Un Pasaje Oscuro De Góngora Aclarado: El Animal Tenebroso De La Soledad Primera (Vv
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Criticón 120-121 | 2014 Discursos de ruptura y renovación: la formación de la prosa áurea Un pasaje oscuro de Góngora aclarado: el animal tenebroso de la Soledad primera (vv. 64-83) Ignacio Arellano Edición electrónica URL: http://journals.openedition.org/criticon/901 DOI: 10.4000/criticon.901 ISSN: 2272-9852 Editor Presses universitaires du Midi Edición impresa Fecha de publicación: 1 julio 2014 Paginación: 201-233 ISBN: 978-2-8107-0317-3 ISSN: 0247-381X Referencia electrónica Ignacio Arellano, « Un pasaje oscuro de Góngora aclarado: el animal tenebroso de la Soledad primera (vv. 64-83) », Criticón [En línea], 120-121 | 2014, Publicado el 05 mayo 2015, consultado el 02 mayo 2019. URL : http://journals.openedition.org/criticon/901 ; DOI : 10.4000/criticon.901 Criticòn está distribuido bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional. CRITICÓN, 120-121, 2014, pp. 201-233. Un pasaje oscuro de Góngora aclarado: el animal tenebroso de la Soledad primera (vv. 64-83) Ignacio Arellano GRISO – Universidad de Navarra Para Robert Jammes, con mi admiración por su sabiduría gongorista E l p a s a j e o s c u r o d e l a S O L E D A D P R I M E R A Al publicar su espléndida edición de las Soledades (1994)1, a propósito del pasaje del animal tenebroso que lleva el carbunclo en la frente, aludía Robert Jammes a una «pista que sigue actualmente [...] mi colega Ignacio Arellano», en búsqueda de la identificación del dicho animal, que ha venido resultando desconocido o discutible para generaciones de comentaristas, editores y estudiosos de Góngora. Tempus fugit. Pasan los años y recién ahora abordo este objetivo, reuniendo algunas papeletas y glosas que me parece pueden aclarar definitivamente la debatida cuestión. Primero intentaré desmontar las propuestas que se han ido sucediendo, y luego aduciré mi solución, añadiendo una coda sobre la tradición «apócrifa» y su pervivencia hasta nuestros días. Se recordará que el náufrago peregrino, después de llegar a la costa y secar sus ropas, se dirige a través del monte hacia una luz que ve en la lejanía, «farol de una cabaña / que sobre el ferro está en aquel incierto / golfo de sombras anunciando el puerto» (vv. 59- 61): 1 Góngora, Soledades, ed. R. Jammes, p. 214. La «pista» de Pérez de Herrera, De carbunculis animadversiones no es muy útil, porque en realidad trata de la enfermedad del carbunco, y no de las piedras preciosas. 2 0 2 I G N A C I O A R E L L A N O Criticón, 120-121, 2014 ... Y recelando de invidïosa bárbara arboleda interposición, cuando de vientos no conjuración alguna, cual, haciendo el villano la fragosa montaña fácil llano, atento sigue aquella (aun a pesar de la tinieblas bella, aun a pesar de las estrellas clara) piedra, indigna tiara (si tradición apócrifa no miente) de animal tenebroso, cuya frente carro es brillante de nocturno día: tal, diligente, el paso el joven apresura con igual pie que el raso, fijo (a despecho de la niebla fría) en el carbunclo, Norte de su aguja, o el Austro brame o la arboleda cruja. (vv. 64-83) ¿Cuál es ese animal tenebroso (‘nocturno’) que lleva en la frente un carbunclo2 que brilla en las tinieblas? E s t a d o d e l a c u e s t i ó n . L o s c o m e n t a r i s t a s a n t i g u o s . L o b o s , á s p i d e s y d r a g o n e s Pedro Díaz de Rivas3, hacia 1615-1624, ofrece un primer comentario que atribuye a una hablilla del vulgo la existencia de un animal indeterminado que lleva en la cabeza una piedra refulgente: Es vulgar tradición que hay cierto animal que tiene en la cabeza una piedra tan resplandeciente que de noche sirve de guía y luz al caminante. Esto tiene por autor al vulgo, y no se afianza con testimonio de scriptor grave. Nótese la indeterminación de la nota: «cierto animal», «una piedra» (en realidad es exactamente el carbunclo), «tiene por autor al vulgo»..., y la ausencia de testimonios que documenten el motivo con mayor precisión. Pellicer dedica más de una columna (cols. 380-381) de sus Lecciones solemnes a la tiara, con infinidad de autoridades y citas, pero sobre la piedra en sí dice escuetamente: Entiéndese del carbunclo, que se dice que trae en la cabeza esta piedra el lobo, ese es el animal tenebroso, cuya frente es carro que trae el día, por el resplandor. (col. 380) [...] Es el carbunco que trae en su cabeza el lobo. Plinio, lib. 37, cap. 7. Algunos lo tienen por fabuloso y por eso D. L. se previene, diciendo «si no miente la tradición» (col. 381). 