbrar esta nueva perspectiva: "Puesto que

P í o s existe, todo esta bien" ; A estos años pertenece su confesión pública de arrepentimiento: "Estoy cansado de ser maleante. A veces me entran tentaciones de mandar te­ legramas a mis periódicos diciendo:Clarín ha muerto, se ha pegado un tiro en el seudónimo. Ya no hay Clarín. "70

^Roberto Sánchez, Ibid., p.219 Alas. "Via.ie Redondo", Cuentos Morales, Madrid 1896 , pp. 265-276 ^ L a Unión, Septiembre 19, 1878 ^Ii. Alas, "Cambio de Luz" .El Señor y lo demás son cuentos. Madrid 1919 p*50 ^Madrid cómico. Octubre 50,1897 109 A pesar de sus vacilaciones en la fe y de los ires y venires de pérdidas y encuentros interiores, a pesar del panenteismo aprendido en las aulas krausistas, hay en los escritos de Clarín, a través de toda su vida, un profundo sentimiento religioso, especialmente dirigido hacia la in­ mortalidad. ¿Por qué entonces, fue considerado Clarín lai­ co y antirreligioso? Porque Clarín, negador de todo extre­ mismo combate el oscurantismo y el fanatismo religioso y en esto vieron, quienes no comprendieron el problema de ^ 71. / Alas, un ataque directo a la religión.f Y también, porque en sus años de crisis, Clarín se sintió obligado a exami­ nar sus creencias a la luz de la razón. Temperamento pro­ fundamente intelectual, Alas quiso revalorizar la fe re-

^ "Alas was not fighting clericalism but certain members of the clergy who, in his belief, menaced the continuance of the vital tradition of the Church. He fought with the clergy because he feared that their un- natural formalism would drive people away from Cbris— tianity; because he feared that the ignorance of those clergymen who wrote stupid books would prejudice people against the Church; because he was afraid they were put- ting too much emphasis upon material matters and not enough upon spiritual ones and that Catholicism would suffer as a result; because he feared the vigorous tra­ dition of Christianity was being lost through lack of fervent emphasis by the men of God; and because he ob- jected strenously to the inmorality of certain members of the Church" William £. Bull, "The Liberal i sm of Leopoldo Alas", Ibid., p.350 110

cibida por herencia, someterla al combate de las tenden­ cias anti-espiritualistas, para aceptarla nuevamente, no ya como imposición familiar e histórica, sino como con­ vicción viva e indestructible. Como resultado de la confrontación entre fe y ra­ zón nacieron sus dudas. Desaparecidas éstas, quedó en el alma de nuestro escritor una fe robusta, producto de lucha y aceptación. Pero evidentemente su fe de hombre maduro no es la fe del Leopoldo niño. Hay en aquella la seguridad de las grandes verdades y una mezcla de racio­ nalismo y escepticismo, en puntos que él juzga controver­ tibles. Serrano Poncela, al hacer un análisis de lo reli­ gioso en Clarín nos dice: "Su diagrama intelectual pare­ ce situarle entre los límites de un vago deismo, al mo­ do ilustrado y una aceptación racional de la ética cris­ tiana en la que fue educado. Ni el positivismo, ni el materialismo influyeron en su contextura intelectual pro­ funda. Fue un liberal perteneciente a la clase media es­ pañola; vivió inmerso en el catolicismo como en su at­ mósfera respiratoria y le poseyó un cierto nivel irra­ cional de creencia en que estuvo sin saberlo y sin poder escapar.Es verdad. Es esto lo que encontramos en sus obras. Lo que nosotros podemos analizar. Es posible, sin embargo, que esta conclusión a la que nos conduce la ex­ presión literaria de su fe no corresponda exactamente a

^Serrano Poncela, Ibid.. p. 529 111

lo que Clarín sintió en su interior. W. Bull nos ha di­ cho ya que en Clarín dominó una tendencia a oscurecer pro- # ni blemas y una técnica de decir una cosa e implicar otra. En un análisis literario no podemos retasar el contenido de las premisas, pero al hablar de lo espiritual, debe­ mos tener en cuenta que las relaciones de la vida inte­ rior necesitan, para ser explicadas, recurrir a los sím­ bolos del mundo sensorial, análogos -quizá- pero nunca provistos de perfecta adecuación intelectual y emocio­ nal* Esta inadaptación nos permite formular hipótesis que no brotan de las premisas escritas sino de su senti­ do interior. Bajo este punto de vista, es posible que Clarín,en los últimos años, haya llegado a una purificación de su fe religiosa, libre de racionalismos y deísmos vagos. En noviembre de 1895, seis años antes de su muerte y tres años después de la resurrección de su yo religioso, explicada en Cambio de Luz. Clarín escribe el prólogo de sus Cuentos Morales. En él nos deja entrever la dimen­ sión última de su fe: "Como entiendo y siento yo a Dios, es muy largo y algo difícil de explicar. Cuando llegue a la verdadera vejez, si llego, acaso, dejándome ya de cuen­ tos, hable directamente de mis pensares sobre lo divino."^

75W. Bull, "The Xiiheralism of L. Alas”, Ibid. .p.329 7V Alas, Cuentos Morales, Madrid 1898,pp.VTX CAPITULO III

PRESENCIA Y PROBLEMATICA DEL YO

El YO de los personajes de Clarín anuncia su pre­ sencia y problemática, a la luz de dos conceptos de filo­ sofía escolástica: la distinción real entre lo material y espiritual y la idea fundamental y envolvente de con­ tingencia. El yo participa de estos principios y de ellos deriva las diversas proyecciones interiores y exteriores de su ser. El principio de materialidad y espiritualidad como idea que separa estas dos entidades en realidades distintas y plenamente individualizadas, crea en el yo literario la conciencia de su división entre lo que es yo exterior, corporal, y el yo interno que él lo perci­ be como un centro indefinible de sensaciones, percepcio­ nes y control del yo total. La idea de contingencia ha­ ce ahondar al yo en el misterio de su ser. La nada se presenta como situación existencial que rodea los lími­ tes del yo: el del pasado y el del futuro. Ante la nada y el no-ser como confrontación y explicación vital de lo que ha sido, es y será, el yo lucha y resiste. Trata de mantener, mediante todos los esfuerzos, la unidad de con­ ciencia que en el fondo de su ser es el único testimonio 112 113 vital que le asegura persistencia. De la continuidad vital que desaparece en el pasado y el futuro, pero que existe y vigoriza cada minuto del presente, el yo deduce una división ontológica de su ser: la de esencia y existencia. A esta existencia pura se aco­ ge el yo para perseverar en el ser. Se rechaza a si mismo. Rechaza la realidad de su esencia que desaparece en el no-ser, para acogerse a la ilusión y la quimera de una existencia que se mueve en el vacio y que es anterior a la nada y superior a ella. En estas luchas de vida, el yo recorre circuios de desaparición, de ser y devenir. Del vacio salta a la conciencia de unidad y de ésta retorna nuevamente al no- ser. En estos ires y venires, el yo enfrenta preguntas que oscurecen y complican la esencia de su ser. La inuti­ lidad del ser aparece como única respuesta evidente, aun­ que el ser intuye en ella la contradicción al principio filosófico de necesidad. ¿Es posible la existencia del ser sin una razón vital que oriente y justifique su pre­ sencia? El yo retorna a la división original que analiza en sí dos principios de operación: el corporal y el interno. Y mientras aquel soluciona el problema de la finalidad del yo con la conclusión pragmática del carpe diem, el yo de fondo adivina vagamente que la solución debe estar fuera de su círculo. 114

Entonces surge la noción del Otro. El yo, aún se re­ siste a un salto hacia un otro que no sea el mismo y lo busca primero dentro del limite de sus experiencias, en el campo del yo que él posee y domina. Lo encuentra, sí, pero como reflejo de sí mismo, acusando diferencias y si­ militudes y agudizando el problema de individualidad:¿Quien es el yo verdadero: el que observa o el que está a su fren­ te, como objeto de observación, a la vez que como observa­ dor también? El yo siente que debe volver a realizar el proceso: Salir de sí mismo hacia un otro distinto, unificador, cau­ sa y finalidad de la contingencia. Este encuentro, sin em­ bargo, no es parte de la problemática de los personajes de Clarín. Estos, como veremos en el último capítulo, lo sienten, intuyen y desean como solución última y definiti­ va, pero no ahondan filosóficamente en el.Tampoco es nues­ tro intento explicar la ontología del ser absoluto. En es­ te capítulo queremos únicamente presentar los diferentes yos de los personajes literarios de Alas, sus anhelos, per­ cepciones, descubrimientos e incertidumbres.

No podemos escapar de la presencia ontologica del Absoluto. Morse Feckham nos dice al respecto: "At least, no one who has pursued this word has ever escaped from the labyrinth, or, for that matter, penetrated to its heart and slain the minotaur, that unnatural Paradox. 1 should end up by appealing to the "First Cause", or to "God” or to "Nature", or to some other handy capitalizad word." Beyond the Tragic Vision, The Quest for Identity in the Nineteenth Century tlíew York: Georxe Braziller. ,p.2 Ó 115 El YO exterior

Antes de comenzar a examinar la problemática que ro­ dea al YO de los personajes de Clarín, es necesario anali­ zar brevemente su presencia» La exterior, en primer lugar, pues ésta es la base en la que se asienta la vida interior y sus manifestaciones. No pretendemos aquí establecer relaciones causales entre lo físico y lo síquico, aunque Aias muchas veces des- ^ 2 taca la interrelacién de estos do3 aspectos. Tampoco in­ tentamos descubrir la presencia del yo para señalar deter­ minaciones producidas por el ambiente social, geográfico o histórico, puntos todos de Ínteres para el naturalismo. Deseamos exponer el yo como el novelista lo hace y anali­ zar en él sus cualidades, conflictos y tensiones. Esto cons­ tituye el objeto de este trabajo. Analicemos en primer lugar el YO exterior. Este se presenta en tres dimensiones distintas: Un YO corporal, real, que rechaza toda simbiosis interior para dar realce exclusivamente a lo físico. Un YO que descubre muy vaga­ mente proyecciones interiores y carece, a la vez, de

2 Sherman Eoff, The Modern Spanish Novel (New York: New York University Press, íybjj, pp. '/y-üU % f f f^Esto nos llevaría a un estudio aprioristico. Con­ cederíamos que las 11 circunstancias11 no solo influyen, si­ no determinan la sustancialidad del yo. 116

corporidad. Y un YO humano» complejo» donde a través de lo corporal se vislumbra la presencia del yo interior. Tres ejemplos esclarecen esta división. Permítase­ nos analizarlos en sentido inverso» de lo más a lo menos» para notar con más claridad las características anotadas. Los personajes importantes de Clarín se encuentran en su obra maestra La Regenta. A la cabeza de todos está Ana Ozores. La primera descripción de la protagonista la encontramos rodeada de sensualismo físico y de cierta pos­ tura de introspección: Ana corrió con mucho cuidado las colgaduras granate» cpmo si alguien pudiera verla desde el to­ cador. Dejo caer con negligencia su bata azul con encajes crema y apareció blanca toda, como se la fi­ guraba don Saturno poco antes de dormirse, pfro mu­ cho mas hermosa que Bermudez podía representársela. Después de abandonar todas las prendas que no hablan de acompañarla en el lecho, quedo sobre la piel de tigre, hundiendo los pies desnudos , pequeños y ro­ llizos, en la espesura de las manchas pardas. Un brazo desnudo se aboyaba en la cabeza» algo inclina­ da, y el otro pendra a lo largo del cuerpo, siguien­ do la cyrva graciosa de la robust^ cadera. Parecía una impúdica modelo olvidada de si misma en una pos­ tura académica impuesta por el artista. 4 Estamos ante la presencia de un yo estático, escul­ tural, que aún no expresa su interior, pero cuya mano apo­ yada en la cabeza insinúa ya un mundo de conflictos, al mismo tiempo que aquel brazo carente de tensión y dinamis­ mo revela la inercia de esa belleza plástica. Nuestra ima­ ginación se adelanta al comentario del escritor. ¿Es Ana

^Leopoldo Alas, La Regenta, Obras Selectas (Madrid: Bibliotepa Nu9va,1947 ),p.4J. $n adelante, ^1 mencionar es­ ta edición, solo daremos el numero de la pagina* 117 Oz.ores una mujer de carne y hueso o la estatua de una diosa pagana? Saltamos de la atmósfera intima de toca­ dor y alcoba al escenario poético de una sala de museo. Olvidamos, por un momento, que estamos ante la ficción literaria para pensar que en aquella mujer fue en reali­ dad la vida la que se transformó en literatura.

£1 silencio de esta modelo se quiebra ante su ex­ clamación " INi madre, ni hijos i11 (p.45). Es un yo solo, silencioso, martirizado. Un yo repleto de belleza y tam­ bién de dolor. Atrae, sí, pero al mismo tiempo nos de­ tiene. Hay algo en ella que nos recuerda las heroínas de Sófocles: Antígona, Efigenia, Electra, anhelantes de vida nueva, insatisfechas de su destino, temerosas del fracaso de sus íntimos deseos. En esta presencia se revela la latencia de un pa­ sado de frustraciones: Como de abandonarse a sus instintos, a sus ensue­ ños y quimeras se había originado la nebulosa aven­ tura de la barca de Trébol, que la avergonzaba to­ davía, miraba con desconfianza y hasta con repug­ nancia moral cuanto hablaba de ^elacipnes entre hom­ bres y mujeres, si de ellas nacía algún placer,por ideal que fuese. Aquellas confusiones, mezcla de malicia e inocencia, en que la habían sumergido las calumnias del Aya y 1s groseros comentarios del vulgo, la hicieron fría, desabrida, huraña para to­ do lo que fuese amor, según se lo figuraba ?P*6 l). El yo escultural de Ana Ozores se llena de pronto de misterios físicos y morales. No conocemos su proceso^

C f / # ^Serrano Poncela ve aquí un determinismo sicológi­ co y etico, influencia del sistema filosofico-científico 118

pero ahora podemos verlos a la luz tenue de ese dormito­ rio y escucharlos en el sollozo de su cuerpo que con bra­ zos tendidos se ha dejado caer sobre el lecho* ¿na está llena de paradojas. Lo ha estado siempre» desde que comenzó a abrirse hacia el mundo de madurez fi­ siológica y emocional* Anita iba a transformarse en mujer cuando pare- cja muy l^jos aun de esta crisis; estaba delgada» palida, débil. Sus quince años eran ingratos: a los diez tenia las experiencias de los trece y a los quince representaba dos menos, (p.62)* Han pasado doce años desde aquel proceso, ¿hora tie­ ne veintisiete años. Su cuerpo venció la crisis de madura­ ción y brotó a la vida lleno de dimensiones armónicas pe­ ro marcado con estigmas de recuerdos. Dimensiones y estig­ mas crecieron y se profundizaron. Hoy, ¿na está sola, be­ lla y desgraciada* Su belleza es tan sólo para la intimi­ dad callada de su alcoba* Ana nació para la reclusión: aquella del invernadero pedagógico de Doña Camila y ésta del caserón de los Ozores* Hay algo más en este yo exterior de ¿na Ozores, Esa

del siglo* El conflicto de ¿na lo explica por la tara am^ biental: "No puede escapar de la presión del medio* Nació de un padre libre-pensador y de una madre bailarina, es decir, de una doble infamia para la España tradicional de provincia* Desde muy niña asx se lo hacen saber. Esta con­ dicionaba por tan infausta herencia y todos sus actos lo señalaran. "Un Estudio de la Regenta", CA., Año 26» No* 152-153(1967), p.255 119 figura de contornos clásicos y actitudes mesuradas que nos inclinan a pensar en la sofrósine helénica más que en furias románticas, ante la soledad de su corazón y las insistencias insatisfechas de su cuerpo^, siente las convulsiones de fuerzas biológicas que proyectan el yo en otras direcciones* Se el equilibrio. La diosa < 7 olímpica se transforma en bacante* r Una bacante como serian las de verdad, si las hubo allá en esos países que dicen* Esto padece cuando se retuerce* iCómo se ríe cuando esta en el ataque1 Tiene los ojos llenos de lágrimas, y en la boca unos pliegues tentadores y dentro de la remoní- sima garganta suenan unos ruidos, unos ayes, unas quejas subterráneas; parece que allá dentro se la^ menta el amor siempre callado y en prisiones. I Que sé yol ISuspira de un modo, da unos abrazos a las almohadas! IY se encoge con una pereza! Cualquiera diría que en los ataques tiene pesadillas, y que ra­ bia de celos o se muere de amor (p. 1 3 0 ).

g # # Visitación explica: "Ella no esta como un guante, pero por dentro andara la procesión. Menudean sus ataques de,nervios. Ya sabes que cuando se casó cesaron, que des­ pués volvieron, pero nunca con la frecuencia de ahora (p. 131). ^"Alas supo utilizar^y sacar partido de los conoci­ mientos sicológicos de su época, fin de hacernos partí­ cipes en el proceso,de constitución de una irregularidad síquica que, a través de adolescencia, produ­ ce un^. madura y frustrada personalidad femenina. Ésta frus­ tración se hace más compleja al confundirse con la nocion moral de pecado instituida por una rígida práxis religio­ sa. Su matrimonio con el anciano regente señala nuevo ele­ mento represivo,a la ya complicada y, a la vez, frágil si- que de Ana. En ultima instancia diríamos, Alas ^rato de construir instintivamente una pers9nalidad histérica feme­ nina sobre cuya sensible imaginación trabajarán cuestionas bastante complicadas, donde sexo y creencia religiosa irán Juntos" Segundo Serrano Poncela, "Un Estudio de la Regenta", Ibid., p. 23 ^ 120

Es la presencia de un yo que evoluciona desde la ex­ presión clásica a la romántica, desde el equilibrio fí­ sico a los desarreglos fisiológicos. Esto es lo que Ba- quero Goyanes llama el "oscilar del autor y de sus per- * Q sonajes entre lo espiritualizadamente romántico y su ^ ^ Q $ traducción fisiológica.'™ es este el yo exterior de Ana Ozores: -una simbiosis de arte plástico helénico y del retorcimiento sensual de medusa romántica. Conjun­ ción de belleza cercana y distante, sensual y fría, in­ satisfecha y displicente.

Don Víctor Quintanar es un viejo que ha llegado a serlo sin conocer aún su destino en la tierra. Creíase hombre de energía porque a veces usaba en casa un lenguaje imperativo, de bando municipal; pero no era, en,rigor, mas que una pas^a para que otros hi­ cieran de el lo que quisieran. Asi se explicaba que, siendo valiente, jamas hubiera tenido ocasión de mos­ trar su vqlor luchando contra una vojuntqd contraria. ^1 sostenía que en su casa no se hacia mas que lo que el quena, y no echaba de ver que qiempre acababa por querer lo que determinaban los demas (p.304).

Q Aunque en el ejemplo dado no se ve el elemento es­ piritualizante, pues todo es forma concreta, en Ana Ozores se da con frecuencia la mezcla de lo sensual y espiritual. Alas nos dice: "La deleitaba aquel placer del,tacto que c o m a desde la cintura a las sienes. IConfesión general 1 , estaba pensando. "(43) .

^Mariano Baquero Goyanes, Prosistas Españoles Con- temgoréneos (Madrid: Edic. Rialp,¿3.A., 1 9 pp.btí; 121

He aquí un 70 definible únicamente por contradic­ ción de lo que él cree ser 7 poseer. Los rasgos físicost exteriores» no merecen ser subrayados» pues en Don Víc­ tor todo es conflictivo. Ha llegado a una vejez aún muy relativa y se adivinan ya señales de vejez decrépita» asexual, o de retorno a la niñez. En él sólo se delinea la comicidad que produce lo anticuado que quiere expre­ sarse como original. Hablaba como el periódico o como el libro que acababa de leer, y algunos giros, inflexiones de voz y otras cualidades de su oratoria, que parecían se­ ñales de una manera original, no eran mas que ves­ tigios y ocupaciones pasadas. Así hablaba a veces como una sentencia del Tribunal Supremo, usaba en la conversación familiar 9 I tecnicismo jurídico, y esto era lo único que en el quedaba del antiguo magistrado (p. 30*0 . Este contraste entre lo que él es y lo que hubiera querido ser hace de Don Víctor una personalidad sin re­ lieves de realidad. Ante Ana Ozores nos preguntábamos si estábamos ante una realidad de carne y hueso o frente a una realidad hecha de poesía y de características de mu­ seo. Ante Don Víctor nos preguntamos si estamos ante un hombre que se alimenta de lo real o ante una imagen de hombre que vive en la ficción. Nació Quintañar para có­ mico y para aficionado del teatro casero. La sociedad lo apartó de este ideal; tuvo que entrar en la carrera ju­ dicial a regañadientes. Y para aquietar esa "espina que llevaba en su corazón11, Y dejar de ser algo#más que una rueda del ppder judicial, complicada máquina; era cazador, botánico» 122

inventor, ebanista, filósofo, todo lo que querían ha­ cer de él su amigo Prígilis y los vientos del azar y los caprichos (p.305 ). Este es un yo exterior sin consistencia. No podemos hablar de posibilidades pluralísticas, pues no es un yo que divida su entidad interior o exterior en busca de sí mismo y de unidad. Don Víctor es tan sólo juguete de su falta de voluntad y dirección.Es un yo infecundo que no siente más tortura que la de no vivir en un mundo de fic-

En él no hay la conjunción del romanticismo ideal y las tendencias fisiológicas que señalábamos en la Ozo­ res. Don Víctor Quintanar no es un mar de emociones am­ bulantes . Su voluntad no parece por ningún lado, como no sea para responder ciegamente a los instintos más primitivos. De su yo exterior sólo conocemos aquellos ademanes de circo y de comedia propios de su quimera*

En Doña Paula, la madre del Magistral,Clarín nos

"La espina la llevaba en el corazón; reconocía que el cargo de magistrado es delicadísimo, grande su responsabilidad, pero el...'era ante todo un artista* • Aborrecía los pleitos, amaba las tablas, y no podía pisarlas dignamente. Este jra el torcedor de su espí­ ritu, Si le hubiese sido licito representar comedias, quiza no hubiera hecho otra cosa en su vida; pero^co- mo le estaba prohibido por el decoro y otra porción de serias consideraciones, procuraba buscar otros ca­ minos a la comezón de ser algo mas que una rueda del poder judicial (p. 305). 12? pone ante la presencia de un ant i-héroe de novela. Estamos frente a la antítesis física de ¿na Ozores. Ante Tin yo sin repliegues de interioridad* pero dotado de gran poder exterior. Es antítesis de don Víctor también* pues en ella todo es cuerpo e ilimitado poder de voluntad: Tenía sesenta años que parecían poco más de cin-( cuenta. Debajo de un pañuelo de seda negra que cubría su cabeza» atado a la barba* asomaban trenzas fuertes de un gris si^cio y lustroso; la frente era estrecha y huesuda, palida como todo el,rostro; I93 ojos de un azul no muy claro* no tenían más expresión que la se­ mejanza de un contacto frío: eran ojos mudos; por ellos nadie sabría nada de aquella mujer. La nariz, la boca y la bar^a se parecían mucho a las del Ma­ gistral. Un mantón negro de merino ceñido con fuer­ za a la espalda angulosa, caía sin gracia sobre el habito* ne^ro también» de estameña con ribetes blan­ cos. Parecía doña Paula* por traje y rostro, una amor­ tajada (p. 173 )- Ni clasicismo, ni romanticismo. Esta es más bien una pintura de realismo. Doña Paula a enfrentado a la vida y en todos su3 momentos la ha vencido. Ha hurtado al tiempo una década de vida. Ha soportado las miserias de la taberna junto a la mina» y todo ello únicamente para seguir subsistiendo y llegar a vencer a aquella so­ ciedad que la ha martirizado. En su cuerpo no hay lí­ neas de belleza ni gracias de mujer. Paula sólo revela los cortes bruscos y angulosos de su cuerpo y con ellos su voluntad decidida a obtener lo que quiere. Ella fue así desde su juventud. Más aún» de3de su niñez: A los nueve años era Paula una espiga tostada por el sol, larga y seca: ya no se rexa; pellizca­ ba a las amigas con mucha fuerza» trabajaba mucho y escondía cuartos en un agujero del corral. La 124 la hizo mujer antes de tiempo; tenía una se­ riedad prematura, un juicio firme y frío (p.248). Es este un yo sin evolución, sin complejidades ni misterios» Se mueve únicamente a impulsos de esa co­ dicia rectilínea gobernada por la voluntad de ser y ob­ tener cada vez más. La vida ha dejado en su cuerpo tan sólo jirones de sabiduría. Aquella mujer cortada a hachazos, parecía una es­ tatua rustica de la elocuencia prudente y cargada de experiencia (p.207 )« Paula es un ser de carne y hueso, sí, pero no la mujer. En ella no hay la contradicción vital que cons­ tituye el verdadero carácter literario. Es ella más bien el tino o la representación de una línea humana, cuya com­ plicación hay que buscarla en los movimientos de la pasión que la dominan, pero no en la interacción de otras reali­ dades. Ni lo sexual siquiera es capaz de producir en ella una respuesta femenina de aceptación o rechazo. Produce únicamente la reacción instintiva del bruto. El sexo se transformó también en lucha, en voluntad de vivir, en co­ dicia y ansia de poseer. A lq primera insinuación amorosa, brusca, signifi­ cada mas por gestos que por palabras, el ama contes­ to con^un gruñido, y fingiendo no comprender lo que le pedían; a la segunda intentona, que fue un ataque brutal, sin arte, de hombre casto que se vuelve loco de lujuria en un momento, Paula dio por respuesta un brinco, una patada; y, sin decir palabra, se fue a su cuarto (p.249). No hay aquí huellas de ideal romántico, pero sí ras­ gos de determinación fisiológica. Paula representa un vo­ 125 luntarismo físico que encierra su presencia exterior en una clase de materialismo sin comunicación con otros mun­ dos. Y de este divorcio que rechaza brutalmente toda sim­ biosis nace la hipertrofia de su ser. Ella es un cuerpo vigoroso, pero un 70 amortajado en limites de materia. Asi lo han comprendido esos seres de la caverna de la mina que se cruzan a su paso. "La llamaban la muerta"(p.

265 ), porque no ofrece comunicación posible con el mundo de los seres vivos. Vive tan sólo para si, para amonto­ nar un caudal que no le ofrece vitalidad, ni la engran­ dece, antes la hunde en la más abyecta miseria moral 7 espiritual. Es este un 70 de presencia animal.

El Yo interior La presencia del yo interior es prácticamente tópi­ co común en la obra de Clarín. El escritor no puede que­ darse en la superficie de sus héroes; la vitalidad del per­ sonaje literario depende del grado de vida interior que manifieste. Si Alas se reduce, alguna vez, a la pintura física, es precisamente para crear contrastes 7 acusar, en e3e ser unilateral, orna falta de complejidad interior.

Toda la acción central de sus cuentos 7 novelas gira en torno a la vida de personajes que están desarrollados desde el interior a base de descripciones de sus pensa­ mientos 7 sentimientos.11Alas analiza muy a fondo los conr-

^Francés Weber,"The Dynamics of Motif in Leopoldo Alas* La Regenta, HR., LVII(1966), p. 188 126

flictos emocionales contrastando las fuerzas interiores que los provocan con el mundo exterior que las recibe. Los personajes literarios de Clarín que a diferencia de Doña Paula se separan de una existencia muerta y animal, viven al impulso de su ser interior, proyectando su idealismo en las acciones de su vida, y tratando, en todo momento, de identificar su yo con la entidad acorporal que ellos sienten dentro de si. Examinemos, a la luz de estas ideas, el yo interior de Bonifacio Reyes, protagonista de Su Unico Hijo. Al ha­ cer un resumen de cómo siente este yo y contrastarlo con la captación que de él tiene la sociedad que le rodea, Reyes se expresa: Yo comprendo que la vida perra que he llevado siem­ pre en este puebl^ maldito es mezquina, miserable..., la aborrezco* Aquí todos me desprecian, me tienen en la misma estimación que a un perro inútil, viejo, desdentado..., todo porque soy de carácter suave y desprecio los bienes puramente materiales, el oro # vil, y, sobre todo, la industria y el comercio.•.No se negociar, no sé intrigar, no sé producirme en socie­ dad. .•, luego soy un bicho, i absurdo1; Yo comprendo, yo siento..., yo sé que aquí dentro hay algo (pp.6o4- 605). El yo interior de Bonifacio Reyes es para el perso­ naje un yo integrativo y único. En él se asienta la com­ pleta identidad de su ser. El yo físico, separado de la estidad acorporal que radica en su fondo, es un yo ani­ mal: un perro, un bicho cualquiera, o un yo muerto como el de la madre del Magistral. Sin embargo, la realidad material, en el caso de 127

Reyes, es la única que se manifiesta al exterior. El mis­ mo personaje siente el conflicto: no puede reproducirse. Y de esta falta de interacción nace en él la identifica­ ción de su verdadero ser con su conciencia. Quienes le ro­ dean no pueden vislumbrar su yo interior y caen en una apreciación animal, favorable a veces, despectiva otras, pero en todo caso deshumanizadora. Emma llegó a sentir por su esposo un afecto análo­ go, en cierto modo, al que hubiera podido inspirar al Emperador romano su caballo senador (p. 56*0* Emma se detiene en la figura gallarda de su esposo. Es incapaz de traspasar la barrera de lo físico para lle­ gar al ser de fondo. Este no le interesa. Como doña Paula, Emma vive para el mundo que puede poseer y gastar. Su es­ poso no significa más que el hermoso animal que la acom­ paña o la joya que luce y la hace objeto de envidia social. Su Bonifacio no era más que una figura de adorno p§ra ella; por dentro no tenía nada, era un alma de cántaro; pero la figura se podía presentar y day con ella envidia a muchas señoronas del pueblo. ^Lucia a su marido a quien compraba buena ropa, que el vestía bien, y se reservaba el derecho de tenerle por Tan al­ ma de Dios (p.560). La impresión desvitalizadora, sin embargo, no des­ truye la presencia interior de ese yo oculto que en el ca­ so de Bonis no puede transparentarse. Su impotencia para proyectarse da origen a un proceso reversible: se preten­ de atraer lo físico hacia el interior y disolver el ser en un puro idealismo. Reyes cree haber logrado esta uto­ pia a los ojos del arte: 128

Pues bien:vosotros artistas, a quien también tienen en poco estos mercachifles sedentarios, es t^s lapas, estas ostras de provincia, me compren­ déis, me toleráis, me agasajáis, admitís mi com­ pañía (p.6 05 )* Bonifacio piensa haber logrado finalmente la sim- biosis de su yo íntimo y su yo corporal. No se da cuenta que también lo que él llama arte lo ha deshumanizado. Aquel grupo de comediantes lo acepta, sí, pero no por ser él el yo exterior que manifiesta o el interno que no pue­ de proyectar, sino únicamente porque él representa una fuente de provecho económico. Estamos ante la paradoja más miserable de Reyes. Cuando él cree haber realizado sus sueños de integración, se lo acepta, no por lo que él es, sino por el otro que él materialmente posee: Emma, su dinero, su clase social. ¿Por qué no puede Bonifacio Reyes revelar su yo inte­ rior? Porque éste es débil y confuso. No ha rebasado el nivel de las abstracciones, no se ha caracterizado en li­ neas definitivas; es tan sólo un "algo" dentro del orga­ nismo del personaje, y esto no basta. El yo interior de Bonis, como el personaje lo dice, es un ser que "compren­ de y siente", pero nada más. Es un yo interior pasivo que se ha desarrollado únicamente en esferas de recepción. En él no hay impulsos de acción, no hay conflictos vita­ les que demuestren o una poderosa orientación definidora o gran inestabilidad de emociones sicológicas. En forma análoga al yo interior de Don Víctor, que vive para la 129 ficción sin atender a la realidad física de su cuerpo, el yo interno de Bonis vive únicamente para la idea, alejado, cuanto puede, de su cuerpo a quien siente mas como obstá­ culo que como .parte integrante de una misma realidad. Reyes..., en los ratos que dejaba la flauta y no podía ver a Serafina, y su mujer no le necesitaba, y, sobre todo, en la cama, antes de dormirse, consagra­ ba no poco.tiempo a meditar sobre el gran problema de Jo que seremos por dentro, por dentro de todo; y t e m a a cerca dj la realidad del alma ideag muy arries­ gadas y que crexa muy originales. También el era espi­ ritualista, I ya lo creol a buena parte (p.620). Es esta confusión indefinible, permanente, y al mis­ mo tiempo únicamente especulativa lo que le impide la in­ tegración y la reproducción al exterior. Y cuando esta al­ guna vez se realiza, se manifiesta más como actividad de la imaginación y como dormerela que como efecto espiritua- lizador. , Aquella ausencia de facultades expresivas, que se­ gún el era lo único que le faltaba para ser artista, estaba qompjnsada abora por la realidad de los hechos; se sentía heroe de ntovelaj no había sabido nunca dar qxpresion a lo que el era capaz de sentir; mas ahora el mismo,^todos sus ^ctos y aventuras eran la viva encarnación de las mas recónditas y atrevidas imagi­ naciones (p.5 99 )« No estamos frente a la reproducción del yo interior. Este es impotente para manifestarse. Se trata únicamente 1 O de una compensación, de la sustitución de una realidad por

12En esta compensación Bonifacio observa al yo exte­ rior y cree que este representa el interno,sin darse cuen­ ta que lo que ye y siente no es su yo completo sino solo un aspecto $.e es£e. Como dice Georges Gusdorf; "L'interet se trouve deplace de l'interieur vers J'exterior. L§ s^ject lui-meme se volt du dehors, comme le heros de sa propre 150 otra. Bonis lo dice pero sin convicción, acogiéndose con entusiasmo a la ilusión de haber realizado sus sueños. ¿Es su imaginación parte del yo interior, espiritual, que él siente poseer, o más bien parte de lo animal que todo el mundo acierta a descubrir en ól? El veía visiones, pero que hermosas, que sabro­ sas. Tenía que confesar que la part^ animal, la bes­ tia, el bruto# estaba en el mucho^mas desarrollado de lo que había creído. No pensaría Bonis que el ino­ fensivo flautista que olía a aceite de almendras te­ nía dentro de si aquel tuycazo voluptuoso que se de­ jaba querer al estilo artístico-oriental tan rica­ mente, y,#sin embargo, el alma, el espíritu puro, velaba, si, velaba íp.595 )* Bonis lo ha confundido todo. Ha dividido y subdivi- dido su ser, sin poder reconocer con seguridad cada una de sus partes. ¿Y si el mismo no puede reconocerse y lle­ ga a formular un proceso reversible donde la imaginación es lo animal, y lo animal es lo que el tiene dentro de sí, no es sorprendente que todos miren en el únicamente o ese cuerpo de caballo hermoso o al bicho miserable sin el al­ ma interior que lo unifique. Bonifacio Reyes no esclarece su problema. Al contra­ rio, al tratar de identificar su yo interior cae en una carriere. Nous avons affaire au per sonnage^ campe dans l'attitude^qu'il s'est choisie, plutot qu'a la personne avec ses dótours, ses incertitudes et ses yepentirs, telle qu'elle fut dans les circonstances rjelles d'une vie qu'elle ne dominait pas toujours1.1 La Peeouverte de soi (Paris: Presses üniversitaires de Prance, 1948), p.35 131 serie de duplicaciones sin salida» donde se confunden lo animal» lo imaginado y lo espiritual. La presencia del yo interior, establecida en un comienzo» aparece y desa­ lé parece en una serie repetitiva. ** En esta confusión de las realidades interiores ra­ dica el problema de base que imposibilita la reproduc­ ción del ser. Reyes siente que "dentro de si hay algo”, llega a percibir la existencia de su ser, pues "ser equi­ vale a tener conciencia de si, a ser uno mismo. El ser no se da sino en la conciencia refleja de si mismo, lo que T/t Unamuno expresa por la forma reflexiva Serse. ** Pero Bonifacio desvirtúa el valor de este testimo­ nio de conciencia al identificar el serse con el reprodu­ cirse, desconociendo que la conciencia de si mismo no es ni mundo exterior sensible, ni interior sicológico» sino el choque continuamente renovado de múltiples movimientos

^Reyes identifica su yo fisico con un ente de fic­ ción, su imaginación, con el yo real de los novelistas y hace de la imaginación y existencia una sola realidad. "Bonis también crexa que aquella vida no era para llegar a viejo» pero, a pesar de cierto vago temor a ponerse tí­ sico, estaba,muy satisfecho de sus hazañas. Se compara­ ba con los héroes de las novelas que leía al acostarse, y en el cuarto de su mujer, mientras velaba; y veía con gran orgullo que ya podxa hombrearse con autores que in­ ventaban aquellas maravillas. Siempre había envidiado a los seres privilegiados que? amen de tener una ardiente imaginación, como él la tenxa» saben expresar sus ideas, trasladar al papel todos aquellos sueños en palabras pro­ pias, pintorescas y en intrigas bien hilvanadas e intere­ santes. ..(pp. 598-599)• ^Fran$ois Meyer, La Patología de Miguel de Unamuno (Madrid:Uredos, 1962), p. 18 132 contrarios que por un lado se condicionan mutuamente y, por el otro, se oponen. En el proceso del "serse" al "reproducirse",Reyes cree que sus aventuras y existencia al exterior son la réplica de su imaginación, sin advertir que la imagina­ ción o fantasía no trata de reproducir al ser sino úni­ camente de darle conciencia de lo que es, pues ésta es lo mas sustancial del ser, "porque es querer ser -la única manera de ser-. La Imaginación es esencia del ser, 16 ya que 63 una forma de lucha contra la nada." 0 como lo dice Meyer, "la imaginación es algo totalmente diferente de una facilitad perezosa y vaga: es la lucha, lucha con­ tra el anonadamiento, lucha sin descanso y sin esperanza que cpone continuamente a la nada de un sueño que aquel le disputa siempre y que éste vuelve siempre a ofrecer 17 como objeto de la disputa." r La confusión de la estructura ontológica del ser, sus contradicciones y agonías,los cambios y desvanecerse de la identidad, son problemas generales del yo interior de los personajes de Clarín. ¿ veces, como en el caso de Ana Ozores, hay mas vigor interior, mas determinación ha-

15Ibid., p .67 ^Iris M. Zavala, Unamuno y su teatro de conciencia (Salamanca: Raycar ,S.A. ,1963.) ,p.lb¡? ^F.Meyer ,Ibid., p.73 133 cía líneas definitivas, pero siempre el sentimiento de un ser que se halla en conflicto consigo mismo, que es ene­ migo de sí, mismo y que no puede existir y actuar sino en virtud de este conflicto. Por esto, la acción déL per­ sonaje literario va de un extremo de inestabilidad al otro, ya que, como dice Francés Weber, "What moves the actors and the action is the inestability of seemingly reversible impulses. The conflict within the characters is unresolvable, and the plot traces a duplicating series of almost identical psychological motions, a pendulum swinging... The action leads nowhere, its dynamics are reflexive and repetitivo.. 18 Hemos expuesto la presencia del yo interior y la del exterior como dos entidades separadas y completamen­ te individualizadas. Se identifican por un proceso de negación de sus contarios. La tendencia a la integración no destruye su individualidad. Al contrario, esta se de­ bate en una lucha paradójica donde mas que la interacción se obtiene una nueva división. Los dos yos: el exterior y el interior tratan de absorber al contrario para expresar el ser total: como realidad material, en el caso de Lona Paula,o como producto espiritualizado, en Bonifacio Reyes.

