Juan Antonio Corretjer Re: Albizu Campos EDICIÓN CONMEMORATIVA DEL CENTENARIO DE LÓPEZ Re: Albizu Campos EDICIÓN CONMEMORATIVA DEL CENTENARIO DE OSCAR COLLAZO LÓPEZ

Materiales tomados del archivo de Casa Corretjer y de “Albizu Campos”, Juan Antonio Corretjer 2da Edición Revisada y Aumentada, 1991 Editorial El Coquí, Chicago

Edición de Casa Corretjer cumpliendo nuestro compromiso de preservar y divulgar la obra de nuestro Poeta Nacional y líder revolucionario, protagonista y analista de gloriosas páginas de nuestras luchas.

1ra impresión: 3 de marzo de 2014 Año del centenario de y Oscar Collazo, entrañables ambos para don Juan.

2da reimpresión -con correcciones menores-: el 29 de marzo de 2014 , natalicio de Consuelo Lee Tapia.

Casa Corretjer - Ciales, Re: Albizu Campos ez p

dedicatoria: a Oscar Collazo Ló 3 Juan Antonio Corretjer

A propósito del centenario de Oscar Collazo

En el 2014 Puerto Rico conmemora dos centenarios muy significativos: el de nuestra entrañable poeta Julia de Burgos y el de nuestro amado patriota Oscar Collazo; muy ligados a Juan Antonio Corretjer, a Consuelo Lee Tapia y a la lucha por nuestra independencia patria. A Julia la conocemos a través de su magnífica obra literaria y su militancia política. Desgraciadamente su prematura muerte nos privó de un acercamiento personal que sí logramos con Oscar. Aunque en lo más íntimo de nuestro corazón llevamos también a Julia y nos unimos a las actividades conmemorativas de su centenario, en esta página, a manera de prólogo, nos convoca la figura de Oscar. Oscar estuvo colaborando mano a mano con el Museo Biblioteca Casa Corretjer y sus directivos: Antonio Rodríguez y Marta Nuñez, desde sus inicios. Cuando empezamos la Campaña por un Museo, Oscar se entregó en cuerpo y alma. Sus iniciativas nos abrieron las puertas del Instituto de Cultura para que don Ricardo Alegría nos asesorara. Su compañía nos facilitó las entrevistas con el personal gerencial de la Autoridad de Energía Eléctrica; personal que luego se involucró en los preparativos de la primera Cantata y nos dieron una ayuda incalculable. Quien comenzó a organizar la Biblioteca Corretjer, aún sin existir el espacio físico para la misma, fue Oscar. Con la paciencia que siempre lo caracterizó fue clasificando cada libro de la biblioteca de don Juan y doña Consuelo. En estos momentos nuestro pueblo ha visto una parcial reivindicación de nuestra bandera, en cuanto a su azul original. 4 Re: Albizu Campos La reivindicación total será cuando logremos hacerla flotar libre y soberana sobre nuestro cielo. Esa reivindicación parcial nos hace recordar un incidente en el cual la figura de Oscar fue clave para la permanencia de la bandera en la tumba de nuestro Poeta Nacional. Como es costumbre del independentismo puertorriqueño cuando se nos va un patriota o una patriota, colocamos nuestra enseña nacional en la tumba de don Juan. Al otro día recibimos la noticia de que la bandera no estaba. Sucedió muchas veces, hasta que doña Consuelo tuvo la idea de escribir una carta en la cual se le explicara al pueblo de Ciales el valor de la bandera. Oscar escribió una hermosa carta explicando el valor de nuestro pabellón nacional y el respeto que cada puertorriqueño le debía tener a nuestra mono estrellada. Además, se dio a la tarea de ir casa por casa distribuyendo la carta. No está demás decir que jamás volvió a desaparecer la bandera de la tumba de don Juan. Siempre Oscar estuvo activo en las actividades que llevamos a cabo para hacer realidad el Museo Biblioteca Casa Corretjer. Al llegar el momento de inaugurar el Museo, Oscar estuvo ahí, y desde su silla de ruedas, junto a la Madre Nacional, Lolita Lebrón, cortó la cinta que dejó abiertas para siempre, y para todos y todas, las puertas de nuestro Museo Biblioteca. En Casa Corretjer recordamos al Hombre que trabajó con humildad, calladamente, sin considerar si el trabajo consistía en desdoblar clavos para reusarlos en las tarimas para el natalicio de don Juan, o escribir una carta para dar a respetar nuestra bandera. Trabajó, como lo hizo siempre, con entrega patriótica. Tal como lo hizo el primero de noviembre de 1950 cuando, con nuestro Héroe y Mártir , puso a correr al genocida de Hiroshima y Nagasaki, Harry S. Truman, presidente del imperio más poderoso de la historia. Hoy, viene a nuestra memoria la anécdota narrada por Antonio (Tato) Rodríguez. Dice que Oscar le expresó que no era partidario de los homenajes en vida, porque mientras haya vida se puede claudicar. Eso expresó el Hombre que nunca claudicó, el Hombre que fue condenado a muerte y que se enfrentó a “las sombras de la muerte” y se paseó “por las sombras de la muerte” 5 Juan Antonio Corretjer con la mayor serenidad. El Hombre que pasó 29 años de su vida en una prisión por la causa de nuestra independencia nacional y que gracias a la presión de nuestro pueblo y de los pueblos hermanos regresó victorioso, íntegro y decidido a continuar su lucha por un Puerto Rico libre y soberano. Hoy, al cumplirse cien años de su natalicio y veinte de su entrada en la inmortalidad, Casa Corretjer le rinde homenaje dedicándole esta edición de una recopilación de los textos más significativos de Corretjer sobre el maestro tanto de Oscar como de don Juan y de toda nuestra patria: . Es nuestra forma de decirle a Oscar: Gracias. Gracias por tu dedicación sin límites a la lucha por establecer un hogar para albergar la obra de nuestro querido Poeta Nacional. Gracias porque con tus esfuerzos hiciste realidad el sueño de don Juan y doña Consuelo: que algún día su biblioteca y sus pertenencias estuvieran en un Museo Biblioteca en su querido Ciales y a disposición de su amado pueblo puertorriqueño. Gracias, Oscar porque nos diste el más bello ejemplo de humildad y solidaridad. Gracias porque le enseñaste al mundo de lo que somos capaces los puertorriqueños y puertorriqueñas por defender el derecho inalienable de nuestra Nación a vivir libre y soberanamente. Gracias porque ofreciste tu vida, tu sangre y tu libertad por nuestra patria y por sus hijos. A cien años de tu llegada y a veinte de tu partida en Casa Corretjer seguimos celebrando tu vida de la forma que tú nos enseñaste: trabajando y luchando. Lo hacemos con la certeza de que desde el cielo borincano nos sigues animando, inspirando y vigilando para que, al igual que tú, permanezcamos firmes en nuestra tarea de divulgar, proteger y preservar la obra de Nuestro Poeta Nacional. ¡Gloria a las manos que trabajan! ¡Gloria y Alabanza a nuestro Héroe Nacional Oscar Collazo!

Milagros Ortiz Casa Corretjer

6 Re: Albizu Campos os p

El contenido de esta primera parte proviene del libro “Albizu Campos”, edición de 1991. Ver desde página 135 el prólogo y epílogo a esa edición.

libro: Albizu Cam 7 Juan Antonio Corretjer

HOSTOS Y ALBIZU CAMPOS El reciente cambio ocurrido en la situación de Albizu Cam- pos en relación con la legalidad imperialista hace imperioso, al conmemorarse este año el fausto suceso que celebramos hoy, plantearse el tema que esta noche reclama nuestra atención. Hostos y Albizu Campos —el sociólogo militante y el jurista armado— aparecen esta noche como notas dominantes en una secuencia que implica nada menos que nuestro proceso revo- lucionario histórico en dos siglos. Cada uno de ellos significa, con una majestad y un poderío imponente, el más condensado proceso de individualización en la hazaña del pensamiento y en la magnitud de la acción por dar a Puerto Rico una solución de futuro consecuente con sus orígenes, armónica con su contexto geográfico, afín con el ámbito cultural a través del cual entron- ca con la universal cultura, y enderezada a insertarse positiva- mente, pura en su ser y libre en su derecho, en la corriente que mueve pueblos y naciones historia arriba eternamente. Mucho he de agradecer a Don Manuel Maldonado Denis, Presidente de esta Sección de Ciencias Morales y Políticas, que fijara en mí sus ojos para honrarme en esta oferta de homenaje a Hostos. No he de acercarme al sagrado sino con la humildad de quien, para merecerlo, no ve en sí otro mérito que el deseo, cándido y ferviente, de sentir, en lo suyo más recóndito, y por lo más recóndito lo menos impuro, un sentimiento digno del Maestro. Añadir al nombre de Hostos el de Albizu era ya para mi movimiento natural e inevitable. Quiero, ahora mismo, invo- car por ello la piedad de mis oyentes. Hablar, a la vez, de Hostos y Albizu, es querer abarcar más allá de mis brazos. Hostos es un océano del pensamiento. Albizu, un huracán que piensa. Y lo que esa noche estoy intentando es verter en un dedal al hu- racán y al océano. He de acercarme a ambos como a objetos de mi amor. Mi amor es Puerto Rico. Por amor de Puerto Rico no podría acer- carme a ellos ni desde el punto de vista del que mirara Hostos ni desde la mira con que apuntó Albizu. Hablo en el tiempo de las revoluciones socialistas y las guerras de liberación nacional. Lo digo para anticipar que no voy a abultar sus personalidades 8 Re: Albizu Campos hasta lo grotesco del culto en el que es fácil que entrampen atracciones tan insignes; porque ni estoy inclinado a ello ni el magno prosador de Bayoán lo necesita ni lo requiere el líder que partió en dos la historia de las relaciones entre Puerto Rico y Estados Unidos. Al medir la estatura de Eugenio María de Hostos y de Pe- dro Albizu Campos es deber hacer, por lo menos, rápida mensu- ra del ser social que en sus conciencias trabaja, y de la posición que éstos asumen en relación con ese ser social. Se trata en ellos del ser social de Puerto Rico; de Puerto Rico en relación con la familia hispanoamericana de naciones; de éstas con el bien universal. En una palabra, de ver cómo ambos se manejan dentro del tiempo histórico en el que les tocó funcionar. Concer- tando una simultánea entrevista con su pensamiento y activi- dad, procederemos según una analogía que, contrastando las divergencias, acentúa la identificación en el propósito hasta el punto en que la analogía se resuelve en continuidad. No niega, no minimiza, el papel que en la historia desem- peñan las personalidades, la verdad esencial de que las masas populares son la fuerza decisiva del desarrollo histórico, Aun más: cuanto con mayor actividad ingresa en los acontecimien- tos el contingente mayor de pueblo más se destaca la necesidad de que sea correctamente dirigido. Pero estos grandes dirigen- tes no pueden producirse sino como consecuencia de su medio. Son un preparado de su medio, de las condiciones históricas en las que se desarrollan. Estas los exaltan y limitan. Pueden des- empeñar en su tiempo un factor de retraso, de estancamiento, o de precipitante, su papel puede ser contradictorio. Napoleón jugó un papel positivo en la historia de Francia al defender las conquistas de la revolución burguesa y derrotar a los monarcas feudales europeos. Pero su política de conquista llevó a la derro- ta militar a Francia, a la restauración borbónica y al triunfo de la reacción. Un dirigente reaccionario torpe puede con su torpe- za facilitar el triunfo revolucionario. Tal es el caso de Kerensky. Y un dirigente revolucionario torpe puede obstaculizar la vic- toria de la revolución. Eugenio María de Hostos y Pedro Albizu Campos prueban el carácter positivo de su papel en la historia porque corresponden a lo que Plejanov define como grandes 9 Juan Antonio Corretjer hombres: “Su actividad es la expresión consciente y libre de su pueblo en marcha histórica necesaria e inconsciente; ven más allá que los demás y sienten más intensamente que los otros. En esto estriba su única importancia y toda su fuerza. Pero esta importancia, esta fuerza, son tremendas.”

EL DÍA DEL IMPERIALISMO El 1898 es número clave para ambos. A Hostos le corres- ponde vivir la época en la que la revolución burguesa va pre- cisamente perdiendo su fuerza de motor histórico y convirtién- dose cada días más en su freno. La burguesía norteamericana, puntal natural que pudo ser de la revolución independentista en las Antillas se convierte definitivamente en la ambición im- perialista que la dificulta primero y la niega después. El fenó- meno no es exclusivamente yanki. Hostos, que a lo largo de su apostolado ha vivido esa inevitable apoteosis de la apostasía burguesa cifra, en una parrafada de bíblico aliento, su tremen- da condenación. “Hombres a medias, pueblos a medias, civilizaciones por un lado, salvajes por otro, los hombres y los pueblos de este flore- cimiento constituimos sociedades tan brillantes por fuera como las sociedades prepotentes de la historia antigua y tan tenebro- sas por dentro como ellas. Debajo de cada epidermis social late una barbarie. Así, por ese contraste entre el progreso material y el desarrollo moral, es como han podido renovarse en Euro- pa y en América las vergüenzas de las guerras de conquista, la desvergüenza de la primacía de la fuerza sobre el derecho, el bochorno de la idolatría del crimen coronado y omnipotente durante veinte años mortales en el corazón de Europa, y la im- pudicia del endiosamiento de la fuerza bruta en el cerebro del continente pensador. Así, por esa inmoralidad de nuestra civili- zación, es como ha podido ella consentir en la renovación de las persecuciones infames y cobardes de la Edad media europea, dando Rusia, Alemania, los Estados Unidos, los mismos Esta- dos Unidos, el escándalo aterrador de perseguir las unas a los judíos, de perseguir los otros a los chinos. Así, y por esa inmora- lidad constitucional del progreso contemporáneo, es como se ha 10 Re: Albizu Campos perdido aquel varonil entusiasmo por el derecho que a fines del siglo XVIII y en los primeros días del XIX hizo de las colonias inglesas que se emanciparan en América el centro de atracción del mundo entero; de Francia redimida de su feudalismo el re- dentor de los pueblos europeos; de España, reconquistada por sí misma, la admiración y el ejemplo de los demás pueblos pi- soteados por el conquistador; de las colonias libertadas por el derecho contra España, inesperados factores de civilización; de Grecia muerta, un pueblo vivo. Ese entusiasmo por el derecho ha cesado por completo, y Polonia, Irlanda, Puerto Rico, viven gimiendo bajo un régimen de fuerza o de privilegio, sin que sus protestas inermes o armadas exciten a los pueblos que gimie- ron como ellos. “El culto a la civilización, que de ningún modo más efec- tivo y más digno de ella debería manifestarse que civilizando los pueblos más cultos a los que están en el primer grado de sociabilidad, y ayudando en su tarea de civilizar los que han comenzado con obstáculos que, abandonados a sí mismos no pueden, o no deben, superar, ni siquiera es un deber a los ojos de los Estados. Se buscan, acá y allá, principalmente en Améri- ca y Oceanía, islas estratégicas que gobiernan mares, estrechos y canales, y que aseguren la primicia comercial, y en caso de querella, la prepotencia militar del ocupante…” Al trueno cuasi bíblico de Hostos, Albizu Campos, hablan- do frente a la cumbre del desarrollo imperialista yanki, corres- ponde con una fulminación a la Zaratustra. “Estados Unidos es un peligro para la humanidad entera, especialmente para Iberoamérica. En Europa y en América hay una civilización de origen grecorromano, de la cual somos los puertorriqueños he- rederos directos por nuestra vinculación con España. Esa civi- lización ha degenerado en Estados Unidos. Los conocimientos que ella ha brindado al hombre, los norteamericanos los han dedicado a explotar a los negros y a los inmigrantes dentro de sus fronteras y ahora pretenden seguir la misma obra en las naciones vecinas. Carentes de responsabilidad en las relaciones humanas, para ellos todos los medios son buenos si se trata de aumentar su riqueza material. Y eso no es civilización sino bar- barie armada con algunos conocimientos de la civilización. Los 11 Juan Antonio Corretjer norteamericanos nada tienen que ofrecer al mundo a menos que sea la destrucción de su imperio.” “El imperio norteameri- cano es una maldición hasta contra su propio pueblo.” “La hegemonía económica del mundo, que la Gran Guerra puso en manos de Estados Unidos, es el peligro mayor que ha encarado la humanidad hasta hoy día. Esa hegemonía nortea- mericana debe ser reducida a cenizas, no importa el holocausto que la humanidad tenga que ofrecer para libertarse.”

DEL DERECHO IMPRESCRIPTIBLE Para Hostos, el derecho de Puerto Rico a la independencia es imprescriptible, y durante toda su lucha para independizar a Puerto Rico de España jamás cede una pulgada al reformismo. Puerto Rico se independizará, como se independizará , con la insurrección libertadora triunfante… Ese mismo es el credo albizuista frente a Estados Unidos. Frente a Estados Unidos, quizá porque ante él se levanta un poderío militar que pareció invencible hasta que lo encaró Sandino, Hostos, aunque plantea el plebiscito, mantiene im- prescriptible el derecho puertorriqueño a la independencia. Tan imprescriptible, que enemigo a muerte de la anexión a Estados Unidos, hasta para la anexión exige el previo estable- cimiento de la independencia; y aun para después de la ane- xión, si ésta llegase a realizarse, escribe: “Aquellos de entre los puertorriqueños que ven más a fondo el porvenir, seguirán queriendo que Puerto Rico sea un estado confederado de las Antillas unidas en un todo político y nacional, y esos puerto- rriqueños saben ya que ni hoy, ni mañana, ni nunca, mientras quede un vislumbre de derecho en la vida norteamericana, está perdido para nosotros el derecho de reclamar la indepen- dencia; porque no hoy, ni mañana, ni nunca, dejará nuestra Patria de ser nuestra”. Imprescriptible es también para Albizu el derecho de Puer- to Rico a su independencia. Substanciándolo, como Hostos, con toda la fuerza del derecho natural, le suma cuestiones básicas de derecho positivo. Pero de esto hablaremos más adelante. En- carado al mismo problema de que Hostos ha hablado Albizu 12 Re: Albizu Campos dice llanamente: “El derecho de la Patria a la independencia no se discute. Y si se discute será a tiros. El imperio sólo es res- petable cuando habla con la boca de sus cañones.” Añade: “La estadidad sería el derecho a muerte de la nacionalidad. Antes que quitarnos la Patria tiene que quitarnos la vida.”

PLEBISCITO Y PROTECTORADO Hostos que no ha vivido para ver los plebiscitos de Arizo- na y Nuevo Méjico; que no conoce la mente imperialista yanki como Albizu, graduado en Harvard; para Hostos, evidentemen- te el plebiscito es una alternativa a la falta de energía revolu- cionaria del Puerto Rico fin de siglo. Lo plantea en términos que requieren previa independencia para el ejercicio de una auténtica libre determinación. Pero Albizu, nutrido de siglo veinte, cuando y la ciencia jurídica ha definido claramente la naturaleza anexionista del plebiscito, aclara: “El plebiscito no compete al caso de Puerto Rico frente a Estados Unidos. Puerto Rico no es un territorio reclamado por dos potencias, no es una faja de terreno en disputa entre dos soberanos. Puerto Rico es una nación intervenida militarmente por Estados Unidos.” En 1900, cuando Wáshington legisla el Bill de Fóraker, Hostos opina que sólo producirá “un orden delucivo y una paz falsa.” Sigue diciendo: “Puerto Rico no puede ser incorporado al sistema federal de la Unión”. “Tan patente es la incongruencia que es preciso salvar para extender el principio federativo a una isla que ni geográficamente, ni étnica, ni histórica, ni eti- mológicamente corresponde al sistema natural de la federación americana, que ni aun sabiéndose por todos en los Estados Uni- dos que no se trata de principios doctrinales sino de intrigas políticas, no se han atrevido a incorporar la isla a la Unión de Estados.” Exclama, “Anexionarse es una indignidad y una tor- peza.” Concluye aconsejando a los puertorriqueños usar la ley Fóraker para prepararse para un plebiscito que un cuarto de siglo después (noviembre de 1925) convertiría a Puerto Rico en país independiente, —pero con una independencia equivalente al protectorado. “En cuanto a la justicia —reflexiona amargamente Hos- tos— que el pobre pueblo puertorriqueño se ha puesto en el 13 Juan Antonio Corretjer caso de pedir a los nuevos dominadores que se ha dado, jamás la conseguirá, si consiente tratarlos como dominadores; pero si se resuelve a tratarlos de pueblo a pueblo, y piensa y habla y procede como pueblo lastimado en su derecho, burlado en su confianza, herido en su dignidad, infaliblemente llegará un mo- mento en la política americana en que el clamor de la Isla con- venga con alguna gran necesidad nacional de Estados Unidos y el fuerte oiga al débil” Recapacita Albizu. “Para que el fuerte oiga al débil tendrá que abrirle los oídos a tiros.” Razona: “Estados Unidos está demasiado lleno de su fuerza y el culto de la fuerza atrofia la sensibilidad. El odio entre las razas, entre las gestiones, entre el capital y el trabajo, entre los descendientes de los colonos originales y los inmigrantes e hijos de inmigrantes, es la norma de la vida norteamericana. La oligarquía dominante, y aun sus intelectuales universitarios, están demasiado preocupados con los grandes problemas nacionales e internacionales que con- frontan para que, unos por su preocupación, otros por sus odios, y todos por su egoísta insensibilidad, fijen su atención en Puer- to Rico, a menos que Puerto Rico les produzca un trauma muy grande. Como no tienen sensibilidad sino para ellos mismos, para que vuelvan los ojos hacia nuestro derecho habrá que dar- les un marronazo en la nariz.” Albizu Campos también se ve encarado con la teoría del protectorado. En 1930, cinco años después de la fecha que Hos- tos anticipó en su proyecto, reemplazada desde 1917 la anexio- nista ley de Fóraker por la aun más anexionista ley de Jones, Albizu expone su pensamiento sobre el protectorado. Dice: “El protectorado es una agresión. Es un ardid que las potencias usan para penetrar y debilitar la soberanía de naciones más débiles. No es un instrumento para gestar soberanía. No es una solución para Puerto Rico cuya única solución es la indepen- dencia.”

EL CANAL DE PANAMÁ La comunicación entre el Atlántico y el Pacífico no podía dejar de tener sitio en la temática hostosiana. Digámoslo con regocijo: el pensador mayagüezano es el primer gran profeta 14 Re: Albizu Campos del Pacífico. Pero esto dejémoslo aparte. Refirámonos a lo que Hostos pensara sobre el proyecto de un canal interoceánico ist- meño. Lo que escribió sobre el Canal de Nicaragua aconsejado en su tiempo por Lesseps es igualmente aplicable al Canal de Panamá actualmente, y también al ahora nuevamente proyec- tado Canal de Nicaragua. Oigamos a Hostos: “Hay una consideración que para mis lectores de la Améri- ca Latina debe tener la fuerza con que nosotros, personalmente, la sentimos. Según la carta del Ministro Plenipotenciario de Nicaragua, el pensamiento de su Gobierno es hacer de interés mundial el canal interoceánico no ya por la universalidad mis- ma de la empresa, que a todas las naciones comerciales intere- sa por igual, sino por la universalidad de la contribución para la obra. Prudente sapientísimamente, el Gobierno nicaragüen- se cree que la obra debe llevarse a cabo por subscripción de capital universal, por la concurrencia de todos y cada uno de los gobiernos que tengan interés directo en la apertura del canal.” “Los que conozcan los preliminares diplomáticos del fe- rrocarril de Colón a Panamá, y los que hayan observado la in- fluencia que en aquella parte del Istmo ha dado esa obra a los norteamericanos, comprenderán por qué —viendo la necesidad en que la América Latina está de anular una influencia extraña por otras influencias extrañas— consideramos nosotros que la apertura del canal de Nicaragua, realizada en las especiales condiciones de universalidad que le da la palabra oficial del Sr. Marcoleta, es la más aceptable, la más útil al porvenir de la América Latina y la más conforme con el destino histórico de nuestra raza.” “Para ella, la comunicación central de ambos océanos es de una trascendencia incalculable.” “Toda la porción de la raza latina que ocupa el grupo cen- tral de las Antillas y todos los pueblos que ocupan el Istmo se transformarían inmediatamente. Transformación material, que consistiría al principio en la mutación de costumbres co- merciales, de hábitos de vida activa, de medios de bienestar físico, no tardarían en convertirse en una verdadera transfi- guración. Las Antillas centrales y las repúblicas del Istmo no se conocerían a sí mismas en poco tiempo. La Naturaleza deja 15 Juan Antonio Corretjer de hacer algunas cosas tal vez porque efectivamente ha pro- yectado hacer algo del hombre; y para probar su idoneidad, le encomienda silenciosamente la terminación de obras que ella ha dejado pendiente.” “La existencia de una comunicación interoceánica es tan obvia en la parte ístmica de nuestros dos continentes, que el buen Colón contaba con ella como había contado con un camino directo para las Indias, y después de su segundo viaje se enca- minó al centro de los dos continentes, en demanda del canal que presuponía. Se equivocaba, porque el canal no existía; no se equivocaba porque el canal debía existir. Ese deber hipoté- tico se convierte para los pueblos que habitan las Antillas y el Istmo en un deber categórico. El canal debe existir. Debe existir, porque conviene absolutamente a la vida presente y por venir de esos pueblos; porque sólo con una comunicación continua entre el Atlántico y el Pacífico pueden ellos utilizarla fructuosa situación geográfica que ocupan, la mejor que en la geografía de la historia ha ocupado jamás raza ninguna. Mas como es bien de la raza, y no de fracciones de la raza, el que buscamos y an- helamos, tal vez nos sería indiferente la perforación del Istmos si con ella no debieran de extenderse a todos los miembros de la familia latinoamericana el bien inmediato que palpamos para las secciones que próximamente gozarían de él.” Estas ideas se destacan en el original planteamiento hostosiano: El Canal debe ser de los latinoamericanos y principalmente para el bien de los pueblos antillanos e ístmicos; Debe servir para alejar influencias extrañas a nosotros, ya presentes por la influencia ejercida sobre el área panameña por Estados Unidos gracias a la construcción del ferrocarril Pana- má-Colón. Cuando Albizu Campos entra en el tema ya se ha frustrado el pensamiento hostosiano y el Canal de Panamá se ha construi- do como parte de la estrategia mundial norteamericana ideada por Mahan. Previamente, la realización de ese plan estratégico ha frustrado la insurrección cubana y ocupado a Puerto Rico. En la tercera década de este siglo un movimiento político originado en el Perú, pero de proyección continental, el APRA, replantea programáticamente la internacionalización del Ca- 16 Re: Albizu Campos nal de Panamá. He aquí la opinión de Albizu Campos en 1930: “Presentar ahora la internacionalización del Canal de Pa- namá es en la práctica prohijar al Imperio Británico en con- traposición a los yankis. Nosotros no debemos seguir viviendo, como hasta la fecha, del precario entre imperios. La revolución que libertará a Iberoamérica pondrá el Canal de Panamá en manos de los panameños, a quienes legítimamente pertenece por estar enclavado en su territorio. Siendo de Panamá será también de nosotros los iberoamericanos todos.” Lúcido y pe- netrante estudioso de la mentalidad militar norteamericana, Albizu, acucioso lector de Mahan, había hecho esta anticipación en 1927: “El archipiélago antillano ocupa una posición privile- giada en la geografía mundial. Se hace imprescindible arrojar de su territorio a los Estados Unidos y consolidarlos bajo una Confederación con suficiente poder naval para resistir cual- quier revancha. Porque no me cabe duda de la decisión que ha- bría de tener cualquier guerra en el Caribe. Esta no terminará hasta reducir a la impotencia al imperialismo norteamericano.” “Es lo inevitable porque el enemigo común es Estados Uni- dos. El campo de batalla serán nuestras aguas frente a Pana- má. Europa, Iberoamérica, Asia, no tolerarán verse reducidos al vasallaje que pretende imponerles Estados Unidos, ya sea por la fuerza directa contra pueblos indefensos, o por la pene- tración económica.” Para Albizu Campos, el Canal de Panamá, con su guardia imperial yanki, no se convierte en un fetiche para rendir el alma al fatalismo geográfico. Al contrario, lo ve como punto de atracción de todas las contradicciones mundiales que en su día explotarán en forma de guerra total contra el imperialismo. De vigencia actual de este pensamiento dan buena cuenta Mao Tse Tung y Fidel Castro. Como Hostos, como Mao, como Fidel Castro, Albizu tiene de la historia una visión catastrófica pero optimista. Afirma: “Nues- tra Patria será una nación libre y soberana contra la voluntad de Estados Unidos. Su independencia sin limitaciones así como la de las naciones del Caribe y de Centroamérica bajo la influen- cia perniciosa de los Estados Unidos actualmente, se impondrá como una necesidad universal que sostenga el equilibrio entre 17 Juan Antonio Corretjer las naciones iberoamericanas. Ello restablecerá ese equilibrio internacional destruido por la Gran Guerra, que dio a los nor- teamericanos la hegemonía económica del mundo, creando así el peligro más serio con que ha tropezado la humanidad.”

EL DEBER REVOLUCIONARIO El deber revolucionario es juzgado por Hostos con un sen- tido tan riguroso como requiere ser juzgado. “No el patriotismo charlatán, no la literatura engalanada, no la oratoria de los días de fiesta; el patriotismo mudo, la literatura de la concien- cia imperativa, la oratoria de los días de luto, es lo que debe inspirar a los revolucionarios.” “No son revolucionarios, los que, teniendo un deber que cumplir, un propósito que realizar, una alta aspiración que sa- tisfacer, ven pasar horas y días y semanas y meses y años, años enteros, años eternos para la patria mártir, sin sentir otra cosa que la suya infecundidad de medios y recursos que los declara inferiores a sus propósitos.” “No son revolucionarios aquellos cuya tibieza, cuya lenti- tud, cuya infecundidad de medios y recursos, los declara infe- riores al deber. No son revolucionarios aquellos que no saben llevar a cabo sus propósitos.” “No somos revolucionarios los que de la misma grandeza de nuestras aspiraciones no sabemos sacar otro fruto que la estúpida virtud de la paciencia. No somos revolucionarios los que a pesar de las congojas diarias tenemos paciencia para ver con los brazos cruzados en tanto que chorrea sangre el cora- zón, pasar inútilmente los días en los que el más leve de los sa- crificios aceptado con resignación imbécil, bastaría para hacer poderosa la impotente inercia en que nos desesperamos y nos debilitamos.” Esto decía Hostos en la conmemoración del Grito de Yara en 1874. Albizu Campos reafirmaría: “La Patria hay que amarla como se ama la mujer, espiritual y físicamente. Quien no se abochorne de que se la ultrajen no es patriota, no es siquiera hombre. El sexo es un accidente biológico para la perpetuidad 18 Re: Albizu Campos de la especie, pero el pueblo que necesita que se le recuerde su sexo no merece la conmiseración sino el castigo.” Hostos afirma: “En tanto que nuestros hermanos del campo de batalla sean tan superiores a nosotros; en tanto que sea para nosotros un remordimiento agudo el recuerdo de la Patria que se tarda en socorrer; en tanto que seamos responsables de la idea cuya salvación está en nuestras manos, y cuyos riesgos se palpan desidiosamente, el 10 de octubre es un día de luto y de tristeza. Toda la gloria, todo el alborozo de esta fecha, toca a los que han sabido bastarse a sí mismos y hacer lo que su patrio- tismo heroico les mandaba. Ellos tienen el derecho de santificar en la una y en la otra su heroísmo. La fecha es de ellos, la patria es de ellos, porque de ellos ha sido el heroísmo.” “Unos cuantos centavos mal contados; unas cuantas ten- tativas mal logradas, algunos días de desesperación para los fieles a la idea; algunos días de hambre para los incorruptibles a todos los halagos de la emigración; algunos días de cólera sa- grada para los mejores, ¿nos dan el derecho de compartir con los creadores de la patria las fruiciones del día que recuerde esa creación? Es necesario hacer más, y no se hace. Es necesario triunfar, y no se triunfa. Es necesario acabar, y no se acaba.” Siguiendo el mismo orden de pensamiento, los pies sembra- dos en el barro con que acaba de llenarse la tumba por donde Beauchamp y Rosado pasaron por el heroísmo a la inmortali- dad, y con las miras de los rifles enemigos prácticamente pues- tas sobre él, Albizu dice: “El valor más permanente del hombre es el valor. El valor es la suprema virtud del hombre y se cultiva como toda virtud. El valor en el individuo es su supremo bien. De nada vale al hombre estar lleno de sabiduría y de vitalidad física si le falta valor. Ese es el supremo bien del individuo y de la nación. El valor es lo único que permite la transmutación del hombre para fines superiores.” Y con palabras que prueban una asimilación vital del Salmista: “El valor es lo único que permite al hombre pasearse firme y serenamente sobre las sombras de la muerte; y cuando el hombre pasa serenamente sobre las som- bras de la muerte es que entra en la inmortalidad.” “He querido bajar a la tumba limpio del oro corruptor de los hombres y de la sangre de mi prójimo; pero la independencia requiere, como 19 Juan Antonio Corretjer todo supremo bien, el sacrificio de lo más sabio, de lo más noble y puro de la nacionalidad.” “La Patria se funda en la emulación del heroísmo. No es de nadie. Ni aún de los patriotas. Solo es de los que han ganado muriendo por ella. Son ellos los que la legan a la posteridad.”

LA CORRIENTE DEL SIGLO Sobre las cenizas humeantes del siglo XIX Hostos abre su medular profecía del siglo XX. “La brutalidad de este siglo va a ser igual a la obra que le va a tocar llevar a cabo. Correrán ríos de sangre por su historia como correrán nuevas corrientes por sus territorios desnivelados.” “Con el siglo XX la civilización va poner a prueba las apti- tudes de la cuarta y última familia ariana. La primacía de la germánica o teutónica ha terminado con el siglo. Ahora va a empezar el predominio de la familia eslava. Probablemente va a merecerlo, porque, a juzgar por la organización social de al- gunos grupos eslavos, la Eslavonia por ejemplo, y por tendencia general de esa familia, según lo ha demostrado en sus agitacio- nes económicas del siglo, ella es la que está en la mejor aptitud de pensamiento y tradición para empezar a resolver el proble- ma moderno de la industria; propiedad para todos; trabajo para todos; producción y consumo para todos.” Estas palabras de Hostos que desde hace un cuarto de siglo he estado llamando a la atención de mis paisanos, basta para probar cómo Hostos, al romper el siglo percibe la corriente prin- cipal que ha de mover su historia. Y Albizu Campos, hombre de este siglo, ¿qué dice? Más de treinta años antes de que se pusiera en moda, y aún se oyera, en Puerto Rico, la consigna liberación nacional, un puertorriqueño la planteó dándole, en términos estrictamente jurídicos, una base nuestra. La instrumentó también en un pro- grama de acción política. Pero en estas notas únicamente nos referimos a la base jurídica sentada por él. Ese puertorriqueño fue Albizu Campos. El tiempo es enero de 1930. Acaba de regresar a Puerto Rico después de tres años en la América del Sur. Y aprovecha la oportunidad de un regre- 20 Re: Albizu Campos so oportuno para darle resonancia puertorriqueña a una tesis que ya de antes le conocían sus primeros discípulos ponceños. La tesis es ésta: “En la fecha de la ratificación del Tratado de París el cual liquidó la guerra hispano-yanki el 11 de abril de 1899, Puerto Rico era una nación soberana, según comprende ese término el derecho internacional, independiente de la Nación española en virtud de la Carta Autonómica, otorgada por la Madre Patria, España, a Puerto Rico, el 25 de noviembre de 1897 en la cual se reconoció formalmente la independencia de Puerto Rico de la Nación española. Cualquiera que pueda ser la validez de un tratado ratificado entre Estados Unidos de América y otro sobe- rano, dicho tratado será nulo y sin valor en cuanto se refiere a otro soberano que no ha sido parte en el Tratado de referencia. Es evidente que un tratado negociado entre Estados Unidos de América y Reino Unido no obliga al dominio del Canadá si este dominio no ha sido parte de dicho tratado.” “El Artículo 2 de los Artículos Adicionales de la Carta Au- tonómica dice así: “Una vez aprobada por las Cortes del Reino la presente Constitución para las islas de Cuba y Puerto Rico no podrá modificarse sino en virtud de una ley y a petición del Parlamento insular.” Es imposible resumir la Carta Autonómica. Haremos refe- rencia a los artículos que se refieren a la soberanía. “El Artículo 35 establece el principio de que el Parlamento insular tendrá el derecho exclusivo de elaborar el presupuesto. El artículo 32 dispone que el Parlamento de Puerto Rico ten- drá poder para legislar sobre todas las materias, exceptuando aquellas reservadas específicamente a las Cortes en la Carta Autonómica. El Artículo 37 especifica que los tratados de co- mercio negociados por iniciativa de Puerto Rico y de España, para obligar a Puerto Rico precisaban la expresa ratificación del Parlamento de Puerto Rico. El Artículo 39: —El Parlamen- to de Puerto Rico tenía el derecho exclusivo de fijar la tarifa aduanera tanto para las importaciones como para las exporta- ciones.” “El Artículo 40 contiene el primer tratado hecho por Puerto Rico como soberano y, desde luego, dicho tratado es entre Puerto 21 Juan Antonio Corretjer Rico y la Madre Patria. Es un tratado transitorio de comercio que establece el principio de reciprocidad y determina los impuestos que cada nación fijará al importar de la otra nación. Este acuer- do es transitorio, ‘sin perjuicio de lo que puedan convenir en su día los dos gobiernos’, dice el Artículo 40. En otras palabras, las relaciones serían regulares de soberano a soberano.” La Carta Autonómica estableció un gobierno de tipo parla- mentario. El Artículo 47 determinaba que los ministros, quie- nes tenían que ser miembros del Senado o de la Cámara de diputados, eran responsables al Parlamento. El Artículo 44 fi- jaba claramente que ningún mandato del Gobernador General, representante de la Corona, era válido si no estaba refrendado por un Secretario de Despacho. El Artículo 3 establecía que la facultad de legislar para Puerto Rico correspondía al Parla- mento y al Gobernador General. “Del examen del histórico do- cumento —comienza Albizu Campos— se verá que Puerto Rico fue reconocido por la Madre Patria como una nación indepen- diente, que las relaciones entre los dos poderes habían de regu- larse por tratado; que ningún tratado de España, negociado por España, era válido sin la ratificación del Parlamento de Puerto Rico. Las relaciones entre los dos poderes eran comparables a las que existían entre Austria y Hungría bajo los Habsburgos entre Prusia y Baviera bajo los Hollenzollern, o a las actuales relaciones internacionales entre el Reino Unido y los dominios británicos del Canadá y África del Sur bajo la casa Windsor.” “En virtud de la Carta Autonómica Puerto Rico inició sus relaciones internacionales con todos los poderes. El nuevo Go- bierno fue organizado inmediatamente. Nuestro país vino a ser, por derecho propio, miembro de la Unión Postal Internacional; tenía su moneda y estampillas postales propias y todos los sím- bolos de la soberanía.” “Todas las autoridades en derecho internacional convie- nen en el principio fundamental de la familia de naciones: el reconocimiento de la personalidad internacional es irrevoca- ble y obliga a todos los poderes de la familia de naciones.” “La condición impuesta como ultimátum para el armis- ticio, la cesión de Puerto Rico, fue consignada en el artículo 22 Re: Albizu Campos 3 del tratado de París, ratificado por los beligerantes el 22 de abril de 1899. Ese tratado es nulo y sin valor en cuanto a Puerto Rico concierne. España no podía ceder a Puerto Rico porque Puerto Rico no era res in commercium. Puerto Rico se convirtió en una nación soberana en virtud de la Carta Auto- nómica que España no podía cambiar sin el consentimiento de Puerto Rico. (Artículo 2 de los Artículos Adicionales, Carta autonómica.) Y Estados Unidos no podía aceptar dicha cesión porque estaba obligado a respetar la independencia de Puer- to Rico.” “Como precedente citemos el caso de Finlandia. Suecia había reconocido la autonomía del Gran Ducado de Finlan- dia; por el tratado de Frederiksham, firmado en septiembre de 1908, Suecia tuvo que ceder el Gran Ducado a Rusia; el Emperador Alejandro I reconoció la autonomía de Finlandia pero su sucesor en el trono imperial pretendió anularla. El caso fue sometido a una comisión internacional de juristas la cual decidió, en 1910, que el úkase del Zar revocando el reco- nocimiento de la autonomía, hecho por su predecesor, era nulo y sin valor. “El derecho de un pueblo a la libertad nacional es independiente de las conquistas guerreras y de los tratados diplomáticos”. (Rovira y Virgili, Historia de los Movimientos Nacionalistas, págs. 34-35.) “El Tratado de París no fue negociado por plenipotencia- rios puertorriqueños y nunca fue sometido a la ratificación de nuestro Parlamento.” “Dicho Tratado es nulo y sin valor en cuanto concierne a Puerto Rico.”

LIBERACIÓN NACIONAL Hasta aquí la tesis albizuista de la nulidad del Tratado de París. A despecho del juicio que merezca, todo puertorriqueño se enorgullecerá de ella. Brillante, original, bien sostenida, es el triunfo de la imaginación política puertorriqueña sobre la de dos imperios. 23 Juan Antonio Corretjer Pero, ¿qué tiene que ver esto con liberación nacional? Pues que el concepto de liberación nacional es más allá del esta- blecimiento de la soberanía natural que es la independencia, el traspaso, a manos de hijos del país, de las propiedades ad- quiridas por personas, naturales o jurídicas, provenientes de la metrópoli dominante hasta el establecimiento de la inde- pendencia. La liberación nacional en nada altera el régimen de la propiedad privada. No es un planteamiento socialista. Filosóficamente, se mueve en el ámbito de los ideólogos del capitalismo. Es un proyecto natural de la revolución burgue- sa: una necesidad normal de los capitalistas coloniales. Una consigna del más auténtico patriotismo burgués. Cambiaría a manos puertorriqueñas, instituciones puertorriqueñas, las propiedades adquiridas por norteamericanos u otros extran- jeros, al amparo del régimen de intervención norteamerica- na establecido en Puerto Rico desde 1898. Y si el Tratado de París es nulo, y sin valor con respecto a Puerto Rico, como ha argüido Albizu Campos, entonces todos los títulos de propie- dad otorgados en Puerto Rico al amparo del régimen interven- cionista son también nulos y sin valor, dentro de la nulidad de todos los actos del Gobierno de Estados Unidos en Puerto Rico, a la luz de la tesis albizuista de la nulidad del Tratado de París. Por necesidad, toda la propiedad contenida en estos tí- tulos se volcaría en el soberano pueblo de Puerto Rico. Habría entonces, como lo quería Hostos y como lo está haciendo la principal corriente histórica de nuestro siglo, “propiedad para todos; trabajo para todos; producción y consumo para todos.”

LOS LÓGICOS DEL SACRIFICIO A los 24 años de su edad, en La peregrinación de Ba- yoán, escribió Hostos: “Bayoán me lo dijo: “Feliz, amigo mío, quien tiene el valor del sufrimiento, porque ese, al concluir su peregrinación por este mundo, habrá encontrado su Jerusalem, su Dios”. “Vosotros, los que en vez de vivir peregrináis, seguid con paso firme: la desdicha que os espera es tan gloriosa, que no la 24 Re: Albizu Campos trocaréis por la inútil felicidad de los felices.” “Lógico,” se dice Hostos, “seré lógico con todo lo que hay en la lógica de tortura y sacrificio.” Y sacrifica hasta la tumba que no tiene en Puerto Rico. “Lógico,” se dice, como oyéndolo, Albizu Campos. Y en 1935 escribe en una dedicatoria a un discípulo: “La patria es valor y sacrificio.” Y entra en la etapa final de su martirio, que dura ya treinta años. Allí lo vemos. En la cama del sacrificio. Así vivirá el patricio el resto de sus días, rodeado de quienes lo aman. Así será, por- que ya Albizu Campos pasó al reino de los intocables. Él es el caso singular de quien, a fuerza de alma, pasa a la posteridad estando vivo. A despecho de las restricciones de la legalidad imperialista, el indulto es total, absoluto. Nadie ni nada puede ya contra Pedro Albizu Campos. El estoico retador de todos los dólares salió a la inmunidad por la puerta de todos los dóla- res. Quien lo quiera encarcelar verá que no puede. Quienes lo mataron comprenderán que no pueden matarlo. El lisiado ha reducido a la impotencia a los todopoderosos. Y una vez más como dijera D’Ors glosando a Pascal, la razón tiene sus sentires en los que el corazón no palpita. Tocamos al final de estas notas. Dije al comenzar que me acercaría a los sujetos de mi conferencia con amor, porque mi amor es Puerto Rico. Y creo que, en este extremo, he cumplido mi propósito. Y dije también que no abultaría a mis personajes, porque ni me inclinaba a hacerlo, ni lo necesitaban Eugenio María de Hostos y Pedro Albizu Campos. Creo que en la en- trevista en público que con ellos he sostenido, ambos próceres han mostrado su cimera estatura sin que se hiciera necesario colocarlos en alto. Y dije, también, que ellos son grandes porque vieron más allá que sus contemporáneos, y sintieron más in- tensamente que ellos. Creo que lo que se ha mostrado aquí de su pensamiento y su conducta asaz prueba suministra. Esa fue su manera de expresar el ser social de Puerto Rico, que los pro- dujo, y la tumba lejana de Hostos, el lecho sacrificial de Albizu, concurren como crueles testigos comprobatorios. La trágica Némesis que persigue a los adelantados en la 25 Juan Antonio Corretjer Historia corona de purpúreos laureles la frente de ambos puer- torriqueños. A Hostos correspondió apostolar por su isla irre- denta en la época de la degeneración de la revolución burguesa en imperialismo. Albizu combatió por la independencia de su patria en la etapa ascendente del fascismo, primero, y cuando el imperialismo escalaba las atómicas cumbres de su poderío, después. Esas condiciones mundiales se reflejan sobre el ser so- cial puertorriqueño incapacitándolo para comprender a Hostos, el sociólogo militante, y para seguir a Albizu, el jurista armado. Pero Hostos fue, en la autorizada opinión de Don Américo Lugo, factor decisivo en evitar la anexión de Santo Domingo a Estados Unidos cuando la trama anexionista Grant-Báez; organizó el sistema normalista en la República Dominicana; influyó decisi- vamente en la construcción del ferrocarril trasandino entre Chi- le y la Argentina; dejó su huella en el desarrollo del progresismo chileno, país en el cual se sintió más feliz de todos los que vivió; tiene puesto propio en el positivismo latinoamericano. Albizu contribuye a estimular la resistencia haitiana a la intervención de Estados Unidos, y es una de las dos influencias latinoameri- canas principales (Sandino es el determinante) en el viraje de la política norteamericana llamada de Buena Vecindad, aunque los buenos somos nosotros y los vecinos son ellos. Entre 1927 y 1928, en dos visitas a Cuba ayuda a intensificar el antimperia- lismo cubano que se inicia combatiendo al machadato. En 1933 hace al constitucionalismo cubano recomendaciones; algunas de las cuales se incorporan a la Constitución de 1940. Una de ellas, el cambio de régimen presidencial al parlamentario, con un presidente que represente a la nación y un primer ministro gobernante. Esta estructura da finalmente al Primer Ministro, en 1959, los poderes que Albizu quiso darle desde 1933, y con los cuales el Gobierno Revolucionario salva la crisis de Urrutia. En Puerto Rico mismo funcionó como nuestro más grande transfor- mador de patriotismo en energía revolucionaria. Su actividad, entre 1930 y 1937 —época del fascismo ascendente— transfor- ma toda la manera de pronunciarse en la política puertorrique- ña, y da al ánimo puertorriqueño un temple de afirmación viril al cual ya jamás ha renunciado. El movimiento que su palabra 26 Re: Albizu Campos anima, inspira actos revolucionarios de la mayor magnitud. Mencionaré solamente dos, por su particular significado, y en los que su influencia es más significativa porque los dos se pro- ducen sin que en ellos él participe como organizador, pues llegan a su conocimiento como noticia. Invertiré el orden cronológico por conveniencia de exposición.

LA MASACRE DE PONCE El primero es la masacre de Ponce. Ocurrida el 21 de marzo de 1937 (Albizu lleva preso más de seis meses) ha sido vista y juzgada siempre en su máximo valor: dinámica perpetua del espíritu sacrifical y heroico de la patria; gestión constante de la mística patriótica para agenciar fuerza de alma a la lucha independizante. Nunca ha sido preciada en su valor político. Es comprensible, claro está. Pero es necesario hacer aho- ra su práctico señalamiento político. La masacre es el hecho por excelencia histórico que une a los puertorriqueños. Minutos después que ocurriera los puertorriqueños estábamos unidos. Allá quedaron, con el general asesino y su coronel verdugo, los dueños perentorios del gobierno. Al lado acá, nuestro, de la san- gre, estábamos todos los puertorriqueños. Por encima de todo, de clases y partidos, de ideología y facciones; por encima de pa- siones y quebrantos, juntos, los puertorriqueños. Esa verdad indica en donde está la unidad nacional y cómo se llega a ella. La unidad nacional es hija de una contradicción: se origina en una sociedad dividida en clases, cuya lucha mis- ma ha hecho nacer la nación. Su logro, como el cuajo mismo de la nacionalidad, se produce en el fondo de las grandes masas populares al calor de una intensa lucha revolucionaria, tan in- tensa que supere temporal y parcialmente la división original de la sociedad clasista. Únicamente la lucha revolucionaria es capaz de producir la unidad nacional. Y solamente cuando la lucha revolucionaria abole las clases puede la nación llegar a su unidad completa. La masacre de Ponce, hija dolorosa y gloriosa de los años 30 logró asimismo el grado máximo de unidad nacional conocido en la historia de Puerto Rico. La sangre de sus mártires pesa sobre la 27 Juan Antonio Corretjer conciencia patriótica como pesa la misma incapacidad posterior para repetir aquel logro.

LA EJECUCIÓN DE RIGGS El otro hecho a que he de referirme es la ejecución revolu- cionaria del jefe constabulario yanki coronel E. Francis Riggs. La ejecución, por la justicia revolucionaria, del coronel Riggs, parte en dos la historia de las relaciones imperialistas colonia- les entre Estados Unidos y Puerto Rico. Todo en Puerto Rico ha sido antes, o después, de aquel profundo 23 de febrero de 1936. Rozaré solamente la epidermis de sus consecuencias. Señalaré que ese día, por ese hecho, se decide la substitución de nortea- mericanos por puertorriqueños en puestos de primera impor- tancia dentro del régimen imperialista-colonial. El puesto de la jefatura constabularia es ofrecido al entonces coronel Esteves, quien lo rehúsa. —Diré que lo rehusó por motivos patrióticos de aquel momento—. Y es ocupado por un coronel del ejército yan- ki nacido en Puerto Rico de cuyo nombre no quiero acordarme. Como la substitución de la jefatura constabularia, el posterior nombramiento de un criollo para la gobernación y la concesión del gobernador electivo estaban contenidos en la masa de las armas de Elías Beauchamp e .

INSURRECCIÓN DEL ‘50 Su actividad en la segunda época, entre 1947-1954, exacta- mente cuando Estados Unidos ha escalado las cumbres atómi- cas de su poderío —produce dos hechos en cuya hondura no se ha penetrado, públicamente, por lo menos. Ya están lo bastante distantes para un examen sereno y para producirles una es- clarecedora hermenéutica. El 10 de diciembre de 1947, en el curso de una entrevista sostenida en el Hotel Normandie, entre Albizu Campos y este conferenciante, comentando las conse- cuencias de la Segunda Guerra Mundial, Albizu Campos dijo: —“Truman convirtió el prejuicio racial en genocidio, al bom- bardear Hiroshima y Nagasaki. Pero en un ricoché político, eso los obligará a la admisión del Hawaii a la estadidad.” Pregunté 28 Re: Albizu Campos inmediatamente si Puerto Rico sería afectado. Su contestación fue la siguiente: “No creo que cometan la torpeza de anexarse a Puerto Rico. Pero habrá que recordarle que Puerto Rico es una nación, que no es asimilable. Y habrá que recordárselo no con hechos más o menos individuales, sino de una manera más general”. A la luz de esa palabras se esclarece el sentido de la in- surrección del 30 de octubre de 1950. La insurrección de 1950 recuerda a Estados Unidos que Puerto Rico es una nación, que no es asimilable una nación que por la mano de sus hijos que la sienten más intensamente tirotea al imperialismo desde Jayu- ya hasta Wáshington. Recordaré aquí, como palabras también esclarecedoras, las dichas entonces por el conocido filósofo y gran escritor norteamericano Waldo Frank, palabras de gran significación a despecho de su aparente peyoratividad: —“Los nacionalistas han hecho lo que todos los puertorriqueños ha- rían si se volvieran locos”.

