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'mm _ FONDO RICARDO COVAWMÄIAS

CARLOS FERNÁNDEZ SHAW

Poesía

de ia Sierra

MADRID SEVILLA Fernando Fé j Juan Antonio Fé

Puerta del Sol, i5. || Sierpes, 89.

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898887 FONDO RICARDO COVARRUBIAS A LA MEMORIA

Es propiedad. DE UNA SANTA MUJER, Queda hecho el depósito que marca la ley. ESPEJO DE VIRTUDES, FUENTE DE AMOR, MADRE DE MI CUERPO MORTAL, MADRE DE MI ALMA.

BIBLIOTECA UNlVE^'pra* "ALFONSO F

FONOO «C^HOO COV«*».«

Tipografía de Archivos, Infantas, 42. Serranas he cantado. Son hijas de la Sierra. Sus campos y sus pueblos, mis penas en sus valles, mis penas en sus montes, luciéronme sentir. Por cumbres y laderas, vagando, divagando... mis versos escribí.

Y así nació mi libro, sincero cuanto pobre. Dictáronlo, de acuerdo, la Sierra y el Dolor. Lectores, si los halla; lectores indulgentes: con él, en vuestras manos, más bien que mis estrofas tendréis mi corazón.

SIBRRA DE GUADARRAMA. Junio-Septiembre, 1907. INVOCACIÓN

Cañada hermosa, cañada del puerto de la Fuenfría, ¡qué alegre estás, inundada por la luz del mediodía! ¡Cuán lozana reverberas ante mis ojos cansados! Verdes lucen tus laderas, verdes relucen tus prados, de amarillas florecillas—sal picados. Risueño, primaveral, sus rayos derrocha el sol; un sol rumboso y jovial, clásicamente español. Apretados, rumorosos, con el rumor de los mares, trepan hasta el horizonte, del airecillo serrano, subiendo de monte en monte, que es tan sano... los verdinegros pinares. por lo mismo que es tan bueno. Pasa el aire, tibio y lento, Que recobre yo en tu seno regalando juicio para discurrir, con su aliento calma para proceder, los olores—campesinos ¡y fuerzas para sufrir! de las flores—y los pinos, ¡¡y alientos para querer!! y va el arroyo cantando ¡¡Vuélveme la fe pasada, por la sombrosa hondonada... devuélveme la alegría, ¡Qué alegre estás, inundada cañada hermosa, cañada por la luz del mediodía, del puerto de la Fuenfría!! cañada hermosa, cañada del puerto de la Fuenfría!

Mas si es fuerza que sucumba; si me destina la suerte Pasada la juventud, calma tan sólo en la tumba, víctima del mal que tengo por todo alivio la muerte, cese pronto mi ansiedad; como castigo, á ti vengo cese, por fin, la inquietud buscando paz y salud; de la terca enfermedad paz, de la que siempre fui que en su misma lentitud más que amigo, adorador, pone su mayor maldad; y salud, mi bien mayor duélete de mi dolor, y el primero que perdí. y acabe ya mi agonía; Propicias vuelvan á mí mándame un aire traidor bajo el influjo sereno que apague la vida mía, y en la hondura más umbría de tu más negra hondonada, ¡¡sepúltame bien, cañada del puerto de la Fuenfríaü

LAS CUMBRES

¿Son las altas cabezas — de los recios titanes que después de su lucha — por el fuego celeste sobre el haz de la tierra — se quedaron dormidos?

Son las altas y hermosas, — las altísimas cumbres, que se elevan al cielo — virginales y blancas, afirmándose en hombros — de magníficos montes,- con sus picos envueltos — en jirones de bruma, con sus agrias laderas — salpicadas de pinos, con sus tajos enormes — rebosantes de nieve. Son las altas y hermosas, — las altísimas cumbres, profanadas apenas — por los pasos del hombre.

En sus hondas cavernas — regias águilas viven. Por su atmósfera límpida — regias águilas cruzan. Al posarse, fijando —sus fortísimas garras en peñascos inmobles; — destacando su bulto sobre el fondo del cielo; — con las alas abiertas, l7

á volar preparadas; — encendidos los ojos, y olvidando á los hombres. - Pero no; de sus anchas y nerviosas y erguidas - las cabezas menudas, y robustas vertientes, - brota el agua, que es fuerza, de revuelto plumaje; - ¡poderosas y libres! — movimiento y frescura; - que da vida á los campos escapadas parecen — de imperiales escudos. y salud á los hombres, - y desciende á raudales, ¡sobre el césped corriendo! - ¡rebrincando en las rocas! Es de ver si las nubes -á los montes se enredan, ¡los arroyos formando — y acreciendo los ríos! y sus flancos asaltan. — Va con ellas el rayo ¡avivando los gérmenes, - fecundando la Tierra! que las cruza de pronto-con zigzag de serpiente, y en su seno revienta, — de su seno se escapa, Son así, como cumbres, — los altivos talentos como en tromba, la lluvia-por el viento batida, de los hombres preclaros, - que en amargas vigilias mientras crujen los aires,-al sentir de improviso y tras tercos afanes —para el hombre descubren que desgarra sus ondas, - á zarpazos, el trueno. la verdad de la Ciencia; - los que luchan y luchan Y entre tanto que asaltan - á los montes las nubes 4 por que cedan y entreguen, - el Enigma su arcano y descarga la horrible, - pavorosa tormenta; su secreto la Esfinge; - los que rasgan las sombras sobre truenos y rayos, - vendavales y lluvia, en que envuelve y esconde - sus misterios la Vida. se levantan las cumbres - arrogantes y hermosas, y sus picos emergen - del siniestro nublado Respetemos la suya. — Solitarios y tristes, como claros islotes - sobre un mar de tinieblas. orgullosos parecen: — apartados del mundo, ¡Se levantan las frentes-de los recios titanes, á una bóveda pura, - despejada y tranquila, ' y alejados del hombre. — Pero no; son los faros donde el sol resplandece - como escudo de llamas, que señalan sus rumbos — á las naves que luchan ó refulge la luna — como rosa de nieve; con el mar y la noche; — las estrellas que guían donde brillan y brillan, - titilantes y azules, por el largo desierto. — Para el hombre trabajan, las estrellas, las flores-del jardín de los cielos!.. para el hombre que sufre;-para el hombre, su hermano.

Solitarias y tristes, — orgullosas y altivas; Adoremos las cumbres. — En silencio y altivas, generosas al cabo, — con la tierra y el hombre, orgullosas parecen: — desdeñando á los valles ¡respetemos las cimas, — adoremos las cumbres! BUCÓLICA

El sol, ya sin corona, declina tras el monte. Está como incendiado... Deslumhra el horizonte...

Empieza á desprenderse la sombra sosegada... Ya sube desde el río; ya invade la cañada.

Por las ondas del aire, hace poco tranquilas, suena, con claras notas, un repique de esquilas, y un rebaño aparece, confuso y blanquecino, dominando un repecho del angosto camino.

Es uno de esos típicos, numerosos rebaños, que la tórrida Mancha dejan todos los años cuando el calor de Junio, como temible azote, requema las llanuras que ilustró Don Quijote, con otro blanco golpe de carneros lucidos, para buscar la fresca temperatura sana —las testas bien armadas de cuernos retorcidos, que en verano les brinda la tierra segoviana.

los cuerpos tan guardados, con lanas tan espesas,— Viene el largo rebaño, de polvo muy cubierto, y cuatro grandes perros, feroces en sus presas. con andar fatigoso, en demanda del puerto. En un serón de un potro va un chivo fatigado. Para dejarle paso, me encaramo en la cerca Ni un momento se aparta la madre de su lado. de unos prados vecinos. El rebaño se acerca. Mirándole se alegra, mirándole camina. Un buen pastor lo guía, seguido por sus perros, El chivillo se asoma, y la madre se empina, y van detrás, sonando sus enormes cencerros, .y así como los pájaros se besan con los picos, unos carneros mansos, que marchan muy unidos, fOotan ellos, gozosos, los trémulos hocicos. de lanas muy espesas y cuernos retorcidos. V Si alguna oveja escapa por la verde ladera, Siguen muchas ovejas, á miles, apretadas, un pastor la detiene con pedrada certera, como si fueran todas por el miedo llevadas; y repite su historia la oveja desmandada cabras negras y rubias, como noches y días, con quien ejerce oficios de razón la pedrada. y entre cabras y ovejas, rebrincando, las crías.

A lomos de sus recios caballos andadores llevan el atavío los morenos pastores, El rebaño se aleja. La noche se avecina. que á su grey acompañan, con perenne cuidado, En las sombras que crecen, el rebaño camina. y que á la postre cierran la marcha del ganado Mientras se va apagando la tarde melancólica, se va desvaneciendo la aparición bucólica.

Voy, sin sentir, dejando el mundo y su ruido CONFESIÓN en un lejano término de un sosegado olvido.

Paréceme que aquieta sus zozobras el alma Una insensata vehemencia en la paz inefable de esta infinita calma... para sentir me ha perdido. La lucha por la existencia Desde un pueblo cercano, llegan las vibraciones, me ha rendido. graves y prolongadas, del toque de oraciones. Vivo presa de un terror, El aire es apacible. Sopla apenas, muy blando. ¡que no es el miedo á morir! Ya muy lejos, muy lejos, un pastor va cantando. Lo que me causa pavor es vivir. En este misterioso morir de un bello día, el campo da su aroma más puro: su poesía. Apenas mi sombra soy, con martirio tanto y tanto, Bajo su influjo mágico, parece la cañada y así muriéndome voy, más hermosa que nunca, ¡de si misma encantadal muñéndome voy... ¡de espanto

Por el sereno ambiente de este cuadro de idilio, Esta es la triste verdad dijérase que pasa la sombra de Virgilio... de mi suerte. Los que sabéis mi ansiedad, ¡tenedme, por Dios, piedad en mi vida y en mi muerte! LA NOCHE DE LAS HOGUERAS

I

La noche ha llegado, purísima y clara. Apuestos galanes y mozas apuestas, que siempre con filtros de amor hechizara la clásica noche, ¡tornad á sus fiestas! La noche famosa volvió de San Juan. San Juan á los hombres sonríe. De ver sus leyendas triunfantes se engríe. ¡Galanes y mozas, cantad y bailad! Los cielos se visten con luces de plata. Es astro en la tierra la roja fogata. La noche es de ensueños. ¡Galanes y mozas, soñad! La fiesta es de amores. ¡¡Doncellas y mozos, amad!!

Redonda, la luna, preside el encanto del mundo que goza, del hombre que marcha detrás de un ensueño, feliz entretanto... ¡Prendida parece, del cielo en el manto, con grandes victorias de amor y fortuna, magnífica rosa de luz y de escarcha! risueñas las mozas, los mozos risueños...; Su luz misteriosa, que es pura delicia, ¡y sigue alumbrando la fiesta la luna, se aduerme en el llano, recubre la sierra, la luna, que es astro de amor y de ensueños! se extiende impalpable... Como una caricia que viene del Cielo, recorre la Tierra. Empiezan á poco las coplas de amores, No es dable que miren que cantan el logro de tiernos favores los ojos humanos mayor hermosura. ó lloran las penas de injusto desvío... Bellezas tan dulces no es dable que inspiren Y, en tanto, jqué gozo! ¡praderas y alcores, mayores anhelos de paz y ventura. montañas y valles, con frutos y flores, la entrada celebran del pródigo Estío!! ¡Qué cuadro tan vivo! Lo veo La noche es de ensueños. con ávidos ojos. ¡Lo evoca el deseol ¡Galanes y mozas, soñad! Cuán buena retorna, sembrando esperanzas, La fiesta es de amores. la noche en que es siempre verdad la quimera. 1] Doncel las y mozos, amad!! Los mozos y mozas enredan sus danzas en torno á la hoguera... Con saltos y gritos, nerviosos, vibrantes, las vueltas repiten del clásico juego; II inundan á veces de luz sus semblantes las llamas que crujen, con tonos de fuego. ¡Ay, que aquí, por la sierra en que habito, Sus manos se estrechan y enlazan, donde ha noches levanto mi tienda, formados en ronda circulan veloces; donde busco la cura ó la enmienda persígnense locos, y al cabo se abrazan, de este mal que me acosa, maldito, llenando los aires de báquicas voces. —dominando en la cumbre al granito, Y sigilen danzando, sin eesar fatigando la senda, soñando..., soñando se comete... el enorme delito de ignorar tan hermosa leyenda! Levantad, extended,—candeladas Y en tan mágica noche no encuentro de San Juan, en mi típica tierra,— ni misterios dichosos que encanten, levantad y extended llamaradas ni doncellas graciosas que rían, que iluminen mi lúgubre sierra; ni galanes apuestos que canten. llamaradas de amor y de fuego, Y no puedo sentir esperanzas, para un pobre, que muere de hastío; ilusiones de gloria y amor; para un triste, de espíritu ciego; sólo siento pesar, y añoranzas ¡para un alma que tiembla de frío! de otro tiempo, pasado y mejor; ¡Que me llegue su luz! Que un instante, de otra tierra, lejana, ¡la mía! como al sol de una rubia mañana, ¡mejor que ninguna! mire yo, con transportes de amante, donde habrá... ¡cuánto amor! ¡qué alegría! mi ciudad, mi ciudad gaditana; ¡cuánta gente que cante y que ría!... ¡que yo sueñe también!,"que me vea ¡esta noche! ¡¡á la luz de esta luna!! como entonces, con alma de niño; ¡Ay, la alegre región gaditana; sin pesares ni angustias; ¡que crea mi tierra, lejana; que en el mundo no hay más que cariño!; los Puertos... Chiclana... ¡que no medran astutos traidores, que estaréis... estaréis á estas horas que no matan los grandes dolores, para mí tan esquivas, tan fieras, que no arraigan los grandes temores como envueltos en lumbre de auroras sino en ánimos viles, pequeños..! á la luz de las altas hogueras.. 1 ¡Ame yol ¡La velada es de amores! ¡Ay, mi tiempo pasado y perdido! ¡¡Sueñe yo, que es la noche de ensueños!! ¡Cuánto y cuánto recuerdo querido, de mis locos y vanos empeños, me atormenta, me acosa, vencido! ¡Ay, por algo esta noche es de ensueños, pero no de piedad ni de olvido! TOQUE DE ÁNIMAS

