La Batalla De Covadonga
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La Batalla de Covadonga ueron 300 guerreros, hombres y mujeres; astures, gallegos y vascos a las órdenes de Don Pelayo, bastaron para reducir el dominio musulmán… F Quiero en primer lugar hacer mención a sendos escritos, editados en la Biblioteca Nacional de España. El primero de; Francisco Pi y Maragall, historiador y político. El segundo de Clara Campoamor, abogada, escritora y política, y rezan así: «A orillas del Guadalete hubiera fenecido la generosa dinastía de los reyes godos, si el invencible Don Pelayo, retirado en los fragosos montes de Asturias, no echara en ellos los cimientos de una nueva Monarquía. Este ilustre vástago de la sangre goda alienta con sus victorias a España, trabajada por la tiranía de los árabes, y pronto no hay pueblo que no aceche la ocasión oportuna para volar al estandarte del independiente caudillo. De aquí la fatigosa guerra por sus descendientes, ayudados de los pueblos, que debieron a su valor, su independencia». Francisco Pi y Maragall l «Cuna de España, y de Arabia su tumba. Luchan de Covadonga en la ancha cueva, ciento contra cien mil; el viento zumba; ¡más sangre que agua ya destila el Deva! A millares los árabes derrumban los tronos descuajados del Auseva. Todo luchó por milagroso modo: Naturaleza, Dios, el Hombre…, todo». Clara Campoamor Esta batalla cuenta con una eterna discrepancia entre los historiadores. Los hay que la sitúan en el año 718 y otros —los más— en el 722. También existen importantes dudas en lo referente al número real aproximado de combatientes en cada flanco. Sobre lo que sí existe quórum, es en el desarrollo de los hechos, sus intervinientes y sus importantes consecuencias, para la reconquista del cristianismo en la península Ibérica. II Para situarnos en el núcleo bélico, nos trasladamos exactamente a; Cangas de Onís, municipio del Principado de Asturias, elegido por Don Pelayo, como capital del reino. En su escudo figura el lema: «Mínima Urbium, Máxima Sedieum» (De Ciudad Pequeña a ser la Gran Sede) Tomamos como cierta la datada en el mes de mayo del año 722 (siglo VIII d.C.), por ser la más consensuada. El origen de Don Pelayo, no se ha podido todavía hoy situar con certeza, los investigadores se debaten entre origen visigodo, hispanorromano o astur. Este es el más apuntado por la historiografía moderna, si tomamos como base el nombre propio «Pelayo», podemos descartar el origen germánico. Sin embargo, sí se sabe que deriva del latín «Pelagius», dando así más certeza al origen hispanorromano o astur. También existen dudas sobre su participación en la batalla de Guadalete, pero finalmente queda certificado que sí, estuvo junto a Don Rodrigo en Andalucía. Se cuenta que tras perder; Don Rodrigo, sus huestes fueron retrocediendo hacia el norte conforme los musulmanes iban conquistando territorio peninsular, desde el sur, tras penetrar desde Gibraltar. En este artículo no entro en el debate, sino en los hechos que le encumbraron a ser el primer Rey de Asturias y ser el iniciador de la reconquista del cristianismo en la península Ibérica. En mayo del año 722 d.C., el gobernador musulmán en Asturias; Otman Ben Neza «Munuza», ordenó a su general; Al Qama, reducir a un grupo de rebeldes cristianos que se habían movilizado contra los árabes. Para ello montó un ejército de aproximadamente 20.000 hombres, para dominar a los rebeldes cuyo número se cifraba en 300 hombres y mujeres, entre; astures, gallegos y vascos. Los cristianos rebeldes estaban sometidos —como todos—, no tenían un líder que les guiara en la rebelión, se reunían en asambleas, en las que todos reconocían la necesidad de dejar de abonar los impuestos al Gobernador musulmán y plantar cara por las expropiaciones de terrenos y propiedades. Hasta que Don Pelayo se informó de éstas reuniones y decidió asistir a una de ellas. Tomó después de oírles, la palabra y les culminó a enfrentarse al enemigo musulmán, sin dilaciones ni temores. III Así fue como le nombraron caudillo poniéndose bajo su disciplina, no eran guerreros profesionales, pero muy hábiles en el uso del arco y onda, por razón de la caza. La primera medida que adoptó Don Pelayo, fue dejar de abonar el tributo solicitado por el Gobernador del territorio; Munuza, para acto seguido levantarse en armas. La batalla no era tan solo para recuperar el territorio conquistado por los árabes, también era la batalla de la «cruz», contra la «media luna». El cuartel general se ubicó en Cangas de Onís, los cristianos tenían a favor, el conocimiento del terreno, eligiendo el monte Auseva, situado en los Picos de Europa, como lugar ideal para esperar el ataque musulmán. Con