ATAQUE AL CONGRESO El otro hecho es el tiroteo a la Cámara de Representantes del Congreso Federal el 1ro de marzo de 1954. Se escoge la Cá- mara de Representantes porque es ahí que se origina la Ley de Servicio Selectivo que obliga a los puertorriqueños a rendir tributo de sangre al imperialismo. Y he aquí un hecho en que la actividad necesaria e inconsciente del avatar histórico va más allá de la actividad deliberada y consciente de sus protagonis- tas. Cuando se produce este ataque el entonces procurador Ge- neral de Estados Unidos, Mr. Brownell, lo califica, humeantes aún las pistolas, como “un llamamiento a la rebelión en Esta- dos Unidos”. El mediocre funcionario norteamericano, en uno de esos momentos de inspiración que produce la alta tensión emocional de los hechos armados, vio el sentido profundo de lo que acababa de ocurrir. No estuvo en la mente de sus protagonistas. Pero aquel importante caso sobre la ley de integración racial, que dormía hipnóticamente en las gavetas de la Suprema Corte en Wáshington, fue prontamente sacudido de su polvo y el fallo 29 Juan Antonio Corretjer se produjo. Me parece evidente (lo es para mí, sin duda), que el grave ejemplo de los atacantes puertorriqueños se temió encontrara emulación en las salvajemente oprimidas masas negras norteamericanas, y que la vacilación del estado federal atrajese sobre la capital un oleaje terrorista negro. Con el fallo, se lanzó sobre las autoridades provinciales (llamadas estatales) la responsabilidad de retrasar el desarrollo del movimiento negro en Estados Unidos. Y además se le debilitaba dividiendo su atención en los objetivos provinciales sobre los cuales se lanzaba la responsabilidad. Ya concluyo. Pero molestaré todavía vuestra paciencia con dos palabras finales. Más promisor aun para el futuro de Hos- tos y Albizu es saber, como lo sabemos nosotros, que el impe- rialismo condenado por Hostos y combatido por Albizu, estaba ya sentenciado a muerte en su misma naturaleza. Fase final del capitalismo en putrefacción se hundirá en un verdadero e inevitable gutterdammerung, arrastrando en su naufragio todo el caduco sistema colonial. Las personalidades insignes que formen el cuadro dirigente que en ese proceso independizará a Puerto Rico no son aún identificables. Pero en ellas estarán vivos Hostos y Albizu Campos. Porque Hostos opinó que la lu- cha por la independencia de un pueblo debe ser dirigida por las ideas más avanzadas de la época en que tal lucha se produzca. Y Albizu juzgó la lucha por la independencia de Puerto Rico como parte de la guerra total contra el imperialismo. —“Otra vez la patria se me escapa de las manos…” —dice en su última angustia el sociólogo militante—. —“Antes que quitarnos la patria tienen que quitarnos la vida”—concluye el jurista armado. Se adelantaron a su tiempo, pero cumplieron su deber. Por cumplirlo fueron sacrificados, como cristos. Y, como cristos, ha- brán triunfado. Muchas gracias.

(Conferencia en el Ateneo Puertorriqueño el 11 de enero de 1965).

30 Re: Albizu Campos ALBIZU CAMPOS, HOMBRE HISTÓRICO Nuevamente vengo a esta honrosa tribuna a hablar de Albi- zu Campos. Isabel Gutiérrez del Arroyo, quiso que viniera aquí a proporcionar, a aquellos que no conocieron a Albizu Campos, ni en gestión patriótica de tribuna, ni han podido alcanzar su personalidad mediante textos escritos, una idea de quién fue líder de la independencia de Puerto Rico; y un avivamiento de sus recuerdos a quienes compartieron, en la militancia o en la observación, su gran presencia. La doctora Gutiérrez del Arroyo fue muy estimada y querida discípula de Albizu. Por la rectitud e ilustración religiosa, la doctora Gutiérrez del Arroyo fue una de las discípulas más queridas y admiradas de Albizu Campos. Recordarlo une a ella esta noche, traído de su mano cariñosa, al discípulo rebelde. El lugar, la particular sección de esta docta Casa auspiciadora de la conferencia, y la disciplina misma en que especializa la distinguida amiga que la preside, me convencieron a hablar de Albizu Campos, el hombre histó- rico. Trataré, a mi mejor manera, de darles una idea general de su personalidad, alternando y uniendo lo íntimo y lo público, cosa igual en la vida de aquél que no separó jamás uno de lo otro, sacrificando lo primero a lo último y ofrendando a ambos en una actividad sin tregua al bien de su patria, culminándolas en una ofrenda vicaria en la que se consumió, ardiendo día y noche, como un cirio. En 1930 vino a Puerto Rico el periodista cubano Sergio Carbó. En un artículo que hizo época, publicado en El Mundo y titulado “He conocido un líder”, Carbó descri- be así a Albizu Campos: —“es un afectivo. Mientras me habla, duerme en sus brazos a su hija menor”. Pero veamos cómo ese afectivo, ese padre, reacciona otro día. En 1934 haría una visita oficial a Puerto Rico el presiden- te de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt. Desembarcaría por Mayagüez, lugar escogido para hacer más largo y efectivo el paseo imperialista del mandatario. El Partido Nacionalista declaró no grata la presencia del jefe imperial en nuestra pa- tria. Yo fui a Mayagüez, con la intención de que se organizara una demostración de protesta. La Directiva de la Junta Nacio- 31 Juan Antonio Corretjer nalista de Mayagüez casi en su totalidad, se opuso, y sus más connotados líderes se retiraron del Partido. Nos quedamos con la juventud, y con el elemento mayoritario de base, de posición económica menos desahogada. Como parte del debate sobre el asunto hubo unos tiros. La protesta se organizó; pero no en Ma- yagüez; y finalmente no pudo escenificarse; básicamente debido a la discrepancia mayagüezana. Regresé a Río Piedras la noche antes de la llegada de Roosevelt y supe que prácticamente toda la policía de la capital estaba acuartelada en Río Piedras. Al amanecer, las calles que rodeaban la casa de Albizu (número 4 de la calle 2) estaban tomadas por policías, detectives y agentes del servicio secreto de la Casa Blanca. Parecía posible que un ataque a la casa de Albizu pudiera producirse en cualquier mo- mento. Nos preparamos cuanto pudimos. Estábamos, en casa de Albizu, , Juan Juarbe y Juarbe, Manuel Ne- grón Nogueras, Ángel Ma. Vargas, Julio Díaz y yo. La esposa de Albizu estaba en el Perú y los niños con su padre. Era apro- ximadamente las once de la mañana. Albizu leía periódicos en la salita. Ángel y Julio estaban en el balcón; Negrón en la sala, con Albizu, Juarbe, Blanca y yo, en el portoncito que daba de la casa a la calle. En esos momentos apareció en la calle, sin viandantes, una señora. Puesto que no era entonces, ni ha sido después, nacio- nalista, callo su nombre. Era sí, amiga de la familia, porque, si no recuerdo mal, era maestra de las niñas. Y era por los niños que venía. Quiso protegerlos, llevarlos a su casa. Señaló que no era justo exponerlos a lo que allí podía suceder. Y Albizu, con mucha amabilidad, pero con mucha firmeza, le dijo —“No, amiga mía, son inocentes, es verdad; pero también son puerto- rriqueños y la inocencia no los libra del deber de inmolarse por su patria.”

LA HISTORIA En 1948, encontré a Albizu una tarde bastante molesto con una de sus hijas, de carácter un poco violento. “¿Me permite usted que le cuente algo.” —le dije—. “¡Cuenta!” Y relaté como una tarde, en Río Piedras, estando solas las 32 Re: Albizu Campos niñas en la casa, llegué y no las vi por parte alguna, cuando sentí como unos sollozos detrás de una hoja de puerta. Las dos estaban allí, acurrucadas, llorando. Les pregunté alarmado qué ocurría. Y la menor, reponiéndose: —“Que van a matar al pito.” (Pito, de Papito.) Albizu se me quedó mirando; quietos y tran- quilos los ojos sobre mí. Y, al cabo, con un gran pesar en la voz: —“¡Que mis pobres hijos me perdonen!” Paréceme indispensable y justo, antes de seguir adelante, decir cómo concebía Albizu Campos la Historia, esa misma His- toria a cuya órbita se movieron sus pasos. Si para la gente de mi criterio la Historia es una sucesión consecutiva de forma- ciones económico-sociales, en la que la humanidad se mueve, según la ley del cambio histórico, pugnaz y triunfalmente con- catenando un proceso revolucionario que viene desde las socie- dades primitivas hasta las socialistas de nuestro tiempo; para Albizu Campos la Historia es una continuación de la Creación, es la obra cotidiana de Dios, en la que Dios, “creador y protector de las nacionalidades”, es el protagonista cada día. La historia es, para Albizu Campos, el proceso colectivo según el cual la humanidad, recobra penosa, sacrificialmente, acorde con Dios, el camino glorioso del que la alejó la Caída; y los dirigentes his- tóricos serán, según la categoría de su gestión, abanderados de esta depuración de la humanidad por el sacrificio, la oración, la guerra y el trabajo. Su concepción de la historia es básicamente providencialista y militar: la aparición, desarrollo, osificación y substitución de las instituciones, una revelación: el desiderá- tum, una certeza en que el bien triunfará sobre el mal. Como dije aquí mismo en otra ocasión: su visión de la historia es a la vez catastrófica y optimista. De ahí el crudo realismo que le co- nocimos: del hombre, dañado y abandonado, cualquier mal po- dría esperarse; del hombre, como inteligencia, guiado por Dios, puede esperarse todo bien. Colectivamente la humanidad, como lo prueban individualmente los santos y los héroes, también podrá pasearse triunfalmente un día sobre las sombras de la muerte. Así, afirma categórico: —“El fin inevitable del gobierno irresponsable es la disolución. Como el postulado de su existen- cia es la ausencia del Derecho, el cumplimiento de su voluntad lleva consigo, por necesidad, la violación de sus propias leyes. 33 Juan Antonio Corretjer Su voluntad pierde pronto el aparente carácter impersonal im- perial y degenera hacia los caprichos personales y variables de aquellos cuya misión en la vida es el goce de la esclavitud. Es una espiral cuyo término fatal es el desmoronamiento, el fin de toda cosa sin fundamento de razón o de justicia”. España es, para él, la Madre Patria; pero ese concepto de Madre Patria, inventado por Disraeli para sublimarle el com- plejo de inferioridad a las colonias de la Corona, Albizu lo recrea (quiero decir que vuelve a crearlo). Hostos también, antes de su rompimiento con los republicanos españoles, monta una mo- numental ideología de confraternización hispano-antillana en ese gran poema sinfónico que es La peregrinación de Bayoán. Albizu, libre Puerto Rico de la dominación española puede de- jar correr libremente el mismo pensamiento que ya en Martí se había hecho poesía entrañable y entrañable previsión política. Sólo que Albizu, razón de moverse en distinto tiempo político y con diferente orientación filosófica, no entronca su visión de España y lo hispánico con los orígenes hispánicos de nuestra tradición revolucionaria, cabe decir, la insurrección de los co- muneros castellanos y las germanías valencianas, por ejem- plo. Aquí, también, da Albizu su nota personal, haciendo una especie de divinización popular y universalista de la tradición española. España, dirá mil veces, “es la madre de la civilización moderna. Resurgirá su gloria y poderío prístinos, cumpliendo su deber como depositaria de la civilización cristiana.” “Nuestra América conserva el equilibrio del mundo. Su renacimiento se- ñala el curso de los destinos humanos. Su poder se desenvuelve hacia la organización de su propio genio, en consonancia con los cimientos de su civilización. El primer acto de soberanía de su independencia política fue la abolición de la esclavitud, cuando el Libertador decretó la incorporación del principio de igualdad humana en las cartas constituyentes de nuestras naciones. El año 1816 de Nuestro Señor abarca toda la historia subsiguien- te del progreso social.” “Como latinoamericanos hemos reunido las civilizaciones indígena y cristiana. Como verdaderos ameri- canos vemos claramente que nuestra hegemonía en el Antiguo Mundo es inevitable para el bien del género humano.” He creído indispensable dar este vuelo panorámico acerca 34 Re: Albizu Campos de los conceptos fundamentales de Albizu sobre la historia en general y en particular acerca de España y los pueblos hispá- nicos de América. Pero habiéndolo hecho, señalaré por primera vez, el primer dato hacia mi demostración de la sensibilidad histórica de Al- bizu; es decir, de su sensibilidad ante el mundo que lo rodea. Porque esta manera neocatólica de Albizu es la que empareja con Landsberg, Berdiaef y Maritain. Y será, en política, lo que después hemos conocido como socialcristianismo o democra- cia cristiana: algo herméticamente albizuista, sin embargo, y honda, apasionadamente hispánico y puertorriqueño. Para re- sumirlo en una sola sentencia en que se sintetiza además su respuesta al fenómeno histórico más cruel de todos los tiem- pos, esta cita suya: “El imperialismo está irremediablemente dividido y estupefacto en su ascensión final al vacío”. Así, cifra el apóstol puertorriqueño lo que Lenin llamó “fase final del capitalismo parasitario y putrefacto”, lo que Nkrumah acaba de significar cuando llama al neocolonialismo “última fase del imperialismo”.

LA PERSONALIDAD NACIONAL Cabe ahora preguntarse hasta dónde fue acertada o des- acertada, en la lucha por la independencia, esta religiosidad de Albizu Campos. Los socialistas preferiríamos que Albizu hubie- se sido socialista. Pero éste no es un caso de preferencias sino de una experiencia histórica. La preferencia no se funda en un capricho, si no en que un dirigente socialista (y me refiero no a un dirigente cualquiera, sino a un líder socialista con las do- tes geniales de un líder como Albizu Campos) sería siempre un líder revolucionario completo, en el sentido en que iría hasta la última meta revolucionaria; más allá de la independencia; más allá de la liberación nacional; hasta extirpar no solamente las últimas consecuencias de la dominación imperialista, sí que además hasta cauterizar la sociedad puertorriqueña de mane- ra que, con la total eliminación de la propiedad privada se bo- rre del pensamiento puertorriqueño la idea de que un hombre puede explotar a otro. Pero al mismo tiempo, hemos de tener en 35 Juan Antonio Corretjer cuenta que a lo que Puerto Rico se enfrenta, en primer término, es a conservar lo que tiene. Va sin decirse, a lo que tiene como nación. He explicado en otra parte el proceso que llevó a Albizu Campos del rosacrucismo y a la teosofía al catolicismo. No es de extrañarse que tal proceso se produzca en Harvard y que en el mismo entren, como factores inconscientes la antítesis protes- tante-masónica de la superestructura yanqui frente a la cató- lica-latina-puertorriqueña, la analogía irlando-puertorriqueña, etc. Colectivizando el asunto nos encontramos con un problema psicológico defensivo de masas; al analizar la nacionalidad no se puede ya pasar por alto; menos aun quitarle más mínima importancia a su unidad psíquica. En su ensayo, El proceso de formación de las naciones en África y Asia, Jean Chesnaux, al enfocar este problema, dice esto: “Para evaluar el papel que desempeñan en la formación de las naciones de Asia y en África la comunidad psíquica y la comunidad de cultura, conviene también hacer sitio a los ele- mentos tradicionales que son situados en el marco del régimen colonial y en la lucha contra él, y a los que son afirmados des- pués del retorno a la independencia.” “Todos estos pueblos tienen sus tradiciones particulares en materia de tradiciones folklóricas, de literatura escrita y oral, de temperamento… La religión desempeña un papel importan- te en esta formación psíquica y cultural nacionales y su papel fue considerable en la época colonial, para afirmar mejor la per- sonalidad nacional frente al cristianismo de los colonizadores. Es sabido el papel que desempeñó el budismo en Cambodia, en Ceilán, o en Birmania; el islam en Indonesia, en Argelia, en Libia, para dar al movimiento nacional en estos países una fisonomía particular, por lo menos en su primera fase.” “Este elemento tradicional se halla también en la vida dia- ria, en los instrumentos de música, en toda actividad de su- pervivencia por elemental que sea, y es capaz también de las elaboraciones gastronómicas más sutiles.” “Estas antiguas tradiciones no han supervivido simplemen- te para constituir hoy un elemento importante de la psiquis na-

36 Re: Albizu Campos cional de estos pueblos. Han sido sistemáticamente cultivadas y reanimadas, tanto en la época colonial como después de la independencia, para afirmar mejor esta personalidad nacional frente a Occidente.” Hasta aquí la cita de Jean Chesnaux. Bien. La conversión de Albizu al catolicismo es un fenóme- no particular, un caso de conciencia individual en el que inter- vienen factores inconscientes como en todo fenómeno psíquico. Pero su actividad catolizante es un acto consciente de conser- vación de lo que Puerto Rico ha sido, ante la política norteame- ricana de obligar a Puerto Rico a dejar de ser. Si el imperialis- mo, basado en el principio liberal de la libertad de consciencia y culto, estimula la proliferación de las iglesias protestantes, de las creencias orientalistas, de la masonería, como factores desintegrantes de la unidad psíquica de Puerto Rico, “¡estimu- lemos el catolicismo!” —se dice Albizu Campos, para conservar lo que el invasor quiere destruir. Ese es el sentido del conser- vadorismo esencial del albizuismo como modalidad particular del nacionalismo puertorriqueño. De ahí que Albizu diga, y se haga dogma entre sus fieles, que “un movimiento de reforma social tiene que ser forzosamente ortodoxo”. Está equivocado, desde luego. Lo que es heterodoxia hoy puede convertirse en la ortodoxia de mañana, y vice-versa. En Puerto Rico, por ejemplo, frente a España monárquica y católica los nacionalistas eran librepensadores y republicanos a quiebralanzas. Pero no está equivocado en cuanto plantea la conservación de un elemento psíquico tradicional de Puerto Rico, al cual va unido un ancho y numeroso complejo de hábitos y costumbres.

TOMA REVOLUCIONARIA DEL PODER Un hecho requiere a este aspecto aclaración particular. A través de toda su lucha patriótica Albizu tropieza con una Iglesia colonial hostil, norteamericanizante, de alma vendida al dólar, regida por obispos yankis y dominada por curas yan- kis llegados al extremo, como lo hicieron los redentoristas en Caguas, de engañar a las capas más ignaras de su feligresía diciéndoles que el magnético poder tribunicio del líder era efec-

37 Juan Antonio Corretjer to de su pacto con el diablo. Albizu, por lo tanto, consciente de que el imperialismo usaba el catolicismo como un puente fácil para trasladarse a la vida interior del país, le sale al paso. Su lucha por la puertorriqueñización de la jerarquía católica, sus despiadados y justos ataques a los obispos y curas imperialis- tas; su constante apelación a los hontanares de la emoción re- ligiosa popular, adquieren el dramático símbolo de una batalla campal en la que dos grandes fuerzas luchan por la posesión de un puente. Para nosotros, en cambio, el gran factor de diferenciación nacional entre Estados Unidos y Puerto Rico radica en la irre- conciliable divergencia burguesía–proletariado, capitalismo– socialismo. Únicamente en una reorganización nacional que borre para siempre de nuestra vida la explotación del hombre puede nuestro pueblo ser realmente libre y sólo en un mundo en el que haya sido destruida, para siempre, la explotación del hombre por el hombre, puede nuestra patria ser, con plena se- guridad, libre, independiente y soberana. Pero seguimos coinci- diendo con Albizu, verdadero revolucionario que fue, que sin la toma revolucionaria del poder no hay libertad ni independencia posible. Por ello mismo, nos sentimos hermanos de cualquier movimiento independentista de orientación católica, siempre y cuando que además de rezar, pelee.

EL HUMANISMO SOCIALISTA En la tercera década de este siglo —entre 1920 y 1930— se agiganta y profundiza la republicanización de las masas po- pulares españolas. Como enriquecimiento del pensamiento que dirige hacia la República al pueblo español, don Fernando de los Ríos publica, poro después de mediar la década, una obra que apasiona, El Sentido Humanista del Socialismo. Esta obra devuelve a nuestra contemporaneidad hispanoamericana, tras ahondar en la conciencia intelectual europea, una noción más correcta y justa de la verdadera grandeza del pensamiento es- pañol de los siglos de oro y su honda influencia en el mundo contemporáneo. Pero antes que el libro de los Ríos viera la luz pública en 38 Re: Albizu Campos Madrid, Albizu Campos había explicado en Ponce, en varias y frecuentes conferencias, su orgullosa definición de España, “madre de la civilización moderna.” Hablando sobre España, Albizu había muchas veces entrando en un campo que era fa- miliar a sus estudios: la Historia del Derecho. Recordemos que es especialmente en este campo que el genio del escolasticis- mo español brilla de manera tan señalada. Albizu estudió, con amorosa asiduidad, las obras fundamentales de los grandes ju- ristas españoles. Dos, por los menos, de sus discípulos, —Juarbe es el otro—tuvimos en nuestras manos esos libros que Albizu estudió y amó: las Relecciones Teológicas, de Francisco de Vito- ria; el Tratado de las Leyes y de Dios Legislador, de Francisco Suárez; la predemocrática y revolucionaria Justificación del Regicidio, del Rey y la Institución Real, de Mariana; las Obras de Domingo de Soto, de Francisco de Ayala, de Melchor Cano (Una ficha para curiosos: eran ediciones bilingües, con textos alternados en páginas opuestas, en latín e inglés). En la histo- ria se mueve una fuerza misteriosa que los creyentes llaman Providencia (“¡Esa invención de Bossuet!” tronaba Hostos), y nosotros llamamos determinismo: iluminada dirigencia de los cielos o fuerza ciega y brutal, que no impide sin embargo la in- tervención de la voluntad de los hombres ni la guía racional de la actividad social. Guía la doctrina a la acción; y las teorías de los juristas del escolasticismo español influyen decisivamente en la orientación formativa de la sociedad moderna. La adelan- taron ideológicamente, ayudando de ese modo a la superación del feudalismo; la enriquecieron con ideas grandemente pro- gresistas; con ideas de valor permanente. Veamos. Al juzgar la guerra de los Conquistadores espa- ñoles en América, Vitoria negó el derecho del Emperador para sojuzgar a los indígenas del Nuevo Mundo. Uno de los gran- des estudiosos modernos de Vitoria, Camilo Bárcia Trelles, dice refiriéndose a esta negociación hecha por Vitoria: —“Sin ella, Vitoria no figuraría hoy entre los fundadores del Derecho In- ternacional Moderno. La ciencia jurídica internacional no es otra cosa que la canalización equitativa de la vida de relación; los sujetos del Derecho Internacional deben ser las naciones interdependientes, pero sin que sea posible, jurídicamente, la 39 Juan Antonio Corretjer superposición de unas a otras. Si se admite la existencia de la soberanía universal del Emperador se quita su base al Derecho Internacional; éste no sería un derecho entre gentes, sino una disciplina jurídica que no resulta de la cooperación de iguales, una organización donde uno manda a los demás sin contrapeso; imperialismo es lo contrario de internacionalismo.” Pero Bárcia Trelles es hombre de nuestra cultura. Veamos, inmediatamente, el juicio del otro lado. James Brown Scott, mundialmente famoso tratadista de derecho internacional, yanki por todos los pelos, dice en su obra The Spanish Origin of International Law: —“El período de su profesorado en Sala- manca— Scott se refiere a Vitoria— señalaría una fecha en la filosofía escolástica; y sus opiniones sobre los asuntos públicos de naturaleza internacional serían mirados algún día como una clásica contribución al derecho de la Naciones… y constituirían la más nueva ley de las naciones y, en germen, todo el sistema de Derecho Internacional basado en la asociación en igualdad y la interdependencia de los pueblos.” Subrayo este hecho. Ese principio, creador del federalismo moderno, inspiró la Constitu- ción de Estados Unidos, el Estatuto de Westminster, la Liga de Naciones. Pero como acusara Albizu, se depravó en la primera; se limitó en la segunda y fracasó en la última, porque la pri- mera “fue concebida en la esclavitud como necesidad nacional fundamental… De la esclavitud de simple cosa ha evolucionado hasta una esclavitud de jornales que incluye a todos —verda- dera Némesis de este imperio. Después del extermino de los in- dios, sin nada que los vinculase con la civilización indígena, sus millones de habitantes han sido convertidos en nómadas dentro de su propio territorio, fomentando la discordia entre ellos las fuerzas irresponsables de quienes los mantienen en la esclavi- tud.” —Y de la Comunidad de Naciones Británicas, y de la Liga de Naciones, puede decirse que se organizó la primera como un aparato del imperialismo y la segunda como su instrumento. Más recientemente, sin embargo, el Convenio de las Naciones Unidas representa un paso adelante con respecto a la Liga de Naciones, y ha servido, funcionando en la época de la revolu- ciones socialistas triunfantes, para hacer menos bochornoso el paso de los imperialistas al neo-colonialismo; a la vez que, en 40 Re: Albizu Campos la cláusula de las nacionalidades el respeto a la igualdad entre naciones, se incorpora a la Constitución Soviética vigente. Para abreviar. Entre 1924 y 1926 Albizu está señalando en su Ponce nativa el origen jurídico español de las más de las instituciones jurídicas que definen la sociedad moderna; desde el concepto de la igualdad de las naciones (Vitoria); de la soberanía popu- lar (Suárez); del derecho revolucionario al derrocamiento de la tiranía (Mariana); hasta el derecho entre combatientes, inclu- yendo la organización de la Cruz Roja, (de Ayala). Antes que los Ríos publicara su Sentido humanista del Socialismo, y antes que en Francia Marcel Bataillon, en su estudio sobre Erasmo, revisara la obra de Menéndez y Pelayo; antes que Bárcia Tre- lles su estudio sobre Vitoria. Vale recordar este hecho porque recorre entonces el mundo hispánico una nueva valorización de su pasado, que nada tiene de reaccionaria ni derechista; y en ese momento, avanzado de ella, Albizu, vibrando con ella, la levanta y explica para enriquecer culturalmente el avivamien- to, ampliación y profundización del movimiento libertador que años después dirigirá como máximo líder. Ese es el contenido que Albizu da a su aseveración de que España es la nación madre de la civilización moderna. Y a propósito de civilización, Albizu solía distinguir entre civilización y cultura. Para él, la civilización era una composi- ción impura en la que cabía lo bueno y el mal podía armarse con los instrumentos de la ciencia más avanzada. La cultura era, en cambio, suma de los valores superiores del espíritu, reflejo de lo divino. Recuérdese que, en El sentido de la historia, Berdiaef dice: —“La cultura es siempre desinteresada en sus anhelos, mientras que la civilización es profundamente interesada”. Co- mentando esa afirmación de Berdiaef que Albizu nunca leyó, comenta Magnet: —“De la cultura eran los últimos exponentes los escolásticos españoles que nada podían hacer contra el afán de poder y dominación que constituye el elemento civilizante de la cultura”. Perdónesenos estas insistentes referencias; pero no se olvi- de que estamos demostrando la sensibilidad histórica de Albizu y cómo ésta responde a los estímulos y a las afinidades de los elementos más revolucionarios dentro de su orientación filosó- 41 Juan Antonio Corretjer fica y religiosa. Esta reacción tiene, por obligación, que manifes- tarse antes que en nada en lo ideológico.

ALBIZU: EL TRIBUNO Esta manera de pensar no es corriente, ni en Puerto Rico ni en Hispanoamérica, durante los años en los que Albizu pe- regrina por los pueblos hermanos y asume luego el mando de la independencia de Puerto Rico. Los grupos liberales y de iz- quierda independiente siguen aferrados a un anticlericalismo decimonónico; y los partidos comunistas, en proceso de naci- miento, están aun en un proceso inevitable de catarsis interna y explosión exterior. Lo dramatiza un hecho, ocurrido en Puerto Rico mismo, de mucha significación. El 14 de abril de 1931 se proclama la República en España. Con tal motivo celebraron los republicanos españoles un gran acto público en el Teatro Municipal (hoy Tapia). Entre los invi- tados a hablar estaba (era de rigor) Albizu Campos. Su discurso de esa noche no fue el que esperaban ni los republicanos espa- ñoles ni los puertorriqueños que llenaron, a desbordar, el coliseo municipal. Creo (ahora más que entonces, después de tantos años, y cuando mi reflexión se nutre en ideología distanciada de toda posible ortodoxia histórica), que nunca, o poquísimas ve- ces, lució Albizu (o cualquier otro dirigente puertorriqueño) tan intelectualmente por lo alto como lució Albizu aquella noche. Los más apasionados republicanos españoles fueron pasando, de la disensión al aplauso, según ganaba terreno aquel lúcido alegato sobre el papel desempeñado por la monarquía española en América. En aquella memorable oración, equivalente a una conmovi- da oración fúnebre en el deceso de la monarquía española, ¿qué decía Albizu Campos? Me referiré específicamente a un solo as- pecto, para que se tenga idea de lo que vengo diciendo. Albizu mantiene que ni Puerto Rico, ni Hispanoamérica, son obras del azar. Niega que nuestra América sea hija de la espontaneidad, de una improvisación que irrumpe súbita, esplendorosamen- te, de un vacío anterior a la gloria del siglo XIX, al simple fiat remoto del enciclopedismo francés y el secuestro napoleónico 42 Re: Albizu Campos de la corona de España. Presenta la conquista como un plan, la colonización como una obra dirigida. ¿Sí no es así —se pre- gunta— cómo fue posible la independencia?; ¿cómo fue posible que de las instituciones coloniales se pasara a las instituciones de la independencia; de los cabildos abiertos a las asambleas republicanas? ¿En dónde se hicieron intelectualmente los ju- ristas que habrían de entender para América las luces llega- das en el Contrato Social, sino en las universidades regadas por América, desde México a Caracas y desde Bogotá a Quito y desde Lima a Buenos Aires? ¿No salieron, de los mandos de las milicias del Rey, o de los Ejércitos Reales, los generales de 1811? Si todo esto es cierto, la historia de América no empieza con la independencia; ni es un arco tendido desde las socieda- des aborígenes al Siglo XIX; su organización política no data de las instituciones republicanas. Una mano rectora presidió, desde el principio, la organización de las sociedades hispánicas de América: la de la Monarquía española. La independencia es, por lo tanto, una reorganización de estas sociedades. Albizu sabía de antemano que estas ideas no eran simpá- ticas al público que desbordaba el Teatro Tapia. Fue invitado a hablar y las dijo. Y esta intervención albizuista como ninguna otra se presenta para presentar a ustedes un rasgo capital del carácter del Albizu Campos. Jamás subió a una tribuna para halagar a un público. Jamás trabajó la adhesión de su pueblo allanándose a los prejuicios populares. Jamás quiso que nadie lo siguiera como resultado del soborno moral; ni siquiera por persuasión; sino por convencimiento racional o por deber pa- triótico. En su tribuna se reunían constantemente la exposición y la arenga. Con la exposición apelaba a la inteligencia; con la arenga a la emoción, fuerza poderosa en la que el deber y el con- vencimiento encuentran la encendida voluntad de las grandes decisiones. Este hombre duro, espinoso, de actitudes arbitrarias e ideas fijas, que hablaría su verdad sin reparos, podía también responder a la ternura, al reclamo de un noble sentimiento y callar, cuando se lo pidiera honradamente, sin sentimentalis- mos, sin temores, alguien a quién él juzgase digno de pedirlo. Un ejemplo: ahora que vamos a celebrar el centenario de José 43 Juan Antonio Corretjer de Diego, recordemos que el más grande homenaje que al día de hoy se haya rendido al insigne aguadillano se lo rindieron Albizu Campos y los nacionalistas el 16 de abril de 1932. Un nombre cifra en la historia ese homenaje, con toda la pureza de la adolescencia y toda la gloria del martirio. Presentes hay aquí esta noche algunos de los que luchamos brazo a brazo con la po- licía aquella noche. Hagamos breve relato del histórico suceso. Uno de esos legisladores coloniales, prestos a la infamia tan pronto se la solicita el sátrapa de turno, presentó a la le- gislatura un proyecto de ley para convertir la bandera patria en insignia colonial. Era una maniobra del gobernador Teodoro Roosevelt para dejar sin insignia al Partido Nacionalista en las elecciones de 1932, y, con estocada más a fondo dejar sin bande- ra al pueblo al que parecía dársele. Celebrábase un gran mítin en la Plaza de Armas de San Juan, culminación de los actos en homenaje a De Diego en su natalicio, cuando llegó noticia de que el senado había aprobado en segunda lectura el proyecto. La cosa se hacía por sorpresa cuando, después de oírse en vistas públicas, se había prometido dejar el proyecto sobre la mesa. Al saber la violación a aquella promesa Albizu Campos lla- mó a su lado a un grupo del elemento que más cercanamente lo acompañaba, y subió a la tribuna. Ese fue el más grande discurso pronunciado por Albizu en toda su vida, y el más im- portante en la historia de Puerto Rico: duró escasamente diez minutos. Al concluir, Albizu gritó:— “¡Al Capitolio!” —Contestó un rugido que salió de una muchedumbre que llenaba la Plaza y las calles y aceras alrededor: —¡Al Capitolio!” Y marchamos hacia el Capitolio. En la escalinata del Ca- pitolio, desde los primeros peldaños cercanos a la acera hasta el piso en que se encuentran los salones legislativos, la policía opone fuerte resistencia. Se pasa por encima de la policía hasta que, entre el primer y segundo piso, la baranda de la escalina- ta se parte. Medio centenar de personas cae al sótano. Suárez Díaz, el primer mártir del Partido Nacionalista, paga su patrio- tismo con la vida. Pero los legisladores han huido y la bandera salvada. Al día siguiente, cuando millares de puertorriqueños acom- pañan el féretro, y esperan una gran oración fúnebre del primer 44 Re: Albizu Campos tribuno de la patria, Albizu calla. Habla don Antonio Barceló; hablan otros. ¿Por qué ha callado Albizu? Porque doña Amparo Díaz de Suárez le ha dicho: —“Don Pedro: si yo puedo desear algo, es que la sangre de mi hijo no inspire un acto de venganza.” Albizu no habla. Y escoge, para despedir el duelo, a nombre del Partido, al hombre que representa la más alta devoción a los principios pacifistas, al insigne teósofo e ilustre puertorri- queño don Francisco Vicenty, delegado a la Junta Nacional del Partido Nacionalista.

LIDERATO INIGUALADO Me propuse hablarles de Albizu Campos, el hombre histó- rico, y apenas si he podido pasar de tres incidentes en su vida y un como pobre prólogo a breve demostración de su sensibilidad histórica. No debo terminar, sin embargo, sin intentar, por lo menos, con ceñida y repleta síntesis, de ubicar a Albizu Campos en su sitio en la historia de la patria. Vuelvo sobre mis pasos a aquella noche del 16 de abril cuando Albizu, a la cabeza de un pueblo desbordado e iracun- do, marcha contra el capitolio colonial. Dije, entonces, que el brevísimo discurso pronunciado por Albizu aquella noche es el más importante de nuestra historia. Lo que apareciera hace unos minutos como afirmación arbitraria trataré de explicarla ahora. De Diego había muerto dejando al independentismo en su fase proselitista. Su verbo era una espléndida premonición. Gran poeta, el visionario deja un testamento. El más celebrado de sus sonetos sintetiza aquella apasionada esperanza suya en que en la masa de su pueblo su verbo se hiciera acción comba- tiva. Canta: “Colgadme al pecho, después que muera, mi verde escudo en un relicario; con el sudario de tres colores de mi bandera. Sentada y triste habrá una Quimera

Sobre mi túmulo funerario… 45 Juan Antonio Corretjer Será un espíritu solitario En larga espera, en larga espera, En larga espera…

Llegará un día tumultuario Y la Quimera, en el silenciario Sepulcro erguida, lanzará un grito…

¡Buscaré entonces entre mis huesos mi relicario! ¡Me alzaré entonces con la bandera de mi sudario a desplegarla sobre los mundos desde las cumbres del infinito!”

Y es ese día, exactamente ese día, el de su natalicio, que se intenta profanar la bandera que cubre su reposo. Al conjuro de una arenga albizuista su pueblo se levanta airado. Y con el cuerpo mortal de Pedro Albizu Campos el espíritu inmortal de José de Diego se alza a desplegar, en el aire de la patria, la bandera salvada del deshonor. Del símbolo se pasa a la realidad. El 16 de abril de 1932 se reafirma una continuidad de liderato que supera todo otro liderato independentista; que no ha sido igualado todavía; que es tan claro y vigoroso que todo otro liderato puertorriqueño significa ante él un retroceso; al trascender el liderato estricta- mente político, intelectual, de José de Diego, —primer líder de masas del independentismo— se revela un hecho cuya impor- tancia trasciende todo juicio; el pueblo puertorriqueño, al igual que todo otro pueblo, prueba que, cuando el líder encabeza la columna, el pueblo marcha. El 8 de abril de 1965, en la Plaza de Cabo Rojo, momentos antes que se iniciaran los actos patrióticos de homenaje a Be- tances, se suscitó una conversación entre algunas personalida- des presentes, en la que la figuración de Albizu Campos como Padre de la Patria ganaba el día. Yo callé. Pero cuando el di- rigente nacionalista me honró con un turno en los homenajes betancinos, lo dediqué a reafirmar a Betances en su puesto. No molestaré a ustedes con una presentación de la teoría que allí expuse, pero la ilustraré con el magnífico ejemplo con que la 46 Re: Albizu Campos reforcé entonces. Y es el ejemplo cubano. El Padre de la Pa- tria Cubana es Carlos Manuel de Céspedes. Cubanos de todas las opiniones coinciden en ello. Y la aparición en la historia de Cuba de un líder como José Martí, organizador de la Guerra de Independencia y Fundador de la República, no ha despojado, ni a nadie se le ha ocurrido despojar, a Carlos Manuel de Cés- pedes, de la Paternidad de la Patria Cubana. Los hombres de significaciones totales y de grandezas definitivas no interfieren sus grandezas ni sus significaciones. Betances es el Padre de la Patria Puertorriqueña por lo mismo que Céspedes el de la cubana. Que a uno le fuera adversa la gestión, feliz al otro, no altera el cuadro analógico. La historia es toda continuidad.

BETANCES Y ALBIZU Con Martí, la tradición revolucionaria cubana, se enrique- ce de contenido político y significación histórica. Con Albizu, el liderato revolucionario de Betances es superado al mismo tiempo que el de De Diego. Si la dirección patriótica dieguis- ta, estrictamente intelectual y política es superada al hacer- la pasar Albizu a la acción, el liderato de Betances, que había sido uno de acción revolucionaria, es también superado, esto es porque, a diferencia de Betances, ausente de la acción revolu- cionaria que inspira y organiza, Albizu Campos está presente en la acción revolucionaria. Dije que su discurso del 16 de abril de 1932 es el de mayor importancia de nuestra historia porque con él, al cumplirse el apotegma hostosiano —“la más fecunda de las palabras es la hablada porque es la más próxima a la acción”— queda atrás, deshecha, una calumnia cuyo daño ha hecho estragos en nuestro país; queda probado, que cuando el jefe encabeza la columna el pueblo marcha y combate. Ese es el puesto, único, de Albizu Campos en la historia de Puerto Rico. Él llevó la ciencia de dirección de las masas inde- pendentistas más allá que ningún otro dirigente. Ese mérito —para decirlo glosando una emocionada frase suya— ese mé- rito de nunca haber estado ausente— elevó su estatura hasta el martirio y gana otro escalón en nuestra jerarquía patriótica.

47 Juan Antonio Corretjer Albizu Campos es el único puertorriqueño distinguido en su país, y distinguido en el mundo que muere por la indepen- dencia de Puerto Rico. No muere de viejo. Muere como una con- secuencia trágicamente lógica de su vida y del momento histó- rico en que le tocó desplegar su actividad dirigente. Como Be- tances y De Diego dejaron abierta para él la puerta por donde pasara a llevar más allá que ellos el liderato independentista, Albizu ha dejado abierta la puerta por donde su sucesor pase a dar el próximo paso adelante. El destino negó a Albizu la gloria de morir en combate; aunque expuso su vida por ella; y bien pudo haber muerto en combate puesto que combatió por ella. El liderato independentista de reemplazo cumplirá su gran tarea histórica solamente si independiza a Puerto Rico o muere com- batiendo en la contienda. Ahora, por la influencia evidente del marxismo en vastas capas del independentismo, se ha puesto de moda hablar de lo imposible de saltar etapas. Es cierto. Las etapas no pueden saltarse. No se puede llegar a la independen- cia de un salto. Se va a pie, y peleando. No se puede saltar la etapa, aún sin cumplirse en el retrasado proceso histórico de Puerto Rico, en la que los hombres muertos en combate por la independencia, sean puertorriqueños distinguidos porque re- validan con su muerte heroica una labor que los distinguió de antemano ante sus compatriotas. Esto no ha ocurrido todavía. La patria puertorriqueña espera, para su edificación, que hom- bres y mujeres distinguidos en las artes, en las ciencias, en las profesiones, en las actividades militares disputen en la honrosa e inmensa cordialidad del amor patrio, por superar el liderato de Albizu Campos, independizando a Puerto Rico, o muriendo en combate por la patria.

¡MAESTRO! ¡Maestro! Humildemente, pero sinceramente, ¡he aquí que tu discípulo rebelde cree haber dicho, esta noche, en tu memo- ria, en estos últimos conceptos, las palabras que tú, con tu au- toridad única, habrías exigido que fuesen dichas! (Conferencia en el Ateneo Puertorriqueño el 23 de marzo de 1966.)

48 Re: Albizu Campos ALBIZU CAMPOS Y LA MASACRE DE PONCE En la tarde un soleado Domingo de Ramos, un joven puer- torriqueño arrastró su cuerpo moribundo sobre el ardiente pa- vimento de una calle ponceña. Era el 21 de marzo de 1937. Ha- ciendo un esfuerzo supremo, llegó a la acera. Con el dedo tinto en su propia sangre escribió: “¡Viva la República! ¡Abajo los asesinos!” El era uno de los 21 que, en ese momento, agonizaba. Se llamaba Bolívar: Bolívar Márquez. La coincidencia de nombres evoca un poema de Neruda: Yo conocí a Bolívar una mañana larga… “Padre”, le dije: “eres, o no eres o quién eres?” Y mirando al Cuartel de la Montaña, dijo: “Despierto cada cien años cuando despierta el pueblo.” —————

Alrededor de Bolívar Márquez, bajo fuego de rifles y ame- tralladoras, cayeron heridas 150 personas —hombres, mujeres y niños. Esta fue la Masacre de Ponce. ¿Sucedía esto en medio de un vacío social? No. ————— Para poder comprender debidamente los hechos que aquí relatamos, es necesario tener conocimiento previo de las cir- cunstancias generales (políticas, sociales e históricas) en que ocurrieron. El fondo general fue el impacto que la crisis sufrida por el capitalismo yanki en 1929 tuvo sobre un país —Puerto Rico— que desde 1898 ha sido cínicamente privado de su soberanía política y brutalmente explotado por los autoritarios intereses yankis que operan bajo la protección del ejército de Estados Unidos; el cordial consentimiento de la “alianza democrática” para el coloniaje (Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Holan- da, Bélgica, etc.); la política traidora de los gobiernos latinoa- mericanos; la impotente simpatía de los pueblos de América Latina y la trágica ignorancia o indiferencia de la Izquierda internacional. Además, para subrayar este panorama general, ha de aña- 49 Juan Antonio Corretjer dirse algo de suprema importancia. Lo que Estados Unidos ha venido y viene persiguiendo en Puerto Rico no es sólo privarnos de nuestra soberanía, sino destruir a Puerto Rico como nación hispanoamericana. Para los años ’30, la ofensiva antipuertorriqueña había ca- lado hondo. Sin embargo, debido a esa misma penetración, las fuerzas puertorriqueñas se organizaron para contraatacar. El instrumento que desde el caos colonial dio forma a estas fuer- zas fue el Partido Nacionalista de Puerto Rico. Su dirigente, Pedro Albizu Campos.

LA ORGANIZACIÓN ECONÓMICA En 1900, el Senador Fóraker hizo la siguiente declaración ante el Congreso: “Los monopolios del azúcar y del tabaco son ya, prácticamente, los dueños de todo el azúcar y de todo el tabaco en Puerto Rico”. (Congressional Record, Vol. 33, Parte 3, Página 2,469.) Sin embargo, solo un año antes, el 93 por ciento de todas las fincas (que constituía el 91 por ciento de toda la tierra de Puerto Rico) eran propiedad de quienes vivían en ellas. La finca promedio medía 45 cuerdas. El café era el producto principal; había 21 centrales azucareras y 249 fincas individuales dedica- das al cultivo de la caña azúcar. En 1899 se anuló la moneda puertorriqueña (estaba a la par con el dólar norteamericano), la que fue sustituida por mo- neda de Estados Unidos—a base de 60 centavos norteamerica- nos por 1 peso puertorriqueño. De esta forma, por una simple orden del gobierno de Estados Unidos, se despojó a los puerto- rriqueños del 40 por ciento de su economía. En ese entonces el café era la base de la economía de la Isla. Se exportaba 58 millones de libras. Los cafetaleros, esti- mulados por la constante demanda de su producto en Europa durante la segunda mitad del siglo XIX, disfrutaban una orgía de producción. Hipotecaron sus propiedades para comprar más tierras, y el canje monetario aumentó automáticamente el peso de su deuda hipotecaria. El ciclón de San Ciriaco, el 8 de agosto de 1898, arrasó con las plantaciones de café, y fue, precisamente, en este principal 50 Re: Albizu Campos renglón de la economía donde se sintió con mayor rigor el des- pojo del 40 por ciento, al ordenarse el canje de la moneda. A fin de recobrarse de este doble golpe, los puertorriqueños propu- sieron un empréstito de varios millones; el dinero sería pres- tado por los bancos, para cubrir las necesidades privadas de la Isla. Esta proposición fue incorporada a un proyecto de ley presentado ante el Consejo Ejecutivo (creado por los invasores y compuesto por seis norteamericanos y cinco puertorriqueños, todos nombrados por el presidente de Estados Unidos), con el fin de aumentar la circulación monetaria en la Isla; sin embar- go, quedaba generalmente sobreentendido que se trataba de un plan para ayudar a los cafetaleros, cuyas plantaciones habían sido arrasadas por el ciclón de agosto de 1898. El proyecto fue derrotado en dos ocasiones, mediante el compacto voto de los norteamericanos en su contra. Con un bajón en la cosecha del café de 50 millones de libras a 5 millones, la mengua en el valor de $10,000,000 a $600,000, y la concurrente baja del precio de dicho grano en el mercado mundial; el desastre se sentó en cada hogar puertorriqueño. Fue un golpe mortal para la economía del café cuya ruina logró la desorganización económica deseada por el imperialismo yanki, a fin de favorecer a los inversionis- tas norteamericanos. La ruina de la industria cafetalera, que brindaba trabajo a más de la mitad de la población, fue solo un detalle dramático de la ruina que ocasionó la devaluación de la moneda puertorriqueña. Perdidas sus propiedades, los agricultores viéronse obliga- dos a emigrar hacia los pueblos y ciudades, donde se sumaron a la servidumbre burocrática y al cinismo político reinante. Siguiéronlos los trabajadores, los cuales viéronse forzados a levantar casuchas en los alrededores de las comunidades ur- banas, dando así origen a los malolientes arrabales aún exis- tentes. El capital yanki comenzó a invadir Puerto Rico. Las indus- trias del tabaco y del azúcar que gozaban de protección aran- celaria, estuvieron entre las primeras en expandirse. El azúcar desplazó al café como industria principal de Puerto Rico, es- tando ligado su futuro a los aranceles impuestos por Estados Unidos. Los molinos de plantación en la industria azucarera, 51 Juan Antonio Corretjer productores de azúcar moscavada, cedieron su puesto a las mo- dernas centrales azucareras, moledoras de la producción de mi- llares de cuerdas. Para 1900, las 21 centrales y las 249 fincas individuales que se informó existían en 1899, se habían fusio- nado en 41 centrales azucareras modernas, controladas, en un 80 por ciento, por capital yanki. La suerte de los trabajadores fue todavía peor. Como resul- tado de la dislocación de la economía bajo la dominación de un ejército imperialista invasor; y como resultado de la sustitución de una clase dominante por otra, se produjo el total empobreci- miento de las masas. Samuel Gompers, un cómplice del imperialismo en el cam- po sindical (entonces era presidente de la Federación Ameri- cana del Trabajo) temeroso de una explosión social, no pudo menos que señalar en 1904: “Los salarios que se pagan actualmente en Puerto Rico son un 50 por ciento más bajos que los que se pagaban bajo la dominación española en la mayoría de las industrias y, en la agricultura, a veces son todavía más bajos. El precio de la carne es prohibitivo para los trabajadores, siendo más alto que bajo los españoles. El arroz también está caro, tan caro que para muchos infelices trabajadores se ha convertido en un manjar exquisito.” Los orígenes del alto precio de la carne también podrían ser rastreados al fantástico concepto criminal que mantenían en el siglo XIX los teóricos del imperialismo anglo-americano, quienes afirmaban que un pueblo con una baja dieta de carne era, necesariamente, un pueblo dócil y, por lo tanto, fácil para dominar. El ganado de Puerto Rico fue comprado al precio fija- do por los conquistadores y enviado fuera del país, principal- mente a Tejas, con la inevitable escasez de carne en el mercado y el fomento del bacalao importado y alimentos enlatados en la mesa puertorriqueña. En los años ’30, al colapsar la Bolsa de Valores de Nueva York (octubre de 1929) y extenderse por todo Puerto Rico la ola de miseria que azotó el mundo, ya, desde mucho antes, nuestro país sufría los impactos de esa crisis. El imperialismo, antes de que sus crisis afecten a su propia clase trabajadora, las lanza 52 Re: Albizu Campos sobre los pueblos de los países coloniales. Esta crisis encontró a un Puerto Rico que durante años había estado sometido a una economía ausentista de una sola cosecha y al monopolio comer- cial norteamericano. Teníamos, en aquel entonces, 55,519 fincas y el 52.9 por ciento del número total de fincas era de un tamaño de menos de diez cuerdas. Estas fincas ocupaban el 7.6 por ciento del área total de fincas (el 10.6 por ciento de la tierra cultivada) y su valor llegaba al 6.9 por ciento del total del valor de todas las tierras, edificios, maquinaria y utensilios agrícolas de todas las fincas del país. Trescientas cuarenta y dos fincas, o sea el 0.6 por ciento de todas las fincas, consistían de 500 o más cuerdas, lo que equi- valía al 30.9 por ciento del total del área de fincas y el 25.8 por ciento de la tierra cultivada. Esto representaba el 44.1 por cien- to del valor de toda la tierra y de toda la maquinaria y utensi- lios agrícolas del total del área de fincas del país. El 70 por ciento de la población vivía en el campo: más de 230,000 familias, que sumaban un total de 1,302,898 personas. Más del 80 por ciento de las familias que vivían en las áreas rurales no poseían tierra; familias de trabajadores dependien- tes de un salario, conocidos como agregados: en realidad, peo- nes —existiendo entre ellos y los terratenientes una relación semifeudal. Pocos años más tarde (1941-42), con 70,000 hombres en el ejército y un aumento en la construcción de obras públicas mi- litares, “el coeficiente derivado de un estudio de 4,999 familias de trabajadores era de 218 personas empleadas por cada 1,000 habitantes”; contándose hasta los niños y adolescentes entre los diez y los catorce años, obligados a trabajar para subsistir. El 60 por ciento de la fuerza obrera estaba desempleada. El Censo de 1940 muestra una cesura entre las edades de 25 y 34 años —período el más productivo en la vida de los tra- bajadores—, característica que no estaba presente en el Censo de 1899. Esto es atribuido a la tuberculosis, que en 1936 causa- ba la muerte a 305 de cada 1,000 puertorriqueños.