Desde la hermosa cañada no se alcanza á ver el pueblo. Lo secuestran, á mis ojos, con sus moles, unos cerros. Pero en las ondas suaves del aire fino y sereno, turbando la hermosa calma de un dulcísimo silencio, —mientras la tarde, en los brazos de la noche, va muriendo,— llegan á mí, repetidos, prolongados por los ecos, los sones de las campanas de la iglesia... ¡pobre templo que encaramado en el monte parece escalar el cielo! Tocan á oraciones. Vibran Esta emoción es muy triste, los tañidos graves, lentos, pero es muy dulce también. desgranados, ¡misteriosos!, Anhela por un mañana, ¡¡pavorosos!!, ¡plañideros! suspira oor un ayer. Llegan hasta mí con trémulas ...Y sigo rezando, y digo vibraciones de lamento, pensando y pensando en él: destacados en el aire Por el alma de mi padre, sobre un solemne silencio; que goce de Dios. Amén. mientras se escuchan apenas, como murmullos ligeros, Allá en Oriente, ya brillan ¡as coplas de unos pastores algunos blancos luceros. que están muy lejos, muy lejos., Las plañideras campanas mientras la tarde, en los brazos siguen sonando á lo lejos. de la noche, va muriendo A cada instante resuenan sus tañidos más siniestros, y al resonar se destacan Las plañideras campanas invitan á la oración. sobre un más grave silencio. Ya en los cielos brilla apenas Tenuemente, vagamente, la luz muriente del sol. nacen y luchan en mí Siento el alma conmovida sensaciones misteriosas por una intensa emoción. del vivir y del morir. Y empiezo á rezar, y digo, Y siguen vueltos mis ojos con lágrimas en la voz: hacia el recuerdo infeliz, Por el alma de la madre y vuelvo á rezar, y vuelvo, de mi vida, que esté en Dios. con lágrimas, á decir: Por el eterno descanso No sé definir la angustia de aquel hijo que perdí. que voy sintiendo. ¡No sé! Van creciendo, van creciendo, ¡Recemos, alma, recemos! mi zozobra y mi inquietud. ¡Dios nos mira! Dios me escucha Se va espesando la sombra. compasivo... Se va extinguiendo la luz.

Torno á pensar en la muerte, PADRE NUESTRO... y en mi caduca salud, y digo, mirando al cielo, los brazos abriendo en cruz: Por el eterno descanso de mi cuerpo. Amén, Jesús.

Cerró la noche, piadosa. Poco á poco enmudecieron las campanas. Ya no turban la majestad del silencio ni la más lejana copla, ni el murmullo más ligero. Y en tanto, yo, todavía rezo y lloro, lloro y rezo: por todos los que me amaron, y pasaron... ¡y se fueron! ¡¡por cuantos hoy me quisieren!! ¡¡por mis vivos y mis muertos!!

¡Ay, que el llorar es alivio, como el rezar es consuelo! ¡Llorad bien, llorad, mis ojos! MAÑANA DE JUNIO

El sol se ha presentado tan sonriente desgarrando las sombras allá en Oriente, sus rayos nos deslumhran de tal manera, que parece que brilla por vez primera. Con él se ha levantado la fresca brisa, vacilante al principio, como indecisa, como si no pudiera, con soplo lento, recobrar, de improviso, todo su aliento. Pero pronto se alegra, pronto se anima; se tiende por el valle, trepa á la cima; roza de las montañas los verdes flancos; se escurre por las quiebras de los barrancos; se enreda entre las ramas de los pinares, y juega con el humo de los hogares; y lo mismo en la cumbre, de sol bañada, que en la grata penumbra de la cañada, por donde va volando lleva alegría... jet alegre saludo del nuevo dial Mañana deliciosa, toda pureza; en su cauce de peñas, de tajo en tajo, regalo de la Madre Naturaleza; rebrincando de gusto, montaña abajo; expansión de la vida de! tiempo mozo, reventando en espumas tornasoladas, que retorna á los campos lleno de gozo: igual que si rompieran en carcajadas. cuanto vuelve contigo de ti se engríe, canta con tu hermosura, ¡contigo ríe! Los rosales se cubren de mariposas Todo á tu paso leve feliz despierta. como si se pusieran alas sus rosas; Vas llamando en el pueblo, de puerta en puerta, mariposas vestidas de resplandores, y á tu aviso discreto, con luz de aurora, que en los frescos rosales son como flores. va saliendo la gente madrugadora. Sobre el suelo quebrado de la vereda, Los árboles estaban medio dormidos; bajo el techo frondoso de la arboleda, ya despiértanse todos, estremecidos, unas mozas muy lindas corren brincando, estirando las ramas, cabeceando, y unos mozos alegres ¡as van cazando... como si se estuvieran desperezando..., Ellos insisten, ellas huyen veloces, y al sentir las caricias del sol ardiente, y á lo lejos se pierden sus frescas voces... se levantan y esponjan, ¡tan guapamente! Da vueltas y más vueltas, aprisa, ¡aprisa!, Los pájaros se escapan de las umbrías una campana alegre tocando á misa, para darse en el aire los «buenos días»; ¡y es la canción librante de la campana vuelan todos, revuelan, alborozados, un himno á la hermosura de la mañana! con los rápidos vuelos entrecruzados, y al tornar á sus ramas, y hallar sus nidos, Cuán brillante, cuán puro, cuán transparente, alegran los pinares con sus chillidos. cuán barrido de nieblas está el ambiente. En sus ondas tan limpias, tan sosegadas, Las aguas del arroyo parecen locas, destácanse las cosas como engarzadas. por lo inquietas que saltan sobre las rocas; Y es á la vez el aire tan vivo y loco, vuela tan lisonjero, pesa tan poco, tales son sus olores á cosas buenas, ique parece que pasa quitando penas!

¡Oh, hermosa lozanía del tiempo mozo, que retorna á los campos lleno de gozo; oh, gozo de los hombres, y de las cosas, en las buenas mañanas, buenas y hermosas; cuando todo es ventura, calma y consuelo; LA BALADA DE LOS VIEJOS la luz como una risa del claro cielo, y una risa del aire la inquieta brisa que en el bosque se pierde... loca de risa! I

Es noche de Noche Buena Mañana deliciosa, buena mañana, y es noche de temporal; alegre como el toque de esa campana, es noche para los lobos que en su torre da vueltas, aprisa, ¡aprisa!, que rondan por el pinar. cada vez más gozosa, tocando á misa: Las casucas de la aldea en el pecho me infundes alientos sanos, medio enterradas están. al soplo de estos puros aires serranos; Silba el aire lastimero. enciendes á mis ojos, en lontananza, Nieva y nieva sin cesar. con reflejos brillantes, luz de esperanza; Pobre aldehuela serrana, mi frente oreas, sumida en tétrica paz, y en mi mente disipas tristes ideas... invadida por la nieve, ¡Mañana cariñosa, bendita seas! batida del vendaval, ¡para ti no trajo fiestas la noche de Navidad!— Es muy grande en el invierno la miseria del lugar, que expiran sobre el hogar, y no hay fiestas donde faltan en un rincón renegrido gozo y lumbre, vino y pan. del polvoriento portal. ¡Qué noche de Noche Buena! Solloza el viejo; la vieja ¡qué noche de temporal! solloza y solloza más... ¡qué noche para los lobos En vano luchan los pobres que rondan por el pinar! contra la suerte fatal. Tuvieron hijos muy majos; nietos de alegre parlar, con los cabellos muy rubios, con el aire muy galán. De su casa—medio hundida- Murieron sus hijos todos, de su casa en el zaguán, —Dios los tenga en santa paz!— cerrado por una puerta y sus nietos,—¡cuántas penas!— que encaja y que cierra mal, hechos mozos, mozas ya. una abuela y un abuelo, Quedáronse los abuelos muy comidos de la edad, en horrenda soledad; encorvados por las penas por sus duelos acabados, y los años á la par, consumidos de llorar. ¡tan débiles que parecen Desde entonces ya no aguardan la extrema debilidad!, la noche de Navidad, sentados junto á la lumbre como en el tiempo dichoso, pasando la noche van. para cantar y bailar. El fuego, que débilmente Sólo á veces, con un dejo disipa la obscuridad, de zozobra y de ansiedad, y entibia apenas el frío tímido tiembla en sus labios de la velada glacial, un viejo y triste cantar, es el fuego de unas brasas copla que vibra en el aire ¿Qué balbuce? La balada como un toque funeral: de los viejos del lugar; ¡La Noche Buena se viene, canción de un tiempo remoto, la Noche Buena se val flor marchita de otra edad; Y nosotros nos iremos la Balada de la Muerte y no volveremos más.— que es tan mala de cantar, otros versos que resuenan como un toque funeral. Todos los hombres dél pueblo Clama el aire, desolado. de niños la saben ya; Nieva y nieva sin cesar. de viejos, todos la cantan, Solloza el viejo, !a vieja con un tono siempre igual, solloza y solloza más. con un rancio y plañidero Y las brasas agonizan sonsonete de juglar. lentamente en el hogar, Clama el viento, desolado. y va siendo más medrosa Nieva y nieva sin piedad. cada vez la obscuridad, La abuela suspira. El viejo y más temeroso el frío diciendo y cantando va: de la velada glacial. De pronto, principia el viejo, con voz baja, á recitar; con una voz pavorosa, «i Segador! como ninguna quizás; ¡Llévate allá tu guadaña! con un rancio y monotono ¡Por el amor del Señor! sonsonete de juglar. La tengo en tan grande horror ¿Qué dice? ¿Por qué la abuela como el sembrado al granizo, temblando y temblando está? como el monte á la alimaña, y como al aire invernizo Siegas tú la mies gr añada, la gente de la montaña. tan dorada; Escúchame, por favor. bien regada ¡Llévate allá tu guadaña, por lluvias apetecidas, segador! y aquí las hierbas lucidas... La Muerte, que es más osada, siega vidas. Postráronme desengaños; al fin me acaban los años, »Mas no; no escuches mi ruego, y al fin me acecha la muerte, ni con sorpresa me mires. que es más fuerte No tan luego que tu brazo, segador. con los tuyos te retires. ¡Ya viene por la montaña, No te alejes por donde el aire traidor...! tan de pronto; no me dejes ¡¡Defiéndeme, por favor!! sin compaña. ¡¡Siégala con tu guadaña, ¡Por el amor del Señor! segador!!» Espera con tu guadaña, segador.

»Tiemblo como no temblé, Sonó de súbito un golpe sufro como no sufrí, sobre el angosto portón. ni cuando más recelé La abuela gritó espantada, ni cuando más padecí. y el abuelo enmudeció. Ve por qué. Nuevos golpes, repetidos, candelas sus ojos son. aumentaron su terror. Mírala bien, que nos mira, Silbaba el aire furioso como en acecho, á los dos. con ímpetus de ciclón. Nevaba recio. En las sombras otro golpe resonó. «¿Quién va?» los viejos gritaron, con grande miedo en la voz. En vano quiso el abuelo cerrar el tosco portón. Escucharon anhelantes, Una y diez veces, el ímpetu pero nadie respondió. del viento lo rechazó, ¿Era el viento quien llamaba con sus zarpazos de fiera, sobre el rústico portón? con su empuje de ciclón. ¿La Muerte quizás? Los viejos Sobre el hogar, el rescoldo se encomendaron á Dios. del fuego se consumió; siguió penetrando el aire como un loco, y á traición; lentamente la tiniebla De pronto, al rápido empuje de la noche se espesó. del cierzo devastador, rota en tablones, la puerta de la casuca saltó, y entró el viento como loco, Amoratados del frío, ciego, terrible, feroz... traspasados de pavor, —jCierral Cierra—la abueluca refugiáronse los viejos desesperada gritó;— en el más hondo rincón. que es la Muerte la que llega, Murieron allí, del frío por donde el aire traidor. y del espanto, los dos. Su manto es manto de nieve; La Muerte fué quien llamara En las casucas no hay fiestas sobre el rústico portón, de comer y de bailar. dando golpes, á los golpes No hay fiestas donde no abundan del cierzo devastador. gozo y lumbre, vino y pan. Con el ímpetu del aire, Sólo un mozo rezagado, por la casuca se entró. rezagado en el cantar, ¡Vino en las alas del viento; va clamando por las calles, por donde el aire traidor! en medio del vendaval: La Noche Buena se viene, la Noche Buena se va! Y nosotros nos iremos, III y no volveremos más. ¡Qué noche tan temerosa! ¡Mala noche la de Pascua! ¡Qué noche de temporal! ¡Qué noche de temporal! ¡Qué noche para los lobos ¡Qué noche para los lobos que rondan por el pinar! que rondan por el pinar! La Noche Buena se viene... ¡Pobres abuelos! En tierra La Noche Buena se va... los pobres descansan ya. ¡Los abuelucos se fueron... ¡Felices ellos, al cabo! para no volver jamás! Los llevaron á enterrar donde sus hijos reposan, donde sus nietos están: en un hoyo del humilde Segador, campo santo del lugar. que siegas en la montaña Clama el viento, desoí ado. la hierba del prado en flor, Nieva y nieva sin piedad. cuando principia el verano: jllega pronto, sin temor, con la guadaña en la mano! La Muerte no tiene entraña para sentir el amor. Siega las vidas con saña. Si vuelve por la montaña, por donde el aire traidor, ¡¡siégala con tu guadaña, PIERROT EN LA SIERRA segador!!!

SCHERZO

Es una noche de luna clarísima, sin una gasa de niebla importuna. Á los pinares, pinares de nieve, baja Pierrot en un rayo de luna.

Llega Pierrot, deslizándose; joven, ágil, gallardo, con rostro risueño. Llega gentil, por un rayo de luna, cual por la escala de un místico sueño.

Baja á la orilla del trémulo río, que entre peñascos sus ondas desata, todo sembrado de chispas de luna; toca en la orilla de un río de plata; jllega pronto, sin temor, con la guadaña en la mano! La Muerte no tiene entraña para sentir el amor. Siega las vidas con saña. Si vuelve por la montaña, por donde el aire traidor, ¡¡siégala con tu guadaña, PIERROT EN LA SIERRA segador!!!

