Venezuela Y La Contrarrevolución Cubana
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José Luis Méndez Méndez Venezuela y la contrarrevolución cubana Venezuela y la contrarrevolución cubana Venezuela y la contrarrevolución 1.a edición digital, Fundación Editorial El perro y la rana, 2020 cubana © José Luis Méndez Méndez © Fundación Editorial El perro y la rana Edición y corrección José Jenaro Rueda Diagramación Armando Rodríguez Diseño de portada Arturo Mariño Hecho el Depósito de Ley ISBN: 978-980-14-4682-8 Depósito legal: DC2020000342 Méndez Méndez, José Luis, Venezuela y la contrarrevolución cubana / José Luis Méndez Méndez; Caracas : Fundación Editorial El perro y la rana, 2020 450pág.; 14 por 21 centímetros ISBN: 978-980-14-4682-8 Depósito legal: DC2020000342 Ensayo (Historia) FGI 58.14 José Luis Méndez Méndez Venezuela y la contrarrevolución cubana Al heroico pueblo venezolano, por la lucha que redime para labrar un porvenir digno, seguro; por su tributo y ejemplo. A todas las víctimas del terrorismo anticubano. A mi amiga, la imprescindible intelectual y militante argentina Stella Calloni, por su huella, ejemplar estímulo y combativo prólogo. Prólogo Una vez más, el docente, investigador y escritor José Luis Méndez Méndez nos sorprende con un nuevo libro en su prolífica obra, iluminando los laberintos del terror imperial en Nuestra América, desnudando la verdadera matriz de este flagelo universal en tiempos donde un capitalismo salvaje y descarnado, en la degradación de su final, intenta avanzar en otro proyecto de recolonización de América Latina y el Caribe, que siempre consideró su “patio trasero”. Este libro, además, es un relato histórico imprescindible para conocer y entender la profunda raíz de la relación entre dos países hermanados en distintas épocas, como son Cuba y Venezuela. Lazos comunes que renacen una y otra vez. Desde aquellos tiempos de la lucha anticolonial contra España hasta este siglo xxi en un mundo incierto donde las situaciones cambian como un flash televisivo, ahora está de regreso la Doctrina Monroe (1823), del presidente James Monroe, resumida en esa frase clásica de “América para los americanos”, es decir, para los norteamericanos. También, retornó la “Guerra Fría”, camuflada con una diversidad de nuevos y viejos argumentos. 8 En algunos momentos, casi a ritmo de novela, este libro documenta esa relación entre dos pueblos que sobrevivie- ron a dictaduras, hermanados por la tragedia del terror en los esquemas contrainsurgentes del imperio. Incluso, por las renovaciones y los vientos esperanzadores, como una épica de todos los aconteceres en Nuestra América. Vivir y morir juntos por la causa de la liberación ha sido una constante en la vida de cubanos y venezolanos. Esa rela- ción nunca fue tan fuerte, tan desafiante e importante como lo sucedido a partir del encuentro entre el Comandante y presidente de Cuba, Fidel Castro Ruz, y Hugo Chávez Frías, quien llegó a La Habana recién salido de la cárcel (1994), adonde fue llevado por un alzamiento cívico militar (1992) contra los gobiernos corruptos y entreguistas que pregona- ban una democracia, en realidad, falsa. Este alzamiento fue una reacción de jóvenes militares patriotas en rechazo a la brutal represión de una protesta popular –la primera rebelión antineoliberal, el campanazo que dio el pueblo venezolano en febrero de 1989– que fue brutalmente reprimida por la policía y el ejército, dejando más de mil muertos y miles de heridos. Aquel hecho sería un antes y un después en la historia política venezolana. Debajo de ese manto de una supuesta democracia “social” ardía un verdadero volcán de pobreza e indignidades múlti- ples, una historia de rebelión armada en otro tiempo y una represión que dejó centenares de desaparecidos, desconocida y ocultada en la región, que este libro revela acuciosamente en cada uno de los capítulos. Méndez Méndez desnuda las hipocresías de los falsos demócratas en el siglo xx. Y en esa verdad sin artificios muestra cómo los grupos terroristas de los llamados cubanoamericanos, que bajo el comando de la CIA y el Pentágono estadunidense no solo 9 hicieron víctima a Cuba de sus ataques terroristas, sino que se instalaron en los propios cuerpos represivos de Vene- zuela, bajo la tutela de esa Agencia. De hecho, en el momento en que escribo este prólogo, ha muerto en Miami, Florida, Estados Unidos, uno de los mayores criminales y terroristas del mundo, Luis Posada Carriles, protegido por Washington hasta la muerte, sin que se haya hecho justicia nunca. El mismo Posada Carriles que fue el autor intelectual de la voladura de un avión de Cubana de Aviación en Barbados, que dejó setenta y tres muertos en octubre de 1976. Un mes antes, en septiembre de 1976, otro comando de terroristas cubanoamericanos instalaron un explosivo debajo del automóvil del