53 Juan Antonio Corretjer LA TENSIÓN CULTURAL En 1900 se implantó en Puerto Rico un sistema de ins- trucción pública organizado según el sistema corriente en los campamentos militares de Estados Unidos. En el prólogo al texto de 1901 de la Ley Escolar de Puerto Rico, aprobada por el Gobernador Allen, se dice: “Las disposiciones más importantes de la Ordenanzas Militares quedan aquí incluidas”. Así pues, el inglés y no el español, era el idioma oficial en las escuelas. Los héroes y hazañas de las fuerzas armadas estadounidenses preséntanse desde entonces a nuestra niñez como si fuesen los de su tradición: ¡y aun idiomas extranjeros eran enseñados en inglés a una nación de habla hispana! La historia de Puerto Rico fue ignorada; se ignoraron todas las relaciones históricas y culturales entre Puerto Rico y sus hermanas naciones hispa- noamericanas. Y a fin de despojar al pueblo puertorriqueño de su conciencia nacional, se procedió al cultivo de un complejo de inferioridad. En el año 1937, el año de la masacre de Ponce, el presidente Franklin Delano Roosevelt dirigió la siguiente carta (equiva- lente a un úkase zarista) a su subordinado, el Comisionado de Instrucción de Puerto Rico: “En este momento yo deseo dejar clara la posición de mi administración con respecto al extremadamente importante asunto de la enseñanza del inglés en Puerto Rico. Una parte indispensable de la política americana es que la próxima ge- neración de ciudadanos americanos de Puerto Rico crezca con un completo conocimiento del idioma inglés. Ese es el idioma de nuestra nación. Sólo familiarizándose con nuestro idioma podrán los puertorriqueños aprovecharse de las oportunidades económicas puestas a su disposición cuando fueron hechos ciu- dadanos americanos.” “El bilingüismo será logrado por las generaciones venide- ras de puertorriqueños sólo si la enseñanza del inglés, a través del sistema educativo insular, es comenzada inmediatamente con vigor, con un fin determinado y con devoción, y el enten- dimiento de que el inglés es el idioma oficial de nuestro país.” Este despotismo sobre la vida cultural de Puerto Rico llegó a todas las esferas educativas. Esta orden tiránica fue impar- 54 Re: Albizu Campos tida por el presidente de Estados Unidos el mismo año de la masacre de Ponce y el general Winship importó cien nortea- mericanos para enseñar inglés en las escuelas primarias de Puerto Rico.

LA PERSECUCIÓN A principios de 1932, la usual “observación” que el gobierno mantenía sobre los grupos independentistas, comenzó a trans- formarse en provocación y persecución. La primera de estas provocaciones realmente de mayor magnitud fue hecha a tra- vés de la legislatura colonial; donde un asociado de Gompers, Santiago Iglesias, a petición del Coronel Theodore Roosevelt, hijo, presentó un proyecto de ley para convertir la bandera na- cional de Puerto Rico en bandera oficial de la colonia. El pueblo en masa asaltó el Capitolio colonial, dejando un muerto y doce- nas de heridos. El período de las inscripciones (era año de elecciones) fue marcado por brotes de violencia en todas partes. La provoca- ción contra los independentistas (Nacionalistas y Liberales) estaba en la orden del día. Al intensificarse el movimiento independentista, se pro- dujeron nuevas persecuciones. El crédito de haber iniciado en Puerto Rico los métodos modernos de persecución en masa le corresponde al Sr. Ernest Gruening. (Ernest Gruening era Di- rector del Negociado de Territorios y Posesiones Ultramarinas. Renombrado liberal. Ahora es Senador por Alaska.) En marzo de 1936, Gruening envió una serie de cartas a in- fluyentes norteamericanos residentes en la Isla, solicitándoles información confidencial sobre varias actividades antiamerica- nas y específicamente, dentro de la Guardia Nacional y en la Universidad. Uno de los más “documentados” informantes del Sr. Gruening fue Atherton Lee, Director de la Estación Expe- rimental Federal de Mayagüez. A pedido del Sr Gruening, dos agentes especiales de la División de Investigaciones del Depar- tamento de lo Interior fueron enviados a Puerto Rico y, también a petición suya, el Negociado Federal de Investigaciones (FBI) extendió sus actividades a nuestro país. 55 Juan Antonio Corretjer Los hombres del Departamento de lo Interior deberían in- vestigar la infiltración independentista en la “Puerto Rico Re- construction Administration” (PRAA). Bajo instrucciones del General Winship, la Legislatura nombró una comisión especial de investigaciones, con el mismo fin. Gruening dio órdenes para que fuese establecida la “prueba de independencia”. Cuando esto fue publicado en los periódicos (El Mundo, en San Juan, y luego el New York Times), Gruening alegó engaño- samente que “La PRAA no se propone intervenir con las creen- cias de sus empleados, aun si estas creencias pueden aparecer ocasionalmente en conflicto con un mínimo de sentido común.” Así también, fue Gruening quien inauguró la ridícula teoría del vacío intelectual del patriotismo. En su campaña anti-inde- pendentista, al igual que en todas y cada una de sus actividades en Puerto Rico, Gruening sólo era (como declaró el Secretario Ickes) responsable ante el presidente de Estados Unidos. Y es revelador que en esta desconfianza de todos y de todo en Puerto Rico, la única excepción que hizo el presidente Roosevelt fue el General Blanton Winship, el asesino de la masacre de Ponce. Winship, también solo era directamente responsable al presi- dente de Estados Unidos. El nombramiento de Gruening como director del Negociado de Territorios y Posesiones Ultramari- nas, que fue tan aclamado por los liberales norteamericanos, llevó a Albizu Campos a decir que “Puerto Rico es la tumba del liberalismo americano”. (Esto es tan correcto y justo con res- pecto a Gruening, como con respecto a Franklin D. Roosevelt.) No contentos con lacayos de la política americana como el Dr. José Padín, a quien el presidente Roosevelt nombró Comi- sionado de Instrucción; en ese departamento se estaba llevando a cabo otra investigación secreta similar. Esta situación obli- gó al Dr. Padín a renunciar, en noviembre de 1936. Fue el Dr. Gruening quien presentó la carta de renuncia del Dr. Padín al presidente Roosevelt, y quien procuró que la misma fuese acep- tada inmediatamente. Una operación de “limpieza” similar contra personas sos- pechosas de ser independentistas, se estaba llevando a cabo en todo el aparato del gobierno colonial.

56 Re: Albizu Campos Todo esto tiende a demostrar que el movimiento indepen- dentista estaba en pleno crecimiento. Volvamos ahora al desarrollo general de la política en los años ’30. El protagonista de este desarrollo fue el Partido Na- cionalista, centro que atrajo la mayor represión.

EL PARTIDO NACIONALISTA El Partido Nacionalista había estado organizado por varios años, sin haberse convertido en una organización de importan- cia. A eso llegó en mayo de 1930, cuando Pedro Albizu Campos, apoyado por la juventud del partido (Albizu tenía entonces 30 años), fue electo presidente. Bajo el liderato de Albizu Campos, el partido se transformó en una verdadera vanguardia, decidida a tomar el camino para salir de la miseria y el caos. Debido, principalmente, a las me- didas imperialistas de intimidación y soborno; pero también, a definidas diferenciaciones seccionales y de clase, siempre tuvo una matrícula limitada. Sin embargo, su influencia llegó mu- cho más allá de su militancia organizada. Fue, en realidad de verdad, un poderoso movimiento de masas. Esto no habría ocurrido sin existir la situación que ya he- mos descrito. Sin embargo, la importancia del liderato naciona- lista no debe ser subestimada. Albizu Campos se destacó como el dirigente brillante y valeroso del movimiento en un momento cuando el flujo de gente al movimiento independentista reque- ría, precisamente, ese liderato brillante y valeroso. La persecu- ción despiadada que Albizu Campos sufrió desde entonces es la mejor comprobación de esta realidad. El que Albizu no tuviera éxito en independizar a Puerto Rico, no puede achacarse a in- capacidad alguna de su parte. En algún lugar yo he señalado que durante los dos dife- rentes períodos de su liderato, Albizu dirigió el movimiento independentista durante dos correspondientes períodos de de- sarrollo imperialista y auge mundial de la reacción: primero, durante el período de ascenso del fascismo; y luego, durante el período en que Estados Unidos había alcanzado la cumbre del monopolio atómico. Estos dos períodos fueron desde mayo, 57 Juan Antonio Corretjer 1930, cuando Albizu fue electo a la presidencia del partido, a junio 7, 1937, cuando fue encarcelado en la penitenciaría de Atlanta; y desde el 15 de diciembre, 1947, cuando regresó a Puerto Rico, al 2 de noviembre, 1950, cuando fue nuevamente encarcelado. En esta situación extremadamente difícil, su partido y su liderato fueron adicionalmente afectados por la ausencia en Puerto Rico de un movimiento marxista cabalmente desarro- llado. Era ya muy tarde en la historia de Puerto Rico para que la burguesía nacional tomara el liderato —en su mayor parte estaba comprometida, mediante su colaboración con el opresor extranjero— y la ausencia de un aliado marxista vino a acen- tuar las debilidades de la pequeño-burguesía. El propio Albizu, con toda su genialidad, era un dirigente burgués sin una bur- guesía que dirigir. A continuación, algunos datos sobre el carácter de masas y el papel de vanguardia del Partido Nacionalista: bajo su pre- sión, se organizó otro partido burgués, más conservador (el Li- beral, que luego se transformó en el Partido Popular). En las elecciones de 1932, el Partido Liberal obtuvo el 36 por ciento de los votos, y el 48 por ciento en 1936. Presionado por el Par- tido Nacionalista, el Partido Republicano (tradicionalmente un apéndice del Partido Republicano yanki) añadió la “indepen- dencia” a su programa. Después de una intensa campaña de los Nacionalistas, se organizó la Asociación de Colonos de Caña. La campaña que llevaron a cabo los nacionalistas para desenmascarar y desa- creditar al Gobernador coronel Theodore Roosevelt llevó a su destitución en 1932. (La Asociación de Colonos de Caña era una organización de pequeños agricultores. Eran dueños de la tierra, pero dependían totalmente de las grandes corporacio- nes dueñas de las centrales azucareras para moler su caña y prepararla para el mercado. Las centrales los dominaban aun más mediante préstamos de dinero sobre sus cosechas, como avances de la zafra.) En 1934, los trabajadores de la caña se declararon espontá- neamente en huelga. Sacudiendo los grilletes de la Federación Americana del Trabajo; los trabajadores de la Central Fajardo 58 Re: Albizu Campos (perteneciente al consorcio Armstrong, de Nueva York, que ha- bía sido una plaza fuerte de la F.A.T. desde los comienzos del siglo) echaron a los líderes colaboracionistas de la F.A.T. y lla- maron a Albizu Campos para que dirigiera la huelga. La explo- sión de la Central Fajardo se extendió y Albizu dirigió la huelga que paralizó dicha industria en todo Puerto Rico, llevando a los trabajadores a la conquista de todas sus demandas. Finalmente, con la represión antinacionalista al tope, la Corte Federal encausó en abril de 1936 a Albizu Campos y otros siete dirigentes del partido. Inmediatamente, sus seguidores allegaron miles de dólares —en muchos casos recaudados en monedas de cinco y diez centavos entre las amplias masas; y depositaron la fianza, montante a un millón de dólares, el mis- mo día de la acusación.

LOS CADETES DE LA REPÚBLICA La organización juvenil del Partido Nacionalista se deno- minó Ejército Libertador o Cadetes de la República. Vestían pantalones blancos y camisa negra (que simbolizaba el luto de la nación por el cautiverio colonial yanki) y gorras militares. Algunos de los batallones (en realidad, grupos, ya que no tenían un número regular) usaban rifles de madera para hacer ejerci- cios y desfilar en las paradas. Los oficiales vestían pantalones blancos y una chaqueta blanca sobre la camisa y la corbata, ambas negras; y usaban una gorra regular de oficiales. También usaban espadas para desfilar en las paradas. La organización femenina se denominaba Cuerpo de En- fermeras y su uniforme consistía en falda, blusa y gorra, cuyos colores hacían juego con el uniforme de los Cadetes. Pedro Albizu Campos nació en 1891, en el Barrio Tenerías, un área rural perteneciente al ayuntamiento de Ponce, “el día de San Pedro y San Pablo”, según él solía repetir. Albizu tenía siete años de edad cuando los invasores yankis atravesaron su ciudad natal, a fines de julio de 1898. Albizu Campos cursó su instrucción primaria y secundaria en las escuelas públicas de Ponce. Al terminar la secundaria, obtuvo la beca que la Logia Aurora (Masonería de Ponce) ofre- 59 Juan Antonio Corretjer cía a un estudiante brillante y esto le permitió ir a estudiar a la Universidad de Vermont. Fue durante sus estudios en Vermont que dos profesores de Harvard, que enseñaban allí un curso de verano, distinguieron su talento. Dado el caso de que la beca no cubría toda su edu- cación universitaria, los profesores de Harvard le consiguieron un humilde empleo en Cambridge; explicándole que en el am- biente de Harvard le sería más fácil adelantar en sus estudios. Así fue como Albizu abandonó Vermont y se fue a Cambridge. Albizu Campos se recibió de la Facultad de Artes y Ciencias de Harvard y de la Escuela de Derecho de dicha universidad. Fue en Harvard que se desarrollaron dos poderosas influencias en su vida: Su conversión al catolicismo (Albizu había salido de Ponce muy impresionado por la corriente de ideas teosóficas por aquel tiempo en boga en dicha ciudad) y el nacionalismo irlandés. Un sacerdote católico, el Padre Ryan (aparentemente quien lo guió a la comunión), y un sabio catalán, el Padre Luis Rodes (que durante muchos años fue director del Observatorio del Ebro), parecen haber sido las personas que le dieron a Albi- zu la rara pista para combinar la ciencia con la fe, su misticis- mo con su sentido práctico. Al iniciarse la Primera Guerra Mundial, Albizu ingresó al Cuerpo de Cadetes de Harvard, organizado para formar oficia- les por una Misión Militar Francesa, bajo la dirección del Coro- nel Paul Azán. (Como general, y bajo las órdenes del Mariscal Petain, ese mismo Azán se convirtió luego en el sanguinario-pa- cificador del Marruecos Francés.) Obtenido el grado de oficial, Albizu solicitó servir con tropas puertorriqueñas y fue trasla- dado con grado de Segundo Teniente al Regimiento 375 de In- fantería, destacado en San Juan. Así pues, al regresar a Puerto Rico después de terminada la guerra y de haberse recibido en Harvard, todos los elementos que combinaban su personalidad estaban listos para proyectarse en la historia de Puerto Rico: esa mezcla de catolicismo y patriotismo, de misticismo y abne- gación, típicos del nacionalismo irlandés; el grado de materia- lismo práctico necesario para abordar objetivamente la política; conocimientos jurídicos y militares, al igual que una concepción providencialista de la historia. 60 Re: Albizu Campos De todos los insultos lanzados contra Albizu por sus ene- migos y enemigos de la independencia de Puerto Rico, solo ob- jeto, someramente uno, ya que tiende a rebajar su patriotismo y revela, al mismo tiempo, un profundo desprecio por su origen racial. Esto es, que la carrera política de Albizu fue una conse- cuencia del maltrato que recibió por ser negro, tanto en Har- vard como en el ejército. Yo tengo los testimonios de personas que lo conocieron en Ponce, antes de que él, siendo un adolescente, partiera para Es- tados Unidos; testimonios de su radical posición independen- tista mientras era estudiante de escuela superior, en su pueblo natal de Ponce. Estos testimonios incluyen el de un distinguido norteamericano, que vivió en Puerto Rico desde los primeros años de su juventud hasta su muerte, acaecida hace solo unos años. Como Principal de Escuelas en Ponce, este norteameri- cano fue una de las personas que obtuvo para Albizu la beca masónica que le permitió ir a estudiar a Vermont y fue su amigo hasta el último momento: el señor Charles Terry. Otros testimonios incluyen, el de Don Andrés Corazón, renombrado ateosofista de Ponce; don Rafael Rivera Esbri; el distinguido abogado don Rafael Pérez Marchand; quien cursaba el tercer y cuarto año de escuela superior mientras Albizu cursaba el pri- mero y segundo; y el Licenciado Guillermo Atiles Moreu, quien durante muchos años fue figura destacada entre las fuerzas an- titrujillistas y antifranquistas. A estos testimonios debo añadir el propio testimonio de Albizu, quien una y otra vez, en público pero también en íntimas conversaciones, siempre defendió a Harvard y negó que allí se le hubiese maltratado.

EL GENERAL WINSHIP El general Blanton Winship, natural de Macon, Georgia, USA, fue nombrado gobernador de Puerto Rico por el presidente Roosevelt en enero de 1934. No es cierto que las realidades puertorriqueñas le fueran nuevas. Ni siquiera las actividades nacionalistas. Por ejemplo: a fines de 1930 el Partido Nacionalista lanzó, al mercado de Wall Street, una venta de bonos para levantar fondos con que sufragar el establecimiento 61 Juan Antonio Corretjer de la República de Puerto Rico. Contaba la serie de tres denominaciones, de cien dólares la mayor. La primera venta pública, por 200 mil dólares, fue anunciada en San Juan en abril de 1931. Se pensó que, de ser favorable la primera venta, la emisión se aumentaría hasta los 5 millones. La primera venta en Estados Unidos se intentó en el verano de 1932. El Coronel Roosevelt, entonces gobernador de Puerto Rico, al ser consultado por Wáshington, aconsejó al Departamento de la Guerra pasar por alto el asunto. Pero un año después, al plantearse la cuestión en Wall Street, el general Walker solicitó del Juez Consultor del Ejército de Estados Unidos, su opinión. El incumbente era el general Blanton Winship. Su respuesta fue que se acusara al Partido Nacionalista. Pero predominó la opinión diplomática y no hubo proceso. En enero de 1934 el mismo general Winship fue nombra- do gobernador de Puerto Rico. Su nombramiento correspondió a un momento de gran militancia puertorriqueña. La palabra clave durante todo el año de 1933 fue huelga. Acabando el año, y a sugerencias policíacas, un grupo de propietarios, alzacolas del imperialismo, iniciaron planes para organizar un supuesto Comité de Mil Para la Conservación de la Paz y el Orden. Este grupo alarmista cablegrafió al presidente Roosevelt en los si- guientes términos. “Predomina la anarquía. Los pueblos están en estado de sitio. Los ciudadanos no pueden salir de sus ho- gares. La policía es impotente. El comercio se ha paralizado.” Jorge Bird Arias, administrador general y vice-presidente de la Fajardo Sugar Co., (de los multimillonarios Armstrong, de Nueva York), y uno de los traidores puertorriqueños más oídos en Wáshington, cablegrafió al Secretario de la Guerra, Stern, que “la situación imperante, tanto en lo económico como en lo político, demandan… el nombramiento de un hombre excepcio- nalmente fuerte y capacitado.” El Departamento de la Guerra compartió ese criterio. Correspondió al coronel James Beverley, tejano, abogado de corporaciones azucareras y exgobernador de Puerto Rico, men- cionar al general Winship. En carta que dirigiera a su amigo el general Cox, fechada el 1ro de enero de 1934, dice: “Favorezco con toda energía que el próximo gobernador sea un oficial del 62 Re: Albizu Campos Ejército… y que se le nombre inmediatamente. Debe ser al- guien de mucha experiencia, que sepa calibrar y manejar situa- ciones delicadas y que tenga la dureza necesaria para cumplir su deber lo mismo si éste es favorecido por la opinión pública o no. ¿No está el general Winship disponible para posición como ésta?” Esta carta acababa de llegar a Wáshington cuando la gran huelga estalló en los cañaverales de la Central Fajardo. El li- derato tradicional de la Federación Libre (AFL) fue repudiado por los trabajadores. Del fondo de los cañaverales salió un lla- mamiento obrero para que Albizu Campos dirigiera la huelga. El 12 de enero el general Winship fue nombrado gobernador de Puerto Rico. Este mismo general Winship era el hombre “fuerte” reque- rido por el traidor azucarero Bird Arias, de la Central Fajardo; el hombre “que tuviera la dureza necesaria para cumplir su deber, lo mismo si está favorecido por la opinión pública o no”, aconsejado y requerido por el tejano, coronel, abogado corpora- cionista azucarero, James Beverley. Este sería el hombre que habría de ordenar la masacre de Ponce.

CAMINO HACIA LA SANGRE Si la línea es la prolongación de un punto, la gran huelga de los trabajadores cañeros, que en enero de 1934 Albizu Campos fue llamado a dirigir, es el punto cuya prolongación nos lleva directamente a la masacre de Ponce. Esta gran huelga, ocupa, en nuestra historia, el instante único, en el que Puerto Rico, representado por el Partido Nacionalista y con el liderato de Albizu Campos, lucha, de hombre a hombre, por arrancar de manos extranjeras el control directo de su clase obrera. La consecuencia inmediata fue una retirada imperialista. Tal maniobra paralizó la ofensiva puertorriqueña, ocasionando un vacío que el Partido Nacionalista no pudo inmediatamente llenar. La ley de polaridad funcionó robusteciendo el imperialis- mo al asumir éste una posición defensiva. Es en este momento decisivo que el carácter pequeño-burgués de todo el campo in- 63 Juan Antonio Corretjer dependentista clamó a gritos por un aliado marxista, compues- to por un equipo de cuadros capaces de transformar la inmensa simpatía y popularidad de Albizu Campos en una sólida orga- nización revolucionaria obrera. Ese aliado no existía. Contando con la imposibilidad nacio- nalista para organizar inmediatamente sus reservas, el impe- rialismo cedió a las sobrias demandas de los trabajadores. Esto tuvo por efecto una inmediata desmovilización de las masas. A los nacionalistas se les privó, al mismo tiempo, de mantener contacto con las masas trabajadoras y de lograr, aun cuando fuese por el torturante método de ir acertando y errando y co- rrigiendo errores establecer una aunque fuese elemental orga- nización obrera. El proceso revolucionario, sangriento y sorprendente, que vino después, tuvo que ser, por necesidad, un duelo desigual entre la brillante mente de Albizu Campos y el valor de sus partidarios, de un lado, y, del otro, la totalidad del poder nortea- mericano. La recuperación nacionalista, de la cual la concentra- ción de los Cadetes en Lares el 23 de septiembre de 1935 y el Frente Unido de 1936 son buenos ejemplos; la emoción popular a favor de los nacionalistas cuando el asesinato de cinco de sus dirigentes por la policía el 24 de octubre de 1935; la lucha de calles en disputa por la bandera en Utuado en enero de 1936; el contra-ataque de febrero con la ejecución revolucionaria del Coronel Riggs; la indignación del pueblo ante el asesinato de Beauchamp y Rosado en el Cuartel General de la Policía el 23 de febrero de 1936; las demostraciones de protesta por los alla- namientos de moradas y las citaciones sub-poena, y la simpatía masiva con el Secretario General del Partido al ser éste encar- celado por desacato el 2 de abril de 1936; la vigilante expectati- va de todo Puerto Rico al celebrarse ese año el natalicio de De Diego y la explosión de júbilo popular al saberse la radicación del Proyecto Tydings de independencia; la emocionada solida- ridad total que acompañó a Albizu Campos y sus camaradas a la prisión… Episodios gloriosísimos, momentos inolvidables de historia patria. Pero el diagrama interior seguía inalterado. Los imperialistas castigaron al liderato nacionalista en la Cor- 64 Re: Albizu Campos te Federal el 30 de agosto de 1936. Y en Ponce, el 21 de marzo de 1937, el pueblo fue castigado mediante un acto de asesinato colectivo. Fue masacrado.

LA MASACRE DE PONCE Alrededor del 14 de marzo, Plinio Graciany y Luis Castro Quesada, dirigentes nacionalistas de Ponce, le notificaron al gobierno municipal que el 21 de marzo la Junta Nacionalista celebraría un mítin público que sería precedido de un desfile. Aún en esos tormentosos días de 1937, el pueblo sentía una gran atracción por los desfiles y actos públicos del Partido Na- cionalista. El alcalde de Ponce, José Tormos Diego, concedió in- mediatamente el permiso. Debe señalarse que la solicitud del permiso era un mero acto de cortesía de los nacionalistas al gobierno municipal. De acuerdo a la ley, en Puerto Rico no se necesitan permisos para celebrar desfiles o actos públicos en los parques o plazas de la Isla. La decisión emitida por la Corte Suprema en 1926, también era aplicable a las calles. El viernes 19 marzo, el Jefe de la Policía Insular, Coronel Orbeta, llegó a Ponce para estudiar la situación. (Orbeta era cuñado de Dionisio Trigo, representante de Franco en Puerto Rico. Cuando Trigo murió en un hospital de Berlín, su cadáver fue enviado a España con una escolta de la Luttwaffe.) Orbe- ta regresó a San Juan y conferencio con el general Winship. Allí, en aquellos momentos, se planeó y se ordenó la masacre de Ponce. Winship le ordenó a Orbeta que regresara a Ponce y con- venciera (u obligara) al alcalde Tormos de que debía suspender el desfile. El 20 de marzo, el día anterior al desfile que iba a cele- brarse, el jefe de la policía del distrito de Ponce, Capitán Felipe Blanco, le escribió la siguiente carta a los dirigentes nacionalis- tas Luis Castro Quesada y Plinio Graciany: “Me place acusar recibo de su carta, fechada ayer a las 7:40 P.M., informándome del desfile de los Cadetes de la República y del acto que será celebrado el próximo domingo, 21 de marzo, en esta ciudad de Ponce, cuyo programa he leído en la página 3 65 Juan Antonio Corretjer de El Mundo de ayer, y que dice, en parte: “2:00 P.M. —Concentración de las Divisiones de Ejército Libertador del Distrito de Ponce y pueblos limítrofes, para des- filar a lo largo de las calles de Ponce. Deseo informarle a ustedes, que de acuerdo a las instruc- ciones que he recibido de mis superiores, la Policía no permitirá tal celebración y, en cumplimiento de mi deber, así se lo comu- nico a ustedes por medio de esta carta.” El 21 de marzo, y durante los días que precedieron a la ma- sacre, se llevó a cabo una significativa concentración de fuerzas policíacas en Ponce. Estaban bien armados: rifles, carabinas, sub-ametralladoras Thompson, bombas lacrimógenas, grana- das de mano, todo esto en adición a las armas usuales: revólve- res, macanas, etc. A la dotación policíaca de Ponce se sumó una fuerza adicional de 200 hombres. El coronel Orbeta volvió a discutir la situación con el Capi- tán Blanco. Orbeta y Blanco decidieron ir a ver al alcalde Tor- mos y convencerlo de que cancelara el permiso. No fue hasta después de pasado el mediodía que pudieron localizar al alcal- de, quien les hizo bien claro que había concedido el permiso. El Coronel Orbeta trató de impresionar al alcalde Tormos con los peligros que envolvía la celebración de dichos actos. Le dijo que él, Orbeta, tenía información de que los nacionalistas iban a venir armados y que tenía información específica de que venían grupos armados de Mayagüez. Sin embargo, luego, bajo contra-interrogatorio del Comité Investigador de la UALC, el Coronel dijo que él le había dicho al alcalde que era un escán- dalo permitir dicho desfile y que él no contaba con información alguna, sino que cualquiera de los nacionalistas podría actuar alocadamente y lanzar piedras a las ventanas de los comer- cios, o cometer actos desordenados. De hecho, se probó fuera de toda duda que el grupo de 50 personas que vino de Mayagüez (compuesto de mujeres y niños, al igual que hombres) estaba desarmado; al igual que todos los otros nacionalistas. Después de una larga discusión, el alcalde accedió a los de- seos de Orbeta. Tormos llamó inmediatamente a los dirigentes nacionalistas y les comunicó que él no se había dado cuenta de que ése era un día de fiesta religioso, Domingo de Ramos; y que 66 Re: Albizu Campos los Padres Paules le habían pedido que no permitiera el desfile. Los nacionalistas sabían que Tormos mentía, pero aparen- tado ignorarlo, le dijeron que la gente que venía para el desfi- le ya se encontraba en Ponce; que el desfile se llevaría a cabo ordenadamente, en silencio, y que ellos así se lo informarían a los Padres Paules. Entonces Tormos abruptamente dio por terminada la entrevista y dijo que el permiso estaba cancelado. En esta última entrevista estuvieron presentes, además de los dirigentes ponceños ya mencionados, el Presidente Interino del Partido Nacionalista, Licenciado Julio Pinto Gandía, y el Secretario General Interino, Licenciado Lorenzo Piñeiro. Desde ese instante hasta las 3:00 P.M., se llevaron a cabo una serie de discusiones entre el Coronel Orbeta y el Capitán Blanco, de una parte, y los Nacionalistas, por la otra. Mientras los jefes de ambas partes discutían, la policía concentraba só- lidamente sus fuerzas en las calles que rodeaban el local de la Junta Nacionalista y en la esquina de las calles Marina y Aurora. Los nacionalistas entraban al local acompañados de sus hijos y esposas. Hay suficiente evidencia para probar que la policía le decía a aquellos que no eran nacionalistas que no entraran en el área comprendida entre las calles Marina, Au- rora y Jobos. Sin embargo, a los nacionalistas (fáciles de reconocer, ya que muchos estaban uniformados y aquellos que vestían de ci- vil llevaban insignias) se les permitía cruzar las líneas mon- tadas por la policía. Se le permitió el paso a alrededor de 80 Cadetes uniformados. Poco antes de comenzar el tiroteo, el Coronel Orbeta y el Capitán Blanco visitaron el área. Había una gran tensión. La policía había tomado posiciones y los nacionalistas estaban ro- deados. El Coronel Orbeta y el Capitán Blanco se marcharon. Luego alegaron que ellos no le habían dado órdenes a la policía. De acuerdo a las declaraciones del Coronel Orbeta, él y Blan- co montaron en un auto de la policía y se fueron a pasear por Ponce y sus alrededores, a disfrutar de las bellezas del paisaje. Orbeta y Blanco regresaron después de haber terminado el tiroteo.

67 Juan Antonio Corretjer

MÚSICA Y BALAS Alrededor de las 3:15, los Cadetes formaron filas de tres en fondo, listos para dar comienzo al desfile. Detrás de ellos estaba el Cuerpo de Enfermeras, la banda, que consistía de sólo cuatro músicos. Los Cadetes y las Enfermeras se cuadraron militar- mente cuando la banda comenzó a tocar el Himno Nacional, La Borinqueña. Veamos ahora la relación de posiciones entre la policía, los cadetes, las enfermeras y el público. La calle Marina corre de norte a sur. Primero la atraviesa la calle Luna y, un poco más arriba, la calle Aurora. En esta esquina —en la esquina de las calles Marina y Aurora— estaba el local de la Junta Naciona- lista. Entonces viene la calle Jobos. Un grupo de policías se ali- neó en el lado este de la calle Marina, entre Luna y Aurora. En las inmediaciones de la calle Aurora, a corta distancia de Marina, estaba un nutrido grupo de policías, listos para entrar en acción. En la parte oeste de la calle Marina frente al local de la Junta Nacionalista, ocupó posiciones otro grupo policíaco. Todos estaban armados con rifles, bombas lacrimógenas, cara- binas, etc. Los Cadetes estaban parados en atención, en el lado sur de la calle Aurora. Detrás de los nacionalistas había otro grupo de policías, armados con sub-ametralladoras Thompson. Testigos oculares y fotografías han probado que los nacionalistas estaban total- mente arrinconados y atrapados —y además, desarmados. Dos fotógrafos de la prensa habían tomado posiciones en el balcón de la residencia de una distinguida familia ponceña, la familia Amy. (Jorge Amy, miembro de esta familia fue destacado artista puertorriqueño que trabajó durante muchos años para el vie- jo New York Globe.) Estos fotógrafos tomaron muchas fotogra- fías. Una de las fotos, tomadas por José Luis Conde segundos después de haber comenzado la masacre, muestra a la policía avanzando hacia el pueblo desde el norte, o sea desde la calle Aurora. En la foto puede observarse a amplios grupos de per- sonas—hombres, mujeres y niños—, casi todos congregados en la esquina de las calles Aurora y Marina, casi frente al local de la Junta Nacionalista. Dicha foto muestra, además, a los Cade- 68 Re: Albizu Campos tes puestos en atención, seguidos de las Enfermeras y directa- mente detrás de ellos, al destacamento de policías armados de sub-ametralladoras, comandado por el Jefe Pérez Segarra. Debe recordarse que el Coronel Orbeta y el Capitán Blan- co, quienes aparentemente esperaban que los nacionalistas lle- varan a cabo una serie de actos brutales, se habían marchado para visitar puntos de interés en la ciudad. El Capitán Blanco luego declaró que nadie quedó en comando de la fuerza policía- ca y que los jefes auxiliares, Soldevila, Bernal y Pérez Segarra —cada uno al mando de un grupo separado de policías— no habían recibido ningún tipo de instrucciones. Los Cadetes estaban completamente rodeados, sin oportu- nidad alguna para escapar. Por la forma en que estaban orga- nizadas sus fuerzas, queda claro que la policía tenía sólo un fin. Y ese fin no era, simplemente, impedir el desfile de los Cadetes o disolver un motín. La táctica clásica para dispersar una mul- titud y disolver un motín, es darle a esos sobre los que se carga una oportunidad para que se dispersen. Esta oportunidad les fue deliberadamente negada a los nacionalistas puertorrique- ños la tarde del 21 de marzo de 1937. El propósito era amedrentar a todo el pueblo de Puerto Rico con un despliegue brutal de crueldad: una masacre.

EL PRIMER DISPARO En una situación como ésta, cualquiera puede disparar el primero tiro. Y cada bando, como es natural, alegará haber sido víctima del primer disparo. Sin embargo, el Sr. Arthur Garfield Hays —quien investigó la masacre— escribió lo siguiente en su informe a la Unión Americana de Libertades Civiles (UALC): “Carlos Torres Morales, un fotógrafo de El Imparcial, en- terado de la actitud amenazante de la policía, llevó la cámara a sus ojos. Antes de que él pudiera enfocar, sonó un disparo, quizás dos; no está seguro. Pero tomó la foto. En esta foto pode- mos ver prácticamente a todos los policías que se encontraban en las calles Aurora y Marina (quizás 17 ó 18), listos para dis- parar contra la gente. Todos ellos tenían armas en sus manos. También vemos a un policía en los momentos en que dispara su 69 Juan Antonio Corretjer revólver. Aunque hemos hecho uso de testimonios de expertos, es realmente innecesario, ya que el policía que dispara aparece con la parte superior de su brazo apuntando sobre la multitud que huye. Su antebrazo está oculto por otra persona, pero de acuerdo con la dirección de su brazo y tras la otra persona que está allí, hay una nube blanca y el humo del disparo. El disparo es hecho directamente a la gente que está en la acera. El policía que dispara puede verse con toda .” “Este Comité no ha podido comprender por qué este policía y los otros agentes le disparaban a la multitud y no a los Cade- tes, excepto, que ellos quisieran despejar del frente de la Junta Nacionalista a la gente que estaba parada en la acera y en los alrededores. O quizás el fin era aterrorizarlos.” “Nosotros no estamos diciendo que esta foto muestra el pri- mer disparo. De hecho, el testimonio de otro testigo identifica precisamente a otro policía como el que hizo el primer disparo.” “Nosotros no hemos podido comprender por qué el gobierno no ha hecho uso de estas fotografías, las cuales han sido exten- samente publicadas. Estas fotos muestran a la policía en acción. Muestran a un número de 50 a 70 Cadetes nacionalistas —el Ejército Libertador— parados en silencio e inmóviles, con sus manos suspendidas a los lados. Cerca de ellos está un niño, con camisa negra, que tiene su brazo echado sobre el hombro de un camarada. Detrás de ellos está el abanderado de los Cadetes. Todos parecían extrañados, esperando pacientemente a que la tragedia les golpeara. Ninguno se ve listo para correr, ni siquie- ra para moverse. Detrás de ellos están las muchachas, vestidas de blanco, algunas de ellas se alejan corriendo. Una de ellas casi ha llegado a la acera. Esto en sí mismo corrobora la declaración del fotógrafo de que él tomó la foto inmediatamente después de que empezar el tiroteo. Detrás de la banda está un pelotón de la policía, unos 15 hombres, armados con sub-ametralladoras y rifles. Nacionalistas y no nacionalistas fueron asesinados.”

LA SANGRE Y EL ESPÍRITU La policía enloqueció al sonar el primer disparo. Descargas cerradas cayeron desde todos lados sobre los Cadetes y el pú- 70 Re: Albizu Campos blico en general. Durante unos diez minutos fueron sometidos a un fuego-cruzado. Cuando la última descarga hubo producido su efecto, 21 personas quedaron muertas sobre el pavimento. Más de 150 fueron heridas. Otro niño murió en un hospital cer- cano; algunos quedaron mutilados de por vida. Esa media hora que antecedió al tiroteo y esos criminales diez minutos de los asesinatos han pasado a la historia como un ejemplo insuperado de la serenidad y el coraje de un pueblo bajo fuego. Bolívar Márquez, un cadete, cayó mortalmente herido; arrastró su cuerpo hasta la acera y en la pared de una casa escribió con su sangre: “¡Viva la República! ¡Abajo los asesinos!” Carmen Fernández, de 35 años de edad, vio cuando mata- ron al abanderado. Al tratar ella de tomar la bandera, recibió una descarga de carabina. Cayó, gravemente herida. Dominga Cruz Becerril, una señora de Mayagüez, ya se encontraba a cubierto cuando vio caer la bandera sobre el pa- vimento. Salió de su refugio y corrió hacia la bandera, la levan- tó, la ondeó y luego corrió con ella hacia el Hospital Pila. No resultó herida. Cuando le preguntaron por qué había hecho lo que hizo, ella, serenamente, respondió: “El Maestro nos ha di- cho que la bandera siempre debe estar en alto.” (El Maestro era Pedro Albizu Campos.) Genaro Lugo no se quedó en el lugar después que vio el asesinato de la niña. Al alejarse corriendo, vio como el pelotón de policías que portaban sub-ametralladoras, comandado por el Jefe Pérez Segarra, disparaba contra el público aterrorizado. Julio Conesa era entonces el dueño de la única radioemiso- ra de Ponce. Conesa estacionó su automóvil en la esquina de las calles Marina y Jobos. El vio el destacamento de policías arma- do con sub-ametralladoras disparar contra el pueblo. En aquel tiempo Conesa no conocía a la familia Rodríguez, pero luego los reconoció en las fotos. Afirma haber visto a la policía ametrallar al padre y a dos hijos de esta familia. Los Rodríguez estaban parados frente a una zapatería, en el lado sur de la calle Jobos. Rafael, de 18 años de edad, aca- baba de tomar dos fotografías con su pequeña cámara. En los 71 Juan Antonio Corretjer momentos en que se preparaba para tomar otra instantánea, comenzó el tiroteo. Se tiraron al piso para protegerse. Hubo allí una descarga general. Oyó a su hermano decir: “ay…” Y vio a su padre levantarse inmediatamente para proteger a su hijo. Advirtió que su padre sangraba por la cabeza. Había sido mor- talmente herido. Murió en cuestión de segundos. Su hermano también. Rafael mismo fue herido. Dos policías lo recogieron un cuarto de hora después. Los tiraron como un fardo en un vehículo policíaco. Un hombre joven iba hacia abajo por la calle Jobos. De mo- mento, vio que un policía venía hacia él. El hombre estaba por lo menos a una distancia de 50 pies del centro del tiroteo. Al ver el crimen reflejado en el rostro del policía y que éste venía revólver en mano, gritó: “¡Yo no soy nacionalista, yo soy de la Guardia Na- cional! ¡Yo soy…” —hasta que la muerte lo silenció para siempre. Era, verdaderamente, un Guardia Nacional. Esa misma mañana había hecho sus ejercicios en la explanada de El Casti- llo, a unos 100 metros del lugar donde fue asesinado. Se llama- ba José Delgado y tenía 20 años de edad. Un caballero de la alta sociedad, Don Luis Sánchez Fras- quieri (padre de Roberto Sánchez Vilella), vio como iban a ma- tar a un hombre, y gritó: “¡No lo maten!” Un teniente de la po- licía, al reconocer quién era él y no estando dispuesto a que una persona tan respetada testificara en contra suya, detuvo a sus hombres. El hombre, que estaba ileso, fue obligado a entrar en un camión de la policía. Cuando el Sr. Sánchez Frasquieri volvió a ver a este hombre, estaba todo envuelto en vendajes. El hombre le dijo que la policía lo había golpeado brutalmente, primero en el camión y luego en el cuartel. Un vendedor de frutas estaba parado al lado del automó- vil del Sr. Sánchez Frasquieri, a más de 75 yardas del local de la Junta Nacionalista. Un policía vio al vendedor, regresó y le abrió la cabeza de un macanazo. Esto también fue parte de la declaración del Sr. Sánchez Frasquieri. A esa misma distancia de la Junta Nacionalista, el señor Sánchez Frasquieri vio un cadáver. El cuerpo estaba lleno de agujeros. En su agonía, el hombre había tratado de escribir con su sangre la palabra va- lor, pero sólo vivió para escribir V A L… 72 Re: Albizu Campos “Cuando nosotros iniciamos nuestra investigación —es- cribió el Comité Investigador encabezado por Arthur Garfield Hays— nosotros objetamos que se denominara a nuestro Co- mité ‘El Comité Para Investigar la masacre de Ponce’. Para re- ferirnos a la tragedia de Ponce, nosotros usábamos el Caso de Ponce, el motín o cualquier otra frase que demostrara nuestra intención de bregar objetivamente con los hechos. Ahora que hemos escuchado todos los testimonios, estamos de acuerdo con que el pueblo de Ponce le haya dado a esta tragedia el único calificativo que es posible darle:La masacre de Ponce.”

APACIGUAMIENTO Esa noche la radio de Berlín tuvo algo que decir. La carne de nuestros mártires alimentó la virulencia nazi. Las trompe- tas resonaron en todas las extremidades del Eje. Los altavoces de Mussolini tomaban venganza por la hipocresía norteame- ricana con respecto a Etiopía. Tokío le brindaba a los pueblos asiáticos la verdad sobre el humanitarismo de Franklin D. Roo- sevelt. Sin embargo, por sobre todo, le estaban revelando a La- tinoamérica el tierno corazón del Buen Vecino. El 27 de marzo de 1937, el New York Post demandó: “Nosotros esperamos que el Congreso lleve a cabo una in- vestigación independiente del creciente desasosiego en Puer- to Rico. La supresión del Partido Nacionalista parece volverse cosa más sangrienta y se cree que podría anular los suavizan- tes efectos de la Política de Buen Vecino y de sus últimos obs- táculos, recientemente eliminados, con la salida del Embajador Caffery de La Habana… Si Puerto rico quiere la independen- cia nuestra respuesta debe ser concedérsela. Contestar a sus demandas con fuego de ametralladoras es deshonroso para un pueblo que ama la memoria de sus propios nacionalistas sedi- ciosos de 1776.” El congresista Vito Marcantonio, sinceramente de nuestra parte, quería que tal investigación se llevara a cabo. El Senador Borah mostró algún interés. Nada hizo el Congreso. En Puerto Rico mismo, los norteamericanos residentes, unos 1,500, con la excepción de media docena, apoyaban sólidamente a Winship 73 Juan Antonio Corretjer y celebraron la masacre. Esto no debemos olvidarlo, porque en Puerto Rico residen hoy 65,000 norteamericanos, que están aquí sólo como explotadores y agentes de los explotadores. Si sucediera algo parecido, uno puede aventurarse a decir que la media docena de 1937 no sería ahora mucho mayor. Tuvimos un augurio de esto hace diez años, cuando en el Teatro Tapia los norteamericanos vitorearon fanáticamente a la policía du- rante la presentación de la obra de René Marqués Domingo de Ramos, que es un drama basado en la masacre de Ponce. No obstante la Unión Americana de Libertades Civiles (American Civil Liberties Union), de la cual era funcionario el Secretario de lo Interior Harold Ickes, hizo una investigación de principio a fin, a instancias de su representante en Puerto Rico, don Miguel Guerra Mondragón. Fue presidida por el Sr. Arthur Garfield Hays, a quien hemos citado. Debido al empeño que puso Puerto Rico para que se nos hiciera justicia desde el exterior, y al momento de alta tensión que se estaba viviendo, se ha considerado, por lo general, que el informe de la UALC refleja cierta simpatía hacia nosotros. Pero no hay tal cosa. En dicho informe hay algo de justicia, pero no hay simpatía. Nosotros sabemos que los funcionarios de la UALC no sienten simpatía hacia nosotros; que no tienen ni piz- ca de interés en lo que verdaderamente cuenta, que es la inde- pendencia de Puerto Rico. Ese es el primero y el más grande de todos los derechos. Nosotros sabemos que Roger Baldwin, entonces presidente de la UALC, quería que el liderato nacio- nalista fuese acusado de asesinato y de instigación para come- ter asesinato, de manera que el imperialismo quedara a salvo de cualquier acusación de persecución política. Sin embargo, en el informe hay algo de justicia porque Hays conoció la verdad. La verdad le fue mostrada a Hays por sus asociados en el comité investigador. Sí, porque hay algo que siempre es pasado por alto cuando se cita el Informe: el Informe de la UALC es el resultado de una investigación llevada a cabo no solo por este señor Hays, sino también por los otros miem- bros del Comité —Antonio Ayuso Valdivieso, Emilio S. Belaval, Fulgencio Piñeiro, Franciso M. Zeno, José Dávila Ricci y Ma- riano Acosta Velarde. Detrás de este grupo de puertorriqueños 74 Re: Albizu Campos distinguidos estaba todo el pueblo de Puerto Rico— hasta el propio Fiscal de Distrito de Ponce, Rafael V. Pérez Marchand, quien renunció a su cargo antes de cumplir con los deseos de Winship de que acusara de asesinato a los inocentes sobrevi- vientes de la masacre. El General-asesino se quedó solo en su palacio; solo con su guardia pretoriana, solo con su grupito de asesinos y adulones, solo con sus compatriotas residentes en Puerto Rico. Wáshing- ton era el centro de la acusación universal. Así pues, el apaciguamiento se convirtió en la orden del día. Y el apaciguamiento llegó a Puerto Rico. El informe de la UALC puso la responsabilidad íntegra de la masacre en manos del gobierno y de su representante ejecutivo, el general Winship. Si el presidente de Estados Unidos hubiese querido destituir a este asesino, lo hubiese podido haber hecho con toda facilidad; según lo hizo dos años después, por otras razones. Sin embar- go, Franklin Roosevelt no quiso hacerlo en aquel entonces. Se mantuvo impasible ante el Informe de la UALC, e igualmente ante el Informe McCaleb, que estaba de acuerdo con el primero. El Informe McCaleb fue el resultado de una investigación se- creta ordenada por el Departamento de lo Interior. El General Winship, apoyado por Gruening, había encontrado segura pro- tección en la Casa Blanca. Para ser justos con Hays, debe decirse que él entendió el profundo significado de la situación que los nacionalistas en- cararon en Ponce. El 23 de mayo, 1937, escribió a la señorita Mason, su secretaria: “Ahora te diré algo sobre Ponce, algo que yo ni siquiera su- gerí que fuera incluido en nuestro informe, ya que quizás es mi punto de vista personal. Si yo hubiese sido un nacionalista y me hubieran notificado con algunos días de antelación que el des- file estaba prohibido, yo lo hubiese cancelado. Nadie, excepto gente con el complejo de mártir de un lunático, hubiera llevado a una multitud a hacerlo frente a ametralladoras, sin embargo, si yo hubiese organizado el desfile y hubiese habido un inten- to para impedirlo al último minuto, mi dignidad me hubiera hecho llevarlo hasta el fin. Quizás sea una locura, pero así es como somos los seres humanos. Cuando hay una cuestión de 75 Juan Antonio Corretjer principios de por medio, nos negamos a dejarnos intimidar. De yo haber sido el dirigente, hubiese dicho, ‘¡Adelante, marchen!’ Por lo menos, espero que lo hubiera podido hacer.” Pero triunfó el apaciguamiento. Debido a que el Sr. Hays era norteamericano, debido a que la UALC es una institución norteamericana, debido a que el Secretario Ickes era uno de sus funcionarios y, debido al Proyecto Tydings de Independencia, el Informe fue generalmente interpretado como una señal de que contaba con la aprobación de la Administración. Debido a que la tendencia liberal-reformista era domi- nante entre la intelectualidad independentista; debido a que no había una organización obrera marxista que apoyara a los nacionalistas, que ciertamente no se desorientaron; debido a que aparentaba ofrecer una salida de pesadilla del terroris- mo policíaco, el Informe de la UALC fue el factor principal en restaurar la fe en una solución norteamericana a la indepen- dencia de Puerto Rico. Albizu Campos y otros siete dirigentes máximos del par- tido habían sido sentenciados a 10 años de prisión. La sen- tencia, que estaba pendiente de la apelación radicada en Wáshington, fue confirmada a fines de mayo por la Corte Su- prema. El 7 de junio, 1937, los barrotes de la Penitenciaría de Atlanta se cerraban tras ellos.

LA REALIDAD QUE NO SE VE Aparentemente, todo era tinieblas. En política, a veces lo real es lo que no se ve. Las puertas de la historia se estaban abriendo más para lo que era, y ha sido la esencia de la vida de Albizu Campos: la independencia de Puerto Rico. El propio Albizu todavía tiene entonces nuevos capítulos que añadir a la lucha nacional de Puerto Rico. Y en estos mismos años que tenemos por delante, yendo desde las profundidades a las cum- bres de este siglo, cuya misión histórica es, según lo pronosti- cara nuestro Hostos, la liquidación del coloniaje, el socialismo amplía sus dominios y su antorcha continúa llevando luz entre las masas trabajadoras y las naciones, que sólo en el socialismo encontrarán su verdadera libertad. Su bandera ondea triun- 76 Re: Albizu Campos fante en la nación hermana más querida de Puerto Rico: Cuba. De aquellos 21 asesinatos y de aquellos 150 heridos en la tarde del Domingo de Ramos en Ponce, ninguno era propietario. Fue a su propia clase a la que ofrecieron sus vidas y sus sufri- mientos. Sin embargo, el régimen ilegal de un poder extranjero que encausó a sus dirigentes en un tribunal extranjero, en un idio- ma extranjero; el presidente de Estados Unidos en cuyo nom- bre, como jefe de un gobierno extranjero, fueron encausados; el juez extranjero, los alguaciles extranjeros, los fiscales extranje- ros que los acusaron; los jurados, casi todos extranjeros o repre- sentantes de corporaciones extranjeras; la prisión extranjera a que fueron enviados; el General-asesino, las armas, todo esto, sí, todos ellos pertenecen, por su propio derecho, a la clase ex- plotadora. Y es su clase la que está sentenciada a muerte por la justicia de la historia. Ese momento vendrá, y pronto. Por hoy, los recientes bom- bardeos al norte de Viet Nam son prueba que el mundo entero está consciente que el imperialismo yanki es el principal ene- migo de todos los pueblos. Cuando la hora de la decisión llegue para Puerto Rico, no estaremos solos. Y aquí, en Puerto Rico, una organización obre- ra será el portaestandarte revolucionario de la independencia. La Liga Socialista Puertorriqueña lucha para alcanzar ese ob- jetivo. Guaynabo, Puerto Rico, a 24 de febrero de 1965.

77 Juan Antonio Corretjer

INSURRECIÓN DEL 30 DE OCTUBRE DE 1950 (Discurso en Jayuya, el 30 de octubre de 1967)

Amigas y amigos de Jayuya: Mil gracias, de todo lo profundo de mi corazón, a todos los que han venido esta noche a oírnos; muy especialmente, a los que en estos momentos de lluvia permanecen oyéndonos; y so- bre todo a los que se quedan junto a la tribuna para hacernos compañía. Hace un año, hablé en Jayuya por vez primera desde 1949; y subí a esta tribuna y pronuncié un discurso trabajado por las más encontradas emociones y pensamientos. Venir a Jayuya sin Blanca, era como abrirnos de nuevo una herida dolorosa y sangrante. Le ruego a los amigos, (yo estoy bajo un paraguas) que se refugien donde encuentren y me oigan de donde puedan no mojarse. El micrófono llega lejos. Decía que hablé en esta tri- buna bajo esa primera espiritual contrariedad. Hoy, sin embar- go todo el que ha disfrutado de esta tribuna, ha expresado su regocijo por la presencia en ella de Blanca de Puerto Rico. Y se ha saludado la presencia de las otras virtudes del independen- tismo puertorriqueño, del patriotismo puertorriqueño, de Car- mín Pérez, heroína entre heroínas; de Doris Torresola, heroína entre heroínas. Y se ha evocado el nombre de Albizu Campos y la memoria eterna de todos los mártires de la lucha por la independencia de Puerto Rico y en especial de los sacrificios en aras de su Patria durante la insurrección de Octubre de 1950. Este año perdió el patriotismo puertorriqueño a la madre ejemplar de Puerto Rico, a Doña Leonides Díaz y Díaz. Madre, esposa, tía, del mayor núcleo de combatientes consanguínea- mente relacionados durante la insurrección de Octubre, y ella misma, figura de mujer espartana, de madre espartana, que acompaña a los hombres de su casa a la gloria y a la muerte. Bendita aquí sea su memoria. Y se evocó el nombre de la fami- lia Irizarry y nosotros presentamos la figura, heroica por exce- lencia, centro sacrificial de la insurrección en Jayuya, de Carlos Irizarry, ese gran mártir jayuyano.

