LA FANTASÍA HEROICA Y EL RENACER DEL HÉROE Dedicado a Los Jóvenes Kairos
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LA FANTASÍA HEROICA Y EL RENACER DEL HÉROE Dedicado a los jóvenes kairos José Rubio Sánchez & José1 Miguel Cuesta Puertes PARTE I LA FANTASÍA HEROICA De todo lo que se ha escrito, lo único que me gusta es lo que uno ha escrito con su propia sangre. Escribe con sangre y sabrás que la sangre es Espíritu. F. Nietzsche PROEMIO Ante nosotros está el libro. Buscamos el índice y elegimos un relato. Encendemos la lámpara cercana al sillón y apagamos la luz principal; nos sentamos y comenzamos la lectura. No hay prisa, leemos el título y, entonces, la realidad se difumina y cambia… todo es distinto, somos Cormac Mac Art… nos adentramos en lo desconocido… y vuelven a sonar en nuestras mentes los cantos de guerra, el golpe chispeante de las espadas y el entrechocar de los vasos de vino rojo como sangre, mientras una risa fuerte, viril y noble resuena en nuestro interior asomándose a nuestros labios, primero tímidamente y luego con fuerza… La escena cambia, estamos en la borda de un barco y el mar nos golpea en la cara; delante, un océano se nos ofrece misterioso con un Destino en el horizonte… La nieve nos hiela el alma mientras atravesamos las montañas nimbadas buscando una gruta para guarecernos; lejos se escucha el aullar aterrador de los lobos… La sangre y la carnicería nos lava el cuerpo enfebrecido en el clamor de la batalla mientras invocamos a todos los dioses, no para que nos ayuden, sino para que nos vean vencer o morir con heroísmo… somos siempre nosotros… o fuimos… Reminiscencias. Ocurre algo especial cuando nos sumergimos en un relato de Fantasía Heroica. Aparte del sentimiento agradable de evasión y misterio, hay como un despertar del Alma, del dios Interior, del Daimón dormido, como un salto espacio-temporal a una época más viril y heroica, donde el hombre no estaba limitado por la moral de una religión que le obliga a «someterse» a un Dios, y una sociedad que le debilita en la adicción al aburguesamiento y al consumismo. No, en ese retroceder a otras épocas hay un contacto mágico que abre las frías losas depositadas sobre las tumbas de los viejos héroes… Y vuelve el corazón a palpitar con fuerza anheloso de nuevas aventuras, y nuestros ojos, apagados tras siglos de espera, como durmientes, a semejanza de Arturo, el Rey del Mundo, despiertan con un brillo fulgurante, acerado. ¡Oímos el graznido del cuervo! Los estandartes del Dragón son desempolvados, las espadas despiden destellos saludando al Sol, el Soma del Grial corre por nuestras venas. ¡Somos Inmortales!… 2 3 Al leer estas historias de «capa y espada», en nuestro interior se remueven recuerdos y se levanta el polvo depositado durante milenios sobre las ruinas de nuestras almas. No es una simple evasión, es como un puente, tal vez el mítico Bifröst, el puente del Arco Iris, que nos muestra el camino de regreso a Asgard. LA FANTASÍA HEROICA Hay quien dice que en este siglo tan tecnificado, tan materialista, ya no tienen sentido los cuentos de Hadas, lo mágico y numinoso; que el hombre ya no necesita explicaciones «simplistas» a los misterios que va «explicando» la Ciencia y, sin embargo, las constantes míticas se mantienen. La Magia no ha desaparecido, al contrario, contra todo pronóstico, se ha potenciado, y hoy, tal vez más que en otras épocas de la Historia, hay una necesidad de misterio, de magia, de acción… Tanto el cine como la literatura nos muestran un despertar de algo ya latente en el ser humano, que la ciencia no sólo no puede acallar, sino que lo despierta aún más. Cada vez es más amplio el grupo de gente atraída hacia las películas, novelas o cómics de misterio, acción o terror. Estamos inmersos en un fenómeno de vuelta a lo Mágico. Existe una necesidad, especialmente en los jóvenes, de vivir aventuras, de notar que el pulso se altera, la emoción de lo desconocido, vencer, demostrar su valor o sus capacidades. Y eso se encuentra en los relatos de ficción, que podemos dividir de forma provisional en: ficción científica, historias de terror y misterio, de aventuras y las llamadas de Fantasía Heroica. La primera afirma la gran capacidad de la ciencia para transformar las cosas. Precursores de este género son: Mary W. Shelley, con Frankestein en 1818; Julio Verne, Herbert G. Wells y W. Olaf Stapledon, los que sientan las bases de una imaginería que es el antecedente estético de la ficción científica contemporánea. La base fundamental es la visualización de mundos posibles, ofreciendo un panorama caótico en el que pueden encontrarse hábitats regidos por las más extrañas leyes físicas, biológicas e incluso morales; ingeniosos diseños urbanísticos y modos de cultivo, y muchas y muy sugerentes especulaciones sobre las posibilidades de relación individual y social entre los seres humanos y otras diversas e indescriptibles