Maria Laura Giordano 94 ISSN 1540 9877 Ehumanista/Conversos 6
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Maria Laura Giordano 94 “Como águilas nos avemos de renovar”: reforma de la Iglesia y beneficio de Cristo en Hernando de Talavera (1475-1507). Maria Laura Giordano (Universitat Abat Oliba CEU, Barcelona)1 El que sacia bien tu boca De modo que tú rejuvenezcas como el águila. (Salmo 103, 5) Introducción El jerónimo Hernando de Talavera fue un servidor fiel y eficaz de los Reyes Católicos a lo largo de más de 30 años, protagonista de una labor inmensa, magistralmente analizada por Tarsicio de Azcona (Azcona 1964, 1993) en su ya clásica biografía de la Reina Isabel. En estos últimos años, no han faltados estudios que han conseguido disipar la “discreta penumbra historiográfica” (Aldea Vaquero 1999,73) que ha envuelto a este fascinante personaje: Iannuzzi (2007 1-35, 2009) ha enfocado la función mediática de su mensaje; Pastore ha reconstruido el contexto de su proceso inquisitorial (2003, 113-117); Suberbiola Martínez (1985), ha seguido las actuaciones del primer arzobispo de esa ciudad en el enrevesado marco del Real Patronato de Granada; la musicóloga María Julieta Vega García Ferrer ha explorado la faceta de Talavera como compositor litúrgico (2007, 93-128). Sin embargo, no me consta que se haya abordado el aspecto que me propongo aquí desentrañar, bajo el prisma de una liaison indisoluble entre el pensamiento espiritual y la acción política que llevó Talavera al primer esbozo de una iglesia nacional: el conjunto de sus actuaciones como tejedor discreto de una reforma eclesiástica de gran envergadura, que apuntaba a reconfigurar las relaciones entre Monarquía e Iglesia. Y en este aspecto concreto, no puede no extrañar constatar “de lacunes de l’historiographie” en la “católica España”. Pero, ya se sabe, las naciones tienen sus propios “cadavres dans le plachard” (Hermann 1988, 9). Aunque, según las palabras de Avalle Arce, Talavera fuera expresión de la España “que no pudo ser” (Avalle Arce 1974, 262-279), en realidad, lo que aquí se pretende desenterrar es la “España que sí fue”: una España locomotora de Europa por encabezar un proceso en el que la monarquía capitaneó una reforma eclesiástica, contando con el apoyo del clero. Unos primeros frutos de esa inquietud reformadora de Talavera ya se reconocen en un escrito que él, siendo obispo de Ávila, dirigió a las monjas cistercienses de esa ciudad (Lehfeld 2012, 615-634). Pero donde mayormente se aprecia ese talante fue como arquitecto de una reforma de la Iglesia que acabó siendo una etapa en la construcción de la monarquía absoluta en España. Aunque Hernando de Talavera es un personaje que no necesita presentación, creo oportuno aquí recordar brevemente sus múltiples facetas: fue confesor de la reina a partir de los años setenta, siendo prior del monasterio de los jerónimos del Prado (cerca de Valladolid), intervino en el testamento de Fernando el Católico en 1475. Negoció las capitulaciones con Portugal en 1479 y su intervención fue decisiva para la entrega del dinero a Colón que debería financiar su viaje a las Indias. Fue el ejecutor de la más atrevida reforma económica del reinado de los Reyes Católicos, las Declaratorias: después de esta reforma colosal, el recobrado estado de salud de las finanzas reales permitió a la monarquía enfrentarse con más seguridad al reto de la conquista de Granada. 1 La autora de este artículo forma parte de un equipo de investigación de la Red temática de excelencia “Identidades conversas desde el siglo XV al XVII: descreimiento, asimilación, mística, nueva ortodoxia” (FFI2016-81779-REDT/AEI). ISSN 1540 9877 eHumanista/Conversos 6 (2018): 94-110 Maria Laura Giordano 95 Talavera no dejó de animar a los soberanos a cumplir esa empresa. En 1492, después de la caída de Granada, el fraile jerónimo se convirtió en el primer arzobispo de esa ciudad. Su actividad allí se desarrolló en múltiples frentes: fue, junto con el segundo conde de Tendilla, Íñigo López de Mendoza, y con el corregidor Calderón, un miembro de aquel “triunvirato” que gobernó una Granada recién conquistada. Levantó la Iglesia granadina e inauguró así un nuevo modelo de Iglesia de Estado-el Real Patronato de Granada-, cuyos primeros cimientos se pusieron en el Concilio de Sevilla del 1478, en el que intervino como representante de los Reyes. Después de este breve excursus, retomamos el hilo a partir del primer domingo de Adviento de 1475. En el sermón que redactó Talavera para ese día, se delineaba “el código de gobierno de la nación española” (Quintín Vaquero 1999, 178), basado sobre la ley espiritual del cambio interior de quienes tuvieran responsabilidades de gobierno, única premisa para una trasformación exterior. 