78 Re: Albizu Campos Pero en aquella ocasión pronuncié un discurso que juzgué que era una necesidad para el patriotismo puertorriqueño. Y cualquier sociólogo aún del campo enemigo, tendrá bastante luz para comprender que también para ellos era una necesidad que alguien hiciera en Jayuya un discurso del tipo que hici- mos aquella noche y que el beneficio ha sido global, tanto para unos como para otros. Era necesario, absolutamente necesario desde el punto de vista sociológico, hacer un sondeo emocional, una toma de emoción, una toma de temperatura emocional, en Jayuya mismo; de tomarle el pulso a la nación entera, sobre cuál era su respuesta emotiva al 30 de octubre de 1950. Y era en Jayuya, epicentro de esa insurrección, en donde ésta tomó su mayor calentura insurreccional, su más alta intensidad de combate, de sacrificio, de dolor, y en donde el dolor, el sacrifi- cio, no fue únicamente de los nacionalistas, no fue solamente de los combatientes de ambas partes, sino que la población ci- vil también tuvo que sufrir en su carne y en su corazón las consecuencias de la revolución de Octubre; era en este sitio en donde sociológicamente pensando y en donde sociológicamente hablando había que hacer una toma definitiva de emoción a la emoción puertorriqueña y a la emoción jayuyana, frente al hecho concreto histórico de la insurrección del 30 de octubre de 1950. La emoción, amigos míos, es el factor decisivo en la vida de los hombres, porque cuando todos los resortes de la razón fallan, cuando todos los recursos del raciocinio de la mentalidad han fracasado, cuando no da para mover al hombre, para conservar su vida, para salvar su personalidad, todos los recursos del es- tudio, toda la acumulación mental de la sabiduría, la emoción se convierte en una manera de entender la vida, en una manera de entender la historia, y con la emoción que es lo último que es capaz de asimilar los poderes materiales, es con la emoción que se decide, la voluntad se mueve, ejecuta, y hace en la vida personal de los seres humanos los sacrificios más profundos y hace en las decisiones colectivas de los pueblos los sacrificios igualmente más fecundos de su propia vida. (Aplausos.) Se discutió con anterioridad, pero hoy ningún psicólogo que se respete a sí mismo será capaz de negar, que la emoción si 79 Juan Antonio Corretjer es cierto que obnubila algunas facultades de la mente en un momento determinado de su proceso acumulativo y expansivo, también es absolutamente cierto psicológicamente hablando, que la emoción es también una forma de entendimiento y de comprensión. Y por todas esas razones científicas de sociología y psicología de masas, éste era el lugar apropiado, necesario, indispensable, en donde se hiciera una toma de la temperatura emocional de Puerto Rico frente al hecho ocurrido 16 años jus- tos aquella noche. Esta tarde, cuando viajábamos hacia Jayuya, un como presentimiento de que una solución armónica veníamos a en- contrar en respuesta a aquellos encontrados pensamientos, y en aquellos encontrados sentimientos; y en aquella toma emo- cional del pueblo puertorriqueño, que hicimos en Jayuya hace exactamente un año, pensábamos; y un presentimiento hala- gador venía a anticiparse como una respuesta eficaz a nues- tra consulta de entonces. Muchas habían sido en el transcurso del año transcurrido desde entonces, las ventajas y el provecho que devenimos de aquel mítin grandioso dado en Jayuya hace exactamente un año. Pero nunca pensamos en nuestro exceso de optimismo, en nuestra garantía interior que nos da la fe pro- funda, en lo que se cree con todas las palpitaciones del corazón, y se entiende con todas las lumbraradas de la mente, nunca pensamos que la respuesta que el pueblo de Jayuya iba a dar un año después, fuera la de este insigne, esplendoroso, extraor- dinario espectáculo de la juventud de Jayuya, arremolinada en masa ante una tribuna en que se dice la verdad por encima de toda conveniencia personal y por encima también de toda con- veniencia de partido. Ante esta respuesta que nos dan ustedes ¡qué honda fe renovada sentimos!, ¡qué honda y profunda, qué enérgica decisión, de ir más allá de nuestro propio pasado he- mos de sentir en nuestros corazones! Pero hay una respuesta que yo tengo que dar. Un amigo, rico hacendado de Jayuya, me mandó a decir a través de un común y juvenil amigo, que cómo era posible que Corretjer con sus años encima, con su larga ex- periencia de la vida, con sus amargas experiencias políticas, ha- blara todavía como habló en Jayuya el 30 de octubre de 1966. Y es a ese amigo querido recordado esta noche en la tribuna, para 80 Re: Albizu Campos quien yo tengo una respuesta especial que va más allá de la so- ciología y va más allá de la psicología, y que emana de las fuen- tes más puras de la emoción patriótica. Amigos; las religiones organizadas en todo el mundo coinciden en un precepto, de que hay que amar al prójimo, de que hay que vivir y vivir en amor del prójimo. Y más allá de las religiones reveladas y organiza- das, coinciden San Pablo, para quien grande es el hombre que es capaz de sacrificarse por su vecino y el más grande teórico moderno de la personalidad y del papel de individuo en la histo- ria, que es Plejanov, quien dice exactamente en lenguaje propio las palabras de San Pablo: ¡qué grande es el hombre capaz de sacrificarse por su vecino! Y es esta conciencia en que un mismo arco de amor y de verdad se tiende por encima de veinte siglos y por encima de veinte siglos que no son veinte siglos del tiempo sino que también son veinte siglos del pensamiento y veinte siglos de crecimiento del espíritu humano, tiene que decir mi humilde palabra que todo hombre libre, religioso, creyente des- de el punto de vista de la fe religiosa, liberal, agnóstico, deísta, o ateo, si es libre y se respeta a sí mismo tiene el deber absoluto e indeclinable de resolver en su propia conciencia cómo amar a su prójimo. En mi humildad, yo escogí una manera, y la manera es: servir la independencia de mi Patria, servir a la juventud de mi pueblo en recuerdo de la mía propia, y frente a ese deber y para cumplirlo, no habrá sacrificio, ni dolor personal, ni dolor de mi familia, ni dolor de los seres más amados de mi vida, en el pasado, ni en el presente, ni en el futuro, en que yo no esté dispuesto a cumplir con la única manera que yo tengo de amar a mi prójimo que es amar la independencia de Puerto Rico más que a mí mismo. (Aplausos) A ustedes jóvenes de Jayuya, como a todos los jóvenes de Puerto Rico, les dicen todos los días al oído, y a veces desgracia- damente no al oído, sino por encima de la mesa paterna hecha como raya de guerra en vez de símbolo de unidad familiar, que es la inexperiencia lo que los conduce y los acerca a los pies de la tribuna de la independencia de Puerto Rico y a sus organi- zaciones. Pero no es verdad. No es la inexperiencia. Un hombre puede vivir 50 años y 60 años; y vivir 90 años; y pasar por la vida y entrar por la puerta de la tumba sin tener experiencia. 81 Juan Antonio Corretjer Experiencia es, en el sentido elemental de la palabra, el reco- nocimiento de los propios errores frente a valores fundamenta- les de la vida y de la historia. ¿Y cuántos son los hombres que tienen la valentía de examinarse ellos mismos y aceptar sus propios errores? ¿Y acaso no es un espectáculo doloroso, pero real, en la vida de la humanidad, que mientras más viejo un hombre más se empecina en su vanidad y en su orgullo y en su fatuidad, y no quiere, bajo ninguna circunstancia, reconocer sus errores? No; un hombre de 20 años puede tener la experiencia que no tiene un hombre de 60 años, porque la vida no se mide únicamente en tiempo sino también en intensidad y la inten- sidad vital a través del conocimiento, del estudio, de la medita- ción y de la confrontación propia con la vida, llega a cualquier edad al ser humano. No es por inexperiencia que vosotros, jóvenes, os sentís atraídos por las organizaciones independentistas que en una palabra significa atraídos por la bandera de vuestra Patria, por la palabra de vuestro patriotismo.

COMO CONOCÍ A ALBIZU CAMPOS Lo que los atrae a ustedes a la independencia y a las orga- nizaciones independentistas es la pureza de vuestros corazo- nes juveniles. Miles de jóvenes tienen la misma experiencia que ustedes, miles y miles de jóvenes en todo Puerto Rico tienen vuestra misma edad y experiencia y no vienen a los pies de la tribuna independentista. A vosotros, lo que los atrae a escuchar nuestras palabras es la pureza de vuestros corazones. Y así ahora os habla la experiencia. Porque cuando un día de enero de 1930, yo era tan joven como ustedes, y estaba de vacaciones en el pueblo de Yabucoa, y leí allí, en el periódico El Mundo, la entrevista que a don Pedro Albizu Campos, recién llegado a Puerto Rico de la América del Sur, le hizo el redactor del perió- dico Manuel Rivera Matos, corrí a dar un paso que me acercara a él. Hasta que días después nos abrazamos en el bufete de don José S. Alegría, en el edificio González Padín, en San Juan. Lo que me atrajo en la entrevista de Albizu que le hiciera Rivera Matos no fue la sabiduría jurídica de su exposición, al- 82 Re: Albizu Campos tísima, profunda y brillante como era; no fue la intensidad de su pensamiento luminoso; no fue el palpitar de la indómita vo- luntad que alentaba en aquellas palabras. Fue su llamamiento a la pureza. Su llamamiento a la juventud y a todo el pueblo de Puerto Rico; y a los líderes políticos, a renunciar las vanida- des de los puestos públicos, a renunciar a la vanagloria de los títulos académicos; a renunciar a los cheques; a dejar de estar hundidos en la ignominia del coloniaje por amor a un cheque del invasor. O la prédica insensata; a la colaboración, desde el punto de vista independentista, con el gobierno norteamerica- no. Fue ese llamamiento al desprendimiento, ese llamamiento a la pureza lo que tocó mi corazón juvenil, a la pureza de mi corazón juvenil de entonces, y me llevó de Yabucoa a San Juan a abrazarme con el hombre que habría de pintar con su genio mi retrato en la historia de Puerto Rico; y ante cuya memoria, más allá de la gratitud patriótica, más allá de la admiración al tribuno, al jurista y al libertador, llegué a sentir el afecto de un hijo por un padre, de lo cual exhibo mis sentimientos por fuera y la gratitud de un hombre que sabe calibrar el bien que le han hecho en su vida. Y es en vuestros corazones un idéntico sentimiento, una parecida emoción, eco de la pureza de vuestros corazones, lo que los atrae a la tribuna nacionalista, a las organizaciones de la independencia, y que irá profundizando de corazón en co- razón, de grupo en grupo, de muchedumbre en muchedumbre, hasta que nuevamente llegue en Puerto Rico a deshacerse la cifra simbólica de hoy para que la cifra de masa, real y positiva, llegue a ser lo que debe ser como factor determinante, único y definitivo, en la lucha por la independencia de Puerto Rico. Si hace un año cumplí con mi deber, y cumplimos con nues- tro deber de hacer en esta tribuna un discurso incendiario, de total subversión, porque era una necesidad para la lucha por la independencia, y decir eso es una necesidad de nuestro pueblo en su avatar histórico, hoy yo me siento en la obligación, no de recurrir nuevamente a una toma de conciencia emocional, sino a un examen más racional de lo ocurrido el 30 de octubre de 1950 en Puerto Rico. 83 Juan Antonio Corretjer

¿QUÉ ES UNA REVOLUCIÓN? Hay amigos y seré lo más racional y más claro que le sea dable a mi palabra. Hay una verdad que es una verdad incon- clusa; el que diga que la revolución no es lo yo voy a decir que es la revolución, o es un demagogo, o es un mentiroso, o es un farsante, o es un ignorante. La revolución es un hecho violento, que realiza una clase determinada en un momento determi- nado de su desarrollo histórico; o que ejecuta un pueblo, una nación en un momento determinante de su vida histórica; y es un hecho violento cuyo objetivo inmediato es la toma del poder político. Es pasar por la fuerza de las armas de la oposición al gobierno. Pero dentro del complejo de la revolución, hay un hecho concreto que se llama conspiración, y hay un hecho con- creto que se llama insurrección que es lo que aquí se discute. La revolución es un proceso, un proceso de largos años, a veces de siglos, en que un grupo determinado, una nación determinada, lucha por su independencia, como explicó aquí el compañero Pinto Gandía sobre Irlanda, hasta que la consigue, y como ha sido verdad en todos los pueblos de la tierra que se han inde- pendizado. Pero una insurrección es un hecho concreto dentro de ese proceso revolucionario histórico, y tiene sus reglas, sus reglas ineludibles, sus reglas inexorables. La insurrección no puede fundarse en un partido político, para triunfar, no pude fundar- se en una agrupación determinada, ni en una combinación de organizaciones determinadas. Para triunfar tiene que fundar- se en un grupo social determinado, que representa un comple- jo determinado de intereses vitales del pueblo en que se va a proyectar y realizar la insurrección. Necesita una vanguardia armada y tiene que fundarse en un momento culminante del auge revolucionario del pueblo y tiene que llevarse a cabo, en el momento, en la cresta, de la marejada revolucionaria del pueblo determinado, en lo que se llama el momento de viraje; cuando las vacilaciones son más hondas, más profundas, entre los enemigos de la causa que se va a defender en la insurrección y también son más profundas las vacilaciones entre los amigos 84 Re: Albizu Campos vacilantes y débiles de la insurrección misma. Y esto es así, por- que quien decide la victoria en la insurrección, o la derrota en la insurrección, no son las fuerzas combatientes de la vanguardia armada, ni las fuerzas combatientes del enemigo poderoso que tiene el gobierno en sus manos. Es la masa neutra, indiferente, aparentemente indiferente y aparentemente neutra, que será movida en ese momento determinado por la acción decisiva y el poder insurreccional de la revolución si lo tiene, o por las fuerzas enemigas de la insurrección que tienen el poder deci- sivamente. Y el triunfo y el fracaso de una insurrección que tienen el poder decisivamente. Y el triunfo y el fracaso de una insurrección no se determina por el hecho militar inmediato y rotundo de que uno de los dos lados pueda ser derrotado por las armas. Nosotros hemos visto insurrecciones victoriosas que han tomado el palacio presidencial de un pueblo determinado, que han ganado el poder arrastrando tras sí a un grupo emi- nente, de hombres y mujeres eminentes, y que luego ha perdi- do el poder cuando la reacción se ha repuesto y el paso de sus armas se ha hecho sentir no contra los combatientes, sino en la indiferencia profunda, en la vuelta de espaldas, no a los insu- rrectos, sino a sus propios intereses de un pueblo determinado o de una clase determinada. ¿Había, amigos míos, un proceso de auge revolucionario en Puerto Rico el 30 de octubre de 1950? Nosotros todos sabemos que no lo había. ¿Podía fundarse la insurrección nacionalista en los intereses determinados de un complejo de clase, de intere- ses materiales y políticos, de un sector de clase de Puerto Rico capaz de entender el sentido de la insurrección y respaldarla en sus hechos? Existía el Partido Nacionalista y su heroísmo, pero esa clase de puertorriqueños no existía. No habiendo un auge revolucionario, no había y no podía haber una situación de viraje en que la masa neutra arrastrada por el Partido Na- cionalista y por el heroísmo nacionalista pudiera balancear las fuerzas contendientes y darle por lo menos una semblanza de victoria militar a la insurrección nacionalista. Entonces, ¿por qué la insurrección nacionalista? Pues la insurrección naciona- lista de 1950 fue la respuesta genial, de su único estratega y su único táctico y de su único ideólogo, que era Albizu; fue la res- 85 Juan Antonio Corretjer puesta genial de Albizu a una nueva situación internacional, mundial, en la cual estaba envuelto el destino de Puerto Rico. ¿Cuál era esa situación nueva? La postguerra de la Segunda Guerra Mundial, en que se había prometido en la Carta del Atlántico, que después los señores de Roosevelt y de Churchill con un cinismo rayano, más allá de lo que significa la palabra cinismo, dijeron que había sido una broma. Habían todos los compromisos asumidos por el gobierno de Estados Unidos en la conferencia de Teherán y en la conferencia de Yalta y en la conferencia de Casablanca, y había, frente a todos los imperia- lismos, todos los colonizadores de la época la amenaza de una insurrección en todos sus pueblos, la demanda insistente, el puño cerrado de los pueblos coloniales tocando a las puertas de los imperialismos para que les abrieran las puertas de la liber- tad. Pero, Puerto Rico se encontraba en ese momento, en una situación única, en todo el contexto de los pueblos coloniales. Se organizaron las Naciones Unidas. Una delegación de represen- tantes de los pueblos coloniales concurrió a San Francisco de California en octubre de 1945 para gestionar la independencia total de los pueblos coloniales. Y el Partido Nacionalista estuvo allí representado, lo representó el licenciado Pinto Gandía que habló esta noche en esta tribuna. Y gracias a la acción concer- tada de los pueblos coloniales, en unas Naciones Unidas en que Estados Unidos tenía la votación total, con el voto en contra, único posible de la Unión Soviética, al punto en que la dele- gación soviética, que había decidido la guerra en la batalla de Stalingrado, fue a la conferencia en San Francisco de Califor- nia, constituyente de las Naciones Unidas, con un solo punto en agenda, con uno solo; dispuesta a abstenerse en las otras todas votaciones en que no concurriera, con tal de ganar ese solo pun- to que garantizaba su posición de minoría, que es el veto en el Consejo de Seguridad, que hace imposible la ejecución de un proyecto con un solo voto en contra de cualquiera de los cuatro grandes. Y en ese mundo, en que Estados Unidos entra arma- do con la bomba atómica, dueño único del monopolio atómico, y con los pueblos de la tierra enfrentados a la experiencia de Hiroshima y Nagasaki, es decir, a la decisión norteamericana de usar el rayo atómico para imponer su política en el mundo, 86 Re: Albizu Campos Puerto Rico se encontraba en la posición más negativa de todas. Porque frente a esa realidad Estados Unidos se vio obligado por un rasgo, por una consecuencia peculiar de su política militar, a encaminar sus pasos hacia el reconocimiento, hacia la incor- poración de Hawaii y Alaska como estados de la unión nortea- mericana.

LA ANEXIÓN DE PUERTO RICO Yo tuve el privilegio de oír de labios de Albizu Campos, una tarde y una noche de diciembre de 1947 a su regreso a Puerto Rico, en que dialogamos a solas, durante nueve horas, empe- zando a las tres de la tarde y nos dio la noche y se nos olvidó prender la luz y seguimos hablando a oscuras, en la intensidad de nuestro diálogo, tuve yo el privilegio de oír de Albizu Cam- pos las siguientes palabras; me dijo: “Cuando Truman lanzó la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki, por un ricoché políti- co inevitable elevó el prejuicio racial a genocidio atómico. Y esa insensatez de haber lanzado atómicas en el Japón y a japone- ses, a una raza supuestamente inferior, en el criterio anglo-sa- jón, como lo son los japoneses, obliga por necesidad política a Estados Unidos a incorporar el Hawaii; y el Hawaii quiere decir igualmente Alaska, a la unión norteamericana como estado fe- derado.” Yo le pregunté inmediatamente, ¿quiere eso decir que Puerto Rico está en peligro de ser convertido en un estado de la unión de Estados Unidos? Me contestó: “No lo creo; pero será necesario demostrar al mundo que en Puerto Rico existe una nación viva, con derecho a la independencia, y con voluntad de expresar ese derecho, para salvar a nuestra Patria de una posi- ble anexión a Estados Unidos.” (Aplausos.) Ese es el sentido profundamente patriótico de la insurrec- ción de octubre de 1950. Es el acto de sacrificio deliberado, pre- meditado y resuelto en el secreto de una conciencia patriótica, de demostrar al mundo que Puerto Rico es una nación, una na- ción, viva, definida en la historia por su propia expresión como categoría histórica que se mueve en un tiempo determinado; nación que es, una sociedad de seres humanos, estabilizadora sobre su territorio determinado, históricamente desarrollada, 87 Juan Antonio Corretjer de relaciones económicas, de relaciones de psicología, de carác- ter y de cultura, expresadas en un lenguaje en común, como es Puerto Rico. Y para eso, Albizu cerró los ojos ante el dolor que le esperaba, que es conjuntamente con el suyo propio el sacrificio de sus amigos más queridos, para salvar a Puerto Rico de una posible disolución nacional en el seno federativo del imperialis- mo norteamericano. ¿Fracasó la insurrección de octubre de 1950? Siete años después Estados Unidos ingresaba el Hawaii como estado; ocho años después a Alaska. Pero con Puerto Rico, incapaz Estados Unidos, incapaz la mentalidad política americana de asimilar el hecho real, concreto, ineludible, del reconocimiento de la im- posible asimilación de Puerto Rico a la sociedad norteamerica- na, a la existencia en Puerto Rico de una densidad espiritual, de una concreción social, histórica, de una entidad distinta a su propio pueblo, distinta en territorio, distinta en el desarrollo de sus relaciones económicas, distinta en los rasgos de su carácter que lo hacen diferente no solamente a un norteamericano si aun hasta a los más allegados pueblos hispanoamericanos, dueño de una cultura hispanoamericana y de un idioma propio; en vez de respetar todo eso, recurre a la más vil y violenta sofocación del natural anhelo libertario que de todas esas realidades tiene obligatoriamente que surgir. E intenta no solamente aniquilar al Partido Nacionalista, cuya vanguardia, heroica y sacrificada y probada ha sido, sino destruir al independentismo en general: a unos por el fuego y la metralla, a otros por el presidio, a otros por la represión psicológica, a otros por la represión financiera, y a otros por el soborno y la compra y la intimidación; a pesar de todo su poder de represalia, de su poder militar, de su poder po- licíaco, tiene y no puede dar el paso que ellos hubieran querido dar, el paso que le dicta su sentido de omnipotencia, frenado por la realidad social, histórica de Puerto Rico, no da el paso hacia la estadidad y maniobra a través de líderes políticos de Puerto Rico a la creación de un fantasma jurídico ajeno al cuerpo cons- titucional norteamericano, ajeno a la tradición norteamericana, de crear lo que se llama un estado híbrido, el Estado Libre Aso- ciado, en que lo único que se hace por Puerto Rico es, afirmar que somos una entidad diferente a la de Estados Unidos, que 88 Re: Albizu Campos es verdad. Y para poder sostener esa posición falsa, falsa ante sus propias instituciones, falsa ante su propia conciencia, falsa ante la conciencia hispanoamericana, falsa ante la conciencia mundial, falsa ante la Organización de Estados Americanos, falsa ante las Naciones Unidas, recurre al soborno en masa y a la intimidación masiva. Y todo ese apogeo de millones, que no significa, como ha probado hasta la saciedad, el economista de la Liga Socialista, el compañero Ángel Blanco, en su lumi- noso trabajo sobre el desarrollo económico de Puerto Rico, que asombró los propios economistas coloniales de Puerto Rico, in- clusive a los independentistas, por su profundidad y su lucidez, es que ha logrado prolongar el coloniaje de Puerto Rico; con elecciones en que la mayoría del pueblo puertorriqueño vota sinceramente por el Partido Popular, creyendo que es el partido que representa la puertorriqueñidad. Que vota en un plebiscito a favor del Partido Popular, es decir del Estado Libre Asociado, creyendo sinceramente, en su desorientación, a la que colabo- ran todos los propagandistas políticos de Puerto Rico; todos los periodistas, todos los escritores, todos los artistas que no son independentistas; colaboran a esa confusión, le dan el voto de- cisivo y apabullante al Partido Popular y al Estado Libre Aso- ciado, porque sinceramente esa masa confundida cree que está votando por un grado de diferenciación nacional con Estados Unidos y en la realidad profunda de su espíritu, en la realidad que no se ve pero que está latente y visible tan pronto se le pone la lupa, de que están votando por un régimen de independen- cia. Y esas grandes masas son en lo hondo de su inconsciente, más allá en lo inconsciente decisivo, en la decisiva emoción de su espíritu, están votando por la independencia de Puerto Rico, están votando por la perennidad de la nación puertorriqueña, están votando por establecer y ratificar una diferencia nacio- nal, distinta, decisiva, imposible de ser superada, con la nación norteamericana. Y en esa última instancia que ningún soció- logo que no éste vendido al imperialismo sería capaz de negar, Puerto Rico sigue siendo una nación y las grandes masas de Puerto Rico votando en las urnas imperialistas para mantener esa nación viva, aunque en la realidad de los hechos jurídicos 89 Juan Antonio Corretjer con cada elección amarren más a Puerto Rico al imperialismo norteamericano. ¿Perdió?, ¿fue derrotada?, ¿o triunfó la insurrección nacio- nalista del 30 de octubre? La respuesta está en los hechos. La respuesta ideada por Albizu y ejecutada sacrificialmente sin ninguna esperanza de la toma revolucionaria del poder; sin ninguna posibilidad real de la toma revolucionaria del poder en aquella ocasión, a esa respuesta, a una nueva situación mun- dial que amenazaba, frente a la vanidad, a la posible pedante- ría norteamericana de intentar asimilar jurídicamente, inco- porar jurídicamente a Puerto Rico al globo vacío, al sistema de globos vacíos, jurídicamente hablando, de sus llamados estados, ¿triunfó o fracasó? No había la intención, porque no había el poder y aunque llamaran a Albizu loco, y aunque llamaran a los nacionalistas locos, uno no puede sino recordar aquella frase de Máximo Gómez, el libertador dominicano de Cuba, cuando decía, le decía a un periodista cubano en plena manigua de la guerra de independencia de Cuba: “¿No me diga vale, a mí me gusta esa gente brava y loca”: estaba hablando de Bolívar y de los libertadores hispanoamericanos. (Aplausos.) Loco es quien inconscientemente se aleja de la realidad, se es cuerdo y se es loco en la misma dimensión y en la misma proporción en que la mente propia pierde contacto con la realidad y entra en zo- nas de penumbra. Pero quienes se sacrifican, quienes dan la espalda a todas las conveniencias de su vida, a quienes rinden la flor de su vida frente a las balas enemigas, como lo hizo Car- los Irizarry en Jayuya, (y resumo en su nombre el sacrificio de todos los que cayeron frente a las balas enemigas), quien le da la espalda a todas las conveniencias personales, tenidas, como Blanca Canales; quien le da la espalda a la flor de la belleza y la juventud como Doris Torresola; quien le da la espalda a todo lo que es amable a los sentidos corporales, para salir en misio- nes de la que está seguro de no volver y no se compra pasaje de vuelta como hicieron Oscar Collazo y Griselio Torresola; ése, ésos no han perdido contacto con la realidad, han hecho contac- to de fuego con el enemigo, en la conciencia absoluta, de que el sacrificio de sus vidas será la vida de la Patria. (Aplausos.) 90 Re: Albizu Campos

VIOLENCIA O NO VIOLENCIA

Se puede estar de acuerdo con la violencia o se puede estar en desacuerdo con la violencia. Cuando Ghandi condenaba la violencia, uno podía creer en Ghandi. Cuando se decretó, cuan- do el imperio inglés decretó, que los campesinos de la provincia de Bengala en la India entregaran sus armas, Ghandi sabía el caudal de vida que iba a perder la provincia de Bengala y les ordenó en nombre de la no violencia a sus partidarios en Bengala que propagandizaran la entrega de las armas de los campesinos al gobierno inglés y se hizo entrega de las armas, y como consecuencia, las fieras de Bengala, ––el tigre más grande y más feroz conocido en el mundo, es el de Bengala–, las fieras de Bengala devoran 7,000 hijos de la India en el primer año de la entrega de armas. Y Ghandi hizo una peregrinación de día y de noche por los caminos de la India, desarmado, y con todos sus compañeros desarmados, para dar un ejemplo de sacrificio y de valor frente a su proyección y a su directiva de la entrega de armas. Uno puede creer en la sinceridad de Ghandi. Cuando San Francisco de Asís predica la bondad y la no violencia, y uno conoce la vida de San Francisco de Asís, uno puede creer en la sinceridad de su predicación de no violencia. Pero cuando quien predica la no violencia es Estados Unidos, los masacradores de todos nuestros pueblos, los estrujadores de su población negra, los asesinos de Hiroshima y Nagasaki, en donde se arrojó la bomba atómica sin ninguna necesidad militar, exclusivamente por motivos políticos de terrorismo internacional; cuando uno ha visto la interioridad de Atlanta, la interioridad de la Prin- cesa, la interioridad del Presidio Insular, cuando uno ha visto todo eso, uno no puede sino decirse: Y quiénes son ustedes, y quiénes son vuestros defensores, para hablar de condenación de la violencia de nadie. Cuando uno lee, cuando uno escucha en la tribuna y lee en los periódicos, la montaña de insultos lanzada contra Albizu antes y después de la insurrección el 50, y contra los nacionalistas. Ramón Medina Ramírez, murió, mi enemigo personal, pero era un patricio (Aplausos.), Julio San- tiago era un patriota, y los dos eran dos ancianos incapaces de 91 Juan Antonio Corretjer dejar que su boca oliera a alcohol; pues en uno de los juicios seguidos contra los nacionalistas en la Corte de Distrito de San Juan, los fiscales pusieron agentes a declarar, cómo habían en- contrado y visto en las calles de yo no sé qué pueblo de Puerto Rico a Ramón Medina Ramírez y a Julio de Santiago, abraza- dos, caminando borrachos por las calles de ese pueblo. Cuando uno ha oído y leído tratadas de prostitutas a Blanca Canales, a , a Carmín Pérez, y a todas las patricias de Puerto Rico. Cuando uno sabe que el insulto es una agresión más profunda y desdorosa que la agresión a tiros, porque quien nos agrede a tiros nos honra, suponiéndonos hombres bastante para contestarle, pero quien nos insulta, nos denigra y nos pone en el papel de que somos tan indignos que no merecemos más que el insulto. ¿Quién le ha dicho al pueblo de Puerto Rico, que el insulto, la agresión de la palabra no es también una agre- sión, una agresión moral más profunda que cualquier agresión física? ¿Quién habla de libertades civiles cuando se ha visto y están escritas en los archivos de las cortes de Puerto Rico, la vulneración, la degeneración de las instituciones civiles en Puerto Rico, de la libertad de palabra, usada exclusivamente y otorgada a los nacionalistas, a los comunistas, a los socialistas, a los independentistas en general, para tomar frases aisladas de sus discursos para luego presentarlas como evidencia en las cortes, para condenarlos a presidio por defender la independen- cia de su Patria? ¿Quién habla de la libertad de reunión, cuan- do se obstaculiza al máximo la movilización de los independen- tistas, y se toca las puertas de los hogares para que los padres no permitan la concurrencia de sus hijos, y se amenaza a los empleados públicos, y se cohorta toda la conciencia de un pue- blo y se arroja sobre ellos el baldón del soborno?, ¿dónde está la libertad de reunión? ¿Y la sagrada institución del jurado, de un jurado compuesto por ex policías, por ex empleados del go- bierno, por pensionistas del gobierno en su mayoría y casi en su totalidad, para condenar con la malvada apariencia jurídica de la libertad del juicio por jurado, a los mismos que han estado defendiendo con la independencia de Puerto Rico, el derecho ci- vil que encarna todos los derechos civiles de un pueblo? ¿Dónde está todo eso?, ¿quiénes son, los procónsules norteamericanos 92 Re: Albizu Campos en Puerto Rico? ¡Johnson!, el asesino diario de la población civil vietnamita, el asesino diario del pueblo dominicano, que hizo matar 3,500 dominicanos, 3,557 dominicanos en una semana, para garantizar los intereses comerciales de Estados Unidos en la República Dominicana, los que antes habían derrocado al primer presidente dominicano electo por el pueblo, el señor Bosch, y quiero decir con toda franqueza que si yo hubiera sido dominicano no hubiera votado por el señor Bosch, pero era el presidente electo, libremente electo por el pueblo dominicano en toda su historia y lo derrocan los norteamericanos para im- poner la oligarquía semicolonial que gobierna para usufructo de sus intereses. Y cuando el pueblo dominicano, viendo veda- do el camino de la elección para reestablecer jurídicamente su gobierno libre, recurre legítimamente a las armas para repo- ner en su presidencia al presidente derrocado; Estados Unidos lanza, con la excusa del anticomunismo, sus hordas de 47,000 soldados, sofoca la insurrección, y cuando se enfrenta al hecho militar de que la sublevación es general en la capital dominica- na y no pueden penetrar sus tropas, entonces lanza la consigna de la guerra, la consigna de la apertura de un corredor militar, concentra su fuego de artillería, y abre un corredor, con la con- secuencia, de que en una semana mata 3,557 dominicanos, y sobre el hueco en las paredes de las casas y en las calles domi- nicanas y sobre los cadáveres de 3,557 dominicanos pasan sus hordas salvajes, a romper la voluntad de resistencia domini- cana, a aislar militarmente la capital para que la insurrección no se expanda hacia los campos y ahí tienen el resultado: otro títere dominicano designado por ellos y otro títere dominicano aparentemente electo por su pueblo en la presidencia de Santo Domingo. No, amigos, no nos manden a Johnson, ni a los mili- tares del Pentágono, ni a los congresistas norteamericanos que convalidan toda esa política de los dos partidos, el Demócrata y el Republicano; no nos manden a sus acólitos en Puerto Rico, los señores Muñoz Marín y Ferré y compañía. No nos manden al Cardenal Spellman, ese politicastro sin escrúpulos, vestido con la orla cardenalicia de la Iglesia. Sáquense de las propias entrañas de su pueblo un apóstol. Tomen buena nota de lo que dije de Spellman que es bueno para mandarlo a la prensa ene- 93 Juan Antonio Corretjer miga nuestra. Sáquense de las entrañas un apóstol. El mejor deseo que podemos tener para el pueblo norteamericano, para nuestro propio beneficio, es que de sus entrañas de pueblo surja un apóstol. Un hombre, si se quiere, imantado por el sermón de la Montaña, un cristiano verdadero, que cuando le den en un cachete ponga el otro. Un hombre capaz de resumir toda la vida espiritual norteamericana, que la tiene y la tiene intensamen- te. Un apóstol capaz de emancipar verdaderamente a la raza negra en Estados Unidos, y por lo tanto, con autoridad moral para hablarnos a nosotros los extranjeros, de Puerto Rico y del resto del mundo del deseo de la paz y del deseo de no violencia y de la condenación de la violencia hecha por Estados Unidos. Pero mientras ustedes señores norteamericanos hablen por la boca de sus cañones, con la bomba atómica levantada en la mano derecha, con las bayonetas caladas, y la rodilla en tierra para el asalto de la infantería de marina, mientras estén adies- trando tropas en Panamá para romper la voluntad de liber- tad de los pueblos hispanoamericanos, y hacer en cada uno de nuestros pueblos lo que hicieron en Santo Domingo; mientras ustedes aquí, no tengan mentalidad política para interpretar lo que es la sinceridad recóndita, puertorriqueña, emancipadora e independentista, que en lo inconsciente se rebela en las masas electorales de Puerto Rico, mientras ustedes señores, se niegan a reconocer un derecho, los pueblos del mundo —y Puerto Rico no es menos pueblo que ningún pueblo del mundo—, y las na- ciones del mundo, —y Puerto Rico no es menos nación que nin- guna otra nación del mundo—, conservaremos para nosotros, como un legado sagrado de las generaciones pasadas en Puerto Rico y en el mundo entero, el derecho sagrado a la protesta por la revolución. Buenas Noches. (Aplausos.)

(Discurso en Jayuya, el 30 de octubre de 1967.)

94 Re: Albizu Campos

ALBIZU CAMPOS Y LAS HUELGAS EN LOS AÑOS 30

Presentación Palabras de la Dra. Isabel Gutiérrez del Arroyo, Presidenta de la Sección de Historia, el 11 de septiembre de 1969, en oca- sión de esta conferencia: Sr. Presidente y Directores del Ateneo, Señores Socios y Amigos de esta Casa: Corresponde al Ateneo como esencial responsabilidad pro- piamente como razón de ser de su existencia, la preservación, exaltación y divulgación de nuestros más preciados valores. Esta noche cumple esa función honrando la egregia figura de Pedro Albizu Campos, sublimación heroica de la puertorrique- ñidad. Decir Pedro Albizu Campos es decir Puerto Rico, es decir Patria en su dimensión gloriosa y trascendente. Es la entrega heroica por amor, la entrega generosa por el dolor de la infa- mante esclavitud. Pedro Albizu, como todos los mártires, dio testimonio de este amor y este dolor con su propia inmolación. Por segunda vez esta sección de Historia bajo mi dirección invita en la celebración del natalicio del Maestro, a don Juan Antonio Corretjer a ocupar esta tribuna, considerando que con- serva él como actor de la gesta nacionalista de la década del 30, información de primera mano que es deber suyo salvar para la posteridad, en cuyo cumplimiento debemos todos empeñarnos. Corretjer conoció como actor la intervención nacionalista en los sucesos huelgarios del 30 y puede como pocos darnos testimonio de aquellos hechos. Corretjer, patriota y poeta, no necesita presentación. Aprove- cho, sin embargo, la ocasión que me brinda su presencia esta no- che en nuestra Casa, para hacer a ustedes partícipes del senti- miento de aprecio extraordinario que le merecía él a Don Pedro Albizu Campos. Por no sé qué raro impulso de urgencia anticipo esta noche lo que guardaba esperando un medio testimonial me- nos perecedero. 95 Juan Antonio Corretjer Fue algún día en enero de 1948 cuando mi hermana Car- men y yo visitábamos a Don Pedro en el Hotel Normandie, y a propósito de la mención de Corretjer, hizo la siguiente declara- ción que he guardado celosamente, porque no cabía en Albizu ni la irreflexión en el decir ni el comentario laudatorio frívolo. Dijo así: “Si a Juan Antonio le diese ahora por ser traidor, aun así, el pueblo de Puerto Rico, puesto de rodillas, no tendría con qué pagarle su sacrificio. Joven, buen mozo, buen poeta, todo lo sa- crificó. En Atlanta le torturaron más que a mí porque no pensa- ban que sobreviviese yo aquel presidio y veían en él mi posible sucesor. Hoy su marxismo lo ha apartado de nuestro partido y en eso los nacionalistas son muy intransigentes.” Este hermoso testimonio no sólo da fe de los altos mereci- mientos de Corretjer sino de la propia grandeza de Albizu. ¿Pue- de acaso concebirse presentación más honrosa? Isabel Gutiérrez del Arroyo.

Albizu Campos y las huelgas en los años 30 -por Juan Antonio Corretjer Intentamos esta noche presentar a Pedro Albizu Campos como generador verdadero, y dirigente, recatado o público de una serie de movimientos huelgarios ocurridos entre 1930 y 1940, cuya síntesis final fue la organización de la más grande central sindical en la historia de Puerto Rico. Algunas aclara- ciones de carácter general son precisamente indispensables.

******** Los años de esa década presencian en Puerto Rico el más alto auge del independentismo como movimiento masivo. Para que tal hecho ocurra algunos factores específicos capaces de producirlo obligatoriamente tuvieron que coincidir. Podemos fácilmente señalarlos: (1) una crisis económica mundial radi- caliza las masas, aviva los sentimientos patrióticos de la clase media; (2) aparece un líder capaz de orientar, hacia el indepen- dentismo, esa radicalización masiva; (3) la idea de la indepen- 96 Re: Albizu Campos dencia comienza a penetrar la masa obrera y campesina. La huelga es un hecho cultural. No se da antes que el ca- pitalismo industrial produzca por contradictoria necesidad el elemento mismo que habrá de ponerlo en la tumba: el proleta- riado. Es, por lo tanto, la huelga, fenómeno cultural, particular y profundo de la cultura de nuestro tiempo. La profundidad de la huelga como fenómeno cultural que- da probada cuando vemos que su utilidad como instrumento de lucha libertaria trasciende de la clase que la origina para convertirse en palanca capaz de mover toda la sociedad. Esto es así puesto que, como señaló Marx, la obrera es la clase auténti- camente revolucionaria y es característica peculiar suya salvar a toda la sociedad al salvarse ella misma. En estas notas, presentaremos a Albizu Campos esgri- miendo la huelga en un ámbito que cubre toda la extensión de nuestra cultura, desde la particularidad de un movimiento estudiantil hasta concebir la huelga como elemento estratégico en la técnica del golpe de estado. En una colonia, la huelga se convierte en el vínculo diná- mico entre el movimiento independentista y el movimiento obrero. A su vez, el movimiento sindical entra en auge en la medida en que es fuerte el movimiento independentista; y este último prospera o falla en relación directa con la intensidad y honestidad de sus relaciones con la clase obrera. Esta es verdad probada en la historia de todas las colonias en el siglo XX. No ha sido menos verdad en Puerto Rico. El auge de la Federa- ción Libre de Trabajadores corresponde al auge del indepen- dentismo dieguista. El corto circuito yankófilo que corrompe al Partido Socialista, y la traición de la burguesía puertorriqueña evitan la conjunción positiva de ambas fuerzas. Y el auge na- cionalista en los años 30 corresponde la sucesión progresiva de unos movimientos huelgarios que culminan en la organización y auge de la gloriosa Confederación General de Trabajadores, CGT. Mientras que al auge colonialista que represento el Parti- do Popular lo acompaña miserablemente la desintegración del movimiento obrero. Si la huelga es un hecho cultural no es menos cierto que pertenece, legítimamente, a la cultura política de nuestro tiem- 97 Juan Antonio Corretjer po. Política es economía concentrada. “La política es la más di- fícil de las ciencias —decía Albizu Campos— porque se funda en la economía y se realiza con seres humanos.” Por lo tanto, en cierta medida, la huelga es siempre política, puesto que afecta, en grado correspondiente, a la economía, base de la política. Una huelga limitada, a escala de factoría o de hacienda, afecta la economía en el grado en que esa factoría, esa hacienda, tiene importancia en la economía de un país. Una huelga industrial —es decir, que cubre un sector completo de la economía, como, digamos, la industria azucarera— afecta a la economía en el grado que esa industria representa como renglón particular, a la economía. Una huelga general —es decir, que paraliza la ma- yor parte o la totalidad de la producción de un país— no hay que decir que es política pues lo es hasta el punto que huelga general que no se convierte en huelga revolucionaria, es huelga perdida. Tal carácter de la huelga hace obligatorio que, no importa a la escala de su realización, el movimiento necesita una estrate- gia. Steuben, en su obra La Estrategia Huelgaria, (Capítulo 4, pág. 63) dice al efecto: “Una huelga es una batalla —frecuentemente de amplias proporciones— entre dos contrarias fuerzas sociales. ¿Es posi- ble aplicar, a tal batalla entre fuerzas sociales, básicas ideas de estrategia militar—, ofensiva; importancia de la moral; sorpre- sa; disciplina; movilización de las reservas; ventaja de la inicia- tiva? ¿Son posibles huelguistas a la defensiva? ¿Se puede soste- ner una huelga de larga duración sin una alta moral? ¿Pueden los líderes huelguistas desdeñar la necesidad de una estricta disciplina? ¿Puede concebirse que una huelga difícil pueda ga- narse sin que se movilicen las reservas obreras? ¡¡Claro que no!!” (Fin de la cita.) La profundidad de la huelga como movimiento estratégico a escala nacional se produce, en una colonia, según profundiza la lucha por la independencia, a la vez que el independentismo se hace poderoso al grado en que se vincula a las masas obreras y campesinas. De la coalescencia de estas fuerzas debe surgir una huelga general revolucionaria que independice al país. Las posibilidades para la realización de tal conjunción de 98 Re: Albizu Campos fuerzas dependen de muchos factores. Esta noche nos limita- remos a señalar algunos acerca del carácter del movimiento sindical en Puerto Rico que Albizu Campos tuvo que encarar: (1) está vinculado a la Federación Americana del Trabajo, orga- nización social-imperialista yanki, y al Partido Socialista Puer- torriqueño, dirigido por Santiago Iglesias Pantín, padre de la consigna de “unión permanente” entre Puerto Rico y Estados Unidos. Era, a su vez, Iglesias, alto funcionario de la Federa- ción Americana del Trabajo y su representante en Puerto Rico. (2) A la deformación ideológica que esas relaciones conllevaban es necesario añadir otra: su organización era muy limitada y la mutilaba el hecho, casi inverosímil, dado el grado de activi- dad huelgaria en los cañaverales, de que los trabajadores de la industria básica del país, la azucarera, no tenían organiza- ción alguna. (3) Se trataba de un movimiento obrero de carác- ter economista. Quiere esto decir que su lucha se circunscribía exclusivamente a la legítima gestión de mejores salarios para los trabajadores. (4) El brazo político de la Federación Libre de Trabajadores, el Partido Socialista, estaba aliado con el Partido Unión Republicana, partido de los sectores de la burguesía más entregados al imperialismo. Juntos, constituían la Coalición Repúblico Socialista, a través de la cual el imperialismo dirigía las funciones públicas coloniales. Entre 1932 y 1939 se dan en Puerto Rico ciertos movimien- tos huelgarios, importantes de por sí, pero cuya suma los con- vierten en un movimiento consecutivo de importancia mucho mayor. Por la versatilidad de su localización social y la ampli- tud de sus miras prueban al máximo el carácter de la huelga como fenómeno cultural. En ellos se da la dinámica general de la cultura de Puerto Rico frente al impulso agresor de Estados Unidos. Estos movimientos son: (1) Una huelga universitaria. (2) Tres huelgas de carácter popular: la huelga contra el precio de la gasolina y la huelga contra el alto precio del pan y la baja calidad de la harina de trigo. (3) Una huelga industrial: la de los trabajadores de factoría y campo en la industria azucarera. (4) Dos huelgas políticas: la huelga contra la ejecución de las hipotecas sobre fincas agrícolas por el Federal Land Bank of 99 Juan Antonio Corretjer Baltimore y la huelga de votos, es decir, el retraimiento electo- ral. Esta última, como merece estudios especiales en la vida po- lítica de Albizu Campos, queda fuera de estas notas. La riqueza tan variada de expresión social de estos movimientos subrayan su hondo significado patriótico. La sensitiva respuesta en la Universidad colonial de Río Piedras (no había otra, entonces) al inicio del liderato de Albi- zu Campos fue inmediata. El estudiantado respondió pronta- mente; pero la simpatía profesoral se manifestó también con prestancia. La densidad de la concurrencia universitaria a los actos del Partido Nacionalista en San Juan, Santurce y Río Pie- dras, era claro indicio de en donde estaban las simpatías y ha- cia adonde indicaba la orientación política de los universitarios. Dos años antes, un libro había llamado poderosamente la atención del claustro y campus hacia la personalidad de Albizu Campos: Indología, de José Vasconcelos. Era la hora en que el prestigio del filósofo mexicano recorría triunfalmente las cum- bres del aprecio intelectual latinoamericano. En este libro se había hecho tan elevada referencia a Pedro Albizu Campos, —a su inteligencia, su cultura, su probidad— que era envuelto en ese rumbo de alcurnia intelectual y moral que resonaba en Río Piedras su nombre. Mientras la obra de Vasconcelos esperanzaba la búsque- da ansiosa de la juventud universitaria, la persona de Albizu Campos llegaba ahora, vuelto de las lejanas tierras del Perú, como para dar testimonio de la tesis vasconcelista y reafirmar la esperanza que el ausente había sembrado en él desde la lon- tananza. El sentimiento independentista del estudiantado era tradi- cional. Vasconcelos mismo lo había alentado durante su visita a Puerto Rico en 1926. Pero habría una diferencia. A partir de 1930 y de Albizu Campos, el movimiento universitario ya no sería más una luz intermitente. Se aglomeraría en los mítines nacionalistas. Diría presente en las directivas de las más de las Juntas Nacionalistas. Organizaría conferencias para Albizu Campos dentro de la Universidad. Y una noche inolvidable, en el Hotel Palace, reuniría para rendirle un homenaje que era todo un reto de la inteligencia juvenil al establecimiento colo- 100 Re: Albizu Campos nial, al educador Don Gerardo Sellés Solá y a Albizu Campos. Miguel Fleta, de paso por Puerto Rico, hace un hueco en sus compromisos profesionales para, con el hijo de oro de su voz cantarnos La Borinqueña. Pero de más importancia es que, al calor de ese entusiasmo, y a programación albizuista, se funda la Federación Nacional de Estudiantes. Correspondería a esta hija estudiantil del li- derato albizuista romper en punta el aislamiento colonial del estudiantado puertorriqueño; por primera vez concurría éste, a un congreso internacional: el celebrado en 1934 en San José de Costa Rica, representada por el entonces estudiante de dere- cho Francisco Pagán Rodríguez. El triunfo puertorriqueño en el Primer Congreso Latinoamericano de estudiantes haría época. Y la Federación Nacional de Estudiantes jugaría muy pronto papel estelar cuando el nacionalismo pasa de la defensiva al contra-ataque: las puertas de la universidad serán regadas de cadáveres. Y un miembro de la Federación, estudiante de la Es- cuela Superior Central, —Julio Héctor Velázquez Mercado,— purgará durante seis años de prisión en Atlanta, la consagra- ción de su juventud a la independencia de Puerto Rico. Correspondería también a la Federación Nacional de Es- tudiantes protagonizar la primera huelga universitaria en la historia de Puerto Rico. Sería Carlos Chardón, Canciller de la Universidad, quien diera los primeros pasos para la organiza- ción sistematizada de la persecución anti-independentista en la Universidad. Su objetivo: la Federación. Y como la Federación, forjada en el código de hierro de Albizu, no cediera, el despotis- mo administrativo tuvo que ser contestado con una huelga. En ella se vieron envueltos sectores bastantes amplios del estu- diantado; y a no haber sido por la división independentista, ya introducida por Muñoz Marín y su Partido Liberal en el cam- pus universitario (Chardón era liberal) el movimiento habría sido más amplio. La huelga no acaba hasta iniciar el desfile de expulsiones. En la huelga se han visto envueltos, entre otros, Carlos Santana Becerra, Gilberto Concepción de Gracia, Luis Venegas Cortés, Filiberto Vázquez López, Julio Pinto Gandía. Vázquez López es expulsado. Y un joven profesor —José Láza- ro— renuncia en solidaridad con el expulso. 101 Juan Antonio Corretjer La huelga ha terminado. Pero la administración no ha lo- grado su objetivo. La Federación ha ganado en prestigio, en militancia e influencia. El propósito más profundo de la admi- nistración —sacar de la Universidad la rectoría extra-mural de Albizu Campos, ha fracasado. A partir de entonces, la presencia de Albizu se hará sentir en la Universidad de una manera más fiel a su persona y al papel de su personalidad en la historia. Pasó para siempre la hora de la tolerancia. Y en torno a su nom- bre se desatará una tormenta que nunca ha cesado.

