UNIVERSIDAD AUTÓNOMA METROPOLITANA ______

UNIDAD XOCHIMILCO

DIVISIÓN DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES POSGRADO EN DESARROLLO RURAL

ENTRE EL ABANDONO Y LA ESPERANZA;

TRANSFORMACIONES FEMENINAS Y MIGRACIÓN EN VILLA INSURGENTES, SOMBRERETE,

TESIS

QUE PARA OBTENER EL GRADO DE

MAESTRA EN DESARROLLO RURAL

PRESENTA:

ALMA DELIA RIVERA AGUILAR

DIRECTORA: MTRA. BLANCA OLIVIA ACUÑA RODARTE

México, D.F. ABRIL 2015

Esta tesis es resultado de los estudios de maestría realizados con una beca de CONACYT, a quien agradezco el apoyo brindado para desarrollo del presente trabajo de investigación.

A Ma. Rita, mi madre, por su apoyo incondicional a cada uno de mis sueños y proyectos, por ser siempre ejemplo de lucha y fortaleza inquebrantable para enfrentar la vida.

AGRADECIMIENTOS ______

A las mujeres transnacionales de Villa Insurgentes, a todas ellas que hicieron posible esta investigación y que confiaron en mí para escribir su voz y sus vivencias, por todo el apoyo, amistad y hospitalidad de siempre, sepan que ustedes son la razón de este trabajo, por ello mi entero agradecimiento.

A las trabajadoras y trabajadores del vivero forestal del ejido Villa Insurgentes: Juana, Tere, Diana, Alfredo y Don Isidro, por su apoyo y disposición incondicional.

Un reconocimiento especial en este trabajo merece el esfuerzo de Don Tomás Jaime Carrillo migrante y cronista de Villa Insurgentes, por las maravillosas charlas que hacían viajar al pasado y presente, por la disposición y amabilidad que lo caracteriza, por sus anécdotas, saberes y experiencias de vida, y por coincidir conmigo en la preocupación de la importancia de escribir para rescatar del olvido a los olvidados, rescatar la memoria de los migrantes, de padres y madres de migrantes que están envueltos en el vivir transnacional, de aquellos a quienes el amor a la tierra ya no les llama, y de quienes les sigue llamando desde la distancia.

A Engracia y Lucio, por su amistad y apoyo incondicional para el desarrollo de este trabajo, además de ser el ejemplo vivo de la familia transnacional, de la importancia de los valores familiares y del amor que une a la familia pesar de la distancia.

A Juan Ibarra y la maestra San Juana, por su amistad y por todo el apoyo que hizo posible este trabajo.

Para Rosy, Valeria, Ma. Elena, don Venancio y (Esposa de Venancio) por su hospitalidad y apoyo, a doña Chicha, su hermana, Don Fidencio, doña María, y Conchita, que fueron pilar de esta investigación desde su “Ranchito”.

A todos quienes me hicieron partícipe de la hospitalidad de su casa, de la vida rural de Villa Insurgentes, particularmente a Donato Gómez y su esposa Elvira, sus hijas Claudia y la pequeña Grecia, Maribel, Adriana y Junior.

Mención especial merece el esfuerzo y disposición permanente de Blanca Olivia Acuña Rodarte mi asesora de Tesis, a ella agradezco profundamente todas las enseñanzas en el aula y asesorías de los seminarios, el apoyo brindado durante esta experiencia en la investigación sobre todo por su paciencia para guiarme en el proceso de escritura de esta tesis para que fuera más acertado y por cada consejo que encamino este trabajo.

Un agradecimiento especial también merece el Dr. Rodolfo García Zamora, por su asesoría y motivación para que este trabajo fuera una realidad. Mi admiración a quien por más de 40 años ha mantenido una labor investigativa guiada por la preocupación y el compromiso por la sociedad zacatecana y su desarrollo rural.

A mis compañeros de la 15ª: generación: Viri, Yadira, Roberto, Sayab, Ángeles, Silvia, Lore, Toño, Pao, Juan Carlos, Carlos Ignacio, Lu, Theres, Luzma, Xanath, Moni, Rubí, Marce, Adelina, Marco, Leo, Pablo, Vero, Kendy, Gris, Wences, Mikko, Marielos, Rosi, Arturo, Juan, Pedro, Noemí, Rosalía, Alex, Alberto, Olga y Marcelino, por compartir esta maravillosa experiencia y crear juntos la utopía de un mundo rural más justo, donde el respeto a la vida y dignidad campesina no sean la incomodidad de muchos sino la realidad de todos..

A Gisela Espinosa Damián por ser ejemplo en la docencia e investigación y por los acertados comentarios hechos a este trabajo y durante las jornadas de seminario que muchas veces ayudaron a retomar el rumbo y seguir adelante.

A todos los maestros del Posgrado en Desarrollo Rural de la UAM-X, por ser un ejemplo de enseñanza en las aulas y del compromiso social de la investigación. Por predicar con el ejemplo que las luchas diarias son necesarias para lograr el respeto y la dignidad de los mundos rurales y la vida campesina. Gracias por permitirme ser parte de esta maravillosa experiencia

A Gude por su apoyo y disposición de siempre, todo mi respeto y admiración.

Mi admiración y gratitud por sus enseñanzas a quien fuera un apasionado de la vida campirana, al maestro que camino siempre con la firme convicción de que otro mundo rural es posible, a Arturo León.

A mi padre Q.E.P.D. A mis hermanos Migue, Daniel, Olivia, Nancy, Lu, Marco y Gil, que entre tropiezos y aciertos aprendimos juntos del trabajo duro que es necesario para salir adelante, enfrentar la vida y luchar por los sueños, ustedes han sido siempre la motivación para no abandonar los míos.

A mis Tíos Ma. Isabel y René por ser un ejemplo de vida, y a la familia Ruiz Aguilar: Abraham, Quetzal, Cynthia, Paco, René, Dana y Ana Marcela, por abrirme las puertas de su casa y por que sin su apoyo este trabajo de investigación y mi carrera profesional difícilmente habrían sido posibles.

A todas mis amigas locales y transnacionales que con su cariño me alentaron siempre a concluir este trabajo: Yadira, Marlem, Judith, Paloma, Elvia, Ale, Clau, Gaby y Lolita. Yadira, gracias por compartir hasta el último día de este proceso conmigo. De manera muy especial a la Biól. Martha Celia Escobar por todo el apoyo y cariño de siempre.

A Gonzalo, mi compañero y amigo, por darme ánimos siempre para concluir este proceso y todos los demás, mi cariño y agradecimiento para ti.

A los profesores de la Universidad Autónoma Chapingo, a los Doctores René Ruiz, Fidel Blanco y Ricardo Valdez por sus enseñanzas y ánimos para concluir este trabajo.

A Cristóbal, Mayra y Roberto, por sus comentarios, cariño y apoyo de siempre, mi más sincero agradecimiento

Al Ing. José María Llamas Caballero, que desde las instituciones lucha por un desarrollo rural para zacatecas y sus campesinos.

A mis Tíos Fer y lupita y toda mi familia y amigos que me animaron a concluir este trabajo, muchas gracias.

CONTENIDO ______

Introducción…………………………………………………………………………… 1 Capítulo I.- Comenzando el andar. Consideraciones teóricas a) Zacatecas en la migración internacional………………………………….. 8 b) La expresión regional de la migración internacional…………………………………………………………………… 17 c) Remesas y Clubes de migrantes ¿Potenciadores de desarrollo local?... 20

d) Género y migración…………………………………………………………… 29 e) Unidades familiares transnacionales………………………………………. 36 Capítulo II.- Villa Insurgentes en la Migración Internacional 44 a) “Antes las mujeres éramos más de la casa”. La feminidad tradicional…. 55 b) “Aún en la distancia la cultura permanece”. La fiesta, religiosidad y 61 lazos familiares en un territorio transnacional…………………………….. c) “Ahora ya nada es como antes”: consecuencias de la migración en el 70 ejido…………………………………………………………………………….. d) Migración y remesas………………………………………………………….. 73 e) Construcción de comunidades transnacionales: club de Villa 80 Insurgentes en Chicago y en Forth Worth, Texas……………………….. f) El club espejo…………………………………………………………………. 89 Capítulo III.- La mujer de Villa Insurgentes a) La unidad doméstica campesina tradicional……………………………… 94 b) Unidad familiar transnacional de Villa Insurgentes………………………. 108 c) Las mujeres ejidatarias y migrantes………………………………………… 119 d) Participación en los procesos migratorios desde distintos escenarios, las que se van, las que se quedaron y las que no han regresado………. 127

Capítulo IV.- Transformaciones Femeninas y migración. La espera

Silenciosa a) Feminización del campo y feminización de la migración………………… 147 b) Desarticulación de la familia; ausencias y presencias…………………… 154 c) Jefatura familiar, los viejos y nuevos roles…………………………………. 157 d) Transformaciones en las relaciones de género, arreglos y desarreglos familiares………………………………………………………………………. 166

Conclusiones…………………………………………………… 174 Bibliografía……………………………………………………………………….. 180

INTRODUCCIÓN ______

En la actualidad México se ubica como el principal país emisor de migrantes en el mundo, el lugar de destino es por todos conocido; Estados Unidos de Norteamérica, siempre favorecido por México con políticas que generan las condiciones para la movilidad de mexicanos hacia su territorio, una migración predominantemente laboral que incentiva el éxodo de miles de personas en busca del empleo que su país les niega y las mejores condiciones de vida que no es capaz de ofrecerles.

Factores como la escasez de empleos bien remunerados, el empobrecimiento campesino, la vecindad geográfica, las regulaciones migratorias entre ambos países como el Programa Bracero 1942-1964 y la ley IRCA de 1986, así como la disponibilidad de mano de obra mexicana barata, han posibilitado e incentivado la migración de mexicanos a territorio estadounidense desde hace más de un siglo. A lo largo de este proceso, el fenómeno migratorio ha estado en constante transformación, características de ello son la incorporación de más estados a la región tradicional migratoria1, que la estancia del migrante en el país vecino se ha prolongado y la tipología del migrante se ha diversificado incorporando al éxodo a mujeres solas en edad productiva en busca de alternativas laborales, a esposas, hijas, madres de migrantes y familias completas en busca de la reunificación familiar.

El flujo de dinero que se genera con la migración, representa un recurso de gran importancia para las economías de las familias de los migrantes. Se reconoce la dependencia de este ingreso en las comunidades de origen para garantizar el sostenimiento de muchas familias principalmente campesinas, para quienes representan prácticamente su único ingreso y dependen de ellas para garantizar la subsistencia familiar; al mismo tiempo, estas divisas son consideradas por los

1 Según Durand (2008), comprende la región centro-norte de México, los estados de Jalisco, Michoacán, Guanajuato, San Luis Potosí, Zacatecas y Durango y en menor cantidad Colima y Aguascalientes.

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gobernantes como potenciadoras de desarrollo local, me refiero a las remesas colectivas que se destinan a generar infraestructura y distintas obras sociales.

Zacatecas forma parte de la histórica región tradicional migratoria desde el siglo XIX, y hoy a más de un siglo de migración internacional, la sociedad zacatecana refleja enormes transformaciones que son palpables en las comunidades de origen de los migrantes, en las familias zacatecanas y desde luego en sus mujeres.

A pesar de que Zacatecas es también uno de los principales productores del segundo grano en importancia a nivel nacional, los campesinos frijoleros zacatecanos han permanecido por décadas en la miseria y la marginación a raíz de las políticas neoliberales que desde los años setenta, los han golpeado y excluido tratando de desmantelar el modo de vida campesino. Así, produciendo a contracorriente bajo un modelo económico que los relega, margina y precariza aun más, sus ya de por sí difíciles condiciones productivas, han tenido que echar mano de la migración internacional para no renunciar a su identidad campesina. Es por esta razón, que la principal franja agrícola de Zacatecas identificada como el único enclave económico estatal, es también la zona de mayor expulsión de migrantes hacia los Estados Unidos, en ella prevalece la pobreza, la marginación y el despoblamiento.

Desde la academia y las instituciones, diversos análisis se han encargado de dar seguimiento a la incursión de los zacatecanos en la migración internacional, por mucho tiempo interesó conocer los lugares de destino hacia dónde se dirigen los migrantes, los mercados laborales a los que ingresan en los Estados Unidos, etc.; sin embargo, a partir de la década de los noventa, la mirada se centró también en la participación de la mujer en el tránsito, en el migrante organizado y sus remesas colectivas así como en la importancia que representan éstas para las comunidades de origen.

En la actualidad, existe un interés reciente sobre las consecuencias del proceso de fractura familiar como resultado de la migración; aunque existen diversas investigaciones enfocadas en analizar los costos emocionales que se generan

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en las unidades domésticas a raíz de la migración, es necesario seguir indagando en las transformaciones que se viven al interior de los hogares desde una perspectiva de género, asumiendo que es dentro de la unidad doméstica donde se generan todas las tensiones y conflictos respecto a la decisión de migrar, en qué condiciones, etc., además de ser el espacio donde se viven las transformaciones que ocasiona la migración en las familias y que reconfiguran la expresión del grupo doméstico y de la feminidad tanto en su interior, como en el contexto social al que pertenecen.

Las investigaciones en este tema, se han enfocado mayormente en el análisis psicosocial de las implicaciones de la migración en las familias, sobre todo en las familias de los que se quedan; sin embargo, los análisis a niveles más finos serán de mucha utilidad si se logra visibilizar a las mujeres que migran y a las que se quedan no solo para indicar que están ahí, sino también para iniciar procesos de lucha que deriven en generar mejores condiciones desde el ámbito político y desde la sociedad misma para que el peso que deben sobrellevar en la soledad y la desesperanza sea más ligero.

La presencia cada vez más creciente de las mujeres en el fenómeno migratorio, así como los enormes esfuerzos y la diversificación de labores que realizan las mujeres rurales para garantizar la subsistencia de las familias de los migrantes, son una muestra clara de la feminización del campo y de las migraciones, lo cual indica que el fenómeno migratorio hoy es también cosa de mujeres y que ellas juegan un papel muy importante en la producción y reproducción de las unidades domésticas en el medio rural. Este hecho, exige de investigaciones que visibilicen y hagan reflexionar sobre la importancia de la participación femenina en el espacio rural y de la urgencia de la construcción de alternativas para el desarrollo rural que deriven en un cambio social para ellas en su condición de mujeres.

Para poder comprender las nuevas dinámicas familiares, la reconfiguración de los hogares y de los roles de género en las familias de los migrantes, así como los costos sociales de la migración en las mujeres, me surgieron las siguientes preguntas ¿Cómo afecta la migración de los varones a los hogares y a las 3

mujeres de Villa Insurgentes?, ¿Cuáles son las transformaciones que se dan en las dimensiones personal, familiar y comunitaria a partir de los nuevos papeles que deben desarrollar las mujeres?, ¿Cómo se transforman las relaciones de género a consecuencia de vivir el fenómeno migratorio?, ¿Cómo se configura la familia transnacional de Villa Insurgentes?¿Cuáles son los nuevos sentires de las mujeres al verse como jefas de familia y responsables del hogar en un contexto social acostumbrado a la jefatura masculina?, ¿Cómo son ahora las relaciones de autoridad en el hogar del emigrado?, ¿Cuál es la contribución de las remesas económicas a la permanencia de la vida campesina y cuál es la relación de las mujeres y las remesas dentro del fenómeno migratorio?, ¿Cuáles son ahora las visiones de futuro de las mujeres del ejido y cuáles son sus aspiraciones?

Las experiencias investigativas acerca de las transformaciones que se viven con el fenómeno migratorio al interior de los hogares y las que experimentan las mujeres de los migrantes al interior de la unidad doméstica, en el espacio comunitario y en su condición de mujeres siguiendo una perspectiva de género, entre ellas, la que se rescata en esta tesis, son importantes porque permiten acercarse al fenómeno de la migración desde un interés social que trasciende la importancia económica que generalmente se ha dado a estos temas, y permite hacer visibles los procesos sociales que están transformando la vida no solo de los migrantes y sus hogares, al convertirlos en hogares transnacionales, sino también de sus mujeres; por ello, es necesario centrar la mirada en ellas como posibles sujetos sociales y no sólo como actores pasivos.

El interés por este tema de investigación surge a raíz de la experiencia personal como hija y hermana de migrantes, de la convivencia diaria con las reconfiguraciones femeninas sucedidas en la unidad doméstica a consecuencia de la migración masculina y de vivir las transformaciones que suceden en la concepción tradicional de lo femenino en los hogares de migrantes. También fue de especial importancia la relación laboral y de amistad que compartí por más de cuatro años con las mujeres del ejido Villa Insurgentes, todas esposas, madres, hijas, hermanas o familiares de migrantes, con quienes la convivencia en la

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relación laboral posibilitaba espacios de diálogo que me permitieron hallar similitudes con mi experiencia personal y nuestra condición de género en un país donde la migración masculina es un fenómeno naturalizado en los contextos rurales.

El objetivo de la presente investigación es analizar las transformaciones que viven las mujeres a causa del fenómeno migratorio pero no de la mujer en general, sino de las mujeres de Villa Insurgentes; la mujer que migra y regresa a su lugar de origen, las mujeres que migraron para quedarse, y aquellas mujeres que no migraron y sin embargo, viven los costos de la migración desde su condición de género.

El presente trabajo pretende contribuir a las investigaciones de la migración internacional con perspectiva de género y visibilizar a las mujeres en el proceso migratorio no sólo como meras acompañantes de los varones, sino en el tránsito, integradas al mercado laboral y como promotoras de la reunificación familiar. Busca también contribuir a los análisis de las transformaciones que experimentan las mujeres afectadas por la migración de los varones, a nivel personal, al interior de las unidades domésticas y en el contexto comunitario, como las que se quedan y enfrentan nuevas responsabilidades, mayores cargas de trabajo, así como la educación y crianza de los hijos en la soledad y la responsabilidad del sostenimiento económico de los hogares, en una sociedad donde antes era común la jefatura familiar masculina. Es importante destacar que su participación en estos espacios se realiza mediada por la tensión y el conflicto, y no necesariamente como procesos de autonomía y empoderamiento femenino.

Esta contribución sigue una metodología cualitativa y pretende analizar como proceso social la migración y las transformaciones que tienen que experimentar las mujeres que viven el fenómeno migratorio desde distintos escenarios, el personal, el familiar y el comunitario, de los años 1980 a la fecha.

El trabajo se estructura en cuatro capítulos y las reflexiones finales que se desprenden de lo encontrado en esta investigación. 5

En un primer capítulo presento las herramientas teóricas, metodológicas y conceptuales a las que recurrí en distintos momentos del proceso de investigación y que me permitieron ubicar al estado de Zacatecas en el contexto histórico de la migración internacional, así como la importancia regional del fenómeno. También realizo un breve recorrido sobre la génesis del migrante organizado y las remesas colectivas, su importancia en los ámbitos local, regional y nacional al ubicárseles como promotores del progreso y como sujetos sociales y actores binacionales del desarrollo. Abordo también la importante relación entre género y migración como eje transversal de este trabajo, que permitirá ubicar a las mujeres y sus vivencias en el fenómeno migratorio desde las unidades domésticas como expresión palpable del transnacionalismo, mismo que configura a la familia transnacional de Villa Insurgentes.

La migración masculina o femenina no puede comprenderse en su complejidad sin considerar al grupo doméstico al que pertenecen sus integrantes, dónde desarrollan su vida cotidiana, donde se delimita la distribución de tareas, poderes y libertades por género, mediada por criterios sexuales y por una construcción social que diferencía lo masculino de lo femenino.

La unidad doméstica es el espacio donde se construye la concepción del ser mujer frente a ellas mismas y frente a otros, en la vida familiar y en el contexto rural comunitario. Por ello, en el segundo capítulo, hago un rescate histórico de la unidad doméstica campesina asociada al rol de las mujeres en las familias y las comunidades campesinas, para luego hablar de una transformación de los hogares campesinos en hogares transnacionales como producto visible de la migración y la modernización de las sociedades desde donde se redefinen las prácticas de un ejido transnacional.

Los viejos antecedentes en la migración internacional, le han permitido echar raíces tan profundas en los Estados Unidos, que se consolidan con dos organizaciones de migrantes bajo la figura de clubes que forman parte de la Federación de Clubes de migrantes zacatecanos en Chicago, la más importante en el extranjero. Esta experiencia organizativa a nivel local aterriza en la organización de un “club espejo”, un nuevo sujeto social con el que en Villa 6

Insurgentes trabajan hombro a hombro con los clubes de migrantes del extranjero, experiencia que también abordo en el segundo capítulo.

Culturalmente, existe una asignación sexuada de roles al interior de la unidad doméstica que determina los espacios de participación y acción para las mujeres, mediada por un sistema patriarcal autoritario y generalmente regido por una sociedad machista que justifica el papel de hombres y mujeres en la reproducción del grupo con marcadas condiciones de desigualdad y opresión. Por ello, el tercer capítulo se destina al análisis del papel de las mujeres en la reproducción de la vida social comunitaria y de la región, y cómo éste se ha ido transformando. Este es el espacio en el que la voz de las mujeres permite conocer las distintas reconfiguraciones en lo femenino, en la familia y en los asuntos comunitarios a partir de la convivencia con el transnacionalismo y de una redefinición de lo femenino.

En el capítulo final abordo las transformaciones que experimentan las mujeres de Villa Insurgentes en su condición de género, en la unidad doméstica y en el entorno comunitario a causa de la participación de los varones o incluso de ellas mismas en la migración internacional, sus retos y aprendizajes, las nuevas o ampliadas responsabilidades que deben sobrellevar al verse como jefas de familia, madres, educadoras de los hijos, e incursionar en espacios públicos para los que nunca fueron preparadas, los arreglos y desarreglos familiares que son necesarios para facilitar el tránsito del migrante y la existencia de la unidad campesina. Todas esas transformaciones trastocan y resignifican el ser mujer en un ejido conservador pero también trasnacional.

Como último apartado, se presentan las reflexiones finales de esta investigación en las que no se pretende dar una conclusión sobre el tema aquí abordado, sino más bien contribuir al debate que se está gestando acerca de los cambios en las relaciones de género ocasionados por la migración, y los que experimentan las mujeres rurales en los contextos de zonas de alta migración.

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Capítulo I.- Comenzando el andar

a) Zacatecas en la Migración Internacional

El espíritu migrante de Zacatecas es un fenómeno tan añejo y plenamente arraigado en sus pobladores, que es un hecho que todas las familias tienen por lo menos un familiar en Estados Unidos, y hablar de “los que están allá” es tan común como platicar sobre la falta de lluvias o del frijol en sus parcelas.

La migración en el estado de Zacatecas es importante, en primer lugar por las dimensiones adquiridas a lo largo del siglo pasado hasta la actualidad; en segundo lugar por el hecho de ser un importante proveedor de mano de obra para los Estados Unidos; en tercer lugar por el monto de los envíos de remesas generadas por la migración; en cuarto lugar por la necesidad de redimensionar los nuevos procesos de la migración en relación con la dinámica familiar y por último, pero no por ello menos importante; por los procesos de dispersión- reunificación familiar provocados por la migración ( Moctezuma, 2001:251).

Existen diversos análisis respecto a las causas de la migración mexicana hacia los Estados Unidos, autores como Massey et al. (2002), encuentran que históricamente, Estados Unidos ha sido el país de destino y que el tránsito de mexicanos se viene dando desde el siglo XIX con la firma de los Tratados de Guadalupe Hidalgo de 18482 con los que México perdiera más de la mitad de su territorio, aunque en esta época la migración no era vista como tal, pues la frontera se encontraba despoblada, sin vigilancia y no delimitada formalmente.

Para este autor, del siglo XX hasta hoy, es posible distinguir cinco etapas de la migración de mexicanos hacia los Estados Unidos; si bien es cierto ésta es solo una de las tantas cronologías que se han desarrollado para referirse a la migración internacional de mexicanos a los Estados Unidos como proceso

2El tratado de Guadalupe-Hidalgo forzó a México a entregar más de la mitad de su territorio y una tercera parte de sus recursos minerales a Estados Unidos, que comprendía los estados de Nuevo México, California, Nevada, Arizona, Utah y Texas; cinco años más tarde, Estados Unidos se añadió otra franja de territorio que pertenecía el estado de Sonora (Aresti, 2010: 12).

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histórico, considero son las que se aproximan y dan cuenta de manera más acertada a la realidad existente.

Una primera etapa sucedió en los años 1900 a 1929, cuando muchos mexicanos se aventuraron a migrar, se trasladaron en grupos formados a partir de relaciones y lazos familiares buscando mejorar su economía y la de sus familias, se dirigieron a los campos agrícolas y a la construcción de vías férreas. En esta etapa el estado de Texas era el principal destino.

Una segunda etapa se dio entre los años de 1930 a 1941 cuando se produjo una deportación masiva de migrantes que se encontraban en Estados Unidos, esta repatriación ocasionó entonces un flujo más lento de personas, no tenía sentido ir a Estados Unidos si quienes estaban allá se estaban regresando; según el autor, en esta etapa el flujo migratorio disminuyó. Para 1930, la crisis de la economía norteamericana por un lado, y la promesa de tierra que promovía el reparto agrario en México iniciado a partir de que se promulgó la Primera Ley Agraria en 19153, fueron factores que incentivaron el regreso de miles de mexicanos.

Una tercera etapa fue promovida por los Estados Unidos a raíz de su incursión en la Segunda Guerra Mundial, suceso que favoreciera un desarrollo económico gigantesco durante el periodo de 1942-1964 debido a la producción de armas y auge industrial que originó. La necesidad de producir alimentos para la guerra demandó mano de obra para sus campos agrícolas y su industria, fue así como por acuerdo de los dos países se puso en marcha el “Programa Bracero”4 a

3Esta ley que fuera promulgada el 6 de enero de 1915 por Venustiano Carranza Presidente de México, significó dar formalidad a los repartos agrarios que anteriormente se estaban suscitando en diversos puntos del país a cuentagotas como resultado del movimiento revolucionario de 1910 y marcaría el inicio de la repartición de tierras a los campesinos mexicanos para quienes significaba ver cumplida por lo menos en parte la promesa revolucionaria de “Tierra y Libertad”.

4 El Programa Bracero fue el primer acuerdo formal para la movilidad de personas entre México y Estados Unidos, en este acuerdo por primera vez en la historia de la migración mexicana al vecino país del norte, éste mostró interés en poner orden a la migración de mexicanos hacia su territorio, y aún y cuando este acuerdo bilateral estuviera rodeado de corrupción, abusos e incluso violaciones a los derechos humanos de los migrantes, fue el primer intento de regular la movilidad de mexicanos que logro definir un tipo de migración 9

través del cual Estados Unidos solicitó mano de obra mexicana para su sector productivo y solventar así las ausencias de los norteamericanos que se enlistaban en el conflicto bélico. Esto fue así al inicio, más tarde los norteamericanos buscarían los medios para obligar a los braceros a tomar las armas en favor de aquel país, y los mexicanos buscarían la manera de salir de los Estados Unidos (Alanís, 1999:48).

Es de mencionarse que ya antes habían existido otros mecanismos para incentivar el tránsito como los de los “Enganchadores”, y “Los espaldas mojadas”5 (Durand, 2007:32) pero ninguno con las características y dimensiones que alcanzó el Programa Bracero.

El Programa Bracero tuvo particular importancia para los dos países, fue el primer esfuerzo para administrar la migración ordenada y legal de mexicanos a través de contratos temporales para los trabajadores migrantes en los E.U., además de que daba la pauta para establecer una migración temporal, circular, de carácter masculino, de origen rural y encaminada hacia el trabajo agrícola principalmente. El programa que operó por 22 años, fue de tal magnitud que logró la movilización de cerca de cinco millones de trabajadores (Ídem).

circular, temporal y masculina principalmente, que beneficiaría como los demás acuerdos bilaterales entre ambos países a los Estados Unidos de Norteamérica.

El Programa Bracero como primer acuerdo migratorio entre México y Estados Unidos, dio paso a un tipo de migración legal y regulada, rodeada de corrupción, discriminación, condiciones de trabajo indignantes y de explotación por las que pasaron los mexicanos, el abuso y la discriminación de la que fueron objeto fue tan visible desde la entrada en vigor del acuerdo, que la selección de los braceros discriminaba y marginaba a los analfabetas e incluso se les imponían cuotas en la frontera para poder ingresar a los Estados Unidos a trabajar.

5 Este tipo de migración destacó por ser informal además de que se definía por ser desordenada y estar rodeada de un sinfín de abusos en los que los dueños de tierras y fábricas en los E.U. trasladaban migrantes mexicanos bajo el esquema de “Enganche”, en el que a cambio de la comida o con la promesa de tierra llevaban mexicanos a trabajar a los Estados Unidos, un poco similar a las tiendas de raya que operaran en los Estados de Sonora y Sinaloa hasta antes de la Revolución Mexicana; también prevalecía la modalidad de la migración indocumentada cruzando el Río Bravo de ahí que se les nombre “Espaldas Mojadas”(Durand:2007).

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Esta etapa de la migración de mexicanos adquiere especial importancia para el país pues implicó la movilidad de miles de trabajadores mexicanos del campo y la ciudad hacia los E.U., el país salía de una guerra civil y esos brazos desplazados hacían falta en México para levantar una nación que a pesar del aparente triunfo de la lucha revolucionaria y el reparto agrario iniciado, aun no veía la “luz del desarrollo”.

La posibilidad de conseguir un contrato como braceros, motivó a campesinos, obreros y gente de diversos oficios casi siempre analfabetas y pobres, a enfilarse en una migración laboral a merced de los Estados Unidos. La visión de los braceros era clara; trabajar duro y reunir dinero para volver pronto con sus familias.

Con frases como, “con alimentos ganaremos la guerra” y con anuncios como el que versa: “queremos cuanta gente sea hábil para hacer las cosechas de frutas y frutos, los trataremos como gente, si tuviéramos a la mano a diez mil hombres, nos los llevaríamos y volveríamos por otros tantos”, se dio la contratación masiva de trabajadores mexicanos para los campos agrícolas, pues los estadounidenses se habían enlistado a la guerra o se habían incorporado a las fábricas de armamento (Alanís, 1999:13).

En esta etapa de la migración internacional, la participación de los zacatecanos no se hizo esperar. Ante la posibilidad de contratarse como braceros, muchos se enlistaron en las filas de solicitantes de trabajo en las sedes de reclutamiento local, como fue el caso de la cabecera municipal de , y foráneo trasladándose a las estaciones de tren del Distrito Federal y Sonora para lograr un contrato. El programa bracero sentó las bases del profundo éxodo estatal que incluso hoy permite asegurar la existencia de otro Zacatecas en Estados Unidos6.

6El perfil transnacional de la población zacatecana aparece como rasgo distintivo del estado. La población de origen mexicana residente en aquel país es de 25.5 millones, 9.5 de los cuales son nacidos en México, estimando que alrededor de 2.1 millones de esos residentes son de ascendencia zacatecana y considerando que la población total en zacatecas oscila entre el 1.5 millones de personas, entonces es posible hablar de que hay más zacatecanos viviendo en Estados Unidos que en Zacatecas (Delgado y Márquez, 2004:165). 11

A Zacatecas llegaron muchos contratistas Chicanos de las compañías estadounidenses a enganchar braceros para el ferrocarril y los “fields” y el gobierno local por su parte reunió altas cuotas de braceros, 25,000 en promedio cada año, sumando 39,000 entre 1951 y 1964, así el estado ocupó el quinto lugar a nivel nacional dentro de los estados expulsores de braceros (Mestries, 2002; 18).

“Los primeros braceros de Sombrerete y de aquí del ejido se fueron a partir de 1942 y hasta 1945, de todo Zacatecas salieron en esa época, fue en la Segunda Guerra Mundial se fueron porque resultó que el gobierno de Estados Unidos necesitaba brazos en la agricultura estadounidense, predominaban los mexicanos para hacer esos trabajos porque los europeos y los negros fueron acomodados en los trabajos mejores” (Tomás J. Carrillo: entrevista: Enero 2012).

Este programa promovió principalmente la migración circular pues el tiempo de ocupación de los braceros les permitía involucrarse en el mercado laboral estadounidense y volver a México en temporadas para trabajar sus parcelas. También posibilitó el asentamiento de los migrantes en el extranjero y con ello la reactivación de la economía estadounidense. Esta dinámica de migración circular permitió ir apuntalando el binomio producción campesina-liberación de fuerza de trabajo migrante como la base de la estrategia de subsistencia de un sector cada vez más significativo de la población local.

La cuarta etapa consiste en una oleada de migración indocumentada e ilegal que fue conocida por una alta presencia de coyotaje, que abarcó el periodo de 1965 a 1986, y que fue ocasionada a raíz de la decisión del gobierno de E.U. de terminar con el Programa Bracero y de las condiciones económicas que se vivían en el país. Era un flujo difícil de detener, muchos de los indocumentados habían sido braceros además de que los empleadores seguían demandando fuerza de trabajo mexicana para incorporarla a sus actividades productivas.

“Los que ahora eran ilegales eran los que habían sido braceros, pues ya se sabían el camino, sabían cómo llegar allá y los lugares en los que había trabajo, incluso muchos se iban solos no necesitaban , nada mas usaban el ferrocarril” (Tomas Jaime Carrillo entrevista: 31 de marzo 2012). Finalmente, una quinta etapa según el análisis del autor, comprende de 1986 a la fecha y aparece a raíz de dos acontecimientos de especial importancia para ambos países: la entrada de México al Acuerdo General de Aranceles y 12

Comercio (GATT siglas en inglés, que en 1994 se transformaría en el TLCAN )7 y la entrada en vigor de la Ley de Reforma y Control de la Inmigración (IRCA O SÍMPSON RODINO). Ambos sucesos marcarían la pauta para establecer una relación económica, comercial y política que prevalece hasta ahora entre ambos países.

La ley IRCA cuyo nombre refiere a los legisladores Simpson y Rodino que la promovieron, tuvo particular importancia pues aunque buscaba reducir el flujo de inmigrantes indocumentados y legalizar la estancia de quienes ya estuvieran allá por medio de un proceso de amnistía, dio pauta para profundizar la migración indocumentada y fomentar la legalización de los mexicanos que ya radicaban en los Estados Unidos y sus familias que se encontraban en México, promovió la dispersión geográfica de los migrantes en el vecino país y propició la reunificación familiar marcó un cambio en los patrones de la migración internacional establecidos hasta entonces, a diferencia del Programa Bracero, donde predominó el migrante masculino solo incorporado al mercado de trabajo en una migración temporal, circular y principalmente de origen rural; modificó esta tipología al fomentar la migración no solo de hombres sino también de mujeres, e incluso a familias completas. Para Durand y Massey (2003), esta ley cambió el curso tradicional de la migración mexicana hacia los Estados Unidos y el tipo de migrante que prevalecía hasta entonces.

Pero esta ley no beneficiaba a los migrantes mexicanos indocumentados, al contrario, existía detrás una regulación migratoria y el interés del gobierno estadounidense de cautivar a los migrantes y sus ingresos para que colaboraran con la economía de aquel país a través de la compra de casas, el pago de impuestos, el acceso a créditos, el pago de servicios, etc. además de que se aprovechaba la totalidad del trabajo familiar incorporando a mujeres e incluso a

7 Producto de la globalización de las economías, esta fue una iniciativa impulsada por la Organización Mundial del Comercio (OMC) al término de la Segunda Guerra Mundial para regular la economía global, reducir las barreras al comercio y fomentar el desarrollo económico, consistió en la eliminación paulatina de aranceles a las importaciones.

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niños al mercado laboral y sin tener que absorber ningún costo en seguridad social por parte del gobierno.

A esta cronología, me parece importante agregar una etapa más que comienza a presentarse y tiene que ver con el retorno, un retorno de migrantes no como punto culminante del proceso migratorio, pues a todas luces este continua, sino como parte de procesos estructurales que se viven hoy en los Estados Unidos tales como la actual crisis económica que atraviesa desde el 2008 y que hasta la fecha no ha logrado resolver.

La quinta y sexta etapa están marcadas por la importancia que han cobrado para los estadounidenses retomar los asuntos de seguridad nacional como eje transversal en cualquier asunto económico, político y social que involucre a su país, a partir de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001. Todo ello repercute en los migrantes mexicanos indocumentados que viven en los Estados Unidos quienes son los primeros en ser considerados una amenaza a la seguridad social, económica y laboral de los estadounidenses.

De este modo es posible considerar un retorno temporal e involuntario, pues en general persiste el ideal en los repatriados de encontrar la manera de volver al país donde se gana en dólares, donde se vive mejor; donde aún con lo anterior existen mayores posibilidades de encontrar un empleo y también donde no se vive una ola de violencia y crimen organizado como en México.

Se agrega además el rechazo social que implica ser deportado, no solo porque significa un fracaso en la aventura migratoria sino porque debe enfrentar una sociedad que después de haber vivido mucho tiempo fuera de su contexto, se extraña de su presencia, de su apariencia, de sus costumbres e incluso duda de que pueda encajar de nuevo en su ser; las dudas son muchas: ¿por qué lo regresaron, qué hizo allá, qué debe a aquella sociedad, porqué no vuelve a irse?, etc., se mira con desconfianza al migrante que espera ser acogido en su patria.

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Para México como país expulsor, constituye un verdadero reto cuestionarse qué hacer en caso del retorno de sus migrantes indocumentados que ya estaban integrados al mercado y modo de vida estadounidense.

Los diversos análisis del proceso migratorio lo ubican en dimensiones muy definidas de tiempo y espacio, migración circular migración permanente, el tiempo se vuelve la unidad de medida para la movilidad del migrante en dos destinos.

A lo largo de estas temporalidades la migración como proceso ha estado en constante transformación, tan es así que las redes que han logrado establecer los migrantes y sus familias se han consolidado y les han permitido ubicarse ya no solo en algunos estados específicos como Texas en la primera etapa, sino en todo el territorio estadounidense. También las actividades económicas y productivas en las que participaban se han extendido, ya no solo al sector agrícola, sino al industrial, comercial y de servicios.

La flexibilidad de este mercado laboral precario del que los migrantes mexicanos se vuelven presa, un mercado que los acepta como indocumentados en sus distintos sectores y aprovecha la vulnerabilidad de su condición migratoria para violentar cualquier derecho laboral y humano que les pertenezca. Este mercado también demanda una alta participación de mano de obra femenina, con ello podemos hablar de condiciones y posibilidades distintas del retorno para hombres y mujeres, un retorno diferenciado por género. Bajo este enfoque, es posible encontrar que no todos los hombres y mujeres migrantes tienen la misma tendencia y posibilidades de retornar a México; por ejemplo, el migrante varón de edad avanzada es más propenso a retornar que el migrante joven, sobre todo si el primero es jefe de familia. Al parecer lo mismo sucede en el caso de las mujeres, suelen retornar las jefas de familia, quienes tienen la responsabilidad de hijos o del cuidado de adultos mayores pero no siempre sucede así, también prevalece el escenario donde los que se quedan sufren el abandono de la madre que “ya no quiso regresarse”.

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El retorno entre los hombres es más frecuente que en las mujeres, pues mientras 45 por ciento de los varones migrantes regresa a México, solo 32 por ciento de las mujeres lo hacen, y existen marcadas diferencias según la edad pues el 75 por ciento de los jóvenes (menores de 20 años) tiende a permanecer en los Estados Unidos, en tanto que un 62 por ciento de los varones adultos regresan a México. el retorno parece ser un evento más común en la migración masculina que en la femenina (Canales, 1999:33).

Desde una mirada local, el zacatecano migrante internacional es resultado de las condiciones sociales tan precarias en las que debe sobrevivir la población, con una economía centrada en el sector primario, minería extractivista, poco desarrollo industrial y la escasa generación de empleos por parte del gobierno y de la iniciativa privada. Todo ello, agudiza la pobreza y la marginación para la población; en consecuencia, la migración ha sido por décadas una opción de vida e incluso una condición para la sobrevivencia sobre todo en el medio rural.

Teniendo como base la migración circular, entre las décadas de los sesenta y principios de los ochenta los conocimientos y las redes de relaciones que se consolidaron con la migración de los braceros, dieron paso a la formación de comunidades filiales8, que posibilitaron la formación de las organizaciones de migrantes y que vendrían a hacer frente como hasta hoy, a las limitaciones de la producción y reproducción campesina fortaleciendo los vínculos económicos del migrante con su territorio.

Para 1980 con la puesta en marcha del modelo neoliberal en el país, la migración internacional se fue consolidando ya no sólo como una migración laboral que complementaba la actividad agrícola de las familias campesinas, sino como la única alternativa para sobrevivir en el contexto campesino. La explicación del incremento en el éxodo radica en la puesta en marcha del

8 Las comunidades filiales son las estructuras de organización más simples y cuentan con la peculiaridad de reproducir culturalmente la comunidad de origen, así como sus redes sociales. Los clubes, en cambio, se diferencian de las comunidades filiales por: a) construir estructuras organizativas formales más o menos establecidas; b) realizar un conjunto de acciones sociales e incluso políticas; c) llevar a cabo alianzas con organizaciones de migrantes de otras entidades, y d) trascender el localismo (Moctezuma, 2002:3)

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Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) que terminó con la empresa nacional, sacrificó a la economía campesina y dio paso a la importación de alimentos para el consumo interno, potenciando el monocultivo y los procesos agrícolas mecanizados que desplazaron al sector campesino del campo.

b) La Expresión Regional de la Migración Internacional

La incorporación estatal a la migración internacional se desarrolló con una marcada concentración geográfica. A nivel municipal, los municipios del sur como Tlaltenango y Juchipila, mejor conocidos como “los cañones”, fueron los pioneros e incursionaron activamente en el proceso, éstos conservan especial importancia hasta la actualidad por la cantidad de migrantes originarios de estos lugares que viven o trabajan en los Estados Unidos.

En una segunda fase, se incorporaría la región centro del estado, encabezada por los municipios de Jerez, Monte Escobedo y Valparaíso, mismos que también conservan actualmente una larga tradición migratoria y mucha población migrante radicando en los Estados Unidos.

Territorialmente, el fenómeno migratorio se extiende e intensifica hacia una parte cada vez más amplia y alcanza a cubrir el último enclave de la economía campesina zacatecana, la estratégica zona frijolera. En un tercer momento, se incorporaría la región del norte representada por los municipios de Saín Alto, Río Grande y Sombrerete hoy identificados también como parte de la franja agrícola temporalera del estado, “la zona frijolera”, de particular importancia para la presente investigación.

En la actualidad la región frijolera del estado es considerada como la zona de mayor expulsión de fuerza de trabajo migrante. Esto no siempre fue así pues hasta los años ochenta, ésta región poseía una estabilidad socioeconómica por su diversificación productiva y por su contribución nacional al suministro de granos básicos; sin embargo, una década después, en los años noventa, esta situación se modificó producto de los cambios en las políticas nacionales de

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ajuste estructural que impulsaron la apertura comercial del sector agrícola mexicano, específicamente a raíz de la entrada en vigencia del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

Esta zona, considerada por los expertos el único y más representativo enclave económico de Zacatecas por la importancia del cultivo, la extensión agrícola que destina a la producción y el número de productores campesinos que dependen de ésta actividad para sobrevivir, también representa hoy uno de los escenarios más desoladores a nivel nacional. Prueba de lo anterior, es que a pesar de ser la zona identificada como de mayor potencial agrícola y donde se localiza la única fortaleza económica de la entidad, es también la región donde resulta más notable el deterioro y la desarticulación de la producción y la vida campesina. Los municipios frijoleros son el espacio de mayor migración como efecto del nivel de tecnificación de la parcela y de la precariedad de los procesos productivos. La zona frijolera es la superficie donde se siembra la mayor cantidad de frijol a nivel nacional, más no la que ocupa los primeros lugares en productividad y bienestar económico de los productores campesinos.

La región productora de frijol en Zacatecas se ubica sobre los municipios marcados simultáneamente por niveles de marginación y emigración muy altos, es por ello que al ver desplazado su grano, los frijoleros vean a migración como su única alternativa (Pérez: 2007).