1.Tiempos de renovación. El día 3 de diciembre de 1475, el prior del Prado pronunció un sermón a sus monjes a propósito de la renovación espiritual anunciada en el calendario litúrgico para aquel tiempo. Entonces Talavera era ya confesor de Isabel.2 La reina, teniendo noticia del sermón, quiso una copia del mismo, así como de otro reciente tratado que el mismo Talavera compuso en alabanza de San Juan Apóstol (Meseguer Fernández 1970, 30-310). Los dos textos nos han llegado a través de un codigo hallado por José Amador de los Ríos y editado por el mismo estudioso (Amador de los Ríos 1865, 544-561).3 Ambos han sido objeto de una reciente edición, a cargo de Carmen Parrilla (2014). El prior del Prado preparó una versión para enviarla a la reina, que se llamó: Collaçion muy provechosa de cómo se deuen renouar en las ánimas todos los fieles cristianos en el sancto tiempo del adviento, que es llamado tiempo de renouacion. Fue primero fechado por el liçenciado fray Hernando de Talavera, primero y muy indigno arçobispo de Granada, que entonces era prior de Santa Maria del Prado. El texto de la “Collaçión” es importante por varias razones: en primer lugar, fue una prefiguración de la alianza entre la monarquía de los Reyes Católicos y el estamento eclesiástico que se realizó unos años más tarde; en segundo lugar, es una valiosa prueba del paulinismo de su autor y de la precocidad del misticismo de la redención que se difundió en España a lo largo del siglo XVI. En tercer lugar, representó un momento fundamental para la formación política de la reina (Fradejas Lebrero 1997, 139-152). Talavera aprovechó la ocasión que le brindaba el requerimiento de la joven soberana para hacer algo más que darle un sermón, como era de esperar en tiempo de Adviento: la ocasión era propicia para responsabilizar a la realeza, proyectando su papel en el gran escenario de la historia. Con la solemnidad propia de un profeta, Talavera volvía a recordar la investidura divina de los religiosos, preludio no a un ejercicio ilimitado y arbitrario de su poder sino de una responsabilidad moral altísima hacia el pueblo y hacia Dios, responsabilidad altísima que el clero compartiría con los soberanos. Para expresar esta idea, Talavera se sirve de una imagen de sabor franciscano: 2 “Imposible precisar por ahora la fecha en que Isabel conoció al prior y se puso bajo su dirección espiritual. Es incuestionable que al ocurrir en Castilla el problema de la sucesión, Talavera interviene con tal decisión y conocimiento de causa entre los dos jóvenes soberanos, que necesariamente tenía que venir tratándolos hacía considerable tiempo” (Azcona 1964, 227). 3 Madrid, Biblioteca de la Fundación Lázaro Galdiano, ms. 332. Se trata de un ejemplar voluminoso, lleno de abreviaciones y correcciones en los margenes, escrito con letra de primerios del siglo XVI. El texto perteneció a don José María de Álava (Dominguez Bordona 1959, 223). ISSN 1540 9877 eHumanista/Conversos 6 (2018): 94-110 Maria Laura Giordano 96 Entre las aves, ese mesmo Señor escogió las águilas para que todos los xripstianos á ellas fuessen comparados, disiendo en su sancto euangelio que assy resuçitarán é se ayuntarán é él en el juicio […] y especialmente quiso que los religiosos y regidores fuessen á ellas semejantes, quando el mesmo Sancto de los Sanctos y gouernador de todas las cosas que en los çielos y en la tierra son, se comparó al águila, que muestra á bolar á sus hijos.[…] Y porque nos quiso comparar á las águilas, y que de ellas aprendiésemos cómmo auiamos de conuersar, quiso darles muchas singulares condiçiones y propiedades, á las quales nos ayamos de conformar, mayormente en este sancto tiempo de renouaçion, en que como águilas nos auemos de renouar. (Amador de los Ríos, 1865, 546-547) Estas palabras anunciaban la unión de “religiosos y regidores,” -las dos águilas que se preparaban a cruzar sus vuelos- unidos en la inauguración de “los tiempos de renouaçion.” A propósito de “los sanctos tiempos de renouaçion,” Talavera escribía: “es hora que nos leuantemos del sueño, y que desechemos las obras de las tiniebras y nos vistamos de armas de lus”. Destaca la insistencia del término “luz”, en el sentido de “iluminación” y de estado de gracia. En una página, llegó a repetir el sustantivo “lus” cuatro veces: Las obras buenas y uirtosas se llaman armas de lus, porque esclaresçen la ánima […], y porque se hasen con ayuda, instigaçion y conseio de la lus, que es nuestro Señor, y de los ángeles de lus, y finalmente [porque] lleuan al honbre á la lus perdurable.” (545, la cursiva es mía) Otro aspecto decisivo es la centralidad que en este sermón asumen los “benefiçios de Nuestro Señor, y principalmente los de nuestra redenpçion”. Talavera espera que ello “nos prouoque à muchas lágrimas y à grand conpunçion, que restaure en nos el primero feruor y deuoçion y deseche las plumas y manera flacas y cansadas de la pasada conuersaçion.” Según el jerónimo, la conciencia de la salvación, obrada por los beneficios de Cristo y ofrecida a todos los creyentes, debe de provocar una transformación como la que se produce en el águila, un ave que cuando llega la vejez, se enfrenta al reto de cambiar o morir.