la enorme diferencia de efectivos entre los bandos, claramente por número a favor de los musulmanes, la rebelión tenía que contar con estrategia, más que con fuerza. Don Pelayo sabía que tenía que motivar a sus hombres y mujeres con algo que les hiciera vencer el lógico miedo ante el volumen de la fuerza musulmana. Sabía de la experiencia del enemigo en las batallas, en contra, los suyos que siendo hábiles, no tenían experiencia en el campo de batalla y en la lucha cuerpo a cuerpo. IV Para ello Don Pelayo se retiró a meditar, necesitaba motivar a sus guerreros ávidos de recuperar sus bienes, pero advenedizos, en el arte de la guerra. Cuando se presentó de nuevo ante sus hombres y mujeres —como en la metáfora de Moisés cuando se presentó ante los hebreos con el decálogo de Yahveh, en el monte Sinaí—, V portaba entre sus manos una cruz hecha con ramas de roble, alzándola ante los guerreros, les dijo: «…he visto en el cielo una inmensa Cruz Bermeja, el Pendón perdido de los godos en la batalla de Guadalete. La Virgen, me ha entregado ésta cruz, asegurándonos la victoria frente al infiel musulmán». ¡Ixuxú! ¡Ixuxú! (Grito Astur de brío para guerrear) Lo que hoy sería una perorata, entonces sirvió como detonante fundamental para el ánimo de los creyentes. Los enaltecidos cristianos se llenaron de ardor guerrero, ansiosos de enfrentarse al enemigo y terminar con el yugo musulmán, «Nadie debe obedecer a aquel que no merece mandar» (Cicerón) Don Pelayo contaba a partir de ese momento con un aliado invencible, con más poder que las armas y la experiencia en el campo de batalla, la Fe. VI Antes del ataque como era preceptivo, el general Al Qama, envió un emisario con instrucciones para negociar la rendición de los rebeldes. Las crónicas sitúan a; Oppas, Obispo cristiano de Toledo como mediador ante Don Pelayo. Intentó con su dialéctica convencer al líder, le refiere en primer lugar la fuerza musulmana contra los rebeldes, que superaba en número y experiencia a los rebeldes, luego continuó con las bendiciones que significaba someterse al reino musulmán, donde todo eran parabienes, se les devolverían sus tierras y bienes requisados y le ofrecía la paz en convivencia. VII Don Pelayo, le transmite que por su parte las propiedades las recuperaran una vez expulsen a los musulmanes del territorio, los cristianos cuentan con el favor de la Virgen y de la Fe en Dios. La suerte estaba echada y los contrincantes debían tomar sus respectivas posiciones. Don Pelayo condujo a sus valientes guerreros hasta la Cueva Dominica (Cova Dominica, o cueva de la Virgen de Covadonga), sita en la parroquia de Cangas de Onís entre enormes depresiones orográficas. Los astures conocían perfectamente los desfiladeros, lugar por ellos elegido para recibir a los musulmanes en el enfrentamiento. El conocimiento del terreno les permitía cambiar su posición constantemente e ir alterado el escenario de las cargas. Cuando los moros atacaban el último reducto conocido, se encontraban con una trampa bien urdida por los cristianos. Los musulmanes estaban sufriendo numerosas bajas, sus flechas y piedras, se volvían contra ellos cuando las lanzaban hacia la altura del desfiladero intentando alcanzar a los cristianos, hecho que les hacía pensar en algo divino que favorecía a los cristianos. VIII Don Pelayo, con sus hombres y mujeres, consiguieron el repliegue de los musulmanes que aprovecharon para lanzarse sobre ellos en una última carga física. Hay crónicas que refieren que tan solo quedaron 20 o 30 de los 300 iniciales. El número exacto ya he revelado que es incierto, pero todavía hoy, es posible encontrar restos óseos pertenecientes a participes de aquella histórica Batalla. 1En el desfiladero; cada sitio, guarda una memoria, cada peñasco significa un baluarte, cada angostura la tumba de un héroe, cada eco de la montaña, una voz misteriosa que, resonando todavía a pesar de los siglos, se escucha en la soledad de los Picos, es el último canto de la Victoria. 1(Tomado del libro: Restauración de la Monarquía Visigoda en el siglo VIII, de José Caveda. Memorias de la real academia de la Historia) Había empezado la reconquista de los cristianos y no había fuerza que contuviera la Fe en la Cruz. IX Las diferentes crónicas coinciden en la fecha del fallecimiento de Don Pelayo, datada en; Cangas de Onís del año 737, sus restos continúan depositados en la Santa Cueva de Covadonga. Le sucedió en el trono, su hijo Favila. Nota del autor: Lo aquí narrado, es solamente un resumen de una gran Batalla, con un gran desencadenante, no solo para el futuro de lo que hoy es España, también para Europa. Luis Torres Píñar ©Sobre todo el texto correspondiente al Autor. X .