El municipio de Sombrerete forma parte de la zona frijolera y también es uno de los municipios con mayor intensidad migratoria (ver figura 1), con una gran cantidad de zacatecanos viviendo en los Estados Unidos y con enormes tendencias al despoblamiento. Sombrerete además de ser representativo por su producción frijolera y la migración de su gente, lo es por la actividad minera que en el pasado lo identificó pues hasta hace poco más de una década albergaba todo el desarrollo minero del estado en la minera “San Martín”, misma que lleva años paralizada y aún enfrenta fuertes conflictos sociales. En la actualidad, a pesar de que el desarrollo minero se ha concentrado en el semidesierto zacatecano (en los municipios de Mazapil y Concepción del Oro principalmente), los costos sociales del desarrollo de la minería en Sombrerete, como la pobreza, 18

despoblamiento, contaminación, agotamiento de recursos naturales, entre otros, también se expresan en la migración de su gente.

Índices de Intensidad Migratoria por Municipio

Figura 1.Índices de Intensidad Migratoria por municipio. Fuente: Índices de intensidad migratoria por municipio 2010, Consejo Nacional de Población y Vivienda 2012, Anexo B. Índices de intensidad migratoria México-Estados Unidos por entidad federativa y municipio.

La estructura económica prevaleciente en el estado, las redes que han ido tejiendo los migrantes, y el cobijo que la cultura zacatecana le ha dado a la migración a Estados Unidos, ha permitido la incorporación masiva de la población a un éxodo con el cual se sostiene la producción y la vida campesina facilitándose la inversión privada que depreda el territorio estatal y precariza las condiciones de vida de la población.

Esta breve síntesis del contexto histórico de la migración internacional da cuenta de que México ha aportado durante décadas a los Estados Unidos fuerza de trabajo, riqueza territorial, acuerdos comerciales benevolentes y políticas

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acordes a su modelo de desarrollo que han sido pilar para la edificación y permanencia de ese país como potencia mundial.

Un aspecto a considerarse en toda esta evolución histórica del proceso migratorio, es que gracias a ella, aparecen dos tendencias contradictorias, por un lado una aguda crisis en su ya de por sí débil y desarticulada estructura productiva y la tendencia al despoblamiento de algunas de sus zonas de origen y por otro lado, la emergencia de un nuevo sujeto social con potencialidades de impulsar el desarrollo local y regional que rompe con una visión cerrada del territorio y articula y promueve prácticas transnacionales cimentadas en la creciente organización de los migrantes (Delgado y Márquez, 2004:160).

c) Remesas y Clubes de migrantes, ¿potenciadores de desarrollo local?

Las políticas gubernamentales han hecho hincapié en el binomio migración y remesas como promotor del desarrollo, sin embargo, es interesante cuestionar ¿De qué desarrollo se habla?, ¿Qué es lo que busca desarrollarse con las remesas? y ¿Cómo se está entendiendo el concepto mismo de desarrollo?

Con la fragilidad económica del país y el fracaso total del modelo neoliberal cuyas propuestas económicas se fijan únicamente para los mercados globales, a más de tres décadas aplicándose al pie de la letra, la migración internacional se ha ido convirtiendo en una alternativa para buscar el empleo y el salario que su país no les ofrece y las mejores condiciones económicas, sociales y recientemente también de seguridad que se les niegan.

Las remesas representaban la segunda fuente de divisas en el país, solo después del ingreso de la venta de petróleo, la principal actividad económica del país, sin duda con las reformas actuales, hoy ocupan el primer lugar. Son un recurso estratégico por ser el sostén económico de millones de familias, son el motor de las economías locales, y son generadoras de un desarrollo definido como poder de consumo; son consideradas un rubro más de la economía mexicana que es preciso proteger y administrar; además de esta funcionalidad

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económica, las remesas deben combatir la pobreza y el rezago social utilizándolas en inversiones productivas.

En Zacatecas cerca de 40 mil hogares reciben remesas y su importancia se manifiesta al considerar que representan más del 50 por ciento del ingreso monetario de los hogares. (Rodríguez s/f: 23).

Si bien la funcionalidad de las remesas a nivel estatal no radica en ser promotoras del desarrollo entendido en términos capitalistas, éstas inciden en la medición de la pobreza al considerar que si bien no existe de hecho riqueza en los hogares receptores de remesas, sí es posible decir que aquellos hogares que no reciben este ingreso monetario enfrentan mayores dificultades económicas para garantizar el sostenimiento familiar e incluso representan una mayor intensidad de pobreza.

Con la intención de identificar y de cuantificar los niveles de desarrollo que pueden alcanzar los migrantes en sus comunidades de origen, el mismo migrante ha sido identificado como un actor que propicia el desarrollo, incluso autores como García (2003:11) lo denominan un actor binacional del desarrollo.

El objetivo del migrante es claro, lograr mejores condiciones de vida para ellos y sus familias que se quedan, este objetivo lo reprodujeron después de manera colectiva una vez consolidada una migración establecida, así el migrante organizado ha sido identificado por estos organismos y los gobernantes locales como un actor potenciador del desarrollo pues representa una fuerza productiva que es de mucha utilidad para el desarrollo local y regional en estados expulsores de fuerza de trabajo migrante.

Es el caso de Zacatecas, cuya población sobrevive en una incipiente y precaria economía basada en el sector primario que arrastra varias décadas de graves problemáticas económicas, productivas, tecnológicas y ambientales que lo mantienen en crisis, escaso desarrollo industrial y una actividad minera de cuya producción no queda nada en el estado más que los costos sociales y ambientales; por ello, las remesas han sido durante décadas el sostén principal de las familias zacatecanas. Como parte de ese desarrollo regional, se 21

promueve una política encaminada a volver a los migrantes a través de sus dólares, diseñadores y actores responsables de su propio desarrollo.

Un desarrollo entendido como crecimiento y progreso económico que aterriza en distintos programas dirigidos a las comunidades de origen; de esta manera, es posible mostrar un “neoliberalismo de corte social” con el que se da credibilidad al modelo y se legitima la exportación de fuerza de trabajo al mercado estadounidense.

Con el impulso de esta política social se genera un escenario de programas y proyectos que funcionan como paliativos de la problemática social y la pobreza, que no solo no resuelven los problemas sociales de fondo sino que generan una dependencia total de las remesas en las familias del migrante y en las economías locales.

De este modo, la migración no solo es sinónimo de la precariedad social y económica sino una condición para que esa misma precariedad social se desarrolle y reproduzca. Por lo tanto, es un error seguir suponiendo que las remesas generan desarrollo por sí solas sin antes lograr un sistema económico y político estable, esto sin duda no es tarea sencilla pero de continuar las mismas condiciones económicas y sociales en las familias de los migrantes, la dependencia de las remesas refleja la ausencia de desarrollo.

A pesar de lo anterior, en el contexto latinoamericano, México es el país que más remesas recibe; y según la proyección del Banco Mundial, “a la región llegarán este año 61 mil millones de dólares, 2.5% más que el año pasado y alcanzarán 68 mil millones de dólares en 2014” (Ídem), al mismo tiempo asegura que las condiciones de empleo en los Estados Unidos han mejorado incluso para los migrantes indocumentados.

Sin embargo, no se considera que en correspondencia con la cantidad de remesas que ingresan a la economía mexicana está el tamaño del éxodo generado por esa misma economía, además de que dichas remesas no llegan de manera homogénea a toda la geografía nacional sino que se concentran principalmente en las regiones expulsoras, por lo tanto hay una distribución 22

desigual y un desarrollo desigual con las remesas, por ello, las remesas pueden identificarse como un indicador de pobreza.

A nivel local el flujo de dinero que ingresa por concepto de remesas se estima en los 350 millones de dólares anuales y representa un monto mayor al generado por cualquier otra actividad productiva en el estado. En 2013 a nivel nacional Zacatecas se ubica como la cuarta entidad con mayor dependencia de las remesas solo después de Michoacán, Guerrero y Oaxaca (Anuario de migración y remesas 2014), y considerando que la mayoría del ingreso que representan las remesas se utiliza para el consumo de bienes básicos, queda claro que desarrollo para los zacatecanos es igual a sostenimiento y sobrevivencia familiar (García, 2000).

Hasta ahora se ha identificado a la migración como promotora de desarrollo pero ¿De qué desarrollo se habla, y cómo se está entendiendo este concepto? Se trata de un modelo occidental basado en una estructura productiva industrial moderna que concentra riqueza de manera desigual, desdibuja fronteras y busca la homogeneización de las sociedades, cuya producción y participación económica será regulada por un mercado global que reemplaza al Estado como generador de desarrollo, y cede su lugar a los mercados globales colocando los intereses y el bienestar de la población en último lugar.

El desarrollo con remesas se inscribe en la promesa de una sociedad moderna, donde el consumo es sinónimo de bienestar, utilizando dinero que no se tiene para consumir lo que no se necesita. No se explica la vida de las sociedades sin el anhelo del desarrollo, una permanente disputa de intereses en la que unos ganan y otros pierden y donde no sólo son parámetros cuantificables sino relaciones entre los individuos y las estructuras que rigen las sociedades (León y Flores, 1991:21).

Como muestra la realidad zacatecana rural, empobrecida y migrante, el desgaste de este concepto y del modelo mismo y las contradicciones propias de un desarrollo excluyente en el que el crecimiento, el desarrollo y progreso de

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pocos es la pobreza y la miseria de la mayoría, se trata de un desarrollo desigual.

En el contexto mundial pese a que éste modelo sigue vigente y el concepto ha sido agotado y rebasado, en la actualidad están discutiéndose nuevas propuestas de otras maneras de reproducción y convivencia de las sociedades que no necesariamente deben llamarse “modelo” o “desarrollo”. Formas muy otras de convivencia, consideradas alternativas al desarrollo y no alternativas de desarrollo. Países como Bolivia y Ecuador que con su propuesta del Buen Vivir (sumak kawsay), demuestran que no existe una forma o modelo único, que deba regir las sociedades. Si bien estas propuestas se dan en un contexto donde los grupos más pobres y excluidos llegaron al gobierno, cosa muy lejana en nuestro país, demuestran que otras maneras de convivencia social son posibles.

El establecimiento definitivo de los migrantes y sus familias dio origen al desarrollo de comunidades filiales9 que no son solo los migrantes y sus familias establecidas, sino son familias que desarrollan un modo de vida comunitario en otro contexto social, en este caso, en los Estados Unidos. Esta organización ha permitido la cohesión de los migrantes y ha posibilitado la acción comunitaria y la participación transnacional. Sin el predominio de la migración establecida no es posible la existencia y crecimiento de las organizaciones de migrantes (Moctezuma, 2003:53).

Este nivel organizativo alcanzado por los migrantes ha promovido el uso de remesas colectivas, las cuales hasta hoy llegan a las comunidades de origen de los migrantes y se destinan al beneficio colectivo. Esta forma de organización de los migrantes y su funcionalidad en la sociedad zacatecana, demuestra un producto positivo de la migración, y permite reforzar los lazos de identidad y

9 La definición de estas comunidades ha tenido diferentes acepciones desde “circuito nacional transnacional”, Estado Nación desterritorializado, comunidades diaspóricas, o incluso para algunos autores representan prácticas extraterritoriales, etc. Se trata del concepto que agrupa a individuos que comulgan con relaciones sociales de convivencia que comparten identidad, donde se convive y se fortalecen lazos de relaciones sociales y prácticas culturales en un territorio que trasciende fronteras, para ellos el territorio extranjero no les da la identidad pero si les permite recrearla. 24

pertenencia que conservan los migrantes con su terruño, las comunidades de origen.

El saldo histórico negativo de la migración se refleja en tendencias preocupantes en los territorios de origen; despoblamiento y fragilidad de las estructuras productivas principalmente; en contraste, la emergencia de un sujeto social impulsor del desarrollo que articula una práctica transnacional fincada en la organización de migrantes en Estados Unidos. (Delgado y Márquez, 2004:160).

En Zacatecas la naturaleza de los Clubes de migrantes ha sido tema de análisis durante varias décadas, derivado de su importancia desde el punto de vista económico, político y social en el estado, al grado de considerarlas potenciadoras de un desarrollo local y regional basado en la creación de infraestructura básica en las comunidades de origen.

Para García (2005:3) la larga tradición migratoria de los zacatecanos hacia Estados Unidos les ha permitido formar una organización de Clubes en ese país, con base en compartir el sentimiento de pertenencia comunitaria y realizar actividades conjuntas en sus lugares de procedencia.

“El club busca el progreso del pueblo en obras para que aquí vivan mejor, ayudar con lo que podemos y con lo que la gente necesita, a nosotros nos da gusto de venir y ver aquí que hay más caminos, que la gente ya no batalla tanto como sufrimos nosotros cuando aquí no había nada ni médico ni nada”. (Lucy: pionera en la formación del club Villa Insurgentes).

La formación de estas organizaciones de zacatecanos migrantes, tiene sus antecedentes en los años sesenta en el Sur de California cuando los migrantes de manera incipiente comienzan a organizarse en Los Ángeles para dar apoyos solidarios a los migrantes enfermos, accidentados o fallecidos que requerían ser trasladados a su tierra; más tarde empezarían a colaborar en el desarrollo de actividades de infraestructura social (reparación de plazas, iglesias, panteones y parques deportivos) solos, con sus recursos (García: 2005:45).

En cuanto a las organizaciones transnacionales que los aglutinan se encuentran la Federación de Clubes Zacatecanos del Sur de California, y la Federación de Chicago Illinois, ésta última aparece en la década de los ochenta e incluye varias

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organizaciones de migrantes a las que es posible identificar por que llevan por nombre su lugar de origen, como es el caso del Club de Villa Insurgentes en Chicago.

Zacatecas es el estado de la República con el mayor número de migrantes organizados en los Estados Unidos bajo la figura de los clubes, se trata de organizaciones formales que poseen un reconocimiento indiscutible pero que enfrentan la problemática de encontrarse desarticuladas entre sí, y que adolecen de alguna estructura organizativa en las comunidades de origen, salvo algunas excepciones, como el caso de Villa Insurgentes con su Club Espejo, que funcionen como un sujeto social local que emprenda acciones conjuntas con los migrantes para lograr proyectos de mayor impacto y dimensiones.

El vínculo con las comunidades de origen es el principal insumo para mantener la ayuda solidaria requerida para lograr el “progreso” en estas comunidades, misma que demuestra que las relaciones sociales pueden fortalecerse más allá de las fronteras. Los clubes han sido capaces de procurar reproducir su cultura de origen al tiempo que fortalecen sus vínculos familiares y relaciones sociales.

Parte de estas prácticas sociales y culturales que son expresión del arraigo, permiten la reproducción de tradiciones y cultura, como el día del Zacatecano en el extranjero, la celebración de las fiestas y tradiciones de los municipios zacatecanos, etc., donde les es posible reproducir su cultura e identidad y fortalecer su participación política.

La larga tradición migratoria de los zacatecanos hacia los Estados Unidos, les ha permitido formar más de 200 clubes migrantes en aquel país, que tienen como origen diversas actividades para brindar ayuda solidaria a otros migrantes que enfrentaban problemas familiares o para hacer más ligera su incursión como migrantes ilegales; esta etapa de iniciación de los clubes le llaman el periodo Cero por Uno (García, 2007:166).

Con el objetivo de institucionalizar los apoyos de los clubes de zacatecanos para la construcción de obras de infraestructura social en sus comunidades de origen, en 1992 surge en Zacatecas el Programa Dos por Uno que se formaba con la 26

aportación de un dólar del gobierno estatal, otro del gobierno federal, por cada dólar que aportaban los migrantes. (Ibíd.).

Con la experiencia previa que había dejado el programa Dos por Uno, para el año de 1999 el programa cambiaría de modalidad a Tres por Uno e incluiría la participación del Gobierno Federal. Este programa es de importancia nacional y ha logrado involucrar a muchos de los estados de la República. Para el año 2002, este programa se convirtió en un programa federal vinculado con la Secretaría de Desarrollo Social, con objetivo de beneficiar a todos los estados, las regiones y comunidades del país por igual y no solo a aquellos donde hubiera clubes de migrantes. El programa se llamó “Tres por Uno Iniciativa Ciudadana”.

Pese a su impacto en las diversas regiones del país, generó descontentos entre los migrantes pues su aplicación además de que fue apresurada y sin un diagnóstico previo, llegó a privilegiar a las comunidades donde no había migrantes, además de que la población beneficiada era la que menos participaba en los proyectos y en su ejecución, por todo lo anterior los migrantes solicitaron al gobierno que regresara el programa a su idea original, pues se dieron cuenta de la importancia de volver al Tres por Uno para Migrantes (García, 2007: 165:172).

Con estos antecedentes y favorecido por la larga tradición migratoria estatal, en Villa Insurgentes se han conformado dos Clubes de migrantes, el más antiguo en Chicago y otro más reciente en Forth Worth, Texas, ambos pertenecen a la Federación de Clubes Zacatecanos de Chicago, los cuales trabajan para desarrollar obras de mejoras sociales para la población.

Las actividades de los clubes buscan obtener fondos para impulsar proyectos en las comunidades de origen, mediante una reproducción de la cultura mexicana, de las costumbres y tradiciones propias de sus comunidades de origen.

“Se hace comida y bailes típicos, a manera de kermes como los que se acostumbra hacer aquí, donde se ofrece los guisos tradicionales a amigos, paisanos y vecinos que se reúnen al festejo consumen lo que se vende, y

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cooperan, es del modo en que juntan su dinerito, también pueden hacer rifas” (Tomás J. Carrillo, entrevista febrero, 2013).

La constitución de los clubes no fue tarea fácil, sus organizadores han tenido que picar piedra en ambos lados de la frontera, si bien la experiencia previa de los municipios pioneros marcó el rumbo, la sola motivación de impulsar una obra social y las buenas intenciones de los migrantes no fueron suficientes, tuvieron que participar líderes natos como el párroco del pueblo aprovechando el arraigo a la religión, o los delegados municipales a través de los ayuntamientos, el hecho es que se aprendió sobre la marcha.

“Nosotros hicimos mucho trabajo, desde que el Club se formó, una no para de trabajar, que si en kermes, rifas, coleaduras, y todo lo que se nos ocurra para obtener fondos, todos los que se involucran van a trabajar. Hay que hacer todo desde limpiar y organizar el evento hasta recoger y eso no es tarea fácil, se tiene que involucrar toda la familia y pues nosotros también tenemos nuestros trabajos, familia etc., nuestras cosas que atender, pero aun así le echamos ganas siempre, el club de Chicago ha trabajado muy bien, se trabaja tanto que a veces una se pregunta si vale la pena, pero luego, cuando venimos aquí y se ve el cambio, creemos que si hay que seguir trabajando”.(Lucy: Septiembre 2013)

En lo local se ha aprendido de la experiencia organizativa de los migrantes, de la burocracia y las malas administraciones políticas que malbaratan el esfuerzo de los migrantes; por ello, “los que se quedaron”, han encontrado la manera de ayudar constituyendo su propio Club, organización que ellos mismos han nombrado “el Club Espejo”, una forma organizativa surgida desde lo local que sirve para vigilar y dar seguimiento a la ejecución de las obras planeadas en el programa Tres por Uno. De esta manera, es posible la organización y participación local así como la constitución de otro sujeto social y se sigue fortaleciendo el vínculo trasnacional.

“Aquí hay un Club espejo del Club de Chicago, que hace las mismas actividades que se hacen allá para la recolección de fondos, pero sobre todo para vigilar lo que se hace porque el gobierno a veces le juega chueco a la gente, el club espejo y los clubes de allá, trabajan en conjunto y eso les ayuda a ir parejitos todos, pues es que, uno solo no puede con la chiva. Ahora para hacer la biblioteca se trabajó para juntar algo de dinero y ya se ven los resultados”. (Tomás J. Carrillo, entrevista: agosto 2013).

Cuando se habla de migración internacional pareciera que se habla de un proceso uniforme, sin embargo no se trata de un evento homogéneo y tampoco con la misma historicidad, intensidad e implicaciones en todos los estados ni en 28

todas las regiones, por ello cada veta de análisis se vuelve una fuente muy rica para seguir profundizando y tratar de entender, porque en determinadas regiones, “es común irse al norte”.

d) Género y migración

“La mujer no nace, se hace”

Simone de Beauvoir

A pesar de la importante labor productiva y reproductiva que desempeñan las mujeres para garantizar la sobrevivencia de las unidades domésticas y de la sociedad en general, su capacidad reproductiva, su aporte de fuerza de trabajo, así como su papel dentro de las estrategias que se implementan al interior de la unidad doméstica para garantizar su sobrevivencia y reproducción, se han considerado poco..

La relación género y migración ha servido primero para explicar la ausencia de las mujeres en los estudios de las migraciones y segundo para analizar las particularidades del fenómeno al interior de las unidades domésticas y en la vida de las mujeres.

En el tema migratorio, por mucho tiempo han estado invisibilizadas a pesar de que siempre han estado presentes, ya sea como migrantes en tránsito o como “las que se quedan”. En ambos casos, enormes transformaciones suceden a nivel personal, familiar y comunitario, pero desafortunadamente su participación en dicho proceso se había limitado a meras acompañantes del migrante o como administradoras de las remesas. De las implicaciones que conlleva esta participación en su condición de género, se ha hablado poco.

Hoy hay muchos más estudios con perspectiva de género que muestran cómo el género es una construcción social que contribuye a la desigualdad en la sociedad. Por otro lado, las discusiones también se han dirigido a señalar que 29

con la participación femenina en el mercado laboral se genera un proceso paulatino de mayor autonomía de la mujer y va construyéndose una mayor capacidad de negociación entre los hombres y las mujeres así como una resistencia mayor al patriarcado (Chant y Craske, 2007:30).

El concepto de género como construcción social tiene sus orígenes en la perspectiva feminista, que acuña el término para destacar las desigualdades que se generan socialmente en los espacios destinados para hombres y mujeres y cómo éstos se convierten en arenas de discriminación. De origen buscaba lograr la participación de las mujeres en la política consiguiendo como resultado el derecho al voto e ir construyendo una relación entre las mujeres y el Estado.

Género como categoría, se refiere a diferencias socialmente construidas para los sexos y la forma como se reproducen las relaciones sociales entre mujeres y hombres. Aunque esta definición parece un tanto abstracta, es posible comprenderla a partir del papel de las mujeres en la vida cotidiana al interior de las unidades domésticas como el grupo social en el que se desenvuelven y en el que estas diferencias se reproducen, están siendo moldeadas en la historia de relaciones sociales y cambian a través del tiempo y las culturas.

La construcción social del género, produce un conjunto de ideas sobre las mujeres y los hombres, las sociedades definen tanto aspectos individuales no relacionados con la biología (el intelecto, la moral, la psicología y la afectividad), como aspectos sociales (la división sexual del trabajo, las prácticas rituales y el ejercicio de poder). Esto ha dividido el ámbito público y privado y ha relegado a las mujeres a un estatus social y político inferior (Lamas, 2003:331).

El género define la organización jerárquica de actividades según el sexo y también define el comportamiento y las relaciones de hombres y mujeres en las sociedades; este aprendizaje e interiorización de las actividades social y culturalmente asignadas a los sexos, originan una división sexual del trabajo, roles específicos para comportamientos femeninos y masculinos dentro de un contexto social, en suma, definen al género en las sociedades.

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La categoría género integra todos los procesos sociales y culturales que determinan la distinción entre lo masculino y lo femenino, sin embargo debe quedar claro que mujeres y hombres no son un reflejo de una realidad “natural”, sino resultado de una producción histórica y cultural basada en un proceso de simbolización. Bourdieu (Citado en Lamas: 2003) alude a una especie de ceguera de género al considerar que el orden social está tan profundamente arraigado que no requiere justificación, se impone así mismo como autoevidente y es tomado como “natural”, esto permite tomar como “natural” lo que es construido.

Es por esta razón que la clasificación público-privado asignado para lo masculino-femenino, el vivir para servir a otros, la invisibilidad y la opresión que viven las mujeres, la exclusividad del trabajo doméstico, la sumisión, vivir en el machismo, etc. son actitudes consideradas normales, en una sociedad donde se educa a las mujeres para ocupar un lugar inferior en la jerarquía del hogar y en la estructura social, donde los adjetivos que denotan poder y autoridad están adjudicadas a lo masculino.

Para Marta Lamas (2003: 328) género es un filtro cultural, una identidad, un conjunto de prácticas y creencias, representaciones y prescripciones sociales. La comprensión de cómo la simbolización de la diferencia sexual estructura la vida material y simbólica. El género estructura la percepción y organización concreta y simbólica de toda la vida social. Para esta autora, el género como concepto aun no es un constructo epistemológico que pueda teñir la forma en la que comprendemos el mundo, “aún no se logra generalizar la mirada y el conocimiento para analizar las relaciones de nuestra vida cotidiana” (Ídem).

Sin embargo, ha servido de mucho para hacer evidente la desigualdad social que se desprende de la construcción social y cultural de los sexos, y ha hecho hincapié en dejar claro que género no es exclusivo de las mujeres pero que si ha significado la posibilidad de visibilizar que en los análisis de las relaciones sociales han estado ausentes y que no tiene porque ser así.

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El género como construcción social puede interpretarse de maneras tan diversas como las sociedades mismas; por ello, esa construcción implica que no existe una definición única de hombre o mujer. Hombres y mujeres son esencialmente los mismos, sin embargo, nuestra manera de percibirlos como diferentes es el resultado de procesos sociales estructurales. Considerando lo anterior, no se trata entonces de exclusividad de ninguno de los sexos, sino que la lucha es por una inclusión justa en la sociedad, con derechos y libertades.

Dentro de las investigaciones con perspectiva de género, han despertado un interés reciente los estudios de la movilidad de población en espacio internacional, ya sea por la importancia demográfica que representa, además el excesivo interés en la migración desde la perspectiva economicista, la actual problemática social derivada de los desplazamientos de hombres y mujeres en edad productiva y reproductiva que abandonan sus lugares de origen buscando mejores condiciones de vida y el costo social que ello significa.

En la actualidad, la participación de las mujeres en la migración ha sido un tema de particular importancia, ya sea por el aumento de responsabilidades y de la carga de trabajo que se adquieren con la migración de los varones, la miseria, el abandono y el olvido que viven las esposas, madres e hijas que se quedan, así como también la violencia y los abusos que enfrentan las mujeres que se arriesgan en la aventura migratoria.

Desde un análisis de la llamada feminización de las corrientes migratorias internacionales, Ibarra (2005), plantea que una de las tendencias finales del siglo XX e inicios del siglo actual, es el aumento de la presencia de la mujer en los flujos migratorios internacionales además de la importancia de las mujeres migrantes como una de las principales fuentes de ingresos para el hogar, más allá de su rol tradicional de miembro acompañante en la familia que migra.

A lo largo del proceso histórico de las migraciones la mujer siempre ha estado presente; por ello, es bueno cuestionar si en realidad se trata de una feminización de las migraciones o solo de una feminización del discurso de la migración. Al parecer, hasta la década de los setenta se trataba de una falta de

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reconocimiento de la participación de la mujer en la migración y del papel que desempeña desde su condición de mujer al interior del grupo doméstico y no una ausencia de participación. Sin embargo, es pertinente anotar que no migraban tantas como ahora.

En el caso de las mujeres de Villa Insurgentes, no era común que ellas migraran, pero siempre han sido quienes viven las consecuencias de la migración de los esposos “cuando la cuerda aprieta demasiado,” y la migración se convierte en una alternativa para garantizar la sobrevivencia de la familia.

Hasta los años setenta las mujeres del ejido prácticamente no migraban, no estudiaban y se casaban muy jóvenes; durante algunas épocas del año se incorporaban a las actividades de la parcela y en algunos momentos también si las necesidades de la familia lo ameritaban, se incorporaban al mercado laboral, principalmente doméstico, aunque de inicio esto representó un castigo social tanto para ellas como para sus familias, por dejarlas “andar de libres”.

La migración por lo menos en sus inicios en Villa Insurgentes fue siempre vista como “algo para los hombres”, lo cual formaba parte de esta invisibilidad de las mujeres en el fenómeno migratorio, ellos eran quienes podían y en la mayoría de los casos debían irse porque la familia dependía única y exclusivamente de “lo que el hombre arrimara al hogar” (María Chávez, entrevista: 16/Enero/2013).

Sin embargo, los tiempos cambian y con ello pareciera que la percepción de las personas y sus actitudes respecto a algunos sucesos también.

“Cuando las mujeres se van y están allá, ya las moralidades no se satanizan, pues a la tierra que fueres, haz lo que vieres, entonces acá ya los cambios que se dan cuando ellas llegan se dan por sentados, la gente se acostumbra a ver lo que es allá, aquí ya no se escandalizan por eso, se da por hecho, pero eso es ahora, antes, ya quisiera que eso se aceptara. La vida en Estados Unidos es muy diferente para nosotros, las costumbres y libertades que allá tienen las mujeres son muchas y la gente se acostumbra a la vida de allá, pues bien dicen que el que anda entre la miel, algo se le pega, y con el paso del tiempo hemos aprendido a aceptarlo”. (Tomas J. Carrillo, entrevista: Octubre 2012) Hoy migran hombres y mujeres por igual y ello demanda de un análisis con perspectiva de género que permita ver las implicaciones y transformaciones que suceden en la unidad doméstica en su conjunto, colocando obviamente a las 33

mujeres en el mismo nivel de análisis que el otorgado hasta ahora a la migración masculina.

La perspectiva de género puede servir para analizar las relaciones entre los sexos, los roles de hombres y mujeres en una sociedad donde la variedad biológica ha marcado profundas diferencias en la política, la religión, las artes, los oficios, el trabajo, en fin; en prácticamente todo. En síntesis, el género es la primera identidad del ser humano (Dalton, 2010; 26).10

De acuerdo con Dalton (2010:14), la construcción del género no es inamovible, hay elementos que influyen en su consolidación y otros que ayudan a su transformación; entre los últimos se encuentra, el trabajo remunerado, la escuela, el prestigio social resultado del bienestar económico, el gasto y la política, sobre todo políticas públicas que expresan el deseo de cambiar situaciones de subordinación y desconocimiento del género femenino.

La propuesta de esta autora en la que género e identidad están estrechamente vinculados, descansa en el hecho de que la identidad al igual que el género, no es una cualidad biológica, es cambiante y multifacética, principalmente porque la identidad es una traje y su construcción siempre es intencionada, por ello no es posible comprender el género sin antes conocer el contexto en el que se da y se ha construido la identidad para hombres y mujeres.

Esta propuesta coincide con Lamas (2003:345) cuando considera que la identidad del sujeto no puede ser entendida a menos que se perciba al género como componente de interrelación compleja con otros sistemas de identificación y jerarquía. Para ambas autoras, género e identidad están estrechamente relacionados, sin dejar de lado la relación con la cultura y su semejanza con género e identidad al ser también un constructo social cambiante. Lo cultural, no es estático, hay un efecto recontextualizador que implica que no existe una cultura única, sino formas distintas de estar en el mundo.

10 Margarita Dalton analiza el género equiparándolo con el concepto de identidad, considerando para el análisis de ambos conceptos la historia, la filosofía, la psicología social y el discurso, para ella la división sexual del trabajo es un proceso donde se fija la identidad del género.

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En Villa Insurgentes, la migración forma parte de la identidad de hombres y mujeres, de campesinos y profesionistas, incluso de los niños y los abuelos. Con el trabajo de campo realizado para esta investigación, fue posible demostrar que la falta de acceso a la educación, las pocas alternativas de trabajo para las mujeres, el matrimonio o la orfandad eran las únicas causas por lo que las mujeres se iban, pero “ahora las cosas han cambiado” y, con formación académica profesional, con empleo o autoempleo, etc., la migración que antes “era cosa de hombres”, hoy también es cosa de mujeres.

Al interior de la unidad doméstica las relaciones de género están mediadas por relaciones de poder, que rigen desde la concepción del ser mujer hasta la vida marital y la intimidad de la pareja, la educación y la crianza de los hijos, la economía del hogar y el trabajo doméstico. Haciendo uso de estas relaciones de poder y de los roles que la sociedad define para los hombres y mujeres, se coloca a la mujer en el sometimiento y la invisibilidad.

Dalton (2010:34) ubica esquemas mentales intangibles que ejercen su poder en la construcción del conocimiento y la identidad de género, en el que no importa cuánto cambie la situación oficial de las mujeres al darles mayores oportunidades que a los hombres en acceso a educación, carreras profesionales, etc. la ideología patriarcal sigue sosteniendo que como la mujer es la que pare y por tanto está en relación directa con la reproducción humana, también debe asumir la actividad doméstica, el rol de cuidado de los hijos y en general el cuidado del hogar al tiempo en que según esta ideología debe estar fuera de la actividad productiva.

El género implica relaciones sociales no exclusivas ni limitadas a las mujeres, , nos identifica no sólo por ser iguales sino también por ser diferentes, y si bien es cierto que las diferencias implican tensiones y relaciones de conflicto, éstas no necesariamente deben concretarse en una desigualdad, discriminación o mucho menos en relaciones de violencia.

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e) Unidades Familiares Transnacionales

Las fuerzas económicas como motor del proceso globalizador, prescriben el tránsito de objetos diversos y de mercancías por todo el mundo, los avances en el desarrollo tecnológico y de comunicaciones sin precedentes asientan el tránsito de personas, sin embargo, es prudente considerar que se trata de una movilización a merced de un abanico de intereses económicos, políticos, demográficos, sociales, etc., sumados a los problemas estructurales y coyunturales de los países denominados “en desarrollo”, o popularmente conocidos como “subdesarrollados”, donde las condiciones de pobreza y miseria en que vive la población de estos países, se convierten en detonadores de la migración internacional.

Para Giménez (2005), la globalización aparece en el discurso de los tecnócratas neoliberales como un nuevo orden mundial de naturaleza preponderantemente económica y tecnológica que se impone en el mundo entero con la lógica de un sistema auto regulado, frente al cual simplemente no existen alternativas.

A la luz del proceso globalizador, con la migración se están gestando nuevas realidades sociales que sobrepasan el ámbito internacional y que van arrastrando diversas implicaciones para los países de origen y destino. De manera especial, se están generando reconfiguraciones en los contextos sociales tanto de los países emisores, como los receptores de migrantes. Lo anterior, vuelve necesario ampliar el horizonte de análisis de los desplazamientos de personas así como de las implicaciones sociales del tránsito constante, sobre todo en los lugares de origen y específicamente en las familias y comunidades de migrantes.

El estudio de las migraciones desde la perspectiva transnacional, ofrece una nueva óptica para ver la creciente intensidad y extensión de los flujos circulares de personas, bienes, información y símbolos alcanzados por las migraciones internacionales, para analizar cómo los migrantes construyen y reconstruyen sus vidas de forma simultánea en más de una sociedad (Caglar: 2001:607, citado por Blanco 2007:16).

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Se generan una reorganización social, donde culturas, territorios geográficos, símbolos e identidades son producidos, trasladados y reproducidos hasta convertirse en formas de vida cotidiana. Actualmente, ya no es posible ubicar a una sociedad exclusivamente por límites geográficos contenidos en la figura de un Estado-Nación, los espacios ya no pueden ser cartografiados solamente en términos de lugares, distancias y fronteras territoriales (Giménez, 2005). Este nuevo orden económico demanda hacer algunos ajustes conceptuales a definiciones acuñadas desde la antropología y que han estado transformándose en los últimos años, tales como: comunidad, frontera, redes sociales, cultura, identidad y Estado Nación, puesto que han dejado de funcionar como conceptos rígidos para convertirse en el vínculo entre las sociedades y posibilitan considerarlos más bien como aquellas actividades dinámicas de nuevos sujetos sociales (Garduño: 2003).

La perspectiva transnacional permite analizar la migración como todas aquellas interconexiones que establecen y fortalecen los migrantes para mantener el vínculo entre la sociedad de origen y la sociedad de destino, se trata de relaciones multidireccionales individuales y colectivas que se construyen y reconstruyen constantemente trascendiendo las delimitaciones geográficas.

Si bien los debates en torno a la teoría transnacional, se han dado desde un campo multidisciplinario, las bases de esta perspectiva descansan en la antropología. El estudio pionero y que da origen a este concepto y perspectiva corresponde a las antropólogas Nina Glick Schiller y sus colegas, quienes en 1992, enfocándose en los rasgos culturales de los migrantes centroamericanos en Nueva York, cuestionaron la teoría dominante en el estudio de las migraciones, aquella que aseguraba que a determinado periodo de tiempo, los migrantes terminaban por asimilar y adoptar por completo la cultura e identidad de la sociedad receptora.

Estas autoras, encontraron que no había tal asimilación, sino que por el contrario, los migrantes mantenían relaciones, económicas, sociales y políticas con sus lugares de origen. Así con el paso del tiempo, estas relaciones establecidas aquí y allá o en dos lugares distintos llegan a constituir 37

comunidades transnacionales (Castro; 2005:181) hallaron que una de las características fundamentales de estas comunidades es que la migración de tipo transnacional fomenta y sostiene relaciones múltiples que enlazan a las sociedades de origen con los asentamientos en su lugar destino y no precisamente que con la modernización, los transmigrantes11 se deslinden finalmente de las comunidades de origen.

El énfasis puesto en analizar la migración desde el ámbito cultural, permitió observar los intercambios de personas, bienes materiales y simbólicos entre dos países como un intercambio cultural, todo un entramado de relaciones que se conoce como circuito migratorio internacional12.

La discusión entre las diversas posturas que señalan si el transnacionalismo alude a una asimilación de la cultura receptora o de la prevalencia de un multiculturalismo entre los migrantes al estar en contacto con dos o más culturas, han permanecido en el tiempo y aun se mantienen en debate. Para Vertovec (2004:3-4), citados en Blanco; 2007:16), transnacionalismo no es lo mismo que asimilación o multiculturalismo y no es posible realizar falsas dicotomías entre estos términos, sin embargo, es posible y necesario cuestionar si las actuales prácticas transnacionales serán continuadas por las siguientes generaciones de migrantes, ello permitiría acotar el contenido del concepto transnacional.

Como producto del cúmulo de estrategias que los migrantes diseñan para mantener las relaciones y vínculos entre las sociedades de origen y destino, aparecen construcciones sociales, resultado de la resistencia y el arraigo en la

11 Este término se ha destinado para nombrar a los migrantes que puede vivir en más de un lugar a la vez, incluso a nivel mundial, que han trascendido las fronteras no solo ellos físicamente sino que también trasladan su cultura, identidad y modos de vida. También es un término utilizado para referirse a los migrantes centroamericanos en su tránsito por México rumbo a los Estados Unidos.

12 Se le denomina así a los medios por los que se logra mantener el contacto cultural entre dos sociedades, un término acuñado por Roger Rause, en 1989. Con la intensificación en la circulación de gente, dinero, bienes e información entre el lugar de origen y los nuevos asentamientos de los transmigrantes se constituyen “Circuitos Migratorios Transnacionales” (Transnational migrant circuits) que lejos de desvanecer la comunidad de origen, con el tiempo se consolidan, constituyendo una sola comunidad dispersa en una variedad de localidades Rouse (1991).

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sociedad de origen, así como de la adaptación temporal o permanente a la sociedad de destino, es el caso del tipo de organización social que se ha dado a llamar, “familia transnacional”. El Programa Bracero es precursor de la formación de este tipo de familias, dio paso de la migración circular al establecimiento definitivo de familias completas en los lugares de destino.

La unidad familiar transnacional es un grupo forzado a vivir fragmentado, que desarrolla un sin número de estrategias no solo para mantener su cultura e identidad originaria aún en la distancia, sino también para mantener la cohesión y la unidad familiar, reforzando los vínculos afectivos. Este tipo de estructura doméstica no es una elección sino el resultado de la desarticulación del tejido social a consecuencia de la migración, y la manera de interrelacionarse es una muestra clara de la capacidad de adaptación a las nuevas realidades y a los procesos de cambio por los que atraviesan las sociedades. En Villa Insurgentes, las familias tradicionales han sido siempre familias transnacionales.

Para Pascale (s/f:2), estas familias sufren en su interior una reestructuración que puede centrarse a nivel de roles de género, de los ciclos vitales de los hijos, etc. ejemplo de este cambio de roles, es lo que se ha dado a llamar la “maternidad transnacional” cuando la madre emigra al extranjero y desde la distancia continúa ejerciendo su rol de madre, con todas las limitantes y consecuencias que ello implica. Además de la ya tradicional migración de los varones que origina también cambios en los roles de género como por ejemplo la jefatura femenina en los hogares.

Es decir, las estrategias que desarrollan estas familias para mantener los vínculos más allá de las fronteras están mediadas por relaciones de poder que redefinen los roles de género a raíz de la migración internacional. Con ello es de posible anotar que no se trata de un modelo único de familia transnacional, ni de prácticas y estrategias iguales para mantener la unidad doméstica unida, sino más bien de una gran diversidad de éstas mediadas por relaciones de poder y de género establecidas, tantas como de culturas y sociedades se trate. Es un grupo familiar en movimiento y en constante transformación, un grupo que constantemente esta reconfigurando sus dinámicas familiares. 39

Durante décadas las legislaciones migratorias estadounidenses han favorecido la formación de este tipo de familias, al restringir el acceso del migrante laboral con su familia completa condenando a las familias a vivir separadas, además de la constante y cada vez más estricta y violenta vigilancia de la frontera que criminaliza el tránsito, lo que limita el retorno del migrante y con ello retrasa el proceso de reunificación familiar, misma que será posible solamente con el retorno del migrante o con la migración ilegal de los miembros que se quedan en el lugar de origen con todas las dificultades y riesgos que ello implica.

Este tipo de familias se desarrolla entre la tensión producto de la lucha constante por la reunificación, misma que mantiene a la familia como unidad más allá de la distancia, mientras que estrategias que desarrollan para mantener los vínculos entre ambos países contribuyen a la supervivencia de la familia, para lo cual las remesas del migrante juegan un papel fundamental (Sánchez, 2009).

Ni la residencia ni los lazos de parentesco son conceptos que definan a estos grupos familiares, ya que trasciende la definición tradicional de unidad doméstica como un núcleo inalterable, de estructuras organizativas y roles de género definidos, que vienen a ser cuestionados al considerar la reconfiguración del grupo doméstico como producto de la necesidad de adaptación a los procesos estructurales que se viven en las sociedades, tales como la migración.

Villa Insurgentes es una comunidad transnacional que al menos desde los años cuarenta, no sólo ha proveído de mano de obra por décadas a los Estados Unidos, sino que también ha mantenido relaciones laborales, económicas, políticas y sociales que le han permito desarrollar redes importantes que facilitan el tránsito de personas, objetos y mercancías diversas, culturas, símbolos, identidades, etc., de un país a otro manteniendo así los vínculos y las relaciones familiares entre las comunidades de origen y destino.

Su realidad social ha sido definida por diversas condiciones sociales, económicas y políticas, que lo ubican como uno de los municipios de mayor tradición migratoria en el estado con más de la mitad de su población radicando

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en poco más de veinte estados del vecino del norte, incluso, quienes se quedaron, buscan generar estrategias para lograr un tránsito constante.

Para David Harvey citado en Giménez (2005), la globalización también se puede ver como la compresión del tiempo y el espacio. Para la gente de Villa Insurgentes esto es no solo una interpretación sino una realidad, los avances en la tecnología y comunicaciones les han permitido participar de un transnacionalismo donde tiempo y espacio se desdibujan y se comprimen para unir dos territorios en esencia muy distintos.

“Tenemos una parte de la familia aquí y una buena parte allá, todos tenemos por lo menos un familiar viviendo en el norte, y otros son nada más uno o dos lo que se quedaron, son los mayores casi siempre, y vivimos queriendo estar en los dos lados, allá con ellos y aquí en nuestra tierra, pero así como estamos hasta es difícil decirle “de qué lado se encuentra el corazón” (San Juana: entrevista; marzo 2012).

Esta compresión de tiempo y espacio les permite mantener una conexión y relación constante con los que se quedaron, a través de diversas estrategias que les permiten pugnar por la reunificación y a la vez contribuir a la sobrevivencia de quienes se quedaron, todas estas prácticas y estrategias están definidas por la reciprocidad y la esperanza de la reunión de quienes ya habían estado juntos antes, aunque ésta no se dé en el lugar donde nacieron.

“Aquí el movimiento no se detiene, si ellos no vienen nosotros vamos, uno se acostumbra, es necesario darles sus vueltas allá, uno los extraña y ellos a uno” (Engracia entrevista 16/Enero/2013).

