Estudio Bio-Bibliográfico De Don Hilarión Eslava
Total Page:16
File Type:pdf, Size:1020Kb
Estudio bio-bibliográfico de Don Hilarión Eslava PRESENTACION La revista «Príncipe de Viana» quiere honrar la memoria de don Hila- rión Eslava en el centenario de su muerte, publicando el Estudio bio-biblio- gráfico del mismo que dejó inédito el eminente musicólogo don Leocadio Hernández Ascunce. Esta monografía fue compuesta en 1929. El lector debe tener presente esta circunstancia cuando lea la descripción de Burlada o en- cuentre alusiones a hechos entonces recientes. Hemos preferido dejarla tal como salió de la pluma de don Leocadio antes de meter la tijera en ella. El único recorte que hemos hecho, se refiere al Apéndice, titulado El mo- mento actual de la música litúrgica según los deseos del papa. Se trata de un breve comentario a la Constitución Apostólica de Pío XI del 20 de diciembre de 1928 sobre la música sacra, es decir, de algo que sólo tiene una relación remota con nuestro protagonista. También hemos suprimido el índice de autores, obras y archivos citados en este trabajo, por ser demasiado vago, por ejemplo, cita «El Debate» Madrid, «Diario de Navarra» Pamplona, sin pre- cisar más. A título de Introducción, permítasenos que presentemos al autor del presente trabajo. Don Leocadio Hernández Ascunce fue un sacerdote ejem- plar, sencillo, bondadoso y modesto, nacido en Pamplona el 9 de diciembre de 1883. En julio de 1892 ingresó en la catedral de Pamplona como infante de coro hasta el año 1900. Recibió lecciones de música de Hipólito Ra- mírez († 1901), maestro de capilla del primer templo diocesano, y de Félix Hernández († 1935), organista del mismo. Frecuentó también la Academia Municipal. Terminada su carrera eclesiástica, se ordenó de presbítero el 5 de junio de 1909. Fue organista de la catedral de Tudela (1908-1911) y maestro de ca- pilla de Calahorra (1911-1923), Burgos (1923-1939) y Pamplona (1939- 1944). Por sus trabajos de investigación musical, mereció ser nombrado vo- cal del Instituto «Diego Velázquez» del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (1940), académico correspondiente de la Real de Bellas Artes de San Fernando (1944) y vocal de la Institución «Príncipe de Viana». Se ju- [1] 111 LEOCADIO HERNÁNDEZ ASCUNCE biló el 24 de junio de 1953 y falleció en Pamplona el 8 de diciembre de 1965, pocas horas antes de cumplir 83 años. En Tudela, Calahorra, Burgos y Pam- plona desempeñó varios cargos pastorales y docentes. Aunque dejó cerca de 80 composiciones musicales, destacó más como musicólogo que como músico. En 1917 se lanzó al campo de la investigación de la historia musical y desde entonces salieron de su pluma varios opúsculos, numerosas conferencias y centenares de artículos. Sólo en «Diario de Navarra» publicó 285 artículos. Los trabajos más importantes aparecieron en las revistas «España sacro musical», de Barcelona (1930-1936), «Tesoro sacro musical», de Madrid (1933-1954); «Boletín de la Comisión de Monumentos de Burgos» (números 28-44), «La Avalancha», de Pamplona (1934-1949); «Ritmo», de Madrid (1940-1945) y «Príncipe de Viana», de Pamplona (1946-1955). Colaboró en Congresos y en Diccionarios de Música. En medio de sus afanes, no le faltaron satisfacciones. En octubre de 1911 fue premiado por la Academia Bibliográfica Mariana de Lérida con una batuta de ébano y plata por su composición musical Salve Regina. Su libro El cancionero navarro ganó el primer premio del concurso del Orfeón Pam- plonés en 1924. Su Colección de cantos populares de Navarra, armonizados, fue premiada con 250 pesetas por el ayuntamiento de Pamplona en julio de 1928. Su Estudio bio-bibliográfico de don Hilarión Eslava fue subvencionado con 300 pesetas en el primer concurso organizado por la Biblioteca Olave en 1929. Su trabajo Música y músicos de la Catedral de Pamplona fue premiado en un concurso organizado por el Instituto Español de Musicología, de Bar- celona, a principios de 1948. Y, por último, Mis recuerdos carmelitanos fue galardonado en los Juegos Florales del centenario del Escapulario en Pamplona el 30 de noviembre de 1952. La revista mensual hispano-americana «España Sacro Musical», de Bar- celona, le dedicó el núm. 55 (15 julio 1934), con motivo de sus bodas de plata sacerdotales. Entre sus artículos altamente elogiosos, figuraba uno en forma de Carta abierta, en el que Felipe Rubio Piqueras, organista de la ca- tedral de Toledo, le decía: «El caso de usted es el tan repetido del autodidacta y cada vez lo será más, dadas las conmociones que sufre el Estado y por ende la Iglesia. Porque, amigo mío, usted no ha pisado las Universidades ni ha frecuentado el trato con los maestros y especialistas de las disciplinas históricas, ni ha podido, en fin, hacerse un refinado en sutilezas y cavilacio- nes de métodos, procedimientos y sistemas a seguir y emplear. Pero ahí pre- cisamente está su mayor mérito, que es grande en verdad, objetivamente