Leyes DE LA Guerra
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BOWMAN GRAY COLLECTION RELATING TO WORLD WARS I and II PRESENTED TO THE UNIVERSITY OF NORTH CAROLINA LIBRARY BY BOWMAN GRAY CLASS OF 1929 355.04 C215L % )9 Leyes DE LA Guerra CONFERENCIAS PRONUNCIADAS DURANTE EL CURSO DE 1919 A 1922 POR ----- EMILIO CANCIO-BELLO Y ARANGO CAPITAN DE INFANTERIA, AYUDANTE DE CAMPO DEL SECRETARIO DE GUERRA Y MARINA; PROFESOR DE LEY PENAL Y PROCEDIMIENTO MILITAR Y LEYES DE LA GUERRA EN LA ESCUELA DE CADETES DE LA REPUBLICA. CON UNA CARTA-PROLOGO DEL DR. ANTONIO SANCHEZ DE BUSTAMANTE CATEDRATICO DE DERECHO INTERNACIONAL EN LA UNIVERSIDAD DE LA HABANA; DELEGADO DE CUBA A LAS CONFERENCIAS DE LA HAYA EN 1907; Y LAS DE LA PAZ EN VERSALLES EN 1919; JUEZ DEL TRIBUNAL PERMANENTE DE JUSTICIA INTERNACIONAL; ETC. HABANA Imprenta y Papelería de Rambla, Bouza y Ca. Pí y Margall, Núms. 33 y 35 1922. Digitized by the Internet Archive in 2015 https://archive.org/details/leyesdelaguerracOOcanc A LOS Señores Cadetes. A Uds. Señores Cadetes, mis estimados discípulos, que han de ser Oficiales de miestra República y en todo tiempo, los encargados de mantener los sentimientos de honor y de humanidad, de que dieron magníficos ejem- plos, los que durante más de media centuria de homéricas luchas, amasaron con sus huesos y su sangre los cimientos de nuestra nacionalidad; dedico estas modestas confe- rencias, que sólo tienen por único propósito, el de contri- buir a que puedan Uds. dar días de gloria a la Patria y sean dignos del respeto y de la consideración a que tienen derecho los que visten honrosa y nol3lemente el uniforme militar. El Autor. Oi 906055 ANTONIO S. DE BUSTAMANTE CABLE Y TELEGRAFO: "BUSTAMANTE". AGUACATE, 128. Ilaljana, Febrero 19 de 1922. Capitán Dr. Emilio GancioBello Presente. Mi distinguido amigo y compañero : Lamento muchísimo que me haya falta(h) ol tiempo necesa- rio i)ara leer íntegras sus liermosas conferencias so})re el de- recho de Guerra a los Cadetes de nuestra Escuela Militar. Si usted l¡as hubiera dirig-ido como Pj'ot'csor a un j^rupo de doctores en Derecho o de estudiantes idlimo Curso de esa Facultad, liabría tenido ocasión de liacer üala do la eru- dición y de la ]:»rofundidad de pensamiento (|U(' sin duda le sobnan pero lo que llama la atención, sobre todo en la lec- ; tura rápida y parcial que acabo de hacer, es el arte pedagó- gico con que ha sabido usted amoldar sus enseñanzas lal au- ditorio, muy preparado para cuestiones njilitareSj pero natu- ralmente un poco nuevo eTi la apreciación de problemas ju- rídicos . Sean cuales fueren nuestras diferencias de criterio eai más de una afirmación importante, y ésta no es la ocasión de })untualiz3 irlas, creo (pie presta usted un servicio iiniegable a Cuba fijando definitivamente en un libro para los oyentes esta enseñanza oral y demostrando f|ue nos preocupa en todas las esferas cuanto tiene de /alto, de noble, liasta de generoso el aspecto legal de la guerra. El Derecho obedece, como todos los productos humanos, a la Ley invencible del progreso, y su difusión y propaganda 6 han de ser para nosotros de extoordínario beneficio. Ann- qne seamos todavía una Nación pequeña, nuestro porvenir es necesariamente grande y para que crezcamos a la vez nrate- rial y moralmente es necesario que nos familiaricemos con las griandes ideas de Justicia y Humanidad en la guerra, de que usted es un adepto seguro y un propagandista conA^encido. Le felicito de antemano por el éxito científico y prácti- co de su obra, que enriquecerá nuestra modesta bibliografía y me repito de usted como siempre, sincero amigo y com- pañero, Antonio S. de Bustamante. — — LEYES DE LA GUERRA I. El Derecho internacional.—Grocio y sus pre- cursores.—¿Qué es la guerra?—Opiniones de al- gunos comentaristas.—Las Leyes de la Guerra. Una página de Martens. Señores Cadetes: Cuando hace lalgunos meses el Director de esta Escuela, Coronel Armando Montes, me comunicó sus deseos de que fuese yo quien, en el presente curso; os explicase las Leyes de la Guerra, sentí una alegría tan honda, tan intensa, tan íntima_, que no pensé entonces en lo larduo de la labor a mí encomendada ni en mi natural incompetencia, que se acre- cienta en momentos en que, como ahora, recuerdo que en el pasado año estuvo esta asignatura a ciargo de un profesor tan meritísimto como el Teniente-coronel Auditor Serafín Espinosa, quien esta vez se ha visto imposibilitado de continuar la expli- cación de Ua misma, en atención al enorme trabajo que le abru- ma en la Auditoría General del Ejército con gran sentimiento seguramente para vosotros que os veis privados, por esta causa, del placer de escuchar disertaciones tan brillantes y eruditas como él sabe hacerlas. De aquí que si ha pocos meses experi- mentara satisfacción inefable —por las circunstancilas que os diré en seguid/a , ahora me encuentre perplejo ante