Las redes que facilitan este transnacionalismo les han permitido la permeabilidad de las fronteras y mantener relaciones simultáneas que van desde las tecnologías que les permiten comunicarse en tiempo real, hasta el servicio de transporte de pasajeros que sale de Villa Insurgentes dos veces por semana, en distintas líneas de autobuses a los diversos puntos de los Estados Unidos donde se encuentra radicando los transterrados de Villa insurgentes.

A decir de Giménez (2005), con las diásporas generadas por la migración a raíz de la globalización, los grupos que ingresan a la sociedad receptora siguen identificándose con sus comunidades de origen, con las que mantienen vínculos materiales y simbólicos gracias a las nuevas tecnologías de comunicación que 41

comprimen la relación tiempo y espacio, lo que significa que los migrantes no llegan al lugar de destino con la intención de integrarse plenamente a la cultura de la sociedad que los recibe, sino para seguir siendo parte de sus comunidades de origen.

El recorrido histórico-conceptual que realizo en este capítulo, permite justificar y entender la tradición tan añeja del Zacatecano migrante, y dejar asentado que dicha tradición desde sus inicios ha sido motivada por la precariedad del aparato económico estatal, que se concentra en el desarrollo de actividades económicas primarias prácticamente de subsistencia y la escasez de fuentes de empleo bien remuneradas.

Que la movilidad de los zacatecanos, ha estado motivada por aspectos culturales, desde luego las raíces y las redes que con el tiempo han logrado fortalecer los migrantes campesinos, han fortalecido el espíritu migrante que los caracteriza e incluso posibilita hablar de la existencia de otro Zacatecas en los Estados Unidos, así como también les ha permitido construir un transnacionalismo que forma parte de la identidad campesina y que ha permitido la sobrevivencia de las familias en un contexto de precariedad y marginación, como lo es el campo zacatecano.

La expresión regional de la migración da cuenta de cómo poco a poco las distintas regiones del estado se incorporan al éxodo, y han hecho de Zacatecas un territorio de migrantes y familias transnacionales. Las bases teóricas y la realidad que se impone, dejan claro que la migración y las remesas como detonadoras del desarrollo, son parte de un discurso político, sin embargo habría que cuestionarse si esas divisas cumplen básica y únicamente la función de garantizar el sustento de las familias que se quedan.

Como parte final de lo rescatado en este capítulo, destaco que las familias transnacionales surgen como muestra visible de las reconfiguraciones familiares producto de la migración internacional, en respuesta a un proceso necesario de adaptación del migrante en el escenario estadounidense y ante las tensiones que rodean su vida como indocumentados. Se trata de un modo necesario de

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convivencia entre dos países del que se desprende un proceso de mezcolanza que entrevera dos culturas y las hace coexistir a través y más allá de las fronteras.

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Capítulo II.- Villa Insurgentes en la Migración Internacional

Ser campesino zacatecano significa resistir a los vaivenes de la naturaleza y de la producción agrícola, así como adaptarse a los caprichos del mercado, lo tienen claro los campesinos de Villa Insurgentes quienes enfrentan éstas y otras dificultades cada ciclo agrícola.

La lucha diaria es contra parcelas desgastadas y erosionadas que dificultan la producción de cosechas abundantes. Se trata de suelos delgados, arenosos, carentes de materia orgánica y casi estériles, que los caracteriza el color rojizo por ser ricos en óxido de fierro y que a decir del poeta zacatecano Ramón López Velarde, dibujan el escenario de “un cielo cruel y una tierra colorada”. En estas condiciones los campesinos depositan sus esperanzas año con año.

En Villa Insurgentes el día comienza con el sol mañanero que asoma detrás de las serranías. El cantar de los gallos anuncia que es hora de irse a trabajar “la labor”13, o a atender el ganado. Las campanas de la iglesia llaman a misa de siete, y a principios de julio con las primeras nubes grises del año, “El Papantón se viste de novia”14, el ruido de los tractores que avanzan por las calles rumbo a las tierras de cultivo a expensas de las primeras lluvias no se hace esperar; así inicia el día a día en el ejido y los campesinos trabajan “de gallo a grillo”, no dejando de laborar apenas para comer, sus esperanzas están puestas en el trabajo en el campo y aunque de vez en cuando tengan que ir a los Estados Unidos a reencontrarse con sus hijos y nietos, el ejido es su tierra, su territorio en el que quieren permanecer y en donde desean pasar sus últimos días.

Con gran entusiasmo se esperan las lluvias. Tractores y sembradoras aguardan en los tejabanes de las casas esperando “las primeras agüitas para irse a sembrar”, antes de eso ya las tierras están preparadas y las miradas hacia el cielo no dejan de dirigirse con la esperanza de que llegue la lluvia.

13 Nombre común que utilizan los ejidatarios para nombrar a la parcela. 14 Este dicho popular se refiere a la niebla acompañada del sereno y la nubosidad que rodean el cerro “El Papantón” por las mañanas, éstas son de un color tan blanco y asemejan un vestido largo. 44

“Ya lloviendo todos se van a las labores, con esta lluviecita, nomás se oyen los tractores y si fue bueno el aguacero y mojó, los hombres pueden durar toda la noche en la labor, en la siembra”. Me platicaba Engracia, a inicios de Julio mientras veíamos caer el primer aguacero del año”. (Entrevista julio 2012).

Los campesinos de Villa Insurgentes viven con la esperanza como todos los campesinos de México. Prevalece en ellos una cultura campesina en la que aún a contracorriente hay que sembrar, hacer la lucha pensando en “quien quita” y este año si sea bueno y las cosechas sean mejores, esa creencia les permite encaminarse a la labor, hacer la señal de la cruz en el primer surco de la parcela y empezar las actividades agrícolas con la esperanza de sacar para comer.

Ellos no son campesinos únicos, son una de las formas que adopta la clase campesina que Bartra (1998:9) define como “una clase polimorfa” pues en lo que se parecen al resto de los campesinos de México es en la diversidad, una diversidad compuesta porque no solo trabajan la tierra, son agricultores y ganaderos, también son artesanos, jornaleros, obreros, peones, comerciantes, mineros y migrantes, pues sólo a través del desarrollo de este abanico de actividades se entiende su permanencia en la parcela y su identidad campesina. El campesino no es sólo una persona, sino un entramado de relaciones sociales, las mismas que le permiten echar mano de diversas estrategias para mantenerse y reproducirse biológica y socialmente como tal en su medio rural.

El territorio que los ejidatarios reconocen como suyo constituye una amalgama de características de tipo físico, cultural e histórico. Villa Insurgentes que en otro tiempo fue “El Calabazal”, un pueblo en el que abundaron las calabazas, desde tiempos de la conquista fue tierra de evangelización. Los pueblos originarios de esta región fueron intervenidos por los frailes que acompañaban a Francisco de Ibarra para que se convirtieran a la fe cristiana (Mecham, 1992). El éxito de esta evangelización siglos después saldría a relucir con la participación de los ejidatarios en la guerra cristera, defendiendo la religión cristiana. Su apego a la fe los uniformó a las armas y a la lucha contra el gobierno que atentaba contra los intereses de la iglesia. 45

Villa Insurgentes se encuentra en los márgenes del arroyo Ojo de Agua que almacena las escorrentías del Cerro El Papantón y otros cerros aledaños. El grueso de su población ha cubierto con sus viviendas este pequeño Valle. Hacia el suroeste se ubican los anexos del ejido “Santa Rita” y “Ojo de agua”; hacia el norte, en las faldas de la Sierra de Órganos se encuentra el anexo “Salas Pérez” y al oriente de la misma Sierra, “San Francisco de Órganos”, mejor conocido como “San Pancho”.

De esta manera, la geografía del ejido corresponde con un diseño irregular adaptado a las condiciones topográficas del lugar, unas cuantas calles con tramos rectos y anchos, prevalecen las callejuelas estrechas irregulares y los callejones que a veces no conducen a ninguna parte. En el caso de “San Pancho” hay un diseño más moderno y una distribución de manzanas y casas- habitación al estilo de las construcciones modernas y lujosas de los Estados Unidos, que reflejan la alta presencia de la migración de su gente que contrasta con el abandono y el olvido en que viven “los que se quedaron”.

Las tierras propiedad del ejido están distribuidas entre pequeños valles, lomeríos y terrenos cerriles. La superficie de cultivo, se compone de parcelas completamente planas en las que se pueden avanzar varios kilómetros sin encontrar árbol ni vegetación alguna, para mí se trata de tierras “multicolores” de donde se obtiene el sustento de la población. Se pueden observar labores de color blanquizco, café obscuro, ocre y negro, mismas que se consideran tierras calientes, de clima templado, en tanto que otra buena proporción son tierras de color rojo consideradas como frías y malas para la agricultura por la antigua presencia de heladas anuales, ahora es diferente por las condiciones tan variantes en el clima. Esas tierras rojas representan en su mayoría las principales extensiones agrícolas para el cultivo del frijol, y se reconocen como “la zona frijolera” del estado.

Sus bosques los forman el Cerro El Papantón, El Puerto, El Águila, Los Órganos, La Mesa de las Alazanas, Peña Larga, La Ciénega, El Cerro de los Tulises y el Tecomán, cubiertos de pinos, encinos, pingüicas, yucas, nopales, táscate y gatuños. Bajo los árboles y en espacios libres se encuentran los pastizales que 46

se aprovechan con el ganado, abunda la fauna silvestre como liebres, jabalíes, correcaminos, serpientes y aves de varias especies.

En otros tiempos de esos bosques se obtenía leña y carbón, se practicaba la cacería y se talaban árboles para la construcción de viviendas. En estas tierras se recolectaba el amole para hacer jabón, perlita para hacer escobas, el zacate cortadillo para techar sus casas, los piñones y las pingüicas para consumo y para la venta.

Las viviendas están construidas unas muy cerca de otras, pero sólo en la parte más antigua del ejido y sus anexos, porque en el resto de los asentamientos disponen de lotes muy extensos donde se tiene la casa en un extremo y el resto se destina para corrales, pequeñas bodegas para la cosecha y los tractores, bardas o simplemente cercas de adobe. Las viviendas pueden hallarse desde aquellas de adobes en su totalidad con techos de terrado, hasta las más modernas construcciones de vistosos arreglos de herrería y cristales, con detalles al estilo norteamericano, esas son las casas de los migrantes las cuales permanecen cerradas por largos periodos de tiempo y algunas abandonadas por completo. Construcciones lujosas y enormes que nunca han sido habitadas y en las que prevalece una sensación de olvido y abandono.

Independientes en infraestructura para educación básica, salud y espacios ejidales pequeños y modestos aunque no estén funcionando, cada anexo ha delimitado muy bien su espacio; tan es así que también sus panteones están separados, cada quien descansa en su patria chica.

Los paisajes más representativos de Villa Insurgentes son el Cerro El Papantón los lomeríos y las llanuras convertidos en tierras de cultivo, el más representativo es la Sierra de Órganos donde sus formaciones rocosas son su principal atractivo, a las que la imaginación de los ejidatarios les ha dado nombre y las ha vuelto famosas, por ejemplo: Los Frailes, La Copa o el E.T., El Campanario, La Mesa de los Indios, El Papa, entre otros.

En esencia es un ejido como muchos de México, ubicado en la parte occidental del municipio de Sombrerete, a 25 kilómetros de la cabecera municipal, formado 47

a raíz de las luchas agrarias campesinas del siglo XIX. La movilidad de su gente lo ha convertido en una comunidad que ha trascendido las fronteras geográficas del país. Con más de la mitad de su población viviendo en distintos puntos de Estados Unidos, los efectos de ello pueden verse claramente en las familias que se quedaron.

En tiempos de las haciendas, la gente trabajó bajo la modalidad de peonaje, prevaleciente en “el norte” como peones no acasillados, que al terminar las faenas volvían a sus casas donde vivían con sus familias (Katz, 1976:45). Participarían también como medieros o aparceros, ello les daría la experiencia para trabajar la tierra. De ese proceso, resultaron los primeros ejidatarios.

“Desde entonces aprendimos a trabajar la tierra, quienes aprendieron, trabajando en las haciendas nos enseñaron” (Tomás J Carrillo, entrevista: marzo 2012).

Después de las luchas agrarias libradas a partir de la Revolución Mexicana, varias solicitudes y trámites realizados por estos peones derivaron en las casi 20,000 hectáreas que poseen aproximadamente 700 ejidatarios radicados en cinco anexos: Villa Insurgentes, Santa Rita, Ojo de Agua, Salas Pérez y San Francisco de Órganos.

“En lo que ahora es el ejido antes teníamos 4,821 hectáreas como propiedad, que para la población de ese entonces no era nada, pero era mucho más de lo que nunca imaginaron siquiera como peones de las haciendas” (Tomás J Carrillo, entrevista: enero 2013).

En una visión de conjunto el sostenimiento económico de la población de Villa Insurgentes se basa en la agricultura, la ganadería y las remesas. También derivado de la migración se han aprendido algunos oficios como albañilería, carpintería, mecánica, etc., que contribuyen al sostenimiento de las familias del ejido.

Villa Insurgentes también ha incursionado en la actividad turística con una de las cuatro Áreas Naturales Protegidas de que dispone Zacatecas desde el año

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2000, cuando en el ejido se creó el Parque Nacional Sierra de Órganos (PNSO) que de por sí representaba un atractivo turístico. En la actualidad es administrado por los ejidatarios quienes junto con diversos actores sociales encaminan proyectos que funcionan como fuente de ocupación e ingreso para una parte de su población.

Sin embargo, aún con las actividades agrícolas, ganaderas y turísticas que se desarrollan en el ejido, la falta de fuentes de empleo y las escasas oportunidades de acceso a mayores niveles de educación, han originado que muchos de los jóvenes encuentren en la migración a Estados Unidos su principal alternativa, si no es que la única.

Zacatecas ocupa uno de los primeros lugares en el ámbito de la migración internacional, forma parte de la denominada “región histórica de la migración internacional mexicana”, y es una de las entidades constructoras del circuito migratorio México-Estados Unidos (Durand, 1998). Sus municipios y comunidades se han involucrado en esta tendencia al éxodo que hasta ahora prevalece a pesar de las difíciles condiciones para migrar, tan es así, que las remesas aportadas por los migrantes representan en la mayoría de los casos la base del sostenimiento de las familias campesinas.

De esta manera la migración en Villa Insurgentes no es algo nuevo, los jóvenes de hoy tienen el ejemplo de sus abuelos quienes desde los inicios del “Programa Bracero” (1942-1964), reconocieron un mercado de trabajo binacional y buscaron subsanar las condiciones migratorias imperantes (Durand, 2007:33), dando paso a la migración por contrato lo que les permitió iniciar un camino que hasta hoy no han dejado de andar.

“Los braceros contratados y otros como ilegales fueron los iniciadores de la migración aquí, y aún cuando se terminó el programa, ellos se siguieron yendo y se llevaban a más, pues ya les habían enseñado el camino, ahora se iban por su cuenta” (Tomás J Carrillo, entrevista: enero 2013).

Se constituyó así una migración temporal que se fortalecería después con la Ley IRCA de 1986, que regularizó la situación legal de muchos zacatecanos y dio la

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oportunidad para que pudieran llevarse con ellos a sus familias a territorio norteamericano.

La actividad agrícola se ha transformado radicalmente respecto a la que se practicaba en los años setenta y ochenta. La maquinaria ha reemplazado al trabajo familiar y prácticamente todo el proceso agrícola esta mecanizado, razón por la cual, quienes no poseen maquinaria propia, dan sus tierras en diversos arreglos de aparcería, de esta manera siguen haciendo su labor campesina y se les facilita desplazarse constantemente hacia diversos puntos de los Estados Unidos para reencontrarse con sus familiares migrantes. De forma tal que trabajar la tierra y ser campesino tampoco es como antes.

Las difíciles condiciones económicas y sociales que se viven en el campo zacatecano son resultado de una actividad agropecuaria marginal, de la ineficiente dinámica económica estatal que no genera empleos suficientes y bien remunerados para la población, y si consideramos además la reciente ola de violencia e inseguridad, son causales suficientes para explicar el éxodo incontenible de población como la de Villa Insurgentes que ante la pérdida de valía de su producción campesina, el acoso de la modernidad agrícola y la competencia en los mercados; la migración aparece como estrategia indispensable para garantizar la sobrevivencia.

La política agrícola impuesta a raíz de la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que implicó el retiro del Estado del sector agropecuario y la liberalización económica orientada a la exportación y el desinterés en la vida campesina, pugnó por un sector agrícola industrial empresarial sin campesinos. Los productores transitaron de la producción de alimentos para el mercado local a una producción de materias primas para las corporaciones transnacionales y la producción de fuerza de trabajo para los mercados internacionales y los países desarrollados.

La tecnificación de la agricultura zacatecana y la especialización productiva que demanda la expulsión de la fuerza de trabajo familiar, colocan a la población 50

bajo dos líneas específicas que son funcionales al sistema económico imperante en su conjunto: a) productor de granos básicos, al ser el principal productor del segundo grano de importancia a nivel nacional, solo después del maíz y b) productor de fuerza de trabajo para el capitalismo norteamericano al colocar una cantidad prácticamente igual de zacatecanos que vive y trabaja en los Estados Unidos (Ruiz, 2010).

Desde los años setenta, guiados por la ilusión que resultó ser la revolución verde, el campo zacatecano adoptó la tecnificación de la agricultura, el uso de agroquímicos y el crédito agrícola, etc., en la llamada franja agrícola estatal, la zona Frijolera. Esta región poseía el campo más mecanizado y tecnificado de todo el estado, principalmente en el municipio de Sombrerete considerado el principal productor del frijol. Con la mecanización productiva, se creyó que era posible lograr un desarrollo productivo sin precedentes, incluso el mayor desarrollo económico posible para la población, sin embargo, 40 años después, la zona frijolera representa la zona de mayor migración, mayor rezago económico y con altos índices de marginación.

La zona frijolera del estado comprende ocho municipios, Sombrerete, Río Grande, Saín Alto, Juan Aldama, Miguel Auza Francisco, R. Murguía, Chalchihuites y Jiménez del Teúl, y aglutina un gran número de productores que se dedican a esta actividad aproximadamente 50 mil15 (Reyes; 2012:152). Es también la zona con mayor uso de maquinaria e implementos agrícolas cuyos productores además de poseer bajo nivel educativo, están envejecidos. Son productores que han trabajado la tierra toda su vida, que la valoran porque lucharon por ella y que encuentran también en ella la esperanza de alcanzar un mejor nivel de vida para ellos y sus familias.

15 Este autor menciona que en el año 2009 se encontraban inscritos en PROCAMPO 49,012 productores de frijol en esta Zona, sin embargo es de mencionar que solo considera aquellos productores en el padrón pero no a aquellos productores que no son beneficiarios del Programa, por lo que se podría hablar de un número mayor de productores.

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Esta zona, enfrenta también la problemática del monocultivo, hasta ahora se ha promovido y desarrollado poco la diversificación productiva, las justificaciones para ello son diversas, por un lado el frijol es visto como cultura y símbolo de la identidad campesina y es un producto de fácil intercambio a nivel comunitario. Y por el otro, es de los pocos cultivos que se ajustan a las características productivas de estas tierras. Es difícil encontrar una alternativa distinta de un cultivo para una extensión de tierra tan enorme como la que hoy se destina al frijol en Zacatecas, considerando las condiciones climáticas y agroecológicas de la zona frijolera (Íbidem).

La extensión total que se cultiva se aproxima a las 500 mil hectáreas, puede aumentar o disminuir según las precipitaciones anuales, pues son tierras en su totalidad temporaleras. Sombrerete se ubica como el principal productor con casi 100 mil hectáreas, de cuya superficie el 96 por ciento se cultiva en condiciones de temporal. En este municipio, se involucran 5,245 productores de acuerdo a los registros del programa PROCAMPO. De las 207 localidades que agrupa este municipio, tan sólo la colonia González Ortega agrupa a 400 productores y es la localidad que más superficie cultiva de frijol (Reyes et al, 2007: 324). En contraste, Sombrerete también es uno de los municipios con mayores índices de migración en el estado.

El frijol es un cultivo estratégico para el estado, tanto por la extensión territorial que se destina a su producción como por el impacto social y económico que tiene para los agricultores. A su valor cultural y la importancia que representa para la subsistencia de las familias campesinas, hay que agregar su papel en el desarrollo rural de Zacatecas, pues se considera el principal generador de riqueza agrícola estatal.

Las deficiencias en los factores productivos, agroecológicos y sociales hacen cuestionable la riqueza productiva de la zona frijolera, los altos costos de producción y el bajo precio de venta; factores agroecológicos como la falta de lluvias, el corto ciclo del cultivo, heladas tempranas, suelos erosionados,

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desgastados y casi estériles, que poseen baja capacidad de almacenamiento de agua (77 por ciento tiene menos de 75 cm de profundidad y un contenido muy bajo de materia orgánica); y otras como la variedades de semillas utilizadas, la escasa fertilización de las tierras, plagas y enfermedades, etc., (Ibídem) contribuyen a los bajos rendimientos obtenidos por ciclo agrícola. Se suma a lo anterior la competencia frente al grano importado y la falta de precios de garantía que continúan azorando a los productores, además de las políticas para el campo que más que apoyos a la agricultura, son subsidios para el mantenimiento de una vida campesina precaria y marginal.

Parte de la pertinencia y viabilidad del cultivo en el estado queda en entredicho cuando se compara la superficie sembrada y el valor que genera este proceso agrícola considerando que la superficie sembrada con este cultivo, se ha estancado e incluso decaído. Este grano que representa más del 30 por ciento de la producción nacional, se cultiva en más del 53 por ciento del área agrícola estatal, se siembran anualmente 700 mil hectáreas de las cuales el 85 por ciento se cultiva en condiciones de temporal con rendimientos en buenas temporadas de 500 kilogramos por hectárea, y máximo una tonelada por hectárea; por ello, la importancia de Zacatecas a nivel nacional como principal productor de la leguminosa, radica en la extensión que destina para el cultivo, más no en los rendimientos obtenidos.

La políticas neoliberales obligaron a un cambio en los esquemas de producción nacional, se privilegia la producción para el mercado externo y queda atrás el modelo económico de sustitución de importaciones que priorizaba el mercado interno y apoyaba la producción campesina, la liberalización económica promueve la producción y el consumo integrados al tenor internacional bajo un esquema de “ventajas competitivas”, ahora es más barato importar los granos que apoyar a los campesinos para que los sigan produciendo.

El frijol ha transitado de un cultivo tradicional a un cultivo especializado e intensivo, las variedades criollas han cedido terreno a las semillas mejoradas,

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haciendo necesario el uso intensivo de fertilizantes, insecticidas y otros agroquímicos, con objetivo de volverse un grano a todas luces comercial. Por ello, las cosechas de los zacatecanos poco se encuentran en los mercados locales, pues mientras en el estado se consumen únicamente las variedades de pintos o bayos, la mayoría de la producción estatal es frijol negro que se consume en el centro y sur del país. “Si sembramos frijol, le invertimos y mucho, pero aunque el año sea malo por lo menos tenemos para comer; una vez sembré trigo por que nos vinieron con el cuento de que iba a valer más el trigo; y si se dio bien pero todos sembraron trigo y pues se puso bien barato hasta $2.50 kg, ¡ni la siembra¡, y el trigo ese no se come tan fácil, la mujer no lo quería en la cocina, viera cómo extrañamos el frijol ese año, por eso yo no vuelvo a creerme de cambiarle”. (Lucio. Agosto 2013).

Se suma a las problemáticas para la producción del cultivo y su comercialización, los cambios en la dieta de los mexicanos que priorizan la “comida chatarra”, alimentos procesados con grandes cantidades de carbohidratos y calorías, en lugar de la tradicional olla de frijoles, ricos en proteínas y nutrientes como elemento principal en la mesa de las familias, lo cual relega aún más la producción frijolera campesina.

Ante este escenario, “irse al norte” es consecuencia de la mecanización del campo, la desvalorización del frijol y su escasa rentabilidad para los campesinos. La migración internacional, sigue ofreciendo opciones laborales a la crisis que se vive en el campo mexicano y el binomio campesinos- migrantes y migrantes- campesinos lo sustenta.

Con lo expuesto anteriormente, es posible entender porqué la región que produce más de la mitad del frijol que se consume a nivel nacional y alberga a una cantidad igualmente importante de productores agrícolas y de extensión de tierras de cultivo, se caracterice por ser una de las regiones más marginadas a nivel nacional con los más altos índices de migración internacional. La erosión no sólo es de sus tierras de cultivo sino también del tejido social, que sobrevive en la insuficiencia productiva, la pobreza, el despoblamiento y el abandono estatal, una región donde las políticas locales y nacionales prefieren que sean

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migrantes antes que campesinos, pues consideran más importantes las remesas que envían, que su aporte productivo y social como campesinos.

a) “Antes las mujeres éramos más de la casa”

La vida de las mujeres en el contexto rural no se puede explicar sin analizarse desde el espacio y las relaciones que configuran su vida cotidiana: la unidad doméstica. La transformación del proceso agrícola tradicional, los relevos generacionales, los avances de la ciencia y la tecnología, el mayor acceso a la educación y la mayor participación de las mujeres en distintos espacios, han modificado las costumbres tradicionalmente arraigadas en las mujeres del ejido.

“Los tiempos han cambiado, ahora ya nada es como antes, las muchachas quieren prepararse más, ven a las que salen y cómo se ven cuando regresan y pues les platican y aunque no lo hagan, ellas también quieren verse, vestirse y ser como ellas” (San Juana, entrevista: marzo 2012).

La mujer zacatecana dedicada por siempre a las labores domésticas, al cuidado de los hijos e incorporadas a las labores agrícolas sobre todo durante la siembra y la cosecha, tradicionalmente no dejaba a su familia para ir a buscar trabajo o algunas aventuras. A diferencia de los varones eran roles bien definidos e inquebrantables, ellos dedicados en su totalidad a las labores agrícolas, siempre han estado en constante transformación y movimiento, pues desde finales del siglo XIX han incursionado en los procesos migratorios sin dejar de ser agricultores, ganaderos, mineros, comerciantes, profesionistas, ocupar puestos políticos, etc., ello coincide con la reflexión de E. Boserup (1970) citado en Droy (1996) al decir que “los hombres están del lado del progreso y las mujeres de la tradición”. Villa Insurgentes no era la excepción.

Esto sucedió hasta los años setentas, pero la situación comenzó a modificarse con la llegada de los proyectos de modernización de la agricultura zacatecana, la cual transformó el patrón de cultivos y dio paso a la mecanización agrícola. Se abrieron algunos espacios para las mujeres una vez que dejaron de ocuparse en

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las actividades de la parcela, se amplío la oferta educativa y ellas comenzaron a tener la oportunidad de estudiar e incluso de acceder al trabajo doméstico remunerado desde luego a un costo social elevado, también se fueron involucrando poco a poco en las tareas comunitarias, aunque su presencia y participación nunca fueron reconocidas.

Con el paso del tiempo y en la búsqueda del “progreso y el desarrollo”, las mujeres del ejido han accedido a mayores niveles de educación e incursionado en otros espacios. En la actualidad, se desenvuelven como jefas de familia, obreras, migrantes, al frente de comercios, en el trabajo remunerado, como profesionistas; en puestos de representación popular, etc., y encaminando procesos organizativos para constituirse en sujetos sociales y buscar alternativas productivas para ellas. Con esto, no quiero decir que antes no se preocuparan por acceder a estos espacios, sin duda que estaban ahí, pero su existencia y participación siempre fueron veladas.

Se sabe que antes de esta década las mujeres no migraban, no estudiaban y se casaban muy jóvenes; colaboraban con los jefes de familia en las actividades de la parcela, permanecían en la casa de los padres cuando eran solteras y cuando se casaban y el marido tenía que emigrar, era común que se quedaran a cargo y cuidado de los suegros quienes vigilaban “la buena conducta moral” de las esposas mientras su marido estaba ausente.

Sin embargo, esta situación comenzó a transformarse al paso que se modificaban las estructuras económicas y sociales del país. El modelo económico neoliberal reconfiguró la relación entre el Estado y los campesinos, y esto trastocó el sistema tradicional de la unidad doméstica. La crisis que acompañó al nuevo modelo económico ocasionó que el modo de vida tradicional de las mujeres zacatecanas y sus familias comenzara a modificarse. Las necesidades propias del crecimiento de la familia acentuadas por la falta de empleo en la región, obligaron a las mujeres a incorporarse al mercado de trabajo, principalmente doméstico, en ciudades cercanas como Torreón,

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Monterrey y Ciudad Juárez. No era frecuente que las mujeres, sobre todo jóvenes, migraran con sus padres o hermanos, mucho menos solas.

El programa bracero que durante 22 años definiría los requisitos de una migración legal por contrato excluía a las mujeres, no eran requeridas pues se demandaba fuerza de trabajo masculina, de origen rural y orientada hacia el trabajo agrícola (Durand, 2007:32). En este nuevo patrón migratorio, las mujeres no tenían lugar, las compañías contrataban sólo varones y a ellas sólo se les recuerda a orillas de los ferrocarriles despidiendo a esposos o hijos en las largas filas de espera para verlos abordar.

Esta tendencia prevaleció hasta 1986 cuando surge la Ley IRCA (Inmigration Reform and Control Act.), que permitió la regularización de miles de migrantes zacatecanos y abrió la oportunidad para reunificar la familia. Con la posibilidad de la migración de familias completas de manera legal y considerando que la migración ilegal se mantuvo con todos los riesgos que deben afrontarse, la participación de la mujer comenzó a hacerse visible

Con esta Ley, se incrementaría notablemente el flujo de migración femenina pues tenía como trasfondo la legalización de la estancia en territorio norteamericano de millones de mexicanos y sus familias para incorporarlas al mercado laboral como contribuyentes fiscales y como consumidoras de bienes y servicios.

Aunque se escudaba en la política de reunificación familiar, se produjeron nuevos nichos laborales en los que las mujeres eran indispensables, no solo en la agricultura sino también en industrias como las empacadoras, la industria textil y de producción de pollo, la industria de los servicios y de la limpieza (Orozco, et al, 2002:113). Con esta reforma fue posible que las mujeres emigraran para trabajar, para reunirse con sus familiares e incluso, que decidieran emigrar para no regresar.

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Abrir las fronteras a la migración femenina no significó la salida masiva de todas las mujeres zacatecanas, ni de Villa Insurgentes; la mayoría de ellas, sobre todo las provenientes de familias de braceros, migraron después del proceso de amnistía o perdón, como le llaman los ejidatarios.

“El Gobierno nos concedió el perdón por haber estado allá de ilegales, y después de eso muchos de aquí les arreglamos papeles a la familia y nos la pudimos llevar y así estar todos juntos allá” (J. Isabel Salas; entrevista julio: 2012:).

Algunas esposas de indocumentados o “mojados” pudieron “arreglar papeles” pero otras debieron quedarse o decidieron hacerlo, para ellas esa circunstancia cambió sus vidas y el significado de ser mujer en el contexto rural como el de Villa Insurgentes.

La migración femenina se vincula también al noviazgo o al hecho de casarse con un hombre inserto en los circuitos migratorios, en ocasiones esto puede ser beneficioso para la mujer y en otras, supone nuevas relaciones de poder y sometimiento (Orozco, et al, 2002:114).

Con la migración de los varones como suceso inevitable, desde el noviazgo es sabido que serán esposas de migrantes, que se quedarán solas al frente de la familia en ausencia del esposo o que en su momento, también deberán migrar para facilitar la reunificación de la familia.

Aquí un testimonio al respecto: “Vienen nomás a casarse y se llevan a la mujer o así se las llevan, ellas ya saben que se tienen que ir si no quieren batallar aquí solas”.16

Es importante mencionar que no son condiciones únicas, que prevalecen diferencias respecto a la presión que ejerce la autoridad patriarcal en cada uno

16 María, única de seis hermanos que se quedó en el ejido al cuidado de sus padres, esposa, hermana e hija de migrantes. Anhela irse “al norte” con sus dos hijas para reunirse con su esposo que se fue cuando ella dió a luz su segunda hija, hace siete años. Se mantiene con fuerza gracias a la esperanza de que “pronto vendrá”, aunque éstas ya se hayan vuelto palabras recurrentes cada vez que le llama por teléfono.

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de los hogares. Existen diversas concepciones y expectativas según el papel que desempeña la mujer en el hogar, como madre, esposa hija, abuela, etc.

Derivado de la migración de los hombres, las mujeres tienen que asumir solas la responsabilidad de sacar adelante a la familia en un entorno muy difícil, porque sus familiares no pueden ayudarlas, porque no existen fuentes de empleo en la región y porque las agencias gubernamentales no generan programas suficientes para ayudar a estas mujeres y sus familias. Ahora ellas asumen nuevas y a veces desconocidas responsabilidades sin estar preparadas para ello, lo que implica aumento en sus jornadas de trabajo, mayor desgaste físico, poco tiempo para el descanso y desventajas en los mercados laborales a los que deben accesar.

No todas han logrado prepararse, aquellas a quienes les gustaría acceder a otro nivel de educación que permita pensar en mejores opciones de trabajo e ingreso, encuentran barreras para hacerlo dentro de la familia porque eso significaría abandonar las tradiciones, salir de casa, y eso aún no es bien visto en todos los hogares del ejido, si bien es un ejido transnacional, sigue siendo profundamente conservador, ”dejarlas salir” significa que regresarán con otras costumbres que no son por todos aceptadas.

“Las que salen a Guerrero se hacen más libres, nomás se andan en la calle y los papás pensando que están en la escuela, allá las ve uno en la calle, es mejor que estén en la casa, aquí por lo menos están seguras y uno de padre puede encargarse de su comportamiento”. (D. Gómez, refiriéndose a las jóvenes que van a la preparatoria a Vicente Guerrero, Dgo, Entrevista: mayo 2013).

Las mujeres que viven los procesos migratorios sufren cambios en ellas, en sus familias y en su comunidad, la migración ha trastocado la estructura familiar y prevalece la angustia y la desesperanza en los hogares de los migrantes.

Es así como la migración masculina obliga a las mujeres a poner en marcha diversas estrategias de sobrevivencia y con esto se originan cambios en las relaciones de género y al interior de la unidad doméstica (García, 2004:470). Sin duda los cambios sociales que acompañan al fenómeno migratorio han

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modificando los papeles de hombres y mujeres, migrantes y no migrantes, definidos en el contexto social del ejido, se ha trastocado la familia campesina y se han reconstruido desde lo local las relaciones de género. Con la migración se ha ido configurando un nuevo tipo de familia, con jefatura femenina (Mummert, 1998, citado en Guerrero, 2007).

Además de la pérdida del bono demográfico, es decir, la pérdida capital humano del ejido (hombres y mujeres educados y en edad de trabajar), está presente la amenaza de desintegración familiar por la separación de sus miembros y los nuevos roles que deben asumir las mujeres como el de administradora del patrimonio familiar, jefa del hogar y educadora de los hijos. Estos son algunos de los principales costos de la migración masculina (Trigueros y Rodríguez 1982, Mummert 1988, y Marroni 2000; citados en Guerrero, 2007).

Es así como la participación creciente de las mujeres en los procesos migratorios, ya sea directamente como migrantes o vinculadas con la migración de sus cónyuges, implica la necesidad de realizar un análisis para conocer cómo las mujeres intervienen en este proceso dentro del hogar y del ejido, así como las transformaciones que conlleva el hecho de que “Ora ya nada sea como antes”. Esa expresión, implica profundas transformaciones que están presentes en la teoría consultada, pero sobre todo en la vida misma de las mujeres al interior de sus hogares y en el contexto social y comunitario en el que se desenvuelven.

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b) “Aun en la distancia la cultura permanece”. La fiesta, religiosidad y lazos familiares de los migrantes en un territorio transnacional

Lo cultural tiene que ver con la gestión de la diversidad, aquello que nos permite vivir juntos siendo tan diferentes.

(Anthony Wallace, 1961).

Los procesos migratorios encierran una diversidad de transformaciones que modifican países, regiones, comunidades y familias en los lugares de origen y destino que se ven involucradas, sin dejar de lado las experiencias individuales de aquellos que se ven inmersos en dos mundos completamente distintos pero que la tradición los ha hecho conocidos.

Villa Insurgentes se vuelve un espacio social que desborda los linderos geográficos, que desvanece fronteras y a la vez trata de hilvanarlas con distintas estrategias para mantener en permanente unión a sus habitantes con aquellos que radican en Estados Unidos. En ambos casos el ejido es un “su terruño”, no importa que no estén físicamente en éste.

El territorio entendido como el espacio que se habita, donde se convive con costumbres, tradiciones e identidades, es también el espacio donde habita la memoria colectiva, los símbolos y la cultura misma, donde se permite la reproducción de la sociedad a través de relaciones sociales de convivencia y de poder, asimismo es el espacio que permite el desarrollo de actividades económicas, sociales y culturales que dan sustento a la vida comunitaria. Para entender la dinámica de este espacio y su significado, se han construido diversos enfoques y teorías, por ejemplo, del lado de la geografía se ha interpretado como límites definidos que es posible centralizar, geo referenciar y vincular con la estructura del Estado-Nación. Desde una visión de la mundialización de la economía, se involucra al territorio en un proceso globalizador que implica derribar fronteras y homogeneizarlo todo para formar

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parte del modelo capitalista. Aun escapando del control estatal, los territorios en su conjunto son considerados como un todo único. (Braman y Sreberny- Mohammadi, 1996, citados por Giménez, 1998:1).

Desde la mirada económica, algunos sociólogos (Wallerstein, 1979, Fossaert 1994, y Braudel, 1985, citados por Giménez, 1998:2) no consideran que la globalización derribe fronteras y desterritorialice, más bien la ubican como un centro que se expande en las periferias, y que estas son integradas o modificadas de distinto modo, lo cual no implica de manera drástica una delimitación de espacios o territorios.

Ante la globalidad y la integración con el nuevo sistema económico mundial, los territorios se ven expuestos a una pérdida de identidad y tradicionalismo y se ven invadidos por el espejismo del desarrollo económico que obliga a los campesinos e indígenas no sólo entregar la tierra como espacio físico tangible, sino también el significado social y cultural de los mismos, por ende la carga simbólica que para los poseedores representa, se ve trastocada y con ello su identidad.

La globalización de los procesos productivos impide identificar, como antes se hacía, a países y regiones por su diversidad natural y riqueza única de sus territorios, esa relación que se guardaba en el pasado con la existencia de recursos naturales ha cedido el paso al desarrollo tecnológico, el flujo de capital y el mercado de trabajo. Con ello los territorios como núcleos cerrados y homogéneos con fronteras delimitadas geográficamente, van perdiendo este rasgo distintivo.

Este derribo de las fronteras geográficas coloca a las fronteras nacionales como espacios de ruptura y a la vez de continuidad cultural. La migración internacional es un proceso en el que es posible observar un proceso de continuidad cultural más allá de un territorio único y definido, los migrantes desarrollan diversas estrategias que mantienen y reproducen vínculos sociales, económicos, políticos

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y culturales en el territorio de origen y de destino que les permiten reafirmar su identidad frente a una diversidad universal.

Otra visión de los territorios es aportada por Giménez (1998:3), en la que se considera al territorio como un espacio geográfico que es valorizado y apropiado por los grupos humanos, a su vez el espacio es concebido como materia prima del territorio. También identifica la apropiación de un espacio, el poder y la frontera como los elementos esenciales de todo territorio (Giménez, 2008:4).

Para este mismo autor (1998:5) el territorio como resultado de la apropiación y valoración de un espacio determinado puede ser concebido desde dos vertientes, por un lado en relación con el espacio y la utilización de éste como proveedor de relaciones de diverso tipo; económicas, productivas, políticas, etc., mediado por relaciones sociales que se encargan de producirlo; por otro lado el territorio es objeto de operaciones simbólicas, una pantalla donde los actores sociales proyectan el mundo como lo conciben. Desde esta reflexión el territorio puede ser no sólo un espacio que es utilizado como medio de producción y de subsistencia, un área geopolítica, sino también un entramado de geosímbolos, que le dan un sentido simbólico y cultural, como belleza natural, sentimientos, tierra, pasado histórico y memoria colectiva.

Por tanto de acuerdo con lo enunciado por los autores arriba mencionados, el uso del concepto de territorio engloba elementos tanto geográficos como simbólicos que encuentran en constante interacción y reconstrucción a partir de elementos identitarios, de pertenencia, culturales y sociales. Por esta razón, asumo el territorio como un espacio que geográficamente puede ser indefinido, donde culturas y sociedades conviven a partir de la reproducción de símbolos e identidades construyendo constantemente un sentido de pertenencia.

Y es que el significado del concepto se torna en un variopinto entramado de teorías y simbologías que permiten una resignificación constante de un espacio, definido o no, cuyas características con las que se le puede identificar si duda

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son la adaptabilidad al cambio y la integración a la sociedades, permitiendo así la continuidad de las prácticas culturales y simbólicas como modos de identidad, pertenencia y resistencia a determinadas transformaciones en la sociedad.

Desde lo local, para los ejidatarios el territorio es la tierra y las relaciones productivas, políticas, sociales y culturales que en éste se desenvuelven, las que se realizan esperando garantizar el sustento económico y la permanencia- subsistencia de las familias campesinas. Son los símbolos que representan su pasado, costumbres y tradiciones, su cultura, valores y las relaciones afectivas, el amor a la tierra, a ser campesinos, ejidatarios y también migrantes. Es el espacio que les permite fortalecer su memoria histórica.

Se trata de un territorio en permanente construcción en el que no importa que la mitad de la población viva en otro país en un territorio ajeno, siempre existirá este vínculo indisociable aún con la distancia, entre la tierra y el ejidatario, estas relaciones entre ellos no permanecen como algo dado sino más bien como un proceso en constante construcción y transformación.

Para los pobladores de Villa Insurgentes, el territorio es igual a su identidad como campesinos frijoleros zacatecanos, a sus raíces como el origen de sus familias, el lugar que los vio nacer, es igual a paisajes como la Sierra de Órganos o el Papantón, también es la tierra que les permite la sobrevivencia y su primer medio de subsistencia, donde se encuentra su pasado y su presente y aún más ambicioso, su futuro, su refugio antes y después de ser migrantes; su cultura y sus tradiciones, no es sólo una posesión es también su identidad y su vida misma. El territorio es su espacio físico de reproducción social y cultural que permite la existencia de las unidades domésticas.

La identificación de los campesinos con sus comunidades, la relación con la tierra, la familia y su forma de vida se ha visto modificada por la crisis estructural que se expresa en la resignificación de las entidades rurales y en la migración del campesinado, expresados en procesos de aculturación donde se trastocan

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las culturas originarias (Couturier y Concheiro 2010:179), sin embargo, siguen prevaleciendo puntos de unión y de encuentro en ese proceso de aculturación y resignificación.

A lo largo de los análisis de la migración internacional vista desde las transformaciones de las identidades y culturas originarias de los migrantes, se han presentado evidencias claras de cómo las poblaciones de migrantes modifican y reconstruyen su sentido de pertenencia a su territorio de origen como alma mater de su identidad local y lo resignifican en los lugares de destino, en un territorio que no representa nada por sí mismo porque no es suyo en sentido físico y simbólico, pero les sirve como espacio geográfico para garantizar su reproducción (incluso la de sus familias que se quedaron), la recreación de sus identidades locales y la reproducción de su cultura, es por eso que no es extraño escuchar comunidades de migrantes en el extranjero que recrean su identidad y cultura en un territorio que no le pertenece físicamente, es el caso de “Pueblayork”,17 o comunidades de oaxaqueños en el extranjero que reproducen en la distancia el significado amplio del término comunidad18 o la existencia de “un Zacatecas igual en el extranjero”.

Villa Insurgentes es un territorio trastocado por la migración, la cual se ha convertido en una tradición añeja y arraigada, que ahora es parte también de los elementos que conforman el territorio, donde las identidades y culturas de dos países se entrecruzan y conviven, no han podido separarse ni lo harán seguramente pero han aprendido a convivir con ellas hasta lograr convertirlas en una sola, la que podría denominarse como su identidad transnacional.

En esta construcción y resignificación de los territorios, identidad y cultura son conceptos que prevalecen como parte de la memoria histórica y colectiva de la población, se vuelven la esencia de un espacio geográfico, sin éstas simplemente sería un espacio vacío.

