La Experiencia De Los Presos Políticos En Argentina, 1955-1972
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Vol. 6, No. 3, Spring 2009, 137-165 www.ncsu.edu/project/acontracorriente Escuelas de militancia: la experiencia de los presos políticos en Argentina, 1955-1972 César Seveso University of Houston Este ensayo analiza los aspectos judiciales y políticos que marcaron la experiencia carcelaria desde la autodenominada Revolución Libertadora (1955) hasta el regreso de Juan Perón a la Argentina (1972), prestando especial atención a la acción legislativa que el Estado emprendió para detener el crecimiento de la oposición política. Tal como ha sido señalado en varias oportunidades, la experiencia de los prisioneros políticos, aunque marcó gran parte de la historia del siglo XX, sólo ha sido superficialmente explorada en la historiografía reciente.1 No existe una explicación sencilla Por sus comentarios y sugerencias a versiones anteriores de este artículo, me gustaría agradecer a: Santiago Garaño, Jeffrey Gould, Greg Dawes, Peter Guardino, Daniel James, Padraic Kenney, Silvina Merenson, al lector(a) anónimo(a) y, especialmente, a Natalia Milanesio. Agradezco también el apoyo de Andrew W. Mellon Foundation/American Council of Learned Societies Early Career Fellowship Program, Dissertation Completion Fellowship. 1 Véase, entre otros trabajos, Antonius C. G. M. Robben, Political Violence and Trauma in Argentina (Philadelphia: University of Pennsylvania Press, 2005), pp. 236-258; Santiago Garaño y Werner Pertot, Detenidos-aparecidos: Presas y Seveso 138 para dar cuenta del por qué de esta omisión, pero tal vez una de las razones principales resida en el denso entramado de relaciones de poder que se fueron forjando a partir del gobierno de Raúl Alfonsín entre las víctimas, los familiares de los desaparecidos, los gobiernos nacionales, el sistema judicial y los organismos de derechos humanos, y de cómo todos ellos articularon cuestiones legales y morales en la penalización de la violación sistemática de los derechos humanos durante la última dictadura. La figura del desaparecido y el centro clandestino de detención se convirtieron en los paradigmas más fuertes de la guerra sucia. Las atrocidades cometidas en los cientos de centros clandestinos de detención ocuparon un lugar central, marginalizando un conjunto de experiencias, incluyendo la detención legal en las cárceles de la dictadura, que se percibían como menos trágicas, o cuya denuncia era tal vez menos urgente.2 Particularmente desde inicios de los 2000, los ex presos políticos han reclamado su lugar en la historia, favorecidos por un contexto social y político que con renovado esfuerzo busca castigar a los represores de la última dictadura.3 Este ensayo no sólo ofrece un análisis del denso presos políticos desde Trelew a la dictadura (Buenos Aires: Editorial Biblos, 2007); Ana Guglielmucci, “Visibilidad e invisibilidad de la prisión política en Argentina: La ‘cárcel vidriera’ de Villa Devoto (1974-1983)”, A Contracorriente, Vol. 4, No. 3 (Primavera 2007): 86-136; Fernando Reati, “Trauma, duelo y derrota en las novelas de ex presos de la guerra sucia argentina”, Chasqui, Vol. 33, No. 1, (Mayo 2004): 106-127; Julie Taylor, “Desdemona’s Lament”, The Drama Review, Vol. 45, No. 4 (Invierno 2001): 106-124. 2 Carlos Zamorano llegó a una conclusión similar al final de la década de 1980. Ver su prólogo a Estela Vallejos, Por amor a la libertad (Buenos Aires: Dialéctica, 1987), 7. De todos modos, esto no implica desconocer un conjunto de trabajos producidos por ex presos durante la década de 1980, como, por ejemplo, Elvio Avila, Crónicas de un viaje al país de la revancha: Los que no desaparecieron (Buenos Aires: Peña Lillo, 1983); Carlos Zamorano, Prisionero político: Testimonio sobre las cárceles políticas argentinas (Buenos Aires: Ediciones Estudio, 1984); José Luis Bondone, Con mis hijos en las cárceles del Proceso (Buenos Aires: Editorial Anteo, 1985); Ulises Gorini y Oscar Castelnovo, Lilí, presa política: Reportaje desde la cárcel (Buenos Aires: Antarca, 1986); Carlos Samojedny, Psicología y dialéctica del represor y el reprimido (Experiencias de la unidad carcelara 6-Rawson) (Buenos Aires: Roblanco, 1986); Alejandro Ferreyra, La gaviota blindada: Estamos bien gracias a los compañeros. (Córdoba: Editorial Asociación Civil “El Charco”, 1988). Aquí sólo he incluido los relatos centrados en la experiencia de los presos “legalizados,” es decir, aquéllos cuya detención había sido oficializada por las autoridades. 