^^Frances Weber, Ibid., p.190 154 Coexistencia de los dos yos

Esta batalla sin embargo no es permanente. Pre­ senciamos también la coexistencia pacífica de estos dos yos. El ser del personaje literario señala la presencia de estos seres sin que 3ienta conflicto especial en es­ ta convivencia, aunque se da cuenta que los intereses del yo exterior y los del interno son, cuando no con­ tradictorios, al menos diferentes. La Begenta nos ha­ bla de esta convivencia: Mientras su imaginación la entregaba a Grecia, al Obispo, al Museo de Pintura, ella, Ana Ozores, la de carne y hueso, tenxa que vivir en una calle estrecha y oscura, en un mísero entresuelo que se le cara sobre la cabeza (p.148). He aquí dos yos individualizados por su esencia y su actividad: el interior identificado con la imagina­ ción, como estuvo a punto de sentirlo alguna vez Boni­ facio Beyes, y que se mueve en un mundo de ideas, y el exterior que se resume en lo físico y se descubre por relaciones de ubicación. No hay conflicto o lucha entre estos dos yos, a pesar de que el personaje define la to­ talidad de su ser únicamente por el cuerpo. El mismo resultado observamos, cuando en sentido inverso, Ana identifica la realidad del ser con su yo interior, fuerza misteriosa y desconocida, que no niega ni rechaza la presencia de lo corporal: Ana participó un, momento de aquella voluptuosi­ dad andrajosa. Pensó en si misma, en,su vida consa­ grada al sacrificio, a una prohibición absoluta del 135

placer, y se tuvo esa lástima profunda del egoísmo exitado ante las propias desdichas- Yo soy mas po­ bre que todas éstas. Mi criada tiene a su molinero que le dice al oído palabras que le encienden el rostro; aquí oig^ carcajadas del placer, que causan emociones para mi desconocidas (p.141). Cuerpo y espíritu, yo interior y exterior, están presentes, observándose, dándose cuenta de lo que cada uno experimenta, conscientes de la negación que sufre su entidad en la presentación del yo total, pero sin ofrecer resistencia o manifestar conflicto* Muchas veces esta presencia individualizada y no combativa de los dos yos está determinada por los obser­ vadores, aunque estos no pueden apreciar claramente la linea divisoria que separa esas entidades. En tino de los cuentos de Clarín, el protagonista descubre los yos de otro personaje: Aquella señora, guapa y todo, con los ojos pensa­ dores y sus cejas cargadas de ideas nobles y de poe­ sía, serla, es claro, como las demás mujeres en el fondo; inteligente solo en el rostro, no de veras, no por dentro.19 La división entre el interior y el exterior es cla­ ra. Lo físico en un extremo y en el otro un interior defi­ nido por la carencia de una de sus facultades. El cuerpo absorbe el interior, posee sus cualidades, pero no por eso desaparece el yo de fondo, aunque éste esté próximo a identificarse con el vacio.

1Q , 7Alas, Rivales, IAdios "Cordera" I y otros cuentos (Buenos Aires: Espasa-Caipe, v y m ), p.4y 136

Proceso similar observamos, cuando en sentido con­ trario, el cuerpo se difunde en lo interior y se define, no por negación, como en el caso anterior, sino más bien por la presencia de una de sus cualidades, que ahora se encuentra en el yo interior que posee al exterior. Posi­ tivismo e idealismo tratan de erigir su soberanía ha­ ciendo caso omiso de la tendencia contraria. Mientras el yo físico trata de explicar al interior, éste quiere re­ ducir lo corporal a fuerzas energéticas. En Un Jornalero, el protagonista nos dice: Después de haber tenido en su ya larga vida de eru­ dito y escritor mil clases de vanidades, ya solo le quedaba el orgullo de su trabajo... No se#reconocía a fuerza de mucho análisis de intuspección, virtud alguna digna de ser llamada tal, mas que esta, la del trabajo; oh, pero ésta si. 20 El yo exterior se pierde en el interior. La presen­ cia de los dos yos es concomitante* Los dos yos se presen­ tan uno frente al otro, se reconocen, pero no llegan ni a simbiosis vital, ni al rechazo.

El yo actual y el yo del pasado

Este proceso de reconocimiento y convivencia que ■»K. hemos observado entre el yo interior y exterior, tiene lu­ gar también cuando el yo del personaje literario evoca su pasado y reproduce el yo que fuera en años no muy le-

^Alas, Un Jornalero, Ibid., p.113 137 Óanos. El yo actual se descubre en el antiguo. Pero en este reconocimiento hay un desdoblamiento del ser. Se quiebra su individualidad. En la distancia observa su reflejo. Se reconoce. Pero en ese otro yo que es el su­ yo mismo, no ve un principio de lo que ahora es, sino el ideal que el yo actual ha soñado y desearla ser. Pensando la Regenta en aquella pdña que había sido ejla, la admiraba, y le parecía que su vida se había partido en dos; una era la de aquel ange­ lito que se le antojaba muerdo. Lg. niña que salta­ ba del lecho a oscuras era mas enérgica que esta Anita de ahora, tenia una fuerza interior pasmosa para resistir sin humillarse l^s exigencias y las injusticias de las personas frías, secas y capri­ chosas que la criaban(p.4A) La división es evidente. Pero, que clase de di­ visión es ésta? Existe ciertamente una separación crono­ lógica del yo. Hay un corte vertical entre el pasado y el presente. Pero hay al mismo tiempo una división ho­ rizontal de este yo actual que enraizado en el pasado se prolonga hasta el presente. El yo se proyecta en un eje de coordinadas cuya horizontal le permite recono­ cerse único en todo instante, y cuya vertical lo divi­ de en dos entidades análogas: semejantes y desemejan­ tes a la vez. Y es esta analogía la base del conflic­ to interior que sufre el yo actual. En el pasado se ha muerto parte de su ser, algo querido y soñado. El pre­ sente es un ser diferente que se alimenta de la realidad que fue, o mejor dicho, de su quimera. Así lo siente Nicolás Serrano, protagonista de Superchería, al pensar en Guadalajara, el pueblo a diez 138 o doce leguas de Madrid en que él habla vivido seis me­ ses de adolescencia. ( Allí había tenido los doce o trece años de un es­ píritu precoz; allí había vivido siglos en pocos días, mundos en breve espacio, con un alma nueva» un cuerpo puro» una curiosidad carnal» todavía no peligrosa... La emoción dominante era amarga, el dolor positivo; pero no importaba; aquello valia la pena de sentirlo. Se acordaba de sí mismo, de aquel niñ^ que había si­ do él, como de un hijo muerto, se t e m a una lástima infinita. El verse en aquel tiempo le hacía pensar en el efecto de mirarse de espaldas en los espejos paralelos (p.786). Ana Ozores y Nicolás Serrano se sienten divididos y proyectados hacia atrás, a su infancia y primera ju­ ventud. Entonces la vida no tenía complicaciones. El yo físico vivía a impulsos del yo interior e inconsciente todavía de sus exigencias vitales. Pero pronto cobré con­ ciencia de la realidad carnal y en breve ésta se impuso al yo interior. Muere el niño. Pero muere sólo para la vida que iba a transcurrir desde aquel momento. No pa­ ra la vida que se proyectaba hacia atras. Esta muerte y continuación se miran frente a frente. Se reconocen igua­ les y diferentes. ¿Pero iguales en qué? 0 como pregunta y responde Ilie, al estudiar a Unamuno: "V/hat does the phrase 'I feel myself to be the same one' really mean? Since we do in fact change with the passage of time, our sameness must be our identity. Ve can identify ourselves by identifying our self. Our self of one moment equals our self of another, not in qualities, but in sameness. Henee, the term mismidad has a double meaning: selfness 139 and sameness. The sense of self (identity) is the feeling that ve have always been the same per son» and this same­ ness can only be perceived through the sense of continuity 21 which time gives ua," Iguales, por tanto, únicamente en el yo. En esa esen­ cia de individualización que continuó a través de la muer­ te del yo niño y que ahora observa los dos yos, el actual y el del pasado, con sentimientos de nostalgia y lástima. Esto es vivir:'1... ir muriendo e ir renaciendo. El que soy yo hoy, mi yo de hoy entierra a mi yo de ayer, como mi yo de mañana enterrará al de hoy. El alma es un cementerio en que yacen todos nuestros yos que finaron, todos los que oo fuimos." Estamos ante tina reduplicación doble, triple e infinita del yo. Cada nuevo minuto compone un nuevo yo en el pasado» anuncia un nuevo yo actual y nos habla del yo observador que recoge todos los datos en una sola uni­ dad personal. El yo observador está entre los espejos pa­ ralelos, contemplando la meditación callada de los yos temporales que se miran frente a frente. La sensación de añoranza se convierte muchas veces en deseo de búsqueda. Entonces, el yo actual trata de re-

21Paul Ilie, Unamuno an Existential View of Self and Society (Madison, Milwaukee and London: The University of Wísconsin Press, 1967), p* 100

22Ibid., p. 101 140

integrarse en el pasado para volver a ser lo que fue. Y como es imposible que el yo físico vuelva a rehacer su camino, el yo se identifica totalmente con el yo inte­ rior que ahora, en el presente, acusa e insiste en un re­ torno. Pablo, protagonista del Doctor Sutilis, en una in­ trospección del yo de fondo que ha sufrido transformacio­ nes del amor, explica esta búsqueda interior: No hubo más#sino que al pasar ¿unto a una fuente el Amor se miró en sus aguas, y vió qu^ no era el mismo, ni cosa parecida. Desde aquel día el Amor bus­ ca al amor, y no parece (p. 924). La división en este caso se nos hace más vaporosa porque el yo corpóreo no tiene parte alguna en esa con­ templación del presente y recuerdo del pasado, y sobre todo, porque uno de los espejos paralelos está en el in­ terior del personaje. No podemos observarlo y el persona­ je nada nos dice tampoco de ese yo que él mira a sus es­ paldas y dentro de si. Como nos dice León Livingstone, Alas ha cambiado la fórmula tradicional de A ve a B por A ve a A. Contemplán­ dose en el pasado, como si fuera otra persona, los perso- 25 najes yuxtaponen las ideas y emociones de sus dos yos.

Pérdida y Reencuentro del yo

La presencia simultánea de los dos yos: el actual

25 ^Livingstone, "Interior Duplication., Ibid., pp. 595-406 141 y el pasado» reflejados en espejos literarios, acusan un cambio en la identidad del yo, pero no siempre una pérdida de Ó3ta. La desaparición de un yo -el del pa­ sado- no destroza el ser total» ni su conciencia de existencia* "The loss of a self is not the loss of awareness, ñor lesa the demise of the corporeal entity. On the contrary» the existential self appears to be a vigorous and pervading continuity that sur vi ves these lesser births and deaths. There will always be a "self of tomorrow", and even the graveyard of selves is locat- 24 ed in some mnemonic región of the soul." £1 yo entre los espejos paralelos que observa frente a si y a sus espaldas forma la conciencia de unidad. Esta se pier­ de cuando el yo interior y el exterior no conviven pa­ cíficamente, sino entablan una lucha sin cuartel, en la cual el yo total cree ver una pelea entre sí y otro: o cuando el personaje, a la vez que niega uno de sus yos: el exterior o el interior, no se identifica con el yo restante* Ana Ozores explica estos procesos: Irritaba a la de,Quintanar esta insistencia de sus ensueños. De qué le servía resistir en vela» luchar con valor y fuerza todo el día, llegar a creerse superior a la,obsesión pecaminosa, casi a despreciar la tentación, si l^i flaca naturaleza a sus solas, abandonada del espíritu» se rendía a discreción, y era más inerte del poder del enemi­ go? ¿1 despertar de sus pesadillas con el dejo amargo de sus malas pasiones satisfechas, Ana se

24Ilie, Ibid., p.101 142

sublevaba contra las leyes que no conocía* y pensaba desalentada y agriado el animo* en la inutilidad de sus esfuerzos* en las contradicciones que llevaba den­ tro de si misma (p. 268). Se momento, la pérdida de la conciencia de unidad se produce en instantes en que el mundo de los esfuer­ zos conscientes está dormido. Se quiebra la unidad por el asalto clandestino de uno de esos yo en sueño. £1 per­ sonaje siente la división de sus yos como una contradic­ ción, al mismo tiempo que se Juzga impotente para contro­ lar uno de ellos. ¿Cuál? No lo puede decir. No lo sabe. No puede distinguir en sus yos un mundo claro de causas y efectos. Si piensa demasiado en ello profundiza la quie­ bra y contradicción entre el yo físico y el yo acorporal y destruye esa mínima conciencia de unidad que aún le sobra. Las preguntas agigantan más el misterio: ¿Es el yo físico el que duerme o es el espiritual? ¿De dónde pro­ viene esa obsesión pecaminosa: del yo en vigilia o del yo que producen los ensueños? La ludia de los dos yos, como algo que sucede entre el yo y un extraño, deja en el personaje esa sensación de división y falta de con­ trol interior. Este quebrantamiento de la unidad interior llega a ocurrir también en momentos de vida consciente. Enton­ ces el desaliento y el mal humor de los que nos hablaba Ana hace poco, se transforman en torturas y verdadero pánico. El ser siente que se deshace el interior en el vacio. La idea de no-ser aparece como terror y locura. 143

0 El extremo de la locura era el desprecio de la lógica, la duda denlas leyes del pensamiento y de la palabra, y por ultimo, el desvanecimiento de la conciencia de su unidad; creía la Regenta que sus facultadep morales se separaban, que dentro de ella ya no había nadie que fuese ella, ^na, principal y genuinacpente..., Y £ras esto, el vértigo, el temoy, que traía la reacción con gritos y espasmos perifé­ ricos (p.467). El yo interior se desintegra en pedazos que a su vez desaparecen. Presenciamos el derrumbamiento de ideas, de principios morales. El mismo cuerpo se agita, se que­ branta y se revuelve. Es la destrucción y aniquilación del ser. La nada se proyecta como una perspectiva. Pero no una nada absoluta, sin la conciencia de haber sido, si­ no una nada que denuncia una consistencia y existencia an­ terior. El ser se rebela ante la idea de su desaparición. "Imposible nos es, en efecto, concebirnos como no exis­ tentes, sin que haya esfuerzo alguno que baste a que la conciencia se de cuenta de la absoluta inconsciencia, de su propio anonadamiento... Trata de llenar tu conciencia con la representación de la no conciencia y lo verás. Causa congojísimo vértigo el empeñarse en comprenderlo. 25 No podemos concebirnos como no existiendo." Y es este miedo a dejar de ser lo que produce una reacción vitalizadora y el retorno a la conciencia de* uni- dad. El personaje gira en círculos concéntricos: aparece y desaparece, pasa de la locura a la cordura, del equili-

^Unamuno, Obras Completas.Ibid., IV,491 144 brio al desequilibrio, de la rada al ser y de éste a un pluralismo esquizofrénico que bien puede deshacerse o re- agruparse en el uno que fue. Ana cerraba los ojos y dejaba de sentirse por fue­ ra y por dentro; a veces se le escapaba la concien­ cia de su unidad, empezaba a verse repartida fn mil, y el horror, dominándola, producía una reacción de energía suficiente a volverla a su yo, como^a un puer­ ta seguro; al recobrar esta conciencia de si, se sen­ tía padeciendo mucho, pero casi gozaba con tal dolor, que, al fin, era la vida, prueba de que ella era quien era (p.323). Es este el vértigo fecundo de Unamuno que "al hun­ dirse en ese inmenso campo de acciones, reacciones, mutua­ lidades, sonidos, ecos que los refuerzan...,ecos de los ecos, y ecos de estos ecos en inacabable proceso, ecos que hacen de renovadores, inmensa comunión de mi concien­ cia y ni naturaleza."2^ En esta inestabilidad de impulsos reversibles es o- tra vez el cuerpo el que atrae hacia la unidad. El cuerpo no puede desvanecerse. No puede desaparecer. Allí esta ese dolor,acusador de vida. Es precisamente el dolor quien revela la existencia reflexiva del serse."El dolor es el camino de la conciencia... el dolor nos dice que existi­ mos..., el dolor, que es un deshacimiento... Es la con­ goja lo que hace que la conciencia vuelva en sí. El no acongojado... piensa, pero no piensa que piensa, y sus pensamientos son como si no fuesen suyos. Ni él es tampo-

26Unamuno, Ibid.,III,p.266 145 co de si mismo. T es que solo por la congoja se adueña de si mismo un espíritu humano... No nos damos cuenta de te- 27 ner alma hasta que esta nos duele." r El sufrimiento se presenta como distinción fisica real que pone en límites opuestos a distintos seres huma­ nos y nos obliga a reconocer intuitivamente que las sensa­ ciones de un ser son distintas de las de otro. "The dawn of self-awareness therefore, arrives with the recognition that suffering is private and differentiating. At the same time, this knowledge of separateness goes beyond the dis- covery of how independent each self is. It also reveáis the possession of a personality. The somethinp; of which we are conscious in our set of psychological reactions which we designate as private, unique, and characteris- tic."28

El yo, su contingencia y la nada

En este batallar espasmódico que se balancea entre la perdida y en reencuentro de la unidad del ser, el yo observa el desmenuzamiento de su presencia ontológica dentro de sí. Pero la perspectiva de no-ser y llegar a la nada no termina allí. Esta nada futurística, al no ser ya objeto de relación con otros seres quiere abarcarlo

^Unamuno, Ibid.. IV,pp. 575, 625, 629 28Ilie, Ibid.. p. 55 146 todo en su no-esencia» Quiere que todo participe de su no-ser. Un no-ser consciente donde la nada vive, no como esencia, pero si como existencia. Una nada que quiere perseverar y perpetuarse en la existencia y en ésta atar­ earlo todo dentro de sí. Es el instinto de invasión del ser, como dice Unamuno, y que tiende a no mantenerse sino a ser mas, a serlo todo. * El personaje divide la vida, no ya en realidades exterior e interior, sino en los principios ontológicos de esencia y existencia, e identifica a esta última con un principio de presencia, aunque no de ser. Ana nos dice: Al sentir en el lecho la misma flaqueza, aquel des­ gajarse de las entrañas, que parecían pulverizarse allá dentro, aquel desvanecerse la vida en el deli­ rio... , la conciencia había visto, como a la luz de un fogonazo, horrores de vergüenza, de castigo, el espejo de la propia miseria, el reflejo del cieno triste que se lleva en el alma..., y después..., la lo­ cura, sin duda, la locura... Un dudar de todo espan­ toso, repentino, obstinado, dploroso. Dios, el mis­ mo Dios ya no era para ella mas que una idea fj.ja, una manía, algo que se movía en su cerebro royéndolo, como un sonido de tictac, como el del insecto que late en las paredes y se llama el reloj de la muerte. - lOh» sil Estuve loca- seguía Aníta, espantada toda­ vía-. Estuye loca una hora... ¿Qué hora? Un siglo. Ya no pedía mas que salud, reposo.••, la conciencia cla­ ra de si misma... Pero, i Ay, no! D^os, mi Dios queri­ do...,, Yo.•• todo, todos desaparecíamos. lTodo era pol­ vo allá dentro! (p. 431). Aunque paradójicamente, en esta desaparición de to­ do "reside de la angustia de inmortalidad que más bien es, en su esencia, un anhelo de abarcar todo en

^Unamuno, Ibid., III, p. 448 147 toda3 dimensiones, un anhelo de "extenderse a lo ilimi­ tado del espacio" y "en lo inacabable del tiempo, un anhe­ lo de ser además los otros", de abarcar la totalidad de las cosas visibles e invisibles."^® En esa sensación de nada y de locura desaparecen todas las relaciones: trascendencia, tiempo, espacio. En el vacío se adivina la presencia de seres sin esencia, pero presentes aun con una existencia que trata de mate­ rializarse en movimiento, en ruido, en sensaciones, en polvo, la pérdida del yo arrastra consigo un derrumbamien­ to total. De éste se salva únicamente esa reduplicación ficticia, literaria, del yo primitivo que lo observa to­ do, se da cuenta de su esquizofrenia y vuelve a iniciar una vez más otro círculo concéntrico, otra reintegración y otra nueva vida. 0 Ana otra vez tuvo miedo de morir, otra/vez tuvo el pánico de la locura, la horrorosa aprensión de perder el juicio y conocerlo ella, y otra vez ese temor su­ perior a todo espanto, la hizo procurar el raposo y seguir las prescripciones de aquel medico frío, siem­ pre fiel, siempre atento, siempre inteligente (p-5^)- En este oscilar entre la nada y el ser, el yo des­ cubre sus caminos ontológicos. Su realidad no es más que la pura contingencia metafísica: SER con una esencia de NO-SER. Pero es éste un descubrimiento a posterior! pues parte de la realidad del ser.No se reconoce, ni tiene conciencia de la nada que fue. Para él, esa vuelta hacia

^®Unamuno, Ibid., IV,572 148 la nada no es un retorno hacia un primitivo yo, sino un caminar hacia la destrucción de este. Be aquí proviene ese agarrarse frenético a la vida. La idea de la contingencia del ser es algo insufri­ ble. Este se agarra a la vida que tiene para olvidar de mo­ mento la posibilidad de llegar a la nada.Pero es la misma vida la que otra vez vuelve a recordarle su inestabilidad de fondo. Vivir es seguir siendo, mantener la esencia y la existencia a través de cada instante. Pero aquí radica una contradicción vital: cada minuto atestigua la desaparición de un yo y la creación de otro, una muerte y una resurrec­ ción, cuyo punto céntrico de contacto está en esa sensación de pérdida de la unidad de conciencia. Si ésta se agudiza un solo instante se traspasa el límite y se cae en la nada y en la locura. Si esta se quiebra aparece el grito de do­ lor del yo físico que reintegra al yo a una nueva vida.Es- ta conciencia de contingencia explica también la añoranza del pasado y el deseo de volver a ser lo que se fue. El yo se engaña a sí mismo. No piensa en que el pasado atestigua, una vez más, su contingencia latente.Ve en él únicamente un renacer, un volver al yo, individualizado, sustantivo, feliz con esa existencia que está abierta hacia la vida. Existencia que ha brotado de la nada como una negación de ésta pero que para mantenerse como tal debe continuar ese camino circulatorio de retorno a la nada que fue. En estos ires y venires de la esencia del ser, la 14-9 contingencia atestigua un mundo de causalidades extrínse­ cas a la esencia del yo. El yo siente su falta de aseidad. Es, pero no como un absoluto y necesario, sino como un punto de relación con otros seres. Su esencia y existencia dependen de los otros. Este principio de relación se debilita al acercarse el yo a la nada. Entonces, los otros seres o desaparecen convertidos en polvo dentro del yo -como nos dice la Re­ genta- o se alejan del yo, dejando a éste, desvaneciéndo­ se en la insústancialidad de su ser, solo, insatisfecho consigo mismo. Ron Víctor Quintanar nos recuerda con palabras del Kem- pis la ruptura de estas relaciones exteriores e interiores: Algunas veces pareceré que Rjos te deja, otras vj- ces seras mortificado por el prójimo, y lo que es mas, muchas veces te seras molesto a ti mismo (p.524-) El ser siente esta lucha consigo mismo. Como nos di­ ce Ana Ozores, ésta consiste en la desesperación de cono­ cer que se desaparece. No hay solución posible para esta angustia existencial que ni siquiera dentro de la nada pue­ de librarse de la tortura de reconocerse como tal y como tal rechazarse a sí misma. Lo histórico y lo filosófico del yo se desvanece en esa contingencia circular que bro­ ta de la nada y para ser se encamina hacia ella.

Inutilidad y pragmatismo del yo

En concomitancia con el sentimiento de añoranza por 150 el ser que fue y con la sensación de locura por la desapa­ rición del ser que se es, surge el sentido de la inutili­ dad del ser. ¿Si la nada ha de envolverlo todo y la nada es la historia y el futuro del yo#para qué existir? ¿Qué sentido tiene surgir a la vida desde las profundidades del no-ser y colorar conciencia de ser algo o alguien, si todo esto ha de volver a ese mismo principio de generación? A la luz de esta verdad, ¿tiene el yo del pasado otro va­ lor que el de algo acabado, desvanecido ya en esa nada que reclama minuto a minuto al yo total? ¿0 qué valor tie­ ne el yo del presente, actual, vivo, consciente, pero en­ caminado hacia su misma desaparición? De esta conciencia de inconsustancialidad fundida al anhelo de ser surge el querer ser como puro deseo, como me­ ro querer. "No le queda otra solución que querer ser, y crearse e imaginarse y darse el ser de un sueño. Por con­ siguiente la palabra fatídica del poeta "estamos hechos de sustancia de sueños" toma un nuevo sentido y expresa esta verdad: nuestro ser es íntegramente una ficción de ser o, como dice Unamuno, "un ente de ficción". El yo exterior y el interior, el actual y el pasado, el yo de la esencia y el de la existencia, se encuentran sin respuesta, anegandose mas y mas en ese sentimiento in- combatible de inutilidad y fracaso. Serrano, el protagonis-

^Unamuno, Ibid.. II, pp. 688, 853, 864. 151 ta de Superchería es un ''joven bienquisto en cualquier par­ te, cuya figura, voz y gestos están llenos de atractivo y de alegría comunicativa, que posee el misterio de la mis­ ma inocencia de su instinto", pero que a pesar de estos triunfos personales no puede vencer esta sensación de la inutilidad de su ser. Su yo ha meditado todo y ha llega­ do a las grandes conclusiones: Lo pasado era símbolo de las cosas chupadas ya y arrojadas naturalmente. 5esPrec^al3a Ia historia pero no tanjo como la filosofía. Si aquella eya lo que ya no yalia nada, la otra era lasque no h^bia yalido ni podía valer nunca. Porque h^bía algo mas inútil que lo que ya no era: el por que de ser (p.793)* El yo, impotente en el ser, llega al rechazo más ab­ soluto de sí mismo. Es la contradicción más vital que pue­ de esperarse de alguien que es y que necesariamente anhe­ la continuar en la existencia. El yo rechaza lo que es. Si su presencia es inútil, su valor es inferior al de la nada. Esta al menos es fecunda con tina fecundidad que se cierra sobre sí misma, atestiguando un principio de ser y desaparecer. Produjo el ser y lo lanzo a la vida, pero condicionándolo a su retorno. El yo, en cambio, se tam­ balea en el presente que vive,teniendo a su frente y a sus espaldas la desaparición de sí mismo, la nada que se proyecta indefinidamente en todas direcciones. 0 como lo dice el yo de Rodríguez, en uno de los cuentos de Clarín, "la nada multiplicada por la nada"(890). En estas vicisitudes de abandono e inutilidad, so­ lo el yo exterior, corporal, puede aprovechar la vida. 152

Pero para hacerlo necesita prescindir del yo interior* transformarse en el yo animal y pragmático de doña Pau­ la y hacer de la vida un carpe dlem en que sólo se busca el placer sensorial del momento* Asi vive la madre del Ma­ gistral» Y asi resuelve los dilemas vitales el yo de Se­ rrano que desprecia la historia y la filosofía. El placer no,tiene por qué. La causa de lo que es no le importa más que al que tiene ganas de calentar­ se la cabeza* de averiguar vidas ajenas... ¿Que im­ portaba que las cosas hubieran sucedido o no? ITenia gracia1 ¿Servia para divertirse la mentira? Pues* viva la mentiraí El nunca referia suceso alguno tal como habla pasado* sino tal como se le iba ocurrien­ do a él que le gustarla más que hubiera sido* Como no la necesitaba» había perdido* casi por completo* la memoria (p. 793-794-). Pero al vivir únicamente de lo corporal y los minu­ tos físicos* el yo se deshumaniza. Y al hacerlo destroza todas las categorías y valores para vivir exclusivamente de la ficción que él quiere crear. Si todo ha de termi­ nar en la nada y todo está movido por ese principio de inconsistencia, negador de esencias vitales, todo puede ser o no ser, ser de esta manera o de otra. ¿Qué importa? ¿Qué vale el mismo yo si en cada instante del pasado de­ jó de ser lo que fue y ahora no es lo que será? El yo físico, sin el reclamo de unidad que proviene del yo in­ terior, se contempla únicamente como una sucesión de vi­ das ajenas, pues a excepción del momento en que vive él no tiene memoria de haber sido. Este yo corporal* vital únicamente en el instante vivido» se divide a sí mismo pa­ ra atestiguar la presencia de otro que a su vez nos habla 155

de otra vida ajena a sus espaldas, prolongada en una cade­ na que solo se termina otra vez en la nada. La solución del carpe diem como manera de reafirmar existencia se ha­ ce evidente. El pasado no confirma ningún error en esta solución pues todo esta muerto y acabado. ¿El futuro? ¿Co­ mo puede negar este el valor del instante si el futuro está también enraizado en la muerte y en la nada? Por si aún vacilamos, el yo de Aurelio, en Yernocracia cree dar­ nos la prueba contundente: Pregúntale -nos dice- a un moribundo que ve como le dejan irse los que se quedan si tiene gran valor espiritual el esfuerzo de amar de veras a lo que no es el mismo."32 ¿Que se puede responder? El límite entre el ser y la nada sólo nos habla de esa realidad inminente en que de­ saparece todo. Y desde ese límite, el yo ni siquiera pue­ de decirnos que ha sido y existido, pues de hacerlo no nos hablaría de sí mismo, sino de esas vidas ajenas, lejanas y a sus espaldas.

Sentido de vacío del yo

El yo interior, sin embargo, no puede participar del entusiasmo del yo físico y pragmático.No puede vivir del placer o la ficción porque el los siente no como parte esencial de su ser, sino tan sólo como accidentes que se

32 ^ Alas, Yernocracia,1AdiósCordera" 1...Ibid..p.65 154 sustentan en él y que en él participan de su contingencia* Tampoco puede responder las preguntas que se cierran alre­ dedor de la inutilidad de su ser. Lejos de intentarlo, ahonda la sensación de su misterio. Par a hacerlo, se divide. Pero en esta reduplicación de sí, mismo no siente la pre­ sencia del otro como una vida ajena, sino como tina parti­ cipación más de su ser que es también conciencia testimo­ nial y asegura, una vez mas, la presencia de la nada. El yo interior pasa de la sensación de inutilidad a un hondo sentido de vacío, aunque en éste no permanece mucho tiem­ po. Es imposible ahondar cualquier introspección en el fon­ do del no-ser. Unamuno nos dice que "no es posible que uno ande en torno de sí mismo. ¿Gomo vas a dar vueltas en de­ rredor de ti? Lo que hace uno es andar dentro de sí mismo. Y eso es trabajo ¡buscarse. Y el que se busca obra hacia , 22 afuera y contribuye a hacer a los demas.La sima es una prolongación que no puede buscarse a sí misma. Si hay res­ puesta al vacío, ésta debe estar no en las profundidades de ese abismo, sino en el mundo de las sensaciones vivas. Ana no sabía quien discutía dentro de ella, inven­ taba sofismas sin contestación, qy.e no aliviaban el dolor del remordimiento, pe^o hacían dudar de todo¿ de que hubiera Justicia, crimines, piedad, Dios, ló­ gica, alma,.., Ana. No, no hay nada decía aquel tor­ mento del cerebro; no hay mas que un Juego de dolo­ res, un choque de contrasentidos qy.e puede hacer que padezcas infinitamente; no h§y razón para que tenga limites esta tortyra del espíritu, que duda de todo, de si mismo también, pero no del dolor que es lo

^Unamuno, Ibid., IX, 791-796 155

único jue llega al que dentro de ti siente, que no se sabe comoes, ni lo que es, pero que padece, pues pade­ ces (.p.546). Precisamente el dolor que sentimos nos hace, paradó­ jicamente, experimentar que nuestra nada, a pesar de todo, existe, y que, de una o de otra manera, nosotros no esca-

■ jji pamos ni al ser ni a la desdicha del ser.1*^ Como el yo corporal se duplica en esa cadena de otros yos o vidas ajenas que se proyectan sin fin hacia el pasa­ do, así el yo interior refleja también una serie de yos. Pero estos no pueden multiplicarse y reduplicarse sin fin pues el proceso no es, como hemos dicho, hacia el interior, sino hacia afuera, hacia el mundo que testifica vida. En esta cadena del yo interno distinguimos aquella conciencia testimonial ubicada en el cerebro, y ese espíritu tortura­ do que duda de todo y que padece, pues participa de los pa­ decimientos del yo que aún tiene conciencia de vida. Hacia dentro esta, la nada y el vacío.

El yo y la presencia del Otro

Y es este mismo tormento del cerebro que insiste en la presencia de la nada, y que hace dudar de todo y de to­ dos, quien a veces propone esperanzas de vida. La negación vuelve sobre sus pasos para asegurarnos de algo que en el mismo fondo del vacío llama al yo hacia una nueva vida. Ana lo sintió también con un temblor en toda la piel de su

^F. Meyer, Ibid., p.72 156

cuerpo- Su alma se hizo mujer en aquel entonces- Fue cuan­ do su yo interior seguía insistiendo en la nada y se pre­ guntaba: ¿Aquel vacío de su corazón iba a llenarse? ¿Aquella vida sin alicientes,negra en el pasado, negra en el porvenir, inútil, rodeada de inconvenientes y neceda­ des, iba a terminar? Gomo si^fuera un estallido, sin­ tió dentro de su cabeza un"sx,ttremendo, que se deshi­ zo en chispas brillantes dentro del cerebro(p-63)• ¿Ilusión, mentira o realidad? El yo no puede definir' lo, pero el grito interior es profundo y en este hay una seguridad: el reencuentro definitivo del yo no puede estar en esa contingencia que todo lo hunde en la nada, sino en un salto hacia la participación de un absoluto, que aunque negado muchas veces por el yo, lia permanecido intocable, incólume a las vacilaciones del ser y del devenir­ la concepción del yo como vida ajena o como presen­ cia del otro aparece, por primera vez, como hemos visto, cuando el yo actual, físico, desprovisto del yo interior unificador, contempla al yo del pasado- Sin el yo inte­ rior, no hay unidad de conciencia o de memoria, y los dos yos se observan como dos vidas sin relación de origen, de fin o circunstancias. Este problema no afecta, en forma especial, al yo, pues no se reconoce en el otro. Pero existe también la presencia del otro como una participación del yo actual. El yo se divide; coloca fren­ te a sí la reduplicación de sí mismo y desde ella se ob­ serva y se siente. A la vez, observa y siente a su otro yo, y en él percibe el mundo de sensaciones que él creyó 157 radicaban exclusivamente en su interior* Es este un expe-» rimento solitario del yo que completa en su ser un proce­ so de disociación. El yo material es proyectado en una imagen visible que está frente a un yo que no conserva más que sentimientos y facultades cognoscitivas. El pro­ blema de autenticidad llega a ser crítico* El yo no tie­ ne un método objetivo para confirmar la realidad de su ser. Al estar sólo no tiene testigos imparciales. Mas aún, se encuentra temeroso porque ha llegado a ser otro* Si la añoranza por el yo del pasado fue un deseo de volver a nacer, la presencia del otro por el desdo­ blamiento del yo es un desnacer. La última batalla que el yo puede dar contra la nada. Antes de morir y con­ frontarse con la nada de ultratumba es preferible el traspaso de propiedad del ser y vivir de los recuerdos de sus esperanzas. La pérdida de unidad de conciencia desmenuzó al yo y creó la inminencia de la locura. La presencia del otro -al reduplicarse el yo interior- produce también una ca­ tástrofe de esquizofrenia en la que se pone en contingen­ cia todos los valores del individuo. Esta presencia del otro enfoca misterios que se encuentran detrás de los ni­ veles de personalidad del yo. El yo se pierde y se busca en esos abismos. Tiene la desesperación de poseer un cuerpo y un mundo interior que no sabe si le pertenecen o no, que le impide descubrir si se posee a sí mismo* Co­ mienza a dudar de su propia existencia e imagen, a verse 158 como otro, a pensar que es un yo soñado y ficcional.^ Aun el mundo de la acción se transforma en un escenario de dudas y vacilaciones, amenazado siempre por la posible presencia del otro. Don^Angel,después de hacerse rogar, sonriendo y rascándose la cabeza someramente, comenzaba en voz muy baja y mirando a las puertas y ventanas, como si temiese que por allí pudiese entrar el otro (p. 763). Esta conciencia de su reduplicación interior y fí­ sica, aunque desvía al yo de la despreocupación de la na­ da, no soluciona su problema. Al contrario, lo que pare­ cía solución de existencia, es un problema de vida. £1 yo para existir debe reconquistar su yo auténtico. El otro debe desaparecer, volver a la nada o reintegrarse al yo que pertenece. ¿Pero cuál es el yo y cuál es el otro? Unamuno nos recuerda que el acto de búsqueda y encuentro del yo real es un problema tan grande que llega a pare­ cerse al problema de la unión mística, en el cual ob­ serva tres estados de búsqueda: 1) la agonía, la lucha y el obrar para existir. 2) el encuentro actual del ver­ dadero yo, y 3) ls adquisición de una personalidad autén­ tica. Nos dice que sólo cuando alcanzamos un yo auténti­ co por medio de la lucha y la agonía, obtenemos de verdad inmortalidad. Adquirimos, entonces, un yo que permanecerá para siempre con nosotros.^®

^Ilie, Ibid., p. 63 ^Unamuno, Ibid., IV, pp. 625, 629 159

Pero esta solución filosófica no es parte de la pro­ blemática del yo de los personajes literarios en la obra narrativa de Clarín. Estos plantean el problema pero no la solución. El yo y el otro se sienten como esencias her­ manas que se buscan para reintegrarse, al mismo tiempo que se rechazan por el temor de encontrarse frente a un extraño que quiere poseerlo y dominarlo todo. CAPITULO IV

POSIBILIDADES ELURALISTICAS DEL YO

La presencia del YO y su deseo de continuidad en el ser mantienen una lucha constante contra la antitesis que todo contingente lleva dentro de sí: contra la nada, limi­ te existencial de desaparición, al que involuntariamente pero en forma fatal se dirige el yo. La conciencia de uni­ dad, eje central de la percepción interna del yo, recoge los desplazamientos de éste, niega la desaparición del yo y ofrece al ser esperanzas de vida que le permiten conti­ nuar en lucha y existencia.^ Esta conciencia de unidad, sin embargo, es paradóji­ ca. Defiende al ser de la dispersión y desvanecimiento in­ terior, cuando el conflicto enfrenta el dilema shakespe- reano de "ser o no ser", pero cuando tal problema no es el centro de las preocupaciones del yo, la conciencia de uni­ dad desaparece como centro de individualización y actúa como eje de análisis que ve en el yo una serie de posibi­ lidades pluralísticas: niega en el ser la unidad y atesti­ gua en él una pluralidad.