SCHERZO

Es una noche de luna clarísima, sin una gasa de niebla importuna. Á los pinares, pinares de nieve, baja Pierrot en un rayo de luna.

Llega Pierrot, deslizándose; joven, ágil, gallardo, con rostro risueño. Llega gentil, por un rayo de luna, cual por la escala de un místico sueño.

Baja á la orilla del trémulo río, que entre peñascos sus ondas desata, todo sembrado de chispas de luna; toca en la orilla de un río de plata; y con sus risas constantes alegra Deja su mundo, tan grande y fantástico, las arideces de un hosco barranco. por este mundo, vulgar y pequeño... donde parece su vida romántica, ¿Qué es lo que busca Pierrot, decidido, más que en el otro, la historia de un sueño. por el pinar, tan hermoso y agreste, por estas márgenes del río de plata, Náyade siéntese, del río en las márgenes; y en esta noche, tan clara y celeste? húmedas hierbas la sirven de adorno. Presto desnuda su cuerpo hermosísimo, ¿Qué es lo que busca Pierrot en la Tierra? cifra perfecta del curvo contorno... Claro lo dice su afán amoroso, que, bajo el cielo tranquilo, contrasta Y al descubrir perfecciones tan raras, con la delicia de tanto reposo. sin una sombra de gasa importuna, ¡más se estremecen las ondas del ríol Busca á su hermosa gentil Colombina. ¡más se estremecen los rayos de luna! Ella, que es pródiga de vanos caprichos, en la aventura de trágicos hechos Ella no advierte que tiemblan las aguas, como en la gracia de cómicos dichos, ni que, al mirarla, suspiran las frondas; ¡dócil entrega su cuerpo blanquísimo plácese á veces, en estas fragantes á las caricias de amor de las ondas! noches serenas de un cálido Junio, mientras inunda los cielos de encanto Súpolo ha poco Pierrot, en su mundo; la claridad del azul plenilunio... supo de tales alegres hazañas, por estos anchos piDares magníficos, plácese en dar diversión á sus ocios, en estas verdes y hermosas montañas; sin refrenar su indomable albedrío; por estos anchos y hermosos pinares, y con afán de causarle desvelos á las orillas del trémulo río. presto Pierrot devolvióse á la Tierra; ¡á los pinares, pinares de plata!; Van por los prados, corriendo y corriendo, ial corazón de la mágica sierra! y alborotando rediles y apriscos; * ganan un monte, y al cabo la cumbre, Vió, de improviso, detrás del ramaje con sus murales coronas de riscos. como brillar los destellos de un astro; como una imagen de diosa, blanquísima; Ya por las peñas, vestidas de musgo, como una estatua, de puro alabastro; al pretender avanzar, se resbalan; ya con los pies y las manos á un tiempo 7 era su amada la imagen, la diosa, moles terribles de piedras escalan. y era su amada la fúlgida estrella, más que vestida con galas, desnuda, Casi llorando, con voz de cariño, 1 toda desnuda, — ¡qué asombro! — más bella. él la suplica, que ceda y se fíe... ¡mientras la luna parece una cara Verla y llamarla fué todo en un punto. que de algún cómico lance se ríe! Roto, en un punto, quedóse el encanto. Ella le vió, y un momento quedóse ¡¡Ay de la Amada, que escapa á su dueñol! como clavada, clavada de espanto. Al descender por abrupta ladera, ya fatigosa..., nublados sus ojos..., Pero, bien pronto, repuesta del susto, entre zarzales quedó prisionera. fuese á la margen, con planta muy leve, y se internó por las frondas amigas, Llega Pierrot. ¡Ya la tiene! ¿Principia abandonando sus ropas de nieve. la escena, acaso, de un trágico drama? No. ¡Se repite la amable comedia Él, que la sigue, su amada escapándose, del caballero galante y su dama! luego la emprenden con larga carrera; él, como gamo robusto y airoso, Él la perdona, con frases de amores. y ella cual corza gentil y ligera. Ella le mira con mudo embeleso. jPronto un abrazo, de nuevo, los une! jJunta, muy pronto, sus bocas un beso!

¡Y él, todo blanco, su Amada blanquísima, sin una sombra de gasa importuna, suben al cielo, los dos, abrazados, sobre dos trémulos rayos de luna!..

AGUA DEL CIELO

Los campos, curtidos del sol y del aire, clamaban sedientos por lluvias benéficas. La lluvia ha llegado por fin, con la tarde; la lluvia anhelada, copiosa y serena.

Sintiendo sus gotas, sus gotas purísimas, las ramas se yerguen, se esponjan las flores, y un rápido aliento de intensa alegría parece que pasa por valles y montes. Los campos embeben las trémulas gotas, y olores despiden fragantes y frescos, y, al fin, cuando acaba la lluvia piadosa, 1 I ¡parece la tierra vestida de nuevol Mi» i!

LA DE LOS OJOS NEGROS

! li > II Zagala del gesto triste, II i1 zagala trigueña clara; con bella frente, de diosa; I nil" ¡IIi con fino cuerpo, de estatua; i i Sí í la déla boca encendida • más que la abierta granada; ¡II IB: flor de los tétricos montes ?! III como la flor de las jaras: tienes los ojos muy negros y tan ardientes, que abrasan; ojos grandes, que asesinan ó enloquecen á mansalva, IMM I" i;'í: l|l|iE 19' 8¡i i -i I con las pupilas muy hondas, con las pestañas muy largas. ¡plili l i ili Por eso un mozo moreno, y puñales porque matan... que está por las mozas guapas, ¡y ya sabes lo que dice anoche se fué á cantarte la copla que te cantaran: debajo de tu ventana, con su voz la más pulida, A todos los ojos negros y al compás de su guitarra: los van á prender mañana!.

A todos los ojos negros los van á prender mañana; tú, que tan negros los tienes, échate un velo á la cara.

Nunca ha mentido la Musa popular, sencilla y franca, ni cuando goces predice, ni cuando males presagia.

Atiende bien sus consejos, no los olvides, zagala, y échate un velo tupido, muy tupido, por la cara. Mira que tus ojos negros, los de tan negras pestañas, son candelas porque encienden, LA TORMENTA

El pueblo, y el monte, y el amplio contorno, se rinden postrados. Aplana el bochorno. Las tierras abrasan lo mismo que un horno. Difusa calina, difusa y confusa, recubre los picos, los puertos, en torno.

Se ahogaba la brisa; dejó la arboleda. El aire, en el bosque, dormido se queda. Aliento cansado de un pecho remeda. A rastras la densa neblina camina. Vapor asfixiante cubrió la roqueda.

No es grato: fatiga tan hondo sosiego. Los árboles callan, los pájaros luego. Las aguas se niegan al salto y al riego. Parece que el aire contagia; presagia que vienen, que llegan las nubes de fuego. 5 El fuego en sus hondas entrañas se encierra. Por toda la anchura del valle se tiende. Son nubes de espanto; son nubes de guerra. Ya vuelos emprende. Temblando á sus iras, se postra la tierra. Su soplo es de fuego: las tierras enciende. Ya vienen las nubes airadas, De pronto, en un solo y horrible momento, las nubes preñadas se espanta, se encoge con tímido aliento, de males y daños, las nubes de guerra. captado, cazado, comido del viento, Ya vienen, ya tienen y un cálido viento sus furias desata: cogida en sus garras á toda la sierra. el viento invencible, fogoso, terrible, ¡que ciega y que mata! En tanto, sofoca y aplana el bochorno. Las tierras transmiten la fiebre del horno. El viento es heraldo que manda la nube. El aire en el bosque dormido se queda. Lo mismo que el águila viene. Aliento cansado de un pecho remeda. Lo mismo que el águila sube. Recubre los montes intensa calina, Sus golpes no cuenta; y á rastras la densa neblina camina. ni pára ni alienta; parece que el mismo volar lo acrecienta; Un aire se mueve, muy leve... muy leve...; que el ímpetu mismo que lleva lo anima. un aire muy breve De un salto — ¡miradle! — se planta en la cima que apenas se mueve; que busca el milano y el pino corona, un aire muy manso que á nada se atreve; y allí, con acentos de furia violenta, un aire muy ledo, muy quedo; con bárbaras voces, publica y pregona un aire que tiembla, que tiembla de miedo... que acude, que viene detrás la tormenta.

El aire, tan quedo, se agita; Llegó como un monstruo, que teme de nada; despierta, palpita... se entró por el puerto, barrió la cañada, Un soplo que llega del monte lo excita. cual monstruo de múltiples brazos, Sus alas extiende. que á ciegas reparte sus recios zarpazos. ya es punta que escinde, que raja; Acá se levantan, y allá, remolinos ya es mazo tremendo que rompe y desgaja; que en ondas y en lluvia de polvo concluyen; ¡ya es fuerza de alud que descuaja! que barren atajos y borran caminos... Ya viene de un trazo, seguro, certero: Los pájaros llegan; los pájaros huyen... ni un punto en las ondas del aire se quiebra. Los árboles locos parecen, Ya traza en las ondas del aire ligero que así cabecean, y tal se estremecen, la marcha ondulante de larga culebra. y tal, con temblores de rápidas llamas, A veces, difunde su luz azulada agitan, nerviosos, las trémulas ramas. por toda la extensa cañada; Y en vano á la lucha se aprestan. á veces, sumando sus cárdenas lumbres, Prendidos, sujetos del suelo en que viven, lo mismo que un dardo se clava en las cumbres, con débiles golpes sus brazos contestan y en tanto, con voces de trágico treno, al golpe feroz que reciben. retumba, de valles en valles el trueno.

¡Ya vino la nube! Ya rasga sus senos, Más fuerte retumba volcando la lluvia á torrentes; que el viento que silba, que clama y que zumba... rebosan sus aguas los cauces rellenos; ¡Retumba!, ¡¡retumba!!, ¡y asombra y arredra! el torvo nublado vomita serpientes ¡Parece que estallan los montes de piedra! de escamas ardientes... ¡La bóveda inmensa parece que cruje! ¡Ya ciegan los rayos y aturden los truenos! ¡Parece que el aire fatídico ruge, Jamás la tormenta—¡cuán brava! ¡cuán dura!— con otra tormenta, de olímpicos celos; pasó ¡deslumhrándome! con tanta hermosura. que pone en los cielos rabiosos anhelos; ¡Jamás á mis ojos pasó tan altiva, que escala el nublado, con rápid© empuje, tan larga, tan recia, tan grande, tan viva! con súbitos vuelos, ¡Jamás la anunciaron, con tales acentos, y al cabo, triunfante, clavando su garra, con ímpetus tales, sus ásperos vientos! con fuerzas de Atlante, desgarra... desgarra... El rayo que baja desgarra los cielos!!! cortando las nubes, ya es filo que taja; ¡Tormenta grandiosa!., por tí transformado, ¡Descarga la nube, rasgando sus senos, por tí saturado volcando la lluvia á torrentes...! del hálito mismo, quizás, que te lleva, Rebosan sus aguas los cauces rellenos. ¡retorno á la vida del tiempo pasado!; El torvo nublado vomita serpientes ¡mi espíritu, alegre, su vida renueva! de escamas ardientes... ¡Los rayos deslumhran! ¡aturden los truenos! Por ti, y en tu seno, Y en tanto, la hermosa tormenta me agita, mejor que en las horas del ocio y la calma, me alegra, me excita; disipo mi angustia, mis ansias enfreno; ¡con gozo del alma mi pecho palpita! ¡restauro los bríos del cuerpo y del alma! ¡Señor de los valles, Señor de la sierra, Sacude mi cuerpo su torpe desmayo; Señor de las aguas del mar y del río! ¡Señor de los Cielos!.. ¡Señor de la Tierra! mi espíritu alienta, mi espíritu sube, y en fáciles vuelos sus alas ensayo; ¡Dios santo!.. ¡Dios mío! mi espíritu quiere subir con la nube, ¡Rendido á tus plantas mi amor te consagro! volar con el aire, vibrar con el rayo; ¡Ya vuelvo á ser mío!.. ¡Recobro mi brío, tornar al ensueño, tornar á la altura, siquiera un instante, por nuevo milagro! ¡Señor, que los orbes gobiernas, sin mal que le postre, sin ley que le mande!... Señor de los mundos y Padre del hombre, Tormenta grandiosa,--¡cuán brava! ¡cuándural:— Señor de las grandes verdades eternas, ¡mi espíritu adora tu larga aventura, cien veces, mil veces, bendigo tu nombre! tus libres alientos, tu espíritu grande! Por Tí, que perdure mi juicio sereno; por Tí, que me salve de nuevo desmayo. ¡Volvedme, los vientos ¡Quisiera ser fuerte!.. ¡Quisiera ser bueno! de libres y fuertes y puros alientos, ¡Si no, que enloquezca, por obra del trueno!; tornadme á las fuertes y sanas canciones! ¡¡si no, que sucumba, por obra del rayo!! ¡Seguid alumbrando mi ruta, centellas! ¡Vibráis como grandes y locas pasiones! ¡Volvedme á las mías! ¡¡No vivo sin ellas!! ROSAS DEL MONTE

En el jardín de una casa refugiada en el pinar, ayer tarde vi unas rosas como no las vi jamás; flores campesinas, flores de una montaña feraz, nacidas como entre peñas, en un silvestre rosal. Grandes son, como la cara de un niño, si no son más. Con matiz incomparable vestidas de rosa están. En los labios de una virgen no se admira tono igual; por la finura, purísimo; por la color, singular. Y es tan intenso y fragante su aroma primaveral, como atmósfera letal. que no tan sólo el sentido Símbolos sois de una vida se complace en aspirar toda en un mismo lugar, el perfume delicioso, donde la vida y la muerte y exquisito, y especial, tan juntamente se dan. de un olor tan regalado, Sobre los brazos maternos de las ramas del rosal, ¡que es el sumo regalar! os marchitaréis tranquilas, El alma entera lo aspira; moriréis en dulce paz, con gusto no, ¡con afán! y otras flores, en los mismos tiernos brazos nacerán, Flores campesinas, flores con las rimas de sus pétalos de la montaña feraz, satisfechas de cantar, que nacisteis por impulsos á la paz de sus montañas, de la Tierra y del Azar, á su existencia fugaz, y esquivasteis las caricias y á los primores y encantos de monstruo del huracán de la hermosura sin par: resguardadas por los troncos la vuestra, rosas del monte, apretados del pinar: ¡la belleza naturall símbolos sois, admirables, de belleza natural; de la belleza que en vano los hombres imitarán, porque las artes del hombre no la pueden imitar- No conoceréis vosotras el aire de la ciudad, que os marchitara muy pronto, LA CARRETA

Por caminos y atajos, la carreta camina, la carreta recruje, la carreta rechina; al andar de los bueyes, tan enormes y lentos, sin cesar fatigados, sin cesar soñolientos; al gemir de sus tablas, por los malos caminos; al girar de sus ruedas, en sus ejes cansinos.

