Libro Segundo De La «Mitologia» De Natale Conti
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LIBRO SEGUNDO DE LA «MITOLOGIA» DE NATALE CONTI Acerca de un solo Dios, principio y autor de todas las cosas Han sido explicadas por nosotros más arriba, Serenísimo Rey Carlos, algunas cosas que eran necesarias para el conocimiento de la naturaleza de los dioses de los antiguos, y hemos puesto en claro cómo fueron aquéllos en relación a los hombres y cómo entre sí, y por último que ninguno de ellos fue sempiterno a no ser cuando los sabios antiguos utilizaban los nombres de ellos en lugar de las formas de las cosas naturales. Ahora, por tanto, es lógico que demostremos que hubo un único principio de todas las cosas y uno solo el autor por quien todas las cosas fueron creadas y sacadas a la luz, dado que ninguno de éstos fue Dios, como se ha dicho, ni pueden existir muchos dioses a la vez. Pero, hasta donde pueda hacerse, expliquemos esto con la mayor brevedad, ya que esta sola discusión puede llenar al menos un gran volumen, e investiguemos si es que algunas son necesarias. Porque, ya que la enumeración de muchas cosas colocadas bajo la misma forma denuncia la debilidad de cada una en particular porque necesitan la procreación de los hijos y están expuestas a la muerte, inútilmente nos esforzaremos en rendir culto a una tan gran muche- dumbre de dioses, habida cuenta de que ellos nos abandonarán en algún momento y habrá que hacer siempre votos nuevos a los dioses más jóvenes. Pero, ¿qué otra cosa significa sexo que muerte? Pues lo que nace también es necesario que muera alguna vez, dado que todo lo que nace está formado de algunos elementos básicos en los que finalmente se disuelve. Si todos los dioses son machos o hembras y aptos para procrear y no engendran nada, la consecuencia será mucho más absurda: pues en vano es poderoso aquél que nunca pone en práctica su fuerza, razón por la que donde haya sexo es necesario engendrar y allí mismo no puede existir la naturaleza de un Dios sempiterno. Por tanto, forzosamente habrá un solo Dios que ni será engendrado ni engendrará de sí a otro cuya substancia sea distinta de sí mismo. Pues los verdaderos y piadosos teólogos dicen que Dios engendró al Hijo, pero de su misma substancia, y al ser El mismo inmortal, ya que no está formado de ningunos elementos básicos, no obtuvo en suerte ningún principio de tiempo. Inversa- mente, al estar desprovisto de principio, es de infinito poder, puesto que la potencia y virtud de los cuerpos finitos y de todas las cosas finitas es finita por razón del cuerpo, por lo que con todo merecimiento fue llamado omnipotente por los antiguos; y, al no haber sido visto nadie antes de Dios, habida cuenta que fue el primero en existir, recibió el nombre de Protógono o primogénito y phanés, según está en Orfeo en su Himnos (6,8). Así pues, necesariamente ha de ser considerado éste el autor de todas las cosas que existen. Efecti- vamente, aun cuando hubo una gran disputa entre los sabios sobre la materia de los cuerpos naturales porque unos subordinaban a la reproducción uno solo, otros muchos elementos básicos, nadie fue no obstante tan falto de inteligencia que presentara a muchos dioses como creadores. Pues Tales de Mileto, uno de los Siete Sabios, considerando al agua principio de todas las cosas, dice que forja la mente de toda ella y Anaxágoras de Clazó- menas, al haber creído que los cuerpos naturales están constituidos de partículas semejants entre sí, pensó que era inútil la presencia de éstas si no se encargaba de ordenarlas entre sí un artífice al que Ilamó mente divina, del que se divulga este celebérrimo verso: La mente es la organizadora y la causa de todas las cosas 39. Pitágoras de Samos, que consideraba a los números los principios de todas las cosas, tras haber enseñado lo Impar y lo Par 40, a saber la materia y el artífice, expuso en público el tema de Dios, al que mostró mediante lo Impar. Empédocles de Agrigento, después de los cuatro elementos, que presentó como materia de la procreación, puesto que veía que ellos por sí mismos eran inactivos e inútiles, consideró la amistad artífice y conciliadora, el odio la causa de la corrupción. Sócrates y Platón, después de la materia y la idea, que se entiende como reproducción de la forma, añadieron a Dios como autor de la procreación. Zenón de Citio, al creer que nunca puede haber forma sin materia, dijo que sólo la materia y Dios producían todas las cosas porque de ellas nacía la forma cuando se añadían a la obra. Anaximandro, que consideró el principio de todas las cosas lo infinito; Anaxímenes que el aire; Heráclito, quien el fuego; Epicuro, quien los cuerpos sólidos, no creados, sempiternos, comprendidos por la mente, a los que Ilamó átomos; Aristóteles, que consideró que la materia y la forma eran los principios de todo, al no decir nada sobre el artífice, o dijeron algo acerca de Dios imaginándolo y creyeron que no era nadie o consideraron que éste no se preocupaba de asuntos humanos. Pues, ¿quién puede acercarse por propia iniciativa a un ser que no está en ninguna parte y que por nadie es llamado? 