******** Vamos a pasar a una página casi desconocida de la historia de Puerto Rico. El 1931 marca el grado de mayor profundidad en la cri- sis cíclica del capitalismo yanki. Ruina y desolación recorren el mundo. Es en este año, no obstante, que la Casa Morgan suma sus ganancias en más de mil millones de dólares. Cito hecho y cifra para llamar la atención a un fenómeno común en una ley inexorable del capitalismo: su tendencia a la concentración. Esta ley remata el proceso de desarrollo capitalista llevándolo a la etapa de los monopolios, grado mayor posible de su poderío y punto inevitable de su decadencia. El capital monopolista ya no puede ser otra cosa más que monopolista. Podrá expandirse pero no crecer, no desarrollarse. Con el ejemplo de la Casa Morgan en medio de la catástrofe universal de la depresión señalo especialmente otra caracte- rística del capitalismo: los grandes defensores de la propiedad privada se dedican a destruir propiedad privada. ¿Cómo? Pues con la única explicación que tienen las pingües ganancias de la Casa Morgan el 1931: embargando y absorbiendo a capitalistas más pequeños. El embargo se convierte en una palabra clave entre 1931 y 1935 en este Puerto Rico de nuestros amores. El centro de la actividad del embargo es el Federal Land Bank of Baltimore. Sus víctimas, los agricultores medianos. Eran aquellas famosas hipotecas a 20 años plazo con las que los agricultores, espe- cialmente los de la zona cafetalera, habían querido sortear sus crecientes dificultades. Cuando tuvimos en nuestras manos va- 102 Re: Albizu Campos rias de aquellas hipotecas encontramos un dato sorprendente. El representante vitalicio del Federal Land Bank of Baltimore en Puerto Rico había sido, hasta la hora de su muerte, el doctor José Celso Barbosa. Es en ese momento en que el anti-barbosa puertorrique- ño entra en acción. A la incesante labor tribunicia de Albizu Campos se añaden dos nuevos renglones. Semana por semana, Albizu Campos levanta su tribuna. Y aquella personificación histórica del huracán (“¡Yo vengo de la tierra, yo vengo del hu- racán!”, —diría el 19 noviembre de 1935 en el hoy Teatro Tapia) desata su ira implacable de fiscal de la patria contra todo lo malo, pero, ahora especialmente, contra los embargos. Dos son los consejos que Albizu da a su pueblo: ¡Huelga contributiva! ¡Resistencia a los embargos! Entre los pueblos del interior en los cuales el Nacionalismo era fuerte, Utuado fue su más alto baluarte. Prácticamente to- dos los miembros de las directivas, tanto de la Junta Municipal como de las Sub-Juntas (organizaciones de base en los barrios rurales o urbanos, en Utuado rurales) eran dueños de fincas. Algunos, como los hermanos Ginard y como Pepito Lafontaine, eran dueños de grandes fincas de café. Eran hacendados. Lafontaine, particularmente, era hombre de hondo arraigo entre los campesinos. Pequeño de cuerpo, cetrino, fuerte y del- gado como un alambre, magnífico jinete; gran tirador; anfitrión espléndido; de voz pausada y ademán suave, Pepito Lafontaine tenía fama de ser uno de los hombres más valientes y audaces de una comarca en la que hombres muy machos siempre abun- daron. Lafontaine era respetado entre todos y contaba con el más alto aprecio y confianza de Albizu. Tomó muy en serio las directivas dadas por Albizu desde la tribuna y se hizo su constante y eficaz propagandista. Por los caminos rurales de Utuado y pueblos limítrofes varios co- lectores de rentas internas fueron gratuitamente obsequiados con tremendas palizas. Y dos agentes del Federal Land Bank of Baltimore, turistas de aquellas montañas fueron gentilmente hospedados en hospitales de Arecibo. Turistas y paseantes desaparecieron como por encanta- miento, no solamente de las agrestes montañas utuadeñas, si 103 Juan Antonio Corretjer que también, en cierto grado, de las otras hermosas montañas donde crece el café. Ciertas medidas fueron rápidamente toma- das por el Gobierno y, en gran parte gracias a la dirigencia al- bizuista y a la actividad de Lafontaine, cientos de agricultores salvaron sus fincas. Una tarde, al anochecer, Pepito Lafontaine fue apuñalado a traición por un peón de su confianza. Cargado en hamaca por los fragosos caminos de sus montañas, en automóvil luego, falleció horas más tarde, estrellándose contra la adversidad los esfuerzos por salvarlo del Doctor Francisco M. Susoni y la san- gre que de brazo a brazo le dieron fraternalmente el estudiante arecibeño Francisco Hernández Vargas y el agricultor cialeño Juan Ortiz Pérez. El asesino de Pepito Lafontaine no tuvo larga vida. Albizu puso mucho de su corazón en el movimiento que inspiró y Lafontaine inició en las montañas utuadeñas. Mucho también tiene que haber resentido su fin abrupto y trágico. La intención del movimiento era clara: consolidar una acción cam- pesina con posibilidades de transformación en un movimiento insurreccional en un tiempo dado. El momento en que se produ- jo era también de particular sentido para Albizu. En La Prin- cesa, en Atlanta, el oímos decir muchas veces que 1932 había sido el año más propicio para una insurrección victoriosa en Puerto Rico. Los hermanos Noya (José y Rufo) fueron, hasta la hora en que murió el último, y hasta el último momento de su vida, el primero, hombres de la mayor confianza de Albizu Campos. Pepe Noya militó y hasta donde se lo permiten sus muchos años, milita en el Partido Nacionalista. Rufo nunca perteneció al Partido. Estuvo, no obstante, tan dentro de la intimidad de Albizu Campos como no hubo media docena de hombres. Pepe Noya era dueño de un garaje en Río Piedras. Cierto día, tres nacionalistas visitaron a Pepe Noya para proponerle organizar una sociedad secreta dentro del Partido, llevar a cabo acciones terroristas. Pepe le aconsejó desistir. Tal tipo de orga- nización no era afín con el Partido; y Albizu siempre se opuso a ello. Tales proyectos, no importa la buena fe de sus iniciadores, siempre llevan en ciernes lo que nosotros, marxistas, llamamos 104 Re: Albizu Campos faccionalismo. Pepe Noya, aunque las personas que le visitaron merecían toda su confianza se sintió llamado a advertirles que consultaría el proyecto con Albizu. Días después, Albizu hablando con Rufo Noya, le confió bro- meando la conversación que había tenido con su hermano. Rufo tuvo una de sus típicas salidas: “Lo primero que tendrían que hacer es pegarle fuego a las gasolineras, empezando por la de mi hermano”. Albizu rió a mandíbula batiente, como era su costumbre cuando algo le caía en gracia. Pero conocedor del entrañable ca- riño que los hermanos se profesaban y que Rufo, el menor, veía en Pepe casi a su padre, enseriándose súbitamente preguntó él por qué la broma. Rufo le contestó que Pepe pensaba lo mismo, pues el alza creciente en el precio de la gasolina era un escán- dalo. (Recuérdese que Albizu nunca tuvo automóvil propio.) Ese fue el comienzo desconocido de lo que habría de ser uno de los movimientos de huelga popular más amplios, profundos y exitosos de nuestra historia. Días después de aquella casual conversación, nacionalistas en todas las poblaciones, y en todos los automóviles de servicio público, condenábamos a viva voz el abuso de las compañías pe- troleras. ¡Era cierto! Dueños de automóviles privados y chófe- res de autos y guaguas de servicio público, ¡todos! sin excepción, respondían afirmativamente a la protesta. Esa misma semana Albizu hablaba. Su discurso era tras- mitido por la radio. Su denuncia contra los monstruosos mo- nopolios del petróleo abarcaba desde la grosera explotación de Puerto Rico con los precios de la gasolina hasta su penetración a escala mundial. Pero, ¡claro! Su arenga iba principalmente dirigida a darle ignición a la protesta masiva en Puerto Rico. Pocos días después Albizu repetía su discurso. La huelga estaba en pie. Puerto Rico prácticamente pa- ralizado. El alcalde de San Juan, Don Jesús Benítez Castaño, predicando con el ejemplo, recorría a caballo el trecho entre su residencia en Santurce y su oficina en el viejo Ayuntamiento. El movimiento huelgario sacudía el monopolio.

105 Juan Antonio Corretjer ******** El proyecto de huelga contra el alto precio de gasolina ha- bía tocado, desde el primer momento, algo muy hondo en la fi- bra mental de Albizu Campos. Eso —el escandaloso precio de la gasolina— era para él parte secundaria de la explotación a que los monopolios gasolineros sometían a Puerto Rico. El proble- ma, para él, era aun más serio. Cortarle el paso al futuro cosa de mayor importancia. Tenía Albizu una visión muy diferente sobre el complejo de la transportación masiva de los puertorri- queños. Albizu creyó que en Puerto Rico, país de pequeña área cul- tivable sin grandes yacimientos petrolíferos, la construcción de una inmensa red de carreteras para vehículos de motor, era una insensatez. Creyó que a Puerto Rico se le debía dotar de una potencia hidroeléctrica suficiente para mover por lo menos un ferrocarril de doble vía que, partiendo de San Juan diera la vuelta a la Isla y, siguiendo en general la línea de la costa sirviera a las principales ciudades. Quiso que no menos de dos, quizás tres ferrocarriles, cruzaran el país de norte a sur. Y que una eficiente red de tranvías uniera entre sí los pequeños pue- blos no servidos por dichos ferrocarriles. La lucha contra el alto precio de la gasolina fue para Albizu Campos algo más que circunstancial.

******** En estos ferrocarriles de la ideación albizuista llegamos, pasajeros felices, a otro renglón de las preocupaciones patrió- ticas del líder: la salud de su pueblo. Para Albizu, la concen- tración de la población en los llanos costeros era un absurdo. Y si pensaba en términos de medios de transportación masiva era porque en su pensamiento, ello, claro está, iba acompañado de una nueva concepción demográfica de Puerto Rico. Pensar en Puerto Rico independiente es preparar, de antemano, pan y hogar para una población cuyo ritmo de crecimiento estamos en la obligación de anticipar. Para ello Malthus no sirve; sirve Carlos Marx. Perdonen. Vuelvo a Albizu, para quien, su preocupación por el futuro puertorriqueño incluyó su juicio de que la concentra- 106 Re: Albizu Campos ción de la población en la costa no era saludable. Cruzando las vegas de Cayey, cubiertas por una fría niebla de madrugada en 1935, me decía —“¡Aquí sí! ¡Aquí si es un gran sitio para una gran ciudad!” De modo que era su pensamiento que el grueso de la población debía residir a no menos de los mil pies sobre el nivel del mar y disponer de medios propios de transportación para bajar a trabajar a la costa y regresar el mismo día a sus hogares. Todas esas cosas estaban en la mente de Pedro Albizu Campos cuando surgió un gran movimiento de protesta contra un alza en el precio del pan. José Enamorado Cuesta había he- cho, si la memoria no me es infiel, enEl Intransigente, –perió- dico nacionalista que en Ponce fundó y publicó durante muchos años Don Eduardo G. Ramú–, una campaña contra el precio del pan que ya, como estaba, era caro. En un discurso en Ponce, Al- bizu sumó a la protesta contra el precio del pan la de la pésima calidad de la harina de trigo traída a Puerto Rico. Enamorado era toda una autoridad en la materia pues tenía, en compañía del mallorquín Miguel Coll, una oficina de comisionista de ví- veres en la calle León, casi esquina Isabel. Enamorado había dado a Albizu muchos datos sobre la harina de trigo. Y había comenzado ya su propia campaña al efecto, cosa que lo puso casi prácticamente en la calle, pues la venta de harina de trigo representaba gran parte de su modesto ingreso. Denunciando públicamente su pésima calidad naturalmente que no habría de conservar las representaciones de muchas casas comerciales vendedoras de harina de trigo. Albizu llevó a cabo una serie de actos públicos en los que dedicó gran parte de su discurso al tema; planteándolo siempre con gran altura, como parte de la salud del pueblo y fustigando a todo látigo a los monopolios yankis y a los importadores colo- niales. El boicot contra el pan muy efectivo. El precio se mantu- vo más o menos estable. Y las harinas mejoraron. En enero, 1934, un brote huelgario en la Central Fajardo se convirtió, de la noche a la mañana, en uno de los hechos más significativos de la lucha de clases en Puerto Rico. Un acto singular, repleto de contenido histórico, transformó lo que de otro modo habría sido una huelga más en la zona geo-social de 107 Juan Antonio Corretjer mayor sensibilidad proletaria en el Puerto Rico de entonces. Una noche, la humilde casita de madera —número dos de la calle cuatro— en Río Piedras, hogar de Albizu Campos, se vio inesperadamente visitada por un grupo de macheteros de los cañaverales de Fajardo. Era una comisión. Los acompañaba un prominente líder nacionalista de Fajardo: Jesús Siaca Pacheco. Actuaba de portavoz suyo uno de los mismos macheteros. Su nombre era Pablo Montes. Solicitaba que Albizu Campos diri- giera la huelga. Albizu aceptó. Por primera y única vez en la historia de Puerto Rico una huelga de trabajadores era públicamente dirigida por el máxi- mo dirigente del independentismo. La invitación a Albizu llega- ba después que los trabajadores de Fajardo habían rechazado la dirigencia que la Federación Libre de Trabajadores, acostum- brada a aprovecharse de todos los movimientos espontáneos de los trabajadores del cañaveral, había querido asumir. La llegada de Albizu a Fajardo fue una conmoción. La no- ticia, rápidamente trasmitida a todo el país, sacudió la opinión pública. Al conocerla, todo oriente, desde Carolina a Fajardo, entraba en huelga. A la mañana siguiente, los trabajadores plantearon la necesidad de alzar a los trabajadores de Ceiba en donde el alcalde socialista Lauro Piñero luchaba por rete- ner bajo su égida a los trabajadores y en donde la hacendada familia Fuentefría frenaba la acción huelgaria. ¡Nunca olvidaré aquella escena! Albizu sereno, quieto en medio del continuo en- trar y salir de los trabajadores, afeitado y bien peinado, vestido con su eterno—eterno dos veces, pues siempre fue su usanza así vestir, además, porque no tenía otro— terno de pantalón, saco y chaleco; sus manos reposantes sobre el puño de plata de Ayacucho de su bastón de ébano —regalo peruano de su suegro el coronel Meneses— clavado en el piso entre sus piernas: bajo el chaleco, el pequeño bulto del revólver. Y alrededor suyo el bullicio desaliñado y sudoroso de los trabajadores de su pueblo. Varios proyectos se sumaban precipitadamente los unos a los otros hasta que Pablo Montes tuvo una idea. ¿Por qué no vamos todos? Albizu se puso de pie. “¡Y era tiempo!”,—dijo. “¡Vamos aho- ra mismo!” 108 Re: Albizu Campos Los dirigentes obreros lo rodearon y nosotros —conmigo estaban Agustín Pizarro, Juan Ortiz y uno de los guares San Miguel, no recuerdo cuál de ellos— apenas podíamos mante- nernos cerca. Según cruzábamos el pueblo más trabajadores se unían a la marcha. ¡Y ya en plena carretera el líder era se- guido por centenares de macheteros que, centelleantes bajo el sol, eran como la estela de un meteoro que cruzaba, radiante y único, la historia de la lucha de clases en Puerto Rico! ¡Lástima que ese hombre no fuese comunista! Entramos a Ceiba acompañados de los trabajadores de la colonia Fuentefría, ya alzados. Pasamos frente a la residencia de sus dueños, cerrada y silenciosa. Juan Meléndez, Presidente de la Junta Nacionalista de Ceiba, había organizado un mítin en la Plaza, ignorando los designios del alcalde, resuelto, como se nos había dicho, a no permitirlo. Se nos había informado que éste había jurado que Albizu no entraría vivo a Ceiba. ¡Pobre! ¡Jamás supo que durante quince minutos su vida estuvo tan segura como la de un hombre de hoy que tuviera su cabeza en la mira telescópica de un Winchester 30-30! Juzgando por las apariencias parecía que la amenaza po- dría intentar realizarse. ¡El mítin, sin embargo, se dio, sin que ocurriera la más mínima alteración de la paz! Y se dio con la población de Ceiba en la Calle. ¡Ceiba era pueblo acostumbrado a las grandes solidaridades proletarias!

******** La llama huelgaria se había extendido por todo Puerto Rico. Mientras Albizu, a la cabeza de los macheteros de Fajardo, marchaba hacia Ceiba, los trabajadores de Guánica y Aguirre se alzaban, y la Junta Nacionalista de Guayama requería, a nombre de los Comités Huelgarios, la presencia del líder. Sabemos lo que significa la huelga extendida a Guánica y Aguirre. Guánica —la South Puerto Rico Sugar Co.— hasta hace pocos años, molía, ella sola, más del cuatro por ciento de toda la caña cortada en Puerto Rico. Igual que Aguirre, igual que la Fajardo, era propiedad de un gran consorcio yanki. Con éstas en huelga, más las centrales de la Eastern Associates, el grueso de las corporaciones azucareras, base de la economía 109 Juan Antonio Corretjer imperialista, latifundista, ausentista, estaba paralizada. Los analistas del imperialismo hicieron prontamente el examen de la situación. Prolongar la huelga era extender a Al- bizu Campos un permiso para consolidar su liderato en un sec- tor de la clase trabajadora en la industria básica del país, que, por sí misma, constituía un enlace (fase de factoría y fase de campo) entre los trabajadores del campo y de los pueblos. Para el imperialismo, tanto en sus intereses económicos localizados en Puerto Rico, como para sus intereses en el Caribe, transar la huelga era una ganancia neta. En mi ensayo Albizu Campos y La Masacre de Ponce, escri- bí lo siguiente: “Esta gran huelga ocupa, en nuestra historia, el instante único, en el que Puerto Rico, representado por el Partido Nacio- nalista y con el liderato de Albizu Campos, lucha, de hombre a hombre, por arrancar de manos extranjeras el control directo de su clase obrera… Contando con la imposibilidad naciona- lista para organizar inmediatamente sus reservas, el imperia- lismo cedió a las sobrias demandas de los trabajadores. Esto tuvo por efecto la desmovilización de las masas… El proceso revolucionario y sorprendente, que vino después, tuvo que ser, por necesidad, un duelo desigual entre la brillante mentalidad de Albizu Campos y el valor de sus partidarios, de un lado, y, del otro la totalidad del poder norteamericano.” (Fin de la cita) Pero esa huelga industrial de enero de 1934, y la profundi- dad a que caló ese duelo, revolucionario y sangriento, entre los nacionalistas en confrontación con la totalidad del poderío im- perialista, templaron a la clase obrera, y al pueblo todo, para la huelga de reorganización sindical en los muelles en 1938. Dos años llevaba ya Albizu Campos preso entre La Princesa y At- lanta cuando se dio aquella gran batalla obrera en los muelles de Puerto Rico. Pero de ella habría de salir la gran central sin- dical que a él le fue imposible organizar: la Confederación Ge- neral de Trabajadores de Puerto Rico, independentista y por lo tanto libre del yugo social-imperialista del sindicalismo yanki. Otra vez desde la lejanía, Albizu Campos era una inspira- ción y una esperanza. Guaynabo, a 10 de septiembre de 1969. 110 Re: Albizu Campos

SEMBLANZA POLÉMICA DE PEDRO ALBIZU CAMPOS

I Conmemoramos el día de hoy los 82 años de vida de Pedro Albizu Campos. De las personas que viven domésticamente se recuerda, una vez el tiempo puso fin a su existencia, el dolor de su alejamiento. De los personajes históricos se conmemora su natalicio, señal visible de la continuación de su existencia más allá del episodio letal. Pedro Albizu Campos es personalidad tan hacedora de historia que ni sus admiradores ni sus detrac- tores podemos olvidarlo. Hace algunos años Howard Fast publicó su última notable novela: después de su deserción del comunismo nada escribió siquiera mencionable. Era una novela histórica, como todas las suyas. Pero a diferencia de las que le ganaron sitial altísimo en la novelística mundial de su momento, no era de tema yanki. Su tema era Espartaco. La novela empieza cuando ya el gran jefe de la rebelión antiesclavista contra el Imperio Romano ha sido ejecutado. Pasan los años. Pero jamás puede reunirse en Roma un grupo sin que Espartaco esté presente. Un ominoso sentimiento de culpabilidad permea la sociedad romana. Algo así sucede con todas las grandes figuras históricas cuya tarea ha sido llevada hasta sus últimas posibilidades de triunfo pero queda a una generación posterior llevarla adelante. Mucho antes que Albizu muriera tuvimos la oportunidad de observar este fenómeno en Cuba. El culto a Martí en la Cuba plattizada llevaba en sus sienes esa corona de espinas que le dejara como herencia la respuesta de Dos Ríos a la interesada acusación de capitán Araña que se le hiciera para minar su absorbente y maravillosa obra de organización revolucionaria fuera de Cuba. Replantear este tema con respecto a Albizu obliga lógica- mente a su primera alusión. No será la primera porque el acto que esta noche celebramos tuerce nuestro deseo a una premisa que es su punto de partida realmente lógico. ¿Conmemoramos hoy en verdad el natalicio de Pedro Albizu Campos? La inmen- sa mayoría del independentismo así lo cree. Algunos tenemos 111 Juan Antonio Corretjer contraria idea. Somos igualmente sinceros y mientras los pri- meros basan su criterio en documentos, nosotros nos fundamos principalmente en la tradición oral, en el propio testimonio de Albizu Campos. Por ejemplo. La fecha de inscripción en el Registro Civil de Ponce da por cierto que nació el 12 de septiembre de 1891, inscrito por su madre el 3 de octubre inmediato. El mismo así lo dice a Francisco Cerdeira, periodista español residenciado en Puerto Rico, amigo personal y admirador sincero del patricio, cuando su pseudónimo de Bernal Díaz del Caney lo entrevista para la Revista “Los Quijotes”, en 1927. Por otro lado ¡cuántas veces los que vivimos tan cerca de él lo oímos decir haber nacido el “Día de San Pedro y San Pablo”? No solo en privado. En pú- blico, en la tribuna de su partido en Ponce, ¿acaso no le oímos en la década de los 30, aquellas palabras suyas cargadas de íntima emoción con que abrió repetidamente sus discursos: —“Amado pueblo mío: yo soy Pedro Albizu Campos, hijo legítimo de Ale- jandro Albizu y Romero y Juliana Campos y Campos, nacido en tu seno el Día de San Pedro y San Pablo. (29 de junio)”. Vivos están, y en Puerto Rico, testigos de esas palabras, Paulino Castro, Plinio Graciany, Pepe Rivera, Francisco Pagán Rodríguez, José Paniagua Serracante, Juan José Muñoz Ma- tos, Juan Ortiz Pérez, puertorriqueños, el poeta haitiano Pierre Moraviah Morpeau y algunos otros. Y puertorriqueño fuera de Puerto Rico, Juan Juarbe Juarbe. ¿No puedo poner acaso por testigos a un pequeño grupo de personas que acompañábamos a Juarbe después del entierro de su padre en Isabela, cuando, al levantar yo dicho punto, me recordó cómo el mismo Albizu dio en varias ocasiones como día y año de su nacimiento el 29 de junio de 1893, no el 91? Exis- te, además, un documento, un Informe de publicación privada, escrito por Albizu en 1922, a petición de Harvard para la Clase Graduanda en 1916. En ese Informe Albizu escribe, de su puño y letra, su nacimiento como ocurrido en Ponce el 29 de junio de 1893. Juarbe, sus hijos mismos, bien pueden descifrar el enig- ma confirmando la misma confidencia de Albizu según la cual, quien aparece inscrito el 12 de septiembre de 1891, no es él, sino un hermano suyo, muerto poco después de nacido, y a él, 112 Re: Albizu Campos por nacer el Día de San Pedro, se le da el mismo nombre y se le deja sin inscribir, habiendo visto su familia materna, como de- signio providencial su nacimiento en el día que, en el Santoral, corresponde al nombre del hermano muerto. Estando, como es- taba, su familia materna, inmersa en esa mezcla de catolicismo espiritismo que está aun muy generalizada en Puerto Rico, el hecho poco tiene de raro. Sin embargo, al graduarse en la Misión Militar Francesa en 1917, y al solicitar ingreso en la oficialidad del ejército de Estados Unidos, da como fecha de su nacimiento el 12 de sep- tiembre, tal y como a su vez, ha dado esa misma fecha de su natalicio al ingresar en la Universidad de Vermont. Reafirmo. En una como ésta semblanza polémica de Pedro Albizu Campos este hecho tiene primacía sobre cualquier otro punto para la esclarecedora polémica cordial que sobre Pedro Albizu Campos se plantea a los historiadores del patriotismo puertorriqueño. Tomo dos nombres, no al azar, sino a conciencia, entre dos cate- gorías generacionales movidas por el respeto, pero a quienes el respeto no entorpece la honda asiduidad investigativa: Isabel Gutiérrez del Arroyo y Benjamín Torres. Descifren ellos, para la historia, lo que el prócer definió, de sus labios a mi oído, como “el misterio de mi nacimiento”. 1

II Ahora sí viene con la fuerza simple y avasalladora de la lógica elemental el que pareció obligatoriamente ser el plantea- miento primero. La intriga imperialista usó contra Pedro Albizu Campos hasta la saciedad el recurso vulgar que se ha usado contra to- dos los líderes revolucionarios en algún momento determinado de su vida, y a veces durante toda su vida. Tanto el imperialis- mo español como el yanki, en su desfachatada disputa por que- darse con Cuba, la usaron con tanto éxito en el caso de Martí, que poco pudieron dudar de que le diera buen fruto con Martí en Cuba insurrecta, cuando ya el prócer cubano había demos- trado en la emigración su susceptibilidad ante el insulto. Re- cordemos por ejemplo el desgraciado incidente provocado por unas bien intencionadas palabras suyas sobre el libro “A Pie y 113 Juan Antonio Corretjer Descalzo”, de Roa, en que interviene Enrique Collazo.2 Albizu no sólo conocía el penoso episodio entre hombres cuyo patriotis- mo y valentía estaban por encima de toda sospecha. Y lo tuvo siempre muy presente en su conducta. La acusación de Capitán Araña, del que manda y no va, fue bien cargada contra Albizu en los años 30 y en uno de esos episodios se trató de usar mi persona contra Albizu. Al iniciarse en la Corte Federal el Proceso por Conspiración en 1936 el primer paso imperialista fue expedir una orden de Subpoena duces tecum. Se trata de una orden de corte contra un colectivo, contra un partido político, en este caso el Partido Nacionalista, en el que se requirió tanto de la dirección nacio- nal como de los dirigentes municipales, la entrega de los libros de actas, lista de matriculados y libros de finanzas. La larga lista de citados a corte, bajo pena de desacato, estaba forzosa- mente encabezada por Albizu, su Presidente; por mí, que era su Secretario General y por Luis Florencio Velázquez, su Tesorero Nacional. La orden se dio estando yo en Ponce y salí hacia San Juan tan pronto recibí reclamo de mi presencia por parte de Albizu. Creo que el telegrama lo firmaba Juarbe. Nos encontra- mos en una habitación del Hotel Palace, y estaban presentes con Albizu dos distinguidos letrados puertorriqueños, ninguno de los dos nacionalistas, pero con una conducta patriótica en aquel momento que enaltecerá su nombre a través de nuestra historia: los licenciados Juan Valdejully Rodríguez y Benicio Sánchez Castaño. La situación era sumamente grave y Albizu me explicó la opinión de ambos letrados. Nada de indigno había en la proposición de Valdejully y Sánchez. Simplemente alega- ban que se entregaran los documentos requeridos ya que, como era la verdad, nada de tipo incriminatorio había sido llevado a las actas; los miembros del Partido eran perfectamente cono- cidos por todo Puerto Rico y las finanzas tan claras como las aguas de un manantial anterior a la época de la contaminación. Pero había una cuestión política de por medio. Inmediatamente me opuse. Dirigiéndome a Albizu le dije: —“Mejor que eso disol- vamos el Partido”— Vi el orgullo relampaguear en los ojos de mi Maestro.— Tanto Valdejully como Sánchez trataron de per- suadirme, pero sin mucha insistencia. Y dicho sea en su honor, 114 Re: Albizu Campos vi también en sus ojos el orgullo de una altivez jubilosamente compartida. Fue entonces que entre Albizu y yo hicimos el acuerdo de que declarara yo en corte que tenía en mi poder todos los do- cumentos del Partido, pero no acataría la orden de la corte a la cual, por extranjera, no reconocía jurisdicción, para que se les entregara a los fiscales. Albizu escribió la moción que yo firmé. Eso fue lo que se hizo con los resultados judiciales conocidos. Ni Valdejully ni Sánchez podían respaldar esa posición en corte. Pero concurrieron a la corte como mis defensores y ambos se jugaron sus títulos en una polémica trabada entre ellos y la arrogante insolencia del Fiscal Snyder y la aún mayor del Juez Cooper. Inmediatamente comenzó a circularse la calumnia. Albizu, cobardemente, me había sacrificado para salvarse él. Preso yo en La Princesa desde el 2 de abril de 1936, cum- pliendo mi sentencia de un año por desacato, se inicia el proceso por conspiración insurreccional que en agosto nos condena a Atlanta, tanto a Albizu y a mí, como a nuestros compañeros, el poeta Clemente Soto Vélez, Luis F. Velázquez y su hijo Julio Héctor; a Pablo Rosado Ortiz, Erasmo Velázquez y Olmedo y a Juan Gallardo Santiago. Albizu se defendió y nos defendió, como jefe de un consejo de defensa compuesto por Gilberto Con- cepción de Gracia, Carlos Velázquez, Pedro Pérez Pimentel y J. M. Toro Nazario. El proceso fue aprovechado por la intriga antindependentista para contrastar la imagen de mi supuesto valor con la supuesta cobardía de Albizu. Pasada de moda la acusación de un Albizu cobarde queda a discusión entre nuestros historiadores. ¿Hizo bien Albizu en entablar una lucha judicial de antemano perdida?

III Con la insurrección del 30 de octubre de 1950 se abren to- das las puertas de la propaganda imperialista para acusar a Albizu de Capitán Araña, de “manda y no va”, en una pala- bra, de cobarde. Y esta vez a escala mundial, especialmente en Latinoamérica. Se le da un título: “El Héroe de la Escoba y la

115 Juan Antonio Corretjer Toalla”, sacado de un editorial publicado por el Diario de Puerto Rico, periódico del Partido Popular. La acusación ha llegado hasta nuestros días, como prue- ba de la sobrevivencia de Albizu, tanto en la memoria de sus defensores como en la de sus detractores. Aparece en un muy circulado folleto del dirigente colonial Roberto Rexach Benítez titulado: Pedro Albizu Campos, Mito y Realidad, Publicaciones Coquí, San Juan, 1961, pág. 7. Su segunda, hecha en México, tiene una nota en la que afirma como algunos independentistas no aceptan la versión gubernamental de la rendición de Albizu en 1950, pero la mayoría sí la acepta. Esta nota parece revelar que Rexach Benítez conoce el siguiente artículo, publicado so- bre mi firma, en el Núm. 13, Año 2, de septiembre de 1961, de la Revista Bandera, pero prefiere pasarlo por alto. El artículo dice así:

En el Cuartel General en 1950 Por Juan Antonio Corretjer (Publicado en la Revista Bandera, Núm. 13, Pág. 5, Año 2, Guaynabo, Septiembre de 1961)

La primera semana de noviembre de 1950, debilitada ya la insurrección del 30 de octubre, Albizu Campos es capturado en su casa de Sol y Cruz, San Juan. Con él cae prisionero el pa- triota Álvaro Rivera Walker, líder nacionalista de Canóvanas. Rivera Walker y el que subscribe estuvieron presos juntos en el sótano del Cuartel General durante la madrugada de su cap- tura. Amaneciendo ese día Rivera Walker me hizo el siguiente relato: “Logré entrar a casa de Don Pedro atravesando la línea de sitio establecida por policías, agentes del FBI y Guardias Na- cionales. Fue en los momentos de confusión que siguieron al intenso tiroteo en que resultó herida Doris Torresola, y cuando Juan José Muñoz Matos (ayudado por Carmín Pérez) la sacó en brazos para llevarla al hospital.” “La noche del ataque final, como a las diez, yo le dije a Don Pedro que algo gordo estaban preparando (los sitiadores) por- que notaba mucho movimiento; que yo creía que nos iban a tra- tar de coger a toda costa. Pero Don Pedro me dijo que no, que 116 Re: Albizu Campos ya la crisis había pasado y no harían nada, pues estaba seguro que una comisión de las Naciones Unidas estaría ya en camino de Puerto Rico.” “Don Pedro estaba tratando de tranquilizarme, aunque yo no tenía ninguna intranquilidad (Álvaro es hombre de extre- mado valor y aplomo) y después de humedecerse los labios con un poco de agua que quedaba en un vaso (les habían cortado la luz y el agua) se desvistió, poniéndose unas pijamas y se metió en la cama. Ya serían como las doce. Se durmió prontamente y yo me senté en el suelo, en la sala, con la espalda hacia la pared, traté de descansar aunque no de dormir. “Algún tiempo después se oyó la voz de un oficial de la po- licía (el capitán Benigno Soto) llamando a Don Pedro a que se rindiera. Como no recibiera inmediata contestación abrieron fuego. Habían colocado tiradores en la azotea de la casa de en- frente y por la puerta a cuyo lado estaba colocada la cama de Don pedro entró un chorro de metralla y seguidamente por el boquete entraron las lacrimógenas. La metralla pasó sobre Don Pedro pero una bomba lacrimógena cayó sobre él. La casa se llenaba de humo y no se podía respirar. Poco después Don Pe- dro, en un ataque de tos, me decía que estaba ciego y no podía orientarse. Corrí a su cuarto; lo agarré por un brazo y, cruzando por la sala lo saqué a la escalera. Allí lo vestí y agarrando una escoba y un trapo lo asomé en señal de rendición”. Dos años después Rivera Walker y yo coincidimos nueva- mente en prisión. Esta vez en La Princesa. Yo cumplía una sen- tencia por motín y Álvaro había sido traído del Presidio para ser sometido a juicio en la Corte de Distrito. (Actualmente, Tri- bunal Superior.) Quise renovar mi recuerdo de lo que en aque- lla noche me dijo y volvió a hacerme igual relato. Dejo cerrado el punto sobre algo tan indiscutible como el valor personal de Albizu Campos con tres testimonios tan dife- rentes como contundentes. El primero lo recibí la noche misma de su captura de boca de un testigo participante en el suce- so. Un agente de seguridad interna, de la escolta del entonces Fiscal Ángel Viera Martínez, acabado de llegar de la refriega, se me acercó y al preguntarle yo sobre lo ocurrido, me dijo lo siguiente: “¡Qué viejo macho ese!” 117 Juan Antonio Corretjer El segundo testimonio es el de un viejo y querido amigo, ya desaparecido de este mundo: el escritor y periodista Don José S. Alegría. Frente al viejo Colmado Carvajal, al que concurría casi todas las tardes, y como saliera yo de un vecino establecimiento de instrumentos de cuerdas, viendo en mis manos unas para guitarra, me dijo bromeando: —“Una cuerda larga y fuerte, una cuerda larga y fuerte para el cuello del tirano”.— (Para el oyen- te no versado en poesía puertorriqueña aclararé que se trata de un verso de uno de los mejores poemas en la lírica política de José de Diego, de quien Alegría fuera discípulo y amigo.) La cita trajo de inmediato el tema del nuevo arresto de Albizu en marzo de 1954. “Juan Antonio —me dijo— se necesitan panta- lones para mandar a hacer una cosa como esa y quedarse tan tranquilo como si nada pasara esperando que vayan a matar a uno”. (Recordemos que Don Pepe era en ese momento, funcio- nario del Gobierno de Muñoz Marín y su amigo de toda la vida.) El tercer testimonio es de un hombre sin miedo y sin menti- ra. La admiración varias veces públicamente declarada que por el valor de Albizu sintió Ché Guevara. (Para ser a su recuerdo tan fiel como le soy en cariño, añado que en varias ocasiones le oí decir que no compartía las posiciones políticas de Albizu.) Concluido un tema que ni siquiera ha debido sacarse a dis- cusión, justifico haberlo presentado para sacar a flote su enjun- dia polémica. Albizu no era un ignorante en materia militar. No solamente había sido discípulo muy aprovechado de la Misión Militar Francesa que dirigió el General Paul Azán en 1917. Fue un estudioso de historia militar, tanto de tierra como marítima. Había leído mucho a Napoleón y estudiado a Von Clausewitz, Mahan y a Foch, por quien sentía una admiración muy gran- de, y a quien juzgaba el primer jefe en haber comandado un ejército moderno. Sabía muy bien la táctica anti-motines y con- tra-insurgentes, de la cual sacaba, por antítesis, sus respuestas insurreccionales. ¿Reveló la insurrección nacionalista de 1950 las dotes mi- litares de su Jefe? El apabullante testimonio de Elio Torresola sobre el combate y retirada de Jayuya es un documento básico como punto de partida para este estudio. La pregunta principal para plantear el asunto es, si debió 118 Re: Albizu Campos Albizu permanecer en su residencia de San Juan o comandar personalmente, bien el ataque a Fortaleza o la sublevación en Jayuya o Utuado. En cualquiera de estos casos su vida no ha- bría estado más expuesta que lo que estuvo en la casa de Sol y Cruz, convertida por los sitiadores en verdadera colmena de balas. Pero la diferencia que, como moral de combate, como imán de reclutamiento nacional, de adhesión general al levantamien- to, que su presencia en el campo de batalla habría hecho — Jayuya o Utuado— es caso, aunque le hubiese costado la vida, cuyas consecuencias, cabe preguntar: ¿habrían operado contra nosotros o contra el imperialismo?

IV Una de las acusaciones más consecuentemente sostenidas contra Albizu mantiene que fue el delirio de persecución lo que lo lanzó, como a un loco, a sus actividades revolucionarias. Voy a contestar la acusación con algunos documentos, do- cumentos que datan de fechas anteriores al momento en que Albizu asume la dirección del nacionalismo. Mejor aún, voy a presentarlos en retrospección, partiendo de uno que se refiere exactamente a su elección como Presidente del Partido Nacio- nalista en 1930. Estos documentos han estado hasta hoy rigu- rosamente inéditos, y han sido fotocopiados de los Archivos Na- cionales del Gobierno de Estados Unidos. Los tengo en mi poder para reconocimiento de los que si no tocan no creen. Antes de presentar los documentos, referiré dos curiosas anécdotas ocurridas, la una en Río Piedras, en 1934, y en la que fui parte; la otra en Atlanta, de la que fuimos testigos, tanto yo como nuestros compañeros de prisión. En 1934 recibí un urgente llamamiento para que estuvie- ra a casa de Albizu, en Río Piedras, temprano al día siguiente. Como acababa de regresar de Río Piedras a Ponce vía Ciales y debía seguir hacia Mayagüez, entendí como asunto grave el llamamiento y a las siete de la mañana estaba en su casa. Albi- zu era persona muy particular en sus hábitos de vida. Y mien- tras yo me mordía los labios conjeturando el motivo que allí me tenía, Albizu con toda su santa parsimonia, se levantó de su 119 Juan Antonio Corretjer cama, se duchó, se rasuró, y volvió a meterse en la cama. Senta- do en su cama, mientras se desayunaba, me llamó, y empezó a hablarme de las noticias que la noche anterior había oído por la Estación de Schenéctady sobre la situación internacional y de la magnífica audición de música sinfónica bajo la dirección de Arturo Toscanini con que se había deleitado. “Ese hombre es un telépata, —me decía— escribe y lee la mente de cada miembro de su orquesta y logra tal unidad entre todos que convierte la orquesta en un órgano”. Yo seguía haciéndome sangre los labios. ¡Gracias, Maestro Toscanini! ¡Tu maravillosa batuta puso en el pentagrama conversacional la razón que me sentaba al borde de la cama de Pedro Albizu Campos! Me dijo entonces tener informes de que un espía chileno había llegado a Puerto Rico para matarlo por estrangulación. El dicho espía se haría pasar por pianista. Y Albizu se demoró en explicarme la similitud entre las manos de un pianista y las de un estrangulador profesional. ¿Por qué me lo informa- ba inmediatamente? Porque para ese entonces, ya los más de los intelectuales y artistas que lo rodearan en los cuatro años anteriores habían sido dispersados por el temor burocrático y el soborno de las agencias federales que solventaban al “in- dependentismo” de Muñoz Marín. Por lo tanto era razonable pensar que el asesino tratara de acercarse a él a través de uno de los intelectuales, poetas, artistas, jóvenes, que quedábamos en el Partido; y posiblemente uno de los que ofreciera mejor oportunidad podría ser yo, gracias a que a pesar de los pesares, mantenía bastantes relaciones sociales y artísticas en medio de aquella batahola de deserciones y cobardías. Me dijo, además, que alertara a ciertas personalidades que en Ponce mantenían afecto y admiración hacia él. Hacía muy poco que Sandino había sido asesinado y yo es- taba predispuesto a creer cualquier cosa. Nadie jamás dudó que el asesinato de Sandino se urdió en Wáshington y se organizó en la Embajada de Estados Unidos en Managua. Y la idea de Albizu de que su asesinato estuviera programado por las agen- cias secretas yankis y que no se produjera en las condiciones escandalosas propiciadas por Somoza en Nicaragua, me hacía 120 Re: Albizu Campos sentido. Me habló también de la necesidad de que su esposa saliera hacia el Perú, en parte porque su salud además de no ser buena se agravaba debido a la penuria económica en que vivían y también para que llevara afuera los planes imperialis- tas sobre su eliminación. Me pidió también que viera si podía encontrar cómo financiar el viaje de Doña Laura al Perú. Esta última parte logré resolverla rápidamente. Tomé ese mismo día un automóvil y me llegué a Guayama. Vi en su magnífica re- sidencia campestre al magnánimo Don Fernando Calimano y días después Juarbe y yo poníamos a Doña Laura en un avión en Isla Grande, vuelo a Lima. Yo vi a algunos de nuestros ideales e influyentes amigos en Ponce —al Dr. de la Pila Iglesias, al Doctor López Nussa, a la Doctora Dolores Pérez Marchand, al Padre José Orjales y a Monseñor Noel. Y poco después salí de Puerto Rico. He relata- do algunos incidentes de ese viaje en mi trabajo “El líder de la desesperación”. Entre los motivos no incluidos en los relatos de ese viaje fue concertar una reunión con antiguos oficiales san- dinistas: mi entrañable, mi inolvidable hermano del corazón, Capitán Gregorio Urbano Gilbert, en Santo Domingo; al Coro- nel Carlos Aponte, venezolano, entonces en Cuba; al Teniente Rubén Ardila Gómez, en Colombia; al Capitán José de Paredes en México. La primera de estas anécdotas termina para mí en Cuba, donde, después de verme con Gilbert en Santo Domingo, me acuerdo con Aponte. Pero Carlos, comprometido ya en el mo- vimiento guiterista, altera mis planes; estalla la huelga general de marzo; y Batista lo asesina junto a Guiteras; yo voy a parar a los fosos del Castillo del Príncipe, desde donde, al amparo del Gobierno del Uruguay, y de su benemérito Ministro Plenipo- tenciario en Cuba, Don Benjamín Fernández Medina, vuelvo a Puerto Rico, a la cárcel de La Princesa y al presidio de Atlanta. Puedo asegurar cómo, de haberse llevado a cabo la conjunción sandinista que tratamos de coordinar, distintas serían la gran historia del mundo y mi pequeña biografía. De este modo llegamos a la segunda anécdota, que tiene por escenario a la Penitenciaría Federal de Atlanta. Fue uno de los primeros días en aquel presidio, que para nosotros fue verdaderamente como un viaje a la Atlántida.3 En- 121 Juan Antonio Corretjer tramos. Y sobre nosotros se cerraron, no sólo las tres férreas puertas de su entrada, sino el silencio y la soledad, como tone- ladas de calladas aguas muertas. Estábamos en el proceso de instalación administrativa, y una mañana, mientras esperába- mos en fila india a la puerta de entrada a uno de los pasillos (yo estaba inmediatamente detrás de Albizu, pues su número car- celario era el 51298 y el mío de 51299), un oficial de la Guardia, de regular estatura, poco menor que la mía, bien parecido, y de abundantes cabellos grises, raramente afable, le dijo a Albizu: —“Yo estaba en la Infantería de Marina en Haití cuando usted estuvo y se puso un comunicado inmediatamente a todos los jefes. (Él estaba en telégrafo.)” Y luego, sonriendo, nos dijo lo siguiente: —“Bueno, en estas cosas, si se vence se es héroe y si se pierde criminal”.— Este oficial no estuvo mucho tiempo más en Atlanta. Supimos que había sido ascendido y trasladado al- gunas semanas después. Ahora, presento a ustedes los siguientes documentos:

Memorándum DEPARTAMENTO DE LA GUERRA (Buró de Asuntos Insulares) Wáshington 26 de mayo de 1930.

MEMORANDUM: Elección del Dr. Pedro Albizu Campos como Presidente del Partido Nacionalista de Puerto Rico. La elección, informada en los recortes (de periódicos) que se incluyen, trae a prominencia un puertorriqueño cuyas activida- des han causado alguna preocupación a este Buró en el pasado. Incluimos un memorándum para el Secretario de la Gue- rra, preparado por el Jefe de este Buró el 12 de octubre de 1927, fecha en que el Dr. Albizu Campos era Vice-presidente del Par- tido Nacionalista. Desde que ese memorándum fuera escrito el Dr. Albizu Campos representó al Partido Nacionalista de Ponce al Séptimo Congreso Latino de la Prensa celebrado en la Habana en 1928 y llevó a cabo un vigoroso esfuerzo para forzar a dicho Congreso 122 Re: Albizu Campos a declararse opuesto a la intervención de Estados Unidos en la América Latina. Un despacho originado en Cuba, dirigido por el Departamento de Estado a este Buró el 23 de marzo de 1928, demuestra que su insistencia cubrió la mayor parte del tiempo de trabajo del Comité ese día. Un artículo publicado en el Washington Post el 9 de marzo describe el debate como “casi interrumpiendo” el Congreso y que “delegados franceses estu- vieron envueltos en ambos procesos hasta que finalmente to- dos, excepto tres de los representantes, abandonaron el salón”. La carta del Departamento de Estado incluye un informe del Embajador de Estados Unidos en La Habana, que terminó diciendo: “En cuanto al Sr. Albizu Campos se refiere, fue manteni- do bajo estricta vigilancia policíaca durante todo el tiempo que duró el Congreso”. (15462-46A). “La ficha del Sr. Albizu Campos lo muestra como extrema- damente antiamericano, al punto de propagandizar a favor de la independencia de Puerto Rico en países extranjeros y en con- tra de Estados Unidos. (Durante la Guerra, solicitó una comi- sión en el Ejército.)” Termina firmado con las iniciales LMP. —Luego, una nota manuscrita dice: —Mostrado al general Parker. —Archívese.—

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Carta Santo Domingo, República Dominicana

7 de noviembre de 1927. No. 687 Al Honorable El Secretario de Estado, Wáshington, D.C.

Señor: Tengo, el honor de acusar recibo de la Instrucción Núm. 185, de 25 de octubre de 1927, (File No. 811c00/16), referente a la visita del puertorriqueño, Dr. Albizu Campos, a la República 123 Juan Antonio Corretjer Dominicana, hecha con el propósito de hacer propaganda an- ti-norteamericana, y en que se nos afirma que el Departamento de la Guerra gustaría obtener, de ser posible, mayor y más es- pecífica información con respecto a la visita del Dr. Albizu Cam- pos, particularmente el fraseo exacto de sus artículos noticiosos y de sus discursos. Al contestar lamento informarle que no es posible hacernos de información con respecto a la substancia o texto de los artí- culos noticiosos y discursos como no sean los contenidos en los Despachos de la Legación Núms. 513 y 589 del 27 de junio y el 20 de agosto de 1927, respectivamente. Como resultado de las actividades del Dr. Campos en este país, comités “pro independencia de Puerto Rico” se han organi- zado en la Ciudad de Santo Domingo, Santiago y Puerto Plata. Debo añadir, como información confidencial para el Departa- mento, que estos comités están compuestos por personas sin influencia política alguna en este país.4 La mayoría de ellos miembros del Partido Nacionalista (dominicano, nota de JAC.) que en estos momentos por los menos, tiene poca fuerza o im- portancia. Tengo el honor de ser, Señor, su obediente servidor, Evan E. Young

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12 de octubre de 1927

Memorándum para el Secretario de la Guerra (Campaña de Pedro Albizu Campos, un puertorriqueño, en Santo Domingo y Haití.) Existe en Puerto Rico un Partido Nacionalista. El Presiden- te es un joven puertorriqueño, Acosta Velarde.5 Pedro Albizu Campos es Vice-Presidente de dicho partido. En Puerto Rico el partido es al presente poco importante, tanto en número como en otras cosas. En la presente Convención de Pueblos Oprimi- dos en Bruselas este partido fue representado por un mexicano, no habiendo podido recoger los fondos necesarios para enviar una representación puertorriqueña. 124 Re: Albizu Campos Pedro Albizu Campos empezó una campaña en Santo Do- mingo. Varias cartas fueron remitidas a través del Departa- mento de Estado por nuestro Ministro en Santo Domingo, con respecto a su actividad en ésta. De Santo Domingo fue a Haití. Pedro Albizu Campos no es prominente en su ciudad natal de Ponce, Puerto Rico. No es clasificado en Puerto Rico como un hombre blanco. Es graduado de Colegio en Harvard y de la Facultad de Derecho de Harvard. En 1918 me visitó en el Departamento de la Guerra, cuando acababa de terminar el curso para estudiantes preparatorio para un grado de oficial en el Ejército, y solicitó ser incorporado a servicio. Se envió una nota al Ayudante General recomendando que su nombre fuese mencionado para una comisión en el reclutamiento para negros en Puerto Rico. Se sobreentiende que sirvió en uno de los cam- pamentos de adiestramiento en Puerto Rico.6 En 1923 la Legislatura aprobó una Resolución Conjunta conocida como “Resolución Conjunta #2”, pero que se convirtió en Resolución Conjunta #43 y medio, aprobada el 24 de julio de 1923, que creó una Comisión que visitaría a Wáshington a proponer reformas al acta orgánica, etc. Entre las proposiciones a hacerse estaba la que el pueblo de Puerto Rico eligiese su go- bernador con el voto de sus electores calificados. Esa Resolución Conjunta fue entonces, y ha sido desde entonces, ampliamente comentada en Puerto Rico. El 12 de octubre de 1923 Pedro Albizu Campos dictó una conferencia sobre este tema en Ponce. De un folleto en que se publica su discurso, la ocasión parece haber sido la fiesta del “Día de la Raza”, siendo la “Raza” a la que se refiere la raza española. En las palabras introductorias el conferenciante dijo, entre otras cosas, hablando del descubrimiento de América, que los descubrimientos latinos se unieron con los pueblos descubier- tos y con los africanos, haciendo una sola raza de la cual los puertorriqueños son parte, y añadió: “Los anglosajones siguieron los pasos de nuestros padres asentándose en latitudes parecidas a aquellas de donde proce- dían. Pero ignoraron el significado humano del descubrimiento; esto es, el descubrimiento de la humanidad por sí misma y ex- 125 Juan Antonio Corretjer terminaron la raza nativa, y se mantienen separados de la raza africana, importada para explotar el territorio conquistado, dentro de una pureza de sangre falsa puesto que es contraria a la unidad humana. Han traicionado su misión providencial y lo que ellos llaman problema racial es algo más fundamental; es un problema de civilización que debe revelar hombres y pueblos cultos a través de una convivencia armónica con su prójimo.” “Estos dos pueblos se enfrentan, cara a cara, a lo largo de la frontera trazada por el Río Grande y las Antillas. Esta es la importancia de la fundación de esta Asociación que defiende la integridad de nuestra personalidad colectiva. Somos de la van- guardia; no defenderla es traicionarla, y caerá sobre nuestra descendencia la ignominia de que no hayamos cumplido nues- tro deber histórico…” Aunque no compartía enteramente el contenido de la Re- solución Conjunta bajo consideración, lo dicho por el conferen- ciante en esa ocasión no era peculiarmente radical. EL MUNDO cita un artículo aparecido en “Le Courrier Haitian”, de Port-au-Prince, que reseña las actividades desple- gadas por Pedro Albizu Campos en esa ciudad, y dice, entre otras cosas: “En todos sus discursos ha hablado de Haití y a favor de la desocupación del territorio haitiano por los Americanos”. En el artículo se informa que pasará a Cuba, México, la América del Sur, la América Central y a Europa, y cita lo si- guiente como su mensaje de despedida al pueblo haitiano: “Si quieren conquistar al ogro yanki aprendan español” “No regresará a su país, nos dijo, hasta después de un año, cuando haya concluido en América y Europa su propaganda a favor de la independencia de Puerto Rico; y nos ha prometido hablar de Haití en donde quiera que se le llame a defender la causa de Puerto Rico”. Creemos que lo dicho revelará la causa interior de la ac- tividad de este hombre e indicará la gente a la cual hará su apelación más fuerte. Algunos periódicos puertorriqueños dan ahora más espacio a Albizu Campos que le darían si estuviere operando en Puer- to Rico. Los periódicos dominicanos informaron sus mítines en 126 Re: Albizu Campos Santo Domingo realmente muy completos e indicaron que logró una adhesión muy numerosa entre dominicanos y un gran nú- mero de puertorriqueños residentes en el distrito azucarero de Macorís.7 En Cuba, igualmente, obtuvo considerable publicidad y un extenso artículo en El Heraldo favoreciendo la independencia de Puerto Rico, y ese artículo anunció que Albizu irá de Cuba a México y de México a la América Central General Frank McIntyre Jefe del Buró ********

Pierre Paul, dirigente nacionalista haitiano me dijo, en 1934, que Albizu, de haber permanecido dos semanas más en Haití, jamás habría salido vivo. Hemos trazado la línea de persecución contra Pedro Albizu Campos, con documentos oficiales, guardados en los Archivos Nacionales de Estados Unidos, desde cuatro años antes en el que asumiera la dirección de su Partido. Es el punto de partida que hemos logrado establecer desde nuestros propios recursos; aunque en el Archivo del Partido Nacionalista que tuve el ho- nor de salvar de las manos policíacas en 1936, se encuentran sin duda testimonios albizuistas anteriores a su regreso a Puer- to Rico en 1923. Pero lo que hemos presentado basta, conjun- tamente con la evidencia persecutoria que Puerto Rico entero presenció durante 35 años, para saber si Pedro Albizu Campos padeció delirio de persecución o si sufrió las consecuencias de más de cuarenta años de persecución verdadera.8 Entren aquí en el debate historiadores y siquiatras. Aunque con toda franqueza sea dicho, aconsejamos a los independentis- tas a alejarse de psiquiatras y psicólogos tanto como Betances aconsejara a los de su tiempo a alejarse de los confesionarios.