Por atajos muy duros, la carreta rechina, con su música tosca, de canción campesina;

con su música triste, que se queja, y que deja por el aire una larga vibración de su queja.

Todo va, en la carreta, de su marcha cansado: tan rendido el boyero como el lento ganado; lacia y mustia la hierba que, en montañas, se hacina hoy se arrastra mi verso de indolente poeta... sobre el fondo de tablas, que se rinde y rechina; con la música triste de la pobre carreta.

mustio y lacio el mozuelo que se tiende y enerva Mas ¿qué importa? Mi verso con razón se retarda. recostado en las cimas de los montes de hierba. |Ningún alma, que rime con la suya, le aguarda!

Todo va sofocado por la ardiente mañana. Todo va con pereza, con fatiga... sin gana...;

sin que nadie se queje de un andar tan rehacio; Por las cuestas del monte la carreta camina, sin que nadie se duela de vivir tan despacio. con su música tosca de canción campesina...

¿Hacia dónde el boyero, con la vara que rige ... Y allá va por el aire mi canción plañidera, los destinos de todos, la carreta dirige? hacia un valle ignorado, donde nadie la espera...

¿Es quizás que sus bueyes se adormilan y tardan porque en parte ninguna la conocen ni aguardan?

¡Ah carreta de bueyes, bajo el sol..! Se dijera que caminas tan poco porque nadie te espera.

... Así va, por el mundo, tan cansada, la vida, cuando el ánima pobre se rindió dolorida...

Así en horas muy tristes, con el agrio sonido, con las notas dolientes de un profundo quejido, Ml CAMPO SANTO

Campo santo de aldea, que las cruces plantaste del Dolor en el cerro más humilde del valle; cementerio tranquilo, donde paso las tardes cuando sufro la angustia de mis tétricos males, respirando en la calma de tu calma inefable; cementerio de aldea, tan abierto á los aires... á los aires hermosos de los buenos pinares, dame paz en tu seno cuando al cabo descanse, cuando rinda á la tierra profanado por nadie; mis despojos mortales... ¡nada, en ti, del encanto de la Muerte distrae!

Yo quisiera dormirme, para no despertarme, Cuando al fin de mis penas defendido del mundo con mis penas me acabe, por tus cuatro tapiales, dame paz en tu seno, bajo un cielo piadoso campo santo del valle; y á la sombra de un sauce, cementerio de aldea, y en un hoyo profundo con olor á pinares; que mis hijos cavasen... por humilde, tan bueno; por pequeño, tan grande. Que mi cuerpo, en tus brazos, para siempre descanse... Que no en ti, como en ricas bajo un cielo piadoso, y altaneras ciudades, y á la sombra de un sauce, —en necrópolis vastas, y en un hoyo profundo con los bronces y mármoles, que sepulte y que abrace... con el brillo del oro ¡Que tu cruz, amorosa, y el reflejo del jaspe,— lo cobije y lo ampare! pompas vanas publican ¡Que lo guarden tus muros!.. vanidosos pesares; ¡¡Que mis hijos lo caven!! no la vida te cerca, no los hombres te invaden; no se ve tu reposo I 1

LA SIERRA AL SOL

i Bajo un sol que sus rayos más ardientes envía, sobre un cielo que el brillo de sus luces inflama, se recortan los montes del audaz Guadarrama, se perfilan los picos del riscoso Fuenfría.

i'-'1 Se destacan, del fondo de un profundo sosiego, con un alto, y robusto, y encendido relieve. Como ayer se arroparon en sus capas de nieve, hoy refulgen con recias armaduras de fuego. : ; Ciega el sol, y en los montes su reflejo deslumhra. Las cigarras entonan sus monótonos cánticos en el tibio refugio de la quieta penumbra. i Como en éxtasis yace, fascinada, la Tierra, y ante el sol, que la excita con sus besos románticos, se estremecen sus pechos...; |se estremece la sierra...l

JÍ; POR EL CAMINO

Al ilustre maestro compositor D. EMILIO SERRANO en prenda de firme amistad y en testimonio de sincera gratitud.

Por el camino pasa la vida que va de paso, de centro en centro; ya satisfecha, ya dolorida; ya rozagante, ya desvalida. Por el camino pasa la vida; por el camino salgo á su encuentro.

Por el camino que va, ondulante, pero en sus dudas siempre adelante, sobre la sierra, de monte en monte; hasta que al cabo desaparece, se desdibuja, se desvanece bajo la niebla del horizonte...

No lejos álzase la antigua Venta del Santo Cristo, que fué, en sus días vive y anima, dura y aterra; más venturosos, casi opulenta...; cuentos de Italia, cuentos de Flandes, Venta que ha visto del Amazonas y de los Andes, las desventuras, las alegrías cuentos de guerra...; de muchas, varias, generaciones; de vencedores las de la gente que pasa el rato nunca vencidos; después de largas expediciones, de Capitanes, siempre señores, ó busca sueño y asilo grato en las batallas y en sus amores; contra fatigas y desazones, de esclarecidos en el refugio y en el recato y prodigiosos conquistadores. de las posadas y los mesones. Venta que supo las mil hazañas, Venta castiza; mudo testigo, los mil enredos, los mil desmanes, fiel compañera, las mil patrañas, piadoso abrigo, de Lazarillos y de Gu^manes, de toda vida que persevera, lepra... y encanto de las Españas. como un culpado sobre un castigo, Venta que un día sobre un tormento: la carretera. pintar supieron, con la maestría ¡La carretera, sin otro encanto de sus pinceles, en los Anales que el de sus gentes; llena de grava; de la española tunantería, con tanto bache, pedrusco y canto. tan pintorescos y originales, ¡La carretera, que rinde tanto! el gran Quevedo, más otros tales, ¡La carretera, que no se acaba!.. de Musa fértil y apicarada; Venta que supo la grande historia grande posada; de grandes hechos, en siglos grandes mesón vetusto, que ya reposa para su ilustre, su hispana tierra; de tanta vida, de tanto azar, cuentos de gloria, á los alcances de la famosa, cuya memoria clásica villa de El Espinar... Paraba entonces ante la Venta, bajo el cuidado de la codicia siempre con bulla, siempre contenta, de torvas dueñas, encubridoras; casi opulenta... cuándo, los amos de la justicia...; paraba entonces, en el camino ya el carro torpe, con varias gentes: y ante la Venta, favorecida bien estudiantes, largos y pillos, por sus bondades, el torbellino enredadores y maldicientes; de aquella vida. bien labradores, toscos, sencillos, Ya el cuadrillero; ya el peregrino de cortos bienes, de cortos vuelos; con sus ensueños de amor divino; bien hidalgüelos, ya el vagabundo poco abrigados por los bolsillos; que divagaba por medio mundo; ó bien mozuelas, de las que andaban ya el caminante, moviendo el mundo con torpes bailes, y que, á las veces, se tropezaban pobre dos veces, por vergonzante, dentro del carro con sendos frailes...; que hacia la corte se dirigía; ya, en fin, el carro más lastimero, ya el trajinante más quejumbroso del mundo entero; que de la corte se devolvía, que andaba siempre, de villa en villa, para su pueblo, pobre y distante; de Venta en Venta, toda Castilla, ya el curandero, — como sus gentes, aventurero—; de tantas drogas abastecido, con sus galanes y con sus damas por todas partes el bien-venido, víctimas tristes de negra suerte por todas partes el forastero; por viles pasos y en nobles dramas: ya el grave coche, el de los cómicos; el de la Muerte! donde viajaban, horas tras horas, día tras día, noche tras noche, graves hidalgos, graves señoras; cuándo, los reyes de la milicia; Tan grandes días quedaron lejos. cuándo, doncellas encantadoras, Son de la historia. Hoy sólo brillan vanos reflejos de aquellos siglos, de aquella gloria. Tornan y pasan los caminantes, La Venta, rica, fué declinando tal como antaño; los pordioseros de sus grandezas, y á menos vino; incorregibles, nuevos tunantes, feliz tan sólo, como el destino hipocritones y plañideros; de todo el Reino, de cuando en cuando.. los vendedores, con cuantas cosas pero la vida siguió marchando gasta la gente por esos mundos; por el camino... las mujerzuelas escandalosas; los curanderos, los errabundos y lastimosos titiriteros; Hoy lo avasalla la vida andante y como entonces, años tras años, del nuevo siglo: sol en Levante; en caminatas tras caminatas, vida de un tiempo que no concibe los trajinantes con sus reatas la del pasado; que se desvive y los pastores con sus rebaños... por sus inventos, por sus reformas, Los carros siguen...—más les valiera con nuevos fines, con nuevas formas, dar en el hoyo con sus vejeces;— con nuevos planes, con nuevos nombres, siguen, rayando la carretera- con libre espíritu, de nada esclavo... Siguen los coches, y aun van, á veces, con una alegre marcha ligera; y que es la misma de siempre, al cabo, mas ¿qué suponen? En el espacio porque la rigen los mismos hombres. de breve tiempo, quedó vencida toda su fama. Para la vida del nuevo siglo van muy despacio. Por el camino, del paso lento Para el impulso que el siglo lleva, con que antes fuera, tan reposada, por su destino providencial, ya se desprende... Va fascinada pide el impulso de marcha nueva: por la locura del movimiento... ¡la marcha loca del vendaval! Apresuradas, ¡arrebatadas!, que van tocadas con largos tules bien anunciadas de lindos tonos, blancos y azules; por sus bocinas de roncos sones, entusiasmadas con el encanto ó por sus broncas trepidaciones, del coche nuevo, que corre tanto. pasan las máquinas altisonantes, Nobles galanes las acompañan, ultramodernas, archielegantes; ó las conducen, diestros, valientes. las execradas con tanto encono En tales jiras, ¿quiénes se extrañan, por las envidias de tanta gente; ni quién se asusta las que acreditan y dan el tono de las revueltas ó las pendientes? de la elegancia, tan lindamente; Más bien el susto, por serlo, gusta. las que atropellan á los viandantes Y así van ellos, tan complacidos, que lo merecen... por ignorantes y así van ellas, con tal agrado, asombradizos ó descuidados. sobre la máquina, que no reposa; Pasan, á escape, las bicicletas, todos alegres, enloquecidos las retumbantes motocicletas, por el impulso desenfrenado los automóviles encopetados. de la carrera vertiginosa...

«Ved», nos parece que alguno dice, Pasan y pasan, con largo estruendo, como pensando que quien le mira entre la nube y el remolino sin buenos ojos le contradice: del blanco polvo; pasan, corriendo, «Ved si es mentira. y á la aventura, por el camino, Cuando pasamos, ved la carreta se van ¡clamando!, se van huyendo... que va subiendo..! ¡Parece quieta! Ved el contraste que suscitamos... Con él os baste. Pasan á veces damas, gentiles ¡Ved cuál se asombran los vagabundos, en sus Octubres ó en sus Abriles, despojo rancio del mundo añejo! ¡Ved, sobre el polvo del mundo viejo, pasar la fuerza que mueve mundos!» Alguien responde—yo no, de fijo:— «Quizás acierta, pues que nos dijo con tal aplomo tan buenas cosas; cuáles, exactas; cuáles, preciosas. Cese mi enojo, cese mi risa... LA VIEJA LETRILLA mas si ignoramos... ¡hasta ignoramos adonde iremos!., ¿adonde vamos I con tanta prisa?» Volvieron de Julio De todas suertes, iguales sinos, las rubias mañanas, rumbos iguales, en tiempo de espigas siguen, á ciegas, cuantos mortales muy rubias, muy altas; van desfilando por los caminos: volvieron de Julio los que marchaban á su manera, las tardes románticas, siempre despacio, las tardes de fuego y los que marchan á la carrera, y á fuego doradas; los que devoran tiempo y espacio. volvieron sus noches, Por leyes altas, siempre cumplidas á veces tan cálidas, alcanzan todos la misma suerte: y á veces tan tibias, por los caminos se van las vidas... tan dulces, que encantan. y por la Vida se va á la Muerte. Despierto gozoso, Vayan cual vayan con su destino, gozando del alba; van á su ocaso. me place de noche Estamos todos, en el camino gustar la velada; como en la vida, sólo de paso... las tardes ardientes 98 CARLOS FERNANDEZ SHAW

me asfixian, me aplanan; y á un tiempo se aduermen mi vista se nubla, el cuerpo y el alma, las fuerzas me falún, oyendo á los aires y busco las sombras que soplan y cantan, discretas y gratas. y oyendo á la henchida El sol es tan vivo, cacera que baja, tan fuerte, que abrasa; cruzando mi huerto, la siesta me arrulla rozando mi casa, y el sueño me llama. al son de la vieja Mi huerto es muy rico, letrilla simpática: si es pobre mi casa, «al pasar del viento y en él siempre encuentro y al correr del agua.» las sombras buscadas. Las brindan á gusto, con toldo de ramas, los verdes frutales, II color de esmeralda, que limpian los vientos ¡Oh, vieja y amiga y el sol abrillanta. letrilla simpática! La tierra me ofrece En estos mis cantos mullida su cama no quiero que, ingrata, con hierbas del campo desdeñe tus dulces que esencias regalan. cadencias el alma. En ella me tiendo, Con ellas evoco que es fuerte y es ancha; la púdica gracia, ¡ m sopor delicioso las vueltas y giros mis fuerzas embarga, de lindas palabras

