Pieza Del Trimestre ABRIL-JUNIO DE 2020
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Pieza del Trimestre ABRIL-JUNIO DE 2020 Abanico conmemorativo del reinado de Amadeo I Sala V (Antesalón) 1 Diego Cameno Mayo Universidad Complutense de Madrid Catálogo de publicaciones del Ministerio: www.culturaydeporte.gob.es Catálogo general de publicaciones oficiales: https://publicacionesoficiales.boe.es/ Edición 2020 MINISTERIO DE CULTURA Y DEPORTE Edita: © SECRETARÍA GENERAL TÉCNICA Subdirección General de Atención al Ciudadano, Documentación y Publicaciones © De los textos e imágenes: sus autores NIPO: 822-20-015-3 2 ÍNDICE …. 1. Ficha técnica y descripción 2. ¡España sin rey! 3. El reinado de Amadeo I 4. El abanico conmemorativo 5. Epílogo 6. Bibliografía 3 1. FICHA TÉCNICA Y DESCRIPCIÓN …. Abanico conmemorativo del reinado de Amadeo I Materia: Varillaje (14+2): Nácar. País: Vitela, Pigmento, Tinta Técnica: Varillaje: Tallado, Calado. País: Gouache [Anverso], Escritura manual [Reverso] Dimensiones: Guarda: Altura: 26,50 cm; Anchura: 2,50 cm. País: Altura: 12 cm; Anchura: 51 cm. Vuelo: Ángulo: 180º Datación: 1874 (aproximadamente) Inventario: CE 1802 ntes de hacer entrada en la sala V del Museo del Romanticismo, el visitante ya siente laA grandiosidad del personaje que la preside gracias al retrato ecuestre realizado por Antonio María Esquivel. El representado no es otro que el general Juan Prim y Prats, ataviado con su uniforme de mariscal de campo y con mirada serena, invitando al visitante a conocer su obra e importancia en la historia de España1. Precisamente, la pieza que protagoniza este trimestre debe mucho al general Prim, como se verá a continuación. La obra en cuestión se encuentra en esta misma sala, engalanando un lateral de la puerta que conduce a la siguiente estancia. Tras el cristal de la vitrina, el visitante puede contemplar un lujoso abanico con varillaje de nácar con motivos calados. En el anverso del país se representa una escena que tuvo lugar en la estación de tren de Madrid en 1871. El centro de la imagen está 1 Este retrato fue la pieza del trimestre octubre-diciembre de 2014, a cargo de Carolina Miguel Arroyo. 4 protagonizado por tres hombres vestidos con uniforme militar. Uno de ellos, con barba y bigote castaños, el sombrero en su mano derecha y pisando la alfombra, colocada a tal efecto, en la puerta de su vagón: es el nuevo rey de España, Amadeo I de Saboya, duque de Aosta. Delante de él, le recibe con los brazos abiertos un hombre con cabello escaso y encanecido y bigote. Este no es otro que el, hasta ese momento, regente de España, el general Francisco Serrano Domínguez, duque de la Torre. En medio de ambos, otro militar con patillas de carnero unidas al bigote, contempla la escena. Es el almirante Juan Bautista Topete, encargado de ir a recoger al nuevo rey a Cartagena, primera parada desde su partida de Florencia con destino Madrid. La escena se completa con un amplio grupo de hombres, en su mayoría militares, que alzan sus sombreros en señal de respeto y alegría por la llegada de su nuevo monarca. A ambos lados de la imagen central se encuentran Ceres, símbolo de la abundancia, recostada sobre la bandera de España, y Mercurio, alegoría de la razón y la elocuencia. El conjunto se completa con motivos florales y vegetales que sirven de marco a la escena central anteriormente comentada, con una corona encima de los tres protagonistas del acto. Debido a los materiales de gran valor con los que está fabricada la pieza, se puede afirmar que se trata de un abanico conmemorativo, algo frecuente en este momento2. Su objetivo era conmemorar hechos históricos de gran importancia en la historia de nuestro país y, en este caso, el acontecimiento elegido fue el breve reinado de Amadeo de Saboya. Además del valor de sus componentes y de su finalidad de rememoración, esta obra tiene un valor añadido, ya que el reverso contiene más de una decena de firmas autógrafas de importantes políticos, aristócratas y militares de la época de la Restauración (1875-1923) con comentarios sobre Amadeo y su paso por España. Esto lleva a pensar que la pieza perteneció a una persona muy influyente o de gran importancia en la política o en la sociedad española. Sin embargo, antes de detallar el contenido de esos autógrafos y desvelar la identidad de los autores, es necesario conocer la historia que relata la imagen antes descrita. Para ello, es necesario trasladarse a finales del año 1868… 2 Nuestro país conserva una gran colección de abanicos conmemorativos, datados entre mediados del siglo XVIII y primeras décadas del XX. En el siglo XIX, y más concretamente en los reinados de Isabel II y Alfonso XII, sus características son similares a las que presenta la obra que aquí se comenta. En cuanto a los temas suelen variar desde paisajes, monumentos o escenas costumbristas hasta eventos conmemorativos como bodas reales, descubrimientos, bautizos o visitas reales. 