V Se ha reabierto a discusión si Albizu Campos fue fascista. La primera contestación a esa acusación la hicimos constar en 127 Juan Antonio Corretjer la primera edición de mi libro “La Lucha Por la Independencia”, publicada en 1949. Resumo: la teoría marxista-leninista define el fascismo como la dictadura más descarada y brutal del capi- talismo monopolista. Mal puede acusarse de fascista al jefe de un movimiento independentista en una colonia en la que, por necesidad histórica, no puede existir otro capital monopolista que la del invasor imperialista. Y es para interrogarse uno con toda seriedad, por qué se lanza esa acusación contra el dirigen- te máximo del primer movimiento de oposición real organizado contra el capital monopolista yanki en Puerto Rico. Creo obligatorio, antes de seguir con el tema, aclarar por qué razón llamo al nacionalismo albizuista la primera oposi- ción real organizada contra el imperialismo yanki en Puerto Rico. La razón es muy simple. Albizu separó de las urnas im- perialistas la lucha por la independencia, estableciendo un des- linde inconfundible entre lo que se llama una “oposición leal” y una oposición sin la menor sombra conciliatoria. Al episodio electoral de 1932 Albizu fue porque aún no ha- bía logrado la hegemonía del pensamiento revolucionario sobre su partido. Y aquí mismo, con todo y eso, ¿me pregunto? Con el poder que su liderato ya tenía sobre su partido: con el elemen- to antielectoralista manifiesto ya en la Asamblea General de 1932, (9) ¿hizo bien o hizo mal Albizu en concurrir a las eleccio- nes de 1932? Invito a que se discuta mi respuesta junto al hecho consu- mado. En mi opinión, fue un error. ¡Ojalá no hubiese sido come- tido jamás! Y no fue un error por la tontería esa de que el ene- migo “nos contara”. La verdad es que no nos contó. Fue un error por razones mucho más profundas cuyas raíces no son para ser vueltas al aire todavía. Es cosa de tontos, a veces de tontos ex- tremadamente bien leídos e inteligentes, no darse cuenta de lo que ocurre al árbol que no cubre sus raíces. No cito el episodio electoral de 1932 como refutación al su- puesto fascismo de Albizu. Hitler ganó electoralmente su as- censo al gobierno. La distintiva es que Hitler fue al gobierno electoralmente exactamente porque era fascista, y antes que el gobierno, ya tenía el poder: el respaldo del capital monopolista alemán y las fuerzas armadas de Alemania. 128 Re: Albizu Campos La cito de pasada para recordar que el gobierno de Esta- dos Unidos sabía quién era Pedro Albizu Campos desde mucho antes de 1932 y sabía que su participación electoral no lo in- sertaba en el marco establecido por el sistema electoral para la oposición leal. Vuelvo por lo tanto sobre el alegado fascismo de Albizu, ale- gación que nada tiene que ver con los elementos decorativos de la milicia albizuista. Las fechas son importantes. A los independentistas ahora no se les acusa de fascistas sino de comunistas, aunque son tan comunistas como Albizu fue fascista. Es un recurso vul- gar de los que ejercen el poder confundir al pueblo acusando a sus opositores de representar uno de los principales, a veces al principal, temor sembrado por ellos en las masas. Se acusa a Albizu de fascista cuando Estados Unidos necesita movilizar las masas contra el nazi-fascismo. Encima, en esos momentos Albizu está preso. En la América Latina se agita un movimien- to para nuestra excarcelación. Pero, ¿cómo se va a excarcelar fascistas exactamente en los momentos en que lo obligatorio es matarlos? Luego, se abre ahora a discusión si Albizu fue fascista o no. Ahora el tema se levanta inclusive entre jóvenes independen- tistas. Hay otro recurso. Cuando un liderato rehúsa enfrentar- se a su enemigo con el vigor revolucionario con que un liderato anterior lo hizo, lo mejorcito es acusarlo de algo que desvirtúe la esencia de su liderato. La esencia del liderato de Albizu es su heroísmo, su desprecio al peligro y a la muerte. El profesor Estades ha señalado una imagen gráfica del espíritu del nacio- nalismo albizuista: aquél óleo de Goya en el cual un español reta, a brazos abiertos y ojos chispeantes, al pelotón francés que lo fusila. Esa es la imagen del valor patriota. Pero si Albizu es fascista no hay heroísmo en su liderato, no hay patriotismo. No hay otra cosa que esa pasión negativa, esa excarcelación masi- va de la pasión asesina que es el espíritu del fascismo. Queda por lo tanto abierto a polémica, honrada y sensa- ta, esa acusación de fascismo lanzada contra Albizu, porque en esclarecerla le va mucho al porvenir independentista puertorriqueño. 129 Juan Antonio Corretjer ¿Qué era en verdad Albizu? El profesor Estades me ha sugerido esta definición: Albizu fue un político católico mi- litar autoritario de tipo francés. Su arquetipo sería Charles De Gaulle. 10 Me pregunto ¿Otra vez sus estudios militares y la influencia personal del General Azán?

VI Ahora, otro punto. ¿Era Pedro Albizu Campos anticomunista? Mi experiencia personal, más la que me han ofrecido ob- servación y lecturas, es que ser comunista es lo más difícil que se puede ser en una sociedad capitalista. Es lo más difícil, excepto no ser anticomunista. Claro que por razones en ab- soluto diferentes. 11 Muchos años de fe comunista, honda y públicamente sos- tenida en Puerto Rico y fuera de Puerto Rico, me autorizan a afirmar, con entera franqueza, que sí hay espíritus nobles, con gran profundidad en sus sentimientos fraternales; con un sen- tido de la amistad tan hondo como suele sentirse en las socieda- des hispánicas, que llegan a sostener relaciones de gran intimi- dad personal y logran desarrollar sinceros, leales sentimientos personales, de cariño, de respeto y de lealtad, hacia comunistas. Generalmente, han sido correspondidos con recíprocos senti- mientos. Más recientemente hemos vivido la experiencia del movi- miento ecuménico iniciado en la Iglesia Católica con el ponti- ficado de Juan XXIII, reflejado en la actitud de algunos de sus feligreses en relación con los comunistas. El sacrificio ideológi- co en aras de la táctica, que los llamados frente unidos auspi- ciados por esa tendencia que en el movimiento comunista in- ternacional llamamos determinismo de derecha han hecho, lo han facilitado. Y no ha dejado de manifestarse en Puerto Rico a veces con ciertos elementos de sorpresa. En ese último caso, como se trata ya, no de experiencias personalmente convivi- das, sino de acercamientos institucionales, se manifiestan en sus mutuos adentros, desconfianzas, hipocresías, falsedades, tretas, trampas, y aún peores etcéteras, junto con la pureza ma- yor de los sentimientos humanos. Se cumple en esas alianzas 130 Re: Albizu Campos también, hasta cierto punto, aquella sangrante sentencia hos- tosiana: —“Los tontos y los astutos son compañeros de viaje en este mundo.”— Lo que a Hostos se le pasó es que el juego puede complicarse al punto en que se convierte en trueque constante en el que los lindes se hacen indeslindables. Mucho antes de todo esto Albizu presidió el Club Cosmo- pólita de Harvard, cuyo fundador y primer presidente fue John Reed, comunista estadounidense que mereció el honor de que sus restos mortales reposen en el Kremlin. En Atlanta primero y en Nueva York después Albizu y Earl Browder fueron amigos, cuando éste último era, todavía, Secretario General del Partido Comunista de Estados Unidos. Pero ante mi conciencia la verdad no se me convierte ni en inocente fantasía ni logrero reclamo. Frente a mi conciencia, nutrida no sólo de teoría, de experiencia también, en una socie- dad capitalista, solo hay algo más difícil que ser comunista: es no ser anticomunista. Es en el marco de esta tremenda verdad que es la lucha de clases, manifiesta en sus dramáticos, sangrientos episodios; en sus suculentas porfías ideológicas o en el encuentro y reen- cuentro de la relación de fuerzas en lugar y ocasión determi- nados, que se debe cuestionar si Albizu fue anticomunista. Si fue anticomunista como Trujillo o anticomunista como Camilo Torres. 12

VII Voy a terminar. Y terminaré verdaderamente. He escrito y hablado mucho sobre Albizu Campos. Creo que más que ningún otro que al día de hoy haya trabajado el tema. En público, por lo menos. Cuando se quiso hacer desvanecer su figura y como prueba de la imposibilidad de lograr seme- jante desatino, lejos ya de su compañía y del partido que, en palabras suyas, “juntos hicimos”, y son palabras suyas aunque enormemente exageradas en su desmedida generosidad, inten- sifiqué, nunca contrariando mi deseo pero sí mortificando -mu chas veces mi manera diferente de pensar, la presentación de sus ideas y de su obra. Fuerzas muy poderosas me movieron: 131 Juan Antonio Corretjer el patriotismo; la gratitud patriótica al hombre que, repitiendo palabras con que lo presenté muchas veces en público, “salvó a mi generación de la ignominia”; y mi gratitud personal al gran líder que pintó mi retrato juvenil ante una generación que me amó casi tanto como a él. Esta noche termino. El tema Albizu Campos muere esta noche en mi pluma y en mis labios. Una disciplina sobre mi vida interior, tan difícil y dura como la más dura y difícil que haya impuesto anteriormente a mi vida, impone esta noche esa cortina de silencio. Es algo largamente meditado y resuelto. Callo. Mas seguiré viviendo, con fe mayor y candor más do- loroso, las dos grandes enseñanzas que me dieron los dos gran- des maestros de mi juventud: la que me enseñó Sandino, de jamás andar en tratos con políticos; y la que me enseñó Albizu: que no espere Puerto Rico independencia más que del valor con que sus armas la conquisten. Pero con esta diferencia. Yo soy comunista.

Guaynabo a 2 de septiembre de 1973

132 Re: Albizu Campos

NOTAS AL CALCE PARA ESTE CAPÍTULO 1 Ya en prensa esta Conferencia, Harold Lidin encontró en el Archi- vo de la Corte Federal en San Juan, la solicitud hecha por Albizu en 1921 para práctica de la abogacía ante dicho tribunal. En ese documento, escrito de puño y letra, Albizu da como fecha de su nacimiento en Ponce, el 29 de junio de 1893. 2 Roa, veterano de la Guerra de los Diez Años, enfatiza en su libro las privaciones sufridas por el Ejército Libertador durante la he- roica lucha cubana que empieza en Yara (1868) y termina —sólo un paréntesis al fin y al cabo— con el Pacto del Zanjón (1878) pero al terminar le abre una puerta la Protesta de Maceo en Ba- raguá ese mismo año. Martí juzgó derrotista el libro y Enrique Collazo lo desafió, ya que Roa estaba en Cuba mientras que Martí y Collazo vivían en el exilio. Se aplazó el encuentro mediante la intervención de patriotas cubanos y Collazo y Martí conspiraron luego juntos para el alzamiento de Baire, que llevó a Martí a mo- rir en Dos Ríos y a Cuba a la República Plattizada. Collazo se batió nuevamente en la Guerra del ’95, que Martí organizó. Un hijo de Enrique Collazo, oficial del Ejército Cubano en 1935, me protegió, junto al Cabo Mas, en el Cuartel de Empedrado, y quizás deba a ambos haber salvado la vida aquella noche inolvidable de mayo en 1935. Creo —no lo sé con certeza— que el actual Minis- tro de Relaciones Exteriores de Cuba es descendiente del soldado libertador cuyo libro provocó el incidente entre Martí y Collazo. 3 No se nos permitía visita como no fuera la de nuestra esposa o abogado. Las visitas eran vigiladas por la Guardia, como lo fue hasta las que nos hiciera el Congresista Vito Marcantonio, jefe de nuestra defensa en apelación. No podíamos recibir carta que no fuera de nuestras esposas, padres, hermanos o abogados. La co- rrespondencia se permitía exclusivamente en idioma inglés. Una carta semanal. Un baño a la semana. 4 Pues nada menos que personalidades de la magnitud de Don Fe- derico Henríquez y Carvajal, Don Américo Lugo, Don Enrique del Castillo, y otras. 5 El Licenciado Federico Acosta Velarde. 6 En el Campamento Las Casas, como oficial del Regimiento 375. Albizu había solicitado servir con tropa puertorriqueña. En 133 Juan Antonio Corretjer otro de mis trabajos he explicado lo que Albizu pensó posible hacer dentro del Ejército si tropas puertorriqueñas llegaban a los campos de batalla de Europa. No ocurrió en la Primera Guerra Mundial 7 Una de las tres cartas de recomendaciones que el héroe domini- cano de la resistencia a la intervención iniciada en 1916, Gregorio Urbano Gilbert, llevó a Sandino, estaba firmada por Don Felipe Barbosa, (primo del doctor José Celso Barbosa) quién presidió el Comité Pro Independencia de Puerto Rico en La Romana, organi- zado por Albizu. 8 Debo a la generosa amistad del periodista norteamericano Ha- rold Lidin la publicación de estos documentos, cuyas fotocopias pertenecen a su Archivo. 9 La oposición a la concurrencia electoral en la Asamblea de 1932 estuvo encabezada por el Licenciado Luis Vergne Ortiz y la diri- gente estudiantil universitaria Julia Carmen Marchand, quien gozaba en aquel momento de todo el prestigio que le diera su puesto de avanzada en el asalto al capitolio colonial, el 16 de abril de 1932. 10 Como el mismo Albizu, su autoritarismo llevó a De Gaulle al bor- de del fascismo. Mas lo que era imposible en Albizu no lo era de De Gaulle. Pero Argelia lo puso a prueba. Ningún jefe fascista es capaz de entender el liberalismo colonial; y mucho menos de acceder a la independencia de una colonia. Aclaro: la figura de De Gaulle no me inspira ninguna simpatía. 11 Todo en la formación (deformación mejor dicho, enajenación en el cabal sentido que Marx dio a la sociología marxista y no marxis- ta) lleva a la persona nacida y criada en una sociedad capitalista al anticomunismo. En la sociedad capitalista conspiran juntos Dios y el Diablo, contra el comunismo. 12 Para no ser anticomunista, no empece la nobleza de sentimientos y el sacrificio personal ofrendado por una sociedad mejor, es nece- sario compartir no sólo algunos conceptos de la teoría o la praxis marxista: es necesario aceptar en su totalidad lo que es la base inconmovible del marxismo-leninismo: el materialismo dialéctico e histórico.

134 Re: Albizu Campos

Prólogo Edición de “Albizu Campos, por Editorial Coquí, 1991 La solicitud hecha por Editorial El Coquí de Chicago para que redacte una introducción a la segunda edición del libro Albizu Campos de Juan Antonio Corretjer es para mí un gran honor. Han transcurrido más de 20 años desde que Carlos Rama, comunista uruguayo, y la editorial El Siglo Ilustrado hicieran realidad la prime- ra edición del libro. * Esta etapa en la lucha por la independencia de Puerto Rico re- quiere por necesidad un esfuerzo triplicado en cuanto a la discreción, autodisciplina y voluntad de lucha. Esto es entendido de inmediato por el lector consciente si sabe que este esfuerzo para reproducir la obra de Juan Antonio Corretjer, Albizu Campos, se lleva a cabo “desde las entrañas del monstruo.” También ayuda al entendimiento puntualizar dos realidades que dominan el interés público norteamericano hoy día: Por un lado, el descalabro del mercado de valores en 1987 que da paso a la profundización de la crisis económica del capitalismo yanki, transformándola de tolerable recesión a intolerable depresión y por consiguiente, la aplicación del remedio único que a una situación de esta naturaleza del imperialismo; La Guerra. Los Estados Unidos está practicando en Irak el genocidio. La guerra en el Medio Oriente tiene todas las posibilidades de servir como ignición a una conflagración mundial. Las intenciones yankis de dominar la zona y sus recursos petroleros, como medio de recuperar su posición hegemónica mundial perdida durante su encontronazo en Asia, principalmente con el pueblo vietnamita, augura un futuro inevi- table de intensificación del proceso revolucionario internacionalmente. Como fieles discípulos a las ideas de Albizu y Corretjer en el movi- miento de liberación nacional nos encontramos colocados en primera fila en la lucha contra el imperialismo y su odioso sistema de opresión, por un lado y la lucha por la independencia de Puerto Rico, por otro. * La impresión de Editorial El Coquí, Chicago, indica que la primera Edición de Albizu Campos, fue de Editorial el Siglo Ilustrado, 1969. Y una reimpresión de 1970. [Casa Corretjer, 2014] 135 Juan Antonio Corretjer Estas verdades mencionadas ligeramente con el objetivo de ubicar en la actualidad borrascosa que vivimos la publicación de la segunda edición del libro Albizu Campos, escrito por su más conse- cuente discípulo, deberán tener su análisis por separado. Por razones obvias no es el propósito al mencionarlas otro que atraer la atención del lector sobre algunos factores objetivos y subjetivos que tiendan a indicar con alguna precisión que el mundo en que vivimos se verá sa- cudido una vez más por profundas transformaciones revolucionarias. ¿Qué mejor ambiente que este para que esta segunda edición de Albizu Campos se haga realidad? La situación que vivimos hoy los puertorriqueños al tener la mitad de nuestra población residiendo en lo que José Martí llamara “El Norte Revuelto y Brutal”, junto con la colonia militar industrial que Puerto Rico continúa dolorosamente siendo, nos coloca en una posición de vanguardia ante el mundo entero. El pueblo de Albizu Campos sabrá estar a la altura de las enseñanzas de uno de sus más grandes próceres hoy y mañana; como lo estuvo y estará a la altura del autor, Juan Antonio Corretjer, y su militante concepción marxista de la historia. Debido a que conocí a Juan Antonio a muy temprana edad; (15 años tenía) y nuestra colaboración revolucionaria cubrió la historia de 2 organizaciones hasta que muere en 1985, conozco la interioridad de la discusión para editar el libro y las decisiones en el Comité de la Liga Socialista Puertorriqueña que hicieron posible su impresión en Montevideo. Carlos Rama aceptó la solicitud de su camarada puer- torriqueño quien le pidió a nombre del buró político de la Liga y su comité central el trabajo de convertir el libro en realidad. Rama y sus camaradas uruguayos de la editorial El Siglo Ilustra- do, se dieron a la tarea con gran entusiasmo, haciendo honor al con- cepto verdadero y militante del internacionalismo proletario. La dra- mática situación que rodeaba a la Liga Socialista Puertorriqueña en el año 1968 que obligaba a la organización a operar en una situación de semi-clandestinaje permanente, junto con la escasez de recursos; además del alto costo del trabajo de impresión en Puerto Rico, fue- ron los argumentos principales para tratar de encontrar alternativas, la cual encontramos con el camarada Carlos Rama, bien conocido por Consuelo y Juan Antonio. La lucha contra el servicio militar obligatorio y la agresión a Vietnam, la rebeldía estudiantil contra el R.O.T.C. y el coloniaje, junto con la militancia obrera en petroquímicas, centrales eléctricas y fábri- cas, demandaban por parte nuestra la mejor utilización de los recursos disponibles para poder dar dirección y jugar el papel de vanguardia al que nos habíamos consagrado voluntariamente desde nuestra fun- 136 Re: Albizu Campos dación cinco años antes. Estas razones por sí solas justificarían con creces la publicación del libro en el exterior; pero el libro existe por lo siguiente: poco después de ser trasladados los originales a Montevi- deo el gobierno colonial de turno dirigido por anexionistas arresta al buró político y al Comité Central de la Liga Socialista Puertorriqueña acusándoles de conspiración sediciosa y posesión y transporte ilegal de armas. Era el año 1969. Por tanto, el haber hecho la publicación fuera de Puerto Rico la salvó de ser decomisada por el imperialismo y permitió su posterior distribución. El libro Albizu Campos sale a la luz pública, pues, rodeado de no menos dramatismo que La Lucha por la Independencia de Puerto Rico, el cual surge al calor de los combates revolucionarios de los insurrectos del 1950 y fue publicado por Unión del Pueblo pro Cons- tituyente, organización en la que militaba el autor. Los insurrectos del ’50 y su líder Albizu Campos, con su ejemplo patriótico, se desplazan dialécticamente en tiempo histórico para reaparecer en el intelecto antimperialista y comunista de su fiel discípulo en este libro. La coincidencia de factores une, pues, ambas publicaciones. También las une su defensa constante de la tendencia revolucionaria, antimperialista y anticolonial, y, de igual manera la condena del refor- mismo como una práctica colonizante y defensora del status quo que nada bueno tiene que ofrecernos. Juan Antonio Corretjer, productor de ambas obras prueba con ellas su dedicación y amor absoluto a la independencia de Puerto Rico y a los principios revolucionarios, su desprecio total a los reformistas e imperialistas. Ambas contienen un gran caudal de ideología revolucionaria y patriótica que ayudarán a las generaciones presentes y venideras a cumplir su papel histórico en la lucha. El libro Albizu Campos no fue ni remotamente la última palabra verbal o escrita que el autor emitiera sobre el tema. El antimperialismo Albizuista siempre estuvo presente en sus intervenciones públicas. Prueba de ello es la conferencia dictada en El Ateneo Puertorrique- ño el 30 de octubre de 1973 conocida como Semblanza Polémica de Pedro Albizu Campos. Posteriormente es convertida en folleto que incluye dramáticas fotografías que ilustran momentos de singular im- portancia en la vida revolucionaria de Corretjer; desde su activismo en La Liga Antimperialista en Nueva York a fines de los años ’20 y su soli- daridad activa con Sandino y la lucha del pueblo nicaragüense contra la ocupación militar Yanki, hasta su encarcelamiento en los años ’30 por su militancia en el Partido Nacionalista. El autor consideraba tanto a Sandino como a Albizu los dos grandes maestros de su juventud. El testimonio verbal sobre su defensa del albizuismo lo viví perso- 137 Juan Antonio Corretjer nalmente. Recuerdo muchas conversaciones con Juan Antonio Corre- tjer en los arrabales de Ponce donde tocaba el tema con frecuencia. Por ejemplo en casa de Juana Segarra en el callejón de la cuatro en Clausells o en casa de Rubén en “La Cantera” donde muchas veces dijo que nunca se podría hablar en exceso de Pedro Albizu Campos y su ejemplo patriótico y antimperialista. Era necesario porque los impe- rialistas y sus alcahuetes colonialistas y reformistas cultivan en nuestro pueblo la amnesia como forma de destruirnos como nación. Es de particular interés para el opresor que nuestra juventud desconozca al Albizu patriota, antimperialista y revolucionario. La infamia que se pretendía al condenar a Albizu al olvido, o por lo menos presentar- lo malamente distorsionado, fue atajada por la Liga Socialista Puer- torriqueña a través de su Secretario General Juan Antonio Corretjer durante los años ’60 y ’70. El libro Albizu Campos es el producto de largas discusiones que concretizaron la necesidad de reubicar el pen- samiento revolucionario Albizuista en la turbulencia social que agitaba a nuestro pueblo a fines de los años ’60 y la década de los ’70 para que continuara sirviendo como punto de referencia en la lucha por la independencia entonces. Debo hacer ahora un paréntesis necesario: La segunda edición de Albizu Campos a ser impresa por Editorial El Coquí es idea origi- nal de la compañera Rita Córdova del colectivo de trabajo del Centro Juan Antonio Corretjer en Nueva York. Se produce en octubre pasado durante una reunión regional en Hartford, Connecticut. Es a iniciativa de ella que fuimos juntos donde José López para tratar de interesar- le en el proyecto. No fue necesario mucho esfuerzo para que José López entendiera lo correcto de la idea de Rita. Hecha esta declaración no quiero ni puedo terminar sin denun- ciar que el intento de difamación hecho sobre la figura y el ejemplo Albizuista por parte del imperialismo yanki y sus apologistas puertorri- queños al que me referí anteriormente está siendo repetido en Puerto Rico con Juan Antonio Corretjer. Cuando se menciona su nombre se prefiere hablar del poeta nacional como forma de eliminar contenido a su ideología y actividad revolucionaria. La estrategia aplicada a Albizu es repetida ferozmente contra Juan Antonio Corretjer. Su antimperia- lismo hace extensiva la solución al problema destruyendo la sociedad que le sirve de partera a los exportadores de capital y opresión. Su consigna repetida mil veces en tribuna y prensa de que “La Indepen- dencia de Puerto Rico deberá ser Nacional por su forma y Socialista por su contenido” lo convierten en el blanco preferido de los impe- rialistas y sus lacayos criollos. De ellos lo podemos entender pues constituyen el enemigo de clase. 138 Re: Albizu Campos No así cuando nos dicen que sectores independentistas coinci- den por las razones que sean con esta práctica. Mantener viva la ima- gen y el pensamiento revolucionario de nuestros líderes en la cons- ciencia de nuestro pueblo, no únicamente estimula el recuerdo y la memoria, también vamos construyendo Patria. La debilidad relativa del movimiento independentista puertorri- queño actual puede transformarse únicamente sobre una sólida base ideológica revolucionaria. Destacar pues las figuras de Pedro Albizu Campos y Juan Antonio Corretjer es deber patriótico de todo inde- pendentista puertorriqueño. Nuestra organización y Editorial El Coquí ponen en manos de esta nueva generación de puertorriqueños, a los 22 años de iniciada su primera edición, esta segunda edición del libro Albizu Campos, escrito por el camarada Juan Antonio Corretjer. ¡Patria! ¡Independencia! ¡Socialismo!

Antonio Rivera Ciudad de Nueva York – El Barrio 12 de febrero 1991

Epílogo a Edición de Albizu Campos, por Editorial Coquí, 1991 La reproducción de esta obra, Albizu Campos, escrita por el Poe- ta Nacional de Puerto Rico, Comandante Juan Antonio Corretjer, tiene un importantísimo significado para nuestro pueblo boricua en la diás- pora en general, y para la membresía del Movimiento de Liberación Nacional Puertorriqueño, en particular. Es un libro imprescindible en estos momentos, cuando el imperio intenta implantar un reordena- miento del mundo, que en sí no es otra cosa que la cíclica redivisión del mundo por el Gran Capital Multinacional; teoría tan profundamente esbozada por el gran Lenin, en su magna obra, El Imperialismo Fase Superior del Capitalismo. Por ende, al analizar la presente coyuntu- ra política y sus implicaciones para nuestro pueblo y nuestra lucha, el presente trabajo se convierte en un norte para el accionar revolu- cionario antimperialista. Ya que dentro de él se entrelazan los pensa- mientos de nuestro Primer Antimperialista, Pedro Albizu Campos, y el del poeta-guerrillero, cuyo pensamiento sirve de puente entre la lucha nacionalista y la nueva lucha por la independencia y el socialismo: Don Juan Antonio Corretjer. El libro Albizu Campos es, en esencia, la síntesis de los dos hombres que en su vida cotidiana supieron vivir una praxis revolucionaria; sin quitarle el hecho de que ambos fueron 139 Juan Antonio Corretjer producto de su época y medioambiente, con todas las limitaciones que esto puede implicar. Si un Albizu o un Corretjer no hubiesen existido, nuestro pueblo los hubiese creado. Por eso, son la creación inexorable de nuestra realidad de pueblo oprimido, y que no obstante, lleva dentro de sí “las ganas de ganar”, remitiéndonos a esta máxima corretjeriana. Esta edición se distingue de la anterior por tres razones funda- mentales; primero, es el producto de amor de un grupo de compa- ñeros y compañeras en Chicago que ven la necesidad de divulgar esta obra y el pensamiento de estos dos grandes maestros de nuestro quehacer político; segundo, fue prologada por quien ha sido en el MLN el enlace entre la labor de la Liga Socialista Puertorriqueña en la década de los ’60 y ’70 con el trabajo del MLN en los años ’70, ’80 y ’90; y tercero, a este libro se le han añadido, primero, el ensayo Albizu Campos y las Huelgas de los Años 30, el cual ya se había incluido en la primera reimpresión de agosto del 1970, y Semblanza Polémica de Albizu Campos que sí es la obra definitiva de Corretjer sobre Albizu. Con esta publicación añadimos nuestro granito de arena a las celebraciones del Centenario del Maestro Pedro Albizu Campos.

José E. López, Primer Secretario Movimiento de Liberación Nacional Puertorriqueño (MLN)

140 Re: Albizu Campos

Corretjer estuvo preso en Atlanta 5 años, así que -es altamente probable- que escribió este poema en la cárcel, pues se da

la fecha de 1940 como el año os en el que lo escribió. La fuente es Benjamín Torres, Marisa p Rosado y José Manuel Torres Santiago, Editores. Imagen de Pedro Albizu Campos, San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1973, página 78.

poemaAlbizu A Pedro Cam 141 Juan Antonio Corretjer

Al Sr. D. Pedro Albizu Campos

Hace algún tiempo ya que veo. Me alcé sobre la sombra. Transparencias ungiéronme la frente. Nacieron las auroras. Pereció la tiniebla. Habiendo visto pude decir lo que veía. Los secretos caminos de la verdad excelsa, hechos para la planta del varón de dolores. La corona de espinas que vence en la tragedia y el coro de triunfos que levanta el caído a las serenas cúspides de la belleza eterna. Y lo dije con actos, directos como lanzas; carcajes misteriosos de llameantes flechas, ramilletes de flama, espadas de ígneas puntas... Al resplandor de esa panoplia de centellas canté amores perdidos con susurros de tórtola, con los silbos arcanos del bambú de mi tierra cuando es flauta a la luna de las noches de enero junto al río que arrastra mil millones de estrellas. Y después de la vida, volviendo de la muerte, abstrusas geométricas diéronme su belleza: la vida es un radiante luminoso, y la muerte, un punto, matriz de líneas nuevas. Pero ante tí, Maestro, mi Iniciador, me acerco con humildad devota, con las abarcas viejas raídas del sendero, en silencio, buscando las señales impresas en tus huellas, y te confieso humilde; por lo que yo no he visto comprendo la sublime visión de tu grandeza. 1940

142 Re: Albizu Campos

143 Juan Antonio Corretjer

144 Re: Albizu Campos

“El líder de la desesperación” fue publicado como folleto con el subtítulo “Semblanza Polémica de Pedro Albizu eración Campos”, y comparte mucho del contenido de la sección anterior con el p mismo nombre. A la vez es un trabajo revisitado y elaborado a tal nivel de coherencia interna que amerita leerse como unidad independiente al capítulo homónimo mencionado.

ensayo El líder de la deses 145 Juan Antonio Corretjer

EL LIDER DE LA DESESPERACIÓN

Al leerse las notas sobre Albizu Campos contenidas a lo largo de muchos escritos míos, el lector tropezará con dos afirmaciones que lo moverán a hacerse una grave pregunta. Estas afirmaciones son: (1) Albizu Campos es el mayor líder nacionalista producido por la gestión independentista puertorriqueña; pero llega históricamente tarde, en cuanto nacionalista, para tener una burguesía a la cual darle dirección; y, (2) cuando en enero de 1934 los trabajadores solicitan su liderato en la huelga de la industria azucarera, él la dirige victoriosamente, pero no puede la lucha nacionalista beneficiarse de su triunfo porque el carácter pequeñoburgués del partido se lo impide: no organiza a los trabajadores sindicalmente ni los incorpora a su partido. Sin embargo, al año siguiente, el Nacionalismo entra en una nueva etapa de auge cabalgando la cresta de un gran ascenso revolucionario. Aquí viene la pregunta: si no hay burguesía en que fundarse y el partido no se basa en los trabajadores, ¿a qué fuerzas le da liderato Albizu Campos? Los propagandistas del Imperialismo le han dado una respuesta interesada: Albizu no representa al pueblo puertorriqueño. En las palabras del General Winship “el Partido Nacionalista es la sombra de un hombre”. Cuando el masacrador de nuestro pueblo escribía esas palabras ya Albizu estaba preso en Atlanta. La crítica seudo-marxista de la época resolvía el caso con un recurso determinista: es un caso típico de desesperación pequeñoburguesa. Trataremos de darle una explicación científica, históricamente probada. Evidentemente, el liderato albizuista refleja una desesperación. ¿De dónde proviene? En nuestro libro La lucha por la independencia, cuya primera edición data de 1949, y en todos nuestros escritos, siempre hemos dado un punto de partida específico al liderato de Albizu: la radicalización de las masas como consecuencia de la gran crisis cíclica del capitalismo que desata el colapso de la bolsa de Nueva York en octubre de 1929. 146 Re: Albizu Campos Pensar en el efecto que la crisis, al desatarse en Estados Unidos mismos, habría de ocasionar en Puerto Rico, con su economía en manos yankis, sin industrias, y con una agricultura latifundista y monocultura poseída por grandes trusts norteamericanos; sin ningún poder político con el que montar su más mínima defensa, es un formidable ejercicio para la imaginación del lector fuera de Puerto Rico. Para nosotros fue una terrible experiencia. Pero aún el lector ajeno a la experiencia puede entender nuestra afirmación de cómo, para los casi dos millones de puertorriqueños que éramos entonces, enfrentados a disponer de nuestra vida, que no es solamente nuestra existencia de cada día sí que también nuestra vida histórica, los años de la depresión (y Albizu asciende a la presidencia del partido el 12 de mayo de 1930) es una explicación de cómo la desesperación individual de cada día se convierte en la desesperación colectiva de las masas, que a su vez se mira en la personalidad del dirigente y se refleja en su liderato. Reflejando esa situación Albizu agita, agita y agita hasta producir la explosión. ¿Hizo mal? Hizo bien. Blanqui aportó lo suyo a la Comuna de París.1 “Marx –escribe Lenín en 1907– sabía apreciar también el hecho de que hay momentos en la historia en que la lucha desesperada de las masas, incluso por una causa sin perspectivas, es indispensable (el subrayado en el original) para los fines de la educación ulterior de estas masas y de su preparación para la lucha siguiente”. Y al analizar la insurrección irlandesa de 1916, reafirmaba: “Sólo en la experiencia de los movimientos revolucionarios inoportunos, parciales, fraccionados, y, por ello, fracasados, aprenderán las masas, adquirirán fuerzas, verán a sus verdaderos guías, los proletarios socialistas, y prepararán el embate general, del mismo modo que las huelgas aisladas, las

1 Luis Augusto Blanqui, (1805-81) comunista utópico francés, descollante revolucionario.

147 Juan Antonio Corretjer manifestaciones urbanas y nacionales, los motines entre las tropas, las explosiones entre los campesinos, etc., prepararon el embate general de 1905”. En el centenario de la Comuna de París los revolucionarios de todo el mundo no pueden tener sino comprensión para quienes, en el apogeo del poderío norteamericano, –parafraseemos a Marx –quisimos arrancar una estrella a los cielos.2 Pero sabiendo todos, además, quienes hemos de ser, desde ahora, los dirigentes victoriosos de la lucha independentista puertorriqueña: los comunistas. Para Puerto Rico, esto es tan evidente y próximo como leer en libro abierto. “Una revolución social para triunfar –afirma Lenín– necesita por lo menos dos condiciones: un alto desarrollo de las fuerzas productivas y un proletariado preparado para ella”.3 El imperialismo no solo destruyó la burguesía puertorriqueña: al prohibir a la producción puertorriqueña un mercado interior decretó la imposibilidad de recuperación a la burguesía nacional, y, ha cerrado el camino nacionalista a la victoria independizadora. Eso lo obsesionaba y lo logró. Pero aplastada la insurrección nacionalista de 1950 traslada a Puerto Rico un núcleo importante de sus explotaciones industriales. Estas van desde fábricas de ropa interior de mujer hasta el complejo petroquímico. Se logra el desarrollo de un proletariado industrial de más de ochenta mil obreros.

2 Esta nota fue originalmente escrita en 1971, Centenario de la Comuna de París para la tercera edición de ALBIZU CAMPOS, la antología de ensayos y conferencias míos publicada por la editorial EL SIGLO ILUSTRADO de Montevideo. La dicha tercera edición no ha sido publicada. Todo el material incluido en este libro se publica ahora por primera vez.

3 Esta conocida tesis leninista, que cuadra perfectamente a Puerto Rico, colonia militar industrial norteamericana, no desdice la experiencia de la revolución china. Pero vamos más allá y aquí, respetuosamente, nos alejamos de Lenín y de Mao, para afirmar que los campesinos pueden también ser movilizados a luchar por el socialismo y la dictadura proletaria. Lo decimos pensando en otros países latinoamericanos, en los cuales, contrario a Puerto Rico, la economía es preponderantemente agrícola y campesina el grueso de su población.

148 Re: Albizu Campos Al mismo tiempo, un fenómeno universal –el proceso de proletarización del campesinado– es en Puerto Rico hecho evidente. El capitalismo ha dado a luz sus sepultureros puertorriqueños. Pero la repetición de esta famosa sentencia de muerte hecha al capitalismo por Marx y Engels, y que encontramos ya en el Manifiesto de 1848, no se tome como rendición de armas ante el destino inevitable del capitalismo. No militamos en las filas de los deterministas, súbditos de una tendencia de derecha dentro del movimiento marxista internacional. La economía es la base de la sociedad y el cambio revolucionario, histórico, se produce en la base; pero la base se desarrolla revolucionariamente sólo mediante la lucha de clases, con la lucha política revolucionaria. No creemos que los sucesos vienen predeterminados por la historia; no creemos en la inevitabilidad histórica de los deterministas. Creemos en los sucesos de la historia producidos por la acción consciente de las masas, política, ideológica, revolucionariamente dirigidas. Cabe añadir de seguido que al mismo tiempo que el establecimiento de este complejo industrial parejo a la proletarización más específica de la clase trabajadora se impone la realidad, señalada por Marx, en sentido de que la revolución está obligada a abrirse paso a través de una fuerte oposición que ella misma crea. De la necesidad imperialista de mantener a Puerto Rico pacificado emerge a su vez la de crear empleos que mitiguen en parte el empobrecimiento de las masas que es ley general del capitalismo. De ahí surgen a la vez las ilusiones de “desarrollo” económico,4 de “prosperidad”, de “afluencia”, que cabrillean en los espejismos coloniales, y siembran conformismo y oposición a la Independencia. Y encima de los espejismos una fuerza de oposición a la independencia robustecida y consolidada en los monopolios, en el Pentágono y en las afinidades coloniales de los dos. Será a través de esa oposición, creada en el imperialismo por la necesidad de mejor

4 Desarrollo norteamericano, gracias a su traslado a Puerto Rico; no desarrollo capitalista puertorriqueño, como se quiere hacer ver.

149 Juan Antonio Corretjer defender su oposición amenazada por el desarrollo previsible del independentismo, que nuestra revolución tendrá que abrirse paso. Esa es la tarea de sepulturero del capitalismo asignada al proletariado como vanguardia de todos los oprimidos, en lucha afanosa, política, ideológica, revolucionariamente dirigida. Si dijimos antes que los revolucionarios de todo el mundo deben, en este Centenario de la Comuna de París, mirar comprensivamente a quienes, en el apogeo del poderío norteamericano, quisimos arrancar una estrella a los cielos, decimos, igualmente, que no tengan perdón si no lo hacemos para los que ahora hemos de preparar al proletariado puertorriqueño para la independencia y el comunismo. Y nuestra obligación no es sólo organizar. Es también agitar, agitar, agitar, hasta producir la explosión.

¿A QUE EMBOCÓ ESE HOMBRE A ESTE PUEBLO? La radical actividad de Albizu Campos, esa quema suya de todas las naves todos los días, no ha dado quizás mejor prueba de su mayor altura o abismal profundidad que ese, entre pregunta ansiosa y cordial reproche, que me hace un notable sociólogo puertorriqueño: ¿A qué embocó ese hombre a este pueblo? Me la planteo como interrogante para darme ocasión de intentar una respuesta. La respuesta tiene por forzoso punto de partida una cuestión filosófica. La realidad existe objetivamente, fuera e inclusive a despecho, de las ideas y de la voluntad de los seres humanos. Una cosa necesariamente fue lo que Albizu se propuso, lo que él pensó, lo que animó, desde sus adentros más recónditos y ardientes, el fervor de su palabra y el tesón de sus ejecutorias; otra, tercos y obtusos, los problemas que en el fondo de la sociedad puertorriqueña tejían y destejían su red contradictoria de entrampe y escapada. Ya hemos descrito cómo Albizu privado de una burguesía a la cual darle dirección política, y sin apoyarse en los trabajadores, desarrolla una estrategia fundada en la desesperación de las masas víctimas de la depresión en los años 30. Pero que Albizu no tuviese a disposición suya una burguesía 150 Re: Albizu Campos a la que darle dirección política no lo privó de intentar dársela. Tomando, al vuelo dos ejemplos, apuntaremos a su campaña para que los colonos de caña no fuesen burlados por los grandes monopolios absentistas azucareros gracias a mantener estos últimos –¡hasta eso!– el poder de determinar qué cantidad de sacarosa se contenía en su producto. Ese control se mantenía con un mecanismo muy simple: era el químico de los centralistas quién lo determinaba. Con su hábito de predicar fustigando Albizu se burlaba de los colonos que no se organizaban para exigir que fuesen sus propios químicos quienes determinasen el grado de sucrosidad de su gramínea. Los colonos por fin se organizaron; por fin lograron los servicios de químicos responsables a ellos mismos. Sus ganancias subieron. Pero en cuanto a responder al llamado patriótico de Albizu, era otra cosa. Siguieron correspondiéndose con los partidos coloniales. A través de la cuota azucarera el imperialismo regía su línea política. Preso ya, y desde La Princesa, no lejano el día en que fuésemos trasladados a la Penitenciaría Federal de Atlanta, no recuerdo por qué incidencia en la contradicción de intereses imperialista-coloniales, Albizu requería los azucareros a sumarse en la lucha por la independencia: esto a despecho de saber, como bien se lo sabía, que estos bastardos intereses jugaron papel decisivo en la persecución de que se nos había hecho objeto y aunque, en el bufete del abogado de la Asociación de Productores de Azúcar, licenciado Sifre, se libraron cuantiosos cheques en premio a los jurados del panel que nos condenó a presidio. Albizu no actuaba así por hacer el tonto, sino por mandato indeclinable del contenido clasista de su liderato. Era el peso de ese contenido imponiéndose impertérrito como una quilla para mantener el balance poli-clasista que él entendía como unidad nacional, como hermandad de todos los puertorriqueños por encima de toda división clasista. Estaba ahí, yo no la inventé, –decía Marx sobre la lucha de clases. Estaba aquí, aunque Albizu no la desease. Existía objetivamente, independientemente de su conciencia, sin importar lo que él pensase, lo que él quisiese: obscura y decisiva 151 Juan Antonio Corretjer fuerza hacedora y destructora y reconstructora, más allá de la luz patriótica que alumbraba en su nacionalismo. “Todo movimiento libertador tiene que ser ortodoxo” filosofaba. “Es lesivo alentar la división de las clases”, nos decía, “porque la lucha de clases divide horizontalmente a la nación incitarla es lesivo a los intereses de la independencia”. No obstante, tuvo que dirigir la huelga de los trabajadores de la principal explotación del país en 1934, hecho que repercutiría, como jamás pudo él imaginarse, en la historia de Puerto Rico y en su propia vida. Su tarea como dirigente nacionalista, su esfuerzo baldío por poner bajo su liderato a la burguesía colonial en desbandada es el hecho que contesta la pregunta que motivó esta nota: – ¿A qué embocó ese hombre a este pueblo? Contradictoriamente es Pedro Albizu Campos quien prueba, por negación, la completa bancarrota política de la burguesía puertorriqueña, su total incapacidad para actuar independientemente en política; cabe decir independiente de la coacción imperialista. Terminada la tarea lideril de Albizu sería una insensatez que cualquier nuevo liderato independentista queme su esmalte luchando por atraer a la bandera de la independencia los pocos capitales denominables nacionales – tan escasos que no forman clase. Y ni qué decir a esa burguesía compradora, comercial, pendiente del crédito como de una horca.

Esta no es cuestión del pasado. Al contrario, es por lo que tiene de presente, como engendro futuro, que podemos decir cuánto son hechos que su liderato precipita a lo que realmente “ese hombre embocó a Puerto Rico”. Y aquí regresamos a aquella afirmación dialéctica de que la realidad existe objetivamente, fuera de la conciencia de los hombres, independiente de sus ideas, deseos, intenciones. Aunque la voluntad de los hombres, por afirmación o negación, al insertarse en la dinámica histórica trace pauta e imprima sello a los sucesos que tejen su urdimbre. Si Albizu pensó alguna vez en que su liderato tuviese sucesión nadie puede imaginarse que lo quisiera distinto en 152 Re: Albizu Campos esencia al suyo. Pero no habría podido pasar inadvertido a la misma generación que enmarcó su actividad libertadora la inutilidad de una orientación policlasista. Por convencimiento, por ideología, y si no por demagogia, el nuevo liderato independentista tendría que orientarse hacia la clase obrera y el socialismo. Esta reacción llevará hasta “la tendencia a teñir de color comunista las corrientes democrático burguesas de liberación en los países atrasados”, dice Lenín, tendencia que debe ser combatida “resueltamente” por los comunistas, como inmediatamente aconseja. (Lenín, “Esbozo inicial de las tesis sobre los problemas nacional y colonial”, junio de 1920). Esta nueva orientación se depurará en la lucha misma, en la profundizante lucha de clases, en la hegemonía de la clase obrera en la lucha por la independencia, en la guerra popular como expresión máxima de la lucha de clases con el marxismo-leninismo como guía para la acción. Las grandes masas oprimidas darán al movimiento su ancha dimensión de verídica unidad nacional, marchando con el proletariado en una revolución de una clase, un partido y una bandera: la clase obrera, el partido comunista revolucionario, la bandera roja. A esto fue a lo que Albizu verdaderamente “embocó a Puerto Rico”. ¿Habría ocurrido sin que mediara su intervención en el proceso político puertorriqueño? Seguramente. Pero esa es la clase de pregunta que no se hace quien desee interrogar seriamente a la historia. Y la historia no puede ignorar a Pedro Albizu Campos. En la repercusión del papel que le correspondió desempeñar en la lucha por la independencia, esta prueba final sobre la burguesía como anacronismo en el ascenso histórico de Puerto Rico era, estrictamente hablando, una necesidad. No fue necesario que su generación sucesora lo comprobase. Él nos la dio como corroboración, como experiencia. Ni que decir que fuese eso lo que él quiso. Fue la dialéctica de las fuerzas históricas, de las clases antagónicas en la sociedad puertorriqueña; la lucha implacable entre la clase que históricamente podía avenirse con el imperialismo y la que no tiene manera de hacerlo, ésta cuyos intereses abren un abismo infranqueable que la separa

153 Juan Antonio Corretjer a la vez de la burguesía imperialista y de cualquier intento recuperativo de la puertorriqueña, la que determinara en el liderato albizuista aspecto tan positivo.

TRÁNSITO DE LA CAÑA AL PETRÓLEO Para medir en toda su importancia la participación de Albizu en la huelga cañera de 1934 es necesario reflexionar sobre lo que va de aquella época a la realidad a que nos enfrentamos ahora. Los años transcurridos han presenciado lo que podría llamarse tránsito de la economía colonial de Estados Unidos en Puerto Rico del cultivo latifundista de la caña y la elaboración del azúcar al establecimiento de un gran enclave para el refinado de petróleo. Vuelvo sobre mis pasos para recordar al lector que para 1934 unos 137 mil puertorriqueños trabajaban en las fases agrícola y fabril de la caña de azúcar. Quiérese decir que en una población total de menos de dos millones algunos 700 mil puertorriqueños dependían de la agricultura y elaboración fabril del producto. No se necesita ser un sabio para entender lo que esa espina dorsal de la economía significaba como elemento de aglutinación nacional. Si las relaciones de producción se convierten como en realidad ocurre en relaciones sociales, no se tiene que estar dotado de las luces del genio para comprender lo que ese hecho, escueto, indisfrazable, significaba como elemento de cohesión social. Nadie lo niega. Los salarios eran escandalosamente bajos; las condiciones de vida de los trabajadores a nivel bajísimo. Lo que a Puerto Rico quedaba como beneficio económico era prácticamente sólo lo que devengaban los trabajadores en salario. Esa es otra cuestión; y la salida a darse al problema otra, distinta a la que se le ha dado. Era a una solución revolucionaria a la que esa relación salarial convertida en relación social dirigía. Lo que aquí subrayamos es el equivalente de cohesión social que de aquellas relaciones de producción surgía. E insistimos. Esa cohesión contenía un potencial revolucionario a explosión pronta. 154 Re: Albizu Campos Valga señalarlo. Algo tiene que significar el hecho de que siendo los de la caña los trabajadores clave para el desarrollo de un grande y sólido movimiento sindical, el movimiento obrero dirigido por Santiago Iglesias como base de masas para “la unión permanente” de Puerto Rico a Estados Unidos (esa era su pública divisa) algo tiene que significar, y significa mucho, que Iglesias jamás organizara a los trabajadores de la caña. El llamamiento hecho por los trabajadores a Albizu Campos para que lidereara la huelga alertó al imperialismo que la organización de los trabajadores agrícolas de la principal explotación del país ya no podía ser diferida. Y no solamente era imposible ya diferirla. Era posible que esa organización se hiciera con una orientación independentista, anti-imperialista quizás. Lo primero, la imposibilidad de seguir posponiendo su organización, era solucionable extendiendo la sindicalización yankizada a los campos cañeros. Difícil si no imposible lograrlo con el viejo y desacreditado liderato de la Federación Libre. Pero la Federación Americana del Trabajo perdería pronto su hegemonía en el movimiento obrero norteamericano. Con la fundación del Congreso de Uniones Industriales (CIO) la Federación Americana del Trabajo perdió esa hegemonía. No significaba de manera alguna que el capital monopolista yanki hubiese perdido la suya sobre las dos. Pero gracias a ello el imperialismo podría reinstalarse en los campos cañeros de Puerto Rico con un nuevo aparato sindical como en realidad lo hizo. Tal maniobra no era otra cosa sino diferir el problema de fondo que al imperialismo se planteaba. Lo ocurrido con la Federación Libre podría repetirse a equis tiempo con el nuevo aparato del CIO. Lo que el imperialismo necesitaba era mucho más: era destruir esa fuerza de cohesión social cuya dialéctica fluía hacia la revitalización nacional a través de los trabajadores y por lo mismo hacia la independencia. Que los sindicatos podían ser la base más sólida del movimiento de independencia lo había probado ya revolucionariamente Connolly en Irlanda, como lo probaría Jagan en Guyana y Toure en Guinea.

155 Juan Antonio Corretjer Terminada la Segunda Guerra Mundial, dueño del monopolio atómico y proclamante del ilusorio “siglo americano”, el imperialismo yanki se dispuso subsistir la estructura de su economía colonial en Puerto Rico. La primera de sus previsiones fue evitar que la reorganización económica de la colonia desarrollase un renglón principal de producción que a su vez redundase en una nueva fuerza de cohesión social, capaz de expresarse, como primera consecuencia, en la organización de un sindicato básico ligado al primer renglón de la economía y centro de gravitación de todo el movimiento sindical, dado el peso de su influencia por importancia y número. Al contrario, se propuso instalar un sistema económico de tan variadas explotaciones que la organización del movimiento obrero viérase obligada a trabajar mediante una serie de pequeñas uniones sin otra vinculación entre ellas mismas que la de estar formadas por trabajadores. Producir una huelga como la del 1934 pensaron los imperialistas hacerla imposible mediante esa reorganización. Esa es la contestación de Wall Street y el Pentágono al movimiento obrero y al independentismo. Ese es el problema sindical correspondiente a la conversión de Puerto Rico en colonia militar industrial del imperialismo yanki: primera en la historia y única al día de hoy. Como en otro lugar de este libro refiero la consecuencia, inevitable en el callejón vertical sin salida del capitalismo monopolista, del otro desarrollo que es la creación de un proletariado industrial cuyo papel histórico frustrará el intento de dispersar el movimiento obrero dispersando la producción a que acabo de referirme, me limito aquí a ese hecho: la conversión de Puerto Rico en una colonia militar industrial del imperialismo yanki, primera como acabo de decir en la historia y única hasta ahora. El hecho en sí no es excepcionalísimo. Es el resultado lógico del desarrollo industrial y militar del capitalismo monopolista dentro de una nueva situación internacional y en el marco de su expansión colonial. Dada la experiencia de que Estados Unidos ha mirado siempre a Puerto Rico y Cuba como puntales a su 156 Re: Albizu Campos penetración en la América Latina y de campo experimental para su política latinoamericana, la colocación de una gran planta industrial dentro de una base de operaciones de sus fuerzas armadas, que es lo que hace de Puerto Rico una colonia clásica en novísima forma militar industrial, no hay que descontarla como anticipo de otras más hacia el sur. La deducción gana en lógica cuando se conjuga con el traslado a Puerto Rico del centro de adiestramiento anti-guerrillero y contra-subversivo que hasta ahora el militarismo yanki mantuvo en Panamá. ¿Hasta cuándo tolerarán las potencias esta concentración de poderío militar norteamericano que lesiona los intereses de todos? En 1926 Albizu vislumbraba que la disolución de esa contradicción entre las potencias haría obligatoriamente que la batalla final se diera en aguas del Caribe. Ni en fecha tan temprana ni después pudo Albizu preveer hasta dónde llegaría Estados Unidos en la inclusión de Puerto Rico en sus planes de dominio mundial. Testigos de este nuevo intento norteamericano de parapetar sus fuerzas en nuestro país, contra el ascenso revolucionario del proletariado y las masas oprimidas de la América Latina, nuestro deber no es sólo advertir sobre el peligro. Es subvertir el orden dentro de ese aparato montado en Puerto Rico por los monopolios armados yankis. Es arrebatárselo desde adentro, independizando a Puerto Rico para bien de todos los oprimidos de la tierra.