ÍU i de aquellas canciones curtida la cara; que antaño dictara las trenzas del pelo la Musa bucólica, con flores atadas; tan buena y tan franca. los ojos muy claros, No aquella que un tiempo la boca muy sana, sus aires tomara; y abierto el corpiño, vestida de sedas, de tela muy blanca, prendida de gasas,- de modo que surja no aquélla, tan boba; la fresca garganta. no aquélla, tan falsa... Pastora garrida; La Musa inocente garrida zagala; nacida en las faldas bucólica Musa de sierras abruptas, tan bella y tan plácida: al beso del aura; permite que evoque crecida en los valles, tu encanto y tus gracias, feliz y á sus anchas; al són de la vieja más libre que el viento, letrilla simpática; más pura que el agua, mal pasar del viento si el aire es del campo y al correr del agua.-» y el agua resbala, nacida entre peñas, de limpia fontana. ¡Oh, Musa bucólica, III tan bella y tan plácida; que luces el cuerpo El són de los aires sin torpes jactancias; que soplan y cantan, del aire del monte y el són de la henchida cacera que baja con voces gozosas cruzando mi huerto, me alegran el alma! rozando mi casa, ¡Canciones amigas parece que dicen, me arrullan y halagan, con són de palabras, con sones lejanos aquéllas tus dulces de esquilas, mezcladas; ingénuas tonadas. mezcladas con sones Pacíficas églogas de coplas lejanas! que antaño pintaran Se van serenando las ansias de amores, mis penas amargas; las tímidas ansias, mis ojos se cierran de apuestos zagales negando miradas; y hermosas zagalas; sopor delicioso con luz de los cielos mis fuerzas embarga; y atmósferas claras; me arrulla la siesta con fondo de alegres y el sueño me llama, praderas lozanas; y á un tiempo se aduermen por ellas pasando, el cuerpo y el alma, triscando las cabras, al són de los aires y en ellas paciendo que soplan y cantan rebaños de vacas. y al són de la henchida ¡Canciones del campo cacera que baja...; que el aire embalsaman, al són de la vieja si dan sus aromas letrilla simpática: de intensa fragancia, «.¡al pasar del viento cual flores silvestres y al correr del agual» de fértil montaña, LA LEONOR

I

La Leonor es una flor muy preciosa, muy lozana; flor que ha nacido al amor de la sierra, flor serrana,

donde los montes quebrados recortan los horizontes; flor silvestre de los prados recostados — en los montes.

Cual la mies que el sol dorara y acicalara la lluvia, es muy rubia, rubia clara... jNo he visto rubia más rubial I06 CARLOS FERNÁNDEZ SHAW POESÍA DE LA SIERRA IO7

Tiene la color de rosa, más que la figura, en ella como una rosa de Abril; enamora la expresión: la cara, de frente, hermosa; lindísima de perfil; la gracia del movimiento, al andar; en el reposo, ojos de color de cielo, la cadencia y el aliento con transparencias de tules... de su pecho generoso...; — ¡qué bien casa, rubio el pelo, con unos ojos azules!; — su hablar, de inocente moza; la luz de sus ojos, clara; dulces ojos de mujer, la alegría, que retoza soñadores y rasgados: como una luz por su cara, abiertos para el querer, para el ensueño entornados; —su cara fresca y jovial, que está vendiendo salud,— nariz muy fina; — un lunar sobre los labios asoma; — y su risa de cristal... boca de alegre besar, ¡pregón de su juventud I cuello de blanca paloma;

busto de estatua gentil, de junco el flexible talle... 11 ¡No ha nacido flor de Abril tan galana en este valle! Es muy triste presumir que bien pudiera un amor Mas con ser Leonor tan bella, desventurado venir con ser tal su perfección, á marchitar esta flor. io8 CARLOS FERNÁNDEZ SHAW POESÍA DE LA SIERRA 109

No han abrigo sus primores lya han amanecido, rotas, donde seguros se escondan. en la calle, dos guitarras..! Son aires engañadores los que la llaman y rondan; Y en vano sus amadores acuden á la calleja: no los que, puros, exhalan ¡ni aun mira Leonor las flores los benéficos pinares: en los hierros de su reja! mozos, que ya la regalan por la noche sus cantares. En vano llevan, en vano, tantas rosas en manojos... Son muchos los rondadores No las retira su mano, que, según costumbre añeja, ni las requieren sus ojos. prenden manojos de flores en los hierros de su reja. Ya ha comenzado Leonor á padecer, y á saber La luna, que en luz de gloria del querer y su dolor... baña esta noche los cielos, sin empezar á querer. sabe, desde ayer, la historia de un amor y de unos celos; No llores, Leonor, hermosa, flor divina, humana estrella; amor que en llamas voraces ¿qué culpa tiene la rosa se consume, y quiere guerra; de haber nacido tan bella? celos airados, icapaces de dar un susto á la sierra! Deja que los rondadores tornen buscando fortuna; Ya en paz no suenan las notas que canten coplas de amores... de amor...; ya hay riñas bizarras...; ¡á tu reja, y á la luna! Deja que acaben á veces en riñas las serenatas; que á tus dignas esquiveces correspondan con bravatas.

Pues que ninguno te place; pues que naciste, Leonor, mujer tan hermosa, y nace la mujer para el amor, LUNA LLENA

en calma reposa, y fía Venid en mi busca, de un porvenir halagüeño; venid, esperanzas, ¡vendrá de tu amor el dial que animen el cuerpo ¡vendrá el galán de tu ensueño! y alegren el alma. La noche, propicia, No llegará á tu calleja me halaga; para entonar su canción; sus brisas me aduermen; no se llegará á tu reja... sus luces me encantan. ¡llegará á tu corazón! La noche es de luna, tan llena, tan clara, que tierras y cielos parecen de plata. Rigores de Agosto moderan las auras que llegan del monte batiendo sus alas con leve murmullo de música vana... sus grupos castizos Refrescan el cuerpo; de casas, serenan sus trozos y alivian el alma. de antiguas murallas, sus templos... su Alcázar... ¡Qué bien, cuán á gusto, Paisajes extensos se aduermen cansadas, mis ojos abarcan. en noches de luna, Profusos pinares las pobres me envuelven, ciudades ancianas; me cercan, me guardan. las viejas Ya lejos, concluyen ciudades románticas! las grandes montañas; En estos intantes, más lejos, las tierras Segovia, de fijo, se tornan más llanas; descansa... más lejos, los campos se ensanchan, y allá...—lo suponen mis cortas miradas- despliega Riofrío ¡Qué límpidos aires sus montes de caza; ¡Qué brisa tan blanda! la vieja Segovia ¡Qué luna tan llena, levanta tan dulce, su gran Acueducto tan viva, tan mágica! de estirpe romana, ¡Qué cielos, con tonos sus viejos palacios, del iris del nácar! ¡Qué montes, qué valles! en tanto la luna ¡De nieve! ¡De plata! sus luces irradia, cubriendo con manto de luces tu cuerpo de estatua, La noche suscita y en tanto visiones extrañas: pareces de plata- de amores logrados en rudas batallas; de locas fortunas, esquivas, y al cabo logradas. Gentil Margarita, ¡Venid á mi encuentro! bellísima Laura, ¡Venid, esperanzas! dulcísima Ofelia, Desdémona pálida, pareces, Mujer que, á mi lado, mi amada. compartes mis ansias: Soñemos. soñemos; soñemos, Del mundo te aparta. amantes y en calma; Bien pronto se ciernan soñemos, sumidos muy altas; en vagas ¡muy lejos dulzuras se vayan nostálgicas; del mundo en tanto que rozan las almas! y besan Ensueños felices tus labios las auras; nos presten sus alas. adustas y amargas Soñemos, por artes vendrán á rendirnos de magia. de nuevo mañana. Mas, ora, que en rayos de luna Contempla qué hechizo sus velos de tules de luz nos ampara. fabrican las hadas, No es luz de la luna con trémulos hilos tan sólo, fantástica; de nítida plata, la Gloria la envía, con husos de nieve, y espléndida baja; con manos de nácar...; recorre el espacio, ¡en estos instantes la luna traspasa; de vida fantástica! la luna, redonda, ¡soñemos, soñemos, tan blanca; mi amada! su disco es el vano ¡La noche lo quiere! de abierta, ¡La Noche! redonda ventana; ¡La Luna lo manda! y al fin en fulgores de Gloria nos baña, llenando de besos mi frente, tus ojos, tu cara-

Vivamos un punto. Las penas CANTOS DEL PINAR

El pinar hermosísima es una jaula abierta- Con el alba gozosa, el pinar se despierta.

De los pinos descuélganse los pájaros diversos, como si un gran poema desgranara sus versos.

Las águilas revuelan altísimas. Abajo va rayando los aires con sus alas el grajo.

Van cantando los cucos, y engañando, ladinos. Dijérase que suenan relojes en los pinos.

Vuelan por todas partes, con caprichosos vuelos, libres como las auras bajo los anchos cielos,

los mirlos enlutados y los cuclillos grises, pica-pinos muy rojos y menudos malvises, ágiles anda-ríos, rápidos verderones, las aves charlatanas, los pájaros cantores, tordos, agachadizas, alondras, gorriones... sus nidos requiriendo, recuerdan sus amores,

los pardillos humildes, las urracas voraces, y á poco se refugian y quédanse dormidos... abubillas crestonas y rondajos torcaces...; entre las rubias pajas, en sus calientes nidos.

ya sueltos, ya en bandadas; ya bajo el bosque, á veces Cunde la sombra, y cunde. Viene la noche y cierra huyendo de los árboles, con largas esquiveces. sus fantásticos velos sobre el haz de la tierra,

Aquí y allá, se escuchan sonidos de aleteos, y en el misterio augusto de tan solemnes horas, escalas peregrinas de trinos y gorjeos; hasta que al cielo vuelven las rosadas auroras,

revueltos en el aire, del aire confundidos, sólo velan insomnes, sólo entonan su cántico con silbos estridentes y enérgicos chillidos. el vate quejumbroso y el trovador romántico;

Los recoge la brisa, y al azar los reparte, el cárabo doliente, que gime sus querellas, con su gracia de ingenua: la del arte sin arte. y el ruiseñor, que canta su amor á las estrellas;

el vate quejumbroso, que implora sin fortuna, En tanto el sol deslumhra, y en tanto reina el día, y el trovador, que llora desdenes de la luna... canta el pinar, con himnos de ruidosa alegría.

Declina, al fin, la Tarde, sobre un cielo de grana; sigue por el camino que trazó la Mañana; apunta vagamente, con destello divino, el blanco y tembloroso lucero vespertino; MALDICION SERRANA

Galán que del pueblo vienes, tú que engañaste á la Olalla, la mozuela que murióse del rigor de su desgracia: Dios haga que cuando vuelvas al pueblo, sobre tu jaca, presumiendo de bonito, pensando en nuevas «hombradas», por el pinar te aventures sin advertir que te enzarzas; que la jaca se te espante, sin que las riendas te valgan; que las fuerzas te abandonen, que se anublen tus miradas... iy que una rama gackera te desbarate la cara! LA MÚSICA DE LOS TÍTERES

I

Hoy han venido titiriteros; titiriteros en sus carretas; música traen: cuatro tambores y dos trompetas.

Por la mañana, ya se anunciaron con sus sonidos desgarradores: con los sonidos de sus trompetas y sus tambores.

Ya por la tarde, se estacionaron en la plazuela; con alborozo de los chiquillos, con algazara del pueblo mozo.

Y allí plantaron su circo, en breve, con unos cuantos pobres trebejos; con las estacas de cuatro palos, flojos y viejos. Otro serrano, que toca el parche, mueve las manos con los palillos II tan mal... ¡que siempre se da los golpes en los nudillosl Suenan los parches de los tambores, en una especie de sinfonía. Pero, ¿qué importan ni baquetazos Suena y resuena la desgarrada en los nudillos ni trasudores? trompetería. ¡Poco descansan ni las trompetas ni los tambores! La tarde avanza. Brillan los cielos con el encanto de su pureza. Los ejercicios son peligrosos. La suspirada, la pregonada Para la sierra, son maravillas: función empieza. sendos trabajos en el trapecio y en las anillas; Ya con sus trajes, medio en jirones, de los tropiezos y las caídas,- saltos mortales, para la gente ya con sus mallas, sus viejas mallas, que busca en todo las emociones; descoloridas, saltos mortales y dolorosas dislocaciones...; salen los flacos titiriteros ante la gente que al circo asiste. dislocaciones de un hombre mozo, Son dos gimnastas, sus dos mujeres dislocaciones del niño triste, y un niño triste. que con sus mallas, medio cosidas, medio se viste. Para que suene toda la orquesta, mozos del pueblo prestan su ayuda. Un trompetero, con trasudores Sale la Venus de los gimnastas. de muerte suda. ¡¡Pronto se escurre la buena mozal! Como en los circos de las ciudades, la gente goza. III

Del escurrirse vínose á tierra. Ya los gimnastas llenan aprisa Ya se incorpora. Mira y sonríe, sus carromatos con sus trebejos; fingiendo calma. ¡Cayó de brucesl pronto desclavan los cuatro palos La gente ríe. flojos y viejos.

Cierra la noche. Cunde la sombra; Ya se retiran, mientras la luna pero el bullicio sigue en aumento, con luz medrosa los montes baña... entre las llamas de cuatro teas Desaparecen...; por el camino que agita el viento. de la montaña...

... Los vagabundos titiriteros, Calla un instante la orquesta ronca. víctimas siempre de los rigores ¡Ya sus clamores nadie resiste! Con su bandeja, va por los grupos de su desdicha; con sus trompetas, el niño triste... ¡con sus tambores!

Allá se marchan; los desairados Manos contadas buscan su mano; perseguidores de la fortuna, pero la gente que se alboroza á los destellos de un mortecino con las desgracias, ve su martirio, cuarto de luna... y al verlo, goza.

... Y allá se fueron; con sus inquietas ¡¡Clama la orquesta con broncas voces incertidumbres, y sus dolores; de sorda rabia, que dan espanto!! acurrucados en sus carretas; En las pupilas del niño triste, con sus trebejos ¡y sus tambores!.. y en las pupilas de las mujeres, ]¡y sus trompetas!!.. asoma el llanto... EL TREN QUE PASA

Va cayendo la tarde, tranquila y despejada.