Como hemos visto en el capítulo anterior, los pro­ blemas presentados por el yo muestran una serie de situa­ ciones conflictivas en las que el yo trata de mantener su unidad de conciencia y lucha por mantenerse en la existencia. 160 161

Clarín 'busca la síntesis del pensamiento de la época. La solución a sus conflictos existenciales no la encuentra ni en un positivismo determinante que salta de hipótesis biológicas a conclusiones humanas, negando to­ do principio de libertad y suponiendo que en el hombre no hay mas elementos que los físicos, ni la halla tam­ poco en un idealismo espiritualista que somete lo cor­ poral a un puro efecto o manifestación de lo espiritual. Sus experiencias personales y su observación llevan a Clarín a acogerse al dualismo escolástico, que en el hom­ bre pone de manifiesto la presencia de la materia infor­ mada por una realidad espiritual que le comunica su acti- ^ 2 vidad, a la vez que recibe de aquella sus estímulos.

^La misma reacción puede observarse en Unamuno con­ tra el positivismo materialista, a pes§r de que el escri­ tor adipite los progresos de la dirección positivista como reacción contra el idealismo. El pqsitivismo -dice fTiguel Oromi, al explicar a Unamuno- ademas del pecado de origen que encierra en si al negar toda metafísica y colocar al hombre en $1 mismo nivel de las otras cosas mundanas, apli­ cando su método analítico a los hechos humanos, los pulve­ rizó ;,y, considerando los estados de cadencia, se eva­ poro ésta, no quedando del individuo mas que un conglora- miento de hechos muertos. Contra el racionalismo o idealismo, el intelectua- lismo y el positivismo, quiere Unamuno salvar al individuo concreto, real, existente) al individuo humano, ya que el racionalismo y el intelectualismo le amenazan constante­ mente para absorberlo en un panteísmo religioso-filosofico o político, y el positivismo lo pulveriza. Ni se trata de salvar a aquel individuo que muchas veces apareció en la hist9ria del pensamiento bajo la forma de un individualis­ mo logico o racional, porque aquel no es mas que un concep­ to del individuo concreto, real, de carne y hueso; §il yo concreto, no aquel yo que se escribe con letras mayúsculas y que lo es todo, menos yo. 162

Reconoce Clarín en el hombre la presencia de lo cor­ poral y espiritual. Crea en los personajes literarios se­ res provistos de esta dualidad. Pero éste es nada más que un paso inicial en la formación del ser literario. A éste hay que someterlo a las manifestaciones plurallsticas que ofrecen las posibilidades de combinación de esos dos ele­ mentos antitéticos, y hay que estudiar en ellos los fenó­ menos que la unión o separación de materia y espíritu pue­ den producir en el yo. Dentro de su concepción escolética, Clarín compren­ de que el efecto no puede ser superior a la causa y que ésta guarda relación esencial con el efecto que produce. Usando estos conceptos como base de creación literaria, Clarín explica las manifestaciones del yo como efectos provenientes de los constitutivos de éste: lo corporal o espiritual. Surge, entonces, una pregunta: ¿Pueden diver-

Aquello que determina a un hombre concreto y hace que sea uno y sea tal hombre y no otro, es cierto principio de unidad y otro de continuidad. Principio de unida£,primera­ mente en el espacio, mediante el cuerpo, y después en la acción y en el proposito, ya que siempre hay en el hombre un proposito al cual tienden sinergeticamente todas las ac9±ones del individuo; y cuanto mas unificada es la ac­ ción, tanto,mas el hombre se hace hombre o se individuali­ za. Y después el principio de continuidad en el tiempo, que es la memoria, base de la personalidad individual: vivimos en la memoria y por la memoria, ya, que la vida £©2. espíritu no es sino un conato de perpetuación de lo pretérito en lo futuro. Por lo tanto, esta realidad concreta,que en el in­ dividuo debe concebirse a modo de un fieri, un devenir con­ creto que se realiza, tal como lo conciben Berson y los filósofos existencialistas, pero que se realiza,sin dejar de ser siempre el mismo... El Pensamiento Filosófico de Miguel de Unamuno (Madrid: Espasa-alpe, ¿3.A*, 19^5)» PP* 33-95 163 sos efectos provenir de una misma causa? Clarín no está empeñado en probar con sus personajes literarios tesis metafísicas. Quiere, sí, hacer de ellos personajes hu­ manos en los cuales se manifiesta la problemática del ser.No nos responde a la pregunta con silogismos es­ colásticos, sino con el vital comportamiento del yo.Si hay diversos efectos, estos pueden provenir de causas diversas, o de una misma causa que tenga facultades di­ versas, capaces de diferenciarse específicamente de cual­ quier otra facultad de la misma causa. En las posibilidades de combinación de espíritu y materia, Clarín pone la base de las tricotomías y dico­ tomías del yo. Este puede conformarse de un alma y dos cuerpos, de dos almas y un cuerpo o de un cuerpo y un alma. La posibilidad de la presencia de varias faculta­ des dentro de una misma causa, concede a Clarín y a sus personajes literarios la legitimidad de hacer precisio­ nes mentales y separar una facultad del resto de las otras, mediante este proceso. En esta forma, el yo se presenta a veces como facultad intelectual, espiritual, moral o imaginativa. Esta pluralidad del ser conduce al yo a otro problema: ¿Es posible que el yo exista fuera de sí mismo? Surge la noción del desdoblamiento del yo, que en Clarín no aparece enfatizada por análisis concep­ tual, sino como experiencia existencial en que el autor ve la reproducción objetiva de una misma personalidad. 164-

E1 análisis de las posibilidades de pluralidad del yo constituye la materia de este capitulo. Trataremos aquí las tricotomías, dicotomías y la división espiri­ tual y física del yo que se presentan en los personajes de la obra narrativa de Clarín.

Tricotomías En sus análisis introspectivos, el yo se mira muchas veces, como un conjunto triple o adivina al menos la presen^ cia de otras dos entidades que participan vitalmente del yo original y lo explican. El fenómeno Se produce ordina­ riamente por la necesidad que siente el yo de explicar sen­ saciones y percepciones contrarias entre sí. Lógicamente* piensa Clarín, estas no pueden provenir de la misma facul­ tad. El autor, consciente o inconscientemente, se adentra en el principio metafísico de razón suficiente, al mismo tiempo que explica literariamente la relación específica de causa y efecto. Un efecto debe provenir de la causa capaz de producirlo. El efecto contrario no puede prove­ nir de la misma causa, pues necesita una especificación contraria. Si las percepciones y sensaciones que se operan en el yo son contrarias, éste debe referirlas a diferen- , z tes principios de operación.

^Las posibilidades pluralísticas del ser ^as expli­ ca Unamuno por la complejidad de partes heterogéneas que percibe en el yo: "No has oído, lector -dice- querer elo­ giar a alguien diciendo que él es un hombre de una sola 165

Berta, la pobre viejecita de Susacasa, que enve­ jece de prisa pero que aún se mueve con infatigable acti­ vidad ratonil, experimenta el encuentro de dos almas den­ tro de su cuerpo flaco y amarillo: Parece que hay dos almas, se decía a veces; una que se va secando con el cuerpo, y es la que imagina, la que siente c^n fuerza, pintorescamente, y otra al­ ma más honda, mas pura, que llora sin lagrimas, que ama sin memoria y hasta sin latidos.,., y esta alma es la que Dios se debe llevar al cielo (p.?38). Al igual que Bonifacio Reyes, el protagonista de Su Unico Hijo, la pobre anciana siente que una de sus al­ mas es eje de sensaciones y de la imaginación. Aunque en contacto directo con el cuerpo, esta alma es algo distin­ to del cuerpo que la retiene.Es un principio de operacio­ nes sensibles, pero no espirituales. De ella depende la vida de los sentidos que pueden exteriorizarse, pero no la vida de los anhelos, frustraciones y esperanzas. Es­ tos se han ido depositando en un fondo sin fondo, hecho de sedimentos intangibles e indefinibles del yo: lágri­ mas, amor, ideales. Esta alma alma es la que resume, ex­ plica y hace perseverar al yo de fondo, al de doña Berta que se consume en ese cuerpo que enflaquece, pero que se pieza? Y creen (los) que asi dicen que es lo mismo que decir de el que es un hombre entero y verdadero."Nada menos que todo un hombre". IPues bien, nol Un hombre de una sola pieza no puede ser un hombre entero y verdadero, porque un hombre entero y verdadero se compone d§ mu­ chas, de infinitas piezas." La Ciudad de Henoc(México; Seneca,1943),pp.83-84 166 mantiene intacto en las dos cristalizaciones que en la anciana "tomaron carácter automático de manía que se mueve en el espíritu con el tic tac de un péndulo: la soledad y la pureza."(p,729). En forma semejante a esta reduplicación del alma, algunos personajes de Clarín presentan una tricotomía donde el cuerpo es objeto de pluralidad. Nos es ya fa­ miliar el siguiente pasaje de La Regenta: Veía al médico muy preocupado con el tronco y sin pensar en los dolores inefables que ella sentía en lo mástsuyo, en algo,que sería el cuerpo, pero( que parecía el alma según era intimo. Todos los días había que palpar el viente y hacer preguntas rela­ tivas a las funciones más humildes de la vida ani­ mal (p.323). Ana Ozores distingue en su yo tres entidades. El cuerpo exterior, objeto de la observación del medico y principio de funciones vegetativas. Un cuerpo interior, sede de sensaciones dolorosos e íntimas, y el alma. Tanto Doña Berta como Ana Ozores localizan la esencia del yo en algo interior e íntimo que supervisa la superficie del ser, pero atestigua al mismo tiempo su independencia de éste. Para Doña Berta el yo se encuentra y se define por

Zl # f / Unamuno sugiere también esta tricotomía. "Ademas del yo que vemos reflejado,en los otros (o que los,otros nos ven) hay otro yo, el mas primitivo, el que esta por debajo del alma." Ibid., III, p. 997* En uno de sus poemas repite la idea: "Oyete hombre en reposo/, Silencio te cu­ na Dios/, Oye el llanto generoso/, Oyete bien a los dos/. Cancionero (Buenos Aires, Losada, 1953),p-231. Estos dos hombres, como lo explica en Del Sentido Trágico, son el del corazón y el de la cabeza. 167 esa alma alma que vive en las profundidades. El cuerpo y el alma primera, la sensorial, pueden desaparecer. Ana Ozores también siente la realidad del yo en esa alma de profundidades. Pero Ana es aún joven, bella y sensual y siente los impulsos de su cuerpo con fuerza interior. Por eso confunde a este cuerpo interno con su alma. El problema de fondo de Ana Ozores proviene de la lucha entre sus dos potencias: la animal y la espiritual. En busca de lo espiritual, Ana rechaza el cuerpo y se de­ sinteresa de él. Pero este cuerpo es únicamente el exte­ rior, el de Quintanar, el del médico, él objeto de admi­ ración de Vetusta, el cuerpo cuerpo, síntesis y produc­ tor de funciones físicas. Pero cuando el placer sensual es más fuerte que su esfuerzo de espiritualidad, la Re- genta acoge el cuerpo como parte intima de su yo. Pero para no caer en contradicción y aceptar lo que antes re­ chazó, en este caso Ana acoge la superficie física inter­ na que ella siente pegada a su alma, y que es distinta del cuerpo cuerpo, por el que ella se desinteresa.

^Este cuerpo interior que parece, a veces, "espiri­ tualizarse" nos recuerda el proceso reversible que Unamu­ no siente en su alma. Esta, de vez en cuando, se hace ob­ jeto de sensaciones físicas. Por esy nos dice que "le duele el alma." Cf. nota 27 del capitulo 111 . Amaré, lo amaré todo, lloraré de amor, soñaré co­ mo quiera y con quien quiera; no pecará mi cuerpo, pero mi alma la tendre anegada en el placer de sentir esas co­ sas prohibidas por quien no es capaz de comprenderlas." (pp. 285,289). 168

Esta tricotomía representa en Ana el sofisma que da solución a su conflicto espiritual-humano. Mientras el cuerpo es lo animal y nada mas, es objeto de rechazo y abandono, pero en cuanto éste se confunde con un prin­ cipio interior de operaciones es objeto de atención y reclamo. Ana Ozores cree salvar así la honestidad de lo que ella llamaría acciones e intenciones espirituales.^ Parecido es también el caso de Bonifacio Reyes: En fin, él veía visiones; pero qué hermosas, qué sabrosas; tenía que confesar qu^ "la partj animal. la bestia, el bruto, estaba jn el mucho mas^desa- rrollada de lo que había creído". lío pensaría Bonis que el inofensivo flautista que olía a aceite de al­ mendras tenia dentro de si aquel turcazo voluptuoso que se dejaba querer al modo artístico oriental tan ricamente. Y,#sin embargo, el alma, el espíritu pu­ ro, velaba, si, velaba Cp*595)* Reyes, con la falta de precisión que le caracteri­ za presenta un alma y dos cuerpos. El alma aparece ale­ jada y sin conexión alguna con esos cuerpos* Estos mues­ tran relación más estrecha que los cuerpos de Ana Ozores.

'Asi es también la espiritualidad de Ana, forjada a base de negación de lo corporal. Serrano Poncela nos di­ ce jue "las tentativas místicas de Ana opera^. a fortiori; están condicionadas por la ausencia de una#válvula de es- cape que sena, en otra sociedad menos levitica que Vetus­ ta, un amor terreno hecho, como todos los verdaderos amo­ res, de ingredientes carnales y espirituales, a la vez. El novelista se encarga deshacednos entender que esto no es posible en Vetusta y ahí esta co^o ejemplo, entre otros, la be^la, opulenta y fácil Visitación Pandíño, entregada a estériles y libidinosas concupiscencias.En Vetusta, Eros se degrada hasta la prostitución clandestina. Para los ve- tustenses el intento de sublimar la naturaleza por medios naturales no es factible, ni comprensible siquiera."Ibid., P.2J5 169

Pero una relación "basada únicamente en lo animal. Si Ana no puede distinguir el límite que separa su cuer­ po de superficies interiores de su alma, Bonis no al­ canza a divisar la separación entre la parte animal exterior y esa interior que se hace sentir como "tur- cazo voluptuoso." Hemos indicado ya el problema capital de Reyes. El protagonista de Su Unico Hiño cree poseer un yo in­ te grativo interior en el que radica la completa identi­ dad de su ser, pero que no es capaz de reproducirse al exterior y dejarse ver. Lo que observamos en Bonifacio es nada más que su yo animal que unas veces se identi­ fica con un perro,otras .con un caballo y muchas con un 8 bicho cualquiera. La tricotomía de Bonifacio explica las frustra­ ciones de Reyes. Lo animal, el cuerpo cuerpo, como lla­ mábamos a esta entidad en el caso de Ana Ozores, domi­ na el exterior y el interior. Ha desplazado al alma. En el exterior, ese cuerpo es el animal que produce im- Q presiones favorables, a veces, despectivas otras.? En el interior, Reyes siente una entidad de voluptuosidad artístico-oriental(el turcazo voluptuoso). El alma está en vela, observándolo todo, alejada e inactiva.

®Cf. Capítulo III, p ^Ibid., p. 170

Las tricotomías de Doña Berta, Ana Ozores y Bonifa­ cio Reyes indican la razón de la pluralidad del yo de es­ tos personajes literarios. Doña Berta es la viejecita de recuerdos dolorosos y pureza interior. Ella necesita dos almas: una que explique las sensaciones y efectos no ma­ teriales que se reciben en el cuerpo, otra que explique y sostenga al yo de fondo, inconmovible a pesar de la vida y el tiempo. Ana Ozores y Bonifacio Reyes necesitan dos cuerpos. Ana para tener un objeto de rechazo de los ímpetus de la carne, a la vez que el gozo de los estímu­ los sensuales. En Reyes, una vez que ha desplazado al alma y ha hecho de ésta únicamente una entidad de pre­ sencia lejana e inactiva, los dos cuerpos explican el centro de sensaciones de la vida exterior y el animal de fondo.^ En el análisis de los fenómenos pluralísticos del yo, encontramos también manifestaciones en que se pone de relieve la presencia de tres elementos: el yo más una dualidad que ól observa, aunque esto no necesariamente

10Las tricotomías que presentan dos cuerpos y un al­ ma no son tan evidentes como la que presenta dos almas y un cuerpo, aunque la pluralidad del yo es manifiesta. La Ozores y^Reyes necesitagi dos cuerpos. El uno -el interior- explicaría su inclinación sensual que ellos no^quieren d^r a conocer, pero que la sientan dentro de si. El otro -él exterior- es la superficie física que conoce la so­ ciedad con la que ellos conviven. El alma, en los dos ca­ sos, es algo distinto de estos cuerpos. En la Regenta es sede de espiritualidad, religiosidad, idealismo. En Reyes es algo etereo que el no acaba de precisar. 171

implique una división tricotómica del yo. Se trata más "bien de una conciencia de pluralidad que indica su ca­ pacidad de multiplicación. Ana nos dice que "cerraba los ojos y dejaba de sentirse por fuera y por dentro". "A veces se le escapa­ ba la conciencia de unidad, empezaba a verse repartida en mil." (p.?23). El yo de Ana se presenta separado de estos otros dos yos, suyos también: el exterior y el interior. Los dos pertenecen a la Regenta, pero ella no necesita nin­ guno de ellos para sentir su yo de fondo y saber que ella es Ana Ozores. El yo de fondo no se identifica ni con el yo de afuera ni con el de adentro. Podemos adivinar el por qué. Recordando la tricotomía de Ana, antes estudia­ da, podemos asegurar que la Regenta ha depositado la esencia de su yo en esa alma de profundidades o alma al­ ma, como llamábamos a esta entidad al estudiar las dos almas de Doña Berta. Los otros yos, el de afuera y el de dentro son los dos cuerpos de la tricotomía de Ana: el cuerpo cuerpo, exterior y visible, y el otro de su­ perficies interiores que, a veces, tiene contacto con el alma. Esta división radical entre el yo de la conciencia y los otros dos: el interior y el exterior, produce un doble efecto. Por un lado nos anuncia la independencia del yo de fondo. Independencia tal que permite a la Re­ genta reconocerse como Ana Ozores, a pesar de no sentir- 172 se ni reconocerse como tal, ni por fuera ni por dentro* Por otro lado, la conciencia de esta triple división es­ tremece al yo con terror* Este se da cuenta que una vez roto el principio de unidad, toda multiplicidad es po­ sible, e imagina a sus yos, exterior e interior, desin­ tegrándose en una serie de divisiones en cadena que él, el yo de fondo, no podría controlar* La tricotomía no es más que un principio de pluralidad. ¿1 desaparecer lo "uno", necesariamente nos encontramos con lo "múltiple"• Ana prosigue en su análisis: Miró a su cuerpo y le pareció de tierra. Era cómplice d^ los otros, también se le escapaba en cuant9 podra; s® parecía más al mundo que a ella; era mas del mundo que de ella* "Yo soy mi alma," dijo entre dientes...(p.325 )* El yo de ¿na Ozores observa y se da cuenta de las dos realidades que tiene frente a si: su cuerpo y su al­ ma. Esta alma es la que forma la conciencia de unidad y la que responde a la individualidad del ser. La divi­ sión entre el yo de ¿na Ozores y esta alma es únicamen­ te un ente de razón que surge de la división que proyec­ ta el yo sobre si mismo* La Ana Ozores espiritual quiere estar separada de la Ana de carne y hueso* Esta se confun­ de con la materia, con el mundo, con la tierra, con los otros cuerpos que giran a su alrededor. Aquella se resuel­ ve y se asienta en el alma y desde ésta nos habla para informarnos de la reciprocidad entre ella y Ana Ozores* Pero esta reciprocidad no es más que una quimera, pues 173

Ana, aunque lo quiera no es sólo su alma, sino alma y cuerpo- El rechazo del cuerpo es otro ente de razón que no existe más que en los deseos formulados de Ana.Esta, aunque lo diga, jamás podrá separarse de su cuerpo.El cuerpo niega "entre dientes" su presencia, en el momento mismo en que se hace escuchar y sentir. La Regenta ha emprendido una lucha sin victoria. Quiere espirituali­ zarse hasta llegar a la inmaterialización de todo lo que es Ana de carne y hueso. No se da cuenta que la vo­ luntad está separada de la sensibilidad y no puede ac­ tuar sobre ella a sus anchas. Por eso el cuerpo se le escapa, anunciándole que en tal esfuerzo de espiritua­ lización, el pertenece más al mundo que a esa alma que Ana identifica con su yo total. El rechazo del yo cor­ poral produce la pluralidad. Clarín presenta también la trilogía del yo desde otro punto de vista: desde el plano del Otro; pero no de un otro singular, sino duplicado. Doña Berta se enfrenta con sus otros yos: Imaginando éstas y otras amarguras semejantes,sor­ prendió a Doñq Berta el mensaje, que al cabo de ocho días, le envio^el pintor por un propio. Un aldeano que desapareció enseguida sin esperar propina ni re­ frigerio, dejy en poder de Doña Berta un gran paque­ te que contenía una tarjeta del pintor y dos retratos al oleo: uno era el de Berta Rondaliego, copia fjel del cuadro que estaba sobre la consola en el salón de^Posadorio, pero copia idealizada y llena de expre­ sión y vida, gracias ql arte verdadero. Doña que apenas se reconocía en el retrato del salón, al mirqr e} nuevo se vio de repente en un espejo... de hacia mas de cuarenta años tpp*736-737)* 174

£1 yo de Doña Berta enfrenta su división y dimensión humana en el tiempo* Frente a ella tiene al otro yo, al del pasado, al que ha envejecido estático en el salón y ahora es una imagen casi irreconocible. £1 representa la conjunción de su cuerpo con esa alma primeriza y sensorial* Doña Berta no se reconoce en él. Los últimos cuarenta años de vida han ido sedimentando esa alma de profundidad, des­ pegada de las historias de su vida, auténtica en el pre­ senta, y que irá a juntarse con Dios cuando ella acabe sus dias en la tierra. El cuadro nuevo es otro yo también, pe­ ro más verdadero que ella misma, pue3 resume el pasado y el presente* En él mira la anciana su figura de hace cua­ tro décadas, su evolución de cuarenta años y su imagen ac­ tual que ella, en su humildad, desconoce. Este cuadro re­ presenta su alma alma llena de idealismo, de expresión y de vida. Entre estos dos espejos, distintos en el tiem­ po y en la profundidad espiritual, está ella, la Doña Ber­ ta Rondaliego del presente literario que más que realidad corporal es una idea cargada de recuerdos y anhelos* En esta tricotomía tenemos la serie tridimensional del yo de Doña Berta que no puede resolverse únicamente, ni en el yo del pasado ni en el del presente* £1 del pa­ sado es un yo de juventud que se deshizo con la historia intima de su desgracia moral. £1 del presente es la con­ clusión, y nada más, de todo lo vivido. Nos falta el yo de la síntesis temporal y humana, el que sin dejar de ser 175 el uno o el otro, fuera los dos a la vez, Ni el retrato del salón era copia de la anciana, ni ésta reconocía en aquel el yo que ella lia elaborado* Sólo el nuevo yo, el tercero, expresa la simbiosis de esa vida dividida crono­ lógica y espiritualmente. También Bonifacio Reyes nos habla de sus otros yos y de los yos de su esposa:

SÍ, él era Otelo y su^mujer^Desdémona.. •, S 9 I 0 que al revés, 93 decir, el venia a ser un Desdemono y su mujer podía muy bien ser tina Otela, que genio para ello no le faltaba (p. 606 ). Reyes es el personaje literario de las grandes antí­ tesis. Siempre en contradicción consigo mismo, Bonifacio no sabe ni reproducirse, ni definirse. Cuando lo intenta lo hace mediante comparaciones que niegan la identidad de su yo y que él tiene que reemplazar por otras. Bonis se reconoce en Otelo, pero esta identificación es ilusión de momento. La verdad está en la antítesis de esta ilusión, en el Desdémono que se insinúa a espaldas del Otelo. Bonifacio necesita el yo de su esposa para recono­ cerse y definirse. Quisiera ser Otelo. En la historia del moro de Venecia Bonis encontró una réplica de su vida y de sus amores clandestinos y voluptuosos. Pero al mirar a Emma su identidad vacila. Ella es Otelo. Ella es el personaje fuerte y el cónyugue engañado. Emma podría matar y aniqui­ lar pues tiene genio para ello.¿Entonces, cuál es la iden­ 176 tidad del otro yo de Bonifacio? Emma le ofrece la res­ puesta. No hay más elección: si ella es Otelo» Bonifacio Reyes será Desdémona. Pero esto tampoco es posible. El no tiene ni el valor moral ni la honestidad del personaje de Shakespeare. Be Desdémona» Reyes sólo transparenta su timidez e indecisión. Será un Desdémono. Un ser sin pre­ cisión ni concreción, forjado únicamente en la imagina­ ción de Bonifacio, que el cree principio de operación del yo que él representa. Los otros yos de Emma están representados a la luz de los anhelos de Reyes, siempre vaporosos, y de sus cho­ ques con la realidad. Emma está definida como Desdémona y Otelo. Desdémona representa el yo idealizado de Emma. El que Bonifacio quisiera encontar en su mujer. El yo romántico femenino de los sueños del yo débil e impreciso de Reyes. Pero este yo segundo no es más que la sombra de mujer que dibuja el "otro" de Emma. Reyes ha descubier­ to la mentira de sus sueños. En la historia del héroe de Venecia miró y escuchó a Emma a través de las acciones de Otelo. No cabla ya duda. Emma, su mujer, era aquel mo­ ro que sabia hermandar las más tremendas contradicciones vitales: el amor y el odio, el temor y la avidez, la se­ guridad y los celos, la ternura, la indiferencia y la ven­ ganza. En el cuento La Ronca, Clarín ofrece otra tricotomía del yo: 177 Juana González era otra dama,.i oven en la compa­ ñía de Petra Serrano,^pero ademas era otra doncella de Petra, aunque de mas categoría que la que ofi­ cialmente desempeñaba el cargo,11 Es esta quizá la tricotomía de menor importancia en­ tre las estudiadas. No estamos ni ante la duplicación es­ piritual o corporal, ni ante la presencia verdadera de otros yos, cuya imágen es la replica que el yo original mira en el espejo de su vida. Los otros yos de Juana Gon­ zález son únicamente precisiones mentales que triplican al yo original de acuerdo a las funciones y situaciones en que este se halla, pero sin ofrecer realmente una re­ duplicación doble o triple del yo de la doncella. No hay la división ni interior ni exterior del uno, sino tan só­ lo la abstracción de elementos reductibles a la unidad. Y precisamente por ser los otros yos de la doncella un producto de abstracción, estos carecen de individualiza­ ción y se suman al grupo de los uníversales. Lo interesante en esta trilogía del yo es su reduc- tibilidad al yo primero. Mientras en las tricotomías an­ tes señaladas, el yo original se encuentra a sí mismo en espejos tridimensionales que le atestiguan nuevas presen­ cias cargadas de individualidad, semejantes y desemejantes a las del yo que las observa desde fuera, en el caso de Juana González, ésta ni se observa a sí misma, ni tiene conciencia de su reduplicación. El escritor ha desplazado

11Alas.La Ronca. ÍAdiosllCorderaí .Ibid.. p. 1J0 178 los espejos desde el exterior al interior de su imagina­ ción y allí proyecta, tan sólo para sí, la imagen de la Joven. Estas imágenes desplazadas del objeto exterior, concreto, se encasillan en las categorías generales. La multiplicación de éstas depende de la pluralidad de uni­ versales que el escritor tenga en su cabeza y que se ha­ gan eco de las notas particulares que ofrece el objeto exterior. Juana González es otra dama joven y otra doncella de Petra Serrano. Quien lo dice es Clarín. Quien lo veri­ fica es el lector. Juana ni lo sabe ni responde. Ella nos diría, al contrario, que es una dama joven y una don­ cella de Petra Serrano. Lejos de mirarse a sí misma como el yo que es y el otro que representa, afirmaría tan sólo que ella es todo aquello, sin divisiones mentales y es­ quizofrenias del yo. Esta es la respuesta de un yo no pro- blematizador como es el yo de la González "imposibilitado T O para medrar y llamar la atención de veras." Estas tricotomías representan un aspecto interesan­ te dentro de las posibilidades pluralísticas del yo de los personajes de Clarín. Como hemos mencionado, la base filo­ sófica del problema radica en la concepción filosófica del uno y el múltiple, y en las consecuencias que se de­ rivan de los problemas de causa y efecto. Literariamente,

12Ibid.. p.132 179

el autor en su intento de dar caracterización consisten­ te al yo del personaje literario» lo desmenuza en proyec­ ciones múltiples, que operan a base de analogías físicas y sicológicas. Las reduplicaciones son a la vez semejan­ tes y desemejantes del yo que reflejan. La autoconcien- cia de un yo tridimensional no crea en yo original con­ flictos de división interna que anuncien el desvaneci­ miento de su personalidad e individualidad, sino tan só­ lo conflictos emocionales, espirituales y morales, que brotan del reconocimiento cabal del yo. El yo se recono­ ce en los otros, sin dejar de reconocerse en sí mismo. Sin embargo, estas anagnórisis del yo no pueden re­ solverse en la ecuación matemática A es igual a A^ e igual a A , pues de ser esto verdad, tendríamos que afirmar que

A 1 * A2 , por aquello de que dos cosas iguales a una ter­ cera son iguales entre sí. Pero esto no es verdad. no 2 12 es igual a A , porque ni A , ni A son iguales a A» sino únicamente análogas, es decir, semejantes y desemejantes a la vez. X por ser la analogía el principio de las posi­ bilidades pluralísticas del yo, éste conserva su unidad e identidad y puede mantenerse como observador de los es­ pejos que lo reproducen. Las tricotomías producen, sí, como hemos dicho, con­ flictos emocionales, espirituales y morales. El yo ori­ ginal acepta, a veces, o rechaza otras, las acciones de sus otros yos» como efectos provenientes de su propia cau­ 180 sa* De estas aceptaciones y pechazos depende la verdadera individualidad del otro. Este está sujeto a ser el yo que representa» si el yo original acepta sus acciones, o a ser un otro otro que atestigua la presencia del primer yo, de aquel cuya imagen exterior e interior reproduce, pero que actúa en forma independiente de el. Cuando es­ te fenómeno se produce, el yo siente el desequilibrio esquizofrénico de su ser y teme una multiplicación al infinito que él no puede controlar. Este es el caso de Ana Ozores, que rechaza su cuerpo primero y lo identifi­ ca con el mundo, con los otros, pues éste no responde al llamado espiritualista que ella hace desde su yo in­ material, el único que ella quiere poseer y desarrollar.

Dicotomías

La conciencia de unidad que paradójicamente de­ fiende al yo de la dispersión y desvanecimiento del ser en la nada, a la vez que actúa como eje de análisis y ve en el yo una serie de posibilidades pluralísticas, atestigua en el yo una separación existencial muy co­ mún en los personajes literarios de Clarín. Nos referi­ mos a las dicotomías que estos presentan a lo largo de su descripción caractereológica. Dejamos para la terce­ ra parte de este capítulo el análisis del dualismo es­ piritual y humano del yo, que forma parte también del estudio de las dicotomías, para ocuparnos aquí de los 181 problemas entre el yo y el otro» Hay dos aspectos importantes que debemos estudiar en el análisis de las dicotomías de los personajes lite­ rarios de Clarín: la presencia de algo distinto del yo total, dentro del yo original, y la confrontación del yo con su doble. La presencia de otro algo no indica ■una reduplicación del yo, sino atestigua únicamente la composición de elementos heterogéneos que este posee y que es posible distinguirlos y separarlos a base de pre­ cisiones mentales. Esta separación no implica un verda­ dero desmenuzamiento del ser o de su unidad de concien­ cia. Esta está presente, analizando las diferentes fa­ cultades del yo y observando desde una de ellas las reac­ ciones de los demás componentes del yo. Son cuatro las principales precisiones mentales que sirven a los principales personajes de Clarín para formular sus dicotomías: la intelectual, espiritual, mo­ ral e imaginativa. Analicemos la presencia del otro ba­ jo estos cuatro puntos de vista.