2 En los textos que citaré enseguida aparecen de manera indistinta las formas carbunclo y carbunco. 3 Pedro Díaz de Rivas, Anotaciones y defensas a la primera Soledad, fol. 195. El texto lo cito por Jammes, 1994, p. 212. U N P A S A J E O S C U R O D E G Ó N G O R A A C L A R A D O 2 0 3 La falta de autoridades en comentarista tan inclinado a exhibir una abrumadora erudición sugiere que Pellicer en realidad no tiene idea de cuál es el animal de la Soledad, lo que se confirma con la cita tramposa de Plinio. Pues en efecto, el lugar aducido de Plinio nada dice del lobo ni de que lleve en la frente ni el carbunclo ni piedra ninguna. El capítulo 7 del libro 37 de la Naturalis Historia4 trata «De los géneros de carbuncos y de sus vicios y experiencias, y de las piedras preciosas ardientes», con disquisiciones sobre las variedades de carbunclos indianos, garamantos, etiópicos, alabándicos, amestitizontas, sirtitas, antracites, machos y hembras, etc., sin mención animal alguna. La única referencia al lobo, y muy indirecta, se halla en el cap. 11 «De las piedras preciosas que han tomado nombre de miembros humanos y de las que le han tomado de animales y otras cosas», donde se habla de la piedra licoftalmos «como los ojos del lobo, en todo semejante a ellos», pero que ni se halla en la frente del lobo ni brilla como el carbunclo en la oscuridad. Otros lapidarios más o menos contemporáneos, como el Libro de las virtudes y propiedades maravillosas de las piedras preciosas de Gaspar de Morales, ignoran completamente esta localización del carbunclo en la cabeza del lobo, que es, sin duda, una invención de Pellicer para salir del paso. La triquiñuela del erudito no pasó desapercibida a Salcedo Coronel5, que se burla de esta historia del lobo: Indigna tiara si tradición apócrifa no miente de animal tenebroso. Que sirve de corona indigna o tiara. Esto es, que la trae indignamente a la cabeza animal tenebroso, si no miente la tradición escondida o sin autoridad que lo propone. Dejose llevar don Luis del error pueril de los que dicen que el carbunco lo trae cierto animal en la cabeza, y que de noche resplandece como llamas de fuego, sin que hasta hoy hayamos visto este animal. Por ventura dio motivo a este sueño hallarse en la cabeza de los dragones cierta piedra preciosa que se llama draconites. Plin. lib. 37, cap. 10 [...] afirma el mismo Solino que para que esta piedra lo sea es menester sacarla estando vivo el dragón, porque si muere antes se desvanece [...] Jerónimo de Huerta en su traducción de Plinio, tan digna de estimación, se descuidó en este lugar y tradujo así: «Pero si le cortan la cabeza estando vivo nunca el celebro se convierte en piedra», queriendo decir Plinio que si no le sacaban la piedra estando vivo, nunca se convertía en piedra. El modo como se saca refiere el mismo autor, que es estando durmiendo, y para esto esparcen en viendo al dragón medicamentos que provocan a sueño, con que consiguen el intento [...] Su color dicen que es cándido trasparente [...] Cierto comentador de don Luis [Pellicer] a estas Soledades dice que es el lobo de quien habla y que este animal trae en la cabeza el carbunco; cita a Plinio, lib. 37, cap. 7. Sin duda debe de ser otro Plinio que tiene en su biblioteca, porque en los que todos han visto no se hallará semejante burlería. Bien es verdad que en el lib. 8, cap. 37, hablando del lince, que es un género de lobos y de su orina, dice: Lyncum humor ita redditus ubi gignitur glaciatur arescitve 4 Uso la traducción de Jerónimo de Huerta [1624], Madrid, Visor, 1999. 5 Salcedo Coronel, Soledades de don Luis de Góngora comentadas por don García de Salcedo Coronel, fol. 29r-v. 2 0 4 I G N A C I O A R E L L A N O Criticón, 120-121, 2014 in gemmas carbunculis similes [...] vea pues el curioso si es lo mismo orinar esta piedra que traerla en la cabeza... Salcedo Coronel se burla de Pellicer —la mención del lincurio es jocosa para asociar la piedra con la orina y resaltar lo disparatado que sería relacionar el lobo con el carbunclo del poema—, pero tampoco identifica ese «cierto animal» que corre entre los pueriles errores del vulgo6. Lo que se le ocurre es traer a colación a los dragones, que, en efecto, merecen unas palabras. Salcedo Coronel, nótese bien, no dice que el animal gongorino sea el dragón, sino que puede haber inspirado «este sueño» (‘ese animal fantástico’) el motivo de la draconites, piedra distinta del carbunclo, y bien documentada en los bestiarios y lapidarios.