3 Ejemplos de la nueva generación de trabajos testimoniales son: Del otro lado de la mirilla: Olvidos y memorias de ex presos políticos de Coronda, 1974- 1979 (Santa Fe: Asociación Civil El Periscopio, 2003); Jorge Giles, Allí va la vida: La masacre de Margarita Belén (Buenos Aires: Colihue, 2003); Daniel Esteban Escuelas de militancia 139 entramado legal y político que desembocó en la última dictadura, sino también reconstruye una experiencia histórica casi totalmente olvidada, y sin la cual resulta imposible entender el rol preponderante que hoy ocupan los ex presos políticos en la lucha por los derechos humanos. La secta del gatillo y la picana: El estado antiperonista Vinieron unos marinos muy bonitos y peinados, le llevaron el marido le trajeron un finado. Margarita Castellanos Cabanillas, La Antipatria, yo…y el viejo Vizcacha Luego del derrocamiento de Juan D. Perón en Setiembre de 1955 cientos de militantes peronistas descubrieron un aparato represivo de vastas proporciones y objetivos bien definidos. A través de la persecución y la tortura, policías, soldados y comandos civiles materializaron, a través de una pedagogía autoritaria, el significado último del antiperonismo. La Junta de Recuperación tomó control de todas las posesiones, propiedades y cuentas bancarias de los funcionarios y sindicalistas peronistas, tratando así de probar la comisión de numerosos hechos de corrupción. El aparato judicial fue reemplazado por casi cien comisiones investigadoras, integradas por personal civil y militar antiperonista, abocadas a la fabricación de acusaciones criminales. El objetivo era montar, dentro de esa pedagogía política autoritaria y gracias a la ferviente colaboración de radios y revistas, un espectáculo nacional de justicia en contra de la supuesta corrupción peronista—una corrupción política pero también moral, cuyos rastros los antiperonistas más fervientes creían encontrar tanto en prominentes ex funcionarios como en la gran mayoría del pueblo Pituelli, Ni olvido ni perdón: Diario de un prisionero político argentino (Córdoba: Narvaja Editor, 2004); Félix Kaufman and Carlos Schmerkin, La paloma engomada: Relatos de prisión, Argentina 1975-1979 (Buenos Aires: Cooperativa El Farol, 2005; Nosotras, presas políticas, 1974-1983 (Buenos Aires: Nuestra América, 2006); La Lopre: Memorias de una presa política, 1975-1979 (Buenos Aires: Grupo Editorial Norma, 2006); María del Carmen Sillato, Diálogos de amor contra el silencio: Memorias de prisión, sueños de libertad (Buenos Aires: Alción, 2006); Fernando Rule, Un allegro muy largo: De la vida social y cultural en las cárceles de la dictadura argentina (1976-1983) (Buenos Aires: Acercándonos Ediciones, 2006); Margarita Drago, Memory Tracks: Fragments from Prison (1975-1980) (New York: Editorial Campana, 2007). Seveso 140 peronista. El contraalmirante Leonardo McLean, presidente de la Comisión Nacional de Investigaciones, definió de la siguiente manera el objetivo que ellos perseguían: “Queríamos llegar a la limpieza total de los gérmenes del oprobio para que los gobiernos políticos venideros comenzaran su tarea en una atmósfera incontaminada”.4 Es por esto, tal vez, que la acusación criminal, con o sin pruebas, no siempre precedía el arresto. Muchas veces ocurría lo contrario y, en numerosas ocasiones, la acusación jamás se realizaba. De acuerdo a algunas estimaciones, entre septiembre de 1955 y mayo de 1958 cerca de 50.000 peronistas fueron encarcelados, incluyendo unas 10.000 mujeres.5 Una de esas mujeres se llamó Audalina Domínguez de Albóniga. Así la describió Carlos Morales Salazar: Durante casi un año conoció la terrible vida de prófugo a quién la policía ha largado sus huestes como los perros se largan tras el ciervo indefenso. Finalmente cayó. Inmediatamente se la confinó en una cárcel del sur y en una celda de castigo. El principal delito que se le imputaba era haber manifestado públicamente, después de la caída de Perón, su fe peronista ante un grupo de alumnos, de los cuales ella era maestra.6 Los dueños, editores y periodistas empleados en publicaciones peronistas fueron perseguidos. En particular, los miembros más destacados del partido fueron especialmente el blanco de detenciones, siendo encarcelados sin el derecho a recibir asesoría legal.7 Las detenciones y los exilios forzados impactaron no sólo en las víctimas directas sino también en las relaciones de pareja y los roles de género, tal como lo recuerda Lillian Lagomarsino: 4 Sobre los poderes casi ilimitados de las comisiones investigadoras ver el decreto presidencial No. 479 del 7 de octubre de 1955 y los discursos del vicepresidente Isaac Rojas y el contraalmirante Leonardo McLean en Libro negro de la segunda tiranía (Buenos Aires: Comisión Nacional de Investigaciones, 1958), 7-9, 11-20. 5 “Crónica por un resistente,” Antropología 3er Mundo, Junio 1972, No. 10, p. 15; Carlos Morales Salazar, Por qué volverá Perón (Santiago, Chile: Agencia Periodística Archibras-Press, 1959), 297. No obstante, el encarcelamiento de algunos dirigentes políticos y gremiales permitió, según Perón, un recambio generacional dentro del partido y el reemplazo de los “adocenados”.