EJECUCIÓN DEL CORONEL RIGGS La ejecución revolucionaria del jefe norteamericano de la policía colonial coronel E. Francis Riggs es el hecho que parte en dos la historia de nuestras relaciones imperialista- coloniales. Es por lo tanto el de mayores consecuencias para la lucha independentista. El momento de viraje en el proceso revolucionario de los años 30. Desde este punto de vista me le aproximo en este trabajo. Lo primero en señalarse es la reacción de Albizu Campos frente al hecho. Hagamos un poco de historia. El 24 de octubre de 1935 157 Juan Antonio Corretjer se produce la Masacre de Río Piedras. Esta es hija de la manipulación que Riggs, experto en intrigas a estilo CIA, hizo del “independentismo” del Partido Liberal. Fueron estudiantes universitarios de la llamada Juventud Universitaria Liberal los que la manipulación policíaca movió para organizar la asamblea que tratará en vano de declarar a Albizu Campos persona no grata al estudiantado. La verdad histórica es que en esa ocasión Albizu hizo lo imposible por evitar lo inevitable. Mientras Juan Juarbe y Juarbe era designado para estar en la asamblea Albizu ordenó a este escritor que localizara a Ramón S. Pagán, Secretario del Trabajo del partido, y evitara comunicándole su mandato que no se personara en Río Piedras. Una situación como ésta no se improvisa. Ocurría dentro de un marco de intriga policíaca dirigida por Riggs y que había penetrado hasta el tuétano en la buena fe de varios nacionalistas en lo que ahora llamamos Zona Metropolitana. Una campaña de difamación sin precedente en política puertorriqueña, se había cebado contra Albizu. Esta penetró como he dicho hasta la buena fe de algunos nacionalistas influyentes dentro del partido. (Dejo sin decir que junto a los de buena fe estarían obligatoriamente los agazapados transmisores de lo que desde afuera se tiraba contra el partido.) La noticia había llegado a Albizu de que dentro del partido mismo se conspiraba para asesinarlo. Se tocó fibra muy sensitiva en Albizu, pero la purga producida por la información no pasó de tocar a las personas envueltas en la campaña de difamación. Por desgracia, en la prueba acerca del proyectado asesinato aparecía envuelto Ramón S. Pagán. Pero Pagán mismo había comunicado a Albizu la celebración de una reunión entre los descontentos. Ante las fieras acusaciones hechas contra Albizu (seductor, ladrón, vividor, paranoico que llevaba el partido a su ruina) Pagán se levantó (es su relato) y dijo que si tales acusaciones eran ciertas matar a Albizu era una obligación patriótica. Ante su estupefacción sus palabras fueron recibidas con aprobación. Pagán había ratificado esta declaración en la reunión

158 Re: Albizu Campos conjunta de la Junta Nacional con los presidentes y secretarios de las juntas municipales que formuló las expulsiones. Albizu previó que de no tomarse precauciones en la primera provocación seria de que el partido fuese objeto matarían a Pagán. De ahí que a las primeras nubes de borrasca en la Universidad, y conociendo a Pagán me encargase evitar que éste se presentara en Río Piedras. Acompañado de Agustín Pizarro, uno de mis inseparables compañeros, me dirigí inmediatamente a las oficinas de Ochoa Fertilizer en Hato Rey en las que Pagán trabajaba. Pagán se había ausentado poco antes pretextando que su presencia era urgente en su hogar. Esto no era extraordinario. Con relativa frecuencia Pagán se ausentaba de la oficina durante horas de trabajo. Dada la altísima consideración en que se le tenía nunca se le llamó la atención. Yo lo sabía; por lo cual sin dejar de preocuparme corrí a su casa. Había estado y salido casi inmediatamente hacia San Juan. En Martín Peña topamos con un nacionalista quien nos dijo espontáneamente que hacía sólo minutos lo había visto pasar en dirección de San Juan. Ya más tranquilos seguimos hacia la Imprenta Puerto Rico. Si había un lugar en el que podía estar ese era el sitio. No estaba. Fue en esos momentos que Fran González, nacionalista y dueño de un cafetín cercano llegó a la imprenta comunicándonos que por radio se informaba un motín en la Universidad. Pagán se borró de mi memoria. Pensé en Juarbe que estaba dentro de la Universidad. Al ejemplar patriota Buenaventura Rodríguez Lugo, Administrador de la Imprenta le pedí dinero para fletar un automóvil público, el cual tomamos en la Plaza Baldorioty. Cuando llegamos a Río Piedras la Universidad estaba tomada por la policía. La radio informaba muertos y heridos. Alejandro Ruiz, nacionalista de Río Piedras, nos informó que a Pepito Santiago lo habían matado. Entramos Agustín Pizarro y yo a la Universidad. Lo hicimos sin mayor dificultad porque un policía amigo suyo que había prestado servicio en Barrio Obrero nos franqueó la entrada. Juarbe y los compañeros de la Federación Nacional de Estudiantes habían hecho fracasar el truco contra Albizu. Pero

159 Juan Antonio Corretjer en esos momentos, cuando la asamblea terminaba comenzaba el mayor peligro. Al salir del viejo paraninfo, Juarbe se abalanzó sobre un guardia – “Pégame ahora, charlatán, tira ahora”. – El guardia, lívido tartamudeó una excusa. Yo tomé a Juarbe por el brazo: – “¡Vamos!” – Cuando dejamos a Juarbe camino de Aguas Buenas, Pizarro y yo caminamos hacia la Universidad. Encontramos un detective popularmente conocido por el apodo de “el Jíbaro”, hombre de genio apacible y mucha experiencia que siempre –¡aún en las escalinatas del Capitolio, la noche tumultuaria del 16 de abril de 1932!5– nos había tratado con afecto. Fue él quien nos dijo que los cadáveres de los nacionalistas estaban en el sótano del hospital de Río Piedras. Añadió que estaría allí dentro de un cuarto de hora más o menos. Entramos al negocio de Pepe Noya. Fue él quien nos aseguró que Pagán había muerto. Fuimos al hospital. “El Jíbaro” cumplió su palabra. Estaba allí y nos dejó ver los cadáveres. Reconocimos a Pagán, a Pepito, a Rodríguez Vega. Ni Agustín ni yo conocíamos a Don Pedro Quiñones. La vista de nuestros compañeros asesinados, sus cuerpos tirados en el piso, frescas las huellas de la violencia que les produjera la muerte, hizo en nosotros dos el mismo efecto. ¡Salimos de allí hirviendo en cólera! Nuestra ira subió de punto cuando supimos que Pagán, Rodríguez Vega y Dionisio Pearson, (único sobreviviente gravemente herido) ocupantes del mismo automóvil que conducía Pagán, habían sido abaleados dentro del automóvil, sin la más mínima oportunidad de defenderse. Y aunque a Pagán, muerto, con la cabeza caída sobre la rueda de guiar, un policía apellidado Colón, le levantó la cabeza y en haciéndolo, le descargó un balazo en un ojo. El sitio exacto en donde estos compañeros fueron asesinados es la calle Brumbaugh de Río Piedras casi a mitad entre De Diego y Arzuaga. Su automóvil se dirigía hacia Arzuaga. He demorado sobre estos recuerdos, imborrables, para que se entienda el estado de ánimo en que, nutrido por estos hechos, 5 Asalto masivo al Capitolio colonial, dirigido por Albizu. Véase mi libro ALBIZU CAMPOS, Editorial El Siglo Ilustrado, Montevideo, 1970.

160 Re: Albizu Campos se encontraba Albizu al despedir el duelo de nuestros mártires de Río Piedras. Y no sólo él, sino los miles de asistentes al entierro, y Puerto Rico en general. Fue allí que Albizu, tras media hora de furiosa oratoria, juramentó a los presentes a que aquel crimen no quedaría impune.

No quedó. El 23 de febrero de 1936 Elías Beauchamp minutos después que Hiram Rosado lo intentó sin lograrlo ejecutó revolucionariamente al Coronel E. Francis Riggs. Beauchamp y Rosado fueron detenidos y asesinados en el Cuartel General de la Policía. En el mismo cementerio El Seboruco en donde tres meses antes había despedido el duelo de los mártires de Río Piedras, Albizu despidió el de Beauchamp y Rosado. Es uno de sus discursos más hermosos y de los mejor conocidos aunque desgraciadamente su texto completo se perdió. Es inolvidable por el aire majestuoso con que la palabra discurre en el ámbito cristalino de una transparente serenidad; por su contenido como de honda meditación dicha en público; por su lenguaje casi bíblico, por su famosa, espontánea paráfrasis a un salmo de David. – “Puerto Rico ha cumplido su juramento”. – Con esas palabras empieza y acaba ese discurso con que Albizu despide sobre su tumba a nuestros dos héroes.

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Albizu tenía todas las razones ya dichas para su furia cuando la matanza de Río Piedras. Pero desde el mismo día en que ocurrió, hasta siempre que volvimos sobre el tema, Albizu expresó con profundo sentimiento que Pagán había deliberadamente desafiado la muerte entrampado por la calumnia de que pudiera haber estado envuelto en una conspiración para asesinarlo. En una palabra, Pagán fue a Río Piedras para probar su lealtad a Albizu Campos. Y además de su emoción patriótica, Albizu sintió siempre hacia Beauchamp y Rosado un hondo sentimiento de gratitud personal. Pero eso no es lo importante, desde un punto de vista político 161 Juan Antonio Corretjer y revolucionario. Puesto que él sabía bien que a Beauchamp y a Rosado no los movieron sentimientos personales sino un entrañable sentido de rectitud patriótica y de honor revolucionario. Por eso empezó y terminó su oración fúnebre con las palabras citadas: – “Puerto Rico ha cumplido su juramento”. – Con la acción de Beauchamp y Rosado el Puerto Rico que Albizu llevó en su conciencia se alzó a nueva altura. Un pueblo, como un hombre, no debe faltar a su palabra empeñada, a un juramento. Así pensaba Albizu Campos. De modo que no vio en el 23 de febrero de 1936 sino la fecha memorable de un acontecimiento moral. ¿Por qué no previmos el momento en que pudiese ocurrir el ajusticiamiento de Riggs? ¿Por qué no vimos que un acontecimiento de tal magnitud no podía quedarse sin futuro y que ese futuro era el que había que discutir al enemigo? Aquella mañana de domingo, el general Winship andaba de fiesta por El Yunque. El jefe del ejército, coronel Cole, se encerró en Casa Blanca, la policía no sabía qué hacer. Los jefes se encerraron con sus prisioneros a esperar órdenes telefónicas en el Cuartel General. Veinticinco hombres regularmente armados habríamos tomado Fortaleza. Dudo que la resistencia pasara de tres descargas. Otros tanto habrían capturado a Winship, duro en el mandar, pero su conducta en Ponce indica que su valor personal era mucho menos que su ceño. La sensibilidad de los pueblos hispano-americanos no había sido sacudida aún por la Guerra Civil de España. Un golpe de mano de esa índole en Puerto Rico, por sólo su audacia, por lo inesperado, habría galvanizado a una América que aún sentía arder en su conciencia la sangre de Sandino. ¿Qué fenómeno nos detuvo? La respuesta está al caerse. Llana, simplemente imprevisión. Una imprevisión que a solas tiene por excusa la conciencia de no lanzar el país a una guerra para la cual el partido que debía organizarla y dirigirla no estaba materialmente preparado. Quiérese decir, que su líder no pensó en lanzar a sus hombres a enfrentar desarmados al ejército de Estados Unidos. Y todos nuestros esfuerzos por armarnos habían fracasado.

162 Re: Albizu Campos –oOo–

Lo demás es bastante bien conocido. Está en la prensa contemporánea y lo he relatado en varias ocasiones. El 31 de marzo expide la Fiscalía Federal el famoso auto de Subpoena Duces Tecum. El 2 de abril soy internado en La Princesa. El 4 de abril el Gran Jurado encuentra causa probable de acción contra Albizu Campos, contra mí mismo, y contra Luis F. Velázquez, su hijo Julio Héctor Velázquez; Juan Gallardo Santiago, Erasmo Velázquez y Olmedo, Clemente Soto Vélez y Pablo Rosado Ortiz. Juarbe es exonerado y Rafael Ortiz Pacheco ha huido del país. Enterado confidencialmente por un amigo de la orden de arresto escapó sin siquiera informar a su maestro, líder y “compadre”. Anduvo errante por algunos países latinoamericanos, en los que son bien recibidos los valientes, no los desertores. Volvió luego al país amparado por el Fiscal Snyder quien archivó su caso. Fue ingresado en la judicatura colonial por Tugwell y hace algunos años se jubiló como Juez del Tribunal Superior en Ponce. En agosto todos los encausados somos sentenciados a largas condenas de presidio a ser cumplidas en Atlanta, Georgia. El 7 de junio de 1937 somos trasladados a dicho presidio. El Nacionalismo ha sido descabezado y el independentismo, deprimido, corre a echarse en brazos de Muñoz Marín. En sus destructores empeños coloniales el imperialismo se había hecho de una larga tregua. De los embates de 1930 a 1938 se volvería al shadow boxing de 1900 - 1930.

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Con toda la evidencia exterior parece tener razón el inteligente amigo que propone, como tesis aceptable, que la ejecución de Riggs entrampó a la independencia de manera que el imperialismo, al que Albizu había puesto fuera de nuestro fortín, pasó de un salto por encima de nuestros fuegos y se colocó dentro. Este es el sentido que le da al nombramiento de Enrique de Orbeta como substituto de Riggs en la jefatura constabularia. Con ese relleno de carne boricua en el vacío 163 Juan Antonio Corretjer policial el imperialismo reactiva todas las esperanzas autonomistas tradicionales en la política del país. Se atrinchera en ellas durante treinta años. Es una nueva estabilización del régimen, comparable a la de 1900. La premisa así planteada estaría incompleta si se pasase por alto la prisión de Albizu Campos, su liderato tronchado, de una suerte; y de otra el cuadro internacional en el que el drama puertorriqueño encaja. Cómo se habría de manejar Albizu con la situación creada por la decisión imperialista de pasar puertorriqueños a puestos de mayor disposición pública –jefatura policíaca primero, gobernador de nombramiento después, electo seguido, en el curso casi a exactitud de los diez años que tramitan el regreso de Albizu a la actividad pública, quedaría en lo estrictamente conjeturable. Pero no puede pasarse por alto que, se manejase Albizu en la forma en que lo hiciese; y se dispusiese el régimen con todos sus recursos de la manera en que se dispusiese, la verdad apabullante de la situación internacional que le es contemporánea habría pesado sobre el destino de Puerto Rico en cuya representación histórica protagonizó Albizu Campos. Esto pinta en colores muy diferentes esa premisa. No se olvide que nuestro caso en corte está estancado cuando súbitamente el fascismo español se alza en armas contra la República. Al rugido de los cañones que empiezan su desastroso embate en España el interés latinoamericano vuelve sus ojos hacia los campos de batalla. De inmediato, el régimen llama nuestro caso a corte. No solamente la guerra civil de España facilita a Estados Unidos disponer con mayor soltura de Puerto Rico si no que además prologa la Segunda Guerra Mundial. Cómo habría afectado el liderato de Albizu Campos la Guerra Civil de España, a haber estado éste en libre actividad política, no es indispensable asunto para ser tratado aquí. Es imposible pensar, no obstante, que a hombre de su prestigio e influencia, a uno y otro lado del Atlántico, las tremendas fuerzas que debatían a boca de cañón el destino de España no 164 Re: Albizu Campos habrían de requerirlo a tomar posición. Cómo lo habría puesto a prueba la Segunda Guerra Mundial es lógicamente presumible. No es dable imaginarse a Albizu repitiendo, en 1940, aun debidamente enmendado, el papel de José de Diego en 1917. La lógica de su conducta, aún su propia racionalización de su participación militar en la Primera Guerra; ni la dialéctica de su propio partido habrían librado a Albizu de encararse definitivamente con Atlanta. Habría encabezado el desfile de directivos nacionalistas hacia presidios y destierro decretado por la Ley de Servicio Militar Obligatorio. Y habría sido para el régimen interventor mil veces más ventajoso por otras tantas razones más justificables dentro de su papel mundial, encarcelarlo como obstructor aparente del esfuerzo militar antifascista, que lo que le fue en 1936 “por conspiración para derrocar por la fuerza el gobierno de Estados Unidos en Puerto Rico, hacer propaganda sediciosa y reclutar soldados para llevar a cabo tal fin”. ¡Encarcelarlo como a un libertador! Tampoco es presumible pensar que de toda la comedia internacional montada por Roosevelt no tuviese que salir ganancioso el conformismo colonial vestido de autonomismo. Nada de esto habría justificado que se privara al país de una página históricamente tan significativa como fue la ejecución de Riggs. Ni siquiera –y nadie sabe cuánto cuenta para mí escribir estas palabras– el sacrificio de Beauchamp y Rosado.

ALBIZU Y RIGGS Fue con motivo de la huelga de enero de 1934 que Albizu y Riggs hicieron contacto personal a través del ingeniero independentista Félix Benítez Rexach, íntimo amigo de Albizu, y amigo personal también de Riggs. Este último solicitó a Benítez concertarle una entrevista con Albizu. Se llevó a cabo en El Escambrón Beach Club. El tema de la conversación fue la huelga. Habiendo Riggs 165 Juan Antonio Corretjer oído a Albizu admitió la justicia de las demandas obreras. Las llamó modestas. Añadió que recomendaría a la Asociación de Productores de Azúcar aceptar las “modestas” peticiones de los trabajadores. Efectivamente, a penas transcurrieron horas de terminada la entrevista cuando los patronos transigieron. Se ha dicho y se ha escrito que en la entrevista Riggs aceptó la legitimidad y justicia de la aspiración independentista, nada raro pues que ésa ha sido la posición oficial hipócrita de su gobierno. Además, que ofreció a Albizu cuantiosa suma de dinero como cooperación a su lucha. A lo que Albizu finamente declinó. Eso era parte del trabajo de Riggs. Pero Riggs conocía a Albizu de sobra (si no personalmente por haberlo oído en la tribuna y observado en su trayectoria política) y sobre todo por tener a su disposición el dosier que tanto el ejército como el ejército como el Departamento de Estado norte-americanos mantuvieron a Albizu desde 1917. La vulgaridad de su trabajo de espionaje incluía el de sobornador. Pero su educación y el trato de gente en el que tenía larga y variada experiencia tuvieron que hacerle comprender que el dinero no era elemento para detener el paso patriótico de Albizu. Difícil es para quien conoció a Albizu imaginar a Albizu declinando finamente un intento de soborno. Los tejedores de esta leyenda hacen poco favor a Albizu. El intento de soborno presupone flaqueza en aquél a quien se le hace la oferta. La historieta no pasa de ser eso: una historieta. La segunda y última vez que Albizu y Riggs departieron fue en ocasión de una asamblea de los colonos de caña celebrada en el hoy Teatro Tapia. Albizu había sido invitado a hablar y Riggs no perdería la oportunidad de observar directamente los efectos del contacto entre los colonos de caña y Albizu. Durante acaso una media hora hablaron sobre generalidades, sentados en el escenario, antes de comenzar el acto. La entrevista fue cortés y afable. Lo único desentonante fue posiblemente mi malacrianza. He recordado muchas veces aquella media hora. Doy

166 Re: Albizu Campos testimonio de que entre ambos hombres no había antipatía personal. Cierro este capítulo con una nota muy particular. Albizu no ordenó la ejecución de Riggs ni participó en la conspiración para llevarla a cabo. Hizo su discurso, tomó el juramento y esperó. Un día en diciembre le advertí la posible inmediatez del acto. No hizo comentario. Volví a advertirle en enero. Un poco enfadado me dijo: – “No quiero volver a oírlo”. Aclararé por qué hago esta afirmación. Si la ejecución de Riggs llegase a resultar con prueba irrefutable, cosa en la cual no creo, un error fatal para la lucha por la independencia, la responsabilidad de sus gestores sería verdaderamente enorme. Había ciertamente, tras ese acto, seis años de agitación revolucionaria albizuista. De actividades revolucionarias también. La enérgica dramaticidad del discurso pronunciado por Albizu en el cementerio El Seboruco, lo señala también como inductor del drama patriótico del 23 de febrero de 1936. Pero el ámbito que llevara hasta el histórico suceso queda incompleto sin la constante jactancia, arrogancia y bravuconería de Riggs. La única explicación posible para tal conducta en hombre de su carrera es la intención de envalentonar a sus hombres, creando un espíritu de cuerpo contra los nacionalistas. El olímpico desdén de Riggs por el pueblo colonizado lo llevó a una subestimación suicida de la capacidad de decisión en los puertorriqueños. Creo que Riggs no hizo objeto a Albizu de ese desprecio ni de esa subestimación. Había sido informado sobre él por quienes formaron su inteligencia, dinamizaron su voluntad y tuvieron a su disposición tiempo bastante para resumir sus observaciones. Albizu, pudo pensar Riggs, era la excepción que prueba la regla. Pero jamás pensó que tuviera a su disposición el elemento humano capaz de asimilar volitivamente su mensaje. Posiblemente creyó que la formación misma de Albizu, universitaria y militar, le prohibía todo aventurerismo. Pensó que jamás se dispondría a actuar sin contar previamente con la organización necesaria y sin los 167 Juan Antonio Corretjer medios materiales correspondientes. Creyó del mismo modo que la sincera, apasionada elocución de Albizu en El Seboruco se disolvería en la atonía colonial de sus oyentes. Jamás pensó que en el silencio con que se oyó a Albizu implorar el juramento de la dignidad patriótica ofendida, estaban quienes, antes ya de aquel momento, lo condenaron a muerte. En descargo de Riggs puede decirse que su juicio no era único. Era el juicio mismo de su gobierno cuando decidió apoderarse de Puerto Rico. Así lo revelan las instrucciones secretas dadas al General Miles en febrero de 1898. Así lo declara bestialmente Coolidge en su libro de poco después.6 Desgraciadamente hay más. Su gobierno había asesinado a Sandino sin que un brazo latinoamericano nivelara una pistola sobre Wáshington. ¿Estaba el espíritu hispanoamericano herido de atonía colonial? Téngase en cuenta además que fenómeno tan profundo y complejo como el de la violencia de los pueblos coloniales quedó sin estudio de mérito hasta que Franz Fanón lo sometió a su examen: elocuente, copioso, estremecedor, atropellado. Al día de hoy censurablemente, una de las áreas más importantes reservada a la sociología marxista ha quedado sin cultivo. Riggs mismo se ocupó de probar la complejidad de este fenómeno hasta la hora misma de su muerte. Fallado el intento de Hiram Rosado “lo juicioso, lo militar, era que Riggs se marchase inmediatamente al Cuartel General y aguardase allí los resultados inmediatos” (opinión expresada por Albizu, que comparto). Estos en aquel momento podían ser conjeturablemente distintos. Podía ser la captura sin consecuencia de su agresor o con éste herido o muerto al resistir el arresto. También el golpe de estado o una sublevación popular. Ocurrió lo primero. Beauchamp se rindió con las famosas palabras: –”Yo no tiro a mis hermanos”–. Pero los policías puertorriqueños a quienes se rindió no eran

6 No se trata del Coolidge que fuera Presidente de Estados Unidos, sino a un comentarista norteamericano que escribiera un libro sobre Puerto Rico a principios del Siglo. 168 Re: Albizu Campos hermanos suyos. Eran hermanos de Riggs... por $75 mensuales. ¡Trágico sentimentalismo! Minutos después sus “hermanos” lo asesinaban en el Cuartel General. Ya advertimos que la violencia colonial es fenómeno muy complejo. Riggs pudo pensar que un segundo atentado, inmediatamente después del fracasado (y con su primer agresor ya detenido) no se produciría. La experiencia histórica, la suya misma lo aleccionaban. Eso era lo aprendido en la experiencia secular del terrorismo europeo. Se equivocó. Le costó la vida. Su equivocación era tan profunda que se la habría costado aunque Beauchamp también hubiese fallado. Ocurrieran el golpe de estado o la sublevación popular, su temeridad, su arrogancia, su desdén por el pueblo colonizado, habrían privado su gobierno del único oficial de mérito presente en Puerto Rico aquel día.

LA BATALLA DE LOS CALDEROS Y LAS OLLAS No me aprovecharé del patetismo de mis anteriores palabras para excusarme y no volver sobre lo de la imprevisión que nos inmovilizó el 23 de febrero de 1936. Si el recuento de nuestras experiencias ha de tener algún valor didáctico escudriñarlo con impiadosa autocrítica es nuestra tarea más productiva. Recuerdo algunas expresiones de la tribuna albizuista de la que se hiciera mucha mofa, aún en momentos cuando su autor gozara de mayor prestigio. Por ejemplo: aquello que dijera en Ponce sobre combatir a los yankis con los cuchillos, tenedores y cucharas del ajuar hogareño y hasta con las ollas y calderos de las cocinas. Intelectuales, profesores, periodistas, profesionales, políticos, todos víctimas del apocamiento con que el maquinismo burgués apabulla sus mentes se burlaban de tales pronunciamientos. Arremolinado junto a la tribuna el pueblo lo aplaudía frenéticamente, arrastrado por su emoción; pero sin reflexionar en el sentido revolucionario profundo de sus palabras. Es cierto que la mujer más débil si mantiene su valor y quiere defender su dignidad no está indefensa ante el soldado 169 Juan Antonio Corretjer mejor armado si le hunde a éste un alfiler en un ojo. Con verdadera pasión ha embargado nuestro espíritu aquel anecdotario del 2 de mayo madrileño que nutrió nuestra infancia; aquellas ollas llenas de aceite caliente que desde balcones y ventanas las cocineras de Madrid lanzaban sobre la desmoralizada tropa napoleónica. Sobre Albizu y sobre todos nosotros pesó más en aquellos momentos, como tara insuperable, nuestra propia formación histórica y nuestra idea de lo revolucionario militar. La profunda entraña revolucionaria del arrebato tribunicio no nos iluminó aquel día 23 de febrero de 1936 porque no había guiado nuestros pasos a través de los tesoneros esfuerzos que por armarnos hicimos durante varios años. Recuerdo. En 1934 me entrevisté con el presidente haitiano Etienne Vincent. La entrevista iba muy placentera, muy gentil, hasta que puse sobre su escritorio una libreta de bonos de la República. (La famosa emisión hecha por el Partido Nacionalista en 1932). Vincent se levantó nerviosamente de su asiento. Leí en su ademán y en sus ojos el cobarde designio de entregarme a su Guardia. Se contuvo. Haciendo un supremo esfuerzo de serenidad me preguntó por qué con los medios de comunicación existentes en Puerto Rico necesitábamos tanto dinero. Calé la intención de su pregunta y la temí más que a su Guardia. Me enfrasqué en una larga explicación dejada sin terminar porque poniéndose nuevamente de pie me dio a entender que la entrevista había terminado. Al anochecer de ese mismo día entrevisté al Comandante de la Gendarmerie (equivalente haitiano del ejército nacional) y presunto aspirante a suceder a Vincent en la presidencia. Lamento no recordar su nombre. Como en el caso de Vincent anteriormente la evocación de los empeños puertorriqueñistas de Dessalines y Boyer y las afinidades haitianas de Betances conmovieron nuestras palabras. Pero cuando pregunté si podría adiestrarnos un pelotón de metrallistas el hielo cortó su lengua. Más hombre que Vincent, me dijo que ni él ni ningún funcionario haitiano podía complacerme. David Gay Caibó, Encargado de Negocios de Cuba en Puerto Príncipe me aconsejó esa noche que saliera de Haití. 170 Re: Albizu Campos Enterado por un amigo mutuo –el poeta Pierre Moraviah Morpeau– que no disponía yo de dinero para pagar mi hotel y pasaje me envió de su haber personal el dinero necesario. Lo acepté como préstamo que pagué escrupulosa y gustosamente. En La Habana, otro día, en conversación con Enrique Fernández y Rubén de León indiqué la urgencia que teníamos en Puerto Rico de algunas quince subametralladoras Thompson. Fernández, que llevaba ya en la frente la muerte a traición con que lo señalaba el dedo asesino de Batista, sonrió con tristeza. León puso en mi rodilla la mano amistosa: –”¡Ya quisiéramos nosotros tenerlas!”–. No es éste el recuento de aquellos esfuerzos por armarnos. Me he referido solamente a tres, sin duda los más tontos y el más candoroso, a vía de ilustración del tesón y alcance con que lo intentamos. Pero también como ejemplo de lo que para mí ha sido nuestra fundamental desorientación al pensar el programa militar de nuestra revolución libertadora. La intuición del tribuno revolucionario se señalaba a sí mismo, nos señalaba a todos, en sus arrebatos tribunicios el rumbo verdadero. Sin embargo, cuando nos poníamos a construir racionalmente nuestros proyectos revolucionarios, nuestra formación histórica se volvía contra nosotros como un espectro. Un ejército de fantasmas se levantaba ante nuestra admiración como una ejemplaridad, desde Carabobo a Ayacucho, para gritarnos, bajo la iluminación de los grandes momentos de la historia: –“¡Vanguardia adelante! ¡Paso de vencedores!”– Las ollas, los calderos, los cuchillos de mesa, los tenedores y cucharas que en la tribuna Albizu quería ver transformados en armas anti-imperialistas, además de ser armas verdaderas eran también un símbolo: magma verbal de otro recuerdo glorioso, de otro gran momento de la historia mucho más cerca de nosotros, de nuestra circunstancia y nuestro tiempo: el 2 de mayo. Y además un programa: la guerra popular. Pero en eso no pensábamos. Otro tipo de imaginería heroica avasallaba nuestra imaginación. ¡Bolívar! “Con una montaña por tribuna, con la tiranía descabezada a los pies...” El héroe único que sereno “en medio del combate se desmonta del caballo de la gloria y sus soldados estupefactos lo ven tranquilamente 171 Juan Antonio Corretjer acomodarle la montura” mientras en torno suyo el enemigo riega con sus fuegos el campo de batalla. Comprendo el realismo de Pedro Albizu Campos luchando contra ese desfile de pabellones peinados por el plomo; oponiendo, a la falta de una enérgica y desarrollada voluntad colectiva de lucha en el pueblo al que amó con las entrañas vertidas en el verbo iracundo, inventar su teoría del “ejército de un solo hombre”, reverso de la misma medalla, pero capaz por lo menos de tener nombre propio, real, glorioso y efectivo y llamarse Elías Beauchamp. Recuerdo mi propia conciencia de niño que aprendió de memoria antes de saber leer las décimas inmortales de López García. Al mismo tiempo mi inarrancable ser de hombre de mi siglo, de adolescente contagiado por la Liga Anti-imperialista y el resplandor lejano de la Revolución de Octubre, debatirse con la imagen también grabada en mi espíritu por la palabra de mi madre, de aquel Maceo inmortal casi echado de bruces sobre el caballo de batalla, cargando frente a un batallón de truenos y descabezando españoles con el relámpago que en su mano triunfó en Peralejo. Y ni aún la imagen sobria y cercana de Sandino, ídolo y líder de mis años más tempranos, era bastante para hacerme volver a la intuición genial –ollas, calderos, cuchillos de mesa, tenedores y cucharas– del discurso de Ponce que refulgía como un símbolo y se presentaba como un programa. Un programa militar para la revolución puertorriqueña: la sublevación popular como en el 2 de mayo, la guerra popular como la hemos sabido después.

TERRORISMO La campaña contra el Partido Nacionalista en general y particularmente contra Albizu Campos ha identificado al Nacionalismo, y sobre todo al albizuismo como fase específica del nacionalismo, con el terrorismo. Se ha creado la impresión de que con el advenimiento de Albizu al liderato nacionalista llegó a Puerto Rico el terrorismo. Veremos. El movimiento obrero a partir de principios de siglo y hasta la liquidación de la Federación Libre usó el terrorismo y el 172 Re: Albizu Campos sabotaje como instrumentos legítimos de la lucha de clases. Es más. A mediar ya la década de los años 30, y a tiempo en que clandestinos nacionalistas dinamitaban el viejo edificio de la Compañía Telefónica en San Juan y el Cuartel de la Policía en Villa Palmeras, resonaban, por Juncos y Caguas, los últimos dinamitazos surgidos del economicismo iglesista. Los fuegos en los cañaverales que aún hoy entretienen, ocasionalmente, la impaciencia revolucionaria, fueron esfuerzo concentrado de los federacionistas a partir de 1900. El Partido Republicano, fundado y dirigido por Barbosa, tuvo sus llamadas “turbas”, que no eran otra cosa que terroristas al servicio del anexionismo. Federales y Unionistas de Muñoz Rivera también los tuvieron, aunque menos audaces e insistentes. A principios de los años 30 de este siglo, antes que los nacionalistas pusiéramos nuestros primeros cartuchos de dinamita u organizásemos nuestros primeros grupos de choque, los “Liberales” de Barceló y Muñoz Marín y los “Republicanos” de Martínez Nadal e Iriarte tenían grupos de coacción armada. Los usaban para matarse los unos a los otros. Unos y otros habían ya ensangrentado sus banderines sectarios antes que el primer nacionalista nivelara un arma contra un adversario. La actividad llamada “terrorista” dinamizada por los nacionalistas tiene sin embargo rasgos que obligan a un estudio más profundo. Dado el planteamiento albizuista sobre la nulidad del Tratado de París, aceptado por el Partido y hecho por la juventud base y orientación de toda nuestra actividad política, un estado de guerra existía entre Puerto Rico y Estados Unidos. El sabotaje, la demolición, la coacción y desmoralización de las fuerzas a su servicio eran legítimas acciones de guerra en defensa de nuestra soberanía. Tal y como los trabajadores de la Federación Libre usaban el sabotaje y el terrorismo para sostener su lucha, claros en el concepto de que la lucha de clases es guerra, guerra a muerte, los grupos nacionalistas de acción dirigían sus actos de guerra contra el invasor y sus defensores quintacolumnistas que los apoyaban. El Programa del Partido, redactado por Albizu y aprobado en la Asamblea General Ordinaria celebrada en 173 Juan Antonio Corretjer el Ateneo Puertorriqueño el 12 de mayo de 1930, decía que, el Partido Nacionalista – “Tratará sin piedad a los nativos o extranjeros que, por buenas o malas artes, pretendan afianzar el régimen colonial, en cualquier forma que se presente al país”. Señalamos, además, la moderación con que el Nacionalismo usó estos instrumentos de lucha. Pongamos, por caso, los atentados personales. En toda la historia del albizuismo solamente cuatro atentados personales se efectúan.7 Sus objetivos son: el coronel Riggs, Santiago Iglesias, el juez Robert Cooper y el general Blanton Winship. Note el lector que ninguno de ellos es puertorriqueño. Y que cada uno de ellos justificó con su conducta la agresión. Riggs, por ejemplo, sobre la sangre aún caliente de nuestros mártires de Río Piedras, de cuya muerte él mismo era responsable, declaró a la prensa que “habrá guerra, guerra, y guerra contra los nacionalistas”. Lo que trajo mi respuesta como Secretario General del Partido Nacionalista: “Juega con fuego el coronel. Habrá guerra, guerra y guerra contra los yankis”. En plena campaña electoral de 1936, cuando la persecución contra el nacionalismo en particular y el independentismo en general era más fuerte; y cuando la imantación de los puertorriqueños hacia el patriotismo predominaba, Iglesias, en la tribuna pública de su partido, afirmó dos veces (y en discursos transmitidos por la radio) que “La patria es el refugio de los canallas”. Cuando empezó a decirlo por tercera ocasión, en Mayagüez, no pudo acabar. El patriota Domingo Saltary lo detuvo a tiros. El Juez Cooper presidió el Tribunal que condenó a presidio a Albizu Campos y a los que fuimos sus compañeros de juicio, en 1936. Eso, de por sí, no justificaba el atentado. Pero era de público conocimiento –y ahí están las colecciones de los periódicos de la época y la aún tradición viva ecuánime– el descaro y el odio demostrados por Cooper durante todo el proceso. Fíjese el lector en que el atentado no se dirigió contra el Fiscal Snyder, cuya función sobrepasó los límites de los desmanes habituales 7 He dicho cuatro; porque la muerte a tiros del policía Colón, en Río Piedras fue la acción individual e intempestiva de un nacionalista; por lo cual el gobierno pudo sacar de él mucha ganancia.

174 Re: Albizu Campos entre estos funcionarios de la judicatura norteamericana, sino contra el Juez. Para muestra de su ensañamiento recordemos que sentenció a Luis F. Velázquez a diez años de presidio, a pesar de que el nombre de Velázquez ni siquiera aparece en el Expediente, excepto en la acusación y sentencia. Del general Winship no hay que hablar, excepto para señalar que el aniversario de la invasión de Puerto Rico por los yankis nunca lo celebró el Gobierno fuera de San Juan, ni antes ni después de 1938. En ese año, Winship, rodeado de tropas, escogió a Ponce para celebrarlo. Para celebrarlo exactamente en la ciudad misma y no lejos del mismo lugar, en que apenas transcurrido un año, había ordenado la famosa Masacre. La respuesta se la dio a tiros Ángel Esteban Antongiorgi. Esto en cuanto a los hechos, específicamente. Nos falta ahora enfocar el terrorismo a la luz de la teoría revolucionaria. Como marxista, juzgamos el terrorismo como una de tantas actividades radicales llevadas a cabo al margen de las masas y, en el fondo, por falta de fe en las masas. Al mismo tiempo afirmamos que el estado capitalista es un aparato fundado en la coacción, que es de naturaleza represivo, y que su poder funciona a través de instrumentos de terror como el ejército regular, la policía, los tribunales de justicia, los presidios. Mediante estos instrumentos de terror sostienen el régimen de explotación de los capitalistas contra los trabajadores. En la lucha que en respuesta a ese despotismo llevan a cabo los trabajadores condenar a los trabajadores por recurrir al terrorismo es simplemente faltar a nuestro deber de orientarlos hacia su organización ascendente revolucionaria de clase; o sea, el movimiento obrero, su politización con la organización de un partido propio, y la organización ideológica según el marxismo- leninismo alejándolos a la vez del economicismo, del reformismo y el revisionismo. El grupo obrero a nivel de una explotación específica debe seguir siendo la base para la organización del Partido marxista revolucionario y de su lucha misma saldrán su brazo armado y su acción revolucionaria. A los trabajadores no se les debe engañar haciéndoles creer que pueden librarse de la explotación 175 Juan Antonio Corretjer a través de los medios pacíficos de lucha. Por el contrario, deben ser aclarados constantemente en cuanto a que su liberación, que ellos mismos harán, depende de una revolución; que la revolución es un hecho violento con que una clase derroca a otra clase para establecer su poder propio: en este caso el proletariado a los capitalistas – y que ese hecho violento indispensable, necesita para vencer un mínimo previo sin el cual toda tentativa será baldía: un partido marxista-Lenínista que dirija la revolución obrera y un ejército dirigido por el partido que lleve a cabo las tareas militares de la revolución. Aceptando que la lucha por la independencia política es una forma específica de la lucha de clases, y que el proletariado ha de darle su contenido clasista, y a la vez protagonizar la revolución liberadora, va sin decirse que en la lucha por la independencia rige la misma orientación que acabamos de señalar. Profundizando en la posición marxista frente al terrorismo repetimos que siempre es un recurso radical que demuestra falta de fe en las masas y por lo mismo opera al margen de ellas. Dentro de ese planteamiento juzgamos los distintos actos terroristas de acuerdo a como afectan a las masas y en como las masas reaccionan frente a éstos. Si un acto terrorista aleja las masas de la revolución ese acto es obligatoriamente reprobable. Si, por el contrario, el acto terrorista une a las masas más estrechamente a la revolución obviamente se actuó correctamente. El episodio de Angiolillo define a Betances frente a uno de los momentos más enigmáticos de su vida. Hoy no es motivo de debate si Betances puso o no puso en manos de Angiolillo los medios para ejecutar revolucionariamente a Antonio Cánovas del Castillo, el ilustrado déspota español, Primer Ministro de la Corona. Lo que puede discutirse es si estuvo en lo correcto, políticamente hablando, al autorizar la muerte de Cánovas. El Jefe conservador imponía al pueblo de Cuba las formas más crueles de opresión, tanto en la guerra como en territorio no beligerante. Su muerte atenuó grandemente el sufrimiento del pueblo cubano y la guerra continuó con mayor respeto entre los 176 Re: Albizu Campos combatientes. La ejecución revolucionaria de Cánovas no aisló a la Revolución Cubana de las grandes masas oprimidas de Cuba. Al contrario, las acercó más a la revolución. Luego Betances actuó correctamente. Actuó correctamente porque autorizó el atentado personal en circunstancias muy especiales: con él se suprimía un dirigente importante de la opresión, responsable directo de ella. La inversión de su autoridad moral en el asunto estuvo justificada. No lo habría sido en caso de que lo que se eliminara fuese un agente policíaco cualquiera, un diminuto informante, para cuya eliminación hubiese sido necesario el sacrificio del elemento más dispuesto, de mayor inclinación heroica y mejor futuro revolucionario. Esta clarificación sobre la ejecución de Cánovas nos trae directamente a una elucidación de límpido perfil contra el terrorismo indiscriminado. El del irresponsable que arroja o coloca una bomba con carga mortífera en lugar público en el cual no podrá hacer otra cosa como no sean víctimas inocentes, y atraer contra la causa que pretende defender el asco y el desprecio de las masas. Ante ese tipo de terrorismo, hágalo quien lo haga, bien sea el descarriado individualista de la revolución o alguna organización específica, solo caben el repudio y el castigo, igual que lo merece con mayor razón el jefe de estado y el gobierno que lanzan su aviación de guerra a bombardear ciudades, llámese éste Hitler contra Europa o Nixon contra Vietnam. No encuentro manera posible de pensar que el Partido Nacionalista, por su origen y cuadro clasista, por su radical posición y por el contexto internacional en que se desenvuelve, pudiese escapar a lo que se ha llamado acción directa, o sea, el sabotaje, el atentado personal.8 Todo el ejemplo de las luchas 8 Para la juventud que en Puerto Rico venera a “Che” Guevara, esta cita suya: –”El sabotaje nada tiene que ver con el terrorismo; el terrorismo y el atentado son fases absolutamente diferentes. Creemos sinceramente que aquella es un arma negativa, que no produce en manera alguna los efectos deseados, que puede volcar a un pueblo en contra de determinado movimiento revolucionario y que trae una pérdida de vidas entre sus actuantes muy superior a lo que rinde en provecho. En cambio, el atentado personal es 177 Juan Antonio Corretjer liberadoras de la época lo hacen. Es la hora de Guiteras y la “Joven Cuba” y de I.R.A. en Irlanda, para mencionar solamente dos, por ser dos que, por motivos muy especiales, tenían que influir más hondamente en Puerto Rico. Lo importante es dilucidar si estos atentados personales alejaron o acercaron las grandes masas oprimidas de Puerto Rico a la bandera independentista. Creo que para examinar el asunto bastaría con el caso de mayor importancia, no sólo por las razones ya mencionadas en otro capítulo sino también porque es cronológicamente el primero. La respuesta puede encontrarse en la prensa de la época. Una comparación entre la enorme masa que acompaña a su entierro a Beauchamp y Rosado y el pequeño séquito oficial que lleva a Riggs a su tumba es una prueba. Como hay fotografías de ambas el curioso puede recurrir a hemerotecas. Pero la prueba más grande en el sentido de que la ejecución de Riggs no alejó al pueblo de nuestra bandera la ofrece el hecho mismo que parecería más lesivo al nacionalismo: el proceso en la Corte Federal. ¿Por qué recurre el gobierno a encausarnos por conspiración insurreccional, pasando por encima de sus deseos de acusarnos por asesinato? La razón es una: no podían contar con un solo jurado que nos declarase culpables. La emoción popular se levantaba, como una muralla intraspasable, contra el deseo gubernamental, desde Casa Blanca a La Fortaleza. En el primer juicio en la Corte Federal el gobierno no consigue una sentencia: el jurado se divide por la mitad: los puertorriqueños (anexionistas todos menos uno) y los americanos. Los primeros absuelven y los segundos condenan. No hay acuerdo. El gobierno tiene que recurrir a la selección de un jurado especial, escogido en Fortaleza, y compuesto por yankis con solamente tres jurados

lícito efectuarlo, aunque sólo en determinadas circunstancias muy escogidas; debe realizarse en casos en que se suprima mediante él una cabeza de la presión. Lo que no puede ni debe hacerse es emplear el material humano, especializado, heroico, sufrido, en eliminar un pequeño asesino cuya muerte puede provocar la eliminación de todos los elementos revolucionarios que se emplean, y aún más, en represalia”. (Guerra de Guerrillas). 178 Re: Albizu Campos nacidos en Puerto Rico pero obligados a votar según la imposición de las compañías norteamericanas que representaban. Los grandes terroristas de la época fueron, en Puerto Rico, Riggs, responsable de la Masacre de Río Piedras; el coronel Cole,9 responsable del asesinato de Beauchamp y Rosado en el Cuartel General; el coronel Orbeta, a cargo directo de la Masacre de Ponce, y el general Winship que las prohijó todas y planificó la de Ponce. Dado el carácter preponderante que en la historia de Puerto Rico tiene Santiago Iglesias Pantín, como figura la más destacada en la colonización del movimiento obrero, cabe plantearse si el atentado contra su vida provocó una reacción violenta contar los nacionalistas. La respuesta es no; pero la sequedad del no tiene un contenido muy elocuente. Iglesias había muerto antes que Saltary lo hiriera en Mayagüez, mucho antes de que un mosquito lo liquidara en México. “Liderato difunto” había llamado Albizu a Iglesias y sus tenientes en Guayama, dos años antes. Y, ¿no es ese el significado del liderato de Albizu en la huelga del 1934? Ya Iglesias no era el líder de los trabajadores de Puerto Rico. No era más que un politiquero colonial, un pobre resident commissioner en Wáshington. Iglesias era un cuerpo vacío en 1936. Lo que se castigó fueron sus palabras. La osadía de llamar “refugio de los canallas” a la patria no se le toleraba a nadie en el Puerto Rico de 1936.

LA ASOCIACIÓN DE TRABAJADORES Un recuerdo muy vivo llega a mi pluma desde los confines de aquel enero de 1934. Fue en Ciales que me enteré por la radio de la salida de Albizu hacia la huelga cañera. Era tarde; y a mis compañeros Juan Ortiz y los “Guares” San Miguel, y a mí mismo, nos fueron difíciles la trasbordos hasta llegar a Río Piedras. Ahí nos enteramos que Albizu estaba en Fajardo y no en Guayama como había comunicado la radio. Salimos inmediatamente hacia Fajardo, pero en Canóvanas

9 Jefe del Ejército.

179 Juan Antonio Corretjer nos detuvo la situación casi de motín en medio de la cual se encontraba nuestro valiente compañero Álvaro Rivera Walker. Canóvanas era un centro nervioso de la huelga. Pasado el peligro inmediato, seguimos viaje a Fajardo. Llegamos de noche. Albizu estaba en el hotel del pueblo, cercano a la Plaza, y allá nos dirigimos. Esperamos largo rato para poder hablarle y ponernos a su disposición. Albizu conferenciaba a puertas cerradas con el liderato nacionalista de Fajardo. Como muchos de ellos trabajaban para la Fajardo Sugar Company o estaban relacionados de alguna forma con la Central, su importancia para el partido crecía en aquellos momentos. Era muy natural para nosotros los recién llegados que la conferencia se prolongara. Era parte de nuestro comportamiento jamás demostrar prisa en situaciones como aquella, ni interés en saber lo que Albizu conversara privadamente con otros compañeros. Éramos, en verdad, una fraternidad muy estrecha. La mutua confianza era absoluta. Para nosotros, los jóvenes con quien Albizu contaba para todas las situaciones y a todas horas; los que estuviésemos en dónde estuviésemos y haciendo lo que se estuviera haciendo bastaba una señal para dejarlo todo y volar al sitio que se nos destinara, todo miembro del partido era, con sólo serlo, bueno, sin mácula, incapaz de doblez, segundas intenciones, o motivos ocultos. En una palabra, como nosotros mismos, ninguno podía tener otro interés que no fuese el de la patria. Pasó mucho tiempo para que me enterara de lo hablado y discutido aquella noche en la conferencia a puertas cerradas del hotel fajardino. No lo supe hasta que el mismo Albizu, en una de nuestras conversaciones en Atlanta, me lo dijera. Los dirigentes nacionalistas de Fajardo estaban trabajados por una gran preocupación. Na pasaban por alto el significado e importancia del llamado hecho a Albizu por los trabajadores. Al mismo tiempo temían que la participación de Albizu en la huelga comprometiera el partido a seguir un camino que a ellos –oficinistas, ejecutivos, comerciantes, clase media en fin con impulso ascendente– no les gustaba. Temían sobre todo que Albizu se quedara en Fajardo a dirigir localmente la huelga, organizara una unión en la Central. Trataron por lo 180 Re: Albizu Campos tanto de persuadir a Albizu a que se redujera a pronunciar un discurso de aliento patriótico a los trabajadores, de defensa de sus derechos en la huelga y de fusta contra los americanos (la Fajardo Sugar Company era propiedad de los Armstrong de Nueva York). Albizu tuvo mucha dificultad en persuadirlos a no temer a la huelga y en demostrarles que su participación en la misma sólo podía hacer bien al partido. Hace muchos años que atribuyo al carácter pequeño- burgués del Partido Nacionalista su incapacidad para dejar organizada y funcionando una nueva sindical con la huelga cañera de 1934 por punto de partida. Señalé este hecho en la primera edición de mi libro “La Lucha por la Independencia de Puerto Rico” publicada en 1949. Con la nota que ahora por primera vez publico vigorizo la razón práctica que animó desde entonces mi afirmación. No fue solamente en Fajardo en donde Albizu tropezó con la incomprensión clasista de sus correligionarios. El problema que se planteaba a Albizu no era pequeño. Los hombres que se lo presentaban eran sus fieles; miembros firmes y consecuentes del partido, llegados a sus filas atraídos por el mismo Albizu. Habían resistido la ola de soborno mesocrático y de gravitación masiva que trabajó contra el partido desde la organización del Partido Liberal y la prédica “independentista” de Muñoz Marín. Era, además, 1934, año en que la política del Nuevo Trato ponía a disposición de Muñoz Marín un presupuesto federal mayor que el colonial del que disponía la Coalición gobernante y en que ambos se volvían contra el Nacionalismo. Era, en fin, el año del llamado Plan Chardón, proyecto entreguista con millones de dólares a su disposición, dirigido contra la independencia y manipulado por supuestos “independentistas”. La duda sobre la estabilidad de los obreros junto al partido una vez pasada la huelga ha de haber sido muy profunda en Albizu; su seguridad en los miembros del partido definitivamente mayor. A su paso por los centros huelgarios Albizu fue dejando un embrión organizativo que debió ser la Asociación de Trabajadores 181 Juan Antonio Corretjer Puertorriqueños. Su dirección quedaba enteramente en manos de los mismos obreros. El marxismo-leninismo enseña que en sus albores organizativos la clase obrera necesita la cooperación dirigente de los “desprendimientos” de clase: es decir, del elemento burgués proletarizado por el empobrecimiento general de las masas que es ley universal del capitalismo. Ese proceso de desprendimientos se produce además mediante la proletarización mental del elemento más noble de la pequeña burguesía: intelectuales, artistas, profesionales, y sobre todo estudiantes. Entre éstos el idealismo ético de su sector de clase conjuga frecuentemente con el materialismo dialéctico e histórico; encuentro en éste una explicación del mundo y de la vida que no se le da en las aulas. Ese proceso de desprendimientos no se hizo presente en 1934. Los jóvenes que estábamos dispuestos a todo sacrificio a toda dedicación y a toda audacia no pensábamos en esos términos. Nuestro pensamiento y nuestro corazón estaban puestos en la insurrección. De ahí que la desmovilización de las masas una vez que los patronos aceptan las “modestas” demandas obreras, condena a muerte a la Asociación de Trabajadores. Devuelta al espontaneísmo de clase se deshace en la desmovilización. Guayama ofrece el mejor ejemplo para ilustrar lo que hemos dicho. En Guayama Albizu encuentra todos los trabajadores en huelga. Allí está la Central Aguirre, segundo de los grandes pulpos yankis que succionan a los trabajadores. No hay sitio en la plaza, no hay lugar en las calles de Guayama que no estén bajo los pies de los trabajadores. Albizu tiene que haber sentido ese día ¡aquella noche! más cerca de sí que nunca la gran masa humana oprimida que es su pueblo. La presión de la masa sobre el líder es tan grande que es en Guayama en donde organiza formalmente la Asociación de Trabajadores. Es en Guayama además en donde un líder regional del partido acoge la idea. Pero no es un obrero. Es un dentista, el doctor Eugenio Vera. El 30 de enero se radican en Secretaría Ejecutiva los Artículos de Incorporación de la Asociación. Interesa ver 182 Re: Albizu Campos quiénes fueron sus incorporadores: Eugenio Vera, Ángel María Vargas, Nicolás Ortiz, Aguedo Ramos Medina, Juan Colón, Raimundo Díaz, Santos Cruz, Nicolás Jiménez, Jesús Porrata, Domingo Masso, Dámaso Hernández, y Lorenzo Vázquez. El doctor Vera aparte, Albizu no encuentra un sólo dirigente nacionalista en Guayama dispuesto a echarse encima la grave tarea de organizar a los trabajadores contra los patronos de Aguirre. Ángel María Vargas vivía en Río Piedras. En esos momentos dedicaba casi todo su tiempo a acompañar a Albizu. (Sin sueldo, esté claro.) Raimundo Díaz tampoco era obrero. Estaba señalado para otras tareas: el presidio, el destierro y la muerte en combate, no para la de organizar trabajadores. Tampoco residía en Guayama. Aguedo Ramos Medina presidía la Junta Municipal Nacionalista de Santurce, en donde residía. No era obrero; su interés se concentraba en los Cadetes no en los trabajadores. Nicolás Jiménez vino al Nacionalismo desde el Partido Socialista amarillo, coaligado entonces con el Republicano en el gobierno colonial. Había perdido su interés en la clase obrera. Con toda su acogedora actitud ante la idea de la Asociación, el doctor Vera tampoco abandonaría su clínica para dedicarse a la clase obrera. No puedo juzgar a los otros. Me inclino a creer que eran obreros y residentes en Guayama. Pero ahí está en todo su dolor la razón teórica probada por la experiencia. Sin dirección, abandonada al espontaneísmo de clase, cualquier organización obrera se destruye. Como la Asociación ha sido debidamente inscrita en Secretaría Ejecutiva, ésta requiere de los incorporados un informe anual. Lo requiere en vano en 1936, 1937 y 1938. El 19 de agosto de 1938 el doctor Vera dirige al Secretario Ejecutivo la siguiente carta: “Me refiero a su comunicación del 1ro de agosto concerniente a la Asociación de Trabajadores de Puerto Rico. Deseo advertirle, señor Gallardo, que dicha Asociación fue una entidad que murió al nacer, que no tuvo actividad alguna después de ser organizada y que todos sus miembros organizadores, unos han muerto otros se han ausentado de la ciudad, y otros no sé ni dónde viven. Ni yo como presidente, ningún otro miembro, se 183 Juan Antonio Corretjer ha vuelto a ocupar más de esta Asociación. “Yo siento informarle que no puedo darle información alguna sobre ella más de la que le doy aquí, por no tener ni un sólo papel 10 que pueda orientarme”. (Legajo 713, Fichero del Departamento de Estado. Archivo del Instituto de Cultura Puertorriqueña.) Por disposiciones tomadas en Secretaría Ejecutiva el 23 de julio de 1939, Gallardo comunicó a Vera la disolución legal de la Asociación. Diez días antes, Vera la había solicitado.