17 Comunidades de migrantes Poblanos en Nueva York, 18 Comunalidad como modo de vida e identidad de los oaxaqueños. 65

De esta manera, identidad y cultura no son conceptos que se puedan reemplazar uno por el otro, existe una fuerte relación entre ellos. Identidad es la internalización peculiar y distintiva de la cultura por los actores sociales como matriz de unidad y diferenciación, por tanto las identidades pueden conservarse y transformarse en la medida en que se adaptan a un determinado ambiente (Giménez, 1998). Para Couturier y Concheiro (2010:179) las identidades pueden cambiar al asimilarlas por la integración a una nueva identidad.

A partir de esta concepción puede comprenderse que la cultura de la población de Villa Insurgentes se arraigue en la distancia e intente adoptarse a un nuevo ambiente, al mismo tiempo que se conserva como parte identitaria y de pertenencia, es inevitable que se transforme al relacionarse con la cultura estadounidense; de esta manera, la cultura de origen y destino, se ve entrelazada, mezclada pero pocas veces se elige sustituir una por otra porque se conserva esa memoria histórica que identifica y se niega a desaparecer.

La cultura es un universo de significados, de informaciones valores y creencias que dan sentido a las acciones a las que se recurre para entender el mundo (Giménez, 1992, citado en Couturier y Concheiro: 2010), ello permite comprender las acciones que los migrantes de Villa Insurgentes encaminan para reproducir su identidad y cultura en el extranjero, mismas que se expresan en la formación de clubes para la formación de un sujeto social para las comunidades de origen, que permite la reproducción y recreación de actividades como la fiesta, la religión y las tradiciones familiares en los lugares de destino en el extranjero.

Giménez (1998), concibe a la cultura como un proceso en continua producción, actualización y transformación de modelos simbólicos que se encuentra inmersa en todas las manifestaciones de la vida individual y colectiva, sólo considerándolo como un proceso en continua construcción pueden entenderse los esfuerzos que hacen los migrantes por mantenerlo, por manifestarlo en las comunidades de destino, y por inculcarlo en sus hijos que aún nacidos allá, 66

adoran el ejido como la tierra de sus padres y abuelos y se preocupan por lo que sucede en éste, así como por mantenerlo y reproducirlo.

Distintas estrategias en los lugares de origen y destino permiten conservar las raíces y fortalecen el arraigo a la tierra, valores, costumbres y tradiciones que una vez cruzando la línea fronteriza se procura que no queden atrás. Desde luego, también existen los casos de quienes pugnan por olvidar o de aquellos que logran echar raíces tan profundas en los Estados Unidos que su arraigo y sentido de pertenencia a sus lugares de origen queda en entredicho. Al parecer, se trata más bien de un proceso complejo en el que prevalecen aspectos culturales de origen y en otros se mimetiza a la nueva cultura, sin embargo sería errado tratar de ser contundente en cualquiera de los casos.

Por otro lado, es casi un hecho que a pesar de los años, las crisis económicas, y sociales en el medio rural y el sector campesino, prevalece el arraigo a la tierra, y la cultura que forma parte de la identidad y cultura. Más no por ello es de ignorar que las condiciones actuales del campo mexicano hacen que las nuevas generaciones poco se interesen en la vida y la producción campesina, dado que lo rural sigue siendo sinónimo de atraso y pobreza entre otras cosas, ambas afirmaciones son relativas y se irán abordando a lo largo de este trabajo.

La cultura sería la dimensión simbólica-expresiva de todas las prácticas sociales incluidas las matrices subjetivas (Habitus) y sus productos materializados en forma de instituciones o artefactos. En términos más descriptivos, diríamos que la cultura es el conjunto de símbolos, signos, representaciones, modelos, actitudes y valores inherentes a la vida social (GiméneZ, 1996:13). Para este autor, la cultura puede analizarse desde tres dimensiones; la cultura como comunicación (los símbolos, signos, emblemas, señales, donde además de la lengua, el vestido y la alimentación son parte de esta simbología), la cultura como almacenamiento de conocimientos (no solo el conocimiento de la ciencia, sino el práctico y de sentido común) y la cultura como visión del mundo donde

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se incluyen religiones, filosofías, ideologías y en general un sistema de valores que permiten interpretar el mundo (Ibíd.)

Las identidades locales se recrean en el aparente desarraigo territorial, la cultura prevalece porque se dice y se hace, se transmite entre generaciones, hay una preocupación por el rescate y la permanencia de sus orígenes, en esa transnacionalidad las raíces de sus padres y abuelos, sus usos y costumbres, valores y tradiciones, representan el orgullo ancestral de las familias, forma parte de la identidad de los migrantes, donde aún en el transnacionalismo constituye parte de la cultura que se reproduce por los transterrados.

Las fiestas, las tradicionales coleaduras y los jaripeos, la banda de música, las reliquias, las Morismas de Bracho, la danza tradicional, la quema de pólvora y los bailes del pueblo, se tornan los símbolos mediante los que se expresa la cultura e identidad de los Villa Insurgentenses incluso en el extranjero. Así el 19 de marzo, aniversario de la fundación ejido, los migrantes se dan cita para festejar al patrono del pueblo, San José de la montaña. Quienes no pueden estar presentes apoyan desde la distancia con colectas allá “entre los paisanos” para la música, la pólvora, la danza y la comida para los más de 700 ejidatarios y sus familias, por lo menos ese día, no existen las diferencias entre ellos y las rivalidades están olvidadas.

Aspecto fundamental de identidad y cultura para los ejidatarios es la religión, la que no sólo es símbolo inseparable de las familias campesinas del ejido, sino también de aquellas que ya no están en éste; prevalece una cultura de religiosidad, preferentemente católica tan arraigada como las buenas costumbres y la buena moral que son notablemente parte sustancial e identitaria de las familias de Villa Insurgentes.

Desde mi punto de vista, es una religiosidad transnacional, que se observa en las casas de “los que se quedaron” donde se levantan altares enormes hechos con la imagen de la Virgen de Guadalupe al centro, rodeada de las fotografías

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de los ausentes, los migrantes a quienes tiene la encomienda de cuidar. En algunos casos, se coloca al fondo la bandera nacional, muestra de la identidad como mexicanos, todos estos rituales, permiten tenerlos aquí, vincularlos a la religiosidad que es parte de su identidad como campesinos y mexicanos, y de paso, significa encomendarlos a la Virgen para que los cuide y proteja más allá de la frontera.

Según los ejidatarios, se está formando una cultura que algunos llaman “la cultura de la migración”, con la que pueden seguir estando presentes en el ejido sin que en realidad lo estén, y así mantener su identidad, así como crear y fortalecer lazos que favorecen el movimiento de la gente entre los dos países pero también la permanencia y reproducción de esos símbolos y prácticas con las que se identifican.

Este transnacionalismo que se vive a causa de la migración internacional obliga a estar inmersos en dos culturas, los cambios que resultan de ello, se van interpretando poco a poco en la estructura social como consecuencia directa del proceso migratorio.

“Allá son otras las reglas, muchas cosas cambian, las mujeres por ejemplo allá son más libres, para empezar, trabajan y eso les da cierta independencia del marido además de que allá las leyes las protegen y no se les puede maltratar como algunos se atreven a hacerle aquí, ni hablarles recio, pero no todo es bueno; luego allá se vuelen más canijas, ya cuando vuelven aquí se tienen que acomodar al modo de ser de aquí y ya no quieren” (San Juana, Entrevista: marzo:2012).

Los migrantes llevan una carga simbólica cultural y de valores identitarios propios muy arraigados, los cuales se verán contrastados con aquellos presentes en la cultura de destino, las costumbres y valores propios se verán comparados con los ajenos, esto permite valorar rasgos de la cultura propia y preocuparse por su sobrevivencia.

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Con el paso de generaciones de migrantes y los lazos que han ido construyendo sus identidades se fortalecen, prueba de ello es la reproducción de la cultura nativa en los lugares de destino y el vínculo permanente con su lugar de origen.

c) “Ora ya nada es como antes”. Consecuencias de la migración en el ejido

La migración a Estados Unidos es un fenómeno histórico que ha traído profundas consecuencias económicas y sociales para las regiones expulsoras de mano de obra (Zapata- Suárez 2004). Las transformaciones en el campo y los procesos productivos, el vínculo constante entre dos culturas, los relevos generacionales y un sin fin de cambios propios del mundo globalizado, han modificado rasgos tradicionales de las familias campesinas y de la vida en el medio rural. “En Villa Insurgentes siempre ha habido migrantes, primero sólo los varones, las mujeres permanecían aquí, en sus casas con sus familias, entraba al ejido mucho dinero, en el correo eran más las cartas certificadas que se recibían, que las normales, pues ahí venía el dinero, después todo cambió se llevaron a sus familias y se endeudaron comprando casas allá, a los que les ha ido bien tienen dos o tres, son de las familias acomodadas allá”, (Tomas J. Carrillo, Entrevista: enero 2013).

Tanto cambió la situación que hasta la oficina del Servicio Postal Mexicano, ubicada en el ejido, fue cerrada hace varios años.

“Este es y ha sido un pueblo migrante y por eso muchas cosas han cambiado en nuestra gente, para quienes se fueron y quienes nos quedamos ahora ya nada es como antes” (San Juana: entrevista: enero 2013).

Mientras por un lado la migración de los varones significa dejar desprotegidas a las familias, al mismo tiempo se convierte en la necesidad de ganar recursos para el sostenimiento de la familia y de la actividad agrícola, pues gran parte de las remesas se utiliza para comprar tecnologías, maquinarias e insumos para mejorar las condiciones de producción.

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Con la emigración de los hombres se ha evidenciado la feminización del campo mexicano, pues las mujeres además de sus actividades ya tradicionales ahora deben asumir las responsabilidades propias y las de los varones que han migrado, lo que implica no sólo una extensión de responsabilidades, sino también una ampliación de su jornada de trabajo. Han tenido que convertirse en jefas de familia y al mismo tiempo, proveedoras de los recursos económicos mientras las remesas no llegan o cuando se sabe que no llegarán.

Con la ausencia de los esposos se dan transformaciones en la vida de las mujeres desde diferentes ámbitos, en la familia, en las parcelas, y en todo el contexto social en el que se habita; muestra de ello es que las mujeres han tenido que movilizarse más allá del espacio doméstico para acceder a espacios públicos ya sea porque tienen que convertirse en proveedoras de ingresos económicos a sus familias por la ausencia de las remesas, para representar a sus compañeros en las asambleas comunitarias o para la gestión de servicios. Esto ha provocado que los roles de género y las estructuras familiares se vayan transformando (Welsh, 2010:43).

Ellas son parte de la construcción de este transnacionalismo, como las que se quedan y como las que se encaminan al éxodo. Las familias transnacionales, implican una reorganización de las unidades domésticas donde las relaciones sociales se construyen entre los miembros en ambos lados de la frontera.

También han tenido que aprender a ser gestoras; acudir a las dependencias de gobierno si es que quieren que la parcela que ahora está a su cargo y de la que ahora son representantes, sea beneficiada por los diversos programas de gobierno, a hacerse cargo de los trámites correspondientes para no perder los derechos del Procampo o del Progan, por mencionar algunos ejemplos. En la mayoría de los casos, no son dueñas de la tierra ni las tomadoras de decisiones, más bien sólo emisarias o representantes de la autoridad masculina, es por ello que la posibilidad de hablar de un empoderamiento de las mujeres, es escasa. Pese a ello, es posible encontrar una mayor participación femenina, una mayor

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confianza y seguridad para expresarse, para hablar en público y luchar para generar pequeños espacios de participación para ser tomadas en cuenta.

Se ha aprendido mucho de los cambios ocurridos en las unidades domésticas y se ha aprovechado este transnacionalismo como una ventana de oportunidad para ellas. Si bien es cierto que adquieren nuevas y ampliadas responsabilidades como consecuencia directa de la migración de los varones e incluso de ellas mismas, se ha abierto la posibilidad para algunas de ganar ciertos espacios de libertad y crecimiento personal, tanto al interior del hogar como en la sociedad, aquellos espacios que les permiten participar en el mercado de trabajo, o acceder a la educación, por ejemplo. El solo hecho de trabajar en los Estados Unidos y ganar su dinero, les hace valorar el trabajo doméstico que ellas realizan para otros, así como la importancia de la mujer para mantener la familia unida y el hogar en armonía.

Para quienes han ido y regresado, significa la posibilidad de viajar y conocer otros estilos de vida, conocer las experiencias de otras mujeres que como ellas han tenido que migrar y hasta emprender estrategias para apoyar a las mujeres que se quedan y a sus familias. Prueba de ello es la participación de una mujer migrante en la organización del Club de Villa Insurgentes en Chicago. El trabajo de Lucy Salas19 fue la base del nivel organizativo y de gestión que hoy ha alcanzado el Club, este es uno de los liderazgos femeninos que han surgido como resultado del transnacionalismo vigente.

Sin embargo, el escenario no ha sido favorable para todas. Es importante mencionar que la gran mayoría de las mujeres experimentan los costos sociales

19 Lucy Salas es hija, hermana, esposa, madre de migrantes y migrante, originaria de Villa Insurgentes cuya labor social es reconocida por ser una mujer líder en la organización del migrante colectivo en los Estados Unidos, la caracteriza no sólo el trabajo duro para realizar obras sociales para los que se quedaron a través de las remesas colectivas, sino el apoyo a la población del ejido, especialmente a las mujeres migrantes y las personas de la tercera edad. Su trabajo permitió la organización del Club de Villa Insurgentes en Chicago y ha trabajado también con el Club de Forth Worth Texas, aunque actualmente ya no como líder sino como apoyo de su hija, a quien heredó esta importante labor social.

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y emocionales de la migración de los varones y de ellas mismas desde la distancia. Al interior de la unidad doméstica transnacional ellas tan solo son “las que se quedaron”, mujeres para quienes el transnacionalismo ha significado únicamente soledad y abandono.

Las mujeres jóvenes e incluso preparadas académicamente comienzan a ver la migración a Estados Unidos como su principal opción, motivadas por la reunificación familiar o por alternativas laborales.

Para quienes se fueron y no han regresado, Estados Unidos les ha permitido valorarse más como mujeres, comprender que no todas las costumbres familiares y los rasgos culturales de México son correctos.

“Mi hija dice que aquí es más común que consideren el machismo como normal y eso no es normal, tanto una les debe respeto, como ellos a nosotros, aquí, en México la sociedad lo permite por eso hay muchas mujeres golpeadas, allá no se ve eso, hay más respeto para las mujeres” (Engracia: Entrevista Marzo, 2013).

Actualmente todas estas mujeres han visto transformado su entorno, y la concepción de ellas mismas del ser mujer. La migración Internacional ha reconfigurado el espacio doméstico y la vida tradicional de las mujeres.

d) Migración y remesas

La motivación principal para incursionar en el fenómeno migratorio sin duda es económica, las personas esperan obtener en el país de destino un ingreso que les permita mejorar sus condiciones y calidad de vida. La utopía de salir de la pobreza que prevalece en el medio del que forman parte, hace desear huir de la escasez de fuentes de empleo y en muchos casos hasta de las condiciones de inseguridad y violencia prevalecientes en prácticamente todo el territorio nacional; todos estos factores, impulsan el éxodo de hombres y mujeres en búsqueda de mejores condiciones de vida para ellos y sus familias.

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El ingreso obtenido por el trabajo del migrante en los Estados Unidos se convierten en la promesa que acompaña al proceso de migrar hacia ese mercado de trabajo, una vez obtenidos, se satisfacen las necesidades inmediatas derivadas de la estancia del migrante en el vecino país y se determina destinar parte de ese ingreso para el sostenimiento de la familia que se quedó en la comunidad de origen, para quienes representa una de sus principales fuentes de ingresos, si no es que la única. Ese ingreso que llega a la familia del migrante, representa además el físico de la distancia cuando las remesas justifican ausencia del migrante.

Las remesas representan para México el segundo generador de divisas al país, solo después del ingreso obtenido por la venta de petróleo. También representan la fuente principal del sustento de muchas familias indígenas y campesinas del país para quienes la migración se convierte en su única alternativa y hasta hoy no han dejado de echar mano de ella.

Para autores como Peña (2004:35), el tema de las remesas se justifica por su impacto global en la economía de algunos países, principalmente México y Centroamérica. Este mismo autor considera que las remesas económicas derivadas de la migración constituyen un elemento destacado en las estrategias de reproducción de los grupos domésticos en un contexto de marginación socioeconómica, lo que viene a transformar y tensionar las relaciones sociales al interior de estos grupos, entre mujeres y esposos así como en el entorno.

En Zacatecas y en Villa Insurgentes, la emigración ha sido una opción a la que por décadas se ha recurrido para garantizar el sostenimiento de las familias rurales a través de las remesas. Los ritmos y volúmenes de la población que se ha incorporado a este proceso han estado en correspondencia con las características de los procesos de tipo macroeconómico, nacional e internacional en los que el país entero se ha visto involucrado. Sin embargo, como ya lo he planteado anteriormente, la migración no solo se explica por razones económicas sino que tiene una fuerte connotación cultural y costos sociales muy

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altos que la sociedad ha pagado durante generaciones y que siguen siendo el precio de la búsqueda de una mejor calidad de vida.

Los zacatecanos han emigrado a los Estados Unidos cuando menos desde los años cuarenta, ya sea de indocumentados, con contratos, con papeles de ciudadanía, etc., siempre han estado en movimiento. Y si bien es cierto que sin la migración y las remesas difícilmente podría explicarse el sostenimiento de las familias campesinas y no campesinas del estado, no debe ignorarse que la sociedad zacatecana está pagando un precio muy alto por el éxodo de su gente.

Parece ser una percepción generalizada en la sociedad zacatecana que los gobiernos estatales han funcionado como simples administradores de la pobreza, y que no ha habido la voluntad política necesaria de resolver los problemas sociales que aquejan a los zacatecanos ni para generar un modelo de gobernabilidad diferente. Durante décadas, la gobernanza local ha pugnado únicamente por reproducir un modelo de desarrollo que destruye la forma de vida local, predomina la precariedad, la incompetencia y la rapacidad gubernamental que no genera alternativas productivas y menos de innovación tecnológica que permita frenar el éxodo permanente de zacatecanos (García 2012: 7,8,9).

Amplios sectores de la economía campesina y otros similares en el ámbito de la producción agropecuaria, son relevados de su condición de productores y no son asimilados en el mercado laboral formal; la caída drástica de la capacidad de compra y la falta de fuentes de empleo relegan a la población del mercado de consumo y deterioran aceleradamente su calidad de vida (Ibíd). Habría que agregar, que como resultado de esta segregación la población se ve forzada a buscar otras fuentes de sostenimiento para las familias y encuentra en la migración una estrategia para ello. Ante tales condiciones, las remesas vienen a jugar un papel indispensable para el funcionamiento económico y social de la población zacatecana.

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En Villa Insurgentes, durante décadas el envío de efectivo de los migrantes, ha sido fundamental para contribuir al sostenimiento de las familias campesinas cuyo trabajo en sus parcelas y las cosechas obtenidas nunca es suficiente para garantizar la reproducción social de las unidades domésticas campesinas.

Los principales usos de las remesas son: en primer orden, para cubrir las necesidades alimentarias de la familia del migrante; en segundo lugar, corresponde a atención médica y compra de medicinas; el tercer lugar se destinan a la compra de vestimenta, seguidas de artículos escolares y colegiaturas; en cuarto lugar a la inversión en infraestructura agropecuaria y en la construcción y mejora de casas habitación y finalmente, aparece el ahorro o la inversión en algún negocio familiar. García y Villaseñor (s/f), citados en García (2007).

En el ejido las remesas significan en primer término la satisfacción de necesidad básicas alimentación, salud, vestido, y en segundo lugar se utilizan en las mejoras y compras de viviendas ya sea del migrante o de sus padres a las que procuran asemejar a las que han visto que prevalecen en los Estados Unidos. No es posible hablar del ahorro que logran hacer los migrantes, sin embargo, muchos de los comercios locales son financiados por las remesas que envían los familiares migrantes.

El uso inmediato de las remesas también es para la compra de artículos para el hogar que faciliten el trabajo de las mujeres sobre todo las madres y esposas, con lo que se procura aligerar sus cargas de trabajo.

“Lo primero que le compré a mi mamá cuando llegué allá fue una lavadora de ropa y una estufa para que no se acabara tanto su espalda lavando la ropa de mis hermanos y haciéndoles de comer, ya luego le compré algunos muebles” (Juan: Entrevista Mayo 2013).

Algunas remesas poseen un valor más allá del monetario, los vínculos con el territorio de origen y destino consideran los medios y mecanismos que se emplean por unos y otros para acercarse en la distancia; el uso de tecnologías de comunicación, el tránsito constante de objetos (enseres domésticos, 76

herramientas, ropa, zapatos, electrónica, tecnología de todo tipo, vehículos etc.) a manera de regalo o intercambio, les permite compartir su cultura e identidad. Todo cuenta a la hora de que los migrantes quieren y necesitan sentirse zacatecanos y parte de Villa Insurgentes.

Todo se realiza pensando en qué llevar o qué traer, cuándo ir o cuándo ellos van a venir; diversas estrategias les permiten participar de la cultura zacatecana y acercarse a sus familias. Algunos de estos artículos que no son remesas económicas, sino en especie, permiten fortalecer el vínculo con dos culturas en la distancia, impulsar la participación de los migrantes en la vida comunitaria y la presencia cultural local. Así, fotografías de familiares, imágenes religiosas, sacos de frijol, comida tradicional, dulces típicos, formas de vestir, hábitos de consumo, tradiciones y festejos que se reproducen a ambos lados de la frontera, etc. hacen de la cultura estadounidense, parte de la cultura zacatecana.

De acuerdo a Suárez, et al, (2007) citados en Rosas (2010:251), las remesas son un importante e insustituible recurso para las familias pobres del campo mexicano y una estrategia de sobrevivencia y administración de los recursos de las mujeres.

En concreto, las remesas significan fuente importante para la reproducción social y biológica de las familias de Villa Insurgentes, son parte indispensable del sustento familiar y en el caso de las remesas en especie o materiales, tienen un significado simbólico y cultural que forma parte de las nuevas estrategias que implementan las familias para mantenerse cerca aún en la distancia. Además de su utilidad inmediata, ya que la mercancía de E.U. que llega a las familias se considera de mayor calidad que la mexicana, coloca a quienes las poseen y utilizan en un estatus social mayor, al que prevalece en lo local, cuando mencionan “lo traje del norte” o “es americano”.

“El dinerito que nos mandan es como si fuera el precio de la ausencia de nuestros hijos y familias, nosotros usamos los quintitos que nos mandan de vez en cuando para pagar la luz, el agua, comprar nuestras cositas de la casa o

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surtir la tiendita que tenemos, no alcanza para más, pero solo Dios sabe el esfuerzo que hacen nuestras familias para mandarnos para vivir pues aquí no hay mucho de qué vivir” (Adela Entrevista: Agosto/2012).

Además de las remesas con valor cultural, como las que mencioné anteriormente, la mercancía de Estados Unidos que llega a Villa insurgentes como remesas materiales, ha servido también para abrir pequeños comercios locales, en su mayoría atendidos por mujeres, mercancía que en el país vecino es posible conseguir en tiendas de segunda mano (“las pulgas”) a precios muy bajos, y por encontrarse en buen estado es de fácil intercambio local, además de que su valor económico es relativamente bajo, características que lo han convertido en un negocio local, que opera incluso a manera de “encargos”.

Las mujeres que se quedan se vuelven administradoras de las remesas, pero no siempre son quienes deciden su uso y distribución para el sostenimiento del hogar, a veces tampoco son las beneficiarias directas pues media una autoridad patriarcal representada por el suegro o algún familiar con parentesco cercano al proveedor de las mismas, entonces son los esposos o la autoridad masculina quien decide desde la distancia, el destino del dinero y ellas solo ejecutan las decisiones tomadas por otros. Es así como las remesas implican arreglos domésticos en las familias de los migrantes del ejido, y no necesariamente un símbolo de empoderamiento femenino.

“Sí manda de vez en cuando porque estamos ahorrando para hacer nuestra casita, me dice cuánto guardemos para la casa y cuánto gaste en comprarles a las niñas lo que necesitan de la escuela, zapatos o lo que ocupen y lo que se gasta en la casa, yo veo qué ocupan o qué necesitan y se los compro”. (María: entrevista: Septiembre/ 2013).

Si bien el uso y destino de las remesas viene etiquetado por los varones para cubrir determinados gastos y garantizar proyectos familiares, las mujeres tienen cierto espacio de decisión para el uso de una pequeña proporción de las remesas, generalmente, de la que se destina al gasto del hogar. Estos son los pequeños espacios de libertad que obtienen las mujeres para el uso de las remesas, algunas incluso mencionan tener una excelente administración de las remesas destinadas al gasto del hogar pues incluso han podido adquirir muebles

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que sus esposos no estaban de acuerdo en comprar, así como ropa o artículos para ellas y sus hijos.

El recurso económico que ingresa a los hogares por concepto de remesas, representa también el costo de la ausencia y del abandono en que viven las mujeres, por ello, las mujeres como administradoras hacen enormes esfuerzos para poder formar un ahorro que representa para ellas la posibilidad del retorno del migrante y la esperanza de salir del abandono.

“Yo procuro ahorrar lo más que puedo para que el venga pronto, procuro no malgastar los centavos que manda porque si uno no les guarda es más difícil que ellos hagan algo, si una se gasta todo ellos siempre tienen que estar allá trabajando y ya si se ahorra algo, es más posible que puedan regresarse pronto si Dios les ayuda. Hay mujeres muy “gastonas” cuando les mandan y pues yo creo por eso están siempre solas o a lo mejor si les mandan mucho” (Ma. Claudia: Entrevista Agosto/2013).

El hecho es que la posibilidad de apoyar al varón para la concreción de los proyectos familiares que motivaron la migración a los Estados Unidos, a través de la buena administración de las remesas que envía el migrante, representa siempre la posibilidad de la reunificación familiar, aunque sea sólo temporal, pues es bien sabido que “volverán a irse siempre que Dios les ayude”. También en los migrantes el ideal de que la concreción de los proyectos familiares permitirá su retorno y la reunificación con su familia, se vuelve la esperanza de quienes se quedaron.

“Cuando menos yo le oigo decir que va a regresar, otros nomás mandan para que una medio viva aquí y no dicen eso, a mí me alegra y me ayuda a seguir echándole ganas pues no es fácil vivir aquí uno sola y él allá. El me dice que nada más termina la casa y se viene porque ya no quiere estar allá, que ya quiere descansar y eso ya me da esperanza” (María Agosto/2012).

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e) Construcción de comunidades transnacionales: Club de Villa Insurgentes en Chicago y en Forth Worth, Texas.

Como resultado del auge en la movilidad transnacional de la población, distintas investigaciones académicas se han preocupado por tratar de comprender las prácticas de los migrantes en los lugares de destino, aquellas de índole económico político, cultural e incluso religioso. Estas prácticas llamadas transnacionales, que salen de la concepción tradicional de territorio, frontera, comunidad y sociedad (considerados como aquellos espacios geográficos identificados con límites definidos y prácticas concretas), se han considerado como la novedad reciente del fenómeno de las migraciones internacionales.

Sin embargo, los movimientos de la población han estado siempre vinculados a los contactos entre diferentes sociedades y por ende, entre diferentes culturas. Lo anterior implica forzosamente una transformación tanto en el sujeto que migra como de las culturas que están en contacto y por ende de las sociedades que les dan cobijo.

Las modificaciones a las leyes migratorias, como en su caso lo fue el programa bracero y después la ley IRCA a pesar de su discurso reunificador, fraguaron un tipo de migración que separó a las familias. Luego las estrictas regulaciones migratorias y el aumento de la vigilancia de la frontera con Estados Unidos a partir del 1994, aumentó los riesgos en el tránsito de los migrantes al verse obligados a tomar para el cruce de la frontera las rutas más largas y peligrosas, así como enfrentar mayores peligros, esto además abrió cancha al crimen organizado para traficar con los migrantes. Estos factores incidieron en el establecimiento por periodos indefinidos o incluso de manera definitiva, de los migrantes en los Estados Unidos.

Con lo anterior, las investigaciones se centraron en acercar el lente para observar el modo de vida adoptado por el migrante en el extranjero. Así

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aparecieron distintas teorías que pretendían explicar este proceso de asentamiento y adaptación de los migrantes en el lugar de destino. Para tratar de dar cuenta del modo de incorporación de los migrantes, la primera teoría propuesta se preocupó en afirmar que los migrantes terminarían por mezclarse por completo en el país de destino, al grado de que terminarían por adoptar la totalidad de la cultura y modo de vida del país receptor olvidándose de su cultura e identidad originarias. A esta teoría se le conoce como “teoría asimilacionista”, el argumento era que en algún momento los migrantes tendrían que abandonar sus costumbres, tradiciones y valores para adoptar otros. Luego, surgió el contraste a esa teoría, que propone la articulación de las culturas en lugar de una asimilación de alguna de ellas. Éstos procesos de aculturación fueron la base para el abordaje de las comunidades transnacionales (Velasco, 2002, citado en Ruíz, 2004:9).

Lo anterior demandó de un análisis multidisciplinario que permitiera no sólo el conocimiento de estas prácticas transnacionales desde la mirada antropológica o etnográfica, sino también la comprensión del actuar individual y colectivo del migrante en el país de destino. Es evidente que en la actualidad hay un reconocimiento de que las prácticas de los migrantes en país receptor, indican que siguen estando fuertemente vinculados e influidos por lazos entrañables con sus comunidades de origen, que las personas se movilizan entre las fronteras y viven sus vidas a través de ellas, lo cual les permite vivir una doble vida, donde su accionar cotidiano se desarrolla en dos países distintos.

Los cambios en los patrones migratorios que posibilitaron el establecimiento permanente de los migrantes en los Estados Unidos, formaron las bases de la existencia de una estructura organizativa que poco a poco se fue configurando como una réplica de las comunidades de origen pero a la distancia, mismas que se identifican como comunidades transnacionales.

Las vidas de un número creciente de individuos ya no pueden entenderse con tan solo mirar lo que sucede dentro de las fronteras nacionales. Nuestro lente analítico debe necesariamente ampliarse debido a que los migrantes se

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encuentran situados en distintos campos sociales20 en múltiples grados y lugares, que abarcan a quienes se trasladan y a los que se quedan, por ello, es necesario repensar las fronteras de la vida social (Peggy y Glick, 2004:192).

En el campo social, los individuos crean relaciones de ser y de pertenecer a determinado grupo social, en las primeras el individuo participa en relaciones y prácticas sociales con las que no necesariamente se identifica, en cambio en las relaciones de pertenecer, el individuo realiza prácticas consientes que se dirigen a forjar una identidad con determinado grupo, acciones concretas que reflejan una pertenencia al grupo (Ibídem). Lo anterior deja claro que la necesaria incorporación a una nueva sociedad y la permanencia de vínculos transnacionales duraderos, no necesariamente es una dualidad en oposición.

Es así como los migrantes conviven y se relacionan con dos sociedades y culturas distintas, en vez de haber una asimilación existe una simultaneidad de conexiones entre ambas sociedades. Lo cierto es que el migrante tiene la capacidad de elegir y priorizar las relaciones, vínculos y rasgos culturales que le interesa conservar y reproducir con la unidad doméstica en la sociedad receptora, de manera que no solo se adapta sino que logra matizar su actuar cotidiano para hacer permanecer su identidad y cultura a través de las fronteras.

La transnacionalidad del migrante puede identificarse como un reloj de péndulo donde el contacto con las dos culturas mantiene el péndulo en movimiento a través de diversas estrategias mediante las que se vincula en las dos sociedades. Con ello, queda claro que no hay una asimilación de la cultura de destino ni una pérdida de la cultura originaria, tampoco existe la hibridación total de ambas culturas; más bien, se trata de un vínculo constante con las dos, pues

20 Para estas autoras el campo social son las relaciones que los migrantes construyen más allá de las fronteras nacionales, lo cual posibilita una mejor comprensión de su actuar transnacional, que si sólo se analizaran las relaciones sociales en un Estado-Nación. La existencia de este campo social permite que las personas participen en redes personales, vínculos familiares, ideas e información que las conecten con otros Estados-Nación, sin haber migrado jamás, además de verse influidos por leyes e instituciones que los vinculan con actividades cotidianas en varios países.

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las necesidades de ser y pertenecer del migrante así lo demandan, un accionar que deriva de una convicción propia del migrante ante una necesidad de adaptación inminente, aunque es claro que tampoco se descarta que alguno de los dos procesos ya sea asimilación o hibridez llegue a suceder, todo es relativo.

Siguiendo la propuesta de la perspectiva transnacionalista (Basch, Glick Schiller, y Szanton Blanc, 1994), se busca analizar las migraciones desde una perspectiva colectiva considerando los aspectos socioculturales involucrados; es decir, mirar el proceso de adaptación de los migrantes en el lugar de destino a partir de la reorganización de su cultura e identidad, haciendo uso del dinamismo del migrante en su accionar colectivo hasta llegar incluso a convertirse en sujeto social.

Rouse (1988), Kearney, Nagengast (1988) y Glick Schiller et al (1992), fueron los primeros que trascendieron los estudios de migración a los análisis en colectivo y plantearon que las comunidades transnacionales tenían un carácter diferente a la comunidad tradicional, dado que se trataba de una estructura que trascendía las fronteras nacionales. Estos estudios buscarían alternativas a las estrategias “localizadas” de investigación para abrir el camino de estudios de comunidades que llamarían “desterritorializadas” o “comunidades diaspóricas” y sus problemáticas singulares.

Sin embargo, desde los años ochenta se realizan estudios de la migración bajo la perspectiva transnacional buscando analizar las prácticas colectivas de los migrantes, muestra de ello es la investigación pionera en este sentido sobre las comunidades transnacionales realizada por Richard Mines (1981), en “Las ánimas”, municipio de Nochistlán, Zacatecas. Se trata de un análisis sobre redes migratorias en el que encontró que una tercera parte del ingreso familiar en las áreas rurales del estado provenía de la migración a los Estados Unidos y también anotó las conexiones constantes entre ambos territorios y las actividades que los migrantes realizaban para mantener contacto con sus familias que se quedaron y los rasgos del transnacionalismo presente.

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Vertovec (1999), citado por Mendoza (2005); distingue seis diferentes usos del concepto de comunidad transnacional: (i) es una morfología social que transciende las fronteras nacionales, (ii) es la conciencia de pertenecer a una diáspora, (iii) es un modo de reproducción cultural que se ha identificado, dependiendo de los autores, como sincretismo, creolización, bricolaje, traducción cultural o hibridez, (iv) el uso del capital de las corporaciones transnacionales, y en menor medida, el flujo de remesas por parte de inmigrantes a sus lugares de origen, (v) lugar de activismo político, (vi) reconfiguración de la noción de lugar, donde el concepto local se sustituye por el de translocal, el hecho es que en todas ellas la movilidad y las fronteras son el elemento fundamental.

Las comunidades transnacionales, están conformadas por individuos que se ven influidos por intereses políticos y económicos que condicionan y limitan su estancia en el país de destino, pero éstos no definen las acciones que el migrante realiza y las relaciones sociales que decide reconstruir y sostener como hábitos en su lugar de destino.

Parte fundamental para entender el funcionamiento de estas comunidades son las redes y circuitos migratorios como dinámica de la teoría transnacional, pues es por este medio que se movilizan personas, información, y distintos tipos de objetos de distinto valor. La comunidad se configura como aquella que desborda los límites geográficos y se reterritorializa mediante las redes y circuitos migratorios para conformar espacios transnacionales.

Villa Insurgentes se ha fragmentado, hombres y mujeres ahora forman parte de territorios diferentes, pero nuevos actores sociales emergen para desvanecer fronteras y acercar espacios que unen las barreras que separan a los que migraron y los que se quedaron; incluso a las nuevas generaciones que han nacido fuera de la comunidad pero que siguen sintiéndose parte del territorio.

Las comunidades transnacionales son aquellas que han logrado trascender las fronteras geopolíticas e identidades, comunidades en las que por un lado el

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Estado trata de mantenerlas y los migrantes con su accionar las reconfiguran (Kerney, 1991, citado por Ruiz (2010:10).

Cabe destacar que no se da por hecho que la constitución de comunidades transnacionales sea un proceso simple y de corta duración, que implique únicamente vincular y recrear culturas, todo ello está mediado por un proceso de organización-acción, dinámicas y esfuerzos, no solo intenciones, aunque estas sean el punto de partida.

Los migrantes recrean su vida originaria en el lugar de destino, construyen lazos que los mantienen unidos a su lugar de origen. Esta recreación de prácticas se da en un espacio transnacional en el que las remesas sostienen los modos de vida de los que se quedaron. Los retornos esporádicos para las festividades del pueblo y los acontecimientos familiares, les permiten refrendar su pertenencia a un territorio que se han visto forzados a abandonar. La identidad, la pertenencia y acciones mediadas por la reciprocidad y la ayuda mutua, dan sentido a la existencia de estas comunidades.

Parte de este proceso organizativo colectivo da pie a la formación de los clubes de migrantes, si bien el marco teórico de los clubes ya se ha mencionado anteriormente en este trabajo, las experiencias organizativas para formar comunidades transnacionales, sentaron las bases para desear ya no solo reproducir en la distancia los rasgos identitarios y culturales de los migrantes, sino acrecentar los vínculos con las comunidades de origen a partir del desarrollo de acciones concretas en beneficio de los que se quedaron.

El surgimiento de este nuevo actor binacional, plantea ir más allá de las acciones filantrópicas y lograr el impulso de proyectos productivos no sólo de infraestructura básica, sino proyectos que logren contribuir al empleo y la productividad, y con ello mejorar el ingreso local.

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Como ya se anotó anteriormente, la mayoría de los clubes de migrantes tienen su génesis en iniciativas o propuestas de origen social encaminadas por figuras religiosas, pero todas ellas han tenido el mismo objetivo: contribuir al desarrollo social de los que se quedaron a través del impulso de mejoras en infraestructura básica o apoyo comunitario, lo cual no es una excepción en el caso de Villa Insurgentes.

“Allá por los años noventa, cada diciembre regularmente se juntaba “la gente de Chicago” surgió entre ellos la inquietud de hacerle arreglos al campo deportivo porque a ellos les gustaba jugar futbol cuando venían, y acudieron con el presidente municipal de Sombrerete en turno a pedirle apoyo, éste les dio la idea de constituirse como un Club, les dijo que por cada dólar que juntaran ellos, en el gobierno les daban otros tres, entonces ellos se emocionaron y ya para marzo de año siguiente estaba constituido el Club de Villa Insurgentes en Chicago, se formó en el año de 1996” (Juan Ibarra, entrevista:8/junio/2013).

Actualmente este Club no sólo realiza obras en Villa Insurgentes, también trabajan en obras por Zacatecas, con estrategias nacionales como los Programas Dos por Uno y Tres por Uno. Desarrollan obras municipales y estatales que van desde mejoras a instalaciones educativas, infraestructura carretera, áreas de recreación y proyectos de inversión productiva así como generar espacios dignos para los adultos mayores. Los Clubes de migrantes tienen claro que la mayoría de las obras que ellos realizan son responsabilidad exclusiva del Estado, pero de no participar en estas acciones, difícilmente podrían ver estas mejoras en sus comunidades en el corto plazo.

Toda la genealogía del migrante organizado que he descrito anteriormente, ha funcionado por décadas para subsanar las carencias sociales y la ausencia del Estado en las comunidades de los migrantes, por ello, el migrante colectivo tiene claro que estas figuras organizativas son también una manera de presionar al gobierno para que no deje de hacer lo que le corresponde aunque tengan que trabajar duro, esto lo hacen a través del vínculo que mantienen con el aparato de gobierno, su inmersión en el congreso local y la exigencia a través de proyectos de mejoras sociales que son su propuesta y aportan para su ejecución.

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El primer Club de Villa Insurgentes se formó con los migrantes de Chicago Illinois, la idea inicial fue mejorar las condiciones sociales de los que se quedaron, reunirse y comenzar a trabajar colectivamente. En el estado ya había experiencias en este tema y los gobiernos comenzaban a encontrarle sabor a la ayuda que enviaban los migrantes. Ello logró articular la vinculación necesaria para constituirse como Club e iniciar trabajos de mejoras en infraestructura pública en Villa Insurgentes.

Posteriormente, se sumaría a esta experiencia un grupo más de migrantes organizados, ahora en el estado de Forth Worth Texas, bajo las mismas encomiendas y apoyados no solo por el Club de Chicago, sino también motivados por la Federación de Clubes de Migrantes de ese mismo estado. Este Club, con apenas tres años de haberse fundado, trabaja activamente ya sea por cuenta propia o en colaboración con el Club de Chicago. Según los ejidatarios, en años recientes el Club ha participado de manera más activa gracias al mejoramiento de su situación financiera.

La crisis económica que desde 2008 atraviesa Estados Unidos, también ha influido en la intensidad de la participación y acción de los clubes en México pues el desempleo y la disminución en los ingresos, limita la dinámica y el accionar de los clubes, lo que ocasiona que el ritmo con el que se realizan las obras disminuya.

“El desempleo nos ha limitado, allá hay muy buenos sueldos, por ejemplo en la construcción, pero sin empleo la gente está allá como estamos aquí, van al día y eso que tienen la ayuda del gobierno que les da un seguro de desempleo, pero sin ingresos ellos, aquí no se hace nada. Ahora el club de Forth está más activo y eso nos ha permitido seguir trabajando” (Juan Ibarra, entrevista: 8/junio/2013).

Es importante mencionar que actualmente en los análisis realizados para hablar del migrante organizado, ha estado ausente la perspectiva de género, se habla del colectivo y de algunos liderazgos en el proceso histórico de la formación de este sujeto social, más no se plantea la participación y liderazgos diferenciados por género, lo cual no significa que no existan, ya que las mujeres tienen un

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papel fundamental en la conformación y funcionamiento del Club, además de ser las principales promotoras de la cultura transnacional y por ende del transnacionalismo.

Las mujeres han estado presentes y participan también activamente en el desarrollo de estas prácticas transnacionales y lo hacen a partir de diversas estrategias. En el caso particular que me ocupa, la formación del migrante organizado de Villa Insurgentes, estuvo liderada por una mujer, una mujer migrante, ama de casa, trabajadora y madre de familia, que además de todas estas funciones decidió trabajar para contribuir a la organización de los migrantes del ejido.

“Lo que me movió a trabajar fue buscar el bienestar de la gente porque una piensa que no está bien que se viva así, la vida para la gente de aquí es dura, y desde allá nosotros podemos ayudar, yo he trabajado con mi familia, con mi esposo, desde chiquitos mis hijos me han ayudado, ahorita yo ya no trabajo mucho pero una hija mía está ahora en mi lugar; trabajamos mucho para reunir el dinero, hacemos eventos y muchas cosas allá pero implica trabajo, además de todo el trabajo nuestro de la familia y del hogar también hay que trabajar para reunir el dinero que acá se necesita para las obras. El club busca el progreso del pueblo, pero tenemos que trabajar duro”. (Lucy: 14/sept/2013.

Los tropiezos y aprendizajes de los clubes les han permitido reflexionar sobre la debilidad organizativa que representa el trabajar desde la distancia. Muchas veces, los proyectos y acciones que encaminan no logran el éxito deseado porque no logran consolidarse organizativamente, sobre todo a nivel de las comunidades de origen. Esta es una debilidad que enfrentan todos los clubes de migrantes del estado y una de las principales causa de los fracasos; por ello, la burocracia y la corrupción se han hecho presentes en las obras.

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f) “El club espejo”

Como respuesta a las limitantes del desarrollo pleno de las acciones del Club, y la certeza de los migrantes de la necesidad urgente de tener aliados locales que colaboren para facilitar el importante trabajo que los Clubes realizan, se ha generado un proceso de reflexión cuyo resultado es la emergencia de un sujeto social desde lo local que se compromete a trabajar hombro a hombro con el migrante organizado para lograr un impacto mayor de las remesas colectivas transformadas en beneficio social; por ello, experiencias como las del Club Espejo de Villa Insurgentes, resultan por demás interesantes.

Reconocido por el municipio y el estado, el Club espejo surge para ser los ojos de los clubes de Chicago y Forth en la realización de obras sociales en el ejido, específicamente surge para coordinar y dar seguimiento a los trabajos que derivaron del proyecto para la construcción de una biblioteca pública en el ejido, la cual se planeó para tener mayores dimensiones y acervo bibliográfico que la del propio municipio de Sombrerete, con la encomienda de contribuir al desarrollo educativo de la población del ejido.