Estoy en pleno campo. Mi perro me acompaña.

Voy á cruzar la vía, para seguir mi marcha.

Me detiene el aviso de un silbato, á distancia.

Un tren, que se me acerca, avanza, ¡avanza! ¡¡avanza!!..

Llega, tendida al aire su cabellera blanca...

Pasa el lujoso expreso... Un rebaño se espanta...

Es que el campo se asusta de la ciudad, que pasa... MIS CANCIONES

Dolorido, combatido; conmovido sin cesar por las pasiones; mal herido por engaños y traiciones, mi corazón ha seguido siendo un nido — de canciones.

De tanta y tanta canción, fueron muchas al olvido; por volar con presunción; por haber desconocido su mísera condición; por dejarme desvalido...

Las mejores no han querido salir de mi corazón. jNo quieren dejar su nido! MEDITACIÓN

En la paz de mi huerto, venturoso descanso, como el agua del río que se acoge al remanso; en la paz de mi huerto, y en la noche estrellada, de ligeros murmullos, lisonjeros, poblada; con un aire muy tibio, de un aroma muy vago, que las frentes orea con ternura de halago. iCómo endulzas la vida, sensación deliciosa, complacencia del cuerpo, en que el alma reposa, con la noche serena, por la paz del ambiente, como en hondo remanso la cansada corriente!

Los contornos, apenas, la mirada vislumbra de los anchos frutales, en la densa penumbra. Vibra apenas la tenne vibración del sonido, Poco importa del mundo que la Muerte se lleva; por el aire callado, y en el huerto dormido, no descansa la Vida; la Creación se renueva.

mientras vaga mi inquieta, soñadora mirada, Entre sombras, un mundo que brilló se deshace, por el ámbito inmenso de la noche estrellada. á la luz temblorosa de otro mundo que nace.

¡Oh, del huerto dormido la inefable delicia! No los hombres se duelan — ¿dónde el ánimo fuerte? — ¡Oh, la paz de los cielos! ¡Oh, la leve caricia de que acaben sus días, de que triunfe la Muerte. de las ondas del aire que en la sombra se encalma! Es la Muerte, tan sólo, una fase, una forma, ¡Oh, supremo reposo! ¡complacencia del alma! de la Vida perenne que sus fases transforma;

que lo mismo se vale de la escoria menguada De la tierra me esquivo; con un vuelo muy blando, para dar sus alientos á la flor perfumada, al través de los mundos pasa el alma volando. que de célicos ámbitos, como inmensos crisoles, Voy de soles en soles, con la absorta mirada, en que mueran deshechos y renazcan los soles. por el ámbito inmenso de la noche estrellada.

Es el hombre, á lo sumo, una sílaba..., un verso..., Desde el suelo y el aire de la tierra dormida, en el magno poema del grandioso Universo, me remonto á los cielos, donde late la Vida, bajo el soplo divino que los orbes gobierna, sin cesar renovado, bajo soles que abrasan, multiforme y grandiosa, misteriosa y eterna; con las vidas que mueren..., con los versos que pasan- ya en trastornos de muerte, ya de amor palpitante; Es bien grato el destino, bajo el cielo clemente, en desgaste perpetuo, y en creación incesante... de las aguas que lleva la revuelta corriente; mas también es muy dulce que las ondas se amansen, que á la Muerte y la Vida va rindiendo tributos, y en un hondo refugio para siempre descansen. deshojando sus flores, madurando sus frutos;

en la paz misteriosa de la tierra callada, Tras los vivos dolores, de terrible violencia, en la calma infinita de la noche estrellada; tras los tercos afanes de la humana existencia,

sin zozobras ni angustias, en un quieto descanso;, es bien grato el destino que concede, piadoso, reposadas las penas... en un hondo remanso... en remanso de sombras un eterno reposo.

Entre tanto, no cambia de los orbes la suerte. Porque un hombre se extinga, no ha triunfado la Muerte,

Sin cesar renovada, por la fuerza impelida del Amor, que no muere, sigue y sigue la Vida, con su ritmo constante, si en sus formas diverso... ¡Muere el hombre, y el mundo, pero no el Universo!

Lo imperfecto perece, lo mudable termina; no la esencia inmutable de la causa divina, que repite, sin tregua, sus prodigios fecundos en las trémulas almas y en los trémulos mundos.

Con tan nobles ideas, quede el alma adormida, en la paz de este huerto que al reposo convida; NOCTURNO

La luna risueña brilla, sin sombra de nube alguna. Cercedilla duerme á la luz de la luna.

Resplandecen, plateados, los tejados de los hoteles dormidos; brillan las trémulas frondas de sus jardines, sumidos en la calma de los sueños; brillan las trémulas ondas de los estanques risueños.

Todo es calma, por la sierra y en mi angustia... Todo es calma- en el cielo, y en la tierra, y en el alma... ¡Qué reposo tan solemne, tan profundo! iQué silencio tan hermoso! Brilla el cielo... Duerme el mundo.

Gente del campo, sencilla, toca, lejos, una grata ROMANCE DEL TIEMPO VIEJO serenata.

Cercedilla «Mayoral, refrena el tiro no del cielo se recata. que á escape corriendo va. Brilla, y brilla, Tiempo tienes, que te sobra. bajo una lluvia de plata Tiempo tienes de llegar. 1 11 n que alegra, que maravilla, Los caballos delanteros [il Ili que da ensueños de fortuna.. no azuces tanto, zagal; -i que ya vuelan más que corren Cercedilla con tan suelto galopar. duerme á la luz de la luna.. En vuestra «góndola» parte, —(sabe Dios si volverá!— la mujer en quien cifraba toda mi felicidad. Ya que sois ejecutores de mi destino fatal, ¡no apresuréis el tormento! ¡mi voz os mueva á piedad! ¡Matadme sin tanta priesa, pues me tenéis que matar! »¡Inútiles son mis ruegos! ¡Ultima ilusión hermosa, ¡Nadie los escucha ya! y último ensueño fugaz, ¡No es posible! Los caballos sois flores! ¡Vientos de olvido cada vez galopan más, muy pronto os marchitarán! como si los azuzara la fuerza de un vendaval. »Ultimo amor de mi vida malograda, ¡duerme en paz!»

»Anochece en !as montañas, anochece en el pinar, En un desván de una casa por donde mi amor se aleja, refugiada en el pinar, ¡para no volver quizás! que tiene de trastos viejos Ha anochecido en mi alma, abastecido el desván, y entra la noche glacial,- y olvidado entre las páginas noche sin aurora, noche de un libro de Jorge Sand, de tremenda obscuridad. —de una edición primitiva Lágrimas vierto, copiosas, primorosa y especial,— sin vergüenza de llorar; trazado en un plieguecillo que es mucho lo que en mí muere, de papel, á mal trazar, lo que en mí matando están, anoche encontré el romance este dolor que me queda que dejo copiado ya. y esa mujer que se va. La noche paséme en vilo, con un fatigoso afán, »¡Inútiles son mis ruegos! pensando en la vieja historia, ¡Nadie los ha de escuchar! y en el martirio de amar, ¡Perdí su amor! ¡Para siempre y en el dolor que se queda, perdí mi felicidad! y en la mujer que se va... Llegó al cabo la mañana Para el dolor que se queda, mi inquietud á serenar, para el amor que se va, y vi satisfecha al cabo para los grandes martirios mi inquieta curiosidad. del sufrir y del amar, Pronto me acudió la suerte, es lo mismo el tiempo nuevo propicio me fué el azar. que el tiempo de Jorge Sand. Cierto guarda de la finca, sabio por su mucha edad, • dióme pronto de la historia razón curiosa y cabal. Cuanto el romance refiere, cuanto dice, fué verdad. Ya no existen, años hace, ni la dama, ni el galán. Tampoco viven, ha tiempo, ni el mayoral, ni el zagal; la «góndola» se deshizo de tanto y tanto rodar.

Quedan sólo, de la historia recogida en el desván, el ambiente y el paisaje, las montañas, el pinar... y el tiempo, que es, en el fondo, siem pre el mismo, siempre igual. Aun así, la triste historia conserva su actualidad. FUEGO EN LOS PINOS

La noche ha comenzado con fuego en los pinares de un monte muy frondoso. Densísima humareda se escapa por la herida de la roja arboleda. ¡La van acribillando las chispas, á millares!

Crujen los pinos; crujen las resecas retamas. El fuego está en la cima, junto al cielo encendido. El monte es un gigante de piedra, que ha querido ponerse una corona magnífica de llamas.

¡Como un Rey aparece; Rey fantástico, loco! Ya atajan el incendio... Ya mengua, poco á poco, lamiendo los peñascos de un hosco precipicio...

...Al cabo, en el reposo de la noche, muy clara, sin luz y bajo el cielo, el monte es como un ara que ofrenda el humo vano de un vano sacrificio. UNA RÁFAGA..

De pronto una ráfaga de un aire muy frío cortando la sombra, llegóse hasta mí. La noche era buena, tranquila y templada. Yo estaba contento: ¡soñaba felizl

De pronto, la ráfaga del aire, tan brusca, trocó mis ideas, llegando hasta mí. La trajo en sus alas un aire de invierno. ¡La angustia me vuelve! Ya sufro, infeliz...

Yo temo al invierno, tan crudo y tan fúnebre. Quisiera que nunca llegara á venir. Yo sé que el invierno me acecha..., y me espanta que venga el invierno... ¡¡que venga por mili MISTERIOS

Anoche, por cuatro veces, sonaron aldabonazos misteriosos, en las puertas de mi casa y de mi cuarto.

Anoche, por cuatro veces, salimos, con las llamadas misteriosas, á las puertas de mi cuarto y de mi casa.

Era la noche de luna, con un aire sosegado; nadie, nadie...; ¡ni una sombra discurría por el campo..!

Pero los golpes, de nuevo sobre las puertas sonaban... ¿Quiénes asi me llamaron? mientras, quizás,dando vueltas Debieron de ser las ánimas. alrededor de mi casa, para llamarme, de nuevo, Las ánimas de los muertos me están rondando las ánimas, de mi pobre Campo santo; cementerio de la aldea, donde, por las tardes, vago.

Una copla que esta noche cierta moza me cantara, dice así... (La cantadora suspira mientras la canta.)

La Muerte, como la Vida, tiene sus enamorados, y no quiere que se aparten ni un momento de su lado.

Como la Muerte me ha visto temblar de amor á sus plantas, quizás ayer, en su nombre, vinieron por mí las ánimas.

La noche está misteriosa...; misterioso duerme el campo...; misterios en torno miro...; misterios... misterios canto...; 1 LA ETERNA HISTORIA

Por culpas de Inés la Buena, Paco Gil y Juan Valbuena riñeron á muerte ayer. Y de tal modo lucharon, los hombres, ¡que se mataron! Vive, en cambio, la mujer. í

CUANDO BAJAN LOS LOBOS..

I

Al llegar de las nieblas, caando empieza el otoño, ya principian los montes á ponerse muy hoscos; los de cumbres altivas, la región de los lobos. Sopla el viento del Norte con fuertísimos soplos, con lamentos muy largos, con quejidos muy roncos. Las neblinas se enredan á los picos rocosos, como tocas de tules, ó cual densos embozos. Pronto llega el invierno, destemplado y nevoso, por sus aires tan crudo, con el hambre, tan flacos; con él cierzo, tan foscos; por sus cielos tan torvo. y es en vano que escarben Las montañas se arropan en el suelo, rabiosos; en las nieves muy pronto, sólo nieves y nieves con un manto espesísimo les descubren los hoyos. de espesísimos copos. Vagan sueltos, , Las heladas terribles por los picos rocosos; lo endurecen á poco, y es entonces, ¡entonces!, y en las trágicas cimas cuando miran con odio; y en sus amplios contornos, es entonces, ¡entonces!, todo es triste, muy triste: cuando vuelven sus ojos de las nieves los tonos, á los valles, tan ricos, de los árboles rígidos á los llanos, tan próvidos; los fantásticos troncos, ¡y es entonces, entonces, los silbidos del aire cuando bajan los lobos! que parecen sollozos, y en los cielos, las nubes, que parecen de plomo...