considerado. Aparte los estudios del Seminario, usted, por intuición y cla- rividencia de su intelecto, vio y leyó en una época en que apenas nadie veía ni leía nada en el horizonte español de musicología ... ¡Qué lástima no 112 [2] Retrato al óleo de don Hilarión Eslava obrante en la sala de visitas de la Casa Consistorial de Pamplona. Medidas: 117 x 83 cms. «Dedicado al Excmo. Ayuntamiento de Pamplona, 1884. S. Asenjo» ESTUDIO BIO-BIBLIOGRÁFICO DE DON HILARIÓN ESLAVA pudiera usted reunir en diversos volúmenes lo ya desparramado! ¡Cuánto se lo agradeceríamos los dados a esta clase de estudios!». Además del presente trabajo, dejó inédita una monografía titulada La música religiosa en los ritos y costumbres de Navarra (297 cuartillas, más 29 de clichés), compuesta, al parecer, en 1937. José GOÑI GAZTAMBIDE AL LECTOR Pocas veces se habrá visto tributar con más esplendidez a un artista como éste, maestro excelso de la música, que, mientras sorprende a sus coetáneos con sus producciones, más se esfuerza en vivir la vida oscura junto a su mesa de trabajo, el homenaje postumo de todas las clases, elevadas y populares de la nación como premio al talento y a la constante y admirable labor artística; y pocas veces tam- bién habrá ocurrido que a los cincuenta años de su muerte sean legión innúmera en su propio país los que desconocen su verdadera biografía y su enorme produc- ción bibliográfica. Algunos hablaron de Eslava para entrar con grandes inexactitudes en el campo de la leyenda. De Eslava se ha escrito poco, no se contrastaron los hechos de los primeros biógrafos, la crítica se apasionó y los archivos quedaron sin escudriñar. Gayarre y Sarasate tuvieron escritores que con gran competencia y veracidad documentada cantaron sus glorias artísticas. Eslava, el maestro de los maestros, según frase consagrada, no tuvo ni historiador ni cantor. Algunos críticos a raíz de su muerte enaltecieron cumplidamente la labor técnica, más que histórica, del maestro. De aquí, los errores propagados de los que se aprovechó una crítica poco cimentada, y las exageraciones de sus discípulos apasionados al confundir los valores técnicos de una época con la aplicación litúrgica, que sólo a nuestra Madre la Iglesia toca regular. Muchos pueblos de España dedicaron a Eslava sus calles, sus teatros, sus sociedades de recreo. Verdad es que aún perdura esta ofrenda; pero el maestro y su obra es de muy pocos conocida. Esta carencia de monografías locales y esta falta de difusión de estudios históricos, de las biografías de hombres notables, decía hace muy poco Nik (Diario de Navarra, 17 Agosto 1929) han producido graves daños. En el transcurso de los años, reducido a la transmisión oral el conocimiento de los sucesos históricos locales o regionales, han ido borrándose de la memoria de las gentes, o desfigu- rándose en leyendas o trocándose en supersticiones. Se ha perdido así en cada ciudad y cada pueblo el tesoro de su propia historia, y como no se ama y estima, sino lo que se conoce, va menguando de generación en generación el amor local, el legítimo orgullo de los antecesores, la compenetración de cada español con el carácter de su comarca natal. [3] 113 LEOCADIO HERNÁNDEZ ASCUNCE Y un distinguido crítico (Eder-Zale - La Voz de Navarra, Julio de 1928) decía: «esta nueva generación que ahora crece al ritmo enervante del tango y del charlestón, acaso no conoce a Eslava ni de oídas». Ante esta realidad histórica he construido mi libro consultando artículos, revisando apuntes, registrando archivos y corrigiendo errores. Sinceramente hubiera querido acertar; que al fin estas páginas fruto son de mis ratos de descanso, que no son muchos, quizá hurtados a mis obligaciones, que no son pocas. I. BURLADA El hogar apacible a cuyo calor fue robusteciéndose el cuerpo y el espíritu, la iglesia lugareña donde los puros labios de la infancia musitaron su primera oración, los campos de la llanura fecundados con el sudor de los padres y seres queridos, y acariciados con el beso del Arga, las canciones del pastorcico que perezosamente atrae sus rebaños en los deliciosos atardeceres agosteños a su vallado, el eco que lleva las últimas vibraciones de la campana grande de Santa María la Real de Pamplona, todo esto fue para Eslava la patria chica que añoraba, cuando desarro- llaba su fecunda actividad en la capital de España, y el centro a donde había de acudir indefectiblemente buscando el bien ganado descanso en los rigores del verano. Muy transformado queda hoy este lugar, según la descripción que de él se hace. Está situado este pueblo (Julio Altadill - Geografía del País Vasco-Navarro - Tomo 2°, pág. 358) a dos kilómetros de Pamplona, en llano, a la derecha del río Arga, poco antes engrosado con las aguas del Ulzama. Tiene 36 casas con 186 almas y pertenece en lo eclesiástico al Arciprestazgo de la Cuenca. Hay en él escuela nacional y la parroquia está dedicada a la Asunción de Nuestra Señora.