Así, con la encomienda de vigilar y dar seguimiento a las obras sociales que realizan los migrantes y evitar los malos manejos y la corrupción de la que los clubes han sido víctimas, aparece este sujeto social que significa el salto de la organización transnacional a una de tipo local con las mismas encomiendas.

En el Club Espejo, como una organización surgida “desde abajo”, desde las bases, participa población hasta ahora únicamente del anexo Villa Insurgentes, pero no descartan que posteriormente se logre involucrar a la gente de los cinco anexos, incluso ha colaborado con ellos gente de las comunidades vecinas como San José de Félix, que participó en la recolección de fondos para el proyecto de la biblioteca, pues todas las obras de los clubes benefician a la población en general y no solo a las familias de los migrantes.

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“En el año 2010 el presidente del club de Chicago propuso que se hiciera un comité de vigilancia en el ejido para que ayudara a verificar que la obras que se hacían estuvieran bien hechas, todos aceptamos ser parte del club de manera voluntaria, le entramos a participar 18 personas hasta ahorita y los que se sumen, hemos trabajado con la asociación de padres de las escuelas y ahora también las reinas de la fiesta del ejido, mucha gente se ha sumado, ahorita trabajamos para el proyecto de la biblioteca, seguimos el mismo modelo del Club en los Estados Unidos, con Kermeses, “jamaicas” como les llaman ellos allá, rifas, callejoneadas y lo que se nos ocurra, así logramos reunir 120 mil pesos una cantidad igual a la que aportarían los clubes, ellos mismos se sorprendieron pues era el equivalente a diez mil dólares y nosotros solitos los reunimos, eso a todos nos puso contentos” (Juan Ibarra: Rep. Club Espejo, Junio /2013).

Foto: Biblioteca de Villa Insurgentes, construida con la vinculación de los Clubes en Chicago, en Forth Worth y supervisada por el Club Espejo.

A la fecha, la construcción de la biblioteca de Villa Insurgentes es ya una realidad, representa el proyecto logrado con el trabajo y la constitución de un sujeto social surgido rápidamente desde lo local echando mano del proceso de aprendizaje organizativo de los clubes de migrantes, mismo que a estos últimos, les llevó varias décadas consolidar; sin embargo, este éxito es un tanto relativo y es necesario decir que aún se trata de un proyecto inconcluso para el que se sigue trabajando, pues se ha carecido del apoyo de los gobiernos locales y algunos otros actores, sin embargo, los esfuerzos siguen encaminados al buen término del proyecto.

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“A nosotros igual que a ellos, la necesidad fue lo que nos hizo organizarnos como el club espejo, porque la gente de los clubes se quejaba de que en las oficinas de Zacatecas no salían rápido los proyectos y uno aquí veía que hacían las obras como les daba la gana y con el dinero ni se diga, luego el dinero de nuestros clubes andaba en otros municipios, y así entre otras cosas, nosotros aquí nos dimos cuenta de todo eso y la gente de allá nos estiró la oreja, que no los dejáramos solos y fue de modo que nos animamos” (Juan Ibarra:/junio/2013).

Esta iniciativa de los clubes, ha enfrentado distintas limitaciones entre ellas; la del mobiliario y equipo de cómputo requerido para la biblioteca, por lo que fue inaugurada sin mobiliario. Los clubes se han visto solos en este proceso dado que a pesar de haber tocado las puertas de las instituciones de educación en la capital del estado, no han tenido respuesta de sus solicitudes. Aunque esta es una situación que ha desanimado un poco a los Clubes de Villa Insurgentes en Chicago y en Forth Worth, y por su puesto al Club Espejo, ya se están organizando para adquirir el mobiliario requerido, han generado una convocatoria que circula por medios oficiales así como por distintos sitios de internet dirigidos a la población en general y desde luego, a los migrantes interesados en sumarse a la causa.

Las actividades de los clubes están encaminadas a obras sociales, pero los clubes tienen claro que las obras que realizan son únicamente para que “los que se quedan” vivan mejor, más no como mecanismo para frenar la migración. Saben que la migración es un proceso difícil de contener, incluso, los mismos migrantes socios de los clubes, juegan el papel de gestores y facilitadores para que quienes migran lo hagan en las mejores condiciones.

“Se trata de buscar que la gente esté mejor, que tengan lo que uno ve desde allá que aquí hace falta, mejorar servicios para adquirir un mejor grado de desarrollo, que la gente se prepare mejor para que se quede y se impulsen cosas aquí, pero sabemos que no lograremos que se queden pues a veces el mismo club les ayuda para que se vayan” (A. Salas, Club de Villa Insurgentes en Chicago: febrero 2013).

También brindan apoyo para facilitar las visitas que de manera periódica realizan las autoridades civiles del estado de Zacatecas a los Clubes para refrendar sus lazos de cooperación y son el enlace de apoyo para que la gente de Villa

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Insurgentes que está tratando de obtener papeles para transitar a los Estados Unidos, lo hagan más fácilmente.

“La gente del Club de Chicago ayuda a que gente de aquí que quiere ir allá a ver sus familias legalicen papeles, sobre todo los adultos mayores y también cuando los ilegales allá están tratando de regularizarse, ellos les ayudan en el consulado y si hacen algún evento cultural allá se llevan a los jóvenes de aquí a participar, este año llevaron al grupo de danza de la escuela y les arreglaron su visa” (A. Salas, Club de Villa Insurgentes en Chicago: febrero 2013).

La trayectoria de los clubes ha dado como resultado el reconocimiento de los gobiernos federal y estatal y los han sumado a programas sociales en los que, a través de colectas y eventos sociales que realizan entre los paisanos en los Estados Unidos, se generan fondos para los programas. Estos programas han tenido mucho éxito en Zacatecas, tan es así que se siguen implementándose y se busca ampliarlos, al tiempo que se generan nuevas estrategias para su mejor funcionamiento.

Los proyecto anteriores dejan al descubierto la capacidad de los Clubes como organización social así como la respuesta local recíproca para un mismo fin; sin embargo, es importante cuestionar la pertinencia de que los gobiernos de estados y países basen sus proyectos de progreso y desarrollo en la expulsión de hombres y mujeres a relaciones laborales de explotación en los mercados de trabajo norteamericano, discriminación, racismo y xenofobia, que conllevan no solo violencia física y atropellos a los derechos humanos sino también consecuencias emocionales no solo para el migrante sino para las familias y comunidades que se ven desintegradas.

Como puede observarse en el desarrollo de este segundo apartado, el fenómeno migratorio tiene viejos antecedentes en el territorio zacatecano, ha trastocado las estructuras familiares y los modos de vida, principalmente el campesino, pues el acoso de la modernidad y el concurso en los mercados, orilla a los campesinos a echar mano de la migración internacional no solo como estrategia de

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sobrevivencia, sino como requisito para continuar produciendo en sus parcelas y seguir siendo campesinos.

La migración hacia Estados Unidos es parte de la cotidianidad y de la vida de la población de Villa Insurgentes. A pesar de ver transformado su entorno social y cultural y sus hogares tradicionales en hogares transnacionales, se resisten a renunciar a su identidad campesina y han decidido convivir con dos culturas, adaptarse y reconfiguran la vida cotidiana en un accionar transnacional. Hablan dos idiomas, tienen hogares en ambos países y su vida se desarrolla en un constante contacto entre dos fronteras nacionales, lo que implica el análisis más allá de los factores económicos, desde una cultura de la migración que reconfigura identidades.

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Capítulo III.- La Mujer De Villa Insurgentes

a) La unidad doméstica campesina de Villa Insurgentes

La vida de las unidades domésticas campesinas de Zacatecas se construyó y desarrolló por décadas sobre la estrategia de reproducción de la agricultura campesina de subsistencia, a base de trabajo familiar, viviendo bajo un mismo techo y comiendo de una misma olla.

Dejando a la familia sola durante semanas para irse a trabajar en “las labores” con la yunta, se encaminaban los jefes del hogar a la parcela ya fuera solos o acompañados. Era necesario dejar a la familia sola por largas temporadas pues las tierras de cultivo se encontraban muy lejos de las viviendas, así, era común que los hombres tomaran su animal de monta, y se ausentaran del ejido por semanas completas para trabajar la parcela en actividades como la siembra o la cosecha, debido a que las tierras ejidales son extensas.

“Venían de vez en cuando, una dos veces por semana, por tortillas, frijoles, papitas o lo que hubiera para aguantar allá los días, pobres, sufrían mucho, dormían en jacales de paja que ellos mismos hacían para pasar la noche” (Adela Chávez, entrevista: Marzo/2013).

Esas tierras de cultivo hoy desgastadas por un modelo de producción agrícola casi en su totalidad mecanizado y dependiente de agroquímicos, son el fruto de las luchas agrarias libradas contra los hacendados primero, y más tarde contra revolucionarios y cristeros luchando de uno y otro bando para defenderlas; no todos fueron revolucionarios ni cristeros, pero el valor de la tierra que poseen radica en ser el resultado de una lucha contra el despojo, que terminaría con una reforma agraria que los organizó como ejido. Lo único que ellos pedían para “vivir como la gente”, era tener sus parcelas, por ello, enorme respeto y admiración les merece el gobierno que les diera la tierra, el gobierno del cardenismo21.

21Nombre que se usa para referirse al periodo en que gobernó el presidente Lázaro Cárdenas del Río 1934-1940, en el que realizó el reparto agrario y otras reformas al campo 94

La agricultura y en menor proporción la ganadería, han sido durante décadas las principales actividades económicas de las unidades domésticas de Villa Insurgentes. Desde su fundación en 1926, la siembra de maíz, frijol, trigo y algunos granos forrajeros, representan el medio de reproducción y subsistencia de las familias campesinas, siempre en condiciones de temporal y dependientes de las buenas lluvias, año con año, no hay más que hacer.

“Aquí nunca ha habido con qué mantenerse, más que la labor y que Dios nos mande el agua, por eso muchos tienen que irse” (Engracia Ceceñas, entrevista: 16/Marzo/2013).

Hoy continúan trabajando esas tierras que siguen siendo el sustento principal de los que se quedaron, ya sea de manera directa, o al partido22. Tienen claro que “el año que no se siembre, no se come”. Sin embargo, pese a que la agricultura sigue siendo la principal actividad de las familias campesinas de Villa Insurgentes, es un hecho que ésta no se auto sostiene, que vive de las remesas y que éstas funcionan como una válvula de oxígeno para garantizar su sobrevivencia.

La actividad agrícola se ha transformado, las reformas neoliberales al campo mexicano así lo demandaron, ahora deben atenerse a las zarandeadas del mercado año con año para lograr un buen precio para el frijol y los insumos, han tenido que mecanizar casi en un 90 porciento sus actividades agrícolas, la modernidad desempleó a su gente y esa gente hoy se ha ido; en la actualidad la migración forma parte de las estrategias mediante las cuales se construye la vida campesina de Villa Insurgentes.

Siempre endeudados con la compra de la maquinaria agrícola de moda, continúan produciendo frijol, este grano que no es sólo un cultivo de valor comercial y de mercado, sino un cultivo de enorme valor cultural y simbólico en mexicano que dieron seguridad para el campesino y su familia al devolverle las tierras que le habían sido arrebatadas por las haciendas. 22 Modo tradicional que se utiliza en Zacatecas para nombrar al usufructo de la tierra cuando ésta no es trabajada de manera directa por el propietario. 95

la estructura social, el frijol es parte fundamental en la mesa de las unidades domésticas e incluso símbolo de la identidad campesina. Incongruentemente, la región frijolera, que abastece a casi un 30 por ciento del mercado nacional, es también la región que ocupa los primeros lugares a nivel nacional en la expulsión de personas mediante la migración internacional.

Décadas atrás esto no fue así, en los años setenta y bajo el sueño de modernidad productiva que representó la Revolución verde, esta franja agrícola aparentaba ser la región con el mayor potencial productivo del estado, sin embargo, cuarenta años después esta zona refleja los estragos de un modelo productivo depredador que lo único que ha dejado a los zacatecanos es un territorio estéril y una población marginada, que se ha ido porque ya no puede sobrevivir en él.

Para Pérez Veyna (2007) bajo el cielo zacatecano migración y despoblamiento convergen de manera desfavorable para la economía de la entidad. Y ello puede constatarse al mirar a sus municipios, donde la migración es utilizada como estrategia de subsistencia familiar y en su geografía prevalece el despoblamiento, la pobreza y la marginación de los que se quedaron.

Para Zacatecas, involucrarse en el mundo productivo moderno tuvo sus consecuencias, tanto al interior de las unidades domésticas como fuera de ellas pues no sólo se modificó el entorno social y ambiental con el nuevo modo de producción impuesto, también las relaciones sociales al interior de las unidades domésticas se vieron trastocadas. Nuevas estrategias de sobrevivencia tuvieron que implementarse, ya no bastaba con la producción campesina, ahora sobraba mano de obra familiar, la que había sido desplazada por el proceso agrícola mecanizado. La modernización capitalista provocó grandes desplazamientos de población desocupada hacia los Estados Unidos, buscando mejores condiciones de vida.

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Las teorías sobre las unidades domésticas campesinas analizan su existencia desde la perspectiva de una unidad de producción económica y consumo, así entonces, el análisis parte de la premisa de si se produce en ellas o no bajo una lógica de mercado, y si son o no son funcionales al sistema capitalista. Además de ello, las unidades domésticas son el punto de partida para explicar la dinámica de una sociedad rural, es en estos espacios de convivencia familiar donde se desarrollan las estrategias de sobrevivencia y construcción del modo de existir de la sociedad.

Estudiar la migración desde las unidades domésticas, permite hacer un análisis desde el espacio donde se originan los mecanismos de los que echan mano los migrantes y sus familias para sobrevivir en el medio rural campesino e incluso para aventurarse en la migración, cómo se vive ésta y cómo se ha convertido en una estrategia para la sobrevivencia de estos hogares.

El concepto de unidad doméstica se refiere a una organización estructurada a partir de redes de relaciones sociales establecidas entre individuos, unidos o no por lazos de parentesco, que comparten una residencia y organizan en común la reproducción cotidiana (De Oliveira y Salles 1988:14).

La unidad doméstica campesina representa una amplia integración de la vida familiar como unidad productiva, para estas autoras, la producción de la unidad está basada en el trabajo familiar y los frutos de la actividad económica se dirigen a la subsistencia del grupo doméstico.

La unidad doméstica se conforma por familias y éstas a su vez se forman por lazos de parentesco que establecen las relaciones sociales; entonces, familia y unidad doméstica no son similares, las familias conviven en espacios de residencia, y este espacio puede ser la unidad doméstica pero no es solo eso, ésta puede estar formada por personas que no necesariamente comparten lazos sanguíneos, pero que sí son parte del grupo.

Por lo tanto, se entiende por unidad doméstica campesina la combinación entre la organización de la producción de la tierra y el consumo de los frutos obtenidos 97

con el trabajo familiar por parte del grupo que convive bajo un mismo techo, unidos o no por lazos sanguíneos. La unidad doméstica será entonces aquella estructura familiar en la que las actividades productivas se dirigirán de manera organizada hacia el sostenimiento y reproducción de sus integrantes.

Para autores como Chayanov (Citado por Torner, 1981:143), la unidad doméstica como forma de organización es vista como unidad de producción campesina pura, para él las familias campesinas se sostienen a base de trabajo familiar, lo que él llama auto explotación del trabajo familiar no remunerado; se vive bajo el mismo techo y se alimentan de la misma olla. El trabajo que se realiza en esta unidad económica no tiene una racionalidad económica capitalista, no se produce para un mercado, ni el trabajo empleado en la producción campesina es remunerado, las estrategias de reproducción que se emplean en la producción campesina están encaminadas únicamente a garantizar la sobrevivencia de la familia.

Sin embargo, aunque Chayanov no limita las estrategias de sobrevivencia de la unidad campesina a la producción agrícola y considera que estas estrategias también pueden ser la obtención de recursos de otro tipo, sean estos originados en otras actividades comerciales o artesanales por ejemplo, el grupo doméstico no deja de ser visto como una simple unidad económica de producción.

Bajo esta definición, la unidad doméstica pareciera ser solo armonía y un espacio donde toda las tareas se asignan sin atravesar ningún punto de conflicto; es decir, Chayanov no considera que dentro de esta unidad doméstica, hay relaciones de poder y dominación que rigen las estrategias de sobrevivencia de la unidad campesina, así como los procesos de toma de decisiones mediados por el conflicto para asignar los roles género dentro de la familia.

Desde un enfoque diferente, es posible ubicar a las unidades domésticas como punto de partida para analizar las dinámicas sociales y de género, pues tanto las dinámicas como las relaciones de género se desarrollan y aprenden al interior de las unidades domésticas.

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Para Velázquez (2003:96), las unidades domésticas no son de un solo tipo, no son homogéneas ni armoniosas, y es importante observar los procesos de negociación y toma de decisiones que se viven al interior de ellas. Las unidades domésticas son un sistema donde las relaciones intradomésticas se dan en situaciones de conflicto y cooperación, a través de procesos de toma de decisiones donde no todos los miembros tienen control o poder de decisión, y es ahí donde se determinan las estrategias de sobrevivencia de las que echa mano el grupo doméstico.

La unidad doméstica campesina no es un todo indiferenciado y la compleja organización del trabajo, la distribución de funciones, poderes y libertades están atravesados por criterios sexuales y etarios, que pueden implicar subordinación y opresión para algunos de sus miembros. Cultural y políticamente, la unidad doméstica campesina contiene al mismo tiempo que elementos positivos como la reciprocidad, la solidaridad, la ayuda mutua, etc., otros propios de las sociedades patriarcales que son autoritarios y sexistas. Existen valores y una distribución de poderes que justifican el papel que cada miembro en la sociedad campesina debe jugar para la reproducción de su grupo, aunque esto implique desigualdad (Acuña, 2000:7).

Por tanto, la unidad doméstica no es homogénea ni tampoco indiferenciada, se trata más bien de un grupo que convive en un espacio denominado familiar que como ya se ha descrito en este trabajo puede estar más allá de lazos de parentesco e incluso de una frontera geográfica definida. Como grupo, la unidad implementa diversas estrategias para su sobrevivencia y diseña arreglos familiares para continuar en la unidad aún en la distancia. La unidad doméstica campesina es el espacio donde se tejen las relaciones sociales, económicas, políticas, culturales, de poder y de todo tipo que permiten la existencia y reproducción del grupo doméstico, sin duda, siempre mediadas por la desigualdad entre los sexos y una cultura patriarcal estereotipada que arraigada roles de género socialmente definidos.

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Así como en el grupo doméstico prevalece la diversidad en una organización social del trabajo y roles de género establecidos social y culturalmente, las estrategias de las que este grupo echa mano para su reproducción y sobrevivencia, también son indiferenciadas y exigen la adaptación del espacio doméstico y las relaciones familiares a la sociedad globalizada y su incursión en los procesos económicos globales. Estas estrategias, se reflejan en las reconfiguraciones familiares y los arreglos en el espacio doméstico en donde las mujeres por su condición de género, permanecen en una situación de subordinación.

Y es que ni los autores arriba mencionados ni quien estas líneas escribe, consideran a la unidad doméstica como un concepto acabado, pues las unidades domésticas se definen en la sociedad misma y es ahí donde su significado evoluciona y se reconfigura.

Las unidades domésticas son diversas y heterogéneas, en su interior atraviesan relaciones de poder y conflicto en las que la toma de decisiones se da a través de democracia dirigida por un añejo patriarcado y criterios socio-sexuales donde estas decisiones y niveles de autoridad, están mediadas por construcciones sociales y culturales de género. Estas relaciones construidas al interior de las unidades domésticas, es decir, intradomésticas, rigen la división sexual del trabajo, basada en una construcción social de género y los usos y costumbres del contexto en el que la unidad doméstica se desenvuelve.

De acuerdo a esta revisión teórica, la unidad doméstica campesina del ejido Villa Insurgentes se desarrolló por muchos años bajo una lógica de subsistencia que garantizaba la producción agrícola para autoconsumo a base de trabajo familiar no remunerado. Desde luego, es necesario mencionar que no era su única actividad económica. No sólo se vivía de la producción agrícola y de la migración que siempre ha estado presente, desde entonces los campesinos echaban mano de otras prácticas que desarrollaban entre las unidades domésticas, mismas que aligeraban la carga del sustento familiar, el trueque era una de esas prácticas.

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“Iba una con su frijol en una tina y en la tienda se lo cambiaban por huevo, jabón, sal o piloncillo o se pagaba el molino con frijol, entre nosotros también cambiábamos, ya fuera frijol por maíz o trigo” (Engracia Ceceñas, entrevista: Marzo/2013).

Lo anterior también denota que las unidades domésticas no están aisladas, no son sólo unidades de producción sino también de consumo, que mantienen una relación con su entorno inmediato, en los espacios regionales, nacionales e internacionales con los que también conviven y generan estrategias de sobrevivencia.

Para Ruiz (2010:40), las unidades domésticas no son entidades aisladas sino que se encuentran en constante interacción y relación con otros grupos e instituciones ya sea con otras unidades domésticas que conforman la comunidad o con las instituciones regionales y nacionales con las que se vinculan para garantizar su reproducción social y biológica.

También en este análisis, dicho autor comparte la preocupación concerniente a que esta situación de interrelación se está transformando a ritmo acelerado a raíz del modelo económico capitalista, las políticas y estructuras de gobierno que han modificado las relaciones de producción e intercambio entre la producción campesina y la economía en su conjunto, que van perfilando una situación en la que prevalezca el individualismo a costa de minar la red de relaciones entre individuos con los colectivos.

“Esos trueques sí ayudaban a las familias, ahora ya en ninguna tienda reciben frijol así, ahora solo compran por costal y lo mandan a uno a venderle a los “” que lo pagan a como les da su gana, pero ellos si lo venden muy bien en la ciudad y en las tiendas de abasto, ya mejor ni pasar vergüenzas llevando el frijolito a la tienda o a la vecina, ni modo así se usa ahora, y para llevar algo a la casa, puro dinero” (Engracia, entrevista: Marzo/2013).

Las unidades domésticas son grupos dinámicos en constante interacción con otros grupos e instituciones, esta vinculación tiene el objetivo de garantizar la sobrevivencia de las unidades domésticas como un colectivo integrado, así como la permanencia de la economía campesina. Este dinamismo les permite

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continuar con la producción campesina incluso sin convivir en la misma residencia, desarrollando otras actividades económicas como la migración internacional, fenómeno en el que pueden incursionar gracias a las relaciones sociales y las redes familiares que entre los grupos siguen construyendo.

Las estrategias utilizadas para garantizar la vida de las unidades domésticas campesinas se han ido modificando, los cambios propios de la evolución de las sociedades y los procesos económicos globales así como el inevitable tránsito de las sociedades tradicionales a sociedades modernas, trastocaron también los valores, costumbres y tradiciones al interior de los hogares, donde la solidaridad, la unidad y la ayuda mutua, eran rasgos distintivos de las familias campesinas, sobre todo cuando se trataba de garantizar la producción campesina como sustento principal de la unidad doméstica.

“Antes se usaba mucho las “pionadas” para ayudarnos entre nosotros en nuestras “labores” y entre las familias, si por enfermedad o algún problema en la familia alguien no podía ir a su “labor” y estaba peligrando su cosecha, la gente se juntaba para ir a trabajar la tierra de esa persona para que atendiera su pendiente y no perdiera su cosecha, se le ayudaba a voltear la tierra, sembrar o cortar frijol lo que esa gente y su familia necesitara; lo mismo si fallecía alguien de la comunidad, toda la gente se juntaba a la casa del difunto a apoyar, las mujeres a los trabajos de la casa y los hombres a lo que hubiera pendiente en “la labor” de esa persona, hoy con la maquinaria ya cada quien hace sus cosas, cada quien navega sus problemas, aunque estén de vecinos ya esa unión se acabó, el que tiene maquinaria trabaja su tierra y el que no tiene o simplemente no quiere navegar, la da “al partido” y listo, eso también nos ha ido dividiendo” (D. Gómez, entrevista: marzo/2013).

Este testimonio que refiere a procesos de solidaridad comunitaria y ayuda mutua que pugnan por el bienestar colectivo, son interesantes en tanto que las pionadas como concepto vienen a ser sinónimo de prácticas como el tequio o la mano vuelta que comúnmente caracterizan a las comunidades indígenas; sin embargo, en el caso de Villa Insurgentes, esta reflexión sirve para dejar claro que este tipo de prácticas no son exclusivas de las comunidades indígenas, sino que también forman parte de la vida del mundo rural mestizo, e incluso de contextos donde prevalece la migración internacional.

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Los procesos de cambio que han trastocado la unidad doméstica tienen diferentes aristas, por un lado representan la añoranza de la unidad y la solidaridad que prevalecía en el modo de producción agrícola “de antes”, que mantenía a la familia unida, pero también que esos cambios han permitido mejorar un poco sus condiciones de vida.

“La vida de la gente aquí era muy dura, se trabajaba mucho más que ahora, el trabajo era más duro; antes había que pelar frijol fresco para comer ¡hasta dolían los dedos de estar pelando!, se torteaba a mano, no se oía decir de estufas, sabe si habría yo creo era igual si había aquí la gente no tenía con qué comprarlas teníamos que juntar leña, acarreábamos agua del arroyo para tomar y también nos íbamos a lavar allá, los hombres nos acomodaron unas piedras para lavar y nos hacían unos pocitos para sacar el agua que corría, no era un arroyo grande pero eso sí, era una agua bien chula limpiecita que corría todo el año, los hijos también ayudaban al trabajo, nomás crecían se iban a ayudar a su papá a acompañarlo, a mis hijas les tocó ir a cortar frijol y maíz eso se usaba, ellas dicen que si estuvieran aquí, todavía se irían a ayudarle a su papá” (Engracia, entrevista: Marzo/2013).

Sin duda la unidad doméstica de Villa Insurgentes se ha transformado, el paso de los años, la llegada de la modernidad y su modelo económico, impuso políticas nacionales que transformaron el medio rural campesino, aquellas como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte TLCAN23, que convirtió a los campesinos en productores de materias primas, y mano de obra barata de exportación relegando la producción campesina que daba sustento a la unidad doméstica.

Este nuevo modelo económico fragmentó también la economía de las unidades domésticas, el modelo neoliberal-capitalista posibilitó la reestructuración productiva de las familias campesinas hasta colocarlas en vínculo indisociable con la migración internacional. Con la mecanización de las actividades agrícolas

23 La crisis económica e inestabilidad política que prevalecía en México en 1994, derivó en la imposición de un modelo neoliberal aceptado por el Presidente Carlos Salinas de Gortari y su “Error de Diciembre” promovido, supervisado y aprobado por organismos internacionales, bancos e inversionistas extranjeros que más tarde llegarían a hacer uso de los beneficios que este modelo arrojaba únicamente para ellos, el TLC es un acuerdo comercial entre México, Estados Unidos y Canadá que pretendía integrar a la economía campesina mexicana a competir en el mercado internacional.

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que empleaban la fuerza de trabajo familiar, se generó desempleo, carestía, pobreza y marginación.

La actividad agrícola tradicional se ha transformado, en Villa Insurgentes la agricultura se practica en cinco mil hectáreas en condiciones de temporal y sobre tierras en su mayoría erosionadas, marginales y desgastadas que producen con muy bajos rendimientos. Se cultiva frijol y algunos granos forrajeros en proporciones aproximadas al 85 y 15 por ciento respectivamente. El 90 por ciento del frijol que se cosecha se destina para la comercialización nacional, en tanto que el 10 por ciento restante se emplea para el autoconsumo de los productores y para el comercio local, como puede observarse es exagerada la dependencia que se tiene de las condiciones del mercado.

A la agricultura se dedican aproximadamente el 10 por ciento de los ejidatarios como productores directos, en tanto que el 90 por ciento restante da su tierra en diversos arreglos de aparcería. La mayoría de ellos son migrantes o adultos mayores para quienes es más cómodo dar las tierras “al partido”, pues con ello aseguran una parte de la cosecha sin tener que trabajar la tierra e invertir mucho dinero, además es relevante mencionar que la maquinaria agrícola se concentra en unas cuantas manos, “los medieros”, que terminan siendo los que pueden acaparar la mayor parte de la cosecha porque pueden trabajar grandes extensiones de tierra en poco tiempo.

La ganadería como actividad económica, pese a que es la actividad a la que se destina la mayor superficie de las tierras ejidales, (poco más de diez mil hectáreas), se concentra en unos cuantos ejidatarios ganaderos que aprovechan los escasos pastizales, los aguajes y bordos de abrevadero existentes. Se calcula que solo el 5 por ciento de los ejidatarios participan en esta actividad, la mayoría de ellos poseen razas comerciales que venden en los mercados de Zacatecas o Durango.

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El perfil tradicional de hombres y mujeres así como sus roles sociales también se han ido modificado, transformando así la concepción de género al interior de las unidades domésticas, las transformaciones se reflejan en las costumbres y tradiciones culturalmente reconocidas que definen el comportamiento femenino y masculino. Las prácticas cotidianas tradicionales eran quizá más rígidas y conservadoras, roles de género muy estrictos y muy bien definidos al interior de la unidad doméstica como en el contexto comunitario.

Se trata de una construcción socio-sexual que asigna a mujeres y hombres culturalmente un lugar determinado en el grupo doméstico, es el caso de los noviazgos y los compromisos entre las parejas, que daban muestra del respeto a la familia, la solidaridad y las buenas costumbres que hasta hoy prevalecen entre las familias del ejido:

“Cuando andábamos de novios mi viejo y yo, nada que se hiciera como ahora, uno tenía que comportarse, respetar a sus padres, nada de que le vieran a una platicando con él siquiera ¡huy que esperanzas!, había que arreglárselas para verlos, se usaba ir por el agua al arroyo en ollas de barro que se echaba uno al hombro, ahí en el arroyo debajo de las piedras se dejaban los novios cartas para comunicarse, era la forma de noviar. Yo iba por mi agua y ahí nos veíamos para platicar, recuerdo bien un día que mi madre se salió a sacar su aguamiel, y yo me fui al agua a ver si veía a mi viejo a escondidas, y que mi madre nos encuentra, ¡así me fue! Si a una de mujer los padres la llevaban a un baile, el bailador pedía permiso a los papás para invitar a la muchacha a bailar y una no podía platicar con el bailador, si los papás se daban cuenta, rápido decían ¡vámonos ya estuvo bueno de baile! Nunca se podía platicar con el novio delante de una persona mayor, había más gobierno de los padres pero había más respeto entre las parejas. Con nuestras hijas nosotros ya no fuimos igual pero ellas sabían bien cómo tenían que comportarse” (Adela Chávez24, entrevista: Marzo/ 2013).

Las mujeres recuerdan los espacios que les pertenecían, entre tantas carencias, trabajo duro y dificultades que pasaban al interior de la unidad doméstica, iban

24 Adela es una mujer con casi 50 años de matrimonio que ha vivido toda su vida en el ejido, su testimonio refiere a los años cincuenta, cuando “no se usaba” los tipos de noviazgos que se viven en la actualidad, y el matrimonio era a partir de acuerdos entre los padres; refiriéndose también a costumbres más conservadoras y a otra manera de vivir la feminidad, sin las “libertades” que tienen ahora las mujeres más jóvenes. Sin embargo, enfatiza en que los valores familiares y la buena educación han sido siempre una característica que se inculca en las familias del ejido.

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apropiándose de espacios para relacionarse, en ellos se les permitía compartir experiencias y convivir con las otras mujeres que tendrían que ser amistades, o familiares, eso sí, todas consideradas en el ejido como provenientes de familia “de buenas costumbres y valores”. Estos espacios eran tan simples como el patio de la casa o un pedazo de banqueta, pero representaban un lugar para ellas y su momento para ser mujeres.

“Las mujeres de antes aparte del trabajo de la casa, se dedicaban a la costura, tejían mucho más que ahora, se hacían grupos para tejer, en las tardes se juntaban en la banqueta o sacaban unas sillas y se iban debajo de alguna sombrita ahí se juntaban y platicaban, era un ratito para uno, hoy eso ya no se usa, si teje la gente pero pocas y en su casa, sólo las más grandes ya las muchachas casi no saben o no les gusta y ni les atrae enseñarse” (Elvira entrevista: marzo/2013). De la división sexual del trabajo al interior de la unidad doméstica, los hombres también comparten la visión de que la carga de trabajo para las mujeres era excesiva.

“Antes no había comodidades, se cocinaba con leña, ellas debían juntar su leña, a veces ellas, a veces nosotros, no había luz, se usaba petróleo era levantarse con toda la nariz ahumada y con mucha tos, más ellas que pasaban todo el tiempo encerradas en la cocina, acarreaban el agua, era una vida muy dura, el trabajo de las mujeres en la casa era duro, sufrían mucho, tenían que batallar para todo, luego que uno de hombre empezó a irse a Estados Unidos pues todavía sufrían más, ellas solas con los niños y siempre sin razón de uno, a veces llegaba primero uno de deportado que la carta que les había escrito estando allá” (D. Gómez, entrevista: marzo/2013).

Los papeles socialmente asignados a hombres y mujeres fueron dando un giro, así como el desarrollo de las estrategias que daban sostén a la unidad doméstica. La migración como estrategia de sobrevivencia familiar y campesina, dejó se der exclusiva de los varones y fueron necesarios nuevos arreglos familiares para considerar el papel que las mujeres desempeñan al interior de los hogares como importante.

“Antes las mujeres se casaban jóvenes porque no había nada más que hacer, no había estudio ni trabajo, más que el de la parcela, no se usaba que estudiaran, eso nada más los hombres y ni se crea que todos, no había mucha escuela. Ahora las muchachas son diferentes, estudian un poco más, ya no tienen muchos hijos, ya poco se meten a la parcela, pues todos ocupan máquinas para

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hacer el trabajo, antes las mujeres eran más de su casa, no se iban al norte, ahora es diferente ahora sí se van, se van con los esposos o con familias por eso muchas casas están solas, ya no hay niños para las escuelas, se está acabando la gente aquí, quedamos solo los viejos, las que se van ya no vienen solo que les arreglen los esposos o los hijos que tengan allá, cuando ya sean grandes” (María Chávez: Julio 2012).

En el testimonio que se presenta, también se habla de cómo las mujeres empezaron a ver la migración a Estados Unidos como una alternativa no solo laboral y de reunificación familiar, sino también de un cierto prestigio social ante otras mujeres. En Villa Insurgentes, las mujeres que pueden ir “al norte”, regresan “mejor vestidas”, algunas hasta con unos cuantos ahorros y sobre todo, con otra visión del hogar, el matrimonio y la vida al interior de las unidades domésticas en su condición de mujeres. Consideran que el hogar en donde ellas fueron educadas, es el hogar de las tradiciones y las “buenas costumbres” de las que ellas se sienten orgullosas, sin embargo, les permite analizar aquellos aspectos que no contribuyen, desde su propio punto de vista, a mejores condiciones de vida para las mujeres, entre ellas el machismo y el escaso acceso a la educación de las mujeres.

Las nuevas familias y las nuevas generaciones buscan encontrar mejores condiciones de vida que las que prevalecen en el contexto rural en el que fueron educados, del que se sienten orgullosos, pero han tenido que permanecer lejos en los lugares a donde migran para obtener una mayor calidad de vida.

Esta unidad doméstica campesina, que por lo que en este trabajo se analiza, nunca fue totalmente tradicional, sino que lo tradicional siempre ha sido transnacional, se ha transformado, ya no solo es una unidad de producción y consumo, también es una unidad doméstica transformada por la movilidad de su gente, por una nueva división del trabajo y una reconfiguración cultural de roles de género, donde la migración ya no es considerada exclusiva de los varones, y hay un reconocimiento de la participación de las mujeres desde nuevos espacios que rebasan las geografías establecidas desde un contexto rural de migración internacional.

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Es cierto que es un ejido muy diverso pues cada anexo se identifica claramente en la diferencia, tanto de la concepción que se tiene de la familia y la casa como unidad doméstica, algunas más conservadoras y otras más modernas, unas con más carencias que otras, incluso de definición de la femineidad en el espacio rural, pero sin duda se identifican con la nostalgia que representa recordar esa familia tradicional “de antes”, de pobreza y carencias de todo tipo pero fiel representante de los valores familiares y comunitarios así como del respeto y amor a la tierra, mismos que se siguen cultivando y forman parte de su identidad campesina y hasta de migrantes.

b) Unidad familiar transnacional de Villa Insurgentes

En el capítulo uno de este trabajo se analizaron las unidades familiares transnacionales hallando que surgen como producto del modelo económico globalizado que posibilita el libre tránsito de mercancías, objetos, tecnologías redes de comunicación, culturas y personas en todo el mundo, a merced de intereses económicos, políticos, demográficos, sociales, etc. Esta aproximación a las migraciones desde la óptica del transnacionalismo, permite ver el fenómeno no sólo desde las implicaciones sociales de la residencia en un país de origen o de destino, sino realizar un análisis más profundo para entender a dos sociedades en un continuo proceso de movilidad y adaptación a una doble vida.

El auge de la migración internacional ha demandado de muchas investigaciones y en todas ellas se ha hablado de las transformaciones históricas en la sociedad, de la mano del proceso de globalización económica mundial. El transnacionalismo actual, no solo permite la movilidad de capital económico por todo el globo, también ha posibilitado la formación de familias transnacionales como uno de los efectos más visibles de los desplazamientos poblacionales. Así la globalización y el transnacionalismo terminan por constituir una reorganización de las sociedades más allá de un espacio geográfico definido.

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En relación al espacio transnacional, bastante papel se ha escrito desde diferentes perspectivas para aludir a un “tercer espacio”, “una transnación”, una nación más allá de las fronteras, dinámicas nacionales diferentes, territorios trastocados, etc., no se conceptualiza un espacio sino varios, el hecho es que el mismo concepto no permite definirse, pues se entiende que no es un espacio establecido, sino aquel que rompe la dicotomía de lugar de origen-lugar de destino, donde lo que da sentido a este concepto es la movilidad y la presencia de ese “tercer espacio”. Por confuso que esto parezca, la realidad es que las personas se movilizan entre las fronteras y viven sus vidas más allá de ellas.

Para Castro Neira (2005) la teoría transnacional nace como una insatisfacción con los estudios de la migración hasta la década de los ochenta, pues estas ponían un énfasis excesivo en los aspectos económicos y en el hecho de que luego de un par de generaciones de migrantes se daba por sentado la asimilación de estos a la sociedad receptora, y una asimilación de la cultura del país de destino. Nina Glick Schiller, et, al (1992) con el énfasis puesto en los aspectos culturales de los migrantes, demostraron que los migrantes lejos de asimilar a la sociedad receptora mantenían relaciones con sus lugares de origen; a partir de este estudio se deriva la propuesta de que se establecen relaciones aquí y allá, proponiendo el concepto de comunidades transnacionales para explicar la dinámica que viven los migrantes al no tener una identidad única, pero conservar y reproducir su identidad y modo de vida originario, más allá de las fronteras.

Contrario a las teorías asimilacionistas y de pérdida cultural propias de un determinismo investigativo, está comprobado que los migrantes nunca rompen por completo sus lazos afectivos y de identidad con las comunidades de origen. Si bien la cotidianidad de la unidad doméstica se vuelve transnacional, se vive en un espacio que se va construyendo más allá de la frontera de un estado- nación; la familia está fragmentada, separada, pero la unidad doméstica como grupo, permanece.

Con intención de ahondar en el análisis del grupo doméstico, en la presente investigación, también se ha tratado de analizar la unidad doméstica tradicional y 109

enfoque del modelo tradicional mexicano, que si bien no es único, se define no solo por compartir lazos consanguíneos, sino también como una familia producto del nacionalismo que subraya la existencia de un techo común que comparten los miembros del hogar. Sin embargo, también se ha hecho notar que como parte de las reconfiguraciones sociales, producto del desplazamiento de personas, surgen nuevas configuraciones familiares, que ya no comparten estas características y que dejan de lado el modelo de familia tradicional.

Se suma al análisis anterior, la teoría del grupo doméstico, desde su función económica en el medio rural autores como Chayanov, hacen alusión a que ésta radica en el tamaño y composición de la familia, así como en el equilibrio entre la explotación del trabajo doméstico para la satisfacción de necesidades, y en la que se comparte una residencia, o lo que él llama “comer de la misma olla”.

Durante mucho tiempo, los estudios de parentesco, se centraron en la concepción de la familia como aquel grupo doméstico que además de mantener lazos exclusivamente biológicos, compartían una residencia común. Sin embargo, estudios posteriores han dado un giro al trascender la unidad de análisis desde las familias a las redes sociales donde los miembros del grupo doméstico se ven involucrados. Este fenómeno, demuestra que los grupos familiares no se ven inalterables, ni son un todo indiferenciado que se transforman pero no lo hacen de manera radical y mucho menos desaparecen además de que el grupo doméstico no se define únicamente por lazos de parentesco o un lugar de residencia.

Parte de este giro se ha visto influenciado por factores como la incorporación de las mujeres al mercado laboral, los derechos lésbico-gay y transexuales, las reivindicaciones políticas de algunos movimientos para que sean reconocidos legalmente, etc., la migración internacional y en definitiva, muchas situaciones derivadas de la globalización (Sánchez et al, 2009: 26). Lo cual demuestra que los modelos familiares, reflejan cambios drásticos que no permiten seguir identificando al grupo familiar por características exclusivas de consanguinidad o residencia y cuestionan la naturalidad con la que se identifica a categorías y conceptos considerados como universales, es el caso de la unidad doméstica. 110

Desde los años setenta, la perspectiva feminista cuestionaba la versión esencialista de la familia nuclear, misma que promueve relaciones de género propias de un biologicismo reduccionista. En los noventa el interés por modelos familiares que tienen en común el distanciamiento físico de sus miembros se incrementa. No se trata de separaciones que quiebren el vínculo familiar, sino de aquellas en las que sus miembros adoptan la decisión de mantener residencias distintas como consecuencia de causas y motivos muy distintos El hecho de que muchas personas deban marcharse del lugar donde nacieron por condiciones distintas, obliga a que las nuevas familias se conformen como unidades familiares no co-residenciales que mantienen y desarrollan sus vínculos en espacios dispersos en más de un estado-nación. (Ibídem).

El hogar como unidad doméstica transnacional, tradicionalmente es visto como el lugar donde los miembros comparten una misma residencia, y se considera que los hogares de los migrantes son abandonados o que hay una separación de sus miembros. También se les han denominado hogares de madres o padres sin pareja, como sucede en el caso de la separación o el divorcio. Sin embargo, en la perspectiva transnacional, lo que se debe identificar es cómo a través de la distancia se mantienen y reafirman los lazos afectivos y por tanto se reproduce la unidad del núcleo familiar (Moctezuma: 2011).

Este autor, plantea que el modelo configura lazos afectivos entre los miembros, independientemente de que se comparta una misma residencia y sugiere la importancia de diferenciar transnacionalismo y transnacionalidad, al asentar que el primero tiene que ver con las relaciones de identidad y pertenencia entre los migrantes y la segunda con las prácticas sociales que éstos desarrollan. Dicho modelo contempla una genealogía del ciclo de vida de las familias de migrantes, donde hogar y residencia no coinciden.

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CICLO DE LOS HOGARES DE MIGRANTES DURANTE LOS PROCESOS DE DIVERSIFICACIÓN- REUNIFICACIÓN Y REUNIFICIACIÓN DISPERSIÓN FAMILIAR.

Migración del esposo, mientras la esposa y los hijos (si los hay y son menores) permanecen en la comundad de origen, la partida del jefe inicia PROCESO 1 el proceso de dispersión familiar, la separación es breve por tanto no se trata de abandono, por el contrario a pesar de la distancia se mantiene la unidad del hogar (migración circular).

El esposo regresa a la comunidad de orígen y reside en el hogar por un periodo de tiempo y posteriormente migra acompañado del primer hijo varón (si este tiene ya una edad mínima). Si su estancia es prolongada y su hogar se encuentra en edad reproductiva, posiblemente PROCESO 2 engendre más hijos y la familia crezca. En estas condiciones es posible que la dispersión incluya al padre y al hijo varón mayor (migrantes de primera y segunda generación), lo que profundizarà el perfil migrante de estos hogares lo cual es cómun en este tipo de hogares.