El Otro intelectual:1^

Bonifacio Reyes nos dice: ...de reyente, el^corazón le dio dos latigazos,y un sudor frío comenzó a correrle por la espalda; las

^Ungmuno identifica el otro intelectual con la ra­ zón. Para gl, "la razón no es otra cosa que el esfuerzo de greacción por el que el pensamiento individual se da a si mismo las modalidades del ser que ha de hacerle tras- 182

piernas, cometiendo la bellaquería que solían en los casos apurados, se le declarar09. en huelga,co­ mo si huyeran solas del apuro. El físico. la par­ te material,le anunciaba un peligro que su oscuro entendimiento no se dab§. cuenta todavía. Allí ha­ bía algo serio, pero que? (p.622). El yo físico de Bonis se encuentra separado del yo intelectual. No hay interacción entre ellos. El yo de Bo­ nis percibe y comprende la serie de sensaciones que pro­ vienen del yo material. Mas aun, se identifica con el en el peligro que éste anuncia y busca la reacción de ese otro yo oculto en el entendimiento. Sin embargo, la res­ puesta no llega. El yo del entendimiento esta distante y ajeno a lo que sucede en derredor. La angustia del yo fí­ sico nos explica su necesidad del otro para resolver el problema. El por qué, tampoco lo comprendemos nosotros, pues el yo material se presenta no solo como centro de sensaciones, sino también como eje de percepciones de lo que acaece en el exterior. Este yo siente y comprende el peligro. ¿Por qué espera la respuesta del otro desde su oscuro entendimiento? ¿A quién pertenece este entendi- misible, común y aceptable a o£ro. Mas esta nueva modali­ dad del ser se convierte,también, en la ley del dialogo interior y en vu^a exigencia propia del pensamiento; de ma­ nera que la razón es inseparable del pensamiento concre­ to, y la conciencia no puede renunciar a la razón. Renun­ ciar equivaldría, para ella, a aceptar una disminución de su ser como conciencia y a deslizarse hacia lo indetermi­ nado y la injosciencia que^supondría su propio aniquila­ miento. La lógica y la razón se cimentan, pues, ontologi- cámente sobre las exigencias necesarias al ser consciente concreto. Francois Meyer, Ibid., p .109 183 miento: a Bonis o al yo físico y parte material? Hemos dicho que Bonifacio Heyes se identifica con el yo senso­ rial. El otro, por tanto, pertenece a esa unidad y es par­ te constitutiva de ella, a la vez que puede estar separa­ da de ese todo. Aquí está precisamente la dicotomía del yo de este personaje. Heyes es una simbiosis de lo físi­ co y lo intelectual. Sin embargo, el personaje, sin per­ der la unidad de su ser que le atestigua su conciencia, puede separar los componentes de su yo. Al hacer esta di­ cotomía, el entendimiento se escapa para llegar a ser un otro reacio a toda convivencia con el yo único al que per­ tenece. En Las Dos Cajas, Ventura siente también o, mejor, comprende la presencia de un otro que radica en el enten­ dimiento y que lo representa: Ventura escogió retorcerse las entrañas y volver a ser violinista. Entonces fue cuando la,cabeza se le lleno de canas. El amor propio recibió tales gol­ pes, tal lluvia de saetas, unas impresas, otras de viva voz, otras consistentes en hechos, tales como desaires, desdenes,,desprecios, que de ^.quella vez Ventura se convenció de que algo se m o n a dentro del alma. Era el amor propio, conftodo lo que tiene de bueno y de malo, lo que se m o n a (p. 888). Aunque el otro yo de Ventura, el del entendimiento, no se manifiesta en forma explícita o en pugna con el yo primero al que pertenece,es posible analizar su presencia. Es éste el que atestigua en el yo del violinista un com­ puesto donde lo físico encanece y lo espiritual presencia dentro de sí la muerte del amor propio. En la dicotomía 184 de Ventura encontramos una asimilación inversa a la que hemos anotado en el caso de Bonifacio Beyes. Ventura es el otro, el que se convence* atiende y escoge los mo­ vimientos del yo primero. El otro -es decir Ventura- retuerce las entrañas del violinista* presencia el enve­ jecimiento de éste y comprende que algo se muere en el alma del yo. La dicotomía es evidente. El yo primero* cuerpo y espíritu, esté presente, pero carece de determi­ nación propia. Esta la recibe desde el otro que es el que convence. La caracterización de Bonifacio Reyes y Ventu­ ra* y la significación del otro, depende de la asimila­ ción que el personaje tenga con los componentes del yo* puestos en evidencia por la dicotomía. Reyes se asimila con lo físico y por esto mira a lo intelectual como al otro. Ventura hace de lo intelec­ tual su yo esencial y por esto* el yo primero, el físico, depende de este yo segundo. Bonifacio esté pegado a la tierra, a lo animal, a lo material, y no puede reproducir el yo de fondo. Ventura vive en el mundo de las teorías y los sueños del arte. No tiene dominio sobre el yo prác­ tico y orgánico. En las dos dicotomías representadas, asistimos a la presencia del otro dentro del yo y observamos la fal­ ta de interacción y carencia de comunicación entre los dos yos. En Cambio de Luz vemos, si no una interacción de los dos yos -pues esto no es posible al tratarse de di- 185 cotomlas* ya que resolverla a los dos yos en la unidad* pero si al menos ama intercomunicación entre el yo y el otro. Don Jorge Ariel despreciaba al pobre diablo cien­ tífico, positivista* que en el fondo de su cerebrose le presentaba con efe obstruccionismo; pero a pesa^ de este despreci^ oía al miserable y discutía con el* y unas veces teg.ia algo que contestarle* aun en el terreno de la JfcLa lógica* de la mera intelectuali­ dad. .., y otras veces no. 14 Jorge Ariel es este conjunto donde se divisa el yo que él representa* que discute y desprecia al otro yo* y éste* asentado en el fondo de su cerebro y representado por el entendimiento científico y positivista. La dicoto­ mía del personaje pone en evidencia esos dos yos diferen­ tes, contradictorios e independientes entre si. Enfrenta­ mos la más completa paradoja. Ariel discute consigo mis­ mo o* mejor, con el otro que él representa también* pero a quien no quiere reconocer como suyo* a pesar de saber­ lo y comprenderlo como elemento esencial de su yo. ¿Cuál es pues el yo primero de Ariel? El personaje no ofrece i explicaciones, pero nos deja entrever que el yo primero es un conjunto humano capas de sentir y raciocinar. La di­ visión del yo total radica en la reduplicación de este ra­ ciocinio* necesario para el diálogo consigo mismo. Si en las dicotomías anteriores la precisión mental separó lo intelectual del conjunto humano del yo y dió a éste vita-

^Alas, Cambio de Lúa*IAdiós "Cordera"!*Xbid.*p*24 186

lidacL e individualidad de ser, en el caso de Jorge Ariel, esta precisión se verifica dentro de los límites de la fa­ cultad cognoscitiva. Esta se precisa, se observa, se di­ vide y se pone en conflicto intelectual consigo misma. En esta división, el entendimiento divisor y dialogante se reconoce como el yo primero y categoriza la otra par­ te de la división como el otro yo que el rechaza, por asignarle tendencias que no reconoce como suyas. Debemos anotar, sin embargo, que a pesar de ser el yo primero el punto de partida de la dicotomía entre el y el otro, es­ te yo primero se siente intelectualmente inferior a aquel e incapaz, a veces, de responder a sus preguntas. En la dicotomía de Hivales, asistimos también a una interacción o semi-interacción de los dos yos. Se anuncia la posible conexión y dependencia entre el yo de las sen­ saciones y el yo cerebral. Se consolaba con este desfallecimiento de ánimo, de esta jontradicción entre sus ideas y anhelos de abnegación, de prescindencia afectiva, y la realidad de sus preocupaciones, de su vanidad herida de artista quisquilloso, pensando que la tal flaqueza era cosa de la parte baja dj su ser, de centros vij.es del or­ ganismo que no había podido dominar todavía de modo suficiente la hegemonía del alma cerebral, del yo que reinaba desde la cabeza.15 La presencia de los dos yos es interior y concreta­ mente localizada. El yo intelectual funciona desde la ca­ beza y desde ésta extiende su hegemonía al todo el cuerpo.

^Alas, Rivales, tAdiós."Cordera" 1 .Ibid. .p.44- 187

El otro yo, un eje de sensaciones contradictorias y mez­ cladas, donde se confunden vanidad, sensibilidad, se lo­ caliza de manera abstracta, en centros viles del organis­ mo, no sometidos aún al dominio del alma cerebral. La di­ visión del yo que se presenta en esta dicotomía, se ori­ gina a base de precisiones y reduplicaciones mentales. El yo pensante se da cuenta del conflicto interior, y anali­ zándose a sí mismo comprende que es centro de operaciones. A su frente ve, sin embargo, otra parte del yo que el re­ presenta y que quiere dominar, pero que se escapa a su acción y se presenta también como un centro de operacio­ nes dotado de cierta hegemonía. La reduplicación del yo consiste en analizarse como yo pensante o alma cerebral, cuya acción se difunde desde la cabeza. Ana Ozores también presenta una dicotomía a base de preóisiones mentales: £na dejab^ de ver tan claro su crimen; no sabía quien discutía,dentro de ella, inventaba sofismas sin contestación, quj no aliviaban el dolor del re­ mordimiento pero hacían dudar de todo, de,que hu­ biera justicia, crímenes, piedad, Dios, lógica, alma... Ana (p.546). 16 Un yo intelectual de profundidades emerge hacia la superficie del yo de Ana Ozores para enfrentarse con él

16 , Como Unamuno, Ana teme que al "salir de la ob­ sesión de ser urjo u,otro, se resuelva en el miedo de no ser nadi§." Ramón Gómez de la Serna, Unamuno y el otro, "La Nación", Buenos Aires, 29 de julio 19^5 188 discutir con él y lo que es más negar la existencia de to­ do, incluso la del yo desde el cual actúa y en el cual vi­ v e . ^ Ana Ozores siente la presencia de un otro que ella desconoce, que es contrario a su mundo de sensaciones y afectos, pero a quien se siente unida a pesar de que és­ te hace dudar al personaje de si mismo y de lo que le rodea* En esta dicotomía, el yo y el otro son entes in­ telectuales aunque dotados de actividades diferentes. El yo total de Ana Ozores es un yo observador y analizador de las actividades del otro yo. Este es un yo problemati- zador y escéptico que todo lo pone en contingencia y todo lo resuleve en la duda. Las funciones de estos dos yos no rebasan sus límites. El yo analizador de Ana no va más alla^de una semiconciencia de lo que pasa en su derredor. Es incapaz de contestar, discutir y destrozar las razones que presenta el otro yo. Este es un yo mito, asentado en una base de racionalismo negador de todo principio, y sin ninguna manifestación de vida cordial y humana.

^Unamuno explica este proceso como un escepticismo vital: "No es en rigor quería razón nos lleve al escepti­ cismo absoluto, Ino! La razón no me llevg. ni puede llevar­ me a dudar de que exista;a £onde la razón ipe lleva es al escepticismo vital; mejor aun, a la negación vital; no ya a dudar, sino a negar que mi conciencia sobreviva a mi mueyte. El escepticismo vital viene del choque entre la razón y el deseo. de este choque, de este abrazo en­ tre la desesperación y el escepticismo, nace la santa, la dulce, la salvadora , nuestro supremo con­ suelo. Obras Completas. Ibid., IV, p.555 189 El Otro espiritual:

Especialmente La R e g e n t a es rica en pasajes en que el yo se divide a sí. mismo para atestiguar la presencia de otro yo que se nutre de espiritualidad o al menos de un idealismo que contrasta con las tendencias materiales del yo primero. Muchas veces la división del yo la hace otro personaje. Este observa desde el exterior y desde allí intuye o descubre el eje de radiaciones espiritua­ les que se presenta como un organismo completamente inde­ pendiente del yo en que reside. El Magistral, Don Fermín de Pas, hos habla de Ana: Primero había visto desvanecerse dentro de aquella cabeza de gracia musical lo que el amaba debajo de a- quella he:riiiosura$ el alma de la Regenta, su pensamien­ to; después pensó en aquella hermosura exterior incó­ lume, con la esperanza de saciar su amor sin miedo de testigos, solo, solo el con un cuerpo adorado (p.4-51). El yo físico de Ana Ozores deja traslucir por el mo­ mento el otro yo: el espiritual que para Don Fermín se i- dentifica con el alma y el pensamiento. Mientras éste es­ ta presente, el yo físico parece disolverse en el yo es­ piritual, pierde su conciencia material y se hace sutil o se llena de "gracia musical", como la hermosura de la Re­ genta a los ojos del Magistral. Cuando lo espiritual desa­ parece, lo físico adquiere proyecciones únicas. En este caso, el yo espiritual no tiene comando so­ bre el yo físico. Este determina no solo la existencia del yo espiritual, sino también las características de 190

sus manifestaciones acorporales. Asistimos al triunfo del positivismo sobre el idealismo* Al hablarnos de sí. mismo, el Magistral nos presenta también la división de su yo, en la que lo espiritual es uno de los polos de esta dicotomía: ^Hablarle de mí misino, le dice a Ana Ozores,¿para que? Yo tengo por razón de mi oficio en la Iglesia militante, la mitad de mi vida entregada a la ca­ lumnia, al odio, a la envidia, que la devoran y hacen de ella lo que quieren; se me persigue, se me prepa­ ra asechanzas, hasta hay sociedades seculares que tienen por objeto derribarme, como ellos dicen, de lo que llaman el poder... Todo eso es miseria,Ana, yo lo desprecio. Puedo asegurar a Udj que yo no pienso mas que en la otra mitad de. mi mismo, que es la que traigo aquí, la que vive en la paz dulcede la fe, acompañada de almas nobles, santas, como la de una señora... que Ud. conoce..., y a quien no aprecia en todo lo que vale (p. 379)* En esta dicotomía de Don Fermín no tenemos una ver­ dadera división del yo. El uno y el otro, a pesar de es­ tar descritos como mitades de un todo, no son dos fuer­ zas conflictivas que luchan por su hegemonía. No hay divi­ sión, sino más bien superposición de realidades. No es el yo o su mitad de conciencia quien analiza y descubre en sí mismo las dos mitades de que habla el Magistral. Estas no existen ni pueden existir como partes constitutivas del mismo yo pues son contradictorias y están recíprocamente destruyéndose. El yo del Magistral está unificado -a su criterio- en ese yo espiritual que se alimenta de paz dulce de la fe.La otra mitad, la entregada a la calumnia, al odio, a la envidia, no es parte del yo del sacerdote, sino es un yo del Magistral que la sociedad de Vetusta ha 191

configurado y ahora lo entrega a Don Fermín para que él lo reconozca como suyo. Naturalmente, él no lo puede aceptar, pues este otro yo aparece a sus ojos como un extraño que no presenta puntos de contacto con el yo es­ piritual e ideal que él cree poseer. Hay, sin embargo, en la cita anotada, un aspecto interesante de división in­ terna. El Magistral no acepta el yo que Vetusta quiere su­ perponer en su yo. Pero al analizar su yo reconoce que és­ te es tan sólo la mitad de su yo total. Fermín se da cuen­ ta que lo espiritual no responde suficientemente a la in­ tuición que del yo total tiene la unidad de conciencia. Si Don Fermín es tan sólo la mitad que él quiere poseer, dónde esta la otra mitad? ¿Es ésta su cuerpo? Si lo es, el Magistral, al igual que Ana Ozores, trata de aparecer como un yo exclusivamenté espiritual, en el cual -según él cree- se ha difundido y desaparecido el yo material. En Bonifacio Heyes se puede discutir también la presencia de un yo espiritual: Y ahora venía otro Reyes. Es decir, algy del espí­ ritu y^de la sangre de su pa$re. Bonis t e m a la preo­ cupación de que los hijos, mas que a los padres, se parecen a los pihuelos. La palabra metempsicosis le es­ tallo en los ,oidos , por dentro* La estimabamucho de tiempo atras, por lj exótica, y ahora, le alagaba su significado. No sera precisamente metempsicosis, pensó; pero puede haber algo de eso..., de otra manera. ¿Qyien sabe si la inmortalidad del alma es tina cosa, asi, se §xplica por esta especie de renacimiento? Si, el corazón me lo dice, y me lo dice la intuición; mi hijo sera algo de mi padre (p.680). El otro yo de Bonifacio Reyes, el espiritual, es un yo que el lector lo concluye por deducción, basándose en 192 el juicio de Bonis. El también como su hijo es otro Re­ yes y, por consiguiente, algo del espíritu y de la sangre de su abuelo. El debe haber recibido por metempsicosis esa infusión que hace renacer en cada Reyes el alma de su familia. Pero esta lógica es inútil. Es imposible aplicar reglas mentales a la personalidad de Bonifacio. Este, como lo hemos visto ya, vive de la contradicción, reflejándose únicamente en el yo animal de 3U cuerpo. Sin embargo, el otro yo, el espiritual, no puede subor­ dinarse a la visión miope de Bonis, y se deja sentir, como eje de contradicción y reclamo. Hasta alguna ves se había sorprendido pensando: "Yo soy un cualquiera; no soy un hombre de genio; seré como mi Padre: un bendito, un ser vulgar," j ahora le gritaba el alma: lUn ser vulgar! ¿Por que no? Imbécil, imita la vulgaridad de tu padre (p.6?9)* El yo espiritual de Bonis, mas que parte constitu­ tiva de un yo total es una entidad en contradicción con el yo que le sustenta. Al mismo tiempo, éste, aunque es­ tá consciente de esa presencia interior que reclama sus derechos en la participación del yo total, presta poca o ninguna atención a tales reacciones espiritualistas. La dicotomía de Bonis, clara e impresionante a los ojos del escritor y el lector, es prácticamente inadvertida, y por eso carente de toda problemática, ante la superfi­ cial especulación de Bonifacio Reyes. En la dicotomía que conscientemente hace Don Alvaro Mesía de sí mismo, el yo exterior, el cuerpo, responde al 193 personaje total. Don Alvaro propuso que las cenag mensuales se sus­ pendiesen hasta el otoño, y sypli$o que se^guardase ej mas profundo secreto. Ademas, el, sintiéndolo, te­ nia que privarle en añejante de asistirla tales reu­ niones; su espíritu allí quedaba, pero el, Don Alvaro, por razones poderosas, jue suplicaba a los presentes respetaran, se abstendría de acudir a tales banquetes (p.357). El yo único del personaje ira con Don Alvaro. Deja­ ra en las reuniones su espíritu, el otro yo que ól pre­ tende poseer, pero que se define no como parte suya cons­ titutiva e interior, sino únicamente como el recuerdo que de él tengan los presentes a tales convites. Nos encontramos ante una seudo-división del ser. Don Alvaro contradice sus palabras. El mismo se define por lo que él es y lleva consigo, y lo que deja a sus ami­ gos. Pero sabe muy bien que no deja nada de sí. La dico­ tomía de este personaje no es, por tanto, una verdadera división interior. No hay aquí la presencia de constitu­ tivos que los analice aislándolos el uno del otro y atra­ yéndolos luego a su conciencia de unidad, sino-.tan solo es una división metafórica que los miembros de la Junta pueden hacer a su capricho, sin que lo que hagan afecte o divida el yo del personaje. El espíritu de Don Alvaro es un ente de ficción pro­ ducido por quienes lo recuerdan y que puede aparecer y de­ saparecer sin que en nada afecte al yo único, corporal y total que Don Alvaro guarda consigo. 194 T_8 El Otro moral:

El otro se presenta muchas veces como una entidad moral que actúa independientemente del yo primero, que le contradice y le demuestra su incapacidad de unidad etica. Este yo moral crea una verdadera dicotomía, pues se ma­ nifiesta rebelde al fundamento de libertad interior que el yo del personaje literario reclama como derecho inalie­ nable. El yo original encuentra en el otro moral la para­ doja de su ser.Lo acepta como entidad intrínseca, consti­ tutiva de su yo, pero al mismo tiempo lo rechaza como a un anti-yo que impide la unidad del ser. Esto sucede, sin embargo, únicamente cuando el yo del personaje se da cuen­ ta de la presencia del yo moral y reflexiona sobre la di-

xcTJnamuno pone en el procedimiento moral la esen­ eja de continuidad en el ser. La formula unamuniana se­ ria: obra de modo^que merezcas a tu propio juicio y a juicio de los demas la eternidad, que te hagas insusti­ tuible, que no merezcas morir, O como nos dice el mismo: "Si es la nada lo que nos esta reservado, hagamos que sea una injusticia esto", Para Unamuno, en la etica, "a pesar de que perdura todavía la lucha bajo la forrn^ de dyda pa­ sional, aparece un nuevo elemento de oposición, y este es el mundo material, el mundo de las cosas. Traíase dg un verdadero^conflicto entre el instinto de conservación en to£a su linea material-racional y el instinto de perpetua­ ción. No afirma el autor que el instinto de conservación juntamente con el^mundo material-racional derivado del mis­ mo, seji malo en si mismo, sino que el mal consiste en que el espíritu, contra su naturaleza, tiende^hacia la materia, porque esta tendencia implica la ¿fuscacion e incluso la muerte del instinto de perpetuacion^y de la misma concien­ cia que se pncierra dentro de los^limites de la materia. Miguel Oromi.El pensamiento filosófico de Miguel de Unamu­ no, Ibid.,pp.lVb-177 195

cotomía que éste le causa. En otros casos* cuando la divi­ sión es análisis a uosteriori, verificada por un agente externo, el yo del personaje expone su división interior, sin percatarse siquiera de su dicotomía, o hace de ésta un valor que -a su criterio- no rompe la unidad de conciencia. Ana Ozores es un ejemplo del primer caso. El yo moral es un otro en pugna abierta con el primero.

Creía que habí 9 muerto aquella Ana que iba y yenla de la desesperación a la esperanza, de la rebeldía a la resignación, y no habla tal; allí estaba, dentro de ella; sojuzgada, si, perseguida, arrinconada, pero no muerta. Como San Juan Degollado daba voces desde la cisterna en que Herodlas le guardaba. La Regenta re­ belde, la pecadora de pensamiento, gritaba desde el fondo de las entrañas, y sus gritos se oían por todo el cerebro. Aquella Ana prohibida era una especia de tenia que se comía todos los buenos propósitos de Ana la devota, la hermana humilde y cariñosa del Magis­ tral (p. 412). La Ana devota acepta a la otra pero sólo como a un parásito que vive, actúa, reacciona y martiriza desde el interior, y del que quisiera desprenderse. En esta lucha entre el yo original de Ana y el yo moral, éste lleva la ventaja. Vence y cambia de rumbo las determinaciones bue­ nas de Ana. Arrastra al yo primero hacia una crisis de va­ lores y decisiones en que parece sucumbir la libertad del personaje. A pesar de esta derrota en lo moral, el yo pri­ mero parece conservar la hegemonía del ser. Es éste quien analiza la dicotomía y trata de resolverla. El yo moral desaparece ante problemáticas del yo que no pertenecen al dominio de su campo ético. En el caso de Doña Camila la división la hace un 196

agente externo: La hipocresía de Doña Camila llegaba hasta el punto de tenerla en el temperamento, pues siendo su aspecto el de una^ estatua anafrodita, el de un ser sin sexo, su pasión principal era la de la lujuria, satisfecha a la Iglesia; una lujuria que^pudiera llamarse metodista si no fuera profanación (p.55). Aunque no es el personaje mismo quien cuenta su conflicto, la dicotomía nos introduce en el interior de éste para describirnos las contradicciones vitales que el yo moral recalca en el yo original. El yo de Doña Ca­ mila, el que ella proyecta como suyo, es un yo asexual. Su otro yo es un centro de lujuria. Aunque los dos yos son contradictorios, no descubrimos en ellos la pugna que presentan los yos de Ana Ozores. Mas aún, intuimos en ellos una convivencia pacífica. Camila reconoce al otro moral como un yo constitutivo y plenamente acepta­ ble. Pero esta aceptación se realiza únicamente en el foro interior de su conciencia. Al exterior, ella encu­ bre su yo libidinoso con su yo exterior y asexual que es el único que pretende poseer. El Juez hace la dicotomía de sí desde el plano mo­ ral y acepta sus dos yos sin ver en ellos ningún con­ flicto contra el principio de unidad. El Juez de primera instancia que se dividía a si mismo en dos entidades: primer^, el Juez inco­ rruptible, intratable, puerco e s p m , sin pizca de educación, y segundo, el hombre de sociedad, per­ seguidor de casadas de mala fama, consuelo de todas las que lloraban desengaños de amores desgraciados. (p.279). Al analizar esta división estamos tentados de ver 197

en ella una tricotomía del yo. Una primera lectura nos ha­ ce pensar en un yo unificador y analizador de dos entida­ des morales: la del juez y la del hombre de sociedad. Sin embargo* una observación más detenida nos indica que el yo exterior está difundido y amalgamado en cada una de esas partes. Este se reconoce como juez y desde esta entidad reconoce la presencia y las características del otro, o se mira como hombre de sociedad y al hacerlo se da cuenta de que acarrea consigo el otro yo, el del juez incorruptible e intratable. El yo y el otro tienen conciencia de su hegemonía sobre el ser total. Sin embargo, no sentimos ni lucha ni conflicto. Estos forman únicamente las caras opuestas de una misma moneda, que tiene valor tan sólo cuando se en­ cuentra integrada en la unidad, pero en la cual podemos observar, sin peligro de romper su unidad, cada aspecto específico de su valor total. La dicotomía pone solamente de manifiesto estos aspectos. La reciprocidad entre el yo y el otro que encontra­ mos en este ejemplo no nos permite hablar de un yo prime­ ro y de un otro moral complementador. Debemos referirnos más bien, al otro moral como polo opuesto del uno moral, teniendo en cuenta que uno y otro son puntos de relación con respecto al opuesto. Estamos aquí frente a una multi­ plicación del "uno y el múltiple". En este caso, los dos términos son reversibles: el uno atestigua la presencia 198 y la necesidad del otro y éste reclama, a la vez, al pri_ mero. El fenómeno nos presenta un problema: ¿Si en los dos casos hablamos de entidades morales que se relacio­ nan intrínsecamente, existe o no un yo primero que sostie­ ne estos aspectos del yo?Es decir, ¿Esta dicotomía nos obliga o no a resolver al ser total en una tricotomía? En la forma como Clarín expone la personalidad del per­ sonaje creo que tal esfuerzo es innecesario. Notemos que el escritor no insiste en el personaje humano sino única­ mente en su representación. No hablamos del hombre comple­ to sino tan sólo de sus funciones: la de Juez, unas ve­ ces, la de hombre de sociedad, otras.La precisión mental elimina la posible tricotomía. En estos ejemplos hemos visto que el yo moral se presenta independiente del yo primero y muchas veces en oposición directa contra la base física que lo sostiene. En Don Basilio Aguado lo físico determina la existencia del otro moral, su duración y permanencia: En el médico, lo de Don Basilio era símbolo de su mal sino, de las culpas de su padre, de la prosa mi­ serable que le ataba al oficio de medico provinciano oscurecido; el Aguado representaba sus sueños de am­ bición, sus instintos de Jelicadeza, sus^triunfos an­ te las damas, la homeopatía y otra porción de cosas ideales y bonitas que no son del momento (p.618). Al igual que en el ejemplo estudiado del Juez, en el caso de Basilio Aguado la dicotomía nos entrega dos entidades morales: la del hombre atormentado por un mal moral y la del hombre con sueños de idealismo. Pero a di­ 199

ferencia del juez, el yo físico en el médico, no se identifica con cada una de las partes de la dicotomía, sino se divide para identificarse parcialmente con ca­ da mitad de la división moral. 0 mejor, la división fí­ sica da origen y sustenta esos otros morales. Es intere­ sante notar que ante la imposibilidad de precisiones mentales que desintegren al yo original en diversas en­ tidades físicas, Clarín usa, para este efecto, el re­ curso del nombre y apellido. Como en el caso del juez no es posible afirmar, en este ejemplo, que estemos ante una verdadera tricoto­ mía. La división entre nombre y apellido impide la pre­ sencia del yo del médico fuera de esas dos proyecciones morales. Ni Basilio, ni Aguado, tomados aisladamente, forman el yo del personaje literario. El yo del médico está conformado por esa amalgama "Basilio Aguado". Pero ésta, como tal, no se encuentra ni en el hombre que la­ menta su mal sino, ni en el que representa sus sueños de ambición y sus instintos de delicadeza

El Otro imaginativo:

0 1Q El otro yo, el de la imaginación,7es un ente de fic-

^Fara Unamuno la imaginación es esencia del ser o sea el mismo ser^"La imaginación -dice- que es la esencia del ser de ficción, es pues, algo totalmente distinto de una facultad perezosa y vana: es la lucha, lucha contra el anonadamiento, lucha sin descanso y sin esperanza que 200

cion que se alimenta únicamente de recuerdos en el momen­ to en que el ser siente su dicotomía* Ana Ozores divide a su yo en el yo del presente y el del pasado. Este último es ya tan solo un producto de la imaginación del personaje literario* Pensando la Regenta en aquella niña que había sidy ella, la admiraba y le parecía que su vida se había partido en dos; una era la de aquel angelillo que se le antojaba muerto. ^La niña que saltaba del lecho a oscuras era mas enérgica que esta Anita de ahora, tenia una fuerza interior pasmosa para re­ sistir sin humillarse l^s exigencias y las injusti­ cias de las personas frías, secas y caprichosas que la criaban (p.44). El otro yo de Ana, el del recuerdo, permanece aún en la imaginación del yo del persona je.En realidad es un yo muerto y acabado. Paradójicamente, sin embargo, este es más fuerte, más vigoroso que el yo del presente de Ana Ozores. El pasado rebasa sus límites temporales para lle­ garse al presente y actuar en ál con una vivencia desacos­ tumbrada. La imaginación recrea la realidad que fuera ha­ ce muchos años, y esta se pone frente a la realidad que

opone continuamente a ^a nada de un sueño que aquel le disputa siempre y que este vuelve siempre a ofrecer co- mp objeto de disputa.,E1 sueño en que mi yo consiste es­ ta en continua creación, se deshace y se vuelve a reha­ cer; tengo que soñarme, sin tregua, y volverme a^. soñar, afirmar mi vida contra mi muerte y vivir en continua agonía. La imaginación, que no es otra cosa que mi volun­ tad de ser y una lucha siempre renovada, es la ^sencia de mi ser y, por ^anto,debemos ¿ecir^que, paradójicamen­ te, "la imaginación es la facultad más sustancial**. Obras Completas. Ibid., IV, p. 577 201 es y le disputa su dominio. El yo vive en el presente es­ tas dos realidades, reconociéndose en cada una de ellas. Esta dicotomía no divide al yo actual. Lo enfrenta única­ mente con su otro yo que en realidad dejó de ser hace mu­ chos años, pero que aún existe como producto de la imagi­ nación. Estamos acercándonos a la concepción del yo y su dohle. 0 sea, del yo y del otro que frente a frente le disputa sus derechos y su unidad. En Las Dos Cajas encontramos el yo imaginativo de Ventura que se contrapone al yo actual: Se figuraba un músico desacreditado» que él era un vivo enterrado; todos sus colegas, Jos músicos, los compositores» los cantantes, los críticos, los afi­ cionados, hablan ido echando sobre su cuerpo un po­ co de polvo del olvido, y ahora estaba separado del mundo por una capa de tierra muy pesada, muy pesada. Se hablaba de él como de un aparecido. El ^lemento joven del arte y de la critica nofle conqcia ya, en cuanto le sonaba su nombre no sabia a que.•.(p.889)* El pasado y el presente son los ejes de esta dico­ tomía. El yo del pasado vive en el recuerdo. El del pre­ sente es un yo desconocido. Gomo en el caso anterior de Ana Ozores el yo exterior y actual de Ventura se define por el otro yo» por el que desapareció hace mucho tiempo. Por eso es un "aparecido" y un "vivo enterrado". Su vida está acabada en la vida del otro. Esta dicotomía tampoco divide realmente al yo exte­ rior y único de Ventura. Lo presenta tan sólo frente a xma imagen, real en otro tiempo, pero en realidad producto de la imaginación. Lo interesante es notar que este fig- 202

mentó mental resume al yo total, al que fuera y al que es* El yo actual y exterior sirve para recrear al otro yo. Pe­ ro una vez que el yo de la imaginación reaparece, este ob­ serva al yo que le dio su origen. El yo actual tiene con­ ciencia de su dicotomía. En cambio, el yo de la imagina­ ción es un yo sin reflexión, mudo y estático, pero con hegemonía no sólo sobre el yo de Ventura, sino también sobre cada uno de los personajes que lo conocieron.

El Yo y su Doble

La confrontación del yo con su doble es el otro aspecto importante que debemos estudiar al analizar las dicotomías de los personajes literarios de Clarín. El doble implica una reduplicación del yo primero y no úni­ camente la presencia de elementos heterogéneos dentro del yo total. Esta reduplicación nos presenta a un yo que mi­ ra frente a sí a un otro que el muchas veces desconoce,

■* pero en quien descubre la imagen vida de su proyección. El otro es la figura del espejo o la imagen que el yo lle­ va a sus espaldas, que dialoga con él y le discute dere­ chos de individualidad. Desaparece del centro de la aten­ ción -tanto del personaje literario como del lector- la percepción del principio de unidad de conciencia. En su lugar surge la duda, la indecisión, el asombro. Se trata de una verdadera dicotomía del ser en la que hay división tanto de la personalidad del yo como de su entidad físi­ 205 ca. Realidad y ficción, entrecruzan sus conceptos. El yo y el otro aparecen y desaparecen como centros de unidad, de proyección y reduplicación. El yo, el otro y el lector comparten un mundo de esquizofrenia donde los límites de lo que es y no es se tambalean y desaparecen. 20

20E1 fenómeno del doble tiene origen quizá en el mito de Narciso y en el Doppelg'ángerj.1 Precursor es en el tratamiento del Otro, cuanáo és£e sólo era objeto de pre­ ocupación para sicólogos y sociologos, fueron Kierke- gaard, Nietzsche y Unamuno. No hay por Janto en ellos más que aciertos intuitivos, problematizacion, pero no siste­ matización de pensamiento. £o que Nietzsche sentía no era repugnancia por la cer­ carla del otro, sino m|s bien repugnancia por la decep­ ción que provocaba ej. el la ausencia^total del otro, la imposibilidad de legitima comunicación, a pesar de todos los esfuerzos. Para Heidegger, el Sein (el ser) es siempre mit-sein (ser con otro), pero sometido a la forzosidad del ^'con^, al estilo de los presidiarios o de los galeotas que con­ viven en una fatiga, una rutina, una liberación de sen­ tencias comunes sin que, en sus intimidades radicales, se produzca por este hecho mecánico y objetivo interpelacio­ nes cordiales. Para J. P. Sartre, "el otro" no es cuerpo situado de­ lante de "mi", entre otyos cuerpos y objetos; tampoco es una simple representación de otro dada en mi. En ambjs casos la situacion^de exterioridad suprime la relación entre el yo y el tu quedando por consiguiente fuera la a- pariencia 9riginal, ya que entre objeto y sujeto no hay medida común. ^Invirtiendo la actitud tradicional respecto a la percepción del otro, "aquel a quien yo veo", Sartre nos ofrece una primera toma de contacto con el "aquel que me ve".Yo veo al "otro objeto", pero al mismo tiempo soy visto por el "otro-sujeto" como un objeto* Al ser visto como objeto y caer en la nada mi conciencia, percibo la presencia de esta tonalidad afectiva (del "ser-visto-por"), sintiéndome atravesado por la vergüenza, la timidez, el azor amiento, etc. El otro -dice Sartre- se convierte de pronto en "un sistema ligado de experiencias fuera de mi alcance, en el cual yo vivo como un objeto entre otros." 204-

En Tamayo encontramos la muda presencia del yo y su doble: Es casi seguro que si Tamayo va por la calle con cualquier amigo» y a quien no le conoce se le dice "aquel es Tamayo»" nuestro hombre cree que Tamayo es el otro (p. 1013). La contingencia de la personalidad es manifiesta.

