Salazar- Movimientos Sociales En Chile
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Capítulo III FORMAS HISTÓRICAS DEL MOVIMIENTO SOCIAL-CIUDADANO EN CHILE hacia 1850, a los que producían ‘obras’ materiales con sus propias manos). Cuando, en la segunda mitad de siglo, se produjo la creciente ‘proletariza- ción salarial’ de los artesanos, éstos conservaron el rango de «maestros», razón por la que su salario fue superior al jornalero. Al introducirse en Chile la maquinaria industrial en la minería, en la agricultura y en las fá bricas, los «maquinistas y mecánicos» (por lo común extranjeros), fueron también asimilados al rango de «maestros» o/y de «empleados». Todas las planillas salariales del siglo XIX (y durante la mayor parte del siglo XX también) respetaron escrupulosamente esa estratificación. Y todo indica, por otro lado, que los mejores salarios del estrato ‘maestros-mecánicos’ les significó mayor independencia, sortear de algún modo la deuda con la pul pería patronal, fundar familia, tener «casita» propia y proponer, por tan to, una definición menos peonal de los conflictos con el patrón. Además, fueron ellos los que tendieron a incorporarse, pagando sus cuotas, en las sociedades mutuales y mancomúnales. Pero fueron ellos también los que, por tener una mayor visión de ‘totalidad’ que el peón-gañán sin familia y enclaustrado por deudas, plantearon una línea de acción más ‘política’ en la lucha contra el truck-system, lo cual no les impidió unirse al peonaje en las acciones concretas de rebeldía252. En la huelga de Iquique, muy pro bablemente, primó la influencia ‘negociadora y pacífica’ del estrato de los «maestros», numerosos en la Mancomunal de Iquique. No es irrelevante el hecho de que fue en la minería salitrera donde se produjo, también, la mayor concentración de ese tipo de trabajadores, f) La estadística económica del período 1910-1925 muestra contundente mente que, desde el inicio de la Primera Guerra Mundial, la minería salitrera se hundió en un ciclo crítico que la llevaría, más tarde, práctica mente, a su extinción. Y este ciclo depresivo -que esclerotizó su fluidez económica a todo nivel- recayó como un segundo truck-system sobre los trabajadores. Pero no como aumento de la explotación, sino como bru tal aumento del desempleo. Normalmente, entre 1903 y 1910, alrededor del 25% de las oficinas salitreras existentes, de un año a otro, paraban, bajaban su producción, o cerraban. Es cierto que otras nuevas aparecían (sobre todo en la Bolsa de Comercio). El porcentaje de oficinas ‘para das’ subió a más de 50% entre 1910 y 1915 y a 70% después de 192 1 253. Se comprende que los trabajadores, además de los rigores del sistema 252 En el cuadro sobre «Entradas y gastos de 20 familias obreras de Iquique» (1910), contenido en el informe editado por la Cámara de Diputados, las familias que tenían ‘superávit mensual’ (7 sobre 20) correspondían, 5 sobre 7, a trabajadores que tenían rango de ‘maestros’ (dos me cánicos, un lanchero y dos guardianes). Ibídem, en p. 317. 253 Anuario Estadístico de Chile. Minería y Metalurgia. (Santiago, 1915), Cuadro LXXV, p. 43. 271 MOVIMIENTOS SOCIALES EN CHILE Gabriel Salazar laboral mismo, estaban sujetos a una alta rotación de empleo, con perío dos frecuentes de cesantía. Eso explica las violentas variaciones del total de operarios contratados de un año a otro (en 1911 se registraron 43.876 operarios; en 1913 había 53.161; en 1914, de nuevo 43.979; en 1917, 56.378; y en 1922, sólo 25.462, etc.)254. Los datos indican también una altísima mortalidad general, con altas tasas de suicidio. Del mismo modo, la producción y la exportación de salitre cayeron a menos de la mitad des pués de 1919, con respecto a los niveles alcanzados en 1913255. El impacto que esta crisis produjo en la nube ideológica que envolvía en camanchaca al movimiento popular (en especial a su fracción pampina), solapado y progresivo como fue, debilitó la raíz autóctona de las ideas y dejó espacio libre para la consolidación de ideas foráneas. Y éstas, como es lógico, leyeron mal los cambios objetivos que estaban ocurriendo en el piso infraestructural (capitalista) del movimiento popular. Y se leyeron más a sí mismas que a la realidad. Así, el torbellino cultural tendió a seguir un rumbo redun dantemente ideológico. Se comprende que, por muy alta que fuera la temperatura revolucionaria que caldeaba hacia 1920 la nube ideológica del movimiento popular pampino -desde 1915 la sacudían truenos y re lámpagos, pero no rayos- la situación real, objetiva y ‘capitalista’ de ese movimiento era de hecho aun más precaria que en 1900, cuando se inició la gran rebelión256. Miles de trabajadores cesantes comenzaron a caminar al revés las arenas del desierto -jalonando las huellas con cadáveres que, ateridos, quedaban a la intemperie- en busca de cualquier derrotero (la mayoría terminaría, después de 1919, albergados por el Estado en las ciudades ‘comerciales’ del país)257. Volvían, así, a su antigua condición de peonaje flotante (¿alguna vez fueron otra cosa?). De modo que, mientras la nube ideológica se extendía hacia el sur más roja que nunca (con ban deras venidas del Ñorté)^al¡\siga de la cesantía móvil de los pampinos, el régimen salarial del desierto,Miase objetiva de todo, palidecía detrás, tras la máscara de su muerte prematura, g) Bajo una perspectiva histórica de largo plazo, el vía crucis del salariado pampino constituyó, como se dijo, la culminación del salariado peonal, so bre todo bajo su forma de company-town. Y como tal, constituyó, pese a 254 Oficina Central de Estadística: Sinopsis Estadística (Santiago, 1925. Universo), Cuadro N ° 12 en p. 96. 