académico chileno Orlando Letelier, quien fuera ministro de varias carteras del gobierno de Salvador Allende (1970-1073), quien fue derro- cado por la CIA de los Estados Unidos y el ejército enca- bezado por el general Augusto Pinochet, el dictador, de alguna manera, más confiable en ese período para Washing- ton. Debían detonar el explosivo desde lejos cuando Lete- lier subiera a su automóvil el 21 de septiembre de 1976. Lo que no habían previsto es que saldría con su secretaria, la joven norteamericana Ronni Moffitt y su esposo. El automó- vil explotó en el llamado barrio de las embajadas, matando instantáneamente a Letelier y también a Ronni, mientras que el esposo de la joven sobrevivió herido. Ambos se con- virtieron en “daños colaterales” sin mayor trascendencia. El terrorista Posada Carriles habría dicho que estaban en el lugar equivocado en el momento equivocado. En cierto modo, fue la búsqueda de justicia de Michael y el hecho de que hubieran matado a una ciudadana estadou- nidense lo que hizo posible que se realizara un juicio en 10 Estados Unidos, donde surgió que el hecho era parte de la siniestra Operación Cóndor. Aunque el grupo de mercenarios terroristas de Miami que habían intervenido fue encontrado culpable, muy poco estuvieron detenidos. El fiscal de la causa, Eugene Propper, escribió Laberinto, un libro básico para entender esta ope- ración, en el que relató todos los obstáculos puestos por la CIA, pese a lo cual continuó hasta el final en su juicio y de allí surgen los primeros documentos de Cóndor, que impli- can a Washington. Sobre todo esto ha investigado Méndez Méndez, siguiendo la ruta de estos criminales amparados hasta hoy por Estados Unidos, que asegura a sus “terroristas” la impunidad nece- saria. En varios capítulos de este libro imprescindible apare- cen los mismos mercenarios cubanoamericanos colaborando con Pinochet, como Orlando Bosch, Virgilio Paz y otros de la misma calaña. De hecho, los nombres de Bosch, Posada Carriles, Félix Rodríguez y otros, aparecen detrás de decenas de asesinatos y atentados en América Latina, incluso en Estados Unidos. Fue Félix Rodríguez quien dio la orden de matar al coman- dante Ernesto Che Guevara, preso y herido, en una escue- lita de La Higuera, Bolivia, en 1967; país donde también se convirtió a estos terroristas en oficiales del Ejército boliviano en esos años. Todos ellos fueron claves en la Operación Cóndor que se acordó, ya concretamente, entre las dictadu- ras del Cono Sur en noviembre de 1975. En las investigaciones, que hoy continúan, se advierte que en los preparativos de Cóndor (Pre cóndor) –cuya eficacia querían probar ante sus colegas el dictador Pinochet y el general Manuel Contreras, jefe de la famosa policía política (Dina) de Chile– estuvieron de la misma manera colaborando 11 esos terroristas con los hechos más notables por su crimina- lidad: fueron sus sicarios. En realidad, eran expertos probados en la Operación Phoenix de Vietnam, bajo cuyo accionar se cometieron crímenes y atroces torturas contra el pueblo vietnamita. Podría decirse que en el marco de esa guerra despiadada se probó, como método contrainsurgente, el traslado de prisioneros a lugares lejanos de sus hogares, para que perdieran el contacto con sus familias y desaparecerlos. Se utilizaron también escuelas como centro de tortura; los asesinatos y desapariciones for- zadas eran parte de la metodología del terror, que luego se utilizó en América Latina en forma sistemática durante las dictaduras, y en países bajo falsas democracias. Se los ubica en diversos lugares del mundo como terro- ristas “estrella”, del imperio. Incluso, cuando los servicios de inteligencia de Estados Unidos y Gran Bretaña crearon la Organización del Atlántico Norte (OTAN), aterroriza- ron a una población europea sobreviviente de la Segunda Guerra Mundial con la supuesta amenaza de una invasión soviética. Esta amenaza era inexistente porque la URSS debía recons- truir los enormes daños de la guerra contra el nazismo, que dejó más de veinte millones de muertos en ese país. No hay que olvidar que la URSS ya había ganado la guerra contra la Alemania de Adolf Hitler, cuando entraron los aliados. La OTAN creó en los años sesenta del siglo pasado gru- pos mercenarios; un ejército secreto que en Italia se llamó Operación Gladio y produjo asesinatos impactantes. Los llamados atentados de “falsa bandera”, como la voladura de la estación de Bologna y otros similares, para inculpar a los movimientos más radicales de izquierda, lanzaron la perse- cución que diezmó al mayor partido comunista de Europa, 12 que era el italiano. Allí estuvieron como asesores los mis- mos “terroristas estrella” de Estados Unidos. Por supuesto que Gladio tomó distintos nombres en Francia, Alemania y otros países, pero el objetivo era, en definitiva, el mismo. En estos tiempos