Estoy visto, desposeído, desnudado» hecho» "robado", por el otro. Para Max Scheler y Gabriel Marcel, la comunicación entre sujetos, la entranda en contacto "con-el-o$ro"es un intento de colaboración común en la consecución de la libertad existencial. Se trata de que el otro no sea un límite del yp, sino lo que origina la conciencia perso­ nal. En el tu nos descubrimos al convertirse en "nosotros" (tú y yo conjuntamente). Este contacto trata de formular un universo de experiencias condenado, sin embarga al fracaso cuando trata de ser algo más que aspiración.11. Segundo Serrano Poncela, El Pensamiento de Unamuno (Mexi— co-Buenos Aires: Pondo de Cultura Económica, 19&4-), PP* 169-172. Entre los escritores españoles» Unamuno es quiza quien más ha sentido y analizado conceptualmente el pro­ blema del doble. Oigamos a Paul Ilie en este respecto: "He saw that he could ignore his feelings, or write about them as if they were someone else's. Sensing that he was many different men at the same time, he delved further in¡- to the problem of the split personality. He was intrigued by a process which he called desdoblamiento, a splitting of the self in which the self is objectively reproduced and the individual becomes two people at the same time. This process of redupplication can occur physically, with- in space and time» or within the mind. Ibid., p. 28 No hay una relación extrínseca entre el estudio del yo que hace Unamuno y las incepciones que sobre este pro­ blema tiene Clarín, a través de,sus personajes literarios. Sin embargo existe obvia conexión intrínseca entre la con­ cepción lit^rari^ del yo de Alas y la filosófica,de Unamu­ no. Lo que este ultimo expresa en conceptos y análisis ló­ gicos, aquel,lo demuestra en la vida de sus personajes. Por esta,razón recurrimos a Unamuno cuando necesitamos ex­ plicar lógicamente lo que Alas nos dice a través de la caracterización literaria de sus personajes. 205

¿Qué hace del personaje literario un verdadero Tamayo? No lo sabemos, pero lo intuimos como algo fluctuaste e inse­ guro* Esta tamaidad es aplicable a quienquiera, a quien marche al lado de nuestro personaje literario, pero no a si mismo. Tamayo es el otro. ¿Qué queda entonces del Ta­ mayo primero? Solo la imagen de lo que fue. Una proyec­ ción ambulante que no sólo se niega a si mismo, sino lo que es mas, se predica en el otro. El yo y el otro mar­ chan juntos determinándose en forma reciproca. El Tamayo primero se define por el otro. El doble adquiere su tamai­ dad por la presencia del primero. El doble, en este caso, no es la imagen de espejo, sino el hermano gemelo del yo que marcha a su lado. El uno y el otro parecen incons­ cientes de sus vaivenes y vacilaciones de personalidad. En Las dos Ca.ias el yo y su doble entran en un dia­ logo que manifiesta la presencia de los dos, pero no nos aclara problemas de personalidad. Ventura se sentó en el suelo. Apoyó un codo en el bulto que puso a su J.ado sobre la tierra y dijo -cave yd., Ventura. Cavo el otro Ventura y pronto tropezó el hierro con la madera (p.897). ¿Quién es el verdadero enterrador: Ventura o el otro Ventura? El doble no es más que la realización exterior de los deseos del primero. Estamos frente al yo que or­ dena y al yo que obedece. En la presencia de los dos sen­ timos su conexión. Los dos se hermanan en la finalidad de sus acciones como copartícipes de ella. El yo primero se refleja en el otro, sin crear, sin embargo, una imagen 206 que le represente totalmente. £1 doble adquiere un dina­ mismo que la figura estática del Ventura primero no po­ see. En los ejemplos anteriores* el doble aparece sin previa conexión con el yo primero. Son hermanos gemelo3 y su creación depende del escritor o lector que pone en ellos relaciones de reciprocidad. En el caso de Pipa, el doble aparece como creación real de los anhelos del pri­ mer yo. Su gran sorpresa fuf la que le produjo el arma­ rio de espejo* devolviéndole a la espantada vista la imagen de aquel Pipa sobrenatural que él habla ideado al buscar su extraña vestimenta (p. 854). El yo se reproduce en el otro. 0 mejor, el doble es la realización de la imagen que el yo primero tiene de si mismo. La dicotomía nos muestra al Pipa que es y aquel que él quiere ser y que ha llegado a ser sin que él lo conociera, pero que ahora le reconoce como suyo. Paradójicamente, la dicotomía nos conduce de la división a la unidad. El yo acepta a su doble como el Pipé que él quiere ser y que es distinto del Pipé que lo observa de­ trás de la máscara. ¿Cuál es el Pipá verdadero? ¿La rea­ lización de los anhelos del primer Pipá o el otro: el que es lo que él no quiere ser? Sentimos el conflicto. Y lo siente también el yo del Pipá observador. Este ha­ ce un esfuerzo para pasar de la realidad que él poseía desde antiguo a esta nueva que ahora descubre al exte­ rior y reproduce sus deseos. 207

Pipá contemplo al Pipa de cuerpo entero que te­ nía enfrente, y volvió de súloito a toda la digni­ dad y parsimonia majestuosa que manifestara en un principio, jorque la imagen que le ofrecía el azo­ gue despertó su conciencia de fantasma (p.834). El yo primero fluctúa entre lo que es y quiere ser* Pasa de sí mismo al doble que observa frente a frente y de este recibe el llamamiento de conciencia que niega lo que el es y le asegura en sus deseos* El doble se convier­ te en el Pipá verdadero y desde su imagen de ficción re­ forma al yo real del Pipá en una imagen segunda que es reflejo del fantasma del espejo. Los espejos paralelos se cruzan y reproducen una y otra vez sus imágenes. La di­ cotomía desintegra la realidad de Pipa y demenuza su con­ ciencia. De el no queda más que esos ojos que observan detrás de la careta. El se reconoce en el otro que le ofrece el espejo, cuya imagen reduplicada al exterior se plasma en su dignidad y parsimonia de fantasma. El yo no descubre conflicto en la presencia de su doble. Es este más bien quien siente la inadaptación del yo primero y lo somete a ser un segundo espejo de refle­ xión que se analiza a sí mismo en esta nueva realidad. Detrás de^su careta, Pipá se veía con los ojos de la fantasía, como algo colosal poy lo formidable, y estaba tentado a tenerse miedo a si yismo; y un poco se tuvo cuando ya de noche, se vio solo atrave­ sando la3 oscuras callejuelas (p.829). La dicotomía quiebra una vez más la realidad y sepa­ ra al yo interior del exterior. La proyección del Pipá fantasma se refleja en el interior del personaje y mo­ 208 difica sus reacciones. El yo tiene miedo de su doble, del que él lia creado y que ahora se mueve con entera hegemo­ nía desde afuera hacia dentro. La dicotomía es constante, pues la presencia de los dos yos se manifiesta a repeti­ dos intervalos. Sin embargo, esta misma división nos conduce a la unidad del ser. En el transcurso de estas vicisitudes se rechaza la realidad del yo primero, del Pipa que existía sin aceptarse ni interior ni exterior- mente, para aceptar la ficción soñada que ahora es la úni­ ca que controla a los dos yos. Hasta el momento hemos analizado presencias singu­ lares del yo y su doble. Veamos brevemente una presencia reduplicada de estos seres. Doña Berta nos ofrece un ejem­ plo: , El otro retrato que,le enviaba el pintor tenía un rotulo al,pie, que decja en letras pequeñas, rojas: lfmi capitán".,No era mas que upa cabeza; Doña Berta al mirarlo perdió,el aliento y dio un grito de espanto. Aquel mi capitán era también el suyo..., ^1 suyo, mez­ clado con ella misma, con lp Berta de hacia puarenta años, con la que,estaba allí al lado... Junto ,confron­ to Jas telas, vio la semejanza perfepta que el pintor había visto entre el retrato del salón y el capitán de sus recuerdos,,y de su obra maestra^ pepo ademas, y sobre todo, vio otras semejanzas, aup. mas acentuada^, en ciertas facciones y en la expresión qup ella podía evocar de la imagen que en su cerebro vivía, grabada con el buril de lo indeleble, como la gota labra la piedra (p. 737). La confrontación de los dos cuadros produce la dico­ tomía de Doña Berta. El doble de Berta es un yo de hace cuarenta años que ahora rejuvenece y se superpone al yo actual. El yo del pasado conserva las imágenes de su ca- 209 pitan. El del presente se ve obligado a difundirse en el doble latente y a reconocerse en éste. También la imagen del capitán tiene su doble. Pero ésta es una imagen re­ versible que lo mismo puede atestiguar al yo primero o al otro, sin que el lector alcance a distinguir límites de diferencia. ¿Cuál es el reflejo del capitán original:el del salón de Susacasa o el del pintor? Ninguno. Los dos son dobles del yo que Berta mantiene en su recuerdo y que a la vez es el doble de la realidad que ella amo. Es­ tamos frente a espejos paralelos en los que las imágenes se contraponen y yuxtaponen casi en una serie infinita. Nos perdemos en un juego de reciprocidades y reversibili­ dades esquizofrénicas. El yo y el otro, éste y su doble, el doble y su imagen, combinan esencias del ser en que ya no es posible distinguir con claridad realidad y ficción, presente y pasado. Ana, la protagonista de La Regenta, confronta muchas veces su doble: ...llegó Ana a su tocador; la luj de la esperma que se reflejaba en el espejo jstaba próxima a extinguirse, se acababa.. •, y Ana se vio como un hermoso fantasma flotante en el fondo oscuro de la al90ba que tenia en frente, en el cristal límpido. Sonrio a su imagen con una gmargura que le paree jó diabólica..., tuvo miedo de si misma..., sg refugio en la alcoba, y sobre la piel de tigre dejo caer toda la ropa de que se despo­ jaba para dormir (p. 415). El doble de Ana es la visión fantasmagórica que la Ozores lleva en su interior .Ahora está frente a ella, es­ crutándolo todo, observándola y reproduciendo en ella sen­ saciones de terror. Los dos yos entrecruzan sus acciones. 210

El doble reproduce en su ser de fantasma la belleza de Ana- Ana pone en su sonrisa la impresión diabólica que le brin­ da su fantasma. Los dos yos se presentan como observadores silenciosos del otro. Reciben el de sus impresio­ nes y se rechazan sin entablar diálogo alguno. Ana se re­ tira al refugio de su alcoba y el doble desaparece por el fondo oscuro de su alcoba de cristal. Pero el doble de Ana no es siempre reproducción de su imagen interior. Muchas veces Ana reconoce su otro yo en personajes exteriores. Al ver a Doña Inés en la celdj. sintió la Regenta escalofríos; la novicia se parecía a ella; Ana lo conocio al mismo tiempo que el publico. En este doble podemos ver las vacilaciones del yo primero. Este tiene la conciencia de encontrarse frente a si mismo. Pero al mismo tiempo teme equivocarse. Su do­ ble pertenece también a otro ser. Es otro ser. Esto no impide, sin embargo, la bipolaridad en la cual observa­ mos el doble de Ana y el yo de Doña Inés. Ana destruye sus vacilaciones al intuir la percepción del publico. Este se da cuenta que frente a sí, en el escenario, tie­ ne la imagen de la Ana que está a sus espaldas. Doña Inés es un personaje de teatro que, sin saberlo, se ha dividi­ do también. Representa su papel de ficción y sale de ésta para convertirse en la realidad doble de Ana. En Don Alvaro, el doble se reduce a representar fracciones específicas del personaje. No es un doble in­ 211 dependiente del yo primero, ni en su origen ni en sus ac­ tividades* Por^su parte se confesaba todo lo enamorado que el podía estarlo de quien no fuese Don Alvaro Mesia. Después del Presidente del Casino, ningún ser de }a tierra le parecía mas digno de adoración que su dó­ cil Ana, su Ana frenética de amor (p*504). Don Alvaro acepta como doble lo que él representa: el Presidente del Casino. Pero este es únicamente un en­ te de ficción, objeto de amor del personaje. £1 uno y el múltiple, en este caso, mantienen una distancia de sepa­ ración reducida a lo mínimo* La bipolaridad se conserva únicamente en el interior de Don Alvaro* La presencia del doble, unificada a la del yo del personaje, la observamos también con otro matiz diferente del que presenta el doble fraccionario de Don Alvaro* Mu- chos de los personajes de Su Unico Hi.jo nos hablan del yo que ellos representan como dobles. Si en el caso de Don Alvaro olmos hablar del doble, aunque éste no esté presente como tal, pues se encuentra unificado con el per­ sonaje, en el ejemplo a continuación sólo nos encontra­ mos frente al doble. £1 yo primero vive en el recuerdo de este yo segundo: Emma le soltó para decir (a Bonis) poniéndose de pie: -Mira, mira, yo soy la Gorgheggi o la Gorgoritos, esa que cantaba hace poco, la reina Micomicona; si, hombre, qsa qye a ti te gustq> tanto; y para hacerte la ^lusion, mírame aquí, aquí, aquí, tontxn; granuja, aquí te digo; las botas, lo mismo que ).as de ella; Cógele un pie,a la Gorgoritos, anda, cqgeselo; las medias no serán del mismo color, pero estas son bien bonitas; anda, ahora canta, dila que si, que la quie­ res, que olvidas a la de Francia y que te casas con 212

ella..j Tu te llamas, ¿cómo te llamas tú? SÍ, hombre» el barítono, te digo. - Hinghetti. 0 Eso, Minghetti, tu eres Minghetti y yo la Gorgoritos... (p. 632). Emma y Bonis han dejado de ser lo que son para con­ vertirse en dobles, no en sí mismos, sino en una realidad y ficción que no esta en el presente: la de Gorgheggi, de la reina Micomicona y de Minghetti. Aunque este doble no es únicamente una precisión mental como la del Presidente del Casino, sino pretende ser la reproducción física del yo que representa, sin embargo, al igual que el doble de Don Alvaro, es un otro yo que no mantiene intrínsecas re­ laciones con el yo primero, ni nos hace conocer al yo que representa. Si la presencia del doble resulta clara y aceptable, una vez que conocemos al yo original, la pre­ sencia del doble, sin el conocimiento previo del yo ori­ ginal, carece de fuerza y caracterización. El doble que representan Bonifacio y Emma ni nos impresiona, ni nos descubre nuevas problemáticas. Las tías de Ana presentan un doble que casi se confunde con el yo original. Estamos por decir que ellas son su doble o que este no existe y que ellas son así. Pero esto sería generalizar ama circunstancia específica. El yo original de las tías tiene orna manifestación más am­ plia que la que ahora ellas proyectan: Al ventilay semejante negocio, el tipo de trotacon­ ventos de salón, que solo se diferencia de las otras en que no hace ruido, asomaba a la figura de aquellas solteronas, como anuncio de vejez de bruja; la chime- 215

nea arrojaba a la pared las siluetas contrahechas de aquellas señoritas, y los movimientos de la lla­ ma y los#gestos de ellas producían en la sombra un embrión de aquelarre (pp.77-78). £1 yo de las tías produce un doble satánico y celes­ tinesco que vemos proyectado en la pared. Esta sirve de espejo y tiene su paralelo en el rostro de las viejas. Las proyecciones se mezclan y entrecruzan. No sabemos si el doble imprime en las solteronas esa figura de aque­ larre, que sus rostros de brujas manifiestan, o si la imagen de la pared tiene origen en los personajes del ex­ terior. Lo importante es observar que el doble deshace la presencia del yo original. Be éste no nos queda más que la insinuación algo difusa de las dos solteronas, mien­ tras que del doble conservamos su presencia humana y su reflejo de sombra. El doble de Don Santos, el ateo, se manifiesta una vez que el yo primero ha muerto: IQue muero de hambre...! IDe hambre1 ,Fueron sus últimas palabras razonables. Poco des­ pués empezaba el delirio. Celestina lloraba a los pies del lecho. Don ¿ntero, el cura, se paseaba, con los brazos cruzados, por la sala, admirando lo que él llamaba la muerte del justo (p. 597)- El doble, en este caso, es un ser que tan sólo tie­ ne explicación a la luz de la vida sobrenatural. El yo de Don Santos ha muerto. De él no queda más que su cuerpo exánime. Pero éste no es el Don Santos de Vetusta. Es el Don Santos desconocido que la muerte del primero ha pues­ to en existencia, el justo que vivía a espaldas del ateo. 214

El doble se presenta también como un yo múltiple distinto del yo primero que lo produce. El uno y el múlti­ ple adquieren su máxima expresión. -Kejor, decía Don Fompeyo, que se multiplicaba. -Para nada querernos cuervos -exclamaba Foja- que se multiplica'ba también, (p.401) No podemos entrar en el análisis de este doble múl­ tiple, pues no vemos su presencia. La multiplicación con­ tradice únicamente la unidad. Vislumbramos, sin embargo, la desintegración de Pompeyo y Foja en seres diversos que representan a estos personajes y en ellos se unifican. La presencia del doble que tan claramente se presen­ ta en diversos personajes de Clarín, se manifiesta tam­ bién como eco de realidades inanimadas. Este doble es a la vez un reflejo del primer yo y una creación que el per­ sonaje literario impone sobre la imaginación del lector. Y de repente, de poco tiempo a aquella parte, deba­ jo del océano, en las regiones misteriosas del#abismo en las que ^abitaba el enemigo, de las que venían vo­ ces subterráneas de amenaza y castigo, aparecía como un reflejo infiel,#otro cielo con otra luna, un cielo borrascoso con espíritus infernales vestidos de nu­ barrones, con el mismísimo demonio disfrazado de cuar­ to menguante, de la luna de ipiel satanica, de Valpur- gis, que su mujer, Emma Valcarcel, había decretado que brillara en las profundidades de aquellas noches de amores inauditos, inesperados y como desesperados (p. 635). El cosmos parece desdoblarse. Frente a frente, se­ parados por una distancia infinita, el mundo sideral en­ cuentra su réplica y antítesis. Dos cielos y dos limas se reflejan y contraponen. A lo celeste responde lo in­ fernal, a lo etéreo lo subterráneo, a las promesas de 215 premio las amenazas de castigo* a Dios* el mismísimo demonio. El cielo subterráneo desafia y contradice al cielo estelar. Este no mantiene diálogo con aquel. La distancia que lo separa del otro es infinita. El yo 21 no puede bajar al abismo de su doble. Este doble de las cosas es, sin embargo, una re­ duplicación distinta a la que observamos en los per­ sonajes literarios. En lo inanimado, la reflexión re­ produce las formas pero no las esencias. Desaparece toda analogía sustancial y en su lugar observamos lo antitético. El cielo subterráneo no es la reduplicación del estelar, ni el demonio el doble de Dios. Aquellos son la antítesis de estos, el reverso de su esencia, de 22 su presencia y su reflejo.

Morse Peckham nos explica cómo se produce la comu­ nicación del mundo exterior entre nuestros sentidos y núes tra inteligencia. "In any situation in which our senses give our minds messages about the world, two elementa are present. On the one hand is the real world, the public world, which we all agree is there: the mountain, the tree the table, the contenta of the test tube, the pointer of the measuring se ale. On the other is the pattern in the mind, the Gestalt, the neural path, the orientation, with which we organize these public data. This orientation is made up of a thousand elements, about which we know not very rauch; except that we are sure that even for the scien tist there are not only neural patterns and systems of in- terrelations among the brain cells, but at another level emotions, feelings, chilhood traumas, anxieties, and trace of former gratifications and frustrations. Beyond the Trag Vision, (New York: George Braziller, 1962), p.l?.

22La frase blblica"hecho a, imagen y semejanza de Dios” se refiere únicamente a Adán y su descendencia. No a los espiritas celestiales o infernales, o a las cosas Inanimadas. (Gen. , 1,26-27) • 216

División espiritual y física del yo

La división espiritual y risica del yo pertenece también al estudio de las dicotomías. Para mayor claridad he preferido tratar este problema en forma separada. De esta manera* el estudio de las dicotomías aparece dividi­ do en dos partes: la presencia del yo* de su otro interior y su doble, analizadas ya en las páginas precedentes, y el estudio de los elementos esenciales, integrativos del hom­ bre, y por su extensión del personaje literario. Voy, pues, a referirme a las manifestaciones que cuerpo y alma pre­ sentan en su problemática. Si recordamos la formación filosófica de Clarín, caemos en la cuenta de que en la presentación del cuerpo y espíritu del personaje literario, Alas conjuga los ele­ mentos de la tradición escolástica con los nuevos aportes de la sicología experimental de su tiempo. Al buscar la síntesis de la ideología de su época, Clarín tropieza con diversidad de circunstancias y pro­ blemas que lejos de conducirle hacia un centro de solucio­ nes lo lleva hacia una pluralidad de caminos en los que el escritor se fascina y se hunde en el análisis. Alma y cuerpo se presentan a veces como dos entidades que mantie­ nen intrínseca y extrínseca conexión. £1 uno y el otro dejan de ser dos diferentes para llegar a ser un todo sin limites de división. Cambio de Luz nos presenta la expli­ cación: 217

Y por fin, su dicha grande, seria, era ungí casa, su mujer, sus hijos, tres cabezas rubias, y el decía también tres almas rubias, doradas. mi lira, como los llamaba al pasar la mano por aquellas frentes blancas, altas, despejadas, que destellaban la idea noble que sirve ante todo para ensanchar el hori­ zonte del amor.2J Alma y cuerpo se han conjugado en un todo indivisi­ ble. No estamos frente a la espiritualización del cuerpo porque este está allí presente. Tampoco presenciamos la materialización del alma, pues la entidad espiritual es la que más sobresale y se manifiesta. Se trata más bien de una simbiosis que se alimenta de elementos recíprocos. El cuerpo nos deja ver esa alma de profundidades. Esta exalta la belleza del cuerpo. En la cita anterior hemos visto la fusión de alma y cuerpo como un fenómeno estático en el que las distin­ tas entidades no se califican por su función específica. Estas se juntan en un todo y allí aparecen y desaparecen sin dejarnos más rasgos característicos que el de su co­ municable hermosura. En Avecilla, a la vez que presenciamos la fusión de las entidades del ser observamos el funcionamiento de éstas. El principio de especificación que descubre la di­ ferente naturaleza de los componentes del ser califica la clase de unión que junta alma y cuerpo. Sin embargo, Clarín, en ninguna de sus obras se adentra en este mis-

^Alas, Cambio de Luz.Ibid. .pp. 20-21 218

terio. No pretende hacer de sus obras tesis de filosofía escolástica» sino únicamente subraya lo experimental» a la luz de la metafísica que él posee: Avecilla nos dice: Tenemos que Pepita se compone como todo ser ra­ cional y libre, de alma y cuerpo, y se pasa el santo día y gran parte de la noche, igualmente santa, con­ sagrada a las tareas propias de su sexo, que mas em­ brutecen que elevan el espíritu; y es necesario que, de cuando en cuando, de reposo al cuerpo y trabado al alma con la contemplación de lo bello, lo bueno y lo verdadero (p. 8í?7)* Lo material e ideal aparece como objeto de estas en­ tidades. £1 cuerpo se ocupa de la acción física. £1 alma se consagra a funciones espirituales. Es importante notar que la especificación de naturaleza y funcionamiento, in­ dividualiza sustancialmente tanto al alma como al cuerpo. £1 uno no puede ser el otro. Los dos son inconfundibles en su ser y obrar. Sin embargo, esta distinción de naturale­ za, aunque permanece a través de la unión, es modificada por ésta. Ni el cuerpo ni el alma pueden ejercer sus fun­ ciones características, mientras la otra entidad esté en acción y apoderada de la unidad del ser. £1 cuerpo debe descansar para que el alma actúe. £1 alma permanece pa­ siva y casi impotente, mientras el cuerpo manifiesta su actividad. Avecilla presenta una unión de alma y cuerpo "sui generis", pues su filosofía no llega a prever la posibi­ lidad de acciones simultáneas aunque distintas. £1 prin­ cipio ignaciano del "contemplativus in actione" que mo- 219

difica la espiritualidad española desde el renacimiento, se presenta, para el personaje literario, como una contra­ dicción o al menos como una imposibilidad. Al analizar más en detalle las funciones especifi­ cas, tanto del alma como del cuerpo, encontramos en ¿stas contradicción vital. Esta contradicción, sin embargo, no implica contradicción intrínseca en la facultad que las produce. Tal división es inadmisible a la mentalidad es­ colástica de Clarín. La presencia de ideas, acciones y sensaciones contradictorias manifiesta la pluralidad del principio de operación que las crea. Alma y cuerpo son potencias capaces de acciones múltiples diversas, sensi­ bles al impulso del estímulo. En Ana, el alma es un símbolo de fortaleza, mien­ tras en el Magistral es origen de debilidad. Ana admiró en silepcip la fuerza^de su pgdre espiri­ tual, en la que no vio mas que un símbolo físico dp la fortaleza de su alma; fortaleza en la que ella tema, indudablemente, una defensa segura, inexpugnable, con­ tra las tentaciones que empezaban a acosarla (p.230). En vano^pensaba: ¿Que le importa a mi Doña Ana que mi corpachón de cazador montañés viva como quiera, cuando me aparto de ella. Hada de mi cuerpo me pide ella; el alma es toda suya, y nada del alma pongo al saciar, lejos de su presencia, apetitos que ella mis­ ma, sin saberlo, exita. En vano pensaba esto, porque agudos remordimientos le pinchaban cada vez que Ana, solicita, dulce, sonriente, le pedia con las manos en cruz que se cuidara, que no se entregase todas sus ho­ ras al trabajo y a la penitencia (p. 390). Mientras en Ana el alma está lista para enfrentar la batalla que el cuerpo le presenta, en el Magistral el al­ ma observa la caída del cuerpo sin oponer su intervención. 220

Has aún* leemos entre lineas la complicidad del alma de Don Fermín. Esta acucia al cuerpo. El alma es objeto de recuerdos que los revive a cada instante para que el cuer­ po sacie sus apetitos. Consumada la calda» el alma siente remordimientos. ¿Remordimientos?¿Por qué? Estos brotan únicamente como consecuencia de su acción» de su compli­ cidad. Es el alma del Magistral» por tanto» el origen de

las acciones del cuerpo. El alma de ¿na 7 la del Magis­ tral no demuestran una contradicción de naturaleza, pues las dos se manifiestan como sustancias independientes del

cuerpo 7 unidas a él como eje espiritual que controla sus movimientos. Presentan» si, una diversidad de acción que hay que atribuirla a la multiplicidad de su fuerza crea­ tiva. La diferencia especifica de las funciones del cuerpo

7 el alma nos habla de una distinción real 7 no únicamen­ te de una diferencia a base de precisiones mentales en­ tre las acciones de estas entidades. Fortaleza 7 debili­ dad no son un mismo efecto de causas iguales en cuanto a su naturaleza, sino efectos distintos de éstas. La distinción a parte rei» a la vez que profundi­ za la división entre cuerpo 7 espíritu, estimula a estos a una interrelación de acción que aproxima a las dos en­ tidades 7 estrecha su unión» pero sin que este contacto destru7 a la individualidad de ninguna de ellas. En Rivales,Clarín presenta una explicación al res­ pecto: 221

Los espíritus grandes, escogidos, no necesitan los mismos preceptos ^ue el vulgo materialista y grosero; demasiado aborrecíanla carne el alma enferma de idea­ lidad; lejos de hacérsela odiosa, como un peligro, se la debía inclinarla transigir con ella, con la carne, mediante los cosméticos del arte, mediante el dogma de la santa alegría.24. Se pide la transigencia del espíritu. Hay que notar, sin embargo, que no se aboga aquí por la renuncia a idea­ les específicos para aceptar los contrarios. Se habla únicamente de un acercamiento de niveles en el que el al­ ma debe bajar de lo puramente espiritual-místico, a lo es­ piritual- ideal. Y el cuerpo debe subir, no ya hasta el plano autentico del alma, pero sí al menos hasta un nivel de Ínteres ideal, como es el arte y la alegría. x Al darse cuenta lós personajes literarios de Clarín de la división sustancial que ellos presentan entre cuer­ po y alma, profundizan conscientemente esta separación, adjudicando, tanto al cuerpo como al alma, funciones es­ pecíficas y actitudes que en realidad no son específicas de cada entidad, sino mas bien pertenecen al conjunto del ser. Ana codifica, repetidas veces, reglas morales tanto

^Alas, Rivales, Ibid., p. 30

25 “ Esta busquedgL y encuentro de acciones es la sínte­ sis vital de los espíritus grandes y escogidos. Pero aun­ que no estamos analizando el problema de la moral de situa­ ción,permítasenos decir que la búsqueda del alma y el cuer­ po en pianos acequibles y aceptados por los dos, destroza la nocion de preceptos generales y abstractos, para^comdi- cionar la actitud humana a una moral relativa, quiza defen­ dida por Clarín. 222

para el cuerpo como para el alma: Amaré, lo amaré todo, lloraré de amor, soñaré como quiera y con qui^n quiera; no pecara mi cuerpo» pero mi alma la tendre anegada en el placer de sen-* tir esas cosas prohibidas por quien no es capaz de comprenderlas (p.277). < Ana estuvo todo el dí^ inquieta» descontenta de sí misma; no se arrepentía de haber puesto en peli­ gro su honor, dando alas a la audacia amorosa de D^n Alvaro; no le pesaba de engañar al pobre don Víctor* porque le reservaba el cuerpo, su propiedad legítima.•.(p.289)• Ana hace de su cuerpo un conjunto físico en el que es posible separar y tratar aisladamente tanto al cuerpo como al alma. Ana identifica su individualidad con su al­ ma. Esta le pertenece a ella sola y puede disponer de ella a su antojo. El cuerpo es el eje de relaciones so­ ciales: tiene connotaciones con la Ana que dirige sus acciones, pero él pertenece al mundo de don Víctor. Ana no siente conflicto al hacer esta dicotomía de su ser y obrar de acuerdo a esta división. Cree tener suficiente dominio sobre el alma y esto le basta. En esta división, el cuerpo y sus funciones casi han perdido la connotación de entidades que pertenecen a un todo. Ana las siente co­ mo algo lejano, sobre lo cual no tiene ya derechos, aun­ que siente el dolor de haberlos perdido. Creía tener valor para no entregar jamás el cuerpo, aquel miserable cuerpo que era propiedad de Don Víc­ tor, sin duda alguna... (285). La seguridad se mezcla con la añoranza. Se renuncia a derechos pero conservando en el alma la amargura de un sacrificio involuntario. 223

Sin embargo, la división de funciones, tanto del al­ ma como del cuerpo, motivada por el conflicto entre los deseos y su realización, es algo típico y único de los dos personajes principales de Clarín: Ana y el Magistral. En los dos existe la lucha interior de insatisfechas pasio­ nes. En los dos, el cuerpo ha llegado a ser parte de un engranaje social del que no puede independizarse a pesar de toda la rebeldía que siente contra tal situación. En otros personajes, se niega precisamente tal di­ visión. Pues aunque se reconoce la presencia de dos enti­ dades, esencialmente distintas, se intuye o comprende que la unión entre ellas existente es un vinculo que ata in­ trínsecamente las dos partes* Don Víctor, al mismo tiempo que manifiesta la dico­ tomía de Ana, niega la división real entre esas dos en­ tidades: ¿Por que mato? Porque me ha robado a mi^mujer, por­ que me ha engañado mi mujer, porque yo habxa respeta­ do el cuerpo de esa infame para conservar su alma, y ella, prostituta como todas las myj.eres, me roba el alma porque no le he tomado también el cuerpo (p.529)* Para Don Víctor, cuerpo y alma son partes de un to­ do que se corresponden en forma recíproca. No se puede prescindir del uno sin prescindir del otro, o al contra­ rio, tener dominio sobre uno implica tenerlo sobre el otro. La correlación esencial entre alma y cuerpo que ob­ servamos en el pasaje anterior queda sin efecto cuando las 224

conexiones que Juntan a una de esas entidades con otra son meramente superficiales, como podemos observar en la siguiente cita del Centauro; Violeta, como todas las mujeres de su clase, creía que por gustarme,tanto su cuerpo yo admiraba su talen­ to, su imaginación, sus caprichos, traducidos de sus imprudentes lecturas. 26 Mas que ante la presencia de una dicotomía que se­ pare partes constitutivas, nos encontramos frente a un aná­ lisis ligero de diversos elementos humanos. La presencia del uno no necesariamente atestigua la presencia del otro. Cuerpo y alma presentan una variedad insospechada de proyecciones recíprocas: los dos elementos se conjugan, entremezclan sus acciones, se separan y dividen, demostran­ do a cada instante la pluralidad de posibilidades existen- ciales que puede brotar de su relación sustancial. El personaje literario y el escritor se ven tenta­ dos muchas veces a aplicar las dicotomías,tanto sobre es­ tas entidades como sobre sus funciones, a fin de analizar procesos, averiguar funciones específicas y entablar re­ laciones de causa y efecto, que les permiten entrar más a fondo en el conocimiento de los constitutivos esencia­ les del ser humano. Pese, sin embargo, a todos los esfuerzos de las pre­ cisiones mentales, que logran la división de alma y cuerpo, estos dos elementos se condicionan mutuamente y predican

^Alas, El Centauro, t Adiós “Cordera” 1, Ibid., p. 37 225 la relación, intrínseca que guardan entre ellos. La sepa­ ración, en definitiva, no es la mera desintegración de una amalgama en sus elementos simples. Es una verdadera ruptura que reclama la unidad del ser. Alma y cuerpo, separados el uno del otro, insisten en un retorno hacia lo integrativo y la unidad de conciencia que esta mas allá de las proyecciones de cada entidad. El personaje literario, ante la dicotomía, testimonia la división o la negación de una de estas entidades, pero desde el fondo del análisis nos habla de unidad. El lo junta y organiza todo. La división no es más que una reduplica­ ción del ser que se siente observador de sí mismo. Esta reduplicación reemplaza la proyección de los espejos pa­ ralelos, pues al igual que en esta, el personaje litera­ rio se mira al exterior y allí se reconoce como el yo que analiza dentro de sí. CAPITULO V

CAMBIOS LE IDENTIDAD

Hemos analizado la presencia problemática del YO de los personajes de Clarín y sus posibilidades plura- lísticas. Estos dos problemas estudian al yo a la luz de los principios escolásticos del Ser Absoluto versus el contingente y del uno versus el múltiple. Entremos ya al análisis de los cambios de identidad que sufre el yo* tal como lo observamos en las obras narrativas de nues­ tro autor. Estudiaremos las transformaciones de identidad que sufren ciertos personajes literarios de Clarín. El número extraordinario de estos* en las novelas y cuentos de ¿las, nos obliga a hacer una selección, en la que nos regimos por manifestaciones comunes cuya reiterada repe­ tición nos permite pensar que son de especial importancia. Las transformaciones de identidad que sufren los personajes literarios de Clarín que vamos a estudiar* ofrecen en general cuatro manifestaciones principales:

1 ) el yo original discute o pierde su autenticidad al enfrentarse con el otro* 2 ) el yo se transforma por es­ piritualización» 3 ) el yo es idealizado» 4) el yo origi­ nal, al cambiarse en otro distinto, se ridiculiza. Es de­ cir, frente a un cambio de identidad, el yo sólo tiene 226 22? dos posibilidades: llegar a ser otro mejor de lo que es o transformarse en algo más bajo. Al aceptar la primera soluciónf el 70 se idealiza o* más aún, se espiritualiza.

En la segunda posibilidad, el 70 necesariamente se llena de ridículo.1

Los cambios de identidad del 70 tienen su fundamen­ to en la contradicción 7 paradoja que experimenta el ser entre lo que es 7 lo que quiere llegar a ser. Paul lile,

Por identidad entendemos persistencia en el ser. "The existence of one and the same thing at different times. When I speak of identit7 judgments or identit7 statements, I shall generall7 be referring to judgments, or to statements, that are expressible in sentences of the form: A existing at t', is the same B, existing at t" where t', and t,r refer to different times." S7 dne7 Shoe- maker, Self Knowledge and Self-Identity (Ithaca, N.Y.: Cornell Universit7 Press, 196 ?;,pp. 2- 5 . William James dice que "The sense of personal identi- t7 is the sense of a sameness perceived b7 thought and predicated of things thought about. These things are a present self and a selT ox yesterday. The thought not only thinks them both, but thinks that they are identicall' Principies of P3ychology. New York, 1895, I-» PP-331-332

Hume rechaza la noción de identidad 7 continuidad porque reduce el yo a sus percepciones y puesto que estas son distintas cada vez, niega la identidad. El profesor Alburey Castell refuta el argumento de Hume con estas pa­ labras: "Suppose a man hears a clock strike twelve. If he is the succession of his awarenesses, if he is not a con- tinuant persinsting through the twelve hearing, how is he able to grasp the succession as a succession and know, after the last strolre, that there were twelve strokes one after another? If he is the hearing of the first stroke, then he pasees with that hearing, how then would he recog- nize the second stroke as second? If he sustituted a dif­ ferent listener for each stroke, how would the twelfth listener know that he was hearing; the twelfth stroke? The Self in Philosophy (New York: The Macmillan Co., 1965)» p. 60 228

en su estudio sotare Unamuno expresa muy bien esta parado­ ja: The self... also includes the impulse to will another self, and this means change, possibility, and henee contradiction. Por Unamuno the right to behave inconsistently is the most fundamental prerrogativa. And now that we understand this notion of fragmentary selves, we can see that contradiction is merely the expression of a self whose presence we did not sus- pect. Indeed, we must add that given the conflicting fragmenta that constitute a whole self, the only way to restore harmony among them is by paradox. Unless of course, we wish to stifle our varied impulses. Therefore, paradoxes become cohesive forces that as- semble disharmonious elements into one identifiable human condition* They are the things which defend me. They are the one which prevent me from ceasing to be myself. And I want to be me. 2 Sin embargo, en los cambios de identidad que sufren los personajes de Clarín, estos rara vez provienen del yo original. Este, por lo general, trata de mantener la au­ tenticidad de sí que él conoce, pues todo cambio le produ­ ce la quiebra de su estructura unitiva y esto, como lo he­ mos visto en el capítulo III le lleva a la dispersión y a la nada. Las transformaciones de identidad se efectúan, en general, desde el exterior. Ordinariamente son los ele­ mentos de la sociedad con los que convive el yo quienes no aceptan a éste como es, y superponen en él un yo dis­ tinto que satisface el grado de aceptación o rechazo que les dicta sus sentimientos o razón*

^ a u l Ilie, Ibid. ,pp. 115-116 229

Ana Ozores, La Regenta:

La Ana Ozores auténtica se identifica plenamente con x , la Regenta. En este caso no enfrentamos ningún cambio de identidad. Por el contrario, tanto el escritor como el lec­ tor y la sociedad de Vetusta, comprenden 7 aceptan que el personaje presente esta bipolaridad perfectamente recípro­ ca. Así lo comprende también Glocester que refiere en la catedral lo que había sucedido la noche del baile: La aristocracia se había encerrado en su gabinete de lectura para cenar 7 bailar, 7 doña Ana Odores, la mismísima Regenta, que viste 7 calza, se había desma­ yado en brazos del señor don Alvaro Mesía (p. 4-28). Se insite en que aquello de Regenta no es título nobiliario o funcional o académico. Es la expresión de una individualidad tan humana como la de Ana Ozores. Es el ser 4 de carne 7 hueso, como dice Unamuno, que viste, calza, se desmaya y está en contacto con la sociedad de su tiempo. La identificación Ana Ozores-Regenta es tan perfecta que ninguno de estos nombres puede ser aplicado con propie­ dad a otra persona sin destruir el concepto de autenti­ cidad que ellos encierran. La Regenta es el mismo yo inte­ rior y exterior, único y auténtico de Ana Ozores. Clarín