El esposo retorna varias veces, él y los otros hijos (generalmente varones) migran mientras el resto del hogar permanece en la comunidad de orígen. El rasgo característico de esto es que PROCESO 3 con el tiempo el resto de la familia tenderá a establecerse en el país de destino, transitando poco a poco hacia el patrón de la migración establecida. Emigra el padre, la madre y la myoría de los hijos o en su caso la familia completa, cuando esto sucede, la dispersión se transforma en reunificación en el país de destino y con ello se transita a ocupar un segundo espacio de residencia. En este punto como en el proceso 1, residencia y familia coinciden y es la característica que se relaciona con el nuevo PROCESO 4 patrón migratorio que actualmente se vive en México relacionado con el establecimiento definitivo de migrantes y sus familias en el país de destino y la formación de asentamientos humanos que proceden de una misma comunidad de origen, además de desencadenar un cúmulo de procesos sociales que se detonan con la migración de la mujer y particularmente de las familias. Retornan los padres con dos de sus hijos a la comunidad de orígen y se vuelve a producir la dispersión en sentido inverso del lugar de destino retornando al lugar de orígen. Para PROCESO 5 cuando esto ha sucedido, los primeros hijos de la pareja ya han formado nuevos hogares y si son parte de una comunidad migrante, lo más probable es que se repita el ciclo entero. Tabla 1.- Modelo de dispersión-reunificación familiar, ciclo de vida de los hogares migrantes. Fuente: Tomado de: Transnacionalidad y transnacionalismo, prácticas, compromisos y sujetos migrantes. Miguel Moctezuma (2011).

En este modelo, la dispersión-reunificación y la reunificación-dispersión son dos procesos que forman parte de los hogares de los migrantes, que implican el cambio de residencia aunque con frecuencia, lo que se da es una alternancia en el origen y destino que suele multiplicarse cuando los hijos forman nuevos hogares (íbid).

Desde un punto de vista particular, en este modelo, es posible añadir un proceso más, que sucede cuando todos los hijos se quedan en el país de destino y únicamente retornan ambos padres, generalmente en edad adulta, ya sea jubilados o no, para pasar su vejez en el lugar de origen y seguir fortaleciendo los lazos familiares mediante visitas periódicas a los hijos en el país de destino. Cuando emigra la familia completa la dispersión se convierte en reunificación familiar, misma que como señala el autor arriba referido, es el patrón migratorio

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que actualmente se vive en México, caracterizado por el establecimiento de las familias de migrantes en el extranjero y la formación de asentamientos humanos que proceden de una misma comunidad de origen, desencadenando muchos procesos sociales derivados de la migración de mujeres y familias completas.

Para Martínez (2010:145), las familias separadas por la migración mantienen diversas maneras de unión y continuidad de lazos, funciones y relaciones afectivas que la autora denomina “formas de convergencia o puentes virtuales” que provienen de una dimensión simbólica que se observa en las actividades de la vida cotidiana y que les permiten mantener los lazos funcionales y afectivos entre los migrantes y los que se quedan, así se va construyendo una forma de vida transnacional.

Desde esta perspectiva, las unidades domésticas de Villa Insurgentes han incursionado en esta dinámica transnacional, aunque se ha dado la migración de familias completas muchas de las veces sin posibilidad de retorno, continúan accionando para mantener los vínculos con su lugar de origen, incluso hacen mejoras a sus casas habitación o hacen grandes construcciones con la esperanza de un día volver para habitarlas. También hay que anotar, que pese a que la población del ejido se compone de familias numerosas, prevalece la residencia exclusiva de los padres de familia, pues los hijos y nietos radican en E.U., algunos de estos padres migraron también pero volvieron a vivir su vejez en su tierra y algunos otros nunca salieron de su lugar de origen pero sus hijos sí lo hicieron.

Muchas familias de las comunidades rurales de Zacatecas enfrentan situaciones similares, la familia transnacional es un estilo de vida construido por las relaciones y estrategias que han logrado establecer los migrantes en ambos lados de la frontera que les permiten seguir manteniendo un vínculo indisociable con su comunidad de origen y con su modo de vida campesino.

La familia transnacional es una agrupación que representa la desarticulación familiar y la sobrevivencia más allá de las fronteras, una muestra clara de la reorganización de la unidad doméstica, así como la evolución de la unidad

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doméstica campesina tradicional. Lo anterior denota como este tipo de prácticas transnacionales no son consecuencias únicamente del un proceso económico globalizado, sino de la forma como los migrantes se adaptan e incorporan a las sociedades de destino.

Con el proceso de separación familiar, el transnacionalismo de las unidades domésticas es una realidad, con más de la mitad de su población radicando en casi veinte puntos de los Estados Unidos, la movilidad de personas y objetos forma parte ya del modo de vida tradicional de las familias, los que están allá originan la movilidad de los que se quedaron, ya sea de visita o con perspectivas de trabajo, Villa insurgentes es un ejido transnacional.

“Todos tenemos un familiar en el norte sean los hijos o algún pariente, por lo menos uno, los que se han ido mayormente son hombres, muchachos que se van a trabajar pero también hay mujeres, ellas se van cuando se casan o se van con la familia, solas nunca, y por eso muchos de aquí tenemos papeles, pues es más fácil que vaya uno a verlos a que ellos vengan, hay que ir a darles sus vueltas a ver como están, aquí mismo salen los camiones dos veces por semana, también en Guerrero, o Sombrerete, el chiste el tener para el pasaje y la gente no deja de moverse” (Juan Ibarra, entrevista: 10/Noviembre/2012).

Son comunes las pláticas sobre sus constantes viajes a Forth Worth, Texas, Chicago, Austin, Waco, Dallas, etc., ya sea para asistir a algún evento familiar, o simplemente de visita, es tal la demanda de movilidad que las diversas líneas de autobuses que los llevan a los E. U., salen de tres puntos principales dos veces por semana para facilitar el tránsito de esta población transnacional, ya sea del mismo Villa Insurgentes o de sus alrededores, como la cabecera municipal de Sombrerete, o de Vicente Guerrero, Durango. Los boletos de pasajero están a la venta en varios de los pequeños comercios del lugar, con grandes letreros visibles a los transeúntes, se anuncian los principales destinos, fechas y horarios de salida.

En las conversaciones populares, es común escuchar referirse a la migración como algo cotidiano, recibir los saludos de los migrantes, la constante preparación de los viajes y las “hieleras”25, hablar de los recién llegados cuando

25 Nombre popular que se da en Villa Insurgentes al modo de enviar a los migrantes diversos productos zacatecanos tradicionales como: chiles encurtidos, quesos, tortillas de 114

se les ve transitar por la calle, es tal la movilidad de las personas que son comunes las ausencias de mujeres, de campesinos (excepto en temporadas de labores agrícolas), o incluso de las autoridades ejidales. En visitas recurrentes es común escuchar que fulanito “se fue para los Estados Unidos, no tarda, nomás una semana o dos cuando mucho”, ”yo voy llegando, apenas nosotros estuvimos allá hace unos días”.

El tránsito es una constante en las familias de Villa Insurgentes, la movilidad de su gente es parte del modo de vida campesino cotidiano, de la doble vida que se genera en el seno de la familia transnacional.

“Estamos ya con pendiente no hemos podido darnos la vuelta, aunque seguido nos hablan ya se les extraña mucho, los nietos preguntan siempre por nosotros” (Lucio: Julio 2012).

El transnacionalismo ha penetrado la vida comunitaria, la venta de productos americanos entre la población, los constantes encargos de tecnología, electrodomésticos, ropa, o diversos productos para el hogar o los negocios que se sabe, se pueden comprar en los Estados Unidos, dan cuenta de este vivir transnacional que experimentan los que se quedaron, ya sea con la movilidad o con el consumo, el contacto entre ambas culturas y sociedades no deja de estar presente.

La movilidad va desde los más chicos a los más grandes, los niños como parte de esta unidad doméstica transnacional también viven también su vida entre las fronteras, niños que han nacido en los E.U. y que tienen parte de su familia en el lugar de origen se involucran también en este tránsito constante. En la escuela, principalmente en los niveles de preescolar y primaria, continuamente se tienen niños “visitantes”, aquellos quienes vienen a visitar a los abuelos en los periodos vacacionales de los E.U, a quienes sus padres traen o envían al ejido para ver a sus familiares y porque sus ritmos de trabajo allá no les permiten atenderlos en sus vacaciones.

maíz, Gorditas de horno, chorizo zacatecano, dulces tradicionales, pan ranchero, mermeladas, etc. que se preparan para enviar ya sea con algún conocido o en el mismo camión de pasajeros que va a los Estados Unidos.

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“Aquí hay pocos niños pero los grupos de la escuela se completan con los niños que vienen del otro lado a estarse aquí un tiempo, a veces los papás andan mal o no se entienden y las criaturas andan rodando luego los ve uno que los llevan al camión para mandarlos para acá y los pobres hay vienen llorando porque quieren a la mamá, otros si vienen con gusto, aquí hasta tienen amiguitos y les gusta mucho la vida de aquí, pero es triste también para ellos” (Engracia: Septiembre 2012.)

Así la unidad familiar transnacional de Villa Insurgentes, se construye entre la separación y el conflicto, producto de las estrategias que desarrollan los miembros del grupo doméstico para mantener la unidad familiar y el vínculo con la cultura y la vida campesina.

En estas unidades familiares, la mujer es pieza clave, ya sea como migrante o como la mujer que se queda, los nuevos roles que desempeñan aunque dolorosos, posibilitan este transnacionalismo y la formación de hogares trasnacionales, la movilidad constante de la población masculina, las que migran al casarse, al terminar una profesión o con los padres de familia, las que esperan a que regrese el ausente, o las que sostienen la unidad familiar ante la ausencia definitiva de la figura masculina, junto con las añejas redes construidas por los primeros migrantes, dan funcionalidad a esta unidad familiar transnacional.

Las mujeres son el pilar más fuerte en la construcción de las familias transnacionales, ellas con su fortaleza y arduo trabajo sostienen la unidad familiar distanciada, a su vez también contribuyen a la construcción de la unidad doméstica transnacional.

“Aquí siempre ha habido migrantes, toda la vida, una de mujer ya sabía que eso se usaba, los hombres se iban de mojados y una se quedaba sola, con los hijos, tardaban mucho en mandar carta, y luego en lo que uno respondía y les llegaba a ellos de regreso eran meses. Aquí sin agua, sin luz, sin jabón, nada, y un niño cada año o dos, cada que él viniera. Era duro, una mujer de migrante sufre mucho sola, ahora ya muchas tienen papeles y se van a ver a sus hijos, o ya sabiendo cómo les irá aquí solas, si tienen modo mejor se van con el esposo, si uno se queda debe hacerle rendir su dinero al mojado, sino ni caso tiene que esté allá trabajando, se las ingenia uno para que alcance y las que se van pues allá también tienen que trabajar” (Adela: julio 2012).

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Fuente: Imagen tomada en uno de los varios puntos de venta de boletos para viajar a los Estados Unidos, que se encuentran en el ejido.

La formación de hogares transnacionales en Villa Insurgentes ha sido resultado de la larga tradición migratoria de las familias, ya sea como indocumentados, como braceros, “mojados” o “sin papeles”, la movilidad de la población ha sido una característica. Primero migraron los hombres solos, después se incorporaron las mujeres y familias completas; de este modo, la migración ha sido un proceso que ha estado presente por generaciones y más que una estrategia de sobrevivencia de las familias la movilidad forma parte de su modo de vida e identidad campesina.

Aunque muchos de ellos se conciben a sí mismos como “ilegales”, solo usan esa palabra para enunciar que no tienen papales de nacionalidad estadounidense. En realidad están consientes que son migrantes indocumentados que van a Estados Unidos para trabajar, en busca de mejores condiciones de vida para ellos y sus familias, que son personas que debieran tener derechos en cualquier trabajo que desempeñen, que realizan trabajos mal pagados y que demandan de mucho esfuerzo, que hacen el trabajo duro que ningún norteamericano quiere hacer sin ningún tipo de protección y seguridad social. Saben que actualmente la

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exportación de fuerza de trabajo y el movimiento de trabajadores en el mundo es una realidad, entonces debiera hacerse en otras condiciones, pues para ellos, Estados Unidos necesita a los mexicanos y los mexicanos necesitan ir a trabajar. Así como el capital globaliza la explotación de fuerza de trabajo también debería globalizar los derechos de los trabajadores y más aún, de los trabajadores migrantes en cualquier parte del mundo.

Esta transnacionalidad es practicada por hombres y mujeres, desde los niños hasta los no tan jóvenes, las tendencias se han invertido, ahora es más común hallar a campesinos migrantes, que a migrantes campesinos.

La participación por género en la construcción de esta transnacionalidad es tan variada y está tan definida que no es posible imaginar la cotidianidad de Villa Insurgentes sin sus migrantes y las acciones que ellos desarrollan. Para las mujeres, la migración es un proceso doliente por el que forzosamente deben transitar, para los hombres es el paso obligado antes y después del matrimonio, un proceso que se mira y se vive desde la niñez, que forma parte de la identidad y el ser en ese contexto social.

Para los niños es la novedad hecha realidad, hijos y nietos de migrantes que serán o son ya migrantes. A su corta edad ya viven el transnacionalismo, van y vienen a los Estados Unidos y para ellos es una vida a la usanza de sus padres y abuelos.

Las perspectivas de estas familias transnacionales son duraderas, la movilidad no se detiene y está potenciada también por factores externos como regulaciones migratorias más rígidas en la frontera con Estados Unidos, la clandestinidad en la que viven los migrantes ilegales y que les impide retornar a su lugar de origen, las condiciones de discriminación y xenofobia que experimentan por los estadounidenses, etc. a estos factores se suma también un sector campesino que continúa empobrecido y con escasa generación de empleos dignos y de opciones productivas para garantizar su sostenimiento, y desde luego, la existencia de redes migratorias y una larga tradición de la

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población migrante que funge como fortaleza para la población cuyo ideal es ir o continuar en los Estados Unidos.

c) Mujeres ejidatarias y migrantes

A nivel nacional podría decirse que la migración internacional de mujeres ha sido un fenómeno de baja intensidad, no comparable con la migración masculina, por lo que es reciente su análisis y se enfoca en temáticas específicas relacionadas con el discurso de la incorporación de ellas en los procesos migratorios, por cuenta propia y como parte de las estrategias familiares implementadas ante un modelo económico que no genera las condiciones para que ellas en su condición de mujeres, puedan quedarse en sus lugares de origen y mejorar sus condiciones de vida.

Antes de considerar la participación de las mujeres en la migración, las investigaciones las catalogaban un sujeto pasivo en la toma de decisiones familiares, al considerarse su movilidad como parte de las estrategias económicas de las unidades domésticas, mientras que en otros casos fueron invisibilizadas al ser inmersas dentro de categorías generales como campesinos, indígenas, etc. (Barrera y Oehmichen, 2000:).

La perspectiva de género en las migraciones, de inicio se encargó de analizar las razones que motivaban o impedían la movilidad de las mujeres, tales como su incorporación a los mercados de trabajo, o el migrar con el varón para buscar la reunificación familiar.

Para estas mismas autoras, es hasta finales de la década de los ochenta y principios de los noventas en adelante, que el género como dimensión de análisis comenzó a verse como una construcción social y cultural de la diferencia sexual; a partir de entonces, la migración comenzó a analizarse desde una perspectiva de género que permitió desarrollar una nueva mirada para explicar los movimientos migratorios de hombres y mujeres.

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Se da por hecho que la migración de mujeres responde a las estrategias que se implementan al interior de la unidad doméstica para garantizar su subsistencia. Pero ¿Qué tan cierto es eso? ¿Qué tanto estas practicas que surgen del interior de la familia son en común acuerdo, y qué tanto representa la única salida no solo para la sobrevivencia, sino para que este espacio social no desaparezca?, o bien ¿es una decisión personal?

En coincidencia con lo que refieren las autoras arriba señaladas, la participación de las mujeres de Villa Insurgentes en los procesos migratorios hasta antes de la Ley IRCA no era común, ellas no migraban, participaban de la migración de los hombres como administradoras de las remesas y del patrimonio familiar viviendo la experiencia de asumir la responsabilidad del cuidado y la crianza de los hijos mientras el esposo no estaba. Su incursión en los procesos migratorios no implicaba su tránsito hacia los Estados Unidos:

“Aquí siempre ha habido migrantes pero principalmente hombres, padres e hijos, todos varones, las mujeres permanecían aquí, en sus casas con sus familias, fueran solas o casadas, no se usaba que se fueran, entraba al ejido mucho dinero, en el correo eran más las cartas certificadas que se recibían, que las normales, después todo cambió, las mujeres también empezaron a irse, se llevaron a sus familias y se endeudaron comprando casas allá, a los que les ha ido bien tienen dos o tres, tanto cambió la situación que hasta las oficinas de correos del ejido fueron cerradas hace años, pues en primera ya nadie escribe y luego ¿a quién le escribían si ya toda la familia estaba allá?” (Tomás Jaime Carrillo: 30/marzo/2012).

La facilidad con la que era posible la migración de las mujeres en aquellos años, no era motivo para incentivar la salida masiva de las féminas del ejido. No estudiaban, pues las escuelas en los ejidos son relativamente recientes, (la escuela primaria llegó en 1954). Se casaban muy jóvenes, desde los 15 años; se encargaban de las labores domésticas y se incorporaban al trabajo de la parcela, en menor medida, pues desde entonces, existía una clara definición de roles para hombres y mujeres dentro de la unidad doméstica y lo agropecuario, era considerado asunto de hombres.

Los valores y las costumbres de las “buenas familias” del ejido, nos habla de entornos muy conservadores, demandaban un comportamiento intachable de las mujeres, basado en las buenas costumbres, siempre respetuosas de los padres

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y de los valores familiares. Con poca libertad para salir y para divertirse, era impensable que se les permitiera migrar, dejar la familia y mucho menos aventurarse solas en algo tan desconocido para ellas y de lo que era “una cosa de hombres”:

“La vida de las muchachas estaba más restringida que ahora, ahora pueden estudiar más, prepararse y hasta migrar, no importa que hayan estudiado, antes ellas no podían salir, si se casaban jóvenes los noviazgos se hacían por carta, a veces ellas ni conocían el novio hasta el día de la boda, uno de hombre veía a las muchachas en la calle con su madre, pero ellas nunca tenían permitido quedársele viendo a los hombres, después era muy curioso cómo se hacían todos los preparativos para pedir su mano a los padres pues los papás del novio tampoco sabían nada hasta que ya estaba el asunto cocinado, primero iban “los portadores”, que aunque debían ser gente de respeto en la comunidad eran solo amigos del novio, y ya que la muchacha decía que si, entonces ya iban los padres del novio, antes no, así pues las muchachas tenían muy poca cancha para decidir, hablar, dejarse ver, todo eso que hacen las muchachas de ahora” (Tomás Jaime Carrillo: Entrevista:7/Abril/2012).

Con la evolución del fenómeno migratorio, la tradición migratoria de sus familiares y las redes sólidas que hoy prevalecen facilitan y fomentan la salida de las mujeres. La migración de mujeres ya no es condenada ni mal vista al interior de las unidades domésticas como antes lo fue, ahora la migración de ellas es un proceso tan natural como en su tiempo lo fue la migración de los hombres:

“Cuando se van y aquí se habla de que están allá y que regresan, ya las moralidades no se satanizan, pues como dice el dicho “a la tierra que fueres, haz lo que vieres”, acá ya se sabe que ellas al irse van a cambiar, la gente ya se acostumbró a ver la vida de allá, la mayoría de los padres ya ha ido o tiene parientes que le cuentan, la gente ya no se escandaliza, cosas que hacen las muchachas que se van ¡antes que esperanzas que se aceptaran!, la conexión entre los de aquí y los de allá es permanente, incluso los que están allá saben primero las noticias de aquí, que nosotros” (Tomás Jaime Carrillo:7/Abril/2012).

Situaciones diversas son las que motivan a las mujeres a irse, la principal es la búsqueda de una vida mejor y un trabajo. La motivación principal es la familia, ya sea buscando la reunificación o la generación de remesas para mejorar las condiciones de los que se quedan, ellas se aventuran en el tránsito. Los hijos, sí es que los hay, son el principal motor, no importa que se le considere débil por su condición de mujer; en la aventura, los sufrimientos durante el tránsito y la estancia, el miedo y la angustia, etc., desaparecen y hacen parecer que “ni se sienten”, ellas hacen todo por la familia.

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En ocasiones el sentimiento de la ausencia es tan grande, que se convierte también en una motivación para la salida de las mujeres a los Estados Unidos.

“Mis hijos son “mojados”, la vida de un “mojado” es dura, están allá con muchos miedos y trabajando duro sin poder venir aunque quieran. Cinco años pasaron sin ver a mis hijos, tratamos tres veces de conseguir una visa y no nos la dieron, hasta que no aguantamos más, nos fuimos mi esposo y yo de mojados, nos fue mal, caminamos mucho, el dolor de las rodillas era horrible pero la ilusión de ver a mis hijos me hacía andar. Ahora ya tenemos papeles, ya solo tener para el pasaje y aquí mismo toma uno camión”.

Al igual que la migración masculina, la migración de las mujeres también es motivada por las condiciones de pobreza que prevalecen en las comunidades de origen, migran para acompañar o reunirse con padres o esposos en el lugar de destino, esta migración de las mujeres se desarrolla en un ciclo muy corto pues generalmente su migración es por un viaje de ida y vuelta o para convertirse en migrantes permanentes.

“Muchas se van aunque no quieran, es difícil pensar que una se va y deja aquí a sus padres, su familia y a todo por seguir a su esposo, que también es su familia pero es triste dejar el lugar donde uno nace y vive toda la vida. Muchas lo hacen por no quedarse solas y también pues para que él no se busque otra mujer allá pretexto de que está solo”.

Como en el resto del México, por décadas predominó en Villa Insurgentes la migración masculina, ellas siempre fueron las mujeres de los ausentes. Las necesidades familiares y personales, también motivaron la migración femenina. En el contexto ejidal, la salida de mujeres en busca de alternativas laborales o de reunificación familiar, se presentó primero en los anexos de Villa Insurgentes, Santa Rita, “San Pancho” y Salas Pérez. En Ojo de Agua, al parecer el anexo más conservador, aún en la transnacionalidad que prevalece actualmente en las familias, la salida de las mujeres es poco común, a menos que se trate de la migración de la familia completa, lo cual sí es muy común.

Como mujeres migrantes o como “las que se quedan”, ellas experimentan la migración desde distintos ámbitos: el personal, el familiar y el comunitario. Las transformaciones que ocurren en su vida y las relaciones de la unidad doméstica aunque son visibles, el transnacionalismo las ha vuelto normales, es una cosa más de las que “tienes que pasar por el hecho de ser mujer”. El hecho es que el

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papel de la mujer en el fenómeno migratorio ha estado siempre vinculado a la unidad doméstica y a la reproducción social del rol de género que en síntesis, significa el vivir y accionar cotidiano destinado a servir a los otros.

La decisión de la migración de las mujeres se toma muchas veces por voluntad propia, pero debe ser consultada con los padres. En el primer caso se trata generalmente de una reunificación de noviazgos o matrimonios en los que los padres de familia, poco intervienen. Cuando la migración es laboral, o se trata de una migración familiar paulatina, como el modelo señalado en párrafos arriba, se discute y acuerda al interior de la unidad doméstica con el objetivo de garantizar que durante el tránsito de ellas y su estancia en los Estados Unidos cuenten con el apoyo de familiares y amigos. También es común que ellas migren únicamente si migra la familia completa, de lo contrario, no lo harán.

A pesar de que la migración femenina ya no es cuestionada, no es una decisión simple que se tome a la ligera, en este proceso, intervienen relaciones de dominación y conflicto.

La magnitud de la migración en Villa Insurgentes, ha dejado solas a muchas mujeres al frente de las responsabilidades domésticas y también de las comunitarias. Las mujeres que no migran y se quedan en la comunidad de origen al frente de la unidad doméstica, experimentan la reasignación de tareas y roles al interior de la familia y la comunidad, las cuales se incrementan, pues además de las tareas propias, deberán desempeñar las actividades que eran responsabilidad del varón.

La migración como parte de las estrategias de sobrevivencia y la evolución de la construcción social de género al interior de las unidades domésticas, han modificado la construcción social de lo que significa ser mujer en Villa Insurgentes. A raíz de estas transformaciones se han abierto nuevos espacios de participación para las mujeres, aunque estos no sean necesariamente elegidos por ellas, ni estén preparadas para ocuparlos. Es el caso de las mujeres que reciben derechos ejidales, ya sea por la muerte del esposo o por ser esposas de migrantes; ante la ausencia del varón, ellas deben atender

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directamente las cuestiones relacionadas con la de la propiedad y la producción de la tierra.

Aunque las mujeres que se quedan al frente de las unidades domésticas representan socialmente la autoridad inmediata del hogar y es por todos sabido el aumento de responsabilidades, la participación femenina y toma de decisiones en los asuntos domésticos y comunitarios así como en los espacios públicos, está subordinada a la autoridad masculina, sobre todo en la organización ejidal y la asamblea.

Con la migración, la participación femenina va tomando espacios nuevos en el desarrollo de las actividades rurales, la realización de las labores tradicionalmente asignadas a los hombres jefes de familia, como la responsabilidad del cultivo de la parcela, la gestión de programas sociales y para el campo, y otras tantas que tienen lugar en el espacio doméstico han dado lugar a lo que se ha llamado la feminización del campo, pero ¿En qué condiciones desarrollan las mujeres esta actividad?

Uno de los aspectos a considerar en el desempeño de estas actividades es la propiedad de la tierra de la que quedan como responsables a consecuencia de la migración de los varones o la viudez. Asumir los derechos ejidales por las mujeres, es decir la propiedad de la tierra, desde siempre ha significado acatar las decisiones de otros, empezando por las tomadas en el espacio doméstico. La tenencia de la tierra no garantiza su participación en toma de decisiones ejidales ni representa un símbolo de respeto y prestigio como lo es para los ejidatarios, desde la percepción de las mujeres, consideran que su presencia es “haciendo montón”, su voz nunca ha sido escuchada y tampoco ellas están seguras de querer cambiar esto.

“La mujer ejidataria va a la porque sabe del aviso de reunión y pues va una a ver que oye, a veces porque tiene que firmar algo o dar razón al esposo que no está, a veces para oír para una misma, como yo que soy viuda ejidataria y tengo mi certificado agrario, pero la mujer no tiene derecho a hablar, desde antes, si se atrevía una a hablar, los hombres eran feos con ella, la ignoraban, le chiflaban o gritaban, etc., aquello se vuelve una burla, por eso una mejor se calla, yo dejé de ir por eso, para qué va uno si ellos son los que hacen y deshacen” (Santi septiembre 2013).

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La participación de las mujeres se da en un espacio que diseñado para los hombres. La reforma agraria dio tierras a los varones y el trabajo del campo siempre ha sido etiquetado como exclusivo de la representación masculina, a sabiendas de que las mujeres también están involucradas en la actividad productiva agrícola y todo lo que representa el mundo rural. Así, la disputa por la representación social, está mediada por relaciones de poder y dominación que han sido gestadas en la propia construcción de género y que son ejecutadas por un patriarcado que se escuda en la propiedad histórica de los medios de producción.

Aún con los derechos agrarios en mano y un lugar en el salón ejidal, esto no ha sido suficiente para ganarse el respeto y el reconocimiento justo e igualitario como mujeres ejidatarias. Desde luego esta situación no es culpa suya, es necesario considerar que el contexto social en el que ellas se han desenvuelto es muy adverso, pues además de ser un espacio protagonizado por los hombres como lo ha sido el campo y lo campesino durante décadas, aunque muchas veces ellos no estén presentes, su participación también se ha visto limitada por su condición de mujeres, pese a ello la lucha por el reconocimiento y desde luego por cambiar esta situación, continúa.

Con una participación limitada al derecho de voto, la voz pareciera no ser necesaria, tampoco suficiente cuando se trata de incursionar en un espacio definido como masculino y desde luego machista, donde su derecho de voz de nada sirve si no serán escuchadas, y su voto será una mera representación de las decisiones de otros en ese mismo espacio o incluso desde la distancia.

“A veces está la mujer en la asamblea y ya que se discuten los temas, se comunica con el esposo antes de dar el voto para saber si él está de acuerdo o porqué cosa debe votar la mujer, eso siempre se ha dado, se les ha hecho tan tímidas que yo creo que aunque se les concediera hacer uso de la voz, no sabrían hablar, les daría miedo” (J. septiembre 2013).26

26 En este caso, ellas no son las propietarias del derecho agrario pero existe un poder notarial que el esposo deja a la mujer para que atienda los asuntos agrarios en su ausencia. Lo cual es permitido de acuerdo a la legislación agraria en materia de posesión de tierras.

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Como si las situaciones anteriores no hablaran lo suficiente de la subordinación de los derechos agrarios femeninos a los masculinos, el voto también lo condicionan las decisiones de las mayorías, pues el temor a votar por la diferencia, las vulnera al ser señaladas.

“Una vota por lo que dice la mayoría, aunque piense otra cosa, levanta la mano como todos por el acuerdo de la mayoría, se imagina si uno votara por la contra ¡como le iría!, a lo mejor ni le harían caso” (Doña Chicha, Asamblea ejidal Junio/2014).

Para las ejidatarias la asamblea es un espacio comunitario al que deben asistir, no porque así lo quieran, sino porque tienen la responsabilidad de hacerlo, un espacio que llega a ser motivo de pánico pues tradicionalmente, era exclusivo de los varones. Pese a ello, las ejidatarias conocen las leyes y reglamentos que norman sus derechos agrarios, las han aprendido por incursionar aunque sea limitadamente en estos nuevos espacios sociales a los que deben accesar las mujeres que se quedan.

La realidad es que la asamblea como espacio de participación comunitaria es un espacio machista y muy conservador, que no permite el despliegue de las capacidades femeninas, por ello cualquier posibilidad de transformar este espacio, no ha resultado tarea sencilla. Sin embargo, desde un punto de vista particular, ante el fenómeno migratorio masculino de los esposos o los hijos mayores que no cesa, ellas continúan gestionando los asuntos de la parcela. La asamblea se convierte en un ámbito desde donde se aprende a estar y a negociar tanto la palabra como su participación justa y respetuosa.

Las mujeres ejidatarias de Villa Insurgentes, las que en su mayoría son de avanzada edad, con escasa escolaridad, y quienes a pesar de haber tenido esposo e hijos actualmente viven solas. Desde luego no trabajan directamente las parcelas dado que no tienen la maquinaria requerida para hacerlo, por ello, es común que sus tierras sean dadas en algún arreglo de aparcería o que sean trabajadas por alguno de los hijos. Lo anterior limita aún más la posibilidad del reconocimiento en la asamblea y los asuntos ejidales.

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Pese a su involucramiento en los asuntos agrarios y ejidales, el ámbito doméstico sigue siendo el espacio único donde se reconoce la participación de las mujeres. El contexto comunitario está configurado y liderado por los hombres. La directiva del comisariado ejidal, el comité de los ganaderos, el delegado municipal, la sociedad de padres de familia, el Club Espejo y la directiva que administra el Parque Nacional Sierra de Órganos, por mencionar algunos, son los puestos de representación popular en donde las mujeres no son responsables directas, sin embargo participan, su acompañamiento casi siempre invisible hace posible el desarrollo y permanencia de estas prácticas comunitarias.

d) Participación en los procesos migratorios desde distintos escenarios: las que se van, las que se quedaron y las que no han regresado

Las que se van

A pesar de que en el contexto de la migración internacional el rol asignado socialmente a las mujeres está ligado a permanecer en el grupo doméstico en el lugar de origen, las mujeres también migran. Al igual que los hombres, lo hacen en busca de oportunidades para mejorar su calidad de vida personal o familiar.

Las mujeres que se incorporan en la migración ya sea solas o como acompañantes del migrante varón, aunque tienen como motivación principal la búsqueda de la reunificación familiar, terminan por incorporarse al mercado laboral en el país de destino. En el caso de Villa Insurgentes, desempeñándose en diversos trabajos desde empacadoras de carne, tiendas de servicios, restaurantes, supermercados o en el servicio doméstico.

Desde la década de los ochenta, con la aprobación de la ley IRCA, se incrementó el flujo migratorio femenino, si bien se trataba de un proceso de reunificación familiar, también fue un medio para atraer a mujeres a los nuevos 127

nichos laborales en los que la mujer era indispensable: la agricultura y las industrias como la textil, empacadoras, o de servicios domésticos y de limpieza (Orozco, et al, 2002).

Si bien es cierto que esta ley fungió como parteaguas de la migración femenina, también lo han sido la tradición migratoria y las redes que los migrantes han establecido, que incentivan y facilitan la migración de las mujeres. Además, con el transcurrir de los años las familias de las primeras generaciones de migrantes establecidos en los E.U., ahora se encuentran en posibilidades de regularizar la situación de los que se quedaron principalmente de las madres y padres de familia en edad adulta, incentivando con ello la movilidad de la población.

Las mujeres han sido siempre parte de la historia de la migración masculina sin ser consideradas como un actor significativo en el proceso, es hasta el periodo arriba mencionado que la migración de las mujeres se convierte en un hecho innegable. Desde entonces, y con la incorporación de la perspectiva de género a los análisis de la migración internacional, ha sido posible identificar los modos y características de la participación de las mujeres en el fenómeno migratorio así como los cambios que se originan con la migración en su condición de mujeres, a nivel familiar y en el espacio comunitario.

Lo anterior, permitió ver el nuevo rostro de la migración, las nuevas condiciones de ésta y la diversifica que adquiere por el territorio estadounidense. Permitió considerar la creciente participación de las mujeres desde distintos espacios, incluso, hablar de una feminización de la migración y de un reconocimiento de la migrante trabajadora, no solo como acompañante del varón.

Este reconocimiento, ha dado pie al análisis de la incorporación de la mujer a los mercados de trabajo en el país de destino, destacando que hombres y mujeres se incorporan de manera diferenciada, que las condiciones laborales y salariales, las jornadas de trabajo, los riesgos en el trabajo, así como la discriminación o los abusos, etc., que experimentan ambos, también son desiguales en todos los espacios laborales a los que tienen acceso. En todos

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ellos, prevalece la desigualdad y la discriminación para las migrantes trabajadoras.

Las investigaciones de la migración femenina, han dado cuenta de las transformaciones que suceden en los hogares donde la madre se ausenta, en los hogares donde se cambia de residencia, donde la madre se incorpora al mercado de trabajo y los hijos se insertan en un contexto comunitario desconocido, por mencionar algunas.

Lo anterior ha revelado que las migrantes trabajadoras también tienen expectativas económicas de la migración, la principal generalmente consiste en su aportación al sostenimiento económico de la familia, ya sea en el país de destino o de sus familiares que se quedaron. De igual forma, que las relaciones de género se transforman, lo mismo la dinámica familiar y la organización social y comunitaria, ya sea si la mujer migra o si se queda, asumiendo nuevos roles ante la ausencia de su pareja. En Villa Insurgentes, las mujeres migran por diferentes motivos y en distintas condiciones. Para las casadas, además de seguir a su esposo para buscar la reunificación familiar y generar mejores condiciones de estabilidad laboral y de residencia del esposo, persiste el ideal de contribuir a un proyecto económico de patrimonio familiar o de mejorar la calidad de la educación de los hijos, incluso algunas migran con sus hijos para que estos puedan estudiar en los Estados Unidos.

Para las mujeres solteras, la migración representa la reunificación con los padres; la búsqueda de un proyecto económico personal; para hacerse de un patrimonio o un ahorro para el futuro; para trabajar en periodo vacacional o para aprender inglés; incluso, tan sólo motivadas por la curiosidad de conocer “el famoso norte” o visitar familiares. También migran porque asumen la responsabilidad del sostenimiento familiar por diversas razones, pues ante la ausencia de preparación profesional y la escasez de empleos, la migración representa la única salida.

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Es común que las mujeres solteras se casen en Estados Unidos, con ello es poco probable su retorno, aunque en el caso de Villa Insurgentes, las mujeres migrantes se han casado con hombres del mismo ejido o de sus alrededores, lo que ha contribuido de manera importante a mantener los lazos y vínculos afectivos así como el transnacionalismo vigente en las familias.

Las mujeres que migran también son las madres solteras, divorciadas o separadas, aquellas sin esposo y con hijos que mantener, con una situación económica difícil o incluso con deudas económicas que deben pagar; también los conflictos familiares son factores que inciden en la decisión de migrar.

Para las mujeres jóvenes, la migración a los Estados Unidos representa una alternativa no solo productiva sino también de vida, pese a que hayan logrado prepararse y obtener un título de profesionistas, el desempleo en el medio rural así como la competencia por los escasas oportunidades para los recién egresados, hacen de la migración su principal y a veces, la única alternativa.

Sin embargo, en todos los casos, al llegar al país de destino e incorporarse al mercado laboral, se dan cuenta que además de cubrir su jornada laboral, también deben cumplir con las tareas del hogar y el cuidado de los hijos, igual como lo hacían en México, por lo que sus jornadas de trabajo son extensas y muy pesadas. En muchos de los casos, deben pagar para que otra mujer cuide a sus hijos mientras ellas van a trabajar. Con el trabajo a veces les queda poco tiempo para convivir en familia, poco tiempo para ellas y para dar la atención que antes de migrar podían dar a sus hijos, por lo que a veces el cuestionamiento de si habrá valido la pena el haber migrado se compensa con el pensar que “por lo menos aquí estamos todos juntos”.

En todos los casos, la realidad es que el tipo de trabajo que desarrollan las mujeres migrantes, tanto en el sector agrícola como en el servicio doméstico, o cualquier otro en el que se desempeñen, les exige el cumplimiento de un horario extenuante por lo que la familia y en particular los niños permanecen solos, al cuidado de familiares o terceras personas. Este “descuido maternal”, en ocasiones se traduce en una conducta de agresión y tristeza tanto en madres

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como en niños porque se dan cuenta de lo complicada que es la reunificación en los Estados Unidos, sobre todo cuando ellas se dedican a cuidar a otros niños. Además de vivir en la angustia del retorno, la familia no logra el bienestar ni la integración familiar esperada (López, 2010:67).

Estos cambios en la organización de la unidad doméstica son característicos de la migración internacional y como ya se ha descrito en este trabajo, configuran nuevos modelos familiares donde el rol de la mujer tiene una amplia diversidad de funciones, que como veremos más adelante, no se acotan a la migración femenina.

Cuando las mujeres se van, se incorporan al mercado laboral en Estados Unidos porque comparten el proyecto económico con la pareja de formar un patrimonio en el lugar de origen o en el de destino. Este hecho se interpreta como una mayor libertad de las mujeres y el inicio de la estigmatización de la migración femenina al interior de las familias así como en el contexto comunitario, pues se considera que cuando ellas trabajan y perciben un ingreso, además de contribuir al ingreso del hogar y al proyecto familiar ya sea de ahorro o inversión, también logran una mayor independencia económica y por lo tanto una menor obediencia a la figura patriarcal del hogar.

Pese a los prejuicios a los que está sujeta la migración femenina, la estancia en el país huésped constituye una garantía para la reconstrucción de rasgos identitarios femeninos, esta identificación se evidencia con una mayor jerarquía de poder en su posición de madre, esposa, mujer y empleada, roles que son intercambiados en la unidad doméstica, con el objetivo de adaptarse a los cambios que el proceso migratorio exige (Salazar, et al, Citados en López, 2010:70).

“Yo creo que muchos se llevan a la mujer porque, las mujeres no cuestan allá, una trabaja como los hombres y gana su dinerito, por eso dicen que las que se van se creen más que los hombres pero no es así, es que la mujer también trabaja y gana su dinero, eso aquí es difícil de que suceda por eso una se valora más allá, porque sabe que su trabajo tiene un valor, que ha crecido con su propio esfuerzo y se vuelve más independiente y a muchos hombres eso no les gusta” (Chicha: septiembre 2013).

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Si bien la migración puede traer ventajas en términos de prestigio, también puede resultar lo contrario. Algunos de los comportamientos “nuevos” de los migrantes entran en conflicto con la normativa comunitaria ya que, cuestionan las estructuras de poder ahí definidas. Algunos de estos cambios se reflejan en la forma de hablar, entre otros, pero más precisamente en las estructuras de prestigio (Peña, 2007:117).

La migración de las mujeres en el contexto comunitario también ha servido para estereotipar a las mujeres que se van, se considera que se vuelven más libres o que pueden cuestionar la autoridad del marido porque en Estados Unidos. la ley las protege, que se vuelven “rebeldes”. La realidad es que si algo tiene el contexto estadounidense para las migrantes, es que representa la posibilidad de una mayor protección a las mujeres como madres y como esposas.

Al parecer se ha vuelto una apreciación general que las mujeres logran un mayor estatus en la sociedad norteamericana, específicamente en su relación con los hombres. Esta es una apreciación empírica de las causas por las que el retorno de las mujeres es menos probable que el de los hombres.

“Allá ya no quieren obedecer a uno y se vuelven renegonas, algunas hasta dejan al marido que porque las trata mal y se buscan otro, ¡peor si tienen hijos americanos allá! la ley las protege de todo, el hombre tiene que mantenerlas y mantener a los hijos aunque vivan con otro, no como aquí que se dejan y se desentienden de los hijos y la ley mexicana no hace nada”. (S. julio 2013) Las mujeres determinan la responsabilidad de acompañar al marido en la migración como parte de la responsabilidad social del matrimonio y para el bienestar de la familia. También porque consideran que la búsqueda de la reunificación de la familia es una manera de asegurarse que el varón no mantenga una doble vida y se olvide de la familia que se queda.

“Aunque es triste, una mujer tiene que tomar la decisión porque ya de casada pues una tiene que seguir a su marido, se supone que nos casamos para estar juntos. A veces pues no se puede irse con ellos y tienen que quedarse a la espera de lo que les manden para vivir aquí con sus criaturas pero sufre más la que se queda sola que la que sigue a su esposo”.

Si bien los desplazamientos de mujeres siempre han estado acompañados de muchos prejuicios, es un hecho que con la migración femenina suceden 132

importantes reconfiguraciones en el ser mujer desde la perspectiva de género y sobre todo en el contexto social, en los ámbitos familiar y comunitario principalmente.

La inserción en la vida transnacional y en los mercados de trabajo transnacionales, posibilita el desarrollo de un mayor estatus social de lo femenino. Comparado con las mujeres que se quedan, las que se van transforman su identidad femenina y crean una nueva perspectiva de lo femenino. Esto es posible cuando las mujeres salen del contexto local, acceden al trabajo remunerado y ganan su propio dinero, lo cual las hace sentir útiles e independientes económicamente, aunque esto sucede también en las que se quedan, quienes ante la ausencia de las remesas deben incorporarse al trabajo remunerado y administrar sus propios ingresos, con lo que se evidencía la reconfiguración de la vida de las mujeres como consecuencia la migración internacional.

El contacto con otras mujeres, en el ámbito laboral o educativo, (algunas mujeres logran estudiar en los Estados Unidos, ya sea el idioma o un oficio), les permite reconocer otras maneras de vivir la feminidad y que el contexto donde nacieron, no es universal. La participación en estos espacios, permite a las mujeres tener más confianza en sí mismas y en su capacidad de negociar; hablar frente a otros y con la pareja; mayor apertura a la negociación y el diálogo; la toma de decisiones es un proceso más consultado aunque no necesariamente autónomo, principalmente porque consideran que en la soledad, los lazos de pareja llegan a hacerse más fuertes y a valorar más la unión familiar.

Al igual que los hombres, las mujeres migran haciendo uso de vínculos y relaciones familiares que mantienen con otros migrantes en los Estados Unidos. Estas redes y relaciones son un apoyo para la mujer migrante, hacen uso de éstas para disminuir los riesgos y peligros que enfrentan al cruzar a los Estados Unidos.

“El se fue y la dejó aquí con sus dos hijos, ni le mandaba dinero que porque no tenía trabajo, luego le dijo que se fuera, ya estaban allá dos de mis hijas y le 133

ayudaron, no querían que se quedara aquí porque decían que no le esperaba nada bueno. Primero la agarraron pero estando en Juárez, una hija le mandó dinero para que intentara hasta que pudo pasar, dice que mi nieto le decía, ¡ya no mamá yo ya no quiero pasar por ahí! Mi hija sufrió mucho para irse, allá se puso a trabajar para sus hijos, todos tienen estudio, no se arrepiente de haberse ido porque allá les fue mejor y están unidos, ahora me dice: ¡imagínese mamá si me hubiera quedado qué sería de mis hijos! (Engracia /sep./2012).