255 Ibídem, p. 96. 256 Un anticipo de ello en Sergio Grez: Los anarquistas y el movimiento obrero, 1893-1915 (Santia go, 2007. LOM Ediciones). 257 Sobre la diáspora de los trabajadores pampinos, ver de Julio Pinto: Desgarros y utopías en la pampa, op. cit., pp. 183-232. El autor pone énfasis en la «propagación del socialismo obrero». 272 Capítulo m FORMAS HISTÓRICAS DEL MOVIMIENTO SOCIAL-CIUDADANO EN CHILE todo, sólo un episodio más de la lucha centenaria del bajo pueblo contra la oligarquía mercantil-especulativa. Un episodio que se extinguió, para tristeza de todos, en 1930, o poco después. Fue, qué duda cabe, un posible ‘origen’ del proletariado industrial y de la conciencia revolucionaria del pueblo chileno, pero, no habiendo sido el episodio salitrero un efectivo take industrial, sino ‘otro’ episodio primario-exportador comandado por la misma oligarquía, todo volvió, en términos objetivos, tras una ilusión de treinta o cuarenta años, a fojas cero. La batalla del salitre terminó en derro ta, no sólo para el salariado pampino (sobre todo para la mochila ideológica que cargaba a su espalda), sino también para la oligarquía mercantil que se enriqueció especulativamente con ella. Tanto más si ésta, ilusionada por el «oro blanco» y la droga librecambista que éste contenía, no dudó en as fixiar y sepultar el proceso de industrialización que, desde 1850, mecánicos, ingenieros y obreros extranjeros trataron de impulsar en el país, el mismo que alcanzó su apogeo entre 1904 y 1908. Hacia 1930, tanto el ‘capitalismo’ chileno como la clase popular se hallaron, otra vez, sumidos en la situación ‘originaria’ de que debían empezar todo de nuevo, y construir por segunda vez el escenario objetivo de su lucha. Sólo la gran polvareda de recuerdos, experiencias y nubes ideológicas que surgió de la ‘guerra de cien años’ del peonaje contra el patriciado mercantil, quedó pesadamente suspendida en el aire del siglo XX chileno. Y muchos creyeron lógico y correcto orde ñar desde ella la ‘continuidad’ progresiva de la lucha revolucionaria, ya que la infraestructura del capitalismo chileno no lograba estabilizarse. De eso modo aterrizaron su única ‘estrella de Belén’. Su guía espiritual, su norte inconfundible y su verdad eterna. Suficiente luz del cielo como para encan dilarse y perder los rumbos de la tierra... Como quiera que haya sido su ‘diferencia específica’, lo cierto es que el movimiento de los trabajadores pampinos no alteró por sí mismo, sustantiva mente, el régimen del ‘salariado peonal’. El cambio efectivo e histórico de ese régimen se produjo al mismo tiempo que las explosiones sucesivas de esa lucha social, pero como efecto directo de otros factores estructurales y coyunturales. Por eso, cuando la rebelión pampina tendía, ideológicamente, a culminar (ha cia 1919), el régimen laboral ya había sido cambiado, de modo radical, por la acción de esos ‘otros’ factores. De modo que el movimiento popular posterior a la Primera Guerra Mundial luchó teniendo como base un régimen salarial alterado y en vías de ser consolidado como algo distinto al viejo truck-system. Y este cambio no fue producto, tampoco, de la creciente crisis salitrera, sino de la crisis larvada estructuralmente al interior del modo de acumulación mercantil- especulativo hegemónico desde 1830. 273 MOVIMIENTOS SOCIALES EN CHILE Gabriel Salazar Ahora bien, ‘esta’ crisis no estalló como hecatombe repentina, sino como una seguidilla de erupciones sucesivas, de aparente menor cuantía, desde el último tercio del siglo XIX. De una parte, en el sustrato productivo-exportador (crisis de la minería cuprífera del Norte Chico desde 1873, crisis productiva creciente del sistema de haciendas desde 1900 y crisis salitrera a partir de 1919) y, de otra parte, en el ultra-sensitivo sistema monetario (sequía aguda del circulante monetario interno desde 1835, colapso cambiario del peso chi leno desde 1873, inconvertibilidad del billete de banco en 1878, fracaso del padrón oro en 1898 y perpetuación del papel moneda desde 1900), todo lo cual estalló como punta de iceberg con la bullada decisión gubernamental de declarar la inconvertibilidad del billete de banco (que hasta entonces había sido caballerosamente «convertible en oro conforme a la ley»), decisión que trajo consigo la implantación (en nicho perpetuo) del papel moneda en el mer cado interno258.