^En lo fysico, en lo exterior y ante Vetusta, sí. No en lo sicológico. No ante ella misma. Parafraseando lo que M. Peckham comenta sobre Madame Bovary dirramos que el hecho de que el titulo de la Proveía sea La Regenta y no Ana Ozores nos indica que el personaje iuc£apores- capar~3e“su“papel social al mundo de su yo autentico, pe­ ro cuando lo hace se hunde en un abismo de incontrolables emociones. Ibid., p. 277 Unamuno, Sentido Trágico, Ibid., IV, p. 461 230 insiste en esta identidad: La Recenta! muy principal señora* era esposa de Don^ Víctor (¿uintanar, regente en varias audieiw, cias, últimamente en la de Vetusta* donde se jubilo con el pretexto de evitar murmuraciones acerca de ciertas dudosas incompatibilidades; pero, en reali­ dad* porque estaba cansado y podía vivir holgada­ mente sabiendo del servicio activo. A su mujer se la siguió llamando la Regenta. £1 sucesqt de Quinta- nar era soltero y no hubo conflictoj paso un año, vino otro regente con señora, y aquí fue ella. La Regenta, en Vetusta, era para siempre la de Quinta- nar de la ilustre familia vetustense de los Ozores. En cuanto a la advenediza tuvo que perdonar y con­ tentarse con ser la otra Regenta (p. 34). La identificación entre Ana Ozores y la Regenta es tan perfecta que el concepto de autenticidad personal se cierra en torno de esta realidad bipolar. Esta unidad de estructura impide proyecciones del ser al exterior. El otro, en este caso, queda reducido a lo advenedizo y fal­ so. La otra Regenta es un ser 3in conexiones ni intrín­ secas ni extrínsecas con Anita. La Ana auténtica que cambia sus papeles en forma reversible con la Regenta, pierde su identidad al ser identificada con otros personajes. La personalidad de Anita, sigue para este efecto, la regla matemática: "dos cosas iguales a una tercera son iguales entre sí," o co­ mo expondríamos para nuestro propósito: dos cosas no iguales a una tercera, no son iguales entre si. Si Ana, de alguna manera es identificada a X, pero X no guarda re­ lación de identidad con la Regenta, Ana rechaza también la pretendida identificación con X. Le este rechazo sur­ ge el concepto del "otro" aplicado a Ana. Al no identi­ 231 ficarse y convertirse en el uno o el único* Ana se con­ vierte en otro que sólo manifiesta superficiales simili­ tudes con el uno en cuestión* Don Fermín observa en Ana la presencia de la otra: Don Fermín se acordó de su madre; su madre no le habla hecho nunca traición; su madre era suya, era la misma carne; Ana* la otr|t, una desconocida, un cuerpo extraño que se le había atravesado en el corazón (p. 429)* Esta presencia de Ana, la otra* sorprende en gran manera• ¿De qué otra habla el Magistral? ¿De su otra ma­ dre o de otra Ana? El Magistral no expresa sus visiones y percepciones interiores- Sea cual fuere la respuesta a esas preguntas* estamos frente a un desdoblamiento de la personalidad de la Ozores* Esta se desintegra en la auténtica o Regenta y en la que el Magistral cree que le pertenece* La pasión de Fermín por Ana ha tratado de transformar a la Ana-Regenta en una Ana-Fermln, carne y propiedad del Magistral. Pero esta Ana-Fermln no es la Ana de carne y hueso de Vetusta* El descubrimiento de esta irreversibilidad produce en el Magistral la vi­ sión de la otra Ana* La que él lleva dentro de si y en su carne no es la Ana-Regenta que él desea. Es otra* "una desconocida, un cuerpo extraño que se le ha atrave­ sado en el corazón". Esta situación es sin embargo para­ dójica* Si Ana se mirara en el espejo del Magistral se reconocerla como tal. Hemos visto en el capitulo III que hay en Ana una tendencia a la negación de lo corporal 232 y a explicarse únicamente por sus fuerzas espirituales. Si Ana-Regenta encontrase en la Ana-Fermín la Ana espi­ ritual que ella busca, ella aceptaría esta realidad co­ mo auténticamente suya. Al hacerlo, el yo de Ana enfren­ taría su doble. Visitación descubre también en Ana Ozores la presencia de la otra: Visita se impuso la obligapión de espiar la ca­ pilla del Magistral; se entero bien de las tarde que se sentaba en el confesonario, y se daba una vuelta por allí, mirando por entre las rejas con disimulo, para ver si estaba la otra (p. 266). Le gustaba ver a Don Alvaro humillado ahora, por máp que deseara su vistoria, no por el, sino por la caída de la otra (p. 266). La otra que Visitación observa en la Regenta, no es otra Ana, sino otra Visitación. Visita ni niega la unidad de su individualidad, ni pretende encontrar en la Ozores un doble suyo. Se identifica con la Regenta únicamente bajo la condición de víctima del placer y del sexo; "no quería renunciar al placer de ver a su amiga caer donde ella había caído; por lo menos verla padecer con la ten­ tación. "(p.266)• Aunque no se dé la identificación Ana-Visitación en el campo físico o espiritual, esta identificación está expresada en el plano moral. Visitación intuye en el fon­ do de la Regenta la presencia de su otra moral. Esta otra no es la Ana-Regenta auténtica sino la otra Ana, hermana de la sensualidad de Visitación. Pero también la Regenta se da cuenta de la presencia 253

de su otra- Esta otra Ana se le presenta como la realiza­ ción de sus deseos espirituales. Ana se reconoce a sí. mis­ ma en el otro yo espiritual. En el conocimiento que ella tiene de sí misma, la Ozores presenta la clasificación y elección que Unamuno hace del hombre que trata de cono­ cerse a sí mismo; según lo intepreta Paul Ilie: Self-knowledge was an important capacity for Una­ muno, and he classified men as spiritual, intellec- tual, or natural, according to their reflexive cons- ciousness or self-awareness. He found the condition of the spiritual man to be most worthy, because of the latter's ability to intégrate his esíperiences in both the physical world and the realm of intuitions-5 Ana descubre este otro fluctuante de su personali­ dad: Cuando descubrió en jl confesonario del Magistral vlXL alma hermana- un espíritu suoravetustense capaz de llevarle por un camino de flores y de estrellas a la región luciente de la virtud, también creyó Ana que el hallazgo se lo debía a Dios, y como aviso celes­ tial pensaba aprovecharlo (p. 277 ). La lucha constante entre carne y espíritu que se en­ tabla en la Regenta y sus anhelos de espiritualización, impiden a la Ozores conservar su unidad estructural- Sin darse cuenta de la división que ella forma en su indivi­ dualidad, Ana se desplaza hacia la Ana que concentra de­ seos espirituales* La Ana-Regenta auténtica es rechazada como tal para encontrarse en la otra Ana, la que ella lle­ va en el interior o la encuentra en los sentimientos del Magistral. Cuando descubre que los deseos de Don Fermín

5Ilie, Ibid., p. 19 234- no corresponden a los suyos, desaparece la proyección de la Ana, hermana del alma* No se acordaba la Regenta ahora de aquello del hermano mayoy del alma, ni de la leña^ que e^la, sin mala intención, sin asomo de coquetería, había arro­ jado al fuego de que ahora se avergonzaba (p.487)• Esta fluctuación de la individualidad del otro le permite a la Ozores hermanarse con el mismo Hesía, cuan­ do éste esconde sus intenciones sensuales: Cuando hablaban asi, como otros dos hermanos del alma, empezaba la noche, retumbaba^ los truenos leja- nos y vibraban en el cielo los relámpagos que a Ron Fermín le sorprendieron al entrar en Vetusta (p.487). Esta presencia de otra Ana, mutilada de acuerdo a deseos espirituales, señala un verdadero cambio de iden­ tidad en el yo. La Ana-Regenta desaparece como tal; en su lugar aparece una Ana que no es ya la de "carne y hueso", sino únicamente una proyección de ésta. Aunque no hay una negación explícita de autenticidad, ésta se disuel­ ve en las diversas fluctuaciones del yo. Los cambios de identidad de Ana-Regenta se manifies­ tan también bajo expresiones sincrónicamente múltiples. Ana se transforma, a las miradas del público, en una plu­ ralidad de otros que sólo guardan entre sí relaciones ex­ teriores: -lEs una estatua griega! -había dicho la marquesa de yengallana, que se figuraba las estatuas griegas según la idea que le había dado un adorador suyo, amante de las formas abultadas. -!Es la Venus del Nilo! -decía con embeleso un polles- tre llamado Ronzal, alias el estudiante. -Mas bien que la de Milo, la de Medicis- replicaba el joven y ya sabio Saturnino Bermudez, que sabía lo que 235 quería decir, o poco menos. -IEs un^Fidias!- exclamaba el marqués de Vengallana, que^había viajado y recordaba que se £ecía: “un Zur- baran", "un Murillo1', etc. etc., tratándose de cua- dros. # , Y Bermudez se^atrevía a rectificar también: - En mi ypi.nl on, may parece de Praxiteles. El marques se encogía de hombros: -Sea Praxiteles. Las señoras eran las que podían juzgar mejor, porque muchas de ellas habían conseguido ver a Anita como se ven las estatuay. No sabían si era un Fidias o un Pra- xjteles, pero si que era una rea} moza; un bi,jouT de­ cía la baronesa tronyda. que había estado ocho días en la exposición de París (p. 75)- Estatua, Venus de Hilo, escultura de Fidias o de Pra­ xiteles, un bijou, son representaciones de la Ana auténti­ ca. La identidad de Ana-Regenta desaparece para expresar­ se únicamente por lo bello y bajo esta impresión confundir­ se con obras escultóricas o de orfebrería. El yo de Ana se difunde en una serie de elementos múltiples que anvanzan cada vez mas de lo concreto a lo abstracto; la belleza con­ creta de la Venus de Hilo se disuelve en lo bello de Fi­ dias o praxitélico, y de aquí se pasa a la belleza gené­ rica de la joya de brillantes. Estos cambios de identidad se realizan por la falta de captación del yo complejo de Ana-Regenta. Quienes observan a la Ozores sólo miran en ella las líneas de su cuerpo y la gracia de sus movimien­ tos, y con esta impresión externa del yo conforman el nue­ vo ser. Esta multiplicación distorsiona la autenticidad de Ana Ozores y destruye su individualidad. La comparación o representación no presenta términos reversibles. El lec­ tor cae en la cuenta que en la aceptación de lo uno por lo otro se confunde a la Ana-Regenta con la otra» que se 236

refleja en los espejos de arte y que solo presenta de la Ana original sus contornos de belleza- La otra Ana obser­ vada por Fermín o Visitación y sustancialiáada en algo in­ terior (vida de su vida, en el Magistral; procedimiento moral en Visitación), pasa a ser, en estas reproduccio­ nes múltiples, una otra Ana definida exclusivamente por lineas exteriores. Los cambios de identidad de Ana que señalan su mul­ tiplicidad, se presentan también en otra serie en que el elemento despectivo es el lazo de unión entre sus compo­ nentes: lElla era Ja loca que habla c^ído en una especie de prostitución,singular; no sabia por que, pero pen­ saba qye, después de aquel pasjo a la vergüenza, ya no había honor en su casa!,Allí iba la tonta, la li­ terata, Jorge Sandio, la mística, la fatua, la loca, la loca sin vergüenza (p. A58 ). Ana-Regenta se transforma, a las miradas del públi­ co, en prostituta, tonta,fatua, loca, literata, mística y sinvergüenza. Desaparece el mundo de belleza y en su lugar asoma el del absurdo y el del ridículo.Esta otra Ana con­ trasta con todas las que hemos conocido. Es la anti-Ana. Una Ana que niega y destroza, en el público, el mundo mágico creado por la Ana-Regenta. Lo paradójico consiste sin embargo, en que esta anti-Ana no es una creación apri- orística, sin contacto con la realidad. Al contario, tam­ bién este otro surge del yo original que momentos antes t encarnaba reproducciones de belleza. Como hemos dicho, los cambios de identidad provienen no del yo original si­ 237 no de los elementos de la sociedad con quienes aquel con­ vive. Estos transforman al yo original de acuerdo a sus impresiones y deseos. Sin embargo , esto no quiere decir que el cambio se realice en esferas exteriores que en na­ da afectan la autenticidad del otro. Ana Ozores siente la presencia de sus otros yos y estos hacen vacilar al yo original. "He cegó mi vanidad, no la piedad", pensaba.

"Yo también soy cómica, soy lo que mi marido, "(p. ^58 ). El otro, como lo expresa Ilie, aparece por la desapari­ ción del yo original: As soon as consciousness begins to opérate refle- xively, the loss of self is immediate. Part of the self is objectified and this fragment is either alien- ated or estranged for the rest of the ego. The objec- tified fragment is nov called an other, and further- more, becornes a possession of the self. It loses its subjective relationship to the self and is now an object.6 Ana Ozores, la mismísima Regenta, fluctúa entre ella y don Víctor Quintanar. Su individualidad se diluye, tanto a su mirada como a la mirada de los otros. La per­ cepción del otro llega a ser no sólo un hecho de fragmen­ tación de la personalidad, sino también un síntoma de evasión moral y estímulo de angustia existencial. Además de los cambios de identidad que dan énfasis a la presencia del otro frente al personaje auténtico, en­ contramos aquellos en que el yo original se identifica con lo espiritual y en éste encuentra su perfecta expli­ cación de su individualidad.

6Ilie, Ibid., p.92 238

(Ana) cuando se quedó sola en su tocador» se puso a despeinarse frente al aspejo; suelto el ca­ bello cayo sobre la espalda. Era verdad» ella se parecía a la virgen, a la Virgen de la Silla..., pero le faltaba el Niño! y cruzada de brazos, se estuvo contemplando algunos segundos (p.All). Ana-Regenta se mira en el espejo de su tocador. El ser que contempla no es su otro yo. Es el reflejo de la Virgen de la Silla que ella acaba de contemplar en la es­ cena del nacimiento. Con este yo se compara y descubre su parecido. Las proyecciones del yo siguen, en este caso» cauces oscuros. Conocemos la tendencia de la Ozores hacia la prescindencia de lo corporal para explicarse de acuer­ do a los deseos de su yo interior. Esto distorsiona su vi­ sión del mundo exterior. En el espejo, frente a ella y mi­ diendo sus formas, está la Virgen. La Regenta la observa en silencio, sin dudar de la realidad que ve, al igual que Don Quijote no duda de los gigantes que él observa en los molinos de viento de Sancho Panza. La imagen del espejo sale al encuentro de las formas de Ana Ozores. Su pareci­ do es indudable. Pero Ana quiere tener más seguridad: re­ fleja su cuerpo contra la imagen del espejo, las dos imá­ genes coinciden, se funden en una sola: la de Ana-Virgen que tiene frente a si a la Ana-Regenta. En esta escena observamos la división de la indivi­ dualidad de Ana. Ella se define en los dos yos que se ob­ servan: el del espejo y el que está fuera. Sin embargo, con esta duplicación la Regenta no sufre ninguna ruptura 239

de su autenticidad, EX proceso del reconocimiento de Ana en el espejo es distinto del que menciona Unamuno: "He aquí por qué no puedo mirarme un rato al es­ pejo, porque al punto se me van los ojos tras de mis ojos, tras su retrato, y desde que miro a mi mirada me siento vaciarme de mi mismo, perder mi historia, mi leyenda, mi novela, volver a mi inconsciencia, al pasado, a la nada*7 Ana no llega a esta aniquilación del yo. Por el contrario, capta la intuición de su propia sustanciali- dad. Ella cree y acepta su espiritualización. Ella es la Virgen de la Silla, de la misma manera que ella es la imagen del espejo que refleja su cuerpo y ésta es, a la vez, la imagen de la Virgen, Este cambio de identidad que Ana Ozores acepta co­ mo suyo no es la superposición de una realidad sobre otra, para destrozar la primera. Es la existencia concomitante de los dos,el auténtico y el espiritualizado que mutuamen­ te se necesitan y se explican. Cierta espiritualización del yo sucede también a la mirada del público: Me sí a no se dá^a prisa. Aquella casada no era co­ mo las otras; h^bia que conquistarla como a una vir­ gen; en rigor, el era su primer amor, y los ataques brutales la hubiera^, asustado, la^hubieran robado mil ilusiones. Ademas, a el también le rejuvenecía aquella situación de aijior platónico, de intimidad dulcísima en que sólo el hablaba de amor con la bo- c^i y ambos con los ojos, la sonrisa y todo lo de­ mas que era mundo y no era deshonesto y grosero (p. 4 9 6 ) .

'Unamuno, Obras Completas. Ibid..X.pp. 864—865 240

Mesía cambia la identidad de Ana Ozores al espiri­ tualizar las percepciones que tiene de ella. La Regenta se presenta ante él como una mujer alejada de lo común. Desaparece ante sus ojos la realidad de mujer casada y en su lugar aparece la de virgen no mancillada. Esta pro­ yección nueva orienta sus relaciones personales. Estas tienen que buscarse y encontrarse en un plano que no sea el material o sensual, sino el platónico espiritual, si­ lencioso, honesto, sagrado. Cambio de identidad mas complejo observamos al pre­ sentarse Ana en el salón estrecho y largo del Casino de Vetusta: Hubo un rumor de asombro: -La Regental -ILa Regental -IQuien lo diría! -IPobrj Magistral! -IY que hermosa! - IPero que sencilla!... Esta,exclamación fue d§ Obdulia. -IQué sencilla pero que hermosa! -La Virgen de la Silla... -La Venus de Milo,,como dice Trabuco. Esto lo dijo Joaquín Orgaz (p.419) Regenta, Virgen de la Silla, Venus de Milo, son pro­ yecciones del yo que identifican su contenido. Lo auténti­ co, lo otro y lo espiritual, aparecen y desaparecen de acuerdo a la interpretación del publico. Encontramos aquí los elementos que producen los cambios de identidad: sen­ cillez y hermosura. La hermosura, sin la consideración de la sencillez, transforma a Ana en una estatua de clasica sensualidad. La sencillez adornada de hermosura, convierte 241 a la Regenta en la Virgen de la Silla- Rata última se pre­ senta con auténtica individualidad de Ana Ozores» pues ella» la Regenta» es la fusión de estos dos elementos: sencillez y hermosura. Regenta y Virgen de la Silla pasan a ser términos reversibles que expresan una sola realidad: Ana Ozores» la de Quintanar, la de Vetusta. Estos cambios de identidad nos informan de una pe­ netración, cada vez mayor en el yo, que paradójicamente conduce a un mayor desconocimiento de él. Entre más uno interiorice en si mismo, mayor es el panorama espiritual que descubre, pero al mismo tiempo, este descubrimiento hace que el estudio del yo se vuelva más arduo y difícil. La espiritualización de la Regenta adquiere,por mo­ mentos, grados de divinización: -IPero qué divina, Ana, pero qué divinal -le decía a la Regenta,,cara a cara» y con voz gangosa, la hija mayo£ del Barón, Rudesinda» que según don Saturnino Bermudez era una belleza ojival (p. 420). La espiritualización de la Regenta nos aleja de la Ana Ozores de carne y hueso. Nos quedamos tan sólo con su imagen hermosa y sus contornos de clásica sencillez. Pero el yo que sostiene la individualidad de Ana Ozores se di­ luye en esa misteriosa impresión de respeto que a su pa­ so produce la Regenta. Además de los cambios de identidad que producen el otro -singular o múltiple- o espiritualizan a la Regenta, encontramos aquellos que transforman al personaje en un 242

ser humano ideal. Los cambios múltiples, con sus dos se­ ries: una de belleza plástica y otra de vejación y despre­ cio, transportan a la Regenta hacia el mundo del abstrac­ to. Las espiritualizaciones hacen de ella un ser adora­ ble pero alejado de nuestra convivencia humana. Las idea­ lizaciones mantienen a la Ozores entre los seres de car­ ne y hueso pero cambian su individualización. Esta se concretiza en algo ejemplar, y como tal simplifica la complejidad de ¿na-Regenta. -Mire, Ud., Alvaro, -dice Quintanar- por nada del mundo darla yo un disgusto a mi Anita, que es ahora modelo de esposas; siempre fue buena, pero antes te­ m a sus caprichos, ya recuerda usted (p.500 ). A la mirada de Ron Víctor, Ana no es ni la Regenta, ni la Virgen de la Silla, ni una estatua griega. Es tan sólo un modelo de esposas que para él se define en acep­ tación de los gustos del esposo y en un equilibrio físi­ co y espiritual. Don Víctor cambia por completo la identi­ dad del yo de Ana. Ve en su esposa únicamente el yo ideal que de ella había él fraguado en su interior y que ahora, por primera vez, coincide con el comportamiento exterior de su mujer.La idealización de Ana no se produce, aquí, en el yo original, ni a propósito de éste. El yo ideal es un yo preconcebido sobre el que se quiere hacer coin­ cidir al yo exterior. La identificación Regenta-modelo de esposas, sólo sucede a los ojos de Quintanar, pues él es el único que posee tal patrón interior. El lector recha­ za este cambio de identidad. En el capítulo anterior de 243

La Regenta hemos presenciado la culminación de la conquis­ ta de Mesia. ¿na ha cedido a sus ataques 7 se ha conver­ tido en adúltera. Y es esta característica la que desde entonces domina en el libro hasta su final e impone un nuevo matiz en la complicada personalidad de la Ozores. La ¿na-modelo de esposas que Don Víctor descubre en su mujer se presenta como la ilusión de un visionario que vive de espaldas a la realidad. Ana» muchas veces, se idealiza también a si misma. El tercer acto fue una revelación de,poesía apa­ sionada p§ra doña Ana. Al ver ^ doña Inés en su cel­ da» sintió la Regenta escalpfnos; la novicia se pa­ rcela a ella; Ana lo conocio al mismo,tiempo que el publico. Hubo un murmullo de admiración 7 muchos es­ pectadores se atrevieron a volver el rostro sil pal­ co de Vengallana con disimulo (p. 283)- La presencia de Inés en el escenario provoca en Ana

una auto-objetivación que le permite reconocerse fuera 7 dentro de ella» o como lo dice Ilie: Prior to seeing himself» man could not really believe in his soul -in the fact of his own existence- with the same conviction that he had regarding the existence of the objeets around him. But after the discover7 of his self» after watching himself as one more object in the world, he knew that he was not mere- I7 a contemplation of the phenomenal world but an ac­ tual part of it.8 El escenario del teatro de Vetusta se convierte en

espejo 7 en éste ve Ana el reflejo de su imagen. La Ozo-

res retuerce las pro7 ecciones que van 7 vienen del esce­ nario al palco donde ella se encuentra. No es ella quien

8Ilie, Ibid., p.30 244 se reconoce en Inés. Es la novicia quien se descubre en Ana. El publico lo ha notado también y aplaude con ad­ miración esta identificación, mientras con una mirada que va de uno a otro rostro, asegura su evidencia. Angt se comparaba con la hija del Comendador, el caserón de los Ozores era^su convento; su marido, la ^egla estrecha de hastio y^frialdad en que ya había profesado ochj años hacia.,., y don Juan..., don Juan, aquel Hesja, que también se filtraba por las paredes, aparecía por milagro y llenaba el ai­ re con su presencia (p.283 ). Un cierto terror vacilante surge del descubrimiento que hace ¿na de sí misma en el yo de Inés. Es la angus­ tia unamuniana ante la presencia del otro: Debe de ser terrible verse como por completo des­ doblado, en figura y en voz, contemplar su rostro co­ mo ajeno, y oir como ajena su propia voz. 9 Ana acepta la identificación que hacen la novicia y el público y que ella la nota también; pero para mayor seguridad analiza el conjunto de circunstancias. Se da cuenta que la identificación del yo se extiende al mundo interior y exterior de los personajes. Inés es la Ana auténtica y ésta es aquella. El yo y las circunstancias, que en palabras de Ortega y Gasset, conforman la indivi­ dualidad del ser se duplican y se proyectan tanto en la Regenta como en la hija del Comendador. Si el argumento de consentimiento universal que el público ofrece,parece al lector prueba suficiente de la identificación de estos

^Unamuno, Ibid., XI, 746 24-5 dos personajes, Ana necesita algo más: la intuición y la deducción de que tal realización es correcta. La com­ pasión que Ana siente de si misma es erecto del con-sen- tir con Inés, reacción producida por el desdoblamiento del yo, como bien lo explican Unamuno y Paul Ilie: Conciencia, conscientia, es conocimiento partici- pado, es con-sentimiento,y con-sentir es com-padecer. This idea in the present context, represents much more than just a religious or moral valué. The shared feeling and knowledge also refer to how the individual regards himself after observing the splitting of the self. 11 Este cambio de identidad establecido personalmente por Ana, difiere básicamente de la idealización creada por Víctor Quintanar. En la de éste, como hemos dicho, la visión idealista responde a las ilusiones de un viejo desconectado de la realidad. La visión de Ana, formada en parte por la confusión entre sus tendencias espiritualis­ tas y su sensualidad romántica, responde también a una verdadera correspondencia física y moral entre Ana e Inés. Le aquí la reacción positiva del público al afirmar tal identificación e idealización. Si en la idealización de Don Víctor se desfigura la autenticidad de la Regenta, en la idealización de Ana, puesto que la individualización se duplica, conservándose igual en doña Inés y doña Ana, la autenticidad de la Re-

10Unamuno, Ibid., XVI, p. 267 ^Ilie, Ibid., p. 55 2 4 6 genta, lejos de vacilar por la idealización, se reafirma en su complejidad estructural. Contrastan con estos cambios de identidad que he­ mos estudiado, aquellos en que la personalidad de Ana Ozores aparee e ridiculizada. £1 proceso se efectúa unas veces a causa de los momentos de inestabilidad sicoló­ gica que domina las crisis interiores de la Regenta, 7 otras, por la correlación de circunstancias que el pú­ blico advierte, tanto en la Regenta como en el persona­ je que con ella se compara. An« recuerda su pasado, no para descubrirse a si misma, sino para dudar de su auténtica individualidad. Y de repente se acordó que e^.la también habla escrito versos, 7 pensó que podían ser muy malos también. ¿Si habría sido ella una Trifona? Proba­ blemente; IY que desconsolador era tener que echar sobre si misma el desden que mereciera todo!(p.264). Ana no presenta con seguridad su identificación con Trifón Carmenes, el articulista de "necedades ensar­ tadas en lugares comunes; de retórica fiambre, sin piz­ ca de sinceridad,,(p.264), pero sí tiene certidumbre de

ello. Pe aquí nace su reacción de desdén 7 desprecio de sí misma: ¿Si en el fondo no seria ella más que una lite­ rata vergonzante a pesar de no escribir ya versos ni prosa? Si, sí, le había quedado el espíritu falso, torcido, de la poetisa, que por algo el buen senti­ do vulgar desprecia (p. 264). Ana Ozores llega a ser espectáculo de su burla. Se objetiviza en algo distinto de lo que es y se desintegra 247

en la ironía.Este proceso lo advierte también Ilie en su estudio de Unamuno: The structure of the ego desintegrates by means of a concious act of self-objectification. Within this posture, it is possible to assume, at the same time, an actitude of irony. Self-mockery thus becomes another form of self-corrosion. But, since only one part of the individual eats away at the other, the individual himself remains sufficiently intact to watch the drama, of his own self-destruction. Given the equation 11 to devour oneself, to malee fun of oneself11,Unamuno suggests: nDevour yourself, and since the pleasure of devouring yourself will be confused with and neutralize the pain of being de- voured, you will reach a perfect equanimity of spi- rit, ataraxia. You will be nothing more than a mere spectacle for yourself."12 En la Regenta, pasado y presente se juntan en una imagen de vergüenza y ridículo. La Ana-Regenta se olvida de su complejidad individual para reducirse a la poetisa vulgar. Cambia su identidad por una imagen, réplica de Trifón Carmenes, a la vez que expresión de sus recuerdos. Los sentimientos de vulgaridad, desprecio y falsedad se suman a la visión de su yo.El ridículo nace del contras­ te entre "el mundo de las cosas grandes, las ideas puras y bellas, confundidas con la prosa y la falsedad y la maldad"(p.264). La Regenta se mira a sí misma como el vínculo que une estos estremos. El ridículo de Ana-lite­ rata que no puede reflejar el mundo de lo bello, y menos ante la sociedad de Vetusta que niega ciertos derechos a la mujer, vuelve a repetirse con insistencia:

12Ilie, Ibid., p.45 248

La persecución en esta materia llegó a tal ex­ tremo, tales disgustos le causo su afan de expresar por escrito sus ideas y sus penas, que^tuvo#que re­ nunciar en absoluto a la pluma; se^juro a si misma no ser la "literata", aquel ente híbrido y abomina­ ble de que se hablaba en Vetusta como de los mons­ truos asquerosos y horribles (p.79 )* El ridículo adquiere matices de verdadera degrada­ ción física y moral. La Ana-Regenta, al transformarse en la Ana-literata pierde su identidad para llegar a ser un "híbrido abominable". Obdulia inventa un apo­ do para Ana, en que fusiona el vicio de que se acusa a la Regenta y la degradación que éste representa. Las amigas de la Ozores y los jóvenes desairados la llamá­ is ba Jorge Sandio. ^ Parecido proceso en el cambio de identidad hacia el ridículo encontramos en la identificación de Ana con lo cómico: Me^cegó la^vanidad, no la piedad, pensaba. Yo también soy cómica, soy lo que mi marido (p.458). También en este caso hay una falta de relación en-

15La ironía de Obdulia qyiere castigar el afán de Ana Ozores de relacionar lo poeticy con lo espiritual o espiritualizante. "Ironizamos -según Ortega y Gasset- siempre que en nuestro trato con un cosa, se^ del orden que sea, no la referimos ni enganchamos al núcleo de­ cisivo de nuestra persona. El yo que entonces se rela­ ciona con la cosa para juzgarla, estimarla, amayla^o reprocharla, no es en el fondo definitivo,^sosten ul­ timo de nuestra personalidad, sino un yo mas o menos ficticio que destacamos para que se las entienda con el objeto". 249 tre los ideales y su realización. La Ana-Regenta, la de carne y hueso, se descubre de pronto alejada de la rea­ lidad concreta de Vetusta y perdida en un mundo de sen­ sibilidad religiosa en el cual ella no descubre su sig­ nificación. "María iba allí porque delante llevaba a su Hijo muerto, pero Ana, ¿ a qué iba? (p.458). Esta inadaptación de su yo a las circunstancias dis­ torsiona su personalidad. La Ozores no se ve ya como la Ana-Regenta de altos ideales espirituales y de fortaleza interior, sino tan sólo como una figura de ridículo y haz- mereir. El recuerdo de la imagen de su esposo, cómicamen­ te ridículo, se presenta ante ella como la proyección de su yo. En él se reconoce y se declara: "Soy cómica." El público ridiculiza a Ana con cambios de identi­ dad donde desaparece el yo auténtico de la Regenta, y en su lugar sólo queda la representación concreta de algunas de las intenciones de la Ozores: -Pero si en Vetusta, jamás ha hecho eso nadie.•• (dijo Quintanar). ^ -Si tal -dijo el marques-. Todos los anos va en el entierro de Cristo,^Vinagre, o sea don Belisario Zu- marri, el maestro más sanguinario de Vetusta, vesti­ do de Nazareno y con la cruz a cuestas. -Pero, marques, no compare Ud. a mi mujer con Vina­ gre. - No, si yo no comparo (p.453). Aunque el marqués niegue la comparación, la imagen de Vinagre se ha proyectado en la de la Regenta y ésta a su vez en la de aquel. Estamos ¿odavía en los preliminares de la procesión de Viernes Santo. El público comenta la decisión de la Re- 2 5 0

genta. A su entender, la determinación de presentarse co­ mo Nazarena no puede provenir sino de quien se hubiera identificado con Vinagre. Lo contrario era inexplicable. "Cuándo había visto Ana que una señora fuese en un entie­ rro detrás de la urna con hábito, o lo que sea, de Naza- rena?(p.453). La identificación adquiere mayor realismo porque Vinagre y Nazareno son términos reversibles. "Na­ die se había atrevido a seguir su ejemplo; el era el úni- con Nazareno de la población, y gozaba de este privilegio tranquilamente muchos años hacía" ,(p.455) • El público a- plica la ecuación matemática. Si lo nazareno es exclusivo de la personalidad de Vinagre, y ahora la Regenta mani­ fiesta esta misma característica, la Regenta y Vinagre se confuden en un todo uniforme. Desaparecen los rasgos dis­ tintivos de Ana Ozores en la nazarenidad que ahora ella representa, y que se funde a la personalidad del maestro de escuela. El ridículo es evidente. La Ana de Quintanar, de la ilustre familia de los Ozores, se ha igualado, a las miradas del público, "al maestro más sanguinario de la población". El público advierte el cambio de identi­ dad y la igualdad de los dos nazarenos. lYa llegan! lYa llegan!, repitieron los del casino y las señoras de la audiencia, cuando la precesión llegaba de verdad. Ahora no era un rumor falso; eran ellos, era el entierro(p.456). La personalidad de Ana ha desaparecido como tal, como también ha desaparecido la del "cruelísimo maestro de escuela". Ya no existe el "ella", o "la Regenta", o ¿51 "Vinagre", o "Don Belisario Zumarri." Existe solamente el "ellos", un todo homogéneo que agrupa a las dos per­ sonalidades y las disuelve en el ridiculo espiritual que representan. Don Víctor Quintanar descubre también otros cambios en la identidad de Ana Ozores. En respuesta a la afirma­ ción de Mesía que ve en Ana-Nazarena un instrumento del orgullo del Magistral, don Víctor responde: -Eso, instrumento, vil instrumento! La lleva#allí como un triunfador romano a una esclava... detras del carro de su gloria (p. 4-56). La imaginación de Don Víctor trabaja febrilmente. La procesión del Viernes Santo significa para él -como él lo dice- "la subida al Calvario de su dignidad." La pérdida de su honor y la devoción que tiene a su mujer le conduce al olvido de su esposa y a ver en Ana tan só­ lo da esclava romana que se arrastra a los pies del ven­ cedor y que tras sí arrastra la dignidad de la casa del regente. Ana-Regenta convertida en esclava romana es un cam­ bio de identidad que sorprende, no tanto por la imagen del ridículo que evoca, sino sobre todo porque este cam­ bio se nos ofrece como el más radical de todos* En los otros cambios de identidad advertimos cierta representa­ ción de un aspecto parcial de Ana. Al transformarse la Regenta en la esclava romana presenciamos el destrozo de su libertad. Su individualidad llega a ser materia 2 5 2 de subordinación y como tal esta sujeta al capricho de cualquier determinación* Los cambios al ridículo de la Regenta-Nazarena se intensifican hasta la desaparición completa de la perso­ nalidad de Ana y su asimilación a la caricatura: La devoción racional, ilustrada« de buen tono, era aquella otra: pedir para el hospital a las cor­ poraciones y particulares a las puertas del templo, regalar estandartes bordados a la parroquia; Ipero vestirse de mamarracho y darse en espectáculo...! - IPor Dios, marquesa, cualquiera que la oyera a usted la tomaría poy una demagoga, por una suñera... - Pues yo, que he dicho? - ¿Pues le parece a usted poco? Llamar mamarracho a una Nazarena.. • 0 La marquesa se encogió de hombros y volvío a santi­ guarse (p. 4-52). De Ana-Regenta, la auténtica, ya no tenemos ni el recuerdo de su presencia humana. La identificación a ma­ marracho hace de ella una caricatura en la que ni si­ quiera se adivina su representación o símbolo, sino tan sólo se advierte la nota de degradación y desprecio. El ridículo recorre los caminos de la ironía y el cinismo. Ana misma tiene conciencia de estos estados en que su autenticidad y personalidad desaparecen para confun­ dirse con el desprecio más absoluto; La insignificancia de aquellos objetos que (Ana) contemplaba le partía el alma; se le^figuraba que era símbolo del universo, que era asi, ceniza, frial­ dad, un cigarro abandonado a la mitad por el hastio del fumador. Ademas, pensaba en el marido incapaz de fumar un puro enteco y de querer por entero a una mujer. Ella eya también como aquel cigarro, una jo­ sa que no había servido para uno y que ya no podía servir para otro (p. 265). Al compararse Ana al trozo de cigarro abandonado 253 por hastio y al sentir su inutilidad física y moral, Ana proyecta su yo en una imagen vaporosa donde sólo sobresalen notas distintivas de aniquilamiento del ser* La individualidad de Ana-Regenta desaparece en las so­ bras repugnantes de ese cigarro a medio fumar, en sus cenizas y su frialdad* Estos cambios de identidad que ridiculizan a la ¿na auténtica nos demuestran las fluctuaciones degra­ dantes que proyecta su personalidad, en circunstancias especiales, a la mirada de quienes se niegan a atender a la complejidad de la estructura unitiva de la Regenta* Estos cambios no son más que el resultado de un proceso inverso a los que producen los cambios de identidad es- piritualizadores e idealizantes. Solo la mirada serena que asculta sin pasión el interior y el exterior del yo de Ana nos conduce a la auténtica individualidad y per­ sonalidad de Ana Ozores, la mismísima Regenta de Vetus*- t a*

Ron Fermín de Pas, el Magistral:

Don Fermín de Fas, el Magistral de la catedral de Vetusta y deuteragonista de La Regenta presenta cambios de identidad semejantes a los de Ana Ozores. Veamos, en primer lugar, los rasgos característicos de su personali­ dad. El estudio sicológico del Magistral se disuelve a través de La Regenta. Aquí y allí quedan anotadas caracte- 254 rísticas de su personalidad que el lector tiene que agru­ parlas en una sola estructura. Sin embargo, en un párrafo del Capitulo XI de la novela, Clarín nos da la pintura ex­ terior de Don Fermín, donde se advierten sus rasgos de autenticidad interior: Mientras tales pensamientos le atormentaban y con­ solaban sucesivamente, iba el Magistral por las aceras estrechas y gastadas de las calles tortuosas y poco concurridas de la Encinada; iba con las mejillas en­ cendidas, ,los ojos humildes, la cabeza un poco tor­ cida, según costumbre, recto el airoso cuerpo, majes­ tuoso y rítmico el paso, flotante el ampuloso manteo, sin sombra de una mancha. Contestaba a los saludos como si tuviese e}. alma puesta en ellos, doblando la cintura y destocándose como si pasara un rey; y a veces, ni veía al que sa­ ludaba. , Este fingimiento era en el segunda naturaleza* Te­ nía el don de estar hablando con mucho pulso, mien­ tras pensaba en otra cosa (p. 179)* El Magistral es una personalidad de grandes contra­ dicciones vitales; lo exterior no es una réplica.de lo interior. El conflicto unamuniano del ser que puede sen­ tir un ser que no puede ver, y ver un ser que no puede sentir,^ es la angustia de Fermín de Fas. La tragedia de su vida se encierra en lo que él ha llegado a ser y tie­ ne que representar a pesar de las protestas de su yo in­ terior. De aquí nace el fingimiento, la hipocresía, y el desdoblamiento de su vida. El verdadero don Fermín, es el hombre de carne y hueso que encubre esa sotana de sa­ cerdote, el que él mismo siente en su interior:

