Reseñas De Libros
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Reseñas de libros S ta ffo r d P o o le, C.M., Pedro Moya de Contreras. Catholic Reform and Royal Power in New Spain 1571-1591. Berkeley, University of California Press, 1987, 215 pp. más apéndices, notas e índices. Son todavía escasas las obras históricas que tratan de la etapa inmediata posterior a la “conquista espiritual” que consagrara el trabajo de Robert Ricard. A diferencia de éste, en uno que otro estudio se ha intentado esclarecer la parti cipación del clero secular o diocesano en aquel proceso de la primera evangelización.1 Pero los tiempos subsiguientes, marcados por el arribo de los jesuítas, por el establecimiento de la inquisición y por el afianzamiento de las iglesias cate drales luego del concilio tercero mexicano en 1585, cuenta aún con muy pocos estudios. Figura señera de la primera hora de aquel ciclo pos- tridentino, o barroco, fue sin duda el primer inquisidor de Nueva España a la vez que primer arzobispo del clero secular en México, don Pedro Moya de Contreras. A rehacer la imagen de este personaje injustamente olvidado aspira el libro de Stafford Poole, exdirector y actual profesor de historia en el Colegio Seminario de San Juan, de Camarillo California. Varios años de trabajo en repositorios españoles, en el archivo secreto del Vaticano y en ricas colecciones nortea mericanas como la Bañeroft en Berkeley, rindieron esta primera obra de importancia sobre aquel eclesiástico espa ñol de origen andaluz. Fue quizá Moya el funcionario más influyente y poderoso de la segunda mitad del siglo xvi novohispano y primeras décadas del siguiente, por lo menos hasta los días de don Juan de Palafox y Mendoza. Los trabajos anteriores de Sttaford Poole en torno al Tercer Concilio Provincial de México, que convocara el propio arzobispo Moya en 1584, le llevaron a la fascinación por su protagonista. De hecho el relato, que sigue una trayectoria biográfica centrada en las etapas sucesivas de Moya de Contreras como inquisidor, arzobispo-virrey y visitador del reino, es decir en su trayectoria política novohispana, privi legia en todo momento la discusión sobre las condiciones de gobierno en la arquidiócesis de México. Asimismo, los capí tulos finales dedicados al tercer concilio constituyen, a mi modo de ver, la principal aportación de esta obra a la historiografía. Las obras que persiguen el estudio de un personaje imponen la búsqueda de un equilibrio no siempre factible entre los aspectos biográfico y monográfico. El éxito depen de no sólo de las fuentes a las que se tuvo acceso, sino por supuesto de su tratamiento crítico. El libro de Poole, que no dedica un apartado a darnos cuenta de sus fuentes, su carácter y posibilidades, asume sin embargo el predominio de los aspectos monográficos en detrimento de la dimensión biográfica de su protagonista. El autor termina su libro diciendo que Moya de Contreras fue más un símbolo que un actor; un preservador de sistemas más que un innovador. Las fuentes empleadas silencian —nos dice Poole— los ras gos de la personalidad y exaltan en cambio las tendencias y procesos generales de la época.3 A unos cuantos meses de haberse publicado el libro, Poole dio con nuevos y ricos documentos sobre la gestión del arzobispo Moya. Estos comprenden los años que van de 1586, año de su retorno a España, hasta su muerte en 1591 ó 1592. Conciernen sobre todo el fin que dio el consejo de Indias a los papeles de la visita de Nueva España, la actua ción de Moya de Contreras como asesor del rey para el gobierno de las Indias, y su brevísima gestión al frente de aquel consejo. El hallazgo no podía provenir sino de la colección de documentos que posee la biblioteca madrileña del Instituto de Valencia de Donjuán. Allí para gran parte de la documentación de don Mateo Vázquez de Leca (1543- 1591), quien fuera secretario particular de Felipe II. Ulte riormente, Poole escribió un artículo cuya publicación prepara, el cual vendrá a completar de alguna manera el libro.4 Con todo, no puedo dejar de preguntarme si antes, un estudio más crítico y específico de sus fuentes no hubiese llevado al autor a preguntarse por el secretario Vázquez de Leca hasta dar con la importante colección de sus papeles. La obra de Stafford Poole consigue su doble cometido: echar el cimiento haciendo acopio informativo e incitar a la discusión sobre viejos y nuevos cauces de investigación. Según vimos, el relato se atiene a una trayectoria casi bio gráfica, asienta los oscuros antecedentes de la vida oculta de Moya y luego se aboca al examen de las etapas según los cargos ejercidos en cada una: inquisidor, arzobispo-virrey y visitador. Resultan sendos capítulos que privilegian la histo ria de las correspondientes instituciones novohispanas, más que del personaje, con párrafos introductorios sobre ante cedentes peninsulares