En la búsqueda de igualdad de condiciones en el hogar, tratando de tener sus propios ingresos, las mujeres pronto se ven inmersas en un escenario de evidente desventaja, se encuentran con que aumentan sus cargas de trabajo, y es prácticamente nulo el tiempo de descanso pues además de las labores del hogar, la crianza y el cuidado de los hijos, trabajan por un salario. A pesar del esfuerzo para mantener pequeños espacios de negociación con sus parejas, no están exentas de actitudes machistas o de violencia cuando los maridos consideran que el poder y la autoridad en la unidad doméstica se están repartiendo entre ambos, pues los hombres apelan a la tradición familiar que los coloca como los jefes inmediatos del hogar.

Lo cierto es que cuando las mujeres migran, su participación laboral comienza a ser parte de un proyecto de desarrollo personal y no sólo un complemento de las actividades laborales de los varones. La migración en general, también les ha permitido obtener ciertos grados de autonomía, facilitándoles márgenes de negociación respecto a la distribución de las tareas domésticas y el cuidado de los hijos, tareas que en los Estados Unidos dejan de ser exclusivas de las mujeres.

La salida de la comunidad de origen, les permite cuestionar el sistema patriarcal que prevalece y el machismo al que se ven sometidas. Ganan autonomía, mejores niveles de educación y calidad de vida para ellas y sus hijos, con lo que “el sueño americano” se justifica a pesar del dolor de dejar a los suyos y los riesgos del tránsito.

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Las que se quedan

El lente analítico en la participación de las mujeres en el fenómeno migratorio, ha permitido visualizar a las mujeres que permanecen en las comunidades de origen de los migrantes. En las regiones de alta migración masculina, las que se quedan, experimentan la soledad y el abandono de sus parejas, así como mayores cargas de trabajo y nuevas responsabilidades al interior del hogar y en el contexto comunitario.

Las mujeres que se quedan, viven directamente las transformaciones ocasionadas por la migración de los varones en el ámbito personal, doméstico y comunitario, desempeñando las tareas propias y las de sus esposos, en condiciones de desigualdad, pobreza y marginación.

En los hogares donde los esposos han migrado, se han trastocado las relaciones de género, colocando a las mujeres como jefas de familia y proveedoras de recursos económicos ante la espera o ausencia de las remesas. Viviendo en la soledad y muchas veces en un contexto de grave pobreza, se ven forzadas a desarrollar además de las tareas propias, las de su cónyuge, aumentando con ello sus jornadas de trabajo y las responsabilidades que deben enfrentar tanto en el hogar como en las actividades productivas de la parcela o en el espacio comunitario.

La migración masculina ha dejado solas a muchas mujeres al frente de todas las responsabilidades domésticas y comunitarias, pese a ello, la mayoría de las decisiones al interior del hogar siguen siendo tomadas por sus esposos desde la distancia. De este modo, ellas deben pedir permiso o avisar de las actividades extraordinarias que realizan durante el día o aquellas fuera del ámbito cotidiano como salir a los pueblos vecinos, atender reuniones de la escuela, la iglesia o los asuntos ejidales, etc., así como las gestiones o actividades propias de los programas sociales de los que son beneficiarias.

Tanto las mujeres que se van como las que se quedan, desempeñan nuevos roles en la unidad doméstica, actividades que modifican la estructura de la

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familia tradicional dando origen a nuevas modalidades familiares, la relación de pareja, la interacción entre progenitores, el cambio de roles entre el padre, la madre e hijos. También la vivencia entre dos culturas, la mexicano- estadounidense, modifica la estructura de la familia tradicional, dando origen a nuevas modalidades familiares. Las mujeres terminan por desempeñar un rol protagónico en las familias transnacionales, sea que queden como responsables de la familia, o que ocupen el rol del padre ausente (López, 2010:68).

Las mujeres que se quedan tienen la influencia de la familia, la comunidad e incluso del marido migrante o de los padres. Más allá de las consecuencias económicas que tiene la participación de la pareja conyugal en el proceso migratorio, las relaciones de poder inciden en la toma de decisiones, la distribución de los ingresos o el envío de remesas, dando pauta con ello a una dinámica que puede derivar en un mayor control sobre las mujeres, tanto en las que migran, como en las que se quedan.

La posibilidad de autonomía puede estar muy limitada por la movilidad restringida, el uso controlado del dinero y las normas comunitarias. Esto significa que hay un control social permanente sobre las mujeres, que se extiende a todas las actividades que realizan dentro y fuera de la comunidad (Peña, 2007:117).

Primero deben esperar que el esposo logre “pasar” con bien “al otro lado”, luego que consiga su “jale” (trabajo), y finalmente que empiece a enviar dinero a la casa. Todo este periodo de espera puede durar varios meses, aun en el caso de que el cruce sea exitoso desde el primer intento, por lo que el periodo posterior a la partida del esposo puede ser uno de los momentos más difíciles que enfrentan las mujeres que se quedan al frente del grupo doméstico. Además, dentro de la comunidad las mujeres se enfrentan a la deuda adquirida por su cónyuge y a la manutención directa de su familia. (Ibíd).

Las mujeres que se quedan continúan aprendiendo a administrar la pobreza, con las remesas que reciben pagan sus deudas, alimentan a sus hijos e invierten de acuerdo a las instrucciones que les da su esposo o hijo mayor. Atienden la

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parcela y el ganado cuando los tienen, vigilan la construcción de la vivienda, en muchos otros casos obtienen ingresos porque se han incorporado al trabajo remunerado. Para las mujeres que se quedan, la migración ha facilitado una experiencia de trabajo y organización fuera del ámbito doméstico (Suarez y Zapata, 2004:59).

Estas mujeres enfrentan la crisis en la producción campesina, falta de empleos bien remunerados en el espacio rural, la competencia laboral en las zonas urbanas así como su escasa preparación para acceder al mercado laboral, por lo que el sostenimiento de la unidad doméstica se vuelve aún más complicado.

Muchas de las que se quedan, terminan por formar parte del grupo de las que se van, ellas a la espera de las remesas en la soledad y la pobreza, consideran que la migración es la única forma no solo de garantizar el sostenimiento económico de sus hijos, sino de mantener la familia unida. Algunas viven con sus suegros y otras en casa propia, pero en todo momento son socialmente vigiladas para resguardar el “honor” y el respeto hacia sus esposos ausentes; algunas viven una situación económica difícil al verse subordinadas a la autoridad de los suegros, razón por la cual, desean irse a los Estados Unidos para reencontrarse con su esposo.

Las mujeres jóvenes que se quedan, ven en la migración una alternativa de empleo e incluso de vida, aún cuando ellas hayan accedido a mayores niveles de educación, en parte gracias al esfuerzo y las remesas de sus familiares migrantes, y que en el ejido sean vistas como la esperanza y futuro de la comunidad al considerar que una vez preparadas puedan acceder a trabajos mejor pagados y en mejores condiciones de las que vivieron quienes tuvieron que irse. La migración forma parte ya de los usos y costumbres de Villa Insurgentes.

Ante la ausencia del esposo, las responsabilidades del núcleo familiar quedan en manos de la madre, aunque el padre regrese periódicamente y mantenga formal y socialmente el rol de autoridad, en la práctica, es la madre quien lo ejerce. En estas circunstancias, el padre se limita a ser el proveedor económico a través de

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las remesas que envía para el gasto familiar, por tal motivo, los lazos afectivos se debilitan y se pierde el contacto emocional con esposa e hijos, dando lugar a un tipo de familia sensible a vínculos afectivos distantes e indiferentes (López, 2010:68).

El trabajo de los primero meses del migrante en los Estados Unidos, se destina a la deuda del “coyote”, para el establecimiento en el lugar de destino, el pago de servicios, etc., por lo tanto, el envío de dinero para la familia que se queda deben esperar, lo cual implica diversos arreglos al interior del hogar y en ocasiones hasta conflictos. Ante esta situación, muchas mujeres deciden buscar un ingreso económico para no depender de las remesas, que generalmente son esporádicas e insuficientes, esto amplia sus cargas de trabajo y las tensiones en el hogar al tener que dejar solos a los hijos o al cuidado de otros familiares. En la incorporación al mercado laboral, se originan varios conflictos en el hogar, desde los maritales hasta el abandono emocional de la madre trabajadora por dejar a sus hijos.

“Yo tenía a mis hijos y tenía que mantenerlos, ¡quién me los iba a mantener! El hombre se fue para Estados Unidos y nunca mando ni un quinto para mantenerlos, primero que porque no encontraba trabajo, etc., y así hasta que definitivamente se olvidó, allá lo vi en Estados Unidos con su mujer, allá puede tener las que quiera porque allá las mujeres no cuestan. Cuando yo me iba él venía pero a mis hijos nunca les dio nada, primero nos arrimamos con mi suegra pero yo trabaje hasta que los saque adelante, no fue fácil pero lo hice”.

En el contexto ejidal, prevalece la ayuda solidaria de los padres, los suegros y familiares o incluso de la comunidad, que aligera un poco la carga de trabajo de las esposas de migrantes para el sostenimiento del hogar, la ayuda en las faenas y trabajos comunitarios, el trabajo de la parcela, etc., estos son gestos que caracterizan la solidaridad entre las familias en este espacio transnacional.

La historia de las mujeres que se quedan está mediada también por los conflictos maritales que complican la vida de pareja y el desarrollo armónico del grupo doméstico. Los embarazos en ausencia del marido, aún y con independencia económica de los suegros, las coloca en la mirada de los malentendidos y el conflicto. La vigilancia del “honor” de las mujeres de migrantes forma parte del control social, en consecuencia, son víctimas de la

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inconformidad y las distintas presiones que los suegros ejercen en el hogar del migrante ante la ausencia del esposo, la desconfianza y los celos están presentes antes, durante y después de vivir el proceso migratorio.

“Cuando él supo que estaba embarazada luego luego me dijo que si mi niña era de él, porque ¡qué casualidad! que me embarazara cuando el ya no estaba y de una niña, porque los otros son varoncitos, y hasta la fecha, ese es el motivo de nuestras discusiones” (S. 13/enero/2014).

Presas de la desconfianza por parte del esposo y de la vigilancia social, su presencia en el espacio comunitario es más que esporádica, muchas temen aceptar una representación popular por esta razón, por lo que los espacios de participación e involucramiento de las mujeres se ven muy acotados.

Por otro lado, es innegable que ante la ausencia del cónyuge, las mujeres tienen la posibilidad de un mayor margen de maniobra, espacios donde aún y con las extensas jornadas de trabajo que desarrollan han ido creando como mujeres, por ejemplo: los escasos momentos para el descanso, libertad de decisión en cuanto a la urgencia o importancia del desarrollo de ciertas tareas domésticas cotidianas, su presencia en espacios comunitarios como la escuela, la plaza, la iglesia, etc. e incluso la poca libertad de decisión en la economía del hogar y femenina que han logrado ante él y el resto de la familia, algunas comentan que cuando su esposo regresa no las deja trabajar, deben preocuparse por horarios de comida y una mayor devoción para cocinar, lavar o planchar todos los días y atender al marido.

“Ahorita ando aquí porque él no está, pero cuando viene yo no puedo salirme de la casa tan fácil, ahorita yo veo si dejo la lavada para después, si no me da tiempo cocino lo que puedo y cuando él esta es diferente, tengo que hacerle todos los días de comer, lavar y plancharle y estar en la casa, a veces una tiene más chance cuando no están” (S 13/enero/2013).

En contraposición a lo anterior, para algunas mujeres la presencia del varón en el hogar aligeraría la carga de trabajo que deben sobrellevar y la duplicidad de tareas, considerando que aquellas que demandan mayor esfuerzo son exclusivas de los hombres y representan uno de los esfuerzos mayores que ellas deben realizar para desempeñarlas.

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Emocionalmente, para las mujeres que se quedan es difícil describir el sentimiento de la ausencia, del vacío que deja el que se va, mismo que es representado con el sentimiento de la nostalgia con la que desarrollan las tareas que antes el hombre desarrollaba, la preocupación por hacerlas con esmero y de esta manera ayudar a que él pueda estar en los Estados Unidos y concertar el proyecto migratorio. Enfrentan también el reto de hacer una excelente administración de las remesas que reciben, desde garantizar el alimento, vestido, salud y educación de los miembros de la familia, hasta hacer arreglos a la casa o construir en caso de no tener vivienda propia y mejor aún, si además de lo anterior pueden logran “guardarle” parte de ese recurso al esposo para cuando regrese.

Las que se quedan le ponen nombre al sentir con el que identifican la situación en la que viven, para ellas es tristeza, dolor, abandono, soledad, enojo por la falta de apoyo en el hogar, además de la angustia e incertidumbre de cada día por no saber si los ausentes están bien. Por esta razón, el reencuentro con el marido es la expectativa de cerrar el ciclo de la separación y la fractura familiar, de encontrar apoyo para la crianza y educación de los hijos, y sobre todo, llenar el vacío de ausencia que se experimenta en los hogares de migrantes.

“Yo le digo que ya se venga, ya la niña tiene 7 años y el nomás la conoce por foto, tenía tres meses cuando él se fue, sí platican por teléfono pero no es lo mismo, ella ve a otras niñas con sus papás y no se imagina lo que yo siento cada que me pregunta ¿Cuándo va a venir su papá? yo ya no sé ni que decirle”. (Rosa Septiembre/2013). Además de mayores cargas de trabajo, estas mujeres enfrentan también la responsabilidad del papá y de la mamá en el hogar, ello representa un reto pues consideran que ante la falta del marido, ellas pierden autoridad frente a los hijos, enfrentando solas su crianza y educación, así como la rebeldía, la depresión o a veces los reclamos con que sus hijos e hijas acompañan los cuestionamientos y reproches por la ausencia de la figura paterna en el hogar.

“Es malo quedarse sola, es triste vivir de dudas, reproches y hasta enojos con él por no venir o por no estar aquí con mis hijas, mi hija me dice: yo ya no tengo

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papá porque no está aquí conmigo, ya no quiere hablar con él por teléfono y se me ha vuelto rebelde, la autoridad de él hace falta” (Rosa Septiembre/2013).

Las alternativas productivas ante la ausencia del proveedor del hogar, son muy escasas. En la actualidad, la actividad agrícola se ha transformado, con todo su proceso productivo mecanizando ya no demanda mano de obra femenina como antes, y ante la escasez de otras fuentes de empleo, el escenario de las alternativas productivas locales no es muy alentador.

“La mujer que se queda no tiene más que hacer que ponerse a trabajar ya sea aquí en “las labores” si de casualidad hay un “chance”, o cuando hay trabajo en la Sierra de Órganos ahí hay un espacio para las mujeres, pero es una situación difícil, antes a una la ocupaban en “la labor” pero ahora la maquinaria le ha quitado oportunidades de trabajo a las mujeres especialmente, todas las actividades en las que se usaban las manos de las mujeres como la parva o la cosecha, ahora se realizan con pura maquina y las mujeres ya no tienen trabajo en la agricultura, y pues si no hay trabajo y con la responsabilidad de la familia, es una situación difícil”. (Doña Chicha: Marzo/2013)

Dado que las alternativas para las que se quedaron son escasas, la presión de generar el ingreso familiar las ha llevado a implementar otro tipo de estrategias para la sobrevivencia de su grupo doméstico, la migración sin duda ha sido una de ellas, pero también se emplean en el servicio doméstico, como empleadas de mostrador, haciendo costuras y en la venta de tortillas, guisados y cosméticos. Un nicho de mercado en este comercio informal, ha sido creado gracias al vivir transnacional, pues algunas se emplean en la venta de diversos enseres domésticos que durante sus viajes constantes a los Estados Unidos, logran traer para comercializar.

También se emplean en el comercio informal, y en el mejor de los casos están al frente de pequeños comercios locales que forman parte del patrimonio familiar. Muchas de estas actividades las desarrollan fuera de la comunidad, lo cual representa una carga extra de trabajo pues implica trasladarse a los pueblos vecinos y tener que dejar a los hijos solos para poder movilizarse en busca de un ingreso.

“Ahorita las mujeres están trabajando en la maquiladora de Vicente Guerrero, en el deshierbe, en el durazno, o buscando la vida fuera del pueblo porque aquí no hay nada”. Doña Chicha: 13/Marzo/2013)

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Estas mujeres viven en la zozobra y la incertidumbre, a la espera de que el marido regrese y la vida del hogar vuelva a ser la misma. Saben que son casadas pero sin un marido presente, que sus hijos tienen padre pero no está con ellos, que formaron un hogar en pareja pero que ahora deben sobrellevarlo solas. Aquellas que han sido abandonadas, viven únicamente para sus hijos, muchas sin deseos de volver a casarse o formar una nueva familia por temor a ser juzgadas, a repetir la historia vivida del compromiso incumplido, la traición al matrimonio, el abandono del hogar o simplemente por vergüenza. Considero que la preocupación de “dar buen ejemplo” a sus hijos les impide pensar el rehacer la vida propia y por el contrario, guía su conducta de entrega total al servicio de otros, en este caso de la crianza y educación de los hijos.

La migración en el ejido ha dejado un panorama no solo de desintegración familiar sino una marcada diferencia de la feminización del campo, y es que la mayor cantidad de población por anexo la ocupan las mujeres, lo cual no sólo ilustra el dominio de población femenina y menor presencia de población masculina sino que también refleja la urgencia de generar alternativas productivas y sociales para ellas.

Anexo Mujeres Hombres Poblacion total Villa Insurgentes 726 629 1355 Santa Rita 95 84 179 Ojo de Agua 240 225 465 Salas Pérez 107 91 198 San Francisco de Órganos 145 139 284 Fuente: Elaboración propia con datos de INEGI, Censo de población y Vivienda 2010.

La situación prevaleciente en cuanto a crecimiento poblacional también es preocupante, de acuerdo a la fuente arriba citada, se tiene una tasa de mortandad de 18 a 20 personas por año y nacimientos de 5 a 10 niños por año. Las escuelas se están quedando sin alumnos y la mayoría de los nacimientos se dan en los Estados Unidos, además de que la tasa de natalidad entre las mujeres jóvenes va decreciendo, tal parece que la motivación por el mayor acceso a la educación o incluso la posibilidad de migrar ha repercutido en los

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matrimonios jóvenes y en crecimiento de familias numerosas, por lo que el ejido se está despoblando.

Quienes se quedaron, también son los adultos mayores. Niños y niñas también experimentan la migración desde sus espacios, ya sea como hijos de migrantes legales que viven en un constante tránsito que les impide establecerse de manera definitiva en un hogar y forjar relaciones de compañerismo y amistad en las escuelas y en la propia comunidad, o como hijos de migrantes ilegales quienes crecen sin la figura paterna y con una serie de vacíos emocionales, pues algunos ni siquiera conocen a su padre físicamente.

Quienes no han regresado

Es un hecho que la migración afecta a hombres y mujeres de manera diferenciada y que no existe una tipología única de la migración de mujeres y hombres, así como de las causas por las que ambos deciden desplazarse. A pesar de ello, sí es posible rescatar algunos rasgos interesantes de los ciclos migratorios, lo que conlleva a analizar por qué algunos deciden regresar y otros no pueden hacerlo.

El fin de la trayectoria migratoria de las mujeres está relacionado con el ciclo del grupo doméstico. Factores como el cumplimiento de la mayoría de edad de los hijos, su educación profesional, la vejez, el establecimiento definitivo de la familia en los Estados Unidos buscando la reunificación familiar, y en general, el logro del objetivo por el que migraron, pueden poner fin al ciclo migratorio femenino. Sin embargo, lo cierto es que igual que los hombres, muchas mujeres migran para no regresar.

Rápidamente la migración de mujeres se transforma en un proyecto de vida en los Estados Unidos. Una vez sumergidas en el contexto social del lugar de destino, el empleo, las relaciones familiares y de amistad que comienzan a

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construir en el país vecino, comienzan a echar raíces hasta lograr una migración definitiva, en la que la reunificación sigue presente pues continúan esperando que otros familiares puedan migrar a donde ellas se encuentran.

Vivir en condiciones de indocumentados en los Estados Unidos es el principal factor que limita el retorno, pese a que lo desearían, consideran las dificultades para volver a cruzar la frontera y la posibilidad de perder lo mucho o poco que han logrado construir en el país vecino. El precio que deben pagar por la migración ilegal no solo es la desintegración familiar física sino también emocional, la imposibilidad de estar en un nacimiento o un funeral de los familiares hace aun más dolorosa la estancia de los y las migrantes en los Estados Unidos, más aún si se trata de la muerte de los padres, hijos o un hermano. Por esta razón, la migración ilegal sigue siendo la de mayor costo social y desde luego emocional.

Para muchas mujeres, el conocimiento y la experiencia de la migración ilegal es un factor importante al considerar su regreso a México, muchas vivieron sufrimientos y experiencias dolorosas que les hacen desear permanecer en los Estados Unidos de manera indefinida. Durante el tránsito, las mujeres están expuestas a una serie de abusos principalmente sexuales, son víctimas de los polleros, de las distintas autoridades de ambos países, de grupos del crimen organizado o incluso de sus mismos acompañantes varones en el tránsito, todo ello a cuenta de protección, por llevarlas en el grupo o por permitirles el tránsito.

No resulta novedad el hecho de que muchas mujeres migrantes deben prepararse para vivir esta violencia y abusos durante el tránsito como hecho inevitable, comienzan a hacer uso de anticonceptivos (pastillas generalmente) mucho antes de viajar, previendo que seguramente serán víctimas de abusos sexuales, con la intención de evitar embarazos, como una manera de controlar las circunstancias a las que se verán expuestas, sin que eso las exima de contraer alguna enfermedad de transmisión sexual.

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Dramáticas historias son contadas por mujeres migrantes que en su tránsito a los Estados Unidos viven esta pesadilla, sin embargo, pareciera una especie de resignación ante la vulnerabilidad que representa su condición de género en el tránsito, un costo muy alto que deben pagar por migrar en busca de mejores condiciones de vida para ellas y sus familias.

Una vez que su estancia en el país vecino es una realidad, comienzan a cuestionar si su retorno tendría sentido valorando las condiciones laborales y sociales en las que ahora se encuentran, algunas han construido algún tipo de relación en los Estados Unidos ya sea laboral, de amistad o de pareja, lo que hace más ligera su estancia en el país vecino o incluso las detiene cuando comienzan a pensar en el retorno. El mejor acceso a la salud para ellas y sus hijos, mejor aún si son nacidos en Estados Unidos, la mayor protección que brindan a las mujeres las leyes norteamericanas comparado con México, así como una menor violencia de pareja, les motiva a quedarse y optar por constituir una familia en el país de destino o preocuparse en generar las condiciones necesarias para reunificar a quienes se quedaron en México. El acceso a educación de mayor calidad para sus hijos e incluso para ellas, es la principal motivación para quedarse, además del empleo que poseen, mismo que a su vez les da mayor seguridad e independencia económica y les permite contribuir al proyecto económico familiar.

Muchas han logrado construir mejores relaciones de pareja, condiciones de género más igualitarias en la distribución de tareas en el hogar así como su manutención; un entorno en el que pueden opinar, negociar o decidir aspectos de su vida personal y familiar, por lo que temen perder esas pequeñas libertades o incluso cierta autonomía y espacios de negociación a su regreso a México. Además, su estancia en Estados Unidos les permite apoyar económicamente a sus padres y hermanos que se quedaron en México, de esta manera contribuyen al sostenimiento familiar o la educación de hermanos y familiares, lo que de sobra saben, en sus lugares de origen difícilmente podrían hacer.

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Por otro lado, la inseguridad que se vive en sus comunidades de origen también es un factor importante que les motiva a permanecer en los Estados Unidos, pues pese a que desearían volver, algunas cuentan que su familia fue víctima de extorsiones o amenazas, por lo que su retorno implicaría vivir de nuevo en la violencia de la que salieron huyendo pues por desgracia, la inseguridad y la violencia han sido también causas de la migración de familias completas en México, familias rurales para quienes sus bienes materiales son irrelevantes comparados con la integridad física y familiar.

Sin intención de generalizar, diversas son las circunstancias que motivan a las mujeres a permanecer en los Estados Unidos, no solo la reunificación familiar, o un proyecto económico personal, sino la posibilidad de vivir una feminidad distinta de aquella en la que crecieron, sin que por ello deje de ser doloroso vivir lejos de los seres queridos y después de algunos años, la pregunta es si ahora encajarían de nuevo en su comunidad de origen.

Aunque muchas mujeres migran para no regresar, una buena parte de ellas debe hacerlo cuando algún miembro de la familia enferma en los Estados Unidos o ya no puede trabajar, sobre todo si su estancia es indocumentada pues en esta circunstancia la atención médica para los “ilegales” es precaria o incluso inexistente. Otro motivo por el que puede verse obligada a volver, es por la enfermedad o el fallecimiento de sus padres, al funeral o para hacerse cargo de ellos cuando quedan solos.

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Capítulo IV. Transformaciones femeninas y migración. La espera silenciosa

a) Feminización del campo y feminización de la migración

La indiscutible presencia de las mujeres en el fenómeno migratorio a lo largo de la historia, y particularmente las características que su movilidad ha adquirido en la actualidad, hacen necesario la inclusión de la perspectiva de género en las investigaciones de los desplazamientos internacionales, con intención de comprender las implicaciones de la migración femenina para los países de origen y destino de los migrantes, y desde luego las implicaciones de la migración en la vida de las mujeres.

De acuerdo con los estudios de movilidad de la población del año 2013, se encontró que del total de la población migrante en el mundo, 52 por ciento fueron hombres y 48 por ciento, mujeres. (Anuario de migración y remesas México 2014:19). Lo cual indica la importancia de la necesidad de estudiar las migraciones de la mano del género.

La perspectiva de género en el estudio de las migraciones, trata de dar respuesta la interrogante de las causas del porqué se están incorporando las mujeres en la migración internacional, pero más que eso, trata de abrir un espacio para indagar en las implicaciones en los niveles macro y micro de estos desplazamientos femeninos que al parecer continuarán sucediendo en el futuro.

Uno de los causales aparentes de esta reciente participación femenina en la movilidad transnacional, es la respuesta a las condiciones económicas tan precarias vigentes en los países en desarrollo, resultado de una estructura neoliberal-capitalista que ya no permite el sostenimiento del modelo patriarcal que colocaba al varón como el único proveedor económico del hogar y a la mujer como exclusiva hacedora de las tareas domésticas. En tales circunstancias, este modelo es difícil de sostener y la incorporación de las mujeres al mercado laboral se vuelve necesaria para complementar el ingreso familiar y/o asumir el

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sostenimiento económico de los hogares, incluso como parte de un proyecto personal de autonomía e independencia económica.

Con la incursión de la población en los procesos migratorios, las sociedades sociales rurales han visto modificadas sus estructuras de vida cotidiana. Las familias se han separado y encontramos a la mujer ejerciendo diversas funciones y responsabilidades frente a los hijos, como padre y como madre, pero también enfrentando a una sociedad, en ocasiones muy conservadora, acostumbrada al hombre de familia y que no reconoce a la mujer al frente del hogar (Couturier y Concheiro, 2010:175).

Con la permanente migración masculina, es posible encontrar a las mujeres realizando actividades y ejerciendo roles que desde una perspectiva tradicional del género, estaban asignados a los varones, con ello se genera una mayor participación de las mujeres en espacios determinados como masculinos; tales como las tareas de la parcela y las actividades agrícolas en general, en la representación comunitaria, y en organizaciones políticas y campesinas, así aparece el concepto de la feminización del campo.

Este concepto, que alude a la participación de las mujeres en el espacio rural, considera tendencias hacia una nueva división sexual del trabajo, de responsabilidades, recursos y relaciones de poder, autoridad y decisión en los espacios público y privado, dejando de ser exclusivos para alguno de los géneros. Sin embargo, el espacio doméstico, la pobreza, la desigualdad y la marginación siguen significando una carga más pesada para las mujeres, aunque no por ello exclusivos de ellas, por ende la política social sigue enfocada en subsidiar la reproducción de la vida precaria de las mujeres.

El éxodo de varones rurales en edad productiva, acentuado por la ruina de la economía, se expresa entre otras cosas en el rostro femenino de las “nuevas” y despobladas comunidades rurales, donde el número de mujeres supera al de los varones a pesar de que en los últimos años la emigración de ambos sexos se da en iguales proporciones (Espinoza 2011).

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El hecho de que en poblaciones de altos índices de migración como es el caso de Villa Insurgentes, predomine la población femenina y que ésta sea responsable del desarrollo de las actividades de la parcela sin tener la titularidad de los derechos agrarios, limita su poder de decisión sobre la misma, o incluso sobre las gestiones que deba hacer para acceder a programas sociales o en representación del varón.

La carencia de la titularidad de la tierra en muchas mujeres campesinas, en buena parte esposas de hombres migrantes y la falta de documentos de identificación jurídica, hacen que en general las mujeres rurales enfrenten desventajas a la hora de producir alimentos y de recibir beneficios sociales, pues se ven incapacitadas para acceder a programas de subsidios productivos, seguros, créditos, a recursos presupuestarios etiquetados para la población pobre, educación, salud, etc. A pesar de que algunas instituciones gubernamentales ya están considerando abrir mesas de diálogo para buscar regular la tenencia de la tierra en este sentido, sin que por ello haya cambios aparentes. (La jornada del campo 15/mzo/2014, Sup. Núm. 78).

Ante la ausencia del varón la mujer se vuelve la administradora del patrimonio familiar, se convierte en la responsable directa de las labores rurales, ya no participa únicamente como parte de la fuerza de trabajo familiar como tradicionalmente lo hacía. Ahora se le puede hallar como representante de los derechos agrarios y de la unidad doméstica, como responsable de la actividad en la parcela sin ser titular o posesionaria de los derechos agrarios, pues en la mayoría de los casos ella solo los representa. La mujer se convierte en el sostén de la familia, muchas de las veces también el sostén económico, además de la administración y el cuidado del patrimonio familiar.

La presencia de las mujeres al frente de las actividades agrícolas, no solo implica el desarrollo de las actividades productivas propias de la parcela, también tiene que incursionar en espacios públicos a los que se enfrenta sin haberse preparado para ello, debe defender sus derechos agrarios, gestionar los programas de gobierno, hablar a favor de su familia y de su parcela, etc. En

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general, las mujeres enfrentan nuevos retos y deben ejercer su feminidad desde otros espacios.

Los usos y costumbres de Villa Insurgentes restringen la participación de las mujeres en los espacios públicos, y le otorgan un lugar privilegiado en el espacio privado, el espacio doméstico. Siendo ella “la mujer de la casa”, su lugar protagónico es al interior de la unidad doméstica. El hecho es que ante una ruralidad feminizada a causa de la migración masculina, este lugar protagónico se limita la participación y visibilidad de las mujeres fuera del espacio doméstico.

Aunque no se tienen aún registros exactos, se sabe que aunque en Villa Insurgentes ha aumentado el número de mujeres con derechos agrarios, en general ellas tienen menos extensión de tierra que los varones y son tierras cuya producción agrícola de subsistencia bien puede colocar a las familias entre los linderos de la pobreza y pobreza extrema, además de que son en su mayoría adultas mayores y deben pagar porque les trabajen la tierra.

Las mujeres de migrantes, han sido también quienes han experimentado los cambios en el campo mexicano en los últimos años, no solo el abandono estatal al sector campesino, sino también la precariedad de la producción agrícola y su escasa rentabilidad, el alza en los precios de los alimentos de la canasta básica, la escases de fuentes de empleo bien remuneradas, la discriminación en el mercado de trabajo para conseguir empleo, la marginalidad de los programas sociales, etc., que dificultan aun más su condición de mujeres rurales encargadas del sostenimiento familiar.

Deben incursionar en mercados de trabajo para los que en su mayoría no están preparadas, ya sea por su escaso o nulo acceso a la educación que las coloca en situaciones de vulnerabilidad debiendo desarrollar los trabajos más pesados y peor pagados sin ninguna seguridad laboral, generalmente relacionados con el servicio doméstico para el cual culturalmente fueron preparadas y tradicionalmente es desvalorizado y considerado como propio de las mujeres pobres. Esto se ha concebido como una feminización de la pobreza donde a raíz de las carencias sociales en las que el migrante varón deja a la unidad

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doméstica en su conjunto y la precariedad social que impera en el medio rural, son ellas quienes deben luchar por la subsistencia familiar en las condiciones de pobreza en las que se ven inmersas.

Las mujeres no solo enfrentan mayores cargas de trabajo, y la ampliación de sus tareas y jornadas de trabajo, también enfrentan la pobreza rural en la que se quedan inmersas a la espera de las remesas, ellas trabajan la tierra pero no son las dueñas, asumen solas todas las tareas del hogar y la responsabilidad del cuidado y educación de los hijos, pero socialmente deben disputarse la jefatura del hogar.

Las mujeres han ido aumentando su participación en los desplazamientos migratorios internacionales, aunque se ha asentado ya en este trabajo su participación histórica en las migraciones, en la actualidad ha crecido el interés por analizar los impactos y las transformaciones sociales que se están gestando con la migración femenina, y tratar de comprender por qué ellas se están incorporando al fenómeno, esta corriente de estudios se ha hecho llamar la “feminización de las migraciones” Se sabe que cifras cercanas a la mitad de la población migrante en el mundo son mujeres, y que su participación ha ido en aumento, fenómeno que seguramente continuará.

La feminización de las migraciones guarda una fuerte relación con la demanda laboral de los países receptores de migrantes, con la consolidación de las redes y circuitos migratorios y la necesidad de la reunificación familiar. Por ello, es de gran importancia profundizar en el análisis del fenómeno migratorio desde una perspectiva de género, para con ello abundar en los procesos sociales acerca de cómo se transforman las relaciones de género la dinámica familiar al interior de los hogares de los que se quedan y la organización social comunitaria, ya sea si la mujer migra o si se queda, asumiendo nuevos roles ante la ausencia de su pareja y amplia sus cargas de trabajo

Mirar la migración desde estos distintos procesos feminizados permitirá además de visibilizar a la mujer que migra y porqué lo hace, también comprender por qué muchas de las mujeres que migran lo hacen para no regresar y cómo es que 151

aquellas que logran volver encuentran transformado el entorno social al que pertenecían así cómo el significado de ser mujer en diferentes contextos.

Las mujeres más cercanas a los migrantes –parejas, hijas, hermanas, madres o abuelas- siguen siendo las principales responsables del trabajo doméstico y del cuidado de niños y ancianos que se quedan en los poblados, hay un número creciente de jefas de familia que tiene que asumir nuevas responsabilidades en el espacio domestico reproductivo, que asume el trabajo agrícola antes realizado por hombres o que labora fuera de casa para procurar ingresos económicos. La ausencia de los jefes de familia también ha propiciado que las mujeres rurales empiecen a ocupar cargos comunitarios y participar más activamente en las decisiones de la colectividad antes exclusivamente en manos masculinas (Espinosa, 2011).

De la población total del municipio de Sombrerete, de acuerdo a datos oficiales se tiene un total de 62, 188 habitantes, entre los cuales existe una relación de 95.2 hombres por cada 100 mujeres, lo que demuestra una clara feminización de la población (INEGI, 2010), además de que los hombres del municipio en su mayoría son ancianos y niños, relación que prevalece también en Villa Insurgentes, exceptuando la presencia de niños pues es poca la población infantil. También es pertinente anotar que muchas de las mujeres consideran la migración como una alternativa de vida ya sea laboral o de pareja, por lo que la feminización de la migración en ese contexto rural es una realidad latente.

Pese a la importancia de las mujeres en el medio rural, no hay un reconocimiento de su labor reproductiva, mucho menos de la productiva. La feminización del campo no se resume en una mayor presencia de mujeres que de hombres en el medio rural, sino de una reconfiguración en sus tareas y roles tradicionales, así como de la manera en que se vive actualmente la feminidad en los contextos rurales.

Se observa no solo un cambio cuantitativo en la relación mujeres y hombres en el campo, sino cambios cualitativos en sus tareas funciones e identidades lo cual 152

lleva a pensar en un proceso de feminización de la vida rural. Coincido con Espinosa (2011), cuando considera que la feminización del campo no necesariamente significa una mejoría para las mujeres, pues ocurre en un contexto crítico y excluyente que representa para ellas más tareas, pero no mayores retribuciones. Los pequeños logros de equidad se ganan a pulso y entre situaciones de tensión y conflicto, viviendo la feminidad entre la doble o triple discriminación.

POBLACIÒN TOTAL EN ZACATECAS POBLACIÓN AÑO HOMBRES PORCENTAJE MUJERES PORCENTAJE TOTAL 2000 1,353,610 653,583 48.2 % 700,027 51.8 % 2005 1,367,692 659,333 48.2 % 708,359 51.7 % 2010 1,490,668 726,897 48.7 763,771 51.2 % Fuente: Elaboración propia con datos de INEGI; Censos de Población y Vivienda, 2000 y 2010, e INEGI. II Conteo de Población y Vivienda, 2005.

De acuerdo con la información anterior, a lo largo de la década reciente la población de Zacatecas a presentado ser mayoritariamente femenina, y si bien la población total en el Estado ha ido creciendo, también lo han hecho la cantidad de zacatecanos que viven y/o trabajan en los Estados Unidos, prueba de ello es que del año 2000 al año 2010 la entidad conservó el primer lugar en los índices de intensidad migratoria México- Estados Unidos, con un grado de intensidad migratoria muy alto ( Anuario de migración y remesas 2013: 31).

Al 2010, de cada 100 migrantes internacionales del estado de Zacatecas, 98 se fueron a Estados Unidos. Entre 2005 y 2010 el número de migrantes establecidos en los Estados Unidos nacidos en Zacatecas creció en 63 mil personas, lo que significa que en promedio cada año se establecieron 13 mil zacatecanos. Los migrantes zacatecanos establecidos en Estados Unidos en 2005 representaron el 36% y en 2010 la cifra aumentó al 38.4% (Moctezuma, 2011)

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Los cambios en la división sexual del trabajo, las funciones que desempeñan hombres y mujeres en los espacios público y privado, modifican los roles de género en el campo, lo cual ocurre al tiempo que aumenta la escolaridad de las mujeres rurales y se reduce su tasa de fecundidad, consecuentemente, también disminuye el número de años dedicados a la reproducción y la crianza (Espinosa 2011). Estos dos últimos factores posibilitan que este grupo de mujeres tenga mejores condiciones para ingresar al mercado laboral y para posicionarse en las sociedades rurales, cosa que por cierto, no necesariamente ocurre.

A pesar de que las mujeres se han convertido en un grupo mayoritario en el espacio rural, la feminización del campo no significa en automático mayores ventajas, procesos de autonomía o el llamado empoderamiento para las mujeres, por el contrario, significa luchar en un espacio social netamente masculino mediado por el conflicto, relaciones de poder y dominación, donde predomina el machismo y la discriminación hacia las mujeres, y donde en medio de todas estas tensiones las mujeres deben ganarse el respeto y el reconocimiento social.

b) Familias fragmentadas: ausencias y presencias

La migración internacional es un fenómeno que impacta fuertemente en la vida de los migrantes, de sus familias y de las comunidades de origen. Los análisis de los cambios en las unidades domésticas han documentado que la migración no sólo trastoca la estructura y composición de los hogares, sino que también contribuye a transformar la vida cotidiana de los que se quedan, generando cambios en los roles y en las actividades que realizan los géneros.

Partiendo de comprender que la migración no sólo transforma las condiciones económicas de los migrantes y sus comunidades de origen, sino que también transforma la vida cotidiana, afectiva y cultural en los espacios sociales a los que pertenecen, resulta de importancia comprender los cambios que suceden en las dinámicas familiares, dado que por un lado, la migración interrumpe en la vida

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familiar cotidiana con la separación de los miembros y por otro representa la posibilidad de mejorar las condiciones de vida familiar y comunitaria, lo anterior genera nuevas dinámicas familiares que rearticulan espacio y tiempo, en dos geografías distintas con profundas modificaciones.

Se trata de la interacción de dos o más lugares de residencia en un mismo momento, así como de la rearticulación de los largos tiempos de ausencia con los momentos en los que se está presente en cada lugar de residencia. Las familias fragmentadas son el resultado inmediato de los desplazamientos de personas entre los países o lugares distintos. Múltiples son los fenómenos que dan cuenta de las transformaciones que han vivido las familias de Villa Insurgentes a raíz de la migración interna e internacional dado que con la separación física de los miembros de la unidad doméstica, las relaciones sociales y familiares se ven trastocadas.

En Villa Insurgentes, más de la mitad de su población se encuentra radicando en más de veinte puntos del vecino país del norte, por lo que es común encontrarse con casas deshabitadas y abandonadas pertenecientes a las familias de migrantes, pero también es posible encontrar que las unidades domésticas tradicionales se han transformado en unidades familiares trasnacionales, han transformado la vida misma y las relaciones tiempo y espacio para derribar simbólicamente las fronteras entre los ausentes y los que se quedaron.

El uso de la tecnología y sus avances, ha facilitado este proceso, creando lazos y vínculos que se entretejen para lograr una cercanía con los que se fueron y mantenerlos presentes a pesar de la distancia. El uso del teléfono, el internet y las redes sociales como herramientas de la modernidad, han logrado un acercamiento inimaginable, tanto así que si no fuera por la ausencia física de los miembros de la unidad doméstica, se podría decir que ellos siguen presentes y al tanto de la cotidianidad de sus lugares de origen.

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El espíritu migrante de la población de Zacatecas ha alcanzado tales dimensiones, que demuestran una cantidad igual de familias fragmentadas, la población ausente y desde luego la importancia de las repercusiones sociales en las unidades domésticas con población migrante.

Si bien la población en el estado ha ido creciendo, a lo largo de la década, también lo ha hecho la población que está migrando, por ello la desarticulación de las familias zacatecanas, ha sido históricamente constante. “Por mucho tiempo aquí la gente se ha ido, ¡tiene años que la gente se va!, siempre se ha usado que las mujeres nos quedemos solas con la familia, aquí esperando nada mas haber que Dios dice, una espera que hemos vivido desde siempre, una espera como en silencio, sin saber que más hacer, ya nos hemos acostumbrado ¡pues qué más!” (Engracia, Julio 2012).

Tras la fragmentación de las familias originada por la migración masculina cuyas raíces descansan en el modelo neoliberal y sus crisis económicas, las familias campesinas encuentran en la migración la respuesta a las pocas alternativas de desarrollo que prevalecen en el contexto rural mexicano. Así, pese a sacrificar la unidad familiar y la permanencia en sus lugares de origen, hasta ahora las unidades domésticas campesinas de México continúan buscando por fuera, las alternativas para el desarrollo rural local.

Los hombres también tienen vivencias emocionales que compartir en relación a la fragmentación de la familia y de los sentires que ocasiona el proceso de migrar en busca de mejores condiciones de vida, las ausencias y el vivir en la distancia. Los sentimientos que resultan vienen a ser de todo tipo y no exclusivos de las mujeres.

“Aquí también se sobrevive, se paga el precio de extrañar a la familia pero si tienes trabajo tu dinero te rinde y vives bien, mejor que en México, además la escuela y las leyes son mejores aquí para todos, incluso para uno de mojado. Cada vez que me voy de mi tierra, me voy con un nudo en la garganta y un sentimiento que no puedo explicarle, se me salen las lágrimas, dejar a mis padres es lo más triste que me ha pasado, esta ultima vez vi a mi padre llorar, y

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ahí sí, dicen que los hombres no lloran pero yo si lloré” (Anónimo: entrevista telefónica, marzo 2013).

c) Jefatura familiar. Viejos y nuevos roles

Las jefas de familia aparecen en la literatura sobre migración con las múltiples responsabilidades que tienen que enfrentar y para las cuales no estaban preparadas. Ellas se encargan de todas las actividades de la parcela: renta, contratación de peones, gestión de los programas gubernamentales de combate a la pobreza, actividades que implican salir de la casa, negociación e inmersión en el espacio público, etc., cuando la educación que recibieron ha sido dirigida a su función reproductiva. Pese a estas nuevas funciones, no escapan de la vigilancia de los maridos puesto que cuando aumenta la distancia el control se hace más férreo y desaparecen los espacios de negociación (Sinquin, 2002).