^Unamuno, Ibid., II, p. 926 255

El Magistral gyzaba encontrando dentro de sí se­ mejante hombre, mas fuerte que nunca, decidido a to­ do, enamorado de la vida que tiene guardados para sus predilectos estos sentimientos intensos, avasa- 1 adores (p. 368). Esta es la autenticidad del Magistral: la del hom­ bre vital, de grandes pasiones interiores. La realidad adquiere para él nuevo sentido, es mas realidad. La es­ piritualidad que él representa como sacerdote es nada mas que un disfraz exterior que no cambia la esencia de las cosas. Pero el público no acepta esta última verdad, porque frente al don Fermín auténtico, la gente opone al don Fermín-sacerdote y quiere que el primero recorte su imagen según el modelo del segundo. El otro aparece como una imposición que proviene tanto de los dictados de conciencia del Magistral como del público. Es un otro ex­ terior que ante las miradas del público representa al yo original, pero que se siente rechazado desde el interior por el yo auténtico de don Fermín. Ly parecía que era otro Provisor aque} de quien el publico se^quejaba. "lAm^icion, yimonxa, soberbia, sordidez, escándalo.f•1 ¿Que Jenxa el que ver con to- dy aquello? ¿fara que perseguxan aquel popre don Fer- mxn si ya habxa muerto? Ahora el don Fermxn era otro, otro que despreciaba a sus vecinos y ni siquiera se tomaba la molestia de quererlos mal (p.368). El Magistral compara la imagen que él proyecta de si mismo con su estado sicológico y encuentra que la na­ turaleza de su verdadero ser no es reconocida. Estamos frente a un paradójico cambio de identidad. El don Fer­ mín auténtico se transforma en el otro, pero sin dejar 256 de ser el don Fermín original. Tanto el público de Vetus­ ta, como el mismo Magistral, advierten el cambio. Para la gente, el yo que ellos concibieron como original y lo observaron a través de lentes de espiritualidad conven­ cional, ha desaparecido y en su lugar sólo queda un otro con notas de ambición, simonía, soberbia, sordidez, escán­ dalo. Para don Fermín, el otro ha muerto. El ha rechazado y aplastado la imagen superpuesta de don Fermín con so­ tana. En su lugar, se presenta como es, con las notas dis­ tintivas de su autenticidad. Las fluctuaciones del yo auténtico entre el público y don Fermín son sorprendentes. El público construye una autenticidad convencional y quiere que ésta se ajuste al yo del personaje. Este lo hace mientras no hay lucha de encontrados deseos. Rechaza la superestructura cuando és­ ta limita al yo original que vive dentro del cuerpo del 15 sacerdote. ^ Los cambios de identidad que señalan en el Magistral una espiritualización o idealización son escasos. La figu­ ra del Provisor está pintada desde el interior de este per­ sonaje y la autenticidad de éste no reclama para sí notas

1 c ^ ^Unamuno nos indica que de todos nuestros yos, so­ lo debemos rechazar al que se nos trata de imponer desde afuera, ya que este falsifica la personalidad. "Ay de ti -nos dice- si te dejas aprisionar de los que te rodean aclamándote".Señala que "encerrarse vivo en la estatua oue los demás nos forjan es un tormento". Ibid.,IX,p. 898-902 257

que contradigan su yo original. El se reconoce como hom­ bre de carne y hueso, sensual y sexual y desarrolla su personalidad desde esta perspectiva suya interior. Sin embargo las interiorizaciones de las crisis afec­ tivas que sufre don Fermín, dan lugar a veces a ciertos cambios de identidad, en los cuales desaparece don Fermín auténtico para quedar realzada la figura espiritual o ideal del sacerdote. Así lo advierte Pepe, el casero del Vivero, la finca de los marqueses: Y Pepe se reía a carcajadas. t -No ha sido mala broma, Ije, je!...Pobrecicog, y da las­ tima verles... sobre todo ese señor cura esta hecho un eciomo; perdonando la comparanza, es una s^pa,.. Anda, anda, y como se le ha p o m o too el melindran este... y la sotana parece un charco (p.A84). Pepe transforma al Magistral en un Ecce Homo. La fi­ gura de Cristo llena de dolor se intercambia, por un mo­ mento, con la de su representante, dolorido también bajo el ataque de los celos. Sin embargo, la comparación del sencillo campesino no nos produce el efecto de una verda­ dera transformación, pues él mismo nos explica que ésta se realiza únicamente en lo exterior. La compasión que él di­ ce sentir se destruye con sus carcajadas frescas y sonoras. La imagen del Ecce Homo sufrido, desaparece para de­ jarnos en su lugar, la de un sacerdote cubierto de sucie­ dad moral y de agua enlodada.El contraste entre la espiri­ tualización y la materialización destruye los efectos que podía causar el cambio de identidad que fugazmente observa Pepe. 258

Son abundantes, en cambio, los cambios de identidad que transforman al Magistral en lo ridículo. La individua­ lidad de don Fermín, desadaptada al papel que él represen­ ta, busca -a pesar de las convenciones sociales- una sa­ lida a su autenticidad. El yo original no se resigna a perderse en un yo que no responde ni a sus deseos ni a sus emociones. Se independiza de toda atadura para ex­ presarse como es. Para su desgracia, la auténtica expresión de su in­ dividualidad significa, a la mirada del consentimiento general de su época, una desadaptación consigo mismo que acarrea al ridículo. El yo del Magistral es un yo entram­ pado en su otro y sin salida para su autenticidad. Si don Fermín acepta al sacerdote se rechaza a sí mismo. Si por el contrario renuncia a él, desaparece, a la mirada del público, el yo original que él quiere proteger y recibe en su lugar el yo del ridículo. El era cura, cura, una cosa radícula, puestas las cosas en el estado a que habían llegado (p.473). La angustia interior que produce el conocimiento de su yo, asegura al Magistral la posesión de sí mismo. El puede despreciar al yo que ha llegado a ser, pero no puede negar que Ó1 es aquel.^

16 / Unamuno nos dice a este respecto: ¿y como saber que se existe no sufriendo poco o mucho? ¿Como volver so­ bre si, lograr conciencia refleja, no siendo por el dolor? Cuando se goza, olvidase uno de si mismo,^de que existe, pasa a otro, a lo ajeno, se en-ajena. X solo se ensimisma, 259

Pero es precisamente este conocimiento del yo el que pone de manifiesto la ruptura de la personalidad del Magistral. El yo original se expresa por el otro. Pero éste es la figura del ridículo, que siguiendo la ecua­ ción matemática que advertimos en los cambios de iden­ tidad de Ana Ozores, traspasa la imagen de desprecio al yo auténtico de don Fermín. El Magistral resiste inte­ riormente a tal cambio pero advierte su impotencia. El sacerdote se le repite en el yo:"El era cura, ciara". El mismo yo original reconoce su transformación hacia el ridículo y batalla sin éxito, aunque se encuentra a sí mismo en el mundo de las ideas. Había comprendido que Ana sentja repugnancia ante el canónigo gn cuanto el canonigj quena de­ mostrar que, ademas era hombre. "lY^sa. era hombre, Vive Dios que era hombre, y tanto mas que el otro, capaz de deshacerle entre sus brazos, de arrobarle tan alto como una pelota.. ."(p.474-). La envidia mutua entre el yo moral y el social es evidente.^ El yo original de don Fermín, el de carne y hueso, se siente superior al otro. Superior en su humani- se vuelve a sí mismo, a ser él en el dolor. Ibid., XVI, p. 268 ^Paul Ilie dice al respecto que: "Each wishes to be like the other, so that the individual might be able to act with integrity: either without scruples or with moral deliberation. However, the result is that the two selves neutralizo each other. Ihey are situated in a single body, and not in two sepárate ones. And they ap- pear in a field of awareness that allows the reflective mechanism to shift from one self to the other." Ibid., p.^5 260 dad, en su autenticidad. Pero este yo, a las miradas de Ana, es objeto de repugnancia. La 0 sores rechaza la in­ dividualidad de don Fermín y acepta únicamente el sím­ bolo, la idea que el Magistral representa. Don Fermín comprende que en la aceptación de Ana hay la acogida de un universal que bien puede encontrarse en el sacerdocio que el representa o en el de cualquier otro, incluso en el de Glocester, el Arcediano, su enemigo personal. Su personalidad, el hombre que lleva debajo de sus hábitos, es no solo algo sin importancia, sino un objeto de des­ precio y ridículo. El cambio de identidad no puede ser más completo. Don Fermín no existe sino en el mundo de las ideas del yo original. Existe tan solo el Magistral, el Provisor de la catedral, el cura que don Fermín ni es ni quiere ser. ¿Por qué De Pas no puede juntar lo que él es y lo que representa? Porque lo que para el público es un sím­ bolo exterior de algo auténticamente interior, para De Pas no es ni un símbolo ni nada. De Pas llego al sacerdo­ cio por imposición de su madre. "Ella le había empujado para llegar a donde había subido"(p.255) , pero él jamás acepto esta imposición. Los años de seminario formaron tan solo una corteza espiritual que ahora desaparecía en­ tre las llamadas sensuales del yo original. De Pas sentía que lo pyco de clérigo que lf que­ daba en su alma desaparecía. Se comparaba a si mismo a una conch^ vacia arrojada a la arena por las olas. El era la cascara de un sacerdote (pp. 4-58-4-59) • 261

El cambio de identidad rebasa los limites del ridículo para hundir al ser en el desprecio, el vacío, la nada. Es el mismo don Fermín quien advierte su trans­ formación. Su identidad vacila entre el “El” -que repre­ senta al yo original- y la "cáscara de sacerdote” en que este yo se ha transformado y que es una imagen des­ pectiva, la única proyección de él, tanto a sus miradas, como a los ojos del público.^"® La conciencia de rechazo persigue con insistencia a don Fermín De Fas: Lo jue m§is le irritaba era que su conciencia le envolvía a el también en general desprecio... "Todo era pequeño, asqueroso, bajo... y el como todo (p.

La sustitución del yo original de don Fermín por el yo-sacerdote que su madre le ha formado "al meterle por la cabeza una sotana"(p.512), conducen al personaje a transformaciones que destrozan la característica más pre­ ciada de la individualidad de don Fermín, su virilidad. Al desaparecer esta, don Fermín cae en el ridículo per­ sonal y social: La idea vulgar, falsa, grosera, de comparar al clé­ rigo con el eunuco, se le fue metiendo tambjen^por el cerebro con la humedad del cristal helado.Si, el era como un eunuco enamorado, un objeto digno de risa, una cosa repugnante de puro ridicula (p. 512).

18 "There is not only doubt concerning the authen- ticity of each self in the individual’s own mind, but there is even uncertainty about the way a given self can be per- ceived”. Ilie, Ibid.. p.46 262

El sacerdocio que él representa se concibe como una frustración de deseos sexuales, y don Fermín se asocia a esta imagen. Desaparece en él el hombre que vive en su interior y se reconoce únicamente en el "misérrimo cura, ludibrio de hombre disfrazado de anafrodita" (p.512). De don Fermín de Pas, Provisor de la catedral de Vetusta, ya no nos queda ni el menor rasgo: el público no acepta su yo original, sino tan solo el yo que don Fermín representa. Este se confunde con la ambición, la simonía, la soberbia, la sordidez y el escándalo. El yo original que tan sólo se salvaguardaba en el interior del personaje destroza su autenticidad, al imponerse la ima­ gen del eunuco y anafrodita que él acepta como concomitan­ te a su situación de otro yo. Si las frustraciones sicológicas que surgen de la desadaptación entre Fermín-hombre y Fermín-sacerdote con­ ducen al personaje literario de Clarín a cambios de iden­ tidad que se resuelven en el ridículo, también la desadap­ tación circunstancial entre Fermín, enamorado y posesivo, y Fermín impotente en el amor, llevan al personaje a cam­ bios de identidad con iguales resultados. En tales circuns­ tancias, el ridículo es una identidad impuesta por el lec­ tor sobre el Magistral. Don Fermín, loco de amor por Ana, olvida su autenti­ cidad,para convertirse en Don Víctor Quintanar, marido de la Ozores: 263

Podrán si quieren cometer sus torpezas delante del#mismo idiota de su marido. *. ÍOhJ ¿Quién es aquí el marido? ¿Quien es aquí el ofendido? lYo! Yo, que siento la ofensa, que la preveo* que la huelo en el aire...* no el* que no la ve, aun pues­ ta delante de sus ojos... (p. 483)* Pon Fermín se impone una responsabilidad que su falta de libertad no la puede controlar. Se identifica con el idiota de Pon Víctor. Descubre las razones ul­ teriores del adoctrinamiento espiritual que ha venido ofreciendo a Ana Ozores. El sacerdote surge como un ri­ val que ha perdido su batalla desde el comienzo. La im­ potencia en la conquista afectiva minimiza al Magistral y hace de él el idiota que busca un sueño imposible. El mismo Magistral siente la ignominia de su situación: Su mujer, la Regenta, que era su mujer, su legi­ tima mujer* no ante,Dios, no ante los hombres, an­ te ellos dos* ante el sobre todo, ante su amortan­ te su voluntad de hierro, ante todas las ternuras de su alma; la Regenta, su hermana del alma, su mu­ jer, su esposa, su humilde e s p o s a . , le había en­ gañado, le,había deshonrado, como otra mujer cual­ quiera; y el, que t e m a sed de sangre, ansias de apretar el cuello del infame, de ahogarle entre sus brazos, seguro de poder hacerlo, seguro de vencerle, de pisarle, de pajearle, de reducirle a cachos, a polvo, a viento; el atado per los pies como un tra­ po ignominioso, cqmo un presidiario, como una ca­ bra, como un rocín libre en los prados (p. 312). La impotencia del vencido confunde a Pon Fermín con los calificativos del más bajo desprecio. El se trans­ forma en presidiario, en cabra atada, en rocín, en tra­ po ignominioso, en ridículo. La confrontación y reversibilidad de esos dos mundos: el espiritual y el material, sólo es posible en la mente 264 del loco y visionario De Pas. Ana es su mujer, pero solo ante él, ante su amor y voluntad de hierro. El predica es­ ta realidad sin entender la profundidad de su contradic­ ción. El voluntarista De Pas ha sido burlado y sacudido por el débil pero hábil Don Juan de Vetusta. Nos reímos de él como nos reímos de Don Quijote caído a los pies de los molinos de viento, no por su miseria, sino por su irrealidad, por sus sueños de grandeza truncados por la vida emocional de Ana Ozores. El siente la risa de la sociedad de Vetusta: El, él era el marido, pensaba, y no aquel idiota, que aun nj había matado a nadie( y ya era mediodía), y que debía saberlo todo desde las si|te. Las leyes del mundo, ¡que farsa! Don Víctor tenia ^1 derecho de vengarse, y no tenía el deseo; él tenia el deseo, la necesidad de matar y^comer lo mueyto, y no tenía el derecho... Era un clérigo, un canónigo, un pre­ bendado. #Otr as tantas carcajadas de la suerte que se le reía desde todas partes (p. 529). He aquí la causa del ridículo. Este nace de la lu­ cha irracional que Don Fermín quiere establecer entre su voluntad y el mundo del derecho. Es el anti-quijote que pretende establecer su ideal rompiendo el orden de las leyes establecidas. El yo original de Don Fermín fluctúa desde la idio­ tez de Don Víctor, que él acepta como suya, a su estado de frenética locura creada por los celos. Desaparece en él el hombre racional, el espiritual, el social, y solo queda una abstracción de furia, celos, locura, difícil­ mente contenidos. En el fondo de esta imagen vislumbramos 265 la caricatura de un hombre que no se resuelve ni en lo humano ni en lo espiritual.

Don Alvaro Mesías

Don Alvaro Mesía, el tercer personaje principal de La Recenta presenta ciertos cambios de identidad compa­ rables a los del Magistral, su enemigo en el amor. Su per­ sonalidad desaparece en los conflictos amorosos que su yo sostiene en su interior. La fuerza de resistencia a sus avances de libertino que Ana Ozores le presenta, y la presencia continua del Magistral, más vigoroso que el, más dueño de circunstancias favorables para la posesión de la Regenta, rompen, en Don Alvaro, su seguridad en la con­ quista amorosa, don ejercido largamente por el Tenorio de Vetusta. Al desaparecer la identidad de conquistador ex­ clusivo de las damas de Vetusta,Mesía pasa a identificar­ se con el Magistral, el enamorado platónico, o con don Víctor Quintanar, el impotente marido de la Ozores, o con cualquier otro admirador de la Regenta. Pierde don Alvaro la autenticidad de su unidad estructural y adquie­ re para sí, y a las miradas de los otros, la individuali­ dad del otro. Mesía se predica, no por el que es, sino por el que representan sus íntimos deseos y frustraciones. Petra, la criada de Ana, está al corriente de la situación. Ella atestigua este cambio en Mesía* 266

En esto pensaba (Petra) cuandp entró en el,comedor, ya al oscurecer, a preparar la lampara. Sintió que la sujetaban por la cintura y la daban un beso en la nu­ ca. t Era el otro, i Pobre, no sabia lo que le aguardaba] (p.509). La imagen del otro que representa al original Mesia se presenta sin connotaciones de concreción. Bien podría ser él el marido de Ana o cualquiera de los pretendientes de la Ozores. Lo importante es que no era él, el único, el exclusivo Don Juan que tenia un pedazo de historia en la vida afectiva de las mujeres que le rodeaban. 0 bien po­ dría ser también el otro de Petra. Este cambio de identi­ dad desfigura completamente la imagen del apuesto galán de Vetusta. En su lugar aparece el mezquino adulador de los favores de la criada. A este cambio de identidad, en que se oponen el yo auténtico y el otro, se añaden en Mesía cambios de identi­ dad presentados desde un ángulo de espiritualidad, unas veces para mejorar la figura del Tenorio, otras para hacer­ nos sentir su humanidad. Es Ana Ozores quien, en dos ocasiones, compara a don Alvaro con Jesús: Ana b^só la ¿magep y volvió los ojos al cielo. - Jesús, Jesús, Tu no puedes tenfr un rival. Seria infame, sería asqueroso.•• Y recordó la ira de Je­ sús cuando se apareció a Teresa que le olvidaba (p. 376). Por un fugaz instante, en la mente de Ana se con­ funden Jesús y Mesía. Notemos como el mismo nombre de Al­ varo (Mesía) proyecta ya este cambio de identidad. Pero es 267 tan sólo un breve instante, suficiente para hacer caer en la cuenta del abismo que hay en la comparación. Ana Oso- res, horrorizada o sólo quizá incrédula de lo que ha su­ cedido en su interior, vuelve al Jesús espiritual para explicarle que es absurdo, en el mundo de las ideas, pre­ sentarle un rival humano, pero que éste existe de hecho en el mundo de los afectos. £1 11 TÚ no puedes tener un ri­ val" lo escuchamos como "TÚ no debes tener el rival que en realidad lo tienes". Aunque la identificación Mesía-Jesús no llegue al cambio de identidad físico o espiritual, por que esto es imposible, nos habla sí de cierta identificación emocio- 1 Q * nal y formal. La Regenta fluctúa entre los dos amores. El miedo a un Jesús espiritual y colérico le permite for­ mular lo que su inteligencia vislumbra en su3 relaciones con los dos amantes y desear -quizá- el rechazo del Jesús humano. Sin embargo, emocionalmente, Ana siente la atrac­ ción del Jesús de Vetusta. La lucha que ella entabla en su interior es ya una confesión de esta verdad. A esta di­ visión en sus afectos corresponden sus palabras. Ella no dice: Jesús, TÚ no tienes un rival. Esto afirmarla la ex­ clusividad de su amor a lo espiritual. Su "TÚ no puedes

^Alas reconoce en Mesia algo sacerdote}."Se vela allí al hombre de vicio, pero sacerdote, no,vxctima“(p. 351). Alvaro, además, copia posturas de Jesús ?n que fun­ de lo humano y espiritualizante: 'JMesía inclino un poco la cabeza con cierto misticismo báquico... comenzó la confesión que oían sus amigos con silencio de iglesia. •• Recordaba el cuadro, por modo miserable, la Cena de Leo­ nardo de Vinci (p.352). 268

tener un rival1' pone de manifiesto la bipolaridad de sus afectos, repartidos entre los dos Jesús que ella ama. La solución final de esta lucha está a favor de Mesía. Su posesión, reemplaza en Ana, al Jesús espiri­ tual que ella ha rechazado para aceptar al humano. Si alguna vez le sobrecogía la idea de perder a don Alvaro, temblaba horrorizada, como en otro tiem­ po, cuando temía perder a Jesús (p.502). Mesía reemplaza a Jesús. Ana ha llegado a la iden­ tificación reversible de los dos amores. El Tenorio de Vetusta llena plenamente el vacío creado por la ausencia de Jesús espiritual. Los cambios de identidad operados en el yo de Mesía son cambios accidentales. A diferencia de las transforma­ ciones del yo de Ana o del yo del Magistral, don Alvaro no participa personalmente de estos cambios de identidad. Mi siquiera los conoce. Su personalidad desaparece o se transforma, únicamente a la mirada de quienes guardan re­ lación afectiva con ól. Esto se debe, quizá a la falta de complicación vital que advertimos en don Alvaro. Mesía es un personaje literario que desarrolla exclusivamente la proyección del símbolo que ól representa. Además del con­ quistador y galán aristocrático de Vetusta, nada hay en Mesía que nos recuerde el hombre de conflictos interiores. Cuando desaparece el Tenorio, desaparece toda su autenti­ cidad, y don Alvaro se pierde en el vacío y el silencio. CAPITULO VI

REGENERACION Y DESTRUCCION DEL YO

El estudio del yo de los personajes literarios de Clarín, presentado en los capítulos anteriores, nos de­ muestra su complicada estructura interior, sus posibilida­ des pluralísticas, y su casi inagotable capacidad para fluctuaciones de identidad. Es un yo humano de grandes contradicciones vitales, sujeto tanto a sus impulsos in­ teriores como a las circunstancias que lo rodean. Un yo donde confluyen el libre albedrío de la filosofía escolas- tica y las fuerzas deterministas del positivismo, el idea­ lismo romántico y el realismo de las corrientes naturalis­ tas del siglo XIX, Este yo de complicada estructura sicológica, moral y religiosa, en conflicto frente a problemas filosóficos como el del ser necesario y el contingente, la nada y el ser, el uno y el múltiple, lucha por mantener su concien­ cia de ser y su personalidad de yo.Se conoce como ente en existencia y quiere mantenerse en ella. Lucha por su su- pervivencía. 1

^Unamuno dice que sólo los débiles se resignan a la muerte final y sustituyen con otro el anhelo de inmorta­ lidad personal. En los fuertes, el ansia de perpetuidad sobrepuja a^la id^a de lograrla, y su rebose de vida se vierte al más alia de la muerte. Ibid., XVI, p. 178 269 El yo se identifica como el que es y acepta o recha­ za los cambios de identidad partiendo siempre de la base de su unidad de conciencia y tratando, en todo instante, de mantenerse en ella. Sin embargo, este yo siente también una desadaptacion vital consigo mismo: no con lo que es, sino con lo que ha llegado a ser. Surge el deseo de ser otro distinto pero dentro del marco de su misma persona­ lidad. Es decir, el yo anhela una regeneración que cam­ bie toda su vida. Insatisfecho con lo que ha llegado a ser, sueña con un retorno hacia el pasado para allí, es­ coger una posibilidad vital, distinta de la que ha teni­ do y con ésta enfrentarse a la vida en otra forma o en otras circunstancias.^ Este volver a ser implica un deseo de destruir el ser que ha llegado a ser, el del presente, el existen- cial. Regeneración y destrucción no son -en los persona­ jes de Clarín- problemas metafísicos. El yo no entra en complicadas elucubraciones sobre la posibilidad o imposi­ bilidad de alcanzar estos objetivos. Son únicamente deseos

^Faul Ilie analiza en Unamuno la añoranza de los Yo-exfuturos:11 He was tormented by the loss of all the pos- sible future selves that he might have been in the years gone by. That is he despaired over the many different Una- munos that he might have been (yos ex-futuros)if he had chosen the other alternatives that were open to him, rather than the ones he did choose. Ibid., p. 190 2?1

vitales, sensaciones„ certidumbres de realización, expli­ cadas unas veces en el plano humano y otras en el espiri­ tual* La idea teológica de San Pablo del hombre nuevo que * nace de la muerte y los despojos del hombre viejones alu­ sión que el lector descubre en los problemas de regenera­ ción y destrucción que Clarín presenta en sus personajes literarios, Pero entremos ya al análisis de este fenóme­ no y consideremos, en primer lugar, el problema de rege­ neración, tanto en el aspecto humano como en el espiri­ tual.

Regeneración humana:

Entre los personajes de Clarín que presentan con más claridad e insistencia el problema de regeneración, sobresalen Ana Ozores, en La Regenta y Bonifacio Reyes en Su Unico Hijo. Los dos protagonistas, como hemos visto en repetidas circunstancias, ofrecen un yo lleno de complica­ ciones interiores, sujeto a los impulsos de casi incon­ trolables e insatisfechos deseos. Los dos anhelan un re­ torno hacia un nuevo comienzo de posibilidad existencial. La Regenta nos dice: Yo quiero volver a ser una niña, empezar mi educa­ ción, ser algo de una vez, seguir siempre un impulso, no ir y venir como ahora... Y, ademas, necesito curar­ me; a veces temo volverme loca (p.317)*

^Efesios,IV, 19-24 2 7 2

La regeneración que anhela Ana Ozores es un retor­ no a la niñez para desde allí, comenzar a ser algo distin­ to o simplemente algo. He aquí la causa de sus deseos. Pa­ ra Ana, el ser que ella ha llegado a ser no significa na­ da. Es tan sólo un vaivén que sigue los devenires del ser. Ana se da cuenta de las fluctuaciones del ser. No hace fi­ losofía, pero comprende que estar en la existencia signi­ fica moverse continuamente de lo que se fue a lo que se es y a lo que se sera. Pero no acepta esta realidad como solución a la demanda de sus deseos. Ana quiere ser la re­ sultante de un impulso, de un solo acto que auné todos sus deseos. En definitiva quiere tener en sus manos el pa­ sado, el presente y el futuro. Quiere conocerse plenamen­ te: saber lo que ha sido y lo que será. Su pasado, reali­ zado en circunstancias que ella no pudo controlar, le in- satisface. El futuro es una gran interrogante: si ella no sabe lo que es, cómo vislumbrar lo que será? Ella se sien­ te un "ir y venir", una pura circunstancias. El yo de fon­ do que debe controlar las vicisitudes del devenir vive de espaldas al presente, anhelando un retorno a un nuevo co­ mienzo de existencia. En esta búsqueda de regeneración, La Ozores desearía poder deshacerse del yo existencial que posee y quedarse únicamente con el yo esencial. Este serviría de marco e impulso al nuevo yo que surgiría a partir de su niñez.

Bonifacio Beyes expresa también la misma idea de re­ generación: 273 Ese es el avatar que yo necesito, lUn ser que sea yo mismo» pero empezando de nuevo, fuera de mi, como sangre de mi sangrel(p.665 ). Conocemos las grandes indeterminaciones del yo de Reyes, También él, como la Regenta, esta insatisfecho con lo que ha llegado a ser. Anhela una regeneración. La vuel­ ta a su niñez no satisfacerla sus deseos: sería un empe­ zar de nuevo el camino trivial que él ya ha recorrido. Volvería a ser lo que es. Reyes no tendría ni el valor, ni la capacidad para llegar a ser algo distinto que con­ servara, al mismo tiempo, su yo esencial. Por esto sueña en una regeneración a través de una encarnación o un ava­ tar. Esto sí sería volver a empezar de nuevo, en otro ser que sería él mismo,pero que estaría fuera de él, abierto a nuevas posibilidades de existencia, a nuevos devenires. También en este deseo de reencarnación hay el rechazo del yo existencial que convive con el yo esencial de Reyes. Bonifacio esta insatisfecho con lo que es. Quiere separar­ se de su yo presente. Reyes no amplifica sus deseos. No nos dice ni lo que quiere ser ni tampoco lo conoce. Sien­ te tan sólo el deseo de volver a nacer, de comenzar de nue­ vo a ser otro cualquiera, en todo caso mejor del que ha llegado a ser.

¿L A diferencia del renacimiento unamuniano en que jl yo anhela una vuelta al seno de 1 ^ madre, la regeneración que desean los personajes de Clarín es un retorno a la ni­ ñez. La idea,de un completo re-nacimiento hace pensar en la destrucción tanto del ser existencial como,del esencial. Los personajes de Alas quieren mantener este ultimo y cam­ biar únicamente el ser del devenir. 274

A estos deseos idealistas y utópicos de regeneración se añaden claras sensaciones de retorno a una vida nueva* La intensidad de los anhelos llega a crear evidencias fí­ sicas y sensoriales. £1 yo rompe la harrera del presente para sentir en su ser la regeneración que ha buscado por tanto tiempo. Ana Ozores experimenta el fenómeno: La Regenta oía por primera vez en su vida, una declaración de amor apasionada pero respetuosa,dis­ creta, toda idealismo, llena de salvedades y eufemis­ mos que las circunstancias y el estado de Ana exigían, con lo cual crecía su ^ncanto, irresistible para aquella mujer que sentía las emociones de los quince años al frisar con los treinta (pp. 488-489)* Ana nos habla ahora no tan sólo de ávidos deseos, sino de la experiencia de una sensación vitalizadora. Su cuerpo de mujer de treinta años regresa a un pasado de hace quince años. Ana se siente adolescente. Experimenta sensaciones primeras de amor. Estas le hacen retornar des­ de su madurez física de mujer a su primera juventud. Hay un comenzar de vida emocional que debería haber empezado cuando ella era adolescente. Este impulso desconocido tie­ ne la fuerza de quince años de espera y esto lo hace "irre­ sistible, encantador". El yo del presente de Ana desapa­ rece en medio de esas sensaciones. El yo de fondo, el esencial, está inmerso en la niña que fuera y que se sien­ te ser. Para lo único que le quedaba un poco de conciencia fuera de lo presente, era para comparar las delicias que estaba gozando con las que,había encontrado en la meditación religiosa. En esta última había un esfuer­ zo doloroso, una frialdad abstracta, y, en rigor, al­ go enfermizo, una exaltación malsana, y en lo que esta­ ba pasando ahora ella era pasiva, no había esfuerzo, 275

no habla frialdad» no habla más que placer» salud, fuerza, nada de abstracción, nada de tener que fi­ gurarse algo ausente, delicia positiva» tangible, inmediata, dicha sin reserva, sin trascender a na­ da mas que 9 la esperanza de que durase eternamente. No, por allí no se iba a la locura (p.489). Ana no acierta a analizar su estado regeneracional. La intensidad y multiplicidad de sensaciones son tales que no le permiten pensar» sino únicamente experimentar pasivamente los efectos de su nueva vida. Tan sólo alcan­ za a comprender que en este afluir de nuevas fuerzas vi­ tales y esperanzas el yo no está dislocado ni camino de la esquizofrenia. £1 yo esencial permanece en el fondo, dividido entre la conciencia del presente y el pasado, pero manteniendo aún su unidad y ¿Jubilante ante el aflo­ rar de tuna adolescencia que promete al yo de Ana la madu­ rez sicológica de mujer. Es este salir para volver a en­ trar en la vida la regeneración que busca el personaje. Ana compara esta regeneración a los deleites de transformaciones espirituales que ella los ha experimenta­ do también. Pero siente que lo físico va más allá de la mera percepción. Es un revivir lleno de vitales esperanzas. Además, estas sensaciones de regeneración humana son tangibles» concretas, materiales, mientras las espiri­ tuales se pierden en el ámbito de lo abstracto. Estas pueden ser agradables, maravillosas quizá, pero aquellas son sublimes. Ana sentía el placer puramente material, pensa­ ba ella, en aquel sitip ^-e sus entrañas que no era el vientre ni el corazón, sino en el medio, SÍ» el placer era puramente material, pero su intensidad 276

le hacía grandioso, sublime. Cuando se gozaba tanto, debía de haber derecho a gozar (p.4-90). No hay duda de que se trata de una regeneración hu­ mana. Por un segundo quizá, Ana teme equivocarse; compara las dos clases de sensaciones y nota su diferencia: lo es­ piritual nunca ofrece seglaridades indiscutibles. Lo espi­ ritual, no, pero lo material, sí. Y estas sensaciones que ella experimenta ahora no las siente en su conciencia si­ no en el mismo fondo de su cuerpo de mujer adolescente. Ana necesita asegurarse haber logrado esta regeneración humana: la localiza en el centro de su cuerpo y la clasi­ fica como material. Bonifacio Reyes también experiementa sensaciones de regeneración. Pero en su caso estas brotan cuando ól ad­ quiere la evidencia de su re-encarnación: Se abrió }a puerta de la alcoba, y antes que^nada, Bonifacio jyo distinto, claro, el quejido sibilítico de un recien nacido, i Su propia carne volvía a nacer llorando!(p.696 ). Sabemos que Reyes no es personaje de explicaciones. £1 mismo no puede definirse. No esperemos, tampoco en es­ te caso, la introspección detallada de Ana Ozores. Sin embargo, en estas pocas palabras adivinamos toda la in­ tensidad de sus sensaciones. £1 ha vuelto a vivir de nue­ vo en su hijo. Ha vuelto a ser en otro, tal como lo desea- ba.Este renacimiento se anuncia con lágrimas. Jubilo y llanto se mezclan en las sensaciones de Bonifacio. Ha lo­ grado la realización de sus deseos: volverá a comenzar de 277 nuevo en ese hijo "carne de su carne"," alma de su alma". Beyes nada nos dice del problema que plantea con su prematura reencarnación. El se define desde ahora y se en­ cuentra a sí mismo en ese hijo suyo. Va a comenzar a ser otra vez. ¿Pero qué será de él, del Bonifacio Beyes presen­ te, que aún se mantiene en existencia a pesar de que se ha obrado ya la reencarnación que él deseaba? Beyes vi­ virá como un sonámbulo que no conoce, ni siente, ni se da cuenta de lo que sucede alrededor. Se perderá por entero en la reencarnación que ha esperado tanto tiempo paira sa­ lir de su mundo de anonimato y fracaso existencial. Las sensaciones de regeneración se convierten, en Bonifacio Beyes, en verdaderas certezas de haber alcali­ zado la nueva vida y el nuevo comienzo que él deseaba. Ca­ si no puede creer lo que siente, pero allí está, frente a él, el objeto de su reencarnación y la prueba evidente de que ha sucedido lo imposible:

i Oh p9rtentó! En aquel instante vió en el rostro del recien nacido, arrugado, sin gracias, lamentable, la viva imagen de su propio rostro, según el lo ha­ bía visto a veces en un espejo, de noche, cuando llo­ raba a solas su humillación, su desventura. S? acor- do de la noche en que habia(muerto su madre; el, al acostarse, desolado» se hab^a visto en el espejo de afectarse, distraído, por habito, par? observar si tenia ojera? y la lepgua sucia, y había notado aque­ lla ?xpresion tragicómica, aquella cara de m9no as­ fixiándose, que era tan diferente de la que ?1 creía poner al sentir tanto, de modo tan#puro(y poético.•• Su hijo, su pobre ^ijo, lloraba así; feísimo, risible y lamentable también. P?ro... lera su retraed SÍ, lo era con aquella expresión de asfixia. Después, al se­ renarse yn poco, gracias a un trago,de agua azucarada, que debió de parecerle una inundación agradable, hizo una mueca con la boca y narices, que llevo a Bonis el re— 278

cuerdo del absurdo. " lOh, como mi padre! IComo yo en la sombra!11 (p. 697)- Las sensaciones se convierten en una conciencia cla­ ra de que la regeneración se ha llevado a cabo. A la idea insistente de haber obtenido un nuevo ser, "sangre de su sangre11 y "alma de su alma" se junta ahora el reconoci­ miento físico de su identidad fuera de ól. En el ser que atestigua su reencarnación, Bonis descubre no sólo su re­ generación sino también la de su padre. Ya no puede dudar. El portento esta delante de sus ojos, como estuvo el mis- 5 mo en el espejo de afeitarse. La felicidad de empezar a ser no le permite a Bonis darse cuenta del fracaso de sus deseos: su hijo no asegu­ ra un yo distinto del yo de Bonis. El es un retrato de Re­ yes: igual en su desventura, en su humillación. La regene­ ración es tragicómica. Bonis quería un avatar y ahora lo tiene frente a sí. Pero este es tan sólo una reencarnación de lo "risible y lamentable" de Reyes y de lo "absurdo de su padre. El problema de regeneración, en los personajes de Clarín, como lo hemos observado en Ana Ozores y en Bonifa­ cio Reyes, no presenta problemáticas filosóficas o religio-

•«Jung dice que "existe un patrimonio común de la Hu­ manidad: el patrimonio anímico heredado,,y las adquisicio­ nes de lys antepasados que perduran no solo corporal, si- n9 también anímicamente, en los descendientes". £eñala como a veces estas ultimas cobran conciencia autónoma, co­ mo verdaderas "personalidades parciales". Iris Zavala, Unamuno y su Teatro de Conciencia. Ibid., p.2J 279 sas. Los personajes no discuten argumentos de probabilis- mo®, ni se detienen en la consideración de causas, efectos o imposibilidades de tal regeneración. Plantean el pro­ blema únicamente en su mundo interior, como un deseo y muchas veces como una sensación o certidumbre de tener una nueva posibilidad existencial y llegar a ser algo dis­ tinto de lo que son, pero sin perder al mismo tiempo su yo esencial que les asegura su unidad de conciencia y su persistencia en el ser.