0, lo que no tiene razón por sí mismo ni inicio de conocimiento, ¿cómo puede llamar junto a sí una cosa tan importante y conseguir que venga a su lado? ¿O en algún momento puede hacerse una copa, y más si es de plata a no ser que el artista la lleve a la forma de copa? Por su propia iniciativa la forma nunca se acercará a la plata ni la plata en momento alguno llamará junto a sí a la que no la oye en absoluto; cosa ésta que ocurre tanto en las acciones que son propias del arte como en las de la naturaleza; pues nada puede hacerse que no se haga por la divina providencia. Por esta razón me parecen en extremo ridículos aquéllos que atribuyen todas las cosas a la fortuna y pensaron que el propio mundo se ha fusionado a partir de muchos cuerpos minúsculos reunidos en uno solo tras ser agitado continua y rápidamente por un movimiento~fortuitoy casual, tal como fue la opinión de Epicuro y de Demócrito. Pues, aunque murmuraban no sé qué acerca de Dios, casi cayeron en lo mismo que Diágoras de Mileto, Teodoro de Cirene y Evémero de Tegea. Así pues, queda claro que ni puede hacerse nada sin Dios como artífice ni hubo muchos dioses, sino uno solo y este mismo sempiterno, cuyo poder 39 Cf. Platón Phaed. 97 b-c. de donde puede haberlo tornado Conti directamente o bien a través de Lactancio Div. Inst. 1 5, pp. 129-137. 40 Cf. DK 58B45=Arist. Metaph. 1 5, 985-86a. es infinito, y que él es el autor de todas las cosas y que ni es macho ni hembra. Pero si éste fue llamado Júpiter por los antiguos o si hubo otro Júpiter, investiguémoslo ahora. Cap. 1: Sobre Júpiter Ea pues, indaguemos ahora qué condición divina o qué origen tuvo ese Júpiter al que los antiguos llamaron padre de los hombres y rey de los dioses. Pero, puesto que no hubo un solo Júpiter sino muchos, por ello se mencionan distintos lugares en los que nació, distintas crianzas y distintas hazañas por parte de los diferentes escritores. Pues el Júpiter que fue hijo de Saturno, al que se refieren casi todos los hechos de los otros, unas veces se dice que nació en Creta, otras en Tebas, otras en Arcadia, otras entre los Mesenios, cuando de ninguna manera puede suceder que estas cosas tan diferentes entre sí se pongan de acuerdo. Pues, aunque alguien fácilmente haya adecuado a uno solo muchas crianzas a causa de diversas contingencias, sin embargo en modo alguno puede suceder que una misma persona haya nacido en muchos lugares. No obstante, el hecho de que fueron muchas y variadas las naciones que se jactan de que Júpiter nació en ellas lo atestigua Pausanias en Los asuntos de Mesenia (IV 33,1), donde dice que sena largo y difícil enumerar los pueblos que han afirmado que Júpiter nació y se crió en ellos. En verdad hubo muchos Júpiter en tanto en cuanto todos los reyes recibían el nombre de Júpiter en la Antigüedad, según dice Isacio (Schol. Lyc. 1194) con estas palabras: Los antiguos llamaban Zeus a todos los reyes, y Tzetzes en Diferentes historias: Desde el principio llamaron a todos los reyes Zeus. Por este motivo se dio el hecho de que el Júpiter que fue así llamado por primera vez concedió importantes favores a los mortales y sobre todo a los atenienses. Pues convenció a pueblos todavía incultos de que obedecieran las leyes establecidas por él; reguló los matrimonios inquebrantables; elevó hasta la manera de vivir de los dioses a los que vivían según la costumbre de las fieras; demostró que todas las cosas estaban gobernadas por una provi- dencia divina. Y les instituyó altares, sacerdotes y ceremonias; al ser éste arcadio y haber nacido en un lugar obscuro en relación a las virtudes.de su espíritu, los hombres que habían recibido sus beneficios, ocultando la humildad de nacimiento de su cuerpo, dijeron que aquél era hijo del Eter y de Día, lo que yo creo que no pretendería significar otra cosa que de la verdad y la sabiduría. Pues, así como todos los emperadores romanos recibieron el nombre de Césares según el auspicio del primer César. así todos los reyes fueron llamados Júpiter por los antiguos según el auspicio del Júpiter Arcadio.