Las familias rurales mexicanas se rigen bajo el sistema patriarcal que define al varón como quien ejerce dominio y autoridad en las unidades domésticas; en consecuencia, la asignación de roles y la distribución de recursos y responsabilidades al interior del hogar, se designa de manera jerárquica e incluso asimétrica por el padre de familia, el proveedor económico y la autoridad para tomar decisiones y hacer que se ejecuten.

A raíz de lo anterior, las mujeres quedan en una posición de desventaja, pues su función se limita a aceptar y ejecutar lo que ha dispuesto el varón. Es importante mencionar, que esta acción de autoridad que la tradición dicta que debe ser asumida como parte de los roles propios de género y no amerita ninguna inconformidad, actualmente se cuestiona y ocasiona inconformidad, rebeldía, enojo, frustración etc., lo cual genera que actualmente el patriarcado se ejerza en situaciones de constante tensión y conflicto.

Al ausentarse el varón como jerarca proveedor del hogar, se produce una fractura en este sistema patriarcal, lo que genera un reacomodo al interior de la unidad doméstica expresado en una reasignación de roles de género entre “los

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que se quedan”. En particular, las responsabilidades propias de garantizar el sostenimiento de la familia recaen ahora en la mujer, la madre de familia que asume el rol de jerarca e incluso el de proveedora económica para garantizar la sobrevivencia de la familia, posee el título de “jefa del hogar”, pero lo debe disputar con el varón.

Lo anterior deriva del predominio de la figura masculina como proveedor económico, mientras que las mujeres, son socialmente valoradas de acuerdo al esmero con el que desempeñen las tareas domésticas. Cabe mencionar, que las nuevas generaciones ha ido modificando esto, en algunas parejas jóvenes, es posible observar a los varones más involucrados en la educación de los hijos e incluso en el desarrollo de las tareas domésticas, sobre todo en aquellas familias donde ambos son profesionistas y la mujer se ha incorporado al mercado de trabajo.

Para Hondagneu-Sotelo (1994) citado por Briones 2002:5, la incorporación de las mujeres a la fuerza laboral, ha erosionado de algún modo la posición central de los varones como principales proveedores económicos, pero el trabajo femenino no ha sido necesariamente un proceso de emancipación.

Las mujeres que viven en un contexto migratorio experimentan distintas transformaciones en su vida y en su condición de género. Ante la ausencia prolongada del migrante varón, ellas son las encargadas de la administración de las remesas y de su distribución en el hogar, considerando que ese recurso representa en la mayoría de los casos, el único sustento para la familia. También son responsables de la administración del patrimonio familiar, mismo que generalmente es escaso. Lo mismo de la educación y crianza de los hijos, y en muchas ocasiones también deben ser proveedoras económicas para el sostenimiento familiar.

En una sociedad acostumbrada a una jefatura masculina, la jefatura femenina se encuentra socialmente en disputa con el varón, pues a no ser que sea la mujer la única proveedora económica del hogar y la encargada del sostenimiento de la familia, ella es considerada mera administradora de las remesas que envía el

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migrante y su participación en los espacios sociales comunitarios y la toma de decisiones, están siempre en entredicho.

Uno de los aspectos que está modificando la vida familiar y, en consecuencia, la de las mujeres, es la creciente presencia de hogares con jefatura femenina. Tanto en el nivel estatal como en el nacional, uno de cada cinco hogares es comandado por una mujer. En cinco años, la tasa de jefatura femenina en Zacatecas aumentó de 19.2% en 2000 a 20.0% en 2005 (INEGI, 2008:12).

Jefatura de los hogares

JEFATURA DE HOGAR ZACATECAS PORCENTAJE SOMBRERETE PORCENTAJE

Jefatura masculina 294,077 79% 12,788 81.9%

Jefatura femenina 78,585 21% 2,831 18.1%

TOTAL DE HOGARES 372,662 100% 15,619 100% Fuente: Elaboración propia con datos de INEGI (2010)

En relación a la información expuesta en la tabla de arriba, queda claro que de acuerdo a datos oficiales la jefatura de los hogares sigue considerándose en su mayoría masculina, aunque en la realidad se trate de hogares con ausencia de la figura patriarcal, donde los varones están ausentes y los hogares son liderados y sostenidos económicamente por las mujeres, sobre todo en los contextos sociales de altos índices de migración, como es el caso que me ocupa.

Los espacios en los que las mujeres pueden participar en la toma de decisiones, son acotados, a veces por decisión propia y otras más porque no fueron preparadas para figurar públicamente, mucho menos para hablar y tomar decisiones. Por ello, muchas son reconocidas únicamente como las esposas de los migrantes.

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Cuando la figura masculina se ausenta, las mujeres deben asumir nuevos roles que antes no les estaban asignados, deben enfrentar cambios desde el ámbito personal, familiar y comunitario para adaptarse a un nuevo modo de vida resultado de su inmersión en el proceso migratorio.

Sin embargo, la jefatura del hogar es un término que ha estado dotado de controversias, mediado por tensiones y conflictos en las unidades domésticas. Mediado por la migración circular masculina, la proveeduría de recursos económicos al hogar, los niveles de autoridad, la división sexual del trabajo, las relaciones de poder, e incluso la toma de decisiones con relación al manejo de la parcela, la educación de los hijos, etc. en fin, de las estrategias que se generen al interior de la unidad doméstica y los diversos arreglos familiares, la discusión va en torno a quién es el jefe del hogar en ausencia del varón, si es una jefatura masculina a distancia o si se trata de una jefatura femenina que se va gestando procesos de autonomía femenina.

Si bien la jefatura del hogar del migrante se ejerce mediada por la figura masculina desde la distancia y representa lo masculino, al aceptar la mayor carga de trabajo y las nuevas y ampliadas responsabilidades, las mujeres posibilitan la migración masculina, y la estancia del migrante en los Estados Unidos por temporadas más largas.

Socialmente, la jefatura del hogar es asignado a los hombres lo cual implica que solamente ante la ausencia de éstos, es que la mujer podrá asumir este cargo y ser asimilado por la sociedad. Así, ante la ausencia de los varones, ellas enfrentan nuevas responsabilidades o responsabilidades ampliadas en las que no solo aumenta su carga de trabajo, sino también en el espacio doméstico y social en el que ahora deben intervenir para seguir generando estrategias que aseguren el sostenimiento y sobrevivencia de la unidad doméstica.

Estas responsabilidades nuevas y ampliadas deberán enfrentarlas con las desventajas del género de origen, para quienes la presencia y participación de las mujeres en espacios tradicionalmente ocupados por ellos genera desconcierto.

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De acuerdo a la reflexión de Loza, et al, (2007: 39) cuando las mujeres son jóvenes principalmente en edad reproductiva, son consideradas jefas de familia únicamente si desarrollan actividades que les permitan aportar recursos económicos al hogar. En el caso de las mujeres de mayor edad, se reconocen como jefas de hogar cuando “han sacado adelante la familia” por diferentes medios sean estos productivos o no, como puede ser el uso y control de las remesas que los hijos envían.

Aunado a la incomodidad y desconcierto social, las mujeres jefas de familia deben enfrentar un castigo social por haberse quedado sin la figura masculina proveedora y tener ellas que asumir este rol, el castigo es mayor si la ausencia masculina no solo es temporal sino definitiva, pues implica un fracaso en el matrimonio y los ojos de la moralidad se tornarán sobre ellas.

Las mujeres también experimentan cambios emocionales, derivados de las nuevas y ampliadas responsabilidades que adquieren, mismas que están relacionadas con la toma de decisiones, la educación de los hijos, la jefatura del hogar, la incorporación a los mercados de trabajo, las cuales están mediadas por relaciones de poder al interior de la unidad doméstica.

Algunas viven en casa propia otras con sus suegros, pero en todo momento son socialmente vigiladas, algunas incluso experimentan una situación económica difícil por verse subordinadas a la autoridad de los suegros. Aunado a esta incomodidad y desconcierto social, todavía puede sumarse el castigo social al ser señaladas cuando una doble moral del esposo migrante acaba con la circularidad de la migración y decide establecerse en los E.U. y olvidar a la familia que dejó, pues ello implica un fracaso en el matrimonio.

Una vez asumido el rol de jefa de familia, aparecen aspectos como la autonomía de las mujeres, el empoderamiento, la participación y la mayor libertad para ellas, sin embargo, habría que decir que es necesario analizar los contextos sociales en los que se desarrollan, pues más que empoderamiento por la asunción de nuevos roles o ampliar sus funciones, estamos frente a una mayor carga de trabajo. Más que autonomía, puede ser una mayor presión al trabajar

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en contextos meramente masculinos y machistas y enfrentar el acceso a mercados de trabajo para los que no fueron preparadas.

La autonomía femenina que alude a la independencia, permite a las mujeres tomar decisiones y actuar de acuerdo a intereses propios, hacer uso de los recursos económicos que ingresan al hogar, o que ella misma genera. En general, conducir su vida y la de los miembros de la unidad doméstica a quien ahora ella representa, ha sido tema de un abundante debate, pero ¿qué tan cierta es esta autonomía, dónde comienza y dónde termina?

Es de sobra conocido que la jefatura del hogar aun en los hogares de migrantes sigue siendo ejercida por el migrante desde la distancia, la toma de decisiones que conciernen a la distribución y usos de las remesas, las actividades y responsables del trabajo en la parcela, la participación comunitaria, e incluso la educación de los hijos se sigue ejerciendo desde la ausencia. Para la sociedad y para la unidad doméstica el ausente sigue presente y ejerce su rol de género, desde el espacio transnacional remarca su autoridad y su rol de jefe de familia.

“Cuando él se fue le dijo a los niños que tenían que obedecerme, que me hicieran caso, a mi muchacho le encargó las vacas y le dijo que iba a ayudar a su abuelo en la labor, y yo siempre le digo lo que pasa aquí en el rancho, si no luego me dice que porque no le dije lo que estaba pasando”. (Claudia: 14/marzo 2013).

En lugar de hablar de autonomía femenina entendida como una liberación, coincido con Neira (2005: 58 citado por Loza Torres et, al), al señalar que ésta se refiere a la capacidad de las mujeres para tomar decisiones sobre ellas mismas, los ingresos y sus movimientos sin tener que pedir permiso o negociar.

Si bien es poco posible hablar de una autonomía o empoderamiento de las mujeres, es necesario decir que el enfrentar la soledad y el abandono, una mayor carga de trabajo, mayores responsabilidades, presiones sociales y culturales, les permiten hallar pequeños espacios desde donde pueden resignificar y vivir lo femenino, mismo que van desde la tranquilidad de no tener que presionarse tanto por los horarios de comida, estar pendientes de las necesidades de su esposo, o la presión marital, además de que pueden visitar a sus padres con mayor frecuencia o incluso vivir con ellos mientras sus esposos 162

no están, además de que generalmente les queda un tiempo libre durante el día que pueden utilizar para descansar o simplemente gastarlo como tiempo para ellas, claro está que no en todos los casos es así.

La jefatura del hogar representa para las mujeres cubrir todas aquellas actividades que son necesarias para la reproducción de la unidad doméstica en los ámbitos económico, social, afectivo y moral. De acuerdo a esta investigación y el contexto donde se desarrolla, se considera que las mujeres que se quedan al frente de los hogares de migrantes no encaja en el discurso del empoderamiento o mayor autonomía, pues existen evidencias que demuestran que conseguir la autonomía en la espera del migrante aún cuando se vive el abandono y se sabe que su regreso es casi imposible y que la mujer, madre y esposa es responsable ahora del sostenimiento de la familia, difícilmente se traduce en empoderamiento, al menos por el momento.

Mientras algunas de las mujeres de Villa Insurgentes dijeron estar de acuerdo con el orden tradicional de la familia, con los viejos roles que consideran al varón como único jefe de familia y como la única autoridad en el hogar a pesar de que ellas también aporten ingresos económicos al hogar, otras por el contrario, cuestionaron estas tradiciones y el modo de organización tradicional conservador que prevalece en la mayoría de las familias, mencionan que es necesario promover cambios y valores culturales al interior de los hogares y sobre todo en los hombres y mujeres jóvenes para lograr relaciones sociales más equitativas, hablaron de la necesidad de fortalecer para bien los nuevos roles de hombres y mujeres al frente de la unidad doméstica, de la necesidad de hacer conciencia para promover relaciones de igualdad y cooperación, sobre todo en las parejas jóvenes.

También se encontró que las mujeres que asumen la jefatura del hogar ante la ausencia del varón, logran establecer lazos afectivos más fuertes con los hijos, con las hijas particularmente, más aun cuando el padre ha estado mucho tiempo fuera del hogar o peor cuando ha sido violento o incluso desobligado respecto a las responsabilidades familiares, en estos casos, la figura paterna se ve desgastada y va restando valor respecto a la imagen femenina que va logrando 163

un lugar más protagónico al interior del hogar, pese a que prevalece el reconocimiento de que las familias viven y se desarrollan mejor si cuentan con ambas figuras.

Pese al reconocimiento del esfuerzo que hacen aquellas mujeres jefas de familia, por asumir responsabilidades y tareas masculinas además de las propias duplicando o triplicando sus jornadas de trabajo, es también un hecho que los hogares con ausencia del varón presentan más problemas al carecer de la figura paterna que representa de autoridad, aunque en todo caso se tenga un padre virtual al que conocen por fotos y por teléfono, hay claro un reconocimiento de la ausencia del padre en el hogar.

“Siempre falta la figura del papá en la casa, luego los hijos se hacen rebeldes, no quieren obedecer a una de mujer, hay jóvenes que se la pasan tomando y ni ayudan a la mamá y mientras la mamá trabajando, a veces hasta culpan a las mamás que porque lo dejaron que el señor se fuera, o que porque no se van mejor a buscarlo, es dura la vida para las madres solas, ¡cómo sufren las madres estando solas con los hijos” (Lucio Rueda 12/julio/2013).

También es importante mencionar, que aunque las mujeres se incorporen al trabajo remunerado, las tareas del hogar siguen considerándose como su responsabilidad exclusiva, así el trabajo doméstico, la maternidad y el cuidado del los hijos, siguen siendo las labores que las identifican como la esposa, madre y ama de casa.

“Algunas cuando se van a trabajar ya quieren mandar en la casa y eso pueda que no esté bien, luego quieren andar de libres y no aceptan que uno les diga nada”

La jefatura femenina también puede significar una dinámica de maltrato, pues al percibir ingresos, se considera que transgreden la autoridad patriarcal y que la jefatura del hogar exclusivamente masculina se encuentra en entredicho.

El tipo ideal de las mujeres en las comunidades, sigue siendo apegado a lo que socialmente es considerado como “buenas costumbres” y los valores familiares, es decir, educadas para el matrimonio, la maternidad y la educación de los hijos, así como el aprendizaje de las tareas domésticas con esmero y la mayor dedicación posible, además del desarrollo de habilidades distintivas de la “mujer

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de casa” como el bordado, tejer, tortear a mano, el talento en la cocina, el conocimiento de las actividades de la parcela o haber participado en ellas, etc. sin embargo, en medio de negociaciones, del conflicto y las relaciones de poder, las mujeres de Villa Insurgentes poco a poco se han incorporando al mercado laboral, logrando cierto nivel de aceptación en la existencia de estas nuevas conductas femeninas, mismas que cada vez son más notorias en el ejido.

Para las mujeres de Villa Insurgentes involucrarse en el mercado de trabajo, no solo ha sido una necesidad complementar el ingreso económico del hogar o incluso sostenerlo por completo, sino que es parte de un interés de superación personal, generar ingresos propios para su uso personal, para poder comprar lo que se desea “sin tener que dar cuentas en qué gasta una el dinero, una de mujer se siente tan a gusto de comprarse sus medias o un perfume con dinero propio, que creo hasta le lucen más” (María/agosto/2013)., incluso por salir a conocer otros lugares y romper con la tradición de que “las mujeres son más de la casa” enfrentando y contraviniendo el orden establecido.

Es importante mencionar, que el desarrollo de “nuevas” ocupaciones y responsabilidades de las mujeres, no las relevan de las actividades consideradas tradicionalmente “propias de su sexo”, por lo que su carga de trabajo y responsabilidades se ven ampliadas y no necesariamente se gana un mayor espacio de decisión y autonomía, poder o prestigio en el contexto comunitario. Por ello, además de que atienden mayores cargas de trabajo sus periodos de descanso son prácticamente inexistentes.

Quiero destacar que si bien este trabajo se ha enfocado en los cambios que origina la migración en las mujeres, también es importante escuchar la voz de los hombres, de aquellos que se fueron, los esp es importante los hombres

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d) Transformaciones femeninas, arreglos y desarreglos familiares.

Más allá de la dimensión cuantitativa del fenómeno migratorio es importante considerar la dimensión de la relación costo-beneficio en torno a lo que las y los migrantes sacrifican, lo que dejan atrás y que marca sus vidas para siempre, respecto a lo que pueden obtener trasladándose a los Estados Unidos y buscar el sueño americano.

Considerar los estudios de la migración internacional desde una perspectiva de género posibilitó mirar a las mujeres como actoras y sujetas dentro del fenómeno migratorio. De este modo, el reconocimiento de la presencia femenina en la migración, hizo visible no solo su participación sino que ésta, va más allá de un mero dato cuantitativo y por ende existe la necesidad de analizar la migración y sus implicaciones de manera diferenciada, dejando al descubierto que no solo existen diferencias de sexo y género muy marcadas, sino también grandes desigualdades que acompañan a las migraciones y que transforman las relaciones de género prevalecientes en un contexto social que se torna transnacional.

¿Qué sacrifican las mujeres al migrar, que implica para ellas ser parentela de migrantes?, ¿qué tensiones y/o procesos están en juego al tomar el rol de ser padres y madres a la vez asumiendo en la soledad la crianza y educación de los hijos, el sostén económico del hogar, las responsabilidades de la parcela y los cargos comunitarios? ¿Cómo enfrentan las mujeres la soledad y el abandono en contextos de pobreza y desigualdades? y ¿cómo se reconfigura el ser mujer a partir de las transformaciones que la migración ocasiona en las unidades domésticas? Estas y otras interrogantes, dieron pié al desarrollo de este capítulo, la vivencia personal como mujer, hija, hermana y parienta de migrantes en un contexto rural de muchas desigualdades, escasa preparación de las mujeres, poca participación y organización femenina y donde el trasnacionalismo es parte del convivir comunitario y de la vida cotidiana,.

Si bien parte de estas interrogantes se han ido abordando a lo largo de este trabajo, es mi intensión considerar este apartado casi al final de la investigación

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para remarcar que los costos de la migración, si bien se distribuyen en toda la unidad doméstica, afectan de manera especial a las mujeres como pieza clave de la reproducción del hogar ante la ausencia de la figura masculina. En condiciones de pobreza, marginación, desigualdad y muchas otras limitantes, las mujeres son prácticamente invisibles en los espacios de participación además de considerársele “el sexo débil” del grupo familiar.

Más que agotar el tema, se pretende enfatizar en el costo social y emocional que deben pagar los migrantes. Los diversos arreglos familiares generados al interior de las unidades domésticas que han posibilitado el desarrollo de diversas estrategias para mantener el núcleo familiar a pesar de la distancia, tales como la familia transnacional, la maternidad transnacional, matrimonios transnacionales la doble nacionalidad de muchos niños y mujeres jóvenes, por mencionar algunos, tratan de aligerar la carga de las ausencias de los que se fueron.

La toma de decisiones en torno a la migración involucra valores, tradiciones y normas sociales de acuerdo a la jerarquía de los miembros en la unidad doméstica y la división sexual del trabajo. La asignación de la mujer a las tareas domésticas, de crianza y cuidado de los hijos, y la posición subordinada de estas actividades en relación con otras, se apoyan en relaciones socialmente construidas.

El contexto familiar juega un papel decisivo pues representa el espacio donde se toman decisiones, se establecen las estrategias y conflictos correspondientes en torno a la migración internacional. Es al interior de la unidad doméstica donde la movilidad de los integrantes se sujeta a distintas negociaciones y las probabilidades de migrar no se distribuyen igual en todos los integrantes, sino que se sujeta a distintas características en relación a quienes migran y quienes no pueden hacerlo, aunque el papel de la mujer aparentemente no se considera, es decisivo. Si bien puede no ser protagonista en la toma de decisiones, es por todos sabido que gracias a la mujer y el papel que desempeña al interior de la unidad doméstica, que la migración de los varones es un éxito. Ellas pocas

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veces interfieren en el proceso, por el contrario procuran facilitarlo aunque sea doloroso.

“Cuando mis hijos decidieron irse yo nunca les dije que no se fueran, era decisión de ellos, yo no quise que después me reprocharan que no los dejé ir, que estuvieran mejor allá, el más chico se fue de catorce años, igual que los otros, mis hijas, ellas se fueron ya casadas, a todas me las pidieron y se casaron bien, por la iglesia y todo. Ya cuando dicen que se van, pues una que puede hacer, es una tristeza muy grande pero no es posible detenerlos ni a ellos ni a ellas, uno piensa nada más que Dios les ayude y que les vaya bien”. (Engracia: 16/marzo/2013).

Las mujeres son actores sociales fundamentales en el desarrollo de las estrategias que implementa la unidad doméstica, entre ellas la migración, desempeñando su rol tradicional de género. Las madres, esposas o hijas, experimentan y sufren la partida de sus seres queridos y viven las transformaciones que traerá consigo la ausencia de la figura masculina en el hogar. Desprenderse de los hijos por la migración, nunca dejará de ser un proceso duro de enfrentar.

“Cuando los hijos se van se siente una tristeza muy grande, a uno de madre le duele mucho que se vayan los hijos, porque son nuestra vida, una los ve irse pero no sabe cómo les va a ir, ellos sufren allá, deben trabajar todos los días, donde sea y sin importar si están enfermos, a el patrón no le importa eso, por eso es tan triste porque sabemos que se van para sufrir y nos dejan a nosotros sufriendo su partida nomas esperando saber de ellos” (Elvira 12/marzo/2013).

Parte de los arreglos familiares que deben implementarse, consisten en la aceptación de la salida del migrante, incluso en la resignación a la muy probable imposibilidad del retorno.

“Yo no recuerdo mucho cuando mi hermano mayor se fue, yo estaba chiquita tenía cinco años y ya casi no me acuerdo como era él, su cara no la recuerdo muy bien, del más chico si me acuerdo, nos llevamos poquito de edad; me dio mucha tristeza que se fuera porque convivíamos mucho, me acuerdo haber visto a mi mamá llorar y a mi papá ponerse muy triste, pero mi hermano estaba contento, tenía muchas ganas de irse, no se ha casado allá pero no creo que regrese, tampoco el mayor porque él sí ya se casó allá, tiene su esposa una muchacha que es de otro país, pero lo que sí sé es que ya no veremos de nuevo a nuestra familia junta”. (A. Gómez: 12/marzo/2013).

Los recuerdos que ahora arrancan suspiros son aquellos que les hacen traer a la memoria a los ausentes, cuando la familia se encontraba unida, sin embargo, la

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fragmentación familiar es parte de los desarreglos familiares y los costos que ocasiona la migración internacional.

“Era diferente cuando estábamos todos juntos, antes de que ellos se fueran, pues aunque fuera con las diferencias entre hermanos o jugando, los pleitos de hermanos no faltaban, pero si se siente tristeza uno los extraña, los quisiera estar viendo, y más triste todavía es no saber cuándo podremos verlos de nuevo, sí tenemos fotos de ellos que nos mandan y nos hablan por teléfono pero no es lo mismo”. (A. Gómez: 12/marzo/2013).

Para los mayores, la añoranza es aún más grande, la memoria es más profunda y la tristeza que provoca recordar a los ausentes refleja la espera silenciosa que se vive al interior de sus hogares, no saben si esperar que vuelvan o simplemente hacerse a la idea de que no lo harán.

“Antes de que empezaran a irse, yo tenía a todos mis hijos conmigo, todos chiquitos los siete, se llenaba la mesa con mis niños, para comer no me daba abasto a servirles y ver que todos comieran, pero viera ¡qué bonito!, las muchachas conmigo en la casa y con él trabajando las labores cuando se ofrecía y los muchachos en el campo, trabajando el frijol y con las vacas, pero poco a poco se fueron yendo, nos quedamos solos nada más mi esposo y yo, ahora es más fácil que nosotros vayamos allá a verlos a todos a que todos vengan”. (Engracia Ceceñas; 16/marzo/2013).

La movilidad de los adultos mayores para visitar familiares se ha vuelto una constante en el ejido, son más los viajes de ida y vuelta que hacen estas personas que los que pudieran hacer los más jóvenes. Sin duda el ciclo de los hogares es distinto y la posibilidad de movilizarse también, muchos de ellos han conseguido visas para ir a los Estados Unidos, algunos como turistas y muchos de ellos como residentes. Dada la antigüedad de los hijos en Estados Unidos, muchos de ellos tienen nietos nacidos en ese país, o incluso biznietos. Sin embargo, es casi imposible que lleguen a desprenderse por completo de su terruño, prefieren los viajes periódicos para visitar a sus familiares.

“Si ellos no pueden venir uno tiene que hacer la lucha y ver cómo se las arregla para ir a verlos, tenemos ganas de vernos y pues hay que ir, aquí encargamos los animalitos y la casa para poder darnos la vuelta” (Lucio Rueda).

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Es importante mencionar que la Ley IRCA y su discurso reunificador también potenció la desarticulación del migrante y su familia, pese a ello, las familias de Villa Insurgentes, al igual que todas las familias de migrantes, llevan a cabo su vida cotidiana a través de un espacio transnacional complejo, que han adoptado como propio y donde convergen la separación familiar, la identidad, el arraigo y el sentido de pertenencia a un territorio separado por límites geográficos.

Las familias separadas por la migración, mantienen diversas maneras de unión y continuidad de sus lazos afectivos y de parentesco a través de distintas acciones, estrategias y arreglos familiares que son parte de su vida cotidiana, muchas de ellas de carácter simbólico pero que les permiten crear ciertos puentes entre los migrantes y los que se quedaron y con ello subsanar las ausencias.

Como ya se ha abordado en este documento, el escenario tampoco es fácil para los que se quedan, quienes viven una transnacionalidad cotidiana con sus costos sociales y emocionales. La dinámica emocional que se vive en ambos lados de la frontera, resulta en un constante proceso de separación-reunificación familiar, en un ciclo de ausencias y presencias, entre los que se van y quienes se quedaron, desde dos perspectivas distintas que convergen en una realidad donde el tiempo y el espacio se rearticulan con un objetivo, reconstruir la vida cotidiana mas allá de las fronteras establecidas.

En Villa Insurgentes, las primeras mujeres que migraron lo hicieron con el consentimiento del padre y el conocimiento de la madre, o la presión de algunos de ellos al estar en desacuerdo, pero sin duda con los prejuicios y el castigo social de la población, o incluso su censura.

“Cuando mis hijas salieron a trabajar, mucha gente hablaba que porqué uno las dejaba andar de libres, y que de seguro ya al irse por allá ya no iban a encontrar marido porque ya no eran vírgenes, mi esposo y yo confiamos en ellas porque siempre han sido buenas muchachas y tenían que ver por ellas, pero aquí la gente nos señalaba por haberlas dejado irse” (Anónimo, marzo 2011).

El hecho de que las mujeres trabajen para complementar el ingreso del hogar somete la imagen masculina a un cúmulo considerable de tensiones y

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contradicciones (Ariza: 2000), por ello la jefatura familiar es parte de las reconfiguraciones familiares que origina la migración

El proceso de incorporación de las mujeres a los mercados de trabajo, está fortaleciendo una cierta autonomía relativa de las mujeres al interior de la unidad doméstica. Las responsabilidades femeninas han ido creciendo, así como su carga y jornadas de trabajo, evidenciando que lo que antes enfrentaban dos, ahora deben hacerlo ellas solas. Las mujeres mencionan la crianza, educación y cuidado de los hijos como algo angustiante y muy pesado que deben llevar ellas solas, pero también de lo que se sienten orgullosas.

”Es mucha la responsabilidad para una sola, los hijos adolescentes son los que acarrean más angustia a las madres y problemas, salen de noche y andan en la calle, se hacen más libres, y no es lo mismo si esta su papá pues ellos no consideran un regaño que la madre le imponga aunque sea fuerte, consideran que una no es la autoridad, pero aun así yo he sacado adelante a mis hijos sola y la verdad si me siento orgullosa de no haber necesitado un hombre para eso (Juana, abril 2012).”

Los problemas afectan de manera diferenciada al grupo familiar en su conjunto. En términos de ciclo de vida, las mujeres casadas y en edad reproductiva-cuyos maridos estas integrados en procesos de migración circular y de carácter indocumentado, son las que deben afrontar mayores obstáculos y carencias. Están imposibilitadas para acompañar al marido y cuando lo hace, deben dejar a sus hijos a cargo de parientes, en una difícil opción entre maternidad y conyugalidad (Marroni, 2000).

La ausencia del esposo también se manifiesta en menores cargas de trabajo al interior del hogar, menores presiones y obligaciones respecto tiempo y esmero con el que deben desempeñarse algunas tareas domésticas, tales como cocinar, lavar, planchar, etc., con lo que ellas se ven un poco menos presionadas e incluso llegan a tener más tiempo para dedicar a sus hijos. También, hallarse sin la jefatura masculina en el hogar, puede ser un motivo para que las mujeres busquen acceder a mercados de trabajo, o incluso algunas han tenido tiempo para prepararse más y estudiar, lo cual desde luego no ha sido tarea sencilla y ha implicado procesos de negociación y conflicto entre la pareja.

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“Al principio no quería que yo trabajara, pero como no tenemos hijos aún, pues le dije que me aburría en la casa, entonces me dijo que me fuera a casa de sus papás y yo no quise, así que tuvo que dejarme trabajar, muchas le han hecho así, aunque se queden con hijos trabajan, a veces porque no les mandan, o también se han puesto a estudiar la primaria o secundaria, aquí con el instructor del IZEA27” (Rosa, Marzo 2011).

En 2005, en Zacatecas la tasa de escolaridad de la población 6 a 12 años fue de 96.9% para las niñas y de 96.5% para los niños. En educación media y superior el porcentaje de mujeres fue de 54.2% y de 52.9% hombres, en 2006, respectivamente; el promedio de escolaridad para ambos es de 7.2 años. No obstante, entre la población adulta, los rezagos educativos continúan siendo más marcados para las mujeres (INEGI, 2008: 3). En relación a estos datos es importante mencionar que se sigue dando la migración de jóvenes varones, por ello, es común que sea una mayoría de mujeres que de hombres los que terminen este nivel educativo, pues generalmente los jóvenes migran al terminar la secundaria o al iniciar la educación media superior.

El mayor acceso a la educación de las mujeres en Zacatecas todavía no se ve reflejado en su participación en la actividad económica, ni en menores tasas de desempleo, pues ésta es similar para hombres y mujeres (4.2%). Además, las mujeres siguen realizando la mayor parte del trabajo no remunerado, tanto del que realiza para el mercado laboral, como el que comprende las actividades domésticas pues 19.0% de la población ocupada femenina no recibe ingresos por su trabajo, en contraste con 11.6% de los hombres (Ibíd.).

La vivencia del fenómeno migratorio ha generado diversos cambios sociales al interior de las familias, entre los géneros se han gestado enormes transformaciones en los papeles asignados socialmente a hombres y mujeres migrantes y no migrantes. En realidad, la unidad doméstica de Villa Insurgentes, es el reflejo de la relación actual entre la migración y las distintas estrategias que desarrolla ese colectivo para garantizar su sobrevivencia en un ambiente transnacional donde la participación de la mujer en la migración, ya sea como migrante o como la mujer que se queda al frente del hogar, es pieza clave dentro

27 Instituto Zacatecano de Educación para los Adultos

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de las estrategias, arreglos y desarreglos familiares que garantizan la reproducción social de la unidad doméstica.

“De cada cinco casas cuatro están vacías, los jóvenes que tienen los medios para conseguir un trabajo, incluso si tienen profesión se van porque quieren salir de aquí, y los más pobres se quedan porque es su único medio, echarle ganas aquí para tener lo mínimo aquí o estudiar y prepararse en lo que se pueden ir” (Ana, Diciembre 2012).

Las mujeres saben que cualquier problema con los hijos permitirá cuestionar el papel de la madre ante la falta de autoridad del esposo, así como que puede provocar la ira de padre quien considerará que la madre ha fallado en su papel, sin tomar en cuenta los desequilibrios que ocurren al interior del hogar a causa de su ausencia.

El acceso a la comunicación moderna permite negociar a distancia los arreglos en el grupo doméstico, el consultar, avisar o pedir permiso, siguen siendo parte del modo de operar de los hogares de migrantes. La jefatura masculina y la paternidad a distancia prometen ser características duraderas de los hogares rurales mexicanos por mucho más tiempo, así como la movilidad, pues pese a las difíciles condiciones que prevalecen para hacerlo, las personas continúan movilizándose buscando mejores condiciones de vida para ellos y sus familias.

Es el caso de contextos rurales como el de Villa Insurgentes, donde la población convive día a día con un trasnsnacionalismo tan arraigado basado en una movilidad constante de su gente destacando que, es más fácil que quienes están aquí se vayan, a que regresen aquellos que ya se ha establecido en los Estados Unidos.

Todo lo anterior es posible si se considera que hasta la fecha se sigue ubicando en el discurso oficial a los migrantes como héroes y actores binacionales del desarrollo y a Zacatecas como estado binacional. Sin embargo persiste la ausencia del desarrollo rural, pese a la enorme tradición migratoria estatal y la importante contribución de las remesas al sostenimiento y reproducción de la vida rural campesina zacatecana.

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CONCLUSIONES

Durante décadas, la migración internacional ha funcionado como parte de las estrategias de sobrevivencia y como reunificador familiar en la búsqueda de mejores condiciones de vida, ha significado la posibilidad de huir de la pobreza y la desesperanza, del deterioro de las tierras y de la falta de oportunidades productivas para hombres y mujeres pero a un costo social muy alto.

Las causas y detonadores de la migración son muy diversos puesto que las vivencias y el significado que cada migrante otorga al fenómeno lo son también. La necesidad económica, de reunificación familiar, la búsqueda de empleo, de un proyecto personal o incluso la curiosidad del ser migrante dan cuenta de lo complejo de las causales del fenómeno. Lo cierto es que la migración por sí sola implica un proceso de cambios y transformaciones tanto en el lugar de origen como en el lugar de destino, en distintos niveles y desde contextos también diferenciados.

Durante el desarrollo de este trabajo de investigación traté de dar cuenta del proceso histórico de evolución de la migración y los migrantes, de la necesidad de la resignificación permanente de significados y conceptos como identidad, cultura, familia, género, del ser mujer, de la unidad doméstica campesina y de los contextos rurales que experimentan una transnacionalidad cotidiana. Considerando que estas transformaciones ocurren en medio de procesos de ruptura del tejido social, y arraigo y desarraigo que experimentan los migrantes y sus familias, particularmente las mujeres, y que se vuelven los referentes de las prácticas sociales en un contexto rural transnacional

La presión de la globalización y los cambios estructurales acelerados que genera el modelo neoliberal dejan cada vez más desprotegidos a los sectores sociales, principalmente al campesino. Las dificultades actuales demandan de una organización aun mayor de los migrantes para que sean frente de lucha ante esta desarticulación que exige el mundo globalizado y esa fragmentación de la sociedad que convienen no solo a los gobiernos si no al modelo económico prevaleciente, y que la identidad y la pertenencia de los migrantes formen

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cohesiones sociales que permitan no solo la organización, sino que además fortalezcan el vínculo entre las sociedades de origen y destino aún a cuestas del modelo globalizador.

Históricamente zacatecas ha sido un estado agropecuario, sin embargo ha carecido de desarrollo tecnológico y de voluntad política para apoyar a este sector, mismo que representa el único enclave económico de la entidad y del que depende la población campesina zacatecana para sobrevivir. Durante décadas, los gobernantes han mostrado escaso interés en el sector, en la población campesina y por ende en el desarrollo rural, el cual nunca ha figurado como el eje de ningún Plan Estatal de Desarrollo ni de iniciativa política alguna. Ante esto, el éxodo de la población ha figurado desde siempre como la principal alternativa de sobrevivencia, incluso de la vida campesina y de quienes se quedan para seguirla encaminando. Con lo anterior, resulta más viable que los campesinos se vayan, que mantengan y costeen su modo de vida campesino y que incluso contribuyan al desarrollo estatal con las remesas colectivas, a que se queden y demanden mejores condiciones de vida y el desarrollo campesino.

Durante mucho tiempo los análisis de la migración internacional y particularmente de la migración zacatecana consideraron poco la participación femenina y enfatizaron aún menos el importante rol de las mujeres en la dinámica migratoria, en su relación con las remesas y con las reconfiguraciones que suceden al interior de los hogares de migrantes.

Reconocidas siempre como “mujeres de la casa” dedicadas por completo a las tareas domésticas educación y crianza de los hijos, acompañantes y administradoras de las remesas, la historia inmediata de las mujeres de zacatecanas y su cultura conservadora, las colocaron siempre como sujetos pasivos en la migración, sin considerar que son ellas y las estrategias que implementan en los hogares las que posibilitan la migración masculina y permiten la estancia del migrante por largas temporadas al hacerse cargo ya no sólo de las tareas domésticas, de la crianza y educación de los hijos, sino de las responsabilidades de la parcela, los cargos comunitarios e incluso del sostenimiento económico del hogar ante la ausencia de las remesas. 175

Además de la ausencia de la perspectiva de género en los estudios de la migración internacional, en los estudios de lo rural el tema de género también ha estado ausente, las nuevas y ampliadas responsabilidades y tareas que actualmente asumen las mujeres rurales zacatecanas, dan cuenta de las transformaciones en el espacio doméstico campesino y cómo éste ha sido resignificado. Así, entreverando roles productivos y reproductivos, asumiendo la jefatura del hogar en condiciones de pobreza y marginación, y la lucha por apropiarse de espacios considerados socialmente masculinos, ha representado no sólo la lucha por la igualdad de género, sino por el respeto a ser mujer y por ganar espacios que permitan la participación femenina.

Si bien los estudios con perspectiva de género han abierto espacios para visibilizar las desigualdades sociales y con ello los espacios de opresión, desigualdad, discriminación, de las mujeres, aún falta mucho por hacer. Estas investigaciones deben ser más incluyentes pues si bien el género como concepto no ha sido exclusivo de lo femenino, tampoco lo femenino se termina de abordar con el concepto de género. También, es prudente anotar que no sólo el género es sinónimo de opresión y desigualdad, también lo son la raza, la etnia, la clase, la condición social, etc. y tampoco la opresión es exclusiva de las mujeres; sin embargo, mirar la condición social de las mujeres migrantes y no migrantes desde una perspectiva de género permite conocer aquello que las colocan en esa situación de desigualdad y opresión.

Considero que es importante no solo colocar la mirada en esos espacios de opresión y discriminación sino lograr encaminar iniciativas y críticas que desencadenen en acciones que erradiquen este tipo de espacios de la sociedad donde ser mujer no implique un destino injusto, presión o discriminación sino ejercer la feminidad desde la igualdad de condiciones productivas y reproductivas en una sociedad más justa.

Con el presente trabajo no pretendo identificar al género como algo determinado, más bien coincido con Margarita Dalton cuando menciona que género se deconstruye constantemente para resignificarse y la identidad se crea. Prueba de ello son las mujeres antes, durante y después de migrar, en la unidad 176

doméstica tradicional y en las familias transnacionales, como madres, esposas e hijas de migrantes y como madres transnacionales, donde no solo se deconstruye el concepto de lo femenino sino también el ser mujer desde esos espacios tan diferentes.

En Villa Insurgentes como en el resto del país existe un patriarcado que domina y determina la vida social económica y política del ejido y sus mujeres, y aunque la migración femenina, es vista como un suceso natural producto del transnacionalismo cotidiano, los riesgos a los que se enfrentan durante el tránsito, el abandono de los hijos cuando los hay por desatender su crianza y educación, los cambios en las relaciones conyugales, ó en la configuración tradicional de lo femenino, constituyen parte las reconfiguraciones femeninas que origina la migración internacional.

Después de más de cuatro décadas de vivir el fenómeno de la migración, en Villa Insurgentes hoy existen mujeres fuertes, protagónicas, independientes económicamente, emprendedoras, jefas de familia, ejidatarias, migrantes, esposas, madres, hijas de migrantes, etc., que han logrado pequeños espacios de participación, sin embargo, ello no ha bastado para lograr un reconocimiento social en los espacios públicos ni para encaminar una acción colectiva fincada en estrategias para el logro de objetivos comunes ni de proyectos que posibiliten la formación de un sujeto social femenino en un contexto rural tan transformado por la migración, como lo es Villa Insurgentes. Por ende, queda claro que las limitaciones que enfrentan estas mujeres no descansan únicamente en el ámbito doméstico donde generalmente se desenvuelven, sino que también se expresan en mayor medida en la esfera pública, donde social y culturalmente no se les permite desarrollarse plenamente

También aún en la actualidad con el transnacionalismo vigente y el discurso político de la igual de género y el empoderamiento femenino, hay mujeres vulneradas, golpeadas, abandonadas, solas, etc. para quienes las decisiones importantes en sus vidas son tomadas por otras personas, otros son quienes deciden por y para ellas y ellas siguen trabajando y viviendo para los demás.

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Tal vez nadie se los ha dicho, pero ellas son mujeres fuertes, tanto como un roble, inquebrantables como el acero, trabajadoras, madres que entregan todo por sus hijos y viven para ellos, mujeres que luchan por salir del abandono, y la desesperanza, mujeres solidarias y resistentes como los valores y las buenas costumbres, mismos que tratan de replicar desde cualquier espacio en el que se encuentren, incluso desde el espacio transnacional.

Vivir entre el abandono y la esperanza forma parte del ser mujer de Villa Insurgentes, la esperanza de que el abandono sea para siempre, y para quienes la posibilidad del reencuentro y la reunificación familiar se convierte en el imaginario de cada día y en su mayor anhelo. Ya no solo como pilar de la familia tradicional sino como sostén principal de las familias transnacionales, s

Dado que este trabajo se desarrolla bajo una perspectiva de género, con los hombres se hablo de la visión que ellos tienen de las mujeres y de la construcción social de género que prevalece en Villa Insurgentes, por lo tanto las y los entrevistados también son autores de esta tesis, a quienes expreso mi admiración y desde luego mi gratitud y por posibilitar la realización de este trabajo.

Finalmente habría que concluir anotando que los retos que enfrentan las mujeres de migrantes en el contexto social rural actual sin duda son muchos, pues cuestionar el orden social prevaleciente y el derecho a la igualdad y la participación aún resulta ser un atrevimiento y una provocación a la estructura patriarcal vigente; por ende, la búsqueda de transformar los espacios desventajosos para las mujeres no será ni ha sido nunca una tarea sencilla.

Sin embargo, los análisis críticos de la realidad de estas mujeres posibilitarán la comprensión de la importancia del papel que desempeñan en las unidades domésticas y en el desarrollo de las estrategias que posibilitan la migración masculina, así como el entendimiento de la necesidad urgente no solo de generar espacios de participación para ellas, sino de emprender luchas por el reconocimiento social, institucional y político y desde luego el desarrollo de

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acciones que ofrezcan una alternativa productiva y de desarrollo personal y profesional para estas mujeres y desde luego de los espacios rurales donde ellas habitan.

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ENTREVISTAS

 Anónimo.- marzo 2013  A. Salas.-febrero 2013  Adela Chávez.- agosto 2012 y marzo 2013  Doña “chicha”.- septiembre 2013 y junio 2014  D. Gómez.- Mayo 2013  Engracia Ceceñas.- julio 2012, septiembre 2012, enero y marzo 2013  Elvira.- Marzo 2013  Juan Ibarra Salas.- febrero 2012  J. Isabel Salas Q.E.P.D..- julio 2012  Lucio Rueda. julio 2012 y agosto 2013  Lucy Salas.- Septiembre 2013  María Chávez.- julio 2012  Ma Claudia. Agosto 2013  Rosa María.-Marzo y septiembre 2013  San Juana.- Marzo 2012 y enero 2013  Santi.-Enero, Julio y Septiembre 2013  Tomas Jaime Carrillo Salas.- enero, marzo, abril y octubre 2012 y enero, febrero y marzo 2013.  Juan.- mayo 2013

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