II Ya en las áridas cumbres, de las águilas tronos, Cuán adversa, la vida; que se elevan tan firmes, con sus tercos dolores, de los montes en hombros, con sus trágicas luchas ni los lobos encuentran con sus locas pasiones. alimento y socorro. Sólo el ánimo puede Sobre el hielo se escurren resistir sus rigores desmayados y flojos; con un temple de acero los ajenos derroches; y una fibra de roble. si la negra injusticia Si les brinda el destino sus instintos corrompe, sus risueños favores, con un lento martirio si el espíritu logra que devora y que roe; no rendirse á los golpes si en el aire se pierden de la vida y la suerte, cuando claman sus voces, reiterados y dobles, y tan sólo á su angustia si el amor de sus prójimos más angustias responden... ó el de Dios les socórre- ya sus odios no encuentran se resignan, y aun viven domador que los dome. satisfechos los hombres. Trastornados, febriles, Mas si crecen, airadas, acosados, insomnes, sus revueltas pasiones; las miradas revuelven, si se van arraigando las miradas feroces... sus profundos rencores, Ya no son los corderos, sin amor que las calme, tan humildes los pobres, sin piedad que los borre; resignados, sumisos si se niegan, esquivos, al dolor que les postre. á sus ansias los goces, |Los corderos se truecan repartiendo á sus ojos en rabiosos leones! complacencias y dones; En las almas despiértanse si en los duelos terribles los instintos innobles de sus lúgubres noches, de la fiera... cuando el mal los quebranta, Los lobos cuando el hambre los come, se despiertan entonces. les desvelan y asombran POESÍA DE LA SIERRA I65 i&4 CARLOS FERNÁNDEZ SHAW

en cobarde abandono,— van cobrando más fuerza III sus instintos furiosos. Perturbadas sus mentes, ... Los airados, los tristes, con tremendos trastornos, los famélicos lobos; el afán por la dicha los que vagan, aullando, no les deja reposo; por los picos rocosos... un afán que perdura mientras gimen los aires, contra penas y oprobios; destemplados y broncos, el afán del sediento y desprenden las nubes, que no llega al arroyo. á vellones, sus copos. No; no buscan la Dicha, Azuzados del hambre, no la ven, en sí propios, sin cesar, sus enconos, y la miran, la encuentran, esos hombres... apenas en ios goces del prójimo. ya son hombres: son lobos- Muchas veces rebosan, Las miradas convierten y se extienden los odios, hacia el mundo gozoso; con fatales contagios, sus miradas que aterran, de unos hombres en otros; sus miradas de loco, como llamas crecientes si, al pasar, las deslumhra de un incendio espantoso, con sus brillos el oro... que los montes abrasa En la misma violencia con sus cálidos soplos, de sus fieros enojos, y reduce los pueblos —sin labor que los quite á montones de escombros. de sus tétricos ocios, Ya los lobos no vienen por el mundo dejados hacia el llano tan solos. i66

jSon legiones!.. ¡Espantan sus aullidos rabiosos! Ya de nada se asustan, ya atrepellan por todo... ¡y, ay, del mundo que goza, y ay del llano gozoso, cuando rugen los hombres..., ¡¡cuando bajan los lobosll SILENCIO

llr il Este grave silencio, cuando el monte se tuesta bajo el sol, en las horas de la cálida siesta;

en las tardes ardientes del verano sediento, que las aguas agotan y que encalman el viento;

cuando el aire pesado, sin querer, se desgarra con el canto monótono de la terca cigarra,

no es el grato silencio, de sutil ligereza, que seduce con tanta sensación de pureza;

no el amable silencio, que regala el oído destacando la clara vibración del sonido;

no el que llega piadoso, con amor, halagüeño, y nos rinde sin penas en los brazos del sueño; no el silencio, que ríe, de la púdica moza, disfrazando la dicha que en su pecho retoza-

Es el grave silencio con que un alma serena se resigna á su angustia, se recoge en su pena;

el adusto silencio de un hidalgo español; un silencio que agobia, bajo el peso del sol. MI MADRE

l

¡Cuán dulce sonríe la fresca mañana! ¡Qué sol tan amigo!.. ¡Qué brisa tan pura, los árboles mueve, fragante, serena...! ¡Qué trémula mana la limpia corriente de limpia fontana! Qué grata ventura los cielos difunden!.. ¡Cuál duerme la pena! ¡Cuán rica, la grande hermosura de cielos y montes!.. ¡Qué vida tan buena!

Dejando á las gentes, sus risas huyendo, ya voy requiriendo mi hermoso refugio, del monte en la falda, tornando á ios hombres y al mundo la espalda. Mi hermoso refugio mejor me parece, Muy lejos, allá donde enciende más grato que nunca. Palpita y se mece, su niebla dorada, con amplios reflejos, besada del viento, la clara arboleda... el vago hor izonte, El césped y el musgo parecen de seda... se extiende, se extiende... La luz de los cielos, pasando entre ramas, tostada del sol, la llanura dibuja en la tierra, que el césped alfombra, que en campos y campos sus luces refleja los mil arabescos que tejen las llamas con vividos lampos de intensos cambiantes... del sol cariñoso, temblando en la sombra. Muy lejos, muy lejos, apunta, indecisa, Los álamos blancos... los álamos suenan la pálida ceja sus hojas de plata con aire de orgullo, de montes gigantes... y el aire suavísimo llenan Detrás, me acompaña con sartas de sones el agua corriente, de un vano murmullo. que salta y salpica, que besa y que baña; Los pinos me encantan, aquí, donde siempre me arrullan, á solas, que va, dócilmente, sus varios rumores, que cantan siguiendo el contorno que da la vertiente, así como cantan y arrullan las olas. llenando de risas la alegre montaña Solemnes, tranquilos, ¡Cuán dulce, la hermosa mañana serena! me acogen los tilos... iCuál duerme la pena! Revuelan y pasan los pájaros leves; ¡Qué cielo tan puro! halagan, pasando, los céfiros breves... ¡Qué vida, la vida que gozo, tan buena, De pronto, de un grupo de rosas hermosas, soñando al abrigo del monte seguro! se lanzan al aire y al sol mariposas, ¡Cuán grato el refugio que lleva mi nombre; tan cerca del cielo, tan lejos del hombre! nacidas del iris que esmalta los cielos, con tales matices y vuelos que dudan mis ojos si estallan las rosas. Delante, la abrupta ladera se tiende, dormida en el seno del monte. ¡la voz es la suya, piadosas montañas!; ¡¡la voz de la madre que un día II jugó su existencia, logrando la mía, rasgando sus nobles entrañas!!; ¡Mi nombre! ¿Quién dice mi nombre, y me llama ¡la voz que me dijo... de pronto en los aires, con voz de cariño; las cosas que dicen las madres, con voz de reclamo, que llama y reclama, velando los sueños de un hijo!; con voz que despierta mis sueños de niño? la voz que arrullara mis sueños risueños, ¿Qué dice, con frases de tiernos amores, así como arrullo de historias de sueños; la voz misteriosa, tan dulce, tan fina, la voz que calmara, que fuera la voz peregrina tan buena, tan clara, de pura gardenia, si hablaran las flores? mis penas de antaño, ¿Quién sabe, de modo tan cierto, poniendo ilusiones las penas que sufro y el llanto que vierto: en tierras que daban la flor del engaño, las penas que matan y el llanto que ofusca? que nace á los soplos de ciegas pasiones; Si nadie en el mundo responde á mi queja, la voz de una muerta que implora si todo en el mundo me acusa y me deja, piedad y consuelo ¿quién viene á mi encuentro, me llama y me busca? que templen el duelo ¿Quién sabe que en este refugio respiro del alma de un hijo qué gime y que llora!; con raro contento, ¡la voz del cariño profundo!; soñando venturas que en rápido giro ¡la voz de mi madre, que viene del Cielo!; se van con el viento, ¡del Cielo, que al mundo la envía!; —venturas de un leve momento— ¡la voz de la madre más buena del mundo!: quizás porque á solas me miro, ¡mi madre!, ¡¡mi madre del alma!!, ¡¡ía mía!! quizás porque á solas me siento? ¿Deliro?.. ¿Deliro, Ven, madre, á mi lado, por Dios. ¡No te veo! tal vez en mi encanto? ¡¡Si hiciera, un instante, de Dios mi deseo!! ¡La voz es la suya, Dios Santo!; Ven, madre, ¡te escucho, que imploras!; te imploro, Fué santa, fué mártir, de largo martirio, ¡y en cruz, de rodillas, te adoro! que puso en su rostro la pena del lirio;- ¿Verdad que me quieres? ¿Verdad que me miras, lo mismo que tantas gloriosas mujeres y al ver mis dolores con ellos suspiras? que, huyendo en el mundo los torpes placeres ¿Verdad, que si todo, sin ti, me abandona, y dando á la vida sus limpios ejemplos, tu amor me disculpa, tu voz me perdona? hoy son como soles que alumbran los templos. ¡Con mágicas frases lo dices! Pintar no podría la mano más diestra, ¡Venid á mi encuentro las gentes felices! con ser en pinturas maestra, ¡No más os esquivo! ¡Mirad mi alegría! el óvalo blanco, gentil, de su cara. ¡Cantad, con mi gozo, los nidos! Ninguna pintara ¡Cantad, en la gloria del día, su frente de diosa; los altos arbustos floridos, su cutis de nieve, las aguas corrientes, los densos pinares!.. con tinte muy leve ¡Cantad, las llanuras, las sierras, los mares!.. de pálida rosa; ¡La dura tormenta, su cuerpo tan noble; su mano tan breve; de tantos dolores, acaba! sus labios, inquietos, discretos, ¡Ya tengo vigor que me alienta! diciendo cariños, callando secretos; ¡Ya tengo el sostén que buscaba! sus rubios cabellos, dorados ¿Qué importa si arrecia la trágica lucha, con luz de la Gloria, con ella rizados; si el hombre me hostiga, me engaña y me hiere? la vaga dulzura ¿Que el mundo me deja?.. ¡Mi madre me escucha! de toda su amable figura; ¿Que el mundo me ultraja?.. ¡¡Mi madre me quiere!! sus brazos, que daban Un hondo consuelo; sus ojos azules, lo mismo que el cielo. ¿Qué voz ensalzara bastante, cantando, III su voz melodiosa, de timbre tan blando, ¡Cuan buena mi santa, que endulza mi pena! tan fino y suave; Diciendo que es madre, ya digo que es buena. sus grandes riquezas, en grandes ternezas; su calma en las grandes tristezas, ¡Cesaron tus penas sombrías! tan seria, tan digna, tan firme, tan grave; ¡El Cielo te guarda, que en Él ya tenías su fe, penitente,- lugar escogido, su fe, tan ferviente; cual otro ninguno ganado. su fe, tan raigada; Si el Cielo, al morirte, no hubiera existido, su amor, que nacía lo mismo que fuente ¡¡lo hubieran creado!! que nunca se agota, ni mengua por nada; ¡su amor, que decía los fáciles modos de ser enseñanza y amor para todos!; IV su gran corazón que, en favores, pagaba desprecios, ofensas, rigores ¡Mi madre!.. ¡Mi santa!.. ¡Clemencia! del negro destino, perversos, constantes- ¡Me acuso yo mismo!.. No supe quererte! así como pagan los puros brillantes Por eso me acusa la propia conciencia. los golpes que sienten, con luces mejores; Por eso te imploro con ansias de muerte. su rara y excelsa virtud, que sabía Por eso, en mis cuitas, es justo castigo, surgir victoriosa del trance pasado, de culpa tan negra, la saña cual brilla serena, rompiendo el nublado, del mal implacable que llevo conmigo...: más blanca y hermosa la luz de la luna..? ¡la furia del áspid que busca la entraña! ¿Qué voz de alabanza diría ¡No supe quererte, cual tú merecías! tan altos ejemplos?.. ¡Ninguna! En cambio, tú llegas..., ¡Mi madre!.. ¡Mi santa! ¡en gozo inefable me anegas!, Mi fe de creyente ¡la luz á mis ojos despliegas!, que dura sincera, por más que la ultrajen, ¡me das con tu voz alegríasl altar misterioso levanta, ¡Mi madre del alma! Yo quiero que brilla con rayos del Sol en Oriente, volver á tu lado. ¡y en él mis amores colocan tu imagen! ¡Mi santa bendita!.. Yo espero, ¡Llegaron tus días! por ley de tu gracia, morir perdonado. Morirme quisiera; poner en olvido en tanta amargura! las penas, los daños, del tiempo vivido; ¡Que pueda, contigo, volar á la altura! si nadie me quiere, ¡Mi cuerpo, llagado por duros cilicios, gozar el desquite del hombre que muere; y en duro tormento se vea; pues todos me acosan con pérfidos lazos, mi espíritu sufra terribles suplicios...: pues todos me engañan, volver á tus brazos. suplicios el sueño, suplicios la idea! No busco el reposo ¡Ya gozo, mi madre, por ti, del tormento! que brinda la muerte porque es tan piadoso; No más me lamento no busca mi anhelo del triste abandono la Gloria en que vives por ansia del Cielo; que sufro en mis penas. ¡Perdono! ¡Perdono! desando en mi anhelo, desando y olvido, No más á mis labios los años, las sendas, del tiempo vivido, asomen sus iras mis hondos agravios. borrando mi historia ¡Acrezca el martirio de tantos dolores, de sangre, de llanto, de cieno, y en él purifique mis ciegos rencores! por ver si retorno feliz á tu seno, ¡En torno á mi vida, gozad de la vida, ¡por ver si, en tu seno, me acoge la Gloria!; gozad sin medida, jla Gloria en que tantas la turba comprada, la gente vendida..! purísimas santas ¡Las falsas mujeres, con besos de amores perfuman tus plantas!; faltad á los santos deberes, vivid para infames pasiones..! ¡la Gloria en que subes, ¡Los hombres procaces, llevada por blancos y rubios querubes, vivid de las mañas audaces, en alas de trémulas nubes!; servid á las bajas traiciones..! ¡la Gloria de Dios, que bendigo; tu Gloria, mi madre; mi Gloria, contigol Que yo lo contemple, ¡por fuerza!; ¡que, al verlo, con rabia feroz me retuerza..! Sabré merecerla, si tú me proteges. ¡que apriete á mis llagas los duros cilicios!, ¡Por Dios, no me olvides!.. ¡Por Dios, no me ¡y en tanto que sacien los viles sus vicios! ¡Que todo me veje y humille!; ¡que todo mi vida mancille, de modo implacable, de horrible manera!; ¡que, al fin, sin consuelos y á solas me muera..l ¿Qué importa, si en cambio conquisto la paz perdurable, la paz verdadera: la gracia de Cristo? ¿Qué importa, si en cambio mi madre me espera? LA SALVE DE LAS MONTAÑAS

No dudes, ¡¡mi madre!!: sabré merecerte; pensando en tu vida, pensando en tu muerte. En el silencio augusto de la noche En tanto,- ¡Dios Santol, ¡Dios mío!, va sonando la voz de las montañas. perdona las culpas que expío; Las altas cimas á los cielos rezan, las culpas de trágicas penas, las viejas cumbres con los cielos hablan... si sé perdonar las ajenas... Y en tanto que cruzo los agrios desiertos, «¡Dios te salve, María!», va diciendo sentada á la diestra de Dios, Nuestro Padre, la voz de las montañas, á los aires... tendiendo á mis brazos tus brazos abiertos, «Reina y Señora del linaje humano, ¡¡espérame, madre!! dulce Señora de la sierra, ¡Salve!

»¡Madre de Dios, v Virgen de las Vírgenes; Madre de Cristo y su divina Gracia; Madre de la pureza, siempre pura; Madre divina del Amor, sin mancha;

»Fiel en tu amor, clemente, y poderosa; Cifra de las virtudes; Rosa mística; ¡Que todo me veje y humille!; ¡que todo mi vida mancille, de modo implacable, de horrible manera!; ¡que, al fin, sin consuelos y á solas me muera..l ¿Qué importa, si en cambio conquisto la paz perdurable, la paz verdadera: la gracia de Cristo? ¿Qué importa, si en cambio mi madre me espera? LA SALVE DE LAS MONTAÑAS

No dudes, ¡¡mi madre!!: sabré merecerte; pensando en tu vida, pensando en tu muerte. En el silencio augusto de la noche En tanto,- ¡Dios Santol, ¡Dios mío!, va sonando la voz de las montañas. perdona las culpas que expío; Las altas cimas á los cielos rezan, las culpas de trágicas penas, las viejas cumbres con los cielos hablan... si sé perdonar las ajenas... Y en tanto que cruzo los agrios desiertos, «¡Dios te salve, María!», va diciendo sentada á la diestra de Dios, Nuestro Padre, la voz de las montañas, á los aires... tendiendo á mis brazos tus brazos abiertos, «Reina y Señora del linaje humano, ¡¡espérame, madre!! dulce Señora de la sierra, ¡Salve!