de carácter general. Poole reconoce una continuidad de los ideales humanis tas entre la etapa de la conquista espiritual “más personal, profètica y carismàtica”, y la subsecuente presidida por Moya, “menos individual, más institucional y organizativa según los lineamientos del concilio de Trento y de los propios del concilio tercero mexicano”. Pero esta continui dad de metas, que no de métodos, no parece haber resistido por mucho tiempo. Según el autor la estructuración y orde namiento implantados por Moya se anquilosaron. A pesar de la escasez de investigaciones sobre las etapas subsecuen tes, Poole llega a proponer que la decadencia de la Iglesia mexicana posterior a 1600 corrió pareja con “la excesiva ornamentación barroca, los peores excesos regalistas, la extravagancia y la complacencia”. ¿Cómo pudo el barroco precipitar la decadencia de la Iglesia en Nueva España? Con esto da la impresión de que Poole queda involuntariamente preso en el lugar común de la historiografía que insiste en la edad de oro de la “conquista espiritual”, contrapuesta a la decadencia posterior en que las iglesias diocesanas queda ron, hasta los días de las reformas borbónicas, servilmente sometidas al patronato de la corona. El proceso debió ser sin duda mucho más complejo y en todo caso la continuidad que ve Poole no aparece suficientemente caracterizada y sus límites inferiores difícilmente previsibles. Dicho de otra ma nera, las observaciones que ven más allá del periodo de estudio resultan arriesgadas y pudieran desvirtuar procesos tan bien logrados por Poole como el del Concilio III de 1585. De éste destacan valiosas aportaciones para emprender estudios sobre la situación de las iglesias novohispanas del siglo XVII y primera mitad del XVIII. Sea la primera, el anhelo por estandarizar y regular los procesos mediante la restauración de la autoridad competente y el establecimien to de un solo sistema administrativo diocesano. Sea la segun da, esclarecer el conflicto entre los obispos con su clero y los religiosos doctrineros. Ante éste, comenta Poole, la corona seguiría una política dubitativa pero al final afortunada, tendiente a restringir a los religiosos y a controlar a los obispos. La tercera se refiere a que la política de poblamiento del valle de chichimecas que recomendara el tercer concilio, fue finalmente la política seguida para con la guerra chichi- meca. La cuarta consiste, finalmente, en el complejo proceso de aprobación del concilio tercero mexicano, nunca antes descrito con tanta claridad. De los brotes de inconformidad y aun de oposición que suscitara la posible ejecución de sus decretos en los cabildos eclesiásticos y clero parroquial, se comprende el que no se lo citara como fuente de derecho sino muy tardíamente, hasta el último tercio del siglo XVII, al menos en la iglesia michoacana. He aquí, pues, un libro que ofrece una primera visión de conjunto de la gestión novohispana de Moya de Contre- ras y que impone, por cierto, la necesidad de examinarla más en el contexto de la política general de Felipe II. Los años finales del arzobispo Moya en la corte de Madrid invitan a emprender un esfuerzo que sistematice los principales mo mentos de aquella coyuntura reformista de la “junta magna” de 1568 y de la gestión de Juan de Ovando, inicial protector de Moya. Óscar Mazín Gómez El Colegio de Michoacán NOTAS 1. John Friedrick SchwaUer, The Church and Clerqy in Sixteenth Century Mexico, Alburquerque, University of Mexico Press, 1987. También véase el discurso de Guillermo Porras Muñoz ante la Academia Mexicana de la Historia sobre la labor evangelizadora del clero secular, 1987. 2. Véase de Stafford Poole: “The Church and the Repartimientos in the Light of the Third Mexican Council, 1585”. The Americas 20, July 1963:2-36; “Opposition to the Third Mexican Council”. The Americas 25, October 1968: 111-59; “Research Possibilities of the Third Mexican Council”. Manuscripta 5, 1961:151-63; “The Third Mexican Provincial Council of 1585 and the Reform of the Diocesan Clergy”. The Church and Society in Latin America. Edited by Jeffrey A. Cole. New Orleans: Tulane University Press, 1984; “War by Fire and Blood: the Church and the Chichimecas in 1585”. The Americas 22, October 1965:115-37. 3. Stafford Poole, Pedro Moya de Contreras. Catholic Reform and Royal Power in New Spain,, 1571-1591, p. 210. 4. Stafford Poole, “The Last Years of Pedro Moya de Contreras”. The Americas vol. XLVII, July 1990, núm. 1. C a s t a ñ e d a , Carmen, Violación, estupro y sexualidad, Nueva Galicia 1790-1821. GuadalaJara, Hexágono, 1989, 203 pp. La editorial Hexágono de Guadalajara publica el estudio de la doctora Castañeda sobre expedientes de varios archivos neogallegos (Audiencia de Guadalajara, Arzobispado de Guadalajara) relacionados con violencias sexuales a la mujer del siglo XVIII y principios del XIX..