5 2. ¡ESPAÑA SIN REY! …. C on idéntico título al de este apartado bautizó Benito Pérez Galdós uno de sus Episodios Nacionales. Aunque el escritor canario no empleaba los signos de exclamación, la turbación tanto de la clase política como de la sociedad española de entonces bien merece su incorporación. A finales de 1868, nuestra nación vivía momentos de nerviosismo e incertidumbre. Tras la decisiva victoria en Alcolea (Córdoba) de las tropas insurrectas del general Francisco Serrano y Domínguez sobre las partidarias de Isabel II, lideradas por el general Manuel Pavía y Lacy, se abría en nuestro país un nuevo periodo. Este será conocido en la historiografía como Sexenio Revolucionario o Democrático (1868-1874). Los últimos años del reinado de Isabel II se caracterizaron por la crisis financiera, especialmente la de 1866, la crisis económica y de subsistencias, debidas a una serie de malas cosechas que provocaron hambre y miseria entre las capas más populares. El descontento abarcaba también el plano político. El agotamiento del régimen isabelino era ya palpable y, si las clases medias pedían mayor libertad y una nueva desamortización al gobierno, cada vez más autoritario, de Luis González Bravo, las clases más bajas clamaban por la desaparición de los «consumos» y las «quintas»3. El malestar no era ajeno a aquellos grupos políticos que se sentían excluidos del sistema político isabelino y estos, tras una serie de intentonas revolucionarias, se reunieron en agosto de 1866 en la ciudad belga de Ostende. El conocido como Pacto de Ostende unió a progresistas y demócratas en contra de Isabel II, y acordó la preparación de un movimiento insurreccional para derrocarla. Aunque el general Juan Prim y Prats, conde de Reus, ocupó siempre una posición de liderazgo, el Pacto de Ostende se reforzó con la incorporación de figuras de la talla del general Francisco Serrano Domínguez, duque de la Torre, o del almirante Juan Bautista Topete, ambos de la Unión Liberal, partido que se había aliado con los revolucionarios tras la muerte del antiguo líder, Leopoldo O´Donnell. José María Contreras y Muñoz (dib. y lit.) Los gefes libertadores de España. Prim. Serrano. Topete. Litografía/papel continuo ca. 1868 CE 4530 Museo del Romanticismo 3 Los «consumos» eran unos impuestos muy impopulares que gravaban toda clase de productos, incluidos los de primera necesidad. Por otro lado, las «quintas» hacían referencia al servicio militar, de obligado cumplimiento para las clases más populares al no poder pagar la redención en metálico. 6 Con el apoyo del ejército, brindado por Prim, y especialmente por la Unión Liberal, las clases populares y los demócratas, todo estaba listo para que, en septiembre de 1868, los insurrectos presentasen batalla a las tropas isabelinas. En la citada victoria del Puente de Alcolea, los revolucionarios acabaron con las resistencias leales a la reina y se hicieron cargo del gobierno. Pronto se iba a ver que las fuerzas que habían hecho la revolución (unionistas, progresistas y demócrata-republicanos) no estaban de acuerdo en el régimen que pretendían construir. Aunque coincidían en la necesidad de otorgar derechos y libertades a los españoles, pronto surgieron las desavenencias, principalmente en la forma que debía adquirir el nuevo Estado. Uno de los primeros pasos del Gobierno provisional fue convocar elecciones a Cortes Constituyentes, con el objetivo de dar al país una nueva constitución. Una vez celebradas, en enero de 1869, y pese a las discusiones con los republicanos, se puso de manifiesto que la mayoría de los constituyentes no ponían en tela de juicio la continuidad de la monarquía: «la monarquía era imprescindible» (Bolaños, 1999: 86). De hecho, el sistema monárquico fue ratificado por la nueva Constitución, pero esta afirmaba que el nuevo rey sería elegido por las Cortes. No sorprende que los republicanos –y especialmente uno de sus líderes más prestigiosos, Emilio Castelar– criticasen la medida. Esto no quería decir que, a partir de ese momento, la monarquía fuese electiva; simplemente, las Cortes elegirían una nueva dinastía y el heredero al trono sería el sucesor del nuevo rey (Bolaños, 1999: 96). Esto no solo provocó el rechazo de los republicanos, sino que dividió a los monárquicos –fundamentalmente a la Unión Liberal y al Partido Progresista– al no ponerse de acuerdo en el pretendiente idóneo. No obstante, la Constitución contemplaba la instauración de una monarquía democrática: el rey era el titular del poder ejecutivo, pero lo ejercería a través de los ministros. La redacción de las leyes eran potestad única de las Cortes y el rey solo podía sancionarlas, sin ningún tipo de veto. Tampoco podía elegir senadores, aunque tenía la facultad de convocar, cerrar o disolver las Cortes. Una vez conocidas las limitaciones y funciones del monarca quedaba la difícil tarea de encontrar al candidato adecuado. Esta delicada misión recayó en el hombre fuerte del momento, el presidente del Consejo de Ministros y ministro de la Guerra, Juan Prim.