»¡Madre de Dios, v Virgen de las Vírgenes; Madre de Cristo y su divina Gracia; Madre de la pureza, siempre pura; Madre divina del Amor, sin mancha;

»Fiel en tu amor, clemente, y poderosa; Cifra de las virtudes; Rosa mística; «¡Dios te Salve, Señora!», blandamente, Trono radiante de la suma Ciencia; repite la plegaria de los montes. Fuente del esplendor y la alegría; «Vida, y dulzura, y esperanza eternas; Madre de la Piedad! Madre del Hombre! »Vaso espiritüal; excelsa Torre de pulido marfil; límpido Espejo »Claman á Ti, los pobres desterrados; de la justicia; Madre cariñosa claman á Ti, los hijos de la Tierra; de la Tierra infeliz; Puerta del Cielo; mal se resignan á sus largas culpas; culpas que fueron en su origen: Eva. »Salud de los enfermos, en sus cuitas; Salud de las conciencias, en sus ansias; »Lloran, y lloran, suspirando siempre; Refugio de los tristes pecadores; siempre anhelantes, sus inquietas almas; Estrella, sin rival, de la mañana; siempre, al azar, en tenebroso abismo, valle siniestro de perennes lágrimas. »Reina de los profetas, que te anuncian; Reina mártir, señora de los mártires; »Vuelve á sus penas tus amantes ojos, Señora de los Santos, que te miran; dulce abogada del linaje humano; Señora de los ángeles y arcángeles; torna tus ojos á los hombres tristes; rasguen sus noches, como vivos astros. »Dios te Salve, María; siempre Virgen; Tú, como nieve de la cumbre, intacta; »Muéstrales á Jesús; dales que vean Tú, como brisa de la sierra, pura; luz de ilusión en lóbrego destierro; Tú, como el agua del regato, clara...I» muéstrales á Jesús, fruto celeste, fruto de bendición. ¡Ruega por ellos! Suena la voz de las augustas cimas en la calma solemne del silencio; »Ruega por ellos, que tu gracia imploran; sube la voz, como en tranquilas ondas hazlos, al fin, de tus favores dignos; el humo grato del quemado incienso. gocen, al fin, en éxtasis, las ricas, gratas promesas del amor de Cristo.

»Mira que son sus infortunios hondos, I más que el profundo y "encerrado valle; más que el nublado tormentoso, negros; más que el martirio del torrente, grandes.

»Logren perdón, misericordia; cesen LUCES TRÉMULAS culpas impuestas por el sino aciago. Madre de la Piedad, Madre del Hombre, ¡¡tregua, piedad, para el dolor humano!!!» Entre las matas del monte brillan gusanos de luz; estrellando las tinieblas, con vago color azul...

Dice la voz, y en la apacible noche, En las sombras de mis sueños, bajo la inmensa bóveda, cuajada enciendes tus ojos tú; de capullos de luz, se va extinguiendo, tus claros ojos, celestes, la solemne oración de las montañas... como gusanos de luz. CARACOL

Este que aquí nos saluda como un gran saludador, niño por su edad, y mozo por la edad de su razón; éste, que veis, tan pequeño, como que al mundo llegó mediada la primavera de mil novecientos dos, con lo cual os digo, en años, que cinco, y no más, cumplió; este rapaz cari-sucio, de tan morena color, con ojos tan vivarachos y con gesto tan burlón; éste que lleva, y que luce, plantado á la luz del sol, unos pies desnudos siempre, lo de «perro ladrador...», limpios sólo de dolor; con lo cual demuestra el perro un traje que es más que traje lo que del hombre aprendió. un purisimo jirón; En cambio, los mismos hombres una boina sobre el pelo no le inspiran tanto horror. que enmarañado creció; Más vale que no los huya. en los labios una risa, ¿Cómo viviera si no? y entre la risa una flor... Las buenas almas le miran éste es mi amigo, un amigo con profunda compasión, predilecto: Caracol. y él va gastando y viviendo... por obra y gracia de Dios.

Sin padre, porque su padre, va para un año, murió; De tres hermanos, mi amigo sin madre que le proteja es el hermano mayor. con su amoroso favor, Hay otros dos caracoles así como vino al mundo más chicos que Caracol, por los designios de Dios, el cual es ¡naturalmente! vive del amor del prójimo... quien cuida á los otros dos. que es amor y no es amor. Pero, ¿qué van á importarle Dos pobrezas le quebrantan: á un mozo de su valor de cuerpo, de condición; dos pájaros más, que formen y en él da lástima todo: nido con él... ó montón? cara, cuerpo, gesto, voz... En vano sentimos otros De los perros, que le ladran, el dolor de su dolor. tiene miedo, y con razón, El es feliz, porque es hombre que no reza para el pobre de genio y de corazón; la luz alegre del sol; él, que tiene movimientos verde palacio la copa airosos de girasol, del árbol en que anidó, la gracia de Rinconete donde ni el frío le mata, simpático y decidor, ni le sofoca el calor... los arrestos y el empuje Y así vive, buenamente, de todo un Napoleón, ricamente, Caracol: de Metternich las astucias... en el aire, con el aire, ¡y la paciencia de Jobl por obra y gracia de Dios... ¡como en las gratas umbrías del pinar el gorrión I

¿Qué le importa que unos días pueda comer, y otros no? El gusto, precisamente, Corre, bulle, se revuelve, consiste en la variación. siempre con ojo avizor, Sabio en ciernes, se contenta y acá y allá picotea, con vivir como vivió. como un pájaro, el bribón. Semipájaro, en el aire ¡Jamás á un grano de trigo tiene su vida mejor. la vida le perdonó! Poco inquieta en las umbrías ¡Jamás se le vió en su vida del pinar al gorrión desperdiciar la ocasión! volar como vuela el águila, Ni en el pueblo, cuna ilustre cantar como el ruiseñor. de picaro tan precoz, Sustento le brinda el prado y en el que pasa las noches que la lluvia refrescó; con el suelo por colchón; luz y contento, sin tasa, ni en los huertos, donde busca, y encuentra, sombra y verdor; que escapa del cazador. ni en los montes que, á menudo, Bailes, coplas, vueltas, brincos, con sus costillas midió... recursos del hambre son. ipor capricho!; ni en los anchos Por eso, cuando se rinden andenes de la estación, las fuerzas del cantador, donde el rapaz se tropieza siempre la fiesta concluye con tanto y tanto señor...; con una misma canción: jla estación que entre dos túneles «¿Me da usted una limosna? á sus anchas se asentó, iUna limosna, por Dios!» y que, á veces, desde lejos, parece un monstruo feroz, cuando, llena de ruido El verano, que es tan bueno por el tren que la invadió, para el pobre, ya acabó. respira fuerte, lanzando «Se acabó lo que sedaba, bocanadas de vapor! mi querido Caracol. Me marcho luego, muy luego. Se marcha tu historiador. Me reclaman otro mundo, Baila allí cuanto le piden, y otro campo, y otro sol. sin dar por su cuenta el són. Dame la mano de amigo, Él baila al són que le tocan, y aprieta bien, ¡como yo! como buen adulador. ¿Hasta pronto, ó para siempre, Canta, que se desgañita, nos diremos este adiós? siempre á gusto, siempre en vo%_. A mí me aguarda la vida Gira, lo mismo que un trompo que untas veces me hirió; que tuvo... y se le perdió. á tí te acecha el invierno, Salta, como salta el gamo que es tan malo y tan traidor.»

I3 Iba cerrando la noche; rápido el tren arrancó. Miré al cielo, por la abierta ventanilla del vagón, y en la vaga lejanía, de indefinible color, vi los montes coronados por un negro nubarrón, MADRIGAL avanzada de las nubes del invierno aterrador. Miré á tierra, y entre sombras, Te he querido, y te he temido vi perderse á Caracol. á la vez, y he conseguido ¡Como es tan chico, al instante callarte mi devoción la distancia lo borró! para vivir poseído de una ilusión: la ilusión de que me hubieras querido.

Dios te guarde, noble amigo, del invierno y su rigor; Dios, que ampara en las umbrías del pinar al gorrión. ¡Dios nos libre de traiciones y ventiscas á los dos! ¡EN MARCHA!

Expira Septiembre. Las nieblas llegaron de pronto. Llegaron las nieblas, cubriéndolo, borrándolo todo.

Apenas vislumbra la vista del monte vecino la falda. ¡Qué denso nublado! La Sierra, detrás de sus velos, quedó secuestrada.

Los pinos que, al cabo, consiguen surgir un instante, moviendo en la niebla sus trémulas ramas, — así como náufragos que piden socorro, parecen fantasmas... iQué lluvia tan triste! ¡Qué triste rebota! ¡Qué triste resuena! La historia de siempre qué pronto repite sus giros y vueltas: ¡qué poco duró la alegría! ¡qué pronto volvió la tristeza! ..PADRE NUESTRO Cuán graves, qué adustos, los montes altivos, con grises crespones recatan su pena. Padre del hombre, que en el Cielo estás, Parece que el aire suspira. venga el tu Reino, con tu gracia á nos. Parece que lloran las nieblas. No desoigan tus órdenes, jamás, tu Tierra, Padre, ni tu Cielo, Dios. Al fin, de su seno, los montes me alejan. Danos el nuestro pan, de vez en vez: También de su grato refugio cada día, calmando su inquietud; me expulsa la Sierra... tu pan, para los cuerpos robustez; tu pan, para el espíritu salud.

Perdona nuestras deudas, y á la par hallen nuestros deudores su perdón, por virtud de tu ejemplo singular.

Gocen las almas, en tu amor, del Bien. Líbranos de la torpe tentación. Líbranos siempre del pecado. Amén. DESPEDIDA

Montañas, adormidas en mágico reposo; magníficas montañas, refugio de mis males; pinar de mis amores, que hoy miro misterioso, velado por la lluvia de nieblas otoñales;

cañada, mi cañada, tan honda, tan bravia; ya alegre, ya ceñuda, portento de belleza; cañada, mi cañada,— que hoy juntas á la mía, con tonos de crepúsculo, tu lúgubre tristeza,

y en tanto lloro, gimes, y en tanto llueve, lloras; parajes solitarios y altísimos del puerto, y tú, mi casa humilde, que, en tardes bienhechoras, me viste como á caza de rimas por el huerto: con Dios quedad. Al mundo me vuelve mi destino. ¿En dónde hallar el rayo de amor y de alegría Por él verán que torno, cual triste vagabundo, que rasgue, que disipe mis íntimas tristezas? luchando con los riesgos del áspero camino, luchando con el Hombre, luchando con el Mundo. ¿En dónde bienandanzas que maten desengaños, mercedes que merezcan el nombre de mercedes? Los males con que vine, del cuerpo fatigado, ¿En dónde, contra el arte de pérfidos engaños, 1 cedieron compasivos; cedieron, lentamente; las artes que me libren de lazos y de redes/ sintieron el influjo del monte sosegado; la sana, la admirable riqueza del ambiente. Por algo, mientras siguen calmándose, vencidas por obra del ambiente, del ocio y de la calma,

La furia de sus ímpetus, durísima, se aplaca. las penas de mi cuerpo, sus penas, ¡sus heridas!, Son nubes que se borran... El viento las ahuyenta. se enconan mis heridas sin cura: ¡las del alma! Ya son como en los mares costeros la resaca, que cede poco á poco, después de la tormenta.

Mas, ¡ay! que los dolores del alma, tan herida, Con Dios quedad, los montes, el huerto, los pinares, no fueron tan piadosos. ¡Me acaban sus torturasl el puerto, la cañada... Con Él quedad: ¡con Dios! Ni cumbres me valieron, benéficas. La Vida Me llaman las llanuras... Quizás las de los mares. siguió martirizándome, con nuevas amarguras.

Vinieron tras mis huellas; subieron las traiciones: mis viles enemigos, hipócritas y viles... Me alejo, como vine, con trágicos pesares. y en cumbres á que nunca subieran sus pasiones, ¡Adiós, mis esperanzas! ¡¡las últimas!! ¡¡Adiós!! me vi como en abismos, cercado de reptiles.

¿En dónde y en qué fuentes, ¡Dios Santo!, calmaría mi sed devoradora de amores y grandezas? INDICE

PágS-

DEDICATORIA 7 «Serranas he cantado...» 9 Invocación 11 Las cumbres 1 5 Bucólica 19 Confesión 23 La noche de las hogueras 25 Toque de ánimas 3i Mañana de Junio 37 La balada de los viejos 41 Pierrot en la sierra 53 Agua del cielo 5g La de los ojos negros 61 La tormenta 65 ÍNDICE ÍNDICE 207 2O6

Págs. Pags-

Mi madre 169 Rosas del monte 73 La Salve de las montañas 181 La carreta 77 O. Luces trémulas i85 Mi campo santo 85 Caracol 187 La sierra al sol Madrigal 19$ Por el camino ¡En marchal 197 97 La vieja letrilla ...Padre nuestro 199 Io5 La Leonor Despedida 201 Luna llena 111 1,9 Cantos del pinar 123 Maldición serrana La música de los títeres 125 3l El tren que pasa '33 Mis canciones 1 .35 Meditación Nocturno 141 Romance del tiempo viejo '43 Fuego en los pinos '49 Una ráfaga ... • ... 153 Misterios I57 La eterna historia ' Cuando bajan los lobos Silencio 167 OBRAS DEL MISMO AUTOR

PARA PUBLICAR

LA VIDA. LOCA. Libro de versos.

POEMAS DRAMÁTICOS.

EN PREPARACION

POESÍA DEL MAR.