especies, así como objetos de infinitas formas y posibilidades de uso. Hay tópicos que se repiten: continua premonición de una catástrofe final o el recuerdo brumoso de ella, 4 5 las ciudades como cárceles gigantescas, las máquinas inteligentes que alcanzan progresivo protagonismo, la colonización del espacio como única esperanza en una renovación del mito de la Tierra Prometida, la máquina del tiempo cuyo precursor fue también Wells, los universos paralelos, etc. Revista mítica en este género fue Amazing Stories, editada por Hugo Gernsback, inventor del término science-fiction en 1926. Sin embargo, este género de ficción está alcanzando un punto de saturación, pese a sus excelentes autores, pues al haber fracasado todas las grandes utopías del siglo, el gusto del lector mayoritario se inclina cada vez más por el género de terror y, sobre todo, por los mundos epigonales de la Fantasía Heroica, aunque en nuestros días (2013), los géneros se entremezclan con algún que otro buen resultado. Estos géneros son divulgados sobre todo por el cine y el llamado noveno arte: los cómics. Destacados guionistas y directores mezclan, con elementos de ciencia-ficción, otros extraídos de la Mitología, del Ocultismo, o de la Parapsicología. La Fantasía Heroica, el género que nos ocupa, tiene sus antecedentes en los cuentos de Hadas, de Fantasmas, en las sagas heroicas de todos los pueblos, en las historias de Odiseo, de Rustam, de Sigurd y de Cuchulamn. Entra dentro de las utopías literarias en cuanto a creaciones de mundos imaginarios, escape de la realidad vigente y aceptada, que no de la Realidad con mayúsculas. Y también encarna, tal vez subconscientemente, realidades simbólicas, mitos, arquetipos, que están en el Inconsciente Colectivo de la Humanidad. Según L. Sprague de Camp, este tipo de literatura, a veces muy criticada y menospreciada, resurge en Europa a través de tres canales: «la narrativa de fantasía oriental, que apareció por primera vez al publicarse la traducción al francés de Las Mil y una Noches hecha por Galland; la novela gótica, traída de Alemania a Inglaterra por Horace Walpole, con su Castillo de Otranto (1764), y los cuentos de hadas para niños, basados originalmente en leyendas de campesinos escritas y popularizadas por Andersen y por los hermanos Grimm». En 1814 Walter Scott lanzó la moderna novela histórica con Waverley, dando origen a una ola de romanticismo medieval en Inglaterra, que llega hasta hoy, donde esta de moda, precisamente, la Novela Histórica. Se atribuye al inglés William Morris la creación de la moderna Fantasía Heroica entre 1880 y 1990, seguido por Lord Dunsay, quien la adaptó al género de los cuentos cortos a comienzos del siglo XX, mientras que Eric R. Edison escribió sus novelas acerca de Zimiamvi dentro del mismo género. En USA se lanzó la Fantasía Heroica (tal como la entendemos hoy en día) y las novelas de «capa y espada» con la aparición de revistas como Weird Tales en 1923, o Unknown Worlds en 1939. Allí escribió Clark Asthon Smith sus macabros cuentos relativos a Hiperbórea, Henry Kuttner su saga sobre la Atlántida; L. 6 7 Ron Hubbard, Frittz Leiber, etc. Pero entre 1943 y 1945 este género casi desapareció, sustituido por las novelas sentimentales, psicológicas o de anti-héroes, en las que el personaje es siempre «un hombrecillo patético al que nada le sale bien» donde se da preponderancia al sexo y a la política. Más tarde, a partir del éxito asombroso de El Señor de los Anillos de J.R. Tolkien en los años cincuenta, nuevamente ha ido resurgiendo este tipo de literatura, que busca sobre todo entretener, hacer viajar la imaginación a épocas pasadas, futuras o de universos paralelos, y donde de alguna manera el propio lector es el héroe. Cautivan profundamente porque conectan a los jóvenes con el Arquetipo de su propia identidad, de sus propias ansias de rebeldía, de aventura, de triunfos y gloria, y ofrece además un toque de magia y misterio que contrasta con la fría realidad cotidiana. Hoy los autores y escritos son tan abundantes, que no nos es posible dedicarles comentario alguno aquí. Es como si se hubiese abierto una brecha en el tiempo y estos literatos, unos más inspirados que otros, trajesen a nuestro mundo las leyendas de épocas de las que la ciencia histórica no tiene noticias, ni escritos… o los oculta… o no sabe verlos, diseminados y polvorientos en los almacenes o en las vitrinas de los museos y las bibliotecas. El máximo exponente y precursor de este género, al menos para nosotros, fue Robert Edwin Howard, quien escribió por los años de la depresión norteamericana, centrada en 1929 y leída a partir de los años setenta –en medio de esa otra gran depresión espiritual e incluso material de la que no logramos salir–, y creó personajes llenos de fuerza y carisma, que se hacen a sí mismos, exaltando al individuo frente a la masa y dando gran importancia a la acción.