–oOo–

Una cuestión queda pendiente. Una de las cuestiones de mayor importancia en la historia política de Puerto Rico del Siglo XX. Con todo el amor y todo el respeto que se le tiene ¿puede excusarse a Albizu Campos, así, a la ligera, su descuido con la Asociación de Trabajadores? Recordemos su Programa de 1930. Refiriéndose al movimiento obrero y a la organización obrera dice: “Libremos al obrero inmediatamente del caudillaje del obrerismo desorientado de origen yanki, que, bajo la sugestiva denominación de socialistas, pero sin definición política alguna, y, por lo tanto los más hábiles defensores del coloniaje, lo han hecho portador de la bandera norteamericana, bajo cuya sombra impera este coloniaje que nos ha convertido en esclavos de las corporaciones y empresas norteamericanas. “El Partido Nacionalista desarrollará el siguiente programa

10 En carta fechada en Guayama el 26 de agosto de 1936, el doctor Vera escribe al Secretario Ejecutivo Carlos Gallardo: “Cuando usted solicitó de mí por primera vez dicho informe, se lo comuniqué al Sr. Velázquez, quién me aseguró que haría el informe y se lo remitiría a usted, siendo ésta la razón por la cual no me ocupé más del asunto, confiando en que el Sr. Velázquez cumpliría con su promesa. “Como todos los documentos referentes a esta asociación estaban en poder del Sr. Luis F. Velázquez, hoy preso político en La Princesa, no me es posible detallar el Informe que Ud. me pide”. Velázquez dio a guardar unas cajas con documentos a un nacionalista de apellido Cortés, pequeño comerciante establecido en Santurce. Años más tarde este negocio fue embargado. Al encontrar en el negocio dichas cajas el Gobierno se incautó de ellas. (Informado por Paulino E. Castro al autor.) 184 Re: Albizu Campos económico: 1. – Organizará a los obreros para que puedan recabar de los intereses extranjeros o invasores la participación en las ganancias a que tienen derecho, asumiendo su dirección inmediata, poniendo hombres de talla, responsabilidad y patriotismo para dirigirlos”. El Programa, suyo de principio a fin, demuestra la conciencia que Albizu tuvo de lo que para la lucha por la independencia significaba la colonización del movimiento obrero y su emancipación. Y es tanta la importancia que da a este hecho que el primer punto de su programa económico lo dedica al movimiento obrero. La evidente conciencia burguesa y elitista del pronunciamiento, no quita una coma a su importancia, ni a la que Albizu le da a los trabajadores como fuerza de lucha independentista. El anti-imperialismo del planteamiento es poderoso y claro. Dado su contenido de clase obligatoriamente limitado.11 Conmovido en sus más íntimas entrañas patrióticas, enfrentado a aquellos cuatro mil trabajadores enfurecidos que lo aclaman en Fajardo y lo siguen machete en mano hasta Ceiba; sacudido en sus sentimientos más profundos de hijo de su pueblo ante aquella Guayama erguida en seis mil macheteros que él lleva en desafío triunfal por los predios prohibidos de Aguirre y Guánica, el hombre de acción que es en esencia declara a los trabajadores el más grande, el verdadero poder de la patria. Viéndolos erguirse en lucha declara “la patria resurrecta”. Ahí estaba, alrededor suyo, entregándole su alma generosa, el verdadero, el más grande poder de la patria, la patria resurrecta; ahí estaba, hecho carne y hueso, la expectativa de su Programa escrito cuatro años antes. ¿Cómo es posible que aquella poderosa voluntad, la más grande que hasta ahora

11 José Carlos Mariátegui, por quién Albizu sintió, si alguna, muy poca simpatía, dejó escrito: “Ni la burguesía, ni la pequeña burguesía, en el poder, pueden hacer una política anti-imperialista... ¿Qué cosa puede oponer a la penetración imperialista la más demagógica pequeña-burguesía? ... El asalto del poder por el anti-imperialismo, como movimiento demagógico populista... no representaría nunca la conquista del poder por las masas proletarias, por el socialismo”. 185 Juan Antonio Corretjer ha producido Puerto Rico, no se agarrase a la Asociación de Trabajadores para llevarla adelante?12

Todas las grandes cuestiones sociales empiezan por plantear un problema filosófico que finalmente se resuelve en el campo de batalla. Son las ideas las que dirigen la voluntad y una voluntad, por fuerte que sea, no irá más lejos que a donde sus ideas la dirijan. El contenido ideológico de aquella privilegiada inteligencia no era la del revolucionario de la clase obrera. Nuestra historia sería otra y mejor si Albizu hubiese sido comunista. Muchas razones, aun cuando muchas otras nos asisten, tenemos para nuestra diaria insistencia en la clarificación, la precisión, de las ideas comunistas, en la ideología del marxismo- leninismo. Pero una de particular importancia nos obliga. La confusión ideológica y el contrabando de ideas es rasgo evidente en el independentismo de hoy. Llamarse socialista, marxista- Lenínista, se ha vuelto un relajo. Nunca más importante que ahora la clarificación ideológica. Es indispensable no solamente que se sepa que la clase obrera, por ser la mayor fuerza y llevar en sí la capacidad de desarrollo de la nación, es el factor decisivo para independizar a Puerto Rico y establecer la República Socialista. No solamente es indispensable que se sepa que el marxismo-leninismo debe ser el motor ideológico que mueva a la clase obrera y la brújula que la dirija correctamente. Es también necesario que se sepa que el marxismo-leninismo es un todo doctrinado, que la base inconmovible del marxismo es el materialismo dialéctico e histórico. Las ideas marxistas son ideas comunistas. Y es ese hecho filosófico el que da un contenido especial a la lucha de clases, a la toma revolucionaria del poder, a la dictadura del proletariado. La lucha es ideológica, filosófica, del marxismo-leninismo contra toda doctrina, toda teoría, que no sea ella misma. Y se decidirá en el campo de batalla, en la guerra popular en la cual, junto con el imperialismo, se

12 Aquí se plantea un comienzo de respuesta a la afirmación que hace a Albizu fascista. De haberlo sido no habría descuidado su organización obrera, como no lo hicieron ni Mussolini, ni Hitler, ni Salazar, ni Franco, ni Perón. 186 Re: Albizu Campos quemarán todas las ideas contrarias al marxismo. Lo es además de otra manera, más próxima y apremiante. Cuando Albizu organiza la Asociación de Trabajadores aún se esperaba, en todas partes, superar la crisis en que el movimiento sindical había caído. Se estabilizó después una dirigencia burocratizada en todo el movimiento sindical, en la que los sueldos enriquecedores, las oficinas fastuosas y los negocios marginales tullen la actividad de los trabajadores y mutilan su agresividad frente al patrono y a los sostenes patronales que son la policía y los jueces. Durante algunos años fue dable creer que la substitución de ese liderato artrítico y barrigón por nuevos dirigentes animados por su juventud y las ideas correctas, bastaba para romper la inercia de un movimiento que se había hecho notable por no moverse. La catapulta de la opresión capitalista en la era de la guerra de Vietnam y la regresión en la Unión Soviética y China se ha ocupado de destruir el mito postrero de regeneración posible de lo que, en el mundo conocido como occidental, habíamos titulado movimiento sindical o movimiento obrero. No es que los dirigentes de las uniones fallen, víctimas de sus debilidades. Es que todo el aparato sindical movilizado por la revolución industrial y organizado por las Tres Internacionales Comunistas caducó, como caducaron sus mismas organizadoras. Todo ese aparato debe ser abandonado por los obreros. Sencillamente, no sirve. Lo presente es la reorganización de la clase obrera desde abajo, la formación de comités obreros, dondequiera que el capitalismo tenga establecidas y funcionando sus explotaciones. Comités forjados al calor de las nuevas necesidades de la clase obrera, cercada como está por policías, jueces, interdictos, mandamus, leyes, jurisdicciones, negociaciones, y otras tantas porquerías de poder capitalista y anti-obrero. Comités que no puedan pagar multas y por lo tanto no tengan que pagarlas; ni estén atados por compromisos y temores al régimen legal; comités en fin capaces de desarrollar un vasto y continuado programa de huelgas rebeldes que se desarrollen y triunfen a despecho del aparato legal de los capitalistas; comités que cuenten a la vez con una dirección pública y otra que no lo sea, con mucha estaca para los rompehuelgas y mucho desprecio a 187 Juan Antonio Corretjer la “ley y el orden” de los patronos. A su vez, si aceptamos como positivo el acercamiento de los independentistas a la clase trabajadora, vaya sin decirse que esa aproximación debe ser hecha sin maniobrería, sin intento de usar a los trabajadores para su propio interés partidario, ni con disimulos más o menos brillantes de orfebrería propagandística, pasar a la clase obrera como conveniencia patriótica su nacionalismo burgués, cosa que les es imposible. Y además esperar, porque les espera, que los trabajadores, a medida que las ideas comunistas proyecten su voluntad de lucha hacia donde deben ir a identifiquen al enemigo como enemigo de clase, rechacen igualmente que los privilegios y violencias de la nación opresora la tendencia de la nación oprimida hacia los privilegios.

DE LAS ESTACAS A LOS RIFLES Los Cadetes de la República, organización paramilitar del Partido Nacionalista, me traen nuevamente a la influencia del nacionalismo irlandés sobre Albizu. Siguiendo la línea de los paralelismos, los Cadetes equivaldrían, en términos irlandeses, a los Voluntarios de Padraic Pearse; no a las Milicias Obreras, de Connolly. (El nombre oficial de éstas en inglés era, “Citizens Army”, que al unirse ambas organizaciones para el levantamiento de 1916, se llamaron Ejército Republicano Irlandés, bajo el mando supremo de Connolly.) El tema es riquísimo. Mas lo que aquí interesa es señalar que las Milicias Obreras surgieron de la gran huelga dublinense del transporte, en 1913, la más grande batalla de la lucha de clases en Europa en los años inmediatamente anteriores a la Primera Guerra Mundial. Jim Larkin dirigió la huelga. Connolly las organizó como grupos de autodefensa contra rompehuelgas y policías. En 1914, Connolly fue electo Secretario de la Unión de Transporte de Irlanda y Comandante de las Milicias. Fijémonos en que los Cadetes de la República existían desde dos años antes que estallara nuestra huelga de la caña en enero de 1934. Pudo El Imparcial encabezar su despliegue informativo de la huelga con el famoso titular: “Cadetes de la 188 Re: Albizu Campos República Invaden Oriente”. Desgraciadamente, era nada más un titular sensacionalista. Los Cadetes no fueron movilizados durante la huelga. Lo que sí no pudo quedar fuera de mi mente es lo que pudo haber salido de nuestra gran huelga de haber existido en Puerto Rico una organización obrera que compartiera con los Cadetes lo que las Milicias de Connolly compartieron con los Voluntarios de Pearse. No había tal. Pretender convertir a Tadeo García en un Larkin y a Florencio Cabello en un Connolly sería ser tan injusto con los puertorriqueños como con los irlandeses. Otra cuestión es comparar el pensamiento militar de Albizu con el de Connolly, como ya hemos dicho, admirado por el primero. El planteamiento de Albizu en cuanto a que la guerra libertadora tendría que ser urbana y rápida (pronta en vencer) descuenta toda perspectiva a la guerrilla urbana. La guerra rápida que Albizu tenía en mente no tenía lugar para la guerrilla. Albizu conocía, probablemente, el texto de Connolly sobre combate revolucionario urbano. Digo probablemente porque jamás le oí mencionarlo a pesar de su muy frecuente mención de Connolly. El otro gran texto sobre combate revolucionario urbano de la época, el estudio de Lenín sobre la lucha de los obreros de Moscú en 1905 no lo conoció. Pero vuelvo sobre mi insistencia de cómo tampoco se nos ocurrió, siquiera, intentar organizar los Cadetes en las filas de los jóvenes trabajadores que en número de muchos millares estuvieron a nuestra disposición en 1934. La razón es obvia dos veces, y la he expuesto muchas veces, dado el contenido clasista, en composición y en ideología, del nacional revolucionario liderato de Albizu y del Partido Nacionalista. Pero Albizu sigue siendo un verdadero maestro en señalar, por comisión o por omisión, el rumbo revolucionario en Puerto Rico. En su experiencia debemos fijarnos para, viendo hacia dónde señaló con su índice, corregir a la vez los errores del reformista, contrarrevolucionario y anti-obrero movimiento obrero de Puerto Rico; y sustituir las ideas nacionalistas revolucionarias de Albizu por las ideas comunistas de Connolly 189 Juan Antonio Corretjer y Lenín. Luego, no organizar la nueva fuerza de combate libertador desde afuera de la clase obrera sino dentro de ella. Los Comités Obreros a que nos hemos referido en otro capítulo deben ser su embrión. La independencia y el socialismo tomarán rumbo definitivo a la victoria cuando los Comités de Estaca de las Uniones se conviertan en pelotones de nuestras Milicias Obreras; cuando las estacas se conviertan en rifles. A eso hay que ir y se irá. Es una necesidad de la clase obrera. La necesidad rige la historia.

190 Re: Albizu Campos azo

, h Rec y

El fragmento que sigue es de la La lucha por la independencia y tiene relación directa con la importancia de la gesta Nacionalista - Albizuista - Corretjeriana… creemos que su gelocuencia lo probará Oferta fra mento 1939 Atlanta: 191 Juan Antonio Corretjer

…[M]e viene a la memoria un recuerdo que oportunamente hice público, con el principal propósito de alertar a algunos de los que todavía creían para aquel entonces en las posibilidades de independizar a Puerto Rico en las urnas, y para información de nuestro pueblo en general. He aquí aquel recuerdo. En septiembre de 1939, una tarde de domingo, recibimos los que entonces estábamos presos en Atlanta, la visita de un funcionario del gobierno yanqui. Según sus credenciales y sus palabras, había venido a vernos en misión de “su” gobierno. Puertorriqueño residente en Wáshington desde sus años de estudiante de abogacía, allí había residido y casado desde principios de siglo, y desde entonces servía a “su” gobierno en el Departamento de Estado o en el de Justicia. Su nombre es Pedro Capó Rodríguez. Nos dijo que traía instrucciones de “su” gobierno de reconocer que Estados Unidos estaba inevitablemente enfilado hacia una guerra, y reconocía lealmente que no podía enfrentarse a las responsabilidades de una guerra mundial sin la “solidaridad hemisférica”. Y que la tal “solidaridad hemisférica” tenía un obstáculo en su camino: los errores “involuntarios” cometidos por Estados Unidos en Puerto Rico. El peor de esos errores, decía él, era nuestro encarcelamiento. El gobierno, seguía diciendo, reconocía que no era aquella prisión nuestro sitio, sino Puerto Rico, en donde debíamos ocupar las posiciones de bien público que mejor que ningunos otros puertorriqueños merecíamos. Y él tenía autoridad de “su” gobierno para asegurarnos que el gobierno estaba dispuesto a ponernos pronta, inmediatamente en Puerto Rico “sanos y salvos como entraron en Atlanta”. Además, el gobierno hacía solemne promesa de “garantizar unas elecciones libres”, para que el Partido Nacionalista ganara las elecciones de 1940, substituyendo al desacreditado General Winship con “una figura prestigiosa” que devolviera al gobierno el prestigio “perdido”. Y se comprometía además el gobierno a extender a Puerto Rico “una autonomía tan amplia, tan amplia, como que equivaldría a una independencia sin bandera”. Para ganar

192 Re: Albizu Campos nuestra inmediata excarcelación, nuestro regreso inmediato a Puerto Rico; para ganar las posiciones públicas “que mejor que ningún otro puertorriqueño merecíamos”; para tener unas “elecciones libres que el Partido Nacionalista pudiera ganar”; y “una autonomía tan amplia, tan amplia, que equivaldría a una independencia sin bandera”, lo único, lo único que nosotros teníamos que hacer—nosotros, pobres presos en tierra enemiga, a miles de millas de nuestra patria—lo único sería declarar que “la independencia no está en issue” y pedir a nuestros amigos en América Latina que suspendieran la intensa campaña pro independencia de Puerto Rico que en aquellos tiempos agitaba a todo el continente hispanoparlante. Me dijo Albizu Campos que le diera al Dr. Capó mi parecer. Y mi parecer fue que aquella era una proposición indigna, que sólo la independencia de mi patria podía resolver la cuestión pendiente entre Estados Unidos y Puerto Rico; que en las letrinas de Atlanta estábamos sirviendo al país, y que si Estados Unidos reconocía plenamente la independencia de Puerto Rico, yo, personalmente, propondría la disolución del Partido Nacionalista y me iría a vivir a mi pueblo natal de Ciales, y no saldría de allí ni para visitar al pueblo más cercano. Dije otras cosas más. Posteriormente Albizu Campos, en el patio de Atlanta, al felicitarnos a todos, a mí, en aparte, me recriminó la innecesaria virulencia de mi actitud. Y yo me acordaba de lo que dicen en mi nativa montaña frontoneña: ¡genio y figura hasta la sepultura! Todos los que estábamos presos en Atlanta asumieron igual posición patriótica. Fueron ellos, además de Albizu Campos y el que esto escribe: Clemente Soto Vélez, Juan Gallardo Santiago, Luis F. Velázquez, Pablo Rosado Ortiz, Julio Héctor Velázquez y Erasmo Velázquez. El emisario del gobierno se retiró rindiéndonos honores pero advirtiendo que su misión comenzaba en Atlanta, pero no terminaba allí; que vendría a Puerto Rico y entrevistaría a otros líderes puertorriqueños. Y efectivamente así lo hizo. Y vio a Muñoz Marín, y la independencia “no estuvo en issue”.

de La lucha por la independencia de Puerto Rico

193 Juan Antonio Corretjer

194 Re: Albizu Campos resión p

A continuación reproducimos el último discurso que pronunciara nuestro querido don Juan Antonio

Corretjer, con motivo de la o a la conmemoración del natalicio de

Andrés Figueroa Cordero en el pueblo d

de Aguada, el 29 de noviembre endencia de 1984. Poco después Corretjer

enfermó, y murió en enero del p siguiente año. Los primeros segundos del discurso no aparecen en la grabación original. La transcripción de la cinta estuvo a cargo de la compañera Nancy Olvera. inde El miedo a la re discurso es mie 195 Juan Antonio Corretjer

El miedo a la represión es miedo a la independencia EL ÚLTIMO DISCURSO DE CORRETJER

(…) Pero comparando a Oscar Collazo, a Lolita Lebrón, Andrés Figueroa Cordero, e Irvin Flores conmigo mismo, yo sé que son ellos los que merecen el título de héroe nacional y no yo. Y estoy seguro que todos ustedes se sienten con los mismos sentimientos que yo estoy expresando ante ustedes; y que hoy, mañana y siempre, éste cuadro de patriotas será estimado y puestos por encima de todos los puertorriqueños, de todos los luchadores de la independencia de Puerto Rico que hoy vivimos, y sólamente serán equiparados a aquellos que lleven la lucha por la independencia de Puerto Rico más allá de Jayuya, más allá de Casa Blair y más allá del Congreso de Estados Unidos. (Aplausos.) A partir de la Insurrección de 1950, toda la lucha, toda la lucha armada por la independencia de Puerto Rico ha sido propaganda armada. Oscar Collazo, Lolita Lebrón, Andrés Figueroa Cordero, Rafael Cancel Miranda e Irvin Flores, tienen un sitio único en la historia; y no digo en la historia de Puerto Rico, sino en la historia de todo el hemisferio occidental desde el Canadá a la Argentina y a Chile. El acto de propaganda armada tiene por suprema característica llamar la atención de la manera más dramática, de la manera más espectacular, hacia un problema político específico. Y en la historia de todo el continente, con toda la pléyade de héroes que conocemos, cuyos nombres están a flor de nuestros labios porque están en 196 Re: Albizu Campos nuestro corazón; lo que Rafael Cancel Miranda, Lolita Lebrón, Irvin Flores y Andrés Figueroa Cordero llevaron a cabo en el Congreso de Estados Unidos, no lo hizo Hitler, no lo hizo Mussolini, no lo hizo Hirohito y no lo ha hecho el más arrojado y grande de los revolucionarios de América Latina vivo que es Fidel Castro Ruz. (Aplausos.) Es en esa apoteósica acción de propaganda armada llevada a cabo el primero de marzo de 1954, en el hemiciclo de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, había un contenido riquísimo. Es en la Cámara de Representantes de Estados Unidos en donde se origina todo tributo contributivo, y por esa misma razón, es en la Cámara de Representantes de Estados Unidos que se origina la Ley de Servicio Militar Obligatorio; que es el tributo más alto y más precioso que puede imponerse a un pueblo, legislarse sobre un pueblo. Y para castigar, para llamar la atención al mundo sobre esa barbaridad imperialista y colonialista de Estados Unidos, de imponer su Servicio Militar Obligatorio, su cuota de sangre humana como tributo a los puertorriqueños, que los compañeros fueron a la Cámara de Representantes de Estados Unidos. Y llamaron la atención del mundo como jamás ningún otro equipo de propaganda armada en la historia del continente, del hemisferio occidental haya logrado hacerlo. La gallardía, la valentía, el sentido del deber cumplido más allá de toda inhibición, de toda idea de límite, sobrepasa en ésta compañera cuya presencia, cuya ausencia lamentamos esta noche en Aguada porque está enferma; llevaron el nombre de Puerto Rico a todos los confines de la tierra. Y en donde quiera que se recuerda esta fecha y se recuerdan estos nombres, se sabe que hay una nación puertorriqueña en lucha por la independencia, que es capaz de imponer castigos, hasta como los que impusieron los camaradas que atacaron la Cámara de Representantes de Estados Unidos el primero de marzo de 1954. Añadiré que es algo axiomático señalar, que ninguna guerra se lleva a cabo con la misma estrategia de una guerra anterior; pero también es innegable que pueden ocurrir muchas concomitantes entre una estrategia anterior, entre una guerra

197 Juan Antonio Corretjer anterior, con la estrategia de una guerra nueva. El caso de Nicaragua es extraordinario ejemplo para ilustrar lo que digo al compararse la estrategia original de Sandino, con la estrategia desarrollada por el movimiento sandinista casi cincuenta años después que él fuera asesinado. Pero como es necesario aproximarse siempre a nuestra realidad, pero también necesario buscar los ejemplos más cercanos de la universalidad dentro de nuestra propia familia de naciones, me referí al caso presente de Nicaragua; anterior y presente de Nicaragua sandinista. En nuestro caso, el ataque al Congreso de Estados Unidos obedeció al desarrollo de una estrategia que a mí se me ha ocurrido llamar la del salto de pértiga. De manera que con el impulso creador y la concepción creadora de Albizu, bajo la gran consigna estratégica de que La Patria es Valor y Sacrificio y en el entendimiento, de que en cierta clase de enfrentamientos no hay relación de fuerza entre Estados Unidos y Puerto Rico, sino de proporción de fuerzas; Albizu, que siempre, y hay que entender su ira revolucionaria y su dirección revolucionaria desde este punto de vista, Albizu sostuvo siempre que al pueblo puertorriqueño, por razones históricas indecibles, se le mantuvo emboscado y acostumbrado a no dar cara al enemigo. Hasta el punto que habría que recurrir a los sacrificios mayores, al arrojo mayor, al mayor espíritu de aventura para lograr ir sacando de su larga hipnosis a nuestro pueblo y enseñarlo de nuevo a dar la cara. Y a dar la cara lo enseñó hasta el punto en que las demostraciones de valor y sacrificio, de arrojo, de espíritu de aventura, de desprecio sublime por la muerte, todos los compañeros nacionalistas combatientes vivos y muertos han dado el ejemplo. A través del tiempo, al calor de los recuerdos albizuistas que son y serán siempre puntos de partida en nuestras concepciones revolucionarias, y ante la digestión de todo el proceso revolucionario que ha ocurrido en el mundo después de la Segunda Guerra Mundial, y que en América se inicia con la Insurrección de Octubre de 1950, y logra su primer triunfo total y contagiador en el triunfo de Sierra 198 Re: Albizu Campos Maestra, el pensamiento revolucionario puertorriqueño va haciendo deducciones, va haciendo nuevos estudios, va haciendo nuevos análisis, y siempre con Albizu como punto de partida y con el Albizuismo que es un nombre propio el cual tenemos derecho a usar como los nicaragüenses hablan de Sandinismo, porque lo de Albizu es una concepción única de la lucha por la independencia de Puerto Rico hasta él. El pensamiento revolucionario puertorriqueño ha descubierto otra manera de enseñar al pueblo de Puerto Rico a dar la cara. Esa nueva concepción de dar la cara, es decir, de enfrentarse al enemigo a precio de vida o muerte, ha sido concebida y está siendo elaborada y llevada a la práctica por las organizaciones clandestinas: la Organización de Voluntarios por la Revolución Puertorriqueña, las Fuerzas Armadas de Resistencia Popular, las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional que vencerán, el Ejército Popular Boricua-Macheteros (Aplausos), y con la frente muy humilde, la Liga Socialista Puertorriqueña y el Comité Especial de Prisioneros de Guerra te saludan: Capitán Andrés Figueroa Cordero. (Aplausos.) Esa nueva concepción de dar la cara, es decir, de enfrentarse con las armas al enemigo, tiene un contenido diferente. Es la concepción de la propaganda armada como un proceso de organización revolucionaria y popular. El eslabonamiento más o menos rítmico y que evidentemente, como proceso al fin, irá acercándose al ritmo que históricamente le corresponde; tiene como una de sus razones principales que sea un proceso de organización. Y ese proceso de organización, como contenido procesal a la propaganda armada por la independencia y el socialismo, le dará a la revolución puertorriqueña por primera vez, y se la está dando, una oportunidad de desarrollarse a nivel de masividad. Pero…¿dónde estaríamos nosotros, adonde estarían todas las organizaciones clandestinas y públicas de Puerto Rico, en esta noche de Aguada, si no hubiéramos tenido la inmensa fortuna de tener a ese regalo, a ese lujo de la historia, que fue Pedro Albizu Campos? (Aplausos.) Y adonde estaríamos todos nosotros si esa voluntad revolucionaria patriótica de Albizu Campos no hubiera llevado la lucha por la independencia de 199 Juan Antonio Corretjer Puerto Rico a salto de pértiga desde Jayuya a Wáshington, cuando ante el asombro del mundo entero, cuando el mundo entero estaba postrado ante el monopolio atómico de Estados Unidos, Europa en ruinas, la Unión Soviética con veinte millones de cadáveres producidos por el ataque nazi, África postrada todavía sin despertar, América Latina de rodillas, Puerto Rico da el campanazo, el salto de pértiga albizuista y se comete la inmensa, histórica y gloriosa falta de respeto de entrarle a tiros al imperialismo yanqui desde Jayuya hasta Wáshington. Ahora no vamos con el salto de pértiga. Puerto Rico va e irá por algún tiempo todavía con toda su actividad revolucionaria prácticamente reducida a la propaganda armada, pero con un propósito constante, deliberado, meditado, bien pensado, de que la propaganda armada sea un factor de constructividad organizativa hasta poner al pueblo puertorriqueño entero de pie sobre la bandera de la revolución, y a llevar en su día a Puerto Rico a su independencia y al socialismo. Tocaré otro tema ya tocado en la tribuna: el de la unidad de las fuerzas independentistas. No me voy a remontar a un pasado que no es ni corto ni agradable, sino demorarme en un presente lamentable. Y no voy a ni siquiera mencionar el estado en que la lucha por la unidad independentista se encuentra en este momento; pero sí diré que en este momento, en los pasados años se organizó un comité unitario independentista que ha hecho un trabajo modesto, eficiente, de gran voluntad y de gran acercamiento al pueblo puertorriqueño, sobre todo en el área oeste de Puerto Rico. Sin embargo…¿cuál es la razón por la cual los comités unitarios no han desarrollado al grado en que ya debían ganar su desarrollo? Para mí no es secreto, lo peor que le puede ocurrir al imperialismo es ver a un independentista darle la mano a otro. Basta que un independentista le dé la mano a otro para que el imperialismo entre en un estado de delirio; es necesario para el imperialismo no únicamente evitar el proceso de desarrollo de un movimiento independentista unificado, sino matar sus gérmenes organizativos, antes de que empiece a retoñar visible. Se pueden reclutar todas las razones, incluyendo las razones 200 Re: Albizu Campos calumniosas, incluyendo las fantasías y las creaciones de motivaciones que realmente, o absurdamente, o mentirosamente pueden circunscribirse alrededor de un movimiento unitario pro-independencia de Puerto Rico; pero la razón fundamental por la cual no se desarrolla un movimiento independentista unitario al ritmo y al grado en que aparentemente es posible, es porque el imperialismo yanqui recluta y concentra todos sus recursos en evitar que un independentista de Puerto Rico le dé la mano a otro independentista. Ni ese grado de unidad, de expresión de amistad tan común en Puerto Rico le agrada a este monstruo cuya sede central está en Wáshington. Toda la economía, todas las finanzas disponibles, todas las tramposerías de los servicios secretos de Estados Unidos son reclutados a diario contra la lucha por la independencia, pero con una constante: no permitir el desarrollo de un movimiento independentista unificado. Es posible que en momentos determinados toda la monstruosidad imperialista, de la represalia imperialista, se enfoque sobre un movimiento en particular, como lo hizo con el Partido Nacionalista cuyo exterminio fue decretado, y que no se haya permitido un momento de sosiego al Partido Nacionalista para reorganizarse. El Partido Nacionalista de Puerto Rico es reorganizable no importa el tiempo que haya pasado. Muchas veces yo he dado ejemplos históricos de ello, y esta noche me referiré brevemente a uno: la reorganización del nacionalismo irlandés en los primeros años del siglo veinte. El Sinn Fein parecía haber sido erradicado y la idea del nacionalismo sofocada para siempre en Irlanda. Pero un día, un hombre de apellido Larkin, que había pasado largos años en el exilio, anciano ya, regresa a Dublín. Y monta un pequeño negocito en un rincón de Dublín. Era un viejo combatiente de la independencia de Irlanda y, poco a poco, empiezan a pasar por el negocio personas, jóvenes, viejos. Y alrededor de Larkin se organiza, no sólamente el movimiento obrero irlandés, sino que produce el movimiento huelgario más grande de la historia de Europa antes de la Primera Guerra Mundial con la famosa huelga de los tranvías. Y aparece otro emigrado llamado Jaime Connolly. Y si era nacionalista 201 Juan Antonio Corretjer Larkin, Connolly era comunista y un gran organizador de masas, un gran organizador político. Se van uniendo, y la huelga de tranvías que se convierte en una huelga industrial en toda Irlanda, la respalda Connolly con su ejército de ciudadanos. Y van concurriendo las circunstancias hasta la alianza para la guerra, en el nacionalismo irlandés que dirije Padraic Pearse, uno de los más grandes poetas de toda la Europa de su tiempo, de todas las épocas. Pearse era más católico que el Papa y Connolly más comunista que Marx, pero ante la desgracia de su patria, ante la esclavitud de su Irlanda, se abrazaron con las armas en la mano y le dieron un duelo de guerra a Inglaterra en Dublín, que el imperio británico tuvo que cañonear la ciudad, cañonear a Irlanda. Y sobre el fuego de los cañones, cuando Padraic Pearse acorralado le entrega su espada al General Howell, y Connolly cae herido y lo llevan a un hospital, lo arrestan en el hospital, le celebran los británicos juicio en el hospital y lo bajan en una camilla y lo sientan en una silla para fusilarlo. Pero Connolly dejó en sus labios el grito de Viva la independencia de Irlanda, de Irlanda libre y socialista. Y Pearse dejó su grito, nos dejó su espada de Viva Irlanda libre. Y eso mismo podría ocurrir en Puerto Rico con un núcleo de puertorriqueños en los comités unitarios, con el centro moral en el Partido Nacionalista, con la esperanza de una reorganización a pesar de todas las acechanzas del imperialismo, si se va cuidando la unidad desde el fondo alerta de la clandestinidad armada en Puerto Rico. Es por eso que yo digo que toda nueva concepción de la lucha por la unidad de los independentistas de Puerto Rico tiene que tener por punto de partida la emboscada de Sabana Seca. Los yanquis le dan más importancia, tienen un rencor mayor contra Sabana Seca que contra ninguna otra acción político militar habida en Puerto Rico después de 1954. Y se la tienen por una razón fundamental: porque en Sabana Seca no actuó ninguna organización clandestina aparte, fueron tres organizaciones clandestinas las que llevaron a cabo la acción punitiva de Sabana Seca. Fue la Organización de Voluntarios 202 Re: Albizu Campos por la Revolución Puertorriqueña, las Fuerzas Armadas de Resistencia Popular y el Ejército Popular Boricua los que infligieron la derrota y la humillación de Sabana Seca al imperialismo de Estados Unidos. (Aplausos.) Y es ese hecho del carácter unitario independentista revolucionario de Sabana Seca de donde tiene que venir el impulso, el respaldo y la protección, de los movimientos de unificación patriótica independentista puertorriqueño, que enfrente a la agresión constante de Estados Unidos ante el hecho que tanto los mortifica, hasta el punto que se ponen histéricos cuando ven que un patriota puertorriqueño le da la mano a otro. Entonces empezará a desarrollarse un verdadero movimiento unitario en Puerto Rico, que es un factor y una concepción estratégica; la unidad es un factor estratégico de la lucha por la independencia y el socialismo y únicamente podrá llevarse a cabo bajo la protección de las armas revolucionarias de la clandestinidad de Puerto Rico. (Aplausos.) La gran arma del imperialismo yanqui es la represión; la represión psicológica, la represión material, toda clase de represión. Pues es necesario amigos, saber que el miedo a la represión es miedo a la independencia; porque el miedo a la represión significa la falta de fe en que el pueblo de Puerto Rico no tenga bastante estámina, bastante entereza de carácter, bastante voluntad de sacrificio y de lucha, para soportar los castigos a que sea sometido por parte de las agresiones yanquis. Pero nosotros no; nosotros tenemos una fe candorosa en la capacidad puertorriqueña de devolver el castigo al enemigo que se lo inflige. (Aplausos.) Como se hizo en el Congreso de Estados Unidos el primero de marzo de 1954, y como se hizo en Sabana Seca el 3 de diciembre de 1979. Y aquí el miedo a la represión habrá de terminarse a medida en que las fuerzas clandestinas golpeen victoriosamente al enemigo y todos los factores de lucha del independentismo revivan, den pasos adelante en el adelanto de las causas populares de Puerto Rico, que aguardan la mano amparadora dirigente del independentismo de Puerto Rico. Porque el 203 Juan Antonio Corretjer enemigo, y todos los supuestos enemigos de la independencia de Puerto Rico, adversarios y no, saben esto: que cuando un puertorriqueño es independentista, es confiable. Que con sólo ser independentista, se es más persona decente que los demás, se impone más respeto que los demás. Cuando en Puerto Rico se tiene un pleito en corte, el consejo es: si tienes un pleito en corte búscate un abogado independentista, que no se vende. Y eso explica muchos de los fenómenos que ocurren en Puerto Rico a diario, inclusive en las pasadas elecciones. Y creo que ya basta con el tema que les he estado ocupando. Voy a terminar con un factor diferente, muy importante. Ya estamos hasta el tedio de oír el campaneo de que en Puerto Rico va a haber un cambio, porque un cipayo fue reemplazado por otro en Fortaleza. No ha habido cambio y no va haber cambio ninguno; Puerto Rico es la misma colonia que era el cinco y el seis de noviembre de este año. Pero sí ha habido y está ocurriendo un cambio que va a dar un salto adelante muy importante, como la manifestación del miedo de Estados Unidos a la independencia de Puerto Rico. ¡El miedo de Estados Unidos a un Puerto Rico independiente en el momento trascendental que vive el mundo! Ese miedo imperialista a Puerto Rico independiente no comienza ahora. Comenzó hace muchos años. Estaba implícito y latente en todo lo anterior. Pero cuando Puerto Rico, por primera vez de la mano de Albizu, se le encara al imperialismo yanqui, empieza a crecer un miedo a la independencia de Puerto Rico. El proceso de Segunda Guerra Mundial, el proceso de Guerra de Corea, el proceso de la Guerra de Vietnam, todo el proceso revolucionario histórico de América Latina a partir del triunfo de Sierra Maestra, les ha hecho recapacitar para sentirse más cobardes que nunca. Para el marxismo, y específicamente para el marxismo posterior a la obra El imperialismo de Lenin, Puerto Rico es un libro abierto. El desarrollo del capitalismo obliga, a pesar de sí mismo, al capitalismo metropolitano a desarrollar la colonia. Y un Puerto Rico como el que nosotros tenemos, históricamente señalado como uno de los pueblos más inteligentes de América; desde que Humboldt a fines del Siglo XVIII señaló a la infancia de Puerto Rico como los niños más inteligentes que 204 Re: Albizu Campos había encontrado en América. Un pueblo tan despierto como el pueblo puertorriqueño que no se le pasa una, a pesar de la hipnosis colonial que lo deprime; y a pesar de eso afirma y reafirma su personalidad, y los destellos de su inteligencia traspasan nuestras fronteras. Un Puerto Rico independiente con la experiencia histórica que hemos vivido, con el número de abogados, de ingenieros civiles, de ingenieros electricistas, de ingenieros agrónomos, de farmacéuticos, de médicos, con la organización intelectual de la clase profesional puertorriqueña. Y un pueblo tan inteligente y apto con la capacidad de producción que tiene el pueblo puertorriqueño, libre y soberano será el pueblo líder por necesidad en el Caribe. Y Estados Unidos sabe que ese desarrollo colocaría a Puerto Rico, si se sabe dirigir la lucha con mucha prudencia y mucho arrojo a la vez, en un movimiento de todo el Caribe, incluyendo las naciones continentales que lo bañan, en el pueblo líder. Y que ese liderato, esa reorganización de la zona política, económica y militar, será dirigido contra el imperialismo de Estados Unidos. Y por eso, no es que nosotros los puertorriqueños le tengamos miedo a la independencia. Eso no es más que una falacia, que ellos saben que no es más que una falacia: la falacia del soborno masivo y de la imposición por la intriga, por el odio y por la agresión. Lo que no es falacia es el miedo que Estados Unidos le tiene a un Puerto Rico libre, independiente y soberano, porque sabe lo que va a significar frente al deterioro de su poderío imperial. Pues hablaba yo de un cambio. Ha venido operándose un cambio sin que llamemos la atención lo suficiente sobre el cambio. Ese cambio, del cual no se había apartado Estados Unidos a partir de 1939 cuando el presidente Roosevelt como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos lleva a cabo una gira a bordo de un buque de guerra acompañado del Almirante Leahy, el gobernador de Puerto Rico, para convertir a Puerto Rico de un régimen de guarnición en una base de operaciones de las Fuerzas Armadas yanquis, no se había producido un sólo cambio. Pero hace algún tiempo sí se produjo un cambio, un cambio muy importante: el comando naval del Caribe en Puerto Rico fue trasladado a su base 205 Juan Antonio Corretjer natural e histórica de Norfolk en Virginia. Ese hecho, así de simple apariencia, revolvió todos los planes iniciales y una reconcepción del enfoque de Mahan sobre el Caribe. Y Roosevelt Roads y todo Puerto Rico, que a partir de 1940 había sido puesto a mirar hacia Europa, con ese cambio del traslado, nuevamente del centro de mando del Caribe de la flota de Estados Unidos a Norfolk, vuelca toda la idea estratégica y práctica de Estados Unidos en el Caribe contra los demás pueblos del Caribe, contra toda la América Latina, específicamente ahora contra Nicaragua. Y ése es un cambio que traerá consecuencias muy serias para los puertorriqueños y para los independentistas de Puerto Rico. Ya se dio otro paso para convertir la reserva militar y naval de Estados Unidos y ascenderla a categoría de guarnición. Por ahí andan realengos ya los guarnicionistas. Y ya también tenemos informes verosímiles de que la lucha contra el independentista va a ir pasando por un proceso de ser un proceso policíaco encargado al FBI y a la CIA, a la inteligencia militar de Estados Unidos. Es algo muy importante y que traerá consecuencias físicas contra muchos independentistas. Porque la CIA intriga y mata, el FBI intriga y mata, la inteligencia militar mata, mata, mata y luego piensa. Pero para eso estamos dispuestos a enfrentarnos a esa nueva monstruosidad contra nuestra patria y contra la independencia. Y por eso nos retiramos de esta tribuna recordando a cada uno de los presentes que el miedo a la represión es miedo a la independencia por falta de fe en la energía de carácter y en la capacidad heroica y de inteligencia de nuestro pueblo. Muchas gracias. (Aplausos fervorosos.)

206 Re: Albizu Campos

poema Poema para Poema otro aniversario 207 Juan Antonio Corretjer

Poema para otro aniversario (fragmento)

...

Yo, Juan Antonio Corretjer Montes de 65 años de edad en 1973, pasado por desazones y traiciones, penalidades y combates y retrocesos y hambres, jamás humillado, jamás herido ni aplazado, atreviéndome siempre sencillamente a ser quién soy, tal y como me lo aconsejó una tarde en Atenas olímpica el más eminente de mis antepasados; a mí, griego de Ciales, africano de Loíza Aldea, romano de Lares, catalán de La Jagua, puertorriqueño desde Fajardo a Cabo Rojo y comunista hasta sentir la tierra en que nací como si fuese una hermana dolida ultrajada, violada, abandonada, dejada de la mano de Dios, tan triste que me obliga a matar sin sentir odio ni ganas de matar; a morirme del deseo de ver a todos los obreros del mundo unidos y triunfantes. Y a vivir, vivir, querer vivir para vengar a Van Troi traicionado, para combatir junto a Toño y a Manuel, luchar junto a los que tienen dieciocho años, hasta clavar el último dólar contra el paredón de Jayuya y llegándome hasta la tumba de Albizu — Ya está hecho viejo, decirle. —

(de Aguinaldo Escarlata, 1974)

208 Re: Albizu Campos

209 Juan Antonio Corretjer

210 Re: Albizu Campos

Juan Antonio Corretjer, Lares, 1980

BREVE NOTA BIOGRÁFICA

Nuestro Poeta Nacional, Juan Antonio Corretjer nació en Ciales, el 3 de marzo de 1908. Expulsado de la escuela en octavo grado por organizar una protesta estudiantil y perio- dista desde los 16 años, es una de las figuras cimeras de la literatura y la política puertorriqueñas. A fines de la década del 1920 se trasladó a la ciudad de Nueva York, donde se integra al trabajo de la Liga Antim- perialista de las Américas, y milita activamante en la lucha contra la intervención norteamericana en el Caribe y Cen- troamérica, en particular colaboró con la heroica lucha del pueblo de Nicaragua por expulsar el ejército de EU que lo había invadido. A principios del 1930 regresó a su patria donde conoce a Pedro Albizu Campos. Se integra al Partido Nacionalista de Puerto Rico y fue su Secretario Administrador, luego Secreta- rio General. Cuando la caña era la industria más importante en el país, dijo presente al los trabajadores pedirle a Albizu que los dirigiera en su huelga de 1934. La militancia de los macheteros cañeros y el compromiso de lucha de Albizu, convirtieron esta huelga en la más exitosa de esa industria, y para evitar una revolución, los patronos fueron obligados por agentes federales a conceder las demandas a los huelguistas. En 1935 Corretjer es enviado a buscar colaboración in- ternacional para la lucha independentista. Haciendo esa ges- 211 Juan Antonio Corretjer tión en Cuba, es arrestado por respaldar la huelga general organizada contra uno de los varios dictadores que asolaron esa hermana república. A pesar de que como miembro del Partido Nacionalista no debía intervenir en la lucha de otros pueblos, como el mismo Corretjer dijo muchos años des- pués: esa norma era rota por los Nacionalistas siempre que lo creían justo. En Cuba estuvo encarcelado en la cárcel El Príncipe. De regreso a Puerto Rico, el 24 de octubre, 6 Nacionalis- tas son asesinados por órdenes del coronel del ejército de EU, E. Francis Riggs. El 23 de febrero del 1936 este dictador mi- litar es ejecutado por los héroes Nacionalistas Hiram Rosado y Elías Beauchamp; Corretjer es encarcelado en La Princesa por negarse a entregar documentos del Partido al gobierno, y posteriormente enviado a prisión a Atlanta junto al liderato del Partido acusados de conspirar para derrocar al gobier- no de EU. En 1939 en Atlanta le ofrecen a los Nacionalistas excarcelarlos inmediatamante si prometen no luchar por la independencia. Todos rechazan la oferta; Corretjer no es li- berado hasta 1942, pero le prohiben regresar a Puerto Rico hasta pasada la segunda guerra mundial. Se queda en Nueva York y publica el semanario Pueblos Hispanos; entre los co- laboradores, trabaja con la poeta Julia de Burgos. Ahí cono- ce a quien sería su compañera el resto de su vida de lucha: Consuelo Lee Tapia. En esta época consolida una etapa de sus concepciones marxistas. De nuevo en el país en 1946, se retira del Partido Nacionalista e ingresa al Partido Comunista, del cual es expulsado en 1948 por ser muy nacionalista. En la Insurrección Nacionalista de 1950 Corretjer es arrestado por incitar a motín. Encarcelado varias veces más por su militancia y defensa de medios radicales por alcanzar la independencia, entre 1961 y 1963 actúa como portavoz de Acción Patriótica Unitaria, y cerca del 1964 organiza la Liga Socialista, la que dirigió hasta 1985. En América lo cono- cieron por su fe inquebrantable en la justicia de los pueblos. Las comunidades boricuas en EU lo conocieron como porta- voz de la puertorriqueñidad que sobrevive con las raíces en el aire del exilio. En Puerto Rico labora por la organización y lucha de los trabajadores, la excarcelación de los indepen- dentistas que caen encarcelados, y por su apoyo a las luchas de pescadores en Culebra y Vieques contra las bombas de la 212 Re: Albizu Campos Marina de EU. Siempre que había una lucha por los derechos de su pueblo, Corretjer estaba presente. Esta intensa vida política siempre fue de la mano de una importantísima producción literaria. Pionero rescatador de nuestra herencia taína, es el mejor exponente de las vivencias de un pueblo que sabe luchar por su libertad y recuerda can- tar y amar. Sus libros de poesía son fundamentales de nues- tra nación. Destacan: Alabanza en la torre de Ciales (1953), Yerba Bruja (1957), Distancias (1957) y Aguinaldo Escarlata (1974). Sus libros de ensayos: El líder de la desesperación, La lucha por la independencia de Puerto Rico y la compilación de 40 años de teoría sobre la cultura de Poesía y revolución, son imprescindibles para comprender nuestro siglo. Además fue escritor y editor de numerosas publicaciones en Puerto Rico y toda América. Corretjer militaba en la libertad y la justicia, en constan- te lucha por alcanzarlas. De honestidad y valor intachables, hasta sus enemigos aprendieron a admirar y respetarlo. Este mismo tesón que tenía en sus convicciones políticas, lo supo vivir de día a día: Con mucho más de sesenta años, en una ocasión en Guaynabo había un grupo de jóvenes insultando una anciana. Corretjer no toleró esa falta de respeto, cruzó la calle y le metió una bofetada a uno de los mozalbetes. Lo único que dijo: “A mi me dio tanta ira, de pensar que podía ser mi mamá. ¡Cómo un manganzón puede insultar a una anciana, decirle una palabrota como la que le dijo!”. Militante independentista y socialista, Poeta Nacional, ensayista y periodista, arrestado una decena de veces, tiro- teado, calumniado y perseguido, pero como él mismo dijo: jamás humillado, …”atreviéndome siempre sencillamente a ser quien soy”. Orgulloso hijo de Ciales.

213 Juan Antonio Corretjer

Prólogo a esta edición \ 3 A propósito del centenario de Oscar Collazo

Libro: Albizu Campos \ 7 Prólogo al libro Albizu Campos \ 135 Epílogo al libro Albizu Campos \ 139

Poema: A D. Pedro Albizu Campos \ 141

Ensayo: El líder de la desesperación \ 145

Fragmento: Atlanta 1939: Oferta y rechazo \ 191

Discurso: El miedo a la represión es miedo a la independencia \ 195

Poema para otro aniversario \ 207

La patria es valor y sacrificio \ 210

Breve nota biográfica \ 211

como acento \ 215 contenido 214 Re: Albizu Campos ónde estaríamos nosotros, adonde estarían todas las ¿dorganizaciones clandestinas y públicas de Puerto Rico… si no hubiéramos tenido la inmensa fortuna de tener a ese regalo, a ese lujo de la historia, que fue Pedro Albizu Campos?

Y adonde estaríamos todos nosotros si esa voluntad revolucionaria patriótica de Albizu Campos no hubiera llevado la lucha por la independencia de Puerto Rico a salto de pértiga desde Jayuya a Wáshington, cuando ante el asombro del mundo entero, cuando el mundo entero estaba postrado ante el monopolio atómico de Estados Unidos, Europa en ruinas, la Unión Soviética con veinte millones de cadáveres producidos por el ataque nazi, África postrada todavía sin despertar, América Latina de rodillas, Puerto Rico da el campanazo, el salto de pértiga albizuista y se comete la inmensa, histórica y gloriosa falta de respeto de entrarle a tiros al imperialismo yanqui desde Jayuya hasta

como acento Wáshington. 215 Este libro se fraguó y publicó en Puerto Rico publicado en Optimática, San Juan, Puerto Rico