Regeneración espiritual;

Los deseos, sensaciones y certidumbres de regenera­ ción física vienen acompañados por iguales anhelos y sen­ saciones de regeneración espiritual.*^ Como explicamos en el capítulo segundo al tratar el problema de tradicionalidad y originalidad en Clarín, Alas

^31 probabilismo escolástico trata de analizar las consecuencias existencieles de hechos que no sucedieron, pero que pudieron haber ocurrido. Los personajes de Clarín no dicurren sobre lo que podríay haber sido si tal o cyal cosa hubiera sucedido. Sienten únicamente insatisfacción con lo que son y desean ser algo distinto. 7 Unamuno explica que tanto en el creyente como en el no creyente de la existencia de la otra vida se da,la in^ certidumbre

En el problema de regeneración* el yo aboga por una oportunidad de vida nueva. Manteniendo su conciencia de yo, su autenticidad y personalidad, el yo desea empren­ der nuevamente el camino de la vida para llegar a ser al­ go distinto. Usando la definición de Ortega y Gasset, di­ ríamos que el yo quiere mantener el ^ 2 pero cambiar sus circunstancias o, si estas en la otra posibilidad de vida, fueran por casualidad las mismas, el yo quiere volver a pasarlas modificando su personal comportamiento, pues al rehacer el camino rehacerla también lo mal andado. En es­ ta regeneración, el yo esencial continúa siendo él mismo, mientras el yo existencial retorna al pasado. Notemos bien que el yo existencial no es meramente un yo corporal. Es el yo de las circunstancias y del de­ venir que se define en un conjunto físico y síquico pero que se distingue del yo que forma la unidad de conciencia o del yo, sin las circunstancias, en términos de Ortega y Gasset. Como vamos a ver, en los problemas de regeneración espiritual, el yo anhela la transformación del yo esencial. Quiere comenzar a ser otro, distinto de lo que es, dejan­ do, naturalmente, de ser el yo que es. Esta búsqueda de un nuevo yo exige la renuncia de si mismo, del yo esencial que se es. El yo existencial o de circunstancias puede o no permanecer el mismo. Lo importante es efectuar el cam­ bio en las zonas del alma que gobiernan toda la estructu­ ra y unidad del yo. 282

Si en la regeneración física el yo buscaba la po­ sibilidad de nuevo empezar a vivir, por estar insatis­ fecho con su pasado y su devenir, en la regeneración es­ piritual se busca el cambio del yo esencial! con otro completamente espiritual* El yo quiere desarraigarse de si mismo y transformarse en algo independiente del cuer­ po y la materia* Como he mencionado, hay en este punto, una alusión a la doctrina paulina de la regeneración a la fe y en Cristo, a fin de obtener el hombre nuevo que q combate y domina al hombre viejo de la carne.7 Ana Ozores explica su concepto de regeneración es­ piritual: Pues asi era el vivir de todas las criaturas, un rayo de sol que se cruza para volver a la sombra de que se vino. Y estos pensamientos que antigua­ mente la atormentaban, ahora le daban alegría* Por­ que el vivir era estar sin Dios, el morir renacer en El, pero renunciado a si mismo(p.370). La regeneración espiritual implica la muerte y re­ nuncia del yo esencial* De esta destrucción nace la vida nueva y el yo nuevo. Este vive en Dios y tan sólo para El. Es evidente la analogía de las palabras de Ana con los versos de Santa Teresa: Vivo sin vivir en mi, y tan alta vida espero que muero porque no muero*

o 7Ilie dice al respecto que 11 the remedy is to be sought in the eternal return, where the cure por the an- guish of present history is to cling to the anguish of eternity." Ibid., p. 191 1QHistoria y Antología de la Poesía Española(Madrid; Aguilar, I955 ),pp.bQO 283 La santa anhela la liberación de su cuerpo para al­ canzar el goce pleno de su novedad espiritual. En Ana Ozo- res aún no ha comenzado el proceso. La Regenta analiza el procedimiento. Be momento sólo hay la formulación intelec­ tual de lo que significa la regeneración espiritual. Esta se presenta como un ir a Bios para vivir de verdad, pues de lo contrario la vida no ofrece sentido ni impulso vital.

Sería una vida pegada a las criaturas, pero ellas: 111Qué pequeñas eran! tQué frágiles! 1 Cuanto mas tenían de apa­ riencia que de nada! Lo único que en ellas valía no era de ellas, era de Bios, era cosa prestada,,(p.370). Pero para alcanzar este renacimiento, se debe morir y renunciar a sí mismo. Básicamente el pensamiento de Ana expresa la idea carmelita y la tradicional concepción de la muerte en Cristo.1** Bonifacio Reyes, lo hemos visto, basa sus ideas de renacimiento en una reencarnación. La regeneración espi­ ritual consiste para él en una transmisión del alma que asegure a ésta su inmortalidad: No será precisamente metempsicosis,pensó; peyó puede haber algo de eso... de otra manera. ¿Qyien sa­ be si la inmortalidad del alma es una cosa asi, se explica por esa especie de renacimiento?(p.680j.

Unamuno también analiza este pensamiento a la luz del cristianismo. Ilie nos dice que "Vhen he undertook to examine the concepta of the eternal return and the strug- gle for life, it vas done in the light of Christian civi- lization". Ibid..p.185 284

Reyes es simplista. La regeneración espiritual que el concibe carece de las características de nueva vida. Renacimiento espiritual significa para el inmortalidad del alma y esta, él la define como permanencia en la exis­ tencia temporal. Bonis no se da cuenta que en la trans­ misión del alma, ésta continuaría en la existencia pero sin dejar de ser la misma, y por tanto sin una transfor­ mación esencial que garantice una nueva vida. El renaci­ miento espiritual que él imagina ni mejora ni empeora el alma y, lejos de unirla con Dios para gozar con El los valores del espíritu, Reyes une el alma con un nuevo cuerpo que nada promete y que puede ser peor que el ante­ rior. Guardando relación lógica con estas concepciones de regeneración espiritual, Ana Ozores y Bonifacio Reyes ex­ presan sus deseos de nueva vida interior. Ana siente estos deseos en medio de la atmósfera del templo, ante " aquel olor singular de la catedral, que no se parecía a ningún otro, olor fresco y de una voluptuosidad íntima,(que) le llegaba al alma,(y) le parecía música sorda que penetra­ ba en el corazón sin pasar por los oídos"(p.552). En esta atmósfera, artificialmente espiritual, Ana escucha la voz de sus deseos: !Ay si renaciera la fe! ISi ella pudiese llorar como una Magdalena a los pies de Jesús (p.552). Es éste el segundo paso en su proceso de regenera­ ción. Al análisis intelectual se sigue en Ana este querer 285 12 desear la nueva vida espiritual. Aun no está preparada para las grandes decisiones de renuncia de si mismo que, al hacer el análisis inte­ lectual, advirtió ser condición del proceso de regenera­ ción espiritual. Pero si quisiera ser capaz de ello. Qui­ siera poder arrepentirse y ser una Magdalena. Quisiera volver a la fe. Ana vive a impulso de emociones: no es un temperamento dialéctico o deductivo sino emocional. Ella confunde el sentir y el querer. No siente la fe, no puede llorar su arrepentimiento y concluye erróneamente que aún no quiere ni la una ni lo otro. No se da cuenta que en su deseo de desear ya hay un acto positivo de vo­ luntad. Ana se descorazona ante su sensación de imposibili­ dad e impotencia.' Busca una nueva fe. Algo que haga de ella una Ana distinta. ¿Pero cómo llegar a creer si no es por un ejercicio de fe? ¿ Y cómo ejercer ésta si se care­ ce de ella? Ana entiende que el renacimiento a la fe no depende exclusivamente de ella. Es ésta un don que debe esperarlo gratuitamente de Dios. Pero quisiera, si, dis­ ponerse a tal recepción. Junto a este deseo de querer una regeneración espi-

12 San Ignacio de Loyola explica en su, libro de Ejer­ cicios EspiritualesL que el alma que no esta preparada pa­ ra Ya renuncia de si misma y la entrega a Dios, no puede mover su voluntad hacia este fin, pero debe, si, desear querer ser capaz de tal proceso o tal fin. 286 ritual* observamos en Ana Ozores un paso más definitivo hacia la obtención de sus deseos: Ana se determina a al­ canzar la vida nueva que le ofrece un nuevo yo esencial* Surgen estas resoluciones como fruto del poder persuasi­ vo del Magistral: "Y ahora* hablando un poco de ipí, (Si Ud. pudiera penetrar en mi alma, Anital, Tfo si que Jamás podre pagarle,esta hermosa resolución de esta tarde... - ¡Hab^o Ud. de un modo...! - Hable con el alma... - Yo estaba siendo una ingrata sin saberlo.•• - Pero pl f i n . fvida nueva. ¿No es verdad, hija mía? - Si, si, padre mío, vida nueva (pp. 517-318). Conocemos ya a qué vida nueva se refiere ¿na: na la renuncia de sí misma para vivir en Dios.11 £1 deseo de regeneración espiritual se manifiesta esta vez como reso­ lución firme de comenzar la renuncia propia para alcanzar la vida nueva que Ana entrevé como premio a una vida de 1* ascesis y amor a Dios. v Bonifacio Heyes también expresa a su manera estos deseos de regeneración espiritual: Un día encontró,Bonis en un libro la palabrp ava tar y fsu explicación, y se dijo: ” !Una cosa asi me valdría a mi perfectamente! Otra alma que entrara en mi cuerpo; una vida nueva sin los compromisos de la antigua"(p. 665 ).

^^La vida de aspesis trata de preparar al alma para la unión, participación e identificación con Bios. San Ig­ nacio de Loyola indica que el ejercitante que se inicia en este camino de ascesis debe buscar "dolor con Cristo do­ lorido, quebranto pon Cristo quebrantado". Esther Harding define participación mística como " a mysterious interchang or continuity between sepárate entities because they are psychologically identified with one another." The I and the Non-I (New York: Pantheon Books, 1965), p. ¿9 287

Bonis no va más allá del deseo de desear. Su "que­ rría" no es un "quiero" que demuestre firme determina­ ción. Conocemos la personalidad vacilante de Beyes y sabemos que es imposible pedirle esta clase de resolu­ ciones. Bonifacio siempre se moverá en el plano del me­ ro deseo, sin ser nunca capaz de saltar a la realiza­ ción de lo que quiere. Su regeneración espiritual no tiene como base la solidez de la fe, sino tan solo el fracaso de su personalidad. Conocemos la concepción de regeneración espiritual que tiene Reyes; ahora no hace más que afirmar con mayor claridad lo que nos ha dicho antes.El renacimiento espiri­ tual consiste para el en la adquisición de otra alma que reemplace la antigua. Quiere el también destrozar el hom­ bre viejo pero no como condición indispensable para jun­ tarse con Dios, sino únicamente para librarse de sus "Com­ promisos”. Reyes no alcanza a distinguir, con su lógica, los planos del espíritu y de la carne, del yo esencial y del existencial. Aunque nos habla de un cambio de almas, y por tanto entendemos que se trata de un cambio del yo esencial -que de eso se trata en la regeneración espiri­ tual- pasa luego a indicarnos que la vida nueva consisti­ rá en un cambio de "circunstancias" ortegianas, o sea en un cambio del yo existencial .Bonis vive pegado a su rea­ lidad minúscula, tal como sólo él la entiende y puéde explicarla. Su esplritualismo es un esplritualismo natu­ ralista en el cual ve el un enriquecimiento de su perso- 288 nalidad social y nada má s . ^ los deseos de vida nueva espiritual de Bonifacio Reyes en realidad no aseguran lo que él pretende. Otra alma,sin más especificaciones que la de ser distinta de la que posee, puede ofrecerle una vida diferente, pero no nueva, y menos en el sentido paulino de regeneración a la fe y en Cristo. A Reyes esto ni le impresiona ni le importa. El quiere ser algo distinto de lo que es y eso es todo. En Ana Ozores, los deseos de espiritual regeneración se intensifican hasta crear una sensación de seguridad. Ana llega a creer en la posibilidad de su regeneración y a desearla. Este paso es un acercamiento mayor a Dios en su proceso espiritual. Ana oró con^fervor como en los días de su piedad exaltada; creyó posible volver a la fe y al amor de Dios y de la vida, salir del limbo de aquella soño- lienjia espiritual, que era peor que el infierno; cyeyo salvarse cogida a aquella tabla de aquel ca­ jón sagrado que tantos sueños y dolores suyos sa­ bía (p.552-553). Ya no hay únicamente el deseo de desear la regenera­ ción espiritual o la resolución de alcanzarla. Con aquel "creyó posible volver a la fe y al amor de Dios y de la

Al hablar del esplritualismo naturalista, Paul Xlie dice: The idea holds that the purpose and content of reli­ gión are to enrich the spiritual dimensión of man's material existence. Spiritual naturalism recognizes the non material aspects of reality, but instead of declaring them part of an ideal realm, it looks upon spirit as an extensión of vital substance". Ibid., p.2 J8 289 vida" hay un impulso interior que asegura el éxito de sus decisiones y estimula a seguirlas. Ana está ahora sicoló­ gicamente preparada a iniciar sus resoluciones. Tiene la fuerza interior que impulsa a la acción y la seguridad de poder hacer lo que ella pretende. Los anhelos de purificación espiritual acentúan la paradoja teresiana de un vivir sin vivir. Entre más sien­ te Ana la necesidad de comenzar a ser otra, espiritual­ mente renovada, menos puede soportar ese vivir muriendo, anterior a la presencia de vida nueva. La seguridad de alcanzar su renacimiento hace olvi­ dar a la Ozores los dolores del proceso espiritual. Ahora que su resolución es vigorosa e irrevocable, Ana ya no se detiene en la objeción :"pero renunciando a si misma” que ella entendía como exigencia del "renacer en El”. Está dis­ puesta a obtener el fin y resuelta también a poner los me­ dios necesarios para conseguir sus deseos: t E^la iba también a renacer,,iba a resucitar. IPero a que mundo tan diferente! ICuan^otra iba a ser de la que había sido! Se preparaba a si misma una vida de sacrificios, pero sjn intermitencias de malos pensa­ mientos y de rebelión sorda y rencorosa; una vida de buenas obras, de amar a todas las criaturas, y, por consiguiente, a su marido; amor en Dios y por Dios (p. 560). Ana decide entrar en la vida de purificación que le abrirá el camino para la vida iluminativa y unitiva. La resurrección que ella prevée será un renacerdel hombre esencial. Brotará el hombre nuevo de las cenizas del vie­ jo. "Cuán otra iba a ser de la que había sido". El amor 290 en Dios y por Dios es el impulso que sostiene sus decisio­ nes. Mientras conserve éste, ella podrá seguir en la re­ nuncia de sí misma, en su vida de sacrificios y llegar a * 15 la resurrección y renacimiento espiritual. Los deseos y determinaciones de renacimiento espi­ ritual vienen acompañados muchas veces de manifiestas sensaciones o percepciones de un gozo nuevo. No se trata de haber logrado ya la regeneración y experimentar sus efectos. Tan solo hay la experimentación física del en- tusiamo que provoca la idea de una nueva vida orientada plenamente a lo espiritual. Y comj si sus entrañas entrasen en Tina fundjción, Ana sentxa chisporroteos dentro de si, fuego liquido, que la evaporaba.•., y llegaba a no gentir nada mas que una idea pura, vaggi, que aborrecía toda determi­ nación, qu^ se complacía en su^simplicidad. Prolongaba cuanto podía aquel estado; tenia horror al movimiento, a la variedad, a la vida. Es difícil analizar estos toques espirituales en los cuales se confunden manifestaciones del éxtasis mis-

IR / ■'De la desesperación se desprende para Unamuno una pasible salida ontologica que lleva hasta Dios como garan­ tía $e inmortalidad y a su vez lleva a dudar de Dios si­ multáneamente, persistiendo la contienda, la^nueva entra­ ñaren la angustia y, por ende, la constitución del estado agónico. ¿Cuál es esta salida? Para Unamuno, la salida ontologica es el 11 amor11. ^ El ampr es una forma trágica de vida; deseo o senti­ miento pánico que busca"con fuyia" satisfacerse a través de lo ainado, y esta satisfacción es la tendencia a la per­ petuación. Serrano Poncela, El Pensamiento de Unamuno (México, Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, , p. 142 291 16 tico y de esquizofrenia mental. La Ozores no ha comen­ zado su carrera de ascesis, ni mucho menos llegado a la vida unitiva. No puede hablarnos, por tanto, de los goces del matrimonio espiritual. Percibimos, sin embargo, en su descripción, el desasimiento de si misma, de todo lo que le rodea, para entregarse al goce de su estado de quietud interior y exterior en que ella se siente anonadada y trans­ formada en idea pura y en simplicidad. En este trance, Ana siente horror al movimiento, a la variedad, a la vida,La continuidad vital del yo exis­ tencial es el martirio del "vivir muriendo" que retarda el goce de la vida de renacimiento y resurrección del nue­ vo yo esencial. El cuerpo estorba la regeneración espiri­ tual, a la vez que se mantiene como centro de sensaciones. Reyes no manifiesta esta etapa del proceso espiri- tualizador, pues su regeneración no va orientada hacia la vida unitiva con Bios, sino únicamente a la obtención de un alma distinta por medio de la metempsicosis. Sin embar-

TJos místicos, en especial Santa Teresa, nos hablan del dolor físico que produce el goce del contacto espiri­ tual. En Ana Ozores es evidente que se produce,esta mani­ festación concomitante de dolor y gozo. La razón puede es­ tar en un contacto espiritual, a la manera teresiaga, si esto es lo que siente,la Ozores, o en la explicación una- muniana, si trata únicamente de un trance producido por fuerzas biológicas y sicológicas. "La voluntad -dice Una­ muno- es una fuerza que se siente, esto es, que sufre. "7 que goza", añadirá alguien. Pero es que no cabe poder go­ zar sin poder sufrir, y la facultad del goce es la misma que la del dolor. El que no sufre tampoco goza, como no siente calor el que no siente frío." Ibid., IV, p.579 292 go, la presencia de su hijo le produce sensaciones y se­ guridades de haber logrado el proceso. Se cree ya un hom­ bre nuevo y como tal quiere reaccionar ante las circunstan­ cias: ¡Sofismas, sofismas!, le gritaba de repente el hombre nuevo, como él se decía. Voy a ser padre, y en la casa en que nazca mi hijo no pueden entrar queridas de su padre. Se acabaron las queridas.,., y, sobre todo, se acabo el dinero. Yo no gastare ya un cyarto en cosy que no le importa a mi hijo. Todo por el,todo por el. Y se acabo* No hay que darle vueltas- Esto es ser cruel. Esto es ser egoista, Bueno, Egoista por mi hijo. No me repugna. Por el, cualquier cosa, me agarro a lo absoluto. El deber de padre, el amor de padre, es para mi lo absoluto (p. 691). Nuevamente Reyes confunde el yo esencial con el exxs- tencial. Se cree un hombre nuevo por haberse reencarnado en su hijo. Pero las decisiones sobre el futuro no son las que puede hacer un nuevo yo esencial, sino tan solo las del antiguo yo existencial pegado a las circunstancias. En su vaguedad e indeterminación, Bonifacio no explica el proceso de regeneración: ¿Ha recibido él el alma de su hi­ jo o ha transmitido la suya al recién nacido? ¿Si la trans­ misión del alma o metempsicosis se produce -en su concepto- de padres a hijos, por qué es él el hombre nuevo, si ni su cuerpo ni su alma se han regenerado? Bonifacio no se preocupa por la lógica* El se siente renacido y eso es todo. Y como hombre nuevo planea una vi­ da nueva a su manera. El renacimiento espiritual de Bonis, lo comprendemos ahora, es sólo un cambio de comportamiento social ante las circunstancias. El esta insatisfecho con 29J su yo esencial y su yo existencial. Pero incapaz de deter­ minar y dar orientación definida a su yo esencial, se con­ tenta tan sólo con planear el cambio de actitud del yo existencial. El hombres nuevo de Reyes no es el hombre nuevo de San Pablo, ni es tampoco un yo distinto del original. Es ese mismo hombre viejo, pero resuelto a nuevas actitudes vitales. Asi es también lo que el Magistral don Fermín De Pas llama su "hombre nuevo": el mismo de siempre, sensual y vengativo que jamas llegó a espiritualizarse con el sa­ cerdocio: Cuandj Petra salió de la casa del Magistral, és­ te sintjo dentro de sí un hombre nuevo; el hombre que hería de fuerte por venganza, el criminal, de pasión, el asesino, sx, el asesino (pp.513- 514). En términos paulinos, el yo nuevo del Magistral es el hombre viejo de las concupiscencias que se debe aplas­ tar y destruir para levantar sobre sus escombros un hom­ bre nuevo en razón de la espiritualidad que ha conquista­ do. Bonifacio Reyes y el Magistral enfrentan tan sólo nuevas actitudes vitales, en armonía, a su entender, con las nuevas circunstancias. Pero su yo esencial no ha cam­ biado. Ha actualizado únicamente una mas de sus potencia­ lidades de hombre carnal, centrado sobre sí mismo y ajeno a toda regeneración espiritual. 294 Destrucción del Yo:

Al analizar los problemas de regeneración hemos vis­ to también su consecuencia: la destrucción del 70 origi­ nal. Sin embargo» mientras el personaje literario vive la intensidad de sus deseos de nueva vida» no se preocu­ pa por los problemas que surgen de la aniquilación o de­ saparición del yo. Estos brotan a la luz de su conciencia» únicamente ante la posibilidad» la inminencia o la reali­ dad de la muerte. Erente al problema de destrucción o desaparición del ser» los personajes literarios de Clarín mantienen una actitud de rechazo. La muerte, considerada como hecho físico que destru7 e al ser, es una realidad demasiado cruel e incomprensible. Significa la desaparición del 70

7 de su conciencia unitiva, 7 éste no puede aceptar su ani­ quilamiento. Ante la muerte, el 70 siente la contradic­ ción de esta realidad 7 reflexiona sobre los efectos do­ lorosos del fenómeno. Es Emma Reyes quien nos dice: Pero el morir era horroroso, no por el infierno, por el dolor de morir 7 la pena de acabarse. Si, de acabara^; sin pensar en la contradicción de su conciencia intima con el dogma del cielo 7 el infierno* Emma veía con toda seriedad» con intima convicción, con la conciencia de su propio espanto, el aniquilamiento doloroso en la tumba; 7 , poco ami­ ga de discernir» no s^ paraba a separar I9 racional de lo imaginado» 7 asi, algo también sentía la,muer­ te por las paletadas de cal, 7 por la tierra húmeda, y la caja cerrada, 7 el cementerio solo» 7 la eter­ nidad oscura (p.612 ;.

El 70 rechaza esta realidad por la intrínseca con- 295 tradición que encuentra en este hecho físico. ¿Como es posible que la muerte sea una situación límite de vida de la cual no se puede escapar? Nacer para morir no tie­ ne sentido. Entrar a la vida y ser, para luego desaparecer de ella y volver a la nada, es ilógico e insufrible. Sin embargo, es inevitable. La concepción unamuniana del sen­ tido trágico de la vida es percibida con repulsión y do­ lor. No es tanto la incertidumbre del mas alia lo que disturba al yo. Es la pena, el dolor y la repugnada de acabarse. La conciencia de ser no puede aceptar una con­ ciencia de no ser o, mejor, una no-conciencia. Una vez puesto a la vida, el yo quiere mantener su devenir a tra­ vés de todo límite existencial. Ante el pensamiento de la muerte, el yo se divide momentáneamente, a base de una precisión mental. r El yo imaginativo se queda en el presente, aún con existencia y contempla al yo original muerto. A la idea de desapa­ rición existencial se junta una serie de sensaciones que trata de concretizar la abstracción de la nada, resultado rigoroso de la muerte. Soledad, perdida total de contac­ to interior y exterior, olvido, son insistencias que ator­ mentan al yo imaginativo. Envolviéndolo todo, ahondando aún mas la sensación y la idea de la nada que surge de la muerte, esta el pensamiento insondable de la eternidad.

17 f fEn el capitulo cuarto dividimos al yo a base de precisiones mentales. Observamos un yo espiritual, un in­ telectual, uno moral y uno imaginativo. 296

Ana Ozores imagina y siente el proceso de aniqui­ lación: Andrajosos vestiglos (le amenazaban) con el contac­ to de sus llagas purulentas, la obligaban, entre car­ cajadas, a pasar una y cien veces por angosto agujero abierto en el suelo, donde su cuerpo no cabla sin dar­ le tormento. Entonces creía morir (p. 326), Ana Ozores siente la muerte como el martirio de una desintegración física. No es el yo el que quiere desapa­ recer. Son fuerzas exteriores, indeseables, repugnantes, las que le obligan a este proceso de desasimiento. Tanto en Ana como en Emma Reyes, la idea y la sensación de mo­ rir es un suplicio interior y exterior. El cuerpo no pue­ de resistir la tortura de su aniquilación y la conciencia se revela con dolor a transformarse en una no-conciencia. nEl dolor y la pena de desaparecer" son realidades existenciales que el yo no puede compartir. Ante la muer­ te, el yo permanece solo y único con su autenticidad. Ya no presenta ni nuevas problemáticas, ni posibilidades plurallsticas, ni cambios de identidad. El otro y su do­ ble desaparecen con el. El tiempo destrozará aun su mis­ mo recuerdo. Don Pompeyo Guimarán reflexiona sobre estas verda­ des, al abandonar en el cementerio el cadáver de su ami­ go Santos Barrinaga: Allí detrás quedaba el misero amigo, abandonado, pronto olvidado del mundo entero; estaba a flor de tierra separado de los demás vetustenses que habían sido por un muro que era tina deshonra; perdido como el esqueleto de un rocín, entre ortigas, escajos y lodo (p. 40A). 297 El yo de Barrinaga se junta a la serie de "los que habían sido". Desaparece aun su mera presencia corporal. Su yo interior y exterior, el físico y el espiritual se diluyen en esa realidad intangible, indeterminada, que lo devora todo: la nada de la esencia y de la existencia. Separado del yo esencial, del yo unitivo de conciencia, el cuerpo -ya cadáver- pierde su connotación y su parti­ cipación de yo. El ya no es Santos Barrinaga. Lo fue. Ahora se confunde con cualquier otro cuerpo exánime, con las cosas, con lo que está en el tiempo pero no es, pues ser significa ser en la existencia, participar de ella y hacer de ella parte intrínseca del yo. Paradójicamente, la muerte y destrucción del ser, que el yo la entiende como contradicción y como tal la rechaza, es a los ojos de los otros un devenir indispen­ sable y xina necesidad. Esta es la reacción del público ante la muerte de doña Berta: De qna manera o de otrq, aquella mujercita endeble no podía durar mucho; t e m a que descomponerse pron­ to. En pocos minutas se bqrro la huella de qquel do- lqr; se restableció el transito, desapareció el ca­ dáver, desapareció el tranvía, y elrsiniestrofpaso d§ la jalle al Juzgado y a los periódicos. Asi aca­ bo la ultima Rondaliego, doña Berta la de Posadorio Cpp- 754-755). El siniestro y la fatalidad de dejar de ser no tie­ ne más consecuencias que el dato periodístico, olvidado al día siguiente del evento. Esta es la vida y su rutina. Para quien observa desde lejos la muerte y desaparición del yo, este no es ni tan sólo un engranaje de la cadena 298

del devenir. Puede desaparecer. Debe desaparecer y todo sigue lo mismo. Todo desaparece en el mañana. La nada es la gran devoradora de las vidas y sus huellas un do­ lor que se borra en pocos instantes. Esencia y existen­ cia son la quimera de haber sido. El presente desapare­ ce en el recuerdo y en el olvido, en el pasado y en el futuro. Nos preguntamos como Unamuno, si todo no es más que vina memoria del pasado: "Se ha desvanecido el pre­ sente; todo se ha hecho pasado. Es decir, todo se ha hecho porvenir. No hay hoy, todo es ayer. Es que todo se ha hecho mañana".^® Regeneración y destrucción del ser son antítesis que se juntan por sus extremos: la regeneración implica la destrucción del yo original y esta abre paso hacia una nueva vida, que sólo la puede llegar a poseer el yo

esencial en un mundo distinto del que vivió y "fue11 su yo existencial. Pero esta vida ideal o espiritual y este yo esencial espiritualizado pertenecen al mundo de la fe. Algunos personajes de Clarín, como vimos en el capítulo tercero, presentan esta problemática como una posibili­ dad de mantenerse en la existencia. Pero el yo que ellos adivinan en ese mundo de ultratumba, no es el yo vital, de carne y hueso, con posibilidades pluralísticas y cam­ bios de identidad, objeto de nuestro estudio.

18Ibid., XT,p.455 CAPITULO VII

CONCLUSIONES

La lectura de la obra narrativa de Alas produce la evidencia de que la principal intención de Clarín es el estudio de la sociedad de su tiempo y dentro de esta el análisis profundo del hombre que la conforma. Este hom­ bre es un yo físico, social y mortal, pero al mismo tiem­ po de grandes aspiraciones espirituales, deseoso de tras­ cender los límites impuestos por su condición de ser con­ tingente. Es el hombre de la concepción escolástica de la filosofía que, paradójicamente, trata de dar cabida den­ tro de su marco corporal-espiritual, a los pronunciamien­ tos deterministas del positivismo y a los intuicionismos del idealismo. Y ya que la intención de sintetizar el pen­ samiento de la época que anima a Clarín, conduce a este a resolver sus ideas en una complicada estructura vital y humana, Alas presenta en sus personajes literarios una problemática compleja, donde lo físico y lo espiritual dis­ putan el dominio del yo. Clarín anuncia la presencia y problemática de sus personajes literarios a partir de la doble base escolásti­ ca que distingue realmente al Ser Absoluto del contingente y lo espiritual de lo material. Mientras la idea de con-

299 300 tingencia enfrenta al yo con una situación existencial que puede resolverse en la nada, el principio de mate­ rialidad y espiritualidad despierta en el yo una auto- conciencia de división que distingue entre el yo exte­ rior corporal y el yo interno» centro de unidad de con­ ciencia y testimonio vital que lucha por mantener al yo fuera de la nada* Esta lucha entre dejar de ser y mante­ nerse en la existencia provoca en el yo el problema meta- físico de su finalidad como ser: ¿Es posible su existen­ cia sin una razón vitel que justifique su presencia? El yo no encuentra la respuesta dentro de sí mismo, pues en las deducciones que él hace de su esencia y existencia halla que las dos están rodeadas por límites de desapa­ rición: por la nada de origen y la nada del devenir* Ne­ cesariamente, el yo pasa a la concepción del otro, pri­ mero dentro del ámbito de sus experiencias humanas, pa­ ra sólo hallar en ellas un reflejo de sí mismo que agu­ diza problemas de individualidad; puego en un plano atemporal, donde encuentra al ente, causa y finalidad de toda contingencia* Es el mismo principio ontológico que distingue en­ tre materia y espíritu, y que sumado al principio es­ colástico del uno y el múltiple atestigua en el yo una pluralidad de elementos, el que sirve de base a las ma­ nifestaciones tricotómicas y dicotómicas del yo* Este combina sus posibilidades pluralísticas buscando siempre soluciones al complejo mundo de sus sensaciones y percep- 301 clones. La autoconciencia del yo que le asegura la pose­ sión de un núcleo de unidad esencial que no desaparece ni en el espacio ni en el tiempo, pero que a la vez reve­ la al yo su dependencia del devenir -ya que el yo del pasado no es el del presente, ni éste es el del futuro- crea en el yo la conciencia de contradicción vital entre lo que es y lo que quiere llegar a ser. Este deseo exis­ tencial incita los cambios de identidad del yo, en los que su objetivo es transformarse en algo mejor de lo que es o llegar a ser algo mas bajo. Al deseo de llegar a ser otro se opone la realidad de lo que el yo ha llegado a ser de hecho. La insatisfacción de su realidad presen­ te le conduce a buscar la solución en un rehacer el ca­ mino existencial a partir de su niñez. Quiere regenerar­ se para encontrar los yos que hubiera sido, en otras cir­ cunstancias, en otro tiempo. Pero este volver a rehacer la vida es ilusorio y utópico. Ante la imposibilidad de regeneración física surge la idea de regeneración espiritual. Pero para llegar a ésta, el yo debe salir de sí mismo, morir, y como ente espiritual dirigirse hacia el Otro que él comprende ser causa y finalidad de su contingencia. Las posibilidades pluralísticas del yo, sus cambios de identidad y sus problemas de regeneración y destruc­ ción no son mas que manifestaciones espirituales o físi­ 302

cas que quieren resolver el conflicto de estas dos ten­ dencias. Clarín trata de solucionar, al mismo tiempo, di­ versos problemas pero desde diferentes ángulos. Lo único común es el centro de unidad de conciencia que defiende al yo de la desaparición en la nada. Aspectos tales co­ mo el yo físico, el yo moral, el otro, dicotomías del yo, regeneración, etc., aunque son temáticamente limita­ dos, sirven de enlace a problemas generales como el del uno y el múltiple, el del ser y la nada, la realidad y la apariencia, la temporalidad y eternidad, humanismo y cristianismo. Por su experiencia interior, es claro para Clarín que el yo personal no se resuelve en un simple mecanis­ mo físico o corporal. En el fondo de su conciencia, él encuentra un intenso deseo de identificarse con lo espi­ ritual y una aspiración vehemente de inmortalidad que se opone a las contradicciones de la anilación que amenaza al ser contingente. Para Alas, el yo, a través de su unidad de concien­ cia, traspasa el mundo de los fenómenos físicos en bus­ ca de una realidad espiritual que le satisfaga íntegra­ mente. Es su misma conciencia individual la que gara- tiza al yo su autenticidad y personalidad, su consisten­ cia, su permanencia. Las pretensiones del determinismo po­ sitivista de resolver al hombre en una experiencia de la­ boratorio o los anhelos del idealismo de disorverlo en un mero conocimiento de sí mismo, aparecen ante la unidad 503

interior del yo como soluciones simplistas a su tendencia de plenitud de vida. La existencia, como el yo la percibe en su interior, es algo más que una mera participación en realidades exteriores e interiores. La vida es un conti­ nuo devenir. En este "llegar a ser" imperativo, el yo en­ cuentra las respuestas a sus aspiraciones de regeneración e inmortalidad. La personalidad llega a ser instrumento del espíritu. Los mecanismos de la personalidad y las circunstancias que lo rodean determinan el ser del devenir y anuncian la paradoja existencial del yo que quiere ser lo que es, al mismo tiempo que continua en un constante asimilar de los yos del futuro. El interés de Clarín en demostrar la compleja estruc­ tura del yo y contestar a los conflictos vitales y espiri­ tuales planteados por la filosofía tradicional, el positi­ vismo y el idealismo, se acentúan por el convencimiento de la fragmentación y de las posibilidades pluralísticas de su propio yo. La incapacidad metafísica y existencial de su yo ante la nada, acueiada por los deseos interiores de supervivencia, conducen a Alas a afirmar lo espiritual como valor supremo y a buscar en Dios el apoyo a sus de­ seos de retorno a lo eterno. Como en Unamuno, la búsque­ da de Dios surge del fracaso sicológico y moral del yo, pero a diferencia de éste, los anhelos de espiritualiza­ ción no se manifiestan como necesidad emocional que se hace presente a pesar de su falta de fe, sino por el con­ 304 trario, como consecuencia de un brote incipiente de nueva fe que busca y alcanza las promesas de la antigua creen­ cia. Si Unamuno no está interesado en Dios, sino en cuan­ to Este inmortaliza al hombre, Clarín, por el contrario, busca al Dios, objeto de fe de sus años de niñez y ado­ lescencia y en El espera la inmortalidad de su yo. El yo, a través de un oscuro y laborioso recorrido, por los caminos de sus plurallsticas posibilidades, com­ pleta su circulo existencial, desde la nada de su origen hasta el encuentro con Dios, principio de su contingen­ cia. BIBLIOGRAFIA I.- TEXTOS DE LEOPOLDO ALAS,"CLARIN"

I A.- Volúmenes y Folletos de Crítica

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Mezclilla. Madrid: Fernando Fe, 1889. Rafael Calvo y el Teatro Español (Folleto Literario VI). Madrid: Fernando Fe,189o. Museum. (Folleto Literario VII), Madrid: Fernando Fe, IS90* Un Discurso. (Folleto Literario VIII). Madrid: Fernando Pe, I59T. Ensayos y Revistas. (1888-1892). Madrid: Manuel Fernández y I'aíanta,l'593 Palique. Madrid: Victoriano Suárez,1893 Siglo Pasado.Madrid: Antonio R. López,1901 305 306

Galdós, Madrid: Renacimiento* 1912, IB.- Novelas y Cuentos

La Regenta. Madrid: Fernando Fe, 1900. 2 vols. Su Unico Hi.io. Madrid: Renacimiento, 1913* El Señor y los demás son cuentos. Madrid: Manuel Fernan- dez y Lasanta*lé86. Cuentos Morales. Madrid: La España Editor i al, 189®. IAdiós. "Cordera"I y otros cuentos. Buenos Aires, México: Espasa-valpe, 19A4.------Obras Selectas.Madrid: Biblioteca Nueva,194-7* Esta colección incluye las siguientes novelas, cuentos y trabajos de crítica: Novelas: La Regenta y Su Unico Hijo # Cuentos: í)oña Berta, Cuervo, Superchería, lAdiós,Cor- dera!, Pipá, "Amor'e furbo", Avecilla, El hombre de los estrenos, Las dos Cajas, Zurita, Doctor sutj.lis, La mosca sabia, El doctor Fetinax, De la Comisión, Doctor Angelicus, La Perfecta Casada, Medalla...de pe­ rro chico, Un candidato, "El Rana", Un repatriado, Doble vía, El viejo y la niña, El sombrero del cura, El Señor, Borona. Solos y Paliques. (Critica): Tamayo, Cavilaciones, "El nudo Gordiano", "Mar sin orillas", "La Familia de León Roch", "El^Nino de le! Bola", "El Buey Suelto", "J^arianela", Prologo, Justicia d§ enero (6 enero 1893)» Satura, Bizantinismo, La educación dgl rey, La gole­ ta nacional, Palique del paliqye,Colon y compañía, Ramos Carrion, Vital Aza, Fabie, académico, Camus, Lecturas:/'La Terre", "Nybes de estío", Otro académi­ co, La critica y la poesía en^España, "Realidad", Un libro de Ta^oada, Los grafómanos, Carja a un so­ brino, disuadiéndole de tomar la profesión de criti­ co, Valera, "Las Revoluciones", "Sotileza", "El cis­ ne de Vilamorta", Mariano Cavia, Madrileña, "Numa Roumestan". Ensayos Literarios: Mis plagios, Un viaje a Madrid, Cánovas, transeúnte. 30?

II.- ARTICULOS Y ESTUDIOS SOBRE ALAS

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