la pers- pectiva de un fracaso. Era. y es mi regocijo de orden sentimental al ser yo, el último de todos, quien os explique lo estatuido sobre el sis- tema de lucha, en estos instantes de desconcierto, de incerti- dumbre y de guerras fraticidas en que se halla sumida una gran parte de la humanidad, culal si la horrenda hecatombe que finó hace poco hubiera despertado en los hombres sus na- turales instintos de extinción y de barbarie; en estos momen- 8 tos en que la política de las naciones piarecen tomar nn rnmbo nuevo; en estos momentos en que un mal entendido socialismo, consecuencia lógica de un pasado de expoliación y de luto, tra- ta de arraigarse en lalguncs pueblos ; en que vetustas monar- quías conviértense en repúblicas qué repúblicas ! en — ¡ y — y que surgen casi a diario nuevas nacionalidades; en estos mo- mentos en que las pasiones humíanas, como diría Letorneau, se despeñan por un abismo de ambición y de estulticia; en estos mom<entos en que a mí se me antoja que es cuando se hace más necesario, más congruente el que conozcáis esta asignatura, taca- so porque aún conservo palpitante en mi retina, como resul- tante de copiosas lecturas y grabados, la visión de la tragedia que pasó; acaso porque vea incierto el porvenir; acaso porque siendo, como seréis, los oficiales del mañana, la Patria requiere que sepáis bien vuestros deberes durante una contienda, ya que sabiéndoos hombres de honor só^o por ignorancia podríais realizar hechos vituperables que cubriesen ante el mundo vues- tro uniforme de baldón. Por ignortancia nunca, que el uni- forme que lleváis, símbolo de sacrificios y heroísmos, debe ser en todo tiempo resguardo de Honor y de Hidalguía: que nunca, por cruenta que la lucha sea, sirva de impunidad a la traición y al crimen . ¿ Comprendéis lahora el por qué de la dualidad de mi contento ? No hallaréis, pues, en mí, ni galanuras de lenguaje ni el caudal de una erudición pasmosa : quede ello para el dis- curso académico pictórico de solemnidlad y de sapiencia que busca lauros y frases ditirámbicas . Fiel a mi propósito tra- taré, por el método más sencillo, de daros a conocer el siste- ma de lucha de los ejércitos antiguos, medios y modernos y demás conceptos importantes de esta asignatura, mediante una serie de conferencias al respecto. Entre nosotros las Leyes de la Guerra figuraron siempre, desde la creación del Ejército Nacional en 1908 hasta fines de 1914. comJo lapéndice del Reglamento de campaña, quedan- do sólo a voluntad y al natural interés de cada oficial el es- tudio de esta importantísima materia; pero a poco de crearse, en ese ^año, la Dirección General de la Academia Militar de la República, incluyendo en ésta la Escuela de Cadetes y la de Aplicación de Caballería, y precederse a la reorganización de ellas por el General Manuel Sanguily, entonces Director, comprendiendo el ilustre caudillo la noble finalidad de las Leyes de la Guerra, hizo que las mismas figurasen como asig- 9 natura en el nuevo plan de estudios de esta Escuela. Es pues ,al General Sang:iiily^ ese grande de la Cultura y de la Raza, a quien la República debe este paso de avance. Fué el General Sanguily quien con el oro finísimo de su gran ta- lento despertó en nosotros el deseo y evidenció la necesidad de estos estudios, lo que no puede en verdad sorprendernos si recordamos que fué el General Sanguily uno de Tos miem- bros de l(a Comisión que envió Cuba a las Conferencias de La Haya, en 1907. Y fué el General Sanguily, en fin, quien con benevolencia que nunca agradeceré bastante ecrhó sobre mis débiles hombros, honrándome, la penosa, pero halagadorla carga de que fuera yo el que explicara en esta Escuela la re- ferida asignlatura. Yo míe complazco en consignar estos he- chos a trueque de herir la modestia del General Sanguily; pero un deber de justicia me impele a ello y siento un gran regocijo al rendir así un homenaje a ese hombre grande en- tre los gnandes por quien sentí siempre una intensa venera- ción y un imborrable cariño. Las Leyes de la Guerra no encierran, como por algunos se ha dicho, una frase^ pues si bien es cierto que dichas Leyes difieie]! fundaniontalmente de las que ha poco hube de ex- plioa.rí s (]),*por carecer de sanción penal y de tribunales en- cargado^ de imponer el correspondiente castigo a sus culpa- bles infractores; en una palabra, si no son leyes de carácter coercitivo, no es menos cierto que no dejan de tener sanción y muy gilive y tribunales que condenen en el orden moral, pues que el militar que sus preceptos, inflinge recibe comí casti go los naturales remordimientos de su alma_, ya que como tri- bunal tiene a su propia conciencia; y los Estados que auto- rizan o consienten qre por sus ejércitos sea violiado el cum- plimiento de esas Leyes, tienen como pena la reprobación de los pueblos civilizados y el fallo condenatorio e inapelable de la Historia".